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TENIS, CANDELAS, "LA NIÑA DEL FARO"

-Partido de tenis, más bien entrenamiento, de una a dos, bajo un sol de justicia, con Diego y Jorge. Me lo paso en grande; me hacen correr de lo lindo. Se me desajustan todas las articulaciones, pero sarna con gusto no pica.
-Acaba julio. Y me voy a nadar en la piscina olímpica de Miralbueno. En esta ocasión casi no hay nadie.
-Recibo una llamada muy cariñosa de Nacho García-Valiño, el autor de muchos libros y de “Las dos muertes de Sócrates” (Alfaguara), que ha tenido tres ediciones. Ha estado ingresado una semana en el hospital por un problema de riñón y de retención de líquidos, llegó a pesar 16 kilos más de lo habitual que ha eliminado en cuatro días. Ahora ya está bien y se marcha de vacaciones a un pueblo de Logroño que se parece al paraíso. Me anima a que escriba novelas. Estoy en esa fase donde empiezo a pensar que ya no publicaré mucho más. Cada vez me cuesta más escribir, tengo menos ideas y mucho menos ilusión. Lo cual, como me dice siempre mi madre, significa que debo volver a empezar. Nacho me anuncia que su padre, excelente acuarelista, presentará una exposición de paisajes en el Hotel Boston en septiembre y que está verdaderamente entusiasmado. Está a punto de terminar una nueva novela.
-Por la tarde, me aíslo en “La casa de los persas”. Leo la historia de García Maroto, tan próximo a Buñuel en los tiempos de la II República, la trayectoria de Ewan McGregor, un artículo sobre el bandolero Luis Candelas Cajigal, que fue detenido y ajusticiado por no querer abandonar a su enamorada casi adolescente, otro sobre el arquitecto increíble Frank Wright Lloyd, una especie de brujo de una tribu de locos que no cobraban, sino que pagaban por estudiar por él. Ha realizado más 400 edificios y todos están en situaciones muy críticas. Al genio se le desploman los inventos…
-Nuevo partido de fútbol con Jorge y Diego. Daniel está en Barcelona, y el enfrentamiento no ha tenido encono. Ha sido un puro entrenamiento. Hemos podado los pinos y se ha ampliado el horizonte. Jorge y Diego vuelven a casa en bicicletas; el conductor del autobús de Garrapinillos no para de pitarles, se meten en un camino entre los maizales y esperan que pasen el acalorado piloto.
-Avanzo en la lectura de otro libro sobre faros: “La niña del faro” de Jeannette Winterson (en la foto; autora de “La Pasión” o “Escrito en el cuerpo”), libro que ha publicado Lumen y que cuenta la vida de una joven que se queda huérfana y que es cuidada por el viejo Pew. Le cuenta mil historias del mar, de la saga de fareros o ingenieros de faros, y entre ellos figura un tal Robert Louis Stevenson. El libro se aleja de una clave realista, pero es tremendamente sugestivo; está contado por la propia voz de la niña, que nació, por cierto, en 1959, igual que Miguel Mena, Fernando Sanmartín, Ignacio Fortún, Fernando García Mongay, Santiago Arranz, Antonio Pérez Lasheras o yo mismo.
01/08/2005 10:23 Enlace permanente. sin tema Hay 6 comentarios.
EL EBRO, RÍO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE

“EL EBRO FUE PARA MÍ EL RÍO DE LA VIDA,
PARA OTROS EL RÍO DE LA MUERTE”
Jesús Martínez Gallardo (Alagón, Zaragoza, 1924) es un héroe inadvertido. En el salón de su casa de Alagón se conservan las aves o los mamíferos que ha disecado, los diplomas donde se le reconoce su atrevimiento y su generosidad en la búsqueda de ahogados o en el rescate de náufragos, cuyos nombres va recordando junto a Milagros, su esposa. Un póster reproduce en varias lenguas el nombre de los peces.
-Jesús, ¿por qué se hizo pescador?
-Esa palabra casi se me queda corta. Fui campesino, esquilador, empleado de la Azucarera de Alagón, cazador, disecador y pescador, claro. Me han ocurrido tantas cosas que podría decirle que estoy vivo de milagro. A partir de un determinado momento, mi vida fueron los peces y el río: los conocía a todos. Anguilas, carpas, barbos, madrillas. Y sabía si preferían el vado, las honduras o la superficie.
-¿Hubo algún antecedente en su familia?
-Recibí de mi bisabuelo el mote de “Carabinas”. ¿Sabe por qué?
-No, la verdad.
-Era guarda forestal de cinco pueblos y se paseaba de aquí para allá con los correajes y la escopeta al hombro. Mi padre fue obrero de la Azucarera de Alagón y esquilador. Me enseñó, desde niño, desde los diez años, a trabajar la remolacha y a esquilar. Siendo adolescente, ya sabía esquilar ganado lanar y caballerías, y pronto corrí mi primera aventura.
-¿Qué aventura, qué le pasó?
-Yo tenía un hermano, Manuel. Mi padre nos dio una maleta, tijeras y un billete de tren a cada uno. Nos envió a Ricla, el pueblo del torero Braulio Lausín, “Gitanillo de Ricla”. Nosotros estábamos un poco asustados; nos dijo: “Saldrán a buscaros”. Y efectivamente, vinieron a buscarnos y nos incorporamos a una cuadrilla de 18 personas que pelaban los animales de Ricla, Lumpiaque, Sestrica y Alagón. Dormíamos en los pajares. Me encontraba con gente buena y mala; a los mayores, de cuando en cuando, tenías que dejarles el mejor sitio en el pajar. Participé en más de treinta campañas, que duraban alrededor de tres meses. Fueron años provechosos: aprendí a tocar la bandurria en siete meses y a bailar la jota, aunque el gran enamorado de la jota era mi hermano.
-Aún no ha aparecido el Ebro en nuestro diálogo.
-No se impaciente. Trabajábamos catorce horas. Esquilábamos 40 ó 50 ovejas al día y les rebajábamos 20 centímetros de pelo. Luego ya vino la máquina eléctrica y se redujeron las collas. Íbamos por toda la ribera del Jalón, y llegábamos hasta Tauste, Ejea, Tarazona y Soria. Yo volvía a casa en julio y en cuanto podía me marchaba al río. Me atraía mucho, y además había que sacar un duro para el día de mañana. Siempre he sido previsor y muy práctico. Casi todo lo que sé sobre los anzuelos, las redes, las barcas y las técnicas me lo enseñó Daniel Tejero Domínguez, que era experto en pesca tradicional. Me afilié a la primera Sociedad de Pescadores de Zaragoza y aprendí todo lo que pude: a manejar el pontón (la embarcación), a montar las redes y a hacer nudos, cómo se aplican las velas, a lanzar la caña, dónde esta la pesca. Cada pez tiene sus preferencias: el pez gato prefiere las honduras; la carpa y el barbo se mueven en cualquier sitio; las madrillas se subieron a los vados o se dejaban ver por los galachos, en aguas tranquilas. A los doce años ya iba al río.
-¿Y cuándo se profesionalizó, si puede decirse así?
-A los 17 años mi padre me permitió comprar una barca en Pedrola. Tenía tres metros y medio de eslora y casi uno de manga. Fue por entonces cuando viví algo inolvidable para mí. Mi abuelo se fue a Buñuel (Navarra), se empeñó en subirse a una higuera para coger brevas o higos, se cayó al suelo y se le salió la clavícula. Debía dolerle bastante, la verdad. Pidieron auxilio y, camino del hospital, lo pasaron en un carro sobre el puente del Ebro. Aborrecido, cuando iba por el medio del río, maniobró como pudo y se arrojó a la corriente. Fui yo quien rescató su cadáver. Fue el primer cuerpo que recogí del Ebro.
-¿Eso fue antes o después de su historia de amor?
-¿Cómo lo sabe? La muerte de mi abuelo fue después. Conocí a Milagros, mi mujer, cuando tenía quince años. Fue un amor a primera vista. Yo me estaba bañando en el río cuando vi cruzar una barca de paso. A bordo iba una familia que volvía de la finca de Santa Inés. Vi a una muchacha morena, parecía gitana, y pensé que debía ser para mí. Tal como se lo digo. Poco después, ella vino a Alagón para servir, me acerqué en el baile, empezamos a hablar y a salir, y nos casamos tras seis años de noviazgo en 1947. Fue mi mejor ayudante.
-¿En qué le ayudaba Milagros?
-Yo me marchaba al río temprano y cogía de todo: anguilas, madrillas, carpas. Toda una canasta de pescado. Y Milagros, con un remolque de mano, lo llevaba para la venta callejera a Remolinos, Grisén, Pinseque, Alagón. Se lo quitaban literalmente de las manos. Y de las anguilas, que entonces había muchas, ni le cuento: era el bocado por el excelencia, una fiesta para cualquier paladar, pero empezaron a escasear cuando cerraron la presa de Mequinenza.
-Eso fue mucho después, en los 60.
-Sí, pero se notó. Los domingos las pedían mucho, sobre todo en días señalados. En 1949 me despedí de la Azucarera de Alagón y nos fuimos a Remolinos a trabajar en las minas de sal. Recuerdo que coincidimos allí cinco hombres jóvenes. El trabajo era muy duro y llegábamos a extraer quince vagonetas de sal en flor al día; cinco de sal de selección y una vagoneta de bolas para el ganado lanar y vacuno. Creo recordar que se decía así. Y yo en cuanto salía me iba al río. Para pescar anguilas me daba unos madrugones enormes, desde la primavera al otoño, que era cuando más abundaban, pero además esquilaba el ganado de Remolinos. La gente me decía: “¿El ganadico lo esquilarás tú, verdad, Jesús?”. También aprendí a disecar animales.
-Imagino que el río no daba lo suficiente.
-Todo era poco. Quiero contarle otra historia que debió suceder a principios de los 50. Conocí a Félix Mar Lorente, del que usted habrá oído hablar por su apodo: era “El tío Toni”, el barquero del Ebro a orillas del Pilar. Él sale en los libros y en las fotos de entonces. Era todo un personaje y un indiscutible maestro de pescadores que enseñó a mucha gente las técnicas de pesca. Al parecer debía tener algún enemigo: fue denunciado por algún compañero o por sus propios discípulos por sus prácticas furtivas de pesca Lo metieron en la cárcel de Torrero. Tenía nueve hijos. Recuerdo que se hizo una suscripción entre pescadores y amigos para que pudiese salir del calabozo. Yo mandé cinco duros de papel que se me convirtieron en oro.
-¿En oro? ¿Qué quiere decir?
-Sucedió una casualidad maravillosa. Fui a comprar algunas cosas al barrio de la Química, y también un meloncico. Quise comerlo en el parque del tío Jorge. Y allí me encontré con un hombre mayor que pescaba en un escorredero del río. Nos pusimos a hablar. “¿Quiere una tajadica de melón?”, le dije. “Se la iba a pedir”, me contestó. Le dimos al palique un rato y en un determinado momento me dijo: “¿No será usted Jesús Martínez Gallardo, el pescador de Alagón que dio cinco duros para que yo saliese de la cárcel?”. Claro que lo era. Aquel hombre me hizo llorar. Tenía una lista con el nombre de todos los que le habíamos ayudado. Me dijo quien lo había metido en prisión. Vino en dos ocasiones a nuestra casa. Me enseñó cosas que yo no sabía y me ayudó a ganar mucho dinero.
-Es una historia muy bonita. ¿Qué pasó luego?
-Aprendí el oficio de taxidermista. En 1956 hubo una gran nevada y vinieron los patos. Yo los cazaba. Mataba y disecaba animales: los patos azulones, las becadas, que tenían una carne exquisita. Mi gozo en esta vida ha sido siempre estar dedicado a hacer cosas. Recuerdo perfectamente las riadas de 1961 y 1962, que duró doce días. Desde el 28 de diciembre hasta el día 8 de enero. Rescaté a una familia completa. He rescatado hasta 18 personas con vida, y recobré once ahogados, nada menos.
-Decimos siempre que el Ebro es el río de la vida. ¿Está de acuerdo?
-Para mí lo ha sido. Y para algunos el río de la muerte. El Ebro significó una ayuda muy grande. También he tenido momentos de peligro. Hay corrientes muy malas. He visto a personas que se han ido de la cabeza y se arrojaban al río. Recuerdo algunos nombres: Pedro Rubio, a quien le dio por decir que lo estaban envenenando las monjas; Jesús Ibáñez, que se tiró al río en un día de lluvias. Muchas de las historias de la gente que salvé andan en los papeles. He recibido diplomas y homenajes. Fui testigo de la repoblación del Ebro. A los peces autóctonos, de toda la vida, se les unieron la perca, el lucio, el siluro. Yo iba a ganarme la vida al río, que es una fuente de riquezas. De él vivíamos miles de personas, cientos de familias.
-¿Cuándo se pasa mejor en el caudal del río, durante la pesca?
-Lo he pasado muy bien de noche. Es muy tranquilo y romántico pescar bajo las estrellas. He sido un trabajador infatigable y he tenido que luchar. Para mí ha sido una bonita experiencia conocer las costumbres de los peces: cada uno tiene una forma de vida. He sido muy feliz en el río. Ésa es la verdad.
*La foto está sacada de internet: es una foto histórica del puente de Novillas.
01/08/2005 10:22 Enlace permanente. sin tema Hay 8 comentarios.
LAFORET Y SENDER: UNA AMISTAD ÍNTIMA Y LITERARIA

Carmen y Ramón vivían la escritura con una pulsión distinta: Sender era el escritor constante, la palabra y los personajes y los argumentos eran un exorcismo personal, una necesidad tumultuosa de vaciarse y de desnudarse, una huida del dolor a través de la creación; Laforet padecía cierto pánico, daba una y mil vueltas antes de escribir, reflexionaba, temblequeaba de responsabilidad, pero además era madre de cinco hijos y sentía a flor de piel el agobio de “la vida tan áspera como es la de España para los escritores”, llena de “envidias, enemistades y rencillas”.
Pronto se estableció una amistad literaria bellísima entre ambos. En esa década de fértil relación –recogida en el libro “Puedo contar contigo. Correspondencia” (Edición de Israel Rolón; Destino, 2003)-, Laforet le cuenta sus incertidumbres, su condición de abuela, su panorama familiar, le da a entender la separación de su esposo Manuel Cerezales y le narra sus proyectos casi siempre intermitentes y le explica su concepción de la novela, y no duda en hacerle partícipe de sus preocupaciones religiosas, semejantes a las de Sender, a quien le dice: “De política, cero. Me uno a ti, anarquista órfico y neo-cristiano”.
Sender también le ofreció colaborar en la Agencia Literaria de Joaquín Maurín, le habló de conseguir un trabajo en una Universidad norteamericana e incluso le ofreció ayuda económica. Y en este clima de admiración confesa y constante, incluso hay lugar para la epístola amorosa, para la seducción leve, para la insinuación; al fin y al cabo, Sender era un fauno constante y veía en la “abuela de cero años” o “de una edad divina” a una eterna adolescente. El libro es estupendo porque sirve para conocer a los dos escritores y en particular la biografía de Carmen Laforet narrada por ella –sus viajes, su estancia en Roma, fascinada con Alberti y María Teresa León, a la cual Sender le envía uno de sus libros-, y quizá sea un apéndice literario amenísimo e intenso de dos personas muy diferentes que se encontraron en la amistad, en la palabra, en la ficción y en la vida.
Laforet escribió: “Te admiro no sólo como escritor –creo que eres el más grande de los novelistas españoles- sino como tú, como personalidad”. Y Sender, más humano y entrañable que nunca en estas cartas, dijo: “Tus novelas me gustan más que las mías y son mejores en varios sentidos. Sobre todo ahora, que soy viejo, nervioso (impaciente) y raro”. Era tan sincero en su valoración, que no dudó en dedicarle su novela “El fugitivo”y en reseñar con entusiasmo la versión inglesa del relato de Andrea, la protagonista de “Nada”.
02/08/2005 09:53 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
PEPE CERDÁ: LECCIÓN DE ARTE E HISTORIA

Llegó, se instaló y percibió casi de golpe que muchos aparatos de feria de la ciudad habían sido pintados por su padre. París, tan alejado de su vida en un principio, era como un arrabal de su pasado y de su historia como hombre y como artista incipiente. Al cabo de un tiempo, tras ensanchar sus contactos y apacentar la bohemia, decidió retornar a Aragón, a un barrio de Zaragoza en concreto, Villamayor, e instaló su estudio, sus pinceles y su sigilosa rebeldía en una vieja casa con leyenda. Se aficionó a su nuevo espacio, al paisaje, umbral monegrino casi, a la noche: el alba se desperezaba antes sus ojos mientras él buscaba una nueva mancha, otro trazo definitivo, la última luz vencida que se diluía en los poros de la materia.
Pintor que piensa, hombre incomodado siempre con lo establecido, artista a la contra y amenísimo conversador, Pepe Cerdá se reencontró con otro periodo de su infancia feliz junto a su padre pintor. Recordó la fascinación que le producían las visitas al Museo de Zaragoza para contemplar la excelente pintura del XIX: Joaquín Pallarés, Mariano Barbasán, Marcelino de Unceta, el fascinante y prodigioso Francisco Pradilla, Félix Lafuente, su amado Moreno Carbonero, quizá Bernardino Montañés, su venerado Marín Bagüés, al que defiende a diario. Aquellos cuadros con evocaciones de episodios históricos, de batallas o de personajes reales como Alfonso I “El Batallador”, Juana la Loca, el príncipe de Viana o el Barranco de la muerte le sojuzgaban. Casi por entonces, decidió revisar los conceptos de vanguardia y modernidad, y se fijó en un puñado de criaturas que había sido la avanzadilla de un momento histórico: reparó en figuras como Joaquín y Francisco Ascaso, Buenaventura Durruti, Primo de Rivera o el cardenal Soldevila (muerto en 1923 tras un atentado anarquista. Su modernidad hay que entenderla con bastante ironía), y los retrató como si ensayase una nueva pintura mural, de trazado sobrio, aunque no se despojó de pequeños símbolos y matices de su obra anterior.
Después halló, en unos catálogos de la empresa farmacéutica Bayer, unas fotos que le llamaron mucho la atención: coches y funcionarios alemanes que hicieron una visita a las ruinas producidas en diversas ciudades por la Guerra Civil. Atraído por ese periodo, donde se libraron los combates de la libertad y de la modernidad, pensó que ahí había motivo para la reflexión estética y para homenajear viejos sueños de la niñez. Inició sus ya conocidas “Pinturas de Historia”, y declaró, durante una exposición muy elogiada en el Círculo de Bellas Artes, que “los coches son las catedrales del siglo XX”, coches que, por otra parte, eran estandarte de propaganda o centros médicos ambulantes.
Apenas un año después, Pepe Cerdá volvió a la carga con una obra inspiradísima de nuevas “Pinturas de Historia”. Ha vuelto a partir de fotografías de ese instante cruel y trascendental para realizar otra reflexión sobre el oficio, la mirada, en qué consiste ser contemporáneo, y ha pintado más de una veintena de cuadros de gran formato centrada en la contienda bélica de 1936-1939. Los cuadros respiran una emotividad profunda, poseen una incomparable belleza, estética y documental, de forma y fondo. Pepe Cerdá lo mismo retrata al modo de Sorolla a los prisioneros en el campo de concentración de Argelés sur Mer en 1939, que recoge fragmentos de las muchachas del Auxilio Social que protegían a los huérfanos y refugiados, capta y recrea los cadáveres recién abatidos en Barcelona ante un imponente coche negro, o presenta columnas de soldados de Navarra que se dirigen a buscar sus fusiles. En una de las piezas más emotivas de la serie, vemos a un abatido pero digno Miguel de Unamuno –“el hombre con más talento, el más documentado y el intelectual más respetado de aquel momento”, ha dicho Cerdá- que sale del Aula Magna de la Facultad de Salamanca mientras es increpado por el fascismo; acababa de discutir con Millán Astray, que había dicho: “Muera la inteligencia”, y el gallardo don Miguel le había respondido: “Venceréis pero no convenceréis”. En otro cuadro excepcional, que vale toda una lección de historia, ha pintado a una miliciana en Barcelona que mira al frente con su fusil, con determinación y fuerza, sin ocultar su belleza tumultuosa.
Pepe Cerdá ha iniciado un camino sin retorno, en el arte y en sus conceptos de creación. Sigue trabajando: ahí está su exposición de acuarelas con texto (experiencia, relato y teoría) del palacio de Montemuzo, su participación en “Cuaderno de viaje”… Su obra es una detonación y una llamada a la lucidez del artista que cree que lo primero que se debe hacer es no tomarse a uno mismo demasiado en serio, sino con humor y a la distancia justa.
02/08/2005 10:05 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
ROLANDO MIX TORO, POETA DE CHILE*

