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LETRAS POR TIERRA, MAR Y AIRE

Algo se mueve en la literatura en Aragón. Por tierra, mar y aire. Vivimos una auténtica Edad de Oro, y no es ésta una opinión interesada o subjetiva. Nunca hubo tantos escritores, tan diferentes entre sí y con tanto eco en nuestro territorio, en España y, con mayor o menor alcance, en el mundo. Anteayer se veía una excelente confirmación con Agustín Sánchez Vidal y con Luis del Val, vencedores del Premio Primavera de novela. Los autores oscenses están contribuyendo notablemente a este gran momento. En poco más de dos o tres meses coinciden un manojo de libros –disparejos, autónomos, con el aroma delicioso de paisajes idílicos y dramáticos…- que no deben pasar inadvertidos al lector. Y lo mejor: hay más. Algunos más de auténtico mérito.
Empezaremos por uno, aún fresco de intención y de tinta: “España” (DVD) de Manuel Vilas, un mosaico híbrido y muy libre, a menudo tan antojadizo como la desbordada imaginación del autor de Barbastro. Por sus páginas desfilan desde Fidel Castro o Juan Carlos I hasta Jesucristo, Patty Smith, Kafka, Lou Reed, su propio editor Sergio Gaspar o una ninfómana. Quizá el fragmento más humano y tierno sea el dedicado al poeta e impresor Luciano Gracia Bailo. Ramón Acín publica “Muerde el silencio” (Algaida), una novela donde narra la vida de los montañeses, la existencia llena de sobresaltos de tres mujeres (abuela, madre e hija) y aborda también el conflicto entre la ciudad y el campo. Oímos el cántico de los ríos, el temblor de aire en las plantas, la resonancia de las montañas, percibimos los amores imposibles, tempestuosos, mudos como un peñasco inabordable.
“Pirineos, tristes montes” (Xordica) de Severino Pallaruelo es la reedición de un puñado de cuentos, de atmósfera real y a la par legendaria. El conjunto se lee como una topografía de hábitos y de temas del Pirineo. Hay historias de tiones, de emigrantes a Barcelona, de embarazos que se ocultan, de grotescas rivalidades, de escolares, de la Guerra Civil. La Guerra Civil, tan inolvidable, es el tema de un deslumbrante estudio, conmovedor e intenso, de José María Azpíroz: “La voz del olvido” (Diputación de Huesca, 2007). Conversó con más de 200 personas, indagó en los archivos, recuperó procesos, halló fotografías, contó con ayuda de familias, y así ha logrado armar un trabajo definitivo lleno de detalles, de violencia, de injusticias, de puro terror, de fusilados que fueron ejecutados hasta dos veces o acarreados hacia las tapias del cementerio con nocturnidad, silencio sepulcral y alevosía, como el escultor y pedagogo Ramón Acín.
No podemos olvidar otros libros: “Leyendario. Criaturas de agua” (Tropo) de Óscar Sipán, un escritor que elabora fantásticas y delirantes ficciones, matizadas por un hilillo de ironía, de desmesura y erudición. “El perfume de las higueras” (Prames, 2007. Premio Ínsula del Ebro) es una nueva aportación de Damián Torrijos, una historia que transcurre en Zaidín y que aborda la llegada de nuevos emigrantes a esa zona y también se hace eco de una vida tan arrolladora como salvaje a orillas del Cinca.
Carlos Castán recuperaba “Museo de la soledad” hace unas semanas en Tropo, y ahora publica “Sólo de lo perdido” (Destino, 2008), 18 piezas que retratan a criaturas erráticas, sin norte, pero que avanzan, con dolor y espanto, en la expedición de la vida. Castán evoca películas como “Verano del 42” sobre la revelación del amor y el sexo, mira hacia Cuba y hacia unos años de sueños y de pasión cuando se muere Antonio Gades, cuenta amores desolados y extravíos de taberna, como “La buena suerte”, un microrrelato magistral. El resultado es un libro equilibrado de matices y repleto de cicatrices y de jirones.
Entre otros, ya comentados por extenso semanas atrás, tampoco aquí podemos olvidar a Javier Tomeo y su novela “Los amantes de silicona” (Anagrama, 2008), y “Trescientos días de sol” (Xordica, 2007), los cuentos de Ismael Grasa que han recibido el Premio Ojo Crítico de RNE.
*Este artículo apareció ayer en la edición de Huesca de Heraldo de Aragón, en cuyas páginas me acogen amablemente, casi todos los viernes, Mariano Gállego y María José Villanueva y su equipo. La foto es de Ramón Acín y su esposa Conchita Monrás, fusilados en su ciudad de Huesca en 1936.
NACE BORRALLEIRA, CADERNOS DE COCIÑA

[Un amigo galego, magnífico escritor y xornalista, cóntame que acaba de inaugurar un blog. Polo de agora prefire ir deixando pistas ós seus lectores: ¿quén será, meu homiño? Lévome unha grande sorpresa cando só atopo receitas. Entre os seus enlaces figura o do mestre Álvaro Cunquerio, autor dun soberbio libro de cociña, entre outros: La cocina cristiana de Occidente, do que hay edición en Tusquets. É curioso: durante moitos anos, Cunqueiro foi o meu mestre, e lía a súas receitas e artigos e invención sobre o percebe ou a lamprea con auténtica devoción. Nun dos lugares básicas da miña nenez en Arteixo e arredores, en Armentón, viviu durante anos o inolvidable Picadillo. Estiven unha vez no seu pazo e regaláronme o seu libro: Mi historia política. ]
CARIL DE GAMBAS: RECEITA
Durante anos, o caril que se preparaba na casa familiar seguiu sempre a mesma receita, con pequenas variantes –polo e tenreira, basicamente– ás que se lles irían engadindo novidades como as fabas, uvas pasas ou coco relado, por exemplo. En realidade, a súa preparación admite numerosos ingredientes como base e unha combinación de especias na que inflúe tanto a xeografìa como o gusto persoal. Por comodidade, en casa empregamos caril en po, que reforzamos co que haxa a man; no caso do caril de gambas co que celebramos o aniversario, coriandro –semente e folla–, cardamomo, pementa negra, xenxibre, chile e comiños.
As especias son, precisamente, o primeiro que preparo: tostamos as sementes de coriandro, cardamomo, comiño e pementa para despois machucalas nun morteiro. Logo fritimos cebola picada ata que acade a transparencia, momento no que se engaden as cabezas das gambas, que tamén se machucan coa maza do morteiro. Déixase cociñar uns cinco minutos e despois engadimos raíz de xenxibre picada e as especias en po, con algo de chile, picado ou moído. Dáselle un par de remexidos. Finalmente, incorporamos un chisco de salsa de tomate e leite de coco para que coza dez ou quince minutos. Sazonamos e colamos por un chino. No prebe cocíñanse as gambas e sérvese con arroz branco –neste caso aromatizado con lemon grass– e folla de coriandro picada. A primeira vez que preparei esta receita deixei as cabezas das gambas ata o final, pero antonte retireinas antes de incorporar o tomate e o coco, para que o sabor do marisco no o dominase todo.
Unha receita aproximada probeina hai un par de anos no Porto, nun restaurante no Largo do Adro (creo), acompañada de rodelas de laranxa, nata –estilo creme fraiche– e piña. Antonte pola mañá, mentres facía a compra, pensaba no moito que me atraen os rituais, xa dende a infancia. As vantaxes da gastronomía son que permiten actualizar facilmente a tradición e convertela en algo diferente ano tras ano: haberá que ir pensando noutro caril para o 2009.
*Retrato de Álvaro Cunqueiro Mora, o señor de Mondoñedo e de Miranda.
LA EPOPEYA PIRENAICA DE LUIS BAZÁN

[Mariano Ibeas añade una justa nota al artículo sobre libros que han aparecido en las últimas semanas de autores oscenses. Y me recuerda la última novela de “Luis Bazán Aguerri, también relativamente reciente; ‘Hijos de la Niebla, heredaréis la nada’ es un fresco impresionante de una saga familiar de tres generaciones en el Aragón del último siglo, que debería señalarse”. El libro de Luiz Bazán tiene más de un año, está fechado en 2006, pero su esfuerzo, su ambición, la larga década de trabajo, la paciencia, las conversaciones con paisanos en un intento rastro de memoria y su vocación indiscutible de narrador caudaloso merecen este recuerdo, que le agradezco al poeta y profesor Mariano Ibeas, que tiene un estupendo blog en desdeldesvan.blogia.com. Estoy seguro de que habrá otros olvidos, la recuperación de Xordica de las memorias de Satué, por poner otro ejemplo…]
Aunque es bastante anterior al lapso elegido, “Hijos de la niebla…” (Unaluna, 2006) es un empeño ambicioso y honesto. Luis Bazán Aguerri, autor de bellos y cuidados libros como “Llovía sobre el puente de las nogueras”, ha escrito una historia del Altoaragón, en el fondo, con dos personajes principales, Julián y Roberto, y numerosas ramificaciones que convierten el texto en una auténtica novela coral. El propósito es claro: se trata de una historia de ficción que atraviesa los grandes conflictos y esperanzas del siglo XX: desde los primeros años de la década hasta la Guerra Civil en su primera parte; todo el periodo de la contienda, en la central, y desde el primero de abril de 1939 hasta los años 80, en la última. Y en esa travesía está casi todo: el asesinato de Soldevilla, el universo elegante de los cafés y los cines de Zaragoza, la vida rural, la crueldad, los duros años del silencio, la vida atribulada de los maestros, algunas historias de amor y venganza. Luis Bazán intenta crear rotundos personajes, narraciones, episodios, intentar desmenuzar un lenguaje muy peculiar y bello, repleto de aragonesismos que han sido muy bien integrados por el castellano en la vida cotidiana.
LA NOTA EDITORIAL DE UNALUNA DICE:
Sólo unos pocos son capaces de hacer la historia; el resto de la humanidad la padece.
Los "hijos de la niebla" se debaten a lo largo del siglo XX aragonés entre el sentimiento y el deber, el amor y el odio, la desolación y la esperanza, la amistad y el rencor. Por eso, poco a poco, como forja de herrero, toman forma a golpes secos, contundentes y seguros. Y, como piezas del puzzle de sus propias vidas, se entrelazan hasta construir la maraña de hierros retorcidos que darán cuerpo a la reja que protegerá (o adornará) sus existencias.
Muchos de los hechos narrados son reales, recogidos a lo largo y ancho del Pirineo aragonés, hablando con las gentes de rincones apartados, donde la historia desea permanecer viva a pesar del progreso.
El autor ha dado volumen físico y psíquico a los personajes que ha ido desarrollando, añadiéndoles la fantasía que la realidad no terminaba de modelar.
MUJERES. 1 / EVE ARNOLD

Desde hace días, tengo en mis archivos este retrato que Robert Penn le hizo a la gran fotógrafa norteamericana, de origen ruso, Eve Arnold (Filadelfia, 1913). Ella ha captado como nadie la mirada, el cuerpo y el alma de Marilyn, y ha realizado algunas de las mejores y más evocadoras fotos del mundo del cine. Me encanta esta foto de mujer en acción, en su trabajo (aquí, en 1963, capta instantes del rodaje de "Beckett"), concentrada e intensa, que constituye mi primer homenaje semana a la Mujer en la semana de la Mujer Trabajadora.
MUJERES. 2 / JULIA FULLERTON-BATTEN

Una de las fotógrafas más fascinantes de la actualidad es Julia Fullerton- Batten, una alemana nacida en Bremen en 1970 que reside entre Estados e Inglaterra. Realiza una obra que tiene mucho de ilusión fantástica, de clima surrealista impregnado de sorpresa, fascinación, asombro, estupefacción o pánico. Suele trabajar con miniaturas, a las que incorpora un personaje, o varios, a tamaño real. Así obtiene una obra personalísima, que resulta turbadora y onírica, de una gran hermosura plástica. Y a menudo ofrece una atmósfera desolada. El año pasado expuso una selección de su obra en Photoespaña. Podríamos decir que su obra está próxima a la de la holandesa Ellen Kooi, y que el calificativo de “belleza inhóspita”, que alguien dio a su producción, también se ajustaría para la de Julia Fullerton-Batten.
UNA DOBLE VICTORIA

Hace días que no escribo de los partidos de mis hijos. Sé que aquellas crónicas tenían algunos seguidores inesperados como Javier Arellano, técnico musical del Auditorio y hombre de teatro durante muchos años.
Ayer sábado, en el campo de Utebo, se jugaba un partido importante: el Utebo y El Gancho pugnaban por el primer puesto. El Gancho, en su casa, con valentía, agresividad y ganas de vencer, había dado una lección a los nuestros: los vapulearon por 6-2. La semana pasada nuestro equipo perdió por 4-1 con otro candidato al título: el Stadium Venecia. Rafael Blasco tenía y tiene un conjunto estupendo, pero él mismo ha ido perdiendo la confianza en el bloque, y su equipo ha pasado de ser el más goleador del campeonato a ser un equipo un tanto ramplón que no encuentra su sitio. El míster tampoco halla su sitio, creo yo: se muestra bastante atrabiliario en sus decisiones. Desconfiado Posee uno de los mejores defensas de la Liga, Jorge de Sola, un zurdo entregado y rápido que se siente más cómodo de central, y al que siempre sacrifica como lateral; una media envidiable con Claudio, un medio centro excepcional, quizá un poco chupón, pero con autoridad, capacidad de brega, carisma y llegada: ha marcado 18 goles desde todas las posiciones, y con Héctor y Ángel, que tienen calidad, desparpajo y concentración; y una excelente delantera con Javi, Poley y Jorge Rodríguez.
El entrenador del Utebo temía que volviese a pasar lo que pasó en la ida y realizó un cambio estratégico: colocó a Claudio de central, para que marcase al delantero centro rival, y puso un centro del campo sin demasiado juego. Fue la estrategia del miedo y la prudencia; el Utebo jugó un poco menos de lo justo, el Gancho falló un penalti, y finalmente, cuando concluía la primera parte, marcó el Utebo. En la segunda hubo ocasiones por ambos lados, pero el Utebo acabó reclamando la hora. El desbarajuste en todo el equipo, especialmente en la media, era tal que llegamos a pensar que se escapaba al menos un par de puntos.
Ahora, el Utebo sigue arriba, y el resultado le dio la razón al entrenador, pero el conjunto ha perdido la confianza en sí mismo, ya no saca el balón jugado, ya no combina y se ve desasistido de método. Para mí fue como si de repente a Zidane, antaño, le dijesen que no marcasen goles, que no dirigiese al equipo, sino que tenía que inmovilizar a Maradona. Eso hizo, y muy bien, Claudio. Bien dirigido (ya jugó en el Benfica), sería un jugador para el Real Zaragoza. Eso sí, si el Real Zaragoza y sus categorías inferiores tuviesen ojeadores con un poco de olfato y con un poco de paciencia ante el talento…
Jorge cumplió: jugó un partido correcto mientras estuvo en el campo, alrededor de 50 minutos, pero volvió a sufrir uno de esos tirones que lo dejan inmovilizado y al que no le encuentra remedio ni el fisioterapeuta. Está pasando malos momentos… El Gancho jugó un gran partido, y se hizo acreedor al empate o a la victoria.
Por la tarde, el Garrapinillos juvenil se enfrentaba al Vadorrey, que luce la camiseta de la selección aragonesa. El choque empezó a las seis. El cielo fue adquiriendo unos colores impresionantes: primero se despidió el último sol de la tarde, luego se barnizó con los fuegos de oro y rosa de la anochecida, finalmente adquirió los tonos inefables de una noche constelada y mágica, una noche incipiente de sueño cerca del cementerio, donde acabaría durmiendo un balón amarillo y negro. Un balón entre difuntos. Y ahí, en ese ámbito, se jugó el partido. Añado un matiz más: había un viento casi huracanado que convertía el balón en un pedrusco saltarín e imparable. Se jugó de poder a poder. Al principio, el Garrapinillos fabricó muchas ocasiones: Luisito Salas, que volvió a hacer un gran partido, remató varios saques envenenados de Mario, los extremos se alargaron por los costados, la defensa contuvo, Pirri entró como Pedro por su casa, pero falló en el uno contra uno. Rodrigo acabó marcando el primer tanto.
En la segunda parte, con el viento a favor, empató el Vadorrey, en una falta de entendimiento entre el arquero Gayoso y el lateral Alex. Pero el Garrapinillos, con Diego trabajando y avanzando a pleno pulmón, con Mario Calvera lanzando estupendamente, con Luisito, con la incorporación de Serna, Mario Martín y Raúl le dio la vuelta al marcador.
La jugada más bella la realizó Diego Rodríguez: arrancó con un balón desde el centro del campo, recorrió los 50 metros de rigor a puro esprint y a contrapié, sorteando contrarios, y asistió a Luis, solo ante el portero y el peligro. Luis, con la izquierda, la tiró fuera. Fue un momento mágico en esa noche intensa y trabada, en la que destacó, debo decirlo, un árbitro excepcional, que corregía a los jugadores, que les ayudaba, que sacó las tarjetas justas, que fue ejemplar para unos y para los otros. Hasta los chavales lo felicitaron.
Diego jugó maravillosamente bien, sobre todo en la segunda parte, pero fue una gran tarde de todo el conjunto. A nadie se le puede reprochar nada.
[Luego, otra buena noticia: el Deportivo vencía al Sevilla y huía de los puestos de descenso. Para que el fin de semana sea perfecto en el fútbol solo falta una cosa: la victoria del Real Zaragoza hoy en Valencia, en su partido contra el Levante. La foto es de Herbert List.]
JUAN GARCÍA: HISTORIA DEL TENOR DE SARRIÓN (TERUEL)*

El “Diccionario de cantantes líricos españoles” de Joaquín Martín de Sagarmínaga, publicado por Acento editorial en 1997, contempla una importante nómina de aragoneses: Mariano Ayneto, Antonio Aramburo, Elvira de Hidalgo, Andrés Marín, Miguel Fleta, Pilarín Andrés, Bernabé Martí o Pilar Lorengar, entre otros. Entre ellos también figura por derecho propio Juan Francisco García Martín, el tenor ligero nacido en Sarrión (Teruel) en 1896 y fallecido en Buenos Aires en 1969 tras una carrera dilatada en la ópera, en la zarzuela, en la jota e incluso en el cine, en colaboración con Edgar Neville, nada menos. El Ayuntamiento de Sarrión, con la colaboración de la Caja Rural y el Gobierno de Aragón, ha publicado un cedé que recupera una buena parte de las canciones, fragmentos de ópera o jotas de su paisano más ilustre: “El tenor Juan García. Temas de una vida”: 23 piezas, la mayoría de ellas grabadas en discos de piedra.
El cedé contiene un libreto elaborado por el profesor y escritor Juan Villalba y la profesora Rosa Rubio. Villalba ha rastreado en periódicos y revistas una biografía esquinada, llena de datos falsos. El propio Juan García mintió en alguna ocasión a propósito de su nacimiento, dijo que había nacido en 1900, lo cual lleva a errar al Martín de Sagarmínaga en su entrada. Nació en julio de 1896, y fue hijo de Pío y Saturnina. Él era ciego, tocaba espléndidamente el órgano y dirigía la rondalla de Sarrión. “Es mi padre. El pobre viejo es ciego de nacimiento, a quien de chico y de mozo guié por el mundo. (...) Esa desgracia terrible, su desgracia, es la causa de mi gloria. Aprendí a cantar acompañado de la guitarra por él, que me escuchaba embelesado, y que sin duda me suponía como no soy. Su única ventura. En sus sueños me veía conforme deseaba”, contó García. Al parecer, su madre también había alimentado su pasión por la música y su buen gusto en el cante; en particular, lo acercó a la jota.
La infancia de Juan García transcurrió en Sarrión, Abejuela y Valbona, donde ejercía de cura su tío Elías García. Este fue de los primeros en percatarse de sus facultades canoras y lo mandó internó a Salesianos en Barcelona, donde aprendió las materias habituales de la enseñanza, y además solfeo, guitarra y piano. Más tarde, trabajó como tipógrafo y como empleado de Fomento, y hacía sus primeros pinitos en los coros de zarzuela que actuaban en el Tívoli. Su fama, en círculos reducidos y especialmente en Sarrión y alrededores, crecía a pasos agigantados. Era un magnífico cantante de jota: “El mañico”, allá por donde iba. Vino a Teruel con el afán de ganar una beca de la Diputación turolense, se la denegaron, pero contó con dos mecenas que lo enviaron a estudiar a Milán: Francisco Piquer y su propio tío Elías. Hubo de ganarse el derecho a una oportunidad –tenía como profesor a Arnaldo Galliera- con el sudor de su frente: se empleó de vendedor de tejidos y de pintor de brocha gorda. Cuenta Juan Villalba que un día, mientras encalaba una pared, la soprano Toti del Monte lo oyó cantar. Comentó acerca de su voz: “Algo corta en los agudos, pero hermosa”, anota Juan Villalba, consciente de que esta anécdota bien podría ser un apéndice del mito. El estudioso define así el timbre de García: “Su voz, superligera y algo relamida, suena limpia y atractiva”.
A partir de ese descubrimiento, Juan García fue llamado para actuar por teatros de provincias en “El barbero de Sevilla” e hizo, algunos meses más tarde, en 1924, su debut en el Teatro Comunale de San Remo en el papel del Duque de Mantua de “Rigoletto”. Ahí empezaba la espiral del éxito, que duró algo más de cinco años. Hasta principios de 1930. Villalba rescata un divertido y atinado texto de Felipe Sassone: “Juan García pasaba una mala racha e iba con un muestrario de corbatas, calcetines y chalecos de punto a buscar unas liras como viajante comisionista para pagar su pensión en la casa de un cura”, recuerda. En la primavera de 1925, Juan García debutó en el Tívoli de Barcelona como protagonista de “Manon Lescaut” de Massenet. Aquel concierto, con la soprano francesa Genoveva Vix, tuvo dos invitados de lujo: Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia. Un crítico subrayó: “Trátase de un tenor que por las notabilísimas facultades que demostró, está llamado a ocupar un puesto preeminente en su arte. Su voz es de timbre agradabilísimo, muy flexible y educada para lograr una exquisita matización”.
Luego, García se marchó de gira por Egipto con la compañía de Pietro Mascagni. En diciembre de 1927 se presentó en el Teatro de la Zarzuela con “El barbero de Sevilla”, junto a la célebre y hermosa mezzosoprano Conchita Supervía. Se dice que Juan García dedicó un pequeño homenaje a la cantante que murió en Londres en 1936 tras haber grabado más de 200 discos: “Es España mi nación; // Aragón, la patria mía; // Cantar aquí, mi ilusión; // Mi musa, la Supervía”. Ambos cantantes fueron recibidos en el Palacio Real y recibieron varios obsequios de oro y de brillantes.
La carrera de Juan García tuvo otros detalles emotivos: actuó en el Teatro Marín en Teruel en mayo de 1929 en dos conciertos benéficos, en el Teatro Principal de Zaragoza, en Sevilla, el Pueblo Español de Barcelona (posiblemente ante 16.000 personas, nada menos). Finalmente, abandonó la ópera y orientó su camino hacia la zarzuela, la jota, la composición poética de canciones (escribió “Morucha”, un éxito al que le puso música su colaborador, el pianista Juan Quintero), formó su propia orquesta y en marzo de 1936 emigró a Buenos Aires, donde se casó con la francesa Lucía Ruhliez. Ya nunca más regresaría a España, pero tenía claro que en Sarrión esperaban que volviese para quedarse.
*Quizá no tenga demasiado que ver, pero el profesor, curioso universal, esteta de la mujer y director de la colección Menoscuarto de Palencia, Fernando Valls, acaba de colocar un extenso post dedicado a Raquel Meller, la mujer que alcanzó la fama como intérprete de cuplé en piezas como "La violetera" o "El relicario". Fernando en su blog nalocos.blogspot.com coloca un montón de fotografías y pinturas, a cual más sugerente, de aquella Francisca Marqués que saludó la llegada del fascismo descorchando una botella de champán, junto a César González-Ruano.
MUJERES. 3 / SABINE WEISS

[UN POEMA DE PACO URIZ]
¿Por qué existe Liechtenstein?
Si el dinero no tiene patria
si no conoce fronteras
si el Mercado
si los proletarios no tienen patria
—¿para quién tantas nuevas patrias?
si las aves migratorias no conocen fronteras
si el internacionalismo no tiene ya ni proletarios
si la globalización sólo limita con un cosmos infinito
si el viento
¿benefician las fronteras al viento?
*El buen amigo y traductor y poeta Francisco J. Uriz, casado con la traductora Marina Torres, gallega, encuentra entre sus papeles este poema, que ya tiene casi veinte años, y me lo envía. Le contesto y me añade una de sus apostillas de fútbol, es un gran aficionado y posee un poemario completo dedicado a este juego: creo que se titula “El rectángulo de hierba”. Este volumen tiene algunas páginas preciosas sobre el Real Zaragoza, en los tiempos de Torrero y luego en los de La Romareda, cuando José Luis Violeta Lajusticia se había erigido en el gran capitán.
Las bromas de Paco Uriz
La verticalidad bien entendida
empieza por un tal Agüero.
¿Cómo es El Kung Agüero?
La errata es intencionada — kung en sueco significa rey.
Otra errata bonita: Dios aprieta pero no ahora. (Pienso en el Zaragoza).
*La foto no es de fútbol ni es de Wittgenstein. Es de Sabine Weiss y está realizada en Munich hacia 1953.
DAVID TRUEBA, EN LOS PORTADORES DE SUEÑOS

FRAGMENTO DE “SABER PERDER”
(Historia de Sylvia, la novia del futbolista argentino Ariel e hija de Leandro)
Las últimas semanas, en cambio, habían tenido algo de retiro. Se tumbaba en la cama con los auriculares y la vista fija en las estrellas adhesivas fosforescentes que había colocado años atrás, cuando el techo de su habitación aspiraba a no tener límites. Había leído por primera vez en su vida por el gusto de seguir una historia, de involucrarse en lo ajeno. Había vencido esa ansiedad que en otros intentos por leer siempre la arrastraba hacia sus propias preocupaciones. Terminó la novela que Santiago le había regalado en seis días de lectura prolongada, a veces hasta que un ojo se le enramaba y la hacía sentir un roce de arenilla al parpadear. Luego buscó en las estanterías del despacho de casa, leyó primeras líneas de otras novelas y en un error fatal le preguntó a su padre ¿qué me puedo leer? Veinte minutos anduvo Lorenzo a tumbos entre los libros, de propuesta en propuesta, con entusiasmo confuso, hasta que le tendió un grueso novelón escrito por una mujer, yo no lo he leído, pero a tu madre le encantó. Pilar siempre llevaba un libro en el bolso para leer camino del trabajo. Cuando Sylvia habló por teléfono con su madre le dijo que se había terminado la novela que Santiago le había regalado.
Ese fin de semana, cuando vino a visitarla, Pilar le trajo otro libro, de parte de Santiago. Te lo ha dedicado, a él le daba vergüenza pero yo insistí. Sylvia lo abrió por la primera página. «A veces un libro es la mejor compañía.» Tiene una letra rara, pero bonita, le dijo a su madre. El primer día de la vuelta a clase la rodearon los compañeros. Alguna hasta le dio dos besos. Le firmaron la escayola, unos, como Nico Verón, con obscenidades: «¿Qué tal se folla con escayola?»; otras, como Sara Sánchez, con cursilería: «De una amiga que te ha echado de menos»; y alguno con surrealismo sobrevenido, como Colorines, que escribió: «arriva España». Esa primera mañana la escayola terminó como un mural de grafitis, lleno de firmas de quinceañeros. Dani también se acercó a la clase y hablaron un rato en presencia de Mai, hasta que él se atrevió a proponer si quieres voy una tarde a hacerte compañía. Cuando quieras, respondió Sylvia. Dani se fue y Mai soltó su diagnóstico. Éste está colgado de ti.
Dos días después, Dani la visitó en casa. Sylvia tardó en abrir, su padre se acababa de marchar. Dani se sentó en el suelo, con la espalda apoyada contra el mueble. Sylvia se tumbó en la cama, reclinada. Hablaron de las clases, de algún concierto cercano, de alguna película reciente. De la paliza que dos skins le habían dado al Erizo Sousa el viernes pasado. Dani trajo dos cervezas de la nevera y Sylvia le preguntó ¿te gusta el fútbol? Dani se sorprendió por la pregunta. Sólo las finales, dijo luego. Cuando alguien pierde y lloran por el suelo y ya no parecen todos tan chulos y tan seguros de sí mismos. Sylvia había visto anunciado en televisión que esa tarde el equipo de Ariel jugaba en Turquía. Se quedaron en silencio y Dani dijo de pronto me he comido mucho el coco con lo del día de tu cumpleaños. Perdona, fui una imbécil. No, yo me sentí ridículo, dijo él. ¿Por qué? No sé.
*Esta tarde, a las 20 horas, en la librería Los Portadores de Sueños (calle Blancas) se presenta la nueva y ambiciosa novela de David Trueba: Saber perder (Aangrama, 2008. 528 páginas). Intervendrán, además del autor, algunos de sus mejores amigos: Luis Alegre, Pep Guardiola y Daniel Gascón.
MUJERCITAS 4 / VEGA Y LUNA, HIJAS DE PAULA Y CHEMA

La gran periodista de Heraldo Paula Figols ha sido mamá de dos niñas: Vega y Luna. Aquí están, felices, minúsculas, casi idénticas y dormidas tan ricamente.
Enhorabuena para Paula y para Chema González.
MUJERES .5 / UN POEMA DE SYLVIA SOLÉ

Fernando Sanmartín, a quien hace semanas que no veo (no tiene móvil, y siempre da pudor molestar a alguien que trabaja tanto en los salones y el jardín encantado de La Aljafería), poeta, ciclista con una greguería bajo el brazo y narrador parsimonioso de viajes a París o al Sahara, es el director de la colección La Gruta de la Palabras, de Prensas Universitarias. Su último descubrimiento es la poetisa Sylvia Solé (Madrid, 1978), que realizó estudios de Historia del Arte en la Universidad de Zaragoza y ahora estudia Filología Inglesa en Zaragoza. Debuta en la lírica con el libro, en prosa y en verso (más prosa que verso), Diacronía del miedo, un volumen que dedica a su padre y que habla de amor y de la identificación con otra piel, de viajes, del deslumbramiento que puede producir una profesora como Isabel H., del paso por los hospitales, de otros lugares que recuerdan un encuentro, una charla o a uno de esos amantes que tantas veces vuelven a la cabeza para ponernos la piel de gallina.
Copio aquí uno de sus poemas:
SOLÉ
Ya te he perdonado. Ya he dejado de odiarte. He dejado, a ratos, de extrañarte. Pero no puedo olvidar un olor. Porque del recuerdo de tu olor me vienen los 18 años que me quisiste, y el conocimiento de que estás en mi corazón, en la forma de mis piernas y en el dedo gordo de mis pies. Se que estás, para mí, más que para nadie. Como siempre estuviste.
*La foto es de la fotógrafa holandesa Ellen Kooi.
MUJERES. 5 / OTRO POEMA DE SYLVIA SOLÉ (Y 2)

Tengo que escribir de ti, R.,
aunque nunca me leas,
de tus manos en la piel de mi vientre,
de la primera vez que me hiciste perseguir tu boca
y te besé
en “El Sol”, tan asustada,
de la fingida dulzura con la que me taladrabas,
del incomprensible fuego que me llevaba, con prisa
y necesidad,
una y otra vez a mendigarte esa mínima ocupación,
del olor a hombre que me dejabas en el cuello.
Pero tengo que escribir de ti, R.,
porque me miró el verdor irrepetible
de tus ojos innombrables,
egoístas, ególatras,
infernales.
Y porque si escribo de ti seguiré con la piel quemada.
*Otro poema de Sylvia Solé, de su libro Diacronía del miedo (Prensas Universitarias: La Gruta de las Palabras. Zaragoza, 2008. 56 páginas).
FERMÍN AGUAYO: RECUERDO Y RECUENTO BREVE

Fermín Aguayo (Sotillo de la Ribera, Burgos, 1926-París, 1977) era callado, tímido, delgado, parecía envuelto en un continuo misterio y en el humo huidizo del cigarrillo. Llegó a Zaragoza a finales de la Guerra Civil, su padre y sus hermanos habían sido ejecutados en Burgos, y participó en una de las aventuras más apasionantes del arte contemporáneo: fue uno de los impulsores del origen del arte abstracto en España con el grupo Pórtico, que al principio fue un colectivo de doce artistas y finalmente, a partir de 1948, quedó reducido a tres: Santiago Lagunas, arquitecto, activista intelectual y magnífico pintor, y sus jóvenes y talentosos arquitectos: Eloy Laguardia y él. Este grupo realizó, entre 1947 y 1951, una pintura un tanto tenebrista, rica en signos y símbolos, en geometría y en riesgo, que había bebido en las fuentes de las vanguardias y, en particular, en artistas como Joan Miró y Picasso.
Uno de los grandes momentos de este colectivo, contemporáneo del grupo catalán Dau al Set, fue la remodelación del cine Dorado: en 104 días del verano de 1949 pintaron aquel espacio, con claros ecos de Dalí, de los surrealistas y acaso de Poliakov. El crítico José Ayllón retrató así a Aguayo, recordando aquellos días: “Su periodo zaragozano, en particular su obra abstracta de estos últimos años, se circunscribe más a una realidad presentida, palpitante y trémula a un tiempo. Su gama acordada de color, sus libres construcciones formales, consiguen un dramatismo pocas veces igualado. Son testimonio de un pasado que nunca debe volver”. Aguayo confesaría que “la primera reproducción que vi de un cuadro cubista me pareció más natural, más lógica que un cuadro clásico”, y su inclinación hacia la abstracción surgió “como una especie de pequeño desafío”.
En 1952, Fermín Aguayo se trasladó a París y muy pronto fue contratado por la galería Jeanne Bucher de París. Cambió paulatinamente su estética: abrazó una figuración con ecos de la pintura de Nicolas de Stäel, y evolucionó hacia un universo intimista, marcado por un cromatismo luminoso, por la hondura y la plasticidad, y una elegante sutileza, que reemplazó el dramatismo de la producción anterior por la suavidad y la melancolía, por las presencias entrevistas. Pintó rostros, figuras (entre ellas, la de su propia compañera Marguerite) y pájaros, bañistas y paseantes y autorretratos del artista en su estudio, y convirtió a Velázquez en su artista de referencia, con homenajes explícitos. Falleció en 1977. Casi treinta años después, el Museo Reina Sofía le haría una ambiciosa antológica.
*La obra "El pintor", fechada en 1968.
MUJERES.6 / DOROTHEA LANGE

