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ACTA DE UN CUARTO DE HORA CON GILLIAN WATLING

ESCRITORA Y MADRE DE LEONOR WATLING
Salí demasiado tarde de “Heraldo”, quise escanear (lo hace, en realidad, mi admirado Jesús Berdún: una de las almas maravillosas del periódico, un hermano y un cómplice de ésos que te regala la redacción) y con una bolsa pesada cargada de papeles. El Zaragoza, en los penaltis, acababa de ganar: es el heroísmo de la Copa, incluso cuando se juega con equipos inferiores. Se vive siempre en el filo de la navaja, y este Zaragoza, más. Crucé la calle Cádiz y dejé la cartera y los objetos en el garaje. Mi hijo Daniel, que había hablado de “El fumador pasivo” (Xordica) en la biblioteca de Eva Puyo, me esperaba con el colombiano Efraim Medina Reyes, el escritor colombiano, y con Félix Romeo, entre otros. Crucé la calle de nuevo y llegué a la plaza de España: me gusta la gran noche de Independencia, las luces, los pasadizos hacia el Tubo, el lento y glacial avance de las manijas de los relojes. Me siento, en esta intemperie ideal, como en casa. Me siento en las acogedoras calles de mi casa del mundo. Avanzo por la calle Ossau y en el fondo de la plaza de Santa Cruz distingo a Félix. Me dice: “En Casa Hermógenes, está Luis con los chicos de Marlango”. Está con Leonor Watling, Alejandro, con el cineasta Javier Calvo, con Luis, por supuesto, el refugio de ternuras secretas del forastero que llega a la ciudad. Luis es como una libélula de todos los afectos: un imán y un geiser, un abrigo de sonrisas y de felicidad contra el cierzo. En Casa Hermógenes también está Gillian Watling, la madre de Leonor, british writer, una mujer extraordinaria, apasionada de la literatura, gran lectora, que fue durante seis años corresponsal del “The New York Times”, nada menos. En realidad, me dijo, fue corresponsal desde 1969 a 1975 de España y Portugal, el norte de África y Oriente Medio. A los norteamericanos no le interesaba en exceso España, mejor dicho casi nada, salvo asuntos de las infantas o de la supuesta agonía de Franco. Cuando Gillian llamaba al Pardo siempre le decían: “¿Que Franco está enfermo? En absoluto. Lo desmentimos”. Recuerda con mucho cariño de aquellos tiempos a políticos como Raúl Morodo o Nicolás Sartorius.
Una de las cosas más curiosas de Gillian Watling es su pasión por la literatura. Acaba de regresar de Inglaterra con un montón de libros. Lee todo: lo mismo puedes hablar con ella de John Dos Passos que de Paul Auster o de su mujer, la inquietante y bella, diríase que glacial y dulce a la vez, Siri Hustvedt, autora de libros como “El hechizo de Lily Dahl”, “Los ojos vendados” o “Todo cuando amé”. Hablamos de algunos de sus libros, publicados en España en Circe; “Todo cuanto amé” también lo publicó Anagrama. Y por aquellas cosas del azar, tras revelar que le gustaba que fumasen un poco en su entorno, que le gustaba el olor del humo, que le gustaba reírse, hablamos mucho de Laurie Lee (1914-1997), el autor de “Partí una mañana de verano”, “Una sidra con Rosie” o “Un instante de la guerra”, aquel libro estremecedor que publicó Muchnik y luego El Aleph, creo recordar, donde narra, entre otros muchos episodios, la batalla de Teruel donde mató o creyó matar a un hombre en medio de aquella terrible nevada de diciembre de 1937 y los primeros meses de 1938. Gillian Watling estaba casada con el economista Gonzalo Ceballos (tenía, por cierto, dos tíos fascinantes que eran ingenieros de montes, a los que Gillian evocó de pasada), que debió ser un hombre verdaderamente fascinante, curioso y viajero. Gonzalo hacia 1963 tuvo la ocurrencia de llevar a su mujer o compañera o novia, que tanto no me atreví a preguntar, de vacaciones de amor a Teruel, a ver el mausoleo de Los Amantes, y luego a Albarracín. Me pareció chocante pero preciosa la anécdota, y más anoche porque dentro de unas horas voy a Teruel con Rafael Bardají para estar con Javier Sierra y para ver el nuevo mural de Jorge Gay en el mausoleo de Los Amantes.
En este encuentro fugaz, de apenas quince minutos, me quedé con otra revelación muy bonita. No sé por que razón volvimos a hablar de Laurie Lee, aquel escritor y brigadista que llegó a España con un violín al hombro, que hacía sospechar a todo del mundo de su presencia. Gillian Watling dijo que había leído su autobiografía, donde evocaba con inmenso cariño y respeto a su madre, que debía ser tan bonita como fascinante, embrujadora. Le apasionaban las plantas, las flores, cuidar el jardín. Y dice Laurie Lee, confieso que no he leído el libro, que su madre lo cuidaba a él y a sus hermanos como si fueran flores, que los regaba, los alimentaba, los mimaba igual que a las plantas. Y en ese modo de derramar el cariño había una incalculable porción de libertad: los niños se movían a su antojo como pájaros libres en el jardín, tras el aroma del heno. En ese momento, Gillian Watling miró a su hija y me dijo: “Así he intentado criar yo a Leonor”.
Miré un momento a Leonor Watling, la cantante de Marlango, que llenó anoche en el Principal, la magnífica actriz, la elegante fumadora de cine negro, la cómplice de tantas noches y tertulias de Luis Alegre y de Félix… Su madre sonreía… A Félix le conté esta anécdota de regreso hacia la plaza de Santa Cruz. Sonrió y dijo: “Tiene razón. Supongo que Leonor tendrá algún defecto, pero es tan maravillosa y natural que no se le conoce”.
*Foto de Marlango: Alejandro Pelayo (piano y compositor), Leonor Watling (voz) y Óscar Ibarra (trompeta y otras formas del swing).
AUTORES ARAGONESES EN LA XI FERIA DE MONZÓN

Decía José Luis Acín que, desde el CELIA (Centro del Libro de Aragón) que dirige, se intentará colaborar en mejorar distintos aspectos de la Feria y, sobre todo, “incrementar la presencia de editoriales y hacerla más profesional”. Este año tendrán estands en Monzón casi cincuenta editoriales. Entre las novedades, desde la perspectiva de los organizadores (ver su web: www.ifm.es/libroaragones), se anuncia que se ha ampliado el espacio de exposición y venta de la planta superior y, agregan, “estamos intentando acercar al público infantil con nuevos espacios para ellos”. Habrá personal especializado, se impartirán talleres de caligrafía y cómic, se organiza un taller de microrrelatos y se acoge, por vez primera, a la editorial Imaginarium, de libros infantiles.
Hoy sábado: la “vuelta” de Arana
No pretendemos aquí hacer una reseña completa de todo lo que se va a presentar y a exponer, pero sí queremos recordar algunas cosas. El Rolde de Estudios Aragoneses inaugura la XI Feria de Monzón con la presentación de varios libros en la mañana del sábado: las “Poesías” de José Ramón Arana, que es uno de los libros de la temporada en el año de José Ramón Arana (1905-1973), y el mejor homenaje a un olvidado en el momento en que se cumple el primer centenario de su nacimiento en Garrapinillos. La edición, que incorpora los manuscritos ilustrados con algunos de los dibujos que reproducimos aquí, es de Javier Barreiro, y escriben distintos textos Alejandro Díez Torre y Eloy Fernández Clemente. También se presentará el libro “Antonio Pérez”, el guión cinematográfico de Antonio Artero, que nunca llegó a rodar; el volumen lo han preparado Javier Hernández y Pablo Pérez, solventes biógrafos del cineasta oscense. Otros libros de Rolde son “Mases y masoveros”, volumen coral coordinado por Ángel Hernández; la “Colección Rolde de arte contemporáneo”, que prologa Concha Lomba; dos números de la revista “Rolde”, etc.
Por la tarde, Eugenio Monesma presenta su impresionante trabajo “Las ilusiones perdidas” (Pyrene), que consta de doce entregas en DVD, y que es una historia de la Guerra Civil, la posguerra y el universo de los maquis. Certeza expondrá sus últimos títulos de la colección Redallo: “Operación Niebla” de Javier Aguirre, un relato de carácter policíaco; “Los sublevados” de Alfonso Zapater, la historia novelada de la insurrección de Jaca y los fusilamientos de Huesca en 1930, y la novela tremendista “El pozo” de Luciano Varea; el domingo, también se hablará de los libros de la colección Cantela: “La ciudad del viento” de Ricardo Vázquez-Prada, “Memoria de París” de Julia Emperador y “Nacieron desnudos” de Michel Suñén.
CEHIMO estrena el libro “Recuerdos y fotografías de Binaced y Valcar” de Manuel Castillo Miralbés. Olifante ofrece tres novedades: “Todas la luz del mundo”, en las lenguas aragonesas y españolas, de Ángel Guinda; la “Poesía” de Miguel Cervantes, y una novedad absolutamente reciente: “Poesía” de Manu Cáncer (Bilbao, 1954-Madrid, 2002), un poeta y narrador, con antepasados en Huesca, que había publicado dos libros y dejó otro inédito.
Pirineo sigue apostando por dos de sus autores predilectos como José Antonio Adell y Celedonio García con “Historias de nuestros pueblos / 2”. El Consello d’a Fabla Aragonesa lleva el “Vocabulario monegrino” de Rodés, Maza y Gavín. Xordica, en sus colecciones de aragonés, propone “Las zagueras trifulcas de Marieta” de Quino Villa, y “Misión lingüística en el Alto Aragón” de Jean Joseph Saroïhandy, con edición y estudio de Óscar Latas, “sin duda la obra más importante para el conocimiento de la lengua aragonesa”, que recoge 30.000 voces de 135 localidades altoaragonesas y numerosos fragmentos de la literatura oral.
La editorial de Chusé Raúl Usón también presentará otros dos títulos el domingo: “Lo que mai no s’olbida” de Elena Chazal y los cinco cuentos de “El fumador pasivo” de Daniel Gascón, protagonizados por un personaje que vive en Zaragoza, Norwich, Francia, Teruel y Castellón. La sesión del sábado se cierra con el espectáculo de vídeo-arte “Baltasar Gracián: Oráculo manual” de Aurelio Bardají y con la presentación del cedé “A Cadiera Coixa”.
Domingo: historia y ficciones
El domingo se abre con dos títulos infantiles del Patronato de Cultura de Monzón: “El tesoro de Marina” de Esther Lozano y Mónica Pasamón, y con “Adivina, adivinón, ¿en qué ciudad vivo yo?” de Ana Rodríguez Macías. Toño Ruiz realizará la puesta de largo de su novela “Semilla de Cardamomo” (Incipit), la historia de la periodista Eva Jalón, que transcurre en dos tiempos: en la Zaragoza que se halla en vísperas de la Expo 2008 y en la India, en la que realiza una búsqueda vinculada con la manipulación genética y las adopciones que le permite efectuar un auténtico viaje cultural al país del todo y la nada. El libro tiene una clave de suspense y cuenta con estupendos personajes secundarios: Carlos, el amigo de Eva, y Robert.
Otro de los espléndidos libros de la temporada es “Manuel Buenacasa Tomeo. Militancia, cultura y acción libertarias”, que han redactado al alimón dos historiadores jóvenes como Jesús Cirac y José Luis Ledesma. La mañana se animará con un montaje de cuentacuentos de asunto sefardí. Por la tarde, Luis Esteve explicará su edición de “El cura de Almuniaced y otros relatos” (Biblioteca del Exilio / Instituto de Estudios Altoaragoneses) de José Ramón Arana, en el que además de la mejor novela del escritor zaragozano, también hay un cuento de homenaje a Miguel Cervantes.
Del IEA, también se presentará “Denuncias y represión en años de posguerra. El Tribunal de Responsabilidades Políticas en Huesca”, una intensa y esclarecedora investigación de Elena Franco Lanao. Unaluna, el sello de Luis Ángel Blasco, comparece en Monzón con “Diario de un ambulanciero” de Nigo Sola, una crónica espeluznante y verídica de un conductor de ambulancias que denuncia la corrupción, en Zaragoza, de este imprescindible servicio público; “García Barón, un anarquista de Monzón” de J. J. Beeme (que es así como firma José Joaquín Blasco); “Luis Roldán y las caras de Belchite” de Eladio Romero, una especie de broma, con fondo de intriga, sobre el ex jefe de la Guardia Civil; y “Zaragoza sitiada. El cuadro que Goya no quiso pintar” de Alfredo Compaired, una visión muy completa de la Guerra de la Independencia en Zaragoza en 1808 y 1809 con una crítica terrible hacia el clero de la época, que se vendió al enemigo. Gara d’Edizions, el proyecto de Chusé Aragüés, ofrece “El aragonés de Baixo Peñas” de Fernando Romanos y Fernando Blas; “Aspectos mofosintácticos del belsetán” de Chabier Lozano y Ángel Luis Saludas, y “Voces de Aragón” de Brian Mott.
Prames estrena dos títulos: “Pirineo de Boi” de Enrique Satué Oliván, un investigador imprescindible del Alto Aragón en diversas facetas, y “Yo, Henri Russell”, un nuevo libro de Alberto Martínez Embid, que coincide con otro suyo de asunto parecido: “Henry Rusell y la exploración de las montañas del Valle de Tena (1863-1877)” (IEA y otros). El domingo se completa con un concierto de música medieval de Pneuma en la catedral de Santa María de Monzón. A lo largo de la jornada actuará la trapecista y bailarina Emma Luna.
Lunes: cuentos y despedida
El lunes habrá cuentacuentos y pase de distintos vídeos, entre ellos “Pasamos miedo juntos” de Ángel Luis Sarvisé y Concha Ibarz. Por la tarde se presentarán distintas publicaciones, y varios libros: “Antolochia literaria n’aragonés. Siglos XI y XII” y “La vida del agricultor, 1804-1906” del Colectivo Amics de Tamarit; “Cicatrices del alma” de José Antonio Sánchez, y de “De la cesta a la mesa” de varios autores. Se presentará el cedé “Grupo Folclórico Nuestra Señora de la Alegría”, y se cerrarán las puertas con una sesión de música electrónica. Todos estos títulos se sumarán a otros recientes de José L. Corral, Ramón Acín, Magdalena Lasala, Raúl Herrero, Julio Cristellys, Pilar Laura Mateo, Ferrer Lerín, Durán Gudiol, Francisco Grasa, José L. Melero & Javier Barreiro, Antonio Fernández, Molina, Félix Teira Cubel, Santiago Sancho, Daniel Rabanaque, Ángel Petisme, Ángel Gracia, Julio José Ordovás, José-Carlos Mainer... Y muchos otros que tienen que estar ahí por derecho propio.
JAVIER TORRES: EL REY DE LOS TELÉFONOS MÓVILES (ENTREVISTA)*

1.- ¿Se considera un adicto al móvil o puede pasar perfectamente sin él?
Un adicto, lo reconozco, pero su falta sería una gran incomodidad más que un síndrome de abstinencia.
2.- ¿Hasta qué punto la telefonía móvil ha cambiado su vida?
Al punto de tener más libertad de movimientos, estar permanentemente informado, y tener una relación mas próxima con familia y amigos
3.- ¿Cómo fue el salto de radioaficinado al teléfono móvil?
La base de la radioafición es la experimentación, comunicarse no es el fin propiamente dicho sino la culminación de unas nuevas antenas hechas por uno mismo, un ajuste diferente en el equipo transmisor, un micro o un manipulador de telegrafía nuevos. Por tanto, el salto fue a la inversa, en la telefonía la finalidad es la palabra y el equipo transmisor se nos da hecho.
4.- ¿Cree que los españoles le sacamos suficiente partido al teléfono móvil o todavía somos unos usuarios muy básicos?
Si generalizamos tengo que decir muy básicos, a juzgar por mi experiencia las dudas son inmensas y de todo tipo: operadoras, manejo, programas y utilidades están infrautilizados en la mayor parte de usuarios. Hay tan sólo un sector de población, básicamente joven, que utiliza, disfruta y saca partido de su terminal.
5.- A su juicio, ¿tiene sentido seguir incorporando al móvil nuevas y sofisticadas funciones?
Por supuesto, los fabricantes pueden estar tranquilos, no sólo por tener un público ávido de prestaciones dispuesto a disfrutarlas, sino también por el snob, gozoso de estar a la última aunque sea incapaz de sacarle partido. Un noventa por cien de los terminales Symbian que han caído en mis manos de otros usuarios estaban tal cual salen de sus embalajes, como mucho algún juego, melodía y salvapantallas.
6.- ¿Cuántos teléfonos móviles tiene y cuál fue el primero que tuvo?
A día de hoy 67 con las últimas donaciones, forman parte de un museo del que me siento orgulloso, sólo conozco otro mucho mejor y más completo, el de mi amigo Luis -www.datodigital.com-, pero juega con ventaja, tiene taller, y en él reposan los modelos ya obsoletos o irreparables. Mi primer terminal fue un analógico -Moviline- Telyco, si bien debajo de su pegatina estaba la marca NEC, modelo EZ-2930-B, su verdadero fabricante.
7.- ¿Cambia mucho de teléfono?
No me preocupa tanto cambiar, busco más incorporar prestaciones, y si éstas llegan también llega el cambio. Procuro estar al día pero aún no tengo mi móvil perfecto; en abril adquirí el Nokia 6680, lo esperaba con interés pero adolece de muchas mejoras aún: La memoria es insuficiente -ya se habla en Nokia de terminales con 100 Gb. pero lo próximo se llama N91 y tiene 4 Gb.-, Wifi, USB -como en la N-Gage-, radio. El teclado Bluetooth compatible no incorpora la "ñ" ni pone las tildes sobre las vocales..., ¡increíble!. Han quitado el puerto de infrarrojos y con él la posibilidad -entre otras- de utilizar un programa como el "Total irRemote" que llevo instalado en otro de mis terminales, un mando a distancia configurable por marcas para Tv, Vídeo, Hi-Fi, etc. La cámara trasera es de 1,3 Mb., pero no así la frontal. Sería deseable una mayor velocidad de proceso..., en fin, mejoras que llegan con cuentagotas y sin conformar un terminal apropiado y deseable, un verdadero boom de mercado.
8.- ¿Tiene algún modelo favorito de móvil?
No, más bien tengo la idea de lo que podría ser mi móvil favorito volviendo a la anterior pregunta.
9.- Aparte de la comunicación ¿cuál es la funcionalidad que le parece más importante del móvil y a la que le saca mayor partido?
El navegador, sin duda, la posibilidad de acceder a la red en cualquier lugar es un lujo para mí. Llevo instalado el NetFront, un navegador excelente bajo mi punto de vista. También el diccionario de la RAE que llevo instalado es una de mis debilidades. Me gusta escribir y lo consulto a menudo. Oí a Elena Medel -joven poetisa cordobesa- en un programa de radio comentar su afición a escribir e incluso grabar de voz en el móvil y en cualquier lugar sus poemas, de tal forma la fuente de su inspiración no tiene la más mínima oportunidad de esfumarse. También me gustó su declaración de abominar públicamente contra quienes recortan las palabras en los sms hasta hacerlos incomprensibles.
10.- ¿Cuánto se puede llegar a gastar en teléfono móvil en un mes?
¡Uff..., mucho!, algo más de 200€, teniendo en cuenta un uso profesional, tres operadores y un contrato de datos indispensable para la gestión del correo y la navegación.
11.- ¿Realmente cree que hay competencia en el mundo de las operadoras?
Salta a la vista que no, tres operadoras que dominan un suculento mercado en régimen de oligopolio, con unas tarifas y promociones que parecen surgir de las mismas salas de reunión.
12.- ¿Cuáles son las mayores quejas y reivindicaciones que tiene que hacerle a las operadoras?
La más importante es la cobertura, algo inaudito teniendo en cuenta las pérdidas generadas para ellas por tal motivo. Muchísimos núcleos rurales carecen de cobertura y decenas se tienen que conformar con la cobertura residual de poblaciones y vías de comunicación próximas. Otra, no menos importante son las tarifas. Establecimiento de llamada, más primer minuto completo y un segundo del siguiente hacen de una breve conversación un coste demasiado elevado. Los contestadores deberían dar la opción de colgar sin coste cuando no se desea dejar un mensaje; resulta muy oneroso no cumplir el objetivo deseado -la conversación- y perder parte de tu saldo por ello.
14.- ¿Sería partidario de una tarifa plana?
Claro que sí, siempre que fuera realmente económica, de esa forma y con una buena cobertura sólo estaría abonado a un operador.
15.- ¿Es adicto a los SMS?
Adicto, adicto... no, los utilizo habitualmente, pero siempre con el informe de entrega *n# para tener la certeza de que ha llegado a tiempo, en Movistar funciona, en Amena y Vodafone no es seguro. También soy partidario del texto predictivo, requiere un aprendizaje pero luego se escribe muy rápido, no sirve para quienes recortan las palabras hasta parecer mensajes cifrados, si bien reconozco utilizarlos también, aunque me lleva más tiempo escribir abreviado que con el T9. Para saber algo más sobre texto predictivo: http://www.aecomo.org/content.asp?contenttypeid=2&contentid=3660&catid=162
16.- ¿Con quién suele enviarse más mensajes cortos?
Es indiferente, familia, amigos. Como anécdota destacaría los que recibo de mi amigo Mariano -Gistain.net, son los sms más breves del Gsm, él asegura que los míos son tan buenos que los guarda en un archivo..., yo no le creo.
17.- ¿Qué cosa le gustaría que se pudiese llegar a hacer con el móvil?
Nada imposible y que la red lo permite, el desvío de mensajes. También la domótica, se habla mucho de ello pero todavía no sacamos beneficio del móvil y sus posibilidades.
16.- ¿Nunca sale de casa sin el teléfono?
Nunca, así es, tampoco sin DNI, tarjeta sanitaria... hay cosas imprescindibles.
17.- Si alguna vez se le olvida el móvil en casa ¿obligatoriamente tiene que volver a él?
Debería hacerlo obligatoriamente en un día laborable, un festivo no sería un drama. De cualquier forma es poco probable el olvido -risas-.
18.- ¿Cómo surgió la idea de impartir cursos sobre teléfono móvil?
El periodista y escritor Mariano Gistaín, en una iniciativa sin precedentes, donó un ordenador y el resto de ellos llegaron también donados desde diferentes puntos a la asociación de vecinos La Almozara de Zaragoza y se creó el Milímetro digital -http://digital.almozara.net/- para impartir cursos de software libre e iniciación al ordenador para todos los vecinos que estuvieran interesados. Sabedor de mis conocimientos del móvil me propuso impartir clases de teoría y manejo. El también periodista y escritor Antón Castro me propuso para los VI Encuentros literarios de Albarracín: http://www.10lineas.com/antoncastro/alba.htm
19.- ¿Qué tipo de gente es la que acude a estos cursos y por qué tipo de cosas se interesan más?
Gente de todo tipo, desde amas de casa a profesores de universidad, jóvenes y no tanto. Se interesan por las configuraciones multimedia, vínculos para Bluetooth y Pc, descargas, códigos de red, etc.
20.- ¿Cuáles son los trucos que enseñas en tus cursos?
Principalmente códigos de red, cambiar un pin es más sencillo así: **04*pin viejo*pin nuevo*pin nuevo# que acceder a los, a veces, complicados menús del terminal. Eliminar un desvío: ##002# o establecerlo: **21*número desvío# y llamada, y así muchos otros códigos útiles para quienes son asiduos a utilizar funciones del móvil más complejas desde los menús.
CONFIDENCIAL
- ¿Cuál es su modelo de teléfono móvil?
- Nokia 6680
- Un accesorio
- Manos libres y auricular Bluetooth
- Un color
- Negro y cromo combinados
- ¿Baterías, pilas o energía solar?
-Baterías
- ¿A qué lugar no llevaría nunca el móvil
- Siempre "on board", aunque el sentido común aconseja apagarlo en ocasiones
- ¿Y dónde no iría sin él?
- Al trabajo
- El momento más inoportuno para que suene.
- En una conversación vis a vis, no me agrada lo más mínimo dejar una persona por una llamada
- La llamada más esperada.
- El anuncio de que voy a ser abuelo
- Su sueño tecnológico.
- La cobertura total del planeta
*Esta entrevista a Javier Torres -que es mucho más que un apasionado de los teléfonos móviles: es la encarnación del entusiasmo y la delicadeza, la pasión por Aragón y los libros, el correo de la amistad, el viajero con maletas que te traerá un libro antes que nadie-apareció en la revista "Móviles Magazine" . Su autora es Salomé González. Anuncia que tiene un museo del móvil en Alcalá de Ebro con más de 70 piezas. El año que viene los VII Encuentros de Albarracín estarán dedicados al mundo de los editores, (pequeños y grandes editores, cómo se hacen los libros, política de fondo, catálogo, maquetación, cómo se publica un libro, industria, mercado, películas, apuestas específicas por un autor, creación de bibliotecas de autor, los grandes problemas de distribución...) y Javier será invitado de nuevo a dar sus talleres de telefonía móvil. La foto que reproduzco aquí es de Fernando García Mongay.
PALABRAS DE ALBERTO GARCÍA-ALIX*

NOTAS DE FOTOGRAFÍA DE MANUEL MARTÍN MORMENEO / 5
Alberto García-Alix (León, 1954) dice: “Más que la ‘movida madrileña’, he fotografiado mi propia movida, mi entorno. Al principio era más lúdico y fresco, pero cada vez soy más abstracto, quitas lo superfluo, que en el fondo siempre es un poco rococó, e intentas decir más con menos”.
García-Alix, contemporáneo del primer Almodóvar, de las explosiones musicales y pictóricas, asegura que “cada vez tienes más trampas. La fotografía es una trampa de ver más y con intención. El fotógrafo siempre toma la decisión de dónde y cómo mirar. Al principio era más virgen, aunque yo intento que todo lo que hago sea yo mismo. Todas las fotos de uno son autorretratos”. Dice que, a pesar de lo que puedan sugerir sus fotos de cierta rudeza, marginalidad y dureza, “he tenido una vida de lujo, dichosa. Tengo buen corazón. No sé definir mis fotos, pero sí mi mirada: es una mirada frontal, no es amable, pero trato con gran dignidad a mis fotografiados. Soy solidario con ellos. Nuestro oficio implica una gran comprensión, y sólo llegas a la comprensión de los demás si te comprendes a ti mismo”.
García-Alix se declara admirador de Richard Avedon, Diane Arbus o William Klein, “de todos aquellos que te sorprenden o te llevan a conocer algo nuevo. Mi trabajo es sincero y honesto, aunque cada vez educas más el ojo que mira”. Allá donde va lleva su Leica de 35 mm. y su Hasselblad de 6 x 6. Alberto García-Alix recibió en 1999 el Premio Nacional de Fotografía.
*Háblé con Alberto García-Alix durante una estancia suya en Albarracín. Hurgo en mi bloc de notas, y recupero esta nota. Pongo aquí una foro de la serie "Amor en la carretera"
LA "POESÍA COMPLETA" DE MANU CÁNCER, EN OLIFANTE

MANU CÁNCER:
LAS PALABRAS NECESARIAS PARA VIVIR
Manu Cáncer, Juan Manuel Cáncer Trincado, (Bilbao, 1954-Madrid, 2002) siempre deseó ser escritor. Encontró en la poesía su natural forma de expresión. A lo largo de sus 48 años de vida consiguió concluir tres poemarios: ¡Grita!, que inició siendo un adolescente de 16 o 17 años en Bilbao, volumen aparecido en 1981 en edición de autor; Blues de todos los jueves (Ópera Prima, 1998), proyecto en el que recuperaba algún poema anterior y ensanchaba sus obsesiones, y Palabras que se mueven, el libro que dejó inédito y posiblemente acabado al morir en 2002. En los últimos tiempos había entrado en un periodo feliz y fértil; redactaba cuentos (uno de ellos, “Habitación 306”, fue galardonado en el IV premio de Paradores y recogido luego en un libro conjunto de 2003), trabajaba en una suerte de autobiografía novelada, proyectaba abordar la historia de su padre, condenado a muerte tras la Guerra Civil y avanzaba en la escritura poética con esta sensación: “Vivir los días que me queden // robándole a la vida // sus joyas férreamente custodiadas, // con la ventaja // inestimable del factor sorpresa”.
Su infancia transcurrió entre Bilbao y los veranos de olivares y viñedos de Arnedillo (La Rioja). Cursó estudios en Solocoetxe, la escuela donde daba clases una figura esencial de su vida: su abuelo materno Francisco Trincado, que lo encauzó con delicadeza hacia el estudio de la Historia. En su último libro, Palabras que se mueven, Manu Cáncer compuso el poema “Te regalaré un cuento”, que parece una pieza inequívocamente amorosa, de plenitud con la amada, sin duda, pero también podría evocar los métodos narrativos de su propio abuelo:
Te regalaré un cuento encuadernado
en rústica de arena.
Escribiré un relato breve, para ti,
con finas palabras de sueño.
El argumento es tu complicidad,
simplemente
tu amor.
La pequeña leyenda dirá que te he querido
y la leyenda miente:
Te seguiré queriendo
más allá de las páginas
del sueño.
Yo te sigo queriendo
después del vidrio viejo
de palabras como éstas,
recién desenterradas.
Tras realizar el Bachillerato en Jesuitas, Manu Cáncer entró en la Universidad de Deusto, donde se licenció en Filosofía y Letras, rama de Historia y más tarde cursó estudios de periodismo en Bellaterra. Cáncer ofrecía en esos años dos perfiles diferentes y complementarios: el de la militancia política de izquierdas un poco al margen del PCE o de otros movimientos y partidos, pero no en la retaguardia exactamente, sino en una distancia que a él se le antojó justa; y el del hombre intimista que se movía como un pez en el agua en el ámbito de la contracultura, el hippismo y los ecos del mayo del 68, y quería afirmar su condición de poeta incipiente. Cáncer y sus amigos Dermit y Esparta, entre otros, eran jóvenes brillantes e inquietos, con una postura vital que se reflejaba a diario en sus apuestas, en su forma de vivir, en sus lecturas, en su fervor por la política. “Manu -recuerdan sus hermanas Elena y Susana- hizo la carrera por compromiso y por exigencia familiar, sentía rechazo por el mundo académico. Nunca ejerció la docencia, ni quiso hacerlo. Sus amigos lo recuerdan como un hombre feliz, muy interesado en la política nacional e internacional, con una gran capacidad para contar la Historia y para glosar con auténtico entusiasmo el mundo árabe y romano” “Eran aventureros, amigos de experimentar, enfrentados con el sistema del momento. Al fin y al cabo, eran los años del franquismo y de una enorme ebullición política”
De forma muy diferente, su padre Manuel Cáncer y su madre Inés Trincado serán determinantes en su vida. Su madre será siempre su cómplice, su mejor amiga. Manu empezó a escribir bajo su influencia. Y para ella fue siempre el hijo perfecto. En Blues de todos los jueves le rinde un homenaje explícito, aunque se trate de un poema de misteriosas sensaciones: “Mi madre está llorando. // Mirando el parque por la noche, //mi madre está llorando. // La gaviota ha llegado // pero la luna no. // Es difícil creerlo, // la gaviota ha llegado // pero la luna no, // mi madre está llorando. Su padre, que presentaba en ocasiones un perfil autoritario de hombre recto y luchador que se ha hecho a sí mismo, tenía una cierta aureola de leyenda: había nacido en Alcubierre (Huesca) en 1916 y combatió, durante la Guerra Civil. Con la victoria del general Franco, sería detenido y condenado a muerte. Estuvo preso en Huesca, en Burgos, en Torrero (Zaragoza) Al final quedó en libertad e inició una nueva vida en Bilbao. Manu le dedicó, entre otros textos, el “Poema de alquitrán”, que ha sido inscrito en parte en su lápida del Cementerio Civil de Madrid y que no figura en su libro póstumo. El azar quiso que padre e hijo compartan para siempre ese nicho. El poema dice así:
Sobreviviste al barro de los mapas
y un silencio
de cárcel y dolor, inventado con prisa,
rompió tu juventud como un espejo amargo.
Desde siempre soñabas
que los trenes llegasen probablemente un día
al trigo verde de las tierras altas.
A veces no es difícil recordarte
en los rumores sordos
de aquel Bilbao mojado y diferente,
y en los días nublados de azul gris imposible.
Y tampoco es difícil
presentar tu energía,
escrita en muchas noches de trabajo
con la caligrafía más rotunda
del alquitrán templado.
No es posible llorarte sin recordar tu fe,
sin pedirle a la lluvia
responsabilidades:
con una sola lágrima
tú pudiste guiar
el rumbo de los barcos y la melancolía.
Y no te vi llorar.
En la ceniza azul quedaba tu figura
de hombros más bien cargados,
porque a partir de ahora
esta brisa primera de cada madrugada,
esta brisa será quien mejor sepa
que el tren de tu destino
ha llegado por fin
al trigo verde de las tierras altas.
El poema es una biografía elíptica del personaje y una incontestable muestra de cariño y respeto, aunque entre los dos la relación nunca fue fácil. Manu Cáncer vivió en los años 70 una intensa relación amorosa con su primera novia, Pura que tiene su eco en ¡Grita!
Más tarde se traslada a Madrid y luego a la Ibiza de los 80, mitad cosmopolita, mitad mediterránea, donde se inicia en el comercio de antigüedades, enfocado hacia un coleccionismo elitista. Allí el poeta dio rienda suelta a sus aficiones: le encantaba el Mediterráneo, la gastronomía, la existencia apacible ante ese mar que desata sensualidad y sosiego con su temblor tranquilo, y además multiplicó sus lecturas. Algunos de sus compañeros de viaje de entonces eran Lorca, Pablo Neruda, León Felipe, Miguel Hernández, Blas de Otero, Vladimir Maiakovski o Walt Whitman, cuyas “Hojas de hierba” leía con frecuencia, pero también frecuentaba a Homero, tanto en “La Odisea” como en “La Ilíada”, a los poetas de la “beat generation”.
A mediados de los años 80, Manu conocerá a la que será su compañera durante casi 20 años: Carmen Fábrega.
Carmen, o la propia idea del amor en abstracto, es la destinataria de muchos de sus poemas amatorios, que son mayoría en sus dos últimos poemarios: Blues de todos los jueves, que presentó en El Clamores en 1998 y que tiene una indudable inspiración musical, y en Palabras que se mueven, su proyecto final.
Su muerte ocurrió inesperadamente en marzo de 2002, cuando ya se había volcado por completo en la creación literaria, tanto en la modalidad poética como en la narración.
¿Cómo es su poesía? Ya en su primer libro ¡Grita! decía que “un poema no es otra cosa que un abrazo”, y advertía en otra composición, que tiene algo de manifiesto personal y a la vez de poética, que “Yo no escribo con técnica, // escribo con zapatos // usados. (…) Traigo tierra en mis manos, // la tierra solidaria que todo lo desborda. // Ser escritor es mirarse en las ventanas de los trenes, // es sentirse lluvia, // es hacer barricadas y sacar prisioneros de las cárceles”. Aquí están esbozados algunos aspectos de su lírica de aquel momento: poesía de una experiencia íntima, de las emociones y del combate, escrita con palabras directas y sencillas, con una retórica vivida, en la línea de Miguel Hernández, de León Felipe o de Blas de Otero. Este primer libro lo inició muy joven, y lo fue madurando durante años. Si es cierto que ya tenía algunas versiones o primeros poemas a los 17 años, lo aquilató y lo redondeó a lo largo de una década. Puede decirse que en esta primera tentativa se percibe una vena social insistente, “grítale al hombre”, “sal a la luz del éxtasis y grita”; una desazón entre juvenil y existencial permanente, se habla una y otra vez de esos profetas que se convierten en los guías de la revolución.
Emplea elementos simbólicos muy propios del momento, al menos desde una órbita de la izquierda militante del último franquismo y los inicios de la Transición: el pan, el grito, el humanismo, la política, el amor a la vida, la calle, el guerrillero, el peligro de vivir y de ser libres, la identidad y la proximidad de la muerte, que es un tema que reaparece una y otra vez desde la impostura de quien es rabiosamente joven: “Sé // que me estoy muriendo: es profeta hasta el junco, hasta el agua y la noche, // sé que me estoy muriendo; en tu hijo gritando, nacido sin nacer, // sé que me estoy muriendo”. Pero aquí ya evidencia su interés por el paisaje, por un conjunto de sensaciones vinculadas a su memoria y a la tierra. Quizá sea éste uno de esos mejores momentos: “Respiro sol de otoño // y bajo las colinas corriendo, // bailo por entre los viñedos // y canto esa canción subido en un almendro // chupando la uva fría de polvo y madrugada, // he vuelto, sé que he vuelto”. El amor empieza a ser un asunto decisivo, aunque su visión y la experiencia directa se harán más rotundas en los dos libros siguientes: “He buscado tu nombre // musicando fieramente el silencio”, anota. ¡Grita! es un libro de tanteos, impulsivo, de discurso torrencial y a veces prosaico, de definiciones constantes, de afirmación y de búsqueda de una voz que intenta ser propia en medio de un contexto difícil: “Casi siempre regreso a mis viejos amigos, // y casi siempre escribo poemas // de vino // y calles viejas, // soy de esta gente con olor a sandía, a madera, // de esa gente con manos de humedad; // tengo algo de poeta, soy pescador y cosechero y albañil, // soy un poeta callejero // y el viejo tejedor y el cómico ambulante // y el peón caminero, // ésta es toda mi vida”. El Pablo Neruda de las Odas elementales y el Rafael Alberti de libros como Coplas de Juan Panadero bien podrían resonar al fondo.
Manu Cáncer tardó 17 años, nada menos, en publicar Blues de todos los jueves (Ópera Prima, 1998. Llevaba un prólogo del editor José Antonio Pastor). Había madurado mucho desde entonces, había vivido intensamente y había viajado. Una buena parte de los poemas del libro es presentada como canciones. Repite algunos textos del libro anterior (que se suprimen en esta edición de Olifante) e incluso se permite algunos ejercicios de reescritura. Ofrece algunas series como “La canción del viajero”, con cinco piezas, o “Morir en los olivos”, con tres; el olivo es uno de esos árboles talismán para el autor: dice en otro lugar “el olivo, solamente el olivo // es el país del que yo vengo, // la puerta de madera de mi casa”. Todo el poemario ofrece un reencuentro en el paisaje, un nuevo lirismo amoroso, centrado en C. (que debe ser Carmen Fábrega, su compañera durante veinte años), y abundan las alegorías sobre un tránsito exterior acomodado a una intensa experiencia íntima de reflexión y entrega. La exaltación de la amada es continua en composiciones muy diferentes, de gran finura sentimental. En “Saberlo todo” leemos: “La noche // se hizo para mirarte // mientras duermes // y admirar tu quietud, con ternura, // decirte cosas al oído, // saber que estás en paz. // Saber que amarte // es saber todo”. En otro lugar, escribe: “También te he escrito amor en un tobillo”.
Las alusiones musicales persisten en el inédito Palabras que se mueven, especialmente en uno de sus poemas más largos y ambiciosos: “Bolero de María Cartago”, donde el autor ensaya la composición narrativa y asume la voz de María, nacida en Cartago, cuyo destino “era leer en la relojería de los sentimientos”, y explica que “No tuve más belleza // que volver a escuchar los golpes de martillo // y que esperar el telegrama nuevo de la primavera”. En el libro hay muchas más cosas: Manu Cáncer sigue cantándole al amor, a la naturaleza, a las pequeñas cosas de su existencia diaria con todo su arsenal de desengaños, a su memoria colmada de recuerdos con almendros, olivos y parrales, que parece la flora que integra su imagen del edén, y hace recuento de distintos momentos de su vida a través del recuerdo del perfume de la mujer amada, las monedas, las leyes, las cartas (algo que también aparecía en el libro anterior) o de esas irremediables lágrimas que se le escapan de los ojos y de un hondo penar mientras deambula entre las sombras de la noche en una jornada que llegará tarde a casa. E incluso esboza un cuento fantástico en verso como “Las campanas del mar”, e insiste con el poema narrativo en “El escritor de la puerta del sur”. Cierra el volumen con una pieza breve como “Nombrar”: “Nombrar las cosas es abrir la puerta. // Nombrar las cosas // es cerrar las manos // y guardar la nieve”.
Manu Cáncer, Juan Manuel Cáncer Trincado, había empezado “a vivir las estaciones como países que se conocen por primera vez”. Había recuperado el pulso poético, el gusto por la palabra, la urgencia de vaciarse en el poema con palabras emocionantes y acaso melancólicas, sin asomo de culturalismo, transidas de desnudez, de atmósfera y de encendido amor. Y cuando andaba en ésas, cuando acumulaba cuadernos y notas y se imaginaba una parsimoniosa carrera de escritor, lo sorprendió la muerte. “Si la sombra de un hombre va llenándose // de abecedarios desgastados y calendarios viejos…”, escribió en una ocasión. Nunca lo conocí (me han hablado de él y de su mundo sus hermanas Helena y Susana Cáncer, el realizador Antonio Gómez Olea, su madre Inés Trincado…), pero es fácil entreverlo y quererlo a través de sus poemas: tres libros que resumen 30 años de escritura poética para sí mismo, tranquila y diáfana, tres libros que son la mejor fotografía de un hombre cariñoso y comprometido, prisionero en ocasiones de dolencias casi misteriosas, que sostenía que querer era celebrar con su amada “la suavísima luz que parece azafrán muchas mañanas”.
*Olifante, la editorial de Trinidad Ruiz-Marcellán y Marcello Reyes, acaba de publicar la "Poesía completa" de Manu Cáncer. El libro se presentó ayer en la Feria de Monzón, y el 19 en Antígona. Incuyo aquí el prólogo al volumen; la solapa es del profesor y poeta de las Cinco Villas, Miguel Ángel Longás.
JOSÉ ENRIQUE MORENO GISTAÍN, II PREMIO

