Se muestran los artículos pertenecientes a Junio de 2004.
NOTAS Y VISITAS: GÚDEL, ALONSO CORDEL, ROLANDO MIX TORO, LA VIDA TAL COMO VIENE
Me persigue un pequeño maleficio y un virus: He perdido tres textos, el del uno, el del dos y el del tres. Debe ser que estoy diciendo algo que no debo. Sólo quiero recordar, entonces, pequeñas cosas:
-Me encontré ayer con el poeta Rolando Mix Toro en la luminosa calle Cádiz. Estaba con una bella sobrina nieta. Rolando acaba de escribir un texto para el nuevo disco del guitarrista aragonés Jorge Berges. Lo he oído ya tres veces y es excelente. Rolando Mix Toro encarna la bondad, la suavidad y la resistencia. Chile en el corazón.
-Viene a verme Antonio Gracia-Diestre. Acaba de publicar un libro: "Guillermo Gúdel. Biografía de un poeta esencial" (que fue premio Benjamín Jarnés de la DPZ), donde cuenta la vida y los esfuerzos y el sentido poético de este impresor y periodista que cofundó la revista "Poemas". Y además, Gracia-Diestre, que alterna la pasión por la poesía con su bar de Leciñena, me anunció que el próximo lunes 7,a las 20.30 horas, se ofrecerá un Encuentro-Homenaje con el poeta Alonso Cordel en el Teatro del Mercado. Habrá tangos, hip hop de Quercus, canciones argentinas de Ariel Prat, porno-poesía, recital de sus poemas y se proyectará un cedé con un álbum de fotos, adhesiones de algunos amigos (Ángel Guinda, Martínez Forega y Fernández Molina, entre otros) y fragmentos de una entrevista. Alonso Cordel, que igual se inspira en Quevedo que en la poesía popular, cumple ahora sus primeros 20 años de profesor de taller literario en la Universidad Popular.
-Aparece Javier Aguirre con buenas nuevas: el sello Certeza acaba de crear una nueva colección que coordinan Javier y José Luis Gracia Mosteo dedicada a los relatos. Se llama Cantela, la diseña José María López Alcoitia, y se iniciará con dos libros de relatos de ambos escritores. Los libros estarán para la Feria del Libro.
Algo más: veo pasar, de rojo y con los ojos más azules que el Atlántico undoso, a Miriam Reyes. Dice que está buscando piso. A lo mejor esa es buena señal: por ahora no se marcha a Barcelona y seguirá escribiendo entre nosotros. "Bella durmiente" (Finalista del Premio Hiperión) es un libro para una zambullida; de él volvemos de otro modo, con un sortilegio en las sienes y una herida en el corazón.
Cae en mis manos un libro de artículos de Luis Landero, "¿Cómo le corto el pelo, caballero?" (Tusquets, 2004) y descubro una pieza preciosa sobre el profesor maduro y la estudiante lolita. Se llama "Seducción sobre un fondo otoñal". De repente, el autor parece asumir que ese profesor maduro podría ser él mismo y escribe: "Pero tú asumes el papel de espectador, de aprendiz, te basta con eso, no quieres más, porque acaso cualquier concesión a la realidad rompería el encanto de este idilio cuyos placeres están no en la llegada, sino en la promesa, nunca cumplida pero tampoco nunca malograda, del viaje".
Vuelvo unas páginas atrás y descubro una cita que andaba buscando -más, mucho más en esta exuberante primavera, donde todas las mujeres parecen renovadas en su belleza-. Es de Marcel Proust: "Dejemos las mujeres hermosas para los hombres sin imaginación".
Nota final: Hoy, en el Ayuntamiento de Tarazona, Xosé Manuel Álvarez Cáccamo presenta su libro "Habitación del mar (Antología, 1983-2003)" (Olifante, 2004). Y mañana hará lo propio en el Centro Gallego de Zaragoza (Santa Inés, 2). Lo acompañaremos Trinidad Ruiz-Marcellán (sabed, lectores amigos, que ya se ha recuperado), el narrador Amadeo Cobas (acaba de aparecer la segunda edición de "Miranda", en Zócalo) y yo, que he ejercido de traductor. Pepe Cácccamo es como un hermano reciente que me ha dado la vida a orillas del mar de Vigo. Y a la misma hora, también mañana, Félix Romeo y Julia Millán presentan el libro "Hamburguesas" (Xordica) de Fernando Martín Pescador en la Librería Antígona. Todos tendremos el corazón partío.
Me voy: ceno hasta bien entrada la madrugada con Miguel Marcos en Casa Colás. Hablamos de todo y al final de Víctor Mira, con quien tanto queríamos. De repente, Miguel dice: "A veces pienso que quien se murió arrollado por aquel tren en las afueras de Munich no fue Víctor?". Pensé que ahí estaba la espiral de una novela...
-Me encontré ayer con el poeta Rolando Mix Toro en la luminosa calle Cádiz. Estaba con una bella sobrina nieta. Rolando acaba de escribir un texto para el nuevo disco del guitarrista aragonés Jorge Berges. Lo he oído ya tres veces y es excelente. Rolando Mix Toro encarna la bondad, la suavidad y la resistencia. Chile en el corazón.
-Viene a verme Antonio Gracia-Diestre. Acaba de publicar un libro: "Guillermo Gúdel. Biografía de un poeta esencial" (que fue premio Benjamín Jarnés de la DPZ), donde cuenta la vida y los esfuerzos y el sentido poético de este impresor y periodista que cofundó la revista "Poemas". Y además, Gracia-Diestre, que alterna la pasión por la poesía con su bar de Leciñena, me anunció que el próximo lunes 7,a las 20.30 horas, se ofrecerá un Encuentro-Homenaje con el poeta Alonso Cordel en el Teatro del Mercado. Habrá tangos, hip hop de Quercus, canciones argentinas de Ariel Prat, porno-poesía, recital de sus poemas y se proyectará un cedé con un álbum de fotos, adhesiones de algunos amigos (Ángel Guinda, Martínez Forega y Fernández Molina, entre otros) y fragmentos de una entrevista. Alonso Cordel, que igual se inspira en Quevedo que en la poesía popular, cumple ahora sus primeros 20 años de profesor de taller literario en la Universidad Popular.
-Aparece Javier Aguirre con buenas nuevas: el sello Certeza acaba de crear una nueva colección que coordinan Javier y José Luis Gracia Mosteo dedicada a los relatos. Se llama Cantela, la diseña José María López Alcoitia, y se iniciará con dos libros de relatos de ambos escritores. Los libros estarán para la Feria del Libro.
Algo más: veo pasar, de rojo y con los ojos más azules que el Atlántico undoso, a Miriam Reyes. Dice que está buscando piso. A lo mejor esa es buena señal: por ahora no se marcha a Barcelona y seguirá escribiendo entre nosotros. "Bella durmiente" (Finalista del Premio Hiperión) es un libro para una zambullida; de él volvemos de otro modo, con un sortilegio en las sienes y una herida en el corazón.
Cae en mis manos un libro de artículos de Luis Landero, "¿Cómo le corto el pelo, caballero?" (Tusquets, 2004) y descubro una pieza preciosa sobre el profesor maduro y la estudiante lolita. Se llama "Seducción sobre un fondo otoñal". De repente, el autor parece asumir que ese profesor maduro podría ser él mismo y escribe: "Pero tú asumes el papel de espectador, de aprendiz, te basta con eso, no quieres más, porque acaso cualquier concesión a la realidad rompería el encanto de este idilio cuyos placeres están no en la llegada, sino en la promesa, nunca cumplida pero tampoco nunca malograda, del viaje".
Vuelvo unas páginas atrás y descubro una cita que andaba buscando -más, mucho más en esta exuberante primavera, donde todas las mujeres parecen renovadas en su belleza-. Es de Marcel Proust: "Dejemos las mujeres hermosas para los hombres sin imaginación".
Nota final: Hoy, en el Ayuntamiento de Tarazona, Xosé Manuel Álvarez Cáccamo presenta su libro "Habitación del mar (Antología, 1983-2003)" (Olifante, 2004). Y mañana hará lo propio en el Centro Gallego de Zaragoza (Santa Inés, 2). Lo acompañaremos Trinidad Ruiz-Marcellán (sabed, lectores amigos, que ya se ha recuperado), el narrador Amadeo Cobas (acaba de aparecer la segunda edición de "Miranda", en Zócalo) y yo, que he ejercido de traductor. Pepe Cácccamo es como un hermano reciente que me ha dado la vida a orillas del mar de Vigo. Y a la misma hora, también mañana, Félix Romeo y Julia Millán presentan el libro "Hamburguesas" (Xordica) de Fernando Martín Pescador en la Librería Antígona. Todos tendremos el corazón partío.
Me voy: ceno hasta bien entrada la madrugada con Miguel Marcos en Casa Colás. Hablamos de todo y al final de Víctor Mira, con quien tanto queríamos. De repente, Miguel dice: "A veces pienso que quien se murió arrollado por aquel tren en las afueras de Munich no fue Víctor?". Pensé que ahí estaba la espiral de una novela...
03/06/2004 02:12 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
PEPE MELERO Y YOLANDA, EN ALICANTE
El gran Pepe Melero -posiblemente el aragonés que más sepa de libros aragoneses y de otros: poesía e historia sobre todo- se marcha a Alicante. Va a participar en un congreso de Bibliofilia, donde impartirá una charla vinculada a su libro "Leer para contarlo" (Biblioteca Aragonesa de Cultura). Si alguien aún no lo hubiese leído, no debe perdérselo. Es un libro ameno, divulgativo, lleno de erudición y de historias que parecen inventadas. Pepe habla de Miguel Labordeta, de su amigo Luciano Gracia, de Trapiello, de sí mismo sobre todo, y compone una formidable vida de lector. Posee una biblioteca con más 20.000 títulos, bellamente encuadernados, y no le falta casi ningún libro de Aragón. Además, como tiene una mano maestra y amigos maravillosos, consigue los libros antes que nadie. Lo acompañará su santa, Yolanda Polo, otra lumbrera de la Universidad de Zaragoza, de Economía. Vendrán socarradicos de sol levantino y cargados de libros.
Uno de los lemas de Pepe es, o podría ser, "Todo por Aragón". A él, a raíz de su libro, podíamos aplicarle una frase de Nadine Gordimer: "Escribir es siempre una exploración de uno mismo y a la vez del mundo, del individuo y de la colectividad". "Leer para contarlo" cumple esta formulación a la perfección. Al pensar en él y en ella, Yolanda, y en su viaje a Alicante, se me ocurre otra cita que quizá sea inventada: "La felicidad no es una estación a la que se llegue; es una forma de viajar".
Ayer comí con Mariano Balfagón, mi hostelero favorito de Cantavieja y tal vez del mundo, el amigo íntimo desde la infancia del fotógrafo Patricio Julve, con Arturo Daudén Ibáñez, mi árbitro de fútbol predilecto (también el que más me hace sufrir) y con Javier, uno de los coordinadores de la comarca del Maestrazgo. Hablamos de los II Encuentros en el Paraíso sobre el paisaje. El año pasado cantó José Antonio Labordeta durante dos horas y la gente no lo ha podido olvidar. Siempre recordaré al joven herrero que se me acercó, cargadito de cervezas, y me dijo: "No he pasado nunca de las diez primeras páginas de un libro, pero esto no lo podré olvidar jamás. Ni mi novia tampoco". Este año estamos intentando contratar a Paco Ibáñez. Los Encuentros serán en los últimos días de septiembre y los primeros de octubre.