CARLOS CASTÁN, ESTA TARDE EN LA FNAC

"SOLO DE LO PERDIDO": CASTÁN
Y LAS CICATRICES DEL TIEMPO
Llevaba Carlos Castán algunos años sin publicar un ambicioso libro de ficciones. Entre otras pequeñas joyas, publicó un “Cuaderno de Tournefeuille” (Ayuntamiento de Huesca, 2007), en un volumen escrito a dos manos con Hélène Duffau, autora de la otra mitad, “Zarza ou huit tours à Huesca”, y algunos cuentos sueltos, construidos con esa maestría que él posee, con esa sentimentalidad herida, con ese barniz de melancolía y de tormento íntimo. Carlos Castán, autor de “Frío de vivir” y “Museo de la soledad” (reeditado estos días por Tropo), es un estupendo cuentista: crea atmósferas, evoca el pasado, parte en pos de los amores perdidos, narra conflictos de pasión y pérdida, reconstruye los pasos y las huellas de la memoria con un lenguaje poético, repleto de belleza, de intensidad y de sorpresa.
Esta tarde, a las 19.30, en la FNAC, en compañía de Pilar Lucas, responsable de comunicación del sello Destino, e Ismael Grasa, presentará su nuevo libro: “Sólo de lo perdido” (Destino), una colección de 18 relatos cuyo tema central serían las cicatrices del alma de un sinfín de personajes errabundos, fuera de sitio, que van y vienen por la soledad y los sueños, por el agrio y a la vez gozoso tránsito de los amores perdidos. Y también de un adolescente (que da la sensación de parecerse mucho al autor) de los 70 que descubre el mundo, la política, el sexo.
Carlos Castán, ahijado en la técnica del relato de Cortázar, habla de la pasión, del miedo, de las sombras del ayer, de la imposibilidad de prolongar los afectos, de la permanente idea del otro, que es sombra turbadora y enemigo que acosa. En casi todas las narraciones hay un misterio, un asombro, una perplejidad, el trallazo de un escalofrío: pensemos en “La visitas”, en el maravilloso relato “El aire que me espía”, que propone una mitomanía en torno a Ellen Barkin y otras mujeres reales con un trasfondo dramático; hay un homenaje a Cervantes y a su pastora Marcela. Uno de los textos más inquietantes, cotidiano y a la vez mágico, casi de pesadilla, es “El pozo”, esa peripecia de amor imposible en una noche en el castillo de Loarre. Por distintas razones, me ha encantado “La noche y el verano”, una historia que hace pensar en la película “Verano del 42”, con muchas sorpresas, casi irónicas y grotescas, y una admirable tensión narrativa y léxica. Y, entre otros, el último cuento, “Hasta siempre” recrea, a propósito de la muerte de Gades en Cuba, un tiempo de sueños, de militancia, de esperanzas, de febriles amores, con una banda sonora de fondo que, en el fondo, quizá sea la de todo el libro: algunas canciones de Silvio Rodríguez.
“Sólo de lo perdido” (Destino: Áncora y Delfín), que debe su título al verso de García Calvo, habla de pérdidas, de imágenes que parecían idas y que vuelven una y otra vez como el oleaje de la conciencia, habla de espectros, de dolores, de muertes y de variados paisajes, en Madrid, en Barcelona, en Huesca, en el pantanoso territorio de los delirios y las quimeras.
Sólo de lo perdido. Carlos Castán. Destino: Colección Áncora y Delfín. Barcelona, 2008. 192 páginas. [Presentación, esta tarde, a las 19.30, en la FNAC. Con Pilar Lucas e Ismael Grasa.]
ESTA NOCHE, BORRADORES, A LA UNA DE LA MAÑANA*

Hoy, Borradores llega un poco después de la medianoche: a la una de la mañana. Tiene como invitado a Ariel Prat, el cantante argentino afincado en Aragón, que interpreta dos temas de su nuevo disco: “Negro y murguero”. Acompañado del guitarrista e intérprete Hernán Filipini, Prat toca dos temas: “Sr. Pamela”, un tango donde narra la historia de un travesti, y “El zurdito”, una canción en homenaje al futbolista Lionel Messi.
Acuden al plató de Borradores, el fotógrafo y periodista Kike Calvo, que habla de su padre Enrique Calvo, periodista y Consejero de Cultura a finales de los años 80, y de los álbumes familiares que conservaba, y de su propia obra, del libro “Hábitats”, de sus retratos a gentes del cine (Denzel Washington, Georges Clooney, Jennifer López, Julia Roberts…), y de sus proyectos. Y los ilustradores María Felices y Daniel Viñuales explican la historia del relato “El hada de las estrellas. Cuento para Víctor escrito por mamá”, una obra póstuma de Charo García Velilla que desarrolló en secreto mientras pugnaba con un cáncer de pecho. Se emite un pequeño montaje con las ilustraciones de María Felices.
Además, Borradores ofrece varios reportajes más. El historiador José María Azpíroz habla de su libro “La voz del olvido. La Guerra Civil en Huesca y en La Hoya”, editado por la Diputación de Huesca y lleno de fotografías y documentos. Luis Auserón expone la muestra “De quién es la ciudad” en el Centro de Historia y explica su interés por el arte desde hace muchos años. Auserón sostiene: "La libertad noe suna manía de radicales pesados que siempre quieren llevar la contraria, es una necesidad objetiva para que el cuerpo de todos funcione mejor". José Ángel Mañas acaba de publicar “El secreto del Oráculo” (Destino, 2007) y explica qué le atrajo de Alejandro Magno, protagonista principal de esta obra. Y el escritor portugués Possidónio Cachapa habla de su trayectoria, de las ciudades en qué ha vivido, de los autores que le interesan, con motivo de la publicación de su volumen de relatos: “Agárrate a mi pecho en llamas”, que ha publicado Xordica.
*Charo García Velilla y su hijo Víctor. La foto me la manda Daniel Viñuales; aparece en el libro.
Borradores. Aragón Televisión [Canal Satélite Digital, 97]. A la 1de la madrugada. Redacción: Ana Catalá Roca. Producción: Mamen Delpón y César Quílez. Ayudante de realización: Yolanda Liesa. Realización: Teresa Lázaro Chicharro. Presentación y dirección: Antón Castro.
JAVIER TOMEO CON JAVIER GURRUCHAGA EN LA CASA DEL LIBRO

Mañana viernes, a las 20 horas, el escritor oscense Javier Tomeo presenta su última novela, “Los amantes de silicona” (Anagrama, 2008), en la Casa del Libro de la calle San Miguel, número 4. Javier estará acompañado de uno de sus grandes admiradores, Javier Gurruchaga, que hará una presentación-espectáculo, y también por Hermelo Delgado, responsable de la Casa del Libro.
Leí la novela hace unos días. Reproduzco aquí el texto que publiqué en Heraldo de Huesca.
LA REBELIÓN DE LOS AMANTES DE SILICONA
Acabo de adquirir un delicioso libro: “Escribir” (Pre-Textos) de Henry David Thoreau, que es una selección de su diario de 16 tomos sobre la escritura y la creación literaria. El volumen, de apenas un centenar de páginas, no tiene desperdicio. De repente, en una de sus páginas, encuentro esta frase: “Un libro habría de ser una veta de oro, igual que la frase es una diamante encontrado en la arena o una perla sacada del mar”. De inmediato le aplico el párrafo al último libro del oscense de Quicena Javier Tomeo, cuya inventiva no cesa. Tomeo tiene algo de paseante cansino por su ciudad, de pasajero inadvertido en el parque o en el Coso Alto, y de invitado perpetuo al Festival de Cine. Cuando llega la primavera, retorna con un mohín de fastidio o quizá de fatalidad, pero con también con la felicidad del niño gigante que vuelve a casa por vacaciones. Tomeo va por aquí y por allá, ensimismado y tierno, delirante y gruñón. Entre ceja y ceja lleva sus sueños, sus ideas, sus imágenes, y en un bolsillo de la chaqueta algún libro raro que él lee. Uno de sus libros herramienta sobre historia, cocina, animales o criminales.
La nueva novela de Javier Tomeo se titula “Los amantes de silicona” (Anagrama, 2008) y es, como casi todos sus libros, un tratado de pensamiento, un análisis de la vida cotidiana y de las relaciones de pareja desde el prisma más verdadero: el del absurdo. Javier Tomeo es pura intuición. Tiene un extraño olfato para captar los problemas básicos de la existencia: la incomunicación, el silencio, la incapacidad de ser feliz, la soledad más pugnaz, la hipocresía... Aquí, con ingenio y con su proverbial sentido del humor, con su inclinación al disparate sin énfasis, cuenta la historia de un apacible matrimonio que ha perdido el deseo y también el amor (cuando menos el deseo del otro, el intenso amor por el otro; poseen, por cierto, una tienda de lencería) y deciden hacerse con dos muñecos hinchables, ampliamente sofisticados, capaces de hablar y de cantar ópera, entre otras virtudes, para así satisfacer su lánguida vida sexual por separado. De esa manera, Basilio compra la muñeca Marilyn, que pesa diez kilos; Lucrecia adquiere el muñeco Big John, que tiene una erección permanente y puede alcanzar, cuidadosamente estimulado, una dureza excepcional y suplementaria en su pene. La historia evoluciona de una manera inesperada. Marilyn y Big John cobran vida y se rebelan, y su rebelión consiste en que se enamoran y consuman su atracción.
A partir de ahí, Tomeo pone ante los ojos del lector el hilo de otra madeja: los personajes dialogan sobre la pasión, el hábito sexual de los animales, la fidelidad, la traición, el tamaño de los genitales o sobre un poeta turco que fornicó con una leoparda. Incluso para la muñeca Marilyn, el tamaño también importa. Lo más curioso es que todo este mundo, delirante, próximo a Kafka de nuevo, a Beckett, a Boris Vian, a Luis García Berlanga (y a su película “Tamaño natural”), a Luis Buñuel y Georges Bataille, pero también a los mundos de anticipación de E. T. A. Hoffmann, todo ese universo en realidad forma parte de una novela erótica que escribe un amigo del narrador, Ramón M.; el narrador, que se parece un poco a Javier Tomeo -se dedica “a la distribución y venta de frutos tropicales, especialmente chirimoyas y mangos”-, interfiere, corrige, apunta y sugiere a su amigo el novelista. Así Javier Tomeo crea un artefacto estupendo de metaficción, divertido y preñado de intenciones, en el que están sus obsesiones y objetos: las relaciones viciadas, el podrido amor, la televisión, la pornografía, la irreparable crisis conyugal, la ópera, los bestiarios, la ciencia y la zoología, el surrealismo. En Tomeo siempre hay intuiciones fulgurantes. Con alguna ironía debe leerse ésta: “El nivel cultural de este país mejora cada vez más por obra y gracia de los consultorios sexológicos de la televisión”.
Curiosamente, esta novela tan desternillante como corrosiva llega al mercado cuando quitan el “Aquí no hay tomate”. ¿Habrán leído en Telecinco “Los amantes de silicona”?
Los amantes de silicona. Javier Tomeo. Anagrama: Narrativas Hispánicas. Barcelona, 2008. 144 páginas.
*La foto me la cedió esta tarde una de mis libreras favoritas, Julia Millán. Apareció en un libro de viejo. El original ahora obra en poder del poeta y lector de novela negra Gerardo Alquézar.
MARÍA EUGENIA BOIX, SOPRANO LÍRICO LIGERA DE MONZÓN

Esta tarde fui al Auditorio para entrevistar a María Eugenia Boix, la soprano lírico ligera de Monzón, donde nació en 1982, que estudia canto en Salamanca, y ya ha actuado mucho. Ha grabado con Ensemble XXI, bajo la dirección de José Antonio Chic, al menos dos álbumes: “El bosque encantado” y “Retratos del mar”. Boix también acaba de grabar un disco con poemas de Ricardo Molina (1917-1968), fundador del grupo Cántico, y ahora participa en una gira con la Orquesta de Cadaqués, dirigida por Sir Neville Marinner, y canta un dúo con la cantante donostiarra. María Eugenia Boix empezó cantando jota y en el coro de Monzón. Alí fue descubierta por Paloma Manau, y luego tuvo otras profesoras como Beatriz Gimeno. Hace algo menos de un poco ganaba, aex aequo, la beca Montserrat Caballé-Bernabé Martí. Entre sus cantantes favoritas, señaló a la gran Edita Gruberova, de la que me habló por vez primera, hace algunos años, Marta Almajano. María Eugenia Boix es una muchacha morena y alta y bella, que posee una espléndida y matizada voz. La oímos –Yolanda Liesa, María, operadora de cámara y dos compañeros más de informativos- mientras se preparaba para salir. Está como en una nube, radiante y feliz.
*María Eugenia Boix, en una actuación de Ensemble XXI.
TERESA SOTO, PREMIO ADONAIS DE 2007

Durante muchos años, cuando soñaba escribir un poemario (creo que hice tres en gallego y los he perdido para siempre), siempre leía el libro ganador del Premio Adonais. Aunque han sido muchos, el que más me gusta de todos, el que más me marcó fue “De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall” de Blanca Andreu. Me acuerdo por el Mercado Central, a principios de los años 80, recitando, a viva voz o mentalmente, fragmentos de aquel libro que me pareció distinto. Siempre que me encuentro con un Premio Adonais, lo compro. Siempre me gusta descubrir a un joven poeta preñado de imágenes, empapado de un decir nuevo. He aquí un fragmento de aquel libro.
Así morirán mis manos oliendo a espliego falso
y morirá mi cuello hecho de musgo,
así morirá mi colonia de piano y de tinta.
Así la luz rayada,
la forma de mi forma,
mis calcetines de hilo,
así mi pelo que antes fue barba bárbara de babilonios
decapitados por Semíramis.
Por último mis senos gramaticalmente elípticos
o las anchas caderas que tanto me hicieron llorar.
Por último mis labios que demasiado feroces se volvieron,
el griego hígado,
el corazón medieval,
la mente sin cabalgadura.
Así morirá mi cuerpo de arco cuya clave es ninguna,
es la música haciendo de tiempo,
verde música sacra con el verde del oro.
Hoy he pasado por Antífona y encontré en su magnífica sección de poesía el volumen “Un poemario” de Teresa Soto (Oviedo, 1982), que posee una voz sugerente y en formación. No se por qué razón elijo esta composición “La fatalidad”.
LA FATALIDAD
Durante dos semanas fui de un lado a otro
arrastrando una fatalidad
pesada como una piedra de catedral.
Uno de vuelve muy pequeño junto a las catedrales,
especialmente sí lleva al hombro una fatalidad
de piedras muy pesada.
De no ser esta fatalidad algo accidental,
podría decir que fue una herencia de algún tío
y dejarla en algún lugar noble y seco de la casa.
Pero no era una fatalidad heredada sino algo que encontré
en una mañana no demasiado feliz
en la que mi pie izquierdo se precipitó por la calle
contra algo duro y frío.
Así son las fatalidades: frías, duras, constantes.
Cargué con ella de casa al parque y del parque al autobús
durante dos semanas, sin descansar un solo día.
Hasta que se fue andando por su propio pie.
Me cansé de ella o ella de mí.
Con la ligereza de un gamo, rodó por las aceras
hasta que la perdí de vista en una esquina,
dos calles más abajo.
NACHO TAJAHUERCE: EL POEMA DEL CAMPEÓN DE MEDIOFONDO

Leía hace unos días el poemario The End (Aqua) de Jesús Soria, que ganó el IV Premio de Poesía de la Delegación de Gobierno, y ayer otro libro finalista: Manual de oficios de Nacho Tajahuerce, en el que usa el monólogo dramático y cómico con soltura e ingenio. El libro está dividido en cuatro partes, una más extensa, y tres más breves. Todas las composiciones son muy narrativas. En la sección Tiempo perdido encuentro este poema, que me parece ideal ahora que comienzan los Mundiales de Atletismo. Claramente, parece hablar del campeón olímpico Fermín Cacho, con una acertada sorpresa final.
CORREDOR DE 1500 METROS
Mi entrenador
cuando era niño siempre me repetía
que no mirara atrás,
que no girara la cara en busca de mis rivales
mientras vaya en cabeza,
que de esa forma perdería velocidad y confianza.
Veinte años preparándome para que por fin llegue el momento clave
de mi carrera y comprenda por fin sus palabras.
Quedan cien metros,
recta final,
me voy a proclamar
campeón olímpico
de los 1500 metros
cuando, de repente, comienzo a escuchar voces
que me dicen que me pare, que no merece la pena continuar.
Hago caso.
Me paro, miro hacia atrás y por primera vez en veinte años
soy consciente del paso del tiempo.
NACHO TAJAHUERCE: OTRO POEMA

SALTADOR DE PÉRTIGA*
Nadie me pregunta qué es lo que pasa por
mi cabeza
desde que sujeto la pértiga
con las manos escuchando los ánimos del público
hasta que la apoyo en el cemento y
tomo impulso
para volar por los aires y
acercarme a Dios.
Nadie se lo pregunta,
tan solo esperan que supere
el listón.
*De Manual de oficios (Aqua, 2008) de Nacho Tajahuerce (Zaragoza, 1980). II Accésit del Premio de Poesía Delegación de Gobierno de Aragón. La foto, por si alguien no lo supiera, es de la gran campeona Yelena Isinbayeva. Récord del mundo de salto de pértiga femenina.
NOTAS, INCLUSO DE FÚTBOL, DEL SÁBADO

1. Me he levantado a las seis de la mañana. Jorge jugaba en Vadorrey: los líderes del Utebo de cadete se enfrentaban a ese equipo que lleva los colores de la selección aragonesa y que viaja por el fondo de la tabla. Los visitantes tomaron la delantera: gran gol de ese chico estupendo que es Iván. Mi hijo Jorge siempre me dice: “Iván tiene mucha calidad”. Creo que fue Chavi quien lanzó un centro desde la derecha e Iván remató bellamente de volea.
El Vadorrey empató de inmediato; hubo unos minutos posteriores de tanteo y tedio, aunque pronto apretó el acelerador Claudio, retornado a su puesto natural de medio centro. El medio marcó tres goles, uno de una falta extraordinaria. Quedó en la caseta poco después del descanso; hoy, a las once de la mañana, con los juveniles, se enfrenta al Garrapinillos de Utebo.
El entrenador corrigió algunas posiciones: devolvió a Jorge de Sola a su posición natural de central indesmayable; pudo contar con Joni (que viene de Jonás, y es un zurdo nato que juega atrás) y ensayó con Ángel, el capitán, de extremo izquierdo. No es el puesto de Ángel, un jugador espléndido que ha perdido el sitio, la confianza y una espléndida forma que lo había llevado a la selección de Aragón. Ángel es un mediapunta, un enganche puro, un jugador que necesita estar arropado en la media y tener libertad de movimientos en la zona de tres cuartos.
Jorge salió a los cinco minutos de la segunda parte, y marcó dos goles. Desbordó, jugó bien y le cogió la espaldas a los defensas como se le exige a un extremo. Al final, feliz, dijo: “He podido marcar dos goles, uno para cada abuelo. Para Leoncio y Benito”. Volvió a notar sus tirones, pero su rendimiento fue óptimo. Marcó, centró, lanzó los córners con buena aptitud, sirvió un par de goles hechos a Óscar…
2. Ayer estuve preparando un reportaje sobre Luis Galve. El lunes se cumple el centenario de su nacimiento, y el pianista suizo, uno de los más amados por Galve de entre los jóvenes, ofrecerá un concierto en la sala Mozart del Auditorio. Salen, si no hay novedades, dos páginas que intentan acercar su figura a quien no lo conozca demasiado.
Comí con Aloma y con Barreiros en el restaurante Bílbilis, que tiene dos camareros que parecen hermanos y son de Nicaragua, como Rubén Darío. A mediatarde, Aloma y Barreiros aparecieron con dos bellas sorpresas: el disco “Back to black” de Amy Winehouse (me gusta mucho la segunda canción “You know i’m no good”; ya sabemos, nena, que no eres buena) y una grabadora digital para que me modernice. No es mi cumpleaños, pero ha sido una bonita sorpresa. Tendré que llamar a Javier Torres, que vive un momento maravilloso, de grandes esperanzas, great expectations, para que me ayude a entender el grabador.
3. Hacia las ocho, cuando estaba a punto de venir para casa, me llamó Juanjo Blasco Panamá. Por fin, hoy he descubierto que su segundo apellido es Adé, como mi amigo José María Adé, morador de Ginebra y revoltoso corazón de Huesca. Acaba de leer la última entrega de Robert Crumb para “Artes & Letras”, y ha vivido un sábado de zozobra. Avanzada la mañana se enteró de que en Lérida tocaba uno de sus grupos favoritos: The Fairport Convention (de vez en cuando Juanjo me regala discos de sus grupos de los 70 y 80 favoritos), y a la vez estaba un poco temeroso del partido de La Romareda. Ahora se cumplen sus primeros 30 años de socio del club. Al final, fue al estadio. Le anticipé que iba a ser una noche emocionante y bella, y que iba a ganar el Real Zaragoza. Por cierto, creo que esta semana llegarán los primeros ejemplares de "Cuentos a patadas", 21 textos sobre el Real Zaraogza, ilustrados por otros tantos dibujantes, ilustradores, diseñadores y pintores.
4. Así fue. Ganó el Real Zaragoza en un partido épico que estuvo a punto de desequilibrar (o mejor aún, de equilibrar) el Kun Agüero. O Diego Forlán. Pepe Melero salía una y otra vez en la tele, y, en la última toma, parecía que iba a besar la bruñida calva del presidente Eduardo Bandrés, feliz tras varias semanas de infarto y sospechamos que de infarto. Hace un par de meses que no lo veo; desde el único partido que dirigió Ander Garitano.
El Zaragoza de Manolo Villanova es otro: más ordenado, más compacto y con un líder que es Francellino Matuzalem, que hace recordar por su técnica, por su rostro y por su pase eléctrico e inteligente a Nayim. El Real Zaragoza, si hacemos caso de lo que vimos ayer, ya tiene un cerebro: alguien que quiere el balón, que lo pasa con criterio, que lanza al hueco, alguien que entiende que el fútbol es un tuya-mía continua (ahora a eso se le llama asociarse) que, de golpe, busca el pase profundo y letal, el envío envenenado por sorpresa. Matuzalem se mostró como algo más que una esperanza, igual que ese central intenso y bregador, con criterio a la hora de jugar el balón que es Javier Paredes. Ha sido el otro gran héroe de la noche, y no debemos infravalorar la aportación de Sergio García y de Diegol Milito, de nuevo, ni la seguridad de César Sánchez.
Manolo Villanova se juega su dignidad y el respeto a la entidad con este equipo. Quiere mejorarlo, hacerlo más compacto. Hoy le falló Luccin (le falló relativamente, en momentos específicos), y se le ve profesional, riguroso, entregado, alerta a todo cuanto ocurre. El Real Zaragoza ha dejado una señal de cambio: hay motivos para la ilusión… ¡Viva Manolo Villanova!
*Jorge Rodríguez Gascón, el exterior zurdo, con la camiseta azul del Utebo. Al fondo, Héctor, que ha hecho un buen partido, sobre todo en la segunda parte. La foto es de Aloma Simpé.
YELENA ISINBAYEVA: ELLA ES LA REINA

La gran saltadora de pértiga venía a Valenciaa realizar algo inmenso (un récord del mundo tal vez) e hizo poco. Tres saltos nulos y dos correctos, pobres para sus registros. Y así ganó, con 4.75, lo que para ella no es casi volar. Dio la vuelta de honor al velódromo Luis Puig de Valencia y fue lo más aplaudido de la tarde, un poco menos que Higuero y Casado, en realidad. Es una bellísima campeona con un extraordinario glamour.
*La foto es de Julián Martín.
PARTIDO TENSO Y PENALTI DE CHISTE: GANA EL UTEBO

El equipo de juveniles de Garrapinillos visitó esta mañana el campo del Utebo. Conozco a varios jugadores “azules” del año pasado, entre ellos el ecuatoriano Luis, que posee un bajo centro de gravedad y hace pensar en el Kun Agüero y en Romario. Sus entrenadores de este año, dos chicos jóvenes, no son tan entusiastas como yo de su juego: sólo ha marcado tres goles. El Utebo había buscado un central en el equipo de cadetes, y eligió al portugués Claudio. Entre otros, además, también juega Miguel Aibar, hijo de Miguel Aibar, aquel compañero que conocí hace más de un cuarto de siglo en mis tiempos de camarero en el Napolitano de la calle Ávila. El Utebo está mejor colocado en la tabla. Miguel y Diego tuvieron una primera parte muy disputada. Miguel jugaba el año pasado en cadetes y aquí ha mejorado mucho.
El primer tiempo fue especialmente tenso. Se jugó con intensidad y brío, quizá atacasen más los azules, pero el Garrapinillos se defendió muy bien, con un espléndido Alejandro Longo: se anticipó, secó y paró a Luis. Y en un contraataque, Rodrigo, que no había entrado mucho en el juego, se labró un gol: sacó el máximo rendimiento a un momento de indecisión y barullo.
En la segunda parte, el Utebo empató en una jugada confusa, en la que había dos jugadores en fuera de juego. Eso me pareció. El árbitro –que era de ésos que aparentan ser buenos y son bastante malos y muy caseros- no vio nada. Gol del Utebo. Poco más tarde, un disparo lejano y potente fue enviando por el arquero Gayoso, en su intento de despeje, a gol.
El Utebo remontaba y tomaba la delantera; apenas un minuto después, Luisito Salas empataba de nuevo. En ese instante, con el viento a favor, hubo unos minutos de control del Garrapinillos: Diego se zafó de varios defensas por la banda derecha y quedó en óptima posición, pero disparó mal, se precipitó. Estaba solo ante el peligro y ante el arquero, pero no se dio cuenta.
Cuando languidecían el tiempo y el choque, el riguroso árbitro pitó un penalti de chiste. El ingenuo Diego Arturo se protegió la cara en un lance sin importancia, y debió sacar las manos. El entrenador visitante diría luego: “Si nos hubiesen pitado contra nosotros eso, me habría cabreado a gusto”. Y así, con el tanto de penalti, concluyó un buen partido, intenso, de alternativas, de pelea, en el que el Garrapinillos trabajó duro y bien. El Utebo jugaba en casa y creó más ocasiones, pero tampoco hizo nada del otro jueves. Cualquier resultado hubiera sido bastante justo; incluso la victoria vistante. Como suele pasar siempre, los cinco cambios desequilibraron por completo al equipo de Garrapinillos. Y una vez más, la retirada del campo de Luisito Salas, que tiene gol, fue innecesaria. Era como servirle al rival el sello de la inoperancia.
*Diego Rodríguez Gascón, el ocho del Garrapinillos, en otro partido.
LUIS GALVE CUMPLIRÍA HOY UN SIGLO
EL TALENTO EXCEPCIONAL Y LA SENCILLEZ
PERFECTA DE UN PIANISTA
El pianista Luis Galve (Zaragoza, 10.03.1908-4.02.1995) hizo su carrera de intérprete elegante y hondo, de impecable fraseo musical, a lo largo y a lo ancho de medio mundo: actuó en más de 60 países y realizó más de 3.000 conciertos. Finalmente, volvió a Zaragoza. Aquí impartió sus últimas lecciones como profesor y dio su último concierto en el Teatro Principal donde, 80 años atrás, había iniciado su carrera, cuando aún no llegaba bien a los pedales.Niño prodigio que deslumbró a Arthur Rubinstein y también al violinista Julio Manén, se marchó a Madrid, luego a París, donde estudió con Isidor Philip, maestro del inolvidable Vladimir Horowitz.
En Zaragoza, antes de su partida, tomó lecciones con Guadalupe y Rafael Martínez; en Madrid, con José Balsa y Julia Parody. En París frecuentó a Joaquín Nin, el padre de la escritora Anaïs Nin, y de vez en cuando, en sus retornos a Madrid, se dejaba caer por la Residencia de Estudiantes, donde soñaban, pintaban y escribían García Lorca, Dalí, Buñuel, Pekín Bello o Moreno Villa. Nin, a quien Galve definió como “mi gran protector y eminente músico”, le sugirió que se incorporase al cuadro de baile de Antonia Mercé, “La Argentina”, y se convirtió en su pianista de acompañamiento, pero además ella le permitía tocar un repertorio especial en solitario integrado en su espectáculo.
Combatió con el ejército republicano, en el que hizo labores de telegrafista. Estuvo en distintos lugares de la contienda, entre ellos en Belchite. Hacia 1947, decidió marcharse de España, cuando ya era Premio Nacional de Piano (1945), y había logrado recomponer su vida. En Argentina encontró a una joven, hija de un científico y profesor yugoslavo, Georgina Jelicié, que lo acompañaría durante toda su vida en cada aventura, en cada concierto de Mozart, Albéniz, Mompou o Falla (a quien había conocido mucho; su correspondencia se extravió en un cofre en uno de los traslados en barco), y en aquella intimidad compartida que los llevaba en un Citroën Tiburón en dirección al mar. Luis Galve residió entre 1947 y 1954 en Buenos Aires, México, Puerto Rico, donde asistió a los Festivales de Música de su gran amigo Pau Casals, y en Ecuador. En todos esos países desplegó una importante carrera internacional, paralela en muchos casos a las magníficos intérpretes españoles como José Cubiles, Ricardo Viñes, José Iturbi, y tantos otros. En 1954, se trasladó a París, y casi dos décadas después se afincó definitivamente en Madrid, donde volvió a encontrarse con viejos amigos como Quesada, Camilo José Cela, Andrés Segovia, Joaquín Rodrigo. En ese periodo tocó bajo la batuta de grandes directores de toda Europa.
Grabó numerosos discos de Scarlatti, Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Brahms o Heitor Villa-Lobos, pero también de Manuel de Falla, de Joaquín Turina o Isaac Albéniz. Falla elogió su interpretación de “El amor brujo”. Recibió el premio Nacional de la Música poco antes de morir, en 1993, y fue Hijo Predilecto de Zaragoza, así como Premio Aragón de las Artes, entre otros muchos honores. El Auditorio de Zaragoza cuenta con una sala Luis Galve, con capacidad para algo más de 400 personas.
Luis Galve fue un excelente pianista, de él se escribió que “poseía un talento excepcional y una sencillez perfecta”. Su auténtico compromiso fue con la música, pero estuvo en los lugares claves de la vida cultural del siglo XX. Y ha dejado algunas páginas muy evocadoras de su época con Antonia Mercé. Su vida fue llevada a la televisión por Joaquín Vera, con un guión de Alfonso Zapater.
Luis Galve esbozó así su mejor autorretrato: “Mi carrera no ha seguido un método concreto. Nunca he tenido un repertorio de especialista, sino más bien vasto y ecléctico. Decían que tocaba muy bien a los clásicos: Mozart, Haydn, Scarlatti, Liszt. Una de mis grandes pasiones ha sido siempre la música española; he intentado abordarla con naturalidad, sinceridad y gracia. Me he dejado llevar por la intuición y la libertad, desde el dominio de la técnica. La libertad es esencial y he creído en el arrebato de la inspiración, esa luz interior que te llega y te empuja como un misterio repentino”.
*Esta tarde, a las 20.15 horas, dentro del ciclo “Grandes Solistas. Pilar Bayona”, el pianista polcado de Katowice Krystian Zimerman rendirá homenaje a Luis Galve. El acto será presentado por la periodista María José Cabrera.
RETRATOS DE ESCRITORES. 6 / CARME RIERA

Te doy Aragón como prenda
La escritora Carme Riera viaja muy frecuentemente a Aragón. Le apasionan los encuentros con sus lectores y con los estudiantes de catalán. Estuvo con ellos hace unos días: “Hablan el catalán mejor que yo”, resumió. Se hizo escritora de niña, cuando se “no me sentía tan guapa como mi madre, sino fea como mi padre”, y se guarecía tras los visillos mirando el mar. Su abuela le contaba maravillosas historias de raptos, amoríos y navegantes. Años más tarde, conoció a un empresario que la invitó a cenar en lo alto del Tibidabo; de regreso paró el mini al borde de la calzada y encendió la radio: sonó, en la voz del poeta José María Álvarez, el poema “Pandémica y celeste” de Gil de Biedma. El señor, que era un caballero, la devolvió al hotel sin otra insinuación. Por entonces, Carme Riera conoció al profesor Francisco Llinàs, de quien se enamoró. Llinàs, que es químico, narrador y un melómano absoluto, había estudiado en Zaragoza y es un enamorado de esta ciudad y de Aragón. Los genios más importantes para él son aragoneses: Goya, Cajal, Buñuel, Servet, Miguel Antonio Catalán, los Saura. En su casa se lee todos los días HERALDO, “de cabo a rabo”, y se vive Zaragoza como si fuera un refugio de la memoria, el sitio al que siempre se retorna. Los fines de semana o días de fiesta Llinàs visita Aragón. Le fascinan el Somontano y sus viñedos. Es tal su afición a este territorio que cuando le sucede algo, siempre hay un parentesco aragonés detrás. Hace unos días sufrió una avería en la carretera y le socorrió otro conductor. “¿A qué no sabéis de dónde era?”, preguntó a Carme y a su hija. “De Zaragoza, claro”, dijeron. Y era verdad.
*Retrato de Carme Riera y Paco Llinàs, poco después de haberse casado.
LOUISE BOURGEOIS: PREMIO ARAGÓN-GOYA

El jurado del Premio Aragón-Goya 2008 reunido esta mañana ha decidido proponer a la artista Louise Bourgeois "por la trayectoria de una obra que, con una singular visión femenina en donde la introspección psicoanalítica se funde con la narratividad, es deudora directa de las consecuencias que el arte de Goya tiene en el presente". La candidatura ha sido aprobada por unanimidad y propuesta por el escultor y miembro del jurado Fernando Sinaga.
En esta edición, el jurado ha estado presidido por el viceconsejero de Educación, Cultura y Deporte, Juan José Vázquez, y compuesto por los siguientes vocales: la profesora de la Universidad de Zaragoza, Concepción Lomba, el escultor Fernando Sinaga, el profesor de la Universidad de Zaragoza José Luis Pano, el miembro de la Asociación de Críticos de Arte, Jaime Ángel, el académico de la Real Academia de San Luis, Miguel Caballú y el director general de Cultura, Ramón Miranda.
La obra de Louise Bourgeois es una de las obras más relevantes e intensas que se han producido en los últimos 30 años dentro del campo de la pintura, la escultura, el grabado y el dibujo. Su reconocido prestigio internacional viene avalado por los premios recibidos: Grand Prix en Escultura del Ministerio de Cultura Francés (1991), León de Oro en la 48 Bienal de Venecia; Praemium Imperiale, Asociación Japonesa de Arte (1999) y Wexner Prize Wall de Wexner Center for the Arts de la Ohio State University (1999).
La obra de Louise Bourgeois es deudora en su primera etapa artística del movimiento surrealista, momento indeciso donde recoge las influencias del primitismo en su escultura sin abandonar del todo la figuración. El fuerte carácter narrativo e introspectivo de su obra, unido a su singular visión femenina del mundo, hace de ella en los años 80 una escultora que vive alejada de las tendencias dominantes. Su trabajo es aclamado por unanimidad en los años 90 al volver el arte a reconsiderar la narratividad, la visión feminista y el retorno a la figuración.
Entre sus exposiciones más importantes destacan varias retrospectivas de su obra en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York, así como en las galerías Berta Chaefer Gallery, Norlyst Gallery también de Nueva York, así como en varios museos y centros de arte de Alemania, California o Virginia (EEUU) o en el Museo Reina Sofía de Madrid. Actualmente, la Tate Modern de Londres y el Centro Pompidou de París están organizando una retrospectiva de su trabajo, que posteriormente viajará al Museo Salomón R. Guggenheim de Nueva York, al Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles y al Hirshorn Museum and Sculpture de Washington a lo largo del año 2009.
Biografía
Louise Joséphine Bourgeois nació en París el 25 de diciembre de 1911 en el seno de una familia vinculada al arte. Estudió en la Escuela Nacional de Arte Decorativo, en la Escuela de Bellas Artes y en talleres de varios artistas incluido Paul Colin, Roger Bissière, Marcel Grimaire y Fernand Léger entre otros.En 1937, asistió a clases de Historia del Arte en la Escuela de El Louvre, donde más tarde trabajaría como docente.Tras abrir su propia galería de arte, conoció al historiador del arte norteamericano Robert Goldwater, con quien contrajo matrimonio y se trasladó a Nueva York, donde ha desarrollado buena parte de su carrera profesional. Fruto del matrimonio con Goldwater tuvo tres hijos.Junto a su carrera artística, Louise Bourgeois ha formado parte de movimientos feministas para los que realizó diferentes trabajos artísticos.
*Éste es el comunicado del gabinete de comunicación del Gobierno de Aragón. Vi la magnífica exposición de Louise Bourgeois en el Museo Reina Sofía, y me pareció de una vitalidad y una juventud increíble. Tenía ya 90 años. Bourgeois posee una trayectoria indiscutible, es a las artes como un Nobel a la literatura... Obviamente, si se ha hecho acreedora a todos esos premios, también se merecería uno bastante menor: el Premio Aragón-Goya, pero ¿era necesario que lo recibiese ella? ¿necesitaba más que otros artistas esta nueva corona? ¿Para quién es el galardón, para ella, o para el propio Premio Aragón-Goya? Desde luego el jurado es más que competente, y habrá analizado minuciosamente estos aspectos y otros muchos. El premio sigue la onda de un hábito ya adquirido con Gordillo, Rainer, Arroyo, etc... A mí esta señora me produce una inmensa simpatía... Ésta es la famosa foto que le hizo Robert Mapplethorpe.
SANTIAGO LAGUNAS: UNA VISITA INESPERADA

