Se muestran los artículos pertenecientes a Abril de 2006.
AVANCE DEL PROGRAMA DE ALBARRACÍN, 2006
AVANCE DEL PROGRAMA
VII ENCUENTROS LITERARIOS DE ALBARRACÍN“Libros, palabras, quimeras: La pasión de editar”
Se celebrarán del 11 al 14 de mayo de 2005 en Albarracín (Teruel)
Teléfono y e-mail de contacto
978 710093
fsmalbarracin@aragob.es
Han confirmado su presencia, entre otros,
JAUME VALLCORBA, de El Acantilado
SILVIA MEUCCI, de Siruela
EDUARDO RIESTRA, de Ediciones del Viento
MALCOM OTERO BARRAL, Destino
(hablará de la trayectoria de su abuelo Carlos Barral como editor)
CHUSÉ RAÚL USÓN, de Xordica
RAÚL HERRERO CLAUDIO, de Libros del innombrable
TRINIDAD RUIZ-MARCELLÁN, de Olifante, ediciones de Poesía
GERVASIO SÁNCHEZ, Fotoperiodista
JULIÁN RODRÍGUEZ, editor de Periférica
FRANCISCO BOISSET, impresor de SansueñaFERNANDO LASHERAS, diseñador y maquetista de libros como la “Guía de Aragón” o los trabajos sobre la Semana Santa o el Maestrazgo
ISABEL BISCARRI, artista y director de proyectos en torno al libro de la Escuela de Artes Aplicadas
Actuarán
RICHARD LOZA y su grupo, el jueves 11
EL GALGO REBELDE, el sábado 13
TALLERES PARA NIÑOS
Taller de música. CARLOS ROLDÁN
Taller de pintura. PILAR TENA
Taller de televisión. ALBERTO GÁMEZ
Taller de telefonía y móviles, JAVIER TORRES
Taller de libros y cuentos. FERNANDO LASHERAS
Taller de esculturas y personajes de cuentos. JAVIER SOLCHAGA
Hacia el viernes cerraremos el programa. Nos faltan por concretar cinco o seis participantes más.
INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN DE MIGUEL PARÍS

Esta tarde, a las siete, en la sala María Moliner, en la sede del Pignatelli, se inaugura la exposición “Miguel París. Memoria de un archivo”, del gran fotógrafo y operador de cámara nacido en Letux y fallecido en Zaragoza en 2004, que fue su ciudad. La exposición, que hemos comisariado Miguel Ángel París y yo, presenta copias contemporáneas que ha realizado Rafael López. Se trata de una muestra de 50 fotos, de espléndido ojo fotográfico, datadas entre 1953 y 1975. Hay de todo: viajes al mundo de cabaré, instantáneas en el campo de Torrero, crónicas de los Pirineos, futbolistas en sus bodas, corridas de toros, estampas de soldados norteamericanos en el coso de la Misericordia, inauguración del Puente de Santiago, pura alegría. Se ha editado un bonito catálogo.
Si tenéis un rato y queréis pasar, será un placer veros. La muestra la organizaa la Asociación de la Prensa de Aragón y el Congreso de Periodismo Digital.
La foto de Miguel París es de Guillermo Mestre.
EL CUMPLEAÑOS DE DANIEL GASCÓN

Daniel cumple hoy 25 años. Le ha pasado casi como a mí: cuando nació un cuatro de abril de 1981 me despidieron de un empleo de camarero en un bingo. A él, como a algunos otros con Mariano Gistaín al frente, se le ha acabado esa aventura periodística apasionante que ha sido El Anuario.net. Ha sido prometedor y bello mientras duró: una casi improvisada escuela de periodismo acelerado y convulsivo. Ahora se ha zambullido en la traducción de unas “Conversaciones con los guionistas de Hollywood” para Plot. Y se ha recuperado de un golpe debido a su estrenada pasión por el baloncesto. Anda dándole vueltas a una novela: no escribe, sólo la piensa. Nos preguntábamos ayer que hacíamos nosotros con 25 años. Yo jugaba al tenis, corría diez kilómetros diarios y trabajaba en un libro de relatos que ha ido quedando por ahí arrumbado: hablaba de lavanderas, de caballos, de mitos célticos, de caballeros, de tapices, todo muy cunqueiriano y mitológico. Y además, en gallego. E iba, un día sí y otro también a Muriel. Leía a Mercè Rodoreda, a Yeats, estaba enfermo de Borges y de Cortázar, de Faulkner y Kafka, había descubierto a Horacio Quiroga y un libro que me marcó la vida por entonces: “Historias e invenciones de Félix Muriel” de Rafael Dieste (hay edición en Cátedra y en Alianza). Y que sigue siendo tal vez el más entrañable para mí. Como “Cuentos de la montaña” de Miguel Torga.
A Daniel le hemos regalado el primer disco de Marlango, un DVD espléndido de Johnny Cash, qué cantante tan extraordinario, me hizo pensar anoche a las dos y media de la mañana mientras lo oíamos en Van Morrison, y también un espléndido libro de retratos, dibujos, cuadros y fotos, de David Hockney. Por cierto, fue a ver “Volver” de Pedro Almodóvar con su hermana Aloma y a ninguno de los dos les gustó la película; reconocen que la forma de rodar es buena, pero no sintonizan nada con lo que propone Almodóvar. Por cierto, el día once, Daniel presentará la novela "Días sin tregua" de Miguel Mena, que va a ser el gran éxito de la temporada y de la Feria del Libro del 23 de abril, con esa historia sobre la Transición, el secuestro de Quini y un personaje torturado.
Ahora, se ha puesto en el estudio de al lado y ha empezado la travesía por el cine y por Hollywood. Suena una música negra de mujer de fuego. Ayer estaba “conversando” con Blake Edwards, realizador de una de mis películas favoritas: “Desayuno con diamantes”. Por eso voy a colgarle aquí a Audrey Hepburn, que era una mujer maravillosa, una mujer ángel que fumaba y flirteaba como nadie…
P. D. Ayer Daniel asistió, con otros amigos, Ismael Grasa, Alberto Gámez…, a la inauguración de la muestra de “Miguel París. Memoria de un archivo”, y hubo algo que me pareció bello y conmovedor: más de medio equipo de RTVE-Aragón estaban allí en muestra de reconocimiento al maestro y a los hijos del maestro. Me gustan mucho estos gestos de afecto.
ENTREVISTA CON ANA MARÍA NAVALES*

El viento es aquí metáfora de la vida, una vida agitada, llena de acontecimientos que unas veces te permiten navegar a favor y otras en contra de ese viento, cuando las circunstancias son difíciles.
El libro comprende 28 años de poesía, ocho poemarios...
He publicado más libros de poemas de los que aparecen en “Travesía...”. Ya en una primera antología de mi obra poética eliminé por completo los tres primeros títulos. Este libro puede considerarse mi obra casi completa, la que hoy salvaría de los cientos de poemas escritos, lo que no quiere decir que si, dentro de unos años, algún editor me propusiera un proyecto semejante no siguiera rechazando aún más versos y, sin duda, añadiría nuevos poemas. En mi poética digo, de la mano de Peter Handke, “cuán voluminosos son ya un par de buenos versos”. Espero que esto se quede también en metáfora.
Jesús Ferrer Sola la sitúa en medio del amplio espacio que hay entre Juan Ramón y Machado. ¿Le resulta cómodo, explícito, lo suficientemente abarcador ese lugar?
No es mala compañía para andar por el mundo poético, pero es un espacio amplio en el que caben muchos autores.
“Travesía del viento” también tiene algo de inventario. ¿Qué balance hace de su trayectoria?
Tendría que escribir una tesis doctoral. Sólo puedo decirle que, acaso, a lo largo del tiempo, siguen constantes la ironía, un sensible intelectualismo, una dominada subjetividad y, más allá de un aparente desarraigo en soledad, la poesía es para mí un camino de integración con los seres y las cosas. Podemos añadir vitalismo, intimismo, despegue de un heterodoxo surrealismo que quizá se advierta al principio de mi trayectoria.
¿Es la poesía un fuego secreto, título de su primer poemario?
Es algo incontrolable, ante lo que no cabe plantearse trucos, carpintería literaria. En el terreno de la lírica, el arrebato, el instinto, la metafísica, son acaso más evidentes que en cualquier otro género literario.
¿Qué lugar ocupan la propia biografía y la experiencia en su obra? ¿Y la imaginación?
Aparecen el escritor y sus fantasmas, como dijeran Sábato y Vargas Llosa facilitándonos el descenso a la zona oscura de nuestro espíritu. ¿La imaginación? En este caso el descenso es al magma donde conviven lo real y lo imaginario, de donde emanan los seres que pueblan nuestros mundos de ficción.
¿La poesía es también una forma de rebeldía? Dice: “Y escribo para ver que no me humillo…”
Siempre he sido rebelde. Y me he sentido una persona libre. Tanto en la poesía como en la prosa, es decir en la vida.
También existe en usted una mirada espiritual, una conexión con el misterio.
La realidad es tan compleja que a veces tenemos que recurrir al misterio para reflejarnos más exactamente. Lo espiritual, la mitología, lo fantástico acuden a nuestro auxilio para suplir la incapacidad del realismo.
Intimidad, imaginación, rebeldía. ¿Y el amor?
No seríamos poetas, ni personas, sin el equipaje del amor. Eso nos distingue de los demás seres, por eso el odio, la crueldad, la maldad nos rebajan tanto en nuestra condición humana.
Dice el prologuista que intenta crear un léxico innovador. ¿Es cierto?
Absolutamente. El lenguaje, con su continuo mal uso, sufre un desgaste que le lleva a veces a no querer decir nada, incluso a decir lo contrario de lo que debería expresar. La labor del creador es purificar el lenguaje de toda carga espúrea, devolverle su sentido originario, reinventarlo o inventarlo cuando la palabra necesaria no se encuentra o no responde ya a lo que queremos de ella.
¿Sigue teniendo proyección social la poesía?
La poesía, la lírica, siempre es algo íntimo. Cuando alcanza alguna incidencia social es que fallan los canales propios de lo social, y entonces se convierte en un sustituto, en un recurso.
XULIO LÓPEZ VALCÁRCEL EN EL CENTRO DE HISTORIA

Xulio es un estupendo poeta que escribe sobre la memoria y sobre la imaginación, sobre el paisaje y el amor, es un poeta sensual que ama la vida, aunque a veces dé la sensación de que se le ha quedado un poco en los paraísos de la niñez en Lugo.
Xulio, además, ha sido siempre muy afectuoso con los poetas aragoneses. Todos lo han considerado su embajador en Galicia. Su página de “El Ideal Gallego” los domingos es de las más seguidas: allí contó muchas veces sus experiencias por aquí, sus viajes, y reseñó a un montón de escritores. Ayer mismo me encontré con Pepe Verón y me recordó que Xulio le había escrito una reseña en A Coruña. Xulio vive frente al mar, en una casa con vistas, y tiene un formidable piso en la Mariña, bellamente arreglado, bellamente decorado, en cuyo bajo organiza sus célebres fiestas y recepciones de amigos dispuestos a beber algo de vino, a contar historias o a hablar de esto y de aquello hasta que caiga la noche.
El acto es las 20.30, lo presentaré yo, pero creo que Xulio se merece todo nuestro cariño.
CUCHI Y ESPERANZA, XULIO, MIGUEL LABORDETA

Hoy también he estado con Xulio López Valcárcel. Apareció su amigo Ángel (con quien hizo aquí el servicio militar) y algunos otros amigos del ciclo “La voz y la palabra”. También estaba su editor aragonés Manuel Martínez Forega, responsable de un extenso fragmento de “Casa última”, un libro que apareció en Espiral maior en edición original, que mereció el premio de la Crítica en gallego y que plantea un viaje a la memoria, a la casa como claustro y refugio, como centro del mundo, como laboratorio de sueños, como crisol donde fermentan las huellas de nuestro antepasados. Se trata, como dijo Fernando Burbano, de un poemario de un niño, de un adolescente, de un hombre de aldea, arraigado con los castaños, enraizado al humus, depositario de la luz y del enigma de las estaciones. La traducción al castellano, por cierto, es de Manolo Forega y de Mariano Castro.
En el Centro de Historia, no tuve tiempo para percatarme bien de las quejas de Antonio Pérez Morte y de Santiago Arranz, vi la exposición de Miguel Labordeta, y me interesó mucho el cuadro de Iñaki. Confieso aquí que no lo había visto antes al natural: me ha parecido una obra poderosa, sugerente, con una gran expresividad en los colores. Es curioso, tengo la sensación de que ahora, como sucedía hace años, los pintores apenas hacen retratos de escritores, pintores. O supongo que los harán, ahí está el caso de Pepe Cerdá o Pedro Sagasta, pero se exponen poco. Me ha encantado ese cuadro de Iñaki: es enorme de casi dos metros de alto.
ENCUENTROS LITERARIOS DE ALBARRACÍN, DEL 11 AL14 DE MAYO

VII ENCUENTROS LITERARIOS DE ALBARRACÍN
“La pasión de editar. Qué, cómo, a quién”
Se celebrarán del 11 al 14 de mayo de 2005 en Albarracín (Teruel)
Teléfono y e-mail de contacto
978 710093
fsmalbarracin@aragob.es
Cualquier persona que quiera apuntarse o reservar hotel, sólo tiene que llamar a la Fundación.
Han confirmado su presencia, entre otros,
JAUME VALLCORBA, de El Acantilado
SILVIA MEUCCI, de Siruela
EDUARDO RIESTRA, de Ediciones del Viente
LUIS MIGUEL SOLANO, Libros del Asteroide
MALCOM OTERO BARRAL, Destino
(hablará de la trayectoria de su abuelo Carlos Barral como editor)
CHUSÉ RAÚL USÓN, de Xordica
RAÚL HERRERO CLAUDIO, de Libros del innombrable
TRINIDAD RUIZ-MARCELLÁN, de Olifante, ediciones de Poesía
JOSÉ ÁNGEL ZAPATERO, editorial Menos Cuarto de Palencia
ROSA LENTINI, de Igitur, ediciones de Poesía
GERVASIO SÁNCHEZ, Fotoperiodista
JULIÁN RODRÍGUEZ, editor de Periférica
ANTONIO PÉREZ LASHERAS, director de Prensas Universitarias Españolas y de las Prensas Universitarias de Zaragoza.
FRANCISCO BOISSET, impresor de Sansueña (Zaragoza)
RADA PANCHOVSKA, editora búlgara
FERNANDO LASHERAS, diseñador y maquetista de libros como la “Guía de Aragón” o los trabajos sobre la Semana Santa o el Maestrazgo
ISABEL BISCARRI, artista y directora de proyectos en torno al libro de la Escuela Superior de Diseño. Acudirá con 6 alumnos que cursan Estudios Superiores de Diseño Gráfico.
RICARDO VILA, editor y fotógrafo de numerosos libros del paisaje como “Rural”, “Siete años con las aves”
Actuarán
RICHARD LOZA y su grupo, el jueves 11
EL GALGO REBELDE, el sábado 13
TALLERES PARA NIÑOS
Taller de música. CARLOS ROLDÁN
Taller de pintura. PILAR TENA
Taller de televisión. ALBERTO GÁMEZ
Taller de telefonía y móviles, JAVIER TORRES
Taller de libros y cuentos. FERNANDO LASHERAS
Taller de esculturas y personajes de cuentos. JAVIER SOLCHAGA
CANTERA DE CAMPEONES: UN MAL SÁBADO
Más tarde, llevé a Diego al campo de La Jota. El San Gregorio Cadete C se enfrentaba al conjunto local, empeñado también en lograr el segundo puesto. Ganaron los locales por 1-0 y lo marcaron bien avanzada la segunda parte. Diego juegó 30 minutos de interior, y luego lo retrasaron a lateral derecho. Dice, él que no es nada presuntuoso, que hizo una “jugada a lo Cicinho”, que no fue gol de milagro. El San Gregorio se aleja un poco de la segunda plaza. Lo lógico, tras estos resultados y el partido con el líder destacado, el Ebro, es que quede entre el tercero y el quinto.
Más tarde, fui por primera vez a la redacción de Aragón Radio. Me entrevistó desde Teruel Toño Ruiz. Me encanta la radio y me gustó su cordialidad y la de su equipo. Y ya de paso, entré a ver a algunos compañeros de la CARTV: por allí andaban el gran Alberto Gámez, contratado como ayudante de realización. Por allí también estaba Sergio Gómez, el realizador de un programa en que fui muy feliz: "Viaje a la luna", que realiza los programas deportivos. Y, entre otros, también están Juancho, de Antena 3, Javier Martínez París (realizador de "La noche de Buñuel", "Sender, un escritor de cine", que yo conduje en Antena Aragón, y de "Que viene el lobo"). También estaba Inmaculada Otal, editora de los informativos de fin de semana.
FERIA DEL LIBRO VIEJO Y DE OCASIÓN