Me anuncia ese personaje extraordinario que es Javier Torres, pura humanidad y ternura, que ya ha salido el libro del impresor y editor Portabella, que ha escrito Luis Serrano Pardo, otro infatigable coleccionista de postales y de libros. Aragón, bien se ve, tiene algo especial...
Uno de los lemas de Pepe es, o podría ser, "Todo por Aragón". A él, a raíz de su libro, podíamos aplicarle una frase de Nadine Gordimer: "Escribir es siempre una exploración de uno mismo y a la vez del mundo, del individuo y de la colectividad". "Leer para contarlo" cumple esta formulación a la perfección. Al pensar en él y en ella, Yolanda, y en su viaje a Alicante, se me ocurre otra cita que quizá sea inventada: "La felicidad no es una estación a la que se llegue; es una forma de viajar".
Ayer comí con Mariano Balfagón, mi hostelero favorito de Cantavieja y tal vez del mundo, el amigo íntimo desde la infancia del fotógrafo Patricio Julve, con Arturo Daudén Ibáñez, mi árbitro de fútbol predilecto (también el que más me hace sufrir) y con Javier, uno de los coordinadores de la comarca del Maestrazgo. Hablamos de los II Encuentros en el Paraíso sobre el paisaje. El año pasado cantó José Antonio Labordeta durante dos horas y la gente no lo ha podido olvidar. Siempre recordaré al joven herrero que se me acercó, cargadito de cervezas, y me dijo: "No he pasado nunca de las diez primeras páginas de un libro, pero esto no lo podré olvidar jamás. Ni mi novia tampoco". Este año estamos intentando contratar a Paco Ibáñez. Los Encuentros serán en los últimos días de septiembre y los primeros de octubre.
Me anuncia ese personaje extraordinario que es Javier Torres, pura humanidad y ternura, que ya ha salido el libro del impresor y editor Portabella, que ha escrito Luis Serrano Pardo, otro infatigable coleccionista de postales y de libros. Aragón, bien se ve, tiene algo especial...
03/06/2004 13:43 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
CÁCCAMO EN EL JARDÍN BOTÁNICO
No diré nada de mi ordenador enfermo: va tan lento y es tan difícil ponerlo en marcha que he perdido las ganas de escribir y me siento como un náufrago.
Este largo fin de semana, que para mí comenzó el jueves en Tarazona, se lo he dedicado casi por completo a Xosé María Álvarez Cáccamo. En realidad, me lo dedicó él a mí. Medio en serio, medio en broma, recordó una de las frases de una compañera aragonesa de su instituto en Vigo: "Qué lejos está Galicia". Él prefiere decir: "Qué lejos está Zaragoza". Se lo pasó muy bien por aquí, no paró de hablar y nos contaminó de recuerdos, de humor y de historias. Se quedó patidifuso con los conocimientos de literatura gallega de Félix Romeo, de literatura y de sociolingüística, y se ha marchado cargado de libros de aragoneses.
Está escribiendo su "Memoria de poeta", que publicará Galaxia en la próxima primavera. Y en ella, a lo largo de más de 300 páginas, evoca a su abuelo fusilado en Tuy, a su padre represaliado, a amigos y maestros (Méndez Ferrín, Cunqueiro, Manolo Vilanova...) y su propia historia de escritor de versos, de navegante y enamorado de la isla de San Simón desde los catorce años. Una de las historias más bellas, o extrañas, le sucedió en Santiago de Compostela durante la carrera. Se había echado una novia, o andaba de aquí para allá con ella en una tentativa constante de seducción, una moderna de entonces, e iban los dos juntos por la ciudad. De repente, se cruzó un hombre que llevaba un caballo. La joven le dijo a Pepe, si lo había visto, "sí, claro, que lo he visto. Es un caballo blanco". Y ella, dale que te pego, pero lo has visto, vamos detrás de él, y ante el escepticismo del novio se echó tras el caballo, paró a su dueño y le dijo que quería montar. Desapareció con él y no volvió hasta el día siguiente. ¿Qué pasó en esa interminable noche? El joven poeta quizá no pegase ojo de las cosas que imaginó y que nunca le contaron luego.
A Pepe Cáccamo, autor de la antología "Habitación del mar" (Zaragoza), le ha gustado mucho Zaragoza. Pero, como nos ocurre a algunos, se quedó bastante decepcionado con el estado de nuestras riberas -la maleza inhabitable del Huesca, la suciedad increíble del Gállego, el desaliño y olvido de las márgenes del Ebro a su paso por Zaragoza- y con el abandono del Jardín Botánico. Apasionado de la jardinería y de la flora, le llamó la atención el descuido, la suciedad, el abandono del jardín Botánico, que era un lugar que quería ver. En él, es cierto, casi no se nota la llegada de la primavera. Ha desaparecido buena parte de los nombres de los árboles y las líneas del laberinto han sido borradas. Dijo: "Zaragoza me parece una ciudad sucia y descuidada dentro de su enorme encanto".
Salió luego al parque, bajo la sombra de los pinos, y se quedó hechizado. Y se puso a hablar de historias de fantasmas y de Eduardo Blanco-Amor... Volverá para finales de agosto al Festival de Poesía del Moncayo. Lo espero, de nuevo, su editora Trinidad Ruiz-Marcellán, esa mujer que ha vuelto a la vida con versos bajo el brazo...
Este largo fin de semana, que para mí comenzó el jueves en Tarazona, se lo he dedicado casi por completo a Xosé María Álvarez Cáccamo. En realidad, me lo dedicó él a mí. Medio en serio, medio en broma, recordó una de las frases de una compañera aragonesa de su instituto en Vigo: "Qué lejos está Galicia". Él prefiere decir: "Qué lejos está Zaragoza". Se lo pasó muy bien por aquí, no paró de hablar y nos contaminó de recuerdos, de humor y de historias. Se quedó patidifuso con los conocimientos de literatura gallega de Félix Romeo, de literatura y de sociolingüística, y se ha marchado cargado de libros de aragoneses.
Está escribiendo su "Memoria de poeta", que publicará Galaxia en la próxima primavera. Y en ella, a lo largo de más de 300 páginas, evoca a su abuelo fusilado en Tuy, a su padre represaliado, a amigos y maestros (Méndez Ferrín, Cunqueiro, Manolo Vilanova...) y su propia historia de escritor de versos, de navegante y enamorado de la isla de San Simón desde los catorce años. Una de las historias más bellas, o extrañas, le sucedió en Santiago de Compostela durante la carrera. Se había echado una novia, o andaba de aquí para allá con ella en una tentativa constante de seducción, una moderna de entonces, e iban los dos juntos por la ciudad. De repente, se cruzó un hombre que llevaba un caballo. La joven le dijo a Pepe, si lo había visto, "sí, claro, que lo he visto. Es un caballo blanco". Y ella, dale que te pego, pero lo has visto, vamos detrás de él, y ante el escepticismo del novio se echó tras el caballo, paró a su dueño y le dijo que quería montar. Desapareció con él y no volvió hasta el día siguiente. ¿Qué pasó en esa interminable noche? El joven poeta quizá no pegase ojo de las cosas que imaginó y que nunca le contaron luego.
A Pepe Cáccamo, autor de la antología "Habitación del mar" (Zaragoza), le ha gustado mucho Zaragoza. Pero, como nos ocurre a algunos, se quedó bastante decepcionado con el estado de nuestras riberas -la maleza inhabitable del Huesca, la suciedad increíble del Gállego, el desaliño y olvido de las márgenes del Ebro a su paso por Zaragoza- y con el abandono del Jardín Botánico. Apasionado de la jardinería y de la flora, le llamó la atención el descuido, la suciedad, el abandono del jardín Botánico, que era un lugar que quería ver. En él, es cierto, casi no se nota la llegada de la primavera. Ha desaparecido buena parte de los nombres de los árboles y las líneas del laberinto han sido borradas. Dijo: "Zaragoza me parece una ciudad sucia y descuidada dentro de su enorme encanto".
Salió luego al parque, bajo la sombra de los pinos, y se quedó hechizado. Y se puso a hablar de historias de fantasmas y de Eduardo Blanco-Amor... Volverá para finales de agosto al Festival de Poesía del Moncayo. Lo espero, de nuevo, su editora Trinidad Ruiz-Marcellán, esa mujer que ha vuelto a la vida con versos bajo el brazo...
06/06/2004 19:48 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
IVÁN TORRES Y LOS BÓLIDOS
Han pasado por casa Javier e Iván Torres. No sólo saben de ordenadores, no sólo son capaces de limpiar de virus esta caja alquímica donde se concentran tantos mundos. Son unos expertos en motociclismo y Fórmula 1. Lo que más me ha impresionado es que Iván, 19 años, mientras intentaba descubrir la enfermedad de mi quebrantado ordenador, fue que recibió una llamada de alguien que le contaba como iba la carrera de Fórmula 1. Le anunció que Fernando Alonso –que es su ídolo- se había puesto tercero de golpe. Apenas diez minutos después, volvía a recibir una llamada: a Alonso se le había roto la transmisión y había abandonado la carrera. El “kaiser” Schumacher volvía a ganar. Iván se había cubierto las espaldas y había apostado en una porra por él.
Luego hablamos de casi todos los campeones: Graham Hill, Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi, James Hunt, Niki Lauda, Mario Andretti, Nelson Piquet, Gilles Villeneuve, Alain Prost, Ayrton Senna, Nigel Mansell o Schumacher. Iván recuerda con exactitud quienes ganaron los títulos en los 90, y las escuderías, y su padre lleva en su maravillosa móvil la increíble secuencia de una carrera de Senna que pasó del quinto lugar en la parrilla de salida a la cabeza de la carrera en una sola vuelta.
Algún tendré que contarles el día que yo le di la mano a Niki Lauda antes de una carrera en el Jarama...
Luego hablamos de casi todos los campeones: Graham Hill, Jackie Stewart, Emerson Fittipaldi, James Hunt, Niki Lauda, Mario Andretti, Nelson Piquet, Gilles Villeneuve, Alain Prost, Ayrton Senna, Nigel Mansell o Schumacher. Iván recuerda con exactitud quienes ganaron los títulos en los 90, y las escuderías, y su padre lleva en su maravillosa móvil la increíble secuencia de una carrera de Senna que pasó del quinto lugar en la parrilla de salida a la cabeza de la carrera en una sola vuelta.
Algún tendré que contarles el día que yo le di la mano a Niki Lauda antes de una carrera en el Jarama...