RELATO Y RETRATO DEL MAESTRO
El joven periodista apareció, casi sin avisar, con Manuel García Guatas, que acababa de encontrar y estudiar minuciosamente los bocetos de la decoración del cine El Dorado, un trabajo que duró 109 días en el verano de 1949 y que llevaron a cabo Santiago Lagunas y sus dos compañeros y amigos Fermín Aguayo y Eloy Laguardia. Allí estaba el maestro, Lagunas, en su casa llena de cuadros por todas partes: suyos, de sus compañeros de generación, de sus discípulos, pero también había esculturas, cristos, arte religioso. Estuvo sumamente amable, dispuesto a desandar –a través de una memoria aún oceánica- los días del pasado, dispuesto a avanzar por la senda del presente. Santiago Lagunas seguía pintando. Había recobrado su pulso de artista y le resultaba fácil teorizar sobre su vida y su obra. Su vida se convirtió en un cuento: el cuento del rebelde que se sacó de la manga, a golpe de intuición y ciencia artística, la abstracción en España.
Un pintor nace, se hace y se expande. Y él había nacido de una inclinación especial, desde muy joven, hacia la creación. Evocó sus primeros colegios, las visitas que realizó al estudio de su primo el pintor Salvador Martínez Blasco, las clases en el estudio-academia del profesor Boví y sus visitas a los bajos del Museo de Bellas Artes de Zaragoza y al taller de Joaquín Pallarés. ¿Cómo iba a olvidarse de aquellos muñecos de marquetería, que permitieron a su familia huir de la ruina, que él diseñaba y que pintaban sus hermanos Manuel y Pilar? Evocó la huella imborrable de su padre y la presencia tutelar de su esposa y musa Marichu Alberdi. Los dos estaban allí, en la casa, en dos cuadros espléndidos: él, filoso, con su severidad tranquila de pájaro; ella, rotunda y segura, miraba desde un lienzo que rezumaba vida, intensidad, potencia de ángel doméstico que a todo llega.
Recordó –confiado ya ante la grabadora- su traslado a Madrid en 1930, adonde había ido a realizar la carrera de Arquitectura, y algunos encuentros con Martínez de Ubago, Pío Baroja (“tan huraño conmigo como lo ha pintado la historia”, dijo) y con los grandes artistas del Museo del Prado, que fue una incitación esencial. Allí, ante los lienzos de Goya, Velázquez, Brueghel el viejo o El Bosco, intuyó sus posibilidades. En él, pareció decidirlo entonces, iban a convivir la pintura y la arquitectura. Terminó su carrera, que hubo de interrumpir durante la Guerra Civil, y volvió a Zaragoza. Regresó a las tertulias, a los encuentros con amigos, a las salidas al campo y a los paisajes de Euskadi, a los viajes. Frecuentaba los cafés Ambos Mundos y el Niké, y conversaba con un hombre esencial en su biografía: el librero José Alcrudo. Alcrudo había trabajado en el balneario Panticosa y en el Gran Hotel, y llevaba un estigma de dolor del que no debía hacerse ostentación alguna en la Zaragoza de posguerra: su padre y su tío, anarquistas, habían sido fusilados en los primeros días de 1936 en Valdespartera. En ese instante, era un librero inusual: se arriesgaba con libros insólitos que llegaban de Sudamérica o de Europa y había convertido el sótano de su kiosco del Paseo de la Independencia en un jardín clandestino de textos prohibidos, de catálogos inesperados, en una casa de citas de intelectuales incomodados. Allí se alimentaba Lagunas de las nuevas corrientes del arte europeo, y se quedaba fascinado con Picasso (lo estuvo desde que vio una muestra del artista malagueño en la Carrera de San Jerónimo), con Miró, con Braque, con Matisse o con Paul Klee, a quien admiraría mucho Lagunas por sus signos, su sentido musical de la partitura, cada uno de sus cuadros es como un pentagrama a color de una melodía que sólo suena en el oído interior, y su misterio. Santiago Lagunas le dijo entonces al joven periodista: “Toda la obra de Paul Klee es un absoluto misterio”.
En medio de esa travesía sentimental en los vendavales del tiempo, en el abanico de la memoria, añadió el maestro: “Llevaba ya algún tiempo pintando, haciendo pintura figurativa, retratos y paisajes con una atmósfera propia. Durante una estancia en Jaraba, mientras diseñaba un almacén de dos plantas, pensaba yo sobre el paisaje y mi propio trabajo, deseaba atrapar algo que se saliese de un natural vulgar, y de golpe se me abrió la luz del cubismo y ahí empezó todo”. Y ese todo quería decir la abstracción, el primer grupo Pórtico de nueve pintores (entre ellos su hermano Manuel) que presentó en abril de 1974 la librería con cuidado catálogo, decorado con el anagrama de Antonio Ángel Mingote, en el Casino Mercantil. Se detuvo un momento en sus dos compañeros esenciales: Eloy Laguardia, que acabaría siendo su cuñado, tras una apasionada historia de amor, y Fermín Aguayo. A ambos los había conocido como soldados, luego como delineantes, y finalmente se habían convertido en sus ayudantes y en dos pintores con personalidad propia, con un contundente “y atormentado” sentido de la pintura. Con ellos expondría en Madrid, en Santander, haría el proyecto “más moderno de decoración arquitectónica de Europa” que fue El Dorado y desarrollaría una pintura pionera, incomprendida y criticada en Zaragoza, donde eran conocidos como “el tercio extranjero”. Dijo Lagunas al joven periodista: “Nos perdíamos en la mancha, en el trazo, en los signos, en la geometría. Queríamos hacer un arte que se refiriese al inconsciente, pero a la vez yo siempre me he considerado un artista muy reflexivo, intelectual, como podía serlo Picasso. Teníamos derecho a decir lo que pensábamos, teníamos derecho a pintar lo que pintábamos”.
¿Cómo no iba a evocar la ruptura del trío? No dijo ruptura, exactamente. “Éramos íntimos amigos para siempre”, matizó. Santiago Lagunas habló de las dificultades, de que tuvo que decidirse entre su trabajo de arquitecto, su propia familia o la apuesta por un arte radical que sólo le traía hostilidades e incomprensión. Dijo que había dibujado mucho, que había tomado muchas fotos con sus dos Leicas –su hermano Manolo era su mejor cómplice en las tomas y en el trabajo de laboratorio, instalado en el baño de su casa de Coso 92-, que había escrito bastante, incluso algunos sonetos perdidos para siempre. Eloy Laguardia se enamoró y se fue a Madrid; Fermín Aguayo, reclamado por el médico José Uriel, se fue a París a cumplir un viejo sueño. Para los tres empezaba una nueva vida.
Lector constante de San Juan de la Cruz, lector constante de otros místicos como Santa Teresa de Jesús o Fray Luis de León, pero también de Fïodor Dostoievski y James Joyce, Santiago Lagunas desembocó en una crisis religiosa que se prolongó durante 20 años, 20 años en los que no dejó de trabajar en innumerables edificios. Participó en la revista “Ansí”, con José María Aguirre, J. B. Uriel, A. Lamana, Miguel Labordeta o Manuel Derqui, diseñó sus portadas y dirigió sus tres últimos números: 6, 7 y 8; colaboró con “Despacho literario” de Miguel Labordeta, hizo portadas de libros... En 1974 volvió paulatinamente a la pintura, “en realidad no de he dejado nunca de pintar ni de hablar de pintura con los amigos; volví renovado, pero hundido igual que antes en las raíces de la abstracción”, subrayó, y en los 80 expuso en el Mixto-4. Luego le llovieron los premios y se produjo una reivindicación de Pórtico, de su obra, de la abstracción, en exposiciones, en historias del arte, en consideración social. Le explicó al intruso –que repetiría esas visitas, junto a Manuel Val, a Úrsula Heredia, con sus hijas Ana María y María Pilar como testigos-: “La abstracción es la capacidad de trascender la realidad. Es un proceso complejo, no cabe duda, y laborioso. La realidad se puede percibir, como el esplendor y la gloria, como la huella del ala del ángel, y nos puede llegar en forma de palabras, de sonidos y de formas que nos permiten hacer algo analógico. Eso es el arte: una realidad interior, una luz que se enciende, algo que está fuera de lo humano. San Juan de la Cruz lo percibe con claridad y su ‘Cántico espiritual’ es fruto de esa adivinación, de un diálogo del inconsciente. El arte requiere una abstracción total. Nosotros teníamos la clara conciencia de que el arte era una cosa propia del corazón y también de la cabeza”.
Habían pasado varias horas de una mañana inolvidable. El joven periodista salió a la calle con una carpeta de dibujos del maestro. Junto a la firma, había una especie de estrella de cinco puntas, un insecto que parecía enroscarse en un gran ojo y una leyenda: “La vida se le presentó al pintor y al hombre que soy con sus caracteres verdaderos: el dolor y la fe. Santiago Lagunas”.
MUJERES VELOCES: YELENA SOBOLEVA

La campeona del mundo Yelena Soboleva en el instante en que vencía en la fascinante prueba del 1500 en los Campeonatos Mundiales de Valencia y batía el record del mundo. Iba para gimnasta, se estancó durante un tiempo y quiso dejar el atletismo. Felizmente, regresó para triunfar. Es la gran favorita para ganar en Pekín.
SIMPLEMENTE, MUJERES DE ACCIÓN

Empezaré hablando de Ellen Barkin, esa actriz norteamericana que interpretó “Vida de este chico” y “Melodía de seducción”, porque es una de las criaturas colaterales de “Sólo de lo perdido” (Destino) de Carlos Castán, el volumen de relatos que se presentaba el pasado jueves en Zaragoza: le recuerda al protagonista de “El aire que me espía” a una de esas novias más o menos fatales que van y vienen por el libro. La actriz neoyorquina, nacida en el Bronx en 1954, tiene los pecaminosos ojos de quien arde en deseo y en violenta fragilidad. La protagonista de “El verano y la noche”, una fumadora impenitente y separada, también podría ser Ellen Barkin: luce su desgarro, su hermosura labrada con experiencia y peligro, y es capaz de adiestrar a un joven hambriento, noche tras noche, en los secretos del sexo. El paraje que los acoge bien podría ser un lugar del Prepirineo, aunque “no pasaba de ser un paisaje vulgar de matorrales y de monte bajo”.
Resulta completamente distinto el prado de Plan donde suceden los amores de Pilar y Joaquina, en el relato chistabino “Santamaría” (Instituto de Estudios Altoraragoneses, 2007. En esta colección se publicó también “El aire que me espía”) de Nieus-Luzía Dueso Lascorz, que se presenta en edición bilingüe. La pieza es una narración idílica entre los dos jóvenes, en un ambiente campesino, en el que se habla de la siega, de la malla, de jornales, de las faenas del trigo y de las aguas. “Santamaría era el sitio de Plan donde, casi sin querer, había transformado su vida en un canto al porvenir, que se abría, para ellos, en plena juventud”, dice Nieus Luzía.
Un escenario renovado, animado por la pátina del tiempo y los ecos inolvidables, es el Teatro Olimpia: fue reinaugurado con la presencia de Teresa Berganza, quizá la “Carmen” ideal de la ópera. Berganza ha recordado su paso por el Casino de Huesca, sus veraneos en el balneario de Panticosa, su amistad con Maria Callas. Le sucedió una anécdota preciosa en el Olimpia. Tras el concierto, buscó un lugar para acomodarse; se encontró con una joven empleada del teatro que le contó que jamás había oído un concierto de ópera y que ahora, tras su recital, tenía la piel de gallina. Las dos se sentaron en la escalera y compartieron su emoción entre lágrimas. Dentro de unos días, también actuará en Huesca una excepcional soprano: Ainhoa Arteta. Es una mujer apasionada; tras su ruptura con el tenor Dwayne Croft cayó en un hondo estado de depresión, y se quedó prácticamente sin voz. Gracias a su maestra Ruth Falcón ha recuperado la confianza y dicen que canta mejor que nunca.
El pasado jueves, dentro de una gira con la Orquesta de Cadaqués, dirigida por sir Neville Marriner, actuó en Zaragoza con María Eugenia Boix, una soprano lírica ligera de Monzón, de 25 años, que ganó hace casi un año la beca Montserrat Caballé-Bernabé Martí, que convoca Ibercaja. María Eugenia estudia en Salamanca, pero siempre recuerda que se inició como jotera y en la coral montisonense, con la que siempre quiere cantar. Es soprano de la formación Ensemble XXI, con la que ha grabado dos discos: “Retratos del mar” y “El bosque encantado”. Su último proyecto es un disco de poemas del poeta cordobés Ricardo Molina (1917-1968), fundador del grupo “Cántico”. Posee una preciosa e intensa voz.
Mapi Rivera es de sobras conocida en Huesca. Hace algo menos de un año también ganaba la beca Fundación Norte, dotada con 18.000 euros, con el proyecto “El agua y la tierra originales. La sostenibilidad de la imagen”, que ahora se exhibe en IV Espacio, en la Plaza de España de Zaragoza. Desarrolla una idea en torno al cuerpo, al útero, el barro (la tierra) y la foto (la luz), pero también hay esculturas, vídeos. Ha trabajado con el fotógrafo Ramón Casanova y con el ceramista Javier Egea en un lugar tan impactante como en la cantera de Oliete. Se trata del mejor y más ambicioso trabajo de Mapi Rivera, una propuesta de luminosa belleza, tal como se manifiesta en la muestra, pero aún más en el espléndido catálogo.
*Este texto apareció el pasado sábado en Heraldo de Aragón de Huesca. La foto de Mapi Rivera la ha tomado Ramón Casanova.
UN DICCIONARIO DE FOTOGRAGÍA: LOS ARAGONESES

Siempre me han gustado los diccionarios. De todo. Hasta los de criminales o de ufología. “Del daguerrotipo a la Instamatic. Autores, tendencias, instituciones” (Trea, Gijón, 2007) de Juan Miguel Sánchez Vigil no advierte de su condición de diccionario o de enciclopedia, pero lo es. Es un alfabeto de la fotografía desde 1839 hasta 1970, con vocación de totalidad, pero tampoco pretende ser completo. Cada diccionario es un mundo: una forma de elegir, de ver, un modo de entender y valorar el conocimiento. Lo que me ha sorprendido de este trabajo de más de 600 páginas es la presencia de los fotógrafos aragoneses o afincados aquí, como Gustavo Freudenthal, que solía firmar “Fotógrafo de la Casa Real”, o aquel Pascual Marín que acabó sus días en San Sebastián. Entre los seleccionados están el pionero Mariano Júdez, o aquel Enrique Beltrán, que era especialista en miniaturas y en “cartes de visite”. También figura la familia Coyne, con entradas para Anselmo María, Ignacio y Manuel. Del farmacéutico Compairé se recuerda que “durante una década se dedicó a recorrer los paisajes oscenses con una cámara de gran formato, documentando (...) monumentos, vistas y tipos”. Se habla del más bien olvidado Lucas Cepero, reportero de HERALDO y “pionero de la fotografía aérea”, que fue asesinado en noviembre de 1924. Jalón Ángel y Aurelio Grasa ocupan el mayor espacio: el primero retrató al general Franco y a sus generales para el álbum “Forjadores del Imperio”, y el segundo publicó “782 fotografías” en este diario desde 1910 a 1917. En un libro repleto de inmortales, Aragón tiene presencia y figuras. Y algunas ausencias.
*¿Habrá inspirado esta foto el libro El columpio de Cristina Fernández Cubas? La foto, ¿es aragonesa o norteamericana?
PILAR PERIS: UN POEMA DE UN LIBRO FUTURO

desde el silencio de las gárgolas?
¿Sientes cómo te abraza, te impulsa
y te nombra ahí donde no estoy?
¿Sientes su ausencia táctil,
la fría llamarada de tu semblante
incrustado como talismán
en todo lo que miro?
¿Sientes la dilación infinita,
el vínculo biselado y flamígero
que te rompe y me asfixia?
¿Sientes la fisura,
la retracción de los dedos gravitando
alrededor de ningún dígito?
¿Sientes el cómputo imposible,
la herida del tiempo que resta,
el desgaste vano de mi prodigalidad
sobre tus ejes inamovibles?
¡Cuántas agrias premoniciones
arrumbadas como racimos en
el colector de cieno de los sueños!
Tu dicha a cambio de mi resistencia y zozobra.
El dolor a cambio del silencio ecuánime y
la risa inusitada del destino
que todo lo amortigua.
Pilar Peris
[La gran poeta Pilar Peris, profesora y madre apasionada, cuando moría la noche y llegaba el jueves con luna demediada, me enviaba este poema. Mañana voy a su instituto de Borja, pero no podrá estar. Quizá aún lo redondee algo más, pero es una composición que tiene la belleza de su decir, el don inefable de su sensibilidad. Y aquí está, como un regalo para los escasos lectores del blog, antes de marcharme a la cama.]
*La foto es de Andrés Heuman.
ESTA NOCHE, BORRADORES: FLAMENCO, ARTE, ÓPERA Y LITERATURA

El pianista y compositor Miguel Ángel Remiro, una de las figuras de la música clásica y popular hoy en Aragón, actúa en “Borradores”. Con Miguel Chaves (voz y palmas) y Josué Barrés (percusiones), interpreta al piano dos obras: la soléa “Silencio” y las alegrías “La cigarrera”. Remiro lidera la formación Flamenco Contemporáneo Ensemble que ofrecerá un recital, con su grupo de cámara, el sábado, a las 22 horas, en la Sala Multiusos, dentro del Festival de Flamenco de Zaragoza.
En “Borradores” se ofrecen reportajes sobre la exposición “El cuerpo y la imagen originales”, el proyecto de Mapi Rivera, Ramón Casanova y Jorge Egea que ha sido galardonado con el Premio de 18.000 euros de la Fundación Norte: un trabajo sobre el cuerpo, el agua, la luz, mediante fotografía, vídeos y esculturas integrados en el body art. Se visita la exposición de Miguel Ángel Domínguez, “Vestigios naturales”, una muestra de pintura y escultura vinculada al objeto encontrado, a los restos y despojos del tiempo, a las pequeñas cosas que el artista ha dejado en sus estudios o en sus casas. También se dialoga con la soprano lírico ligera María Eugenia Boix, una jovencísima cantante de Monzón que acaba de actuar con Ainhoa Arteta, con la Orquesta de Cadaqués, bajo la dirección de Sir Neville Mariner, y ha grabado un disco con poemas de Ricardo Molina, fundador del grupo Cántico de Córdoba. Se emite una entrevista a Fernando Sánchez Dragó, en la que habla de España y de la fractura que se produjo con la Guerra de la Independencia, de los vicios españoles, de su propio padre, de Japón, de erotismo y de sus sueños de futuro: escribir, leer y viajar.
Por otra parte, también acuden al plató otros invitados: el pintor José González Mas, que inaugura con su pintura luminosa y colorista el espacio cultural María Zambrano, dentro de la propia sede de Aragón Televisión, bajo la coordinación de Inmaculada Hervás. Y el pianista y profesor Ricardo Soláns, miembro de la Asociación Aragonesa de Intérpretes de Música, que explica el espíritu y los contenidos del tercer ciclo de “Música Sacra”, que se celebra en las iglesias de San Gil, San Carlos, San Pablo, La Seo o Santa Engracia, entre otras, desde el viernes 14 hasta primeros de abril. Intervienen, entre otros, músicos tan conocidos como la organista Esther Ciudad, la soprano Pilar Torreblanca, el propio Soláns y los Músicos de Su Alteza.
“Borradores” se emite hoy jueves, a las 00:05 horas, en Aragón Televisión.
AUGUST SANDER: RETRATO DE OTTO DIX Y SU MUJER

Otto Dix es uno de los grandes pintores alemanes modernos. Nació en 1891 y murió en 1969. Participó en la Primera Guerra Mundial, y realizó sus estudios artísticos en las Academias de Dresde y Drusseldorf. En los años 20, fue con George Grosz uno de los mejores representantes de la Nueva Objetividad (Neue Sachlichkeit), de signo desgarrado y expresionista. Denunció la injusticia social de la Alemania de la posguerra, con un realismo próximo a la caricatura, con claros influjos del expresionismo, futurismo o dadaísmo. Combatió en la Segunda Guerra Mundial y fue hecho prisionero en Francia en 1945. Fue perseguido por el nazismo y tildado de artista degenerado; por ello, muchas de sus obras fueron destruidas. En los primeros años de la posguerra, se instaló a orillas del lago Constanza, y realizó piezas de inspiración religiosa con carácter expresionista. Ahora, se expone su obra en el Museo Thyssen de Madrid.
Encuentro esta magnífica foto de de August Sander, datada entre 1925 y 1926, del pintor y su mujer. Son dos artistas a los que sigo desde hace años: al maestro fotógrafo, tan objetivo y preciso siempre, y al hombre que representó la elegancia y la belleza de los interiores y del alma de los hombres, y el desgarro y el dolor insoportable de las guerras.
MIDORI: RETRATO DE UNA VIOLINISTA

Midori, la violinista japonesa, afincada en Estados Unidos, “consiguió rentabilizar su imagen de niña virtuosa del violín y se fue labrando una acreditada carrera con numerosos premios y grabaciones a sus espaldas. Con los años su asombrosa técnica, ya presente al inicio de su carrera, dejó paso a unas interpretaciones de mayor riqueza y profundidad. Su madurez como artista está ya fuera de toda duda. Toda esa imagen propiciada por su frágil aspecto y su timidez típicamente oriental desaparece cuando empuña el arco de su violín y ataca las primeras notas de cualquiera de los grandes conciertos para violín. Entonces se convierte en una artista enérgica y fogosa, de técnica apabullante, capaz de combinar en su interpretación intimismo, precisión y virtuosismo”. (Este fragmento pertenece a www.filomúsica.es. Midori actuó hace no demasiados meses en Zaragoza.)
Mi amigo Demetrio Paparoni me ha recomendado la obra de Timothy Greenfield-Sanders. Busco algunas de sus fotos y me gusta mucho ésta de Midori.
PILAR NARVIÓN: MEMORIAS DE UNA MUJER DE ACCIÓN

[No he tenido la suerte de recibir este más que prometedor libro de memorias de Pilar Narvión, que ha escrito mi buen amigo Juan Carlos Soriano, el periodista turolense que vive, trabaja y triunfa en Madrid, en el campo de la cultura. Busco los ecos de la presentación en el Congreso y hallo esta completa crónica, para Aragón Digital, de Jorge Fernández Díaz. Como contiene extensa información, he sido admirador de Pilar (me habló maravillas de ella su tío Mariano Romance, en el hotel Guadalope y ante la Colegiata), tomo de la red este texto, insisto, de Aragón Digital y de su redactor Jorge Fernández Díaz, y aquí lo cuelgo. El libro de Pilar Narvión lo ha publicado el sello Perruca, de los impresores y del escritor, periodista y profesor Antonio Losantos.]
A sus 85 años de edad, la periodista turolense Pilar Narvión (nacida en Alcañiz) acaba de estrenar su primer libro, aunque lo ha haya escrito una tercera persona. Su coterruño y pupilo Juan Carlos Soriano, ha presentado esta tarde en una abarrotada Sala de Columnas del Congreso de los Diputados el libro Pilar Narvión: Andanzas de una periodista perezosa. Pilar Narvión fue la “madre de toda una generación de periodistas”, según Soriano, que ha crecido a su amparo; y este libro tiene como fin rescatarla para que la conozcan las venideras.Al salir este libro mucha gente se ha planteado dos preguntas: por qué no ha escrito la propia Pilar sus memorias y por qué el título del libro. Y las dos, comenta el periodista Juan Carlos Soriano, tienen la misma respuesta: por “vagancia”. Pilar viene de una familia “vagante y extravagante”, y ella misma decía que llevaba la holgazanería en los genes. Cuando le preguntan porque nunca se ha casado, siempre responde lo mismo: primero, por que “soy muy distraída y puede pasar delante de mis narices el amor de mi vida y no darme cuenta”; segundo, “¡qué pereza!”
Andanzas de una periodista perezosa, es lo más sustancioso de una docena de tardes de conversación con Pilar Narvión. Juan CarlosSoriano- que la conoce desde que era directora en el diario Pueblo y él un joven periodista- se ha esforzado por que la voz de Pilar suene tal como es: “Con sus latiguillos, con sus digresiones y con su sentido del humor”. Por eso ha optado por el formato entrevista. No se ha visto capaz de hablar de Pilar en primera persona.
Las niñas del Pilar
Para Juan Carlos Soriano, Pilar Narvión fue algo más que su jefa, fue su mentora: “no sólo me pagaba las crónicas que escribía, sino que me prestaba libros, me aconsejaba y encauzaba mis lecturas”. Así mismo piensa la periodista y escritora, Julia Navarro. Ella se considera una de las niñas de Pilar. El grupo lo conformaban un grupo de jóvenes periodistas parlamentarias, entre ellas Rosa Villacastín, Charo Zarzalejos y Susana Olmo. En el Congreso se les conocía así; y Pilar las llevaba avergonzadas de la mano para que conociesen a Adolfo Suarez, Fraga, Carrillo, la Pasionaria…
Pilar Narvión los conocía a todos y trataba con ellos como si estuviese en el salón de su casa. Por su inseparable moño, comenta Julia Navarro, “muchos la tenían por conservadora y de derechas”; pero no era así Pilar es “abierta, conservadora y sobretodo demócrata”. Era una mujer libre, que había estado de corresponsal en Roma, en París, que había recorrido los Paises Escandinavos y había entrado de incógnito en la antigua Unión Soviética; siendo testigo directo de los principales acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX.A su regreso a España, en plena transición, Pilar Narvión era una periodista más que curtida y supo transmitir a sus niñas su semblanza y sabiduría. Durante la presentación del libro, Julia Navarro ha recordado uno de los episodios más apasionantes del Congreso de los Diputados. La tarde del 23-F cuando Tejero entra con sus guardias civiles pegando tiros, todos los periodistas se tiran al suelo atemorizados, las más jóvenes intentan vislumbrar lo que está ocurriendo entra lágrimas y sollozos, mientras que Pilar, sentada, sin perder la compostura, sentencia: “Niñas, apuntad la hora y fijaros bien en todo lo que pasa; esto es lo que en los libros de Historia se llama un golpe de estado”.
La tía Pili
Otro periodista ha querido hablar de Pilar Narvión desde otra perspectiva más familiar. Se trata de su sobrino Javier Capitán, una de las voces más entretenidas de RNE y antiguo presentador de El Informal. Capitán debe su vocación de periodista a su “tía Pili”, y ella a su vez lo endeudó de su tío Mariano Romance. Un personaje estrafalario que “se empeño en abrir periódicos en el bajo Aragón hasta arruinarse”. Pilar Narvión comenzó a trabajar para él con siete años: iba todos lo días a la estación de Alcañiz para tomar nota de los “célebres” viajeros que llegaban y escribir la crónica social de la pequeña ciudad.
Pilar Narvión ha sido una “periodista de raza toda su vida”, afirma Javier Capitan, y hoy “continúa siendo periodista”. A sus 85 años le sigue acompañando siempre un periódico o un libro bajo el brazo. Sigue teniendo la “mente lúcida”, aunque el cuerpo “un poco maltrecho”, por eso su sobrino a querido excusar su ausencia en el auditorio en el que tantos amigos y compañeros se habían congregado para la presentación de su libro. Capitán ha aducido, además de sus problemas físicos, que la tía Pili se ha vuelto “un poco coqueta” con los años y no quiere presentarse en ningún lugar con el moño mal puesto.También con la edad le ha “afilado el sentido del humor” tan aragonés que destilaba su mentor, el tío Lorenzo. A aquel una vez su novia de la juventud, con la que todavía paseaba cogido de la mano en la senectud, le preguntó: “Lorenzo, ¿nos casamos o qué?” A lo que él respondió: "o ¿qué?".
*La noche en que Tejero quiso acabar con la democracia, pese a la oposición de Suárez y de Gutiérrez Mellado. Pilar Narvión informó de este momento y dirigió a un equipo de periodistas en este instante tan importante.
UN ARTISTA EN EL ROCK: LALO CRUCES

A veces suceden cosas así: por error había subido a la información de Pilar Narvión un cartel de Eduardo “Lalo” Cruces, el artista y graffitero que acompaña al grupo Voyeur, de Yago Alonso, en sus conciertos. Ésta es una de las obras que realizó para el grupo en el último concierto, con el título de cada una de las canciones. Voyeur va a participar en Borradores en las próximas semanas.
NOTAS DE UN VIAJE AL INSTITUTO DE BORJA

Me encanta ir a los institutos a conversar con los alumnos de ESO o de Bachillerato. Este año he estado en varios lugares, dentro del ciclo “Invitación a la lectura”, y ha sido para mí, de nuevo, una magnífica experiencia. Descubres muchas cosas de los alumnos y, sobre todo, nuevas miradas sobre tus libros. De golpe, ellos han visto una frase, un pensamiento, un fragmento que les ha encantado o que les ha llamado la atención.
En el Instituto Juan de Lanuza de Borja habían leído en varios cursos de Lengua y Literatura mi libro “Los seres imposibles” (Destino, 1999), un libro que es como un homenaje particular al bestiario aragonés y a la vez un inventario de fábulas, un libro por otra parte muy familiar y amical: en él andan mis hijos (Diego, cuando tenía obsesión por los tigres; Jorge, cuando soñaba el cuento de un ciego; Aloma, cuando fue tirada al abrevadero en La Iglesuela del Cid y decidí convertirla en rana…), algunos de mis amigos (Ángel Artal Burriel contempla unas fotos de Patricio Julve que retrató a una Lady Godiva, aragonesa y desnuda, a caballo; Fernando Sanmartín me regaló la historia de Bruno Martín de Villarluengo; Ángel Crespo, que habita su casa encantada de Calaceite) y muchos de los temas que me interesan y me preocupan: la presencia de los artistas, la existencia de las sirenas, esos personajes un tanto desvalidos que tiene una grandeza de alma casi infinita. Como Abel Millán. Como Fermín Arrudi, el coloso de la música.
Nada más llegar a Borja vi el recibimiento gráfico en varias paredes. Una excelente pintora, Elisa, había seleccionado algunos textos, entre ellos uno de los mejores del libro “El escritor imposible” y distintas frases, e incluso piezas breves, y las había ilustrado con su propia mano o con imágenes de internet, tratadas a su antojo. En el salón de actos, donde se ensayaban bailes, piezas de rap y alguna composición clásica de Bach o Haendel, entre otros, habían colocado unos paneles preciosos (luego me dijeron que los había hecho el conserje) donde los estudiantes habían elegido sus fragmentos, sus aforismos, y los habían decorado con imágenes elegidas por ellos, manipuladas en algunos casos. Habían elegido frases que casi no me acordaba que había escrito. Por ejemplo, recordando a los caballos y al pintor Gericault, habían seleccionado una que es de mis favoritas: “Los caballos no piensan. Corren”. El conductor Atín, de Calamocha, recoge a la bella Margarita Artal, amante de Salustio Bienzobas (algunos dicen que les recuerda mucho a Procopio Pignatelli), y la mira con tal intensidad y asombro que ella le dice: “No enloquezcas. Soy de carne y hueso y a veces bostezo”. O también habían reparado en algo demasiado elemental e ingenuo: “¿Un poeta?, le preguntaban. Sí, es un hombre solitario que dice cosas bonitas con las palabras”.
Al leer esta cita recordé algo curioso: la noche anterior, la profesora Pilar Peris me había mandado uno de sus últimos poemas, lo colgué en el blog y decidí concluir así mi presencia en Borja. Pilar, arropadas por los compañeros (Pilar, Barbara, José Luis Corman, Chus, etc.), recibió un largo y emocionante aplauso de los alumnos. Algunos no sabían que su profesora de música escribe versos.Lo pasé realmente bien. Viajé con Ana Alcolea, que ha tenido un gran éxito con sus novelas infantiles y ahora les transmite sus experiencias como novelista a sus alumnos contándoles los secretos de “El medallón perdido” (Anaya), y con Ramón Acín, que prepara la exposición de José María Conget y la edición de una nueva novela juvenil: “Misterio en el collado” (Anaya). Hacía mucho tiempo queno conversábamos durante una hora: de Zaragoza a Mallén y de Mallén a Borja.
Esta es la tercera vez que voy al instituto de Borja: fui en 1991; volví hace cinco o seis años, invitado por Trinidad Ruiz-Marcellán, hablamos de “Los pasajeros del estío” (un libro de Olifante que ha recuperado estos días, con su probada gentileza, Miguel Mena. Fue mi primer homenaje absoluto a Teruel) y regresé ayer. Fue un día realmente precioso. Los alumnos estuvieron encantadores y atentos durante una hora y media. Y eran alrededor de cien.
Mil gracias a todos: a los estudiantes, a Bárbara y Pilar (que me trajeron entre risas a Zaragoza), a Chus, a José Luis Corman (que me contó los secretos de Borja y comarca, y me recordó al inolvidable Miguel Ángel Bordejé).
Me dio un poco de lástima que esta vez no les pudiese contar a los chavales mi pasión por su paisano Pepe Nogués, el arquero de goma que fue internacional una vez sustituyendo a Ricardo Zamora, ante la Italia de Giuseppe Meazza.
*Hablamos de Theodor Gericault, el gran pintor de caballos, y citamos su cuadro "La balsa de la medusa".
EL REAL ZARAGOZA JUEGA MEJOR Y PIERDE