-9 fotografías. Varias de dos de mis actrices favoritas: Debra Winger y de Nastassja Kinski. Y una de Sterling Hayden, otra de Michael Caine abrazando a Sean Young, un poco postiza ella aquí, dos de Isabelle Adjani en el papel de “Adele H.” de Truffaut y otra de June Allyson (la maravillosa Constanza en “Los tres mosqueteros”) y Liz Taylor en “Mujercitas”.
-La “Historia del cine” de Romá Gubern, en dos volúmenes de Dánae. Se trata de la edición grande e ilustrada. Años después apareció otra edición en Lumen, creo recordar.
-“La gente hablará” de John Kobal, un libro que publicó Seix Barral en 1987 que contiene entrevistas con Howard Hawks, Gloria Swanson, Mae West, Arletty o Ingrid Bergman, nada menos.
-“El mundial decisivo” de Pedro Escartín, un volumen aparecido en 1966 con prólogo de Alfredo Di Stefano que narra el Campeonato del Mundo de Inglaterra. Por cierto, ahora ya hace algún tiempo que Pepe Melero no visita este blog, pero si lo hiciera algún día, querría recordarle las alineaciones de los equipos campeón y subcampeón.
INGLATERRA. Banks; Cohen, Jackie Charlton, Moore, Wilson; Stiles, Bobby Charlton, Peters; Ball, Hurst y Hunt.
ALEMANIA. Tilkowski; Hottges, Schulz, Schnellinger; Beckenbauer, Weber; Haller, Overath, Seeler, Held y Emmerich. (Hubo 97.000 espectadores. Ganaron los ingleses por 4-2, con tres goles de Hurst, uno de ellos fantasma, que fue la pesadilla del cancerbero Tilkowski).
A propósito, en aquel Mundial hubo varios zaragocistas. Esta mañana, el primer en llamarme por el suplemento dedicado por Heraldo al Real Zaragoza fue Luis Franco, el arquitecto que glosa la línea recta que usa Ewerthon. Y Rafa Artal, acompañado de Carmen, una de las morenas más bellas de la tierra, dijo que le había impresionado y encantado. José Miguel Tafalla, Alberto Aragón, Mikel Iturbe (de quien fue la idea), María Torres-Solanot y un inmenso puñado de zaragocistas tienen la culpa.
-También he comprado la “Guía de la literatura norteamericana” de Cándido Pérez Gallego, publicada por Espiral en 1982.
*Nastassja Kinski retratada por Richard Avedon.
ENTREVISTA CON PARDEZA CON GONZÁLEZ RUANO AL FONDO

[Miguel Pardeza, en vísperas de coronarse de nuevo campeón de la Cora del Rey, ahora como Director Técnico del Real Zaragoza, sabe de mi pasión por González-Ruano y por las necrológicas. He escrito unas cuantas en “El día de Aragón”, “El Periódico” y “Heraldo”, y me deja el formidable trabajo de edición que ha hecho con las “Necrológicas 1925-1965” de César González-Ruano. Hace algún tiempo, cuando publicó también en Mapfre su “Obra Periodística”, en dos volúmenes, conversamos en torno al escritor, que se hacía pasar por el Marqués de Cagigal. Aquí está un extenso de la entrevista para ociosos o interesados].
-¿Qué le atrajo de César González-Ruano?
-Surgió por casualidad. El nombre surgió durante una charla con los profesores Javier Barreiro y José Luis Calvo Carilla. Siempre me había gustado como escritor. Lo había leído con más agrado que con intensidad. Me di cuenta de que Ruano vivía en la más absoluta de las miserias: no había ningún estudio académico sobre él, hecha la salvedad de “La escritura perpetua” de Francisco Umbral.
-¿Qué descubrió en él?
-Profusión y amor por la literatura. Se había dispersado de manera torrencial en más de ochenta libros de todos los géneros y en una ingente labor en la prensa escrita. Además, lo había abarcado todo: se inició en un modernismo tardío, estuvo en contacto con las vanguardias, vivió la Dictadura de Primo de Rivera (y luego la de Franco) y la Guerra Civil. Fue un testigo de primera mano de la historia de España. Ruano respira un amor por la literatura de primer término. Todo lo que hace o dice está marcado por lo literario: se intenta hacer pasar por aristócrata, su dandismo, su pose “freak”. Todo lo interpretaba bajo especie literaria.
-¿Por qué se decantó por su faceta periodística?
-Mi primer acercamiento en serio fue para intentar localizarlo en la historia de la literatura. Al analizar su obra escrita no podía pasar por alto su obra periodística. Es lo que ha quedado de él.
-Creo que un principio, tras las primeras calas, usted se había planteado estudiar su poesía.
-Lo que me atrajo, sí, fue su poesía. Es autor de veintitantos libros de poesía. Jamás perdió esa vocación. Siempre arrastró una frustración poética, porque no se pudo dedicar a ella en cuerpo y alma, pero creo que lo mejor define sus cualidades en la impregnación lírica que domina sus artículos. Empezó como poema neomodernista, pero luego tiene cosas sorprendentes como “Gesta nobiliaria del Pirineo en la guerra”, “Loa nobiliaria” y “Fervor de Bilbao”, influenciados por Ramón de Basterra. Fue un tardo modernista influenciado por Baudelaire y por la poesía arrabalera de Emilio Carrere.
-A Baudelaire le dedicó una biografía.
-Es cierto. Charles Baudelaire fue una referencia constante: un ejemplo, una presencia, el escritor a quien más admiró. Su biografía la redactó a la manera de Ramón Gómez de la Serna: en el fondo era también un autorretrato. Al escribirla también escribía su propia vida.
-¿Cuál fue su evolución lírica?
-Fue un ultraísta descreído. Guillermo de Torre lo obvia. “Viaducto” es ultraísta y a la vez una parodia del movimiento. Y luego está “La balada de Cherche-Midi”, un libro desgarrado, escrito con la técnica de la escritura automática. Es un libro descoyuntado y barroco, pero en cuanto a imágenes y metáfora, creo que es el mejor de los suyos.
-¿Qué valoración podemos hacer de sus novelas? Algunas son muy interesantes. Pienso en “Circe”, por ejemplo.
-Es una novela de 1935, donde ofrece ese personaje o ese complejo de Matías Pascal, el personaje de Luigi Pirandello, que llevó dentro. “Circe” fue una liberación por su exotismo, su exuberancia, su molicia, por su sensualidad. Es un libro desigual, pero bueno, con muchas referencias autobiográficas.
-Háblenos de “Manuel de Montparnasse”. ¿Estaba o no inspirada en el pintor aragonés Manuel Viola?
-Yo creo que sí. Es una novela un poco disparatada. Ruano no medía el tiempo ni el camino que iba a recorrer, ni se preocupaba por la estructura. Es directa, viva, fresca por la descripción de las situaciones. Creo que su mayor aportación es el impresionismo que utiliza en la descripción de personajes. Su novelista de referencia fue Somerset Maugham...
-Quien, por cierto, estuvo en Zaragoza y describe en sus “Diarios” una secuencia ante el Pilar.
-Es cierto. Estuvo aquí. Somerset Maugham quizá no de los mejores novelistas de su tiempo, pero abordaba asuntos que le interesaban mucho a Ruano: el concepto de sociedad internacional, tenía la obsesión por el gran mundo, el cosmopolitismo, el aristócrata en ruinas.
-Ruano también escribió relatos: “Dos cuentos italianos”...
-A mí me encantan sus relatos. Y más que ese texto que cita, hablaría de “El poder relativo” y “La vida de prisa”. Era un excelente cuentista. Son cuentos del gran mundo, del cosmpolitismo, de la bohemia, de los aristócratas arruinados, de la vida ociosa alrededor de los casinos y el juego; son buenísimos relatos de las sociedades holgazanas y decadentes.
-Demos un salto al periodismo, cuya edición usted ya iniciado con “Obra Periodística (1925-1936) (Mapfre, 2002). Empezó con catorce años en “La Defensa” de Sigüenza...
-César González-Ruano estudió Derecho y se licenció a duras penas. Sacó algunas asignaturas en Zaragoza. Y pronto se inclinó por el periodismo, creo que como sustento de vida. En sus inicios, intentaba hacerse pasar por Marqués de Cagigal. Ruano opta por el periodismo por dos razones: porque buscaba un medio de vida, insisto, y por afanarse la fama, algo que siempre le preocupó mucho. Había realizado sus primeras tentabais en “El debate” o “La Libertad”, pero puede decirse que empieza en “La Nación”, donde estuvo un par de meses y hacía reseñas de la literatura francesa. Luego pasó a “La época”, donde hizo sobre todo reseñas de literatura francesa y española. Ingresó en “Heraldo de Madrid” y allí ya nos encontramos con el anticipo del periodista total que iba a ser. Hico crónicas, reportajes, entrevistas, artículos.
-Escribió en casi todos los medios de la época. Vamos a intentar desmenuzar sus cualidades y sus puntos de vista por género. ¿Cómo eran sus entrevistas?
-Su mejor cualidad es que captaba al personaje tal como era. Le dejaba hablar y hablar, y en ocasiones incluso le quitaba las preguntas y dejaba unos puntos suspensivos. Eso me parece muy original. El personaje trazaba así un autorretrato. Hizo muchas en la primera época y menos en la posguerra. Algunas fueron recogidas en un volumen estupendo: “Las palabras quedan”, reeditado por Mapfre recientemente.
-¿Cómo definiríamos sus crónicas?
-Tenía la intención de captar un clima y de dar una visión personal. Ruano tenía la certidumbre de que lo universal es lo personal; pensaba que para que un tema interese hay que partir de uno mismo. Los directores le decían una y otra vez que se dejase de literatura y de subjetividad, pero él parecía tenerlo claro: lo más general es lo subjetivo.
-Francisco Umbral, su discípulo más reconocido (a lo mejor también podríamos hablar de Manuel Alcántara), dice que un artículo se escribe con dos ideas y un buen envoltorio de prosa. ¿Qué pensaba Ruano?
-Para él un artículo se parecía a un soneto. Sólo cabía una idea y a veces ninguna. El artículo era pura divagación. A él lo que le sobraba precisamente era la anécdota, y si seguía haciendo referencia a ella era por un prejuicio de sus comienzos, por tantas recriminaciones que recibía de los directores. Siempre se quejó de la obligación de referirse a la anécdota, a lo inmediato, a la noticia. Buscaba lo intemporal dentro de lo circunstancial. Yo creo que esta actitud, esta aspiración a la abstracción anuncia la poesía. Y dos ejemplos buenos serían los artículos “Pequeña vida de Miguel”, extraordinario, y “Señora, ¿se le ha perdido a usted un niño?”, por el cual recibió el Premio Mariano de Cavia en 1932.
-También sorprenden sus temas: opta por la inadvertido, por lo secundario en apariencia...
-En el artículo, Ruano practica la estética de la nimiedad. Eso, en realidad, no fue una idea suya, sino que ya venía de las vanguardias y de Ramón Gómez de la Serna. Piense en libros como “Goyerías” o “El rastro”, la atracción por los objetos y la estilización poética en la forma de presentarlos.
-¿Y el reportaje, cómo lo abordaba?
-Creo que, ante el reportaje, se sentía más periodista que nunca en el sentido puro del término. Intentaba captar la vida en marcha, mostrando la realidad tal cual se presentaba. Piense que en aquel momento no se tenía muy claro donde empezaba la crónica y el reportaje o viceversa.
-Por cierto, en “Obra Periodística, 1925-1936”, recoge un texto que publicó en “Crónica” en diciembre de 1992, “Vida, fisionomía y alma de la ciudad de Zaragoza”, que podría ser un ejemplo de ello. Habla de tiendas, de cafés como el “Ambos Mundos” y de la jota. Dice: “La noche es la jota. El alma de la jota. El corazón en los labios. La jota en su casa”.
-Ruano conocía bien Zaragoza. Le gustaban las experiencias canallas, a la manera de Oscar Wilde, del que también redactó una biografía. Buscaba el decadentismo y la bohemia de la ciudad, y captó muy bien la sociedad zaragozana. Tenía un ojo sutil, preciso y perspicaz.
-También reproduce usted una entrevista con la madre del fusilado Fermín Galán.
-En ese periodo, tras “La sublevación de Jaca”, se creía republicano. En ese momento, los intelectuales estaban con la República. Creo que es una entrevista sentida. La gran virtud de Ruano es que parecía que sentía todo aquello que escribía. Luego fue un feroz republicano.
-Y se marchó como corresponsal de “Abc” a Berlín.
-Sí, y se aburrió solemnemente, algo que explica muy bien en su diario. Un corresponsal no podía sentir lo que sentía un escritor.
-El 18 de julio, en Vilefrancche, celebra con Raquel Meller la sublevación militar contra la II República.
-Él estaba en Italia y Raquel Meller lo invitó a su casa francesa. Al enterarse de la rebelión, Meller, que era de Tarazona, bajó a la bodega, cogió el mejor cava y bebieron. Luego, Ruano escribió en “Mi medio siglo se confiesa a medias” (1951): “Raquel Meller mandó subir de sus bodegas lo mejor que tenía: champañas ilustres, venerables coñacs... Y nos mareamos de alcohol, de patria, de nostalgia y de incertidumbre”.
-Después de recordar esta anécdota, sorprende mucho leer en su prólogo que “Ruano no era franquista”.
-No lo era. Políticamente no lo era. Ruano era un anarquista de derechas. Nunca tuvo conciencia ni sentimiento político. Es cierto que fue, tras su regreso del extranjero, un adaptado al régimen, vivió de lo que pudo y seguía teniendo una gran nostalgia de otros tiempos. Pero a mí me parece muy significativo de lo poco que habla de Franco en sus diarios desde 1943. Cuando Taurus publica su “Diario íntimo” (1970) completo –Ruano, nacido en Madrid en 1903, había muerto en 1965), sólo hay dos frases sobre él. Una dice: “El Generalísimo se fue de vacaciones”, y la otra: “El Generalísimo volvió de vacaciones”. No le tenía mucha simpatía. Era monárquico.
-Díganos, ¿es cierto o no que vendía en París, durante la ocupación nazi, pasaportes falsos a los judíos?
-No puedo decirlo. No hay pruebas de eso. En París se dedicó a la venta de antigüedades y de obras de arte. Si lo hizo, creo que fue modo ocasional. No está claro que lo encarcelasen por eso. Ese episodio dio lugar a su poemario “Balada de Cherche-Midi”, donde tenía muy presente “La balada de la cárcel de Reading” de Oscar Wilde.
-También se habla de su afición a prácticas sexuales extrañas, como el “voyeurismo” con su propia esposa. En “Las máscaras del héroe”, Juan Manuel de Prada es bastante explícito. ¿Sabe algo de esto?
-Tenía una personalidad bastante conflictiva. Pero tampoco tenemos testimonios. En cualquier no me parece demasiado elegante hablar de esos asuntos y no lo hecho. Tiene un poema “Antinoo” donde habla de este tipo de cosas. En cualquier, a González-Ruano, por lo que respecta a su consideración literaria, hay que aplicarle aquello que decía Jacinto Benavente: “En España se habla bien del mérito sin éxito o del éxito sin mérito”. Ruano, como periodista, tuvo éxito y mérito.
*La foto es de Azorín y César González-Ruano.
AVANCE DE LA NOVELA DE CELIA DELGADO