José Enrique Moreno Gistaín gana el segundo premio del Concurso Jóvenes Pianistas Ciudad de Albacete. El premio especial Pilar Amo Vázquez destinado al mejor intérprete de la música de Federico Chopin, ha sido otorgado por mayoría del jurado a Eva María Jiménez -ganadora del concurso- y a José Enrique Moreno Gistain, que lo comparten exaequo.
PEQUEÑA BIOGRAFÍA
José Enrique Moreno Gistaín
Nace en Barbastro en 1976.
Ha realizado estudios en el Conservatorio Superior de Música de Zaragoza bajo la dirección de Consuelo Roy y en el Conservatorio Superior Municipal de Barcelona como alumno del pianista Ramón Coll.
Finaliza el Grado Medio con las distinciones de Premio Extraordinario en Música de Cámara y Premio Extraordinario en Piano. Asimismo terminó brillantemente sus estudios de Grado Superior obteniendo también Premio de Honor en Piano en el Conservatorio Superior de Barcelona como alumno de Ramón Coll, con quien realizó posteriormente dos años de posgrado en dicho centro.
Ha sido becado por instituciones como Ministerio de Cultura, la Diputación General de Aragón, y ha obtenido mediante concurso una de las becas para estudios de perfeccionamiento de Ibercaja.
Ha realizado numerosos cursos internacionales de especialización musical (interpretación pianística, música de cámara, análisis musical y afinación) con maestros como Peter Bithell, Ramzi Yassa, Ramón Coll, Boris Slutsky, Marc Durand, Julian Martin, Dominique Weber o Blanca Uribe.
Es miembro activo de la Asociación Aragonesa de Intérpretes de Música (AAIM) y compagina la actividad concertística con la docente como Profesor de Conservatorio por oposición en la Comunidad de Madrid.
Recientemente ha obtenido el Tercer Premio en el Concurso de Piano "Rotaract Club" de Palma de Mallorca.
Entre los conciertos, cabe destacar especialmente los realizados como dúo de piano con su hermano Juan Fernando, con el que se han presentado en numerosas localidades, destacando varios conciertos en la sala de la Diputación Provincial de Huesca, en el Auditorio de Zaragoza, Festival New Millenium de Gijón, Sala Eutherpe en León, en el ciclo de conciertos del Foro Romano de Zaragoza, el Festival Internacional de Música de Jaca además de una constante actividad concertística en la Comunidad de Aragón con conciertos en las localidades más importantes como Huesca, Zaragoza, Teruel, Barbastro, Graus, Monzón, Jaca, o Alcañiz entre otros, obteniendo siempre una gran acogida por parte de prensa y público.
*José Enrique (pelo de caracoles, sin barba) y Juan Fernando Moreno Gistaín (pelo de caracoles, aspecto de intérprete ruso, con perilla), sobrinés de Barbastro de Mariano Gistaín, nietos de Mariano y Josefina, son dos espléndidos pianistas. Combinan la interpretación solista y a cuatro manos con la enseñanza. Este texto del currículo pertenece a la página web de José Enrique. Enhorabuena, de nuevo. AC.
RECUPERACIÓN: DIÁLOGO CON JUAN FERNANDO MORENO GISTAÍN*

“¿Qué tipo de pianista quiero ser? Alguien que exprese con claridad las ideas del artista, con la suficiente personalidad para atraer al público, pero no tanta para dañar la obra del compositor”. Así sueña Juan Fernando Moreno Gistaín (Barbastro, 1974), que acaba de ganar el primer premio “Ciudad de Albacete” de piano, que ha compartido con el canario Inocencio Negrín. “No me ha molestado ese veredicto. Al contrario. He seguido su concurso y vi que era realmente bueno. Buenísimo. Además, hemos estudiado juntos, hemos compartido las comidas. Para mí fue una solución ideal”.
Al concurso se presentaron 28 intérpretes de todo el país. Pasaron la primera eliminatoria de 50 minutos sólo seis. Juan Fernando interpretó “Preludio y fuga” de Bach, el cuarto “scherzo” de Chopin, un estudio de Rachmaninoff y la pieza “La isla alegre” de Claude Debussy. Y se hizo acreedor al máximo galardón con una sonata de Haydn, “Variaciones serias” de Mendelshonn y la séptima “suite” de Prokofiev, una sonata de guerra. El jurado estaba compuesto por Julio García Casas, los pianistas Mariana Gurkova y Juan Martín, Agustín Peiró y Frank Reich. El premio, dotado con 3.500 euros, acarrea también una gira de conciertos por casi toda España, “por aquellas ciudades donde haya Juventudes Musicales, que son muchas”, la grabación de un cederrón y otra grabación monográfica para RNE clásica. “Esto es lo que más valoro: los proyectos a medio plazo. Quiero hacer cosas nuevas. No voy a tocar las grandes obras de repertorio, es demasiado pronto para intentar hacer una obra definitiva. Me centraré en un repertorio no habitual”.
Juan Fernando se reconoce en dos de sus maestros, Ramón Coll y Joseph Colom, y en Christian Zimmerman, “aunque no pretendo emularlos ni mucho menos. Por un lado, no es posible y, por otro, no me interesa. ¿La política musical en Aragón? Yo creo que estamos en un periodo de formación. Se percibe que interesa y que hay algunos planes que van poco a poco”. El pianista compagina sus horas de estudio y de interpretación con la docencia en el Conservartorio de Monzón: “Es una experiencia fantástica. La más importante, claro está, es tocar. Y yo suelo hacerlo en solitario o a cuatro manos con mi hermano José Enrique, algo que me emociona mucho. Pero la enseñanza me proporciona una reflexión constante. No sé si soy capaz de enseñar algo a los alumnos, pero ellos a mí muchísimo. Al enseñar tomo conciencia de muchas cosas que a veces no te planteas. En mi caso, ese trabajo es beneficioso”.
Tocar. Salir ante el público, sentarse ante el instrumento y oír el silencio ideal ante los ojos expectantes del espectador. Ese es el gran momento del virtuoso. “Era Claudio Arrau quien decía que cuando daba un concierto comenzaba una batalla para él, va a pasar algo importante. Te enfrentas a una lucha contigo mismo. Es una apuesta que haces contigo: el modo de enfocar el recital, el repertorio, tu estilo. Eres el único responsable y estás solo ante el peligro. Sólo tienes una oportunidad para hacerlo. Además, es imprescindible tocar en público para tener conciencia de artista. El público puede hacer que toques mejor; tras los aplausos, viene el silencio y ahí se mueve algo dentro de ti. Quieres demostrar lo mejor de ti mismo y corresponder al afecto y a la entrega del oyente”.
*En el año 2003, Juan Fernando Moreno Gistaín ganá el premio "Ciudad de Albacete". Recupero esta pequeña entrevista que mantuvimos. Creo que también esclarecerá la forma de trabajar de José Enrique. La foto es de Beatriz Gimeno, diseñadora y autora de un libro sobre "Félix de Azara".
RETRATO DE JAVIER SIERRA, EN TERUEL

He vuelto a Teruel en el coche de Rafael Bardají y por Belchite, Lécera, Muniesa y Alfambra. Son algunos de los paisajes que modulan una parte de mi vida: chopos y vaguadas, neblinas y montañas, altitudes como San Just y esos celajes que se cargan de nubes, que extienden su papel pintado de nieve y mar. Rafael es un gran compañero de viaje: hablamos sin cesar de esto y de aquello, de los secretos de familia, del paisaje mismo, tan entregado. Cuando llegamos empezaba a anochecer; la ciudad se ensimismaba con una baba de lluvia. Salimos al Óvalo, que se ha convertido en algo así como una resurrección en el siglo XXI de Pablo Monguió con el nombre de David Chipperfield. Nos esperaba Javier Sierra (Teruel, 1971), el hombre que está conmocionando Estados Unidos con la aparición, en inglés, para el próximo mes de marzo de su novela “La cena secreta”, una historia casi esotérica del cuadro “La última cena” de Leonardo Da Vinci que intenta descrifar fray Agustín Leyre, un personaje de ficción.
Javier, que es un tipo arrollador y sencillo, estaba encantado de regresar a Teruel, donde muy pronto expresó lo que quería hacer, lo que quería ser: periodista. Con seis o siete años ya, en los veranos de Castralvo, reunía a un grupo de amigos y hacían diariamente un ejemplar único del “Diario de Castralvo”. Iban de casa en casa, lo leían o lo dejaban leer, y regresaban a casa con algunas perras en el bolsillo. Javier hizo por entonces su primera entrevista a una vecina ya madura, y al parecer ya llevaba un diario y escribía notas de casi todo: de animales, de vecinos, de fincas, de las flores, de los veraneantes que llegaban, de paisanos más o menos pintorescos.
Con muy pocos años, catorce o quince, se inició en Radio Heraldo, y fue una modesta conmoción ya en Teruel. Era asiduo de la biblioteca, era un lector empedernido con una gran cosecha de amigos y con un prurito profesional increíble: trabajaba en Radio Heraldo, como digo, pero sufría porque otro rival de la noche tenía más medios que él y se llevaba el gato al agua. Lo contaba Javier con una sonrisa en los labios. José Luis Velázquez, el gran corresponsal turolense de RNE, recordó que lo había conocido de niño casi, y que ya era capaz de animar cualquier noche con sus historias fabulosas. Velázquez conversó con él antes de que Javier Sierra pronunciase su conferencia acompañado de power point en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Teruel, dentro del Ciclo de Artes y Letras de los 110 años de "Heraldo". Fue todo un espectáculo: bella exposición, sentido de la intriga, pedagogía, embrujo y la modulación perfecta, sin perder nunca el hilo, de un contador de cuentos, de un intérprete de historias que parecen verdaderas. El éxito fue rotundo: alrededor de 150 personas, muchas de ellas querían que siguiese firmando libros, tal como había hecho esa tarde en Librería Perruca.
En el Óvalo, Javier siguió contando historias. Recordó, tras haberse trasladado a Vinaroz, que un día leyó una entrevista con otra figura local del panorama musical, Agustín Prades, y éste decía que le gustaría hacer un programa de misterio. Unas horas o unos días después recibía la llamada de un joven imberbe: “¿Le gustaría hacer un programa de ovnis conmigo?”. Prades dijo que sí y durante algún tiempo las noches de Castellón y alrededores estaban amenizadas con la bella voz timbrada del maestro y con la de un jovencito que exhibía toda una gama aguda de gallos. La madre de Javier Sierra, Amparo, nacida en Morella, recordaba cómo Javier los metía constantemente en todo tipo de líos. “Líos llevaderos”, claro. Siempre estaba lleno de proyectos, que tenían algo de locura: era capaz de ir toda una noche a lo alto de una montaña a intentar atrapar psicofonías o a atisbar el paso de una nave espacial. Con el paso de los años, Javier se haría asiduo de programas de estos temas, en radio y televisión, lo vimos durante mucho tiempo en “Crónicas marcianas”. Y de ahí, de manera natural, dio el salto a la novela, con bastante éxito. "La dama azul", "Las puertas templarias", "El secreto egipcio de Napoleón", son algunas de sus ficciones; "En busca del Siglo de Oro" es un libro de divulgación de variados misterios y enigmas.
Su novela “La cena secreta” (Plaza & Janés) ha vendido alrededor de 200.000 ejemplares. Cada vez me doy más cuenta de que escribo estas cifras con demasiado alegría. Los datos son suyos y de Plaza & Janés; he de decir que Javier no me parece un fantasma ni un engreído en absoluto. Todo le está viniendo tan maravillosamente que no necesita exagerar. La novela, a la que le dedicó tres años y varias estancias en Milán, Florencia y Roma, fue finalista del Premio Torrevieja; ganó Zoe Valdés. Pero el libro ha tenido una segunda vida con la aparición de “El código Da Vinci” de Dan Brown, porque Javier, al ser traducido en Italia, fue bautizado como “El antiDan Brown” por “Corriere della sera”. Ha vendido su libro a 28 países y la editorial norteamericana Schuster & Simon le ha comprado el volumen, y lo pondrá en la calle en inglés con una tirada inicial de 500.000 ejemplares. Estas cifras sí que me marean; casi tanto como el anticipo de derechos de autor: medio millón de euros. Lo ha traducido Alberto Manguel.
Javier Sierra nos contó –estábamos sus padres, el cartero Cándido y Amparo; Reyes, jefa de prensa de la alcaldesa Lucía Gómez, que no asistiría a los actos en su propio salón de actos, aunque acudiría a saludarlo al día siguiente; la librera Luisa Perruca; Rafael Bardají, coordinador de los actos del foro Heraldo 110; luego llegó Antonio Losantos, profesor y autor de una columna muy leída en "Diario de Teruel", "Metrópolis" (quieren expedientarlo por una nota sobre Rafael Lorenzo) y yo- cómo lo habían tratado en Estados Unidos. Una lectora hispánica de Schuster & Simon leyó su novela y se quedó encantada. Se puso de inmediato en contacto con él y le pidió 50 ejemplares. Era muy gracioso ver a Javier imitando y recordando cómo preparaba el cajón con tantos libros, lleno de estupefacción. En cuanto llegaron los ejemplares, se repartieron entre los empleados hispánicos de la editorial. En poco tiempo la novela se convirtió en un obsesivo tema tema de conversación en los pasillos, en el bar, en las tertulias. Y la parte de norteamericanos de Schuster & Simon empezaron a mosquearse. Así se abrió paso la novela, tanto que hasta los porteros habían leído la versión de Alberto Manguel al inglés. Javier departió durante varias horas con la editora de Schuster & Simon en una cena privada, donde sólo se habló de su libro durante varias horas. Eso en España habría sido un tanto inaudito. Luego, empezaron a mandarle pruebas de corrección –está emocionado con la traducción de Manguel-, y la corrección fue tan minuciosa que uno de ellos le dijo: “¿Se ha dado usted cuenta de que la mayoría de sus nombres empiezan por B?”. Le hicieron entrevistas para suplementos y revistas, está preparada la publicidad, páginas completas, y además la localidad de Rockville le ha elegido escritor del año para un proyecto muy bonito: todos los ciudadanos de Rockville, todos los que quieran participar en el evento con conocimiento de causa, quise entender, leen el libro y le dedican dos días completos para hablar de él con el autor en distintos foros. Y además, le harán exposiciones, programas de televisión y de radio...
Javier está perplejo, como si no quisiera despertarse.
BAILAR EN LA OSCURIDAD CON SHAKIRA O CON BUÑUEL

Desde hace algunos meses, tengo la sensación de que sólo me apetecería hacer dedicarme a leer, disfrutar de nuevo sin prisa de esa pasión que era una pulsión, un deseo de leer para escribir, para saborear historias, como cuando era adolescente y caían día tras día Borges, Cortázar, Miguel Torga, Horacio Quiroga, Poe, Bioy Casares, Isak Dinesen, Marguerite Yourcenar, Marguerite Duras (creo que mi libro favorito de ella era “El arrebato de Lol V.Stein”), Cunqueiro, Dieste de nuevo, Dieste una y mil veces (el libro de mi vida quizá sea “Historias e invenciones de Félix Muriel” y en concreto el relato “La asegurada”), Luis Pimentel, Stevenson, Mercè Rodoreda, la historia de “Tristán e Iseo”, que es otro de mis libros preferidos, y Shakespeare, al que leía una y mil veces en la traducciones de Miguel Ángel Conejero. Acumulo libros y más libros con el sueño postergado de zambullirme en ellos, sin conciencia del tiempo, por el puro placer de leer o de mirar; cada vez miro más. Reconozco que me interesa casi todo. Leo, también, de noche en la explanada con Noa, durante veinte minutos o media hora, como ayer, sentado en el banco donde los abuelos toman el sol al mediodía. Todo Garrapinillos parece para mí; el cielo, de un azul sobrenatural más que nocturno, más añil que negro, me vigila y me protege. Un pájaro chicotea en los pinos y un avión desangra sus luces melancólicas en el aire convencido. Cuando voy a por la perra, tras haber viajado a París, México y Calanda con Buñuel y las rubias y jóvenes mujeres que tanto parecían gustarle, me pongo los cascos y bailo con Juan Luis Guerra, con una versión de “La quiero a morir”, y el veneno de ese volcán en desorden que es Shakira, con su potente voz en falsete. Fue algo improvisado pero bello: danzaba en la oscuridad, danzaba contra el frío. Como un aparecido en un mundo de fantasmas dormidos.
1. Acabo de leer “El sultán y los ratones”, un texto de Joan de Boer, inspirado en un cuento popular árabe, ilustrado bellamente por Txell Darné y publicado por OQO, una de mis editoriales favoritas. El relato de Boer narra la historia de un sultán cuyo palacio se ve asaltado por los ratones que quieren comer su queso; pregunta a sus súbditos cómo se puede acabar con los roedores y ahí empieza una auténtica y paradójica conmoción de gatos, perros, leones, elefantes, que puede prolongarse hasta el fin de los tiempos. El cuento funciona bien, aunque me molestan un poco esas piezas tan repetitivas, de fórmula, que con una ligera variación hacen avanzar el cuento. Desde luego que ahí hay una artesanía eficaz de la narración. Lo fascinante del libro son las ilustraciones de Txell Darné, realmente increíbles en la forma, el color, el concepto, la imaginación, la fantasía. Este es un libro que parece para niños, pero que en su gusto por el collage, en la proximidad con el cine animación de aquella Europa del Este de antaño y el uso de piezas esquemáticas mezcladas con objetos como corchos le confieren el carácter de un proyecto de arte contemporáneo más bien para adultos. El niño así educará sus ojos y su sensibilidad, sin duda, y despertará a nuevos conceptos alejados de la figuración tradicional. OQO nace de una escisión de Kalandraka y sus propuestas, por ahora, son maravillosas. Para mi gusto, al menos por ahora, son mejores las ilustraciones que el texto.
2. Taschen le dedica uno de sus libros de cine y de muchísimas fotografías a Luis Buñuel. Al texto le he echado una rápida ojeada, fijándome en todas sus etapas, y es uno de los mejores que he visto desde un punto de vista iconográfico. Hill Krohn y Paul Duncan son los editores y se han apoyado mucho en los consejos y sugerencias de Juan Luis Buñuel. El volumen, antes de entrar en materia cronológica y temática específicamente y después de una presentación titulada “Una criatura fabulosa”, se inicia con varias páginas sobre las obsesiones de Buñuel más o menos comentadas. Abro en la página 13 y me doy de ojos con esta cita: “Espalda / vulva: ‘Como símbolo en su encarnación física, el cuerpo femenino era uno de los motivos preferidos del director. Aquí se puede apreciar en imágenes de ‘Un perro andaluz’, ‘Bella de día’, ‘El discreto encanto de la burguesía’ y ‘Ese oscuro objeto del deseo”. Y en la página anterior, en las frases sueltas que abundan en la publicación, leo también: “Me parecen muy atractivos unos muslos por los que chorrea algo viscoso, porque la piel se hace más cercana, porque no sólo estamos viéndola, sino además tocándola”. Las fotos son de magnífica calidad, se ve que se han hecho copias nuevas. E el libro, que ofrece un Buñuel muy próximo, esforzado en cada una de sus películas, incorpora al final una selección de carteles de las películas de Buñuel en varias lenguas. Entre las fotos, hay una preciosa de Eli Lotar, director de fotografía de “Las Hurdes. Tierra sin pan”; es angelical la de Edith Scob de “La Vía Láctea”, motivo de portada, a Buñuel le conmovía muy particularmente la Virgen María; y quizá la más perturbadora sea la de Anne-Marie Deschott, que se enfunda en un traje de cuero negro y se dispone a castigar a su marido…
En la página 41, se dice esto: “Las Hurdes’ se financió con un premio de lotería que le había tocado al productor, un amigo anarquista de Buñuel llamado Ramón Acín. Pierre Unik, un colega del surrealismo refugiado también en España, fue el coautor de la narración, y Eli Lotar, el distinguido fotógrafo y director de fotografía, el cámara. El equipo estaba formado por dos anarquistas y tres comunistas; el quinto miembro era Rafael Sánchez Ventura, un viejo amigo que más adelante le prestaría dinero a Buñuel para marcharse a América”.
3. Presenté hace unos días “La voz quebrada y otros cuentos” (Mira Editores) de Pilar Laura Mateo, que trabaja en la Casa de la Mujer y es observadora constante de esas vidas más o menos secretas, más o menos silenciadas, marcadas por una violencia soez o por la indignidado por el afán de encontrar un espacio de libertad, de feraz convivencia y de creatividad. Pilar Laura, lectora de Isak Dinesen y Clarice Lispector y Ramón Gómez de la Serna, entre otros, escribe diez piezas que tienen una suerte de oasis en el pasado y que narran la vida de personajes más bien derrotados, incapaces de ser felices, de vencer traumas, personajes que casi siempre acaban huyendo por algún rincón, aunque tenga que ser con una hija a cuestas, aunque tenga que ser mediante una suerte de metamorfosis: la transformación de una mujer normal de carne y hueso en sirena o algo semejante a una figura poco definida que anda y vive en las aguas. El libro es una glosa de mitos clásicos a través de personajes contemporáneos, es un libro sobre la capacidad de mirar, una reflexión sobre el amor, y a la vez un libro de patologías sentimentales, escrito con un pulso lírico que jamás ahoga el peso de la narración ni sus inesperadas sorpresas.
"PEDRO PÁRAMO" DEJUAN RULFO CUMPLE MEDIO SIGLO

Si existe un escritor que sólo atraiga sobre él simpatías y elogios es Juan Rulfo (1917-1986). En 1953 compuso un libro de relatos, “El llano en llamas”, y dos años después apareció “Pedro Páramo”, una novela de enorme modernidad sobre la vida después de la muerte, una novela de fantasmas y campesinos que regresan a un territorio de alucinaciones. Luego Juan Nepomuceno Rulfo se quedó vacío: pensó que lo había escrito todo en apenas 300 páginas y que ya no tenía más que decir. Diría poco más: el guión de “El gallo de oro” y algún que otro texto suelto. En la intimidad, en la soledad de las noches que amasaba con sueños y alcohol, buscó otras criaturas y otras fábulas que se le resistían, mientras Clara Aparicio, su mujer, deseaba que por un instante el hombre silencioso y cálido fuese un poco indulgente consigo mismo.
En esa época, Juan Rulfo se dedicaba a viajar al interior de México con una cámara de fotos al hombro. En la década de 1945 a 1955 realizó más de 6.000 disparos, que ofrecen un aura inquietante y a la par serena de abandono y de soledad, de espejismo y ruina. Rulfo se mezclaba con los paisanos como si fuese un testigo invisible o una aparición de aire, y disparaba: captaba los templos decrépitos, la impresionante arquitectura, los caminantes que se ofrecían a un avasallador cielo de nubes; atrapaba los paisajes abiertos, los campos de maguey, las niñas que transportaban un fardo de leña o a una mujer acuclillaba ante el vasto horizonte, al final del cual se balancea el mar. Atrapaba incluso la belleza salvaje de María Félix y en cada toma, de algún modo, creía revivir tantas historias, o el espíritu de tantas historias que le había regalado su tío Macario, de oficio enterrador o charlatán de aldea.
Sus fotografías son las constatación del mundo que literariamente se llamó Comala o Luvina, y sus libros son las sensaciones verbales, la poesía de este universo gráfico de luz, sombra y decadencia. Hace algunos años vi una amplia exposición de sus fotos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid: atraían a una continua multitud. Muchos parecían ver en las ellas la topografía, los santuarios, las trochas y los cerros que están sugeridos en los libros, y recuerdan la atmósfera, la belleza terrible, la calma que parece mortal, ese tenso hilo de silencio. La gente se despedía del aroma particular que exhalaban, e iba a releerlo a la librería Antonio Machado (tal vez fue Crisol, aún), ya fuese en “Aire de las colinas” (Debate), las cartas de amor a su esposa Clara, en los libros citados, o ya fuese a repasar esa joya que es “México: Juan Rulfo fotógrafo” (Lunwerg): la huella en el mundo de los vivos del paso del poeta que despertó a los muertos. Porqué el primer muerto fue su propio padre, y estos días en una nueva edición, comentada y purificada, de “Pedro Páramo”, que cumple 50 años desde que fuera editado en 1955, se ha recordado que el germen de ese libro no es otro que el asesinato de su propio padre, por algo que no está demasiado claro. Y otro de los espléndidos cuentos de “El llano en llamas”, “Diles que no me maten”, también alude a ese hecho que perturbó el crecimiento de Juan Rulfo. La imagen de un hombre abatido fue tan turbadora como los regresos del tío Macario con sus historias de muertos y espectros.
*La foto es de Juan Rulfo.
LA MÁQUINA DE ESCRIBIR DE JUAN RULFO

Con esta máquina de escribir, Remington Rand, redactó Juan Rulfo su única novela, inspirada en el asesinato de su propio padre, al menos en parte. Esta máquina fue adquirido por el escritor, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias, el 10 de noviembre de 1953, el año en que publicó su libro de relatos, quince, creo que son, "El llano en llamas".
LA LITERATURA Y LA TRAMA, SEGÚN JOSÉ-CARLOS MAINER

La profesora María Ángeles Naval dijo que “Tramas, libros, nombres. Para entender la literatura española, 1944-2000” (Anagrama, 2005), la colección de ensayos y textos de José-Carlos Mainer que se presentó hace unos días en la FNAC, era uno de los “acontecimientos literarios más relevantes de todo el año”, y recordó la condición de “filólogo y catedrático de Literatura Española” del autor que firma un artículo como “Por ejemplo, 1944. Un año de literatura”, un texto especialmente brillante que define una forma de trabajar, un método de relación de libros, tramas, autores y acontecimientos de un año muy significativo que coincide con la fecha de nacimiento del profesor. “Ese texto es un martillo de herejes para los aficionados que se atreven a engarzar los acontecimientos en torno a un año, que no es un año cualquiera, porque se publicaron dos libros como ‘Hijos de la ira’ de Dámaso Alonso y ‘Sombra del paraíso’ de Vicente Aleixandre”.
Dijo que este “Tramas, libros, nombres” hace compañía a un título anterior como “De posguerra” y completa el proceso cultural que había dejado en “La Edad de Plata” en 1939. Los tres volúmenes son, para la profesora, magníficos ejemplos de “ensayos de interpretación de un proceso cultural”, y resaltó que Mainer siempre “establece un complicidad personal en los procesos que intenta definir, y que define con finura literaria, humanidad y profundidad interpretativa”. Jordi Gracia, que se desplazó desde Barcelona para la presentación hasta Zaragoza, recordó que al editor Jorge Herralde le había encantado “La filología en el purgatorio” del profesor zaragozano, y que era lector suyo por cuenta propia, por curiosidad, por interés, por respeto. Así que cuando se le sugirió la publicación de un libro como éste, no lo dudó.
Observó el autor de “La resistencia silenciosa” (Anagrama) que Mainer “posee una erudición apabullante, y que arma textos persuasivos, convincentes, pero nunca se queda en la parte superficial de su trabajo como mero vaciado de erudición. Mainer ofrece una dificultad inicial: la de una voz propia, sometida a un punto de vista determinado. La suya es la trayectoria de un escritor que va construyendo su propio mundo a través del mundo literario y la elección de sus temas. Se trata de alguien que construye un modo de entender la literatura de forma contagioso”. Y le reconoció otra virtud: la de la valentía, por publicar un libro como “Falange y literatura”, en tiempos más oscuros, más confusos, donde algo así podría resultar temerario. Dijo Gracia que en José-Carlos Mainer, y también en este libro, sobresale la inclinación por lo contagioso, lo excitante, lo provocador, lo fácil que resulta dejarse llevar por las notas, por los apuntes, por las citas. “Obliga a pensar al lector, a recomponer, a deshacer perjuicios. Es un prosista de ideas”. Recalcó Gracia que en este libro hay un componente autobiográfico más intenso que en otros.
Y ése extremo lo confirmaría el autor de “Tramas, libros, nombres”, porque “la literatura se imbrica en la vida propia y en la de los demás –matizó José-Carlos Mainer-. Los libros son autosuficientes, pero nos gusta comentarlos, explicar las razones, dar claves que el autor conoce, o a lo mejor no las conoce del todo siempre. La crítica es una ceremonia de lectura necesaria”. También dijo que “escribe con voluntad de escritura. No sabría hacerlo de otro modo ni el lector debería tolerar otra cosa”. Repasó algunos títulos e interpretaciones que realiza en el volumen en torno a “El Jarama”, de la que dijo que “es una espléndida novela de la guerra civil”, o recordó que Martínez de Pisón le dijo que “Los bulevares periféricos” de Patrick Modiano lo había leído después de redactar “Carreteras secundarias”, y no al revés como sugiere el ensayista. “Intento contar la literatura de otra manera, a mí mismo y a los demás. La literatura siempre intenta convencer a otros”, dijo. En el libro estudia el año 1952, el año de la publicación de "Quinta del 42" de José Hierro, la imagen de la Guerra Civil en el cine, autores específicos como Sánchez-Ferlosio, al que le dedica dos textos, o Fernández Santos, pero también glosa algunas novelas que marcan un nuevo camino, autores clave como Álvaro Pombo y su “El héroe de las mansardas de Mansard” o Juan José Millás y su “Visión del ahogado”, y lee, incluso con alguna severidad siempre elegante, la obra de Martínez de Pisón. También se acerca al proyecto de “Poesía en el campus”, del cual estuvo muy cerca.
El conjunto, que sólo tiene un artículo verdaderamente inédito, el de Pisón, parece muy armado, quizá por ello también se eche más a faltar la presencia de mujeres escritoras, y es, como todas las obras de José-Carlos Mainer, un volumen sólido que vuelve a dejar al descubierto que el catedrático de la Universidad de Zaragoza es, por encima de todo, un soberbio historiador de la literatura. Algo que se aprecia, muy particularmente, en los dos textos de 1944 y 1952.
*La foto es del siempre fotogénico y contundente José Hierro, autor de "Quinta del 42", libro que analiza José-Carlos Mainer.
UN ENCUENTRO FUGAZ CON RULFO