1. Por esas cosas del azar incómodo, Jorge y Diego jugaban ayer a la misma hora. O casi. Jorge, con su equipo líder del Utebo de cadetes, se enfrentaba a las cinco y media a un auténtico hueso: el Escalerillas, que venía a dos puntos y en busca del liderato. Y Diego, contra el Montecarlo, a las seis con el Garrapinillos de juveniles. El periodista y entrenador Carlos Arnal me había llamado previamente: quería ver un poco a Jorge y quería seguir con atención a Diego. Busca un medio centro, con capacidad para orientar el juego, para su equipo del año próximo.
2. En ese instante, me marché al campo del Garrapinillos. Los locales, avanzada la primera mitad, perdían por 0-1. Empataron poco antes del descanso, y así se fueron a la caseta. En la segunda parte, el Montecarlo volvió a marcar. Calentaban en la banda Adrián Serna y Mario Martín, cuya condición física en los últimos tiempos está más bien baja. Salieron y empezó en festival. Diego encontró mejor conexión con los delanteros y empezaron a llegar los goles. Mario Martín, en veinte minutos maravillosos, marcó tres goles: dos de falta, el segundo y el cuarto, y el tercero tras un jugadón impresionante de Diego, que encontraba más energía y mayor fondo a medida que avanzaban los minutos. El Montecarlo protestó un poco el arbitraje, pero la victoria del Garrapinillos fue totalmente justa. Contó con la colaboración de arquero rival, más bien inseguro, y con la astucia de Mario Martín, que firmó un "hat trick", como en sus mejores días. Todo el equipo estuvo a buen nivel, especialmente en la segunda mitad.
3. Esta tarde he visto al Real Zaragoza. Jugó el mejor partido fuera de casa que le recuerdo en mucho tiempo. Generó ocasiones, tuvo el balón, dio sensación de profundidad y talla de equipo, pero Oliveira (que estuvo inmenso aunque sin precisión y sin fortuna. No creo que nadie echase en falta a Diegol Milito) remató una y otra vez. A veces es un tanto alocado, pero de esa rabia y de esa intuición nace también su peligro. Posee una velocidad vertiginosa. Se ve le rebasar, metro a metro, centímetro a centímetro, a los rivales. Es un atleta-ciclón desmelenado, que contó con la ayuda de Sergio García y de algunos momentos de gran nivel de Óscar; hoy Matuzalem se vio menos, aunque también estuvo a punto de marcar, eso sí, posee un guante en la zurda y es un futbolista exquisito, elegante y exacto en sus pases. En desagravio de la tarde roma ante el gol de Oliveira, hay que recordar las magníficas paradas de Diego López, toda una revelación.
El Real Zaragoza nunca se dio por vencido, nunca perdió la fe, y parecía que de un instante a otro, por la calidad de su juego, por el orden y la ambición de su estrategia, iba a llegar el empate. El árbitro se inventó un penalti inexistente (o cuando menos bastante discutible, bastante gratuito), y el Villarreal, tras el tanto, jugó y ganó a sus anchas. Con falsa suficiencia. Su fútbol, en realidad, fue un puro espejismo. No pudo nunca con el del visitante salvo en los inapelables dígitos. Marcó en dos golpes de suerte: en el primero, dio la sensación de que César podía haber hecho algo más; en el segundo, el colegiado le concedió un regalo que no quiso otorgar en la primera parte a los blanquillos tras un derribo a Oliveira. Quien jugó, quien dominó, quien ofreció el mejor balompié de la tarde, fue el Real Zaragoza.
En esta ocasión, a pesar de una derrota que nos lleva a volver a vivir peligrosamente, el buen juego y la recuperación del bloque debe ser un consuelo. El Real Zaragoza se hizo acreedor a la victoria.
*Esta foto de Ricardo Oliveira es del archivo de El mundo.
NENA Y PALMA: UNA FOTO DE MARÍA CLAU

Soy un seguidor absoluto de las fotos de Mariano Gistaín. Me gusta su forma de mirar, su percepción de Zaragoza, su olfato para el color, lo pintoresco, lo cotidiano y lo inesperado. Hoy publica esta foto, esta “nena” que, en realidad, la ha hecho la periodista María Clau, esa mujer simpática y dulce que ha aparecido en su vida para devolverle la alegría, el entusiasmo, la quimera continua de la pasión.
La foto es mucho más espectacular en el registro gistain.net, pero mi impericia me impide que tenga aquí idéntica fuerza. Pero aquí está, con su hechizo…
RETROSPECTIVO EXISTENTE DE MIGUEL LABORDETA

Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo. Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie,
nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
*Llevo varios días trabajando sobre Miguel Labordeta, y aquí os dejo este magnífico poema y la caricatura de José Luis Cano, del libro Aragoneses ilustres, ilustrados e iluminados de José Luis Cano y Antón Castro.
MUJERES INOLVIDABLES 15 / IRVING PENN

Una enigmática foto de Irving Penn.
ALFREDO LANDA, MAÑANA EN EL RESERVADO

Alfredo Landa concede a “El reservado” la primera entrevista después de los Premios Goya
Alfredo Landa, uno de los actores más respetados y populares de la historia del cine español, ha concedido a “El reservado”, el programa que presenta y dirige Luis Alegre en Aragón Televisión, su primera entrevista después de los Premios Goya, en la que, entre otras muchas cosas, relata numerosas anécdotas de su vida y habla abiertamente de su distanciamiento de José Luis Garci y del “choque emocional” que sufrió cuando recibió el Goya de Honor.
La larga entrevista se emitirá en dos entregas, el lunes 17 de marzo y el lunes 24 de marzo.
Durante el primer programa, Alfredo Landa (nacido en Pamplona en 1933), recuerda su infancia y juventud en Figueras y San Sebastián, la figura de sus padres, el nacimiento de su vocación o sus primeros tiempos en Madrid, en los que compartió piso con la actriz Concha Leza, el productor Elías Querejeta y su mujer Maiki Marín, “la chica más guapa de San Sebastián”. La evocación de su adolescencia le provoca al actor deslizar algunas confesiones insólitas sobre su primer amor –una compañera de clase que nunca reparó en él- y sobre sus primeros escarceos “eróticos”.
“El reservado” se emite mañana lunes a las 01:30 horas.
*La foto, que corresponde a la ceremonia de los Goya, pertenece al blog del equipo Lo que yo te diga. www.loqueyotediga.net., que lideran Elio Castro, Juan Zabala y Antonio Martínez, a los que Luis invitó al ciclo de "La buena estrella".
LAS VISIONES DEL DELIRIO: FRANCESCA WOODMAN / 1

La fotógrafa Francesca Woodman ha aparecido en varias ocasiones en este blog. Hoy vuelve a hacerlo porque, entre otras cosas, El País Semanal le dedica un reportaje con una amplia selección de sus fotos; sigue la estela del homenaje que le rinde la revista C. International Photo Magazine, que dirige Elena Fernández Ochoa. Nacida en Denver en 1958 y fallecida en Nueva Cork en 1981, antes de cumplir los 22 años (Francesca se arrojó por la ventana), ha dejado una colección de 800 negativos, de los que se han venido manejando poco más de 120.
Francesca, hija de padres artistas, estudió arte y diseño en la Escuela de Rhode Island. Poco después se trasladó a Roma, y allí empezó a realizar fotografía experimental en la que ella era la protagonista. Le interesaron las esculturas barrocas, las fuentes y, sobre todo, el tema de los ángeles. De vida breve, tan breve como misteriosa, se dice de ella que le interesaba mucho la obra de Duane Michals, Man Ray, Weegee (el fotógrafo húngaro y reportero de crímenes y de la sociedad neoyorquina) y Aaron Siskind.
Francesca Woodman encarna la visión poética y subjetiva de la fotografía: parece contar cuentos, parece proponer escenas surrealistas y de identidad, de refinada sensibilidad. Aborda el desnudo una y otra vez, los cuerpos flotantes, la idea de la máscara, y crea siempre una atmósfera especial y turbadora. Se pensaba que tenía problemas mentales. Quizá sea así. Creó imágenes que evocan los sueños de Alicia, la libertad, la habitaciones del delirio, el fondo del espejo. Llevó un cuaderno rosa donde apuntaba frases, palabras, poemas, donde concebía fotos.
A su amigo del colegio, Sloan Rankin, le confesó: “Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones… en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”
Poco después, como es sabido, se arrojó por la ventana.
LAS VISIONES. FRANCISCA WOODMAN / 2

LAS VISIONES: FRANCESCA WOODMAN / 3

El misterio de las habitaciones del sueño.
O la ninfa, o ángel, que sueña a contraluz.
UN AUTORRETRATO: FRANCESCA WOODMAN / 4

Así, bajo la maraña de la luz, Francesca se desdibujaba así misma.
LA VIDA DE OSCAR RINGO BONAVENA, AL CINE

Hace muchos años, en 1970, con mi padre Benito do Touciñeiro, vi el combate entre Oscar Ringo Bonavena y Cassius Clay, Mohammed Ali. Fue en el Madison Square Garden, juraría yo que lo vimos en diferido en TVE: aquel púgil argentino, el hombre que había liquidado a Goyo Peralta en el Luna Park, era capaz de lo mejor y de lo peor. Con Ali fue capaz de lo mejor: en un combate duro, en el que mostró su capacidad de encaje y su fuerza, Bonavena soltó un terrible manotazo a Clay y lo envió a la lona. Éste, que había dominado el combate de principio a fin ante la roca argentina, acabó venciendo por K. O. técnico en el último asalto tras enviarlo hasta tres veces al tapiz. Bonavena no fue capaz de mucho más.
Aquel combate con Ali, que perdería luego con Joe Frazier y acabaría coronándose campeón de nuevo tras vencer a George Foreman, fue el momento de máxima fama de Bonavena. En 1976, intentó desafiar de nuevo al ex campeón, al que había llamado varias veces “gallina”; se instaló en Reno, Nevada, y allí esperaba, en una caravana que estaba en frente de un prostíbulo, donde debía tener una amante con la que se casó fugazmente para poder esperar la segunda oportunidad. En realidad, también cortejaba a una mujer mayor, 26 años mayor que él, Sally Conforte, cuyo marido Joe Conforte, dueño del prostíbulo (otros hablan de cabaret) habría encargado a Willard Ross Bryme que le disparase mortalmente un 22 de mayo de ese año. A su entierro asistieron más de 150.000 personas.
Ahora, el realizador Taylor Hacford va a realizar una película sobre él, sobre aquella muerte, sobre sus relaciones sentimentales, sobre la pelea con Clay. Actuarán Joe Pesci, como Jim, Helen Mirren (esposa del realizador y Oscar de Hollywood), como Sally, y de Bonavea hará el actor española Sergio Peris-Mencheta.
El País Semanal de hoy da cuenta de esta noticia. Bonavena fue uno de los grandes púgilos argentinos con Luis Firpo, el Toro Salvaje de la Pampa, el gran Nicolino Loche, Carlos Demoledor Monzón (campeón invencible de los pesos medios: batió a Nino Benvenutti, a Emili Griffith, a Jean Claude Boutier, a Bennie Briscoe, a José Mantequilla Nápoles y a Rodrigo Valdés, en dos ocasiones, entre otros ) y el citado Goyo Peralta, entre otros.
ALI- BONAVENA: MÁS DURA FUE LA CAÍDA

Bonavena había hecho besar la lona a Ali, pero éste se vengó en el último asalto al derribarlo en tres ocasiones. Fotograma del fin.
FERNANDO SANMARTÍN: AVANCE DE SU NUEVO POEMARIO

LA INVITÓ A UN CAFÉ
cuando se encontraron,
después de no verse
durante meses,
en la biblioteca
a la que él nunca iba.
Y así comenzó el vértigo.
Y las primeras nociones
de los naipes.
Próximamente, el poeta Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959), autor de libros magníficos como Apuntes de París o La infancia y sus cómplices, va a publicar el pomario Infiel a los disfraces en el sello malagueño Centro Cultural del 27, en su colección “El castillo del inglés”. Éste es una de las piezas del volumen.
*La foto es de Tania Gramatykova.
FERNANDO SANMARTÍN: OTRO POEMA DE AMOR

Lo había elegido ella.
Pero cuando se besaron,
la vieja amistad dio paso
a otra cosa.
Y volvieron a la ciudad
en coches separados.
Desfigurándose.
*Antes del verano, Fernando Sanmartín publicará en su sello más habitual, Xordica, un libro de ésos sin género, tan suyo: evocación, diario, libro de cuentos o de aforismos, novela corta. Se titulará Heridas causadas por tres rinocerontes.
*La foto de Eve Marie Saint es de Peter Basch.
CRISTINA GRANDE PUBLICA "NATURALEZA INFIEL"

El pasado sábado, en Yo Dona, leí una nota sobre la primera novela de Cristina Grande (Lanaja, 1962), que iba a titularse Renata y que al final se titula Naturaleza infiel (RBA). Título que me gusta más y que es el título de un capítulo de esta novela que ha contratado el joven y talentoso editor Malcolm Otero Barral. Esta tarde, después de llevar a Sara a las clases de danza de Emilia Bailo, entré como casi todos los lunes en Los Portadores de Sueños. Pregunté por el libro de Cristina y quedaba un ejemplar en el escaparate. Me lo llevé, y ya he empezado a leerlo.
No puedo definirlo todavía, pero relata una historia de familia, protagonizada por dos hermanas, María y Renata, que viven peligrosamente a veces (la droga, incluso la cocaína, anda por ahí como una tentación; el sexo también), por los padres (él bebía, trasnochaba, debía hacerle un poco la vida imposible a su mujer y murió de un infarto; ella soñó con divorciarse, se reconcilió con él y recomendaba a sus hijas que aprendiesen a ser autónomas. En la tercera página del libro se dice que eran un poco como Vivien Leigh y Clark Gable en Lo que el vieno se llevó), por otros personajes como la tía Genoveva y por unos abuelos bastante particulares, cuando no pintorescos, al abuelo le gustaba la ópera, y pescar porque era “calmoso y taciturno”. La abuela era una indomable matriarca.
Por lo que he leído hasta ahora ya he visto que hay muchas cosas que me gustan. Por ejemplo, a pesar de que Cristina y yo somos amigos desde hace veinte años, no sabía que una de sus películas favoritas (en realidad, la de la madre de la hermana que cuenta la historia: Renata) era Cuando ruge la marabunta, con Charlton Heston y Eleanor Parker. La he visto muchas veces y siempre me ha fascinado. Siempre he amado a Eleanor Parker –me ha gustado mucho que Cristina reproduzca algunas frases de sus filosos diálogos: “¿No sabe usted que los instrumentos usados suenan mejor?”, le dice Parker, que ya ha estado casada, a Heston-, y siempre he identificado a Heston con mi padre. Ya sé que no debía haber dicho esto porque el carácter tan conservador y militarista del actor lo estropea, pero eso lo descubrí luego. Me ha hecho ilusión que uno de los capítulos –la novela está estructurada en forma de pequeños capítulos- se llame “Golpes de mar”, como mi último libro de ficciones, y otro “La puta calor”, y que episósidamente evoque a Perico Fernández.
Cristina Grande es autora de dos espléndidos libros, de prosa miniada y ternura seca: La novia parapente y Dirección noche, ambos en Xordica. Me ha parecido que aquí están los dos, y también idéntica pericia narrativa y además un tenso, rico y turbio friso familiar inequívocamente novelesco.
*Fotograma de Cuando ruge la marabunta (1954), con Eleanor Parker y Charlton Heston.
ELEANOR PARKER Y EL PIANO USADO

Encuentro la versióncompleta de este diálogo de la película, y lo copio aquí, junto a la fotografía de una bella Eleanor Parker. Cristina la explica muy bien en el libro.
HESTON:—Señora… Ha visto usted mi casa, tardé siete años en construirla, un auténtico milagro en el corazón de la selva. La gente se reía de mí, de mi afán por conseguirla, pero yo no hice caso, quería rodearme de las cosas hermosas de la vida. Crear una familia y poder ofrecerle una casa de la que me sentí siempre orgulloso, en unas tierras que arrebaté a la selva y al río sólo con mi voluntad. ¡La única exigencia que yo imponía era que todo cuanto subiese por el río fuese nuevo, que valiera la pena! ¡El piano ante el cual se sienta jamás fue abierto por nadie antes de su maldita llegada!
PARKER:—Si usted supiera más de música, se daría cuenta de que un piano suena mejor cuando se ha tocado. Este no es un buen piano…
QUERIDO MIGUEL. POR JOSÉ ANTONIO LA BORDETA

Escribo estas palabras
sobre la misma mesa
en que lo hizo mi hermano Miguel.
Él escribía poemas de argonautas
y yo los busco
en la papelería de al lado de mi casa.
Su mundo se descubre
en el cajón corrido
y el mío se queda solo
en el pequeño cuarterón
de la sala de estar.
He aquí la diferencia
entre un poeta
y un versificador sentimental.
El número 123 de Rolde. Revista de Cultura Aragonesa viene muy cargado de temas de interés. Ofrece artículos sobre Katia Acín, Fermín Galán, Palmira Plá, el músico de Mequinenza José Soler Casabona (gran amigo de Pablo Gargallo, y de Apollinaire, Picasso…) o la Zaragoza de la Expo. La sección de artes está dedicada a dos jóvenes artistas como Ana Lóbez y Blanca BK Gimeno. E incorpora, entre otros asuntos, una selección de poemas de un libro que está escribiendo José Antonio Labordeta. Libro de familia. Reproduzco aquí uno de ellos, dedicado a su hermano Miguel. La portada y las ilustraciones de los poemas de José Antonio Labordeta corresponden al arquitecto, pintor y dibujante José Manuel Pérez Latorre.
*La foto de Miguel la hizo el gran fotógrafo Joaquín Alcón.
LA VIDA PRIVADA DE LAS OLAS

Estábamos callados.
Manteníamos, no obstante, una conversación.
Tu manera de desnudarte frente al mar
me prevenía de tus próximos pasos,
no es necesario mover la boca para que las personas
compartan contigo sus planes.
Anduviste, pero nadie excepto yo,conocería nunca ese secreto.
No habías contado con un pequeño detalle;
cuando alguien camina hacia el mar
sus huellas ya no vuelven a existir,
las olas llevan siglos cobrando ese peaje a los que osan interrumpir la sincronía de su vida privada.
*Poema de Sonia Fides. Hacía alguna semana que no podía visitar el nuevo blog de la poeta Sonia Fides. Ya Sonia Fides para siempre. Tras su visita a mi blog, puedo dar con el suyo, navego un poco y encuentro este poema. Busco otra foto, la suya es preciosa, pero tampoco hay que repetirse. Los poemas del mar, aún más que los del amor, son mis preferidos. Y así alimento el blog tan de mañana.
*La foto es de Tony Meneguzzo.
UNA SIRENA DE JOSEMA CARRASCO

LA SIRENA
Su origen es incierto. Algunos dicen que la sirena del pantano de la Tranquera no es propiamente marina, sino que fue el loco y poeta Muntadas, el mismo que descubrió el oculto cauce del Piedra entre grutas y pasadizos, quien la trajo de Irlanda en una tinaja de ganado vacuno y en agua dulce con la absoluta garantía de que era inmortal; otros aseguran que es uno de los escasos restos del viejo pueblo inundado y que vivía en el cuarto de baño de un viejo labrador de la comarca, rodeada de truchas y de barbos.
El poeta local y fotógrafo, Verón Gormaz, ha escrito que la sirena desciende de aquellas ninfas de la ribera que acompañaban el curso del Piedra y refiere en diversos textos que el poeta Marcial, procedente de esos parajes, y los monjes cistercienses tenían el corazón ganado por estas hermosas criaturas del río, que mantenían profusa correspondencia con sus hermanas del mar. Verón, sin embargo, es de los que jamás ha podido contemplar la sirena: en más de una ocasión ha hecho guardia entre los juncos y los peñascos, armado con su cámara, a la espera de verla aparecer al pie de un cantil, mientras canta a la luna o pasea en una pequeña balsa de juncos. Pero todo ha sido en vano. ¡Con lo que hubiera dado por una de sus fotos levemente difuminadas, heridas de color y añoranza, con la sirena irrumpiendo de una mata de juncos!
Más allá de las conjeturas acerca de su procedencia, nadie discute la presencia de la sirena en el pantano. Suele aparecérseles a los pastores y a los bañistas a la caída de la tarde, con el cabello largo y rubio y los ojos rasgados. Siempre va desnuda, emplea collares de nácar con perlas de sarmiento, y la cola es de un color verdoso, casi ambarino. Durante el día vive sumergida bajo las aguas y, al parecer, posee una mansión acristalada decorada con restos de yedra y árboles gigantes. Los que la han oído cantar aseguran que no habla castellano, que se perfuma con excremento de calandria y que en los días de agosto entona unas melodías taciturnas que envuelven no sólo el pueblo viejo de Nuévalos, sino a todo el monasterio de Piedra, bajo una letanía lentísima y obsesiva que invita al sueño pero también al amor.
—Ya decía yo —suele comentar el anciano Rosmundo—: alguna explicación había de tener que a todas las mujeres de la villa les empiece a abultar la barriga a mitad del invierno.
*Mi amigo el ilustrador, diseñador gráfico y poeta Josema Carrasco me envío ayer esta sirena, conocedor de mi gran afición. Busco un texto adecuado y le coloco esta narración que aparecía en Los seres imposibles (Destino, 1998), el libro que compartí hace unos días con los estudiantes de la ESO de Borja.
ÁNGEL GUINDA: HISTORIA DE UNA AMISTAD

Conocí a Ángel Guinda muy tarde, hacia 1986 ó 1987, cuando ingresó en el Real Hospital de Madrid o en un anexo de las afueras, cerca de Vallecas.
Lo que yo sabía de él hasta entonces era pura leyenda. Era el poeta maldito, el ángel oscuro de la ciudad, el vate lírico y etílico, el gato resucitado de Baudelaire.
En realidad lo empecé a conocer sin haberlo visto jamás. Cuando llegué a Zaragoza hacia 1979, entablé amistad con Luis Felipe Alegre (en realidad los dos perseguíamos a la misma chica, una estudiante de Medicina, o eso creía yo) y las disputas las organizábamos de la manera más pintoresca: Luis Felipe y yo nos recitábamos poemas el uno al otro a ver quién acertaba más. Siempre ganaba él porque una vez que agotaba el repertorio del 27, de Celaya y León Felipe, lo que yo me sabía, siempre sacaba a un poeta que se me antojaba anónimo, y más bien procaz para mí. Después de haberme humillado me enseñaba el poema manuscrito y así fui conociendo las sucesivas versiones de Muchachas de instituto (Creo que había un verso que decía "No os masturbéis de Dios". Estaba claro que el amigo de mi amigo, es decir Ángel Guinda, era un degenerado). Aunque luego empezó a entrarme algo mejor aquel tipo porque decía "Cuando pasen los aviones te seguiré queriendo". Yo era muy sentimental. Así supe de la existencia de Ángel Guinda.
Otro día lo vi en persona, en carne mortal en Zaragoza, en una callejuela de San Miguel, en un restaurante que creo que se llamaba El Benjamín. Estuve a punto de saludarlo, estaba ante el poeta Guinda, ante el santo bebedor de la ciudad, y quise decirle aquello que había que confesarle a los poetas: "Maestro y maldito. Soy amigo de Luis Felipe Alegre, yo también le admiro y leo sus poemas en versión autógrafa, aunque me cuesta entender su letra". Yo me preguntaba qué clase de maestro de escuela sería aquel tipo que escribía tan mal. (Pronto me daría cuenta de que su caligrafía no era tan mala, pero entonces yo era muy quisquilloso y purista con las virtudes ajenas.)
Luego supe más cosas: alguien me recordó estos días lo que alguien me contó por entonces. El divino vate era un maestro de happening poético: de vez en cuando, en el Balmoral, en un arrebato de inspiración se quitaba los calcetines y los pasaba ante las narices de sus traspuestos admiradores al grito de guerra: "Así huelen los calcetines del poeta. Así huelen los calcetines del poeta". Pero además, Ángel, que alguna vez soñó dedicar sus libros con su propia sangre o con excrementos, era un escritor travieso y goloso y a lo largo y ancho de sus viajes por el mundo cometió pecados de irrespetuosidad y de candor: ninguno tan impresionante y terrible como aquel día que le pegó en el trasero de Luciano Gracia un chicle en el metro de París.
Sin atreverme a presentarme, volví a verlo en un pub de San José con mi amigo Luis Felipe Alegre, que seguía recitándoles poemas de Machado a mi proyecto de novia en su ventana. Aquel día el poeta maldito me cayó un poco gordo: primero porque no había mantenido la versión procaz de su poema Muchachas de instituto en su poemario Vida ávida y luego porque se esforzó en exceso en mantener intacta su leyenda de santo bebedor. Seguía yendo de negro y no era nada simpático. Parecía tener cara de herrero y el alma enfurruñada.
Pero por fin lo conocí. Fue en mi casa de la calle Estudios, gracias a su editora Trinidad Ruiz Marcellán, la editora de Olifante, su primera mujer y su permanente ángel protector, pero aquel día de 1986 o 1987 conseguí vengarme: le di de beber tanto aguardiente que al final no se tuvo de pie y hablaba como un gangoso o como un tartamudo. Fue una tarde calamitosa, pero bonita. Había conocido al poeta, al santo, a mi héroe de tantas noches en Independencia y el Angel Azul en mi terreno y me dedicó uno de sus libros. La edición amarilla de Vida ávida.
A los pocos días me llamó hermano (eso es lo que me ha llamado desde entonces, pero yo siempre lo he sentido como un primo, que es el parentesco más definitivo para un gallego) y me dijo que se marchaba a Madrid a curarse al hospital. Estuvo en la resistencia, en el claustro, en el Manzanares y en Las Ventas, su santuario predilecto. Otro amigo, de juventud tan disipada como la suya y seguramente más feroz y agrio, me dijo: "Menos mal que la ciudad se ha librado de uno de sus demonios". En realidad, Zaragoza se había ganado a su mejor amigo, después de Luis Alegre.
En todos estos años, más de una década, he visto como Ángel dejaba de ser un arcángel terrible y se volvía un ángel bueno, aunque doliente. La muerte, la juventud perdida, el peso aplastante de los excesos parecían cebarse en él. Observé con regocijo que seguía siendo un buen forofo del fútbol y Joselitista hasta la muerte. Creo que llevó a vivir con él un gato que se llamaba Baudelaire. Y empezó a soltar lastre y gravedad de poeta clásico y melancólico: empezó a bailar con los puñales de la añoranza y con la asechanza de la muerte. La muerte como tema, como obsesión, aunque él --al menos para los amigos-- estaba más vivo que cuando era un ciudadano impresentable aunque un vate genial y taciturno. Ahora lo único taciturno en Ángel Guinda es su poesía, horaciana, devoradora y doliente, poesía de la pérdida y de la delgada esperanza. Poesía suya y personal, virtuosa en su concisión, al modo de Cernuda, Brines: intimidad heroica e irremediable.
Me gusta mucho esta sentencia de Conocimiento del medio: "De vida está hecha la vida. Sórbela lentamente hasta morir". Este libro, como dice Antonio Gamoneda, es un libro de culminaciones. Autor de poemarios y versos tan acertados, me gusta especialmente éste: "Toda la belleza del mundo cabe en una brizna de hierba" Ángel Guinda está más vivo que nunca, habita cerca de las estrellas y a ras de tierra, en la pasión, en la plenitud de la hermosura, en la palabra que amansa y purifica todas las enfermedades. Cierro esta nota, hallada entre mis papeles antiguos, con este canto a la vida:
Saborea la savia, húmeda aún,
de los árboles talados, la clorofila,
el polen. Escucha,
tras la exaltación de los pájaros, el coro
de los insectos, la oración
del arroyo, el rápido y furtivo
deambular de los roedores.
Todo tan vivo para que vivas tú.
CRISTINA GRANDE: DOS FRAGMENTOS CON FOTO

[Cristina Grande (Lanaja, Huesca, 1962) también es fotógrafa. Y la fotografía ocupa una parte muy importante en el libro. El padre de la protagonista Renata hace fotos constantemente. Y, según me cuenta Eva Cosculluela y luego me confirma la propia Cristina, la bellísima foto de portada la realizó el propio padre de Cristina. Es una diapositiva. Cristina me envía una copia de la portada. Y yo copio aquí dos fragmentos fotográficos del libro:]
TODO ESOS ROLLOS
Mi padre hacía fotografías. Tenía una Kodak Retina II con funda de cuero marrón que solía llevar colgada al cuello. A mi madre le hizo fotos en cuanto la conoció en Barcelona. En una carta, fechada poco después de su primer encuentro, le describe a mi madre las fotos, una por una, desde la que más le gusta, una en la que ella lleva un traje chaqueta negro muy entallado, hasta una que ella le hizo a él sentado en la terraza del Zurcí, en la cual, según sus propias palabras, parece un paralítico. Es cierto que en esa foto mi padre está un poco envarado, pero es una de las que más me gustan porque cuando la miro entiendo que mi madre se enamorase de él.
Paco, María y yo tenemos bonitos álbumes de fotos de nuestra infancia, casi todas en color. Mi padre fue un adelantado en el pueblo. Los niños de nuestra edad sólo tenían unas pocas fotos en blanco y negro. Nuestras fotos muestran una infancia colorista y feliz.
LA ÚLTIMA FOTO
Cuando murió mi padre, mi madre se puso en la cartera la última foto que se había hecho mi padre unas semanas antes de renovarse el carné de identidad. En esa foto se le veía algo envejecido, con las sienes blancas y un poco abotargado, pero seguía estando guapo con su media sonrisa de giocondo. Por más que examinaba la foto durante largos ratos, nunca pude adivinar la muerte en su cara, como no la adivinaba tampoco en la cara del padre de Belinda. Me quedó desde entonces la manía de examinar en los periódicos las fotos de gente viva que había muerto de tal o cual manera trágica. (…) Esa foto en la cartera de mi madre siempre me ha dado un poco de miedo. Mi madre la siguió llevando el resguardo del carné que a mi padre no le dio tiempo de recoger.
Naturaleza infiel. Cristina Grande. RBA: Colección Narrativas. Barcelona, 2008. 142 páginas.
MARÍA DUBÓN: PASIÓN, POESÍA Y MÚSICA*

CÓMO SONARÍAS
¿Cómo sonarías si tu escritura fuera música? Menuda preguntita. Sonaría a violín, de eso estoy segura. Las vibraciones sonoras tendrían brío, desplegaría mi yo en el seno del ritmo y crearía mil melodías. Las notas se sentirían, circularían por cada célula como un milagro que deja desamparado a quien escucha. Mi música se transformaría en emociones, iría directa al alma, provocaría el acompañamiento acompasado de los pies, una lágrima, un batir de palmas. Sería un tango desgarrado, un melódico vals, un rap descarado.
Ojalá sonase con virtuosismo y pulcritud, espectacular. Aunque me conformo con que suene cálida, arrebatadora, emocionante, sentida, dulce, llena de energía y rebosante de pasión.
*Por uno de esos despistes a los que soy tan propenso, no había incluido entre mis enlaces el de la escritora aragonesa, zaragozana para más señas, afincada en Gerona, María Dubón, que tiene un blog matriz (cierzo.blogia.com) y otros blogs de casi todo: de política y actualidad, de filosofía, de fotografía, de literatura. Escribe poesía, relato y novela, y es autora de una novela en la red. Hace pocos días fue objeto de una entrevista en Borradores. Es posible que vuelva a probar fortuna en Zaragoza, de donde partió hace muchos años: suena con hacerse aquí con un nombre, con un sitio en el mundo para dar rienda suelta a su escritura y a sus delirios llevaderos. Copio aquí, a modo de bienvenida, uno de sus textos que enlazan asuntos que le interesan: la poesía, la música, la pasión…
*La foto, de inequívoco sabor melódico, es de la bella y joven Alicia Keys. Desconozco quién es el autor, y ya lo lamento. Me gusta poner siempre aquí el crédito de las fotos.
PACO RABAL, DESDE MAÑANA, EN EL CBC

La muestra Paco Rabal. El actor y el hombre se inaugura mañana, a la 13 horas y en el CBC, con la presencia de Asunción Balaguer, Liberto Rabal, Mario Pardo y José Manuel Cervino.
Con su actuación en más de 200 películas, Paco Rabal es un actor imprescindible para la cinematografía española, un actor que supo suplir la falta de formación sin renunciar a sus orígenes humildes, que encontró en la poesía y en la literatura, tanto como en la vida y en los amigos, la sustancia con la que dar vida a los personajes que iba interpretando, apoyado en su familia y sin renunciar a su compromiso político de izquierdas, mejorando, poco a poco, hasta alcanzar en sus últimas interpretaciones la cima de su carrera, a la vez que se convertía en uno de los mejores actores europeos.
Con el rodaje de La grande strada azzurra de Gillo Pontecorvo en 1956 comenzará a actuar en el extranjero, mientras va consolidando su carrera como un actor versátil y profesional que le llevará a trabajar con muchos directores españoles: José María Forqué, Juan Antonio Bardem, Gonzalo Suárez, Mario Camus, Jaime de Armiñan, Bigas Luna, Francisco Regueiro, Miguel Hermoso, Carlos Benpar, Vicente Aranda, José Luis García Sánchez, José Luis Cuerda, Pedro Almodóvar y Carlos Saura, entre ellos.
Con Luis Buñuel protagonizó en 1959 Nazarín rodada en México, país en el que Buñuel vivía exiliado. Durante el rodaje de esta película, surgirá una amistad que durará toda la vida. Luego actuará en Viridiana, premiada en el Festival de Cannes, y en Belle de jour. Paco Rabal trabajó con directores de la talla de Michelangelo Antonioni, Damiano Damiani, Claude Chabrol, Jacques Rivette, Vittorio Cottafavi, Nelo Risi, Héctor Olivera, Arturo Ripstein, Glauber Rocha, Friedkin, Leopoldo Torre Nilsson, Valerio Zurlini, Alain Tanner o Luchino Visconti, entre otros muchos con los realizó una importante carrera internacional.
Premiado en Cannes por su actuación en Los Santos Inocentes de Mario Camus, Azarías y su “milana bonita” dejó en el público una huella inolvidable. Al igual que su recreación del genial pintor aragonés en Goya en Burdeos de Carlos Saura, obras que dan cuenta de la gran carga de humanidad con que Paco Rabal construye los personajes en su prolífica etapa de madurez. En los brazos de su esposa Asunción Balaguer, Francisco Rabal fallecía sobre el cielo de Burdeos a su retorno de Montreal, donde acababa de recibir su último homenaje, un miércoles 29 de agosto de 2001, aunque los personajes que encarnó nos siguen conmoviendo.
Javier Espada
Comisario de la exposición
JONÁS TRUEBA LEE A IAN McEWAN

[Mañana no hay suplemento de Artes & Letras. El jueves anterior comentaba la novela Chesil Beach (Anagrama. Traducción de Jesús Zulaika) de Ian McEwan, una novela que me impresionó por el soberbio retrato de los personajes y por la maestría para contar los estados de ánimo, la atmósfera y, sobre todo, llevar la acción a su antojo sin que decaiga el interés. Uno de mis comentaristas favoritos, de cine y literatura, es desde hace algún tiempo Jonás Trueba, que debutará en el cine con un largo dentro de unos meses. Jonás alimenta un blog en los dominios de El mundo, además es editor, guionista y futuro cineasta. Y es, sobre todo, un magnífico espectador, un estupendo lector. Copio su nota sobre esta deliciosa novela de McEwan.]
Leí Chesil Beach (Anagrama) de Ian McEwan en dos sentadas. Tiene la apariencia de una novela menor o de transición, pero creo que es todo lo contrario. Yo soy fan de McEwan desde que leí El inocente hace años y seguí entregado a la causa con Jardín de cemento, Niños en el tiempo o Primer amor, últimos ritos. Pero confieso que después necesité descansar de la inquietud y la angustia que me producían estas lecturas, y me perdí su etapa más intelectual, la de Amsterdam, Amor perdurable o Sábado. Ni siquiera leí Expiación, la de más éxito de crítica y público. Su versión cinematográfica me defraudó tanto que ahora sólo rescataría la novela en busca de lo que la película sugiere y no sabe contar.
Así que me he reenganchado a McEwan con Chesil Beach, que es una novela ligera y profunda, triste y placentera. Pocas veces se apuesta por concentrar una historia en una escena de un solo acto que se dilata hasta lo insospechado, en un gesto, una nota sostenida, y me gusta y admiro a los narradores que son capaces de hacerlo, en la literatura o en el cine. Aquí la escena consiste en una pareja de jóvenes recién casados, metidos en una habitación de hotel en su noche de bodas. Son torpes, ingenuos, vírgenes… y viven en la Inglaterra puritana de principios de los sesenta, antes de los Beatles y todo lo que vendría después.
Me hizo pensar en 4 meses, 3 semanas, 2 días, la película del rumano Critian Mungiu, que comparte con Chesil Beach una asombrosa capacidad para retratar una sociedad represiva sin apenas mostrarla (ambos dramas transcurren en una habitación de hotel). Al igual que Mungiu, a McEwan le gusta contextualizar para hablar de cosas que nos afectan hoy. Y decide hablarnos de cómo el amor se viene al suelo cuando no somos capaces de expresar nuestros sentimientos, de esa pelota que se va haciendo más y más grande por el rencor acumulado de las cosas no dichas.
Creo que hay que ser un gran escritor para viajar de la cabeza de un personaje a la del otro con tanta facilidad como lo hace McEwan, sin siquiera saltar de párrafo, manteniendo la distancia justa del narrador y haciendo que sean siempre los personajes los que hacen avanzar la historia. Muchos escritores tienden a despreciar la trama, se olvidan de construir bien sus historias y se refugian (y hasta se relamen) en “su literatura”. Les haría falta un buen guionista que les hiciera de Pepito Grillo. Pero no es el caso de McEwan, un gran novelista que sabe contar historias como sólo los mejores guionistas saben hacerlo.
ÁNGEL PETISME: UN POEMA PARA ESTOS DÍAS