21/06/2004 01:52 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
DISTRITO 14, MENA, LOS POETAS, AGUIRRE Y ALFREDO CASTELLÓN
-1. Voy al programa de Mónica Farré y Lorena Ruano y me encuentro con Mariano Chueca, líder de Distrito 14. Tras su experiencia cubana y norteamericana, publica el trío un nuevo disco: “El sueño de la tortuga”. Chueca, que es un tipo siempre próximo y entusiasta, canta en directo “Valium y champagne”. Recuerda a Tom Waits por momentos, a Neil Young. Su voz, entre cascada y educada en las experiencias fuertes, en el camino a todas las partes del mundo, acaricia los versos; sus dedos acarician la música del mundo. He ahí un intérprete, una emoción, la hondura del caminante que cree en el rock y en la vida.
-2. Veo a Miguel Mena. Es su gran día. Está a punto de hacerse público que ha sido distinguido con el premio Isabel de Portugal, junto a Guillermo Fatás y Serrat, entre otros. Miguel Mena, madrileño gozosamente transterrado, es un aragonés de pura cepa ya: conoce este territorio como nadie. Lo ha recorrido en bicicleta, a pie o en coche, y ha interpretado –con elegancia, con seca dulzura, con esa humanidad sin resquicios que usa- como nadie la idiosincrasia de las gentes, la nobleza y la terquedad del país. Miguel Mena es un testigo en la calle, un narrador apasionado, un investigador constante de la historia de este país, y así, con humor y cariño, nos traslada sus emociones y su lucidez. Su trabajo en la radio es una referencia esencial de la comunicación en Aragón. Y en la radio, en Radio Zaragoza, todos se sentirán un poco premiados porque Miguel es un estandarte de afectos, un coleccionista de amigos, un tipo que aboga por el “con y para todos”. Enhorabuena...
-3.Comemos con Antonio Pérez Lasheras. Ahí está siempre, con su amasijo de proyectos, conciliador y activo. Es raro el día que no aparece con un nuevo plan debajo del brazo o con un puñado de libros. Estos días, por citar algunos, ha publicado en Prensas Universitarias, en la colección “La Gruta de las palabras”, tres: “En la última ciudad” de José Luis Rodríguez, un compendio sensaciones y recuerdos desarrollado según el itinerario de las estaciones con una lírica de alto nivel, “La creación poética es un acto de destrucción”, una antología de Ángel Guinda, seleccionada por él, Guinda en estado puro (intenso y mortal) y con un título que a mí no me gusta, y lo siento, Ángel es un hermano y un primo, y “Jaulas” de José Ignacio Foronda, un delicado libro de pájaros: pájaros en general, acróbatas del aire, aves en medio de la luz, y sobre todo vencejos y ruiseñores. Dirige la colección Fernando Sanmartín, viajero, soñador de desiertos y ciclista. Daniel Gascón por la tarde se iba a dar una conferencia a Mas de las Matas: hablaba de la picaresca y de Cervantes ante ocho o diez mujeres. Una de ellas, viéndole pasar folios llenos de erudición que no debía usar, dijo: “Se ve que ha trabajado el chico”.
-4. Aparece a media tarde Javier Aguirre. Y aparece cargado de cosas. Ha tenido la delicadeza de recoger para un libro una colección mía de textos sobre el descubrimiento de la literatura a través de un puñado de autores: Manoel Antonio, Cunqueiro, Dieste, García Márquez, Cervantes, Camus, García Márquez, Cela y otros, y me propone que hagamos un librito con esos textos. Así es Javier. Pero además acaba de inaugurar una colección –en el sello Certeza-: “El Látigo del diablo”, un libro de estirpe alegórica y a la vez satírica, compuesto por seis piezas entrelazadas, donde se retrata a dos personas de la cultura aragonesa, o eso podría parecer, que sirven para explicar algunos desmanes y usos de este pequeño país. Es un libro que permite jugar a las adivinanzas: ¿Quién es el orondo Dómine Dobucco, “Gordote, mofletudo, risueño, falso, grandón, de edad imprecisa... Pertenece a la Orden Dórica, la secta que domina este territorio al borde del crepúsculo”? Y, por cierto, ¿quién será Garrilupo Caressa que “pulula por ese famélico desierto a las buenas y a las malas, unas veces en la cocorota del poder y otras arrimado a su julai en la cueva de conspirar que tienen montada en Fatonia”?
Junto a este libro de Javier Aguirre, en la colección Cantela, aparece un libro de relatos sobre escritores de José Luis Gracia Mosteo: “El pintor de fantasmas”. Tramas, erudición, sensibilidad, algunas magias y mitomanía se funden en esta propuesta. Gracia Mosteo, además, acaba de debutar como poeta en “La balada del Valle Verde” (Huerga & Fierro).
-5. Ha caído la noche. Más de dos mil personas acaban de manifestarse por la música en viva y por La Campana de los Perdidos. Qué gran tipo es José Ángel Rodicio: otro aragonés adoptado, rapsoda de Curros Enríquez, que ha dado una lección constante de buen gusto y pasión por la música, por la creación, por el valor de la palabra. Ayer hubo mucha gente a su lado, y otra que no estuvo pero que somos solidarios con él y con la necesidad de espacios como La Campana de los Perdidos. Había caído la noche, y con lo oscuro, con la sombra, apareció Alfredo Castellón. Acababan de entrevistarle sobre su condición de emigrante de Aragón y de viajero constante alrededor del mundo. Alfredo también es un polvorín de incitaciones: ahora trabaja en un documental sobre el patrimonio de la Franja o del Aragón Oriental, y prepara la edición de dos libros: uno de relatos y otro de aforismos. Cuando trabajaba en televisión o en el cine tenía un sueño recurrente: “Quiero ser escritor”. Ahora, anda en ello: comparte recuerdos sobre María Zambrano, recuerda algunas temporadas que pasó con Julio Alejandro junto al mar, evoca sus viajes a Minnesotta o Chicago y a un puñado de novias, y sigue vivo, creando, anudado a algunos fantasmas: Costa, Colón o sus compañeros de infancia que llamaban a su casa y preguntaban: “¿Está el señorito Alfredo?”. Su padre, que era un industrial de maderas, se quedaba perplejo y se preguntaba para sí: “Pero, ¿con quién andará este hijo mío?”.
-2. Veo a Miguel Mena. Es su gran día. Está a punto de hacerse público que ha sido distinguido con el premio Isabel de Portugal, junto a Guillermo Fatás y Serrat, entre otros. Miguel Mena, madrileño gozosamente transterrado, es un aragonés de pura cepa ya: conoce este territorio como nadie. Lo ha recorrido en bicicleta, a pie o en coche, y ha interpretado –con elegancia, con seca dulzura, con esa humanidad sin resquicios que usa- como nadie la idiosincrasia de las gentes, la nobleza y la terquedad del país. Miguel Mena es un testigo en la calle, un narrador apasionado, un investigador constante de la historia de este país, y así, con humor y cariño, nos traslada sus emociones y su lucidez. Su trabajo en la radio es una referencia esencial de la comunicación en Aragón. Y en la radio, en Radio Zaragoza, todos se sentirán un poco premiados porque Miguel es un estandarte de afectos, un coleccionista de amigos, un tipo que aboga por el “con y para todos”. Enhorabuena...
-3.Comemos con Antonio Pérez Lasheras. Ahí está siempre, con su amasijo de proyectos, conciliador y activo. Es raro el día que no aparece con un nuevo plan debajo del brazo o con un puñado de libros. Estos días, por citar algunos, ha publicado en Prensas Universitarias, en la colección “La Gruta de las palabras”, tres: “En la última ciudad” de José Luis Rodríguez, un compendio sensaciones y recuerdos desarrollado según el itinerario de las estaciones con una lírica de alto nivel, “La creación poética es un acto de destrucción”, una antología de Ángel Guinda, seleccionada por él, Guinda en estado puro (intenso y mortal) y con un título que a mí no me gusta, y lo siento, Ángel es un hermano y un primo, y “Jaulas” de José Ignacio Foronda, un delicado libro de pájaros: pájaros en general, acróbatas del aire, aves en medio de la luz, y sobre todo vencejos y ruiseñores. Dirige la colección Fernando Sanmartín, viajero, soñador de desiertos y ciclista. Daniel Gascón por la tarde se iba a dar una conferencia a Mas de las Matas: hablaba de la picaresca y de Cervantes ante ocho o diez mujeres. Una de ellas, viéndole pasar folios llenos de erudición que no debía usar, dijo: “Se ve que ha trabajado el chico”.
-4. Aparece a media tarde Javier Aguirre. Y aparece cargado de cosas. Ha tenido la delicadeza de recoger para un libro una colección mía de textos sobre el descubrimiento de la literatura a través de un puñado de autores: Manoel Antonio, Cunqueiro, Dieste, García Márquez, Cervantes, Camus, García Márquez, Cela y otros, y me propone que hagamos un librito con esos textos. Así es Javier. Pero además acaba de inaugurar una colección –en el sello Certeza-: “El Látigo del diablo”, un libro de estirpe alegórica y a la vez satírica, compuesto por seis piezas entrelazadas, donde se retrata a dos personas de la cultura aragonesa, o eso podría parecer, que sirven para explicar algunos desmanes y usos de este pequeño país. Es un libro que permite jugar a las adivinanzas: ¿Quién es el orondo Dómine Dobucco, “Gordote, mofletudo, risueño, falso, grandón, de edad imprecisa... Pertenece a la Orden Dórica, la secta que domina este territorio al borde del crepúsculo”? Y, por cierto, ¿quién será Garrilupo Caressa que “pulula por ese famélico desierto a las buenas y a las malas, unas veces en la cocorota del poder y otras arrimado a su julai en la cueva de conspirar que tienen montada en Fatonia”?
Junto a este libro de Javier Aguirre, en la colección Cantela, aparece un libro de relatos sobre escritores de José Luis Gracia Mosteo: “El pintor de fantasmas”. Tramas, erudición, sensibilidad, algunas magias y mitomanía se funden en esta propuesta. Gracia Mosteo, además, acaba de debutar como poeta en “La balada del Valle Verde” (Huerga & Fierro).
-5. Ha caído la noche. Más de dos mil personas acaban de manifestarse por la música en viva y por La Campana de los Perdidos. Qué gran tipo es José Ángel Rodicio: otro aragonés adoptado, rapsoda de Curros Enríquez, que ha dado una lección constante de buen gusto y pasión por la música, por la creación, por el valor de la palabra. Ayer hubo mucha gente a su lado, y otra que no estuvo pero que somos solidarios con él y con la necesidad de espacios como La Campana de los Perdidos. Había caído la noche, y con lo oscuro, con la sombra, apareció Alfredo Castellón. Acababan de entrevistarle sobre su condición de emigrante de Aragón y de viajero constante alrededor del mundo. Alfredo también es un polvorín de incitaciones: ahora trabaja en un documental sobre el patrimonio de la Franja o del Aragón Oriental, y prepara la edición de dos libros: uno de relatos y otro de aforismos. Cuando trabajaba en televisión o en el cine tenía un sueño recurrente: “Quiero ser escritor”. Ahora, anda en ello: comparte recuerdos sobre María Zambrano, recuerda algunas temporadas que pasó con Julio Alejandro junto al mar, evoca sus viajes a Minnesotta o Chicago y a un puñado de novias, y sigue vivo, creando, anudado a algunos fantasmas: Costa, Colón o sus compañeros de infancia que llamaban a su casa y preguntaban: “¿Está el señorito Alfredo?”. Su padre, que era un industrial de maderas, se quedaba perplejo y se preguntaba para sí: “Pero, ¿con quién andará este hijo mío?”.