Tendría unos 17 años, cuando se hizo un congreso en Humanidades para homenajear a Onetti, uno de los grandes invitados era Juan Rulfo. Entré al salón, que era muy grande, y vi a un señor como a tres metros de mi, de inmediato lo reconocí, era Juan Rulfo. Casi caigo de la emoción. Con temor me acerqué y le dije: ’Disculpe, ¿verdad que es usted Juan Rulfo?’. Jamás olvidaré su mirada, una mirada muy dulce, y, como todos los grandes, sencillo: me contestó: ’Sí, y tu ¿cómo te llamas?’. Inolvidable...
Muchos saludos. Magda".
CHARLY GAUL, EL CICLISTA DE LAS NIEVES

Hubo una época de mi vida que escribía de todos los deportes. Incluido de ciclismo. Seguramente habré firmado más de 200 textos sobre Perico, Induráin, Gorospe, Rominger, Heras... Y me animé a hacerlo en “El día de Aragón”, que fue mi gran escuela para todo. A media tarde, cuando se corría el Tour o la Vuelta, aparecía Ángel Giner, que fue un tiempo seleccionador de aragonés de ciclismo femenino, y nos poníamos a hablar de carreras. De Eddy Merckx, el grandioso caníbal; del escalador Lucien Van Impe; de Luis Ocaña. Recorríamos, al lado de la máquina de café o en las afueras, a la intemperie en el polígono del Portazgo, allá donde el sol se volvía sangre y fresca macerada en los labios del cielo, la historia del ciclismo. Y quizá fue en una de esas memorables tardes, cuando oí hablar por vez primera de Charly Gaul, “el ángel que amaba la lluvia”. Aunque sería algunos años más tarde, justo cuando Ángel Giner publicó su libro sobre Bahamontes, cuando conocí mejor su historia, la increíble aventura de este luxemburgués que acaba de morir a los 73 años con un envidiable palmarés a sus espaldas: dos Giros, el de 1956, venció en el Monte Bondone bajo una increíble nevada, y el de 1959; y el Tour de 1958, en el que destrozó en un épico y terrible día de lluvia a Jacques Anquetil y al gran favorito Raphael Geminiani, al que redujo doce minutos de los quince que había perdido; los tres restantes los sentenciaría en una contrarreloj, aunque en aquella carrera venció en tres carreras contra el crono.
Aunque se llevaban a matar, Bahamontes y Charly Gaul pelearon juntos contra la gran armada francesa de Luison Bobet, que había ganado ya tres Tours, Anquetil, que ganaría cinco, y Raphael Geminiani, cuya asombrosa clase, tan grande como su mal genio al parecer, no le sirvió para vencer nunca ante sus paisanos. Estas batallas las cuenta muy bien Ángel Giner en su libro sobre Bahamontes, y el menudo y vivaz Charly Gaul posee un increíble encanto, la fuerza de un titán de la ruta, un sentido del sufrimiento como pocas veces se ha visto. Alguien ha escrito que su victoria en Monte Bondone en 1956, bajo la nieve, es una de las páginas más impresionantes e inolvidables de este deporte. En el Tour de 1958, Charly Gaul venció a Bahamontes en Mont Ventoux. Nada menos. Al año siguiente, vencería Federico Martín Bahamontes y él sería su aliado en algunas escapadas; también hay que decir, que los franceses se llevaban a matar entre ellos.
Charly Gaul se retiró en 1965. Se casó dos veces, montó una tienda de ciclismo, pero acabó retirándose a una cabaña como si fuera un ermitaño. Un anacoreta. Incluso se llegó a decir que se había suicidado, como haría años después Ocaña, pero no: vivía lejos del mundo, con una gran barba blanca, dentro de un cuerpo grueso, de tonelete. Jean Luc Leblanc accedió hasta su refugio en el corazón del bosque y se encontró con algo increíble: un auténtico santuario del ciclismo con libros, recuerdos, medallas, copas, recortes de artículos de fondo. Y se encontró con un hombre, huraño en apariencia, el mejor deportista de Luxemburgo del siglo XX, que estaba al corriente del ciclismo actual y que era un ferviente admirador de Marco Pantano. Charly Gaul murió ayer y partió, en medio de un vendaval de nieve y lluvia y de sombras, a saludar a su joven amigo el “Pirata”. ¡Quién pudiera asistir a la conversación de estos dos escaladores!
MARÍA DE CÁDIZ O LAS NOCHES DE SCHEREZADE

He vuelto a oír “Hablar por hablar”. Un muchacho contaba una historia de amor al calor de la música en un bar. En un instante, entre las sombras, distinguió una muchacha que lo miraba, fue un flechazo instantáneo. Conversaron, hicieron planes de volver a verse e incluso él le pasó a ella el teléfono. Él, que no ha podido olvidarla, está desesperado y aguarda una llamada. Repasa los gestos, el color de los ojos, la música de las palabras de ella en la penumbra, percibe como un espejismo la caricia de su aliento. Cree que si no lo llama es porque ha perdido el teléfono, pero no va perder la calma: acabará encontrándola porque sospecha que ese amor de tan grande que es se ha vuelto imprescindible. También para la bella muchacha que ha desaparecido. Así son los amantes…
Más tarde, llama alguien para anunciar de nuevo, como todos los años, y van allá trece, que participa en un Belén viviente. Mara Torres recuerda el impacto que ha producido un texto que leyó el día anterior Cristina sobre la muerte. La joven atribuyó el poema o la prosa a San Agustín, aunque los chatines, que nunca se desvelan, habían encontrado otras muchas referencias y, entre unos y otros, habían remitido más de 50 o 60 correos con noticias de otras atribuciones. Desde ese instante, como un sonido subliminal, me pareció que el programa adquiría un carácter un tanto fúnebre. Juanma Frasquet, imagino que sería él como tantas otras noches, seleccionó una música que parecía evocar a Nino Rota, más tarde otra que remitía a Santana. En ese instante, yo ya había llegado a casa y había salido a la explanada con la perra Noa. Me percibía inquieto con los cascos. La noche se puso un poco melodramática; pensé que las últimas parejas o las últimas novias solas que volvían a casa traían como un gesto algo perturbador. Las sombras también le hacen volverse a uno más suspicaz o temeroso. Juan, creo que se llamaba Juan, contó una historia de sospechas y de amago de ruptura con su novia. Había descubierto un teléfono móvil, tras el teléfono móvil había un hombre, otro hombre, pensó él, incluso pensó en batirse en una especie de duelo o algo así, y finalmente cuando le preguntó a la muchacha quién era él, quién era el otro (como solía decir antaño Dyango), ella dejó de responder a sus llamadas. Tras el móvil se alzó un muro de silencio y otra montaña de sospechas: ¿A quién ama mi novia, emboscada en la noche? Juan, que encontró el consuelo melodioso en la voz de Mara Torres, lloraba, gemía, se excitaba. Se había desesperado incluso mucho antes de salir a antena: en un ataque de furia, de ira de amante que imagina que le han traicionado, castigó a golpes el salpicadero de su coche, la luna delantera.
Cuando la noche parecía remontar; la adormeció una señora que llamó desde Extremadura para denunciar la violencia cotidiana, la inseguridad en las calles, narró algo espeluznante, y antes de despedirse rindió a homenaje a John Lennon como si estuviese pidiendo a los forajidos noctámbulos aquello de “Dad una oportunidad a la paz”.
Antonio de Sevilla trajo la gracia muy a su pesar. Acaba de cumplir 21 años y se va a independizar: deja el empleo en la empresa paterna y marcha a Málaga para trabajar de peón. Mara le preguntó, de ese modo especial que no sé describir del todo: “¿Es familiar la empresa o qué?”. La entonación en la radio es espléndida y sugerente. Insistió con otra pregunta: “¿Qué vas a echar de menos de la empresa?”. E incluso le puso otro interrogante inesperado: “¿Amueblarás tu casa como la han amueblado tus padres?”. El joven tuvo una salida airosa: recordó que era hijo de currantes y que sus padres habían amueblado muy bien la casa. Mara tiraba del carrete de las confidencias y le anunció: “Es bastante particular montar una casa solo”. La música me parecía íntima, cálida y dramática a la vez. Y yo, en medio de la noche, había dejado a la perra triscando entre las hierbas y la tierra sin percatarme de que llevaba una braguita roja con pañal porque tenía la regla. Siempre me ocurren cosas muy pintorescas con los perros. ¿Qué habrían escrito los chatines de saberlo?
La llamada más bonita de la noche fue la de María de Cádiz, que tiene un novio a 65 kilómetros, al que sólo puede ver cuatro veces al mes de septiembre a marzo; entre marzo a septiembre, hasta cinco días a la semana. ¿Cuál es la razón? A su novio le gustan mucho las chirigotas y ensaya constantemente; a ella, salerosa como un Ave del Paraíso (de ésas a las que canta su paisano Javier Ruibal. Sería bonito que una noche le dedicase esa canción Mara o Juanma Frasquet), no le gustan nada, eso lo lleva por la calle de la amargura. “No sé cómo encontrar el equilibrio”. Dijo que ella no asiste a los ensayos, ni tampoco a las actuaciones ya de paso, porque las novias de los compañeros de su novio se juntan en un rincón, como si fuesen mocetas de posguerra, y no hacen más que criticarlo todo o hacer comentarios del tipo: “Tenemos que aprender a guisar para mantener a nuestros futuros maridos”. Ahí, coñe, María de Cádiz se sublevó: si ella quiere ser médico y sólo tiene veinte años. Veinte años tiene mi amor, María de Cádiz, como ellas. No recuerdo si fue Mara o los chatines, había 200 conectados, quienes preguntaron: “¿Cuándo lo ves en el escenario no sientes admiración?”. La niña no se pronunció en exceso, sí reconoció que su novio “era gracioso, pero no payaso”. Y confesó, con desolación, con spleen / esplín (aquel “Spleen” enfermizo de Baudelaire: que es desencanto, cansancio, angustia y melancolía, todo amasado): “Estoy bloqueá”. La niña del sur reconoció que durante los restantes meses su novio estaba hasta cinco días a la semana con ella, que casi la atosigaba. Y ni lo uno ni lo otro: buscaba la armonía de las visitas. Pese a todo, María zozobraba de inquietud: no sabía qué camino tomar. ¿Lo dejará, no lo dejará? Lo único que parecía claro es que odia las chirigotas de Cádiz. Y que su novio le gusta mucho, aunque el oyente puede pensar que algo menos de lo que dice.
Luego entró desde Huelva, Crescencio. Llevaba años intentándolo, intentando entrar en antena, y lo logró, pero no se lució mucho: habló de inseguridad ciudadana, dio algunos consejos a Juan, el amante presuntamente engañado, vino a decirle que piense mal y acertará, y se extravió con la especulación inmobiliaria, el fútbol y la historia del Recreativo de Huelva. Mara, con sutileza, le dijo que cambiara de asunto, que ya se hablaba mucho de política con Francino, y casi más de fútbolen “El Larguero”. No se atrevió a decirle que hasta se abren los informativos de todas las cadenas con un tal Luxemburgo, al que han echado. Dulcemente, la presentadora le invitó a despedirse.
Mi perra Noa se había ido lejos. Mi hijo Daniel salió a buscarme, debió pensar que me habían raptado o que me había abstraído en exceso oyendo a Mara. Entretanto, yo tomaba algunas notas en el “Magazine” de “La Vanguardia” (al lado tenía la espléndida edición de un libro sobre el Barroco de Mario Praz, “Imágenes del Barroco. Estudios de emblemática” de Siruela, que no podía rivalizar con tantas pasiones desgajadas, la verdad), donde hay un reportaje fotográfico de Shakira y otro, admirable, sobre Sarajevo: diez años después de sus primeras tomas, Gervasio Sánchez regresó y captó edificios y calles restaurados. Había sido una noche de minúsculas demoliciones, de amores que se desploman, que Mara intentó levantar con esas preguntas envolventes, con ese juego parsimonioso que invitar a construir un cuento en la noche. Es su estrategia de seducción: la vida por una frase. Y ahí María de Cádiz se llevó la palma y nos hizo recordar de nuevo a Javier Ruibal: Niña, “¿Qué está pasando en Cádiz?”. Ella, sin saberlo, había sido como Scherezade.
* No sé si será así María de Cádiz, ese Scherezade de las noches de la radio. Ella es Zhang Ziyi, la gran actriz china, que está estos días en el centro de la polémica por "Memorias de una geisha". Una de las películas de amor más bellas que he visto nunca es "El camino a casa" de Zhang Yimou, en la que ella debutó a los 20 años. Zhang Ziyi (Beijing, 9.02.1979) también ha interpretado del mismo director películas como "Hero" y "La casa de las Dagas Voladoras". "El camino a casa" era una película en blanco y negro, que tenía un oasis central, en color, una isla de felicidad, donde se narraba la historia de amor de un profesor y de una bella muchacha que era Zhang Ziyi.
JAVIER RUIBAL CANTA A LA SENSUALIDAD Y AL ARREBATO DE AMOR

Javier Ruibal (Puerto de Santa María, Cádiz, 1954) es uno de los cantantes y compositores más elogiados por sus compañeros. Es, en cierto modo, el “cantautor de los cantautores” por su personal música que abraza ritmos andaluces, todos los palos del flamenco, y árabes, sonidos del jazz y de Brasil, ecos africanos y latinoamericanos, caribeños (él habla de “la furia del dios Caribe”) y cubanos. Su forma de interpretar ha sido calificada como “apasionada y exuberante”, tan exuberante como la magia erótica de sus textos, tan apasionada como ciertas música de baile. Javier Ruibal acaba de publicar su octavo disco: “Lo que me dice tu boca” (18 Chulos Records), que grabó en dos días de septiembre de 2005 en la sala Galileo Galilei y que incluye también un DVD. La producción es de Javier López de Guereña.
“Con este disco he querido romper una especie de maleficio: la gente piensa que los discos se hacen un laboratorio de sonido. Quería recuperar la esencia de nuestro oficio: hacemos canciones y subimos a un escenario, y es ahí donde convocamos al público, donde ponemos el apasionamiento, la intensidad, donde nos desnudamos por entero. No es lo mismo estar oyendo por un auricular lo que estás cantando, con el retorno y todo eso, que esto. Y yo me alegro mucho de haber vuelto a grabar en directo. No lo había hecho desde 1994 con ‘Pasión Triana”, dice Javier Ruibal. Y explica que muchas de estas canciones no las había grabado nunca en un disco, apenas las cantaba, aunque hay otras muy famosas como “Habana mía” o “Bendito veneno”. Algunas fueron concebidas para programas de televisión, como “Los ratones coloraos” de Jesús Quintero; otras para documentales y espectáculos de flamenco como “Contrabandista” (que canta en la peligrosa noche: “Me llevo tu nombre escrito // por los montes de la luna // cómo puede ser delito // en este mundo maldito // quererte como a ninguna”); otras como “Atunes en el paraíso” para la película “Atún y chocolate”de Pablo Carbonell.
El tema general del disco, como casi siempre en la obra de Ruibal, es el amor, salvo la graciosa canción “Fugitivos del Hamelin. Los ratones coloraos”. El amor complejo y plural, encerrado en un puñado de variaciones, donde hay tiempo para contar historias trágicas, para la confidencia, para elogiar una ciudad o varias, para narrar los amores de Picasso (“el divino impertinente”, al cual también le dedica otra pieza muy juguetona) y Françoise Gilot, o para armar atmósferas que parecen cocinadas en la imaginación de García Lorca, el poeta que más admira el gaditano. Más que del amor mismo, habla de la fascinación que ejerce el cuerpo de la mujer, de su belleza cimbreante y de su gracia, siempre con un trasfondo muy narrativo e irónico. “Existe esa fascinación desde luego, ese cántico. Hablo de mujeres que pasan por la vida de uno, a las que a veces puedes alcanzar, con las que a menudo sólo sueñas una aproximación. Escribo de emociones y sueños, aunque no llegues a las caricias ni al contacto real, pero me contento con haber vivido esa sensación. Por eso, las mías son más bien canciones arrebatadas, canciones para eternos amantes o no tan eternos que aspiran a algo más definitivo”. Canciones que dicen, por ejemplo: “A favor de tu piel // que aprendí mejor que la mía, // llené mi cuerpo // con tu geografía”. Los 16 temas del álbum son de Javier Ruibal, salvo uno que escribió con Joaquín Sabina, un confeso admirador de su trayectoria.
“En lo estrictamente musical, ha habido algunos cambios. Hay bulerías de Cádiz, pasodobles, el mundo sonoro de Andalucía, pero no sé por qué razón veo que me he inclinado más por el universo latinoamericano. Siempre me gusta experimentar, juntar sonoridades, abrirme a nuevas sensibilidades. Utilizo mucho más la mandolina y la guitarra española, y también las guitarras eléctricas, pero no ha sido preconcebido, ha salido así. Yo compongo, busco un paisaje sonoro, fabrico mi propio reino de la imaginación y también de la musicalidad”. Javier Ruibal va a grabar con un cantante senegalés un disco con canciones de aquí y de allá, fábulas infantiles, y acaba de iniciar la gira que lo traerá a Zaragoza, al Teatro del Mercado, el siete y ocho de enero de 2006. Admira a Paco de Lucía, a Carmen París, que ha grabado una de sus mejores canciones, “Ave del paraíso”, a Dulce Pontes y a Pat Metheny, el autor de “American Garage”. Sueña con escribir una novela.
JONÁS GROUCHO, UN JOVEN CINEASTA EN ACCIÓN

Uno de mis creadores jóvenes favoritos es Jonás Groucho Rodríguez Huete, Jonás Groucho para el cine, para la edición, Jonás a secas para los amigos, para algunas mujeres deliciosamente bellas que tienen pesadillas con lagartos. Jonás fue el impulsor, con parte de su familia que alienta el sello Plot, de un magnífico libro sobre François Truffaut, escrito por Antoine de Baecque y Serge Toubiana. Alargo la mano y lo alcanzo, alargo la mano, lo palpo y me siento muy feliz de que ese empeño tan ambicioso haya tenido una magnífica acogida del público. Y de que se haya agotado prácticamente. Truffaut siempre me ha parecido un personaje fascinante, y ahora acaricio sus casi 700 páginas, y alcanzo otro volumen ilustrado, “François Truffaut en acción” (Akal) de Carole Le Berre, que tiene como motivo de portada un retrato del realizador dirigiendo a su última compañera: Fanny Ardant, una mujer maravillosa, inolvidable, para pasear con ella junto al Sena, para esfumarte por el cielo con ella por el cielo aunque sea en globo. Por cierto, en la página 531 del libro de Plot, el que editó Jonás Groucho, dicen los autores: “Más adelante, refiriéndose a Fanny Ardant, Truffaut diría que le cautivó ‘su amplia boca, las peculiares entonaciones de su voz grave, sus grandes ojos negros y su rostro en forma de triángulo’. Al cineasta le gusta esa forma de interpretar tan vitalista, su entusiasmo y su buen humor, ese ‘gusto por lo secreto, esa vertiente hosca de su carácter, un lado salvaje que deja traslucir a veces y, por encima de todo, algo vibrante”. Estoy seguro de que Jonás Groucho ya tiene el libro de Akal entre las manos y si no no tardará mucho en hacerse con él.
Jonás Groucho está redondeando un guión, dándole los últimas puntadas previas a su grabación, que rodará Víctor García León –quien ya hizo una estupenda película: “Mas pena que gloria” con otro libreto que habían escrito al alimón- para el largometraje: “Vete de mí”, la historia de un padre y un hijo, en realidad es la historia de un hijo que vuelve a la casa paterna para acabar provocando una auténtica convulsión en el hogar de su progenitor. Los actores serán Juan Diego y Juan Diego Botto. Además, Jonás prepara con auténtico afán el guión de su primer largometraje: creo que su título provisional es “Primera sangre”, pero de eso poco puedo avanzar y bien que lo siento. Jonás, hijo de director, sobrino de director, depositario de los nombres de Alain Tanner y su Jonás que cumplió 25 años alguna vez y de Groucho Marx, anhela llevar a la pantalla grande sus propios sueños, y la cosa marcha. Tiene personalidad, audacia, inteligencia, sensibilidad, arrojo y un encanto personal, una forma especial de mover las manos, de alargar los dedos, que son los gestos que anuncian a un artista que trae un mundo propio. Los gestos exteriores del talento.
Estos días, Jonás ultima también el “making of”, el así se hizo de la película “Bienvenido a casa”, de la cuarta película de David Trueba, una cinta sobre la paternidad, sobre el arduo aprendizaje de la convivencia en pareja cuando se es demasiado joven, que protagonizan Alejo Sauras y Pilar López de Ayala. David, a quien tanto admiro aunque ahora seamos como dos seres de lejanías que han mitigado su complicidad con los años, con la invisibilidad y la distancia, David, digo, ya tiene al parecer un primer montaje. Me gusta mucho el cine de David, todas sus películas, “La buena vida”, “Obra Maestra” y “Soldados de Salamina”, y me ha gustado escribir de ellas, porque siempre se arriesga y hace su trabajo con honestidad, en un auténtico vaciado personal. Me gustan sus dos novelas, más la primera, sus artículos de domingo, el cariño y respeto que profesa a Rafael Azcona, por ejemplo. Tengo magníficos recuerdos de David Trueba en Zaragoza, en noches de madrugada en el “El Periódico de Aragón” cuando hablábamos con Luis Alegre de cine, de directores, de suplementos literarios como “Rayuela” o “La Cultura” donde escribió, de Woody Allen, de Truffaut y Lubitsch o de chicas bonitas con las que deseábamos cruzarnos algún día, con las que David ya se había cruzado en Hollywood como Andy McDowell, con las que David estaba a punto de cruzarse en Madrid o Barcelona como Ariadna Gil, o en noches de radio como Concha García Campoy.
Sé que pronto podré escribir de nuevo de Jonás y acaso recibirlo en casa, en Garrapinillos -con Daniel, con Aloma, con Diego y Jorge que lo ven como un hermano talentoso y joven y alto que tienen en Madrid y al que ven poco-, como tantas otras veces y discutir de arte, de creación, de cine, que es una de sus devociones preferidas mientras la perra Noa le disputa un sitio entre gruñidos en el sofá.
*Reproduzco aquí una foto de François Truffaut y su última musa Fanny Ardant.
EL SOBERBIO ARTE DE LO BREVE DE EDGAR ALLAN POE

Hijo de pobres actores ambulantes, que alternaban “Macbeth” y “Hamlet” con piezas sentimentales y comedias musicales, se quedó huérfano a los dos años. Entonces aparecieron en sus días, John y Frances Allan, que durante algún tiempo le dieron una infancia casi dichosa. John Allan era un comerciante escocés que se hizo cargo del desvalido muchacho y lo llevó a su casa, una morada sureña y a menudo espeluznante. El niño, dotado desde muy joven para la literatura, creció entre nodrizas negras y criados esclavos que le contaban a cualquier hora viejas leyendas de aparecidos, relatos sobrenaturales o incluso narraciones de viajes o visitas a los cementerios. La presencia de cadáveres era tan constante en la adolescencia de Poe como los seres humanos. Es decir, se crió en medio de fábulas de terror, pero no sólo eso, el ámbito cultivado de los Allan le permitió acceder a las novelas “góticas” y a un conocimiento enciclopédico. Con sus nuevos padres, pasó cinco años en Escocia y Londres, atmósferas que son perfiladas en uno de sus cuentos más perturbadores, “William Wilson”, y en 1820, regresaron a Estados Unidos. Ingresó en la Universidad de Virginia, pero su vida disoluta –de juego, de alcohol, de constante libertinaje- acabaría enfrentándolo con su padre. Ingresó en West Point y casi a la vez vivió su primera historia de amor con Helen, una mujer mayor que él que se volvió loca y falleció demasiado pronto. Se sospecha que Poe iba a visitarla a su tumba a altas horas de la madrugada. Tampoco hizo carrera como militar y pronto se inclinó hacia la literatura. En 1827 publicó su primer poemario, “Tamerlán y otros poemas”. Jamás abandonaría la poesía, y de hecho su vena lírica caracterizará toda su producción: los extraordinarios cuentos, su única novela “Narración de Arthur Gordon Pym”, a la que incorpora el canibalismo, e incluso su narración o poema cosmogónico “Eureka”, con el cual pensaba que iba a lograr la inmortalidad.
Edgar Allan Poe conquistó la inmortalidad de otro modo: con sus narraciones cortas, que fue publicando en revistas y periódicos, y a las que luego les daba forma de libro. Hace algunos años, Alianza Editorial publicaba en dos volúmenes los “Cuentos completos” de Edgar Allan Poe en la traducción canónica, magnífica, de Julio Cortázar. Hace no demasiados meses Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores reeditaba ese trabajo bajo el título de “Todos los cuentos” (481 y 448 páginas), con ilustraciones de Joan-Pere Viladecans (Barcelona, 1948). Podría decirse que en el primer tomo están las obras maestras, las grandes piezas de Poe, las más sombrías e inquietantes, aquellas que le han hecho famoso por su complejidad temática y su riqueza fenomenológica (locura, neurosis, necrofilia, pasiones terribles, muerte más poderosa que la vida, crueldad, sadismo, romanticismo fúnebre...), y en el segundo están los cuentos más grotescos y humorísticos, pero también aquellos donde propone una modesta glosa a “Las mil y una noches”, como “El cuento mil y dos de Scheherezade”, o los cuentos abiertamente líricos, de una poesía más blanda, como pueden ser “El alce” o “La isla del hada”. También figuran en este segundo libro piezas como “Conversación con una momia”, “El hombre de negocios” o “La esfinge”, fábulas que las propias notas finales de los cuentos consideran su producción secundaria. O menos perfecta que las piezas del primer volumen.
Centrémonos pues en el tomo que abre el estuche. En él figuran la mayoría de las piezas verdaderamente magistrales de Poe, un escritor que poseía una deslumbrante erudición porque había asimilado lecturas de todo tipo: ficción, filosofía, esoterismo o ciencia. Parecía saber de todo y contarlo con un procedimiento indirecto que luego también utilizará Borges, aunque al autor argentino Poe le parecía un escritor enfático y efectista del que rescata su cuento más límpido: “La verdad sobre el caso del señor Valdemar”, el único de los suyos que incorporó a su “Antología de la literatura fantástica”. En efecto, esta es una historia portentosa: el relato de un hombre que ha sido objeto de hipnosis y que vive y habla más allá de la muerte. Este primer volumen se abre con el cuento ya citado, “William Wilson”, uno de los más autobiográficos, la historia del doble y del crápula, y debemos recordar aquí que el tema del doble le interesará mucho a escritores como el citado Borges o Stevenson. “El pozo y el péndulo” transcurre en Toledo y es un descenso a los infiernos de la Inquisición. “Manuscrito hallado en una botella” emplea un artificio que ya había usado Cervantes y que empleará años después el propio Cortázar en “Manuscrito encontrado en un bolsillo”. “El gato negro” señala otro instante de la crueldad y de la obsesión que enturbiaban el sentido de Poe, donde el sadismo alcanza un brillo terrible. “El retrato oval” es una narración en poco más de dos hojas de una precisión conmovedora: puro horror y paradoja. La pasión del pintor es tanta y también su sentido de irrealidad que no se percata de que la pintura –igual que sugerirá Oscar Wilde en “El retrato de Dorian Gray”- al cuajarse de vida y belleza aniquila la beldad de la musa, el candor y la entrega de la enamorada. Quizá sea una de los más redondos cuentos de género de Poe, de admirable concisión.
También figuran aquí relatos como “El corazón delator”, “El tonel de amontillado” (una de las piezas preferidas por Stevenson y auténtico paradigma del denominado “tono Poe”), “El demonio de la perversidad” o “El entierro prematuro”, cuentos de constante violencia y desquiciamiento donde se habla de seres heridos por la neurosis en algún lugar del cerebro. “Un descenso al Maelström” es una pieza inspirada en algunos momentos de su adolescencia y emparentado con “Gordon Pym”; el rodar del remolino que todo lo arrastra y los minuciosos datos científicos de la pieza están tomados de la “Enciclopedia Británica”. Hay otras piezas de una recrofilia casi insoportable, puras pesadillas, transmigración de almas, estados de locura, e incluso atmósferas incestuosas como la de “La caída de la casa Usher”, para muchos –entre ellos para Roger Corman- el mejor cuento de Poe, aunque él prefería “Ligeia”, que era un paso más allá, hacia lo siniestro y la resurrección, de “Morella”. Con “Berenice” intentó sugerir la vida idílica y a la par miserable que llevó con su “tercera madre” Mrs Clemm y con la hija de ésta y esposa de Edgar, Virginia Clemm, con la cual se casó cuando ella tenía trece años y él 25. Los cuentos de “las mujeres” (“Ligeia”, “Eleonora”, “Morella” y “Berenice”) figuran entre los más amados por él, pero “La caída de la Casa Usher” es una pieza redonda, magnífica, rebosante de atmósferas enfermizas, de dolencia moral, de decrepitud y de muerte, de una muerte que parece más viva y rugiente que la propia vida. Y de personajes enigmáticos, escurridizos, que se mueven en un estadio de locura, patetismo y ocultación.
Siempre se ha dicho que Edgar Allan Poe fue uno de los inventores del género de detectives con la creación del personaje lógico y deductivo August Dupin, que protagoniza “Los crímenes de la rue Morgue”, “El misterio de Marie Roget” (que es la continuación del anterior) y “La carta robada”, y de esa atmósfera es, sobre todo en su segunda parte, “El escarabajo de oro”. Esta primorosa edición bien merece la relectura de Edgar Allan Poe, uno de los más grandes cuentistas de todos los tiempos.
DIÁLOGOS DE CINE CON RAÚL ARTIGOT