Iremos al desierto y a mares de madrugada,
donde nos lleve ese cayuco que tengo por corazón
y cada amanecida regurgita el Atlántico.
Tú serás mi pecado,
yo la estatua de sal que sonríe al mirarla,
desplegaré mis alas para tus megapixels,
desnudo bajo la tempestad
de este baile de vísceras y antifaces.
Y después llévame a la Casa de los Instantes,
derretiré su nieve, extenderé los bálsamos
sobre tu sombra herida, yo cuidaré de ti,
hazle el amor al ángel que te hizo infinita,
te cantaré en árabe las nanas que las madres
susurran a sus hijos en Kabul y Faluya,
nadie me destiló el cielo como tú
sin apenas rozarme,
sólo los grandes poetas y viajeros del tiempo.
Estampida de estrellas, la siento sobre mi piel
más real que la Atlántida,
seis jornadas sonámbulas
en la más solitaria Biblioteca del Mundo;
quisiera entrar en ti como en una pradera de nubes y perdón.
Llueve copiosamente sobre la Tierra
y quiero hacerte la mujer más feliz de los cielos.
Me has regalado el arco iris
cuando el dolor ya me había cegado,
playa de invierno, amor de mis cuarenta,
jamás temblé así antes de conocerte.
Volemos, cariño, aunque sea un ratito o toda la eternidad,
amor sin humo de mis días de miel,
voy a dejarme vivir, reina de mis secretos.
*La foto es de Moumine. Y el poema pertenece a su último libro Demolición del Arco Iris, que está cosechando magníficas críticas.
JUEVES SANTO CON DESPEDIDA Y REENCUENTRO

1. Falleció ayer María Luisa Cabeza (me llamó esa mujer espléndida y cariñosa que es Mary Carmen Yus, secretaria de dirección), madre de Guillermo Fatás y sus hermanos. Saludé a Curro, a José Antonio y a Lourdes, la encantadora esposa de éste. Guillermo, anoche, me escribía que “La vida de mi madre, llena de fatigas y quebrantos, tuvo sin embargo algo de magnífica”. Y quizá de heroína: vivió casi 40 años con su marido convertido en una especie de vegetal, tras una operación. Y salió adelante, con entereza y con ese dolor casi invencible, y los dolores y satisfacciones cotidianos del existir. Había muchos amigos (José-Carlos Mainer, Luis Ariño, que lee siempre a Pepe Cerdá y a veces se pasa por aquí, Pepe Rebollo, Luis Marquina...), compañeros de Heraldo (estaba Irene Villarroya, que regresa de estar estudiando inglés en Edimburgo), profesores universitarios, etc.
2. Cuando me dirigía al aparcamiento, vi que salía José Marco, el expresidente de Aragón y líder durante años del PSOE. Lo vi casi fugazmente, y no diré que convertido en una sombra, pero sí es un hombre que ha desaparecido por completo de la escena pública. Fue el presidente más breve de Aragón, el presidente que más dominó la política rural en Zaragoza, y ahora tiene algo de fantasma del pasado. Es como si fuera otro. Eso sí, me pareció en paz consigo mismo y con el mismo.
3. En el entierro, también me encuentro con antigua, pero joven, simpática y guapa ex compañera de Heraldo, Paula, que trabaja desde hace un año y medio en el estudio de Javier Almalé, “Versus”, con él y con Nieves Añaños. Paula me dijo que había llegado por casualidad alguna vez a este blog, buscando al dibujante, ilustrador y diseñador mexicano Alejandro Magallanes, al que fue a ver con todos los integrantes del estudio a Pau, donde exponía. Paula coincidió allí con una de las grandes diseñadoras de prensa en Aragón: Kristina Urresti, jefa de maquetación y diseño de Heraldo. Otra magnífica profesional es Pilar Ostalé.
4. Dice Paula que en este blog hay demasiadas mujeres, muchas mujeres desnudas, aunque el “blog es muy interesante”. Es una forma de verlo: hay muchas, desde luego. Son una forma de belleza como otra cualquiera. Una forma de belleza acaso tópica, pero incuestionable. Para ella, cuelgo una foto que me ha enviado esta mañana la ilustradora y diseñadora Blanca BK, que está a punto de partir a la Feria de Bolonia que nos contará día a día en su blog. La foto, tan colorista y de inspiración submarina, es de Nicholas Routzen.
ALFONSO ACERETE: UN POEMA DE AMOR, LLUVIA Y VIENTO

Me pasé un instante por Heraldo. Quería recuperar el libro de David Lozano: El Viajero, la primera entrega de la trilogía “La Puerta Oscura” (SM), un proyecto muy ambicioso que empieza con gran fuerza y con una insólita imaginación que deriva de inmediato hacia el terror. Y allí me encontré con un obsequio de Alberto Acerete de la Corte, nombre que tiene algo de pseudónimo ingenioso y transgresor a la vez, que ha sido el I accésit del premio Delegación del Gobierno con El universo femenino del esperma, un libro un tanto extraño que mezcla la prosa y el verso, y que recoge influencias y ecos, e incluso glosas, de autores como Fernando Pessoa, Miguel Hernández o García Lorca, entre otros. También es citada en varias ocasiones la joven poeta Almudena Vidorreta y su plaquette Tintación.
Alberto Acerete también pertenece a esa joven generación que llama Zeta a Zaragoza, termino que acuñó Manuel Vilas en su híbrida novela y que ha hecho fortuna especialmente entre los jóvenes. A mí, lo reconozco, me cuesta mucho aceptar esa denominación que tiene tanto eco: prefiero que sea Zaragoza o la “novia del viento”. O la ciudad del cierzo. Zaragoza, una de las ciudades de las que me he enamorado de manera absoluta…
Copio aquí uno de los poemas de Alberto Acerete, que no ha superado el trauma de su compleja relación con Bécquer y la poesía, según él confiesa en su biografía. Él, en su perfecto derecho, no ama a Bécquer.
Que la lluvia nos lame las entrañas
con su lengua que lija, su lengua que araña
y está aprendiendo a cortar.
Que las gotas vivas
nuestro cuerpo traspasan,
como si fuera la caliza
quien las empieza a llorar.
Y que la fuerza y nuestras ganas
buscan riego en el deporte:
rapel, cuerda
y al final el golpe.
Al final
no siempre está el golpe
(al final
no siempre estará tu golpe),
ni aunque el viento sople…
*La foto es de Diane Arbus. Fue tomada en 1965.
SAMANTHA APPLETON, EN HUESCA

[Algunos amigos me reprochan que descuido las amistades, que de repente me vuelvo huraño y que desaparezco. Lo atribuyen a la doliente melancolía del gallego en tierra extraña. Algo así parece haberme ocurrido con Fernando García Mongay, con quien he compartido muchas, muchísimas horas, tertulias, paseos y confidencias, e incluso algunas exposiciones para mí inolvidables: Luis Mompel Castelar, Antonio Calvo Pedrós y Miguel París. Hace un par de meses que andaba yo pensando en Fernando, que es un gran coleccionista de libros de fotografía y de reporteros. Hablamos de ello a menudo, pero él es más constante. Compra más. Dirige con gran eco el Congreso de Periodismo Digital, que tiene este año de invitada a la gran fotógrafa Samantha Appleton. Fernando, tan amable siempre, tan buen guía de espacios como La Confianza, me invita para que me pase por allí el 27 y el 28. Y me remite esa información de gran utilidad. ]
“En serio”, la fotoperiodista Samantha Appleton
en el Congreso de Periodismo Digital de Huesca
Del 26 de marzo al 13 de abril, en el Centro Cultural del Matadero de Huesca, se podrá ver la exposición fotográfica “En serio”, de la periodista Samantha Appleton, organizada por el Congreso de Periodismo Digital. La muestra reúne 46 imágenes de Irak y del desarrollo de la campaña electoral en zonas rurales de Estados Unidos. Como dice la propia autora, “una de las quejas que me formulan más a menudo los extranjeros tras haber viajado por la América rural es la omnipresencia de la bandera americana. Los restaurantes la cuelgan en las ventanas; las familias, sobre la puerta; los marineros la arrían justo cuando se pone el sol: los norteamericanos están orgullosos de su símbolo. No entienden que el patriotismo no constituye necesariamente un rechazo de los demás, sino que de hecho es identidad en un millón de formas de barras y estrellas”.
In earnest (En serio) es la crónica visual que Samantha Appleton realiza del complejo proceso de las elecciones primarias norteamericanas, de su iconografía y simbología. “Un proceso tan rutinario como atractivo, tan ridículo como formal. Pero por una vez en la vida, es auténtico y va muy en serio”. Samantha Appleton reside en Nueva York y es una fotoperiodista freelance que trabaja con regularidad para Time Magazine y The New Yorker, así como para otros medios como National Geographic Adventure, Newsweek, The New York Times, L’Espresso y Life Year in Pictures. Anteriormente, trabajó como editora y fotógrafa en la oficina de fotografía del Vicepresidente de Estados Unidos en la Casa Blanca y como ayudante del fotógrafo James Nachtwey. Más información en www.samanthaappleton.com y www.noorimages.com).
Un año más, Huesca será el punto de encuentro de los periodistas digitales españoles. La novena cita, convocada para los días 27 y 28 de marzo, se celebrará en el Centro Cultural Matadero del Ayuntamiento de Huesca. El programa está compuesto por seis ponencias, tres conferencias y una tertulia, además del workshop de responsables de medios digitales que se celebrará el día 26. En las dos jornadas del congreso, por el escenario oscense pasarán alrededor de 40 ponentes en más de 14 horas de exposiciones, debates, conferencias y presentaciones.
A la edición de 2008 del Congreso de Periodismo Digital, que inaugurará, Luis Fernández, presidente de la Corporación Radio Televisión Española (RTVE), asistirán más de 250 periodistas.
www.congresoperiodismo.com
PILAR NARVIÓN: NACE LA PERIODISTA*

Me ha llegado ya el libro de Pilar Narvión, que nace de varias sesiones de entrevistas con Juan Carlos Soriano, publicado por el sello Tirwal de Antonio Losantos y la familia Perruca. El libro está repleto de anécdotas deliciosas. Voy a salir de paseo hacia Garrapinillos, hay algo más de cuatro kilómetros, pero antes querría dejar aquí una nota y una estampa muy festiva:
“… ¡Debía ir hecha un andrajo! Es esa época fue cuando tuve el primer contacto con esta profesión a la que he dedicado buena parte de mi vida. Mi tío Mariano Romance, que fue el creador de la mitad de los periódicos que se publicaron en el Bajo Aragón a lo largo del siglo XX, editaba por entonces uno que se llamaba Amanecer y tenía la redacción en la plaza de Cabañeros. Era digno sucesor de Nipho, aquel polígrafo del siglo XVIII que, con sus papeles periódicos, como se decía entonces, fue el introductor en España del periodismo diario y de las suscripciones, y que, como sabes, también había nacido en Alcañiz. Recuerdo que, con mis siete años, iba a ayudar a mi tío. Yo era su único redactor… (Pilar acentúa el sarcasmo con una carcajada). Bueno, si es que podía llamárseme redactora porque mi trabajo consistía en dictar el nombre de todos y cada uno de los suscriptores y él escribía las fajas para mandarles el periódico. Por aquel tiempo era una niña muy espabilada, ya que mis primeros recuerdos de Alcañiz, antes de irnos a Logroño, dan una imagen muy divertida de mí misma: me veía gordinflona y boba. Mi hermano se había llevado toda la inteligencia de la familia y mi hermana la belleza. Así que no me habían dejado nada. Pero con la vuelta a mi pueblo me desquité.”(Página 19).
Andanzas de una periodista perezosa. Pilar Narvión. Conversaciones con Juan Carlos Soriano. Tirwal. Teruel, 2008. 310 páginas. (En esta foto vemos a Josefina Carabias y a Pilar Narvión, dos grandes periodistas).
ADIÓS AL GRAN PHILIP JONES GRIFFITHS

Ha fallecido el fotógrafo galés Philip Jones Griffiths, al que algunos habían bautizado como el “Goya del fotoperiodismo”. Griffiths, que se hizo famoso por su proyecto Vietnam Inc (1971), reeditado 30 años después por Phaidom, realizó uno de los documentos más impresionantes de la guerra del Vietnam, desde una órbita antinorteamericana, que tuvo un enorme eco en Europa. En realidad, sus fotos probaban qué absurda era aquella guerra. Absurda como todas las guerras, y en el fondo bastante patética, si no fuera porque había un sinfín de víctimas inocentes. En 1971, Griffiths ingresó en Mágnum y dirigió la agencia durante cinco años, entre 1980 y 1985. Fotografió numerosos conflictos: visitó Argelia en 1962, cubrió ese lustro terrible de la contienda en Vietnam, entre 1966 y 1971, acudió a Camboya, etc. Falleció en Londres a los 72 años.
Conocí su obra hace algunos años, gracias al periodista y escritor Carlos García Santa Cecilia (uno de los grandes expertos de Joyce en España y estudioso de la vida de La Bella Otero), cuando se editó un catálogo suyo durante el año en que Madrid se convirtió en capital cultural europea en 1992. El título del catálogo era Philip Jones Griffiths: una visión retrospectiva, 1952-1988. Consorcio para la Organización de Madrid Capital Europea de la Cultura.
*El fotógrafo posa ante una de sus fotos más conocidas.
PHILIP JONES GRIFFITHS / 1

JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ VUELVE A CASA

[Desde hace unos días, estábamos preocupados por la salud de José Luis Rodríguez. El poeta, catedrático y narrador había tenido pequeños microinfartos en el pasado fin de año y apenas se había percatado. Ha sido operado en León, y esta tarde, recién salido del hospital, me ha llamado: me ha dicho que todo había ido muy bien y que este próximo martes, seguramente, regresará para descansar en Zaragoza, con Mar, su mujer y su enfermera predilecta, y reincorporarse con lentitud y esperanza a su vida diaria y a la literatura. Tenía, es lógico, la voz tomada, pero se le oía con un espléndido ánimo, y relativamente relajado. Me ha alegrado muchísimo, y estoy seguro que a la gran cantidad de amigos y admiradores que tiene, y que a veces visitan este blog, les ocurrirá lo mismo. Muchos estaban muy pendientes de su salud, y he aquí, en voz del propio José Luis, la buena noticia. Un gran abrazo. Cuelgo este poema a modo de homenaje y de cariño.]
POEMA DE AMOR JUSTO
Te amo
no tengo otro remedio
tanto como a las banderas rotas
tanto como a los caídos de la Comuna
que admirábamos sospechosamente como tercos topos
esperando resurrecciones.
Y te necesito
porque llegas tarde a casa
con vocabularios aprendidos muy lejos
voces que hablan de olas azules
rizadas por la ilusión de un verano soleado
No estemos tristes
Amor mío
los ríos siguen corriendo
y los niños juegan con pelotas coloreadas
como aquellas que absorbieron las horas de nuestra infancia
delicadamente viciada por la oscuridad
de los años de terror que surgirían.
Cualquiera escribe
un innumerable poema de amor justo
Algún día leerás las palabras una detrás de otra
como los oscuros días del pueblo trabajador
sin apenas esperanza
Escucharemos mañana
una suave canción de Leonard Cohen
y volveremos a la feria de la opresión
en la que siempre nos tocará ser perdedores
porque dicen que las cosas están difíciles
pero quién sabe
Por eso nos amamos
porque miramos los mismos cromos desde hace tiempo
porque compartimos el miedo
cuando los policías buscaban a los agitadores
porque tus ojos me gustan
y es que me saben a miel
Por eso el mundo es lento y caligráfico
por eso la vida
por eso estamos aquí como un volcán que va a estallar inconteniblemente
Y no habrá cauces que le marquen ni estrellas que le guíen
el camino es largo y seguro
pero el viaje no puede ser inconteniblemente eterno como tú
*El dibujo de José Luis Rodríguez es obra del gran artista, afincado en Teruel, Pascual Berniz.
ANA MUÑOZ: UN POEMA DE AMOR

Muero todas las muertes de mis cenizas esparcidas.
Boca seca y sed constante,
velo negro de mujer viuda.
Jamás debimos mezclar drogas
(Rock and Roll… qué importa, todo lo demás fue sólo sexo),
el alcohol nos inflamó a ambos.
You have killed me,
you have killed me.
Tú, hombre flemático,
frío y húmedo,
calmado e indiferente,
racional y beodo al mismo tiempo.
Lo más importante es atravesar el fuego,
(lo dijo Bukowski).
Me hiciste creer que eras capaz de atravesarme, de penetrarme,
de salvarme, de sanarme.
Una palabra tuya bastaba, una palabra
(pero todos los poetas mienten).
Con las piernas abiertas dibujé una noche en la luna
y te amé.
Fue difícil mantener el equilibrio en aquella postura.
Oh, tentación, tentación,
no pude resistirlo.
Yo, mujer caliente y seca,
fuego mal extinguido que respondió Amén a tus oraciones,
mujer que abandonó su escepticismo,
que hizo oración al tañer las campanas de la noche.
Abnegada y devota,
bebí de tu propia sangre,
el agua de tu cuerpo, yo la sudé.
Dormimos con los ojos abiertos aquellos sueños de éxtasis
que nos mataban
(pequeña muerte, la llaman).
Me prometiste un lugar en el sol
(mañana seremos aire
y llegaremos a tocar el cielo con los dedos).
Pero llegado el momento huiste de mí,
evaporándote en desapacible malestar,
en lluvia invertida.
Resaca, movimiento en retroceso de las olas,
residuos apostados en las arenas después de la crecida.
Así amanecí,
(SOLA).
Con las piernas abiertas hoy soy toda bilis haciendo sangrar el sol,
muriendo de sobredosis,
habitándome en el hígado la melancolía.
Anoche mi estómago estaba vacío
Y te asimilé cuatro veces más rápido.
Grito como Ariadna para desgarrar tus oídos allí donde estés.
¡Mátame!
¡De cáncer de hígado!
¡Como a un borracho!
¡Mátame!
Nunca debí amarte tanto,
ahora mis sollozos se desploman en la arena
sintetizando la resaca de haberlo amado todo de una vez
sin haberlo hecho nunca antes
(no estaba acostumbrada).
Ana Muñoz, poema inédito.
*No tengo el gusto de conocer a Ana Muñoz, o Ana Manzana, que es una activista indesmayable de la poesía. Tomo de su blog este poema y lo cuelgo aquí.
BLANCA BK: UN DIBUJO Y UN PROYECTO

¿Se puede decir cómo es el viento, qué presencias trae el atardecer? ¿Cómo es la melodía de su música perturbadora? Me gustaba el viento porque me parecía que hechizaba mi vida: me gustaba oírlo en el bosque, bajo los pinos, y oírlo con sus látigos mientras miraba el cielo que se adivinaba más allá de las copas. En ese instante, creía oír pasos sobre la hierba, alguien que avanzaba hacia mí con sus pisadas sobre el musgo, y a la vez me acurrucaba, percibía que necesitaba protección y refugio. Tenía la sensación de estar en otro mundo: en un útero tal vez. La piel se me ponía de piel de gallina. Y de golpe me preguntaba: “Y si a alguien se le ocurriese ahora secuestrarme”. Y entonces, me levantaba y me ponía a correr. Y cantaba: en Galicia, como en cualquier parte del mundo, quien canta sus males espanta. Mi hermano solía corregirme: “Antón, niño cagón: quien canta, sus males agiganta”.
[Trabajo en un libro/ novela que narra peripecias con un punto de magia en Galicia, en un terreno de bosques, regatos y playas. Blanca BK prepara las ilustraciones, y ésta es una de ellas. No estoy seguro, pero juraría que se corresponde a este texto… ]
MARTA NAVARRO: EL PARAÍSO Y EL CUERPO

En los mapas
de su cuerpo
no están señalados
los paraísos.
Encontrarlos
es cosa del destino
….o de nómadas sedientos.
Marta NAVARRO GARCÍA (De “Entrenómadas”)
*La foto es de Waclaw Wantuch.
[PD de hoy domingo. La escritora y viajera y amante de los animales Marta Navarro, la señorita Entrenómadas, con la misteriosa Julia, se retira por un tiempo del blog. Explica que va a emprender una deliciosa tarea: recomponer los papeles familiares. Copio su despedida, por ahora:]
Este será mi último post por una corta temporada. Pero seguro que entenderéis que la “caja” de la que hoy os voy a hablar tiene que ocupar mi tiempo y mis fuerzas. Besos miles.
Hace tiempo que mi madre trajo “la caja” a casa y me dijo: “Tienes que leerlo todo, organizarlo y escribir sobre la familia”. Luego añadió: “Si te duele, te aguantas y no pongas excusas, ya me las sé todas”. Luego se dio media vuelta y se fue con Ada a pasear al parque. He aquí la caja, las excusas y el tiempo que muerde con fuerza, toda la fuerza que a mí me falta para abrir la caja. Dentro de “la caja” se encuentran muchas cartas, fotografías, diarios personales, recibos, anotaciones y recuerdos, muchos recuerdos. Todo pertenece a mi padre. Las cartas las envió desde la cárcel de Carabanchel, cartas a mi madre y a sus hermanos. Mi padre compartió celda con el escritor Luis Goytisolo. La relación entre ambos fue extraordinariamente buena. Mi padre solía decir que la cárcel le permitió jugar cientos de partidas de ajedrez con Goytisolo.
Martín, mi padre, quedó fascinado por la inteligencia y la cultura de Goytisolo, y al escritor le sorprendió conocer a un hombre de la clase trabajadora culto y con un vasto conocimiento de la literatura rusa. Ésa era una obsesión de mi padre, en especial Chejov. Yo creo que Luis Goytisolo no había estado tanto tiempo y tan cerca de un trabajador en su vida. Proviene de una familia de burguesía catalana, todo lo contrario que mi familia paterna aragonesa. Cada uno aprendió del otro. Pasaron bastante tiempo en la misma celda, hasta que un funcionario avisó de que hablaban mucho y de que se reían demasiado. (Sí, sí, no penséis que la cara de vinagreta la ha tenido Luis Goytisolo siempre, no, qué va). Como se llevaban bien, los separaron. Llevarse bien era peligroso.
El diario cuenta anécdotas de Martín Navarro, mi padre, y de Luis Goytisolo, aunque para ser justos, he de decir que de quien mis padres siempre han hablado con gran cariño es del poeta José Agustín Goytisolo, que se ocupó de mi madre cuando fue puesta en libertad a los pocos días de ser detenida. Mi familia tiene la costumbre de hacer las cosas a pares, y la detención en Zaragoza y posterior traslado a Madrid fue en dúo, mi padre y mi madre en la misma noche. Cosas de familia. Yo no había nacido, así que de esto sólo tengo la historia oral, más bien poca, las cartas y un breve encuentro con José Agustín, breve pero muy, muy cálido. Bueno, el caso es que hay mucho material, pero desgraciadamente mi padre no está ya para poder consultarle cosas y mi madre no quiere ayudarme. Sólo quiere que yo me ocupe de poner las cosas en orden, de escribir sobre ellas y de no quitar nada, nada, aunque haya cosas que duelan a algunas personas. Yo esto último no lo puedo hacer, me es imposible. Temo equivocarme o lastimar a alguien.La nueva excusa es el blog, le he dicho que ando liada y que la caja puede seguir cerrada un tiempo. “Ah y, si me muero ahora mismo, qué”, eso me ha dicho. Mira, si te mueres ahora mismo, haz favor de no dejarme una caja para que yo la ponga en orden. Tu caja ordénala tú. Ha colgado el teléfono y ha dicho no sé qué cosa…
Mi madre, que siempre ha simpatizado con los anarquistas, no se anda con rodeos, tiene un genio de mil demonios y es capaz de encerrarme en casa a pan y agua hasta que haga estos dolorosos deberes. También ha añadido algo así como que “me estoy leyendo cada tostón sobre la vida de los demás, que hasta de un grano en el culo hacen una historia, y mientras tú, que tienes material del bueno, no haces nada”.
Un beso y hasta pronto…
Marta Navarro García
PILAR NARVIÓN RECUERDA A LA PERIODISTA LOLA AGUADO

Estoy leyendo el libro Pilar Narvión. Andanzas de una periodista perezosa. Conversaciones con Juan Carlos Soriano (Tirwal, Teruel, 2008, 310 páginas) y encuentro esta referencia, a una periodista de la que he oído hablar mucho pero sé muy poco: María Dolores Palá Berdejo, más conocida como Lola Aguado:
“Había dos estudiantes que iban y venían al instituto [Miguel Servet] con señorita de compañía. Una era hija de marqueses y otra de un notario que vivía en lo más selecto de Zaragoza: el paseo de Independencia. La hija del notario llevaba trajes escoceses y grandes lazos de terciopelo negro. Era una leyenda entre las demás alumnas, porque sabía mucho Latín, Historia y Física. Además, estudiaba música y la señorita de compañía le llevaba las carpetas. Se llamaba María Dolores Palá; al casarse con el intelectual Emiliano Aguado, sin embargo, empezó a firmar como Lola Aguado. Hizo casi toda su carrera en Gaceta Ilustrada y para mí, que había empezado a leer sus crónicas desde París y me parecían fabulosas, fue toda una sorpresa conocerla cuando regresé a España y enterarme de era aquella María Dolores Palá que despertaba tanto admiración en el Miguel Server. Como había reducido el María Dolores a Lola y se puso el apellido del marido, nunca se me hubiera ocurrido pensar que fueran la misma persona. Lola Aguado fue una gran periodista, que murió bastante joven y, como escribí en su necrológica, de haber sido francesa, hubiera tenido mayor reconocimiento. Allí, mujeres como ella no pasaban inadvertidas”.
DE LA GRAN ENCICLOPEDIA ARAGONESA
María Dolores Palá Bercejo (Calanda, Teruel 7-IV-1922 - Madrid, 1981). Periodista y escritora de prestigio nacional, hija del que fue célebre notario aragonés, señor Palá. Estudió el bachillerato en Zaragoza y la carrera de piano en el Conservatorio de la misma ciudad. En Madrid se licenció en Filología Románica, en la Universidad Central, y casó con el escritor y ensayista Emiliano Aguado; ésa es la razón por la que eligió la firma de Lola Aguado. Fue colaboradora musical de los diarios madrileños Pueblo (1946-52) y El Alcázar (1953-58). Formó parte del equipo editorial, dentro de su especialidad musicológica, de la Revista Española (1953-54), que fundó el famoso erudito Antonio Rodríguez-Moñino, y en la cual publicó agudos ensayos críticos. Más tarde, al fundarse Gaceta Ilustrada, en 1958, forma parte de su redacción hasta 1979; allí desarrolló una espléndida labor periodística con reportajes literarios de altura y con versiones del francés e inglés. También colaboró en Historia y Vida, Panda y Gaceta Informativa.
Desde 1980 pasó a colaborar en el diario Ya, fecha en que quedó viuda y apenas sobrevivió a su esposo en poco más de un año. Mujer de extraordinaria cultura, de fina sensibilidad y de una pluma sencilla a la vez que brillante, su modestia le impidió la popularidad que lograron otras colegas de su época.
NOTA: Tengo mucha curiosidad en sus textos, en sus libros, en su trayectoria, en su vida. Si alguien puede contarme más cosas, encantado…
SONETO DE LA DULCE QUEJA

SONETO DE LA DULCE QUEJA
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que me pone de noche en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío.
No me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi Otoño enajenado.
* Uno de mis sonetos favoritos: “Soneto de la dulce queja” de Federico García Lorca. Pertenece al ciclo “Sonetos del amor oscuro”. La foto es de la actriz Eva Mendes, que cumplía esta semana 30 años. Amancio Prada lo canta espléndidamente en un álbum que tenía al aragonés Agustín Serrano al piano.
LA ESPAÑA DE CATALÀ-ROCA, HOY EN "EL PAÍS"

[No tengo el gusto de conocer a Ángel Sánchez Harguindey, pero es uno de esos periodistas sólidos a los que siempre te apetece leer. Es un auténtico maestro, como lo es Manuel Vicent, a quien le debo más que a nadie que yo me dedique al periodismo y que ayer firmaba un extraordinario artículo sobre Francis Scout Fitzgerald y su esposa Zelda, que acabó loca. Hoy me lo he pasado muy bien leyendo este reportaje de Sánchez Harguindey en El país, al que le dedica dos estupendas páginas. Lo leí, junto a una jaula de caña, mientras esperaba que José Cruces, fotógrafo de Garrapinillos instalado ahora en Cangas de Onís, con su mujer Tamara, fotógrafa e hija de fotógrafo. José Cruces también es hijo del fotógrafo Javier Cruces, el gran maestro de Garrapinillos que ha logrado dos premios Goya, al que le revela desde su nueva residencia en Asturias.
Todos los fines de semana acude a la casa familiar, y estos días está realizando un curioso proyecto: retrata a sus paisanos con un objeto que les haya marcado la vida de alguna manera. Tamara le da un número a los vecinos y anota sus historias. A mí me tocó el 167, pero había dado hasta el 187. Le han llevado de todo: muñecos, motocicletas, bicicletas, fotografías, cuadros, una máquina de escribir Hispano Olivetti, pequeños enseres que tienen una peripecia evocadora o entrañable. En el estudio improvisado, José conversa un poco con la gente, la mira con paciencia y compone sus fotos que serán para una exposición y para un libro. Aún no ha decidido si serán en color o en un cuidado blanco y negro, como el de Francesc Català-Roca, uno de mis fotógrafos favoritos desde hace muchos años. Por eso me ha producido tanta alegría este texto de Sánchez Harguindey.
Mientras esperaba mi turno, me llamó Marcos Ruiz para conversar a dos bandas con Javier Tomeo, en la sección “Sala de Lectura” de su programa de Aragón Radio. Estábamos en ésas, hablando de “Los amantes de silicona” (Anagrama, 2008) y me llegó mi turno. Tomeo de repente preguntó: “¿Por qué hay tanto ruido de fondo?”. Y le dije lo que estaba ocurriendo: fue casi una información en directa, una información un tanto surrealista que hizo reír a Marcos Ruiz, un excelente profesional. Cuelgo aquí una foto de Català-Roca, y más arriba otra a la que se alude en el texto: la pintoresca “El piropo”, que vale por varios cientos de páginas de sociología de un país.]
LA REALIDAD EN BLANCO Y NEGRO
Fotografías inéditas del maestro Francesc Català-Roca retratan la España de los años cincuenta
Por ÁNGEL SÁNCHEZ HARGUINDEY*
"Yo pensé que había nacido en un momento inoportuno; ahora veo que no. Era la plenitud del blanco y negro, y el inicio de las miles de posibilidades del color. Fueron unos momentos en que nos habíamos acostumbrado a ver la realidad en blanco y negro. Hasta entonces todo había sido color en los cuadros, en los retablos, pero la fotografía nos dio una realidad cromática diferente con la que hacíamos lo que los pintores: retratos. Y hasta la II Guerra Mundial nosotros hacíamos lo que los pintores", así se explicaba Francesc Català-Roca (1922-1998), uno de los fotógrafos esenciales de un tiempo y un país en el que han surgido un importante número de extraordinarios fotógrafos.Una parte inédita de esa plenitud en blanco y negro podrá verse a partir del martes en la galería Tiempos Modernos de Madrid. Procede de su ingente archivo -180.000 fotografías y 17.000 hojas de contacto- que sus herederos han cedido temporalmente al Colegio de Arquitectos de Cataluña para clasificar, conservar, restaurar y difundir. A ello habrá que añadir que la España que refleja, la de los años cincuenta, era también un país de blancos y negros, con pocos o ningún matiz de color.
Una España que salía lentamente de la autarquía, que aún no había recibido un turismo internacional que tanto cambiaría la vida cotidiana, con sabor a pobreza y represión por más que algunos señoritos consideraran que era una época dorada: "Ya no quedan aquellos camareros maravillosos que teníamos, que les pedíamos un cortado, un no sé qué, mi tostada con crema, la mía con manteca colorada, cerdo, y a mí uno de boquerones en vinagre y venían y te lo traían rápidamente y con una enorme eficacia", comentó recientemente el ex ministro del PP Miguel Arias Cañete sobre una comanda que, dicho sea de paso, equivalía al menú de fin de semana de una familia sin tantos posibles, por ejemplo la del maravilloso camarero.
Català-Roca muestra en estas fotografías aquella España de los segadores, de las hogazas de pan y las vendedoras ambulantes con la dignidad de los delantales blancos, la de los artesanos de los caballos de madera y los toros de entrenamiento, la de las bicicletas y los peatones con bolsas en las manos, una España sombría que también vio, entre otros muchos, William Klein: la de los tranvías, los guardias urbanos y las gentes en los alrededores de Las Ventas. La de las calificaciones eclesiástico-morales de las películas ("gravemente peligrosa", anunciaban con frecuencia estimulando, naturalmente, la imaginación morbosa de quienes hacían todo lo posible por verlas), la España que Arias Cañete no debió de ver nunca deslumbrado como estaba por la eficacia de los camareros y que coincidía cronológicamente con la Italia del neorrealismo.
"Yo no soy un fotógrafo -explicaba Català-Roca- de estos que van con la cámara pegada al hombro y disparan muchas fotografías. No. Yo veía una escena en la calle y en mi cabeza surgía la fotografía. Luego iba con mi cámara, en aquellos años una Rollinflex, y recuperaba esa fracción de la realidad. Hacía muchachos tocando el órgano, escenas de toros, niños, ancianas, todo aquello que llamara mi atención y que fuera algo que yo viera a punto de desaparecer". Hacía eso y mucho más, como esa fantástica foto, El piropo, en la que el exultante joven que dice algún elogio o alguna barbaridad a dos modosas damas divide la escena callejera: a la izquierda tres sacerdotes y un policía nacional; a la derecha, las impertérritas damas y la población civil. Una instantánea que contiene un mundo.
Su concepto de la fotografía, su estilo, están muy cerca del de Cartier-Bresson, uno de los grandes maestros de todos los tiempos que, curiosamente, también fotografió la España marginal, la de los ilegales que tanto molestan a quienes desayunan copiosamente: "Tanto Bresson como yo reaccionamos casi violentamente contra la fotografía manipulada que hacían Man Ray o mi mismo padre. Luego he comprendido que en su momento debían hacerlo así, pero entonces me parecía horrible". Eran los tiempos de El cochecito y El pisito, años en los que los cafés acogían día tras día a todos aquellos que buscaban el calor humano, escasos como estaban de calefacción hogareña, en los que los soldados paseaban por la Gran Vía madrileña sin otra cosa que hacer que mirar los escaparates o contemplar a las señoras en los ratos de ocio que les dejaba el "Todo por la Patria".En los años cincuenta todavía no habían desembarcado en el poder los del Opus Dei. Fraga Iribarne ya era Consejero Nacional del Movimiento y Procurador en Cortes. Poco después ocuparía el ministerio de Información y Turismo.
Curiosamente, una parte importante de la campaña de imagen de España se la encargó al fotógrafo serbio Josip Ciganovic aunque fotógrafos españoles como Català-Roca, Pomés, Miserachs, Rivas, Suárez o Centelles ya habían demostrado su excelente oficio. Paradojas de los conservadores: España y Fraga Iribarne eran diferentes. Quizá una fotografía como la de los gitanos en la falda de Montjuïc no era oportuna. Ahí está representada la España que, suponemos, tanto molesta a Arias Cañete: madres con niños en brazos, descampados con aguas residuales, perros callejeros, espectadores con boina y un cuadro flamenco al que no le falta de nada salvo un lugar decente donde mostrar su arte. Seguro que no lejos de allí hacía lo propio Carmen Amaya, preparándose con su gente para triunfar en Nueva York y asar sardinas en los somieres del Waldorf Astoria.
Sirvan, pues, estas fotografías de homenaje a uno de los grandes cronistas gráficos de una España que fue y afortunadamente ya no es cuando se acaban de cumplir los diez años de su muerte.
**Foto de Catalá-Roca: La Chunga con fábrica detrás.
EL PIROPO: OTRA FOTO DE CATALÀ-ROCA