“Nada soy ni nada tengo salvo sensibilidad y curiosidad intelectual. Allende confió en mí para un cargo de agricultura en Atacama. Asistí a los bombardeos. Huí a Argentina y a Alemania Oriental. He publicado ‘El espejo y tú’ y ‘La mar de amor’. Toda la gente tiene algo de poeta: hablamos con metáforas. Nací en 1931”.
EL HOMBRE, EL POETA, LA AVENTURA DE VIVIR
El lugar donde uno ha nacido configura un carácter. Si además es el desierto más desierto del mundo, y no existe vida ni para las bacterias, ese páramo lunar forzosamente ha de esculpir una sensibilidad a flor de piel. Rolando Mix abrió los ojos en Pozo Almonte, en Iquique, en uno de esos lugares donde la naturaleza expulsa al hombre, salvo que existan minas de nitrato de sodio. En ese caso, el ser humano accede a vivir y a ver llegar el agua en camiones Brokway. “Una tierra tan dura crea un hombre especial: un tipo que debe vivir, luchar y trabajar en condiciones inmisericordes se convierte en duro y sentimental”. En ese ámbito las disputas y reivindicaciones sociales estaban a la orden del día. En el norte inhóspito el hombre tenía que ver cosas donde nada hay, fabricarse un universo propio, una imagen. El espectáculo del paisaje era conmovedor: planicies y más planicies se alisaban hasta donde llegaba la vista. Por el este, lejanos, se erguían los Andes; por el oeste, la cordillera de la costa. Y en medio estaban las minas del salitre, las poblaciones con casas adyacentes, lo que se llama la Oficina Salitrera.
Su padre, Roberto Antonio Mix, era un escritor social reconocido, director de escuela y pintor de paisajes desérticos que vendía a los ingleses. Su madre, Ana Ángela Toro, era ama de casa y tocaba el piano y la guitarra. Cada uno de sus hermanos también dominaba un instrumento. Llegó a tener hasta doce. Su padre era funcionario del Gobierno, y los dueños del salitre (ingleses, franceses, americanos o españoles) le tenían respeto por su dimensión intelectual y lo repudiaban por sus ideas. Al parecer existía una norma no escrita e insólita: “Lo dejaban estar en la escuela mientras mi madre estuviese encinta, y así su vida se consumió entre partos y abortos. Si había embarazos mi padre tenía trabajo”. Los había.
El joven solía marcharse a la orilla del mar y se ponía a decir cosas al compás de las olas. “Era poeta sin saberlo. Y en la escuela tenía gran facilidad para la literatura. Cuando estudiábamos a los clásicos, el profesor me decía: ‘Rolando. Sal e invéntate algo’. Y me inventaba poemas a la manera clásica”. Ya tenía clara una cosa: no quería ser escritor ni intelectual como su padre ni un acérrimo defensor de los trabajadores. Sabía que su progenitor se carteaba con Joaquín Dicenta, que había conversado dos veces con Blasco Ibáñez o que se había escrito con una ancianísima Concepción Arenal, pero siempre lo veía metido en líos. En cuanto pudo, tras realizar un curso de forja, se marchó a Santiago de Chile en 1948. Dejaba atrás su pasión por la natación, “hacía muchos kilómetros mar adentro”. Trabajó de dependiente en la librería Matus y después ingresó en la cooperativa Codilibro, que tenía su base en Buenos Aires, y distribuía libros de 40 editoriales. “El libro jugó un papel esencial en Latinoamérica. Yo era vendedor y lector”.
Al cabo de unos años lo llamó el Partido Socialista para que se hiciera cargo, como jefe de librería, de PLA (Prensa Latinoamericana). Por el establecimiento pasaban los políticos, los analistas, los autores, e incluso pasó en un viaje a Chile el narrador Juan Rulfo. “Nos hicimos muy buenos amigos. Hablamos de la fascinación del desierto y le hablé de los fuegos fatuos que se veían tras los cementerios”. Pero también asistía a tertulias con Pablo Neruda, dirigía la revista poética “Orfeo” y platicaba con Nicanor Parra, Nicolás Guillén o el poeta Enrique Lihn. “Nos llamaban los hermanitos del diablo. Tenía que soportar los incendios de mi local provocados por los nazis de Chile”. Poco después de que fuera elegido presidente de la República, Salvador Allende le ofreció un puesto en el Instituto de Desarrollo Agropecuario de Atacama.
El golpe de Estado de Pinochet de 1973 le cogió en la capital. Había ido a una convención y le acababan de llamar para decirle que su tercera mujer sería operada el once de septiembre en Santiago, dos días después: se había quedado sin voz. Se hospedó en un hotel y al levantarse detectó una gran algarabía. El país estaba conmocionado. De repente, oyó: “Rolando. Tenemos la orden de matarlos a ustedes”. Era un viejo amigo policía y detective con el cual había trabajado en sus tiempos de reportero de sucesos. Insistió el otro: “En honor de los viejos tiempos, no diré nada, pero si te cogen, dejaré que te maten”. Gracias a un cura jesuita, Rolando logró llegar a la Embajada Argentina y pudo huir del país. Se trasladó a Leipzig, a la Universidad Karl Marx, donde estudió Traducción e Interpretación. Residió en Alemania Oriental durante una década, hasta que Ramón Sáinz de Varanda y el jefe de policía Primitivo Cardenal fueron a estudiar los sistemas de seguridad de incendios del país. El alcalde le pidió que se viniese a Zaragoza y le prometió un empleo.
Mientras vivió, Rolando Mix Toro se sintió querido y respetado. Luego, todo se complicó. Pero esa es otra melodía en la que no quiere ahondar. “Zaragoza es una maravilla. Me encanta. Nuestras ciudades tienen 200 años, pero ustedes pueden tocar los restos musulmanes, las huellas de Roma o tienen calles como Predicadores”. Ahora, jubilado de tercera, desea aprovechar el tiempo para literatura, para la poesía. “Para nosotros literatura y política son indivisibles. Es la misma unidad. La poesía es el antípoda de la evasión: es la síntesis de las vivencias que se han acumulado y se quieren expresar”.
Se levanta y sale a caminar por las calles. Es la discreción que pasa.
*Rolando Mix Toro es uno de los protagonistas del libro "Encuentro en el espejo. Inmigrantes y Emigrantes en Aragón (Historias de vida)", de Javier Escartín Sesé y Manuel Pinós Quílez, que aparecerá en breve en una ambiciosa edición de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz. Junto a él, entre otros, aparecen Luis del Val, Palmira Plá, Alfredo Castellón, pero también otros muchos personajes fascinantes como Daha Zein, Sadek, Minchong Wang, entre otros muchos.
03/08/2005 10:19 Enlace permanente. sin tema Hay 18 comentarios.
LA VISITA DE MIGUEL MENA Y DANIEL

03/08/2005 16:18 Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.
TRAS LA MEDIANOCHE EN EL "BABEL"

-El azud del Ebro y otros proyectos que se han quedado por el camino.
-De los tomates ecológicos.
-Del atropello de Farruquito y de esa irrisoria condena que nos indigna a todos. Miguel Mena hizo inventario de otros atropellos recientes, penados con desvergüenza. A veces, la justicia española hace ostentación de lo poco que cuestan los homicidios…
-Del precioso cuento de Ismael Grasa, incluido en el libro: “Historias de Loarre”, titulado “Pájaros”.
-Del derribo de la cárcel de Torrero, que debiera haber sido una gran biblioteca y un gran centro cultural.
-De las navegaciones en barca y en barquillas por el Canal Imperial. De las pasarelas del Ebro, del barquero sentimental y afanoso Tío Toni. Es lástima que Zaragoza haya renunciado en parte a su condición de ciudad fluvial llena de embrujo y de posibilidades.
-De la edición en dos volúmenes de la “Poesía completa” de Ildefonso-Manuel Gil, que ha publicado Prensas Universitarias de Zaragoza. Antonio Pérez Lasheras hace camino al andar y su trabajo es un éxito constante y por goteo y aspersión. Todo a la vez.
-Del pintor Esteban Vicente, que era más famoso en Estados Unidos, aunque ahora tiene un bello museo en Segovia, donde estuve hace poco con espléndidos amigos como Ignacio Casado. Lo evocaban, también a José Guerrero, Sergio Abraín e Ignacio Martínez de Pisón.
-De los ricos que estaban los bombones que Félix compró en Open Cor para Miguel Mena, nada laminero, y para Marta Navarro. Cristina Grande, que también tiene un bello cuento, de los suyos (imprevisible) en “Historias de Loarre”, estaba espléndida, igual que Mercedes Ventura: espléndidas y luminosas. Para ponerles un piso…, aunque para evitar la tentación se nos han adelantado Félix y Miguel. Siempre hay un seductor al acecho.
-Miguel Mena notó un pequeño fallo cronológico en “Semen”: Mark Chapman mató a John Lennon en 1980 y no en 1981. La película es deliciosa e intrascendente, maneja muy bien las claves de la comedia, Ernesto Alterio borda su papel, aunque yo me quedó con Leticia Dolera. Hay aficiones que no desaparecen: sigue yendo al cine, como cuando era adolescente, a enamorarme. Sigo al pie de la letra el diccionario de cine de Fernando Trueba.
-Kike Mora es el productor del cortometraje “Fotos de familia” de Paula Ortiz, que cuenta la historia de un fotógrafo que se imagina que los personajes de sus fotos son sus propios familiares, sus amantes, sus amigos. Jorge, el cuarto de mis vástagos, tiene un pequeño papel. Kike Mora dice que está muy bien, como su hermano, la hermana de Kike Mora. Son 20 o 30 segundos de auténtico cine: quizá haya nacido una pareja mítica, como diría Jorge. Kike acaba de terminar una tesina sobre “El cine posmoderno”; le dirige Agustín Sánchez Vidal.
-Daniel revela que cuando tenía diez años alguien de la familia le preguntó si creía en Dios aunque no creyese en la Iglesia. Ya en casa recordaremos que también hemos hablado de Antonio Fernández Molina, que será objeto de una exposición en el Paraninfo para diciembre.
Ya en la explanada de todas las noches, que no se aparece en nada a la de cuando empecé este blog, escucho el ulular del viento, miro el cielo y, a ras de suelo, veo a mi perra y a mi gata, que dobla las esquinas con su piel atigrada como un alma errante que vigila. Yo leo el primer capítulo entero de “Para siempre” (El Acantilado) del portugués Vergílio Ferreira, considerado por "Jornal das Letras" como el mejor libro de literatura portuguesa de los últimos 25 años, es decir superior a los de Miguel Torga, Diniz Machado, Cardoso Pires, António Lobo Antunes y supongo que a Tabucchi, que escribió directamente en portugués "Requiem". Me encanta este inicio de la vida de Paulinho: no puede dormir, se está muriendo su tía, se va de putas y solventa su ansiedad con desparpajo y un poco de urgente desesperación. Vuelvo a casa e inicio el segundo capítulo. Son las 3.34 de la mañana.
Antes de acostarme veo la página de Mariano Gistaín con esas impresionantes fotos: son otro tesoro para el día que avanza entre tinieblas. Creo que no voy a poder dormir.
04/08/2005 10:49 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
ILDEFONSO-MANUEL GIL: EL CIELO DE LA POESÍA

El estudiante de Escolapios se examinaba en Zaragoza. Hubo un momento en que, deslumbrado por Gabriel y Galán, Campoamor y Bécquer, decidió ser escritor. Leía la solapa de los libros o las notas de autor y comprobaba que muchos de ellos se habían licenciado en Derecho, así que optó por esa carrera, que simultanearía, ya en Madrid, con la de Filosofía y Letras. Muertos prematuramente su padre y Victoria, la familia (la madre, Ildefonso y su hermana Antonia, otro ángel tutelar y casi inadvertido de su existencia) se las apañó como pudo. El joven poeta publicó “Borradores” (1931), y se zambulló en aquella orgía de letras que era Madrid. Conoció a Jarnés, al que visitaba con frecuencia en su casa, y vivió de cerca su pasión clandestina y no correspondida por la novelista Rosa Arciniega, conoció a Rafael Alberti y María Teresa León, “la mujer más bella de Madrid, en efecto”, a Maruja Mallo, que había sido novia de Alberti, iba a serlo de Miguel Hernández y era la mujer “que mejor maldecía de todo Madrid”. Y conoció a Juan Ramón Jiménez, hipersensible y frágil, protegido como un niño asustado por su enfermera de amor, Zenobia. Y visitó a Pedro Salinas, que poseía en casa una jaula de oro y una colección enorme de discos de piedra.
Esos amigos y esa literatura en expansión abonaron su segundo libro: “La voz cálida” (1934). El escuálido muchacho de Paniza y Daroca ya no era un “paleto deslumbrado” por la Biblioteca Nacional. Vivir, hasta entonces, había sido un don, con algunas sombras, que le regaló experiencias, nuevos amigos (Seral y Casas, Ayala, Maravall, Mingote, Sender) una vocación para siempre e incluso amores locos. “Siempre he sido muy enamoradizo. Mi fervor por la pasión nace de la felicidad que yo sentía en los enamoramientos”.
Se marchó a Teruel como funcionario del Estado. Apenas llegó, estalló la Guerra Civil y fue encerrado en el Seminario bajo la amenaza incesante del fusilamiento, la suerte que corrieron tantos otros compañeros. El horror se instaló en su cerebro y en la piel como un estigma inevitable. Sobrevivió. Aquellos siete meses y diez días de incertidumbre reaparecerían una y otra vez en el insomnio y en la escritura. Regresó a Zaragoza y se reenganchó a la vida: dio clases en Santo Tomás, Sagrada Familia y particulares a deshoras, escribió manuales de literatura casi a medianoche en el café Niké, ayudó a un yugoslavo a traducir a Lorca, conoció a un sastre esperantista que le condujo a Pessoa, y fundó una familia: otro centro germinal de su existencia, que ahondó su visión de la añoranza y de la vitalidad. Pilar Carasol, una muchacha de instituto, 14 años más joven que él, venció la huella de todas las novias para ser la única novia, la musa de la luz. Ildefonso hizo otras muchas cosas: asentó su poesía, se descubrió narrador, ensayista, traductor de éxito de Camoens. Incluso fue administrador de “Heraldo” a la sombra de Pascual Martín Triep, periodista, fotógrafo y experto gastrónomo bajo el seudónimo de Fabio Mínimo.
En 1962, asumió otro riesgo: emprendió la aventura norteamericana en Nueva Jersey. Allí nacería Victoria, la quinta de sus hijos. Con esas maletas de viajero, regresó en 1985 a Zaragoza, Daroca, Paniza. En estos 17 largos años halló lo que había soñado: amigos (escritores jóvenes y veteranos), reconocimiento oficial, editores y lectores, cariño a espuertas, respeto, y multiplicó su producción literaria con “Concierto al atardecer”, con multitud de poemarios, uno de los más bellos fue “Por no decir adiós”, con sus memorias que aparecieron en Xordica: “Un caballito de cartón” y “Vivos, muertos y otras apariciones”. El cuento de su vida se cerró con un final feliz, hasta que, ya nonagenario, la muerte acudió a cerrarle los ojos. Por eso, entró sereno en el nuevo cielo y en la nueva tierra... Apenas, unos meses más tarde, Pilar Carasol, la musa de sus versos, la luz esencial de su lírica, acudió a su lado.
Han seguido apareciendo libros suyos: “Borradores”, “La voz cálida”, estudios sobre su poesía. Y ahora, las Prensas Universitarias de Zaragoza en su colección Larumbe ofrece en dos volúmenes su poesía completa.
04/08/2005 17:05 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
FÉLIX DE AZARA Y SU LABORATORIO EN LA SELVA

En 1780 era nombrado teniente coronel de infantería y al año siguiente asumiría una de las labores esenciales de su vida. Fue comisionado por Portugal y España para que delimitase las fronteras de ambos países en las Indias y embarcó con destino a Brasil desde Lisboa. Iba a permanecer prácticamente 20 años entre las selvas del Paraguay, Misiones y San Ignacio, y de Río de la Plata. Esas dos décadas fueron decisivas para su vida y para la ciencia. Acosado en ocasiones por el recelo de los indígenas y por la desconfianza de los virreyes y gobernadores, Azara halló tiempo para desarrollar la pasión de su vida: las ciencias naturales, en las modalidades de Ornitología y Zoología. Descubrió el cauce de los ríos, fundó ciudades, convivió con las tribus primitivas, se alimentó en más de una ocasión con sus soldados, cuando se acababan los víveres, de armadillos.
Su vida en la selva tiene un aroma de leyenda y de romanticismo. A la par que levantaba planos y mapas del Paraguay y del Río de la Plata y marcaba con precisión el curso y los afluentes de los ríos Paraguay, Paraná, Vermejo, Tibicuaro o Corrientes, también percibía de cerca el sueño de portugueses y españoles que perseguían la quimera de Eldorado. Conoció contrabandistas, a ladrones de caballos, y percibió el aliento caliente de los yacarés o los jaguares. Cuando partió sólo llevaba el manual de zoología de Bufón, que leyó y releyó y corrigió de algún modo. Fruto de sus esfuerzos fueron los 400 frascos con animales en alcohol que remitió a España, y los borradores de varios de sus libros como la “Historia natural de los paxaros”, “Historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata”, o las memorias que editó y prólogo, con carácter póstumo, su sobrino Agustín de Azara (existe edición facsímil en Ibercaja de 1996).
Su labor fue realmente increíble: construyó su laboratorio natural en la selva y poseía un minucioso sentido de la observación. Hubo un momento en que se quedó prácticamente solo; en una de sus cartas a su amigo argentino Bartolomé Mitre, dice: “Aquí estoy en el último rincón de la tierra, olvidado de mis amigos, sin libros, ni trato nacional y viajando continuamente por desiertos y bosques inmensos, espantosos, comunicando únicamente con las aves y las fieras”. Desembarcó en Málaga en 1801 y fue presentado por su hermano José Nicolás a las sociedades científicas y academias de París. Pronto se convirtió en una celebridad, y Goya lo inmortalizó en un retrato prodigioso que se puede ver en el Palacio de la Infanta de Zaragoza. Rechazado para combatir contra los franceses, se retiró a Barbuñales donde falleció en 1821.
* Vicente Martínez Tejero, ese sabio de ciencias, ese bibliófilo sigiloso que casi todo lo tiene, acaba de publicar en la Biblioteca Aragonesa de Cultura, el libro “Piedras, fósiles, plantas, insectos, peces, pájaros... Naturalistas aragoneses”, y en él le dedica un extenso capítulo a este personaje. El trabajo de Vicente Martínez es impresionante, está lleno de información, curiosidades y erudición. Me despido de los amigos de este blog durante unos días. Un abrazo.
05/08/2005 00:31 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
ANTICIPO DE LA PRIMERA NOVELA DE VÍCTOR JUAN BORROY*

"Ramón Acín no pudo resistir la imagen que construía con los sonidos que llegaban desde la habitación de al lado. No hay sufrimiento más cruel que el sufrimiento imaginado. Y salió de su refugio. Allí, en el pequeño habitáculo que le había servido de escondite, quedaron, esparcidos en el suelo, papeles de distintos tamaños con las últimas palabras, con los últimos apuntes que hizo durante los días que estuvo escondido. Y junto a los últimos apuntes, en el suelo, quedó la última pajarita que fabricó, una pajarica que sus dedos hicieron maquinalmente, doblando y desdoblando distraídamente una hoja de papel mientras en su cabeza sonaba La última rosa del verano, la hermosa melodía que acompañaba los giros de la pajarita de la caja de música que encandilaba a Katia y a Sol. Aquella música mezclaba la ternura y la tristeza, la tristeza de la separación y la ternura de los últimos besos. Era una melodía que retrataba la belleza de lo efímero, la necesidad de aprovechar el momento porque todo se pasa casi sin sentir, y porque la belleza es siempre demasiado breve. Era la misma canción que le acompañó durante su exilio del año treinta, tras el fracaso de la sublevación de Jaca, cuando se instaló en París. Tarareaba esta canción cuando al atardecer paseaba por le bois de Boulogne, por los jardines des Tuillèries o sentado en uno de los bancos junto al Sena, en le Quartier Latin, a la sombra de la catedral de Nôtre Dame, cuando acudía a visitar a alguno de sus amigos pintores que se habían instalado allí o cuando dedicaba la tarde a curiosear entre los puestos de los libreros de lance. Ramón Acín miraba el agua mansa del río e imaginaba a Katia y a Sol jugando con la caja de música. Imaginaba sus ojos abiertos y su sonrisa, mientras la pajarica bailaba una danza infinita. Era la misma melodía que le acompañó en aquella celda que compartía con otros cuarenta y siete hombres cuando escribía una carta dirigida a sus hijas, una carta en la que dibujó una palomica que salvaba las rejas de la ventana de la prisión y volaba libre, llevando un mensaje de amor para Katia y para Sol.
Somos la música que escuchamos y Ramón Acín proyectaba esa doble mirada sobre la realidad, una mirada melancólica y tierna. Anidaban en su interior la ternura de sus manos acostumbradas a dar vida al barro, al papel, al lienzo, a la piedra y al hierro, y la melancolía, la misma melancolía que despertaba en él el baile de la pajarica al compás de La última rosa del verano. La última.
Cuando vieron aparecer a Ramón Acín en la sala, se abalanzaron sobre él, apenas le dejaron respirar. Llevaba puesta una chaqueta de pijama. Por el bolsillo asomaban los lápices de colores que le acompañaban permanentemente, unos lápices que eran sus herramientas y sus únicas armas. No dejó de mirar a Conchita ni un instante, a pesar de los golpes, a pesar de los insultos. La miraba como si ella pudiera leer su mirada y él pensaba que nunca la había amado tanto.
Los vecinos que presenciaron cómo sacaron a Ramón Acín y a Concha Monrás de su casa no pudieron olvidar, mientras vivieron, los estremecedores gritos y el llanto de Sol y Katia. No pudieron olvidar su propio miedo, un miedo amargo que atenazaba sus gargantas y les robaba la voluntad. Y tampoco pudieron olvidar su vergüenza al escuchar algunos aplausos, insultos y abucheos. Eran “los buenos vecinos de Huesca” que escribiría Max Aub en La gallina ciega, que celebraban la detención de Ramón Acín.
Aquella misma noche del 6 de agosto fue asesinado. Indefenso, solo, apaleado, maniatado, destrozado por el llanto y los gritos de Conchita y de las niñas, mutilados los sueños, sin palabras, con la boca seca y la cabeza a punto de estallarle. Se enfrentó en solitario al grupo de asesinos que lo llevaron a las tapias del cementerio de Huesca. Conocía a todos aquellos hombres convertidos en bestias. Después de tanto dolor, sólo conservaba la dignidad de su mirada.
- ¡¡Mi sangre no será estéril. Mis alumnos me vengarán!!
Sonaron los disparos y la sangre se mezcló en la tierra. Se apagó la luz y las manos creadoras se quedaron para siempre quietas y los labios inertes y la mirada rota...
Concha Monrás fue fusilada, junto a otros 97 republicanos oscenses, el día 23 de agosto de 1936.
Algunos años más tarde, el sepulturero indicó a la familia el lugar preciso donde estaba enterrado Ramón Acín. Cuando exhumaron sus restos encontraron la camisa de pijama que llevaba puesta cuando lo arrancaron de su casa. Por uno de los bolsillos asomaban los lapiceros de colores que eran sus herramientas y sus únicas armas".
*Fragmento de la novela "Por escribir sus nombres" de Víctor Juan Borroy. Inédita. La presento al premio de novela corta Ciudad de Barbastro y quedó entre las tres últimas. Fue defendida por Fernando Marías y Encarna Samitier, entre otros. Se publicará, casi seguro, de aquí a la primavera del 2006. [Como no sé linkar y le he dedicado algún párrafo a esta novela y un artículo extenso en "Heraldo de Huesca", copio aquí el texto que Víctor Juan Borroy publica en su dominio y lo pego en mi blog. Quizá fuera innecesario porque estoy seguro que los lectores de la web de Víctor Juan son una auténtica multitud, pero este es un tema, un mundo, una sensibilidad que también explican algunos de mis sentimientos hacia Ramón Acín y hacia Aragón, la tierra que me ofreció su hospitalidad y el cariño de muchos amigos. Hace mucho que no hablo con Víctor Juan, ni con Víctor Pardo, pero tengo encima de la mesa una carta que me remitió poco antes de morir Katia Acín. El retrado de Acín es de Pepe Cerdá y fue el objeto de portada del monográfico que le dedicó la revista "Trébede" al creador de las pajaritas].
05/08/2005 00:49 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
SUEÑO Y SON DE SAN LORENZO EN CUBA