RAÚL ARTIGOT. (Zaragoza, 1936). Director de cine, guionista, iluminador, productor, autor teatral y fotógrafo. Ha trabajado mucho en TVE, y ha dirigido tres películas: “El monte de las brujas” (1972), “Cabo de vara” (1977) y 1984, “Bajo en nicotina” (1984).
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-Señor Artigot, no crea que sabemos demasiadas cosas de usted.
-Nací en Zaragoza en febrero de 1936. En realidad, yo tenía que haber nacido en Cantabria. Mi madre era asturiana y mi padre aragonés de pura cepa, y él se empeñó en que yo naciese en Zaragoza. Mi madre tenía una vértebra rota, pues fue igual. Vinieron por aquellas carreteras estrechas, llenas de curvas, y con aquellos coches. O sea que el parto debió ser algo terrible.
-¿Y fue un niño de cines como Borau, Castellón o Artero?
-Sí, claro. Fui al cine todo lo que pude. Al Fuenclara, al Frontón Cinema, al Iris Park. Nos daban una peseta y te las arreglabas. Mi infancia transcurrió en Zaragoza, pero luego me fui a Asturias y me decanté por la fotografía porque mi padre tenía un laboratorio fotográfico. Colgué mis estudios de Ciencias Físicas.
-No sería por mucho tiempo esa dedicación. En 1960 ingresó en la Escuela de Cine...
-Entonces se llamaba Instituto de Experiencias Cinematográficas. Estaban ya allí José Luis Borau y Saura como profesores. Y Berlanga y José Aguayo, que fue mi profesor de fotografía y me enseñó muchas cosas.
-En 1964 acabó y empezó a fotografiar.
-En realidad no acabé entonces, pero yo tenía unas ganas de trabajar enormes. Tras hacer una película de prácticas con Santiago Sanmiguel, me salió un trabajo para un película infantil. Como aún no tenía el título –me lo dieron al año siguiente-, me firmó un policía, Fernando Ruiz del Rio, y pude hacer mi primera película. Ya tenía mucha experiencia en foto fija, me apetecía hacer fotografía en movimiento, que es el cine. Eso era lo que me interesaba.
-Le interesaba tanto que hizo usted, entre mil cosas, porno.
-Porno duro y porno blando, con Jesús Franco y con realizadores italianos. Y le diré que me gustaba más el de antes. Estaba mejor hecho: había por lo menos un guión.
-Pero también hizo muchas películas del destape español, y en concreto con Mariano Ozores: “El liguero mágico”, “El erótico enamorado”, “Yo inventé a Roque III...”, “Todos al suelo”...
-Hice películas con todo el mundo casi. Ahora estoy escribiendo una revisión sobre ese tipo de cine. Aquí ha ocurrido una cosa verdaderamente trágica: la crítica española. Aquellas eran películas coyunturales. Mariano Ozores, por ejemplo, leía las noticias del periódico y se le ocurrían películas. Y en tres meses las hacía, sin más. Luego venía la crítica y las destrozaba sin compasión. Ferozmente. Incluso a los actores, que eran cojonudos. Los ponían a parir, y luego esa misma crítica se comportaba de modo lacayo con espantosas películas norteamericanas.
-¿De qué críticos habla, por ejemplo?
-Pues de Pedro Crespo. Siempre recuerdo una anécdota muy curiosa: a Alfredo Landa, que es el mejor actor español y ya lo era entonces, siempre lo ponía fatal y solía decir: “¿Quién es el crítico ése? En cuanto me lo presentan le voy a dar dos leches bien dadas”. La crítica española me ha parecido siempre nefasta.
-También ha trabajado con aragoneses: con Artero, con Alejo Lorén.
-Con Antonio Artero me llevaba estupendamente, estábamos siempre juntos. Y con Alejo Lorén hice en 1979 “Esta tierra”, un documental extenso. Es un buen muchacho, le tengo mucho cariño y lamento que no haya hecho más cine.
-También ha participado usted en series de éxito como “La plaza del diamante” (1982) en TVE.
-Esa serie tiene una curiosa historia. Participé en ella casi de milagro. Eran ya los tiempos de las autonomías. Gracias a una estratagema de Francesc Betriu, que hizo creer a todos que yo era catalán, pude hacerla. Fue una serie muy preparada: realicé el “story board”, participé en las localizaciones durante varios meses. Todo estaba muy planificado, Betriu odia las cosas mecánicas, y me encomendó todo ese trabajo mientras él se preocupaba de la puesta en escena y de la dirección de actores. Tuvo una gran intuición con la actriz, Silvia Munt, una bailarina, que lo bordó.
-También hizo otra serie que no tuvo tanto éxito: “El mayorazgo de Labraz”. –Sí, estaba basada en la novela de Pío Baroja y la dirigió su sobrino Pío Caro Baroja. La hicimos a conciencia y elegimos paisajes aragoneses: rodamos durante tres meses en Albarracín; y bastante tiempo en Borja, en Tarazona y en Veruela. Pero era una novela bastante difícil, poco atractiva en el fondo.
-Bueno, y volvió a rodar con su amigo Francesc Betriu “Réquien por un campesino español” (1985) de Sender.
-Era una novela que quería hacer todo el mundo. Un día Betriu recibió la llamada de alguien que le dijo que tenía los derechos. Me llamó y le dije que fuese de inmediato a un abogado a ver si era verdad y que le diese una señal. Así la compramos. Yo fui guionista con Betriu y productor. E hice la adaptación a imágenes y me encargué de las localizaciones. Fuimos a Chalamera y Alcolea de Cinca, pero acabamos viendo que se ajustaban mejor los paisajes de Arándiga y Chodes.
-¿Cómo valora la película?
-Creo que es una película digna, seria, bien hecha. Pero con ella pasó lo que suele ocurrir en España: los críticos extranjeros la pusieron bien, le dedicaron críticas en Estados Unidos, pero en España nada. Recuerdo que tuvimos un lío con ella. Quisimos titularla tan sólo “Réquiem por un campesino”, pero Pilar Miró se puso hecha una fiera. Nos acusó de catalanistas y hubo que titularla como la había titulado Sender: “Réquiem por un campesino español”. Esa película es de TV-3 y lo que ha hecho con ella es infame. Tenía una luz muy bonita y sale completamente oscura.
-¿Cómo nos explicaría su manera de entender la fotografía en el cine?
-La verdad, no lo sé. He intentado hacer las cosas bien...
-¿Cómo bien? Manuel Rotellar decía que la suya era “una luz lujuriosa, una luz erótica”, y varias actrices le han dicho: “Artigot: es usted el fotógrafo que siempre saca a las actrices guapas”.
-Rotellar me quería mucho. Desde que él se murió nadie me había entrevistado en Aragón.
--Hablemos de sus películas. Por ejemplo, de la primera: “El monte de las brujas”.
-Tuve muy mala suerte con el productor y con la censura. A raíz de un desagradable incidente por un desnudo no se llegó a estrenar en España, aunque sí se estrenó en Estados Unidos.
-¿Y “Cabo de vara” (1977), que se pasó en la muestra “Travesía”, que coordinó hace un par de años Vicky Calavia?
-Es una obra basada en la novela homónima de Tomás Salvador. Fui a verlo a Barcelona, hablamos, conducía endiabladamente y estaba sordo. Logramos entendernos y rodé la historia de unos presos en Ceuta a finales del siglo XIX. La cautividad de los hombres es algo que me preocupa mucho. Y conté con un actor estupendo que empezaba, Santiago Ramos, con Ramiro Oliveros y con muchos famosos del cine español.
-¿Qué nos dice de “Bajo en nicotina” (1984), a la que algunos han asociado a la nueva comedia madrileña?
-Qué disparate. Es una película trágica basada en la novela de Pérez Marinero. Es una novela despiadada, que carece de moral, una exhibición de cinismo. Yo había pensado para los papeles principales en José Sacristán y Charo López. Sacristán no estaba de acuerdo con el guión, con ese personaje frío, desmedidamente egoísta que acaba matando a los vecinos que le molestan. Yo creo que va por una línea próxima a Fassbinder de cine cruel y despiadado.
-¿Qué le parece eso de que repongan sus películas?
-Me parece estupendo. Aragón es la comunidad española con más cineastas, desde los Jimeno y Segundo de Chomón hasta nuestros días. ¿No le parece? Ahora ya estoy retirado: preparo mis memorias y escribo novela negra. Ando a la busca de un editor.
JORGE GAY Y JAVIER DELGADO PRESENTAN "ZARAGOZA MARINA"

Suele decir Javier Cercas que el novelista escribe para averiguar las cosas de la vida y que se coloca en la postura de “Qué habría ocurrido si…” La actitud de Javier Delgado a principios de los ochenta, inmerso en una crisis amorosa, no debió de ser muy distinta. El poemario “Zaragoza marina”, aparecido por vez primera en 1982 en la colección “Poemas” de Luciano Gracia, también es un conjuro contra el desamor, una propuesta narrativa y elíptica para superar el dolor (Javier Delgado, como Isak Dinesen, debió de decirse: “Todas las penas del mundo pueden mitigarse si se meten en una buena historia”) y es un modo de responder a “Qué hubiera pasado si Zaragoza hubiera tenido mar” o a “Qué hubiera pasado si un día a Zaragoza hubiese llegado el mar y luego se hubiera ido”.
Y es eso, así a primera vista, lo que plantea “Zaragoza marina”. La ciudad es como una mujer, o una muchacha encelada en una pasión devoradora, y recibe la fuerza del oleaje, el rumor de las caracolas, el desorden del océano que la visita como un enamorado tan apasionado como fugaz. O veleidoso. Ese mar que viene y se va lo inunda todo, poro a poro: los templos, las casas, las calles, la soledad del mundo en la urbe, y a pesar de que Zaragoza o la joven (en la que, en el epílogo, parece transmutarse el propio poeta) no nació para “traducir el canto de las caracolas”, se quedará habitada. Al fin y al cabo las olas dejan “su huella como un testamento indescifrable”.
De ese estado y de la constatación de la ausencia del mar, nace de la II parte del libro: nace la nostalgia, la decepción, el arrepentimiento. El poemario, que también tiene un prólogo y un epílogo, está escrito en segunda persona, por eso se lee: “Nunca debiste amarle: el mar se lleva, // cuando se va, toda la felicidad del alma”. Y la desolación creciente, como navaja que abre los jirones de la melancolía, se revela de nuevo: “Él ya no está y tienes, por las tardes, // un temblor de muerte cuando miras // tu perfil solitario contra el cielo”.
“Zaragoza marina” se agotó pronto y se quedó ahí, en medio de la bibliografía creciente de Javier Delgado, que posee otros hitos zaragozanos como recuerda José-Carlos Mainer. Hace algún tiempo, Jorge Gay y Javier Delgado se encontraron en la librería Antígona y hablaron de colaborar. Jorge Gay, el hombre que habita un “barrio metafísico” como De Chirico o Carrá, acababa de exponer la muestra “La ciudad, el amor y los sueños” en la Lonja. Delgado recordó este libro, “un volumen que nació como el intento de dotar de leyenda a Zaragoza, esa ciudad que se quedó a medio camino de todo lo que debió haber sido”, y ambos se pusieron a trabajar con dos colaboradores de lujo: José-Carlos Mainer, que escribe un hermoso y lúcido texto sobre Zaragoza, su tránsito de ciudad con ecos rurales a inequívocamente urbana, y glosa las aportaciones de escritores, pintores, artistas, arquitectos, periodistas, etc., en el texto más emocionante que yo le recuerdo sobre Zaragoza, y ha escrito bastantes. Y el otro colaborador esencial, el hombre que es decisivo -con el artista Jorge Gay, claro está, con Delgado y Mainer- para que este poemario se convierta en un libro objeto, en un libro de artista: el diseñador Fernando Lasheras. El resultado final es un libro espléndido, emotivo, una fiesta de la libertad del trazo, del sueño, una apología de la creación a cuatro bandas. Jorge Gay da lo mejor de sí mismo, con soltura, con los homenajes que tanto le gusta hacer. Crea su propia Zaragoza marina, autónoma y a la vez complementaria, emplea el collage, la pincelada gruesa, rinde homenaje a ese oficio maravilloso de la pintura, el dibujo y sus alrededores.
“Zaragoza marina” es uno de los libros más bonitos y sentidos que hemos visto en Aragón en años, de ésos que anuncian que la obra coral, plena de numen e intencionalidad, es posible.
* “Zaragoza marina” se presenta el lunes 12, en la librería Cálamo, a las 20.30. Estarán los autores, Paco Goyanes y este amanuense del blog. Es uno de esos bonitos libros que a uno le gustaría que le regalasen por Navidad. Jorge ha expuesto en Holanda, está exponiendo aún en Art Singel 100 de Amsterdam (esta obra pertenece a la muestra), ha terminado su mural sobre "Los Amantes de Teruel", que ha recibido muchos elogios, y Javier Delgado ha inaugurado una sección semanal en "Artes & Letras", "Jardines cercanos", colabora asiduamente con "La magia de viajar por Aragón" e intenta recuperar su fortaleza y su entusiasmo de antaño con la literatura oriental y con otros sueños.
ROSENDO TELLO, PREMIO DE LAS LETRAS ARAGONESAS
El jurado del Premio de las Letras Aragonesas 2005, que se reunió ayer por la tarde, ha propuesto por unanimidad otorgar el galardón en esta edición al escritor Rosendo Tello, nacido en Letux (Zaragoza) en 1931, porque "su poesía significa de la literatura aragonesa contemporánea, una espléndida aventura estética de hondo valor metafísico, donde las preguntas existenciales se disuelven en visiones, símbolos y alegorías". Asimismo, el jurado ha destacado "el rigor formal y el ineludible sentido de la armonía, de la elegancia, de la exquisitez y de la belleza visual" en la obra de Rosendo Tello.
"A lo largo de casi cincuenta años de dedicación a la poesía, Rosendo Tello ha construido un mundo personal, en donde la visión barroquizante, poetizada, del paisaje aragonés ha sido un elemento importante y muy novedoso, un elemento que ha dotado que ha dotado a la obra de Tello una pureza casi platónica", ha añadido el jurado presidido, por delegación de la consejera de Educación, Cultura y Deporte, por el viceconsejero del Departamento, Juan José Vázquez Casabona, y compuesto por los siguientes miembros:
- Pilar Navarrete, directora general de Cultura.
- Eliseo Serrano, representante de la Institución Fernando el Católico.
- José Carlos Mainer, catedrático de Literatura de la Universidad de Zaragoza (que presenta hoy el primer poemario de Adolfo Burriel Borque en Cálamo: “Furtivos días” (Algaida).
- Juan Bolea, escritor.
-José María Royo, periodista.
Todos ellos han destacado que "desde que se inició la andadura poética de Rosendo Tello con la publicación de sus primeros poemas en 1959, su poesía, con muchos y grandes libros en su haber, ha sido fiel a lo más difícil, a un sentido irreductiblemente humano de la palabra en el tiempo". Rosendo Tello había sido propuesto al galardón por la Asociación Aragonesa de Escritores.
El "Premio de las Letras Aragonesas" se instituyó el 11 de julio de 2002 por decreto del Gobierno de Aragón al objeto de distinguir a aquellas personas, instituciones o entes aragoneses cuya labor genérica en las áreas de la creación e investigación literaria se estime de especial relevancia. Este premio tiene una dotación económica de 12.000 euros. Anteriormente lo han ganado, entre otros, Ana María Navales, José-Carlos Mainer, Soledad Puértolas o Jesús Moncada. Tello, que fue el pregonero de la pasada Feria del Libro, es un especialista de la obra de Juan Gil-Albert, al cual le ha dedicado su tesis doctoral, y dio un ciclo sobre la lírica de Luis Cernuda en el centenario de su nacimiento. Miembro del grupo del Niké, co-director de la revista "Albaida", junto a Ana María Navales, cja iniciado la escritura de sus memorias en tres tomos: el primero abarcaría sus recuerdos hasta la adolescencia; el segundo se centrará en su juventud y su primera madurez. Y el tercero narrará las vicisitudes de los últimos años.
RECUPERO AQUÍ UN TEXTO QUE PUBLIQUÉ EL PASADO 24 DE JUNIO:
Rosendo Tello (Letux, 1931) es uno de los grandes poetas de Aragón. Ha escrito, sin prisa pero sin pausa, una lírica muy personal, luminosa y transparente, caracterizada por la variedad de su inspiración, un constante apetito de perfección y belleza, una exquisita musicalidad (la música, en el poema y como tema, es una de sus constantes) y por la diversidad temática.
En alguna ocasión se ha dicho de él que es un “poeta solar”, un creador imaginativo que igual aborda la tierra y el paisaje, que diversos personajes inscritos siempre en una historia íntima o colectiva, el mito, la fábula, la arquitectura. Prames acaba de publicar un volumen de 735 páginas donde se recogen prácticamente todos sus poemarios, algunos inéditos, no los poemas sueltos en revistas o libros. Y el conjunto rezuma rigor y plasticidad, evolución indesmayable, sugerencia y una increíble capacidad de uso del lenguaje.
Rosendo Tello, libro a libro, reinventa su propia lengua y sabe desplazarse de la realidad a la fabulación y de la fabulación a lo cotidiano. Sus poemas parecen esculpidos en el manantial de una dicción segura, en la eufonía, en la textura del idioma. El volumen, “El vigilante y su fábula. Obra poética reunida”, se compone de catorce libros. Luis Felipe Alegre habla de dos periodos muy definidos: el primero abarcaría sus cinco primeros poemarios, y el segundo comprendería desde “Meditaciones a medianoche” hasta “Consagración al alba”. Todo le interesa: el ámbito familiar, la naturaleza, la alegoría, pero también la reflexión metapoética, la lírica narrativa, el idilio, la deslumbrante o matizada metáfora. Si hace algunos años, Antonio Gamoneda ganaba el Premio Nacional con su poesía reunida en “Edad”, este proyecto planta ahí su candidatura. O eso desearíamos cuando menos. El raro y misterioso Tello, el sensual y simbólico Rosendo debiera ser reconocido con este libro de libros: “El vigilante y su fábula”.
LA OBRA FOTOGRÁFICA DE JOAQUÍN ALCÓN*

Joaquín Alcón (Zaragoza, 1928) nunca ha presumido de nada. Ni de ser un testigo esencial de la vida cultural de Zaragoza desde finales de los años 40 hasta la muerte de Franco, ni de haber participado activamente en esa aventura del conocimiento y de la creación que fue la editorial Javalambre, ni de haber sido uno de los fotógrafos más innovadores en los años 60 y 70. Hubo un día que decidió coger el petate, su laboratorio portátil y sus cámaras de fotos, y se instaló en Benidorm, donde ha seguido trabajando. Regresa de cuando en cuando a ver a su hermana, a pasear por la ciudad o a comprobar que sus fotos siguen por ahí, latiendo con su estremecida centella de luz, con el virado del tiempo que es la memoria. Hace poco, en la antológica que el Palacio de Sástago rindió a Fermín Aguayo, se vieron las fotos que le hizo en 1951. Resulta curioso imaginarse la estampa: dos tímidos frente a frente, dos bohemios acaso huidizos intentando forjar esas imágenes indelebles, labradas con melancolía, con desenfado, con un presagio de modernidad. Alcón descubrió al grupo Pórtico, en su máxima y casi fugaz creatividad, cuanto tenía 20 años. Cuando se deshizo el trío –Santiago Lagunas, Eloy Laguardia y Aguayo-, en sus tarjetas añadió a su nombre completo, “Joaquín V. Alcón Pueyo”, dos leyendas: “Fotógrafo” y “Reproducción de cuadros”.
La inclinación por la fotografía la vivió en casa, en la figura de su padre, Pablo Alcón, nacido en La Iglesuela del Cid (Teruel), que poseía una cámara de fuelles y hacía buenas fotos de sus hijos y de su mujer, o autorretratos suyos datados en 1919. Pablo Alcón también revelaba en casa. Joaquín, tercero de cinco hermanos, Pablo, Paco, Josefa y José Antonio, se matriculó con 17 años en la Escuela de Artes Aplicadas. Fue dibujante y pintor durante algún tiempo, aunque luego hizo sus primeros pinitos con la cámara de fuelles de su padre y más tarde con una Rolleiflex de 6 x 6. A la par que frecuentaba los bares y tertulias (Niké, El Pozal, Cafetería Fiesta…), y que conocía ese movimiento del arte abstracto y de la nueva poesía que renovaba casi a hurtadillas la ciudad, con editoriales, con revistas y con obras de teatro, entró a trabajar en la sección de música de la Galería Libros de Víctor Bailo, que fue “un maestro para mí”. Permaneció allí desde 1955 hasta 1966.
Cuenta Joaquín Alcón que aquel fue un momento especial: tenía contacto con la pintura que llegaba a la sala, veía libros y más libros, le apasionaba cada vez más la lieratura, oía buena música y veía pasar por allí a Federico Torralba, Pilar Bayona, Eduardo Fauquié y tantos otros, pero también a Miguel Labordeta, a Julio Antonio Gómez, a Luciano Gracia. Y en aquel caldo de cultivo empezaba a hacer su obra: al principio le interesó mucho el paisaje urbano, luego el retrato, viajó por distintos lugares de Francia e Italia (Florencia, Roma y Venecia, adonde regresaría en 1986), pero también tendría una participación decisiva en el teatro que se estaba haciendo en la ciudad. Colaboró con Antonio Artero y Ángel Azpeitia, con Pepe Otal, con Antonio Castellón, con Juan Antonio Hormigón o Alfonso Azcona, y con ellos hizo de todo: decoración, maquillaje, máscaras. Tenía un virtuosismo silencioso pero muy eficaz, como se verá más tarde cuando empieza a explorar campos de la fotografía más experimental: ahí están sus abstracciones, sus juegos de luz y sombra que confluyen en la geometría, sus solarizaciones, sus depuraciones llevadas a la máxima delgadez, a la sugerencia. Joaquín Alcón partía de imágenes naturales, retratos, instantáneas de la vida, fotos largamente pensadas, y luego las llevaba a su terreno “sin ningún truco de dibujo”, mediante simulación de gotas de lluvia, líneas, virados, mediante las repeticiones y la multiplicación de piezas.
En 1968, Yves Saint-Laurent lo llamó para que le hiciese fotos de moda de primavera-verano y de otoño e invierno, y resolvió la invitación con su exquisita profesionalidad e imaginación, con ese aire de estilizado grafismo. Un año antes, cuando estaba obsesionado por la pared y su caligrafía (incisiones, inscripciones, rayas…), había fotografiado en París a uno de sus modelos más constantes: el editor, poeta y fotógrafo Julio Antonio Gómez, del cual conserva maravillosos recuerdos y una imagen contrapuesta: la del hombre divertido y socarrón, y la del hombre sensible, herido por el desamor y capaz de emprender proyectos que conducían a la ruina. La relación con Julio Antonio Gómez, como con Miguel Labordeta, Eduardo Valdivia, Ignacio Ciordia, etc., fue muy importante para Alcón. Él se va a convertir en el artista gráfico de Javalambre-Fuendetodos y eso le va a permitir conocer y retratar al premio Nobel Vicente Aleixandre, al cual visitó varias ocasiones en “su casa de los jóvenes poetas” de Madrid, a Celaya, Blas de Otero, Ramón de Garciasol, etc.
Todos, incluso los más jóvenes como Manuel de Codes, le han dedicado elogios. Y a muchos de ellos les hizo sus mejores retratos. A Miguel Labordeta, por ejemplo, lo retrató en el Parque Grande, en su casa, en uno de sus estudios (tuvo tres: Paseo Pamplona, calle Canfrac y calle Zaporta) y le aplicó luego una espectacular técnica de fragmentación, bellamente lograda. Cuando Julio Antonio se marchó a Marrakech, donde escribió “El fuego de la historia”, llamó a Joaquín Alcón para que le instalase un laboratorio de fotografía. Lo hizo y volvió para continuar viviendo y mirando a través del objetivo. Cuando ve el impacto de la tecnología digital, las posibilidades de edición del ordenador, dice Joaquín: “Ahora las posibilidades la fotografía son infinitas. Mi trabajo se hacía todo en el estudio y nacía de la dedicación, de la paciencia y de una voluntad de transformar la imágenes naturales”.
*Foto de Miguel Labordeta de la serie que le hizo en el Parque Grande de Zaragoza, algunas de cuyos retratos aparecieron en las "Obras Completas" de Miguel que publicó Javalambre.
C. S. LEWIS Y EL CICLO DE NARNIA

Mucho antes de “Harry Potter” de J. K Rowling, casi a la par de “El señor de los anillos”, en Oxford, hacia 1950, un señor menudo que dominaba a la perfección el griego, la literatura medieval y las mitologías nórdicas concebía un reino de fantasía, donde los animales hablaban, los árboles podían andar y un león era capaz de resucitar. Ese territorio se llamaba Narnia y en él iban a ocurrir cosas increíbles. A ese espacio mental y físico accedieron casi milagrosamente los cuatro hermanos Pevensie, Susan, Lucy, Edmund y Peter. Primero, por casualidad, ingresó en ese condado la pequeña Lucy: en Narnia era invierno, había nieve y se encontró con el fauno Tumnus, que le anunció que allí llevaban “cien años sin Navidad” y que si la dejaba volver a la tierra sería castigado por La Bruja Blanca. Otro día, Lucy repitió el viaje con su hermano Edmund; más tarde, mientras jugaban en la oscura casa del profesor Kirke que los había acogido, huyendo de los nazis en el Londres de 1940, los cuatro hermanos se escondieron en el interior de un armario y, como por hechizo, salieron a Narnia.
Dice Douglas Gresham, hijastro de C. S. Lewis, que ese espacio fabuloso estaba inspirado en un bosque que había al lado de la casa del escritor, que tenía en medio un pequeño y cristalino lago, y que todo ello se hallaba en medio de una atmósfera de misterio, donde el viento era singular, melodioso, y hasta el tiempo parecía situarse al margen de los relojes convencionales. Así empieza “El león, la bruja y el armario”, el primer título que escribió en 1950 C.S. Lewis de los siete que forman “Las crónicas de Narnia”, que reorganizaría posteriormente; el escritor colocó como primera historia una que escribiría mucho después: “El sobrino del mago”, donde cuenta la amistad de Digory Kirke y Polly Plummer que, ayudados por un anillo mágico, realizan un viaje fascinante a un lugar donde una malvada hechicera quiere hacerlos sus esclavos, hasta que acude en su auxilio el león Aslan, que además entona una canción que dará lugar a Narnia. Digory y Polly vivían en el Londres de Shelock Holmes, a principios del siglo XX.
A estos dos títulos seguirán cinco más: “El caballo y el muchacho”, la historia del joven Shasta y el caballo Bree; “El príncipe Caspian”, donde reaparecen los hermanos Pevensie al lado de este personaje que intenta recuperar el reino de Narnia; “La travesía del ‘Viajero del Alba”, que narra un viaje en un barco de los hermanos y con su detestado primo Eustace Clarence, el personaje favorito de J. K. Rowling; “El trono de plata” y “La batalla final”, donde ya no tienen protagonismo alguno los cuatro hermanos, que, tal como dijo una profecía, llegaron a ser reyes de Narnia. Como su amigo Tolkien, C. S. Lewis también colocó mapas a sus ficciones, con sus montes y desiertos, castillos y riberas, mares y marismas, desfiladeros y ruinas, algo que se ve muy bien en las dobles páginas de “Las crónicas de Narnia. Obra completa” (Destino, 528 páginas. Ilustraciones de Pauline Baynes).
En su interior todo es posible: el tiempo avanza más deprisa (vuelves de Narnia y aquí no han pasado ni los minutos), y se multiplican los dragones, los faunos, las brujas y hechiceras, las maldiciones, los enfrentamientos entre reyes y príncipes, entre ejércitos. La importancia de los animales es absoluta: hay lobos, zorros, asnos, caballos, castores, centauros, renos, leones como Aslan, muy decisivo en toda la saga. Y todos tienen su protagonismo, que rivaliza con los propios héroes Digory y Polly, los hermanos Pevensie, Eustace, el príncipe Caspian, el monarca Miriez, Papá Noel, etc. El asunto esencial de la serie es la lucha entre el Bien y el Mal, representado éste casi siempre por brujas, como La Bruja Blanca, o agentes que han usurpado el poder en Narnia. Hay enfrentamientos constantes, batallas, y en todas ellas, de algún modo, cobra una enorme importancia la presencia y la leyenda del león Aslan, rey de Narnia antes que ceda su trono a los hermanos Pevensie.
Hace algunos días se estrenaba la película “Crónicas de Narnia. El león, la bruja y el armario”, que ha dirigido Andrew Adamson, y que se rodó en Nueva Zelanda. Entre otros, en el reparto figuran Liam Neeson, Ruper Everett y una fantástica y perversa Tilda Swinton, entre otros.
EL AUTOR
Clive Staples Lewis nació en Belfast en 1898 y murió en Oxford en 1963. Desde muy joven se inclinó al estudio de la literatura, hasta el punto de que se especializó en literatura medieval y renacentista. Fue educado por su madre y una institutriz hasta los diez años; más tarde, cursó en estudios en varios colegios; a uno de los cuales lo definió como “campo de concentración”. Antes de entrar en Oxford, estudió con un profesor que se parece mucho al que aparece en “El león, la bruja y el armario”. Redactó un importante libro, “Literatura inglesa del siglo XVI” (19154), y también exhibió siempre un gran conocimiento de lenguas clásicas.Fue siempre un apologista cristiano en la línea de Chesterton, pongamos por caso, pero a menudo más radical; o eso le echaba en cara su gran amigo J. R. R. Tolkien: ambos intercambiaban la lecuta en alta voz de sus ficciones. C.S. Lewis combatió en la Primera Guerra Mundial y fue ateo durante varios años hasta que convirtió al cristianismo. Su obra es muy extensa y abunda en ciencia ficción, en libros de memorias y recuerdos y en literatura infantil y juvenil; también tiene una obra de carácter religioso, donde reflexiona sobre Cristo, la esclavitud, una idea bondadosa del amor, la educación (por cierto, no era un gran defensor de la escuela pública), etc. Entre sus títulos más famosos, destaca la llamada “Trilogía de Ransom”, de ciencia ficción, compuesta por “Más allá del plantea silencioso” (1938); “Pereandra” (1943) y “Esa horrible fortaleza” (1946). Además de la serie “Narnia”, tituló sus memorias “Cautivado por la alegría” (1926).Uno de sus libros más bellos es “Una pena en observación”, donde narra su historia de amor con la poetisa norteamericana Helen Joy Gresham, con la que mantuvo una inicial y fogosa correspondencia; se encontraron en 1952, se casaron (ella tenía dos hijos de su matrimonio con el escritor alcohólico William Gresham) e incluso llegaron a realizar un viaje maravilloso por Grecia antes de que ella muriese a consecuencia de un cáncer óseo. Esta historia la llevó al cine Richard Attenborough en “Tierras de penumbra” con Anthony Hopkins y Debra Winger, una de mis actrices favoritas desde hace mucho años.
*Obra completa. Las crónicas de Narnia. Siete novelas. C. S. Lewis. Ilustraciones de Pauline Baynes. Traducción de Gemma Gallart. Destino. Barcelona, 2005. 524 páginas.
C.S. Lewis de niño, cuando lo educaban su madre y una institutriz.
AFM, DANIEL GASCÓN*, ESQUILLOR, ARANA, M.VILAS, MANU CÁNCER

-Ayer se inauguró la exposición “Antonio Fernández Molina. El poeta multiplicado” en el Paraninfo, un viaje al universo AFM. El escritor manchego (1927-2005) está siendo objeto de numerosos homenajes y reconocimientos. Cito algunos: en Guadalajara, el ayuntamiento le ha organizado la muestra “Horizontes líricos. Los misteriosos paisajes de un poeta”, y se ha editado un catálogo que reproduce muchos dibujos suyos. La galería Aleph de Ciudad Real, con textos de su hija Ester Fernández Echevarría, le ha organizado otra muestra y le publicó un curioso catálogo: “Visiones poéticas” con reproducciones en color y poemas manuscritos. La Biblioteca de Autores Manchegos de la Diputación de Ciudad Real publicó el libro “Antología de prosa”, con prólogos de Ester Fernández y Fernando Arrabal. Libros del Innombrable también publica un libro muy original “Veleta al viento”, y anuncia que crea el I Premio de poesía ilustrada “Antonio Fernández Molina”, en colaboración con el Patronato Municipal de Cultura de Alcázar de San Juan, donde nació Antonio.
La editorial Menos Cuarto de Palencia, que José Ángel Zapatero, publica en la colección que dirige Fernando Valls (que elogió la trayectoria de AFM en “El Mundo” para Juan Bonilla) el volumen “Las huellas del equilibrista”, con edición de José Luis Calvo Carilla. Se nos recuerda que “Fernández Molina convirtió el microrrelato en la parcela más cuidada de su producción en prosa que, junto al poema breve, es el epicentro de su infatigable capacidad literaria”.
Uno de los textos que más me gusta es “El tren”:
“Esta noche ha pasado un tren por delante de mi casa, tosía y cojeaba como si ésa fuese su costumbre.
El tren iba cargado de conocidos, de cómicos, de corderos, de armas, de tuberías de plomo… Y se balanceaba como un barco que busca a los piratas y él mismo está fuera de la ley.
En el suelo no hay raíles ni ha quedado señal de su paso”.
-El viernes, 16, se presentan varios libros:
1. David Trueba, que está montando su cuarta película, “Bienvenido a casa”, presentará en la librería-café “El bandido doblemente armado” de Soledad Puértolas y sus hijos el libro de relatos de Daniel Gascón “El fumador pasivo” (Xordica). Será a las ocho de la tarde. Y el día 22, a la misma hora, Ignacio Martínez de Pisón y Félix Romeo presentará el libro en Librería Antígona.
2. José Luis Melero presentará a las ocho de la tarde, en el Palacio de Sástago, el libro de la “Poesía” de José Ramón Arana (José Ruiz Borau), que ha preparado Javier Barreiro y ha publicado Rolde. El volumen ha quedado muy bonito, más en su interior que en su exterior, y es el mejor homenaje que le ha hecho Aragón este año a Arana. Luis Esteve es el editor de “El cura de Almuniaced y otros relatos” (Biblioteca del Exilio e Instituto de Estudios Altoaragoneses). Garrapinillos le va a dedicar su nombre a un parque y a la biblioteca del nuevo Centro Cultural “Antonio Beltrán”. Pepe Melero, que es un espléndido presentador de libros, preparaba ayer su charla.
3. El viernes 16, a las 19.30 horas, Raúl Herrero, poeta, dibujante y director de Libros del Innombrable, y yo presentaremos el último libro de Mariano Esquillor: “Columpio autobiográfico”, ilustrado con dibujos del poeta, que también explicará las claves de este volumen en prosa lírica. Transcribo un fragmento que refleja algunos estados de ánimos del escritor que sale de paseo, que busca a su amada, que sueña, que se encuentra con amigos, que explora sus visiones…
“Mi pequeña musa no escuchó mi llamada. Hoy es un día de silencio. Perdí la razón. No sé si habrá mañana. Tal vez no sea el principio de no vivir, aunque no sepa con certeza si alguna vez viví. Ven y abraza mi corazón antes que él se tome la vida como muerte”.
-1. El martes, 20, Manuel Vilas presenta el poemario “Resurrección” (Visor) con el cual ganó el premio Jaime Gil de Biedma. El acto será en el Teatro Principal a las 19.30 con la presencia de Lorenzo Oliván, profesor,crítico y magnífico poeta, Rafael Campos, responsable del teatro, y el librero Paco Goyanes.
2. Media hora después, en Librería Antígona, se presenta la “Poesía completa” de Manu Cáncer, cuya edición he preparado para Olifante, con la colaboración imprescindible de Trinidad Ruiz-Marcellán, y las hermanas del poeta muerto en 2002: la diseñadora Elena y la compositora y cantante Susana, que tocará alguna pieza dedicada al escritor. Hablaremos Miguel Ángel Longás, autor de la solapa, Trinidad Ruiz-Marcellán, Susana Cáncer y yo, que he redactado el extenso prólogo que he publicado aquí en el blog, unos días atrás.
*Foto de Daniel Gascón, que presenta su libro en Madrid el viernes 16, con David Trueba y su editor Chusé Raúl Usón, y el jueves 22 en Antígona, a las ocho, con Usón, Félix Romeo e Ignacio Martínez de Pisón.
MEMORIA DE ALFREDO EVANGELISTA, EL PEQUEÑO CLAY

Hay en Zaragoza un señor que escribió en inglés un libro sobre el músico británico David Hammill, que ama la literatura anglosajona, las leyendas celtas, el folk británico, los regates de Georges Best y algunos memorables combates de boxeo. Se llama Juanjo Blasco Panamá y come todos los días en “Los Delfines”. Un café con él es como un viaje a través de las grandes peleas, vistas, soñadas o puros recuerdos inventados. Una de las que recordaba era aquélla entre Cassius Clay y Alfredo Evangelista del 16 de mayo de 1977, a quien Antonio Calvo Pedrós retrató en la Romareda con un chándal gris, tal vez cuando preparaba la defensa de su título nacional ante Benito Escriche. Juanjo Blasco Panamá recordaba que al hispano-uruguayo, que mordía las sílabas como si fuesen un protector bucal, le llamaban “el pequeño Clay”. Los dos se encontraron sobre el ring y teatralizaron un duelo de titanes que no honró a nadie. Evangelista ensanchó su palmarés para los nietos con tres peleas más antes León Spinks, Greg Page y Larry Holmes, aquel campeón intratable que se hartó de reinar en soledad y castigó de lo lindo al viejo Clay, del que había sido “sparring”. Juanjo Blasco –que fue Panamá Panamá con el escritor Javier Sebastián en otros días- preguntó: “¿Qué habrá sido de Evangelista?”.
Acabo de reencontrarme con él en “El mundo”, en un artículo de David Gistau. Los boxeadores son como sombras del ayer. ¿Qué habrá sido de José Durán, José Hernández, Dum Dum Pacheco, Uco Lastra, Miguel Velázquez, Gómez Fouz, qué es de Perico Fernández, pintor de fantasías, que regresa a la televisión con Pepe Navarro, enfadado con el mundo y con los aragoneses? Alfredo Evangelista se desfondó en el cuadrilátero y en la vida, de hecho estuvo cinco años en la cárcel. Pero ahora, leo, está feliz. Y anda por ahí con un puñado de historias épicas que contar cuando llega la Navidad.
MARIANO ESQUILLOR PRESENTA SU PROSA POÉTICA EN ÁMBITO