2
1ª Torre
[…]
En cuanto vislumbramos las casas de la ciudad, yo me puse muy contenta, y eché a correr, seguida de los familiares gritos de Hilda. Pero cuando me fui acercando, me di cuenta de que lo que oía no era el bullicio propio de la Latipac, sino otro tipo de sonido, uno terrible, que me producía escalofríos por todo el cuerpo… el ramo cayó al suelo.
Hilda llegó por fin a mi lado muy sofocada. Temí que me riñera, pero en vez de eso, me agarro e intentó arrastrarme de nuevo al camino por el que habíamos venido.
A mí me venció más la curiosidad que el miedo, y, librándome de las manos de mi aya, me adentré en la antes alegre ciudad.
Conforme más me iba acercando al lugar del que procedía el sonido, una extraña sensación se apoderó de mí.
Me sentí más seria, más digna, más… mayor. Ésa sensación no podía ser buena. Así que concentré todas mis fuerzas para echarla de mi cuerpo. No oía ni los desesperados gritos de Hilda ni el sonido que antes me martirizaba tanto. Sólo estábamos yo y ésa extraña y molesta sensación…
Mis pasos retumbaban por las estrechas calles de la Latipac. No se veía ni un alma. Ya estaba llegando hacia el mercado, que era el lugar del que provenía el sonido que me atraía, y había perdido a mi aya de vista. Sentí miedo…
3
Poco a poco me fui acercando hacia el mercado y los gritos se iban oyendo más y más. Al final, llegué a la desembocadura de la calle en la plaza. Los gritos ya retumbaban en mis oídos. Cautelosamente, me asomé para averiguar qué estaba pasando y lo que vi me dejó atónita:
Los gritos procedían de una niña muy delgada, que estaba hecha un ovillo contra la pared, la cabeza tapada por los brazos.
No me di cuenta de qué era lo que la hacía gritar tan desesperadamente hasta que un rayo que anunciaba el comienzo de una tormenta lo iluminó.
(continuarará)
…………………
Una gran sombra negra daba vueltas alrededor de la niña una y otra vez, amenazadoramente. Era realmente aterradora.
Al verla, algo se despertó dentro de mí. Una sensación (otra) de poder y energía que nunca había experimentado. Ésta, junto a la sensación que había sentido anteriormente, me provocaron unas ganas irrefrenables de salir y enfrentarme contra esa sombra. Tales eran esas ganas que, sin pensármelo dos veces, me planté en el centro de la plaza.
La sombra se volvió bruscamente y la niña dejó de gritar…
-¡Déjala en paz!
La sombra emitió un sonido parecido al chocar de dos sartenes. Se estaba riendo. Dejó de girar alrededor de la niña y se acercó a mi. Pero yo no me dejé intimidar. Me quedé inmóvil y mirando al frente fijamente mientras ella daba vueltas lentamente a mi alrededor. Aún se reía. Pero ella no sabía de lo que yo era capaz en aquellos momentos. No, ella no lo sabía…
El odio y una repentina furia que me invadían eran más fuertes que el miedo que sentía hacia esa sombra que me amenazaba. Al fin y al cabo, yo era una princesa, se supone que debía ser valiente, y defender a mis súbditos de seres peligrosos aunque pusiera mi vida en ello, ¿no?
Así que apreté los puños y le miré a la… a lo que supongo que sería su cara.
Me horroricé.
Aquella sombra lo único que tenía eran unos ojos muy extraños y terroríficos. Eran blancos, pero tenían doce puntitos que los rodeaban, y dos palos, uno más largo que el otro, los cuales estaban ahora señalando a dos puntitos diferentes.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y apreté más los puños, hasta hacerme daño. De repente, la sombra paró y miró hacia una calle. Yo miré también hacia allí, y vi a Hilda corriendo hacia aquí, y agitando los brazos.
Yo le grité que no se acercara, pero ella no hizo caso, y vino gritando mi nombre, los pelos revueltos por la carrera. Y se quedó parada al observar la escena. La sombra se acercó lentamente hacia ella.
Yo, de repente, me había quedado paralizada, y no podía ayudar a mi aya… sólo podía gritar.
La niña seguía sollozando, pero al menos no con tanta fuerza como antes. Su llanto se había aplacado un poco, pues la sombra había dejado de acosarla, pero aún miraba aterrada como se iba aproximando hacia Hilda, lenta pero inexorablemente.
Imágenes horribles me invadían, y eso hacía que esa energía que se estaba desatando dentro de mi creciera. Imágenes de Hilda gritando de dolor, mientras la sombra se cernía sobre ella…
Por su parte, mi aya verdadera también se había quedado totalmente rígida, mirando a aquel ser. Su piel iba perdiendo rápidamente su rosado color, y sus ojos, literalmente, se le salían de las órbitas.
Como en las imágenes que se me aparecían, la sombra se cernió sobre Hilda. Pero, al contrario que en estas la mujer no emitió sonido alguno. Se limitó a mover los labios rápidamente, pronunciando palabras que desde mi situación no pude oír.
Mi mente se nubló.
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(Hasta aquí, esta breve selección. Texto completo del comienzo de la novela en la dir: http://es.geocities/jsola17.com)
*Celia (Zaragoza, 1994) es hija de Javier Delgado y Ana Mastral. Le encantan nadar y patinar, los cómics Manga, también dibuja, los vestidos y los complementos; su bebida favorita es la coca cola. Todos los años participa en un concierto para celebrar el día de la música con un puñado de amigos. Es una niña rabiosamente feliz e inteligente.
UN ROMANCERO DE CINE*

En cualquier caso, Días de otoño es uno de los muchos y más que correctos guiones que escribió Julio Alejandro Castro: una pieza muy meditada, elaborada con oficio, tensión y grandes momentos dramáticos. Un guión especial de entre el amplio centenar que llegó redactar entre textos originales y adaptados, lo cual da una idea de la fecundidad de este navegante del océano de los sentimientos que un día anunció, mientras recordaba que sus manos había servido para anuncios en televisión: “Siempre va conmigo una sombra que se llama Aragón”.
*Este texto será uno de los prólogos del guión original de "Días de otoño", la película que hizo con Roberto Gavaldón, inspirada en el cuento de Bruno Traven. La foto es de Rita Macedo, una actriz de la que hablaba mucho Julio.
JAVIER DELGADO YA TIENE BLOG

RITA MACEDO, BUÑUEL, JULIO ALEJANDRO Y BARBACHANO PONCE

He estado toda la mañana con problemas de luz. Se marchaba constantemente. Al final, desesperado, lo dejé todo. En realidad, le comentaba en varios textos que había perdido a Marga Díaz Morales, nuestra anfitriona sentimental en México, que la película “Nazarín” se estrenó en México en 1958, y fue dirigida por Luis Buñuel y producida por Manuel Barbachano Ponce. El director de fotografía fue Gabriel Figueroa y el guión fue escrito por Julio Alejando Castro Cardús y Luis Buñuel, que le daba siempre una última vuelta de tuerca a los textos del oscense. Tanto García Márquez como Carlos Fuentes hablan mucho de Barbachano Ponce, uno de los grandes productores del cine mexicano. Estuvo, entre otros títulos, detrás de “Pedro Páramo”, “El gallo de oro”, pero otros muchos títulos.
Rescato aquí tres fragmentos sobre él, que dan una idea de su riquísima personalidad:
GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE FUENTES: “Mi amistad con Carlos Fuentes –que es antigua, cordial, y además muy divertida— se inició en el instante en que nos conocimos, por allá por los calores de agosto de 1961. Nos presentó Álvaro Mutis en aquel Castillo de Drácula de las calles de Córdoba, donde toda una generación de escritores, tratando de hacer un cine nuevo, precipitábamos a Manuel Barbachano Ponce en la primera y más gloriosa de tantas ruinas.
-GARCÍA MÁRQUEZ SOBRE RULFO: El descubrimiento de Juan Rulfo -como el de Franz Kafka- será sin duda un capítulo esencial de mis memorias. Yo había llegado a México el mismo día en que Ernest Hemingway se dio el tiro de muerte -2 de julio de 1961-, y no sólo no había leído los libros de Juan Rulfo, sino que ni siquiera había oído hablar de él. Era muy raro. En primer término, porque en aquella época yo me mantenía muy al corriente de la actualidad literaria, y en especial de la novela en las Américas. En segundo término, porque los primeros con quienes hice contacto en México fueron los escritores que trabajaban con Manuel Barbachano Ponce en su castillo de Drácula de las calles de Córdoba, y con los redactores de suplemento literario de Novedades, que dirigía Fernando Benítez. Todos ellos conocían muy bien a Juan Rulfo, por supuesto. Sin embargo, pasaron por lo menos seis meses sin que alguien me hablara de él. Tal vez porque Juan Rulfo, al contrario de lo que ocurre con los clásicos grandes, es un escritor que se lee mucho pero del cual se habla muy poco”.
CARLOS FUENTES: “Fue en las oficinas de ese Médicis yucateco exuberante, generoso, caprichoso y loco que era Manuel Barbachano Ponce. Una mansión decrépita en la calle de Córdoba -la mansión de Drácula, dijo Gabo- donde Álvaro Mutis me presentó a García Márquez y nació la amistad a primera vista. Creo que desde ese momento fuimos amigos para siempre al grado de que yo puedo marcar las etapas de mi vida a partir de los 32 años mediante los hitos de la amistad con Gabo y él mismo ha dicho que ’si alguna vez escribiéramos nuestras memorias respectivas, los lectores se van a encontrar con páginas intercambiables”’.
Y para Marga Díaz Morales y otros amigos interesados en este tema, recupero un texto acerca de una conversación que mantuve hace algunos años sobre la actriz Rita Macedo con Julio Alejandro. Un abrazo. Antón
HISTORIA DE RITA MACEDO, SEGÚN JULIO ALEJANDRO
--¿Conociste a Rita Macedo?
--No, claro que no.
--Era una de las actrices favoritas de Luis Buñuel.
--Bueno, eso sí que lo sabía.
--Acaba de morirse. Me gustaría dedicarle un artículo, pero ahora, ante el mar, sólo tengo fuerzas para escribir poemas a mano. Era una mujer verdaderamente impresionante. ¿Sabes cómo consiguió el papel en “Nazarín”?
--No, Julio.
--Verás. Se enteró de que Luis Buñuel estaba preparando la película, basada en la novela de Galdós. Se disfrazó de manera maravillosa, con greñas, las ropas de pordiosera y un rostro que parecía un adefesio. Se plantó en su casa y le dijo que sabía que preparaba la película. Se arrodilló ante él, o al menos le suplicó, y le pidió el papel. Buñuel, verdaderamente conmovido, no se pudo negar. Y así fue como encarnó a Andara, la prostituta que se refugia en el cuarto de Nazarín tras una pelea sangrienta.
A Julio Alejandro de Castro (Huesca, 1906-Denia, Alicante, 1995) le encantaba relatar historias del mar, de rastros y chamarileros, y sobre todo de mujeres. María Félix, Jeanne Moreau, que se enamoró de Luis Buñuel como Margarita Lozano, Mayrata O’Wisiedo, aquella modelo zaragozana que enloqueció al joven Alfonso Sastre y escribió un libro que a Julio le divertía: “Chico no sabe que es perro”.
--Rita Macedo era la mujer de Carlos Fuentes. Luego se separaron.
Fuentes –que es casi el hilo conductor del excelente y humanísimo documental “A propósito de Buñuel” de Javier Rioyo y José Luis López Linares, que presentaron en el año 2000— narra que rompieron luego y una de las razones del distanciamiento fue Jean Seberg, a quien el mexicano rinde un homenaje en “Diana o la cazadora solitaria”. Jean Seberg se enamoró locamente de Clint Eastwood tras el rodaje de “La leyenda de la ciudad sin nombre” de Joshua Logan (pegó su póster en el piso que compartía con Fuentes) y más tarde de Ricardo Franco, a quien inspiró su película póstuma: “Lágrimas negras”.
--Rita Macedo también hizo un papel impresionante en “Ensayo de un crimen”. Era estupenda.
A Julio le sojuzgaba el universo femenino. De súbito contaba:
-- Dolores del Río tuvo un marido que le llenaba la cama y la bañera de gardenias y de joyas. Tenía unos tobillos preciosos. La trataba como una reina, pero en el fondo era un cursi. Con Orson Welles mantuvo una historia de amor clandestina.
En otro momento, se concentraba en Chavela Vargas y sus amores, y decía:
--Fui un gran amigo de Mercedes Barcha. Qué gran mujer. Era una heroína; gracias a ella, García Márquez pudo escribir “Cien años de soledad”. Se encargó de todo, de los niños, de las deudas, de la comida; aisló por completo a su marido, lo protegió como no puedes imaginarte. Por aquellos días le presté una bandeja de plata para una cena; luego García Márquez me pidió algunos muebles de mi casa. “Quiero los tuyos, Julio. Así estaré seguro de que no me equivoco”. De Chavela Vargas, qué te voy a decir. Daba un concierto y todas sus amantes estaban allí mirándola y mirándose: la densidad del aire se cortaba con un cuchillo. El aire no era aire ni humo: eran celos de mujer celosa de otras mujeres.
Julio, además de guionista de "Simón del desierto", "Nazarín", "Abismos de pasión", "Viridiana" y "Tristana", fue director artístico de "El ángel exterminador" y de "Pedro Páramo", realizada por Carlos Velo. En cada pieza que escribió para el realizador calandino retrató un admirable universo femenino, igual que había hecho en sus piezas de teatro que se estrenaron en España en la primera posguerra. Una vez que el casi ágrafo Buñuel leía y repasaba el texto, y exigía una última versión, Julio se enfrentaba a la estricta genialidad del cineasta y aceptaba su búsqueda de la originalidad: le daba la vuelta al texto como si fuese un calcetín. Extremaba aquel detalle, acentuaba la ambigüedad y la poesía, derramaba los elementos simbólicos o no de su mundo vinculado con el siglo de Oro y el lenguaje de las vanguardias.
Julio aceptaba con un gesto de admiración. Como Luis Buñuel renace a cada instante, la ausencia de Julio Alejandro de Castro se hace de tan evidente dolorosa. Este año que viene el Festival de Huesca le rendirá un homenaje coincidiendo con su centenario. Será el próximo 16 de junio y asistirán, entre otros, la actriz mexicana Silvia, los realizadores Víctor Erice y José Luis García Sánchez y la directora de la Academia Mercedes Sampietro. Si llamase Julio por teléfono ahora desde la tumba, lo haría con su frase favorita: “Te quiero, cabrón”. En la obra de Javier Rioyo & López Linares sólo le oímos reír casi de paso. Si la inmortalidad se puede compartir, Luis Buñuel y Julio Alejandro de Castro deben estar más juntos que nunca comiéndose una paella. O un pollo al chilindrón.
La inmortalidad, como tantas otras cosas, se sobrelleva mejor con una buena comida.
*La foto de Rita Macedo corresponde a la película "Rosenda" y el galán es Fernando Soler, que también participó en algunas películas de Luis Buñuel.
"DÍAS SIN TREGUA" DE MIGUEL MENA, POR DANIEL GASCÓN*

Hola, buenas tardes. Estoy encantado hablar de Días sin tregua por varias razones. La principal es que es una novela estupenda. Y otra, es que para mí casi es una regresión uterina: la novela sucede en marzo de 1981 y yo nací a primeros de abril de ese mismo año. Luego hay un epílogo fechado en mayo. Así que siento que mi nacimiento está en elipsis en la novela.
Días sin tregua cuenta la investigación que sigue al secuestro de Quini, el delantero de uno de los equipos que el Real Zaragoza ha eliminado en su camino hacia la consecución de la Copa del Rey. Como sabéis, el secuestro de Quini, que era el pichichi de la Liga española, comenzó el 1 de marzo de 1981 y se prolongó durante 25 días. Miguel Mena es un experto en muchas cosas, pero también es un experto en secuestros: contó uno muy divertido en Bendita Calamidad, se ha comprado una casa en Trasmoz, donde estuvo como rehén el padre de Julio Iglesias, y aquí cuenta otro secuestro en forma de thriller. Este sábado volví a leer la novela, porque tenía que presentarla y porque no estaba seguro de que los criminales fueran de verdad los que dice Miguel Mena. No pude dejar el libro hasta llegar al final: así que en Días sin tregua el secuestrador es él.
El secuestro de Quini ocurrió en un momento convulso de la historia de España: poco después de la intentona golpista de Tejero, cuando ETA mataba a dos personas por semana –cometió 130 asesinatos en 1980- y había varios grupos terroristas en activo, cuando amplios sectores de la sociedad y las fuerzas armadas sentían una profunda desconfianza por la democracia y los cuarteles estaban llenos vasos de plástico para celebrar con champán (o cava catalán) por la vuelta al autoritarismo. El protagonista del libro desayuna en un bar y casi cada día hay muerto distinto.
Esos son los hechos reales: a partir de ellos Miguel Mena elabora una trama que resulta verosímil y tiene un valor simbólico. Aunque Rafael Azcona dice que en España no se pueden hacer thrillers porque el uniforme de la policía es horroroso, Días sin tregua es un thriller político y sentimental protagonizado un policía de paisano. La novela cuenta en paralelo tres ramas de la misma historia: en la primera, Luis Mainar es un inspector que investiga el caso en Barcelona, y cuenta sus progresos en forma de diario; en la segunda, vemos los problemas familiares desde la perspectiva de su esposa Lucía; en la tercera, se nos cuenta el encierro de Quini en un sótano de Zaragoza, y las experiencias de la víctima y los malhechores.
Días sin tregua funciona como un mecanismo de relojería y las tres historias están llenas de elementos que las unen, casi de rimas internas, y se impulsan entre sí. Por ejemplo, la canción que se escucha en el zulo es la misma que Mainar y su cuñada ven en televisión.
A mí me gustan los libros que dicen las calles por las que pasean los personajes; me gusta que Miguel Mena cuente los horarios de los cines y las películas que están en la cartelera (en Zaragoza echaban "Aterriza como puedas"); los resultados de los partidos de fútbol; los problemas del protagonista para orientarse en Barcelona, la visita al Pilar. Sé que Miguel Mena se ha documentado en las hemerotecas, pero nunca nos agobia con datos: la información que da es la información que determina la vida de personajes de la novela, y resulta imprescindible para entender y creer lo que cuenta Días sin tregua.
Además, Miguel Mena introduce algunos detalles cotidianos que son otros de los grandes aciertos de la novela, y que vincula Días sin tregua con 1863 pasos. Miguel sabe pasear por una calle, contar quién hizo una escultura, hablar de historia y la crónica de sucesos y relacionarla con las vivencias de un personaje.
Dice la contraportada que es un thriller con sentimientos, y es cierto: sobre todo, son importantes los sentimientos de Mainar hacia las tres grandes chicas del libro: Laura, Lucía y Magda. Pero también es un thriller con intimidad, con elementos casi costumbristas: por ejemplo, los bocadillos que los secuestradores preparan a su víctima. O las sobremesas de domingo, con su carga de silencios, tensión y aburrimiento. Una vez, Lucía y Mainar se ven en Zaragoza. Cuando se separan, los dos coches viajan juntos un momento y luego se separan. He vivido escenas como esa un millón de veces, pero no estoy acostumbrado a leerlas en las novelas.
Otra de las cosas que hacen que la novela resulte tan apasionante es que todos los personajes tienen su pequeña historia personal: son seres humanos y no solo piezas de un engranaje narrativo. Por ejemplo, Magda Mariné, la periodista “roja y separatista” que busca una exclusiva; el policía Borobia, que tiene un pasado oscuro y un futuro todavía más tenebroso; los secuestradores nerviosísimos que llevan una televisión portátil a Quini para que vea el partido de la selección española contra Inglaterra; la angustia del delantero; Jesús, el joven policía que jugó en las divisiones inferiores del Barcelona. Aunque Mainar se aburre en la investigación y tiene la sensación de que las pesquisas no progresan, los lectores disfrutamos con sus idas y venidas, con sus aventuras sexuales y sus sospechas y sus encuentros.
La cualidad humana de los personajes es especialmente evidente en el caso del inspector Mainar, el protagonista. Es un héroe imperfecto. Un hombre que tiene problemas familiares porque su hija no es como las demás, a pesar de que a veces es la niña más feliz del mundo, y que dice: “conocer mis carencias no me permite eliminarlas de un plumazo”.
Pero Mainar es sobre todo un hombre que cree en la democracia, al contrario que muchos de sus compañeros del cuerpo, y que quiere que la ley se cumpla. Sus situación personal y sus convicciones hacen que sea un hombre prácticamente solo: solo porque le cuesta aceptar la enfermedad de su hija; porque no se encuentra a gusto en la familia de su mujer, hija de un militar de Zaragoza, y se siente atraído por una periodista que viene de un mundo muy distinto; porque sabe que en cualquier momento un terrorista puede pegarle un tiro en la nuca, pero también que algunos de sus compañeros estarían encantados de verlo desaparecer.
Mainar es el gran personaje de Días sin tregua y su mirada contagia el libro: retrata un momento de paranoia y desesperación, pero también hay razones para el optimismo: a veces los malvados reciben su castigo, o un padre sonríe cuidando a su hijo.
Aunque a veces la fortuna ayude al inspector Mainar, no hay nada azaroso en Días sin tregua. Miguel Mena ha escrito un libro lleno de información rigurosa e intensidad narrativa, que se lee como se ve una buena película, pero que también constituye una reflexión muy lúcida y emocionante sobre la Transición, la democracia y el país en que vivimos. Antes he dicho que Miguel Mena es un experto en secuestros: creo que el rapto de Quini es la metáfora de un país secuestrado por la violencia y que Días sin tregua es la historia de una liberación. Es el principio de una liberación y todavía estamos en ese proceso: hemos avanzado mucho en estos años. El libro habla de las virtudes, de los problemas y la fragilidad de la democracia, que compara a la educación de un niño que no habla. Una de las cosas que Días sin tregua nos recuerda es que la democracia no es algo que se nos haya dado gratis, sino que es la conquista pública y privada de muchos ciudadanos imperfectos.
*Miguel Mena (Madrid, 1959) presentaba ayer su última y más ambiciosa novela "Días sin tregua" en Ámbito Cultural. La presentó un buen amigo de este blog, Daniel Gascón, que nació en Zaragoza en 1981, cuando suceden algunas de las acciones fundamentales del libro: la intentona de golpe de Estado de Tejero, el secuestro de Enrique Castro González "Quini", etc. La novela, premiada en Málaga, acaba de publicarla el sello Destino. La foto muestra el reencuentro de Quini y su mujer Mari Nieves, que fue muy emocionante.
LAS CORTES SÍ QUIEREN A JOSÉ VERÓN GORMAZ