Reparé en una cosa: se tumbaba por aquí y por allá, desgalichado como era, pero su traje no presentaba ni una sola arruga y ni una mancha. Creo que olía incluso demasiado bien: a noche de amor al suave relente tal vez, a verbena ininterrumpida de contoneos y besos. Dijo, transido de nostalgias: “Llevo muchas noches sin dormir. Huesca es un derroche”. Algunos pensamos de inmediato en el chupinazo, en la multitud, en un ilusorio olor a albahaca, en los danzantes, en las mairalesas (que siempre nos han parecido las perlas del caos incesante: esas damas, su garbo, y ese nombre: mairalesas), en las verbenas, los veladores, las tómbolas y el vino en torrente de las peñas. Todos pensamos en esa felicidad sin freno de San Lorenzo, en el jolgorio insomne, que con otros tonos y algo más de modestia nos hizo pensar algunas veces en San Fermín.
Recuerdo que hace años tuve un amigo, un tal Chapulle, hijo de un empresario de máquinas agrícolas y estudiante hijo de Económicas o Derecho, que me dijo que la fiesta de San Lorenzo (fue Pío IX quien designó, en 1867, la fiesta del diácono a patrono de toda la diócesis) era como una celebración pagana donde se trasiegan el vino, la amistad y el amor como si fueron los días del fin del mundo. Él, que residía en un bajo sombrío y húmedo del Casco-Histórico de Zaragoza, donde se oían los trabajos y los días de las ratas, tenía muy claro que San Lorenzo era punto y aparte: el paraíso de la farra en una ciudad reducida donde todos eran primos, conocidos desde siempre o amigos entrañables. Como una gran familia con lazos insospechados. Hablaba de algunas danzas típicas como la “Danza de los palos” o la “Danza del degollau”, de aquel punto de la ciudad donde se arrojan periódicos a la comitiva municipal que pasa o de ese hábito refrescante de echar baldes de agua a los paisanos y paisanos que desfilan por el Coso.
En el avión hacia La Habana me tocó junto al actor. Me senté junto a él y junto a un gallego al que conocía, sin saberlo, desde hacía 20 años. En aquel viaje a diez mil kilómetros de altura me ocurrieron muchas cosas, muchísimas pese a viajar en un avión (la más inesperada me la dijo aquel gallego de Betanzos, Luna: “estaba seguro de que tú ibas para figura del fútbol”), pero lo más bonito fue un sueño nítido y fascinante: me habían invitado a San Lorenzo y me había vestido de galán laurentino, en blanco y verde. Aunque no era “huesqueta de toda la vida” ni “basura fata”, como suelen decir en broma Luis Lles o Juanjo Javierre, sentía esa hermandad compulsiva y tribal que abraza a los oscenses en ese bullicio de identidad y jolgorio; disfrutaba como el que más con un vermú con gambas en las terrazas o en las atestadas tabernas. Iba de aquí para allá, en aquel bendito desorden, como un danzante improvisado por los efectos del alcohol. En esa película del sueño, no podía ser menos, me encontraba en los lugares más insospechados con los viejos amigos de la ciudad: Javier Brun, Carrera Blecua, Pepa Sánchez, Teresa Sas, Pilar Alcalde, Michel Zarzuela, Isidro Ferrer, José Domingo Dueñas, Fernando Herce, Guillermo Farina, José María Adé, Óscar Sipán, Pepe Escriche, María Jesús Buil, Víctor Pardo, Compairé, Carlos Castán, Fernando García Mongay, Jesús Arbués, Eugenio Monesma, Pablo Otín y tantos otros. Una semana de fiesta en Huesca da para casi todo. Y da incluso para el romanticismo: entre las sombras de mi sueño atisbaba a una mujer que era como una aparición y se ofrecía a enseñarte a correr delante de las vaquillas.
El actor, al llegar a Cienfuegos, se compró otras ropas: camisetas, pantalones, y una caja de puros hechos a mano por un anciano que parecía el hermano gemelo de Compay Segundo. Intenté trabar amistad con él: le tomé fotos, elogié su actuación, nos emborrachamos de ron blanco. Entonces me pareció el momento apropiado para pedirle que me vendiese el traje. Cuelga en mi ropero por si vuelvo otra vez a San Lorenzo...
13/08/2005 01:10 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
SEIS DÍAS EN GALICIA

13/08/2005 22:24 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
"NINETTE"

La película funciona al principio, siempre gracias al buen trabajo interpretativo (en particular, gracias a ese amigo del protagonista, Armando, bizco, que hace Enrique Villen) y a los graciosos textos de Mihura. E incluso, puede decirse que funciona un poco toda la primera parte, con ese personaje fascinante que es Fernando Delgado, el republicano español que toca la gaita, más que con la propia Ninette, Elsa Pataky, que hace un papel un poco intrascendente, poco dibujado, poco perfilado. Es inteligente y manipuladora, es cándida y atrevida, pero hay algo que no acabas de creerte nunca. La débil profundidad de su personaje contrasta con la de Maruja (Mar Regueras, creo), que tiene otra fuerza, otra textura. Elsa Pataky está bellísima, se cambia continuamente de ropa, o no la lleva directamente, exhibe su cuerpo, ofrece continuos contoneos, pero no logra alzar un papel que no ha sido muy bien concebido desde el propio guión. Esa luz interior que le ha visto Garci no acaba de hacerse visible en su Ninette, aunque la hermosura nadie puede discutírsela. Carlos Hipólito resuelve con solvencia y humor su papel. A la relación amorosa de los protagonistas le falta un poco de chispa, picardía, ingenuidad, conmoción, magia.
La segunda parte de la película, cuando Ninette y Andrés se casan y se trasladan a Murcia, es menos interesante, más embarullada. Incluso hay cosas que no se explican del todo: ¿qué hace ahora Armando en Murcia?, por ejemplo. La película resulta larga, está demasiado pegada a los textos de Mihura, posee caídas de ritmo, es menos graciosa de lo esperable y poco imaginativa, poco alegre en el fondo, a pesar de que es una apología del placer, del cuerpo, de la liberación sexual, de la vida. Más que la concepción de Garci, a la película la salvan, por instantes, los actores… Ni siquiera ese tono apagado, ceniciento, se adecua a ese milagro de la ilusión que es el hecho de que toque en suerte una mujer de bandera así y en París, nada menos. Tiene algo de españolada con sueca y destape en tu propia casa.
15/08/2005 09:44 Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.
LA REINA DE LA PERTIGA

-Yelena Isinbayeva, la prodigiosa rusa que elevó el saltó de pértiga a 5.01: bella, elástica, carismática, potente y orgullosa. Guiña el ojo izquierdo como una peligrosa madmesoille de Moscú, como una femme fatale.
15/08/2005 15:28 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
UNA VELOCISTA FORMIDABLE

15/08/2005 15:30 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
LA AGONÍA TRIUNFAL DE PAULA RADCLIFFE

15/08/2005 15:34 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
ENTREVISTA CON EL ACTOR GABRIEL LATORRE

-¿Quién le metió a usted en esto de la interpretación?
-Me ha gustado desde siempre. Desde los Estudios 1 y desde la Novela de Televisión Española, que eran estupendas adaptaciones de grandes libros. Aquello me parecía fascinante. Buscaba libros y montábamos con algunos amigos esas obras de manera muy artesanal. Un día, en HERALDO, Pilar Delgado publicó un anuncio que decía que se buscaban actores jóvenes para una montar una escuela pequeña, privada. Su idea era formar una pequeña compañía, y me apunté con un amigo, Agustín Miguel. Hizo una selección y nos cogió a los dos.
-Siempre ha dicho que le debe mucho a Pilar Delgado.
-Desde luego. Ella me inoculó el veneno por esta profesión. Después creó La Taguara, pero recuerdo que uno de los primeros montajes fue “El delantero centro murió al amanecer” de Agustín Cuzzani. Era la historia de un futbolista que acababa suicidándose. Yo encarnaba a un vagabundo que empezaba la función, y eso me aterraba. De repente, se levanta el telón y yo me dije: “Y de aquí, por dónde se sale?”. Era un monólogo breve, pero hubo un momento que ya no sabía si estaba repitiendo constantemente lo mismo... Estuve en La Taguara mucho tiempo.
-Sí, pero en medio hizo radio...
-Es cierto, primero en la COPE. Era locutor los domingos por la tarde con Enrique Belver. Él me abrió una de mis primeras puertas. Luego hice un programa los sábados con Julia Almenar, en el que hacía de payaso. Recuerdo que los niños querían venir al estudio. Vinieron, y ¡cuál no fue su decepción al ver que no había ningún payaso! Yo era algo así como “Tripón, el payaso más alegre y borrachón. Desde entonces, aunque no lo exigía el guión, yo me vestía de payaso, me maquillaba y me pintaba. Aún hay gente, niños de entonces, que me lo recuerden. Y me hace muchísima ilusión.
-¿No estuvo luego en Antena 3 de radio?
-Sí, allí hice de todo: programas, información, unidad móvil. Recuerdo a Jesús Hermida diciéndome: “Adelante, Gabriel Latorre”. Les gustaba mi voz...
-Bueno, su voz es una de sus armas...
-Le estoy muy agradecido. Gracias a ella he trabajado mucho. Mi padre me decía que tenía voz de canónigo. He hecho doblaje, ¿sabe que yo he doblado a Boris Karloff?, documentales, publicidad. Mi voz se la suelen poner a personas maduras y ancianos. También puse la voz a “las 100 promesas del PSOE”. Recuerdo que yo daba la voz a Sainz de Varanda o a Santiago Marraco. Recuerdo llegar de hacer bolos por ahí y a las tres de la mañana me estaban esperando con el estudio abierto para hacer voces.
-Pero todo eso cambió en 1986.
-Luis Alegre me había presentado a Fernando Trueba en el cine Goya en el estreno de “Sé infiel y no mires con quien”. Al cabo de un tiempo, de repente recibo una llamada de su productora para hacer el papel de un requeté que iba a hacer Miguel Rellán...
-Por cierto, que son ustedes dos actores muy similares.
-Es verdad. Nos han confundido alguna vez y nos hemos disputado algún trabajo. Iba a hacer un papel un poco más largo, pero Fernando se dilató un poco en el rodaje en Madrid, tuvo que marcharse con urgencia a Lisboa a proseguir el rodaje, y luego comprobaron que mi papel ya estaba suficientemente explicado.
-Nos hemos dejado en el tintero sus intervenciones en “La vaquilla” de Berlanga y en “Réquiem por un campesino español” de Betriu...
-Sí, pero ahí en realidad participé, con otros actores aragoneses, más en figuración que en otras cosas. Creo que en Aragón debíamos aprender de otras comunidades, donde exige que los secundarios –al ceder espacios o infraestructura- exigen que haya intervención de los actores de allí.
-Ha hecho usted multitud de papeles con multitud de directores. ¿De cuál se siente más satisfecho?
-De “La estanquera de Sevilla” para “La huella del crimen”, dirigido por Ricardo Franco. Rodamos en Madrid y Sevilla: yo hacía de chivato que denunciaba a dos que sabía que eran inocentes y los mataron a garrote vil. Fue un trabajo muy bonito con un director inolvidable. Yo soy un actor camaleónico que me transformo con facilidad. Puedo hacer cualquier tipo. Cuando tengo que encarnar algún papel, lo estudio, lo pienso y me miro al espejo y ya me sale. No siempre te salen las cosas: recuerdo que en “La fuente de la edad” de Julio Sánchez Valdés tenía que hacer de tonto del pueblo. No acababa de encontrar el punto del personaje. Le daba vueltas y más vueltas, ensayaba y ensayaba, y no me veía. Finalmente, recordé “La hija de Ryan” una preciosa película de David Lean y recordé el papel que hacía John Mills.
-Supongo que cada actor tiene un método, pero a usted, aunque breves, parece que no hay papeles que se le resistan...
-Intervengo en más cortos que nunca. Ahora estoy haciendo el papel de mafioso en “La chica de la cárcel” de Fernando Usón, tengo otros compromisos con Jesús Marco y Roberto Aznar. Sin embargo, hay algo que siempre me asusta: los papeles clásicos.
-¿Qué diferencia, desde el punto de vista de la interpretación, existe entre un papel principal y uno secundario?
-Yo creo que a diferencia de otras cinematografías, no tratamos bien los personajes secundarios a nivel técnico. No se les da la importancia que tienen. No es lo mismo tener un plano corto o medio, sostenido durante mucho raro, que en una aparición fugaz, donde controlas más el gesto y la mirada.
-Ha participado en la película “Soldados de Salamina”.
-Ha sido una experiencia preciosa. David Trueba es una de las personas más fantásticas que he conocido en el mundo del cine. Es inteligente, contagio su pasión por el trabajo y resulta amable hasta con la figuración. Es un director que crea adicción: hubiéramos hecho en su película cualquier cosa. Posee un grado de humanidad increíble y es abierto: te invita a ver lo que se ha ido rodando, te invita a participar de la fiesta cinematográfica que es una película.
-Permítame ser tópico. Usted ha hecho de todo: ¿dónde se encuentra más cómodo?
-En el cine, como dice Fernando Fernán Gómez, “te pagan por esperar”. Pero luego es tan reconfortante: te cuentan una historia, te morirás, la película sigue ahí y tú en ella, la ponen en festivales, en las Filmotecas, en ciclos específicos; es una manera de pasar a la inmortalidad. La tele te permite sobrevivir, y menos mal que existe. Y el teatro es el fuente donde el actor tiene que ir a beber, a tomar aire, a aprender la fuerza del silencio. Es más duro, tiene una magia especial, aunque a veces, tras tantas representaciones, llega a ser asfixiante. Y, en el fondo, estoy de acuerdo con María Luisa Ponte que decía que ella sobre un escenario hacía exactamente lo mismo que ante una cámara. A mí me gusta la naturalidad.
-¿Cómo ve el Centro Dramático de Aragón? ¿Qué espera de él?
-Que se consolide y que sea la sede de verdad de los actores aragoneses, que puedan ir pasando por él, cíclicamente, los actores aragoneses. Aunque no sé si debo decirlo, he sido elegido entre una veintena de intérpretes para la versión del Quijote que prepara Fernando Fernán Gómez. Creo que es una buena oportunidad para todos nosotros: vamos a estar dos meses en el Teatro María Guerrero y debemos demostrar que somos buenos profesionales. Le digo una cosa...
-Es su oportunidad.
-Yo trabajo donde puedo, allí donde me llamo. Pero en cuanto hago mi trabajo, me vuelvo a casa, con mis amigos aragoneses, a Zaragoza. En Madrid todos saben que soy de Zaragoza, que es mi casa, mi tierra, mi pasión, el lugar por donde me gusta pasear todos los días.
-Y desde hace algún tiempo, también hace fotografías.
-Me encanta. Aprovecho los rodajes, mi encuentro con actores. Lo que me gusta es hacer fotografía creativa: ver paisajes, crear mundos con los actores o con lo que se me pone por delante. Ahora ya tengo colgadas muchas de mis fotos en el portal www.multimagen.com.
15/08/2005 19:21 Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.
JULIO ALEJANDRO DE CASTRO CARDÚS /1

--¿Conociste a Rita Macedo?
--No, claro que no.
--Era una de las actrices favoritas de Luis Buñuel.
--Bueno, eso sí que lo sabía.
--Acaba de morirse. Me gustaría dedicarle un artículo, pero ahora, ante el mar, sólo tengo fuerzas para escribir poemas a mano. Era una mujer verdaderamente impresionante. ¿Sabes cómo consiguió el papel en Nazarín?
--No, Julio.
--Verás. Se enteró de que Luis Buñuel estaba preparando la película, basada en la novela de Galdós. Se disfrazó de manera maravillosa, con greñas, las ropas desarrapadas y un rostro que parecía un adefesio. Se plantó en su casa y le dijo que sabía que preparaba la película. Se arrodilló ante él, o al menos le suplicó, y le pidió el papel. Buñuel, verdaderamente conmovido, no se pudo negar. Y así fue como encarnó a Andara, la prostituta que se refugia en el cuarto de Nazarín tras una pelea sangrienta.
A Julio Alejandro de Castro (Huesca, 1906-Denia, Alicante, 1995) le encantaba relatar historias del mar, de rastros y chamarileros, y sobre todo de mujeres. María Félix, Jeanne Moreau, que se enamoró de él como Margarita Lozano, Mayrata O’Wisiedo, aquella modelo zaragozana que enloqueció al joven Alfonso Sastre y escribió un libro que a Julio le divertía: “Chico no sabe que es perro”.
--Rita Macedo era la mujer de Carlos Fuentes. Luego se separaron.
Fuentes –que es casi el hilo conductor del excelente y humanísimo documental “A propósito de Buñuel” de Javier Rioyo y José Luis López Linares, que presentaron en el año 2000— narra que rompieron luego y una de las razones del distanciamiento fue Jean Seberg, a quien el mexicano rinde un homenaje en “Diana o la cazadora solitaria”. Jean Seberg se enamoró locamente de Clint Eastwood tras el rodaje de “La leyenda de la ciudad sin nombre” de Joshua Logan (pegó su póster en el piso que compartía con Fuentes) y más tarde de Ricardo Franco, a quien inspiró su película póstuma: “Lágrimas negras”.
--También hizo un papel impresionante en “Ensayo de un crimen”. Era estupenda.
A Julio le sojuzgaba el universo femenino. De súbito contaba:
-- Dolores del Río tuvo un marido que le llenaba la cama y la bañera de gardenias y de joyas. Tenía unos tobillos preciosos. La trataba como una reina, pero en el fondo era un cursi. Con Orson Welles mantuvo una historia de amor clandestina.
En otro momento, se concentraba en Chavela Vargas y sus amores, y decía:
--Fui un gran amigo de Mercedes Barcha. Qué gran mujer. Era una heroína; gracias a ella, García Márquez pudo escribir “Cien años de soledad”. Se encargó de todo, de los niños, de las deudas, de la comida; aisló por completo a su marido, lo protegió como no puedes imaginarte. Por aquellos días le presté una bandeja de plata para una cena; luego García Márquez me pidió algunos muebles de mi casa. “Quiero los tuyos, Julio. Así estaré seguro de que no me equivoco”. De Chavela Vargas, qué te voy a decir. Daba un concierto y todas sus amantes estaban allí mirándola y mirándose: la densidad del aire se cortaba con un cuchillo. El aire no era aire ni humo: eran celos de mujer celosa de otras mujeres.
Julio, además de guionista de Simón del desierto, Nazarín, Viridiana y Tristana, fue director artístico de El ángel exterminador y de Pedro Páramo, realizada por Carlos Velo. En cada pieza que escribió para el realizador calandino retrató un admirable universo femenino, igual que había hecho en sus piezas de teatro que se estrenaron en España en la primera posguerra. Una vez que el casi ágrafo Buñuel leía y repasaba el texto, y exigía una última versión, Julio se enfrentaba a la estricta genialidad del cineasta y aceptaba su búsqueda de la originalidad: le daba la vuelta al texto como si fuese un calcetín. Extremaba aquel detalle, acentuaba la ambigüedad y la poesía, derramaba los elementos simbólicos o no de su mundo vinculado con el siglo de Oro y el lenguaje de las vanguardias.
Julio aceptaba con un gesto de admiración. Como Luis Buñuel renace a cada instante, la ausencia de Julio Alejandro de Castro se hace de tan evidente dolorosa. El año que viene el Festival de Huesca le rendirá un homenaje coincidiendo con su centenario. Si llamase por teléfono ahora desde la tumba, lo haría con su frase favorita: “Te quiero, cabrón”. En la obra de Rioyo & López Linares sólo le oímos reír casi de paso. Si la inmortalidad se puede compartir, Luis Buñuel y Julio Alejandro de Castro deben estar más juntos que nunca comiéndose una paella.
La inmortalidad, como tantas otras cosas, se sobrelleva mejor con una buena comida.
16/08/2005 09:43 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
PRIMERA CONFESIÓN DEL ARTISTA (FICCIÓN)