Mariano Esquillor fue albañil antes de poeta. Descubrió a Víctor Hugo y fue capaz de sentir la llamada de la poesía, la revelación y la rebelión de la palabra mientras tabicaba y aplicaba con escrupulosidad la plomada. Desde entonces, Mariano Esquillor (Zaragoza, 1919) ha escrito una cuarentena de libros; algunos están inéditos, otros los ha publicado (ahí están “Mensaje a Fenicia”, “Vida, guerrilla y muerte”, “Elegías a Fuensanta”, cómo olvidar “La colina eterna”, su primer libro, aparecido en 1973) o han sido compilados en “Arco lírico” (Olifante, 1999), pero ha publicado en torno a una veintena de títulos: en realidad son 23 poemarios en 18 libros. Además, en esa vejez tan digna que lleva en la Casa de Amparo, ya viudo de Fanny, ha descubierto su condición de pintor expresionista, pintor de monstruos; Raúl Herrero, responsable de Libros del Innombrable, le ha hecho un refugio para sus últimos años en su empresa. Raúl Herrero es un editor heroico, menos reconocido de lo que se merece tal vez, pero está haciendo una labor extraordinaria, es uno de mis héroes de la edición en Aragón. Lo escribo con toda sinceridad. Le ha publicado varios libros: “Playa de tormentas mudas” (2000), “Opio” (2002) y “Huracán de Sol” (2004). Y ahora acaba de aparecer una especie de cuaderno de apuntes, de diario y de autobiografía que se titula “Columpio autobiográfico”, donde el poeta habla de todo, y lo hace en prosa: de sus musas, de sus paseos, de sus amigos, de su búsqueda constante, de sus visiones, de la muerte que acecha, de la amada insomne y ya difunta, Fanny, Fuensanta. Mariano Esquillor es un poeta que participa de la visión, acaso de la profecía, de la adivinación poética, y alguien ha encontrado en él algunos registros semejantes a William Blake o John Donne o Lewis Carroll.
Transcribo este texto:
-“Hoy volví a encontrarme con mi musa, la de los ojos verdes y el alma blanca. Hablamos de la Paz: cuánto misterio sobre el color de la tristeza. Nos fuimos a reír al río de las alegrías. Allí las lágrimas no son eternas. No nos asusta la soledad, tenemos a Dios. Preciosa imagen. Mi musa me habló desde su bola de cristal: Tú y yo, un día, seremos vida inesperada en las cumbres de la creación”.
Y también este, tan importante para un coleccionista de sirenas como yo:
-“Camino sin más ayuda que el templo que me lleva a la muerte. Pero, a mi paso, encontré una sirena que me ayudó a vivir. Ya no se me atrofian los sentidos. Sobre mí brotan fuerzas divinas. Hoy saldré con mi bandera de paz en busca de la belleza. La que nunca sucumbe. Tal vez me acompañe la serenidad que, a veces, me envía la locura. Sobrevolaré, ante el aire, con mi bola de fuego, lejos del infierno”.
También transcribo este:
-“Llámame. No detengas tu aliento en las sombras. Dibújame sobre tu cuerpo débil, sencillo y fuerte, pero no te alejes de mis hojas malditas que tú, al tocarlas, las conviertes en amor divino”.
Mariano Esquillor, que vive en la Casa de Amparo, como ya he dicho, recorre la calle Predicadores, se acerca a la Amozara, va y viene a orillas del Ebro, acude a escribir a un Bar (lo pone así, con mayúsculas), donde hay una camarera que le inspira y que se convierte en una de sus musas. Pero, además, habla con los ángeles, con los duendes, con los peces marinos, habla con ellos y oye sus voces. En algún instante, parece que vivamos en un reino de fantasía, en una atmósfera encantada de Lewis Carroll; en otras tenemos la impresión de que vivimos en un espacio mágico, ilusorio, pero místico (por ejemplo, vemos pasar una procesión de caballos), en un arrabal del cielo, pero el autor nos recuerda de inmediato que está en Predicadores y que la joven tiene 30 años y no 20 como a él le parece. Otro detalle muy curioso es que Mariano Esquillor habla una y otra vez con la fotografía de Fuensanta, su mujer, Fanny, y eso te hace recordar al personaje de Tabucchi, Pereira, que también hablaba con la foto de su mujer. Hay muchos fragmentos interesantes de diálogo con Fanny (le anuncia que escribirán pronto nuevos versos desde la eternidad del reencuentro definitivo), pero me gusta mucho el de la página 27:
"Esta tarde me fui de casa y no volví. Ya de noche crucé puertas y puertas cerradas. Te busqué, Fanny, en la claridad del cielo. No reconocí tu estrella divina. Tal vez fuese aquella que a solas brillaba. Así son las noches de mi destierro. Sólo tú enciendes mis sombras. Quisiera salir de esta oscuridad y no morir en este océano de aguas salvajes. Espérame. Pronto escribiremos, juntos, los versos que en el cielo nos dicte Dios".
-“Columpio autobiográfico” (Libros del Innombrable; con dibujos del autor) se presenta hoy en Ámbito Cultural, con la presencia de Mariano Esquillor, Raúl Herrero y yo. Será a las 19.30. La foto de Mariano Esquillor se la hizo el fotógrafo Patricio Esquillor en la calle Cortes de Aragón. Media hora después, Pepe Melero hablará de Arana como poeta, en compañía de Javier Barreiro, sobre la “Poesía” (Rolde) del autor, en el Palacio de Sástago.
OTRAS PRESENTACIONES DE HOY:
-A las 20 horas, Pepe Melero hablará de Arana como poeta, en compañía de Javier Barreiro, con motivo de la aparición del libro "Poesía” (Rolde) de José Ramón Arana (José Ruiz Borau), en el Palacio de Sástago. El libro reproduce algunas ediciones originales, bellamente ilustradas, y lleva un extenso trabajo de Eloy Fernández Clemente sobre la estancia mexicana de Arana, además del excelente estudio introductorio de Barreiro.
-Antes, según nos informa Antonio Peiró, a las 19 horas, tendrá lugar en la Sala Borao del Edificio Paraninfo (plaza de Paraíso, 4)tendrá lugar la presentación del libro de María Víctoria López-Cordón (profesora de Historia Moderna de la Universidad Complutense de Madrid) "Condición femenina y razón ilustrada: Josefa Amar y Borbón". El libro ha sido publicado por la editorial Prensas Universitarias de Zaragoza, dentro de su colección Sagardiana, de estudios feministas. La autora será presentada por Eliseo Serrano y María Angeles
Ezama, profesores de Historia Moderna y Filología Española, respectivamente, de la Facultad de Filosofía y Letras. Josefa Amar y Borbón es una de las figuras más destacadas de la Ilustración aragonesa. Fue una avanzada en la defensa de la aptitud de las mujeres y de su eficacia en el desempeño de funciones políticas y sociales, publicando obras como el "Discurso en defensa del talento de las
mujeres" (Madrid, 1786) y el "Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres" (Madrid, 1790). También se ocupó de la teoría y crítica literarias, publicando un "Ensayo histórico, apologético de la Literatura Española contras las opiniones preocupadas de algunos escritores modernos italianos" (Zaragoza, 1782-1784, 6 vols.).
EL CUMPLEAÑOS DE UN SABIO DE LETRAS

PEPE MELERO PREPARA OTRO LIBRO Y BUSCA LA MESA DE RAMÓN ACÍN CON VÍCTOR JUAN
1. Hablo, al fin, con Daniel tras la presentación de “El fumador pasivo” (Xordica; el jueves, 22, se presenta en Antígona) en la librería-café “El bandido doblemente armado”, de los hermanos Pita y de Soledad Puértolas y su marido Leopoldo Pita. Oficiaba David Trueba, que ya tiene muy avanzada su cuarta película: “Bienvenido a casa”, con Alejo Sauras y Pilar López de Ayala y Ariadna Gil. A David, que ha interrumpido una novela, le ha gustado mucho el libro. Acudieron muchos amigos –Félix Romeo viajó esta mañana con Daniel; Chusé y Esperanza, los editores, e Ismael lo hicieron en coche-: Jonás, con muchos amigos de Daniel y bastantes familiares de la saga Trueba-Huete, Alfredo Castellón, Ángel Petisme, etc. Y también acudió el actor Fernando Ramallo, protagonista de “La buena vida” y “Carreteras secundarias”, entre otros títulos. Allí Daniel hizo, con Jonás, un cameo. David Trueba, “que estuvo muy generoso y muy cariñoso”, habló con su gracia habitual, subrayaba un párrafo, y de repente decía: “Lee Ramallo”. Y Fernando Ramallo leía. Debió ser, querido Ángel Artal Burriel, queridos amigos, una bonita velada.
2. Acudo a la presentación de Mariano Esquillor y de su “Columpio autobiográfico”. Me tocaba hablar, y me encanta siempre manifestar en público mi admiración por Raúl Herrero: 70 libros en 7 años (de Propercio a Cirlot y Arrabal, de los Grimm a Rubén Darío o Fernández Molina o Esquillor), y sin subvención de aquí, sí con algún apoyo de Suecia, Dinamarca, Noruega…, pero tampoco se queja: trabaja y en paz. Presenta sus libros por media España y está encantado de conocer gente. Esquillor hablaba muy poco, muy poco, hasta que alguien le preguntó cuándo había empezado a escribir. Dijo que su primer texto era de 1971, tenía entonces 52 años, y que llegó a publicar un libro de versos, un opúsculo más bien, que le costó 4.000 pesetas. La edición corrió al cuidado de Luciano Gracia. Se titulaba “Poemas internos”. Al verla editada, la releyó y le parecieron los versos tan malos que cogió todos los ejemplares y lo arrojó al río Huerva, un día, eso sí, que llevaba abundante caudal. “El montón hizo mucho ruido al caer. Espero que no matase a ningún pez. No me arrepiento”. Alguien, en la sala, apostilló: “Si hubiera alguien abajo, lo habría matado”. Y agregó que hace algunos años, cuando vivía su mujer Fuensanta, Fanny, empezó a escribir sus memorias. Redactó 30 ó 40 páginas. Y ella, que era su mejor crítico, quiso leer el texto. Lo leyó y le dijo: “Déjalo, Mariano, no sigas por este camino que acabarás en la cárcel. Tantas verdades de un tirón no se pueden decir”. Mariano interrumpió la redacción y ahora dice que ya no tiene edad. Las ha pasado tan canutas que diría verdades demasiado terribles, explicó. Verdades anarquistas. Me quedé intrigado por algo: Mariano habla mucho de una musa joven, L. D., que es una chica de ojos verdes que tiene 30 años pero aparenta 20. Y dice que existe. Conjeturé yo que era una camarera de un bar, y alguien dijo por lo bajo: “No, no es camarera”. Enfrente había una preciosa chica de pelo rojo, de una edad indefinida, entre 20 y 30 años tal vez. Yo la miraba con la curiosidad y con la certeza de que ella era la musa de Mariano Esquillor. Han pactado que serán como abuelo y nieta. Esto es sabiduría de hombre maduro y experto en los corrales de la pasión. ¿Será por eso por lo que Mariano Esquillor lleva siempre unas oscuras gafas de sol? ¿Será por qué duele de tanto mirarla?
3. Pepe Melero, el presentador de “Poesías” (Rolde) de José Ramón Arana, evocó a Antonio Garisa, que dijo aquello de “No es por presumir, pero yo soy de Zaragoza”. Arana era de Zaragoza y nació en Garrapinillos, nada menos. Por cierto, a Pepe Melero le habría gustado oír recitar la alineación de “Los Alicantes” que recité durante la presentación de Esquillor, porque el poeta cuenta una visita a la sede del Real Zaragoza para ver los trofeos del club y se fija mucho en el equipo de 1935 que sube a Primera; la formación era ésta: “Lerín; Gómez, Alonso; Pelayo, Ortúzar, Municha; Juanito Ruiz, Amestoy, el ‘negro’ Olivares, Tomás y Primo”. Melero –que forma una importantísima pareja de hecho intelectual y aragonesista con Víctor Juan Borroy: ahora, en una nueva aventura de amor al país, buscan la mesa de Ramón Arsenio Acín Aquilué, y ayer revelaba Víctor que se llaman o se ven hasta cuatro veces al día- estuvo espléndido como siempre, con gracias y chistes y un poquito de erudición (eso me dijeron, hasta las chicas: Eva Puyo, Cristina Grande, Isabel Soria y Mari Sancho Abarca Menjón, las primeras admiradoras “del gran Melero”…), que en él es mayor que en nadie, sobre todo si se trata de libros. Pero reservaba para las copas una pequeña revelación: “Yo tengo ese librito de Mariano Esquillor”, me dijo. Melero está preparando un libro sobre bibliografía de la Guerra Civil, con sus grandes conocimientos y su humor increíble. Por eso, Víctor Juan se ha arrimado a esa sombra alargada y protectora: forman una escuela de sabios de historia, poesía y pedagogía. Pepe cumple hoy cumple 49 años, pero parece un adolescente de 35.
4. Javier Barreiro, que ya ha iniciado su proyecto del “Diccionario de escritores aragoneses”, me dice que el jueves, 22, en Ibercaja se le organiza un gran homenaje a Rosendo Tello, que ha tenido en José María Barceló y a Manuel Vilas a dos de sus principales promotores. Ignoro el programa, pero sé que va a intervenir Luis Felipe Alegre, rapsoda y actor, que es el espléndido prologuista de “El vigilante y su fábula” (Prames. Las tres sopores, 735 páginas). Luis Felipe Alegre fue la primera persona en hablarme de Rosendo en 1978 por el paseo de Independencia y en recitarme algunos de sus versos. A la misma hora, en Antígona, Félix Romeo y Martínez de Pisón presentan “El fumador pasivo” (Xordica), como ya se ha dicho. Felizmente, vivimos en una ciudad espléndida donde hay muchos públicos. No es por presumir, pero yo llevo viviendo en Zaragoza 27 años, que se dice pronto, Antonio Garisa… Por cierto, estoy preparando con Miguel Ángel París una exposición de las fotos de su padre y el jueves vi varias del zaragozano Antonio Garisa, a cual más simpática, con su bigotillo de alfanje…
*La foto de Pepe Melero es, como ya se habrá imaginado el lector, de Víctor Juan. Está tomada en 2003 en Belchite. Hay otra por ahí de Cristina Grande de 45 kb, que no me cabe aquí, donde el experto en jotas y en libros está más sereno y atractivo. Es tan fetichista que ayer metió en el corazón del libro de Arana un posavasos con el escudo de Aragón. Por atrás, con su caligrafía casi gótica y bella, pondrá algo así: "Recuerdo del día en que presenté en la Diputación de Zaragoza el libro 'Poesías' de Arana, cuya edición ha preparado Javier Barreiro. Maravillosa reunión de amigos memorables".
DOBLE VICTORIA DEL SAN GREGORIO

Lo que son las cosas: estos días he estado escribiendo un texto largo sobre los paisajes turolenses, y lo he iniciado evocando mi primer viaje a Azaila, Híjar, Alcañiz en el verano de 1979. Hoy he vuelto a hacer este trayecto que he hecho más de 5.000 veces y siempre descubro algo especial: las luces del cielo, turbulentas y doradas; las rojizas tierras de las vaguadas de Híjar, las iglesias lejanas que se desdibujan en el horizonte como grandioso pájaros en fuga. Jorge Rodríguez Gascón jugaba con el San Gregorio en Andorra de Teruel, en ese campo magnífico donde brillaron, entre otros, José Luis, Lacambra, Garcés o Emilio.
El Andorra, que venció el año pasado, va de último ahora. Jorge hizo un espléndido partido: en la primera parte profundizó por su banda, burló a su par en varias ocasiones, centró con intención y combinó espléndidamente con Víctor Domingo, que ha sido llamado a la selección de infantiles. Estuvo a punto de marcar en dos ocasiones, especialmente en un remate a bocajarro que ajustó en exceso, con el cancerbero ya batido. Pero en la segunda parte, goleó por partida doble: primero empalmó un centro desde la izquierda tal como venía, tocó el portero, y entró. Y el segundo, que era el cuarto del equipo, se produjo de un disparo ajustado: Jorge recibió desde la banda derecha de Víctor Domingo –que jugó un espléndido partido, aunque no marcase-, templó, burló a su marcador y chutó con precisión y dureza. Lo celebró con un poquito de garbo torero: llamó a sus compañeros al córner y los abrazó a todos. Luego llegarían tres goles más. Jugaron muy bien Germán, que marca otros dos tantos, y Adrián y Víctor, en un cómodo partido donde todo el combinado rojillo se desenvolvió con frescura y contundencia. Lo cual le permite seguir consolidar la cuarta o quinta plaza y aspirar a algo más. Este ha sido el partido más completo de Jorge este año: jugó bien y marcó. Y salió radiante del campo, como siempre: con el pelo chorreando…
Diego Rodríguez, el centrocampista del San Gregorio cadete C, también venció por 6-2. Los rojillos recibían al Valdefierro; el partido, cuenta Diego, no fue nunca tan claro como refleja el marcador. Tuvo algún momento bronco, pero al final se resolvió con esta claridad. Diego jugó de mediocentro y de interior derecha. Su equipo también se establece entre los cuatro primeros, a pocos puntos del líder, que aquí sí es asequible. El asturiano Alberto, futbolísticamente conocido por Beto, un ariete que recuerda los gestos de José Eulogio Gárate en adolescente de quince años, marcó tres goles. Los otros los marcaron Raúl, Alex y Carlos, el contundente lateral izquierdo.
*Foto de archivo de Jorge Rodríguez Gascón, tomada por Mariano Gistaín hace un par de meses en el campo del Club Deportivo Ebro. Ayer Jorge goleó por partida doble con el número siete a la espalda. Cuando faltaba diez minutos para que finalizase el partido, dejó su puesto a Frago, otro zurdo menudo de enorme fortaleza en sus envíos.
JEAN-JOSEP SAROÏHANDY O LA NOVELA DEL ARAGONÉS

Xordica y las PUZ publican “Misión Lingüística en el Alto Aragón”, los trabajos de literatura oral y de vocabulario de 130 pueblos del Altoraragón de Jean-Joseph Saroïhandy. El prólogo del editor, Óscar Latas, es tan fascinante como una novela.
VOCES DEL ANDARÍN DE LOS PIRINEOS
El Altoaragón ha conocido a personajes fascinantes que, en un determinado momento, decidieron recorrerlo de punta a punta como quien se atreve a explorar el paraíso y sus dones. Nombres como Lucien Briet, Fritz Krüger o Gerhard Rohlfs evocan trayectos y curiosidad, voluntad de conocer la naturaleza exuberante y el paisanaje. Pero estos días, gracias a los esfuerzos de Óscar Latas Alegre, recuperamos la figura de Jean-Josep Saroïhandy (1867-1932) a través del libro “Misión Lingüística en el Alto Aragón” (Xordica /PUZ); de ésa figura, entre otros, habían hablado Domingo Miral, Arnal Cavero, Artur Quintana, prologuista del volumen, García de Diego o Manuel Alvar, que situó al filólogo francés en su justa medida: “Entre los estudios dedicados a dialectos aragoneses, son los de Saroïhandy los que tienen por primera vez carácter científico. Él es, por tanto, el descubridor de las hablas vivas altoaragonesas”.
Podríamos decir que con este fragmento ya hemos presentado a este personaje, pero podemos decir algo más: era de origen vasco, hijo de un tratante de maderas, vivió varios años en la República Argentina, donde aprendió el español, a montar a caballo y a nadar, y disfrutó de varias becas en Portugal y Madrid. Se dedicó a la enseñanza en distintos lugares como Bayona y París (donde, en los años 20, daría clases de Lengua aragonesa, nada menos), y mantuvo correspondencia con Rafael J. Cuervo, Menéndez Pidal, Domingo Miral o Pedro Arnal Cavero, en cuya casa de Alquézar pernoctó dos días. Y también se carteó con Joaquín Costa, a quien le debió directamente su interés por Aragón y por España. Costa publicó hacia 1875 un “ensayo empírico de los dialectos ribagorzanos”, que desagradó al profesor Alfred Morel-Fatio. Éste sugirió a sus discípulos estudiar la lengua sobre el terreno. Y así, en 1896, llegó a Graus el filólogo Jean-Joseph Saroïhandy, uno de ellos. Y esos trabajos se prolongaron prácticamente hasta su muerte: durante más de 30 años ininterrumpidos, pasó los veranos en Aragón y otros lugares del Pirineo y recogió “materiales dialectológicos de las diversas lenguas pirenaicas: aragonés, catalán, occitano y euskera”, y aquí debemos matizar que recogió también aragonés medieval y catalán de Aragón.
El libro de Xordica recoge la literatura oral de Aragón y los vocabularios. Recorrió 130 localidades y registró más de 30.000 voces. Se internaba en los valles más apartados, hablaba siempre con ancianos o con “algún joven pastor que no hablara nada de francés”, llevaba mochila, iba siempre a pie, era por tanto un buen andarín, y era tan discreto que por no molestar a la mujer de un posadero se lavaba él mismo la ropa sucia. Cuando murió donó una gran caja con sus materiales a la Universidad de Burdeos: cuadernos, fichas, paquetes, libros… Era el inmenso testimonio de la generosidad de un hombre de letras que tradujo a Blasco Ibáñez y D’Annunzio, que leyó el “Pedro Saputo”, libro que tenía entre sus preferidos. Joaquín Costa lo dibujó así: “… simpático, fértil en su ingenio, a un tiempo sutil y reflexivo, con agrado de conversación y llaneza y finura de trato”.
UN MENÚ DE AMIGOS QUE CREAN

Me paso un momento por “Heraldo”. Tenía que recoger el libro “Encuentro en el espejo. Inmigrantes y emigrantes en Aragón. Historias de vida” de Javier Escartín y Manuel Pinos porque se presenta mañana en el Centro Pignatelli, a las 19.30, y me encuentro con algunas cosas.
1. Leopoldo Pomés. Quería empezar con él desayuné con la entrevista de Luis Pliego, que publica “El Periódico de Aragón”, donde Labordeta elogia a grandes amigos como Luis Alegre, Antonio Artero, Pepe Melero (me prometió anoche, mientras cantaba jotas en Casa Emilio, que me pagará una especie de comisión cada vez que aparezca su nombre en el blog), Javier Barreiro o Daniel Gascón, ese joven estudiante que a veces pernocta en casa y que ha publicado su segundo libro de ficciones: “El fumador pasivo”. Leopoldo Pomés es uno de mis fotógrafos favoritos. Técnicamente impecable: un poeta de la luz y la sombra, un calígrafo del equilibrio, pero también es un gran publicista y un entusiasta de la cocina. Le preguntaba Pliego acerca de cómo le gustaría ser recordado, y dice esto: “No hay una palabra. ¿Qué diferencia hay entre cocinar y pintar? ¿Y entre pintar y escribir? ¿O entre escribir y retratar? Es lo mismo. Todo lo que hacemos para que no nos quieran. Cocinar, por ejemplo. Hay muchas maneras de pelar una patata. Se puede hacer con o sin amor. Preparar un plato es un ritual y una ofrenda a la persona a la después le sirves el plato. Mientras lo preparas sólo quieres que al otro le guste”.
2. Mi admirada Lola Ferreira, jefa del gabinete de prensa de Círculo de Lectores, pontevedresa y dama de combate y pasión por la literatura y las bellas ediciones, me hace absolutamente feliz con un envío: “Rosalía siempre”, el disco de Amancio Prada grabado de nuevo con 17 canciones de Rosalía de Castro. Se abre con “¿Quén non xime?” y se cierra con una pieza inolvidable: “Negra sombra”, casi ocho minutos de emoción y desesperación y evocación de un paraíso turbulento. En medio está “Adiós ríos, adiós fontes” o esa cancioncilla deliciosa de apenas dos minutos que dice: “O que ben quixo un día // se a querer ten afición // sempre lle queda unha mágoa // dentro do seu corazón”. Amancio Prada es el gran cantautor de mi vida –en los últimos años, Labordeta rivaliza con él: es la fuerza del cariño y de la patria que me adopta como “aforado aragonés por residencia”-, y Lola Ferreira ha tenido un detalle especial: me remite el disco con esta dedicatoria: “Para Antón Castro, rosaliado. Amancio Prada”. Todas las mañanas, camino del colegio, le canto a mi hija Sara alguna de sus canciones (“Romance del enamorado y la muerte”, “Romance del prisionero”, “Partistesos, mis amores…”), casi todos los días canto “Negra sombra”, aunque sea de madrugada, y a veces me atrevo a cantar a dúo con Carmen Gascón aquello de “Este pichón del Turia que te mando…”, el soneto gongorino de Lorca. ¿Que qué dice la niña? Sara es muy expresiva: “Papá, deja ya de hacer el ridículo”.
3. José Luis Gracia Mosteo, a quien le debo un prólogo para la reedición de “La dama cautiva de Jaca” en la colección El Redallo que dirige Javier Aguirre, me manda una nota cariñosa con un regalo tan original como inesperado: un par de calcetines negros, de la talla 40 a 46, de los Simpson. El narrador de Calatorao califica de “nerudianos” los calcetines. Una escueta nota dice: “Yo no he sido. Nadie me vio. No lo puedes probar…” Gracias, José Luis.
4. Miguel Ángel Marín Uriol, el poeta más enamorado del mundo, el hombre que ha vuelto a la vida de puro y desparramado amor, publica con su inseparable Inmaculada Marqueta una colección de haikus en un estuche muy delicado con abundantes dedicatorias: la primera para Sagrario Manrique Esparza, para otros amigos y para Ángel Guinda, autor de un prólogo navideño. Leo: “Cantan las flores // en el jardín de invierno // y nace la calma”.O “Caen los árboles // y un mar embravecido // te busca en la luz”. Y “Oigo en el cielo // cómo grita la lluvia // que nos amamos”. Miguel Ángel e Inma son dos amanuenses de las impresiones de amor. Miguel Ángel, que ha estado bastante enfermo meses atrás, recupera la juventud y la alegría con las palabras. La poesía es el mejor remedio…
5. Jorge de los Rios, hijo de Francisco de los Rios, el señor de las aguas, inauguró el pasado día quince una exposición, “La ciudad interior” en el Colegio Oficial de Arquitectos de Aragón, en el palacio de los Torrero, San Voto, 7. Manuel Pérez-Lizano le escribe una presentación muy erudita –con citas de Freud o José María Bardavío, entre otros-, que finaliza así: “Abstracciones geométricas, en definitiva, que remarcan planteamientos muy complejos en cuanto a formas y materiales, en cuanto a recursos, de manera que el propio artista cuando las interroga, una vez acabadas, se plantea su cambiante y profundo significado”. Jorge de los Ríos emplea técnicas mixtas sobre zinc en unas piezas muy sugerentes, subrayadas por un rojo elegante.
6. La prometedora y joven artista Ana Lóbez, que tiene por ahí distintos trabajos de ilustración, como sus cuidadísimas cajas de cerillas y un cuento que ha hecho con Daniel Nesquens que anda a la busca de editor, me envía su nuevo trabajo: “Si fueras…”, que empieza así: “Si fueras una caricia, serías un beso”. Y concluye: “Si fueras un poema // yo querría ser poeta”. Es un trabajo que tiene algo de marcador de páginas, apaisado, diez en total, bellamente resueltos todos ellos con sus figuras naïf, con su admirable sentido del color, con su imaginación, sus rostros y sus figuras geométricas y sus letras. Ana Lóbez es un estupenda ilustradora, en este momento una de las más originales entre nosotros. Ha expuesto en Torre Nueva o en “Heraldo” en varias ocasiones: en “Artes & Letras”, en las páginas sobre don Quijote o en los especiales del Pilar.
7. Eloy Fernández, ese joven maestro de 63 años, especialista en Humanidades y Economía, ha estado en Lisboa, donde ya es un clásico. Allí habla un portugués comprensible y sólido, al que se le distinguen todas las vocales. Cuando vuelve me trae revistas, suplementos culturales de “El Público” como “Mil Folhas” (se abre por cierto con un informe sobre Mozart y “El rapto del serrallo”), “colorines” de “Expresso”. Son los continuos gestos de cariño de un hombre bueno al que ya veo poco, pero que siempre admiro y quiero. Me deja una de sus notas con rotulador negro y esa firma casi ininteligible pero muy suya: Eloy… En el sobre, también hay un volumen de relatos, “Contos que contam”, con piezas de Adriana Lisboa, Dulce Maria Cardoso, José Luis Peixoto (autor al que ha traducido impecablemente Antonio Sáez Delgado), José Eduardo Agualusa, un escritor publicado en España que conoce muy bien enigmáticas historias de sirenas, Lídia Jorge o Urbano Tavares, entre otros. Son piezas breves e ilustradas.
8. Hoy el dominical de “El País” tiene dos artículos a la luz de la publicación de “Una historia de la lectura” de Alberto Manguel (Lumen), un libro aparecido en 1996 que ha sido traducido a 30 lenguas. En la página 528 se reproduce el lienzo “San Jerónimo leyendo una carta”, atribuido a Georges de la Tour, que es el motivo de felicitación navideña de César Antonio Molina, director del Instituto Cervantes. Uno es de Antonio Muñoz Molina y otro es de Julia Luzán, que es como una conversación con el propio Manguel en su casa de Francia; por cierto, Manguel tiene 50.000 libros y dice que todos, en algún momento, fueron abiertos, repasados, visitados con mayor o menor intensidad. Creo que hasta Pepe Melero estaría un poco envidioso de la cantidad, no del mimo: Melero (comprobará el visitante que incremento mi patrimonio de euros con esta cita tan bien traída) lo ficha todo, escribe notas a lápiz, deja recortes. Miro el libro y es realmente una maravilla de más de 600 páginas, un viaje constante por la fascinación, la magia, la lectura, la creación. Está impecablemente ilustrado. Recojo estas palabras de Alberto Manguel: “Un auténtico lector se deja guiar, sobre todo, por su sentido del placer y por su gusto propio. Puede instruirse e informarse en las historias oficiales de la literatura, pero solo un loco o un profesor universitario lee según los cánones literarios, cánones que, de todos modos, varían a lo largo de los años según la moda política o social. Mi historia de la lectura sería una historia veleidosa…”
*La obra atribuida a Georges de la Tour en 2005.
LA MIRADA "INDIE" DE MIRANDA JULY

En los Renoir, en versión original en inglés, puede verse “Yo, tú y todos los demás”, una película “indie” de Miranda July (Cámara de Oro en el Festival de Cannes, premio especial del jurado en Sundance y del público en el Festival de los Angeles), donde esta mujer de estudiada languidez, de desmadejada modernidad hace de todo: es la guionista, la directora y la actriz principal. Y lo hace bastante bien, aunque se ha quedado un poco corta con el final y con algunos desarrollos, que exigían algo más de atrevimiento y mejores ideas. Narra la relación de una joven, que transporta ancianos en un taxi, con un dependiente (John Hawkes; pensé todo el rato en el parecido con Fernando Tejero, pensé también en Billy Bob Thornton en ocasiones) de una zapatería que acaba de separarse y tiene dos hijos, el más pequeño fascinante, aficionados ambos a los chats subidos de tono. A Peter y Robby les dan dan vida MilesThompson y Brandon Ratcliff.
Además de luchar por sobrevivir así, ella, Christine, también es artista multimedia, y hace vídeos más o menos conceptuales. Él, Richard, tiene un compañero, fracasado en su vida de pareja y un poco procaz, que es capaz de proponer un juego sexual a un par de chicas; ellas, antes de dar el paso definitivo hacia esa mole de vicio, se atreverán a probarlo, al principio, con el hijo mayor del zapatero, en una escena bastante cómica. También se narra una historia de amor entre una pareja madura, y aparece una vecina con una hija bastante atrevida, y una galerista de arte famosa y su ayudante. Y está la ex mujer del dependiente… Con todo ello, Miranda July (Vermons, EE. UU. 1974) va creando peripecias que se interfieren y que provocan, en muchos momentos, bastante gracia. Como sucede con los diálogos por el chat de los dos hermanos, en particular el pequeño, que está extraordinario: parece un niño nihilista. Es una película sencilla, con encanto, bien interpretada, fresca, aunque algo pálida en el contraste con la realidad, perezosa en su final. O cuando menos no tan valiente como desarrollos anteriores. Puro cine independiente, lleno de sutilezas, de detalles (como toda la construcción que se hace en torno a esos zapatos rosas), de buen gusto, aunque tal vez le pierda un poco una inclinación hacia la psicodelia o la poesía psicodélica.
APLAZADA LA PRESENTACIÓN DE "RESURRECCIÓN" DE MANUEL VILAS

La presentación del poemario "Resurrección" (Visor, 2005) de Manuel Vilas ha sido suspendida a causa del fallecimiento del padre del poeta de Barbastro. La presentación -que iban a realizar mañana martes Lorenzo Oliván, Rafael Campos y Francisco Goyanes en el Teatro Principal- se pospone. Desde este blog le enviamos un abrazo y la condolencia a Manolo y a su familia. Manolo siempre decía que su padre era su principal seguidor: estaba muy atento a todo lo que se decía o escribía de él. Que descanse en paz.
*La foto es de 2004 y Manuel Vilas, en el centro, está con Emil y con la poetista Miriam Reyes.
MANUEL MARTÍNEZ FOREGA*, PREMIO "MIGUEL LABORDETA" DE POESÍA