22/06/2004 10:35 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
"EL EXILIO" EN EL PASEO DE RTVA
Por si alguno podéis ver en casa y seguís alguna vez "El Paseo" en RTVA, esta noche a las 23 horas (a veces comienza un poco antes), emitimos un amplio reportaje sobre el exilio. Se rodóíntegramente en Albarracín durante los V Encuentros Literarios. Participan, entre otros, Javier Rioyo (que habla de su trabajo, tanto de "A propósito de Buñuel" como de "Alberti para caminantes"), José María Conget (recuerda a los exiliados españoles que hicieron una insólita y estremecedora película: "En el balcón vacío", dirigida por Jomí García Ascot), Amalia Iglesias (que evoca sus años con María Zambrano y sus complicidades), Antonina Rodrigo (recuerda a Amparo Poch), Eduardo Pons Prades (describe su vida con la II República y sus trabajos sobre republicanos españoles durante la II Guerra Mundial), Arcadi Espada (analiza su condición de exiliado en la Catalunya de Jordi Pujol), Rafael Torres (habla de las víctimas de Franco), y Cano presenta sus trabajos sobre Sender y Odón de Buen. Además, canta dos canciones Ángel Petisme. Y veremos muchas más cosas como fragmentos de "Ramón José Sender. Miradas de una vida". Creo que ha quedado un programa bonito, con mucha información. Los méritos, una vez más, son de nuestro realizador Alberto Gámez.
22/06/2004 14:06 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
GUILLERMO GÚDEL: LAS SOMBRAS DEL VIVIR
Guillermo Gúdel (Coscojuela de Fantova, Huesca, 1919-Zaragoza, 2001) nunca hizo correr ríos de tinta. La suya fue una existencia silenciosa, de alguien que va y viene, que atraviesa la vida, cargado de versos y de espanto, como de puntillas: ha sufrido tanto que no quiere despertar a las sombras. Ahora acaba de aparecer el libro “Guillermo Gúdel. Biografía de un poeta esencial” (DPZ: Colección Benjamín Jarnés) de Antonio Gracia-Diestre. Nació en la Casa Aguilar de la población oscense, pero pronto despertó al estupor del mundo: su padre, que había sido un aventurero en Barcelona y ahora estaba cargado de hijos, falleció demasiado pronto y su madre, María Pilar Martí, cogió a algunos de sus hijos, los llevó a la estación de Barbastro y los abandonó. Pronto se descubrió que estaba desequilibrada y que bebía en exceso.
Los niños partieron a la Residencia Provincial de Huérfanos de Huesca. Allí pasó varios años Guillermo Gúdel, con su bata de dril, con Joaquín el ciego, con José el cura, con Bombita, que amaneció muerto una mañana, o con el regente e instructor Perfecto Pérez. En nueve años sólo recibió dos visitas de sus familiares. Cuando llegó la Guerra Civil, vio sobrevolar los aviones, percibió la agitación y el desorden, y un día “un bombardeo se coló por el tragaluz y descuartizó a seis niñas”. Siempre que podía, Guillermo Gúdel y sus amigos iban a bañarse al río Flumen. Jamás pudo olvidar el día que había visto el río Cinca: “Me pareció un descubrimiento tremendo”, le confesó a su biógrafo.
De Huesca, donde había frecuentado la Imprenta Aguarón, se trasladó a Zaragoza, al Hogar Pignatelli. Había algo que no se podía quitar de la cabeza: la ejecución de su amigo Blas Montull, que era un modesto pintor de brocha gorda. A orillas del Ebro, ya de inmediato fue llamado a ejército e ingresó en, 1938, en el Batallón de Cazadores de Montaña Tarifa Número 9, con el cual estuvo en Teruel, Albarracín y La Puebla de Valverde. Entre unas cosas y otras, abandonó el traje caqui en 1944. Trabajó en la imprenta de Teodoro Berdejo Casañal, luego ganó la plaza de corrector de la Imprenta Provincial y también se empleó los domingos en la misma tarea en “Hoja del Lunes”, semanario en el cual publicará bastantes de los 250 artículos que ha catalogado Gracia-Diestre. Por entonces conoce al poeta e impresor Luciano Gracia, con quien fundará la revista “Poemas”, e irá frecuentando a los poetas, narradores, cinéfilos, profesores (como José Manuel Blecua, nada menos) y artistas que se congregaban en torno al café Espumosos y luego en el Niké, como Miguel Labordeta, Manuel Pinillos y Julio Antonio Gómez.
Guillermo Gúdel, sin prisa, casado ya con Mercedes Rodríguez, irá desplegando una vena poética intensa y humanista, transida de melancolía y de dolor, de filosofía y de aspiración a la belleza. Publicaba sus libros en octavo como un miniaturista; de entre los suyos prefería “Policromía goyesca” y “Asiduo ofrecimiento hasta el olvido”. Visitó a Vicente Aleixandre (ya en 1956, el Nobel elogió su obra), participó en tertulias literarias y fue gentil, bondadoso y solidario con los jóvenes poetas en las páginas de “Hoja del Lunes”. La vida no le dio demasiadas alegrías, y eso se ve de nuevo en el libro de Antonio Gracia-Diestre. Al visitar en sus últimos años Casa Aguilar de Coscojuela de Fantova repasó de golpe, a la velocidad de la luz, su atribulada vida, el arrebato de los versos. Y creyó que regresaba a un edén imposible, al lugar de donde no habría querido partir jamás.
Los niños partieron a la Residencia Provincial de Huérfanos de Huesca. Allí pasó varios años Guillermo Gúdel, con su bata de dril, con Joaquín el ciego, con José el cura, con Bombita, que amaneció muerto una mañana, o con el regente e instructor Perfecto Pérez. En nueve años sólo recibió dos visitas de sus familiares. Cuando llegó la Guerra Civil, vio sobrevolar los aviones, percibió la agitación y el desorden, y un día “un bombardeo se coló por el tragaluz y descuartizó a seis niñas”. Siempre que podía, Guillermo Gúdel y sus amigos iban a bañarse al río Flumen. Jamás pudo olvidar el día que había visto el río Cinca: “Me pareció un descubrimiento tremendo”, le confesó a su biógrafo.
De Huesca, donde había frecuentado la Imprenta Aguarón, se trasladó a Zaragoza, al Hogar Pignatelli. Había algo que no se podía quitar de la cabeza: la ejecución de su amigo Blas Montull, que era un modesto pintor de brocha gorda. A orillas del Ebro, ya de inmediato fue llamado a ejército e ingresó en, 1938, en el Batallón de Cazadores de Montaña Tarifa Número 9, con el cual estuvo en Teruel, Albarracín y La Puebla de Valverde. Entre unas cosas y otras, abandonó el traje caqui en 1944. Trabajó en la imprenta de Teodoro Berdejo Casañal, luego ganó la plaza de corrector de la Imprenta Provincial y también se empleó los domingos en la misma tarea en “Hoja del Lunes”, semanario en el cual publicará bastantes de los 250 artículos que ha catalogado Gracia-Diestre. Por entonces conoce al poeta e impresor Luciano Gracia, con quien fundará la revista “Poemas”, e irá frecuentando a los poetas, narradores, cinéfilos, profesores (como José Manuel Blecua, nada menos) y artistas que se congregaban en torno al café Espumosos y luego en el Niké, como Miguel Labordeta, Manuel Pinillos y Julio Antonio Gómez.
Guillermo Gúdel, sin prisa, casado ya con Mercedes Rodríguez, irá desplegando una vena poética intensa y humanista, transida de melancolía y de dolor, de filosofía y de aspiración a la belleza. Publicaba sus libros en octavo como un miniaturista; de entre los suyos prefería “Policromía goyesca” y “Asiduo ofrecimiento hasta el olvido”. Visitó a Vicente Aleixandre (ya en 1956, el Nobel elogió su obra), participó en tertulias literarias y fue gentil, bondadoso y solidario con los jóvenes poetas en las páginas de “Hoja del Lunes”. La vida no le dio demasiadas alegrías, y eso se ve de nuevo en el libro de Antonio Gracia-Diestre. Al visitar en sus últimos años Casa Aguilar de Coscojuela de Fantova repasó de golpe, a la velocidad de la luz, su atribulada vida, el arrebato de los versos. Y creyó que regresaba a un edén imposible, al lugar de donde no habría querido partir jamás.
23/06/2004 02:23 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
LA CIENCIA, JAVIER OTAL Y "MAN"
Uno de mis sueños es escribir una historia de la ciencia en Aragón. Quizá porque nada sé de ciencia. Aunque él no lo sabe, le debo muchas cosas a Mariano Gistaín. Y una de ellas es que me contagió la pasión por la ciencia, me ayudó a borrar de un plumazo todos mis prejuicios sobre la ciencia. Me enseñó, con discreción, por el hecho de existir y de defenderla, que era fundamental en la historia del mundo, que era determinante en la construcción de la modernidad y del porvenir. Y que no se podía ser un humanista al margen de la ciencia. En ese proceso también colaboró el periodista que tanto admiro de la prensa de Aragón: Roberto Miranda, que me da una lección de talento, de frescura y de desinhibición (yo me avergüenzo un poco de ser periodista. Este oficio me zahiere a diario en mi creciente y maligno pudor) a cada instante; Roberto es otro fanático de la ciencia: la compara con la poesía, con la exactitud del conocimiento, con el maravilloso enredo de explorar, con la lucidez de Wittgenstein. No quiero enrollarme. Me apasiona la ciencia, los científicos, los procesos, y me apasiona cómo se ha construido –casi siempre con grandes individuales- la ciencia en este territorio: desde Avempace hasta hoy, pasando por Servet, Ciruelo, Bonet, Catalán, Odón de Buen, Julio Palacios, Cajal o Galo Leoz...
Confieso que nunca había oído hablar de Javier Otal. O si había oído, o si había escrito de él alguna vez, no lo recordaba. Lo vi y lo oí anoche en la ceremonia de los premios de “Heraldo de Aragón” y me quedé conmovido: no sólo por figurar en una lista de los “2000 intelectuales más importantes del siglo XXI”, sino por su trabajo, por su carácter excepcional, por su defensa de los pequeños detalles de la vida (él que padece una minusvalía del 80%. Un pequeño detalle fue, en el momento de los reconocimientos y aplausos, reparó con dulzura en el cámara Peña de RTVA que le había hecho un reportaje), por su defensa de sus compañeros y de la Universidad, por el elogio hondo a su luminosa mujer. Irradiaba emoción, pálpito, conocimiento, esfuerzo y una transparencia invulnerable. Javier Otal, experto en álgebra, que es otra ciencia poética o filosófica, figurará en esa historia de la Ciencia en Aragón que escribiré algún día. Si he escrito algunos libros ha sido para aprender cosas nuevas. Para aprender mejor este pequeño país de acogida. Me acompañan desde hace algunos años dos libros a los que tengo gran cariño: “Los grandes inventos del mundo moderno” y “Los grandes descubrimientos de la ciencia” de Gerald Messadié, publicados ambos por Alianza Editorial. Están a mis espaldas y me vigilan.