¿Se referiría Sánchez Harguindey a esta foto de Català-Roca cuando habla de “El piropo”, un tema que han tratado muchos fotógrafos neorrealistas españolas e italianos, desde Miserachs a Mario de Biasi? Sospecho que se trata de ésta…
RUBÉN DARÍO: LOS RAROS RARÍSIMOS*

En 1893, Rubén Darío cumplió el sueño de todo escritor del momento: visitar París. Enrique Gómez Carrillo, periodista, aficionado a los duelos y luego marido de Raquel Meller, le presentó a Alejandro Sawa, el hombre que inspiró Luces de bohemia a Valle--Inclán, a Paul Verlaine y a Jean Moreas, entre otros. Gómez Carrillo asistía a las reuniones de la revista La plume. El encuentro con Verlaine en el café d'Harcourt fue delirante; el viejo poeta bebía un líquido verdoso y parecía haber perdido toda lucidez. Gómez Carrillo intentó hacerle una entrevista; ante su resistencia, intermedió Darío invocándole la calidad de su poesía y la gloria con un discurso acaso grandilocuente. Verlaine lo miró de pies a cabeza, con más asco y displicencia que otra cosa, y replicó: "La Gloire? La Gloire? Merde!". Con Moreas las cosas fueron mejor: conversaban en los cafés "ante animadores bebedizos" y ambos sentían debilidad por las almendras de los mercados y las salchichas. Moreas vivía exclusivamente para la poesía, viajaba en tranvía y cobraba una pensión desde Atenas de su tío el rey Jorge.
Darío no estuvo muchos meses en París, pero sí los suficientes para conocer el desarrollo del simbolismo y para engrandecer su fama de galanteador. Sedujo a "la gallarda Marión Delorme, la cortesana de los más bellos hombros". Se instaló en Buenos Aires y empezó a colaborar en La nación, donde fue publicando "un conjunto de artículos sobre los principales poetas y escritores que entonces me parecieron raros, o fuera de lo común". El proyecto recibió una gran acogida y fue recopilado en un volumen en 1896 en Río de la Plata. Y en 1905 apareció en Barcelona y Buenos Aires una segunda edición corregida y aumentada de Los raros, incluía dos nuevos textos sobre Camilo Mauclair y Paul Adam.
Los raros consta de 22 piezas de intensidad, género y extensión diferentes acerca de otros tantos escritores que se oponían a los modelos imperantes, "fuerzas de choque, catapultas ante las murallas escondidas de la preceptiva", les llama Pere Gimferrer en su propia versión de Los raros (1985). Uno de los aspectos que sobresale en el conjunto son las polémicas y las disputas entre viejos y nuevos románticos, los parnasianos y los simbolistas. Así, entre libelo y libelo, sabemos que Catulle Mendés y Jules Bois dirimieron con pistola sus diferencias estéticas (ninguno de ellos tiene voz propia en el texto, aunque Mendés es invocado una y otra vez) o que el melancólico Eduardo Dubus, cuya lírica oscilaba entre la música de violines y la melancolía, se batió en duelo varias veces.
¿Quiénes son los protagonistas de este libro excepcional, nacido del entusiasmo, de la generosidad crítica, de la lectura y de la pasión por un movimiento y unas existencias, entre sublimes, alucinadas y miserables, en los que Darío se reconocía? Desde Poe, el solitario y enigmático Conde de Lautréamont, cuyo verdadero nombre ni se conocía, a Ibsen o el portugués Eugenio de Castro, autor al cual Darío coloca al lado de d'Annunzio y le sirve para trazar una historia sincrética de la lírica del país vecino. El volumen se abre con la nota acerca de un libro que podría ser un espejo para Los raros: El arte del silencio de Camilo Mauclair, un ensayo profundo sobre autores que fascinan al nicaragüense y que rondarán una y otra su análisis, como los excluidos Baudelaire, Mallarmé y Flaubert, o el incluido Edgar Allan Poe, el escritor que encarnó "la psicología de la desventura" y que fue, para Rubén Darío, el príncipe de los poetas malditos. El ensayo que le dedica es lúcido y hermoso: conjuga vida, la descripción de varios daguerrotipos --"aquella alma potente y extraña estaba encerrada en hermoso vaso"-- y la interpretación de su obra, acariciada por la sombra de la muerte. Lautréamont es un espíritu paralelo a Poe: blasfemo y lúgubre, un raro visionario y un profeta que escribió para sí mismo.
Darío siente una gran predilección por Leconte de Lisle, cuya inspiración abarca a Valmiki y a Homero, a quien tradujo. Aunque "el jefe más famoso de los simbolistas" era Verlaine, y a la vez "el más grande de todos los poetas de este siglo". La visión de Rubén Darío, a pesar de los halagos, es durísima: lo visita en el hospital casi cadáver y recuerda que se defendía en vano del Demonio mediante la plegaria. De la lujuria no podía curarse en modo alguno: "Rara vez ha mordido cerebro humano con más furia y ponzoña la serpiente del sexo. Su cuerpo era la lira del pecado. Era un eterno prisionero del deseo". En el fondo, el propio Darío no estuvo muy lejos de esa imagen: el alcohol y su insaciable concupiscencia le martirizaron, y le redimieron, a lo largo de toda su vida.
La imagen del conde Villiers de L'Isle Adam resulta tan tierna como patética: vivió pobre, no pudo celebrar su triunfo (a pesar de obras como Cuentos crueles, La Eva futura o el drama Axel) y desposó en el mismo lecho de muerte a una mujer, joven e inculta, con la cual había tenido un hijo. León Bloy es el hombre del elogio difícil, el fanático y desesperado libelista a quien casi todos desprecian e ignoran. A George D'Esparbés lo compara con Benito Pérez Galdós. Siente el autor de Prosas profanas la muerte del cubano y escritor en francés Augusto de Armas. Y, entre otros, valora muy positivamente la producción de Paul Adam, novelista y periodista que se ha retirado a vivir al campo, de Ibsen, "el hermano de Shakespeare", y sobre todo de José Martí, a quien le destina una bellísima necrológica y una apasionada defensa de su poesía y de su compromiso cívico: "En comunión con Dios vivía el hombre de corazón suave e inmenso, aquel hombre león de pecho columbino, que pudiendo desjarretar, aplastar, herir, morder, desgarrar, fue siempre seda y miel hasta con sus enemigos".
Evidentemente, el autor se equivocó en algunos juicios e incurrió en desmesura en otros, pero resulta sincero, deslumbrante en sus explicaciones, en su prosa rítmica y variadísima, en su erudición. Éste es un libro sobre la creación, la perversidad y la locura, la inspiración y los poetas -"esos amables y luminosos pájaros de alas azules"-, y el supremo afán de la Belleza, que persiguieron tanto estos raros rarísimos como el propio Rubén Darío.
Hace ahora una década, Libros del Innombrable, el estupendo proyecto del poeta, narrador y editor Raúl Herrero, recuperaba la edición definitiva del libro con prólogo de Juan Ramón Jiménez.
*Los raros. Rubén Darío. Prólogo de Juan Ramón Jiménez. Libros del Innombrable. Zaragoza, 1998. 304 páginas.
UN POEMA DE ANÍBAL NÚÑEZ

Desde hace algún tiempo tengo en mi desorden infinito de libros, revistas y periódicos un libro muy hermoso, muy sugerente, de ésos que invitan a fabular, a soñar la vida de un poeta. Se trata de Cartapacios (1961-1973) de Aníbal Núñez (lf ediciones. Selección y estudio a cargo de Fernando R. de la Flor y Germán Labrador. Salamanca, 2007. 166 páginas). Es un delicioso libro para fetichistas con fotos del poeta y traductor de Rimbaud. Esta mañana, tras levantarme, hice algunos ejercicios físicos mientras repasaba “Aragón: Libro del agua”; poco después abro el correo y veo que Rafael Castillejo (www.rafaelcastillejo.com) me escribe, como a otros muchos, y recuerda que tiene varias novedades en su web, entre ellas esta fabulosa foto de 1969. Me dije: quiero empezar a colgar poemas sobre el agua, me dije qué bella es esta foto, me dije, cómo me gusta este poema “Birthday of the rain” de Aníbal Núñez. Y aquí están:
BIRTHDAY OF THE RAIN
hoy es el cumpleaños de la lluvia
es el anivesario del anillo
que se cayó en el agua al cabo de un año
de narciso en la fuente el funeral de ofelia
ahogada entre cubiertas de automóvil
hoy es el cumpleaños de la lluvia
el centenario de afrodita
surgiendo de las olas
el milenio hoy se cumple del diluvio
universal y llueve como siempre
de arriba abajo, sí, de arriba abajo.
*Grupo de majorettes de Corita Viamonte en el estadio de La Romareda en las fiestas del Pilar de 1969. Foto del archivo de Rafael Castillejo, cantante, divulgador musical y apasionado de la música de todas las épocas. Zaragocista y zaragozano hasta el tuétano. Casi me atrevería a decir que la foto la tomó Antonio Calvo Pedrós.
NATALIO BAYO: LA PINTURA INTERMINABLE

NATALIO BAYO AL GALOPE EN EL CORCEL DEL MITO
Al principio fueron los caballos. O los gigantes y los caballos, aquellas bestias apacibles que enloquecían a Gericault. Y al principio también apareció la luz en el primer estudio del joven artista Natalio Bayo. Y con la luz, el color. Y con el color, la imaginación, la sugerencia y la evocación. Épila, ese lugar abierto a todos los ponientes, le suministraba las primeras imágenes. Miraba los campos, las colinas, miraba a la gente sitiada en el centro metafísico del mundo y trasladaba al lienzo o al papel aquellas formas, aquellos seres que tenían un parte majestuoso de bondad, una apariencia rústica de candor. Ese universo se iba cobijando en el pincel, en los lápices o en el grafito. Día tras día, Natalio Bayo crecía, o más bien aún: se agigantaba, como el pintor soñador. Y al galope, a lomos del corcel interior de su cerebro, pasaba de los équidos a los gigantes, y luego transitaba por series de atmósfera cotidiana que adquirían carácter simbólico de denuncia: las latas, las ataduras, los paquetes, las palomas.
A primera vista, aquella figuración de lo inmediato no parecía un grito ni un ejercicio persistente de ironía o de rebelión. Pero luego, en cuanto se miraban esas series con detenimiento o con su envés, se veía su poder de detonación. Allí, en cuadros y dibujos, Natalio Bayo asumía que no vivíamos en el mejor de los planetas. Asumía que la noche oscura del desgarro se prolongaba y aherrojaba las pulsiones imprescindibles de libertad, y ahí estaba su grito, su apacible metáfora a favor de la libertad. ¿Qué pensamientos indomables recorrerían las venas del “Pensador cansado”, ese andariego metafísico, desdibujado por las luces del campo, que se cruza de brazos como quien parece vencido o vapuleado por la melancolía y el silencio? ¿No es ese gigante el mismo tal vez que el que reaparece, algo más tarde, en forma de “Astronauta”? ¿Y esas cajas informes, y esos paquetes que lloran una sangre interior y desesperada de años, de todos los años de posguerra, tal vez, y esa metamorfosis de hombre y paloma, que constituyen un nuevo acercamiento a un bestiario alegórico, a qué aluden, qué mensaje encierran, qué les duele, qué bomba a punto de estallar y de arrasar la tierra se oculta en su convulsa poética de los objetos? El artista elaboraba su código de signos, su abecedario de asuntos e intenciones, y de vez en cuando iba soltando al viento sus quimeras: una mujer podía compararse con un cometa que se extravía en el aire entre vencejos, un hombre aspiraba a ser astronauta o paloma que surca los celajes. La paloma, que encarna una idea de paz, posee en todas las religiones un aroma de espiritualidad y de poder de sublimación; por ejemplo, los eslavos consideran que el alma toma forma de paloma, después de la muerte. En cierto modo, para un pintor fantástico como Natalio Bayo, su porfía con las palomas era como la expresión de un deseo definitivo de vuelo.
Él también estaba dispuesto a volar como artista. Ya había descubierto algunos de sus dones: poseía un gran sentido del dibujo, encontraba la precisión, la línea exacta de expresividad con una naturalidad laboriosa, y se había ido forjando una pasión por la pintura y el mito. El mito, también en su oficio, es un intento de contar las cosas de una vez para siempre. O de pintarlas y de repintarlas a diario con nuevos gestos, con una pintura empastada y a espátula sobre tabla, o en los reinos extenuantes del grabado. El color lo llevaba en el fondo de los ojos; sólo tenía que despertarlo y avivarlo aún más. Lo hizo observando no sólo el agro en lontananza, esa naturaleza amada que le había dado el fulgor y la sombra; lo hizo alargando sus temas y sus estudios pictóricos hacia Italia. Quiso beber en todas las fuentes y en todas las iconografías: intuyó ya entonces, próximos a finalizar los años 70, que él se sentía un pintor de argumentos, un pintor narrativo desde el uso apasionado de la materia, un pintor histórico y un pintor de historias dispuesto a crear su propio mundo en connivencia con otras estéticas. Ahí estaban Arcimboldo o El Bosco, pero también los artistas del Renacimiento, y decidió abrazar una orientación neorrenacentista, o manierista, a la manera de Natalio Bayo. De ese viaje interior -que era el fin de partida de sucesivos viajes a Florencia, Roma o Venecia- surgió otra vibración de la claridad, un desorden incontenible de la creación y una vasta colección de paisajes fantasmagóricos, sí, fantasmagóricos, porque fluctuaban entre la decrepitud, la exuberancia, la alusión al vacuo y circunspecto poder, las narraciones góticas y una serie de personajes de época envuelta en una tormenta de rojos. Curiosamente, junto a un parentesco inequívoco con el Renacimiento, había huellas visibles del romanticismo y de un surrealismo que, incluso, creemos recordar, se permitió jugar con lo conceptual a la manera de René Magritte. ¿Recuerdan aquel caballero que se miraba al espejo y el azogue le devolvía desde el fondo a un monstruo?
Ese período fue determinante. El pintor Natalio Bayo afirmaba otros pilares de su mundo, la materia visual de su pintura y de su filosofía. Y lo fue ampliando afirmándose en la tierra del origen: Aragón, claro, y con Aragón sus vinculaciones con la legendaria Corona de Aragón, con la mitología de San Jorge, el dragón y la mujer (Natalio es un inagotable pintor de mujeres), la nobleza, los inquisidores, otros personajes como Aznar y Galindo o el Papa Luna, por citar ejemplos concretos. Pero como Aragón posee un vasto universo de tradiciones y leyendas, Natalio Bayo también ensanchó su campo de experimentación hacia el espacio legendario, el fértil territorio de la memoria mítica, siempre impregnado de un aire italianizante y, por supuesto, de una carga lírica incuestionable. Realmente, esa manera de recrear la realidad y los sueños nunca desaparecerá de su paleta, ni de sus grabados, ni de sus dibujos, ni de sus libros de artista, que los tiene de todo tipo y en multitud. Hacemos aquí una pequeña parada para recordar que quizá se trate del pintor que ha realizado el mayor volumen de trabajo de este tipo. Ahí están proyectos como “Vida de Pedro Saputo” (Oroel, 1989) con texto de Braulio Foz; “San Jorge, la doncella y el dragón” (Oroel, 1989) con fragmentos de Ana María Navales; “Aragón monumental y artístico” (Oroel, 1990), en el que colaboró con Gonzalo Borrás; “Chrysaor”(Oroel, 1995), donde ilustró un cuento sobre gladiadores en la antigua Cesaraugusta de Guillermo Fatás, que suponía una puerta de luminoso acceso al mundo grecolatino tan admirado por el artista, o “Canciones de amor” (Ehón, 1997), inspirado en los textos amatorios del cantautor José Antonio Labordeta. No citamos aquí todos los proyectos para no fatigar al lector.
Más tarde, a mediados de los años 80 también abrazó el universo pop, especialmente con un sesgo íntimo de abundantes guiños familiares. En los 90 volvió a los caballos, glosó a Monet, Gericault, De Chirico, Sánchez Cotán, a Goya probablemente y a Picasso, podríamos decir que invirtió al menos cinco años en esa nueva serie, fijó algunos asuntos clásicos que siempre le habían interesado, y continuó ahondando en sus bestiarios con dama, en sus caballeros, en sus retratos y autorretratos, en una producción muy extensa y coherente que avanza y se redondea, que se dilata en sugerencias e interpretaciones donde sigue restallando el cromatismo, las formas, los paisajes oníricos, las recreaciones y las continuas lecciones de historia.
Natalio Bayo es un pintor de obsesiones o, si se prefiere, de temas. Hemos hablado de su pasión por la mujer. En el fondo, y a la larga, es la gran protagonista de su trabajo de muchos años: pinta a las mujeres de todas las maneras y en todas las posiciones, en cualquier ambiente. Desnudas, provocativas, como diosas (veamos la obra “Granada” de 1991, ¿no nos sugiere a una diosa antigua y carnal que se alza desde la Alhambra ante un paisaje ideal del paraíso?), como compañeras cotidianas o como mujeres fatales, entre bestias, ya sea el elegante dálmata, el potro albino, el gato enigmático y solitario, una cigüeña o acaso un cisne que nos lleva a pensar en Leda. Esa presencia de las damas sigue presente con toda su potencia de sensualidad, de idolatría y de lascivia, como ocurre en “Viento indiscreto”, donde presumimos un viento que acaricia y descubre la porosa piel de la mujer que nos ofrece su cuerpo confiado, tendido sobre nieve y sueño.
Natalio Bayo también es un pintor de cabezas. Las pinta con esos sombreros que parecen árboles o banderas al viento, con turbantes de flores decrépitas o de plumas; las pinta con máscaras de toda índole que nos proponen siempre un sinuoso juego de identidades, en medio del opulento campo de batalla del color, esa tentación que no cesa. Esta muestra que nos ofrece el galerista y anticuario Carlos Gil de la Parra es un inventario y una síntesis de la labor del artista, una antología de la luz, la imaginación y el delirio de pintar. Nada menos que todo un mundo: el de la pasión por la pintura.
*Esta tarde, a las 19.30, en el Salón de Actos de la Librería Central, el pintor presenta Natalio Bayo. La pintura interminable* (Mira Editores), escrito por Rafael Ordóñez Fernández, crítico e historiador del arte, y por el editor Joaquín Casanova. [Hace algo más de un año, escribí este artículo sobre la obra y los temas y las obsesiones de Natalio, un autor al que le han dedicado extensas monografías estudiososo como Miguel Logroño, Cristina Gil Imaz o Gonzalo Borrás, entre otros. Autor de libros de bibliofilia o de artista, uno de sus últimos proyectos es Bestiario de Javier Tomeo, editado por Prames, e ilustrado con suntuosidad y cromatismo por el artista de Épila.]
IAN McEWAN: HISTORIA DE UNA NOCHE DE BODAS

La noche de bodas es una noche especial. La primera noche oficial. La primera noche en que todo el mundo sabe que dos son uno, que se consuma una ansiedad elaborada, algo especialmente deseado y mágico. Quizá no exista nada tan secreto y enigmático como lo que ocurre entre dos amantes, y la noche de bodas es el principio del misterio, el umbral de algo que puede ser maravilloso. El ovillo de una catarsis corporal. Un festín.
Los tiempos han cambiado, y quizá la noche de bodas ya no sea exactamente así, quizá haya perdido aquel componente de revelación física y emotiva, de ceremonia nítidamente cultural. Ya no es el instante que se borra para siempre la pesada sombra, la apabullante carga de la virginidad. Sin embargo, no siempre fue así. Hasta anteayer mismo, tal vez, los amantes se entregaban por primera vez en esa noche mágica. Desconocían el ritmo de sus cuerpos, el idioma de la piel, los olores, las respuestas. Y a ese instante decisivo de encuentro le ha dedicado su última novela el escritor Ian McEwan "Chesil Beach", un novelista formidable, obsesionado por los calambrazos dramáticos del amor. Algo que ya había explorado en libros como "El inocente", "Amor perdurable" o en "Expiación", por hablar de otra novela que el cine ha devuelto a la actualidad. McEwan, de entrada, parece querer decirnos que probablemente, en contra de lo que se piensa ahora, quienes menos saben del amor y del sexo son dos novios que se casan, esa pareja casi adolescente que inicia una nueva vida y que decide consolidar su pasión.
La noche de bodas es el primer tramo de un viaje hacia el placer, si todo va bien. Y el placer está vinculado con la vida, con la plenitud, con la felicidad. Con el reposo y la confianza en el otro. Y uno a veces se casaba para poder amar cada noche. Ian McEwan nos enfrenta a ese momento, pero lo hace a su manera. Mediante el arte de la dilación y del retrato, mediante la composición previa de los perfiles de ambos protagonistas: Florence, esa chica de clase media alta, a la que no le ha faltado de casi nada, y Edward, un joven que ha estudiado historia y que se ha abierto camino como ha podido.
McEwan, con sutileza y con un escrupuloso arte de efecto retardado, nos asoma a una ventana hacia el pasado: nos cuenta cómo se han conocido, cómo son sus respectivas familias, cómo toca el violín la joven, cómo se integra en un cuarteto. Nos cuenta cómo son sus paseos, y nos va dando pistas de lo que se avecina. Los dos enamorados están en un hotel con encanto junto a una bella y romántica playa con faro.
Es el año 1962, es la década de la revolución sexual. Empieza el fenómeno Beatles. McEwan habla de canciones, de acontecimientos, de partidos de tenis, de política, todo ello, sin estridencias, como los matices escénicos de un gran drama. Porque aquí todo se dirige hacia un drama, hacia ese segundo de nuestra vida en el que todo, absurdamente, cambia. Y cambiamos nosotros. Cambian Florence y Edward, cambian porque se asoman a esa habitación con vistas donde al final del espigón o del promontorio se vislumbra algo brutal. Desolador. Enfermizo. Como el espanto.
La novela es breve. El coito se cuenta con absoluta precisión. Se analizan los pensamientos más íntimos, los estados de ánimo y la respuesta casi inverosímil dentro de una novela que lo tiene todo: es desgarrada, es sensual, es poética, se fija en el paisaje, en las luces sobre las olas, en la tibiedad de las sábanas, en los sueños, se fija en la sensualidad, en la belleza de los amantes, en el candor, en la voluptuosidad de un intérprete anudada a un violín.
Esta novela, bellamente traducida por Jesús Zulaika, es como un mecanismo de relojería que muestra el nerviosismo, el temor, la sinceridad, el fraude, e incluso, como sucederá con un personaje, la ausencia de líbido, tal vez la incapacidad de amar con una maestría caliente y cálida que no necesita ni siquiera el énfasis.
POEMAS DEL AGUA, 2 / JOSÉ LUIS GÓMEZ TORÉ

El madrileño José Luis Gómez Toré es un buen poeta, con un mundo propio, con una textura de imágenes y de lenguaje tan honda como aparentemente sencilla. Quizá tenga algo de poeta panteísta. Es un experto en la poesía de Francisco Brines. He prometido que me gustaría incorporar cada día un poema del agua. Leyendo su último libro, Fragmentos de un cantar de gesta (Pre-Textos, 2007), uno de esos libros repletos de matices, de sensualidad, de concentración íntima, he encontrado este poema que me gusta mucho. Y podríamos decir que, como algún otro del volumen, es un poema que tiene el agua como protagonista.
ORILLAS DEL ARAGUAIA
Aquel que lee las aguas
descifra un transcurrir de sombra,
un sol que se disuelve
en la evidencia húmeda del tiempo.
La lancha escribe
una absorta impaciencia
en el sueño del río.
La corriente lo sabe.
El hombre sólo sabe
que este rumor no puede ser espejo.
Mira las aguas, lee
aquello que no es cuando es el río,
el rostro ya borroso
de multitud de nadie.
Aquel que lee las aguas atesora
callada quietud.
Duerme en sus manos
la blancura perfecta del silencio,
el silencio como vuelo de garzas,
el rumor de algún sol.
Quién le dice su nombre
cuando ya no es el río
y todavía es esta corriente oscura,
verdadera.
*La foto es de Flor Garduño.
HISTORIA DE MARGARITA ARTAL A CABALLO

[Hace unos días, en Borja me hablaron, durante la comida, de este cuento integrado en Los seres imposibles (Destino, 1998). Como el azar siempre se ramifica, el doctor de cuerpos y almas, el gran cardiólogo Ángel Artal Burriel, que está a punto de ser abuelo por partida doble, me ha enviado la confirmación (o una confirmación lateral, cuando menos) de este relato, que para algunos era pura invención. Algunos me han escrito y me han dicho que ese tal Salustio Bienzobas no era tan sorprendente como otro nombre real del pueblo: Procopio Pignatelli. La realidad produce asombros ilimitados. Y he aquí, según don Ángel, una de las fotos que conserva de Margarita Artal. Como es un hombre dado al misterio, no revela si es de Patricio Julve o no. Don Ángel, que está leyendo con delectación y puro vértigo el libro Cuentos a patadas, es así…]
MARGARITA ARTAL A CABALLO
La gente se acostumbró a él y a sus rarezas, pero aún así se hablaba de Salustio Bienzobas más de oídas que de otra cosa. Los rumores se extendían, iban y venían con los trenes, con las tartanas o con el autobús de dieciséis plazas, pintado de amarillo, de Floreal Sánchez que se encargaba de comunicar el pueblo y las casas de campo con la estación de ferrocarril. Hubo un momento en que empezaron a dedicársele romances y coplas burlonas. Unos aludían a sus dos amantes, Eucaristía, mujer madura y generosa de carnes, más ama de llaves que amante, según algunos, y Clara, morena, esbelta y juvenil, primorosa como una flor de primavera. Otras invocaban sus misterios: Salustio Bienzobas era noble y rentista pero atravesaba por épocas de absoluta ruina. Sus compañeros de francachela, los que iban a visitarlo en su quinta de El Salobral, al lado del río Jiloca, le hacían préstamos, igual que Del Val, el vinatero, y Tomás Alegre, el dueño del colmado. De repente, a la vuelta de dos meses, aparecía con un fajo de billetes que se sospechaba que le habían llegado de Italia a consecuencia de lo que el romance llamaba «una herencia italiana de locos amores.»
Salustio era un bohemio, amigo de tertulias privadas y buen lector. Todo lo contrario que su hermano Sócrates; éste sí se mezclaba con la gente en las tabernas pero pasaba inadvertido. Nunca despertó curiosidad a pesar de que usaba un gorro de astracán y llamaba señoras a todas las mujeres. Carecía de misterio por exceso de simplicidad. En Salustio nada era previsible: lo mismo secuestraba a medianoche a los hombres casados del pueblo para unas manos de guiñote sin advertir a nadie que organizaba una excursión a caballo a la finca de El Castillejo, donde Blasco Ibáñez descansó un par de veranos, o un fin de semana de cacería en la sierra de Albarracín. Lo mismo aterrizaba en una avioneta ante el asombro de Agudo, el controlador del modesto campo de aviación, que no había recibido señales por la emisora, que sustituía a la maestra doña Salvadora en la clase de los jueves por la tarde.
Perfecto conocedor de la literatura, su pasión era Juan Ramón Jiménez y en particular Platero y yo. Era tanta su fascinación por aquella prosa sentimental y delicada que jueves tras jueves leyó e hizo leer a los chicos la historia del burro de Moguer; pero su porfía no terminó ahí. El pintor uruguayo Rafael Barradas permaneció durante una larga convalecencia en un pueblo próximo a El Salobral y a Calamocha: Luco de Jiloca. En él se enamoró de una paisana, la cortejó hasta seducirla y realizó numerosos dibujos a lápiz y a plumilla, así como el ciclo solanesco de Los Magníficos. Salustio fue a visitarlo y le entregó un ejemplar dedicado por el poeta. Le dijo: «Don Rafael, me gustaría que le hiciese dibujos para los chicos.» Y así lo hizo, aunque se reestableció y se marchó antes de que concluyese el libro. Dejó un total de 37 láminas a todo color de formato medio. Se dijo que Salustio persiguió al artista por Madrid, cuando empezó a hacer decorados de teatro y lo mejor de su pintura, y que le entregó un poco de dinero para que no olvidase el encargo.
Más de treinta años después, el bohemio preguntó quién era el alumno más inteligente de clase y el que tenía mejor letra. «Algás, Angelillo Algás», le contestaron. Y allí mismo, ante todos, aleccionó al niño para que cursase una carta al poeta que se había exiliado en Puerto Rico. La leyó en alta voz. Tenía un fino timbre de cantor y monaguillo. El objetivo de la misiva era que Juan Ramón Jiménez diese permiso para que se imprimiese una edición de Platero y yo, ilustrada con aquellos dibujos de Barradas, para los estudiantes de la comarca: Calamocha, San Martín del Río, Lechago, Luco, Báguena, Burbáguena, etc. El joven se había preocupado de explicar quien se encargaría de todo --«Salustio Bienzobas: profesor, hombre de letras y enamorado de sus palabras, señor poeta»-- y recalcaba un ínfimo detalle que nadie entendió: el volumen llevaría en sus primeras páginas una rama de perejil impresa en línea verde. Al cabo de un mes, en la escuela se recibió una carta escrita a máquina, firmada por la desconocida Zenobia Camprubí Aymar. Angelillo Algás leyó de nuevo: «El maestro está enfermo y no se imagina muy bien el proyecto. Les agradece su interés pero les deniega el consentimiento. Ese país, que también es el suyo, sólo le trae ingratos recuerdos.» Desolado, Salustio no quiso volver a escribir pero sí le enseñó a Angelillo Algás cómo debía mandarse un telegrama: el niño, en nombre de todos, felicitó al escritor cuando le concedieron el Premio Nobel de Literatura. Y a partir de entonces, nació otro rumor: se decía que, finalizada ya la herencia italiana, el bohemio vendía los dibujos de Rafael Barradas, alias el uruguayo, en Madrid y Barcelona para sobrevivir con la dignidad de antaño.
El Salobral era y es una finca paralela al río y al camino que conduce al convento de los Concepcionistas y atraviesa la fábrica de mantas Daudén, que tenía concierto con el ejército y fabricaba guerreras, capotes, embozos y gorras. En los alrededores crecen perales, manzanos y chopos. Un manto de tierra roja y llana avanza entre los lirios y los campos de alfalfa. Su vasto dominio se había convertido en el mejor refugio de Salustio, de sus amantes o amas de llaves y de su enorme perro Sarito. Desde la orilla del Jiloca seguía el tránsito del tren y su negrísima vaharada, oía su bufido evocador, su espasmódico traqueteo, saludaba si estaba de buen genio al maquinista Olegario Cerezo. Allí, en el caserón del siglo XVIII, se sentía muy cómodo, resultaba hogareño y dicen que también algo escandaloso en sus hábitos privados: más de una vez, cuando volvía en bicicleta de dejar a su novia en Los Gascones, Atín Sánchez --conductor de los coches de viajeros de su padre desde los once años--, oyó unos suspiros, unos quejidos acelerados y un grito final que se elevaba por los aires como un bramido de toro. De allí salió otra alusión procaz en las coplas que se cantaban en carnaval.
Pero lo más sorprendente de Salustio, ese episodio que forma parte de la leyenda, fue su historia de amor con Margarita Artal. Para muchos ella fue sólo un nombre, una aparición vespertina de El Salobral, el cuerpo intangible de un sueño de enamorado constante. Atín Sánchez lo niega. Dice que él mismo la trajo desde la estación: no se parecía en nada a ninguna de las otras dos. Era rubia, de una edad inconcreta pero muy joven y etérea. «No parecía de este mundo --relató Atín--. Me quedé mirándola fijamente como un tonto y cuando le di la maleta, ante el caserón, me dijo: "No enloquezcas. Soy de carne y hueso y a veces bostezo". Salustio salió a recibirla.» Al poco tiempo empezó a vérsele a caballo, completamente desnuda o vestida tan sólo con un tul de muselina, paseando por la ribera del río, en los límites de la finca. No se fijaba en nadie: llevaba rumbo incierto, aplastaba la carne contra el lomo de la yegua y a medida que se alejaba se fundía con el horizonte, desaparecía como una amazona que se vuelve invisible de golpe.
El maquinista del tren que hace el recorrido Zaragoza--Teruel y viceversa la vio un día. Y otro día. La visión era siempre idéntica: aquella piel que se le antojaba de nata, el busto airoso, los pechos agitados violentamente por el galope del animal, la melena. Todos los pasajeros --sobre todo los asiduos-- se percataron del fenómeno: Margarita Artal salía a caballo al atardecer en cueros. Al adentrarse en El Salobral el maquinista reducía la velocidad y se deleitaba con la aparición, que justificaba no sólo sus viajes y la rutina de las señales, sino que se levantase cada mañana. Su vida tardó en recobrar el pulso normal de los acontecimientos. Alguien se apostó entre los matorrales de la ribera y empezó a disparar al tren cuando había aminorado su marcha. Nunca se supo quien lo hizo cinco, seis o siete veces, pero todos dicen que fue Salustio Bienzobas. O sus amigos de parranda y de cacería, a algunos de los cuales había obligado a fuerza de pistola. Desde entonces, el tren pasa a toda velocidad por El Salobral.
Hemos dicho que en el pueblo --en las jamonerías, en las tabernas y en la barbería de Ciempicos-- aseguraban que aquella mujer no había existido nunca. Después del incidente, ya no hubo dudas: para todos Margarita Artal era una invención más, un espejismo de mentes calenturientas como la del enamoradizo Atín o como la del maquinista Olegario Cerezo, que incluso presentó una denuncia por agresión en el cuartelillo y solicitó que le cambiasen de línea. Hace no demasiado tiempo, un hallazgo confirmó que Margarita Artal no fue un espejismo tan sólo: el cardiólogo Ángel Artal compró en el rastro de Zaragoza una edición no catalogada de una Historia de Calamocha, escrita por un tal Avechina, que fue secretario de Joaquín Costa en Madrid y experto en el cultivo del azafrán. En su interior halló la única foto que existe de esta criatura imposible, a caballo: el anciano Patricio Julve, no tan viejo entonces, la captó cerca del río cuando pretendía desmontar. La foto debió de ser tomada desde el tren porque está ligeramente movida, aunque el enfoque es correcto.
El cardiólogo ha puesto el retrato en un lugar principal de su biblioteca. Cada vez que alza los ojos y ve a la mujer con una nalga en el aire y uno de los muslos afirmándose en el estribo siente una indecible nostalgia y se lamenta de que Margarita Artal no fuese una antepasada suya. Y piensa en lo afortunado que debió ser el fallecido Salustio Bienzobas, enterrado a la sombra de una chopera, junto al río, bajo un epitafio que dice: «Cazó, amó y leyó a Juan Ramón Jiménez.»
HA MUERTO EL GUIONISTA RAFAEL AZCONA