El jurado del Premio Miguel Labordeta de Poesía 2005 ha propuesto para su aprobación en Consejo de Gobierno al poeta Manuel Martínez Esteban, más conocido como Manuel Martínez Forega, editor de Lola Editorial, como ganador del galardón en esta nueva edición, tras considerar que la obra presentada bajo el título de "333 días" supera las convenciones poéticas, con un contenido en el que se armonizan la profundidad de la emoción y la del pensamiento. El jurado ha sido presidido por la Directora General de Cultura y escritora Pilar Navarrete y compuesto por los siguientes miembros: el dramaturgo Mariano Anós (ganador del año pasado), los poetas Javier Delgado Echeverría y Joaquín Sánchez Vallés y Alfredo Saldaña, y el filólogo Alberto Montaner Frutos. Manuel Martínez Esteban, nacido en 1952 en Molina de Aragón (Guadalajara) vive en Zaragoza desde hace más de veinte años y escribe en publicaciones de diferentes géneros. El Premio "Miguel Labordeta" cuenta con una dotación económica de 6.000 euros.
Enhorabuena, Manolo.
CURRÍCULO DE MANUEL MARTÍNEZ FOREGA
Manuel Martínez Forega es Crítico literario y filólogo. Estudios de Filología Española, de Filología Románica y de Derecho en la Universidad de Zaragoza
—Ha ejercido y ejerce la crítica literaria en los periódicos El Día, Heraldo de Aragón, Diario 16 Aragón y El Periódico de Aragón y en las revistas Turia y Malvís.
—Crítico de arte y editor de la revista Pasarela. Artes plásticas.
—Director de la Tertulia poética «Las fuentes de la mentira» de la Biblioteca General de Aragón.
—Autor de numerosos textos catalográficos y artículos monográficos sobre pintura clásica y contemporánea: «Pintores aragoneses del siglo XIX», «Iris Lázaro», «Joaquín Ferrer», «Antonio Cásedas», «Ángel Aransay», «García Maya», «Cristóbal Toral» (sobre el que también dirigió realizó y textualizó un vídeo sobre su obra), «Elisabeth Remiro», «Julia Alijarde», «Antonio Fortanet», «La pintura española en el reinado de Felipe IV», «Mariano Barbasán», «La abstracción U.S.A.: su lengua y su palabra», etc., etc.
—Fundador de la colección de poesía «La gruta de las palabras» de Prensas Universitarias de la Universidad de Zaragoza.
—Profesor de los «Cursos de Verano» de la Universidad de Zaragoza en Teruel.
—Vocal de los Congresos Internacionales sobre la obra de Jaime Gil de Biedma (Zaragoza, 1992), Gabriel García Márquez (Zaragoza, 1993) y Miguel Labordeta (Zaragoza, 1995).
—Ha entregado trabajos de investigación en torno a Francisco de Aldana (El amor en la poesía de Francisco de Aldana: materialidad y espiritualidad; Luis de Góngora (Función de la mitología en los sonetos de Góngora); Ángel Guinda (Un Claustro romántico: acercamiento al romanticismo en la poesía de Ángel Guinda); Mariano José de Larra (La polifonía en los artículos de Mariano José de Larra, «Fígaro») y Juan Ramón Jiménez (Memoria y recuerdo en el poema Espacio de Juan Ramón Jiménez).
—Becario del Ministerio de Asuntos Exteriores español y del Gobierno checoslovaco durante los años 1983, 1984 y 1985.
—Becario del Programa Europeo de estancias en el extranjero de la Fundación CAI-CONAI (1990).
—Invitado por la Academia de Ciencias de Checoslovaquia, dentro de Convenio de Intercambio entre ésta y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas español, durante los cursos 1989 y 1990.
—Conferenciante en la Universidad Karolina de Praga (1989), Cátedra de Filología Ibérica, en torno a la «Generación postnovísima de poesía en España»; en la Radiotelevisión checoslovaca sobre «Última poesía española» (1990) y en la CAI (Teruel, 1994): «El escritor frente a su obra: Cómo escribí He roto el mar».
—Primer premio de Poesía del Consejo superior de Investigaciones Científicas (Madrid, 1987).
—Premio «Búho» 1992 de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro.
—Premio «Roland Barthes» del Congreso Europeo a la traducción (2002).
—Miembro numerario de la Sociedad General de Autores de España (S.G.A.E.).
—Miembro numerario de la Asociación Colegial de Escritores (A.C.E.)
—Miembro numerario del Centro Español de Derechos Repográficos (C.E.D.R.O.)
Bibliografía de Manuel Martínez Esteban
POESÍA:
—Vestíbulo néumico (Zaragoza, edición de autor, 1977).
—En el umbral de las ubres (Zaragoza, Librería General, 1978).
—Un infierno de salva(c)ción (Zaragoza, Porvivir Independiente, col. «Puyal», 1982).
—Cuerpo de la edad (Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1985).
—He roto el mar (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1987).
—Ocho poemas de deseo (Madrid, Ediciones Breves, col. «Pubis», 1989 y 1990).
—He roto el mar, 2ª ed. corregida y ampliada (Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1993).
—Berna (Zaragoza, OR Creativos, col. «Aquisgrán», 1996).
(Ha sido traducido al rumano, checo, macedonio, ruso y búlgaro, inglés, francés e italiano)
ENSAYO:
—Ángel Guinda: Pus esplendoroso del cielo (Zaragoza, Al Margen, 1983).
—Criterios sobre la representación del espectáculo en torno al Poema de Mio Cid en Molina de Aragón (Guadalajara), según una idea original de Manuel Martínez Forega, (Zaragoza, Lola Editorial, 1980, 1984 y 1998).
—Sobre arte escritos, sobre artistas (Zaragoza, Lola Editorial, 2001).
- Todo es posible en Peralejos (de las Truchas), Zaragoza, Lola Editorial, 2002.
- Un héroe común imaginario, Zaragoza, Lola Editorial, 2002.
- Sueño y realidad de la memoria, Zaragoza, Lola Editorial, 2002.
RELATO:
—La trucha, (Zaragoza, Lola Editorial, 1997, 2000 y 2001).
Traducciones
Traductor de «Molière» (l’Impromptus de Versailles y l’Amour médécin, Zaragoza, Nuevo Teatro de Aragón, 1984: más de trescientas representaciones en España, cuya versión íntegra ha sido traducida al catalán en 1999); de André Pieyre de Mandiargues (Croiseur noir, Zaragoza, Lola Editorial, 1994 y 1999; Gris perla, Zaragoza, Olifante, 2001); de los poetas checos Josef Kostohryz (Mohyly, Zaragoza, k Halas (Teruel,Lola Editorial, 1992), Frantis Turia, 1987) y Vladimír Holan (Teruel, Turia, 1990); de Paul Valéry (Monsieur Teste, ed. anotada, traducción e introducción, Zaragoza, Lola Editorial, 1998). Françoys Villon, El legado, edición anotada, Zaragoza, Lola Editorial, 2002; de Xulio L. Valcárcel (Casa última, Zaragoza, Lola Editorial, 2004).
*El completísimo currículo de Manolo Forega lo tomo del panel que mantiene A. Herrera Casado. La foto está incluida en el portal de literatura "Las Mil y una Historias".
INMIGRANTES Y EMIGRANTES DE ARAGÓN, EN EL CENTRO PIGNATELLI

Esta tarde, a las 19.30, en el Centro Pignatelli (Paseo de la Constitución, 6) se presenta ellibro "Encuentro en el espejo. Inmigrantes y emigrantes en Aragón. Historias de vida" de Javier Escartín Sesé y Manuel Pinos Suárez. Intervendrán: Carmen Magallón, Bruno Catalán, Francisco Grasa, Antón Castro, Javier Escartín y Manuel Pinos, varios de los entrevistados en el libro, Escartín y Sesé, de nuevo, que harán un avance de sus conclusiones, y se cerrará el acto con "música sin fronteras" a cargo de Alejandro Carrouché. Reproduzco aquí, de nuevo, el prólogo al libro:
EL ARTE DE CONTAR LA VIDA
La más fascinante historia del mundo es la historia de la vida misma, los avatares de una biografía llena de aventura, de pasión, de esfuerzo, de sueños, de viajes. Manuel Pinos y Javier Escartín, Javier Escartín y Manuel Pinos, lo sabían y se han aplicado, con un titánico esfuerzo de generosidad y de voluntad de conocimiento, en recoger vidas, en construir una suerte de novela abreviada y de contarla. O de recontarla con las palabras de los protagonistas en una suerte de monólogo y recuento provocado por el diálogo. Aquí no hay trampa ni cartón. Y así lo explican los autores: “Sólo hay personas que nos cuentan cosas”. Cosas que son los pasos y las huellas, almas al desnudo, cuerpos que avanzan contra viento y marea, gestas que ahora se vuelven visibles y que cobran una dimensión simbólica. Estos seres, en la novela de su vida, en la épica íntima de su memoria que se desmanda, cuentan, hacen acopio de acontecimientos, narran esas pequeñas conquistas de un espacio propio lejos de casa, en un país o en un territorio que en muchas ocasiones se encuentra en las antípodas de su identidad, de su cultura, de su clima, del sagrado lugar de sus antepasados. De ahí que se hable aquí del espejo: el espejo del recuerdo, el espejo de una tierra que acoge y asume, el espejo que refleja a los que se han ido y a los que han llegado con los que ya estaban, el espejo de tantas ausencias, el espejo que fija el espacio donde uno mora y donde se reencuentra tal vez para siempre.
Javier Escartín y Manuel Pinos tiran de una madeja que es básica en la historia de la evolución del planeta: la emigración y la inmigración. Han elegido ese tema porque vivimos un momento en que se están produciendo intensas mudanzas de población, desplazamientos incesantes, un hermanamiento entre razas y actitudes, el desasosiego insoportable que producen la miseria, un futuro incierto, la ansiedad, la trágica revelación de la injusticia y la opresión. Todos buscan inexplorados espacios de libertad y de dignidad. Unos se dejan arrastrar por la fuerza de una quimera o el impulso del destino; otros siguen caminos que han trazado amigos, familiares o conocidos; otros sencillamente se sienten nómadas e inconformistas y procuran en otra latitud tierras de promisión. Todos buscan en la huida, en el éxodo, en la aventura. Y esa tierra, para muchos de ellos, para los “extranjeros” que aquí conversan y que representan a otros muchos, es Aragón, que siempre se ha caracterizado por su hospitalidad, su excelente recepción, su condición de puerto seguro de paz y convivencia (este proyecto está auspiciado por la Fundación Seminario de Investigación para la Paz), su mestizaje creciente de culturas y de civilizaciones. Pero también muchos aragoneses, por razones semejantes o porque el azar pauta la existencia y empuja como un ciclón incontrolable, han edificado su experiencia íntima en otro lugar: en Madrid, en Barcelona, en diversas ciudades de Latinoamérica, en Canadá, en países europeos, en los más inesperados rincones del universo.
La fuerza del libro se evidencia en cualquiera de sus páginas, en cada entrevista. La fuerza de la vida restalla en cualquier frase. Hay emoción constante, pálpito de verdad, escalofrío. Todas las confesiones son diferentes y a la vez complementarias, aunque el extrañamiento quizá sea mayor en Luz Cuadra, Cheikh Tidiana Dieye, María Isabel Gazzino, Simona Dragan, Guillermo Badillo, Marchong Wang, Daha Zeih, Rolando Mix, Herminia Tavares, Sadek, Viviana Ontaneda e Ilhjam R’miki, que son los inmigrantes extranjeros que han elegido vivir en Aragón. O a lo mejor Aragón los ha elegido a ellos y ahora se han convertido en hermanos, en cómplices, en conciudadanos, en habitantes iguales a nosotros. Su paulatina apropiación del nuevo territorio no ha sido nada fácil: detrás de cada personaje hay torbellinos de conflictos, incertidumbre, búsqueda dolorosa, incomprensión, drama, recelos y discriminaciones, racismo y rechazo, persecución política, pero también hay dulzura, integración, afirmación de una personalidad y una cultura, conquista de lo cotidiano, aprendizaje de la lengua y de los hábitos de los vecinos más recientes. Hay, cuando se produce finalmente el encuentro, una entrega recíproca entre el que estaba y el que llega, que exhibe por lo regular una formidable inclinación a convertirse en pueblo. No existe nada más inverosímil y fantástico que la propia vida: aquí también es la mejor materia de ficción y el conmovedor documento, esas historias que si uno no supiera que son así, auténticas como la lluvia o el cierzo, diría que ha intervenido la imaginación del novelista, que son las invenciones de un fabulador.
No son diferentes del todo las historias de los aragoneses que se han ido un día. Que se han ido sin irse. Todos se van pero se quedan porque la semilla de los afectos estaba abonada en el corazón, en el cerebro y en la piel. Aquí también cuentan la novela de su existir José Luis Peña, María Eito, Alfredo Castellón, Palmira Plá, Patricio Vega, María Luisa Moreno, Teresa Escuín, Luis del Val, Eulalia Navarrete, María Jesús López, José Luis Villanova y Zeika Viñuales, historias distintas pero complementarias, vidas arrebatadas, vidas martirizadas en ocasiones por la Guerra Civil, la humillación y el rechazo del vencido, la falsa impresión de paz, el ultraje como modo de comportamiento. En total, Javier Escartín y Manuel Pinos han navegado en el río de la memoria con 24 personas.
El libro también tiene un planteamiento teórico, un amplio análisis de causas y casualidades, una tesis en la que se analiza el vivir cada día de los personajes en su nuevo contexto, donde no todo es color de rosa. Pese a los diferentes niveles de inclusión o exclusión, de marginación o de fragilidad, de empleo o rechazo, una frase rotunda como “No me arrepiento de haber emigrado” quizá fuese asumida por la mayoría, porque todos buscaron y buscan a cada instante un racimo de felicidad que compartir.
*La foto fue tomada por Víctor Juan Borroy durante su encuentro con Palmira Pla. La maestra de Cretas, que hizo el grueso de su carrera en Venezuela, dedica sus memorias al escritor y bibliófilo aragonés José Luis Melero Rivas.
EL REGRESO DE ZEIKA VIÑUALES

El Centro Pignatelli es, desde hace años, la casa de la palabra, ese espacio donde se han tejido utopías, donde se ha soñado el futuro, donde abre a diario el abanico de un sendero interminable hacia la paz. Mucha gente se había concentrado para asistir a la presentación del libro “Encuentro en el espejo”, del que hablé ayer. En la segunda tanda de intervenciones, Javier Escartín presentó a algunos de los entrevistados, y empezó por Zeika Viñuales, que acababa de llegar de Toulouse. Es una farmacéutica, de origen aragonés, aunque nacida por casualidad en Barcelona, que no ha podido olvidarse de su condición de aragonesa: es hija del pedagogo Evaristo Viñuales y de Lorenza Sarsa, le robaron su nombre, Zeika, de origen griego, cosa que aún le duele, porque en Francia ya se lo han reconocido, pero aquí todavía no, la Constitución de 1978 todavía no se lo ha reconocido.
Sobre eso versó su disertación, su crítica a la democracia española, a que le pidió que reconozca su verdadera identidad y que restablezca, de una vez para siempre, la memoria de gentes como Pilar Ponzán, Paco Ponzán, Ramón Acín, su propio padre, o Amparo Poch, muy amiga de su madre, con la que bordaban muchas veces juntas, y de otros exiliados. Zeika Viñuales (que fue atrapada por la GESTAPO con su madre) comenzó su intervención de una manera maravillosamente efectista: colocó una bandera republicana sobre la mesa y cerró su intervención con un “Viva la República”, que aplaudió y coreó mucha gente. Una de las cosas más bellas que le pasaron anoche fue que una familiar de su padre le trajo una carta de éste para su madre, una carta que nunca llegó a su destino, cursada ya en el convulso abril de 1936 cuando Evaristo Viñuales abandonó el Altoaragón para instalarse en Barcelona. Era una carta de amor y confidencia, entregada en un sobre amarillo y en letra azul de máquina de escribir, de hace casi 70 año, antes de que ella naciese. Evaristo Viñuales se suicidó en Alicante en 1939 antes de que lo atrapasen las tropas de Franco. El testimonio de Zeika Viñuales, en el libro que han coordinado Manuel Pinos –que tiene una increíble biografía de niño en Almería, entre los actores del spaghetti western, y de niño minero en Utrillas- y Javier Escartín, es realmente estremecedor. Recuerda que Pilar Ponzán, que nunca tuvo hijos, la adoptó como hija, igual que a Arturo Saura; y que tuvo muchos “papás”, tras la muerte en España de su padre Evaristo Viñuales, entre ellos el inolvidable Felipe Álaiz. Es realmente bella la relación que se establece entre la mujer que borda pañuelos para todo el pueblo, su madre, y ella, y hay otra imagen muy bonita y evocadora: avanzan las dos en una modesta bicicleta por las calzadas del exilio.
*Casa de Paco Ponzán en Toulouse (rue Limayrac 42, esquina con la Rue du Beau Soleil). Fotografía: Alberto Pisa Allué. Esta fotografía aparece en las páginas de Víctor Juan Borroy
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NOTA SOBRE LA NIÑEZ DE MANU CÁNCER*

Su infancia transcurrió entre Bilbao y los veranos de oliveras y viñedos de Arnedillo (La Rioja). Cursó estudios en el colegio Solocoetxe, donde daba clases una figura esencial de su vida: su abuelo materno Francisco Trincado. Tenía algo del profesor de “La lengua de las mariposas”, el espléndido relato de Manuel Rivas incorporado en el libro ¿Qué me quieres, amor?, porque todos los jueves reunía a sus alumnos y alumnas en torno a él y les contaba cuentos de la historia de España. Trincado sentía una gran predilección por los animales, lo que le llevaba a cuidarlos y a disecarlos, tenía un armario lleno de aves que enseñaba a sus discípulos, pero además dibujaba en los cuadernos de los niños con un mimo especial. Existe una enternecedora anécdota de aquellos días de finales de los 50 y primeros de los 60: entonces se entregaban, con un pastel de chocolate, unos cromos de pájaros; Francisco Trincado escribía la historia de cada ave con una impecable caligrafía, lo cual resultaba un agasajo primoroso y erudito para sus alumnos. Era muy afectuoso con su nieto, al que le contaba narraciones de esto y de aquello, le prestaba los libros de su biblioteca, “cosía aquellos tebeos de ‘Flechas y Pelayos’ que coleccionaba”, o lo encauzaba, con delicadeza, hacia el estudio de la Historia. En una ocasión, su hija Inés le vio cuatro cuadernos llenos de poesía en uno de los cajones de su mesa.
*Manu Cáncer (Bilbao, 1954-Madrid, 2002) era narrador y poeta. Sobre todo poeta. Olifante ha publicado su "Poesía completa", a la cual le he puesto un prólogo que explica su vida, sus sueños y su lírica, compuesta por tres libros: "¡Grita!", "Blues de todos los jueves" y "Palabras que se mueven". Una de las anécdotas más bellas de su niñez es ésta, que al final no ha sido incluida en el prólogo. El libro se presenta esta tarde a las ocho en Librería Antígona: intervendrán Trinidad Ruiz-Marcellán, yo, el poeta y profesor Miguel ángel Longás, autor de la solapa, y Susana Cáncer, cantante, compositora y hermana de Manu Cáncer, que tenía antepasados en Alcubierre (Huesca), como su propio padre Juan Manuel Cáncer, que nació allí en 1916.
POEMAS DE FRANCISCO GRASA

DE “AGUA Y CENIZAS”
Salir a la pizarra,
una aventura que se corría a solas,
una superficie inabarcable para los ojos:
miedo y vacilación sobre la tiza,
retos imposibles para el pulso.
El recreo,
una era y unos campos sembrados
que no podíamos pisar.
Jugar sin tregua,
vivir al límite la excitación del juego.
Permanecen
en la tierra mojada,
esperando que el estío
reponga las cruces,
los árboles que aun resisten
la torre de la iglesia;
piedras
que sostienen el recuerdo sepultado,
olas que forma el viento
en este mar de paciencia.
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Tasca de hierba,
lecho de losas para el tejado,
quedan los juncos
testigos mudos
como señales de agua,
agua que se pierde
que muere sin destino.
No avisto el pueblo,
siento su presencia muda
bajo un alud de niebla.
DE “EL SUICIDIO EN LAS OLAS”
Un extraño vive en mí,
inmóvil me hago el muerto.
Soy la tierra
y el musgo del cuerpo;
los huesos esparcidos,
el sexo oculto,
la tela de araña,
las arrugas de la piel:
El camino de plata
que recorre el caracol por dentro.
A solas
en el muelle del tiempo,
con la decoración monótona de un canal.
Heridos y muertos
amados como víctimas.
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Siento tu cabello como una red,
elevo la mirada al lenguaje de la piel.
El silencio se transforma y desaparece:
estoy solo junto a ti.
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Aceite y esencias
extractos naturales del cuerpo.
La superficie
es un desierto de fibras
en contacto con la piel.
El húmedo pasado,
el rescate,
la debilidad de un manojo de destinos.
*El poeta Francisco Grasa acaba de publicar en un único volumen dos poemarios:”Agua y cenizas”, y “El suicidio de las olas”. El volumen lo presentó hace unos días en Huesca la escritora Cristina Grande, que está a punto de publicar en Xordica su nuevo libro de relatos: “Dirección noche”. Francisco me ha remitido sus libros, y los pongo en mi blog por si alguien quisiera leerlos. Y además coloco a esa musa ideal: Jacqueline Bisset. ¿Es posible superar esta belleza, esta elegancia, la fuerza de esos ojos y esos labios?
EL GESTO DE ARTURO DAUDÉN IBÁÑEZ

Arturo Daudén Ibáñez creció en una masía de Cantavieja abierta a las tempestades. Entonces, aún se fabricaban balones de trapo y se llevaban troncos para calentar la escuela. Arturo tuvo un profesor, don Matías, que descubrió pronto sus cualidades para el estudio; hizo una encuesta entre los alumnos acerca de su sueño de porvenir, qué querían ser de mayores, y él dijo: “Futbolista”. Fue una decepción pasajera para el maestro, porque Arturo acabaría licenciándose en Biología. Cambió el deseo de ser jugador de fútbol por el de árbitro. Fue escalando posiciones y un día debutó en Primera División. Un año obtuvo el “silbato de oro” por su ansia de perfección, por su entrega, por su excelente preparación física –que inicia cada año en lo alto de la Cruz de la Tarayuela y otros parajes nativos a gran altitud. Lo sé con certeza, corrí con él por allí hace dos o tres años, con la lengua fuera, claro- y, en el fondo, por su escasa teatralidad. Es la antítesis de Collina: puede equivocarse, pero pita lo que ve. Se atreve. No es diplomático porque detesta las apariencias. Ahora le arrebatan su condición de internacional en represalia por no haber querido firmar una carta contra dos colegiados, López Nieto y Martín Navarrete, en una pugna insidiosa con un tal Sánchez Armiño, exárbitro, que no dignifica ni el fútbol ni su oficio. Arturo Daudén ha recordado con su gesto que él es un hombre honesto, un trabajador infatigable, un demócrata que detesta los métodos franquistas y a aquel señor que se murió en la cama, cuya muerte congregó a un montón de masoveros en la masía familiar de los Daudén. Igual que Pérez Lasa. Mientras piensa si se va para siempre, lo decidirá estos días de reposo en Cantavieja con los suyos, deja un ejemplo de transparencia y gallardía en un universo lleno de corruptelas y venganzas al que no ha llegado la verdadera democracia, como demuestran a diario Ángel Villar y su sicario Sánchez Arminio.
DANIEL GASCÓN: ESTA NOCHE GRAN VELADA EN ANTÍGONA Y CASA EMILIO

[Antonio Ibáñez Izquierdo, director de la revista “Qriterio”, de carácter mensual, un tipo siempre cariñoso y trabajador, entusiasta de la cultura aragonesa, me envía esta nota. El Real Zaragoza remontó ayer el 0-2, con goles de Ewherton y Diego Milito, y una gran noche de Cani.]
Querido Antón:
Compartimos muchas aficiones, una de ellas el fútbol. Hoy he disfrutado más que nunca en La Romareda, hacía años que no veía una remontada del Zaragoza así. Ha merecido la pena acabar congelado.
Espero que esta noche nos encontremos en Antígona y en la copichuela posterior, si es que la hay. El libro de Daniel Gascón me ha gustado muchísimo. Le dedico una página en la revista [“Qriterio”]. La crítica no es gran cosa para todo lo que se merece “El fumador pasivo” (Xordica), pero le he puesto todo el cariño. Me ha conmovido mucho el relato que cierra el libro. Qué gran escritor tenemos cerca.
[Víctor Juan, que ya ha acabado su segunda novela inspirada en un profesor ideal y que, según Pepe Melero, es mejor, mucho mejor que la primera, publicaba el martes esta nota sobre “El fumador pasivo” de Daniel Gascón].
El día que Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) presentó en la Biblioteca de Aragón La edad del pavo, llovía. Era una tarde de la primavera del 2001. Recuerdo las genialidades de José Luis Cano, los comentarios de Ignacio Martínez de Pisón, la presentación que Chusé Raúl Usón, el editor de Xordica, hizo de aquel joven que acababa de cumplir veinte años y a quien había conocido cuando era un niño en casa de Antón Castro. Quizá llovía una lluvia inesperada. Fui uno de de los pocos que acudió con paraguas a este bautismo laico que siempre es la presentación de un libro. Había dejado mi coche en el Mercado Central, tenía -como casi siempre- prisa y salí de la biblioteca con Antón Castro. Cogidos del brazo recorrimos los centenares de metros que separan la biblioteca de la redacción de Heraldo de Aragón. Antón me habló de su padre, de Galicia y de la vida. Dejé en las puertas del periódico a un gallego feliz, aunque él no supo bien cómo decírmelo.
El viernes se presentaba en Madrid, en la librería-café "El bandido doblemente armado", El fumador pasivo, el último libro de Daniel Gascón. He pasado la tarde atrapado en los cinco relatos que Daniel Gascón ha reunido en este libro. Me ha gustado especialmente "La generación perdida" el relato en el que Jorge, el protagonista de estas historias, conoce al profesor Gaspar Cayarga. Me ha interesado la visión que nos ofrece este estudiante de Filología Inglesa de los departamentos universitarios, de la sumisión, de la invitación a no salirse de los caminos establecidos y mil veces trillados. La ciudad cambia, pero la universidad no. "La universidad está pensada para mediocres". Jorge se encuentra con profesores que recitan los mismos apuntes durante veinte años. En un momento, Cayarga le confiesa a una antigua alumna: "Estos chavales son cojonudos, tienen otra visión de las cosas". Daniel Gascón domina el arte de contar lo cotidiano y atrapa al lector en cada frase. Me gusta que Zaragoza sea Zaragoza, que el profesor tuviera encima de la mesa un artículo subrayado de Mariano Gistaín, que Cantavieja sea Cantavieja y que Jorge recorra el Maestrazgo, se vaya con una beca Erasmus a la Universidad de East Anglia, que se desespere con la temporada del Real Zaragoza o que tenga una novia que estudia Magisterio.
[El jueves 22, hoy, a las ocho de la tarde, en la librería Antígona de Zaragoza, Ignacio Martínez de Pisón y Félix Romeo presentarán El fumador pasivo (Xordica, 2005) de Daniel Gascón]. Si alguien entra por aquí y le intriga saber quién es éste Daniel Gascón, le digo que es el mayor de los cinco hermanos que viven en mi casa. Y éste es su tercer libro: antes publicó un estudio sobre Javier Tomeo, un libro de relatos "La edad del pavo" (Xordica, 2001) y ahora "El fumador pasivo", cinco historias que suceden en el ámbito universitario de Zaragoza, en un viaje entre Barcelona y París, en Norwich, a la sombra de algunos compañeros y del inolvidable W.G. Sebald, que escribió la última nota de su vida a Daniel, otra de amores de juventud en Castellón y otras orillas del Mediterráneo, y cierra el volumen un relato donde el autor evoca a un abuelo excepcional que se parece mucho a mi suegro, Leoncio Gascón.
-Hoy, a las 19.30, Pilar Martínez Barca presenta su nuevo poemario, “El corazón en vilo” (adamaRanada) en la Biblioteca de Aragón, en compañía de María Antonia Martín Zorraquino, Manuel Martínez Forega y Juanjo Hernández, de rapsoda, entre otros. Añado algo sobre uno de los conductores de “Estudio de Guardia”: lo escuché ayer de nuevo y es un soberbio locutor, tiene sentido del ritmo, gracia, una dicción seguro, espontaneidad… La conexión con las emisoras de todo Aragón es un espectáculo. “Estudio de guardia” posee un formidable equipo de profesionales con Miguel Mena, Mónica Farré, etc. La radio me parece un medio fascinante: concentra el poder misterioso de la voz que revela el mundo y sus emociones.
-Hoy, a las 19.30, Ibercaja, Rosendo Tello, premio de las Letras Aragonesas 2005, será objeto de un homenaje que conducirá el poeta Manuel Vilas (ya está en la calle su “Resurrección” (Visor. Premio Jaime Gil de Biedma, 2005) y en el que participará El Silbo Vulnerado con el gran Luis Felipe Alegre a la cabeza.
-Esta mañana, a las doce, en Ibercaja se presenta el libro “José Ignacio Mantecón. Vida y obra de un aragonés del destierro” (Biblioteca Aragonesa de Cultura. Ibercaja y otros), de Marco Aurelio Torres Herrera Mantecón. Esta colección está dirigida por Eloy Fernández Clemente.
ELIZABETH HERNÁNDEZ Y LA JUSTICIA POÉTICA

Apareció ayer en la presentación de “El fumador pasivo” Elizabeth Hernández, poeta y coordinadora de los “Martes Literarios” de Huesca. Reveló, y también lo había dicho en su blog, que se ha separado por iniciativa propia, y que eso la había sumido en una tremenda crisis. Elizabeth vivió una bella historia de amor por internet con un oscense que la trajo a Huesca, donde se ha convertido en la reina de las palabras, con Teresa Ramón y algunas otras escritoras. Esa crisis la llevó a un estado de depresión terrible y pensó en el suicidio. Ni tenía ganas de moverse, ni de levantarse, ni de escribir. O de redactar las últimas palabras de la desesperación. Y justo el día en que había decidido decir adiós a todo esto, sin ella saber nada, Fernando Elboj había mandado que se inscribiese un poema suyo, de “Labios de encaje”, y otro texto de Óscar Sipán –otro de los reyes de la literatura en Huesca con Carlos Castán, Damián Torrijos, Francisco Grasa…, de los que residen en la ciudad- en la piedra simbólica de inauguración del Palacio de Congresos de Huesca.
Fernando Elboj no podía saber que en ese instante, Elizabeth, aborrecida de todo, estaba escribiendo esto:
Y si tiro la toalla
si doblo la manta
cuelgo el abrigo
acomodo los platos
escobo las heridas
pongo cosas en su lugar
las camas tendidas
la ropa plegada
los libros por abecedario
el cuarto de meditación libre de ocupas.
Y si recupero el alma
me zurzo los agujeros
hago de cada día un reto
para volver a comenzar.
En una nueva ruta
con más paciencia a los errores
con más aliento revitalizando la energía
ocupándome del cuerpo adolorido por el estrés.
Y si dejo de compadecerme
de ser una marioneta del destino
un cacharro entre autos
y si me transformo
en un organillo que vuelve a sonar.
Y si estoy entre manteles
comparto mi santuario ahora en ruinas
si le voy quitando el polvo
y lo hago mío, sólo mío.
Estoy sola y busco razones para no suicidarme.
Un par de días después un amigo le dijo que habían colocado un poema suyo en el monolito del palacio de Congresos. Elizabeth se quedó perpleja: ignoraba ese gesto de cariño y de reconocimiento. Nadie le había dicho nada, no había leído los periódicos, no había recibido llamada alguna. Se había alejado del mundo. Y, al saberlo, se sintió querida: aquello había sido como un milagro de justicia poética que le agradecemos los amigos de Elizabeth a Fernando Elboj, a Teresa Sas, a sus asesores. Se ve que Elboj tiene, a veces, gestos cariñosos espléndidos como éste. Elizabeth nos decía anoche que ya se ha borrado de la cabeza para siempre ese mal aire del suicidio y que reanuda su quehacer. Dentro de unos días, presentará en Antígona su poemario “Labios de encaje”…
*Elizabeth Hernández, en Huesca en el año 2004. Con sus amigos Óscar Sipán, Care Santos y Carlos Castán, que acaba de publicar un espléndido cuento: "El aire que me espía"(Instituto de Estudios Altoaragoneses).
UN SATÉLITE, DESDE WALQA, EL QUIJOTE, EN MP3

I. EL PRIMER SATÉLITE DEL GALILEO, DESDE WALQA
El Parque Tecnológico Walqa ofrece a las personas interesadas en seguir el lanzamiento y puesta en órbita del primero de los satélites del proyecto Galileo la posibilidad de hacerlo en una pantalla de grandes dimensiones y con asesoramiento científico. Con este motivo la dirección del complejo tecnológico altoaragonés ha organizado un acto que dará comienzo a las 06.00 horas del próximo día 28 de diciembre, acto al que asistirá el consejero de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Aragón, Arturo Aliaga.
La retransmisión del lanzamiento será comentada para el público asistente por el decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, Antonio Elipe. El Parque ha contactado asimismo con la Agrupación Astronómica Oscense, invitando a todos sus miembros a presenciarlo, así como a todos los ciudadanos que quieran conocer más sobre esta iniciativa. Galileo es un sistema de posicionamiento y navegación por satélite que, concebido para necesidades civiles y promovido por la Agencia Espacial Europea, pretende competir con el GPS americano ofreciendo una alternativa más avanzada y eficaz.
El proyecto Galileo tiene unas dimensiones económicas y científicas muy importantes, ya que en su desarrollo participan empresas, instituciones y científicos de varios países de nuestro continente. Galileo tendrá aplicaciones y beneficios directos para sectores como los del transporte aéreo, marítimo y terrestre o los servicios de salvamento y rescate, al ofrecer un sistema de localización y guiado de enorme precisión y gran accesibilidad.
II. LA EDICIÓN SONORA DEL QUIJOTE EN MP3 Y DESDE ARAGÓN
La consejera de Educación, Cultura y Deporte, Eva Almunia, y el catedrático José Manuel Blecua, presidente de la Comisión Estatal para la celebración del IV Centenario de El Quijote, presentarán el martes 27 de diciembre una edición sonora del Quijote, leido y grabado por un locutor profesional, que por primera vez se podrá descargar desde Internet en formato mp3.
Con esta proyecto, dirigido a la comunidad educativa, el Departamento de Educación, Cultura y Deporte cierra las actividades conmemorativas del IV Centenario del Quijote en Aragón.
DEL LOCO AMOR Y LA NIEVE

Hace algo más de veinte años, poco después de llegar a Zaragoza, vi una película que me conmovió: “La mujer de al lado” (1981) de François Truffaut, una reflexión sobre el amor loco desde una visión inequívocamente exaltada. Casi a la manera de “Las penas del joven Werther” de Goethe. No la había vuelto a ver desde entonces, pero conservaba un magnífico recuerdo: era una de esas películas que me habían encantado por muchos detalles, quizá porque propone una pasión romántica absoluta, porque posee un leve trasfondo del mundo del tenis, levísimo pero sugestivo, por la magia inefable del cine de Truffaut, y por sus actores.
Hace veinte años ya era un seguidor de Gerard Depardieu, al cual había visto en “Adiós al macho”, hasta tres veces en el cine Gran Vía, en “Novecento” y en “El último metro”, también de Truffaut. Hace veinte años ya amaba –uno, como ha escrito tan bellamente Fernando Trueba, siempre va al cine a enamorarse- a Fanny Ardant, y en “La mujer de al lado” estaba radiante, bellísima, moderna, cautivadora, con una sensualidad ardiente que se revela con fogosidad, con gestos suaves, con embrujo, tal como revela ese ensayo tras el primer beso de amor, ocho años después con Bernard (Gerard Depardieu), que había sido su impetuoso amante.
Anoche, cuando el mundo parecía un gran jardín de escarcha blanca, nos quedamos en casa Daniel y yo a verla. Hasta las tres de la mañana. Apenas dijimos nada: a él no le gustó tanto como a mí, me pareció. Yo soy un romántico postergado. No voy a recordar aquí la historia de amor al completo, pero me sigue pareciendo una película llena de sutileza, de pasión, de encantos domésticos, rotos por el loco amor que vive primero Bernard, que vive luego Arlette. Hacía tiempo que no veía a una actriz tan atractiva como Fanny Ardant, tan matizada en todos sus gestos, tan arrebatada en su excitación, que se percibe pero no se ve, en la vivencia del cuerpo, en la demora del instante definitivo (“Espera, espera… Espero…”, se dice en varias ocasiones). Los encuentros en el hotel, en la habitación 18, son de una belleza amorosa impecable; la sordidez se remonta con el modo de abordar la relación, con el desenfado elegante de los amantes, con esa poética de gestos y caricias, con la manera misma en que ella se tiende en la cama tras el coito.
No recordaba que Fanny Ardant interpretaba a una autora de libros para niños, escritora e ilustradora, asunto que tiene una gran importancia en la obra, igual que las ocupaciones de Philippe, el marido de Arlette, que es controlador de vuelos, o el de Bernard, que tiene un trabajo similar en el área fluvial La película fue rodada en la primaverade1981 en las afueras de Grenoble. Y también es muy sugestivo el espionaje desde las casas contiguas, en claro homenaje a “La ventana indiscreta” (también hay otro explícito a Buñuel y a su pasión por las piernas), las propias parejas, más apacibles, de Arlette y Philippe, o la responsable de las pistas de tenis, que también ha vivido una historia de amor desaforada, Madame Jouve, que representa la elección del punto de vista narrativo y es un personaje determinante. No sé si historias como éstas son las ideales para trasnochar en vísperas de Nochebuena, pero estoy poseído unas cuantas horas después, al levantarme, por la luz y la sombra de los amantes, por la idea de la fragilidad, la revelación súbita de sentimientos que creíamos dormidos.
Luego salí a la calle con la perra Noa y con algo un tanto extraño: un libro de fotografías de muchos autores (Sander, List, Strand, Lartigue, Strand, Cartier-Bresson, Stieglitz; entre los autores de los textos están Mann, Wilde, Walter de la Mare…), titulada “Coloured Shadows”, fotos de nieve en todo el planeta y de todos los tiempos del siglo XX: el mundo transformado en una blanca geometría de matices, negro sobre blanco, como la escritura. El mundo desolado y solitario bajo una gran noche neblinosa, de pánicos que acechan. Y también llevaba una curioso documento: el periódico “Vida deportiva” del uno de noviembre de 1949: en la contraportada aparece la foto de Manuel Cerdán, el gran campeón francés que había amado con locura a Edith Piaff, que acababa de fallecer en un accidente de aviación en un viaje hacia Norteamérica. La foto de Keystone, a página completa, era titulada así: “La foto más sensacional del año”. Y en ella se veía al hombre que iba a enfrentarse a Jake La Motta en el aeródromo de Orly, acariciando el Stradivarius de la “famosa violinista Ginette Neveu, también muerta en el trágico accidente”. Marcel Cerdán había reeditado para Francia los éxitos de Georges Carpenter, uno de los púgiles más elegantes de la historia. Cerdán ofrecía ese aspecto rudo y primitivo que siempre tiene o tenía entonces, hace más de veinte años, Gerard Depardieu. Y Ginette Niveu, al menos de perfil, se parecía mucho a Edith Piaff.
Feliz Navidad y feliz 2006 a todos los visitantes del blog.Que haya salud, cariño, alegría y el loco amor que cada uno necesite.
UNA ESCRITORA DE CUENTOS INFANTILES