Un día, me arrastraron hacia los talleres. Me arrastraron, que es una forma de decir que me invitaron, y me dejé ir con gozo y con temor. Siempre nos asusta y nos estimula lo desconocido. Y allí estaban Sergio y su equipo. Sergio y otros creadores, me gusta más llamarles creadores que profesores, que también lo son. Gente que ha vivido en el arte y en sus residuos. Y allí me encontré con cosas que sabía que existían pero que eran ajenas a mí. Ideas, colores, partículas, objetos, formas: todo se agolpó de repente en mi retina como una tentación. O un clamor que llama. Y en las yemas de los dedos sentí un temblor, un cosquilleo, una necesidad de ponerme en acción. Avanza, ven, atrévete, parecían decirme las cosas. Como a los otros: a José, Fernando, Carlos, Eusebio o Vincent van Gogh. Y empecé a pintar, dibujar, manchar el papel, a construir masas y volúmenes, componer figuras: círculos, triángulos, casas o abrigos para el alma, jardines encantados, bosques de color encendido. Sergio y los otros, y los otros también son mis amigos, los nuevos artistas que aun no saben que son artistas, también me llamaban: avanza, ven, atrévete. No retrocedas. La imaginación debe ser como el alma del cerebro: otro territorio inabarcable. Y aquí estoy, libre, afanoso, descubriéndome a diario, trabajando con el aire que respiro, con las manos y con las ideas.
Dicen que el arte es la mejor terapia, como una conversación o un amor inesperado, como un amanecer sobre los cerros o el poniente de sangre que he pintado sobre el papel o el lienzo. El arte es cosa de niños, y de adultos, y de ancianos. El arte, lo he descubierto, ni tiene estación ni fecha de caducidad: es una acequia del río infinito de la vida. Es como una partitura: se ve, se lee y te penetra en la sangre estremecida como una melodía. Siempre hay un gesto, un detalle o una línea que me salvan de las horas del mundo, del diario asombro de existir. Aquí soy feliz. Aquí me vacío, me ofrezco, me reinvento y al hacerlo revelo mi visión del mundo. Y me rebelo contra mi enfermedad: sólo soy un ser humano que crea. Un soñador que se mancha con la materia.
Por favor, dense prisa en leer esto. Creo que voy a borrarlo todo y a empezar otra vez.
17/08/2005 09:03 Enlace permanente. sin tema Hay 6 comentarios.
NOTA SOBRE ENRIQUE VILLAGRASA, ENVIADA DESDE ZAMORA

El poeta turolense, residente en Tarragona, Enrique Villagrasa (Burbáguena, 1957) presentaba oficialmente su libro “Límite infinito”, ganador del III Premio León Felipe de Poesía, en la segunda fase de la Universidad de Verano Hispano Portuguesa, en la plaza Mayor de Tábara, lugar de nacimiento del poeta León Felipe, a las 21 horas del día 12 de este mes de agosto, con la participación de José Ramos, alcalde de Tábara; Joan Gonper, editor del Centro de Estudios Literarios y de Arte de Castilla y León (Celya) y Jesús Losada, director de la Universidad de Verano y coordinador del premio internacional. En el mismo acto se le hizo entrega del galardón del premio, una escultura del artista burgalés Jorge Villalmanzo.
Villagrasa, periodista y escritor que publica sus reseñas literarias en “Qué leer” de Barcelona, “Turia” de Teruel y “Artes y Letras” del Heraldo de Aragón, además de haber sido traducido alguno de sus trabajos al francés, árabe e italiano, se mostró encantado de visitar la tierra que vio nacer al poeta León Felipe Camino Galicia y apostó por convertir a Tábara en centro de peregrinaje de poetas. El libro, de 66 amenas páginas, recibía mil y una alabanzas de los primeros que pudieron disfrutar de él a la luz de la luna: “sólo la palabra es el infinito”. Al día siguiente, el autor firmó ejemplares de su libro en la Feria del Libro de Benavente (Zamora), en la caseta de Celya, junto a otros autores de la mencionada editorial, y después clausuró la citada Feria con un discurso sobre el amor a los libros.
“Límite infinito” es un poemario en el que según el jurado: “Se trata de una serie de cincuenta reflexiones poéticas encadenadas en donde el trasfondo desarrolla un paralelismo entre el lenguaje, la vida poética de los autores de nuestros días, la poesía y el límite infinito de la literatura que nos une.”
17/08/2005 09:17 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
BALANCE Y ESTRELLAS DEL ATLETISMO EN HELSINKI

1. La otra gran estrella de las mujeres (además de Radcliffe, Allyson Felix e Isinbayeva) fue Tirunesh Dibaba, ganadora de 5.000 y 10.000 metros, una mujer extraordinaria, que soporta un ritmo endiablado de crucero y posee un increíble final, como padecieron Defar, campeona olímpica en el 5.000, y Adere en el 10.000. Tiene una hermana algo mayor que también logró una modesta proeza: Ejegay Dibaba ha sido doble medalla de bronce en 5000 y 10.000. Me corrijo un poco a mí mismo, por aquello de la exactitud: Tirunesh Dibaba fue, sin duda, con Yelena Isinbayeva la auténtica reina de Helsinki.
2. Y también merecen mi elogio, y el de todos, la campeona de 20Km. marcha, Ivanova, y la cubana Osleidys Menéndez, campeona de lanzamiento de jabalina. Ambas batieron el record del mundo. Otra mujer increíble es la doble campeona Lauryn Williams, menuda y poderosa, que ganó en 100 metros lisos y en 4 x 100, y en las dos ocasiones ante la francesa Christine Arron, guapísima y elegante, que nunca será Marie Jose Perec, aquel gacela de seda y ébano que era capaz de vencer en 200 y 400 en una Olimpiada. Y ante la campeona olímpica de 200 Veronica Campbell, de Jamaica.
3. He disfrutado muchísimo con otras dos atletas formidables: la sueca Kajsa Bergqvuist, que venció con 2.02 y persiguió en vano el record del mundo con 2.10, posee unas piernas interminables y ataca el listón con elegancia y fuerza. Me recordó a la gran Stefka Kostadinova, labúlgara que logró su record del mundo en 1987 al saltar 2.09. Y la campeona de 400 metros vallas, la rusa Yuliya Pechonkina, que realizó una estupenda carrera, y ganó también en 4 x 400. Es la típica atleta rusa: blanca, de extremidades inacabables, excelente competidora, increíble estampa y esa pálida belleza, amasada con nata, cierta gelidez de niebla y un aire de amazona distante. Reconozco que con ellas me pasa un poco como en el cine: acabo enamorándome. Menos mal que están demasiado lejos y no voy a alentar la tentación. Además, sería irritantemente bajito… Soy un mitómano incorregible, y un amigo del alma me ha autorizado a ser mitómano pero no melancólico.
Entre los hombres, entre otros, hay que destacar:
1. Justin Gatlin, campeón de 100 y 200 metros lisos. Ha estado espléndido, y no se anduvo con chiquitas ante la ausencia del recordman mundial del hectómetro, Asafa Powell. Tiene una forma de correr muy peculiar: mira al suelo, como si quisiera agarrarse a la pista, durante los 40 primeros metros y luego, muerde el aire y avanza como un lebrel iracundo.
2. El otro gran protagonista de Helsinki fue el mediofondista marroquí Rashid Ramzi, que representó a Barein, que hizo algo que nadie había hecho antes: venció en 800 y 1500 con absoluta autoridad, algo que ni habían hecho Coe, Ovett, Cram, Said Aouita o Nurredine Morceli. Increíble su potencia, su seriedad; le ganó con absoluta facilidad al campeón olímpico Yuri Borzakovskiy, que es un desastre en la estrategia, a pesar de ser el gran favorito en 800. Creo que El Guerruj ya tiene un impresionante y joven sucesor.
3. Jeremy Wariner, campeón de 400 metros lisos. Es impresionante, también ganó en 4 x 400. Va a por el récord de Michael Johnson.
P.D. De España tengo poco que decir. Lo mejor los marchadores, Paquillo Fernández, Molina y María Vasco; pero también merecen elogios tres buenos mediofondistas como Natalia Rodríguez, Mayte Martínez y Antonio Casado, que será campeón del mundo en menos de cinco años. Joan Lino acarició el bronce en longitud, donde se gana a más de 30 centímetros del record del mundo de Michael Powell, 8.95. Dwight Phillipa ganó con un primer salto de 8.60.
18/08/2005 19:31 Enlace permanente. sin tema Hay 8 comentarios.
SI UNA MAÑANA EN AMSTERDAM EL TURISTA...

1. Que ha escrito un texto entusiasta para un libro-disco de la jota (Prames), en el que también participa Javier Barreiro, y que va a reproducir en su texto auténticas joyas: cancioneros del siglo XIX con maravillosas portadas. Su cómplice Víctor Juan, ese pedagogo que escribe ahora su segunda novela, le ha echado una mano. Son incorregibles e inseparables y se intercambian sus respectivos paraísos: Víctor le ofrece su casa encantada, custodiada por perros; Pepe, sus libros, su cariño y su sabiduría insondable. Casi mortifican de envidia. En cualquier caso, Pepe Melero sería algo así como una versión republicana de Demetrio Galán Bergua. Lo sabe todo y la canta con una suavidad y una exactitud que deslumbró en El Ventorrillo al mismísimo Pastor de Andorra.
2. Que en Amsterdam, una mañana tranquila, salió a pasear y se quedó un poco perplejo ante una mujer de ojos azules y de una belleza indefinible. De ésas que, de súbito, al pasar o al quedarse, lo tienen todo: garbo, luz, fotogenia, encanto, un cuerpo dibujado como el cerebro ni siquiera imagina. Esa criatura con ojos de mar, además, era librera y sacó en un cajón la edición en holandés de “Imán” de Sender, realizada hacia 1934 (aquí me fío de mi memoria; seguramente me equivoco). Pepe la compró por dos euros, y al lado vio un estudio en inglés sobre Benjamín Jarnés. Miró a la chica de nuevo y la fotografió para siempre en el fondo de su ojo. Ella no sabe que estará para siempre unida a ese gran escritor y formidable sátiro que fue Sender. Y que tendría una secreta vida española en las mitologías librescas de Melero.
3. Hoy me han hablado muchísimo de un joven jugador del Real Zaragoza. Me han dicho que es prodigioso, un centrocampista finísimo, de conducción y dirección, que rara vez pierde un balón, pura fantasía. Se llama Longás; me han hablado maravillas de él amigos míos como Carlos Paño, Raúl Lahoz, Javier Gil Esponera, etc. Y se lo he dicho a Pepe. Me contestó: “Mi hijo Jorge, forofo como sabes del Real Zaragoza, me ha dicho que es una auténtica maravilla, pero que Víctor Muñoz no lo quiere”. ¿Quién entiende a los entrenadores, aunque sean buenos amigos nuestros? Pepe me cuenta otra cosa muy bonita: su padre, de 75 años, lleva 50 años de socio del equipo y va a recibir una medalla del club. Eso es como si le diesen la gran medalla de amor y lealtad de los amantes de Teruel. Por cierto, José Luis Melero, padre de Pepe y abuelo de Jorge e Iguácel Melero Polo, cumple hoy 75 años. Felicidades.
4. Pepe también me dijo que si podía contar en este blog la pequeña historia de la saltadora de altura Sara Simeoni. La bella Sara. Y aquí está: nació en 1953, fue 22 veces campeona de su país, varias de Europa, y obtuvo tres medallas olímpicas. Fue plata en Montreal (1976); plata en Los Ángeles (1984), y oro en Moscú (1980). Fue la primera mujer que saltó dos metros. Su gran rival fue Rosemarie Ackermann. Arriba coloco una de sus fotos más espectaculares. He visto varias fotos suyas, con mucha melena, y yo la recordaba más delicada y guapa, pero bien se ve, querido Pepe, que parecía de goma.
19/08/2005 11:38 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
TRINIDAD RUIZ-MARCELLÁN, OLIFANTE Y LA POESÍA EN EL MONCAYO

-Siento curiosidad. ¿Qué le ha llevado al Moncayo?
-En mi infancia en Agón, desde mi ventana o las eras, veía la cumbre del Moncayo. Durante muchos años le di completamente la espalda y de golpe, a principios de los 90, no sé si por cansancio o porque iba en búsqueda de mis orígenes, decidí trasladarme a vivir a su sombra. Antes ya había hecho pequeñas excursiones…
-Fue una decisión radical.
-En cierto modo. La tomé con mi compañero Marcelo Reyes, esencial en esta decisión y en mi vida. Aquí he perdido la noción del tiempo, no del espacio. Cada día es diferente, como el paisaje, como el color del campo, como las emociones. Es un espacio cargado de energía, de magia, de fascinación diaria, en el que me resulta fácil encontrarme conmigo misma. Espero jubilarme aquí.
-¿Por qué eligió Litago?
-En un principio barajamos varios pueblos, pero fue en Litago donde encontramos un paisaje abierto, sin obstáculos y con la montaña enfrente. También pudo haber sido Trasmoz, Añón, Vera, Novallas o Tarazona, adonde hemos llevado la sede de Olifante, Ediciones de Poesía.
-¿Es mágico el Moncayo bajo el intenso calor también?
-Desde luego, aunque ese viento del sur que llega me confunde. El monte pierde algo de identidad en verano; resulta más Moncayo, como su nombre sugiere, cuando las cumbres están blancas de nieve. Es como si esa magia, ese arsenal de viejas leyendas, irrumpiese con una energía heladora. Yo me identifico con esa blancura ideal de la cúspide.
-Moncayo también es un territorio emparentado con la poesía: Veruela, los hermanos Bécquer.
-O Antonio Machado, el Marqués de Santillana o el propio Cervantes, a quien recordamos este año. Si subes a la cumbre del monte y ves la otra parte de Soria, que avanza hacia Castilla, te encuentras con los campos y las sombras de Machado. Bécquer también le confiere misterio poético al Moncayo. Olifante aquí se encuentra muy cómoda, muy integrada. Yo creo que la editorial, cumplió una primera época en Zaragoza, de 1979 a 1999. Y desde el último lustro ha iniciado otro periodo, en el que colaboramos en encuentros con escritores, lecturas, semanas culturales, bibliotecas o charlas. Hemos editado casi cien libros.
-¿No barajaban otro proyecto como La Casa del Poeta?
-Sí, se instalará en Trasmoz y yo creo que se inaugurará en 2008. Por ahora es un edificio desportillado, con granero y de escasa superficie, pero lo rehabilitaremos con el objetivo de invitar a poetas que vengan aquí con un proyecto concreto, que puedan disponer de becas, que puedan investigar o disfrutar de estos lugares. Se los presentaremos a la población y queremos que se relacionen con la gente, que realicen talleres, lecturas o que den conferencias.
-Hablemos del IV Festival Internacional de Poesía Moncayo.
-Se celebrará del uno al tres de septiembre en Trasmoz, Tarazona, Novallas, Vera y Veruela. El protagonista de este año es Miguel de Cervantes. Olifante presentará un volumen de su poesía, en edición de Alberto Blecua y Antonio Pérez Lasheras, con textos de Luis Alberto de Cuenca y de José Jiménez Lozano, Premio Cervantes. Y se cerrará con un concierto de Paco Ibáñez en el monasterio de Veruela.
-¿Qué pretenden?
-El Festival ya empieza a ser conocido en España. Vendrá mucha gente y es el único de España de sus características: intentamos unir lugares, países y disciplinas artísticas. No sólo hacemos poesía, y habrá más de una veintena de vates del mundo, o un proyecto de intercambio cultural entre pueblos como va a ser La Casa de la Palabra, inspirada en las cabañas de caña de Guinea Ecuatorial, sino que también habrá música, danza, arte, trapecio. Es una fiesta global de la oralidad poética.
-Es muy bonito el cartel que les ha hecho Vicente Pascual.
-Es un artista que ha viajado mucho, que ha vivido en Norteamérica y en Mallorca. Vino al Moncayo casi como yo, buscando el recuerdo de su infancia; él tuvo una abuela maestra que dio clases en Tarazona. Es un lujo para la comarca y para Olifante en particular: nos ayuda en los diseños, en la elección de letras y colores. Es un auténtico poeta gráfico.
-¿Es la poesía, como las bicicletas, para el verano?
-La poesía es para siempre, y para el verano también. Las bicicletas son muy útiles en el Moncayo.
En el IV Festival Internacional de Poesía Moncayo intervendrán, entre otros: Leopoldo Alas, Rosario de la Varga, Pedro Emilio Gómez, Octavio Gómez, Ángel Guinda, Âlime Hüma, Ángel Guinda, Ginés Liébana, Ángel López, Nina Malinowski, Luigi Maráes, Miguel Ángel Marín Uriol, Carlos Marzal, César Antonio Molina, Carlos Marzas, Kepa Murúa, Miriam Reyes, Paolo Ruffili, José Rui Teixeira, Antonio Sagredo, Joaquín Sánchez Vallés, Pedro Sena-Lino, Malina Tomova, Anabel Torres, Kirmen Uribe, Chusé Raúl Usón, Xavier Vilareyo...También actuarán El Silbo Vulnerado, Karlos y Karla, El Embrujo de Trasmoz, El Acebo de Moncayo, Monte Solo, Javier Lizalde (guitarrista), Zángano (cantante), María Carrasco (violinista), Puskas (hip hop) y Emma Luna (trapecista). Paco Ibáñez cantará el sábado, tres de septiembre, a las 21.00 horas.
P. D. Me dice mi compañera Beatriz que no os perdáis la actuación de Monte Solo el viernes 2, a las 19 horas, en Novallas. El grupo lo dirige Pepe Gastón, y los componentes, entre otros, serán Jorge Berges (a la guitarra), Arturo Hortas (a la guitarra y voz. Beatriz me confiesa que este chico es el hombre de su vida), y también cantan Marisé y Araceli.
19/08/2005 22:16 Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.
75 AÑOS DEL GATEPAC