[Acaba de morir Rafael Azcona, en realidad murió hace dos días, pero la familia lo ha confirmado ahora. Padecía cáncer. Él siempre ha querido pasar inadvertido. Pasar por la vida, con su lucidez maravillosa, pero sin llamar demasiado la atención, sin molestar. En los últimos años, he coincidido varias veces con él. En el verano de 2006, después del homenaje a Julio Alejandro, en mi vieja Serena granate, con poca calefacción, lo traje a él, con José Luis García Sánchez y Luis Alegre, a comer a Zaragoza, a Casa Hermógenes. Acaba de reeditar Los europeos, una novela en la que hablaba de su juventud zaragozana… Una década atrás, en uno de esos días imborrables, que contaba y recreaba mejor que nadie, y que contó y recreó mejor que nadie, antes y después del entierro de Julio Alejandro, hablamos de su vida y de sus misterios, de su arte y de sus amigos, desde Ferreri y Rossi a Berlanga, a los pies del Moncayo. Aquella vez me quedé admirado por ese hombre sencillo: era el talento puro, la inteligencia, la humanidad, el ingenio chispeante, la capacidad de observación, y era sobre todo el interés por lo humano. Creo que fue entonces cuando hablamos por primera vez de fútbol, en concreto de aquel Boszik húngaro, que debió inventar la figura del medio centro con la legendaria Hungría. Rafael Azcona sabía de todo. Y animaba cualquier charla: era una lección de vida, una enciclopedia directa de humanismo, de sensibilidad y de cariño. Le apasionaban Galicia, los viñedos de José Luis Cuerda, las novelas de Fernández Flórez, algunos libros de Manuel Rivas (adaptó La lengua de las mariposas, adaptó El bosque animado, ambas para Cuerda) y Rosalía de Castro. Escribió algunos de los mejores guiones del cine español: El verdugo, Plácido, Ay, Carmela (adpatación de una obra de Sanchís Sinisterra), y siendo un genio indiscutible jamás se dio importancia alguna. Ni siquiera para morir. Copio aquí, como nota urgente, las palabras que escribí en mi blog el 17.06.2006.]
HUESCA, 17.06.2006
Rafael Azcona (Logroño, 1926) es una de esas personas felices que se han aburrido poco en la vida. Como Julio Alejandro Castro Cardús (1906-1995), que ya dijo en 1988 que no se había aburrido ni un cuarto de hora, tal como recuerda Emilio Casanova en su documental “Julio Alejandro: un mar de letras”. Ha escrito casi cien guiones, muchas novelas, inventó al repelente niño Vicente y conoció en un tiempo lejano la Zaragoza de Ambos Mundos, el Tubo, el Plata y el Oasis, algo que reaparece en la novela “Los Europeos”, que ha reescrito por completo para Tusquets. Más tarde, fue un bohemio divertido que intentaba abrirse camino en el viejo Madrid de la posguerra, que “fue interminable y una auténtica fábrica de castración mental”. Frecuentaba los cafés, coincidía con los grandes creadores de un país a la deriva, y seguramente oyó decir alguna vez a Jardiel Poncela, a ver al taciturno dramaturgo: “Ahí está Buero Vallejo, que en paz descanse”.
Azcona hizo películas para Marco Ferreri, Berlanga y luego para casi medio mundo; en los últimos años forma un pareja de hecho para el cine y para las tertulias con José Luis García Sánchez: ambos, de aquí para allá, exhiben su sentido del humor, el caudal de historias y anécdotas, y además se divierten haciendo películas. Azcona es uno de los hombres más modestos, geniales y apacibles del mundo. En eso también se parece a Julio Alejandro. No presume de nada, no mixtifica nada. Sostiene que el trabajo del guionista se termina en cuanto entrega el texto: luego el libreto pertenece por completo al director. Lo mismo decía Julio Alejandro: él entregaba sus diálogos a Buñuel, que les daba a la vuelta como a un calcetín.
En los últimos años, desde distintos frentes se ha iniciado la reedición de las novelas de Azcona: son crónicas de la posguerra, historias de seres humanos que buscan aliviar la represión a través del amor y del sexo. A Rafael solo le interesa la gente. Es un contador que escucha. Es un fabulador que sabe oír. Y lo más hermoso de él es que mira la vida desde casi los 80 años con la serenidad de quien no tiene ningún resentimiento y de quien sabe que el triunfo más hermoso es el de la alegría. Por eso está radiantemente joven.
30.10.06. POZOBLANCO
Y por allí, en los Encuentros Literarios, organizados por Antonio Rodríguez Jiménez y Serafín Pedraza, anduvieron también, entre otros, dos personajes que son ya medio zaragozanos: Rafael Azcona, que conoció como nadie el Tubo zaragozano y le dedicó algunas páginas en “Los europeos” (Tusquets, 2006) y David Trueba, que tiene en Zaragoza y en la casa de Luis Alegre su segunda residencia en la tierra. Félix Romeo conversó con ellos y los tres provocaron risas, emoción, pálpito de inteligencia y conocimiento. Una noche, de retorno al hotel, me ocurrió algo que me parece digno de un cuento: le canté “Negra sombra” de Rosalía de Castro a Azcona, una pieza que conocía muy bien por múltiples razones: su adaptación de “El bosque animado” o de “La lengua de las mariposas”, pongamos por caso.
DANIEL GASCÓN ESCRIBE DEL MUNDO DE RAFAEL AZCONA

[Mi hijo Daniel era un fan absoluto de Rafael Azcona. Y Rafael, cariñosamente, siempre le mandaba sus libros dedicados y muy bellas cartas. En marzo de 2007, en Heraldo de Aragón, en "Artes & Letras" aparecía esta extensa nota sobre varios libros de Rafael. Cuelgo aquí el texto, porque me parece que explica muy bien muchas cosas del mundo de Azcona]
LOS ESPAÑOLES, LAS EUROPEAS Y EL AMOR
Rafael Azcona (Logroño, 1926) es el guionista más importante de la historia del cine español. Entre los más de cien títulos de su filmografía se encuentran algunas de las mejores películas de Marco Ferreri (“El pisito”, “El cochecito”); de Luis García Berlanga (“Plácido”, “El verdugo”, “La vaquilla”); de Carlos Saura (“La prima Angélica”, “¡Ay, Carmela!”), de José Luis Cuerda (“El bosque animado”, “La lengua de las mariposas”); de José Luis García Sánchez (“La corte de Faraón”, “Suspiros de España y Portugal”); de Fernando Trueba (“El año de las luces”, “Belle Époque”, “La niña de tus ojos”). Rafael Azcona ha escrito solo y acompañado, ha firmado guiones originales, ha adaptado obras de Fernando de Rojas, Stephen Vicinczey o Valle-Inclán, y ha pasado semanas en el balneario de Alhama de Aragón con Ferreri, intentando llevar a la pantalla “El castillo” de Kafka. Su obra, que muchas veces entronca con el sainete y el esperpento y que ha realizado junto a directores muy distintos, ha servido para retratar un país a través de unas constantes: el gusto por la comida y lo cotidiano, los perdedores infatigables y los héroes sin atributos, la obsesión por el sexo y la incomunicación, y un humor devastador. Pero antes de trabajar para el cine Rafael Azcona había publicado poemas, relatos y novelas, y había colaborado durante seis años (1952-1958) en “La Codorniz”, donde creó el personaje del repelente niño Vicente.
Como los hermanos Marx, Lubitsch y Mariano Gistaín, Rafael Azcona era hijo de sastre; el hombre que “le haría la cabeza” en Logroño sería Godofredo Bergasa, “eventual abogado, eventual arquitecto, eventual fotógrafo, eventual inventor y eventual guitarrista”, según cuenta Bernardo Sánchez en “Rafael Azcona: hablar el guión” (Cátedra, 2005). Cuando Azcona llegó a Madrid en 1951, quería ser escritor. Colaboró en “La Codorniz”, “Pueblo” y “Arte y Hogar”; escribió novelas como “El pisito” (1957) o “Los ilusos” (1958), que lo encuadran en la generación del cincuenta junto a Aldecoa, García Hortelano o Sánchez Ferlosio; publicó cinco libros bajo el seudónimo de Jack O’Relly. También conoció el ambiente de los cafés, de las pensiones, de las máquinas de escribir que alquilaban varias personas, de la pobreza y la picaresca: son elementos que, al igual que la literatura de Baroja, Kafka o Dickens, aparecen en las novelas y los guiones de un creador que cree que “la imaginación es memoria fermentada”. Ferreri leyó “Los muertos no se tocan, nene”: fue el comienzo de la brillantísima trayectoria cinematográfica de Rafael Azcona, de la influencia del cine neorrealista y cómico italiano. Aunque el guionista aparecía brevemente en “El pisito” o “El cochecito”, se mantuvo apartado de los medios de comunicación.
Se creó una leyenda de hombre invisible que perduraría hasta finales de los años noventa: desde entonces ha concedido entrevistas en los periódicos y en la televisión, y ha sido objeto de estudios críticos. Recientemente Pedro M. Azofra ha publicado “La tauromaquia según Rafael Azcona” (Ochoa, 2006), y Bernardo Sánchez, responsable de la versión teatral de “El verdugo” ha escrito “Rafael Azcona: hablar el guión”, donde explica su método de trabajo: Rafael Azcona tiene conversaciones generales con los directores en hoteles y cafeterías; no toma una sola nota, porque cree que lo que no se recuerda no merece la pena, y después redacta el guión en solitario. El libro de Bernardo Sánchez es un estudio muy documentado y un tanto caótico: aunque contiene información interesante –sobre todo acerca de la juventud de Rafael Azcona en Logroño y de la recepción crítica de sus primeras películas-, el autor parece más interesado en mostrar su conocimiento del guionista que en explicar al personaje y sus textos.
En los últimos años Rafael Azcona también ha reeditado y reescrito parte de su obra literaria: recogió tres novelas en “Estrafalario 1” (Alfaguara, 1999; publicó “El repelente niño Vicente” (Aguilar, 2005) y “Los muertos no se tocan, nene” (Punto de Lectura, 2005), y Juan A. Ríos Carratalá elaboró una edición anotada de “El pisito. Novela de amor e inquilinato” (Cátedra, 2005), que utiliza el texto de “Estrafalario 1”. Tusquets ha publicado “Los europeos”, una nueva versión de la novela que salió en 1960. Según Azcona, esta es la versión original: incluye elementos que la censura de la época impedía utilizar, pero que son fundamentales para la historia.
El protagonista de “Los europeos”, Miguel Alonso, es un delineante zaragozano que vive en una habitación realquilada en Madrid a finales de los años cincuenta, y que pasa un verano en Ibiza con el hijo de su jefe, Antonio, un estajanovista del sexo que anota en una libreta todas sus “cópulas”. Miguel, como otros personajes de Azcona, es un hombre que deja que otros tomen sus decisiones: aunque teóricamente viajan a la isla para estudiar la arquitectura local, Antonio quiere seducir a las chicas europeas que veranean allí –esa pretensión se convertiría en la base de un género cinematográfico-, y Miguel lo secunda con cierto escepticismo. Frente a la España peninsular que abre y cierra el libro y que da una impresión de sordidez y represión (“en Zaragoza, en cuestión de mujeres, sota, caballo y rey, o sea, una vuelta por el Tubo, un rato en el Plata y luego a putas; se corría el riesgo de coger unas ladillas, o lo que era peor, unas purgaciones, pero la cosa se arreglaba con el Aceite Inglés, parásito que toca, muerto es, y con los antibióticos, que eran mano de santo”), Ibiza es una ventana abierta al mundo y al sexo, donde las chicas pueden llevar bikinis cuando la guardia civil no mira.
“Los europeos” es una novela triste y divertida que retrata la mezcla de aburrimiento y felicidad de unas vacaciones. Azcona ha modernizado el lenguaje de algunos diálogos, pero también describe los colores de una isla que conoce bien y reproduce las canciones que sonaban en las discotecas de la época. Miguel y Antonio discuten, comen en restaurantes y beben en la playa, y se relacionan con personajes extravagantes: un exiliado húngaro, un italiano que muestra a sus invitados películas pornográficas que protagonizan él y su mujer, un empresario que persigue a “las obreras”, un matrimonio que pelea constantemente ante la mirada de un americano. Muchos de los escarceos sexuales de Antonio no salen bien –elige lesbianas, o las chicas españolas que pretendía evitar-, y, aunque Azcona ha dicho que prefiere los sentidos a los sentimientos, Miguel vive una hermosa historia de amor con Odette, una chica francesa.
“Los europeos” cuenta, con diálogos brillantes y maestría narrativa, una etapa de felicidad que es como una isla, y de la que el protagonista no parece ser del todo consciente: le preocupan el futuro y su propia debilidad, y ese es uno de los ingredientes que hacen que el relato resulte verosímil. “Los europeos” presenta esa mezcla de compasión y ferocidad que aparece en “El pisito” o en “El verdugo”; e incluye a personajes como Antonio, que mienten sin parar y carecen de escrúpulos pero a los que redimen su torpeza y su lealtad inesperada. Como “Belle Époque”, esta novela cuenta un aprendizaje negativo que termina con una renuncia. Sucede en un país que ya no existe: estamos en Europa, los españoles ya no son “cachondos irredentos” y París está mucho más cerca. Pero “Los europeos” también habla de la vida, de la cobardía y las relaciones humanas. Como muchas veces a lo largo de los últimos cincuenta años, Azcona consigue ponernos los pelos de punta: el cristal a través del que veíamos a sus personajes era en realidad un espejo.
Los europeos. Rafael Azcona. Tusquets. Barcelona, 2006. 303 páginas.
El pisito. Novela de amor e inquilinato. Rafael Azcona. Edición de Juan A. Ríos Carratalá. Cátedra. Madrid, 2005.
Rafael Azcona: hablar el guión. Bernardo Sánchez. Prólogo de José Luis García Sánchez. Cátedra. Madrid, 2006. 483 páginas.
**Esta reseña apareció en Artes & Letras, el suplemento cultural de Heraldo de Aragón, en junio de 2006.
*La foto de Rafael Azcona pertenece al archivo del diario El País, que se halla en internet.
CUADERNOS DEL VIGÍA: OLGOSO Y MARZAL

Cuadernos del Vigía de Granada es una bellísima colección que dirige Miguel Ángel Arcas, en la que también trabajan en diseño y maquetación, entre otros, Jesús Ortega y Francis Requena. Recuperan el buen gusto del sur, la cuidada elección de papeles, de tipografía, la elegancia de la caja, el cuidado de la tipografía. Son libros con alma, de ésos que conmueven, de ésos que solo de tocarlos percibes de inmediato que detrás hay alguien que ama la literatura, que ama la tradición de Altolaguirre, Prados y Juan Ramón Jiménez, alguien que entiende que cada libro es como un tesoro inadvertido, el resultado de un trabajo íntimo, intenso, destilado, en el que intervienen muchos factores: escritores, diseñadores, impresores, encuadernadores, libreros luego, lectores siempre. Hace unos días leí, en un viaje nocturno en tren a Galicia, doce años de tumbos y desvelos, un libro de relatos de Ángel Oleoso: Astrolabio, una colección deslumbrante repleta de ingenio, de talento, de facilidad, de variedad de registros y de absoluto dominio del cuento. Lo comparaba la nota editorial con Dino Buzzati, Juan José Arreola o Marcel Schwob: sin duda, es un escritor de la estirpe de Borges y de Felisberto Hernández, un autor de ésos que de repente te das cuenta de que poseen una abrumadora capacidad de fabular y de resumir la vida, y sus enigmas, en dos páginas. Había muchos ejercicios de estilo, hay una alquímica fusión de realidad y ficción, con ese extrañamiento feliz que redondea las narraciones.
Y recibí otro libro de Carlos Marzal, un poeta con el que he conversado fugazmente en alguna ocasión, en Zaragoza y en Veruela. Un poeta espléndido, cada vez más sólido, cada vez más hondo y entrañado con una mitología hispánica que él depura muy bien. Publica en Cuadernos del Vigía un volumen de aforismos: Electrones, del que selecciono los siguientes:
-Como el misterio sumo del agua, que parece no tenerlo.
[Este texto sería la composición dedicada al agua hoy en mi blog. POEMA DEL AGUA / 3].
-Sólo se es joven en amor. Y sólo en amor loco se es niño.
-Lo femenino es lo duro y lo suave; y lo masculino, lo duro en lo duro que quiere aprender a ser suave.
-La amistad es la más hermosa de las flores carnívoras.
-Un diccionario es un libro de adivinaciones, previo al suceder de los acontecimientos.
-Paré en una estación desconocida de un país ajeno, en un andén vacío en mitad de la noche. Y todo aquel desamparo era mi casa.
*Foto de "Los Americanos" de Robert Frank. A veces tengo la sensación de que ando por la vida asomado a un tren vertiginoso desde el que veo pasar gente y gente, con sus ideas, con sus sueños, con su prisa...
ANGELINE JOLIE, EN ESQUIRE

Repasé ayer varias portadas de la revista “Esquire”. Encontré fotos muy sugerentes, realmente magníficas. Por ejemplo, me encantó la portada de Angie Dickinson. Y este retrato de interior de la siempre ubicada en la llama de la actualidad Angelina Jolie.
ZANG ZIYI EN ESQUIRE / Y 2

En Esquire de 2006 se publicaba este retrato de la actriz Zang Ziyi. Se la dedico al escritor, dinamizador cultural e investigador incansable Sergio Vila-Sanjuán que, a veces, se pierde por este blog, y mañana visita Zaragoza.
EL EXTRAÑO DESNUDO DE CARLA BRUNI DE 1993

La foto que da hoy y mañana la vuelta al mundo. Carla Bruni, desnuda. La imagen es de Efe.
[Este retrato será subastado el próximo mes en la casa Christie’s un retrato desnudo de la primera dama francesa, Carla Bruni, tomado hace más de una década cuando trabajaba de modelo, según informó la AF.La fotografía, tomada por el suizo Michel Comte en 1993, muestra a Bruni de pie, en una pose que recuerda los cuadros del pintor neoimpresionista francés George Seurat.Christie's ha afirmado que la actual esposa del presidente Nicolas Sarkozy es “una de las mujeres más bellas del mundo”, al explicar su decisión de poner en venta el desnudo de una primera dama en ejercicio.
"Es una obra de arte. Fue tomada en 1993 cuando Bruni era modelo y es un retrato desnudo de excelente gusto, realizado por un artista reconocido y respetado", ha dicho Milena Sales, portavoz de Christie's. La casa Christie’s no va a hacer verificación ni comentario alguno sobre los objetos a la venta pública. Se trata de una obra respetada, agregó la portavoz.La fotografía se subastará el 10 de abril con una base de 4.000 dólares junto a otras obras de artistas famosos como Herb Ritts y Leni Riefenstahl, incluyendo retratos de otras modelos como Kate Moss y Naomi Campbell.]
CARME RIERA, DAVID TRUEBA, TORRIJOS, VOYEUR: BORRADORES

Borradores recibe esta semana al grupo Voyeur, liderado con por el vocalista y guitarrista Yago Alonso. El grupo -que se acompaña de un pintor y graffitero como Lalo Cruces, que realiza un cuadro a lo largo de la duración del programa-, interpreta dos canciones: “Voyeur” y “Alrededor”, y en ambas mezcla los sonidos y los ritmos propios del pop rock con sonidos de música clásica como la viola y la flauta. Además, visitan Borradores en el estudio, el escritor y naturalista Eduardo Viñuales y el ilustrador y diseñador Pablo Calahorra, que acaban de hacer publicar un libro ilustrado para niños sobre el Valle de Ordesa; Viñuales también hablará de ese volumen espectacular que es “Aragón: el libro del agua”. El otro invitado es el tenor Santiago Sánchez Jericó, que celebra en 2008 treinta años en la ópera y habla de su colaboración con Pilar Lorengar, Alfredo Graus y de sus cerca de 100 óperas interpretadas.
Además, Borradores ofrece una extensa entrevista con David Trueba, que acaba de publicar su novela más ambiciosa, “Saber perder” (Anagrama), y a la vez se publica en DVD, con numerosos extras, la película “La silla de Fernando”, que codirigió con Luis Alegre. Y también se conversa por extenso con la escritora mallorquina Carme Riera, Premio Nacional de Literatura y enamorada de Aragón, y autora de novelas como “En el último azul” o “El verano del inglés”. Borradores también acude a la exposición “Sergio Abraín, Caligrama y Patagallo (1978-1988)”, en el Palacio de Sástago, y ofrece otra entrevista-reportaje con el escritor Damián Torrijos, autor de “El perfume de la higuera” (Prames), novela galardonada con el II Premio Ínsula del Ebro. Por último, Borradores visita una nueva librería en la ciudad: la Librería Bertrand, que se halla en Gran Casa, y allí recomiendan varios libros recientes, entre ellos la espléndida edición ilustrada, por Ángel Mateo Charris, de “El corazón de las tinieblas” (Círculo de Lectores / Galaxia Gutenberg) de Joseph Conrad.
*La foto es de la escritora Carme Riera. Pertenece al archivo de Alfaguara.
GIAN PAOLO TOMASI: RETRATO DE MÓNICA BELLUCCI

Hace algunos meses, bastantes, colgué aquí una foto de Monica Bellucci. Ha sido la página más vista: más de 30.000 visitas, y cuadruplica a la segunda más vista, el relato "El enamorado de Zaragoza". Como homenaje a los paseantes de este dominio, he aquí una composición pictórica, que evoca el mito y el cuadro de San Sebastián, que realizó el fotógrafo Gian Paolo Tomasi, un fotógrafo que funde muy bien la sensualidad, el barroco, la tradición pictórica, la puesta en escena y la estética del bodegón. Ella es, de nuevo, Monica Bellucci.
CRISTINA GRANDE, EN LOS PORTADORES DE SUEÑOS HOY

Esta tarde, a las 19.30, en el salón de la librería Central, la escritora Mercedes Castro (nacida en Ferrol, A Coruña) presenta su novela “Y punto”, interpretada por Clara Deza, una mujer policía de armas tomar. El libro ha sido publicado por Alfaguara.
Y a las 20.30, en la librería Los Portadores de Sueños, se presentará la nueva novela de Cristina Grande: “Naturaleza infiel” (RBA), una historia de familia protagonizada por dos hermanas, Renata y María, que transcurre entre Zaragoza y Épila. En el acto, además de la autora, participarán el editor de RBA Malcolm Otero Barral, la diseñadora y fotógrafa Ana Bendicho y yo mismo.
JOSÉ LUIS BORAU, ACADÉMICO

José Luis Borau fue elegido anoche miembro de la Real Academia de la Lengua. Uno de sus mejores amigos, Joaquín Aranda, me contó una vez la siguiente anécdota:
“José Luis Borau era un genio. Increíble. No toleraré que nadie ponga en cuestión su infinita bondad. Tenías que verlo pasear por el bulevar del Paseo, alto, delgadísimo, con sus libros bajo el brazo. Fue un tiempo crítico de cine en el periódico. Entonces, no había correo electrónico ni todas esas zarandajas, y yo creo que venía aquí a redactar sus textos. Era un sabio lleno de bondad. No toleraré que nadie ponga en cuestión su infinita bondad. Un día me enseñó una foto vestido de soldado. Y otro día, recién llegado de Cannes, nos dijo: ‘Acabo de ver allí a una mujer maravillosa y rubia que deslumbraba a todo el mundo. Era fantástica y joven, pura belleza’. Se trataba de Brigitte Bardot”.
*Conociendo al gran Joaquín Aranda, le habría encantado esta foto.
ADOLFO AYUSO: PUNTO FINAL A UN INNMENSO TRABAJO

[El poeta, narrador e investigador teatral Adolfo Ayuso Roy hace llegar a sus amigos esta carta colectiva, con una espléndida noticia: ya se publica su libro sobre teatro infantil en el Aragón.]
El próximo miércoles, 2 de abril de 2008, presento el libro sobre teatro infantil en el que he estado sumergido casi tres años y en el que recorro 55 años de historia teatral en Aragón.
Será en el Instituto Miguel Catalán, Avenida de Isabel la Católica, 3 (junto a la Casa Grande), a las 6 de la tarde.
En la mesa me acompañarán
D. Ramón Miranda Director General de Cultura
D. Javier Brun Director del Centro Dramático de Aragón
Me gustaría compartir con vosotros ese momento
Adolfo Ayuso
*En la foto, Adolfo Ayuso posa en Buenos Aires con la estatua del gran campeón Luis Firpo.
RELATO TRAS UNA MAÑANA DE TERTULIA CON JULIÁN

Julián nació en un pueblo entre montañas de Rumania.
No escribo el nombre porque me resulta casi imposible.
Dice, ante un café con pastas, que allí ha sido feliz,
que allí se sabía seguro, al calor de la conversación
de sus padres, de los buhoneros y de los campesinos.
Estudió psicología. Se alegraba con las hazañas
de Nastase, de Nadia Comaneci y de Doina Melinte.
Amó a algunas mujeres, las amó ciegamente
porque creyó que el amor no se gastaba nunca
y, sin embargo, se acababa demasiado pronto.
Se especializó en psicología y en narración oral,
Y descubrió que le gustaba trabajar con niños.
Les contaba cuentos, oía sus invenciones,
Se acostumbró a sus sueños con tigres y bosques.
Un día, decidió partir. Como otros. Como otros
Que ahora desean volver a sus calles del recuerdo.
Una mañana, tras segar la hierba del jardín
donde se empleó, tras plantar un naranjo
y una higuera, agradeció el café de las once. Y dijo:
“Si usted quisiera, la higuera se llamaría Nadia,
como nuestra gimnasta, y él Mircea,
como mi escritor favorito. El poeta del misterio”.
Escribió dos pequeños papeles,
los protegió con un plástico
y los cosió al delgadísimo tronco.
Luego, levantó los ojos hacia el Moncayo nevado,
Que se veía allá lejos, casi lamiendo las nubes,
Con la transparencia de un plenilunio de luz,
Y sonrió: “Allá, en mi ciudad impronunciable,
Casi siempre me despertaba rodeado de nieve”.
*Esta fotografía de August Sander está realizada en 1926.
BRIGITTE REIMANN: UNA FOTO EVOCADORA

[El editor Pepo Paz, que trabaja en la edición de la Poesía Completa de Sylvia Plath, que traducirá al castellano Xoán Abeleira, me envía esta foto de Brigitte Reimann. Dice que se parece mucho a algunas que yo publico en el blog. Pepo así mata dos pájaros de un tiro: cultiva mi mitomanía e intenta disculparse porque ha rehusado una y otra vez acudir a Borradores (CARTV). Esta es la nota de su sello Bartleby sobre esta escritora que falleció demasiado pronto.]
Brigitte Reimann (1933-1973) fue un prodigio en la literatura de la extinta RDA y uno de los mayores talentos narrativos de la posguerra alemana. Vivió apasionadamente y apenas llegó a encauzar su búsqueda: falleció a los 39 años triturada por el cáncer. Sus novelas causaban furor entre una juventud que no reconocía sus problemas en la línea oficial del realismo socialista; ella los afrontaba con una honestidad y un compromiso que desarmaba a las autoridades.
Los hermanos, aparecida en 1963 (poco después de la construcción del muro de Berlín), es la respuesta de Reimann a su propia historia familiar y al que fuera el problema capital de la RDA en sus cuarenta años de existencia forzosa: la huida masiva de sus ciudadanos a Occidente..A caballo entre el exorcismo personal y el drama colectivo, rebosante de energía y de piedad, la novela recorre la vida cotidiana de un país en construcción que ya no existe, y sin embargo sigue conmoviendo por la integridad y el fervor con que despliega temas universales: la lealtad y la independencia, el amor y la familia, el hartazgo y la ambición, la libertad y el sacrificio.
La traducción y el prólogo, y buena parte del espíritu de la edición de esta primera obra de Brigitte Reimann en España, corre por cuenta de Ibon Zubiaur, autor de las traducciones de Yeats, Wieland y Stifter publicadas en la colección Bartleby Poesía.
DIÁLOGO CON JOSÉ MARÍA MERINO, NUEVO ACADÉMICO

[José María Merino acaba de ser elegido, como José Luis Borau, académico de la RAE. El periodista andaluz Jesús Bigorra habló esta mañana mucho de él. Recupero esta entrevista reciente, y la cuelgo aquí. Está centrada, sobre todo, en su último libro. Teresa Lázaro, realizadora de Borradores, sostiene que es un escritor muy fotogénico: que la cámara lo quiere casi tanto como a Sean Connery.]
Entrevista / JOSÉ MARÍA MERINO
“La literatura debe buscar la sombra de la realidad”
José María Merino (La Coruña, 1942) recoge su minificción completa en el volumen “La glorieta de los fugitivos”, un volumen que ha publicado el editor aragonés Juan Casamayor, instalado en Madrid, en su sello Páginas de Espuma.
Defínanos cuento y minicuento.
El cuento es la menor unidad narrativa dotada de la máxima intensidad. El microcuento es lo mismo que un cuento pero llevado a los extremos de brevedad. No debe perder jamás su condición narrativa.
Usted insiste mucho en que debe tener movimiento.
Debe tener movimiento, claro. Muchas veces se piensa que por el hecho de ser breve ya es un minicuento, y la gracia es que haya un movimiento dramático, una historia. Que suceda algo.
¿Como ha llegado aquí?
El minicuento, microrrelato o minificción es un poco territorio de llegada, tras la novela, el relato o la poesía. No quiere decir que me vaya a quedar en él porque estoy escribiendo cuentos y novelas canónicos, pero para mí es el descubrimiento de una fórmula flexible e interesantísima para experimentar. Para probar nuevas cosas narrativas.
Ahora parece como una epidemia, pero ya tenía tradición ¿no?
Es una de las piezas originarias de la oralidad. La fábula, el apólogo, el cuento breve estaban ahí, en la oralidad, que es el laboratorio incesante de la narrativa. Tiene miles de años, incluso cuando empieza el cuento, el cuento brevísimo es típico de las culturas antiguas como la hindú, la china, el mundo rural. Lo que pasa es que hemos depositado una nueva mirada sobre él.
¿Cómo es la suya?
Yo tengo un libro que se titula “Cuentos de los días raros”. El elemento de la extrañeza es uno de los elementos que más me interesan. La literatura no debe quedarse con lo rutinario, con lo banal, debe buscar la sombra de la realidad, y en ese sentido a mí me ha interesado mucho, tanto en la novela como en el cuento, trabajar con ese mundo de lo extraño: lo lírico, lo fantástico, lo imprevisible, el territorio de la muerte, lindante con la vida.
Insisto levemente con la tradición. Hay una serie de figuras claves en la difusión del género, Borges, entre ellos.
Dicen los expertos que el que dio la nueva mirada al cuento cortísimo fue Baudelaire, con “Spleen de París” y con sus “Pequeños poemas en prosa”. De ahí se alimentó Rubén Darío, y dio un cambio en la literatura y en la lengua castellanas. Juan Ramón Jiménez escribió unas historias preciosas, más modernas que las de Rubén, y luego hay ahí una serie de autores donde están Borges, Cortázar, Arreola, Monterroso, Ana María Shúa... En España mi generación ha frecuentado el género. Antes, Gonzalo Suárez escribió minicuentos. Y Cunqueiro redactó semblanzas extraordinarias...
Ha dicho que le encantaría leer minicuentos en el móvil.
Sería estupendo hacer con cinco palabras un minirrelato. Qué divertido. Si hay talento en el que lo escribe y hay sensibilidad en el que lo lee, puede haber un cuento. De una línea, tan solo. El soporte es lo de menos, lo importante es el talento creador y el talento receptor.
¿Hasta dónde se puede llegar con el género?
El minicuento es adaptable a cualquier cosa. Podemos pensar en Romeo y Julieta y cambiar la historia por completo.
Ese cuento ya está en “La glorieta de los fugitivos”: las familias se aman y los jóvenes se aborrecen...
Hay que darle una vuelta de tuerca a las cosas. Podemos pensar en la receta culinaria de los calamares en su tinta y con ella escribir un minicuento. La gracia que tiene este género es su condición proteica: puede adaptarse a cualquier cosa.
¿En que está trabajando?
Ahora tengo en el telar una novela y un libro de cuentos canónicos. Me voy a dar un curso a una universidad norteamericana. Como voy a estar allí dos meses, en una especie de bosque lleno de osos, pienso escribir algún minicuento. Seguro. Ya esto pensando en ver desde la perspectiva de lo experimental: contar cosas en muy pocas palabras y que tengan mucha intensidad dramática.
¿Usted ha venido constantemente a los ciclos de “Invitación a la lectura”. ¿Cuál ha sido su experiencia?
En Aragón me he llevado la sorpresa de que en algún instituto estaban trabajando con alguna novela mía, “El heredero” por ejemplo, con un nivel que a veces no he visto en la universidad. A veces he llegado a asustarme de la brillantez, del rigor y de la complejidad de preguntas comprometedoras. Hay un nivel de capacidad lectora y análisis lector en profesores y alumnos que yo no he visto en otras partes de España. Lo digo convencido y con conocimiento de causa. He recorrido toda la península...
*La foto de José María Merino es de "El País".
AQUELLAS CARTAS DE AMOR DE MI PADRE

LAS CARTAS DE MI PADRE
Hubo un tiempo de luna llena junto al mar.Había delfines que se acercaban a la orilla,
Justo cuando acariciaba las cartas de mi padre
Desde Berna o Basilea o Zurich: todas me parecían
Ciudades inventadas con jardín y una autopista.
Las llevaba en mi bolsillo como un tesoro:
Qué bonitas, qué íntimas, con la letra de aquel analfabeto
Que me llamaba, en la última línea, el rey de la casa.
El rey de su casa, el niño que lo reemplazaba
En el corazón y junto al fuego, al lado de mi madre.
Me acuerdo de mi padre y no lo llamo: está casi sordo
Y hablar por teléfono le pone nervioso. Parece que siempre
Tenga prisa o que haya dejado un surco abierto en el campo
Y parece que se le escapase la luz del día entre las sílabas.
La noche de hoy, con luna llena entre los árboles,
Me lleva en volandas a Galicia, junto al niño que espera a su padre,
Junto al niño que fui, presa del pánico, que miraba los barcos.
Hay una brisa deliciosa de alta noche. Y hay luna llena,
Y hay un cielo perfecto navegado de estrellas.
Pienso en mi padre y en aquellas madrugadas en la playa
Cuando me bañaba entre las olas y esperaba su vuelta.
Me he vuelto mayor de golpe. Y me he vuelto
Niño errante y solo que quiso ser un día escritor
Y viajero y explorador o púgil fugaz como él. Y ahora estoy aquí,
Tan lejos, pensando en mi padre y en el agua.
Y en las cartas de amor que mi madre me leía.
Cartas de amor donde nunca se decía “te quiero”.
Hubo un tiempo de luna llena, junto al mar, que no se olvida.
*Encuentro este texto y recuerdo que nació tras una de las últimas conversaciones con mi padre, al que siempre le incomodaba hablar por teléfono. Decía siempre: “Berra máis, ho… Berra máis”. Grita más, hombre. Grita más.
*La fotografía es de Virxilio Vieitez, una especie de August Sander de aldea, nacido en Galicia.
EL FOTÓGRAFO ALFONSO EN JACA Y ALREDEDORES