En la noche de los premios de “Heraldo”, también se distinguió a “La Voz de Galicia” con el galardón Antonio Mompeón Motos por su trabajo sobre “Los héroes del Prestige”. Pasaron un vídeo que lo resumía todo: el horror, la impotencia, la naturaleza violentada, el mar malherido, los pájaros agonizantes, la muchedumbre de seres anónimos y solidarios que avanzaban entre los vómitos o moles de negro espanto. En un momento, se vio a Mannfred, “Man”, aquel alemán que murió de pena, aquel alemán que se enamoró en Camelle, que recibía los catálogos de los museos de todo el mundo y que fundó un reino de creación en A Costa da Morte. Yo lo conocí, lo vi con su taparrabos, escribí sobre él, y verlo de nuevo en la pantalla, en los huesos, con un hosco gesto de estupor y fragilidad, llorando, me puso al borde de las lágrimas. Habló Luis Ventoso, un periodista al que profeso gran cariño. Hemos hablado dos o tres veces, y siempre me pareció encantador, laborioso y un gran profesional, como Jesús Flórez. A veces, cierro los ojos Y me veo hablando del mar que no veo, y que no olvido, en el periódico de mi niñez.
Vuelvo a “Man”. Guardo en una carpeta su historia, sus fotos, los recortes que aparecieron en prensa, sus aventuras. Y un día, antes o después de volver a Galicia (algún día volveré, como dijo Marsé. Ahora me he vuelto insoportablemente melancólico), le dedicaré unas líneas, quizá esa novela que le he prometido a Miguel Mena, acogido bellamente sobre el regazo y la pureza floral de Isabel de Portugal.
Confieso que nunca había oído hablar de Javier Otal. O si había oído, o si había escrito de él alguna vez, no lo recordaba. Lo vi y lo oí anoche en la ceremonia de los premios de “Heraldo de Aragón” y me quedé conmovido: no sólo por figurar en una lista de los “2000 intelectuales más importantes del siglo XXI”, sino por su trabajo, por su carácter excepcional, por su defensa de los pequeños detalles de la vida (él que padece una minusvalía del 80%. Un pequeño detalle fue, en el momento de los reconocimientos y aplausos, reparó con dulzura en el cámara Peña de RTVA que le había hecho un reportaje), por su defensa de sus compañeros y de la Universidad, por el elogio hondo a su luminosa mujer. Irradiaba emoción, pálpito, conocimiento, esfuerzo y una transparencia invulnerable. Javier Otal, experto en álgebra, que es otra ciencia poética o filosófica, figurará en esa historia de la Ciencia en Aragón que escribiré algún día. Si he escrito algunos libros ha sido para aprender cosas nuevas. Para aprender mejor este pequeño país de acogida. Me acompañan desde hace algunos años dos libros a los que tengo gran cariño: “Los grandes inventos del mundo moderno” y “Los grandes descubrimientos de la ciencia” de Gerald Messadié, publicados ambos por Alianza Editorial. Están a mis espaldas y me vigilan.
En la noche de los premios de “Heraldo”, también se distinguió a “La Voz de Galicia” con el galardón Antonio Mompeón Motos por su trabajo sobre “Los héroes del Prestige”. Pasaron un vídeo que lo resumía todo: el horror, la impotencia, la naturaleza violentada, el mar malherido, los pájaros agonizantes, la muchedumbre de seres anónimos y solidarios que avanzaban entre los vómitos o moles de negro espanto. En un momento, se vio a Mannfred, “Man”, aquel alemán que murió de pena, aquel alemán que se enamoró en Camelle, que recibía los catálogos de los museos de todo el mundo y que fundó un reino de creación en A Costa da Morte. Yo lo conocí, lo vi con su taparrabos, escribí sobre él, y verlo de nuevo en la pantalla, en los huesos, con un hosco gesto de estupor y fragilidad, llorando, me puso al borde de las lágrimas. Habló Luis Ventoso, un periodista al que profeso gran cariño. Hemos hablado dos o tres veces, y siempre me pareció encantador, laborioso y un gran profesional, como Jesús Flórez. A veces, cierro los ojos Y me veo hablando del mar que no veo, y que no olvido, en el periódico de mi niñez.
Vuelvo a “Man”. Guardo en una carpeta su historia, sus fotos, los recortes que aparecieron en prensa, sus aventuras. Y un día, antes o después de volver a Galicia (algún día volveré, como dijo Marsé. Ahora me he vuelto insoportablemente melancólico), le dedicaré unas líneas, quizá esa novela que le he prometido a Miguel Mena, acogido bellamente sobre el regazo y la pureza floral de Isabel de Portugal.
24/06/2004 10:06 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
LA HORA DE LAS MUJERES
Sagrario Sáiz tomaba ayer posesión de su cargo de directora de RTVE-Aragón. Es una excelente profesional que se ha curtido en la casa, en el periodismo y en la vida con una actitud ejemplar. Es laboriosa, inteligente, tierna, y conoce Aragón, y sus laberintos, como muy pocos. Es un premio para todos y una distinción, cargada de responsabilidades, que se merecía. Joven y suficientemente preparada, rebosa humanidad, sentido del oficio y una ternura especial, labrada en las dificultades y en el combate contra las graves asechanzas del destino. Siempre ha estado ahí con un punto de discreción, en la calle o al frente de los informativos, con una energía casi inadvertida, con responsabilidad y una voluntad conciliadora. Es una mujer de paz, diáfana y audaz sin aparentarlo. Se enfrenta a un sinfín de retos, a la expansión de la TVE-Aragón y a un nuevo menú de programas. Le deseamos toda la suerte del mundo: la necesitará pero estamos seguros de que se va a hacer acreedora de ella. Es una periodista desvelada y atenta, una profesional que cuenta con un apoyo unánime. Es difícil hallar un borrón en su trayectoria.
Otra mujer, y cuánto dan de sí –para gozo nuestro- algunas mujeres: Ana Alcolea. Nos vemos cuando cae la tarde y se apaciguan sus agobiantes fuegos. Regresa de una depresión o de esa decepción sin consuelo que es la pérdida de la madre. Ahora, con esa perplejidad que tarda en desaparecer, es la madre y la hija de su padre. Las dos cosas a la vez. Ana Alcolea publicaba el pasado año su segunda novela juvenil: “El retrato de Carlota” en Anaya, una novela que sucede en Venecia y que está cargada de experiencia vital, de misterio, de literatura, de metaficción. En ese libro reaparece uno de los personajes que ya aparecían en su anterior novela: “El medallón perdido”, que narra la historia de un aviador que muere en Gabón; el libro se apoya en un hecho real que ella ha narrado admirablemente, sin énfasis y con una fluidez que oculta su complejidad, que exalta su hondura. Ya ha vendido más de cuatro ediciones y ha recorrido casi toda España hablando de sus libros. Le sorprendió gratamente que casi todos los alumnos habían leído los dos libros, o que uno arrastraba del otro.
Se marchará pronto a una cabaña de Noruega con varios objetivos en la cabeza: recuperar la paz en un paraje idílico y avanzar en el argumento de su tercera novela, que sucede precisamente en Noruega durante la II Guerra Mundial, donde reaparecerá otro personaje de sus libros anteriores. Enamorada de Italia –y de Isak Dinesen, y de Henrik Ibsen, y de Antón Chejov- quizá realice un nuevo viaje en agosto al país. Ana Alcolea, zaragozana errante durante años, también practica el género de cuentacuentos, hace trabajos teatrales con los alumnos, y es estudiosa de la obra dramática de Zorrilla y Antonio Gala, entre otros.
A pesar de ese batacazo que es decir adiós a una madre –aguantó, con una belleza inolvidable, hasta la presentación de su novela “El retrato de Carlota”: allí, en Ámbito Cultural, la vi, serena y feliz, sabiéndose camino del fin sin ceder un ápice de su clase al dolor-, ha sido feliz en Zaragoza. Ha cosechado amigos, se siente integrada en las letras aragonesas, y querría seguir aquí, abonada al buen rollo y al cariño. Zaragoza –que se empecina como una dama bondadosa y moderna en acabar con la leyenda urbana del cainismo o saturnalismo- le gusta y percibe que es su ciudad, su modesto paraíso, un lugar entre amigos. Esta ciudad se encuentra en el mejor momento de su historia: debemos verlo así y empujar a que esta imagen no sea un espejismo ni un delirio de una noche de verano.
Y otra mujer, ya frecuente en estas páginas: Miriam Reyes. Félix Romeo, que está atento a todo, a lo escrito y a lo que va a escribirse, lee en las listas de libros más vendidos de “El Cultural” de “El mundo” que “Bella durmiente” (Hiperión) de Miriam Reyes figura entre los poemarios más vendidos. Miriam Reyes ha escrito uno de los mejores libros del año: intenso, autobiográfico, narrativo, de un raro fulgor entre nosotros, de una irresistible capacidad de seducción y embrujo. Sed de mal en el cuerpo y en el alma.
Otra mujer, y cuánto dan de sí –para gozo nuestro- algunas mujeres: Ana Alcolea. Nos vemos cuando cae la tarde y se apaciguan sus agobiantes fuegos. Regresa de una depresión o de esa decepción sin consuelo que es la pérdida de la madre. Ahora, con esa perplejidad que tarda en desaparecer, es la madre y la hija de su padre. Las dos cosas a la vez. Ana Alcolea publicaba el pasado año su segunda novela juvenil: “El retrato de Carlota” en Anaya, una novela que sucede en Venecia y que está cargada de experiencia vital, de misterio, de literatura, de metaficción. En ese libro reaparece uno de los personajes que ya aparecían en su anterior novela: “El medallón perdido”, que narra la historia de un aviador que muere en Gabón; el libro se apoya en un hecho real que ella ha narrado admirablemente, sin énfasis y con una fluidez que oculta su complejidad, que exalta su hondura. Ya ha vendido más de cuatro ediciones y ha recorrido casi toda España hablando de sus libros. Le sorprendió gratamente que casi todos los alumnos habían leído los dos libros, o que uno arrastraba del otro.
Se marchará pronto a una cabaña de Noruega con varios objetivos en la cabeza: recuperar la paz en un paraje idílico y avanzar en el argumento de su tercera novela, que sucede precisamente en Noruega durante la II Guerra Mundial, donde reaparecerá otro personaje de sus libros anteriores. Enamorada de Italia –y de Isak Dinesen, y de Henrik Ibsen, y de Antón Chejov- quizá realice un nuevo viaje en agosto al país. Ana Alcolea, zaragozana errante durante años, también practica el género de cuentacuentos, hace trabajos teatrales con los alumnos, y es estudiosa de la obra dramática de Zorrilla y Antonio Gala, entre otros.