De "La mujer de al lado", una escena en la casa de Bernard y Arlette. El controlador de aguas fluviales se demora por ahí y no quiere cenar con sus nuevos vecinos. Mientras malgasta su tiempo, apacigua su ansiedad con Madame Jouve, a quien le revela que conoce a Fanny Ardant desde hace años. Ella, una mujer de misteriosos amores que ha sobrevivido a un intento de suicidio, le abre su corazón. Me gusta esta escena porque Fanny Ardant, la vecina, juega a pintas y escribir relatos con el hijo de su ex amante: Thomas. Acaba de aparecer en Akal el libro "Truffaut en acción" de Carole Le Berre, que es Consejera artística en el Departamento de Ficción de la cadena de televisión francesa TF1, y autora de diversos textos relacionados con la figura y la obra de Truffaut.
UN POEMA PARA UNA NAVIDAD MUY SENSUAL

Es el preludio hermoso en el que los amantes
se van desposeyendo de las últimas luces
que recubren sus cuerpos,
íntimos en la noche que no conoce aromas.
Es el placer gustado a sorbos lentos,
la mirada, las manos, la piel estremecida
por un temblor de bosques sublunares.
Porque adoro tu tacto que me recuerda edenes sumergidos,
amplios mares de infancia, donde fuimos felices
sin nombres todavía para amar a los pájaros.
Nuestras lenguas despiertan los arcanos del hombre,
de la carne y el sueño, del deseo y la umbría
más bella de intramundo,
porque te amo hasta el fondo de tu existir de arena.
Es la noche sin noche que serena los límites.
(María Pilar Martínez Barca)
*La foto de este poema es de Virxilio Vieitez, el gran fotógrafo gallego que ha sido comparado con August Sander o Paul Strand. El original de María Pilar Martínez Barca, autora del poema y del libro "El corazón en vilo" (Adamar. Lleva un extenso prólogo de Aurora Egido), era de una maravillosa puesta de sol, que no puedo trasladar aquí.
LA FOTO DE NATURALEZA DE RICARDO VILA

Entrevista / Cada libro de Ricardo Vila es un acontecimiento: un prodigio de luz, de textura, de encuadre. Con “Viñas de vida”, patrocinado por Viñas del Vero, recibió el primer premio al libro mejor editado en el apartado de Obras Generales y de Divulgación del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
Cada libro de Ricardo Vila (Zaragoza, 1959) es una aventura: un compendio de paciencia, desvelo, esfuerzo y pasión. Desde hace algún tiempo, la fotografía sólo tiene sentido para él si luego cristaliza en un libro. “Viñas de vida” nació de la casualidad. O de la aceptación de sus trabajos. Tras recibir uno de los premios “Viñas del Vero” a la Difusión de la Naturaleza, depositó en la empresa vinícola sus libros: “Siete años con las aves” (1995), “Al compás de las estaciones” (1996) y “Rural” (1999). Un día lo llamó Amparo Cuéllar, la directora de marketing, y le dijo: “A la gente le encantan tus libros. Los comentan con entusiasmo. ¿Podrías hacer uno igual, con idéntico formato, sobre las viñas?”.
Sí. Al principio me asusté un poco. A mí me gusta algo más genérico. Pero enseguida lo vi: había material. Me di una vuelta por esos paisajes en julio o en agosto, y vi detalles del trabajo, la fauna, las geometrías del campo, esos puzzles de los viñedos.
¿Cómo se encara un paisaje así?
Con respeto y con sentido del desafío, intentando hacer algo distinto.
Con respeto y con sentido del desafío, intentando hacer algo distinto.
¿Cuáles son las características de estos paisajes del Somontano oscense y de Barbastro?
¿Conocía previamente estos lugares?
-Muy superficialmente. A mí me ocurre una cosa curiosa: yo no hago una foto si no es para un libro. No soy un fotógrafo de ésos que siempre llevan la cámara por ahí. Me cuesta coger la cámara, disparar me resulta un sacrificio enorme, no suelo hablar de películas ni de cámaras nunca. Llevo mi Hasseldblad y mi Nikon...
En un mundo de tantas imágenes y visiones apasteladas del paisaje, ¿cómo se puede evitar el tópico?
Ahora que habla de esto, no es lo mismo fotografiar animales, en movimiento, o la naturaleza, más bien estática...
¿Cuál es la importancia del azar en su trabajo?
¿Qué fotos le han robado el sueño?
Todo su esfuerzo estaba encaminado hacia el libro. ¿Cómo se lo imaginaba?
¿Qué proyectos tiene ahora?
Además, Ricardo Vila acaba de publicar un nuevo volumen de fotos “El Reino de las Luces”, sobre los Mallos de Siglos, en Ibercaja, con textos de varios autores.
BREVE AUTOBIOGRAFÍA DE UN CRÍTICO TEATRAL*

He sido crítico de teatro alrededor de cinco años en dos periódicos: “El día de Aragón” y “El Periódico de Aragón”, y tal vez algo más en la revista teatral “El Público”. Cuando empecé a hacer crítica teatral en “El día” carecía de experiencia: sólo era un lector incansable de Lorca, Shakespeare, Calderón e Ibsen, entre otros; había intentado escribir teatro, y llegué a redactar alrededor de cinco piezas en gallego, y había trabajado años atrás en Teatro Circo y Escola Dramática de A Coruña. Sí es cierto que había recibido dos impactos importantes en mi afición: cuando asistí a los montajes de “Os vellos non deben de namorarse” de Castelao, y “Doña Rosita la soltera” de Lorca, con Nuria Espert. El primero lo vi en A Coruña y repetí hasta siete veces; el segundo lo vi en un lateral del Principal y me quedé embrujado por el admirable trabajo de Encarna Paso y José Vivó, que eclipsaron a la actriz catalana, y por la puesta en escena, la luz, el vestuario. La pieza me pareció como un sueño. Así la recuerdo: poética, etérea, sofisticada, como un melodrama que tienes al alcance del aliento. Si cierro los ojos, aunque veo aquella función y representa en mi cabeza un instante bellísimo de mi interés por la escena.
Al principio, recuerdo, estaba muy responsabilizado. Sufría. Disfrutaba en la representación, y sufría luego durante unas cuantas horas hasta que encontraba el hilo, la historia, el punto de vista. Luego, cuando aparecía la crítica, seguía sufriendo. Durante la representación nunca quería hablar con nadie; no me interesaba la opinión de los espectadores, de los amigos, de los conocidos. Y durante mucho tiempo, iba al Teatro del Mercado o Principal, pagaba la entrada y recuerdo que ni José María Pons, ni Pilar Ariza o Ángel Anadón, sabían quién era aquel crítico que se atrevía a cuestionar el trabajo de Gemma Cuervo, Lola Cardona, Joaquín Hinojosa, Lola Herrera, Guillermo Montesinos, y a invalidar una propuesta completa de una compañía, pero que también elogiaba con efusividad a José Luis Gómez, Mariano Cariñena, Héctor Alterio, Mariano Anós, Carlos Martín o Ricardo Iniesta, entre otros. Yo entendía la crítica como un análisis serio de la pieza, como una mirada personal, como un esclarecimiento para el espectador que había estado, que iba a ir o para el público que no pensaba acudir. Me preocupaba explicar el autor y su contexto, algunas características esenciales de la propuesta de la obra en cuanto a texto, y luego quería evidenciar los conceptos de la representación, la física de la puesta en escena con todas sus variantes, y la interpretación. He visto obras malas, o regulares, que los actores levantaban con un gran trabajo interpretativo. Solía reprocharles a los actores cierta inclinación histriónica, que se convirtió en un lugar común en algunas notas sobre los repartos, es decir, era un defecto de crítico. Una vez, Luis Felipe Alegre, de cuyo grupo “El Silbo Vulnerado” había escrito un libro, se sorprendió ante un elogio que le hice a Héctor Alterio en el montaje de “Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín”, la obra de Lorca, una pieza de pura orfebrería escénica en el Teatro Principal. No podía creerse que la obra estuviese tan bien como yo decía: fue a verla y se convenció de que era una auténtica maravilla la propuesta de José Luis Gómez. Creo que pensó que fue la única vez que tuve razón en mis juicios sobre un actor.
He sido duro con los actores, y también muy generoso, claro, desabrido con algunos montajes, erré en la valoración de varios espectáculos, aunque -hecha la salvedad de “Cuarteto” de Heiner Müller, quizá uno de mis mayores despistes porque hice algo que no hacía nunca: oí opiniones ajenas, adversas, dejé que se me llenase la cabeza de términos como aburrida, lenta, densa, y redacté un discurso a la contra, casi demoledor, tan desafortunado como otro que se titulaba: “Esto no es teatro” de la función “Papiroflexia”- por lo regular fui benévolo, lo cual tampoco es bueno. Es mejor ser duro con argumentos y con el debido respeto que complaciente con generalidades por el deseo de no herir, porque si no acabas convirtiéndote en un mentiroso sin criterio y sin credibilidad. Una vez, recuerdo ahora, hice una nota tan cruel –cruel por exceso de sinceridad: el trabajo era malo sin muchos paliativos- con un joven actor que no sólo no quería salir al día siguiente, sino que le sobrevino una crisis de ansiedad y habló de suicidarse en el propio Teatro del Mercado. Los artistas son siempre vulnerables, son casi siempre vanidosos, y le conceden a la crítica, que no deja de ser un punto de vista que alguien firma, una importancia que no tiene. Siempre estamos más preparados para el halago que para la impugnación, aunque sea sincera y bien documentada.
Solía leer todas las críticas de los demás, me fijaba mucho en cómo organizaban el argumento, en qué aspectos resaltaban, la visión escénica, el compromiso auténtico y elaborado con el teatro. Intentaba aprender de todo, mejorar, para alcanzar la crítica más ecuánime, cosa que es una utopía. Uno de mis críticos favoritos, tan atrabiliario y sabio, era Joan de Sagarra porque sabía ajustar la crítica a la horma de su sombrero con grandes intuiciones, aunque a veces desbarraba y su texto era un discurso para sí mismo, un autorretrato de fobias. Una exhibición. Nunca me gustó demasiado la displicencia de Eduardo Haro Ibars, que de teatro sabía lo suyo, me sentía más cómodo en la retórica envolvente y puntillosa de Javier Villán. También seguía con atención los puntos de vista de Carmen Puyó y Joaquín Aranda, como antes leído con mucha atención a Jesús Rubio Jiménez. El crítico debe ser honesto por principio, preciso en su ideas, sin prejuicios, respetuoso y hondo, debe arrojar luz, explicar lo abstruso o lo impopular, atreverse para lo bueno y para lo malo, y si además sabe escribir bien, mucho mejor. La crítica es una forma de mirar, un autorretrato y un ejercicio de estilo. El crítico es todo lo contrario que un inquisidor.
*Así vio Castelao a una de las protagonistas de su obra "Os vellos non deben de namorarse": Pimpinela. Este texto ha surgido de una invitadión de Adolfo Ayuso a escribir sobre la crítica teatral, y lo cuelgo aquí en esta "obra en marcha" (si se publicase algún día esta gavilla de textos con amor tendría un títulos genérico: "Ulises en Zaragoza").
LAS TRADUCCIONES DE NACHO GARCÍA-VALIÑO

Me llama Nacho García-Valiño, tan afectuoso como siempre. Me dice que ejerce de padre a tiempo completo y de escritor a tiempo parcial, lo cual no le ha impedido concluir una nueva novela, distinta por completo a la anterior: “Las dos muertes de Sócrates” (Alfaguara, 2003). Nacho atiende las sugerencias de su magnífica agente Mónica Martín, una estupenda lectora, una cuidadosa traductora, y su libro pronto iniciará las rondas de editoriales. Quizá vuelva a ser Alfaguara su destino, teniendo en cuenta que “Las dos muertes de Sócrates” vendió tres ediciones y ha sido traducida al portugués y al griego, las versiones ya están en la calle, y ha sido contratada en Francia (donde pugnaron por el libro dos sellos), Alemania, Italia y en Turquía, cosa que no deja de sorprenderle. “Las dos muertes de Sócrates” era una novela en dos partes: la primera presentaba el mundo ateniense en todo su esplendor con Sócrates y los sofistas y Aspasia, la mujer de Pericles. Y la segunda estaba centrada en la muerte de Anito, el hombre que denunció a Sócrates, que había aparecido asesinado en el burdel de la Milesia; al crimen no era ajena del todo la bella Neovula. A García-Valiño ya le habían traducido al alemán “Una cosa es el silencio” (Destino, 1999), novela con la que había quedado finalista del Premio Nadal.
DOS NUEVOS LIBROS DE MANUEL VILAS Y LUISA GÓMEZ GASCÓN

Me calcé en la cabeza un gorro de lana negro, me coloqué una segunda bufanda (ante la primera, llena de colorines, mi hija mayor me reprendió: “¿No crees que queda un poco en entredicho tu virilidad con esa bufanda?”) y salí al relente. Garrapinillos de noche parece un arrabal norteamericano con los árboles petrificados de hielo. Parece que todo se ha quedado solo, que estemos en el día fin del mundo mi perra y yo, con una calma final y desolada; incluso han desaparecido las luces de las casas. Como siempre, aprovecho el cuarto de hora al relente para leer. Salí con dos libros: “Resurrección” de Manuel Vilas, el poemario que ha publicado Visor con el cual ha ganado el XV Premio Jaime Gil de Biedma, y “Almendros en flor (y otros relatos aragoneses)” de Luisa Gómez Gascón, que inaugura la editorial Novalia.
“Resurrección” es un libro dividido en siete partes, comienza en el Mac Donald’s de la plaza de España de Zaragoza y se cierra con nueve poemas de “Nueva York”, numerados y sin título. En medio hay muchas cosas: todo el mundo de Vilas, cargado de crítica, de ironía, de desgarro, de visiones entre complacientes y provocadoras del mundo urbano. Por cierto, un tema se impone al menos en dos ocasiones, como es “El nadador”; me gusta mucho ese inicio de “Puedes bañarte en Puyarruego”. Pero Manuel Vilas habla de muchas cosas: de las cajeras bonitas, de los bares, de un autobús urbano como el 42, de arrabales, de pueblos aragoneses, de un viaje a Venecia, de personajes que escriben una suerte de biografía como Doug Yule, "un tipo que tocó, // cuando todo estaba acabando, en la Velvet Underground"; reflexiona sobre la literatura, como se ve en “Michaud” (creo que se refiere a Henri Michaux), donde habla mucho de lo antipático que cae en España Joyce y su “Ulises”, habla de Kafka, Ezra Pound, de Cernuda (al cual le rinde un homenaje en “Alguien habla de su tierra”), de canciones, de Lou Reed, Patti Smith… El mundo que propone Manuel Vilas, sustancialmente, es conocido, e incluso ese procedimiento narrativo, que recuerda un poco –sobre todo en los poemas en verso- a los versículos extensos de Walt Whitman en “Hojas de hierba” y a Charles Bukowski poeta, por su forma de mirar y su construcción tan narrativa. TambiénVilas habla de viajes (me gusta mucho uno que hace un niño a Venecia con su tío Víctor Vilas), de carreteras, de coches, de secretos de familia, y así, con entrega, con somardería y algún que otro pellizco de cinismo, arma un excelente libro que se ajusta muy bien a la descripción que hace de él en la solapa el profesor Gonzalo Santonja: “Es un libro muy renovador, que se instala en los aspectos más desgarradores de la vida cotidiana; una poesía directa, escrita desde un sentimiento crítico, que nace de la provocación y que pisa un terreno entre la desesperanza y el escepticismo, pero que finalmente acaba abocado a la ternura”.
El mundo de Luisa Gómez Gascón, que vive en una casa encantada de Añón (Ángel Guinda escribe: “Luisa Gómez Gascón vive en una casa de encanto que es refugio, santuario. Una casa asomada a su propio abismo interior entre la tierra y el cielo”), es muy diferente. Ya había anticipado su sentido poético y su tremenda sensibilidad en su libro anterior: “Cuentos del Moncayo”, que publicó Olifante hace algunos años. Ahora, Luisa Gómez ha mejorado su escritura, el vigor de sus imágenes, el periodo de la frase y su intensidad, y ha salido del Moncayo, hacia el Maestrazgo, el Sobrarbe, Bielsa.... He hecho una lectura minuciosa del primer relato, y he leído oblicuamente los otros: hacía un espantoso frío. Sí quiero hablar de “Almendros en flor”, que cuenta una historia de maquis en Aguaviva (Teruel), en 1947. Narra la historia de dos hermanas que se enamoran del mismo hombre, y el relato es una carta que envía una de ellas al fugitivo Mariano. Tiene momentos espléndidos, tensión, lirismo, crueldad, una belleza telúrica.
Cito dos fragmentos:
“Mi hermana permaneció callada en una esquina de la plaza y no dejó de observarnos en toda la noche. Nos vio escabullirnos por detrás de la ermita, hacia el batán abandonado donde la luz del alba alcanzó mi piel entre tus brazos”.
Y más adelante, añade: “Una mañana me desperté al escuchar un canto de paloma debajo de la ventana de nuestra alcoba. Nos miramos durante unos instantes y, al escuchar el segundo arrullo desolado, Manuela saltó de la cama como un felino y salió por la ventana. Yo me quedé inmóvil. Cuando me asomé, aún pude ver vuestra silueta aventurándose por la senda del molino, entre los álamos del río. Quise morirme y no pude. Estuve ahogando sollozos hasta que despuntó la mañana y ella regresó”.
El libro lleva un prólogo de Ángel Guinda y una solapa, a doble página, de Trinidad Ruiz-Marcellán. Ángel y Trinidad fueron pareja hace más de 25 años: aquí rivalizan los dos en hermosa y sentida escritura de elogio de Luisa Gómez Gascón.
*Me ha gustado mucho esta foto de Janis Joplin, a la que cita Manuel Vilas en el poema "1977": "Las sandalias del 43 que calzaba Janis Joplin".
MAENZA: HISTORIA DE UN CINEASTA MALDITO

Uno de los turolenses más sorprendentes de los últimos tiempos fue el cineasta, escritor y activista José Antonio Maenza (Teruel, 1948-- Zaragoza, 1979): adalid del cine independiente, revolucionario a su modo (era claramente anarcoide y refractario a cualquier ideología), e intelectual inquietante: desde muy joven fue un gran lector, al principio de Martín Vigil, dicho sea de paso, pero luego de pensadores, psiquiatras, estructuralistas, poetas como William Blake o el Conde de Lautréamont. E incluso llevó un diario bastante suculento, en el cual apuntaba sus minúsculas frustraciones, sus descubrimientos o anotaba matices de su personalidad: "Soy muy sensible a lo bueno y más a lo bello. Sensible a la sensibilidad". También refería cómo lo sosegaban la comunión o el rosario o cómo se le pasaba por la cabeza la idea de meterse cura. Poco más se sabe de su niñez turolense. Su padre tenía una tienda de colchones. Veneró siempre a su madre: cuando falleció en 1971, en José Antonio Maenza se recrudeció el complejo de Edipo. Iba al cine más por pasatiempo que por otra cosa, le interesó mucho El Evangelio según san Mateo de Pasolini y ya era muy proclive a las depresiones. Tampoco soportaba que no reconociesen su madurez.
En Zaragoza, cuando ingresó en la Universidad, halló el caldo de cultivo ideal para desarrollar una personalidad apabullante y a la vez devoradora. Aquí se encontró con el escritor y editor Enrique Murillo, que realizaba el servicio militar. Padre de gemelos, Maenza y él robaban ayudados por el carro en la librería Hesperia de Luis Marquina. Maenza fue toda su vida un cleptómano: robaba libros (Marcuse, Eco), objetos, recuerdos allá donde podía; a su amigo Ignacio Prat, al que respetaba y admiraba por su inteligencia y sensibilidad, le sustrajo una antigua daga con sangre sarracena; al fotógrafo Xavier Miserachs, un abrigo; a Enrique Vila--Matas, un pantalón y una camisa, en los tiempos de la gauche divine, de Bocaccio y de gran promiscuidad erótica. Al parecer, Maenza, era homosexual.
En Zaragoza encontró muchos amigos: Fernando Villacampa, Alejo Lorén (que fue el destinatario de epístolas y confidencias ), José Miguel Franco de Espés. Con todos ellos realizó una película independiente: El lobby contra el cordero. Se rodó en Zaragoza en verano e invierno de 1968, en diversos espacios, incluido el cementerio de Torrero, y dio a conocer a un personaje raro, atrabiliario. Tanto lo era que ese mismo año, durante la Semana Santa, había acudido con unos amigos a Calanda. Buñuel acababa de llegar. Al parecer, un grupo de falangistas lo provocaron, le quisieron cortar el pelo y acabó en el cuartelillo, entre otras cosas porque los amenazó con esta frase: "Ya vendrán los nuestros, que tenemos armas de Checoslovaquia en un barco anclado en el puerto de Barcelona". Buñuel también recordó el hecho y calificó, con humor, a Maenza de "insensato". Aquel incidente lo llevó de nuevo a prisión, fue detenido en Teruel y encarcelado en Alcañiz, donde se hizo muy amigo de un alguacil, que le había prestado las Obras completas de Primo de Rivera y le presagio éxito y gloria en cuanto se muriese Franco.
En El lobby contra el cordero se planteó Maenza la lucha de los estudiantes contra el poder con una estética vanguardista, que rendía tributo al objeto y a los símbolos. El sentido de la provocación de Maenza se trasladó al rodaje y a la relación con sus compañeros: al protagonista José Miguel Franco de Espés le arrojó una botella de sangre de cerdo, y éste dejó el rodaje. Miguel Labordeta también interpretó un pequeño papel de cura.
Fatigado de Zaragoza, se trasladó a Valencia donde contactó con jóvenes inquietos, entre ellos con el poeta Eduardo Hervás, con el cual hubo sus más y sus menos por un asuntos de estética y autoría del nuevo proyecto Orfeo filmado en el campo de batalla. Hervás se suicidó con gas en 1971. En esa época empezó a escribir su novela fragmentaria, experimental y autobiográfica Séptimo medio indisponible (Mira, 1997, presentada por Pablo Pérez & Javier Hernández), se interesó por el esoterismo e introdujo en la cinta una mezcla de sexualidad y política. Más tarde, se trasladó a Barcelona, donde Pere Portabella iba a producirle una nueva película: Horténsia--Beance. Allí entró en contacto con Emma Cohen, Félix de Azúa, Juan Benet, Molina Foix (que elogió El lobby...), Carmen Artal o el citado Vila--Matas. El clima no fue fácil. Maenza era caótico y provocador. Emma Cohen dibujó así el ambiente: "Antonio era un auténtico maldito, vestía mal, no se lavaba y no tenía necesidad de aparentar; eso es lo que le molestaba a la gente de Bocaccio, porque ante él el supuesto malditismo y originalidad no eran nada auténticos, los ponía en evidencia".
Se fue de Barcelona, hizo la mili en Huesca, donde fue maltratado en muchas ocasiones por sus superiores, e inició su caída, su imparable descenso hacia la nada, su peregrinación por psiquiátricos: primero Béretra (Valencia), luego Teruel en varias ocasiones, donde vivió hasta que apareció en el suelo mortalmente herido, en medio de la calle, frente el primer piso de la casa donde vivía. Se dijo que era un intento de suicidio, se dijo que había sido un intento de asesinato. Falleció en 1979, dos días después, en el hospital Miguel Servet. Misterios aparte, Maenza es un personaje extravagante, incomparable, pero inacabado, por hacerse. Murió a los 31 años, pero su actividad se truncó prácticamente a los 25 años. Pablo Pérez y Javier Hernández le han dedicado un excelente libro al cineasta: “Maenza filmando el campo de batalla” (Gobierno de Aragón, 1997), que ha inspirado esta nota. El trabajo de los autores nace de un elaborado y laborioso proceso, de una gran generosidad investigadora. La obra de Maenza es escasa, de tanteos y de intuiciones muy del momento, prometedora sin duda, pero trunca.
*No es José Antonio Maenza, sino Emma Cohen, la Emma Cohen de aquellos años, la que definió a Maenza como "un auténtico maldito".

Me he pasado toda la tarde fuera de casa, con Miguel Ángel París, fotógrafo y operador de cámara, e hijo de Miguel París, aquel hombre que estuvo en la División Azul y que realizó una impresionante carrera como fotógrafo y como cámara luego. He visto muchas cosas insólitas: tomas de Tyrone Power en Valdespartera, una serie de Montserrat Caballé y Bernabé Martín, un reportaje de 16 fotos de Sender en España, tres tomas del joven Luis del Val realizando entrevistas, varias tomas de una jovencísima y esbelta Rocío Jurado, de Marisol, de Pablito Calvo, de Antonio Garisa, una increíble foto de Canario, que parecía que iba a comerse a un lateral desarbolado y al propio balón. He visto dos reportajes muy curiosos de la boda de Carlos Lapetra y de Marcelino Martínez Cao. Al volver a casa, abrí un libro de Eugenio Montale, premio Nobel en 1975, los escritores italianos son una vieja debilidad, y selecciono este poema traducido por el ya desAparecido Joaquín Arce; Montale murió en 1981 y Arce al año siguiente. Parece evidente que tenía en la cabeza a Aspasia, la mujer de Pericles, que tiene una gran importancia en “Las dos muertes de Sócrates” de Nacho García-Valiño. Así se titula esta composición.
ASPASIA
En plena noche los hombres
Entraban en su habitación
Por la ventana. Era una planta baja.
La había llamado Aspasia y se sentía contenta.
Después nos dejó. Fue camarera, peluquera y más cosas.
Rara vez me ocurría el encontrarla.
Entonces la llamaba ¡Aspasia! en alta voz
Y ella sin pararse sonreía.
Éramos de la misma edad, y habrá muerto hace tiempo.
Cuando entre yo en el infierno, casi por costumbre
Gritaré Aspasia a la primera sombra que sonría.
Pasará de largo naturalmente. Nunca
Sabremos quién fue y quién no fue
Aquella mariposa que apenas si tenía un nombre
Que yo elegí.
(“Eugenio Montale”. Joaquín Arce. Biografía y antología. Ediciones Júcar. Colección Los Poetas. Madrid, 1982.El retrato de Montale lo realizó Ugo Mulas hacia 1970).
NOTICIA DE FLORBELA ESPANCA, POETA DEL AMOR

RECUERDO DE AGURNE UGALDE*

Hace unos días, me llamó Rafael Bardají para otra clase en el Máster de Heraldo. Ese día no entramos en el aula: fuimos directamente a ver exposiciones. Primero, entramos a ver “Antonio Fernández Molina. El poeta multiplicado”; luego acudimos a ver la exposición de fotografía contemporánea del ayuntamiento de Alcobendas que se muestra en el Palacio de Sástago, y por fin, para agotar la mañana, acabamos en la Lonja ante la muestra de diseño del CADI. Con todos nosotros venía Agurne, aquella muchacha de 26 años que, en nuestra primera clase, explicó cómo era el cine de Isabel Coixet. Recordó sus películas, su talento poético, su crecimiento como cineasta, sus actrices. Agurne era muy participativa y encantadora. Hoy, exactamente esta tarde, Elena Gracia Mirón me contó que Agurne había fallecido el pasado día de Navidad en un accidente de coche.
Agurne estaba impregnada de vida, de alegría, de pasión por el cine y por la cultura. La recuerdo levantándose sobre su silla, con el cartel que anunciaba su nombre, Agurne Ugalde, dirigiéndose a sus compañeros, dirigiéndose al compañero al que le había gustado mucho “La vida secreta de las palabras” y apenas sabía nada de la directora. La recuerdo, tras salir del Palacio de Sástago, donde se mostró entusiasmada con algunas fotos preciosas de paisajes, con un café en los labios, contagiando ilusión a sus compañeros. Habíamos quedado para hacer un suplemento de “Artes & Letras”; ya me dijo que tenía muchas ideas, que se había pasado por la muestra de Fernández Molina, que estaba disfrutando. Que vivía un sueño laborioso con el periodismo y que aprendía a bocanadas de entusiasmo. He ido al periódico del martes y veo el bello homenaje que le dedican sus compañeros, que reproduzco aquí. A todos ellos, y a su novio Luis (al cual no conozco) les envío mi cariño y mi pesar. Agurne fue como alguien que pasó por tu vida con la fuerza del relámpago y te deja impregnado de luz, de alegría, de transparencia de nubes. Así la recuerdo: rubia, expansiva,menuda; así era antes de ser abatida de súbito por el temporal de todas las carreteras de la fatalidad
IN MEMORIAM
Agurne nació en un partido de la Real. Creció en San Sebastián. Se fue a Bilbao a cursar periodismo. Después, vino a Zaragoza con su novio Luis. Empezó el Máster de Heraldo.
Agurne se reía siempre. Llevaba siempre encima caramelos para todos. Le apasionaban el cine y los actores, y tenía miles de fotos de sus artistas favoritos. Sólo la conocemos desde hace dos meses y medio pero sentimos que es amiga de toda la vida. Su madurez no le impidió saber disfrutar y reír como una niña. Tenía una sensibilidad especial con la que apreciaba el mundo que la rodeaba, que siempre tuvo un sabor agridulce, pero intenso. Agurne animaba con su presencia a los que la rodeaban.
Tu vida fue tan corta y hermosa como una revolución de claveles.
Tus compañeros del Máster lloran tu ausencia no encontrando ni explicación ni consuelo.
Gracias, Agurne.
Tus compañeros del Máster Heraldo de Aragón-Universidad de Zaragoza
*Esta es la foto de Agurne Ugalde de la orla del Máster de Heraldo.
LAS ESFINGES DE EDUARDO LABORDA, SENDER Y OTROS ASUNTOS