[Pirineum publica un apasionante libro, con fotos de Alfonso. En su estupendo blog, juangavasa.blogia.com, Juan Gavasa da noticia de la publicación]
Por fin hemos metido en imprenta el último libro de nuestra editorial (Pirineum). "Los años convulsos", del historiador Juan José Oña. Ha sido un proceso largo, largo, largo, que comenzó allá por el año 2004. Hubo un momento en este tiempo en el que desistimos de su edición porque los problemas que se nos presentaban parecían irresolubles. Pero se solucionaron. Y el día 12 de abril lo presentaremos en Jaca, el 18 en Huesca y el 16 de mayo en Zaragoza. (Os iré informando con detalle de estas presentaciones). De momento os anticipo la hermosa portada y la sinopsis de la contra.
Se trata de un libro sobre la sublevación de Jaca a partir del hallazgo de un valioso material del fotógrafo Alfonso, uno de los mejores reporteros gráficos de la historia del periodismo español. En torno a este relevante suceso hemos trazado un viaje visual por la historia de España entre 1923 y 1936, un periodo convulso, sin duda, que explica muchas de las cosas que hoy ocurren en nuestro país. Las fotos de Alfonso nos permiten ese viaje por el retrovisor de la historia. Espero que os guste.
"Los años convulsos” es un viaje por la España del primer tercio del siglo XX a través de la lente del genial fotógrafo Alfonso. Se trata de uno de los periodos más agitados, apasionantes y trágicos de nuestra historia que desembocó en la Guerra Civil y en la posterior dictadura franquista. El libro gira en torno a un eje: la sublevación republicana protagonizada por los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández el 12 de diciembre de 1930 en Jaca. Para el autor, la causa de esta insurrección fue el declive irreversible de la Monarquía de Alfonso XIII; la proclamación de la Segunda República mediante unas elecciones democráticas cuatro meses después, su consecuencia directa.El volumen es el resultado de la exhaustiva investigación en los fondos del fotógrafo madrileño Alfonso sobre los sucesos de Jaca, que cubrió como reportero para los diarios El Sol y La Voz.
La recuperación de un valioso material inédito de aquellas históricas jornadas ha dado pie a este libro que proyecta desde el ámbito local una perspectiva general de lo que fue España entre 1923 y 1936. Alfonso Sánchez, uno de los periodistas gráficos más importantes del periodismo español de la época, y sus hijos Alfonsito, Luis y Pepe, estuvieron presentes en buena parte de los acontecimientos políticos, sociales y culturales más relevantes de aquellos años. A través de sus fantásticas imágenes –muchas de ellas sobradamente conocidas– el libro sigue el curso de la historia española y rescata la esencia de un tiempo de convulsión y de esperanzas.
IN MEMORIAM PEPE ESCRICHE*

Huesca se había convertido, desde hace años, desde hace más de treinta años, en un gran plató de cine, en un gran escenario cultural, y todo ese movimiento, en gran parte, tuvo en Pepe Escriche a un auténtico faro. Pepe Escriche fue un soñador, un caballero de acción que creyó en los valores de la cultura y la convivencia. Creyó en el jazz, en el Festival de Cine de Huesca, en una política sensata de exposiciones, creyó en los jóvenes. Y a todo ello, desde una humanidad insobornable, se aplicó. Cuando alguien piensa en la capital del Altoaragón, en espacios como el Casino, en las tabernas, en el Coso tan luminoso, siempre espera y desea encontrarse con él, dispuesto a la tertulia, a la confidencia, a la risa. De vez en cuando llamaba por el placer de conversar, por el placer de oír las voces amigas y de transmitir, con el estruendo de su vozarrón, el vértigo del cariño. Pepe era un contador de historias, un embajador de proyectos y delirios, y quería que Huesca estuviese en el mundo y que el mundo, con toda su creación y su iconoclastia, estuviese a todas horas en Huesca. La ciudad y Aragón pierden a un hombre imprescindible, a un ciudadano de paz que amaba los placeres y la felicidad, los viajes y la gastronomía. Pocas veces, como hoy, siente uno que son irrefrenables las lágrimas. Busco en el ordenador los artículos que he escrito sobre él y sólo me sale uno. Se titula: “Querido Pepe”.
*Esta nota la publico hoy en Heraldo de Aragón.
JESÚS MARCHAMALO: LAS BIBLIOTECAS PERDIDAS

[Un escritor al que le tengo mucho cariño es Jesús Marchamalo, que publica estos días, en la editorial Renacimiento, su libro Las bibliotecas perdidas. Jesús amablemente me envía uno de los textos, “Huidizos: la orden del silencio”, que publico aquí con muchísimo gusto.]
Huidizos: la orden del silencio
En 1944, el joven Jerome David Salinger estaba en Inglaterra. Pertenecía al servicio de contraespionaje militar del Ejercito estadounidense, y había sido asignado al Duodécimo Regimiento de la Cuarta División de Infantería con la que, unos meses más tarde y ya ascendido a sargento, desembarcaría en la playa de Utah, en Normandía.
Nacido en Nueva York, en 1919, antes de ser llamado a filas había estado enrolado en un barco, había viajado por Europa y, tras un curso de escritura en la Universidad de Columbia, había publicado algunos relatos en periódicos y revistas.
En Inglaterra, mientras su compañía aguardaba la orden de embarcar, escribió dos cuentos que envió al Saturday Evening Post. Uno de ellos, El último día del último permiso, se publicó a primeros de junio, mientras su unidad, con unas enormes pérdidas, combatía a las afueras de Cherburgo.
Con ese cuento guardado en la mochila entró en agosto de 1944 en París, con las primeras tropas norteamericanas que liberaron la ciudad. En el hotel Ritz coincidió con Ernest Hemingway, que trabajaba entonces como corresponsal de guerra. Los dos simpatizaron de inmediato, y Salinger le entregó el relato para que lo leyera.
En los meses siguientes continuó escribiendo y, mientras la duodécima participaba en la batalla de las Ardenas, en el invierno de 1945, con las botas empapadas en barro y literalmente congeladas, Salinger enviaba poemas al New Yorker.
Nadie sabe a ciencia cierta qué le ocurrió a aquel espigado sargento –medía casi uno noventa-, de pelo negro y nariz prominente, pero al terminar la guerra, con 26 años, fue tratado de estrés de combate, se casó con una mujer alemana, una funcionaria subalterna del partido nazi, de la que se separó casi nada más regresar a casa, y en 1951 publicó El guardian entre el centeno. Ese año realizó algunas entrevistas, no muchas, de promoción, y desde entonces no ha vuelto a hablar con los periodistas. Una de sus imágenes más conocidas es ésa captada en 1988 en la que aparece con el rostro desencajado, delgado, el pelo blanco, amenazando con el bastón al fotógrafo que acaba de retratarle.
TRAS UNA VERJA IMPENETRABLE
En 1952, se retiró a una granja en Cornish, New Hampshire, rodeada por una verja de casi dos metros de altura, impenetrable, a resguardo de miradas indiscretas. Después de El guardián entre el centeno publicó apenas un par de recopilaciones de cuentos, y desde los primeros sesenta se sumió en un silencio narrativo que continúa hasta hoy. “Nadie sabe por qué Salinger deja de escribir, yo sugiero que es el miedo a repetirse, o más bien la conciencia de que va a repetir lo que ya había contado”. Enrique Vila-Matas es autor de Bartleby y compañía, un libro sobre escritores que dejan de escribir, traducido a dieciséis idiomas. “Lo que quise averiguar es por qué hay escritores que dejan de escribir, y descubrí que las razones son muy diferentes, que cada caso es distinto. A veces los motivos son tan aparentemente banales como los de Felipe Alfau, emigrado a Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial, autor de una novela publicada en los años treinta, y que renunció a la escritura por culpa –según dijo- del trastorno que le ocasionó haber aprendido inglés, y haberse hecho sensible a complejidades en las que nunca había reparado. Otro escritor que me interesó fue Enrique Banchs, que después de publicar cuatro libros, entre 1907 y 1911, estuvo 57 años sin escribir. De él dijo Borges, para celebrar sus cincuenta años de silencio, que tal vez su propia destreza le hizo desdeñar la literatura como un juego demasiado fácil. Su caso me sorprendió porque era una razón que no se me habría ocurrido nunca”.
El mexicano Juan José Arreola (1918-2001) es otro de estos extraños huidizos. Entre las decenas de trabajos que desempeñó en su agitada vida laboral, fueron sus apariciones en televisión las que le llevaron a sostener que la farándula le había distraído de la literatura. “Hay escritores que se sepultan a sí mismos bajo una montaña de libros”, respondió una vez a un periodista. “Dostoievski escribió mucho, y Rimbaud escribió poco, de modo que hay grandes autores que escribieron poco, y que son tan grandes como los que escribieron mucho”. Arreola, ante el temor de la página en blanco, algunos apuntan al temor a la página en negro, al libro editado, se decidió por el silencio, por la fugacidad de la literatura oral.
“Escribir es una cosa muy misteriosa, nadie en realidad sabe cómo ocurre, no hay guión, ni reglas fijas”. Andrés Ibáñez es escritor y crítico literario. “Se me ocurre el caso de Flaubert. No es como Dickens o Balzac, que tienen muchas cosas que contar; Flaubert persigue escribir una única obra, y escribe más sólo porque está buscando. En cierto sentido, el escritor que consigue dejar de escribir logra algo extraño y envidiable, dejar de escribir es de alguna manera liberarse, saber que has escrito lo que querías, o lo que podías, lo que al final es una sensación mucho más liberadora que la certeza de no haberlo conseguido”.
Es la búsqueda de esa obra definitiva la que, en ocasiones, sume a los escritores en un silencio de años. Paul Valéry, quien legó a la humanidad las casi treinta mil páginas que ocupan sus cuadernos, tuvo un inquietante paréntesis en su actividad literaria que se prolongó durante casi un tercio de su vida, entre 1895, año en que publica El señor Teste, y 1917, en el que ve la luz La joven parca, ¡casi veintidós años! El escritor Joseph Heller sufrió del mismo mal: tras publicar en 1961 Trampa 22, un éxito comercial que le permitió vivir de las sucesivas reediciones, abandonó la literatura durante más de trece años antes de editar su siguiente libro; un día le vino a la cabeza una frase que, supo, era la que había estado esperando, el principio de su segunda novela, a la que siguieron otras cuatro, hasta su muerte.
“En muchos casos no deja de haber un cierto exhibicionismo en la renuncia, aunque yo la comprenda bien”, afirma Javier Marías. “Salinger difícilmente pudo soportar el éxito de un libro como El guardián entre el centeno, hubo tanta gente que se apropió de ese libro que debió pensar que ya no tenía nada de él; respecto a Rimbaud, probablemente tan sólo escribió por un error de cálculo, quizá lo propio de él era no haberlo hecho nunca”.
LA QUEMADURA DE LA GLORIA
Corre el año 1873. A mediados de julio, el joven Rimbaud, que tiene diecinueve años, viaja a Bruselas respondiendo a la llamada del poeta Paul Verlaine, con quien mantiene una atormentada relación. Ambos acaban discutiendo; Verlaine, borracho, se sienta a la puerta de la habitación del hotel para impedir que su amante salga, forcejean, hay golpes y gritos, y Verlaine acaba sacando el revólver que había comprado para suicidarse, y dispara dos veces. Una bala se pierde, pero la otra alcanza en el brazo a Rimbaud, que es conducido a un hospital; las heridas, afortunadamente, no revisten gravedad y esa misma noche intenta salir hacia París. En la estación, Verlaine es detenido y tras una serie de avatares judiciales, condenado a dos años de cárcel y 200 francos de multa.
Rimbaud permanece unos días en un hospital, y al ser dado de alta se refugia en la poesía. Durante el mes de agosto ordena y completa los poemas de lo que será Una temporada en el infierno y, con dinero de su madre, contrata la publicación con un editor belga. No volverá a escribir.
De esa edición no se distribuyeron más que los seis ejemplares de autor entregados al poeta, entre ellos uno que envió a la cárcel a Verlaine, con una escueta dedicatoria :“A P. Verlaine. A. Rimbaud”. El resto de los libros quedaron arrinconados en el almacén, donde los encontró treinta años más tarde un abogado belga. “Rimbaud es un caso especial en la medida en que cambia por completo de vida”. Ramón Buenaventura es escritor y traductor de Rimbaud. “No sólo deja de escribir sino que deja de ser el que era. Se convierte en un hombre cuya única ambición es enriquecerse, y su desinterés por la literatura es tan completo que no hay constancia de que ni siquiera leyera algún libro”. Rimbaud encarna el mito del escritor quemado por la gloria: escribe una obra maestra y desaparece. Su juventud, su insolencia, su vida atormentada lo convierten en un mito. A partir de 1874, su rastro se pierde y reaparece en lo que es una permanente huida en busca de no se sabe bien qué. Vive en Stuttgart, donde aprende alemán; aburrido decide ir a Suiza a recorrer los Alpes, aparece después en Milán, en casa de una viuda. Estudia idiomas, da lecciones de piano, decide raparse la cabeza, se alista como mercenario, se convierte en desertor, viaja a África, trafica con armas…“Lo cierto es que Rimbaud no consigue en vida más que el rechazo social, la leyenda la montan años después los surrealistas, a quienes les encanta la figura del poeta maldito que fascina a los jóvenes escritores y biógrafos que le inventan una aventura romántica, única y resplandeciente, cuando en realidad vivió una vida lúgubre y llena de fracasos”, comenta Buenaventura. “Creo que el único momento de gloria de Rimbaud fue esa noche que leyó sus versos en la tertulia de los parnasianos, que lo llevaron en volandas hasta el estudio de Léon Valade, donde se hizo la conocida fotografía de la pajarita torcida”.
LA MUERTE DEL TÍO CELERINO
Menos traumático fue el caso de Juan Rulfo (1918-1986), autor de El llano en llamas y de Pedro Páramo, tras los que mantuvo un empecinado silencio narrativo hasta su muerte. Explicaba, eso sí, a quien quisiera escucharle, que el problema en su caso era tan sencillo como la muerte del tío Celerino, el que le contaba las historias que después él se limitaba a transcribir. “Yo no creo que exista la necesidad de escribir, me parece una palabra pretenciosa y solemne”, explica Javier Marías. “Hay, mucho más modestamente, ganas de escribir, ganas que a menudo surgen del impulso de emulación, es decir, de producir uno mismo aquello que le proporciona placer cuando lee. No veo nada extraño en que ese impulso, por así decirlo, se aplaque, y el caso de Rulfo no encierra nada misterioso. Él dijo que quería leer dos libros que no encontraba, así que los escribió. Y una vez acabados, consecuentemente, no tenía por qué seguir”.
Otro escurridizo imprescindible es Rafael Sánchez Ferlosio, que tras Industrias y andanzas de Alfanhuí y la deslumbrante El Jarama, abandonó la novela. También Carmen Laforet, premio Nadal con Nada, quien tardó ocho años en editar su siguiente libro. Desde entonces hasta 1967 publicó otros tres, y después, nada hasta su muerte. Y este año se cumplen veinte de la publicación de La gaznápira, una novela que supuso el definitivo reconocimiento de su autor, Andrés Berlanga, que desde entonces vive un pacífico, tranquilo, razonado, silencio literario.
Y en este memorial de escapismos y escapistas, no puede faltar uno de los más singulares, el escritor Gesualdo Bufalino. Profesor de instituto en su Sicilia natal durante más de cuarenta años, publicó su primera novela a mediados de los ochenta, coincidiendo casi con su jubilación. “Bufalino había escrito el texto para un catálogo de fotografías de un amigo que, al reeditarse, cae en manos de Leonardo Sciascia, quien descubre al escritor que hay detrás”, cuenta Enrique Vila-Matas. “Bufalino se resistió varios días a confesarle que había escrito algo más que aquel texto, pero finalmente se derrumbó y confesó que era escritor. Sciascia le presentó al editor Sellerio y, a partir de ahí, publicó con enorme éxito unos cuantos libros. Lo llamativo del caso es que Bufalino se aburrió de todo ese mundo y en cinco años acabó sintiendo que publicar le había traído muchos sinsabores, así que abandonó”.
Precisamente, fue Bufalino quien planteó la propuesta insólita de que los escritores, todos, dejaran por riguroso turno de escribir una temporada. Y es que tal vez el atractivo de los huidizos, como defiende Javier Marías, radique no tanto en que no publiquen como en la esperanza de que un día vuelvan a hacerlo. “Quien adora la obra de Salinger quisiera que hubiera más textos de él que leer, y es algo que yo entiendo bien: no he leído Extinción, de Thomas Bernhard, porque no deseo quedarme sin ninguna cosa suya nueva que echarme a los ojos. Espero saber elegir bien el día”.
DICCIONARIO DE CASOS PERDIDOS
Carlos Castaneda. Peruano de nacimiento, estudió Antropología en la Universidad de California. En 1968 publicó Las enseñanzas de Don Juan, convertido en libro de culto del movimiento hippy. Ante la fama inesperada, Castaneda apostó por desaparecer: durante 30 años no concedió entrevistas, ni permitió que le fotografiaran. Su abogada hizo público su fallecimiento dos meses después de haberse producido, en abril de 1998.
Macedonio Fernández. Nacido en Buenos Aires en 1874 y muerto en 1952, sometió su obra a un permanente proceso de reescritura, al punto de que sólo la insistencia de algunos amigos escritores permitió que sus dos únicas obras publicadas en vida vieran la luz (en 1928 y 1929). Póstumamente se editaron otros cuatro libros suyos.
Carlos Oquendo de Amat. Escritor peruano nacido en 1905 y muerto en Madrid en 1936, en el hospital antituberculoso de Guadarrama. Publicó en 1927 Cinco metros de poemas, un singular poemario plegado en forma de acordeón y que, extendido, mide aproximadamente los cinco metros que promete el título. Reeditado recientemente en España por la editorial Taller del Libro, es su única obra conocida.
Thomas Pynchon. Nacido en Long Island en 1939, y alumno de Nabokov, únicamente se conoce una foto suya, sacada del anuario del college: un joven de rostro simpático y dientes de conejo. En 1997 fue grabado por un equipo de la CNN con el que negoció una entrevista a cambio de que las imágenes se borraran. Apareció en el programa de Larry Clark, promocionando uno de sus libros, con el rostro tapado digitalmente.
Bruno Traven. Escritor mexicano nacido en Chicago y muerto en México en 1969. Personaje misterioso a quien nunca gustó la popularidad, no se conoció su verdadera identidad hasta su muerte. Autor de El tesoro de tierra madre, llevada al cine por John Huston, durante un tiempo se pensó que Traven era una invención de un grupo de escritores que utilizaban su nombre, e incluso que se trataba del seudónimo de Esperanza López Mateos, su traductora.
Publicado en ABCD las artes y las letras en noviembre de 2004. La foto es de Juan Rulfo, el gran escritor y fotógrafo, y se titula "Zaguán de vecinos".
EL CERAMISTA JUAN ANTONIO JIMÉNEZ

OBRA Y AVENTURA DE UN ALQUIMISTA DE LIMOS
La primera imagen que tengo de Juan Antonio Jiménez corresponde a 1978 en la calle Navas de Tolosa. Vivía en una especie de comunidad libertaria de objetores y mostraba un desdén apacible por las vertiginosas circunstancias del mundo. Parecía llevar un sueño entre ceja y ceja, bajo el cabello ensortijado como un mar de otoño. En aquel tiempo feliz e indocumentado en que se desmelenaba el volcán de la libertad, Juan Antonio ya era un amanuense muy laborioso: poseía una especial habilidad con el macramé, destejía y destejía algodón y yute sin conciencia del tiempo, y era un minucioso artesano del cuero que hacía carteras, bolsos, sandalias y cinturones. Entintaba la vitela, horadaba aquí y allá, cosía y lograba siempre una obra minuciosa y precisa que bien podría haber ejecutado un veterano y perfeccionista talabartero.
Poco después, casi por sorpresa, me enteré de que se había marchado a La Bisbal a realizar unos cursillos de cerámica: volvió renovado, con un ímpetu nuevo, con la certeza de que había descubierto su vocación manoseando las arcillas y sometiéndolas al fuego. Con la firme inclinación de ser ceramista, volví a ver a Juan Antonio Jiménez en un piso del Coso, entre los tornos, con las prietas bolsas de barro, probando constantemente, levantando vasijas y cuencos con absoluto entusiasmo. Pensé entonces que aquel Juan ya era otro: disfrutaba, soñaba, jugueteaba con las cochuras y los secretos del horno, investigaba en las técnicas, y así se le revelaban, día tras día, los enigmas del oficio: los colores de los esmaltes, la belleza de los engobes, la fuerza de las texturas, la feliz apariencia del cristal, el aterciopelado bruñido de las piezas. Entonces se hablaba de Teresa Jassá, de Llorens Artigas, de los modestos alfareros que Aragón tenía diseminados por su territorio, de los hornos naturales y eléctricos, de las calidades y durezas del barro. Y de la tierra, que era como un magma maravilloso que se aliaba con la creación a la espera de ser fecundada, de nuevo, por la imaginación del hombre, por el talento y la lentitud del alquimista de limos.
En los años 80, Juan Antonio Jiménez estaba en todas partes. Era un creador en acción desde la cerámica. Un trabajador incansable. Nunca fue dado a las teorías, nunca perdió demasiado tiempo en los conceptos ni en la teorización de casi nada, pero siempre ha poseído una gran inventiva, un mundo propio que desarrollaba con parsimonia, sin excesiva afán de originalidad ni trascendencia. A Juan Antonio Jiménez la inspiración lo encontraba en el taller y con las manos manchadas. Acudía a la plaza de San Felipe y a las ferias de artesanía, su obra se hallaba en las tiendas del ramo. Ofrecía una producción reconocible, renovadora y clásica a la vez, que avanzaba en todas las direcciones.
Si tocaba hacer vasijas alargadas, allí estaban las suyas con esmaltes y engobes, con pequeñas incisiones, con azulencos destellos; si la evolución de los trabajos del barro se encaminaba hacia propuestas escultóricas, él realizaba sus grandes círculos y los cuencos partidos; si el paso siguiente, era la orientación arquitectónica o unas osadas formas de vanguardia, Juan Antonio también tomaba el pulso sin renunciar a su modo de trabajar, sin ser infiel a una concepción personal del oficio. Y si la cerámica se expandía hacia la instalación, paralela a las últimas tendencias estéticas, ahí estaban sus instalaciones. Es un profesional sin complejos. Rindió homenajes al mar y sus peces, y a Picasso, y siempre definía un estilo, una búsqueda, un dominio de la técnica, una certidumbre, un sueño en el arte. La cerámica es una disciplina de infinitas posibilidades, necesaria y decorativa, vinculada con los primeros pobladores, por supuesto, pero reivindicada en toda su extensión por grandes artistas contemporáneos como Joan Miró, Pablo Picasso, Jean Cocteau, o García Galdeano y Manuel Viola, entre nosotros.
Juan Antonio Jiménez es un artista con fundamento. Es un orfebre que ha seguido todos los pasos, sin atropellarse, con el vértigo justo para seguir creciendo. Hace casi dos décadas inició su colaboración con la Escuela de Cerámica de Muel, y por contagio y por voluntad de indagación, fortaleció su técnica y sus quimeras. Esta muestra tiene algo de compendio de su abundante quehacer y de apertura hacia líneas nuevas. Sin estridencia, paso a paso, el ceramista madura y explora, forja y depura sus piezas, amplía su campo de batalla con la lumbre y el barro. Refuta sus óxidos, indaga en las metamorfosis del pitfiring. E incluso puede decirse que elabora su propia metáfora del agua, a través de una gota y de los recipientes posibles para ella. Para los coleccionistas de asombros, ahí les dejamos otro: toda esta obra ha sido realizada en 2008.
La exposición contempla varias direcciones: de entrada tiene algo de estudio de usos de los materiales. De estudio y de experimentación. Juan Antonio Jiménez emplea arenas y chamotas que no están cocidas, y extrae de ellas toda su esencia en términos de color (blancos, cobrizos, rojizos, ferruginosos…), textura, brillo, evocación, solidez. Mezcla las arenas, la amasa, las entreteje y les confiere una nueva personalidad. Esas vasijas más bien planas ofrecen toda una combinación de luces y fulgores, reverberaciones medidas que evocan el cristal, el espejo, los misterios de una constelación en la noche de los tiempos. Además de las piezas sueltas, integradas en un conjunto donde dialogan todas entre sí como una partitura de luz incesante, ofrece dos series nítidas: los cuadros y las instalaciones.
En los primeros, Juan Antonio parece aproximarse a la pintura. A una pintura matérica, donde domina el color, el incendio cromático, el impacto puramente visual, no lejos de los logros de José Guerrero, Rothko, Broto o Barceló, pongamos por caso. Y dentro de esa propuesta, parece reflexionar sobre el concepto mismo de cuadro, marco y estructura. En algunas obras, reparte “el lienzo” en dos superficies diferentes, y disparejas en cuanto a color, que pueden ser horizontales y verticales, y les coloca sendos cuencos de porcelana blanca, toda una hilera o, en un caso específico, una composición de fragmentos triangulares inscrita dentro de un imperfecto círculo de nubes o tal vez aguas de cascada más o menos lechosas. En las instalaciones opta por dos líneas: sobre un fondo completo oscuro, dispone una serie de cuencos de porcelana blanca, sin ningún otro ornato, y en la segunda alterna las piezas de porcelana con otros cuencos recortados, y mucho más gruesos, que constituyen un registro muy particular del ceramista desde hace años. Juan Antonio Jiménez ha preparado un montaje muy variado y nada estático, nada inmovilista con su propia aventura de alfarero moderno, siempre cambiante y honda como sus materiales, sugestiva, de una riqueza expresiva y sensual que anuncia su ambición y su convicción creadora.
Juan Antonio Jiménez no engaña a nadie. Es un artesano a tiempo completo, es un artista que no da gato por liebre. Es un artesano-artista que no se resigna a los lugares comunes. Cree en la tierra y se afana en devolvérnosla como lo que es: origen y memoria, raíz y grito, sustancia y hermosura, creación en el tiempo y para siempre.
*El próximo martes, a las 20.00, Juan Antonio Jiménez presenta su exposición "Gota a gota", en el Torreón Fortea. Éste es el texto que le he escrito para su catálogo. La foto del taller de Juan Antonio Jiménez, una de las personas que me acogió cuando llegué a Zaragoza, corresponde a Antonio Ceruelo, y puede verse en el libro que hemos hecho él y yo: Manufacturas del alma. Artesanos de Aragón (Gobierno de Aragón), un proyecto que coordinó Alberto Carasol.
PEPE ESCRICHE Y LA ETERNIDAD: ADIÓS DESDE SAN LORENZO

He estado en Huesca, en la iglesia de San Lorenzo, que era la favorita de Pepe Escriche, querido por todos. Pepe, que no era antinada aunque debía ser más bien agnóstico, sentía un gran cariño por esa iglesia, bellamente restaurada. Poco antes de que su féretro entrase en la iglesia, asomó el manso llanto de la llovizna. Dentro, se mascaba la emoción, se percibía el dolor y bastantes lágrimas. El sacerdote Joaquín Zamora, muy amigo de Pepe, recordó que era el domingo de Pascua, aludió a la Resurrección y se aplicó en el elogio fúnebre del amigo, de la criatura necesaria, del incansable dinamizador de proyectos. Recordó que había estado trabajando en su amado Festival de Cine de Huesca hasta unas horas antes de su óbito; recordó que ayer mismo iba a comer con un puñado de amigos (algo que me había dicho mi amigo, Fernando, el médico y marido de la periodista Mercedes Pérez de Heraldo de Aragón), y que por la mañana se sintió mal. Le dijo a su hermana: “No me encuentro bien”. Y casi de inmediato, falleció.
Joaquín Zamora reveló que a Pepe le gustaba mucho ese espacio, que alguna vez, en la plaza de San Lorenzo, en los días de fiesta, había visto como se le caía alguna lágrima de emoción, y recordó el compromiso constante de Pepe Escriche con la ciudad. El sacerdote acudió a una bella imagen: evocó a ese pensador y escritor atormentado que fue Miguel de Unamuno, paseaba todos los días temprano, y en el trayecto se acercaba a un pozo artesiano, en cuyo brocal decía: “Eternidad. Eternidad”, y le gustaba escuchar el eco una y otra vez desde el fondo oscuro. Joaquín Zamora también deseaba que el amigo de todos hallase la eternidad. Y quizá también quiso decir que Pepe construyó en vida esa eternidad tras más de treinta años de entrega a su paraíso cotidiano: Huesca. Sonó el himno de San Lorenzo con gaitas a modo de despedida. Luego, el cuerpo de Escriche partió hacia Zaragoza, donde iba a ser incinerado. Un instante antes, Ricardo García Prats, en su propio y en el de muchos amigos, había leído un texto sentido, un gesto de justicia y cariño, una despedida civil. Una hora después, me diría a través del teléfono: “Menos mal que el texto fue corto, porque pensé que no iba a poder leerlo”. Se le había hecho eterno por el dolor, por la emoción, por la atmósfera tan especial y doliente que reinaba en San Lorenzo mientras, afuera, se enfurecía de dolor la lluvia.
En la salida vi a muchos amigos. Muchísimos. Y no los voy a citar porque no quiero olvidar a nadie que sentía aprecio y respeto por el amigo que se ha ido. Sí querría hablar de alguien que es muy especial para mí, que es siempre muy afectuoso, elegante, todo un señor: Antonio Angulo, el director del Diario del Altoaragón, premiado con justicia esta semana. Luego, me ocurrió una cosa muy bonita. Fui a tomar un café con Gaizka Urresti, Rafael Bardají y Ramón Miranda al Café de las Artes. Hablamos de Pepe, de cine, de gestión cultural, de política, de arquitectura. En la mesa de al lado, estaban María Cuartero, compañera de Pepe y esposa de Marcelino Iglesias, Víctor Morlán, y Pilar, la mujer de Antonio Angulo, de Graus (como Rafael y Ramón, amigos de la infancia). Se me acercó, nos cruzamos un par de besos y me dijo que era una seguidora absoluta de Borradores.
Viniendo hacia casa, bajo un temporal intenso y deslizante, recordé que Pepe Escriche me llamaba a menudo para decirme que, aunque se acostaba temprano, era seguidor de Borradores. Se lo pasó muy bien el año pasado cuando rodamos un monográfico dedicado al Festival con Carlos Saura, los hermanos Taviani, Juan Luis Buñuel… Y volví a pensar que habíamos sido todos un poco fúnebres: tendríamos que haberle dicho adiós al amigo inolvidable, tras la ceremonia religiosa, con una banda de mariachis. Ese habría sido un gran homenaje para un hombre vitalista, alegre, apasionado de la gastronomía, de los viajes y de la música.
TEXTO DEL FUNERAL
Ricardo García Prats, por esas cosas del azar, me envía el texto que leyó en la iglesia de San Lorenzo.
[En primer lugar queremos transmitir a la familia, especialmente a la madre, hermanos y sobrinos, nuestro pesar y dolor por la pérdida de Pepe Escriche y agradecerle que nos permita decir estas palabras, agradecimiento que es extensivo a la Basílica y Parroquia de San Lorenzo.
Ayer definitivamente nuestro amigo Pepe inició un viaje sin retorno. Muchas ideas se nos acumulan en estos momentos. Pero lo mejor que podemos y debemos hacer es recordarle por lo que nos ha dejado: su sentido de la vida, su bonhomía y su buen hacer como hombre con responsabilidades públicas y como amigo.
La creación del Festival de Cine de Huesca ha supuesto también ganar amigos para su ciudad. Desde América, Asia y Europa Pepe Escriche ha cosechado un prestigio relevante, no sólo como gestor de una actividad cultural, sino sobre todo lo que él más valoraba: trabajar haciendo amigos. En sus 12 años de concejal, creó el Patronato Municipal de Deportes y fue impulsor de los pabellones escolares. Instauró novedades incuestionables en Fiestas, en Cultura y en sus últimos años de concejal, como responsable de Parques y Jardines.
Y en definitiva, en cualquier responsabilidad que se le asignara Pepe daba el ciento por ciento por su carácter trabajador, creador e innovador, valiente, de ideas audaces y de mentalidad abierta y universal.
Como amigo, Pepe era, sobre todo, amigo de sus amigos, pero siempre iba mucho más allá sabiendo transmitir muchos valores, sobre todo el de vivir intensamente lo que nos ofrecía este mundo real. Pepe era un hombre bueno y un gran hombre, de un gran corazón. Siempre estuvo abriendo caminos, sin importarle creencias ni fronteras ni condiciones sociales.
Adelantado a su tiempo, autodidacta, culto, integrador, divertido, de ruda sensibilidad, tímido y original interpretando la realidad. Como amigo fue una persona generosa que nos catapultó a su afición máxima que era el viajar. Viajar para conocer nuevos territorios, pero sobre todo para conocer nuevas personas y ganar amigos.
En estos momentos nos faltan palabras para expresar la profunda tristeza que sentimos porque ya no podemos acompañarte en este viaje.
Tus amigos y amigas vamos a tener un vacío muy grande que será muy difícil de llenar. Tu vitalidad, tu sentido del humor, tu carácter alegre y siempre joven, tus interpretaciones y versiones jocosas de los acontecimientos, de los viajes, de su trabajo y de sus aficiones: cine, cultura, viajes, amigos y amistad... ...
Hay algo aquí que no empieza a la hora de siempre.
Hay algo que no ocurre como debería.
Aquí había alguien que estaba y estaba,
Pero que de repente se fue, e insistentemente no está...
Huesca, 30 de marzo de 2008
*Texto escrito por Domingo Malo, con algunas aportaciones de Ricardo García Prats y leído por el último en la misa funeral de José María Escriche Otal, tras la Comunión, en la Basílica de San Lorenzo, en nombre de sus numerosos amigos.]
http://mancodelepanto.blogspot.com/2008. En este dominio puede verse la entrevista que le hice, para Borradores, el pasado verano.
*Ellos son el grupo Mariachi Tequila, en una de sus noches oscenses.
LUISA MIÑANA: EL HOMBRE DEL SOMBRERO

EL SOMBRERO DE A.C.
Un hombre mira al mar en lo lejano.
Cuánta melancolía ondea
por mis ojos
que lo espían desde los farallones
a escondidas,
callándome el repentino
sobresaltode una ola imponente y su rugido.
Temo que el tiempo acabe.
Que todo sea nada.
Minuto impredecible.
Que vuelva a abrir los ojos y frente al mar tranquilo
no haya nadie.
Sin límite, el horizonte.
*La escritora Luisa Miñana, autora de “Pan de Oro” (Mira editores) ha escribo un libro, "La arquitectura de tus huesos", que es una mezcla de diario, cuadernos de apuntes y de poemas, arsenal de fotos. En ese proyecto que está a punto de colgar en la red, figura este poema marino, que está inspirado en una fotografía de Philippa Susan Tetley. Esta foto es de Anton Bruehl (Australia, 1900-Estados Unidos, 1982).
POEMAS DEL AGUA.4 / JUAN MARQUÉS*

SEPTIEMBRE
Pedías tus canciones favoritas
al chico de los discos,
que no sabía cómo complacerte.
Tras los cristales negros de aquel bar,
el mar tarareaba su canción.
La escuchaba la arena de la noche.
*[El joven escritor Juan Marqués, colaborador de Artes & Letras de Heraldo de Aragón, residente en la Residencia de Estudiantes y discípulo de José-Carlos Mainer va a publicar su primer poemario en la colección La Veleta, de la editorial Comares, que dirige Andrés Trapiello. Éste “poema del agua” forma parte de la colección de 37 poemas. Juan Marqués está feliz, entusiasmado… La foto es de Francisco Monteiro.]
JUAN MARQUÉS, OTRO POEMA

ANOTADO SOBRE UN PERIÓDICO
Adviertes que ya es tarde,
que se ha pasado el tiempo de los sueños
y que te da lo mismo.
Miras el lapicero.
Te pones a pensar en los viajes.
*La foto es de una de las mujeres de moda del momento: la brasileña Gisele Bundchen.