Carlos Buil y Ricardo Marco son los comisarios y coordinadores de un nuevo y ambicioso proyecto, “El GATEPAC y la revista A. C. Catalizador de la vanguardia arquitectónica española, 1931-1937”, que tendrá lugar en la sede del Colegio en la calle San Voto. Ese proyecto, que se desarrollará en octubre, justo cuando se cumplen los 75 de la fundación del grupo y que tendrá itinerancias por San Sebastián, Madrid y Cataluña, contempla varios apartados: se publicará en DVD la colección completa de la revista “A. C.”, que publicó 25 números entre esa fecha, acompañada de estudios de los especialistas Carlos Sambricio y José María Rovira; una amplia exposición de sobre el GATEPAC y la revista, en la que se incluirán obras realizadas en las tres sedes de la zona norte, centro y este, y aquí se incorpora un monográfico sobre algo más de una docena de obras de este período realizadas en Aragón, con particular hincapié en el Rincón de Goya de Fernando García Mercadal, realizado entre 1926 y 1928, edificio que Marco y Buil definen como “auténtica joya pionera de la arquitectura racionalista en España”.
Y el tercer apartado será un acto protocolario en el Gran Hotel de homenaje y recuerdo de aquellos dos días de octubre de 1930, el 25 y el 26, cuando se reunieron trece arquitectos: Fernando García Mercadal, Víctor Calvo Martínez de Azcoitia y Felipe López Delgado, por Madrid; Luis Vallejo de Bilbao; Labayen de San Sebastián, y Josep Lluis Sert, Illescas, Churruca, Rodríguez Arias, Pere Armengou, Josep Torres Clavé, Cristofol Alzamora y Manuel Subiño, por Barcelona, tal como recoge el acta fundacional, cuyos dos primeros puntos son (sic): “1. El GATEPAC, representante en España del CIRPAC (Comité Internacional para la Realización de los Problemas Arquitectónicos Contemporáneos), estará integrado por varios subgrupos, quedan actualmente establecidos los del centro, norte y catalán. 2. Estos subgrupos se regirán independientemente, únicamente actuarán como G. E. en las reuniones internacionales y en los concursos y exposiciones”.
Curiosamente, a pesar de ser el encuentro en Zaragoza, sólo participó un aragonés, Fernando García Mercadal, adscrito al Colegio de Madrid, y él fue determinante para que la reunión se celebrase aquí. “¿Por qué en Zaragoza? Porque García Mercadal tenía mucho predicamento –señalan Carlos Buil y Ricardo Marco-. Era un hombre que estaba muy bien conectado con Europa, que asistía a los CIAM (Congresos Internaciones de Arquitectura Moderna) y que había estado en Alemania y París. Era un hombre envolvente, simpático y agradable, que había estado en junio de 1928 en la fundación del CIAM, en el castillo suizo de La Sarraz, donde también estuvo Le Corbussier, al que había traído a la Residencia de Estudiantes en mayo de ese año donde dio dos conferencias”. Todos aquellos profesionales reconocidos contaron con “una distinguida dama suiza, madame de Mandrot”, como anfitriona. Carmen Rábanos, en su libro “Vanguardia frente a tradición en la arquitectura aragonesa (1925-1939). El racionalismo” (Guara, 1984) habla de la “generación de 1925”, en la que se integrarían entre otros Mercadal y Regino Borobio, que no acudió al Gran Hotel, y dice que tenían en común “el interés por conocer la obra de colegas extranjeros, la realización de los primeros ensayos de trabajo en equipo, la ruptura con la tradición clásica y los ‘revivals’ regionales, la utilización de esquemas antiguos con envolturas simplificadoras (ventana horizontal, estructura de hormigón, ‘ladrillismo’ simplificado, aunque como reacción a los materiales impuestos por la Bauhaus). De ésta forma parte, además del ya citado García Mercadal, otro arquitecto también aragonés, y zaragozano, Regino Borobio”.
En 1985, en el catálogo de la exposición “Fernando García Mercadal. Arquitecto” (Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón), al margen de numerosos estudios especializados, se recogían muchos testimonios del arquitecto, y allí no es especialmente prolijo en detalles. Dice: “Fue en La Sarraz donde nos comprometimos todos los delegados a fundar, en cada país, unas como filiales del CIRPAC. En la reunión del Gran Hotel de nuestra ciudad, donde nos habíamos dado cita los tres grupos de entusiastas, es donde nació el GATEPAC”. Poco más. Ricardo Marco evoca un encuentro con él, donde le restaba importancia a ese hecho, hasta el punto de que con su humor habitual dijo: “¿El GATEPAC? Eso es una gilipollez. Se ha exagerado mucho. No fue tan importante”.
Ricardo Marco y Carlos Buil valoran aquel movimiento y el impacto de su estética. “Lo habían fundado algunos de los arquitectos principales del momento. Buscaban un estilo internacional o racionalista o de movimiento europeo como también se llamó. Pretendían realizar una arquitectura universal, válida para todo el mundo, que tendía a la simplificación, a la standarización y a un gran compromiso social. Se preocupaban de la vivienda barata, de la vivienda mínima, asunto que aún sigue estando de moda. Y además mostraban una evidente preocupación por intervenir en la sociedad, en los espacios verdes, o las medidas antropomórficas, por ejemplo. Les interesaba mucho la arquitectura y su relación con el urbanismo y, por tanto, la creación de nuevas ciudades, de ciudades higienistas”. Agregan Carlos Buil y Ricardo Marco que el término racionalista que se aplicó a sus edificios también quería decir “simplificación de las formas, control intelectual e ideología científica y elementalidad geométrica basada en la abdicación de elementos. Para ellos ornamento era igual a delito”.
Tanto Buil, coordinador de la Comisión de Cultura de la Demarcación de Zaragoza, como Ricardo Marco explican que con este tipo de muestras se insiste en una línea de trabajo inequívoca: “Trabajamos en la recuperación de la arquitectura a través de las revistas, y nos volcamos hacia la actualidad, sin olvidarnos el peso de nuestra historia, que siempre te invita a reflexionar sobre lo que estamos haciendo. Nos preocupa la proyección nacional y local, pero está claro que con esta efemérides Zaragoza se enganchó a la modernidad. El racionalismo es el equivalente al cubismo en la pintura”. Esa línea de arquitectura se acabaría convirtiendo en la línea oficial de la construcción durante la II República por “su contenido social tan fuerte. Había una manifiesta preocupación por la vida de los obreros, por los estaciones, el ocio”. En 1937, con el país envuelto en una Guerra Civil y con el Gobierno legal perdiendo, se extinguió el movimiento. Carmen Rábanos anota: “El GATEPAC, en Cataluña, coincidiendo con su nuevo gobierno autónomo, logró resultados de gran calidad en la más exigente vanguardia europea y ensayos de socialización a diversos niveles, gracias a que fue prácticamente oficializado durante la República”.
El Rincón de Goya será objeto de una vindicación. “Nos gustaría que se recuperase para la ciudad; además carece de un estudio definitivo. No ha habido una valoración del edificio, han desaparecido los planos, aunque han sido reproducidos en distintos lugares. Es la primera obra racionalista de España hecha por un aragonés, algo que está reconocido en todos los manuales y que es desconocido para la gente de aquí. Rompió esquemas”, dice Buil. Y Ricardo Marco recuerda su encuentro con Fernando García Mercadal en 1979 en Madrid. “La primera sorpresa me la llevé cuando llego a la puerta de su casa y veo la mirilla a la altura de mi ombligo. Sabía que era bajo, pero no tanto. Eso te choca. Era simpático y un poco gruñón, habló como una ametralladora, hiperactivo. Después de la Guerra Civil se quedó en España y trabajó como arquitecto en el ministerio de Sanidad. Hizo el Hospital Miguel Servet de Zaragoza, el ambulatorio Ramón y Cajal, el hospital San Jorge de Huesca, etc. Recuerdo una curiosa anécdota de entonces: lo habían sacado en portada en una revista, ‘Nueva forma’, inscrito en un medallón dorado, pero aquello no le gustó nada y se fue con su chófer a comprar todas las revistas. No se podía creer que yo me hubiese comprado una”.
Junto a los planos y maquetas de sus obras, se expondrán edificios de otros arquitectos como Francisco Albiñana, Regino y José Borobio (en concreto la Confederación Hidrográfica del Ebro, construida entre 1933 y 1946), Marcelo Carqué, José Beltrán, José Luis León o Juan José Gómez, entre otros.
20/08/2005 17:08 Enlace permanente. sin tema Hay 7 comentarios.
DE NOCHE Y AL ALBA, CON RAY CARVER

21/08/2005 12:00 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
ROBERT CAPA: OJO AL ACECHO, CORAZÓN CERCANO

Esa foto ha sido analizada una y mil veces, para unos es real, para otros es un montaje, incluso el mismo Robert Capa –que era un gran fabulador y quiso ser escritor en algún instante de su vida- contribuyó a sembrar la confusión en torno a ella porque la explicó varias veces y siempre de forma diferente. Parece ser que el fotógrafo estuvo haciendo tomas en la trinchera en un lapso de treguas con tanto estruendo, es decir, con tiros al aire, que escandalizó al ejército nacional, y Federico Borrell fue abatido por sorpresa. Se pasó de la guerra teatralizada a la muerte en directo. Esa es la versión más probable.
Capa –cuyo verdadero nombre era André Friedmann, húngaro- murió en Indochina un 25 de mayo de 1954, hace algomás de medio siglo. En todos estos años, se multiplicó su leyenda, su valor, su sentido de la solidaridad y su inequívoco pacifismo. Y además, su hermano Cornell Capa cuidó y editó un archivo espeluznante que mostraba su estancia en Copenhague, donde captó a un joven y entusiasta Trotsky, en París, en la Guerra Civil española, en China, en Nápoles entre cascotes y heridos, en la toma de París, en México (igual que hizo su amigo Cartier-Bresson), Sillicon Valley (junto a Gary Cooper y su amigo Ernest Hemingway, el escritor decía siempre que le daba mala suerte), a los países del Este y finalmente a Japón y a Indochina, donde falleció en un campo sembrado de minas antipersonas.
Nos gusta recordarlo aquí, en Huesca, en Zaragoza, en Teruel, porque estuvo en nuestros paisajes, con nuestros paisanos. Captó, por ejemplo, el avance de un puñado de hombres con una tanqueta entre bancales en una toma con una gran profundidad de campo, en Fraga, en las afueras de la ciudad y aunque no prometió –como Orwell- que volvería a tomar un café al coso oscense, en su archivo hay muchas fotos de la provincia. Captó la imagen más inmortal del viaducto en medio de los escombros, la nieve asesina en un otoño de muertes inmortales. Fotos para siempre: una iconografía de la memoria contra el olvido.
Robert Capa no sólo fue un documentalista de prensa. Fue un personaje simpático y seductor, amigo del juego y de las mujeres, del alcohol y de la buena vida. Amó locamente a Gerda Taro, que fue quien inventó al “prestigioso fotógrafo norteamericano Capa que acaba de instalarse en París” (embuste que dio un gran resultado); cuando ella murió en Brunete, Capa decidió renunciar a cualquier atadura. Ingrid Bergman lo amó durante casi tres años y le ofreció un paraíso en vida junto a ella cuando era una de las actrices más hermosas del mundo, pero Capa no se atrevió a casarse. Fue de aquí para allá, de mujer en mujer, de puerto en puerto, de guerra en guerra, sin perder el olfato: le interesaban los seres humanos y su dolor y su emoción, jamás fotografiaba a los muertos y casi nunca a los heridos. Nos dejó la estampa de la esperanza, frustrada, y nos legó la vida atropellada de un tipo demasiado humano que no ambicionó jamás ser genio y, sin embargo, lo fue. Genio y figura de leyenda.
21/08/2005 15:37 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.
TRES POEMAS DE XOÁN ABELEIRA*

Un ardid enhebrado en el aire, por encima del río, a través de los juncos.
Ninguno de los elementos podría modificar o derruir este habitáculo en donde se equilibran todas las tensiones. Ante el granizo, flexible, inexpugnable a cada asalto del sol, su estructura se acomoda a los rigores del instante, manteniéndose fiel a su naturaleza.
Ni Este ni Norte, ni Oeste ni Sur. Una guarida radial. Un universo estático. Y detrás, sobre el vacío, el Habitante replegado, confundido con el interior de este paisaje, mientras aguarda el reclamo oportuno para verificar su destreza.
Nada lo apremia. Ayer fue siempre hoy. Lo que importa es ese destello vibrátil que ronda, duda, parte y luego regresa, eternizando su deseo.
Un zumbido lo alerta. El hilo es la señal, la tralla que repentinamente lo azota. Y entonces surge, se abre, veloz, para acoplarse al Visitante en un abrazo.
*
Ignorante en la oscuridad de la estancia, ajeno a la efusión de las voces que cristaliza el pensamiento, aprende a ser paciente, como la araña.
(Inédito)
SALVA
Te has decidido a avanzar, justo antes de que la tarde te encomendara su racimo. A partir de ahora no te amilanes, no te retrases, no sueñes siquiera con el regreso.
Ante ti, el umbral de este gran pasadizo de piedras. Su aridez es legítima, no engaña. Eres tú quien abrirá las fuentes que en él te correspondan.
Sin lamentarlo, deshazte del legado de hojarasca que fue tu alborozo y tu infortunio. Sólo así, desposeído, podrás reconocer Su rastro en el hayedo.
Mientras dure la jornada, estima los obstáculos, confía en los augurios. Si eres asiduo, el viento enfilará tus huellas. Si eres desleal, tu sombra te volverá la espalda.
Que no te obsesione nunca la promesa del sendero. Aunque no llegues a verla, al final te espera la última baya del escaramujo.
(Inédito)
VIGILIA
(Torre del Andador, Albarracín)
Es la hora franca y su aspereza: una mano arbitraria ha tapado el resquicio por donde entraba el viento que fecundaba a las piedras.
Arquería nocturna. Mirador de la nada. Cenagal de lava cruda y medusas.
Fuera, a la distancia del último beso, la ciudad es una hoguera consumida en su temor, en su bullicio.
He subido a las murallas desprovisto de deseos. Náufrago aéreo, árbol inverso, en el arenal del cielo cultivo mi fatiga, afianzo mis raíces.
Una lechuza desentraña mi nombre sobre la torre. Yo soy San Jorge, enviscado en las nubes, rodeado de murciélagos. En el zarzal que es mi armadura, desovan los reptiles, procrean los insectos. Yo habito el Dragón, el trono del Dragón, con la garganta atravesada por nueve varas de almendro.
¿Eres tu quien gime en los adarves, corazón? Vigía consternado: detén el curso que te atosiga y escucha.
¿Quién habló de mudez en el vacío? Es mentira el silencio. Es mentira el silencio del silencio. Aquí, todo alienta, todo crepita.
Dentro, la mañana se fragua. En este espacio donde apenas cabe una semilla, poco a poco, se abre paso la luz que me gobierna.
El río se yergue. Finalizó la contienda. Bajo el palio violeta de este nuevo horizonte brilla la mirada de un rey. A sus pies yacen ahora mis despojos: mi amalgama de ayer, mi pesado amnios, expurgado por el sol, pálido y reseco.
*El escritor gallego nacido en Maracaibo Xoán Abeleira (el mismo que firmó libros como "Umbral del centinela / La piel iluminada" en Olifante o "Identidades" en Hiperión) me envía estos poemas de su estancia en Albarracín, y los cuelgo aquí. Ha entregado en Xerais un libro sobre Man, el alemán de Camelle, "A pegada de Man", algo así como "La huella de Man". Un libro muy personal con textos y fotos. Su editor Manuel Bragado, que tiene un blog que se titula "Brétemas" le dedica un precioso post.
Encuentro una autobiografía del autor en gallego y la copio aquí:
"Fillo de emigrantes galegos, Xoán Abeleira naceu en Maracay, Venezuela, en 1963, onde viviu ata os dez anos. Durante o tempo que pasou en Madrid, alternou o seu labor literario co teatro, a música e o xornalismo. Alí publicou os seus primeiros libros en castelán: "Umbral del Centinela/La piel iluminada" (Olifante, 1997, nomeado ós Premios Ícaro dise ano), "Identidades" (1998) e "Nueve motivos para un obsequio" (Mandala, 2000, en colaboración con la pintora de sumi-e Lourdes Parente). Foi incluído en varias antoloxías, tanto en galego como en castelán, como "Norte y Sur de la poesía hispanoamericana" (Verbum, 1997), "Diálogo de la lengua: pasar la página, poetas para un nuevo milenio" (Olcades, 2000), "Negra sombra: intervención poética contra a marea negra", (Xerais 2003), "La voz y la escritura", (Consejería de Educación, Comunidad de Madrid, 2001) ou a recente "Campo abierto: poetas de poemas en prosa" (DVD, 2005).
Dende 1999, cando retorna definitivamente a Galiza e retoma a lingua de seu, publicou o poemario "Animais Animais" (Espiral Maior, 2001), a caixa de artista "Magnalia" (Espiral Maior, 2000, coa poeta Olga Novo e a pintora Alexandra Domínguez) e a serie de relatos para nenos englobada baixo o título xeral de "As aventuras de Nunavut" (O nacemento de Nunavut (2003), Un día de caza (2003), O caribú namorado (2004), Sedna, a deusa do mar (2005). Afeccionado á fotografía dende hai uns anos, está a preparar un libro sobre a obra de Manfred Gnädinger, con textos e fotografías propios, titulado "A pegada de Man". O seu traballo como tradutor abrangue xa máis dunha trintena de autores e de obras (poesía, prosa e biografía). Actualmente colabora cunha columna no xornal "La Opinión" de A Coruña. Interesado dende moi novo pola relación entre o fenómeno do xamanismo e a escrita, a súa poética resúmese, quizais, nesta soa frase: "Aspiro a devir un poeta primitivo".
21/08/2005 17:18 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
J. D. SALINGER O EL ESCRITOR INVISIBLE

J. D. Salinger no quiso nunca que escribiesen de él. Le indignaba que hurgasen en su infancia y adolescencia, en los secretos de su familia (durante años se dijo que era hijo de un rabino y que su madre se había cambiado el nombre), que descubriesen sus novias, sus bodas y algunos pecadillos de egoísmo. Ian Hamilton, autor de «En busca de J. D. Salinger» (Mondadori, 1988), escribió su bografía y la crónica de las dificultades con que se encontró: Salinger le denunció en varias ocasiones y fue objeto de algunos procesos. Sin embargo, el libro se lee muy bien, como una novela, y tiene datos jugosos: el más importante, más allá de desvelar «el misterio Salinger», es que «El guardián entre el centeno» puede leerse a la luz de la biografía del escritor. Holden Caulfield, el héroe, tiene mucho que ver con el adolescente que fue Salinger y que vivió en carne propia las contradicciones del siglo.
EL CHICO RICO DE LA CIUDAD
Jerome David Salinger nació en Nueva York el uno de enero de 1919 en el seno de una familia acomodada. Jugó entre los grandes edificios, paseó en bicicleta por Central Park y gozó de estupendos juguetes. Con doce o trece años se mudó a una casa mejor: era un chico rico de la gran ciudad. Cuando rondaba los quince años, su padre creyó que debía matricularse en la Academia Militar de Valley Forge. Allí se manifestó como un tipo especial. Era silencioso y pensativo, pero a la vez resultaba ingenioso y sutil, poseía un sentido peculiar del sarcasmo y se mostraba un tanto presumido y pomposo. Hacía muy bien las imitaciones de compañeros y famosos, y tenía una vocación clara hacia la interpretación. Usaba un lenguaje irreverente y amaba el periodismo y la literatura. A los quince años ya decidió ser escritor, y empezó a redactar los cuentos que le conducirán a la rara e inspirada perfección de su obra maestra.
Entre 1936 y 1937 hizo un viaje por Europa (París, Londres y Viena) y lo aprovechó para escribir relatos. Más tarde, cuando se desató la II Guerra Mundial, participó en ella, sobre todo en Europa, como sargento de infantería e incluso escribió una elegía por sus compañeros muertos. La experiencia bélica nunca le excitó ningún tipo de creatividad. Pero, su constancia y su firme vocación le llevaron a publicar sus primeros textos en la revista «Collier’s» y posteriormente en la mítica «Esquire». En 1941, le ocurrió algo singular: «The New Yorker» le había aceptado un relato sobre un muchacho desertor llamado Holden Caulfield, pero luego lo pensó mejor y se lo rechazó. No se debía alentar a los desertores en un tiempo tan complicado. En aquellos días alimentaba dos pasiones un tanto desapacibles: la de Oona O’Neill, hija del dramaturgo y más tarde esposa de Charles Chaplin, y la de Elizabeth Murray.
EL ÉXITO INSOPORTABLE
Le costó una década publicar el libro «El guardián entre el centeno», que alcanzaría fabulosas cifras de venta y se transformaría en uno de esos libros de culto, en una narración auroral, porque propone una angustiosa, lúcida y humorística búsqueda de la identidad a través de la ironía, el dominio del lenguaje, el desparpajo y la dudosa ejemplaridad de un joven que no se resigna a aceptar lo que la sociedad le ofrece. Se opone a la falsedad con una crítica mordaz que nos abarca a todos, a la humanidad al completo, sin hacer nada exactamente insólito, y expresa los miedos y los fantasmas del anhelo adolescente. La primera traducción al castellano, «El cazador oculto» (por cierto, con ese título lo leyó por vez primera Soledad Puértolas), apareció en Argentina en 1961 y la firmaba Manuel Méndez de Andes; la que podemos leer ahora en Alianza y Edhasa es de Carmen Criado. Ni el propio J. D. Salinger había soñado tal éxito, que se vio ratificado con sus siguientes títulos: «Nueve cuentos» (1953; en la actualidad, Salinger está considerado quizá el mejor cuentista norteamericano junto a Raymond Carver), «Fanny Zooey» (1961) y «Levantad, carpinteros, la vida maestra y Seymour: una introducción» (1963).
Convertido en un fantasma viviente desde 1965, sigue escribiendo. No quiere que le tomen fotos, no ve a nadie, y desprecia a los intrusos. Lo que no puede evitar es ser un mito literario del siglo XX y haber escrito uno de los libros más vendidos y leídos en Estados Unidos y en el mundo entero: millones de jóvenes se ven reflejados en su radical protagonista. Podemos decir que es un relato, un clásico ya, traducido a 30 idiomas, que sigue las huellas del «Wilhem Meister» de Goethe y que encabeza imprescindibles textos de formación o de educación sentimental. Pensamos en «Vida de este chico» de Tobias Wolf, «La senda del perdedor» de Charles Bukowski, «Agostino» de Alberto Moravia, las novelas de Bandini de John Fante o «Los hermosos años del castigo» de Fleur Jaeggy, entre otros.
21/08/2005 21:53 Enlace permanente. sin tema Hay 20 comentarios.
ADIÓS A KELLY HOLMES

Pasó un auténtico calvario de lesiones, Lourdes María Mutola la acogió en su casa y le ofreció su campo de entrenamiento. Y en Atenas, ocurrió lo que ocurrió: con casi 34 años, logró la victoria en 800 y en 1500, algo que había hecho algún tiempo atrás, en Atlanta, Svetlana Masterkova. Ahora, Kelly Holmes anuncia su retirada. Ha logrado algo que no pudieron conseguir ni Sebastián Coe, ni Steve Ovett, ni Steve Cram. Se va como la auténtica reina del atletismo británico, aunque la agoniosa Paula Radcliffe haya vuelto por sus fueros.
23/08/2005 10:23 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
DINO VALLS: LA MIRADA PERTURBADORA