NADA DE ESTO ES UN SUEÑO
José Verón Gormaz apenas era un niño de doce años cuando su padre, que manejaba una Retina II B, le introdujo en la fotografía. Aquellos veranos inolvidables de finales de los 50 eran el umbral de la felicidad. Su progenitor, que se dedicaba a los viveros, iba de aquí para allá en coche y en muchos de sus viajes por España lo llevaba consigo. Eran viajes con tiempo, de complicidad al volante y varias noches fuera de casa. Don José Verón fue un gran aficionado a la foto y al cine en super--8, no en vano llegó a rodar, y sonorizar, varios documentales de los alrededores de Calatayud o de la Semana Santa bilbilitana.
Las clases del padre al hijo resultaban curiosas. Un día le decía: "Ten cuidado con los contraluces. Engañan". Otros le aconsejaba que emplease luz lateral y un filtro amarillo o naranja. Otra tarde de búsqueda y caminata le explicaba: "Para los paisajes procura enfocar un primer plano, así obtendrás sensación de profundidad". Empleaba película Plus X de Kodak, y más tarde cambió de cámara: compartió con su hijo una Retina III C. Y bien pronto obtuvo satisfacciones: con quince o 16 años, José Verón Gormaz comenzaba a ganar certámenes de fotografía. En aquella época, a inicios de los 60, ya era un cazador de instantes decisivos. Subía a las colinas en busca de una luz concreta, bajaba a las ramblas o al llano, y lo hacía con vehemencia, a toda velocidad. Entonces destacaba como mediofondista prometedor en el colegio de La Salle.
Hace poco veíamos fotos con José y ante una, marcada por los matices del sol, nos dijo: "Estuve una tarde entera esperando la luz, y la luz no venía. De repente, cuando había perdido la esperanza, vi que se abría una nube y zas... Me pegué una carrera tremenda hacia el collado y logré captar esta toma". Esta forma de trabajar ha sido permanente. José buscaba con los pasos del vagabundo y al final encontraba: extraía la poesía del entorno mediante la observación, la individualización del paisaje y el encuadre. Hojeamos su diminuto cuaderno de notas y apenas hay fotos dibujadas, es decir, concebidas antes del disparo; tan sólo vemos títulos, ideas recogidas en poco más de una línea, nombres de colinas, barrios y pueblos. El dinamismo de las estaciones le invita a improvisar.
A la pasión fotográfica le sobrevino la pasión por la literatura. Y hubo un instante en que ésta estuvo a punto de suplantar a aquélla. José estudió Ingeniería Agrícola en Madrid, y los tres años de estancia en la capital fueron decisivos: se zambulló en un mundo de curiosidades, de lecturas y de creatividad. Leía, escribía y arrojaba de inmediato sus textos a la papelera por pura exigencia, y visitaba de vez en cuando cafés literarios. Le disgustó el ambiente del café Gijón y acudió a una tertulia vespertina con un educadísimo Vicente Aleixandre en aquellas peregrinaciones de los jóvenes poetas a Velingtonia 3. De regreso en su ciudad natal, empezó a alternar la lírica y la fotografía.
A principios de los 70 adquirió nuevas cámaras (ha manejado hasta hoy una Cosina, semejante a la legendaria Leica de los Capa, Gerda Taro o Cartier--Bresson, una Zeiss Ikon Voigtlander, una Nikon F--2 sin fotómetro, una Nikon FE--2, una compacta Olimpus, la Nikon F--100 actual...) y se especializó en macrofotografía con resultados fantásticos. Sus tomas de insectos y botánica eran estupendas (vean esa rosa enfocada en el centro, donde reposa el caracol, empañada con vaho en los extremos), lo cual no excluye otro tipo de obras: retratos, reportajes, paisajes del legendario Bílbilis, desnudos. A final de la década abandonó las instantáneas en blanco y negro, y a punto estuvo de dejar la fotografía por entero. Una crisis le había llevado a un amago de deserción: vendió algunas cámaras, se deshizo de utensilios auxiliares, archivó los cientos y cientos de negativos como quien sepulta una afición perniciosa. Por aquellos días, su vocación literaria pugnaba con gran fuerza por salir al exterior: en 1979 el poemario “Legajo incorde” --para algunos críticos uno de los mejores de su trayectoria-- se hacía acreedor al accésit del premio San Jorge. Y dos años más tarde, la novela de ciencia ficción, claramente simbólica y fantástica, “La muerte sobre Armantes”, ganaba el premio San Jorge de narrativa.
En medio de ambos acontecimientos, José Verón realizó una exposición en su ciudad natal con un éxito arrollador. Sus paisanos se quedaron atónitos ante su trabajo: hermosura, sentido lírico, creación de atmósferas, amor por las raíces, meticulosa ambientación natural, todo ello fue detectado en la muestra y el creador se sintió no sólo querido; percibió que en aquella manifestación artística había un medio de expresión en el cual podía sentirse cómodo y crear a sus anchas.
Si algo debemos decir de Verón Gormaz es que es el fotógrafo de Calatayud. Ha eternizado la ciudad en todas sus formas y disfraces: los arrabales de la morería, los ríos que avanzan entre las cañas como culebras de oro, el Paseo bajo la nevada o durante un insoportable aguacero, la ciudad con sus afiladas torres vista desde extramuros, la ciudad mudéjar envuelta en una boira espesa que parece transformarla en un puerto de mar. Pero eso no le ha reducido al estrecho corsé de ”fotógrafo loca”l; al contrario, Verón retrata lo que conoce y lo que ama, la cuna de sus antepasados, y le otorga dimensión universal. Un buen ejemplo es el volumen “Calatayud, imágenes y sueños” (CEB/IFC, 1999), cuya calidad de reproducción no se ajusta a los cuidados positivos del artista.
Lentamente, concretó el campo de sus intereses en tres o cuatro asuntos con absoluta conciencia de ello: el paisaje, la abstracción inscrita en la propia naturaleza y el reportaje, o lo que José también llama foto social de carácter urbano. Y ahí se ha movido a su libre albedrío con numerosas series durante 20 años. Sus fotos del campo han cautivado allá donde han ido. Siempre ha resaltado la intensidad y el color con el empleo de la diapositiva cibachrome, que se adaptaba muy bien a lo que buscaba: la creación de ámbitos, el gusto por las nieblas y el levísimo desenfoque, la búsqueda de la singularidad de un paraje. En cada foto de Verón se detecta una melancólica serenidad, se vislumbra al hombre parsimonioso que ha encontrado una imagen en el tiempo y que nos entrega algo conocido como si fuese exótico o si no lo hubiésemos contemplado antes.
A José, entre otros, le entusiasma la obra de Amsel Adams, el fotógrafo de los grandes espacios, de la epopeya de la naturaleza, de las texturas y de la profundidad de campo, el artista que trabaja con diafragmas de 32 ó 64; Verón (que rara vez pasa del f/16) se aproxima a su espectacularidad al tratar un barranco, una rambla o un accidente minúsculo que no suscita una atención especial. Logra captar su grandeza, esa poesía sublime de las cosas, y funda una nueva realidad. Imágenes en el tiempo, en terminología de Octavio Paz. Despierta el ánima de lo sencillo, de lo inadvertido. Da lo mismo que atrape un atardecer de otoño en el monasterio de Piedra, los celajes con nubes en forma de águila sobre Armantes, un árbol, los senderos neblinosos de Soria, las parideras olvidadas en un rincón de Ribota y de Anchada o una tumba solitaria que emerge en mitad de la bruma. El secreto de José es la mirada, ese ojo enamorado de cazador de momentos decisivos que ordena el caos y halla siempre la hora de la luz exacta. ¿Cómo iba a entenderse si no esa serie tan sugestiva sobre las colinas de Armantes que él ha convertido ya en míticas: esa foto de 1991 que recuerda a un estudio de profundidades y perspectivas al modo de Leonardo da Vinci, ese mar de montes desdibujado por una lejanía que emula la espuma que cabrillea, los castillos que emergen de los aterrazados cerros, esa estampa bajo el arco iris que nos evoca la magia de la luz de Velázquez?
El reportaje le subyuga cada vez más. Sus series sobre la Semana Santa bilbilitana han sido galardonadas allá donde han concurrido, y sus aproximaciones a la Romería de San Roque de 1982 son de lo mejor de su trayectoria. Nos fascina esa foto que descubre un montón de velas en el pueblo cuando llega la noche mientras los niños y las mujeres se cuelgan de los senderos. Pero también nos gusta oírle contar cómo se ha guiado para preparar un reportaje. He aquí uno reciente y su anecdotario: andaba en las afueras de Moros y se encontró con un campesino que iba en su borrica. Le conocía de haberlo visto en ocasiones anteriores. Se pusieron a hablar y José decidió seguirle por las afueras de la población. Así, siguiendo sus pasos, culminó el atractivo trabajo: secuencias del campesino y del animal en primer plano, en tomas intermedias o en panorámicas siempre con el tapiz de casas y tejados al fondo. También hace desnudos con elegancia y, entusiasta admirador de la pintura, ha descubierto que en la naturaleza está el arte abstracto. No queremos hablar de “El color del silencio”, pero esa serie, entre otros valores estéticos, posee una importancia decisiva: nos demuestra que en las paredes desconchadas de nuestras ciudades, en las ruinas, en las puertas, podemos encontrarnos con cuadros de Tàpies o de Dubuffet con sus rasgos informalistas, su violencia o sus tachaduras, pero hay que pararse a verlos.
La evolución literaria de José Verón Gormaz ha sido muy meditada, o se nos antoja muy meditada con la perspectiva de dos décadas. Ha cultivado el epigrama con cierto sarcasmo e ironía, se ha acercado al culturalismo (es un gran lector: Octavio Paz, Marcial, al cual ha rendido explícitos homenajes, Quevedo, Rilke, Lezama, Valente o San Juan de la Cruz figuran entre sus vates predilectos) pero en los últimos tiempos se ha decantado por una obra esencialmente lírica, de vaciado del alma, que respira desolación y dolor, escepticismo y melancolía, aunque un fogonazo de inteligencia y sabiduría resplandece en todos los libros: “Baladas del tercer milenio”, “Ceremonias dispersas”, “Auras de adviento” (Premio Isabel de Portugal en 1988), “A orillas de un silencio” (Premio Isabel de Portugal en 1994), “El naufragio perpetuo” (Premio Hermanos Argensola, 1999, editado por el propio Ayuntamiento, 2000) , “Rayuela Blues”, dedicado a un gran seguidor de la fotografía: Julio Cortázar. O, más recientes, “Libro de horas perseguidas” y “El exilio y el reino”, ambos de 2005. En 1997, el escritor y profesor Javier Barreiro le prologó y le preparó una “Antología poética” (CEB / IFC). Amén de numerosos artículos en “Heraldo de Aragón” y de su quehacer como cronista y activista infatigable de su ciudad, la obra literaria de José Verón Gormaz se completa con el cuidado libro de relatos “Camino de sombra” (López Alcoitia editor, 1994).
La poesía y la fotografía en José Verón no son empeños escindidos. Al contrario: se complementan y se confunden. Con ambas se afirma y reinventa a diario la belleza del mundo con un tono elegiaco y con metáforas visuales. Cada vez que reflexionamos sobre él y su obra, siempre se nos impone la figura de Juan Rulfo: escritor, antropólogo y magnífico fotógrafo. Una de sus series más célebres se tituló “Nada de esto es un sueño”, y una de las fotos más conocidas muestra a un anciano en mulo y a una mujer que están a punto de internarse en el horizonte, el anchuroso mar del cielo. José Verón tiene una obra semejante: un carretero avanza por la calzada contra el incendiado sol del crepúsculo. Los dos, Juan Rulfo y José Verón, buscaron el don inefable de la naturaleza en la palabra y en la imagen. Y lo hallaron a menudo.
*Una foto de la danza y la contradanza de Cetina de José Verón Gormaz.
UNA MALA NOCHE LA TIENE CUALQUIERA, ¡AÚPA ZARAGOZA!