A pesar de ese batacazo que es decir adiós a una madre –aguantó, con una belleza inolvidable, hasta la presentación de su novela “El retrato de Carlota”: allí, en Ámbito Cultural, la vi, serena y feliz, sabiéndose camino del fin sin ceder un ápice de su clase al dolor-, ha sido feliz en Zaragoza. Ha cosechado amigos, se siente integrada en las letras aragonesas, y querría seguir aquí, abonada al buen rollo y al cariño. Zaragoza –que se empecina como una dama bondadosa y moderna en acabar con la leyenda urbana del cainismo o saturnalismo- le gusta y percibe que es su ciudad, su modesto paraíso, un lugar entre amigos. Esta ciudad se encuentra en el mejor momento de su historia: debemos verlo así y empujar a que esta imagen no sea un espejismo ni un delirio de una noche de verano.
Y otra mujer, ya frecuente en estas páginas: Miriam Reyes. Félix Romeo, que está atento a todo, a lo escrito y a lo que va a escribirse, lee en las listas de libros más vendidos de “El Cultural” de “El mundo” que “Bella durmiente” (Hiperión) de Miriam Reyes figura entre los poemarios más vendidos. Miriam Reyes ha escrito uno de los mejores libros del año: intenso, autobiográfico, narrativo, de un raro fulgor entre nosotros, de una irresistible capacidad de seducción y embrujo. Sed de mal en el cuerpo y en el alma.
25/06/2004 11:15 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
PATRICIO JULVE Y L A PERRA NOA
Algunos de mis mejores amigos son fotógrafos. A menudo me acompaña uno, extraño, casi invisible, que se llama Patricio Julve. Vive en mi casa por temporadas, en el cuarto de abajo, en el sótano, en realidad. Molesta muy poco. Me dice que lo que más le gusta de mi casa es la biblioteca del garaje. He tenido que hacerle un estante sólo para él, para sus cosas y para los libros –siempre de técnica fotográfica que llegan a mi casa para él-. Colecciona libros de otros fotógrafos. Es un hombre de edad indefinida que le ha tomado cariño a mis hijos. Y también a Félix Romeo, que viene de vez en cuando a comer a mi casa, a pesar de la perra Noa, a la que detesta. Noa, en cambio, lo adora. Igual que a Patricio Julve. Cuando él está en casa se pone a ladrar: es su manera de pedir que quiere estar en el sótano, junto a los libros de fotografía.
Patricio Julve me acompañó anoche al VIPS, que es uno de sus sitios preferidos de la ciudad. Hojea todos los libros y conoce mejor que nadie mis debilidades. Es el primero en decirme: “Ha entrado un nuevo libro de Robert Frank”. O “Éste Inge Morath aún no está en tu biblioteca”. Anoche, que en realidad ya era hoy, me dijo: “Fíjate, han rebajado el libro de Annie Liebovitz. Siempre lo miras. Siempre quieres comprarlo. Hoy es el día. Vale 45 euros menos”. Y lo fue. Se titula “American music”. Hay fotos de muchos de mis héroes: Tina Turner, Bruce Springsteen, Dolly Parton, Iggy Pop, Tom Waits, Miles Davis, Dylan y Baez, Joni Mitchell (una mujer hermosa que fuma deliciosamente, con un vicio antiguo), Lou Reed y Laurie Anderson que se abrazan como recién rescatados tras una tormenta, Neil Young o Patti Smith, una mujer a la que empecé a amar en 1975 cuando apareció “Horses”. Es un libro maravilloso, inolvidable, que me gusta tanto como otro que tengo de ella sobre los olímpicos norteamericanos, en un excelso blanco y negro.
Nada más llegar a casa, Patricio Julve me ha pedido el libro. Y se ha quedado abajo, con la perra. Me parece una relación perfecta: un hombre y la bestia fascinados por la fotografía; un fotógrafo cojo y ciego de un ojo y una mastina que no soporta bien el calor. Y ahí están los dos, con la luz encendida, viendo fotos y oyendo música de madrugada. Casi me parece un cuento inverosímil.
Patricio Julve me acompañó anoche al VIPS, que es uno de sus sitios preferidos de la ciudad. Hojea todos los libros y conoce mejor que nadie mis debilidades. Es el primero en decirme: “Ha entrado un nuevo libro de Robert Frank”. O “Éste Inge Morath aún no está en tu biblioteca”. Anoche, que en realidad ya era hoy, me dijo: “Fíjate, han rebajado el libro de Annie Liebovitz. Siempre lo miras. Siempre quieres comprarlo. Hoy es el día. Vale 45 euros menos”. Y lo fue. Se titula “American music”. Hay fotos de muchos de mis héroes: Tina Turner, Bruce Springsteen, Dolly Parton, Iggy Pop, Tom Waits, Miles Davis, Dylan y Baez, Joni Mitchell (una mujer hermosa que fuma deliciosamente, con un vicio antiguo), Lou Reed y Laurie Anderson que se abrazan como recién rescatados tras una tormenta, Neil Young o Patti Smith, una mujer a la que empecé a amar en 1975 cuando apareció “Horses”. Es un libro maravilloso, inolvidable, que me gusta tanto como otro que tengo de ella sobre los olímpicos norteamericanos, en un excelso blanco y negro.
Nada más llegar a casa, Patricio Julve me ha pedido el libro. Y se ha quedado abajo, con la perra. Me parece una relación perfecta: un hombre y la bestia fascinados por la fotografía; un fotógrafo cojo y ciego de un ojo y una mastina que no soporta bien el calor. Y ahí están los dos, con la luz encendida, viendo fotos y oyendo música de madrugada. Casi me parece un cuento inverosímil.
26/06/2004 04:36 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
VIVA IMANOL
A finales de los 80, la Universidad de Zaragoza organizó un ciclo sobre los cantautores. Pasaron por aquí, por la Facultad de Ciencias, en concreto, Javier Krahe, Pablo Guerrero, José Antonio Labordeta, Paco Ibáñez, Luis Pastor, Hilario Camacho, Javier Ruibal, Quico Pi de la Serra e Imanol Larzabal. Me emocionó aquel concierto, en compañía de su pianista y compositor Karlos Giménez. Por entonces, Imanol –que era un hombre grande y dulce, que llevaba siempre jerseis un poco prietos, detalle en el que me hizo reparar Luis Felipe Alegre- acababa de publicar un disco en el que lo acompañaban, entre otros, Amaya Uranga o Paco Ibáñez, y musicalizaba un poema inolvidable: “Al oído” de Alfonsina Storni, que se había convertido en un himno privado que cantábamos algunos amigos, en cualquier sitio, entre ellos Luis Alegre. Imanol la cantaba en castellano con aquella voz henchida y arrastrada, poblada por un espeso rumor de manantiales, por la fibra más pura de un territorio de caseríos, prados y mares de plata fina. El disco era precioso, y lo conservo dedicado con su letra grande y su desbordado sentido del afecto. Nos hicimos muy amigos. Recuerdo que conversamos largamente para una entrevista que apareció en “El día” en una sección a doble página que se titulaba “El trovador ante el espejo”. Allí, Imanol hablaba de todo: de su padre republicano, de la presencia constante de su madre en su existencia (era como un refugio de cariño en el centro de todas las tormentas), de sus inicios como dantzari, de su pasión por los versolaris y por la poesía popular vasca. Hablamos de ETA, de la que se había desmarcado y quería romper de una vez con todas con el puñado de equívocos que lo perseguían. Defendía la paz, la libertad, el sueño intranquilo de ser vasco contra las maldiciones cotidianas y los tópicos.
Nunca lo perdí de vista. Nos llamábamos por teléfono, hablábamos de sus discos –hizo otro completo de Alfonsina Storni, grabó en vasco “El cántico espiritual” de San Juan de la Cruz, musicó a Neruda o Bécquer...-, volvió a cantar al Teatro del Mercado, pero siempre le encontraba yo una suerte de desamparo, de desubicación social e íntima. Buscaba, tan grandullón como era: gigantón vasco de raíz honda, su lugar en el mundo. Parecía superado por las circunstancias, errático, como incapaz de asumirse a sí mismo y a todo lo que había dejado atrás. Ya había tenido que marcharse del País Vasco, había recibido amenazas escritas en forma de leyenda mortal en las paredes, y seguía contra viento y marea. Lo admiraba con auténtica locura. El cariño siempre nos acerca de manera definitiva al arte. Sus discos sonaron en mi casa casi obsesivamente, exactamente igual que sonaron en otros momentos Lluís Llach, Amancio Prada, Peter Gabriel, Bruce Springsteen, Maddy Prior, Labordeta, Kate Bus, Peter Hammill o Javier Ruibal, que es uno de mis cantautores constantes, entre otras por es un príncipe árabe del sur que cantó a pelo, sin música, para mí en el Puerto de Santa María en la presentación de uno de mis libros más queridos: “Los seres imposibles” (Destino, 1998). Para mí Imanol significaba muchas cosas: era mi cantante vasco predilecto –y he sido también un oyente constante de Mikel Laboa y de Ibáñez, que es otro hombre de acción que me inspira sentimientos de ternura y solidaridad-, era un ser humano entrañable en las distancias cortas, era un inadaptado, un fervoroso divulgador del patrimonio vasco más libre y menos sectario, y siempre mostraba su afecto, su humanidad, en una dedicatoria, en el modo de cantar, en una carta, en los recuerdos que vertía para nosotros en los oídos de José Antonio Labordeta.
He buscado aquella entrevista, he rebuscado en el sótano –donde duermen Patricio Julve y Noa. ¡Qué alegría, Patricio, ver que tienes correo electrónico y posiblemente un dominio propio en la red y que nunca me había dicho nada!-, pero no he dado con la carpeta adecuada. Sé que está allí, con las de Luis Pastor o Pablo Guerrero, que también me parecieron entonces hombres tristes, desarbolados por el último regate del destino. O con la de Paco Ibáñez. Para mí entonces fue muy emocionante entrevistar a Paco Ibáñez. Era un mito, un cómplice desconocido, un poeta de poetas. Y lo más bonito fue que llamó a casa y le dijo a Carmen, mi mujer, que se quedó literalmente estupefacta: “Hola, soy Paco Ibáñez. ¿Podrías decirle a Antón que es un gran retratista?”. Carmen, la dueña de la perra Noa, pensó que se estaba confundiendo. “Si él no hace fotos en la prensa”. Insistió Paco Ibáñez: “Dile eso que él lo entenderá”. Poco después llamó Imanol, tal vez dos semanas más tarde. Entonces sí estaba yo en casa, hablamos brevemente y le pedí sólo una cosa: “¿Puedes tararearme ‘Al oído’?”. Por supuesto que es una pequeña extravagancia, pero a mí cuando me gustaba más Imanol Larzabal era cuando cantaba “a capela”, con la voz desnuda, con aquella voz que parecía surgir del fondo de la tierra o los subterráneos del alma libre. Y a través del teléfono sonó admirablemente de nuevo.