"NO SE PUEDE NO SER CONTEMPORÁNEO"
Dino Valls (Zaragoza, 1959) se licenció en Medicina en 1982, pero pronto abandonó su carrera por la de pintor. Vive en Madrid, es un artista muy cotizado, trabaja al menos ocho horas diarias ante el lienzo, como un monje aislado. De los más de 200 cuadros que ha realizado en un cuarto de siglo, sólo conserva tres en casa. En sus lienzos, domina el cuerpo femenino, pero también el dolor, la patología física y mental, y una atmósfera que igual recuerda a Rembrandt, a los artistas barrocos españoles, a algunos renacentistas italianos, a Paul Delvaux o René Magritte.
-Su carrera de pintor atípico suscita enconados debates. ¿Es usted un artista clásico o contemporáneo?
-El contenido de los cuadros, lo que llamamos el fondo, pertenece a mi mente, a mi yo, y en ellos estoy como un ser contemporáneo inmerso en el mundo que le rodea, y que intenta además expresar la evolución del ser humano y la evolución animal, la historia de la vida. No se puede no ser contemporáneo. Y en la forma...
-¿Qué ocurre con la forma, que en usted tiene ecos góticos, renacentistas, barrocos e incluso surrealistas?
-En el aspecto formal se refleja mi afición por lo que ha sido la representación simbólica del ser humano en todas las disciplinas, y particularmente en la pintura, que me interesa también como un hecho histórico que yo reelaboro y reinterpreto. En la forma no busco novedades.
-Uno de los rasgos del arte contemporáneo es la espontaneidad. No es su caso.
-La espontaneidad no tiene por qué ser un rasgo de la pintura contemporánea. En cualquier caso, para mí la forma es importante pero siempre es secundaria respecto al fondo. Uso una forma depurada, recupero lenguajes en desuso, y todo ello es válido para transmitir un fondo, unas ideas, una inquietud, un sentido de la belleza. Uso una figuración hiperrealista, muy verosímil y muy elaborada, que haga que el contraste de lo irracional se haga más potente. Disfruto con la práctica de la pintura, que me sirve de vehículo de la esencia interior de los personajes y del artista.
-Algunos críticos e historiadores del arte dice que su virtuosismo tiene algo de camino de perfección...
-Me molesta mucho que hablen de virtuosismo respecto a mi pintura. Es como si definiesen el valor de la destreza por su dificultad técnica. Hay destreza, la uso muy concienzudamente, existe un perfeccionismo muy obsesivo, pero está al servicio de las ideas, de la indagación en los vericuetos del ser humano, de lo que quiero decir. Además, el artista por lo general intenta redimirse o conocerse mejor y a la vez purificarse a través del dominio de la materia, del sonido, de la palabra...
-Un experto dice que usted con la técnica persigue una pincelada inmaculada.
-Creo que es justo al revés. Mi pintura sirve para aportar oscuridad, inquietud, tormento. Lo que hago como artista es ahondar en la parte más oscura y más desconocida del ser humano. Mi pintura vendría a ser una manera de manchar lo blanco.
-Su sentido de la belleza es terrible. Sus criaturas resultan morbosas, exhiben desgarro o angustia, llevan heridas, hay a menudo rostros dobles o cuerpos mutilados...
-Es cierto. Mi pintura tiene un contenido inquietante, no placentero, de desasosiego. No me interesa el arte que atrae o repele, sino que mezcla ambas cosas: mi pintura es un espejo que refleja nuestro inconsciente, nuestra fragilidad. El contenido de nuestro inconsciente tiene una carga de angustia vital, pero no debemos olvidar que mi obra también es una elaboración intelectual de los conflictos que padecemos (identidad, dolor, angustia, ira, soledad, etc.), por eso no me considero surrealista.
-Y el hecho de que use casi siempre el mismo rostro, enigmático y gótico, tal vez doliente, ¿a qué se debe?
-Mi pintura es figurativa y se basa en la idealización de un rostro que funciona como un arquetipo. Ese rostro responde a un tipo de belleza que me conmueve: es la hermosura de la ambigüedad en la edad, en el sexo, en el tiempo histórico.
-En 2001, casi veinte años después de no haber expuesto en Zaragoza, fue objeto de una retrospectiva en el Palacio de Sástago.
-Fue muy importante afectivamente. Fue un reencuentro con mi ciudad, con algunos amigos que no habían visto mi obra, supuso la edición de un libro que recibió premios y fue mi exposición más importante en cuanto a número de obras. En ella se veía con toda nitidez que el ser humano, al desnudo, es el centro de mi pintura. Cada vez que pinto un cuadro intentó que en él estén de algún modo los millones de años que tiene el hombre sobre la tierra.
-Fue usted el único pintor español vivo que participó en la ambiciosa muestra “El Mal. Ejercicios de pintura cruel”, que se expuso en el Palacete de Casa Stupinigi de Turín y que constituye un recorrido por los complejos vericuetos y variaciones del Mal desde el siglo XV hasta ahora mismo. Su políptico “Barathum” cerraba una muestra de más de 200 piezas de 180 artistas, desde Beato Angelico, Tiziano, Bellini, Caravaggio o Artemisia Gentileschi, hasta Ribera, Rubens, Blake, Francis Bacon, Goya, Picasso o Robert Mapplethorpe, proyecto que ha desarrollado el crítico Vittorio Sgarbi.
-Presenté la obra “Barathum”, que quiere decir en griego abismo, más allá, o una de esas profundidades a donde van a parar los muertos en su último viaje. Sgarbi intentó recoger el hueco que ha tenido el Mal en la pintura, pero también la fotografía, el dibujo o grabados como “Los desastres de la guerra” de Goya. Entiendo que ese conflicto de dualidad entre el Bien y el Mal, de lucha permanente y de angustia, era la base de la muestra, realmente espectacular. Ha dividido el proyecto en dos partes: desde el siglo XIV hasta el XVIII, y desde el XIX hasta nuestros días. Mi obra, como usted dice, cerraba la muestra.
-Me parece que así el cuadro no está suficientemente explicado.
-Se trata de un cuadro clásico, de varios desnudos sobre fondo negro, con dos figuras en los laterales: dos figuras exentas, masculinas y femeninas, separadas por el cuadro central por una especie de pechinas de rostros que representan a ambas figuras. Y en el centro he dispuesto una colección de cabezas a la misma altura, separadas por la barbilla de sus cuerpos desnudos, que se quedan a distintas alturas; de ellos penden símbolos, pájaros, emblemas o heridas y cicatrices que quieren representar su propia vida, su tumultuosa biografía. Yo he pretendido reflejar la esencia del dolor y de la angustia, y esas cabezas al mismo nivel aluden a un plano simbólico de espiritualidad, al poder de la mente, que es lo que les une en ese viaje final al abismo. Por otra parte, esos dos cuerpos de hombre y mujer también tienen a Adán y Eva como origen, y responden a los procesos de conflicto interior con uno mismo. Todos los cuerpos presentan señales, incisiones o amputaciones, como suelen ser habitual en mi obra. Este cuadro es una pieza clásica, una exaltación del desnudo, sin ornamento, la quintaesencia del ser humano desde una mirada ascética o mística.
23/08/2005 13:44 Enlace permanente. sin tema Hay 14 comentarios.
ALBERT EINSTEIN. 50 HORAS EN ZARAGOZA

Habían cambiado algunas cosas en su existencia: se había separado de su esposa y colaboradora muy directa Milena Marec (a ella destinó la mitad del premio de la academia sueca; la otra mitad fue para una organización de caridad), y se había unido a su prima Elsa, divorciada y madre de dos hijos.
Según cuentan los periódicos de la época -Javier Turrión ha realizado un exhaustivo trabajo de recopilación de las notas aparecidas en la prensa en el segundo tomo de su libro eminentemente científico: “Einstein. II. El tiempo propio” (Unaluna)-, Einstein se instaló en una fonda modesta, pero el dueño lo reconoció de inmediato y pensó que su humilde establecimiento era indigno de un personaje así y lo llevó al hotel Colón. Fue recibido en el ayuntamiento de la ciudad y desplegó una intensa actividad. Desde Barcelona, en tren, el sabio se trasladó a Madrid, donde impartiría tres conferencias sobre sus últimos descubrimientos en la Universidad Central, en el aula de Física.
EN MADRID CON JULIO PALACIOS
Fue acogido por numerosos profesores, Blas Cabrera, entre ellos. El seis de marzo realizó un viaje a Toledo, y confesó en público y en privado -solía hablar en francés y a veces en su lengua, el alemán- que aquel “había sido uno de los días más hermosos de su vida”. Dijo que Toledo era como un cuento de hadas y se quedó fascinado ante la obra de El Greco. Visitó el Museo del Prado, pero también la Residencia de Estudiantes, donde se hizo fotos con los catedráticos, y entre ellos aparece el físico aragonés de Paniza Julio Palacios, que desplegó una labor increíble como científico, viajero y gramático, y fue uno de los pocos españoles que rechazó la teoría de la relatividad de Einstein, hasta el punto que casi al final de su vida publicó el libro “Relatividad, una nueva teoría” (1960). Javier Turrión exhuma un fragmento del “Diario de viaje de Einstein”, donde se puede leer con fecha del nueve de marzo: “Viaje a las montañas y Escorial. Un día maravilloso. Por la tarde, una recepción en la Residencia, con discursos por Ortega y por mí”.
Durante su estancia en Madrid, Albert Einstein recibió dos nuevas peticiones: una de Valencia, para que diese allí un ciclo de charlas, que rechazó, y otra de la Academia de Ciencias de Zaragoza, que aceptó. El doce de marzo salió de la capital de España y llegó aquí, donde le fueron a recibir, entre otros, el profesor Antonio de Gregorio y Rocasolano, que era una institución en la ciudad y acababa de recibir la Cruz de Alfonso X el Sabio.
La lista de personalidades era amplia; estaba el cónsul y fotógrafo Gustavo Freudenthal con su joven y “hermosa” hija Margarita, que le regaló un ramo de flores a Elsa. Había estudiantes y algunos súbditos alemanes. El catedrático Jerónimo Vecino hizo de maestro de ceremonias: presentó a los Einstein a las autoridades. Iban a permanecer aquí alrededor 50 horas, antes de partir hacia Bilbao. Abandonaron la estación con su séquito en un coche de alcaldía y se trasladaron al hotel Universo. El programa iba a ser muy apretado. ¿Cómo era en realidad aquel sabio? Los periodistas, tanto de HERALDO como de “El Noticiero”, se fijaron no sólo en la dimensión y en la profundidad de su pensamiento (en ocasiones parecían pedir casi disculpas a los lectores por no entender las cosas que decía, aunque no obviaron los pormenores de su ciencia. Escribe uno: “Yo no lo entiendo, pero es una eminencia”), sino en el perfil inmediato del hombre: fumaba mucho, pero no bebía alcohol ni café, dijo que dormía de nueve a once horas diarias, y glosó la importancia de Ramón y Cajal; además se confesó lector de William Shakespeare y de Cervantes, tanto de sus “Novelas ejemplares” como de “El Quijote”, y expresó que su autor poseía “un humor encantador”. Otro periodista observó que “su voz es muy simpática, dulce, modesta y melodiosa”.
DOS CONFERENCIAS
La primera conferencia la impartió, a las dos horas de haber llegado a Zaragoza, en el salón de actos de la Facultad de Medicina, abarrotado de público. Presidieron el acto el rector Ricardo Royo Vilanova, el general Mayandía, el decano Gonzalo Calamita, Lorenzo Pardo, secretario de la Academia de Ciencias (que lo nombraría académico correspondiente), el citado Antonio de Gregorio Rocasolano, presidente a su vez de la institución, y Jerónimo Vecino, que explicó la importancia de su figura. Y Einstein abordó, en un francés nítido y sencillo, “algunos rasgos salientes de su teoría de la relatividad”. Citó la relatividad filosófica e invocó a Galileo, Copérnico, Newton y Kepler. Clausuró el acto Lorenzo Pardo, quien recordó que “los laboratorios de Zaragoza han trabajado varias veces sobre los notables estudios del físico ilustre”.
Esa noche, en los salones del consulado alemán (que estaba en el Coso, donde está ahora el Savoy), se celebró una fiesta “con gran distinción”. Recoge Turrión que De Gregorio Rocasolano “excusó su asistencia por el luto debido al reciente fallecimiento de su hermano”. El detalle más emotivo de la noche correspondió al momento en que “el sabio alemán lució su arte maravilloso con el violín, acompañándolo al piano la señorita Castillo. A la fiesta, que resultó agradabilísima, asistieron además de los citados, la señora Castillo, los señores de Bescós y otras varias damas y caballeros, cuyos nombres no citamos por incurrir en lamentables omisiones. Al final se sirvió un cava de honor brindando el Freudenthal por el doctor Einstein y su distinguida esposa, y el sabio alemán por la prosperidad de España y Alemania”, según publicó “El Noticiero”. Jerónimo Vecino haría al día siguiente una síntesis del pensamiento científico del sabio en un artículo aparecido en las páginas de este diario donde se conjugaba el rigor y la amenidad.
LA ESTRUCTURA DEL ESPACIO
La segunda conferencia del profesor alemán de Ulm la impartió en el mismo lugar, hacia las 18.15 horas, que tuvo una asistencia algo menor, pero idéntico entusiasmo y fue “más bella si cabe, al decir de los inteligentes, que la primera”. Versó sobre la estructura del espacio. En el acto participó un alumno de Ciencias, Sanz, que ofreció a Einstein el fruto de “una colecta hecha entre la simpática y siempre altruista masa escolar, con destino a mitigar la penuria de sus hermanos de las Universidades alemanas”.
Se produjo una anécdota deliciosa: Einstein realizó ecuaciones, garabatos y dibujos sobre la pizarra. El rector Royo Villanova dijo que le gustaría eternizar ese momento. El cronista de HERALDO escribió: “Para que quede algo perenne y constante del paso de Einstein por la Universidad, dijo Royo, he rogado al sabio profesor que no borre y avalore con su firma los dibujos hechos en las pizarras durante la conferencia. Éstos serán convenientemente fijados y conservados a fin de poder mostrarlos a las generaciones venideras, como reliquias de la fecha de hoy”.
El periódico “El Día” también se hizo eco del acto. Su redactor Emilio, en la sección “Cuartillas de un mundano”, escribe con gran sentido del humor: “El sabio profesor se adelanta a la pizarra. Todas las respiraciones quedan cortadas para no perder sílaba de lo que allí se va a decir. En la concurrencia figuran bastantes señoras. (...) El salón de actos de la Facultad parece más solemne y severo que nunca. Es un sabio. Todo un sabio de verdad quien emite sus ideas revolucionarias sobre algo abstracto. Para la mayoría de los oyentes, toda aquella larga disertación viene a ser algo así como un jeroglífico. Sin embargo, nadie pierde detalle. Los rostros presentan una angustiosa sensación de querer comprender todo lo intrincado de aquellas palabras. No se siente el vuelo de una mosca. (...) Hay algún oyente que pretende escabullirse del salón. En su cerebro, la teoría de la relatividad ha tomado posiciones que pesan demasiado sobre la sustancia gris. Cautelosamente llega a la puerta del salón. El profesor queda ante la pizarra. Pero estas cosas o se organizan bien o no se llevan a cabo. Y el oyente comprueba espantado que la puerta del salón está cerrada mientras dure la conferencia. Para que no se escape nadie... ¡Oh, admirable espíritu organizador!... ¡Cómo nos ha conocido a todos!... Einstein sigue perorando”.
Javier Turrión, profesor de Física Química, valenciano del 47 pero afincado en Zaragoza, no sin un fino sentido del humor, anota que de forma mucho más discreta, las secretarías registraron las cuentas de la presencia del sabio en Zaragoza. Percibió 575 pesetas por cada conferencia y 250 pesetas más para gastos. Einstein, un enamorado de la arquitectura y del arte en general, no sólo impartió dos conferencias, sino que quiso conocer la ciudad y visitó el ya famoso laboratorio de Investigaciones Bioquímicas del profesor Antonio de Gregorio Rocasolano, que también había recibido a otros sabios europeos como Zsigmondy y Sabatier, como podemos ver en el libro “Una década de política de investigación en Aragón (1984-1993)” (DGA, 1993).
La mañana del trece de marzo, el día de su segunda conferencia, Albert y Elsa Einstien visitaron “los principales monumentos artísticos”. Estuvieron, con sus anfitriones, en la Basílica del Pilar, donde visitaron “el valioso joyero de la Virgen. La visita a La Seo fue muy detenida, y de ella salió entusiasmado el ilustre huésped”. Todas las crónicas insisten en la admiración que le suscitó la catedral de El Salvador. También estuvo en la Lonja y en el palacio de la Aljafería. También realizó pequeños paseos, en coche y a pie, por las afueras de la ciudad, por las huertas.
Y al mediodía, las autoridades de Zaragoza le ofrecieron un “espléndido banquete” en el Casino Mercantil, en el cual estuvieron el alcalde señor Fernández, el gobernador Fernández Cobos y el cónsul Freudenthal. En ese acto, el catedrático rindió honores en “correcto alemán” a Einstein, quien había mostrado “visible complacencia” y agradeció cuánto había en sus palabras de “lisonjero para su patria y para él”. Dijo que en Madrid y Barcelona había vivido el encanto de nuestro arte, “que tan bien expresa nuestra personalidad, pero que era en Zaragoza donde, admirando los monumentos arquitectónicos, había encontrado una expresión más robusta y elocuente de nuestra fisonomía regional. Y refiriéndose a los buenos deseos del Dr. Miral, abundó en la confianza de que se llegue a salvar la crisis de Alemania para hacer posible la urgentemente necesaria reconstitución de Europa”. Estos fueron palabras aparecidas en “El Noticiero”.
“EL ALMA DE ESPAÑA”
HERALDO observó también otros detalles como la vibración sentimental del sabio ante el compás de la jota. Los Einstein coincidieron aquí con un gran pianista, compatriota suyo, Saüer. A los postres del almuerzo, fueron sorprendidos con la incorporación de una rondalla. Anota el cronista: “Dos baturricas jóvenes, casi unas niñas, cantaron y bailaron nuestro bravo, armonioso himno inmortal. Y Einstein, el calculador, el hombre especulativo, sumido, de ordinario, en las grandes abstracciones y las grandes complejidades de la ciencia física, se emocionó profundamente, y, abrazándola, besó en la frente a una de las cantadoras, con un gesto entre admirativo y paternal. Fue un momento interesantísimo, que Einstein quiso perpetuar, retratándose con la pequeña jotera en su regazo”. Y la nota finaliza con una observación semejante a la anterior: Einstein sintió en Zaragoza más que en ningún otro lugar el pálpito del “alma de España”.
El catorce, en el rápido de la tarde, los Einstein, Elsa y Albert, partieron hacia Bilbao.
EL “EXTRANJERO INDESEABLE”
Sobre Albert Einstein (1879-1955) se han escrito más de 200 biografías, se han editado sus cartas, se ha analizado su compleja relación con Milena Marec y se ha estudiado del derecho y del revés su rica y paradójica personalidad, de gran calado humanitario, siempre comprometida con el destino de los oprimidos y con la idea de justicia social. Planeta publicaba “El expediente Einstein” de Fred Jerome. El biógrafo y periodista ha tenido acceso a los archivos del FBI, en los que se ve cómo el terrible J. Edgard Hoover -ese hombre de doble moral que perseguía a los homosexuales; él, en cambio amaba a los hombres y se disfrazaba de mujer- lo convirtió en un enemigo de Estados Unidos. El repulsivo Hoover quería ensuciar su reputación con una persecución implacable y una feroz campaña de desprestigio.
¿Cuál es la razón de esta tentativa de demolición? El compromiso político y social de Einstein, que nunca se resignó a ser sólo el hombre que inventó una fórmula magistral ni a sus frases más o menos llamativas -del tipo “Dios es sofisticado, pero no malévolo” o “Yo no puedo creer que Dios juegue a los dados con el mundo”-, a su pasión por la arquitectura o el violín, sino que asumiese una actitud beligerante contra las diversas suertes del horror, la alienación o la injusticia. No sólo le persiguió y le calumnió Hoover, ya Hitler dijo que el sabio que quería vender su casa de campo en Alemania para financiar actividades políticas contra el nazismo. Ese ardid, justificó el asalto y la apropiación.
Fred Jerome explica aquí, desde la adhesión casi absoluta (en cierto modo, la pasión de Jerome y Javier Turrión tiene algo de vidas paralelas en su admiración sin resquicios por el genio), la vertiente pacifista, su crítica del racismo, la defensa de los judíos y la sincera tentativa de acabar con las guerras. Eso le llevó a crear la bomba atómica, lo cual, con el paso del tiempo, le suscitó una mala conciencia en varias ocasiones. Dijo que fue él, pacifista convencido, quien metafóricamente “apretó la bomba” y expresó que “la guerra ha sido ganada pero no la paz”.
El libro de Jerome aborda el descubrimiento de América, sus trabajos científicos, el río de sospechas que levantó, los actividades de “asociación política” y espionaje que se le atribuyeron, y toda esa operación de captura denominada en el volumen “Cazar a Einstein”. También fue el “extranjero indeseable”, pese a que se nacionalizó norteamericano.
24/08/2005 12:08 Enlace permanente. sin tema Hay 7 comentarios.
BUNBURY SE RETIRA TEMPORALMENTE

1. Es un auténtico artista de la música, un intérprete, un showman.
2. Es un cantante que nunca se acomoda, que investiga, que se arriesga y que posee una profesionalidad a prueba de bomba.
3. Me gustan todos sus discos: “Pequeño cabaret ambulante”, “Flamingo’s, “El viaje a ninguna parte”…
4. Este verano, de nuevo, en el viaje a Galicia sonaron sus discos y para mí, para nosotros, viajar con su música es una fiesta. No son palabras…
5. Lo he visto cantar, tras dejar Héroes del Silencio, en los pequeños bares, haciendo versiones, cantando a su antojo, disfrutando con el puro placer de la música.
6. Una vez me dijo, en el programa “Viaje a la luna” de Antena Aragón: “Algún día llegaré a cantar bien”
En su página web, Enrique Bunbury explica así su despedida temporal:
Adiós, compañeros, adiós. Hoy me despido de todos…
Han pasado 8 años desde que Enrique Bunbury formara “El Huracán Ambulante”, la banda que le ha acompañado desde que el artista emprendiera el anárquico y siempre sorprendente viaje de su carrera en solitario. Atrás quedan 7 álbumes arriesgados y comprometidos, los buenos tiempos compartidos entre vinilos, tragos y en torno a 500 actuaciones en directo desde Zaragoza a Tokio pasando por Portugal e Italia, Quito, Managua y Guatemala, Santo Domingo y Buenos Aires, Nueva York y el Distrito Federal, que llegan a su punto y aparte.
La carrera del inquieto artista ha estado sembrada desde sus inicios por una continua búsqueda musical y artística, una forma de expresión que añade a sus trabajos el interrogante de lo que vendrá y una vocación innata para el “borrón y cuenta nueva”.
Enrique Bunbury quiere anunciar a través de su web oficial la disolución definitiva del Huracán Ambulante, la cancelación de la última etapa de gira y su intención de retirarse temporalmente y sin fecha prevista de regreso a los escenarios que ha visitado en medio mundo.
Las únicas fechas previstas que se mantienen serán Zuera (Zaragoza) el 26 de Agosto y Cambrils (Tarragona) el 27 de Agosto. Estos serán los últimos conciertos que el artista realice acompañado por el Huracán Ambulante, y con toda seguridad, la última oportunidad de ver a Bunbury sobre los escenarios en un futuro próximo.
Bunbury se despide temporalmente.
Brindamos con él, por los buenos tiempos compartidos"."
24/08/2005 12:33 Enlace permanente. sin tema Hay 10 comentarios.
CUENTOS DE MARTÍN MORMENEO / 9