ESPANYOL, 4-REAL ZARAGOZA, 1
Por una de esas extrañas fatalidad domésticas, no pude ver el inico del Espanyol-Zaragoza. La radio anunció demasiado pronto la conexión letal De la Peña y Tamudo. El menudo delantero vence en una carrera, sazonada con astucia y oportunismo, como siempre, a uno de nuestros centrales y siembra la alarma. Gol. Los quince primeros minutos, más o menos, los seguimos por la radio: se intuía a un Zaragoza un poco impotente, pálido de juego, sorprendido. Ya en el Asador de Garrapinillos, sufrimos un poco: el Espanyol se había replegado, había cerrado los túneles de acceso, y al Real Zaragoza le faltaba imaginación. Cani empezaría a salir del letargo demasiado despacio, Celades no acababa de coger la manija, Óscar hacía honor a un título que el otro día me pareció inelegante en “Heraldo”, “calidad intermitente”, y sólo se le veía la intermitencia. De Diego Milito y de Ewherton no sabía aún si habían comparecido, hasta que el brasileño, en medio de una confusión de área, envió el balón a la red. La alegría apenas duró nada: la defensa no halló respuesta a otra carrera de Tamudo, que centró con endiablada suavidad y encontró la testa de Luis García: Milito no fue anoche mariscal de casi nada y menos en esa jugada, ni tampoco el lateral Toledo, creo que Álvaro había salido a corregir la posición de Ponzio. El Zaragoza dedujo que era el momento de irse para arriba con todo, con rabia, con ambición, con toda la calidad que habían exhibido ante el Real Madrid y el Barcelona. Víctor Muñoz desde la banda abroncaba a los suyos: faltaba rapidez, circulación vehemente y precisa, faltaba certeza de peligro, faltaba un auténtico corazón de león. Los arietes seguían ocultos; Óscar, intrascendente. La segunda parte fue otra cosa: de partida, Celades cogió la dirección, aseó el juego, abrió con claridad; Cani se erigió en el héroe de los “avispas” con muchas jugadas y alguna bisoñez, Ponzio apostó más por la cólera que por la lucidez y entró Savio, dispuesto a cabalgar por la banda, a asumir el vértigo del uno contra uno y en centrar como sabe. Se notó su calidad, sus ganas, incluso se atrevió a pedir al público maño que animase. Y la multitud lo hizo, claro.
Andábamos en éstas cuando a Víctor Muñoz se le cruzaron los cables. O eso me ha parecido a mí. Celades ya le había tomado el pulso al choque, Cani desbordaba y asumía el liderazgo, Savio había puesto un poco de miedo en el Espanyol. A Víctor, digo, se le ocurrió cambiar a Celades por Movilla, y ese me pareció un cambio discutible e incluso determinante. Si Víctor quería incorporar la agresividad, la pelea y la veteranía, el medio calvo tenía que haber reemplazado a Zapater, pero nunca a Celades, ya más entonado y dominador sin estridencias, con esa claridad de ideas que él tiene. Se fue Celades, dijo un comentarista que Movilla había traído más agresividad, pero una carrera de Corominas descubrió que ésta no era nuestra noche. Marcó por el caño de César, nada menos. Y abrió una brecha casi insondable. La rabieta infantil de nuestro arquero, y su posterior expulsión, fue la constatación de la derrota, amplificada un poco más por un nuevo gol de Luis García. Iván de la Peña, que había hecho gestos de histrión falsario y victimista, ya se había erigido en el señor de los pases decisivos.
La afición zaragocista tuvo el último gesto de orgullo. Aplaudió a los suyos y aplaudió a los ganadores. El Espanyol, analizado con cierta objetividad, no deslumbró a nadie: se aprovechó de que el Zaragoza jugaba contra el resultado, con ansiedad, de que algunos de sus jugadores de arriba apenas inquietaron y de que Víctor cometió varios errores: no haber confiado en Savio de partida, no haber entendido la lucidez de Celades, tan importante en las eliminatorias importantes. Pero no le echo la culpa de nada: sólo expreso una disidencia, a lo mejor equivocada, sobre su percepción del partido. El Espanyol se encontró con todo de cara y a la vez buscó la suerte y la contundencia. Quiso el título mucho más que el Real Zaragoza.
En cualquier caso, hacía años, bastante años que una derrota en el fútbol no me dolía tanto. Un abrazo infinito a todos los amigos decepcionados y enhorabuena a este Espanyol que ha sido un justo vencedor, aunque el resultado tan abultado no haga honor al partido y no haga honor a los nuestros. ¡Aúpa Zaragoza!
LITERATURA EN PINA DE EBRO

Participarán, entre otros, José Luis Cano, Alberto Gamón, Cristina Grande, José Domingo Dueñas y se rendirá un homenaje a Ramón José Sender. Se proyectará "Miradas de una vida", el documental de una hora de Eugenio Monesma.
TERCERAS JORNADAS DE CREACIÓN LITERARIA EN ARAGÓN
La Concejalía de Educación de Adultos organiza por tercer año
consecutivo las Terceras Jornadas de Creación Literaria en Aragón. Los años
anteriores nos han acompañado escritores aragoneses actuales
importantísimos, como José Luis Corral, Ramón Acín, Ángela Labordeta, Miguel
Mena o Magdalena Lasala. Este año pretendemos que, además de conocer a una
escritora actual tan prometedora como Cristina Grande, las jornadas
constituyan un homenaje a uno de los más importantes escritores aragoneses
de todos los tiempos: Ramón J. Sender. Para ello hemos organizado una serie
de actos que a continuación se detallan y a los que os invito a participar
en nombre del Ayuntamiento de Pina a la gente de todas las edades, aunque no
seáis alumnos del Centro de Adultos.
Además veréis que se incluyen en esta relación las actividades
que organiza la Concejalía de Cultura los días 23 y 24 de abril con motivo
del Día del libro, destacando especialmente la charla de Alberto Gamón el
lunes 24 en la Sala Multiusos donde nos enseñará su trabajo como ilustrador.
Marisa Fanlo Mermejo
Concejala de Educación de Adultos
SÁBADO 15 DE ABRIL
19-21H. APERTURA DE LA EXPOSICIÓN DE JOSÉ LUIS CANO "Sender y sus criaturas"
QUE PERMANECERÁ ABIERTA EN LA SALA MULTIUSOS DE PINA A LO LARGO DE TODAS LAS
JORNADAS.
Licenciado en Bellas Artes en la Universidad de Barcelona (1969).
Profesor de dibujo en excedencia de la Escuela de Artes de Zaragoza.
Pintor, diseñador gráfico, ilustrador gráfico y escaparatista ocasional,
chistero y cuentista.
Expone cada dos o tres años desde 1969. Perteneció al Grupo Azuda 40 y al
CPZ o Colectivo Plástico de Zaragoza.
Es autor de los murales del Museo Pablo Gargallo y del Torreón Fortea, en
Zaragoza.
Desde 1982 realiza una viñeta diaria en la prensa zaragozana. Actualmente
colabora en el Heraldo de Aragón.
Es autor de los libros ilustrados Gente de Letras, La tira de escritores y
la serie sobre aragoneses universales, Una infancia de cine: memorias de un
paranoico...
DOMINGO 16 DE ABRIL
19-21H. APERTURA DE LA EXPOSICIÓN DE JOSÉ LUIS CANO "Sender y sus criaturas"
MARTES 18 DE ABRIL
19,30H. INAUGURACIÓN DE LAS JORNADAS A CARGO DE LA CONCEJALA DE EDUCACIÓN DE
ADULTOS, MARISA FANLO MERMEJO
SEGUIDAMENTE ALBERTO GAMÓN PRESENTARÁ A JOSÉ LUIS CANO, AUTOR DE LA
EXPOSICIÓN “Sender y sus criaturas”, QUE NOS HABLARÁ DE SU OBRA.
A CONTINUACIÓN NOS TOMAREMOS UN VINO ARAGONÉS
MIÉRCOLES 19 DE ABRIL
19,30H. CONFERENCIA DE JOSÉ DOMINGO DUEÑAS, PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE
ZARAGOZA, COORDINADOR DEL CENTRO DE ESTUDIOS SENDERIANOS (DEPENDIENTE DEL
INSTITUTO DE ESTUDIOS ALTOARAGONESES DE LA DIPUTACIÓN DE HUESCA) Y UNO DE
LOS MÁS IMPORTANTES ESTUDIOSOS DE LA OBRA DE RAMÓN J. SENDER
Avalado por un firme prestigio de investigador eficaz y riguroso y
unánimemente reconocido por sus estudios sobre Ramón J. Sender, a quien ha
dedicado dos libros hasta la fecha -Ramón J. Sender, Literatura y Periodismo
en los años veinte. Antología (1992) y Ramón J. Sender, 1924-1939.
Periodismo y compromiso (1994)-, José Domingo Dueñas Lorente (Maluenda,
1959) nos entregó uno de los más importantes, documentados y amenos ensayos
sobre literatura aragonesa que se han publicado en los últimos años:
Costismo y anarquismo en las letras aragonesas. El grupo de Talión
(Samblancat, Alaiz, Acín, Bel, Maurín).
JUEVES 20 DE ABRIL
19,30H. PRESENTACIÓN DEL LIBRO "DIRECCIÓN NOCHE" DE CRISTINA GRANDE, CON LA
PRESENCIA DE LA ESCRITORA MONEGRINA.
Lanaja, Huesca, 1962. Estudió Filología Inglesa y Fotografía en Zaragoza,
donde reside. Colabora en el Heraldo de Aragón. Hasta la fecha ha publicado
La novia parapente (Xordica, 2002) y Dirección noche (Xordica, 2006). De sus
obras han dicho:
La novia parapente de Cristina Grande tuvo una aparición casi secreta pero
se convirtió en una gran sorpresa: “Hay un poco de estupor y seísmo. Por esa
frescura, por esa rapidez en llegar al cerebro con dos frases, por esos
arranques fulminantes, esa ausencia de paja, por esos remates inesperados,
elegantes. Dan más información estos cuentos sobre las mujeres, los hombres
y el mundo que todos los documentales y docudramas tragados en un mes”
(Mariano Gistaín, El Periódico de Aragón); “Un libro sobre la complejidad
del alma humana” (Ignacio Mtez. de Pisón); “Transmite el perfume de la vida
bien contada” (Ismael Grasa, Trébede).
“Yo siempre quería estar en otro lado sin tener que moverme”. Así de
contradictorios son los personajes que pueblan Dirección noche. Ya que, como
dice uno de ellos, “ciertas frases significan lo contrario de lo que dicen”.
Las parejas discuten, se juntan y se separan, y hay una sensación de mirar
la vida desde un voladizo inestable.
Todo con una ausencia total de dramatismo.
VIERNES 21 DE ABRIL
19,30H. PRESENTACIÓN DE LA GUÍA DE LECTURA ELABORADA POR L@S ALUMN@S DE
“CAFÉ CON LETRAS”, PROYECTO ORGANIZADO POR EL C.P.E.A. DE FUENTES DE EBRO Y
LAS AULAS DE EDUCACIÓN DE ADULTOS DE PINA, QUINTO, BELCHITE, VELILLA, GELSA,
FUENTES Y EL BURGO.
DESPUÉS SE PROYECTARÁ EL DOCUMENTAL DE EUGENIO MONESMA TITULADO “MIRADAS DE
UNA VIDA”, ELABORADO CON ENTREVISTAS A PERSONAS QUE CONOCIERON A RAMÓN J.
SENDER.
SÁBADO 22 DE ABRIL
19-21H. APERTURA DE LA EXPOSICIÓN DE JOSÉ LUIS CANO "Sender y sus criaturas"
DOMINGO 23 DE ABRIL, DÍA DEL LIBRO Y DÍA DE ARAGÓN
17H. “LA BIBLIOTECA EN LA PLAZA”. Exposición y venta de libros. Organizado
por la Concejalía de Cultura.
18H. “OTRAS CULTURAS A TRAVÉS DE LAS LECTURAS”, con la colaboración del
Servicio Social de Base.
19-21H. APERTURA DE LA EXPOSICIÓN DE JOSÉ LUIS CANO "Sender y sus criaturas"
LUNES 24 DE ABRIL
19H. ALBERTO GAMÓN HABLARÁ SOBRE SU TRABAJO COMO DIBUJANTE Y NOS LO MOSTRARÁ
CON DIAPOSITIVAS. Para todos los públicos. Organizado por la Concejalía de
Cultura.
A LAS 21H. SE CLAUSURARÁ LA EXPOSICIÓN DE JOSÉ LUIS CANO "Sender y sus
criaturas"
TODAS LAS ACTIVIDADES, EXCEPTO LAS DEL DOMINGO 23, SE REALIZARÁN EN LA SALA
MULTIUSOS DE PINA, EN LA CALLE RAMÓN Y CAJAL.
ORGANIZAN: Concejalías de Educación de Adultos y de Cultura del Ayuntamiento
de Pina y Servicio Social de Base.
COLABORA: Diputación de Huesca y Eugenio Monesma.
*Una de las pinturas de Ramón José Sender.
ÉXITO DE JAVIER SIERRA EN USA

[Un amigo común de Javier Sierra, el escritor turolense, y mío, me envía esta nota sobre la suerte de "La cena secreta" en Estados Unidos y, ya de paso, en España]
Estimado Antón,
Te envío las últimas novedades relacionadas con la marcha de "La cena secreta" en Estados Unidos y en España.
Este domingo 16 de abril, la lista de bestsellers de The New York Times situará "The Secret Supper" en el número 6 del ranking. La semana anterior, la primera que listó el libro, ocupaba ya la octava posición.
Pero hay más: la cadena de supermercados Wal-Mart, la más grande del mundo, ha decidido lanzar "The Secret Supper" como el "Libro del Mes", situándolo muy destacado en su página web y en sus cerca de 5.000 establecimientos en los Estados Unidos, además de en sus establecimientos asociados en 15 países, incluyendo los de Japón y Sudamérica. Puedes acceder a su enlace en internet haciendo click aquí: http://www.walmart.com/books
Si sigues los enlaces de la web de Wal-Mart verás muchos de los contenidos extra que han preparado para el libro.
En cuanto a España, "La cena secreta" ha sido seleccionada como libro del mes de abril por la cadena de establecimientos VIPS, que ha distribuido una serie limitada de 500 ejemplares firmados por el autor Y las últimas noticias son que "La cena secreta" acaba de entrar en su decimoséptima edición, con más de 250.000 ejemplares vendidos en nuestro país.
OTRAS POSICIONES DE "THE SECRET SUPPER" EN RANKINGS DE VENTAS AMERICANOS:
Nº 2 en Publishers Weekly (semana del 10 de abril). Enlace: http://www.publishersweekly.com/bestSellers.html?listdate=04%2F10%2F2006
Nº 3 en The Washington Post (semana del 9 de abril). Basada en los datos de Nielsen BookScan.
Nº 13 en USA Today (este lugar lo ocupa el libro en la Lista General, en la que se incluyen tanto libros de ficción como de no ficción, tapa dura, rústica y bolsillo)
Nº 14 en Los Angeles Times (semana del 9 de abril). Basada en sondeos en librerías del área de California.
HISTORIA FOTOGRÁFICA DE HUESCA

Hay algo que siempre me ha llamado la atención de Huesca: la gente se quiere, la gente quiere a la ciudad y entiende que es su escenario, su paraíso, el teatro de la memoria, de ahora y del porvenir. Esa pasión puede tener algo de chovinismo o de fatuidad, como tantas veces se ha dicho. Lo cual tampoco es una crítica: para sentirse integrado en el mundo, uno empieza por reconocer lo inmediato, calles, fiestas, vecinos. Se afirma en el planeta desde lo minúsculo, desde las historias menudas.
Huesca ha sido, entre otras cosas, tierra de fotógrafos. La muestra de la Diputación, “Signos de la imagen en Huesca” es un magnífico ejemplo: ahí están el precursor Félix Preciado, Rodolfo Albasini, Adolfo de Motta, Félix Oltra, Ricardo Compairé, Manuel Gallifa, Santos Álvarez, Nicolás Viñuales o Andrés Burrel, ellos y otros más (como Aurelio Grasa, Juan Mora, Soler i Santaló o Briet) realizaron un auténtico brindis al mundo por Huesca y desde Huesca. Mostraron quiénes eran los oscenses, cómo vivían, sus rituales, sus paisajes, el modo de entender la convivencia, el trabajo y el ocio. Esta parte de un proyecto feliz, que exige tiempo y voluntad de viajar en el tiempo a través de los pequeños formatos y el arte postal, es como una presentación, un carné de identidad de la provincia.
Tuve el pasado martes unos anfitriones incomparables: Pepe Escriche y María González. Ambos recordaban detalles, narraban historias, revelaban secretos al forastero: la violenta muerte de Felipe Coscolla, apaleado por una maza; el brutal asesinato de Marieta Pérez con una plancha en su propia imprenta. En el palacio de Villahermosa de Ibercaja están las fotografías estereoscópicas de Feliciano Llanas Aguilaniedo, hermano del autor de “La mala vida en Madrid” (escrita con Bernaldo de Quirós). Son fotos en tres dimensiones. Rezuman verismo: parecen esculturas o fragmentos detenidos y tangibles de la vida misma. Si se supera un poco la fuerza y la grandiosidad de las tomas, tan efectistas, y se mira en los visores, la sorpresa es mayúscula: es como un gran friso social del campo, de la ciudad, de sus espacios esenciales o marginales. Llanas poseía intuición, visión fotográfica, curiosidad, amor a los suyos.
José Oltra –me recordaron que era un conservador nato que espiaba a sus vecinos oculto, con su cámara, entre visillos- es quizá el poeta de la luz, el maestro de las atmósferas. En su antológica del Museo de Huesca reúne una doble mirada: su condición de observador de la vida ajena, y aquí incluimos sus excelentes tomas del mundo de la nieve y las montañas, y de narrador visual de su universo familiar. Es, tal vez, la colección más íntima: elegante, sutil, de un lirismo constante.
E Ildefonso San Agustín, en el Archivo, es como el cronista de los grandes momentos: siguió la construcción del Olimpia y del Pantano de la Peña, captó las ruinas de Montearagón y retrató a muchos oscenses con un admirable sentido del daguerrotipo. Mis fotos favoritas son los del escultor Coscolla y los de una mujer joven sentada en el claustro de San Pedro el Viejo con los dedos en el regazo: rostro claro y encendido, sin máscara, ante el negro fondo de las sombras del claustro; también es sugerente uno de los retratos de Marieta Pérez, una moderna de derecha, que permiten que le cojan su generoso culo de incipiente Jennifer López de preguerra. Y no pasa inadvertido el rostro grave, casi inquietante, de un danzante: antes de vestirse y ya con el traje. Tiene algo de rostro trágico de torero que presume que va a morir en los ruedos.
Hay más cosas que ver: fotos de la Guerra Civil en el Matadero, panorámicas en Fraga, cine. Todo un mundo: un homenaje serio y emocionante de la ciudad a sí misma y a los suyos. Un esfuerzo increíble y hermoso que descubre a nuevos teóricos y estudiosos de la fotografía que conviven con otros más veteranos (la nómina incluye a Ángel Fuentes, Chus Tudelilla, Covadonga Martínez, Maite Abaurre, Valle Piedrahita, Ramón Lasaosa, Virginia Espa, Ángel Garcés…), a grandes profesionales, y descubre, sobre todo, una provincia sin complejos, segura, que tuvo en Ramón Acín a una auténtica referencia, a un ciudadano apasionado y solidario. Eso no lo digo yo: se percibe en las fotos. Como se percibe la personalidad de Vicente Cajal, de José María Aventín o de Manuel del Arco, al cual le hizo un retrato el escultor. Creemos que se trata del periodista zaragozano y no del estudioso andaluz que se estableció en Huesca para siempre.
*Una estampa de Huesca de Feliciano Llanas Aguilaniedo.
CONCHITA SE DESPIDE DEL TENIS