Voy a levantarme a seguir buscando aquella entrevista. Mientras, escucho de nuevo, el poema de Alfonsina Storni, que buscó su última morada en el mar, ese camino. Poco antes, escribió un poema que se titulaba “Me voy a dormir”. Imanol Larzabal también se ha ido a dormir para siempre, demasiado joven, demasiado lejos de Euskadi, demasiado lejos de dónde, demasiado lejos de tantos buenos amigos que había dejado en Zaragoza y que ahora lo lloramos muy de veras, con el corazón encogido... Uno de ellos es Luis Alegre, que me ha puesto un correo muy sencillo: “Viva Imanol”.
Nunca lo perdí de vista. Nos llamábamos por teléfono, hablábamos de sus discos –hizo otro completo de Alfonsina Storni, grabó en vasco “El cántico espiritual” de San Juan de la Cruz, musicó a Neruda o Bécquer...-, volvió a cantar al Teatro del Mercado, pero siempre le encontraba yo una suerte de desamparo, de desubicación social e íntima. Buscaba, tan grandullón como era: gigantón vasco de raíz honda, su lugar en el mundo. Parecía superado por las circunstancias, errático, como incapaz de asumirse a sí mismo y a todo lo que había dejado atrás. Ya había tenido que marcharse del País Vasco, había recibido amenazas escritas en forma de leyenda mortal en las paredes, y seguía contra viento y marea. Lo admiraba con auténtica locura. El cariño siempre nos acerca de manera definitiva al arte. Sus discos sonaron en mi casa casi obsesivamente, exactamente igual que sonaron en otros momentos Lluís Llach, Amancio Prada, Peter Gabriel, Bruce Springsteen, Maddy Prior, Labordeta, Kate Bus, Peter Hammill o Javier Ruibal, que es uno de mis cantautores constantes, entre otras por es un príncipe árabe del sur que cantó a pelo, sin música, para mí en el Puerto de Santa María en la presentación de uno de mis libros más queridos: “Los seres imposibles” (Destino, 1998). Para mí Imanol significaba muchas cosas: era mi cantante vasco predilecto –y he sido también un oyente constante de Mikel Laboa y de Ibáñez, que es otro hombre de acción que me inspira sentimientos de ternura y solidaridad-, era un ser humano entrañable en las distancias cortas, era un inadaptado, un fervoroso divulgador del patrimonio vasco más libre y menos sectario, y siempre mostraba su afecto, su humanidad, en una dedicatoria, en el modo de cantar, en una carta, en los recuerdos que vertía para nosotros en los oídos de José Antonio Labordeta.
He buscado aquella entrevista, he rebuscado en el sótano –donde duermen Patricio Julve y Noa. ¡Qué alegría, Patricio, ver que tienes correo electrónico y posiblemente un dominio propio en la red y que nunca me había dicho nada!-, pero no he dado con la carpeta adecuada. Sé que está allí, con las de Luis Pastor o Pablo Guerrero, que también me parecieron entonces hombres tristes, desarbolados por el último regate del destino. O con la de Paco Ibáñez. Para mí entonces fue muy emocionante entrevistar a Paco Ibáñez. Era un mito, un cómplice desconocido, un poeta de poetas. Y lo más bonito fue que llamó a casa y le dijo a Carmen, mi mujer, que se quedó literalmente estupefacta: “Hola, soy Paco Ibáñez. ¿Podrías decirle a Antón que es un gran retratista?”. Carmen, la dueña de la perra Noa, pensó que se estaba confundiendo. “Si él no hace fotos en la prensa”. Insistió Paco Ibáñez: “Dile eso que él lo entenderá”. Poco después llamó Imanol, tal vez dos semanas más tarde. Entonces sí estaba yo en casa, hablamos brevemente y le pedí sólo una cosa: “¿Puedes tararearme ‘Al oído’?”. Por supuesto que es una pequeña extravagancia, pero a mí cuando me gustaba más Imanol Larzabal era cuando cantaba “a capela”, con la voz desnuda, con aquella voz que parecía surgir del fondo de la tierra o los subterráneos del alma libre. Y a través del teléfono sonó admirablemente de nuevo.
Voy a levantarme a seguir buscando aquella entrevista. Mientras, escucho de nuevo, el poema de Alfonsina Storni, que buscó su última morada en el mar, ese camino. Poco antes, escribió un poema que se titulaba “Me voy a dormir”. Imanol Larzabal también se ha ido a dormir para siempre, demasiado joven, demasiado lejos de Euskadi, demasiado lejos de dónde, demasiado lejos de tantos buenos amigos que había dejado en Zaragoza y que ahora lo lloramos muy de veras, con el corazón encogido... Uno de ellos es Luis Alegre, que me ha puesto un correo muy sencillo: “Viva Imanol”.
27/06/2004 15:41 Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.
TAMBORES DE BERNA
Empecé el día, casi, con Pedro Rújula. Ya ha terminado de preparar su edición del Pirala y prepara un libro colectivo sobre la Semana Santa de Calanda. Maqueta, como suele ser habitual en los trabajos que coordina, Fernando Lasheras. El hombre que hizo la parte gráfica de la “Guía turística de Aragón” anuncia que vuelve Cultural Caracola, aquella revista de finales de los 80 que conducían Carlos Grasa Toro, Fernando Lasheras y Esteban Villarrocha, que fue quien me contó, en realidad, esta vuelta. “En plan mucho más tranquilo”, me dijo. Pedro Rújula, que está a punto de cerrar durante un tiempo sus viajes a Italia, también anda liado, casi estresado. Además, prepara para el 6, 7 y 8 de julio un curso de verano que cuenta, entre otros, con José-Carlos Mainer, Jordi Gracia y él mismo, que hablará de la literatura de viajes, de foráneos y nacionales, por el Maestrazgo. El curso, inscrito en la Universidad de Verano de Teruel, se celebra en Teruel y Cantavieja y contempla un viaje por esos territorios del paraíso. Apenas unos minutos antes de que viniese Pedro Rújula, vino Miguel Ángel Berna. Está preparando una gran producción para hacer un espectáculo sobre tambores. “Percusión percusión” es el título provisional. Mejor “Tambores tambores”, “Tambores” a secas, “Tambores del cierzo”... Está entusiasmado: ve todo lo que se ha hecho sobre Calanda: la película de Juan Luis Buñuel, las referencias de su padre o de Carlos Saura, que incluye el tambor en “Pepermint Frappé”, los trabajos de Godofredo Plastino, el libro “Entre tambores”. Está a punto de ir a Calanda, a conocer a Tomás Gascón y a “El Rabalera”, a Paco Navarro, a todos. Y ya sueña una escenografía en rojo y negro, en sombra violeta. Está a punto de marchar a Japón hasta octubre. Berna parece ya lanzado.Ya le han reservado el Teatro Albéniz para estrenar su próximo espectáculo, que será de nuevo un trabajo en equipo, como lo fue “Mudéjar” o “Tierra de dragón”. Los tambores estremecerán la tierra con un temblor de redobles...
29/06/2004 10:19 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
UNOS CUANTOS AMIGOS VERDADEROS
1. José Luis Rodríguez ha publicado un nuevo poemario, "En la última ciudad" (PUZ: La Gruta de las palabras). Nos encontramos en la televisión y me alegra mucho verlo: su humanidad, las viejas complicidades que aún persisten, el cariño. He disfrutado enormemente de su libro, que es un viaje hacia la memoria, el amor y la muerte. Se nota que lo ha escrito con delectación, como quien se vacía bellamente y se arrebata en su propio autorretrato, construido con metáforas. Antes de vernos en la tele, hablamos por teléfono y dice: "Estoy satisfecho del libro, aunque creo que en ocasiones me he excedido de metáforas o de palabras. En tres o cuatro poemas". Autocrítica del buen poeta. Me promete sí que está a punto de cerrar su ciclo de libros y reflexiones sobre Jean Paul Sartre y que quiere buscar otras alegrías. Nunca he soportado a Sartre: siempre he preferido a Albert Camus, que amó con frenesí a una gallega llamada María Casares.
José Luis Rodríguez es el autor de una de las canciones que más me gustan: "Cass", que cantó Mauricio Aznar -a quien se le acaba de inaugurar una escultura de Iñaki en la calle Andador de su propio nombre en Casablanca. Aznar se fue demasiado pronto, pero nos quedan sus canciones y su fantasma en bicicleta que pasea por Zaragoza- y luego Gabriel Sopeña. "Cass", la chica más guapa de la ciudad, me ha acompañado muchas veces camino del Maestrazgo, camino de aquel agreste paraíso.
2. Escribo paraíso y pienso en mi viejo amigo Patricio Julve. Está muy animado estos días. Félix Romeo está empeñado en preparar un artículo para "Letras Libres" sobre él, o ese me dicen que dijo el otro día en la piscina de Miralbueno, el mismo lugar donde se lo encontró Mariano Gistaín, que reproduce algunas fotos de la piscina y de la ciudad en general de Patricio Julve en su página web. Julve, de edad indefinible y con cierta tendencia a la invisibilidad, bien podría tener cerca del siglo.
3. Hablo con Cano. Me fascina "El genio de Goya", esa gran biografía que ha escrito del pintor, ese fresco expresionista que ha concebido, mezclando la modernidad expresionista de las pinturas negras, "que ya estaba en los frescos del Pilar", con los hallazgos de Picasso. Cuenta Cano que cuando se pone a hacer un trabajo sobre un aragonés ilustre, y ya ha hecho más de una docena, va escribiendo frases humorísticas, chispazos, pequeñas historias, fragmentos desternillantes. Luego les da una vuelta y otra y otra, hasta que logra un texto bastante definitivo. Mientras hace sus viñetas de "Heraldo" o ultima algún encargo, abre el texto y lo repasa, le extrae otras vetas hacia el disparate. Y luego encaja al personaje en una época, en un estilo pictórico, apura un detalle general (La voluntad en Cajal; la esquizofrenia en Buñuel y Gracián...) y lo pinta. Con "El genio de Goya" ha ido muy lejos, demasiado lejos en inspiración, talento y rotundo acierto. Este trabajo que edita Xordica de nuevo es una obra para siempre. Cano, sin pretenderlo y sin importarle nada, ahonda mejor que nadie en el imaginario de este pequeño país de polvo, viento, niebla y sol.
4. Soy un maniático de algunos músicos. Un caso es Enrique Bunbury, a quien veo en "Lo más plus". Me gusta su mundo, sus canciones, su rigor, el modo en que construye una carrera. El otro día, en RTVA, el gran cámara Carracedo decía: "Bunbury será el Raphael del siglo XXI". Así lo dijo y se quedó tan ancho. Y recordó, como quien quiere reforzar su argumento, que habían colaborado juntos y que Bunbury ha expresado en varias ocasiones la ley que le tiene a Raphael. Marianbo Chueca me remite el disco de Distrito 14: "El sueño de la tortuga" (DRO). Lo escucho una y otra vez: me gusta esa voz arrastrada o rebosante de experiencias mundanas, esos influjos norteamericanos, ese pundonor de artista de la carretera y de la melancolía, esa cercanía constante con la vida y sus naufragios. Responde Mariano a un cuestionario para "Artes & Letras" de HERALDO y dice que uno de sus músicos predilectos es Peter Hammill, un artista al que le ha dedicado una biografía en inglés Juanjo Blasco Panamá y que actuará este verano en Aragón. He oído mucho a Hammill en mis años de bingo: me encantaba su refinamiento desesperado, aquella atmósfera perniciosa, su gusto por la ópera desgarrada, su alarido que parecía escapado de una noche en la Casa Usher de Poe. El disco de Distrito 14 -acompañan a Mariano, Enrique Mavilla y Juan Millán- tiene muchos temas de interés, pero ya me atrevo a tararear dos: "Lo mejor del mundo" y "Valium & Champagne".