25/08/2005 09:13 Enlace permanente. sin tema Hay 6 comentarios.
HENRI CARTIER-BRESSON Y SUS MUNDOS

“El ojo del siglo. Pierre Assouline. Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Barcelona.
Pierre Assouline, biógrafo de Simenon, Gallimard o Hergé, se acercó casi por azar al “fotógrafo vivo más grande del mundo”, se quedó fascinado con él y al final, tras años de trabajo, ha compuesto una biografía animada por esta frase: “La verdad no está en la exhaustividad sino en los intersticios”. Y por ellos se mete, en ellos hurga con delicadeza, pero sin descanso. El retrato del niño que fue Henri Cartier-Bresson, el mayor de cinco hermanos, es complejo y completo. Descendiente de campesinos con tierras que suministraban heno a las caballerías e hilanderos del algodón con un importante imperio, siempre se mostró como un inadaptado.
Veía a su padre en el despacho (era aficionado al dibujo, a la pintura y al diseño de muebles), pero su debilidad era su madre, una mujer elegante y bella, de una rara sensibilidad, que vivía entre la incertidumbre, la lectura constante y las notas del piano. Fue ella quien puso en su mano el “Cantar de los cantares” y quien lo llevó a las galerías del Louvre. Cartier-Bresson vivía de castillo en castillo, y pronto empezó a frecuentar los talleres de pintores. Alternaba la pintura con la flauta. Fue un mal estudiante, negado para la geometría, y fascinado por Rimbaud, que era su modelo de vida, y por Baudelaire, Proust o Alessandro Manzoni.
Iba a ver las películas mudas de su época y se apuntó a la academia Lhote para hacer pintar al óleo. Permaneció dos años y aprendió cosas esenciales: “el principio es la geometría”, la pasión de la composición, cuestiones de escala, el poder de la línea, la pureza del lenguaje pictórico y el ritmo interior de un cuadro. Algo que será esencial en su futura condición de fotógrafo de retratos y reportajes.
Parecía escrito que Henri Cartier-Bresson, que detestaba la vida práctica y los negocios, intentase ubicarse en el mundo de creación. Comenzó a frecuentar a los surrealistas, que le marcaron decisivamente, aunque no conectó por completo con su ideología. Frecuentó el salón de Gertrude Stein, que le dijo: “Jovencito, más le valía que se dedicase a los negocios de su familia!”, a Breton, a René Crevel o a André Pieyre de Mandiargues, amante entonces de la pintora Leonor Fini. Fue su cómplice. También conoció a Luis Buñuel, al que admiraba por su fuerza y su sarcasmo.
De repente, en medio de una crisis creativa y de amor (se enamoró perdidamente de Gretchen, la compañera de su amigo Peter Powel, aficionado a la foto profesional), decidió emprender un viaje determinante a África: estuvo en Sierra Leona y se jugó la vida. El hombre que volvió de la selva era otro: retornó metamorfoseado, nos dice Assouline. Poco después, en Marsella, deslumbrado por una foto de tres negros en canoa de Martín Munkacsi, adquirió una cámara Leica que iba a ser la fiel compañera de sus idea, una cámara que se ajustaba a sus obsesiones y a la búsqueda del número áureo. Assouline cuenta que esa adquisición fue como otra de Morand: “A los doce años me regalaron una bici; ya no han vuelto a verme”.
Cartier-Bresson empezó a tomar sus primeras fotos y decidió hacer un viaje por Europa, en un Buick, con Mandiargues y Fini. Las cosas no fueron demasiado bien, pero en aquella travesía (solían bañarse desnudos y discutir a muerte; de hecho estuvieron enemistados luego durante una década), Cartier-Bresson no podía saciar su “apetito visual”. Buscaba la foto única, no necesariamente bella, y creyó que podía encontrarla en España, adonde vino en 1933, porque consideraba que “España en sí misma es una tierra surrealista, dividida entre el ‘ser’ y el ‘estar’”.
Ese viaje tendría continuidad en otro esencial: se marchó a México, amó a Lupe Cartier, tomó fotos increíbles, de calle casi siempre, y expuso junto a Manuel Álvarez Bravo. A partir de entonces, a pesar de que en 1935 quiso dejar la foto para siempre, su actividad sería imparable: se convirtió en ayudante de dirección de Jean Renoir (Buñuel lo rechazó), estuvo como documentalista de cine en la Guerra Civil español pero no realizó ningún disparo con su cámara, combatió contra los nazis con la categoría de cabo, fue apresado y estuvo tres años confinado, siguió haciendo cine, y se marchó a la India, donde retomó su oficio de reportero y captó a Gandhi en actitud de faquir.
También estuvo en Nueva York (el joven Truman Capote dijo de él: “HCB es, artísticamente hablando, un hombre solo, una especie de fanático”) y publicó en 1952 un libro capital: “Images à la sauvette”, y más tarde “Los europeos•”. En 1947 fundó con Capa, George Rodger y David Szymin, “Chim”, la agencia Mágnum.
Continuó tomando fotos y llegó a ser considerado uno de los más grandes del mundo con Walker Evans o Alfred Stieglitz. Tal como le había dicho una vidente, se casó con una bailarina javanesa y luego con la fotógrafa Martine Franck (30 años más joven que él), pero siempre trabajó sin descanso, con un sentido admirable de la composición y del “momento decisivo”, y con una entereza sin parangón: era capaz de sacrificar una foto importantísima por una conversación. El libro, casi una biblia cultural, se lee con placer y está salpicado de las teorías de Cartier-Bresson.
CINCO CLAVES DE CREACIÓN
I.UN FOTÓGRAFO. Henri-Cartier Bresson nació en Chanteloup, en la región de Normandía, en 1908. Tuvo una infancia casi ideal, ociosa, llena de lecturas, sobreprotegida, pero a la vez muy literaria. En el colegio, el bedel le dejaba un despacho para que leyese. Luego frecuentó distintos “ateliers” importantes de pintores, algunos habían sido discípulos de Degas oManet;estudió en Cambrigde y finalmente, casi por azar, afirmó su condición de artista, de pintor, de fotógrafo, de reportero, de ayudante de dirección de Jean Renoir. La fama le llegó en la posguerra, donde era considerado un mito. Alguien lo definió como un “testigo de su tiempo, tenso, móvil, imposible de localizar”.
II. EL MOMENTO DECISIVO. Recibió todo tipo de elogios y se vio forzado a establecer una teoría, casi por error. Alguien dijo de él que “HCB tiene un gran talento para hacerse olvidar”, y eso le permitía disparar en el momento exacto, en que todo cobraba una nueva dimensión, vida. Las líneas geométricas convergían como un sortilegio. Dijo:“Nada hay en el mundo que no tenga su instante decisivo, y la regla de oro de la buena conducta es conocer y aprovechar ese momento. Si dejamos que se nos pase la Revolución de los Estados Unidos, corremos el albur de no volver a encontrarlo o de no advertirlo”. Y agregó, a propósito del retrato:“Con él no hay trucos ni recetas que valgan”.
III. EL IMPULSO INTERIOR. Es curioso: parece que Henri Cartier-Bresson siempre estuvo luchando para no hacer fotos. Al principio, su carrera iba hacia la pintura, pero renunció a ella y quemó todas sus telas.Luego, tras su estancia en África, descubrió una cámara Leica y la compró. Fue su tercer ojo, o quizá el primero. Dice Assouline que es difícil en la historia de la fotografía encontrar una ligazón tan íntima entre un artista y un instrumento. ¿Por qué trabajaba así? Quizá hablase de sí mismo cuando definió a Robert Capa:“Era un aventurero dotado de ética, un anarquista hecho y derecho. Era pura gracia y vitalidad, soltura, exuberancia y encanto”. Las frases nos recuerdan demasiado a él mismo.
IV. CIUDADANO DEL MUNDO. Podríamos decir en todas partes. Estuvo en Sierra Leona, en México, donde se quedó perplejo por la fuerza de la vida (desde aquella estancia en 1934 se sintió “un francés de México”), en España, donde estuvo en varias ocasiones (quizá sintió celos de que mientras Capa se había hecho mundialmente famoso con las fotos de la Guerra Civil; él estuvo en retaguardia con una cámara de cine), en Estados Unidos (y en concreto en Harlem), en la India, en Inglaterra,
etc. Fue el fotógrafo de los grandes artistas, desde Matisse a Giacometti, desde Bonnard a Picasso, desde Faulkner a Ezra Pound o Stravinski, y nos legó algunos de los retratos más admirables de todos los tiempos.
V. TODO UN SIGLO. Henri Cartier-Bresson es el ojo del siglo, como titula Pierre Assouline su libro. Estuvo en los lugares básicos de la historia del siglo XX. En la guerra española, donde se debatía una libertad universal, en la II Guerra Mundial (fue apresado e intentó huir tres veces; lo consiguió al final y rodó la película “Le retour”), en China y en la India o en el desembarco de Normandía. Cartier-Bresson, como Robert Capa o George Rodger, Weegee o Walker Evans, fue un testigo imprescindible de su tiempo. A mediados de los años 70, cansado de la fotografía, decidió volver al dibujo y la pintura. Assouline recuerda que como fotógrafo es único, como dibujante y pintor hay miles como él.
EL RETRATO O EL PODER DEL ROSTRO
No es un fotógrafo nada convencional Henri Cartier-Bresson. Algunos han definido su mirada como sádica. En cualquier caso era (es) una mirada profunda, atenta, con voluntad de escrutar, pero también era una mirada que sabía esculpir, depurar, era una mirada con referencias culturales, una mirada que había asimilado muy bien las técnicas pictóricas en todo lo que se refiere a la composición. Artista de mirada poliédrica, persuasivo e invisible (dice Assouline: “sus obras vuelven visible lo invisible”), también se recuerda que siempre estuvo “lejos de lo anecdótico y lo más cerca posible de la íntima verdad de la gente”. Él explicó así sus retratos: “Me gustan los rostros, lo que significan, pues todo está escrito en ellos... Ante todo soy reportero, sí, pero también hay algo más íntimo. Mis fotos son como mi diario; reflejan el carácter universal de la naturaleza humana”. “El ojo del siglo”, traducido por Juan Manuel Salmerón, destila conocimiento, emoción, erudición. Abarca una vida irrepetible: la del cíclope que ve.
26/08/2005 12:07 Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.
EL CUMPLEAÑOS DE MI PADRE*

Me pregunta cuándo vuelvo. No me lo dice pero sé que tiene ganas de verme todos los días y me pongo contenta. Tampoco digo nada. En casa, el sobreentedido siempre ha funcionado muy bien.
Me pregunto por qué cuando volvemos en coche de la ciudad, él conduce y a mí se me pone un nudo en la garganta. Porqué antes de hacer nada me pregunto si él lo haría. Pensará que estoy siempre enfadad porque no hablo porque estoy buscando la frase perfecta. Sabrá que lo más miedo me da es decepcionarle. Sólo digo felicidades.
Ha prometido escaparse antes del periódico y llevar a cenar a todos a un restaurante italiano. Llegará tarde. Pedirá fruti di mare y la pasta al dente. Diego y Jorge devorarán una pizza cuatro quesos cada uno. Mi padre les reñirá un poco, les dirá que no coman con ansiedad. Se comerán los restos de la pizza de Sara que se habrá quedado dormida o hablará sin parar, olvidando la comida. Dani y mi madre serán los más arriesgados y vanguardistas. Él, alguna salsa picante, ella, algo con verduras y sin carne.
Provocarán a Jorge diciendo que John Ford es el peor director de la Historia del cine. El encajará y argumentará: Woody Allen es una estafa. Mi padre se reirá y levantará los brazos. El camarero tendrá que regatearlos. Hablarán de fútbol.
No pedirán postres. Mi padre insistirá en que los niños coman helados. Él pedirá un cortado corto de café y dos cafés con hielo. Le robará un cigarro a mi madre. Si tuvieran naranjas, se comería una. Su fruta favorita. Le gusta tanto que una vez se levantó una uña por no utilizar cuchillo. Mi madre le hizo un vendaje provisional y acabó de pelar la naranja.
Hay cuatro naranjas en el pasillo. Barreiros y yo compartimos una. Utiliza cuchillo. Naranjas en agosto. Ése es mi regalo.
*Mi librera favorita Julia Millán me llama para invitarme /invitarnos a la fiesta de su cumpleaños que celebrará con estupendos amigos como Félix Romeo, José María Conget, Maribel Cruzado y Pepito Fernández, entre otros, y me dice que mi hija Aloma ha publicado este texto sobre su padre -cumplía 46 años ayer-. Me parece precioso y emocionante, de ésos que invitan a refrenar las lágrimas. Lo cuelgo aquí: es curioso, esta mujer huida de una novela de Mercè Rodoreda ha acertado en casi todo desde París.
26/08/2005 21:46 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
PRIMER SÁBADO DE FÚTBOL C ON AMARAL,CARVER Y ÁNGEL ARTAL

También terminé la relectura del cuento de Raymond Carver: “Tres rosas amarillas”, sobre la muerte de Chejov, uno de los grandes maestros del cuento, del arte de escribir, del periodismo, incluso del arte de amar, si recordamos su dilatado flirteo con la actriz Olga. Es una pieza estremecedora: Carver, y sé que lo digo cuando ya no está de moda, es un escritor maravilloso. Cuento lo cotidiano como nadie, con una detonación casi invisible de espanto.
Y en ésas andaba, en medio de la brisa acariciante y fresca del alba, cuando empezó el partido. Anticipo el resultado: ganó el San Gregorio por 6-1.Jorge facilitó el primer gol de los visitantes, y los rojiblancos apabullaron en la segunda parte con cinco goles. Jorge jugó bien en la primera parte, se le vio desborde y presencia en el equipo; en la segunda, estuvo un poco más irregular, aunque hizo una preciosa jugada que desbarató por individualista. Este debe ser su gran año. Juega de extremo izquierdo, y deberá eludir el contacto, profundizar más, pelear, meditar un instante qué necesita el equipo de él y ganar en potencia, en ambición, en capacidad de liderazgo. El mejor jugador del equipo fue Víctor Domingo, el delantero centro del año pasado que marcó tres goles. Casi golazos.
Mientras veía el partido, recibí la llamada de Ángel Artal, al que apenas he vuelto a ver desde mayo en Albarracín(En el2006 los VII Encuentros Literarios estarán dedicados a la literatura fantástica, a las criaturas imaginarias, y admitiremos ponencias de 10.000 caracteres, previa selección...). A veces, me ensimismo, me escondo y descuido el cultivo de los cariños,y la vida pasa tan de prisa y azacanada. Ángel, sabio de historias locales y vidas secretas de futbolistas, Ángel, el gran amigo del alma de Pérez Latorre, Jorge Gay, Pepe Cerdá,Gerardo Alquézar y Pepe Melero, me recuerda que mi cumpleaños coincide con el día de San Luis Rey, que fue cornudo, que murió posiblemente de disentería, y también me habla de su memoriosa madre de 96 años, de un primo de Perú, me cuenta un montón de historias que se enmarañan en su imaginación procelosa. Al cabo de un instante, me pregunta: “¿Y por qué te cuento yo a ti todo esto?”. Alguna vez lo he dicho aquí, cuando nos veíamos mucho más y nos queríamos algo menos: “Ángel Artal posee un sentido de humor británico y cuenta con un amago de desdén teatral que lo hace el aragonés más somarda del mundo”.
27/08/2005 12:26 Enlace permanente. sin tema Hay 12 comentarios.
EL MIRADOR DE MOLINOS

Después me fui a Alcorisa a comprar la prensa. Y más tarde, cumplí un deseo: me acerqué a Molinos, visité una exposición de cerámica, vi la tienda de Ely Algás, estupenda y variada, y subí al planico de la iglesia, una especie de jardín botánico con romero, manzanos, olivos y otros árboles y otras frutas que se abre al golpe de todos los vientos. Me encanta ese lugar: desde arriba se contempla el pueblo, la vega, las higueras, los montes que besan en el horizonte los labios azules del cielo. Alguien me dirá que en esa visita no hay nada especial; al contrario. Me encanta Molinos, me gusta regresar, mirar el fondo del barranco de San Nicolás, buscar en el bar a Mateo Andrés, el alcalde, visitar el museo de Eleuterio Ferrer, amigo de Picasso y de Pablo Gargallo. Molinos es una de los lugares donde me invaden casi inefables vivencias del paisaje y de mi propia vida en Teruel, en Aragón.
29/08/2005 09:16 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
LOS MAQUIS EN LA VAL REDONDA

Apareció ayer por casa. Es un magnífico conversador y un romancero, un contador de historias. Le pregunté por una vieja obsesión mía, que aparece en algunos de mis libros: el asalto al coche correo o “caimán” por los maquis. Más o menos dijo esto:
-El asalto fue el 16 de febrero de 1948 en la revuelta del kilómetro 20. El coche iba en dirección a Villarluengo y Cantavieja. Los maquis tiraron un pino en medio de la carretera, el “Caimán” paró y lo asaltaron. Iban dos guardias civiles, y a uno lo redujeron de inmediato y el otro logró escapar y se metió en una alcantarilla. Se llamaba Burguillos, veraneó aquí durante muchos años aunque murió hace dos años, tuvo un juicio por “abandono de servicio”, y al final le dieron la razón a él. Pero no quiso volver porque era escribiente de una empresa y prefirió esa tranquilidad. Además quedó herido de una pierna en el enfrentamiento. También hirieron a una chavalica…
-¿La hirieron? A mí me dijeron que era de Pitarque y que se la habían llevado al monte también.
-No, no, la hirieron…
-¿Qué pasó con Antonio Pérez?
-Era un rico de Villarluengo. Tenía muchas tierras por aquí y por allá. Y de repente llegó de algún viaje por el lugar donde se había producido el incidente. Lo detuvieron, le dieron el tiro de gracia y lo dejaron al relente. Era una noche fría, muy fría, tanto que se le congeló la sangre a la altura de un ojo, y eso le paró la hemorragia. Por la mañana, venían de coger o cargar patatas unos hombres con el abuelo José “el Mesonero”. Lo vieron, lo cogieron, estaba más muerto que vivo, y lo mandaron al hospital de Zaragoza. Se salvó de milagro. Pero aún no te he contado lo mejor.
-Tú dirás, Juan…
-Yo había visto a los maquis en la Val Redonda el 6 de febrero. Ya creía haberlos visto antes. De repente, estaba de pastorcico con un amigo, yo tenía 17 y él 18, vemos a un hombre detrás de una madroñera, que nos hace un gesto con la mano. Nos acercamos, y nos preguntó: “¿Qué hacéis por aquí?”. “Guardar el ganado”, dije yo, porque mi compañero no dijo nada. “¿Sabéis quiénes somos?”. “Personas como nosotros”, volví a contestar. “Somos los maquis”. “Pues, mucho gusto”, agregué sin pizca de ironía. Detrás del madroño apareció otro hombre. Les vi las escopetas y su aspecto andrajoso. Añadieron: “Como digáis a alguien que nos habéis visto no pararemos hasta dar con vosotros para cortaros el cuello. ¿Entendido?”. Mi amigo habló por primera vez: “No diremos nada a nadie. Seguro”. Camino de casa, le dije que no se le ocurriera contarlo, que le escacharía yo mismo la cabeza. Llegó y lo dijo de inmediato. Yo esa noche no podía dormir; me fui pronto a la cama, y allá a la medianoche me llama mi padre: “Qué pasó en la Val Redonda”. Me mantuve en mis trece… Era una situación difícil. ¿Quién me hubiera dicho a mí que aquellos no eran los guardias civiles disfrazados? Se disfrazaban a menudo y así desplumaban las masías. Esto no es un invento.
-Y qué le hiciste a tu amigo, Juan…
-Bah, eso para que voy a contarlo.
29/08/2005 10:03 Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.
EDUARDO DEL PUEYO EN SU CENTENARIO