Creo que fue en 1989, en el torneo de Tampa, cuando empezó a desmelarse de veras Conchita Martínez. En aquel momento venció a una de las grandes tenistas del momento: Gabriela Sabatini, tal vez una de las más hermosas tenistas de la historia –y gran jugadora: venció en el Open USA en 1990, fue medalla de plata en Seúl-88 y ganó 27 torneos-. A los pocos días, Gabi llegó a España y le preguntaron por Conchita: al principio elogió su juego, su excelente drive, su revés cortado, pero ante la insistencia optó por decir que era un partido más. Sólo un partido. Pero Conchita ya estaba lanzada: había debutado un año antes en el circuito, con 17 años, y hasta ayer mismo ha escrito páginas maravillosas en la historia del tenis. Venció en tres inolvidables sets en Wimbledon a Martina Navratilova: se enfrentaba el gran juego de fondo, el mejor drive del circuito, superior incluso a Steffi Graf, con la jugadora que había vencido nueve veces en la catedral del tenis con un demoledor juego de saque y volea. Y allí se coronó en un partido precioso, intenso, en el que no enflaqueció en ningún instante. Medio en serio, medio en broma, Conchita diría luego: “Más que ganarle a Martina, me intranquilizaba la reverencia”.
Ese título lo acompañó de otros muchos: 33 en total, y destacamos sus logros en la Copa Federación, algo así como la Copa Davis de mujeres, donde venció cinco veces con su compañera Arantxa Sánchez Vicario, cinco títulos, que se dice pronto, y tres medallas en las Olimpiadas: dos de plata, Barcelona-1992, con Arantxa, y Atenas-2004, con Vivi Ruano, y una de bronce, Atlanta-1996 con Arantxa. Por cierto, también fue campeona de España en cinco ocasiones. Logró otros dos hitos, que no logró culminar: jugó una final del Open de Australia en 1998 ante Martina Fingis, y otra de Roland Garros en 2000, frente a Mary Pierce. Perdió ambas, pero para entonces ya sabía lo que era ser la número dos del universo. Debemos recordar algo más: llegó varias veces a las semifinales de los cuatro grandes torneos del mundo.
Conchita Martínez fue una jugadora sobrada de talento. Y aquí talento significa colocación, ritmo, variada gama de golpes, una facilidad innata. Poseía potencia, seguridad, precisión. Quizá le haya faltado un poco de mentalidad (y concentración sostenida) para tener un palmarés más colmado y para pasar a la historia como una de las mejores tenistas; quizá le haya faltado arrebato, constancia, ambición permanente, fe en sí misma, pero eso resulta muy fácil decirlo ahora –cuando vemos lo episódico: sus mohínes de apatía o de desconcierto en las canchas, la inclinación de dejarse ganar por puro “spleen”-, pero jugar lo que ha jugado, ganar lo que ha ganado, mantenerse ahí arriba, más de una década entre las diez primeras como mínimo, es casi un milagro. Y una gesta.
Ahora anuncia que se despide. Ni por vieja ni por cansancio. Sencillamente se va por una lesión. Alguna vez jugará partidos de dobles. Eso ha dicho.
Ayer anunció en Valencia que se iba. Se va, claro, una jugadora increíble, que se enfrentó a las más grandes –desde Hanna Mandlikova a Martina Navratilova, desde Steffi o Monica Seles a Hingis, y las que llegan: Sharapova, Justine Henin, las Williams- y que jamás desentonó. A lo largo del tiempo, en cualquier clasificación, aparecía esta mujer, esta mujer que tumbó a Gabriela Sabatini en Tampa y que nos advirtió de algo que no supimos: ahí viene el talento.
*Foto de Conchita: dominio del bote, seguridad y golpeo.
UNA FOTO DE STEFFI GRAF

Buscaba una foto de Conchita Martínez para ilustrar su despedida.Y hallé ésta de Steffi Graf (1959), una de las grandes jugadoras de los 80 y los 90 y de todos los tiempos. Ganó 22 Gran Slams y más de 100 torneos, así como una medalla de oro olímpica. Me parece una foto muy primaveral o veraniega, y además el Zaragoza contra pronóstico ha perdido. Steffi le ha dedicado palabras muy cariñosas a la montisonense.
MIGUEL LABORDETA EN CINCO VOCES

1. Se publica el libro disco “Cuando tú me leas” con música de Josean Souto y arreglos de Gabriel Sopeña.
2. Cantan Josean Souto, Pablo Guerrero, María Pérez Collados, Elena Rubio y el propio músico aragonés
Josean Souto había puesto música a 45 poemas de Miguel Labordeta. Y un día se los remitió a Plácido Serrano, director de la colección LCD-Prames, que se puso manos a la obra. Plácido Serrano recordó que hace ahora medio siglo Paco Ibáñez musicalizó a Luis de Góngora y que se estrenaba en el Teatro Argensola la pieza dramática “Oficina de horizonte”, del poeta aragonés, con decorados de Agustín Ibarrola, una obra que es toda una síntesis de su pensamiento, de sus imágenes, de su inspiración. Serrano decidió hacer un libro disco, que se titula “Miguel Labordeta. Cuando tú me leas”, y para ello llamó al compositor Gabriel Sopeña, que explica así su cometido: “Saqué como primeras conclusiones que nuestro hombre, Souto, exhibía una dicción canora que –por su inefable frescura minimalista, sobre todo- me resultaba en general emocionante: tanto como seriamente intimidatorio para iniciar cualquier clase de empresa musical”.
Sopeña ya se había probado a sí mismo con poemas suyos y ajenos, y en obras corales como “Orillas” o “Una ciudad para la paz”. Y se puso manos a la obra: eligió trece poemas de los arreglados por Josean Souto y llamó a las cantantes aragonesas Elena Rubio y María Pérez Collados, de espléndidas voces; contó con el propio Souto para dos temas y algunos coros, y con Pablo Guerrero, para unos sobrios y poderosos recitados. El propio Sopeña también interpreta varias piezas como “Siempre solo” o “Mientras alguien sueña en el mundo”. María Pérez intenta salvar “Retrospectivo existente” y lo logra; Elena Rubio exhibe su excelente timbre en “Mientras quería coger la luna con las manos” o “Canción de otoño”. El resultado final es un disco de inspiración pop, arriesgado y rítmico, con muchos elementos de los 80, combinación simultánea de canción y recitado, y una cierta inclinación al uso de coros o mezcla de voces.
Sopeña agrega: “Extender la poesía del gran Miguel Labordeta al sol del alma de este tiempo mediante este puñado de canciones es una apuesta, si bien modesta; y, aunque estoy persuadido de que quizá un golpe de dados no puede abolir el azar, estoy seguro de que, al menos, es un impulso contra la inercia”. El LCD, que se presentaba anoche en el Centro de Historia de Zaragoza, ha sido diseñado por el joven dibujante Jesús Cisneros, incorpora varias pinturas de José Luis Lasala y un montón de motivos abstractos de Santiago Lagunas, amigo de Miguel. El libro disco incorpora una biografía ilustrada de Miguel Labordeta, tomada de Clemente Alonso Crespo y de un número especial de la revista “Rolde”, así como cartas, manuscritos, dedicatorias, y por supuesto los trece poemas del disco, así como la composición “El poeta” que José Antonio Labordeta dedicó a su hermano.
*Caricatura de Miguel Labordeta de José Luis Cano.
OTRA FOTO

RETRATO DE JOSÉ LUIS BORAU*

*Javier Espada, director del Centro Buñuel de Calanda, me llamó el otro día para hablar de distintos proyectos. Hablamos de José Luis Borau, y aquí le dedicamos un sencillo retrato. No ponemos un retrato suyo, sino de su idolatrada Deana Durbin.
DÍAS DE VERANO EN MÁLAGA CON FÉLIX BAYÓN

No llegué a conocerlo lo suficiente para hacer un retrato íntimo de Félix Bayón, que falleció el pasado domingo de infarto. Bayón, nacido en Cádiz en 1952, residía en Málaga y fue allí, hace cinco o seis veranos, cuando lo conocí con su reducida peña de tertulianos: Pablo García Baena, Antonio Soler, Rafael Pérez-Estrada, Juvenal Soto y, entre otros, el narrador aragonés y psicólogo Santiago Gascón, que por aquellos días ultimaba su magnífico libro de relatos “Manila” (Xordica).
En realidad, ya conocía a Félix Bayón sin conocerlo desde mucho antes. Fascinado por el periódico “El País” de los años 80, era un seguidor de sus artículos de la Rusia de Gorbachov; editó en 1985 “La vieja Rusia de Gorbachov”. Y cuando publicó su novela “Adosados” (finalista del Premio Nadal), le dediqué un artículo afectuoso. De repente, un día recibí una carta de agradecimiento desde Málaga y me agradecía que me acordase de sus textos en el diario. Se lo recordé en aquel único encuentro y le hizo gracia conocer a uno de los primeros reseñistas de su novela, que había llevado al cine Mario Camus con Antonio Valero de protagonista. Aquel fue un encuentro muy bonito: Rafael Pérez-Estrada era un poeta que pintaba con palabras e inventaba cuentos con cualquier cosa, era un mago de la imaginación y de las imágenes; Juvenal Soto contaba historias sin parar con un delicioso y sarcástico sentido del humor; Pablo García Baena era como el maestro, el hombre de “Cántico”, el patriarca afectuoso y sensual. Y él, Félix Bayón, parecía el más mundano, el que sabía todos los entresijos del mundo. Me gustó de él algo propio de los buenos periodistas: sabía escuchar, atrapaba las historias al vuelo, pero en realidad no le hacía falta: había vivido tanto y tan intensamente que tenía demediado el corazón. Luego publicó otros textos, como “De un mal golpe” (Algaida) o “Un hombre de provecho” (Destino).
Lo oía en las tertulias de Carlos Llamas en las noches de la SER, ponderado a veces, radical cuando era necesario, sabio casi siempre. Sabio e irónico; a veces me hacía recordar a Miguel Ángel Aguilar: de esa estirpe de periodistas que parecen estar de vuelta de todo con su escepticismo, su desconfianza de la política y su inclinación a todos los placeres. Cuando leí que se había muerto de un infarto me quedé estupefacto. Conservo una foto suya, bajo un árbol, bajo los pájaros de la imaginación que había pintado en el aire Pérez-Estrada, gravemente enfermo también ya por entonces.
Miguel Mena e Ignacio Martínez de Pisón estuvieron hace poco con él y ya sabían de su enfermedad, de su dura pugna por existir, de su vulnerabilidad anunciada. Se ha muerto demasiado joven, pero ha dejado amigos por doquier, amigos, buenos libros y magníficas crónicas, incluso textos acerca del secreto de cómo se escribe una columna. En octubre de 2004 contestó esto: “Generalmente, hacia el mediodía, después de haber leído los periódicos. Las mejores son las que menos tardo en escribir. Suelo escribir en mi despacho, en casa, pero lo he hecho en cualquier lugar. Eso sí, para corregirlas necesito completo silencio. Antes de enviarlas, las revisa mi mujer. Me quedo más tranquilo. La informática y la falta de correctores en los periódicos ya no permiten echarle la culpa de las burradas a los duendes de la imprenta”.
Ésta no es una columna de las suyas. Pero es una columna para él.
UN POEMA DE PABLO GARCÍA BAENA

Por el bosque de libros las mujeres amadas,
Ofelia o Amaranta, Jezabel o Eloísa,
Como la corza blanca fugitivas y aladas
Dejan entre las ramas la araña de su risa.
Fueron brujas o reinas. Meraron los metales
Sudores de los sapos al sépalo de rosas.
Adúlteras tendieron las sábanas carnales
Al reptar de la sierpe o la garra de diosas.
Margarita, Bilitis, Bovary, Karenina,
Pompadour en el raso de carrozas y lises;
En el mármol pentélico o en la nieve duina
Vuestro nombre es reclamo para las vidas grises.
Cálidas como el austro o el bóreas frías,
Reposas tras el vidrio de oscura biblioteca.
Huyen todas las noches –Dios nos libre- y orgías
Del ritmo las poseen en vulgar discoteca.
*Hablé ayer de un verano en Málaga y del poeta Pablo García Baena (Córdoba, 1923) que fue, junto a Ricardo Molina y Juan Bernier, fundador de la revista “Cántico”. Actualmente dirige el Centro Andaluz de las Letras, fue Premio Príncipe de Asturias en 1984. Acaba de publicar en Pre-Textos un estupendo libro, “Los campos Elíseos”, que aúna clasicismo, dominio del metro, hondura, gran capacidad verbal y constante homenajes a la pintura y a algunos mitos, como este “Divertimento”, más irónico que misógino, que lleva este encabezamiento: “Conozco tu corazón, virgen impura” de Manuel Machado. Por cierto, tiene un poema de homenaje a Bécquer titulado “Estafeta a Veruela”. La foto es del calendario Pirelli de 2006 y corresponde a la modelo Guinevere Van Seenus. Siempre me han gustado mucho este tipo de fotos: mujeres al borde del mar, mujeres saliendo de la piscina, Evas del mundo.
UN HOMBRE DE MAR

Estuve ayer en la librería Los Portadores de Sueños grabando una promoción del programa cultural “Borradores” –que toma el nombre del primer poemario de Ildefonso-Manuel Gil; la realizadora de la emisión será Teresa Lázaro-, y recibí un bonito regalo: “Un hombre de mar”, un cuento de Rodolfo Castro, que no es pariente mío que yo sepa, ilustrado por Manuel Monroy, que ya tiene otros textos de literatura infantil y juvenil. El libro ha sido editado por Fondo de Cultura Económica en una colección dirigida por Miriam Martínez Garza. La edición, recién llegada a España, está fechada en noviembre de 2004.
Es un cuento delicioso que transcribo aquí:
UN HOMBRE DE MAR
[Liborio tiene agua de mar en las venas.
Agua de los siete mares legendarios.
Con pececitos y todo, con profundidades, naufragios, mares y oleajes.
Cuando se despierta por la mañana le cuesta levantarse porque su panzota es como una ballena blanca y asesina que lo aplasta hasta las profundidades de su litera.
Durante el día, lleva su camisa entreabierta para que todos vean sus sueños tatuados en la piel: un loro parlanchín, su propio mapa de las estrellas, una doncella raptada sobre su corazón, una isla secreta visitada por piratas que entierran sus tesoros donde nunca más los encuentran.
Su ánimo sube y baja como las mareas y eso lo mete en problemas.
A veces sus fantasías son cavernas submarinas donde se esconden los monstruos más temidos, con sus fríos tentáculos y su crueldad.
Liborio lucha contra ellos.
Si se enfurece es capaz de desatar tempestades a babor y estribor; sus hombros semejan olas colosales y es mejor no navegar cerca de sus brazos rudos como arrecifes de coral.
Otras veces, cuando está en calma y los vientos son favorables, el agua apenas le llega hasta las rodillas; entonces chapotea de alegría, hace fantásticas figuras con la arena húmeda de sus pensamientos y deja que viajen como constelaciones que derivan en el espacio, livianos como brisa marina, numerosos como anémonas de colores suaves, dulces.
Por las noches se duerme haciendo el muertito sobre las olas gigantes de sus sentimientos.
Olas que lo mismo adormecen sirenas o acarician la costa como excavan rocas y despiertan seres abismales.
Él dice que no quiere ser bueno, ni malo, que es mejor ser como el mar… inesperado.
Liborio es un hombre de mar.]
EL AUTOR
Indago acerca de Rodolfo Castro y encuentro que es un argentino de Buenos Aires que reside en México y que se dedica a la educación infantil. Ha publicado varios libros en España, y tomo esta ficha de Paidós: “Rodolfo Castro nació en Buenos Aires y desde hace algunos años vive en México, donde un día descubrió sin proponérselo que podía reunir todos sus oficios, anhelos y fracasos en un solo sitio, y se volvió cuentero. No ha sobresalido como estudiante y tampoco ha alcanzado éxito en otros ámbitos; espera que esto siga siendo así. Entre sus títulos más destacados se encuentran los de grafitero, migrante, silbador, tarareador profesional y melancólico empedernido. Por inconforme y noctámbulo nunca duró en ningún trabajo. Ha tenido que ganarse la vida como albañil, cartero, actor, vendedor ambulante, pintor de paredes, lector y maestro de escuela, entre otros oficios. Hoy vive de contar cuentos y escribir. Es autor del libro “La intuición de leer, la intención de narrar”, publicado por Paidós en 2002”. El texto tiene todo el aspecto de ser autobiográfico.
EL ILUSTRADOR
Manuel Monroy, que colabora con la revista “Letras libres”, posee una estupenda página web, http://www.portafoliosonline.com/manuelmonroy/mmo.htm, de donde tomo este currículo:
“Manuel Monroy nació en 1970 en la ciudad de México, lugar donde actualmente vive. Estudió diseño gráfico con especialidad en ilustración en la Universidad Autónoma Metropolitana. Desde 1993 trabajada como freelance en proyectos de diseño gráfico e ilustración editorial para diferentes revistas, instituciones y editoriales. También, imparte talleres en diferentes universidades en México. Como ilustrador infantil, ha hecho cuatro juegos de mesa, una portada de cd y nueve libros.
Recibió el premio Quórum por los carteles de las películas Dos crímenes y El jardín del Edén (1995); el premio internacional A la orilla del viento, convocado por el Fondo de Cultura Económica, por el libro Rabieta Trebejos, escrito e ilustrado por mí (1999); y el Noma Encouragement Prize en Japón, (2001).
Ha participado en exposiciones en México, Cuba, República Checa, Holanda, Italia y Japón”.
UNA DE MIS FOTOS FAVORITAS: HORST P. HORST