No ha sido mi mejor día en “Heraldo”. O quizá sí, que nunca se sabe. Un buen amigo me llamó ayer anunciándome un tema muy prometedor: un amigo suyo tenía una importante cantidad de cartas de Ramón José Sender. El amigo del amigo era en realidad una amiga, le contó una mil y cosas de las cartas, y le dijo una frase que Sender siempre decía al entrar en su casa, y entró al menos dos: “Qué sensación de hogar se respira aquí, qué impresión tengo de estar en familia”. La señora, antes de enseñarme los materiales, muy novedosos, querría consultarlo con sus hijos: ella ya está en avanzada edad y prefiere no verse envuelta en los papeles de la prensa. La alegría se fue por el río, por ahora.
Terminé la entrevista con el trompetista Mariano Abadías, nacido en Pedrola en 1935 e instalado en Viena desde 1970. Ha tocado ante el Sha de Persia, ante Soraya, antes de que fuera repudiada, y ante Hussein de Jordania. Esta anécdota me hizo recordar el espléndido reportaje de Miguel Mena, titulado “Los tres Carino”, un grupo de Huesca. Luego, lo descubrió un Montreux un vibráfono y maestro de jazz, aquella noche hablaron sin parar, comieron y bebieron, y tal vez algo de lo otro, y el hombre le dijo: “Me gustaría que vinieses a Viena para tocar en mi orquesta”. En la Orquesta Teatral Estatal de Viena, Mariano Abadías, hijo de sastre republicano y discípulo de Arturo Villar, trompetista en los tiempos heroicos de Dimitry Berberoff, ha dado varios miles de conciertos, de obras clásicas y musicales. Por ejemplo, llegó a actuar con “El baile de los vampiros” ante el mismísimo Roman Polanski, que acababa de rodar la película con Sharon Tate. Mariano Abadías es el maestro de Carlos Roldán, director de la banda de Garrapinillos, profesor de música y trompetista.
Viene a verme Eduardo Laborda. Para él escribí el primer texto que redacté jamás sobre un artista en 1987 y van allá unos cuantos, un par de cientos al menos. Está preparando una gran exposición y un libro de artista, de 120 ilustraciones y alrededor de 240 páginas. Van a escribir varios expertos en su obra como José María Morón, Arturo Ansón, Jesús Pedro Lorente, Manuel Martínez Forega y la profesora Dolores Gallardo, que ha analizado la presencia de la mitología clásica en su obra. A mí me ha pedido que le escriba un texto sobre la esfinge y el mito de Edipo (dice Eduardo que siente una gran fascinación por su madre, que ha sido siempre el refugio, la luz, el embrujo del cariño), y me trae algunos de sus espectaculares cuadros, que ni siquiera pasan por las salas. En uno de ellos, muy a la manera del realismo norteamericano de los 40 y 50, ha pintado a su compañera y gran pintora Iris Lázaro. Ambos, por cierto, acaban de ser incluidos en el gran catálogo de fondos de Caja Duero. Eduardo, que está entusiasmado, me habló de un veterano artista de la ciudad que hizo muchos dibujos, publicidad, que utilizaba bellamente el aerógrafo e incluso algunos catálogos de ataúdes para una funeraria de Orense. NO es un cuento de Juan Rulfo ni de Rodrigo Fresán: catálogos de ataúdes para Ourense. Iré a verlo… Tiene todo el aire de ser un nuevo Luis Germán, del cual he hablado aquí hace algunas semanas.
Marisa Núñez y Eva Mejuto, las editoras de OQO y antes de Kalandraka, han tenido la deferencia de atender una sugerencia mía: se han fijado en la magnífica obra de Alberto Aragón y le han pedido que desarrolle una idea en torno a un poema de José Martí. Luis Grañena y Alberto Aragón son una pareja de ilustradores de auténtico lujo y completamente distintos. Grañena es uno de los mejores caricaturistas de los últimos 25 años en España, está a la altura de Loredano, Sciammarella y Cano (otro gran desconocido fuera de Aragón, aunque ahora Vicente Ferrer de Media Vaca le ha encargado un proyecto sobre Zaragoza. Que el Paquico Goya y su Goya, dos de sus proyectos para Xordica, no se vendan en el Reino Sofía o el Prado es una auténtico despiste) estoy completamente seguro; sólo a una industria atropellada, ciega y perezosa ha podido pasarle inadvertido. Alberto Aragón, que es un chaval maravilloso y ya ha sido galardonado por el Instituto de la Juventud, está que no cabe en sí de gozo. Ayer, entre dibujo e dibujo, entre infografía e infografía, repasaba en los últimos muertos el poema y buscaba una serie de imágenes para desarrollar una idea previa.
Hablando de literatura infantil, me ha gustado mucho el nuevo libro de Begoña Oro, escritora y editora. “Las sonrisas perdidas” (SM. Ilustraciones de Noemí Villamuza y Alma Barroca). Cuenta la historia de Enrique, un muchacho de Peraltilla que contagia todos con su sonrisa, salvo a tres vecinos que no ríen nunca. De golpe, Begoña Oro propone: “Pero una mañana, Enrique se despertó sin su sonrisa. La había perdido”. Y ahí se inicia una investigación detectivesca que llevará al protagonista a descubrir la existencia de un almacén de sonrisas, y muchas más cosas. Escribe Begoña Oro acerca de las sonrisas: “Algunas eran frescas, otras rosas, gordas, finas, ruidosas, calladas, amplias, mentirosas… Había sonrisas de todo tipo”: El texto, pensado para niños de entre 5 y 8 años, más o menos, está bellamente ilustrado por Noemí Villamuza y Alma Larroca; las artistas se implican en el libro con profundidad e imaginación (un ejemplo, las páginas 20 y 21, 34 y 35, como si quisieran darle la razón a Rosa Tabernero, que acaba de publicar un erudito trabajo en Prensas Universitarias sobre la literatura infantil e incorpora una sección central donde explica la importancia de la ilustración, que es el segundo discurso o la nueva forma de contar de este tipo de libros.
*El cuadro es de Ramón José Sender. Pintó mucho, de manera muy personal.
ENTREVISTA CON EL EDITOR FERNANDO JIMÉNEZ, DE ZÓCALO
-Porque estaba un poco harto de que me devolviesen todos mis originales: en Anagrama, en la colección “Crónica del alba” del Gobierno de Aragón y en Ayuso, donde, por cierto, iban a publicarme una novela, pero de repente me llama el director y me dice: “No podemos publicarle porque nos hemos quedado se subvenciones”. De Ayuso aprendí también que no debía depender de las subvenciones...
-Ramiro Alloza, jefe de Área de Cultura del Gobierno de Aragón, decía que una colección de ficción se justifica si publicaba a escritores de tanta vocación como usted...
-Es cierto. Creo que dijo algo así. Era honrado. Decía cosas sensatas, ja, ja, ja... ¿Seguimos? Entre septiembre y octubre de 1993 damos de alta Zócalo. Y se abrió la editorial con un libro mío: “El tambor de caña”, que se vendió muy bien en Baena, mi pueblo, porque estaba situado en la Semana Santa. Se agotaron los mil ejemplares. Y gané 100.000 pesetas, que vistas ahora, dan ganas de reír.
-Pero, ¿cuál era la vocación de la editorial?
-Nacíamos con el deseo de dedicarnos a la narrativa y con el afán de descubrir gente de calidad a la que me hiciese ilusión editar. Por supuesto que no fundaba Zócalo, con mi mujer Victoria, para editarme sólo a mí: eso habría sido una estupidez, una patochada. La idea era publicar entre cuatro y ocho títulos al año y lo hemos cumplido: en diez años llevamos 41 título, y a partir de la segunda etapa, que se inaugura en 1997 con la publicación de “Frío de vivir” de Carlos Castán, hemos mantenido una media anual de cinco a ocho títulos.
-Una editorial, por lo general, necesita muchas cosas: colaboradores, maquetistas, lectores, etc.
-La editorial, desde su nacimiento, ha contado con magníficos colaboradores como Fernando Sanmartín y Adolfo Ayuso, que leían muchos de los textos y me aconsejaban. También Gerardo Alquézar leyó algún original. Pero además, Zócalo ha contado y cuenta con un comité anónimo de lectores que tienen la pasión de leer. Por ejemplo, en Teruel hay una mujer que nos dijo que “tenía la ilusión de leer sin cobrar para un editor”, y le estoy muy agradecido. Y en Zaragoza nos ocurre lo mismo. Y les estoy muy agradecido.
-Hablemos de maquetación, de portadas, de tipografía...
-Al principio, lo hacíamos todo Victoria y yo, en colaboración con el escritor Adolfo Ayuso. Pero a partir de “Frío de vivir” de Carlos Castán, nuestro primer éxito, se unieron al proyecto los pintores Eduardo Laborda e Iris Laborda: ellos trabajan aspectos de maquetación y tipografía y, sobre todo, son los responsables de la elección de portadas. Unas veces son cuadros suyos y en otras acuden a sus grandes archivos. Y ambos hacen su trabajo gratuitamente.
-¿Quién era su modelo de editor?
-Jorge Herralde de Anagrama, un editor independiente. Nosotros teníamos claro que no queríamos depender de las subvenciones, aunque jamás hemos rechazo la ayuda al libro. Eso jamás. Nos han comprado, en algunos títulos, entre 50 y 100 para bibliotecas, centros públicos o lo que sea. Yo no he pedido jamás una subvención ni he rellenado un papel. No hemos querido publicar al dictado de nadie, sino el criterio de mis colaboradores y el mío.
-Hablemos de satisfacciones...
-Podrían concretarse en tres momentos autores: el descubrimiento de Carlos Castán, cuyo primer libro de relatos, “Frío de vivir”, nos compró de inmediato Emecé, hoy Salamandra. Luego está Lorenzo Mediano: hemos publicado tres libros suyos: “La escarcha sobre los hombros”, del que hemos hecho seis ediciones; “Los olvidados de Filipinas”, que ya lleva tres, y “Cuentos del amor imposible”, que va por la segunda.
-Perdone. ¿Cuándo habla de ediciones, a qué tirada se refiere?
-Una tirada corta de 1.000 ejemplares. Lorenzo Mediano ha vendido con nosotros casi 10.000 ejemplares. Sólo con “Los olvidados de Filipinas” nos atrevimos a realizar una tirada inicial de 2.000 ejemplares. Con Lorenzo Mediano –y con todo aquel autor que nos interese y acepte la propuesta- vamos al 50 % en gastos y ganancias.
-¿Qué quiere decir eso?
-Que los dos costeamos la edición y luego nos repartimos las ganancias al 50 % también. Y el otro autor fundamental para nosotros ha sido Carmen Santos, autora de “La vida en cuarto menguante”, cuya primera edición ya se ha agotado. Ahora le acaba de ocurrir una cosa sensacional. Mandó un nuevo libro a la agencia de Carmen Balcells, lo han leído, les ha gustado y le acaba de hacer un contrato para publicarlo en edición de bolsillo, creo que en Mondadori, con una tirada de 8.000 ejemplares. Carmen Santos es una mujer admirable: trabajadora, humilde. Da clases de alemán. Me mandó esta novela, “La vida en cuarto menguante”, y le dije que era interesante pero que podía mejorarse. Ha estado tres años más trabajando en ella. Se la hemos publicado y se vende. Y con la que ha mandado a Carmen Balcells le ha ocurrido lo mismo. En cierto modo, no dejó caer en saco roto mi consejo y estoy orgulloso y veo que he acertado. No todo el mundo es así: ¡hay gente a la que le hubiera pegado un alpargatazo!
-¿Cuántos originales recibe al año?
-Entre 40 y 50. Hubo una época en que recibíamos más de 100. Hubo un momento en que le pedía a los autores que me mandasen, en el sobre, sellos para devolver el original. “De lo contrario me arruino”, le dije a más de uno. He recibido originales desde Alemania, Cuba, Francia, Pekín y Shanghai, desde Inglaterra. E incluso recibí un libro testimonial, apasionante, de un camionero que contaba su vida en Alemania y hacía un auténtico inventario de los puticlubs del país. Pero era de flojísima de calidad literaria...
-¿Qué le importa más la calidad o la comercialidad?
-La calidad. Nosotros tenemos un compromiso con la calidad, con la literatura, con lo que nos gusta, aunque ¡a quién le amarga un dulce!
-¿Lee todos los manuscritos que le envían?
-Al principio lo leía todo. Pero luego ya sabes averiguar la calidad haciendo una cala al principio, otra en medio y otra al final; tienes la sensación de que con la experiencia es suficiente. Me puedo equivocar, pero no es lo más frecuente. Luego, he visto en editorial aún más modestas que la mía títulos que he rechazado y veo que carecen de éxito. Y eso casi me consuela. Me digo: “No he metido la pata”. Y al decir esto, entiéndame: yo no soy envidioso, la envidia es la tristeza por el bien ajeno, y a mí me encanta que la gente triunfe. Me gustaría decirle algo sobre otros autores…
-Adelante. Usted ha publicado a Ángeles de Irisarri...
-Exacto. Le publiqué “Siete cuentos históricos y siete que no lo son” (1995): es un libro de venta lenta que ya se ha agotado prácticamente. Fue muy importante para Zócalo porque nos dio a conocer a como editores en toda España. Lo reseñaron en todos los grandes diarios, y le estoy sumamente agradecido.
-¿De quién más quiere hablar?
-La verdad es que me gustaría hablar de cada uno de la treintena de autores que he publicado: Miguel Mena, que ha publicado cuentos con nosotros; David Llorente, autor de “Kira”, una novela de calidad. Sí me gustaría referirme a Adolfo Ayuso, que publicó su novela “La caja” (1994) y “Fugas”, una colección de relatos inmejorable, con un fondo humano magnífico y una pátina de melancolía que se cierra como un pajarraco negro. A mí, en contra de lo que suelen decirme, me parecen cuentos esperanzadores y realistas.
-Zócalo publicó durante dos o tres años el premio “Francisco Umbral” de Majadahonda.
-Sí, fue un proyecto que surgió y lo hicimos con mucho gusto. El alcalde entonces era Romero de Tejada, del que se habló tanto por el escándalo de la Asamblea de Madrid. Llegó a prologar alguno de los títulos...
-Hombre, esto se pone interesante. ¿Qué imagen conserva de él?
-Realmente, para nosotros lo bueno era la concejala de cultura, que nos ayudaba mucho. Él hacía su papel sin más: era un político que no parecía saber demasiado de cultura. En la entrega de los premios estaba siempre él, su concejala, el dramaturgo Alonso Millán y Francisco Umbral.
-¿Llegó a establecer una relación próxima con Umbral?
-En absoluto. Primero es un hombre distante, tiene problemas de audición. Está sordo, vaya. Para que te oyese había que pegarle voces. La que sí era encantadora era su mujer, María España. Me dijo que no le gustaba el manuscrito sino el libro ya editado y que no era cierto que arrojase los libros a la piscina. “De lo contrario estaría siempre atascada, y funciona perfectamente. Esa es una leyenda urbana de Francisco Umbral”. Y otra vez nos dijo que “le gustaba esta modesta editorial maña que seguramente pasaba los libros por el manto del Pilar antes de publicarlos”. La carcajada fue unánime y larga.
-¿Qué dificultades reales entraña el hecho de ser editor, la venta de libros?
-El de editor es el oficio más difícil del mundo. Tener que convencer a la gente de lo que publicas es interesante en muy arduo. Y además siempre te encuentras con empresas o grupos que tienen muchos más medios y más publicidad a su servicio. Nosotros nos conformamos con que corra la voz. Somos una editorial pequeña y a veces las distribuidoras te piden por lo menos 3.000 libros para empezar a hablar. Pero, y esto es completamente cierto, estamos muy satisfechos con Ícaro, el distribuidor aragonés, y con Distrifer, que nos distribuye en España. Y hay una cosa maravillosa: mucha gente se está enganchando a los libros de Zócalo.
-Creo que se está dejando llevar por el entusiasmo...
-No, no. Me emociona y me estremece que vayas a la Feria del Libro y que vengan amigos y compradores, lectores reales, y quieran saber qué libro tienes este año. Se involucran con nosotros y eso, cuando estás en una caseta, es lo más bonito del mundo.
-¿Tiene alguna queja de la política cultural?
-No, ninguna. Yo no voy a rajar gratuitamente de nadie. Me encanta mi doble oficio, el de escritor y el de editor. No me siento ni marginado ni ninguneado aquí y noto que cuenta conmigo: en la ciudad y, con mayor modestia, en Aragón.
-¿Cuál es el balance de estos diez años largos, muy largos ya?
-Seguiremos separando la granza (la broza) del grano. No publicaremos demasiado pero siempre cosas de interés, de calidad. Tenemos una empresa saneada, con un modestísimo superávit. Aun no puedo ponerme un sueldo pero sigo aquí, al pie del cañón, intentando descubrir nuevos escritores que suenen mucho y que sean traducidos a otras lenguas.
DIÁLOGO CON GABINO DIEGO, QUE ACTÚA EN CASPE*

“Soy actor, imitador, showman, un contador de historias”
Gabino Diego es un hombre de obsesiones. Primero descubrió a Javier Tomeo y se convirtió en su autor de cabecera. Y luego empezó a darle vueltas a un monólogo, “Una noche con Gabino”, que ha realizado más de 300 funciones por toda España y que hoy se presenta en Caspe..
Ese monólogo, ¿qué es: una promesa o una petulancia?
Quizá lo primero. La función tuvo varios títulos, uno de ellos, “Los burros volando”. Había muchas ideas por ahí dando vueltas. En cierto modo, es una noche con el brujo, con el contador de historias, con el actor que tiene la facultad de vivir muchas vidas y contarlas, con la persona que interpreta a muchos personajes...
Entonces, ¿no hay nada de sexo?
Santiago Segura me decía que el título debía ser: “Una noche con Gabino... y el sexo aparte”. “Una noche con Gabino” es una hora y veinte minutos conmigo y con otros muchos personajes a los que doy vida. Es como un viaje en el que hay trozos de mi propia carrera y el intento de un actor de encontrar un hilo conductor para contar cosas que me han pasado que invento, canciones, poemas, porque todo parece discurrir de manera improvisada...
¿De manera improvisada? Si lleva usted muchos años con este proyecto en la cabeza...
Sí, pero es que soy muy disperso. Tengo muchas cosas en la cabeza, quieres contar unas cosas y acabas contando otras, piensas en un personaje y de golpe te sale otro. De ahí la necesidad del hilo conductor para poner en orden todos esos deseos. En “Una noche con Gabino” también se habla del sueño de la mujer de tu vida o de las malas críticas.
¿De las malas críticas?
Sí, sí. Para un actor es muy curioso eso del éxito y del fracaso, y yo lo toco pero en clave de humor. Para mí lo importante es que haya humor. Bueno, las críticas negativas, en escena, son muy divertidas. Me hicieron algún daño al principio, y ya las he superado. A la gente le hacen mucha gracia.
¿Cómo es su sentido del humor?
Es difícil definirlo. Un crítico de Málaga ha dicho que en el montaje yo soy muy bueno, que me falta mala leche. Es mi opción. A mí me gustan mucho personajes como Albert Pla o Leo Bassi, fui a ver su obra “Doce de septiembre” hasta cuatro veces, que no se corta ni un pelo, pero yo soy de otra manera. Por supuesto que hay críticas a determinadas cosas que me preocupan...
¿Por ejemplo?
A la época escolar que yo pasé. Fue un periodo muy duro: me echaron del coro, y a mí lo que me gustaba era cantar, y me suspendían en todas las asignaturas.
Antes de hacer “Una noche con Gabino” estaba usted obsesionado con el aragonés Tomeo...
Es cierto. Antes de hacer este monólogo, yo quería hacer “El cazador” de Javier Tomeo porque me quedé fascinado, me gustó muchísimo. Lo conocí después y leí algunos otros libros suyos, llenos de humor y de surrealismo. Fui con esa novela a ver al guionista Rafael Azcona. Me dijo, cuando le conté mi idea de hacer yo solo a todos los personajes: “Te va a resultar cansadísimo”. Cambié de plan y le rindo un pequeño homenaje en la obra, y es él quien me ha escrito el programa de mano. Siempre me ha animado.
¿También ha incorporado esas cosas o encuentros surrealistas que le suceden con personajes un tanto extravagantes?
Desde luego. Para mí es esencial el contacto con el público, con los amigos, con los taxistas. Todos me dan historias y al interpretarlos creo que se nota algo que ha advertido Tomeo: que he aprendido a quererlos.
¿Qué se siente usted en realidad: imitador, actor, showman?
¿Qué es imitar y actuar? Showman lo han sido en muchos momentos de su carrera Steve Martín, Billy Cristal, Robin Williams o el propio Woody Allen. Yo soy actor e imitador: incorporo personajes e imito a otros conocidos como Aznar, Fernán Gómez, el Rey Juan Carlos I, Gurruchaga, pero estoy seguro de que muchos de los personajes que aparecen aquí, bien maquillados, podrían salir en las películas. Los imitadores son actores. Yo admiro muchísimo a Cruz y Raya, Martes y Trece, cuando estaban en activo, Faemino y Cansado, y uno de mis ídolos es Pedro Reyes, que sale en el “Club de la comedia”.
¿Debe algo “Una noche con Gabino” a “El Club de la comedia”?
Yo creo que no. No es un invento de ahora. Aquí hemos tenido a Pepe Rubianes, Gila o Pedro Reyes. Se hacían monólogos antes y eran fantásticos. Y el mío es una reflexión sobre la identidad del autor y del ser humano que soy.
Por cierto, ¿a qué se debe esa obsesión suya por los acentos?
Me gustan. Animan la función. En el arte debe haber riesgo. Cada acento te da una manera distinta de caminar, de moverte, e incluso de sentir. Una acción externa te modifica dentro. Hago cubanos, gallegos, andaluces o maños. Soy actor, imitador, showman, un contador de historias...
*Esta entrevista es de hace dos años, se publicó en marzo de 2003, justo cuando Gabino Diego iniciaba este proyecto que le ha llevado por toda España y que ensayó por vez primera en la localidad turolense de Alcorisa. Curiosamente, hoy mismo, gracias a las sugerencias de Luis Alegre me ha llamado Gabino Diego para preguntarme cosas de fotografías. Es un gran coleccionista y tiene obras de Cristina García Rodero, Alberto García-Alix, Joan Colom, Joan Fontcuberta, Oriol Maspons, Nicolás Muller y unos cuantos más. Gabino, mucho más que este fondo de armario del que abuso a menudo, es realmente sorprendente. Gabino actúa mañana viernes en Caspe.
ACERCA DE JOSÉ MARÍA HERNÁNDEZ PARDOS Y SU HIJO EL PINTOR

Esa mujer excepcional llamada Cruz Barrio, la embajadora de Aragón en Cataluña (¿Nadie habrá pensado nunca en ella para una medalla al trabajo y a la infinita querencia por este pequeño país de polvo, cierzo, niebla y sol? ¿De qué le servirán a don Marcelino y a don José Ángel tantos asesores, tantas cabecitas locas que piensan?), me llamó ayer para saber si había escrito de Joan Hernández Pijuán, para saber cómo habíamos tratado la muerte del finísimo y personal artista, que alternó bellamente la docencia con la creación. Me habría gustado decirle que me había hablado mucho de él Ricardo Calero, que he visto varias de sus exposiciones y que me gustaba mucho el hecho de que un pintor tan geométrico y delicado como él, casi evanescente en ocasiones, un pintor en fuga con su materia, dijese que no era abstracto y que precisaba de la realidad para crear, que necesitaba afirmar los pies en el suelo para crecer y expandirse en el lienzo. Le dije que no había escrito nada en “Heraldo” ni en mi blog. Y se quedó bastante decepcionada. Y yo me quedé más desolado aún con su decepción. Me dijo que Hernández Pijuán era un hombre exquisito, de una bondad y un encanto increíble, un ángel de sólida inspiración, y de una belleza varonil casi de galán de cine con sus alegres rizos, ya blancos en los últimos años, al viento.
Agregó: “Además, por sus vinculaciones aragonesas, esperaba que hicieras algo especial”. Al principio, lo confieso, pensé que se refería a las distintas exposiciones que había hecho en la Luzán, en Libros, creo que hasta cuatro veces, o en el Banco Zaragozano. Cruz Barrio, que tiene los ojos heridos de tanto hurgar en los archivos y apenas puede leer literatura, añadió: “Es que es hija de José María Hernández Pardos, el periodista”. No recordaba con exactitud si había sido director de “El Noticiero” o de “Amanecer”. En realidad, lo fue de “El Noticiero Universal”, y fue un gran amigo de Camón Aznar, José Manuel Blecua o Eugenio Frutos, entre otros. Eran un gran lector de poesía y fue un comentarista muy atinado de José María Castro y Calvo, otro buen amigo suyo. Pero confieso mi ignorancia: nunca había reparado en José María Hernández Pardos, no sabía quién era, y me quedé con un palmo de narices. E íntimamente humillado, aunque ella no lo había hecho con esa intención. Era otro gesto de los suyos de cariño, antes de ir al entierro multitudinario del pintor. Mientras se iba, me dijo dos cosas: está ordenando los archivos del Centro Aragonés de Barcelona (Calle Costa; si alguien vive ahí y siente curiosidad por algo de Aragón, ella lo sabe todo o abre las puertas y los secretos para saberlo todo), y ha encontrado un saluda manuscrito de María Domínguez, alcaldesa de Gallur entonces, fechado en 1932. Y también tiene otro saluda mecanografiado de Manuel Azaña.
Seguí investigando un poco –antes de acudir a los sabios de la tribu de letras: José Luis Melero Rivas, el bibliófilo al que no me gusta citar aquí; Félix Romeo, Juan Domínguez Lasierra, Vicente Martínez Tejero, Eloy Fernández Clemente…- y me encontré con algunas cosas muy curiosas, en textos de Fernando Sabés y en la página web: www.dialectus.com. Por ejemplo, supe que José María Hernández Pardos, hijo de maestro nacional, vivió en La Iglesuela del Cid (donde yo viví cinco años con la doctora Carmen Gascón y sus hijos y el perro Pluto. Me quedé de piedra: Había sido niño en La Iglesuela del Cid), antes de trasladarse a San Esteban de Litera, en Huesca. Reproduzco aquí un fragmento de la entrevista de Manuel Milián Mestre, creo que es un periodista de Morella, al cual conozco, le hizo a José María Hernández, publicada en un libro de homenaje de 1950.
ENTREVISTA CON MANUEL MILIÁN MESTRE
-Usted me está hablando de un pasado realmente maravilloso, y yo quisiera saber si también de este pasado poético, le queda algún mal recuerdo, o algún rasguño, que le haya dejado cicatriz en su espíritu.
-Pues sí; luego de La Iglesuela del Cid fuimos a San Esteban de Litera, que también es tierra regionalmente fronteriza, llamémosle así, de los lindes de Cataluña, de Lérida. Allí me hice mozo, crecí de los nueve a los dieciséis años. Allí empecé a saber la fuerza que tenían los ojos de las mocitas, a conocer lo que era el temblor del espíritu cuando te abrazabas a una chica para bailar con ella, a darle importancia a las rudezas paternales, a palpar las inconveniencias que trae consigo el estudiar, porque allí empecé la carrera de Magisterio, bajo la dirección de mi padre, que era un hombre de acero, durísimo en lo que respecta al método pedagógico para con sus hijos, pues así como en la escuela él supo ser un maestro extraordinario, para sus hijos, especialmente para mí, tenía un gran rigor, quizá porque él quería que yo fuera el continuador de su obra, del gran esfuerzo que había realizado como autodidacta; que fuera también maestro, carrera que a mí no me atraía porque vela la vida austera, casi de pedernal, que teníamos que llevar en casa. Yo seguía siendo poeta; vamos, poeta..., seguía queriendo ser poeta. Sentía pasión por los versos; me sabía de memoria casi todas las obras de Zorrilla, especialmente sus romances; me había metido en la mollera la mitad del poema del Cid y hubiese podido recitar de memoria casi toda la poesía clásica del Siglo de Oro español. En San Esteban de Litera, adquirí ese sentimiento querencioso a la tierra, tan fuerte, que necesito, como una obligación, el hacer todos los años lo que llamo "cura de Aragón". Y tú sabes que cada año hago mi romería por las tierras donde creció mi niñez, mi pubertad, mi mocedad, hasta que me vine a Barcelona, en el año 1918.
Esta es la referencia bibliográfica del libro de homenaje que publicó Edisven en 1971 en Barcelona:
AA.VV.
Homenaje a José María Hernández Pardos. Edisven, S.A. Barcelona. 1971 611 p. 8º mayor (22 cm) Fotogr. Ejemplar especial de colaborador en papel verjurado guarro. Artículos de: José Manuel Blecua, José Camon Aznar, Heliodoro Carpintero, José María Castro Calvo, Pablo Corbalan, Antonio Figueruelo, José Antonio Flaquer, Manuel Fraga Iribarne, Eugenio Frutos, Pedro Gómez Aparicio, José María Hernández Pijuan, Manuel Jiménez Quilez, José María Lacalle, Julián Marías, Manuel Milian Mestre, Eduardo Moreno Ibáñez, José Ortega Spottorno, Pedro Penalva, Antonio Puigvert, José María Rodríguez Mendez, Carlos Rojas, Rafael Santos Torroella y Armando Segura. (Volumen de Ensayo y periodismo).
En este volumen, tal como recoge www.dialectus.com se publica este texto. No tengo el libro, pero recojo el texto. Cualquier interesado puede ampliar información en esta páginas. Pido disculpas a los escasos lectores de este blog si este conjunto sobre JOSÉ MARÍA HERNÁNDEZ PARDOS ha salido un poco largo.
RIBAGORZANERÍAS
Visitar los lugares donde creció mi niñez -la casa, la calle, el pueblo, el campo, el monte, el río- y donde se obraron las mudanzas que cimentaron y dieron perfil a mi arquitectura humana, es como si la querencia que me induce a este paseo de retrocesión me fuera echando el presente a las veras del camino. Al entrar en el pasado, de repente me siento inmerso en él, posesionado por él, igual que si otro prodigio de transformación me hubiera vuelto al estado de crisálida y con los hilos de recuerdos empezara a reconstruir el capullo que fue cárcel de mi pura inocencia.
Por las combas que tienden los faldones de la Carrodilla; por la estrecha y larga vaguada que amurallan "el Pilaret" y las sierras de "Novella" y "el Salvador", centinelas que le cierran el paso al llanar de "La Litera", penetro en territorio que perteneció al antiguo y Poderoso condado de Ribagorza. ¿Me saldrá al encuentro aquel viejo Pastor de Roda de Isábena a saludarme, gracioso, socarrón y reverencial, con los primeros versos de la pastorada: "Dios les guarde, chen honrada: - Aquí está Cascaciruelas, - un homenaz de gran fama - y més home que su agüela?" ¿O daré, a boca de noche, con aquel mozo estadillano, pincho y rondador, que al son de la guitarra le decía a una moza ventanera esta albada: "No te metas colorada qu´esto no he ningún pecau, perque mos querán los dos no morirén condenaus. -Perque San José y la Virgen- tamé se van agradá, -van tení sus relacions- y dispués se van casá. - Con que adiós, Josefineta, majisma ribagorzana, -olorarás ben el ramo- que Franciscón te regala, - y si dicides quereme - ya me lo dirás mañana"?
Graus, ya en la anochecida, enciende sus luces que ponen reflejos temblorosos en el embalse de Barasona. Los montes Pirineos dibujan sus crestas en el horizonte y la estatua de Joaquín Costa, sentada en su sillón de piedra, parece estar presidiendo, en absorta y contemplativa quietud, echada atrás la testa poderosa, el más grande espectáculo del mundo. Aunque a lo mejor, como cuando vivía, como cuando se subía a la soberbia atalaya de la Peña, está en meditación de España; o soñando en España; o a punto de romper a llorar de tanto como le duele España.
Me dan ganas de preguntarle al "León" si en nueve siglos el paisaje de estas tierras del Ribagorza ha cambiado mucho. Pero la Luna, que esta noche otoñal es una brasa enorme, viva y redonda, me dice que no, que está igual que hace novecientos años. Y echa a andar por su órbita, alumbrándome la carretera que baja a Barbastro y pincelando sombras fantasmales en los calveros y frondas de las laderas. ¿ Serían las almas de los seis mil moros muertos en aquella matanza apocalíptica que, a la rendición de la plaza y violando la capitulación, hicieron los ejércitos cristianos de la antecruzada que promovió el papa Alejandro II, cuando la presión musulmana sobre los valles del istmo pirenaico ponía intranquilidad y miedo en la Europa católica del medievo?
Al entrar en la capital del Somontano, alta la noche, silenciosa la calle, el azar me llevó bajo el balcón de una casa sencilla y modesta, tras el cual, hace poco más de cinco décadas, nació don José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei.
"Los gorriones de José María Hernández Pardos", Homenaje a José María Hernández, Barcelona, Edisven, 1971, 614 páginas. págs. 465-466.
LAS SUGERENCIAS DE UN LECTOR...

Me llama el pintor Dino Valls: está a punto de ser papá por su segunda vez. Le gusta como ha quedado su portada de “Artes & Letras”, algunos amigos de Zaragoza lo llamaron para decirle que lo habían visto y que había quedado muy bien. Su hijo mayor tiene diez años, y estos días, con el 2006, su musa y mujer Alicia dará a luz a otro niño. Dino Valls está preparando una gran exposición para Italia, creo que para Roma; allí interesa mucho su obra, lo consideran un auténtico maestro de la nueva figuración, y está entusiasmado. Hasta el hipercrítico Pepe Cerdá –que se reconoce en Sorolla, Pinazo, Fortuny, Lucian Muller, Pradilla; y se extravía o se desconcierta ante Picasso, Klee, Kandinsky…- le reconoce como un magnífico pintor. Por cierto, Pepe pinta estos días con auténtico afán: prepara una exposición para la galería Luzán.
Y me llama también el escritor y crítico literario –de “Clarín”, de “ABC Literario”, de “Heraldo de Aragón”…- Julio José Ordovás, autor de “Días sin día” (Xordica, 2004) y “Frente al cierzo” (BArC, 2005), un libro de viajes por Aragón. Julio José es a veces un crítico feroz, recuerdo perfectamente el palo que le dio a uno de mis libros, “El álbum del solitario” (Destino, 1999). Venía a decir que ese era algo así como un libro insoportable para alguien al que no le gustase el fútbol, y toda la reseña tenía esa mirada más o menos aviesa del buen lector al que no le ha gustado un proyecto; me hizo mucha gracia la nota, entonces no nos conocíamos y eso le confiere más valor en términos de sinceridad a la crítica, porque coincidía con otra que me dedicó un crítico, profesor e historiador de la literatura, Santos Alonso, a propósito de “Los seres imposibles” (Destino, 1998). Decía que ese libro sólo lo podía leer alguien que no se hubiera asomado jamás a un libro de literatura. Y empleaba su espacio, las 100 líneas o así, de “Revista de libros”, para ponerme a caldo. Pero se notaba también que era franco: no sabía quién era yo, ni había leído nada mío, ni le había interesado el material ni me odiaba a muerte. Las suyas eran impresiones de lector a secas. Impresiones más o menos demoledoras las de Julio José. Impresiones demoledoras las de Santos Alonso que, como Gabino Diego, quizá algún día aprenda de memoria para incluirlas en un espectáculo o en una conferencia autobiográfica. Y como él, además, sin rencor. En este oficio, la vanidad es un atraso. ¡Hay tanta gente que lo hace mejor que uno, pero uno puede hacer siempre tantas cosas!
Julio José dice que es un entusiasta del blog. Pertenece al grupo de los lectores discretos que jamás dejan una nota, pertenece al grupo de afectos a diaristas como José Luis García Martín o Juan Domínguez Lasierra, Miguel Sánchez-Ostiz, Andrés Trapiello, José-Carlos Llop, Julio Ramón Ribeyro, ya ido. Me pregunta cuándo se publicará ese proyecto que he bautizado “Ulises en Zaragoza”. Será un proyecto por años: ya están culminados el 2004 y el 2005, y quizá los vaya acumulando ahí en folios en blanco como memoria de un tiempo que huye. Por ahora no hay editor, ni lo he buscado, aunque en este blog ya hay encerradas más de dos mil páginas. Hablo con Ordovás de editoriales, de proyectos, de crítica literaria, no hablamos del eco de su libro “Frente al cierzo”, que es un bello ejercicio de estilo sobre diversas ciudades y sobre el arte de viajar en autobús, escrito a su modo tan peculiar, al hilo de las cosas como vienen. Me dice que lo que le gusta de este blog no son los artículos periodísticos, sino mi propia vida personal, lo que cuento sobre mí, sobre mi familia, sobre mi padre, sobre la perra Noa, aquello donde se expone lo que uno es, lo que uno siente, más que lo que uno ve de los otros. Me dijo con su energía habitual: “¿Qué me importa a mí que tal o cual haya publicado un poemario?”. A lo mejor tiene razón Julio, que habla infectado de cariño (nos hemos hecho buenos amigos: este mismo año tuvo una intervención memorable en Albarracín con Fernando Sanmartín), debiera escribir más textos así, pero eso sólo puedo hacerlo alguna vez, eso ya lo hacen tan bellamente él y el propio Fernando Sanmartín, que son dos maestros del género de la confidencia, la revelación y la recreación de lo íntimo. Yo si no pudiese hablar de otros, de los libros que me emocionan, de la gente que me encuentro, de la gente que crea, de las revistas, me moriría.
Hoy por cierto, he descubierto un bello poema de Ignacio Ciordia. Y anoche salí bien de madrugada a la calle con la revista “Matador”, dedicada a Oriente, entre las manos. Y pensaba, querido Julio, que pronto voy a cambiar ese paisaje de Garrapinillos por otro. Y recordaré noches como las de ayer, cuajada de estrellas, cuando salía a pasear a la perra Noa con un grandioso libro de fotografía entre los dedos.
Feliz año 2006. Feliz Navidad para Julio y Dino Valls. Y Mariano Gistaín y para Javier Tomeo, que también han llamado. Y para Carmen Gascón, la médico de Aranda de Moncayo, madre de mis hijos, que cumple hoy 47 años. Feliz 2006 para todos los que entráis aquí de vez en cuando. Y para los que no entráis nunca ni vais a hacerlo jamás, mis mejores deseos también. [La foto, con música, es de Juan Rulfo]
ALLÁ VA LA DESPEDIDA: UNA FOTO DE GABRIEL CUALLADÓ

Esta foto es una de las más conocidas de mi admirado fotógrafo valenciano Gabriel Cualladó. Sé que poco antes de morir vio la portada de "El álbum del solitario" (Destino, 1999), lo llamé para hablar con él y me contaron una inesperada historia de amor, desamor y de una increíble lealtad. Pongo aquí esta "Niña con margarita", que es de 1959, el año en que nací yo. Y Miguel Mena, Fernando Sanmartín, Fernando García Mongay, Nacho Fortún, Antonio Pérez Lasheras...
ALLÁ VA LA DESPEDIDA / 2