“Eduardo del Pueyo ha sido un pianista muy personal y auténtico, fiel a la partitura, uno de los grandes pianistas del siglo XX. Como pedagogo es el más interesante y original de su época de la técnica del piano. Incorporó a la realidad las ‘fantasías’ de Marie Jäell, que le llegaron a través de Jeanne Bosch y Marie W. Troost, colaboradoras y continuadoras de la obra pedagógica de la discípula de Liszt”. Así define a Eduardo del Pueyo (Zaragoza, 1905-Bruselas, 1986) el agricultor y melómano Manuel Maynar, responsable de la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y autor de una biografía que aparecerá en los próximos meses, ilustrada con fotos de su espléndido archivo.
Manuel Maynar sitúa al aragonés a la altura de los grandes concertistas del siglo: Richter, Rachmaninoff, Arrau, Rubinstein, Horowitz o Benedetti-Michelangeli, y califica su dedicación como “una hermosura de vida. Poseía un fondo religioso muy peculiar, y cierta música la toca como nadie. Poseyó una humildad permanente y no hablaba jamás mal de nadie. En una ocasión me dijo: ‘De pequeño, soñaba con ser como Luis Galve’. Y a Pilar Bayona, la quería mucho y la admiraba. Me dijo: ‘Pilar tiene una intuición musical genial. Es una intérprete excepcional’. Otra vez, en el Seminario de San Carlos, oyéndola, comentó: ‘Esto es cantar en el piano”. Eduardo del Pueyo forma con Pilar Bayona (1897-1979) y Luis Galve (1908-1995) el magnífico trío de grandes pianistas aragoneses del pasado siglo. Los tres alcanzaron gran altura, realizaron carreras muy distintas, y fueron homenajeados por Zaragoza en 1964 cuando la ciudad designó con sus nombres tres calles próximas a la Universidad.
Eduardo del Pueyo nació en Zaragoza un 29 de agosto de 1905, hace hoy un siglo, en un día en que hubo un eclipse de sol. Su padre, Francisco del Pueyo, procedía de Sos del Rey Católico, “era muy inteligente y emprendedor, adquirió la fábrica de muebles en que trabajaba en la zona de San Miguel”, explica Maynar, y su madre, Benita Begué, descendía de una familia de agricultores y ganaderos de Luesia. Será un personaje muy determinante en la vida de un joven que se aficionó muy pronto a la música y que inició sus estudios “con Babil Belsué, con la señorita Salvador y con el director del Orfeón de Zaragoza”. Ingresó en la Escuela Municipal de Música y se vio que asimilaba las enseñanzas muy deprisa.
La consecuencia natural de su evolución fue que se trasladase a Madrid con apenas doce años, donde asistió al Conservatorio de Madrid por libre. Allí tuvo como profesor, entre otros, a José Balsa, y de inmediato cosechó un primer premio de interpretación, que le otorgó un jurado presidido por Tomás Bretón. Éste se hizo “amigo y protector del joven, le proporcionó un concierto en el Círculo de Bellas Artes, y fue el impulsor de su viaje a París”, donde se afincó hacia 1920, el mismo año en que falleció su progenitor.
EL ESPLENDOR ABSOLUTO
Llegó a orillas del Sena con quince años, y tendría su primer gran éxito en 1927 al interpretar el “Tercer Concierto” de Beethoven, en el primer centenario de su muerte. La crítica de “Monde musical” dijo: “Del Pueyo se ha cubierto de gloria”. Además de tocar con muchos conciertos y de afirmar su dominio de la obra de Beethoven y de Schumann, “que eran sus compositores favoritos”, amplió sus estudios con las citadas Jeanne Bosch y Marie W. Troost. Tras estudiar con ambas el método de Marie Jaëll, cambió por completo su forma de actuar y “volvió a empezar de cero”.
Dejó de dar conciertos durante varios años y desarrolló, recuerda Maynar, “el estudio del movimiento consciente. Rehizo la pedagogía del piano desde sus propias carnes con esfuerzo. La gente le decía que le olvidarían, y había profesores que se mofaban de él, hasta el punto de que le llamaban ‘el clown del circo en el piano”.
Prácticamente no volvería a tocar hasta 1935 cuando volvió a interpretar el Tercer Concierto de Beethoven en la Sociedad Filarmónica de Bruselas, donde fijaría su residencia. Obtuvo un enorme éxito. Alternó durante algunos años su residencia en la capital belga con conciertos y clases en París. Por entonces, se casó con la intérprete de laúd Adriana Mary. La reina Elizabeth de Bélgica se convirtió en amiga suya y tocó en varias ocasiones música de cámara con él y con Pablo Casals. En 1948, accedió al puesto de catedrático del Real Conservatorio de Bruselas y algo más tarde fue nombrado profesor extraordinario en la Capilla de la Reina Elizabeth. Desplegó una intensa actividad pedagógica, que poco a poco le llevó a reducir su faceta de concertista, aunque en 1963 regresó a Zaragoza para tocar en el Principal, y al año siguiente tuvo un gesto que probaba su amor hacia Aragón y hacia la obra de Goya: ofreció ocho conciertos en la Aljafería de la “Integral” de sonatas de Beethoven, y entregó su caché para pagar el importe del cuadro de “San José” de Goya que compró el Museo de Zaragoza.
Del Pueyo volvería años después al Seminario de San Carlos, donde repitió el mismo programa durante quince días en 1970. A la vez tocaba música española. Para entonces ya vivía con la pintora belga Josette Smith, “que se parecía un poco a Ingrid Bergman”, dice Manuel Maynar.
Impartió clases a más de 300 alumnos, algunos tan famosos como el estadounidense Jo Alfidi, y los belgas Eveline Brancart, André de Groote y Jean Claude van den Eynden. O los zaragozanos Miguel Baselga o Teresa Escudero Bravo. Del Pueyo falleció en noviembre de 1986 a los 81 años. Adoraba la pintura, leía a Machado, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, “era un tímido cuya timidez intimidaba”, y jamás pudo olvidarse de Aragón. Señala Maynar que en sus estancias en Aragüés del Puerto, le preguntó un campesino: “¿Le gusta volver a Aragón?”. Y el maestro, mudo de emoción, rompió a llorar.
I. LA TÉCNICA
-El pianista murciano Antonio Narejos lo recuerda así para HERALDO: “Eduardo del Pueyo trató de superar la visión de la técnica entendida como un mero adiestramiento para re-definirla como el cauce de expresión del intérprete. Uno de sus principios era la adaptación de las acciones del pianista a la intención musical, lo que transforma el movimiento en ‘gesto’. Me fascinó su sencillez en la conversación y la profundidad de sus palabras. En torno a Del Pueyo se desarrolló un aura de admiración que condujo a la construcción de un mito. Músico puro, Del Pueyo supo mantenerse a distancia de quienes trataron de encerrarle en un dogma”.
-Todos los sonidos
Miguel Ángel Tapia, pianista y director del Auditorio, define así al intéprete: “Yo sentía auténtica adoración por él. Fue uno de esos pianistas que ya no quedan. ¡Eran tantas las cosas que desmenuzaba al piano! Y me refiero a densidad, a profundidad, a profusión de detalles, a tantas voces como hacía sonar. Sonaba como una auténtica orquesta, con las trompas y todo. Fue un pianista importantísimo, de calidad universal, a la altura de los más grandes, un músico auténtico en el sentido más amplio de la palabra, pero no fue una ‘estrella”.
-Talones y posaderas
El zaragozano Miguel Baselga estudió con él en Bruselas y lo recordó así en “Scherzo”: “Detestaba (y creo que con razón) esa manera de tocar con aspavientos, movimientos del tronco, ondulaciones en la muñeca y en los dedos como si el piano fuera un instrumento que puede vibrar. El show en resumen. Y por encima de todo, las patadas en el suelo al cambiar el pedal. Decía: ‘El pianista sólo tiene dos puntos de apoyo: los talones y las posaderas”.
II. LAS ANÉCDOTAS
-Un concierto cambiado
Miguel Baselga recuerda: “Fue a Escocia a tocar el ‘Tercero’ de Beethoven y al llegar al ensayo resulta que había habido un error y era el ‘Segundo’ lo que estaba programado. Se compró la partitura, se fue al hotel y sin piano ni nada, se la aprendió y lo tocó al día siguiente. Genio y figura”.
-El refugio del artista
El organista José Luis González Uriol, que acompañaba al consejero José Bada para entregarle el Premio “Aragón” de 1986, lo visitó en su casa del bosque de las afueras de Bruselas. Evoca aquel espacio como una especie de refugio silencioso y cálido en un auténtico paraíso ideal, bien elegido por un “artista esencial, comprometido con la música”.
-“El Maestro”
Cuenta Miguel Ángel Tapia que fue en una ocasión a Bruselas. Entró en una tienda de discos y pidió algunas de sus grabaciones. La dependiente dijo: “Ah, el Maestro”. Añade: “Comprendí cuánto lo querían allí, cuánto lo admiraban”. Años antes, cuando contaba entre 17 y 18 años, Del Pueyo estuvo una audición de Tapia en la sala Rono de Mariano Gracia. “De golpe, pidió que dejasen hablar sólo al piano”.
-Evocación de su muerte
Cuenta Miguel Baselga: “El día que murió, fuimos un grupo de alumnos a su casa. Recuerdo que era de noche. Lo habían tumbado en su cama. Era la primera vez en mi vida que
veía un muerto. Tenía un pequeño roce en la sien y el pómulo izquierdo. Me dijo Josette que se lo hizo al intentar levantarse del suelo, rozándose con la alfombra. Había caído fulminado por un infarto”.
III. ALGUNOS CONCIERTOS DE HOMENAJE
El centenario de Eduardo del Pueyo está pasando inadvertido en Aragón, al menos hasta ahora, a pesar de que el Departamento de Educación, Cultura y Deporte anunció hace unos meses su intención de celebrarlo, aunque esta misma mañana he recibido un correo donde me anuncian que algo se va a hacer con Eduardo del Pueyo este año y el año que viene con Pilar Lorengar. La revista “Scherzo Piano” ya le ha dedicado varios artículos de Antonio Fernández Cid, Miguel Baselga y Antonio Gallego. Durante las fiestas del Pilar, en concreto el trece de octubre, en el Auditorio se programará un concierto –orgnizado en colaboración con la Asociación de Amigos de Eduardo del Pueyo y Juventudes Musicales- en el que participarán cuatro de los discípulos más conocidos de Del Pueyo: Jo Alfidi, Eveline Brancart y Jean Claude van den Eynden; cada uno tocará alrededor de hora y media. El 20 de noviembre, Ibercaja, la Sociedad Filarmónica y el Auditorio han programado otro concierto homenaje de la Orquesta Sinfónica del Real Conservatorio de Bruselas, dirigida por Arie Vann Lysebeth, que también actúa el día anterior en el Auditorio Nacional de Música de Madrid con obras de R. D’Haeene, Ludwig van Beethoven y Anton Bruckner.
IV. TRES CARTAS DE EDUARDO DEL PUEYO
A PILAR BAYONA
11/11/1965
El 11 de Noviembre de 1965
15 Rue Jacques Jordaens BRUXELLES 5
Mi querida Pilar: Gracias de todo corazón por tu maja carta que te agradezco de veras esperando que lo que cogiste, probablemente en el tren con los cambios de tiempo, no habrá sido grave aunque nos impidió vernos como tanto hubiera deseado y no me dejó abrazarte con el afecto y la consideración personal y artística que te tengo y que, así como las buenas cosas crece y aumenta con el tiempo y conforme te conozco más y mejor.
Inútil decirte que una vez más, se me “encogieron” las entrañas de vez en cuando -lo que era natural- no habiendo tocado desde tanto tiempo por Madrid -digamos por España- a ver si gracias y con la ayuda de vosotros y con el ejemplo que me das siempre de lo que querría ser, me fortalezco el temple.
Vi a Pilar Arnal y me alegré recordándome todo lo bueno que me dijiste de ella y de su labor.
Un abrazo a las dos y otra vez gracias, vuestro
Eduardo
7/11/1968
Bruselas el 7 de Noviembre de 1968
15 Rue Jacques Jordaens BRUXELLES 5
Querida Pilar: Mucho te agradezco tus afectuosas líneas y su buen mensaje. Afortunadamente y gracias a dios no ha sido grave la cosa.
Un buen testarazo con chichón y todo, alguna costilleta marcada y en la mano solo golpe, sin avería. Así que ya está la cosa arreglándose del todo y dentro de un par de semanas se acabó la canción.
Pues mira, de vez en cuando no vendría mal un susto de esos pues te obligan a reposarte que es un gusto y no viene del todo mal.
Lo que me alegro es que lo tuyo se haya arreglado de tan buena manera y que ya no sientas nada, también con Larrocha todo va por lo mejor, parece ser. Pues hemos tenido suerte los cabales… Un fuerte abrazo a las dos con mi admiración y fiel afecto
Eduardo
16/12/1979
Eduardo del Pueyo
El 16 de diciembre de 1979
Querida Carmen:
Por Pedro Lapetra, que nos ha telefoneado, sabemos lo ocurrido. Cómo decirte el golpe violento que hemos recibido! Para mí Pilar era un milagro de aquellos que rara vez se producen. Personalidad de absoluta autenticidad en todos los sentidos; con ella se entendía lo esencial de lo aragonés y lo musical. Durante toda su vida nos ha ofrecido con sencillez y generosidad un poderoso talento sin el cual nuestra querida ciudad no hubiera podido nutrirse musicalmente por si misma ni gozar de la mejos informada actualidad. Todos le debemos el don total de su vida y de sus geniales dotes siempre dispuestas para nuestro servicio con un olvido y descuido total de su persona.
Esto es lo que sabemos de ella los que nos complacemos en reconocer la verdad entre los seres y las cosas. Quede entre nosotros, siempre vivo, su recuerdo.
Te escribo con retraso porque hace unas días que guardo cama con mucha fiebra debida a un virus gripal (el día 11 no pude dar mi concierto en Bruselas a causa de ello).
Ha telefoneado Plácido Díez, pedía de grabar algo sobre Pilar. Le he dicho que no estaba en condición de nada, la verdad; y que tan pronto como pudiera te escribiría. Si algo de esta carta te parece utilizable para esa revisra dispon como quieras de estas líneas.
Perdona la agitación de mi espíritu y letra y recibe un buen abrazo con nuestro afecto y pésame. Josette y Pilar se unen a tu servidor,
Eduardo
*Estas cartas pertenecen al Archivo Pilar Bayona, que dirigen Antonio Bayona y Julián Gómez. Por cuestiones de maquetación no me cupieron en el artículo de Heraldo del domingo y los incorporo a este homenaje al gran pianista aragonés selecciando en Francia entre los 100 mejores del siglo XX, los únicos españoles con Alicia de Larrocha y Joaquín Achúcarro. Antonio Bayona nos remitió muy gentilmente estos textos espléndidos.
29/08/2005 14:27 Enlace permanente. sin tema Hay 10 comentarios.
CLARICE LISPECTOR: UN RETRATO DE LA FELICIDAD

Así retrata Miguel Cossío Woodward a la escritora brasileña Clarice Lispector (1920-1977), nacida en Ucrania con el nombre de Hala y emigrada luego a Brasil, a Recife. Este fragmento forma parte de su prólogo a los “Cuentos reunidos” de Alfaguara, aparecido en 2002. Anoche, mientras paseaba a la perra leí un retrato que publicó hace pocos días en “El País” Edmundo Paz Soldán, y esta mañana he leído algunos de sus cuentos: “Felicidad clandestina”, la historia de una niña gorda y rica, y una niña rubia y pobre, pero gran lectora, es una maravilla y explica la pasión por los libros como forma de felicidad. Una vez que se ha hecho con el libro “El reinado de Varicita” de Monteiro Lobato, y en ese logro hay toda una historia, escribe Lispector: “Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí unas líneas maravillosas, volví a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo postergué más aún yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes…”
Clarice Lispector forma parte de mis anaqueles desde mediados de los 80. Me gusta releerla, me perturba… Me interesaron sus textos de prensa, recogidos en “Revelación de un mundo” (Adriana Hidalgo, 2004).
31/08/2005 09:44 Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.
UN CIGARRILLO PELIGROSO

31/08/2005 09:44 Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.
DE CABALLOS. CLARICE LISPECTOR / 3

"Líbrame, roba deprisa el caballo real mientras es hora, mientra todavía no anochece, mientras es de día sin tinieblas, si es que todavía hay tiempo, pues al robar el caballo tuve que matar al Rey, y al asesinarlo robé la muerte del Rey. Y la alegría orgiástica de nuestro asesinato me consume de terrible placer. Roba deprisa el caballo peligroso del Rey, róbame antes de que la noche venga y me llame".
Mi artista favorito es Gericault, el autor de "La balsa de la Medusa" y pintor de caballos. Se murió demasiado joven a consecuencia de una caída de caballo.
31/08/2005 09:54 Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.
CUENTOS DE MARTÍN MORMENEO / 11
ELLA ES OTRA
Me lo contaron en un viaje reciente al corazón de la piedra y del barroco en el Matarraña. A lo lejos, los montes se perfilaban entre colinas abombadas. Los olivares acercaban el olor del campo, el verde de las aceitunas aún amargas. Se desleía la luz tamizada de los viñedos. Me contaron la historia de esa mujer enigmática, tal vez gótica, como poseída por un esquivo designio o por una fe inefable. Había aparecido en varios periódicos a propósito de su último trabajo. La mirada clara y perturbadora, un aire insondable de lejanía y concentración, una energía indomable, siempre sin asomo de melancolía. De ella, me dijeron que había sido una niña bien o pija de una gran capital, deslumbrante de saberes, quizá altiva. En un viaje universitario, durante un curso que tenía varias sedes vinculadas a una cadena de leyendas, todos los ponentes y asistentes viajaban en un autobús. Todos, incluso un venerable profesor, experto en casi todo y buen conocedor de los trovadores. Todos, salvo ella, y otro de sus profesores. Alguien, ante cierto estupor silencioso, comentó: “Va en el coche porque él es su profesor y le dirige la tesis. Aprovechan para estudiar y esclarecer aspectos y dudas del tema”. No me dijeron el tema, aunque sí que poco después el catedrático y su joven alumna se unieron. Desconozco si tuvieron hijos. ¿Por qué habría de importarme?
Más tarde, ella descubrió otras latitudes del deseo y el impacto de otro amor, más joven, más delicado, de un renovado aroma espiritual. Cambió de atuendo, dio algo que hablar de nuevo a los que antes hablaban de su presunción, de su aire de sabia indolente e inaccesible. Mudó el traje chaqueta por la túnica o el vestuario más desenvuelto. Los pómulos ahora resaltan en su cara esculpida: debe ser ella, la de antes que jamás vi, y es otra. Siempre me había interesado retratarla, siempre había leído sus libros, sus traducciones, siempre me había imaginado cómo sería aquella profesora que salía victoriosa de cada envite con los siglos oscuros. Nada se le resistía, ni siquiera la mezcla alquímica del filtro de enamorar que tomó Tristán de Leonís. Lo que me contaron me atrajo mucho más hacia ella. Y no puedo decirlo todo. No puedo decir que ha abrazado otro credo más inquietante y huidizo: el fulgor de lo etéreo que nos convence y nos atrapa de súbito.
Cuando logré que posase para mí en el pueblo adonde fue a presentar su último ensayo, “Nada hay en el mundo. Visiones y símbolos”, comprendí que hay rostros que es preferible que fotografíen otros. La realidad desbarata algunos sueños que habíamos forjado y alimentado porque sí, absurdamente, con una testarudez que no se explica.
Nunca mostraré a nadie esas fotos. Tampoco me atrevería, ya, a borrarlas.
Me lo contaron en un viaje reciente al corazón de la piedra y del barroco en el Matarraña. A lo lejos, los montes se perfilaban entre colinas abombadas. Los olivares acercaban el olor del campo, el verde de las aceitunas aún amargas. Se desleía la luz tamizada de los viñedos. Me contaron la historia de esa mujer enigmática, tal vez gótica, como poseída por un esquivo designio o por una fe inefable. Había aparecido en varios periódicos a propósito de su último trabajo. La mirada clara y perturbadora, un aire insondable de lejanía y concentración, una energía indomable, siempre sin asomo de melancolía. De ella, me dijeron que había sido una niña bien o pija de una gran capital, deslumbrante de saberes, quizá altiva. En un viaje universitario, durante un curso que tenía varias sedes vinculadas a una cadena de leyendas, todos los ponentes y asistentes viajaban en un autobús. Todos, incluso un venerable profesor, experto en casi todo y buen conocedor de los trovadores. Todos, salvo ella, y otro de sus profesores. Alguien, ante cierto estupor silencioso, comentó: “Va en el coche porque él es su profesor y le dirige la tesis. Aprovechan para estudiar y esclarecer aspectos y dudas del tema”. No me dijeron el tema, aunque sí que poco después el catedrático y su joven alumna se unieron. Desconozco si tuvieron hijos. ¿Por qué habría de importarme?
Más tarde, ella descubrió otras latitudes del deseo y el impacto de otro amor, más joven, más delicado, de un renovado aroma espiritual. Cambió de atuendo, dio algo que hablar de nuevo a los que antes hablaban de su presunción, de su aire de sabia indolente e inaccesible. Mudó el traje chaqueta por la túnica o el vestuario más desenvuelto. Los pómulos ahora resaltan en su cara esculpida: debe ser ella, la de antes que jamás vi, y es otra. Siempre me había interesado retratarla, siempre había leído sus libros, sus traducciones, siempre me había imaginado cómo sería aquella profesora que salía victoriosa de cada envite con los siglos oscuros. Nada se le resistía, ni siquiera la mezcla alquímica del filtro de enamorar que tomó Tristán de Leonís. Lo que me contaron me atrajo mucho más hacia ella. Y no puedo decirlo todo. No puedo decir que ha abrazado otro credo más inquietante y huidizo: el fulgor de lo etéreo que nos convence y nos atrapa de súbito.
Cuando logré que posase para mí en el pueblo adonde fue a presentar su último ensayo, “Nada hay en el mundo. Visiones y símbolos”, comprendí que hay rostros que es preferible que fotografíen otros. La realidad desbarata algunos sueños que habíamos forjado y alimentado porque sí, absurdamente, con una testarudez que no se explica.
Nunca mostraré a nadie esas fotos. Tampoco me atrevería, ya, a borrarlas.
31/08/2005 10:17 Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.