5. ¿Qué sería de Zaragoza, en cualquiera de sus estaciones, sin Ignacio Martínez de Pisón? Habría que decir una frase que le dedicaron a Luis Buñuel los grandes realizadores de Hollywood: "Tú eres el mejor de todos nosotros". Por su trabajo terso, por su discreción, por su amor a las pequeñas y casi rutinarias cosas de la vida, por su afición al Real Zaragoza, por su gusto a la tertulia (en el Babel) y a la cerveza Ámbar. Es el antidivo que siempre está en el camino o en la brecha y jamás malgasta un adjetivo de conjura o alarga la pierna para una zancadilla. Desconoce la insidia, la envidia, la petulancia, y sólo tiene un defecto llevadero: le gustan las muchachas algo pijas y rubias casi tanto como a mí. Y hay otra cosa bonita en él. Bonita o prometedora: es capaz de resistir en su cuerpo menudo, de adolescente que no engorda, más cervezas que casi nadie sin tambalearse.
6. Pepe Melero me pregunta: "¿Qué ha sido de aquel amigo tuyo, fotógrafo, que se llama Manuel Martín Mormeneo?". A Pepe, que está a punto de publicar un precioso libro sobre la bibliografía durante la guerra civil en Aragón, le gusta mucho frecuentar el estudio que tiene Martín Mormeneo en Garrapinillos, en cuya casa luce esta leyenda: "Manuel Martín Mormeneo. Fotógrafo de procesiones, tambores y bombos". En el libro colectivo "Entre tambores" tienen una pequeña historia suya. De Manuel Martín Mormeneo. En la reedición del texto, también sale Pepe inevitablemente. Iba a pasar a la historia como nuestro Pepín Bello moderno, nuestro coleccionista de amigos memorables, pero decidió pasar a la historia por la puerta grande: como escritor, asesor literario de un puñado de escritores e historiador de la literatura que domina la anécdota y el humor.
José Luis Rodríguez es el autor de una de las canciones que más me gustan: "Cass", que cantó Mauricio Aznar -a quien se le acaba de inaugurar una escultura de Iñaki en la calle Andador de su propio nombre en Casablanca. Aznar se fue demasiado pronto, pero nos quedan sus canciones y su fantasma en bicicleta que pasea por Zaragoza- y luego Gabriel Sopeña. "Cass", la chica más guapa de la ciudad, me ha acompañado muchas veces camino del Maestrazgo, camino de aquel agreste paraíso.
2. Escribo paraíso y pienso en mi viejo amigo Patricio Julve. Está muy animado estos días. Félix Romeo está empeñado en preparar un artículo para "Letras Libres" sobre él, o ese me dicen que dijo el otro día en la piscina de Miralbueno, el mismo lugar donde se lo encontró Mariano Gistaín, que reproduce algunas fotos de la piscina y de la ciudad en general de Patricio Julve en su página web. Julve, de edad indefinible y con cierta tendencia a la invisibilidad, bien podría tener cerca del siglo.
3. Hablo con Cano. Me fascina "El genio de Goya", esa gran biografía que ha escrito del pintor, ese fresco expresionista que ha concebido, mezclando la modernidad expresionista de las pinturas negras, "que ya estaba en los frescos del Pilar", con los hallazgos de Picasso. Cuenta Cano que cuando se pone a hacer un trabajo sobre un aragonés ilustre, y ya ha hecho más de una docena, va escribiendo frases humorísticas, chispazos, pequeñas historias, fragmentos desternillantes. Luego les da una vuelta y otra y otra, hasta que logra un texto bastante definitivo. Mientras hace sus viñetas de "Heraldo" o ultima algún encargo, abre el texto y lo repasa, le extrae otras vetas hacia el disparate. Y luego encaja al personaje en una época, en un estilo pictórico, apura un detalle general (La voluntad en Cajal; la esquizofrenia en Buñuel y Gracián...) y lo pinta. Con "El genio de Goya" ha ido muy lejos, demasiado lejos en inspiración, talento y rotundo acierto. Este trabajo que edita Xordica de nuevo es una obra para siempre. Cano, sin pretenderlo y sin importarle nada, ahonda mejor que nadie en el imaginario de este pequeño país de polvo, viento, niebla y sol.
4. Soy un maniático de algunos músicos. Un caso es Enrique Bunbury, a quien veo en "Lo más plus". Me gusta su mundo, sus canciones, su rigor, el modo en que construye una carrera. El otro día, en RTVA, el gran cámara Carracedo decía: "Bunbury será el Raphael del siglo XXI". Así lo dijo y se quedó tan ancho. Y recordó, como quien quiere reforzar su argumento, que habían colaborado juntos y que Bunbury ha expresado en varias ocasiones la ley que le tiene a Raphael. Marianbo Chueca me remite el disco de Distrito 14: "El sueño de la tortuga" (DRO). Lo escucho una y otra vez: me gusta esa voz arrastrada o rebosante de experiencias mundanas, esos influjos norteamericanos, ese pundonor de artista de la carretera y de la melancolía, esa cercanía constante con la vida y sus naufragios. Responde Mariano a un cuestionario para "Artes & Letras" de HERALDO y dice que uno de sus músicos predilectos es Peter Hammill, un artista al que le ha dedicado una biografía en inglés Juanjo Blasco Panamá y que actuará este verano en Aragón. He oído mucho a Hammill en mis años de bingo: me encantaba su refinamiento desesperado, aquella atmósfera perniciosa, su gusto por la ópera desgarrada, su alarido que parecía escapado de una noche en la Casa Usher de Poe. El disco de Distrito 14 -acompañan a Mariano, Enrique Mavilla y Juan Millán- tiene muchos temas de interés, pero ya me atrevo a tararear dos: "Lo mejor del mundo" y "Valium & Champagne".
5. ¿Qué sería de Zaragoza, en cualquiera de sus estaciones, sin Ignacio Martínez de Pisón? Habría que decir una frase que le dedicaron a Luis Buñuel los grandes realizadores de Hollywood: "Tú eres el mejor de todos nosotros". Por su trabajo terso, por su discreción, por su amor a las pequeñas y casi rutinarias cosas de la vida, por su afición al Real Zaragoza, por su gusto a la tertulia (en el Babel) y a la cerveza Ámbar. Es el antidivo que siempre está en el camino o en la brecha y jamás malgasta un adjetivo de conjura o alarga la pierna para una zancadilla. Desconoce la insidia, la envidia, la petulancia, y sólo tiene un defecto llevadero: le gustan las muchachas algo pijas y rubias casi tanto como a mí. Y hay otra cosa bonita en él. Bonita o prometedora: es capaz de resistir en su cuerpo menudo, de adolescente que no engorda, más cervezas que casi nadie sin tambalearse.
6. Pepe Melero me pregunta: "¿Qué ha sido de aquel amigo tuyo, fotógrafo, que se llama Manuel Martín Mormeneo?". A Pepe, que está a punto de publicar un precioso libro sobre la bibliografía durante la guerra civil en Aragón, le gusta mucho frecuentar el estudio que tiene Martín Mormeneo en Garrapinillos, en cuya casa luce esta leyenda: "Manuel Martín Mormeneo. Fotógrafo de procesiones, tambores y bombos". En el libro colectivo "Entre tambores" tienen una pequeña historia suya. De Manuel Martín Mormeneo. En la reedición del texto, también sale Pepe inevitablemente. Iba a pasar a la historia como nuestro Pepín Bello moderno, nuestro coleccionista de amigos memorables, pero decidió pasar a la historia por la puerta grande: como escritor, asesor literario de un puñado de escritores e historiador de la literatura que domina la anécdota y el humor.
30/06/2004 10:10 Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.
"REQUIEM" POR IMANOL DE FELIPE JUARISTI
REQUIEM
Por Felipe Juaristi
Aquí estará mi tumba, junto a estos árboles.
Caerán encima las primeras hojas del verano.
Hay mármol y piedras trabajadas,
y caerán encima las primeras hojas del verano,
pero nacerán encima las primeras hojas del verano,
pero nacerán otras nuevas de mí,
otras más bonitas y más rojas.
Algunas se pudrirán luego y morirán,
pero no me arrepiento de nada,
quien se arriesga es más feliz
que quien no se arriesga jamás,
quien naufraga y muere en el mar más valiente
que quien se hunde sin haber salido de puerto.
Hay quien ha muerto sin comenzar a vivir,
y quien muerto continúa en la vida.
Caerán encima las primeras hojas del verano,
pero nacerán otras nuevas de mí,
otras más bonitas y más rojas.
La memoria no es más que eso,
contar el número de hojas que caen
y contemplar las que crecen nuevas.
Los pájaros marchan ligeros y rápidos;
no olvidan porque no tienen memoria.
Aquí estará mi tumba, junto a estos árboles.
Mi memoria durará miles de años,
lo que durarán mis versos.
Este poema del poeta vasco, escrito originalmente en euskera, lo trajo Félix Romeo. Acudió al funeral en San Sebastián con José Antonio Labordeta, Luis Alegre y Mariano Gistaín. Y aquí queda este precioso testamento de esperanza para el hombre bueno, para el músico, para el poeta inolvidable: Imanol Larzabal. Su canto libre estremece a los pájaros del más allá.
Por Felipe Juaristi
Aquí estará mi tumba, junto a estos árboles.
Caerán encima las primeras hojas del verano.
Hay mármol y piedras trabajadas,
y caerán encima las primeras hojas del verano,
pero nacerán encima las primeras hojas del verano,
pero nacerán otras nuevas de mí,
otras más bonitas y más rojas.
Algunas se pudrirán luego y morirán,
pero no me arrepiento de nada,
quien se arriesga es más feliz
que quien no se arriesga jamás,
quien naufraga y muere en el mar más valiente
que quien se hunde sin haber salido de puerto.
Hay quien ha muerto sin comenzar a vivir,
y quien muerto continúa en la vida.
Caerán encima las primeras hojas del verano,
pero nacerán otras nuevas de mí,
otras más bonitas y más rojas.
La memoria no es más que eso,
contar el número de hojas que caen
y contemplar las que crecen nuevas.
Los pájaros marchan ligeros y rápidos;
no olvidan porque no tienen memoria.
Aquí estará mi tumba, junto a estos árboles.
Mi memoria durará miles de años,
lo que durarán mis versos.
Este poema del poeta vasco, escrito originalmente en euskera, lo trajo Félix Romeo. Acudió al funeral en San Sebastián con José Antonio Labordeta, Luis Alegre y Mariano Gistaín. Y aquí queda este precioso testamento de esperanza para el hombre bueno, para el músico, para el poeta inolvidable: Imanol Larzabal. Su canto libre estremece a los pájaros del más allá.
30/06/2004 22:08 Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.