Una de mis fotos preferidas, nunca he sabido muy bien por qué, es ésta de Horst P. Horst (1906-1999). Se titula "Corsé Mainbocher" y aparece reproducida en el espléndido libro de Electa, "Iconos de la Fotografía. El siglo XX", y allí se incluye este testimonio del propio Horst, uno de los fotógrafos de moda más importante de todos los tiempos:
"Fue la última fotografía que saqué en París antes de que estallara la guerra. Salí del estudio a las cuatro de la madrugada, volví a casa, recogí a casa y a las siete subí al tren que iba a El Havre, donde embarcamos en el ’Normandie’.Todos creíamos que la guerra era inminente. Demasiadas armas, demasiadas palabras. Y sabíamos que, pasara lo que pasara, nada volvería a ser igual. En París había encontrado una familia, un modo de vida. La ropa, los libros, el apartamento..., todo quedó atrás. Yo mismo había abandonado Alemania... y ahora volvía a experimentar la misma sensación de pérdida. Esta fotografía poseía algo único: para mí representa la quintaesencia de aquel momento". Sin embargo, no es famoso, no es un icono del siglo XX por eso, sino porque es una obra que "está a la altura de otras imágenes tomadas de espaldas, como las de Ingres, Degas y Man Ray". Añado yo que también es una foto enigmática, bella, hermosamente compuesta, el principio o el fin de algo. Horst aplicó lo que le había dicho alguien: las mejores fotos de moda se obtenían cuando las modelos estaban exhaustas.
UN POEMA DE ANA MERINO

No tengo la suerte de conocer a Ana Merino (Madrid, 1971), experta en cómics y excelente poeta, pero siempre me han hablado muy bien de ella algunos de sus amigos, incluso no hace mucho su propio padre José María Merino –un gallego de A Coruña, educado en León y ahora residente en Madrid- en Mérida. Ana acaba de publicar un nuevo poemario: “Compañera de celda” (Visor, 2006; 68 páginas), del cual copio este poema:
PEQUEÑA CONFESIÓN¿Si yo soy tu sueño
¿Si yo soy tu sueñopor qué me siento sola
cuando me sueñas?
Llego arrastrándome
A tu boca cuando duermes
Y no sé cómo empezar
A contarte una historia
Que se parezca a ti
Para que nunca sepas
Que yo vivo contigo.
Los sueños somos
Como las palabras,
Pertenecemos a un solo cuerpo
Pero queremos ser
Otra persona.
*Este retrato tan ambiguo y cuidado es de Ralph Gibson, un fotógrafo excepcional que expuso en Spectrum Sotos y al que le interesan mucho los acusados contrastes, las fuentes de luz, la sombra que entenebrece y fija el misterio...
SOBRE VERUELA Y BÉCQUER

Ya con la primavera temprana el aire orea
-olor y alas en la alta torre-
el paladiano bronce de la fe y crece
para el nuevo toro de abril la hierba nueva,
allá en el campo de Tablada.
“La memoria del aire está en el aire”,
escribiera tu amigo Montesinos.
Aire del río suena en los tarayes,
En rezo por los olmos,
En el decoro púdico de higueras
Velando llagas de corales dulces
En los higos por huertas de abandono:
Del Cangilón, Zapote, del Rosario.
Caminos del olvido
Para el paseo del carro de la muerte,
La mano lesa fuera, en el adiós
A la guitarra en llano que toca el infortunio,
Allá en la venta de los Gatos.
De Pablo García Baena. “Los campos Elíseos”.
Esta foto de Veruela se titula "Piedra filosofal", pertenece a la poetisa, fotógrafa y artista Ángela Ibáñez.
VICENTE PASCUAL RODRIGO, POR JAVIER DELGADO

Javier Delgado escribe un precioso artículo sobre Vicente Pascual Rodrigo. Es un testimonio de amistad, de cariño, de complicidad, de pasión por la creación, de memoria. Ayer, por cierto, recibí un precioso proyecto literario y gráfico, de 230 páginas, en el que trabaja ahora Vicente Pascual Rodrigo desde Tarazona. Nos vemos con frecuencia en el Babel, en La Factoría, en casa de su mujer Ana Marquina, e incluso hablamos de hacer un libro, muy a su manera, sobre laarquitectura, las historias y los secretos de Zaragoza. Una Zaragoza contemplativa y poética, atrapada en sus gestos y en su pintura sin contemplaciones. Vicente pugna con una vitalidad increíble, con una fuerza casi sobrehumana y su constante inclinación mística, sufí, con una incómoda enfermedad. Pero él parece creer firmemente en "quien resiste, gana". Quien resiste en la creación y en la vida gana.
Su página web es http://www.geocities.com/vicentepascual2001/spanishpaintings.html
VICENTE PASCUAL, POR JAVIER DELGADO ECHEVERRÍA
[Ayer tuve el honor de recibir en casa la visita de mmi muy amigo el sabio pintor Vicente Pascual Rodrigo. Nos maileamos, nos hablamos, pero de tanto en tanto hay que verse de verdad, sentirse físicamente cerca, escucharse con presencia, observarse. Conozco a Vicente desde que él tenía catorce o quice años y yo diez y ocho. Yo entonces era un agitado agitador del PCE en el medio cultural zaragozano y él era un pintor con los ojos muy abiertos y la sonrisa muy inteligente. Nunca traté de hacerle comunista porque Vicente ya era un ser imprescindible tal como era y no hacía ninguna falta meterle en ningún lío que no fueran sus propios líos de buscador, preguntador y escuchador. Recuerdo de aquellos primeros años que devoró todos mis libros de teoría estética marxista y pese a todo no pereció ni varió su ruta: los aprovechó como aprovechaba (y sigue aprovechando) todo material intelectual y artístico que se le ponía a tiro para desarrollar una personalidad propia que a mí me cautivaba (y me cautiva). Recuerdo la dulce expresión que acompañaba sus afirmaciones o negaciones más contundentes y a menudo irreprochables, recuerdo la aparente debilidad de aquel hombre cuyas decisiones eran determinantes: cuando marchó a Baleares, cuando marchó a Nueva York, cuando se vino a vivir y trabajar a Tarazona, que es donde lo tenemos ahora para nuestra suerte.
Ayer, mientras hablábamos y reíamos, observaba otra vez su mirada penetrante y su dulce sonrisa. Han pasado los años, ha vivido y ha vivido interiormente mucho, ha crecido intentando descrecer su yo para dejar paso a la vida verdadera. Su sabia poesía ha estado siempre en sus cuadros, pero ahora está escribiendo con palabras una expresión destilada y desnuda de sus más íntimas preocupaciones. Está fabricando un libro, un muy hermoso libro de pequeños grandes cuadros y breves profundos textos. Se ha puesto en ello mientras diversas enfermedades se han cebado en su cuerpo, que las acoje a todas con humor y valor. Sufre pero ama. Se agota pero vislumbra nuevas vidas. Y no para: es un trabajador nato y así seguirá, espero que por muchos años.
A mí Vicente Pascual me admira. Ya me admiró de joven, pero ahora la admiración que siento hacia él, hacia su forma de vida y hacia la obra pictórica que le expresa y le oculta (porque no exhibe, muestra). Tomábamos el té sentados en la alfombra y éramos dos hermanos del desierto abiertos a la revelación del otro, ésa que sólo se produce cuando hay serenidad e inquietud, humor y seriedad, palabras y silencios, los mínimos gestos necesarios.
La tarde iba pasando, o éramos nosotros quienes íbamos pasando por la tarde, absorbiendo su jugo de amistad. Cuando se tuvo que ir nos despedimos como siempre, como si nos saludáramos de nuevo. Porque después de una conversación como la que ofrece Vicente has conocido a otra persona en su persona y en tu persona, y esas dos personas necesitan saludarse. Quienes se despiden son las persoas que se saludaron al comenzar la tarde. Nosotros, los nosotros de ahora, ya no.
Luego, en la soledad de su partida, su presencia no quería abandonarme y yo deseaba mantenerla junto a mí. Al final, las leyes de la física y la química y todas esas leyes gracias a las que sobrevivimos, acabaron por separarnos del todo. Hasta la próxima.
He puesto un enlace a su web. Paséense por ella, disfruten de su obra, de su presencia].
*Esta pieza pertenece a la serie sobre la Torre ebúrnea que realizó en 2004.
CATALINA SANDINO, HEROÍNA PARA JUAN COBOS WILKINS

Hace no demasiados meses, Juan Cobos Wilkins me contaba en Calaceite que estaban a punto de iniciar el rodaje de su novela “El corazón de la tierra”, centrado en la minería en Huelva. Cobos Wilkins, narrador y poeta, director de la Fundación Juan Ramón Jiménez durante años, decía que la película contaría con un reparto internacional. La actriz colombiana Catalina Sandino, que fue candidata el Oscar el pasado añopor “María eres llena de gracia”, y Jorge Perugorría son sus principales intérpretes arropados por muchos actores extranjeros. “El corazón de la tierra” la dirigirá Antonio Cuadri. La novela, publicada por Plaza & Janés, es realmente bonita y sugerente.
Aquí está el bello rostro de la actriz colombiana Catalina Sandino.
LAS MEMORIAS DE PACO URIZ

“La memoria tiene voluntad propia, se acuerda de lo que quiere. Su selectividad es incontrolable y dispone a su antojo sus agujeros negros. Para redactar ‘Pasó lo que recuerdas’, he utilizado poca documentación, pero hubo un momento en que noté errores en otros libros de memorias y de recuerdos, Umbral, por ejemplo, decía que le habían dado el Nobel a Aleixandre porque era una manera de castigar al régimen de Franco, y el dictador ya llevaba dos años bajo tierra. Decidí que eso no iba a pasarme a mí. Hice una cronología de mi vida, aunque luego eso no aparece. Y recurrí a los seis o siete diarios que escribí para mi esposa Marina Torres durante mis viajes; había notas que ya no sabía bien a que se referían, pero estaban allí y me han hecho reír. Este es un libro que habla de política y de literatura”.
Francisco J. Uriz (Zaragoza, 1932) tiene una existencia rica en aventura, amistad y acontecimientos: licenciado en Derecho, militante del Partido Comunista, amigo personal y compañero de Olor Palme, “embajador” discreto de la poesía iberoamericana en Suecia, y traductor de más de 8.000 páginas de lírica nórdica, alrededor de 200 escritores (entre ellos, su adorado Günnar Ekeloff, el citado Lundkvist, Peter Weiss o Ingmar Bergman). En el Centro Pignatelli presentó sus memorias: “Pasó lo que se recuerda”, en compañía de muchos amigos como Jesús María Alemany, Eloy Fernández Clemente (director de la colección Biblioteca Aragonesa de Cultura, donde aparece el volumen), José Antonio Labordeta o Máximo Cajal, entre otros.
“El azar ha marcado mi vida. Es una de las pocas cosas que tengo claras. Por ejemplo, en la Universidad de Zaragoza había dos becas para alrededor de 700 u 800 alumnos, y a mí me dieron una sencillamente porque tenía pasaporte, algo que le debía al Ejército español que me había declarado ‘inútil total’. Y eso me permitió salir a Europa. En un campo de trabajo, descubrí a un grupo de italianos, me uní a ellos, y había una finlandesa a la que seguía a Finlandia. Y así conocí a John Donner, con el que establecí relación de inmediato. Él me dio las primeras ediciones que tuve de Neruda y me ayudó a conocer a Brecht”. Ese encadenamiento de causas y azares, que es la vida, conduce a su amigo Luis Lacasta, que le dijo: “Vente a Suecia”. Lacasta estaba haciendo un trabajo sobre Ingmar Bergman y se unió a él. Y más tarde, contactó con Artur Lundqvist, escritor y secretario de la Academia Sueca, con el “cual trabajé en una antología de la poesía latinoamericana: Huidobro, Borges, Vallejo… Y también hice una muy amplia sobre Pablo Neruda, al que conocí. Asistí a un recital suyo donde recitó el actor Max von Sydow.Cobró treinta euros (o el equivalente de entonces), ya era conocido en medio mundo, pero nos dio las gracias por el hecho de que nos hubiéramos acordado de él, de un actor”.
En su estancia en Suecia, que se prolongó alrededor de 40 años, Uriz conoció a la profesora y traductora María Torres. Y más tarde a García Márquez, Aleixandre, Neruda. “Neruda me mandó una carta muy curiosa y breve. Me decía: ‘Qué grande es la poesía de Artur. Sus traducciones, Uriz, son impresionantes, De todos los escritores, uno de los que más me impresionó por su humanidad fue Julio Cortázar. Siempre estaba pendiente de ti, casi sin que te dieses cuenta. Recuerdo su delicadez en Nicaragua, en caso de Sergio Ramírez, durante un cumpleaños de Gabo: siempre estaba ahí como un ángel protector. En uno de mis diarios tengo anotada una frase que me dijo Cortázar: ‘Oye, Paco, qué fantasía tienes’. Y no deja de resultarme chocante porque no recuerdo a qué se refería y él para mí era el dios de la imaginación y la fantasía”. El libro está lleno de anécdotas jugosas, de viajes, de otros personajes, entre los que destacan el primer ministro sueco Olof Palme, que duró 20 días, con quien viajó a Latinoamérica en 1984, y Fidel Castro, al que hubo de traducir para los suecos.
“En política me ha movido, sobre todo, la solidaridad, el ansia de una sociedad más justa y el afán de hacer algo en la lucha contra la dictadura de Franco y el apoyo solidario a las víctimas de otras; en literatura, la vocación de puente literario entre mis países, el de origen y el de acogida, me llevó a la traducción”, concluye el autor de “El rectángulo de hierba” y “Mi palacio de invierno”.
Estuve en la nueva casa de la avenida de Valencia de Uriz. Su cuarto de trabajo está lleno de estanterías hasta arriba, de cuadros y de las traducciones que ha hecho.Sabedor de mi pasión por las fotografías, me enseña algunas: dos espléndidas, de 1982, creo, que tiene con García Márquez; otra con Artur Lundqvist, nacida de un encontronazo con un periodista un poco mandón: el reportero indicaba "póngase así o asá", y Lundkvist acabó enfadándose hasta que Uriz empezó a contarle cosas, chistes, bromas, y al final el poeta y traductor se rió a mandíbula. Ésa es la foto. Como había varios libros de Günnar Ekeloff encima de la mesa, le pregunté por él. "Es mi poeta predilecto. Tiendes a admirar aquello que no harías nunca.Ekeloff es un poeta de la soledad y los sueños. De los sentimientos, de la soledad, es un 'outsider' de la sociedad. Era muy bebedor, pero tenía un maravilloso contacto con la vida".
*Una foto de Artur Lundqvist y Maria Wine en 1947, entre amigos. Lundqvist sería un gran amigo de Paco Uriz.
GUNNAR EKELÖF, POR URIZ

El Diablo es dios
y Dios es diablo
y a mí me enseñaron
a adorar a ambos
a uno de una manera
al otro de otra
pero ambas maneras eran idénticas
porque las dos eran igual de autoritarias
Hasta el día en que conocí
el Amor, brecha
entre dos contendientes
el Amor, un rayito
de luz entre los labios sangrantes
La brecha por la que
entran los elegidos
al mundo de indiferentes
Indiferentes los que adoran a un Dios
Indiferentes los que adoran a un Diablo.
*Un poema de Ekeloff, de "Diwan" (hay edición en Alianza Editorial), en versión de Paco Uriz.
DE ESTO Y DE AQUELLO:

- Hacía algunos años que no hacía una entrevista así. Iba al lado del joven actor Alejo Sauras por la calle, escribiendo de prisa, con caligrafía imprecisa, casi imposible, intentando ordenar un pequeño y sencillo discurso para una entrevista de contraportada. El actor, que protagoniza “Bienvenido a casa” con Pilar López de Ayala, la película de David Trueba, es sencillo y cercano, exquisito siempre. Le piden autógrafos y dice que ahora no puede porque está respondiendo a un cuestionario. A un cuestionario que no existe, claro, que va y viene a salto de mata,porque el periodista va pensando y recordando sus pequeñas cosas: la aviónica, el teatro, la televisión, la irrupción de un sueño no soñado que se hace real. He visto muy pocas veces los Serrano, y siempre me ha parecido que él es como el payaso, la prolongación de Bonilla y Fiti, y a la vez el buitre, el gran mentiroso. Todo, magníficamente bien hecho. Me preguntaba cómo iba a dar el paso hacia una película que aborda el tránsito hacia la madurez, el vértigo de la paternidad, y realmente lo ha hecho estupendamente bien. Forma una excelente pareja con Pilar López de Ayala, quizá sea una de las parejas más fotogénicas del momento: la cámara los quiere, los adora incluso, los moldea con su luz exacta y oblicua. Y David parece saberlo mejor que nadie. David Trueba es, sobre todo, un contador de historias que ha sabido observar la vida: él hace un cine humanista, de emociones y de humor, donde los personajes son de carne y hueso, un cine humanizado tocado aquí y allá de frases espléndidas y de historias. En “Bienvenido a casa”, los dos protagonistas, especialmente Alejo Sauras-Samuel, domestican a ese especie de caníbales periodistas y acaban despertando y revelando su ternura. Algo de todo eso lo experimentaba ayer, o lo entendía ayer, mientras caminaba por la calle casi a toda pastilla, con Alejo Sauras.
Aparece por la noche Julio José Ordovás. Viene a buscar un monumental libro de Josep Pla sobre la República, casi dos mil páginas que ha publicado Destino y que ha preparado Valenti Puig. Julio José Ordovás está preparando para Eclipsados, la editorial de Nacho Escuín, una selección de sus columnas breves que suele publicar en “Heraldo”. Y en otros lugares. Ordovás es un lector impasible, que ama la buena literatura y que posee aún un acento levemente maldito o iconoclasta.
Aragón Televisión echó a andar. Y parece que bien. Da mucha alegría ver cómo se pone en marcha con tanta gente, con tanta ilusión. Yo haré el programa “Borradores”, realizado por Teresa Lázaro y su equipo, que salvaron con cariño una promo que podía resultar disparatada o excesivamente seria. Quizá empecemos en mayo. Recibí varias llamadas y mensajes: uno de los que más me gustó procedía de Teruel. Decía: “Antón, no sabía yo que cantabas”. Ni yo lo sabía.
Félix Zapatero, ese hombre excepcional que siempre promueve equipos y entusiasmos, tiene la delicadeza de llamarme para decirme que se divirtió con ese juego de "Borradores". Es cariño, claro. Él está metido en varios proyectos y ya tiene mono de volver: tenía a 20 personas esperando, tras ocho meses, volver a las ondas. Félix Zapatero es siempre una apuesta segura.
Me llama Pepe Vázquez de Vinos Chueca, guitarrista y profesor de música. El grupo actuará en Albarracín en los VII Encuentros Literarios. Será el sábado 13 de mayo. Acaba de disponer de una hora en el Festival en Línea y ha tenido mucho éxito: la gente, como era de esperar, se rio mucho.
Félix Romeo me regala un maravilloso libro: la "Galicia" de Otero Pedrayo que publicó Everest. Otero Pedrayo es uno de mis maestros más constantes. Cuando pienso en Galicia, cuando pienso en escribir en gallego, siempre pienso en sus libros y sobre todos en sus cuentos: "O fidalgo" e "Dona Xoana e don Guindo". Félix, que ha rec ogido todos los libros que había en Madrid y que es un lector de gallegos desde la adolescencia, conoce bien mis debilidades, aunque no creo que sea capaz de escribir un libro en gallego nunca más.
*Pilar López de Ayala y Alejo Sauras en "Bienvenido a casa". Ella encarna a una intérprete de viola de gamba; él a un joven fotógrafo que ya maneja la cámara digital pero que siente una especial devoción por su vieja Nikon.
ADIÓS A ALIDA VALLI: LLORA LA CÍTARA

Ha muerto Alida Valli, Alida Maria Laura von Altenburger, una de esas actrices endiabladamente guapas, que te seducen desde la pantalla por su belleza, su aparente desdén, su clase y, sobre todo, por una capacidad interpretativa incuestionable. Alida Valli es la actriz de “El tercer hombre” de Carol Reed, aquella que cruza la pantalla al final mientras suena la cítara de Antón Karas y la sigue, o la persigue desesperadamente, la mirada de Joseph Cotten, otro estupendo actor, dotado de refinamiento, clase, ternura y una insospechada capacidad para la maldad como veíamos en “La sombra de una duda” de Alfred Hitchcock.
Alida Valli, nacida en Pola, Istria, en 1921, en la antigua Yugoslavia, también le debe mucho al realizador británico porque la contrató para “El proceso Paradine” (1948), donde trabajaba con Gregory Peck e interpretaba a la viuda Magdalena Paradine, acusada de haber matado a su marido, un coronel. En la película también intervenían Charles Laughton, Ann Todd (creo que hacía de mujer de Peck, fascinado por Valli; irremediablemente fascinado por su inquietante misterio, por su aparente menosprecio, por su belleza casi fría, como de otro mundo), Louis Jourdan, etc. Y ese mismo también intervino en el citado “El tercer hombre”, cinta de la que se dijo que su rodaje había sido un completo desastre que había tenido que acabar Orson Welles.
Alida Valli, que empezó en el cine con catorce años, había tenido una valiosa carrera como actriz de comedias lacrimógenas, bastante conservadoras, dirigidas muchas de ellas por Mario Mattoli. De alguna manera, su fama está vinculada películas que simpatizaban con el fascismo, lo cual le valió cierto menosprecio del gran cine neorrealista. De ahí que las dos películas de finales de los años 40 tuviesen algo de recuperación; a partir de entonces trabajó con Luchino Visconti en “Senso” (1954), un drama histórico en el que encarnó a la condesa Livia y donde alcanzó otro momento extraordinario de interpretación: estaba realmente bella y seductora, con su porte de distinción y elegancia. Con Michelangelo Antonioni participó en “El grito” (1957), y luego apareció en “La estrategia de la araña” (1970), inspirada en el relato "El traidor y el héroe" de Borges, de Bernardo Bertolucci, que también contó con ella en “Novecento” (1977), con ella y con Francesca Bertini, y en “La Luna”, aquella película interpretada por Jill Clayburgh. En el fondo, hacía el mismo papel: siempre ocultaba como algo maléfico y turbador.
Alida Valli trabajó con un realizador aragonés como José María Forqué en la película “No es nada mamá, es sólo un juego” (1973), pero ésta es una película que no recuerdo haber visto. Realizó más de 120 películas y ha sido una de las grandes actrices del cine italiano, y decir eso en una filmografía que posee a Pola Negri, Francesca Bertini, Rosanna Podestá, Sophia Loren, Anna Magnani o Claudia Cardinale, entre otras muchas otras, es decir mucho. Quizá ninguna tuviese su refinamiento, su hipnótica beldad, su inclinación dramática, una vida interior amasada con valentía, ira, voluptuosidad y menosprecio por lo inmediato.
Alida Valli será para mí siempre la hermosa inalcanzable mujer que pasa ante Cotten mientras llora la cítara.
ALIDA VALLI, POR SERGIO DEL MOLINO

[Sergio del Molina, coordinador con Victoria Martínez y Santiago Paniagua, del suplemento sobre los bienes del Aragón Oriental, "De Vuelta a casa", que publica hoy "Heraldo de Aragón", escribe esta nota sobre nuestra adorada actriz]
Se ha muerto Alida Valli a los 86 años. Una vida larga y espero que feliz.
Me enamoré de ella en el entreacto de una comedieta picante que alegraba las oscuras noches de la Viena bombardeada y hambrienta de 1946. Ella era una de las actrices. Una chica triste enamorada de un sinvergüenza muerto, pero acaba robando el corazón de un desgraciado escritor de novelitas del Oeste. También fue la regia e imperturbable señora Paradine, acusada de asesinato y con un pie en el patíbulo que no mueve un dedo por ayudar a su desesperado y brillante abogado, que no halla la forma de evitar que su mordisqueable cuello acabe desgarrado por la soga de la horca.
De rostro difícil, de rasgos ambiguos, ni duros ni suaves, Valli seducía por su misterio, por todo lo que era capaz de no decir. Qué morbo destilaba la italiana.
RAFAEL NADAL VENCIÓ, DE NUEVO, A FEDERER

Hacía algún tiempo que no disfrutaba tanto con un partido de tenis. Ver jugar a Roger Federer es un realmente emocionante. Quizá no sea el jugador más carismático de la historia, pero es uno de los mejores. Lo hace todo bien: para ganarle se necesita una concentración increíble, una capacidad de lucha inmensa, talento, una variada gama de golpes y, sobre todo, una fortaleza mental a prueba de demoliciones. Federer posee un saque magnífico, es rapidísimo, responde en cualquier situación con un impacto tremendo y hermoso, y atesora golpes ganadores sin parar. Juega en cualquier situación, aunque le encanta llevar el peso del juego. Con la bola en el medio de la pista es intratable. Tiene algo de máquina inabordable y elegante que rara vez se desmorona, que hay que ganarle los puntos una y otra vez, y aún así es capaz de defenderse con un asombroso trallazo definitivo. Trallazo o golpe de muñeca o volea que emerge desde el fondo con la máxima sutileza.
Rafael Nadal es un jugador mucho más limitado. No posee golpes tan letales, aunque mejora día a día. Cuenta con algunas características decisivas: corre como un jabato con una resistencia que enoja, no se viene abajo ni siquiera cuando tiene el marcador en contra y siempre, siempre quiere ganar. Para mí lo mejor de Nadal, la prueba de su contumacia, son sus victorias ante tipos que aburren a cualquiera, que desorientan, que asfixian como Guillermo Coria o Gastón Gaudio. No es invencible ni falta que le hace, pero ayer, sobre la tierra batida de Montecarlo, incrementó su leyenda: venció en cuatro sets a Federer que tuvo momentos de una lucidez absoluta, de una perfección tenística casi inigualable. El resultado no engaña a nadie: 6-3, 6-7, 6-2 y 7-6. Federer cosechó puntos que apenas habíamos visto en el tenis, pero aún así cedió en la final del torneo ante Nadal, la roca humana, el joven fenómeno mallorquín de 19años, como habría dicho aquel inolvidable aragonés de Luna llamado Juan José Castillo que solía decir “Bjorn Borg, el joven fenómeno sueco de 18 años”.
El cuarto set, que se resolvió en un antológico tie break, es para guardar. Es un set memorable, memorable por las dos partes: por el juego fácil, distinguido, exacto y bello de Federer; por la respuesta apasionada, de batallador incansable de Nadal, una lucha de estrategias, un partido en el aire y desde el fondo del corazón. Federer, que rara vez pierde la compostura, la llegó a perder: la perdió ante las carreras y los golpes de su joven adversario que devolvía todos sus respuestas y ataques como una pared caprichosa.
Pura pasión. Alto tenis. Roland Garros se avecina como un nuevo escalofrío. A priori, la de ayer, fue una final anticipada y el decimonoveno triunfo de Nadal.
VII ENCUENTROS LITERARIOS DE ALBARRACÍN

[Queridos amigos:
Del 11 al 14 de mayo, como todos los años para estas fechas, se celebran los Encuentros Literarios de Albarracín, que organiza la Fundación Santa María de Albarracín. Este año alcanzamos la VII edición y la hemos centrado en el complicado y fascinante panorama de la edición en España. El título es “La pasión de editar. Qué, cómo, para quién”. Participan editores de diversos lugares de España, y varios aragoneses, pero también hay autores, periodistas, fotógrafos, impresores, traductores, maquetistas, diseñadores… Por estos Encuentros han pasado alrededor de 200 invitados y más de 1.000 niños de la comarca.
Todo ello se complementa con los talleres a los niños, este año los hemos ampliado, y con los conciertos tradicionales, en esta edición a cargo de Richard Loza, El Galgo Rebelde y Vinos Chueca.]
VII ENCUENTROS LITERARIOSDE ALBARRACÍN Del 11 al 14 de mayo de 2006 “La pasión de editar.
Qué, cómo, para quién”
Dirección: Antón Castro
Dirección: Antón Castro
Dirección: Antón CastroTeléfono y e-mail de contacto:
Fundación Santa María de Albarracín:
978 / 71 00 93;
e-mail: fsmalbarracin@aragon.es
MAÑANA
MAÑANA
MAÑANADe 10.00 a 14.00
Talleres para niños
Carlos Roldán. Taller de música
Enrique Villagrasa. Taller de poesía o el arte de hacer versos.
Pilar Tena. Taller de pintura y dibujo.
Elisa Arguilé. Taller de ilustración y de cuentos ilustrados.
Alberto Gámez. Taller de televisión.
Javier Torres. Taller de “La vida desde el teléfono móvil. Mas allá de la ciencia ficción”.
Fernando Lasheras. Taller: “Vamos a hacer un libro”.
Javier Solchaga. Esculturas efímeras, manualidades y personajes de cuento.
José Antonio Melendo. Taller de fotografía digital.
TARDE
De 19.00 a 20.00
Antonio Pérez Lasheras.
“Las publicaciones universitarias españolas. Títulos, mercados, públicos”.
20.15 a 21.15
Rosa Tabernero.
“La literatura infantil y juvenil. ¿Una edad de oro de la edición?”.
NOCHE
A las 23.30
Richard Loza y su grupo.
Concierto. Molino del Gato.
MAÑANA
MAÑANA
MAÑANADe 10.00 a 14.00
Talleres para niños de Primaria y Secundaria de Albarracín y comarca.
Carlos Roldán. Taller de música.
Enrique Villagrasa. Taller de poesía o el arte de hacer versos.
Pilar Tena. Taller de pintura y dibujo.
Elisa Arguilé. Taller de ilustración y de cuentos ilustrados.
Alberto Gámez. Taller de televisión.
Javier Torres. Taller de “La vida desde el teléfono móvil. Mas allá de la ciencia ficción”.
Fernando Lasheras. Taller: “Vamos a hacer un libro”.
Javier Solchaga. Esculturas efímeras, manualidades y personajes de cuento.
José Antonio Melendo. Taller de fotografía digital.
TARDE
De 17.30 a 19.15
La edición de poesía.
Mesa redonda. Intervienen: Trinidad Ruiz-Marcellán (editora de Olifante), Raúl Herrero (Poeta y editor de Libros del Innombrable), Rada Panchovska (traductora y editora búlgara) y Enrique Villagrasa (poeta).
De 19.30 a 20.30
Fernando Lasheras.
“El corazón de los libros: diseños, tipografías, letras, contenidos”.
De 20.45 a 21.30
Francisco Boisset
“Impresiones de impresor”.
NOCHE
A las 23.30
El Galgo Rebelde.
Concierto. Molino del Gato.
SÁBADO, 13
MAÑANA
De 10.00 a 11.30
“La edición de narrativa y ensayo en España”.
Mesa Redonda. Participan: Chusé Raúl Usón (Xordica), Malcolm Otero Barral (Destino), Miguel Aguilar (Debate) y Julián Rodríguez Marcos (Periférica). Enrique Redel (Editorial Funambulista).
De 11.45 a 12.45
Ricardo Vila
“Libros singulares: la fotografía de naturaleza y artística”. Conferencia y proyección.
De 13.00 a 14.00
Isabel Biscarri y Alumnos de la Escuela Superior de Diseño de Zaragoza.
“Una experiencia de diseño e ilustración en torno a un relato”. Conferencia y proyección.
TARDE
De 17.00 a 18.30
“El lugar de los nuevos sellos editoriales”.
Mesa Redonda. Participan: Luis Miguel Solano (Libros del Asteroide), José Ángel Zapatero (Menoscuarto), Eduardo Riestra (Ediciones del Viento) y Enrique Redel (Editorial Funambulista).
De 18.45 a 19.45
Malcolm Otero Barral
“Carlos Barral, literatura e industria”. Conferencia y coloquio.
De 20.00 a 21.00
Gervasio Sánchez
“Los libros de un fotoperiodista. Una visión personal”. Conferencia y proyección.
NOCHE
A las 23.30
Vinos Chueca.
Concierto. Molino del Gato.
DOMINGO, 14
De 9.00 a 11.00
Visita guiada a Albarracín por Antonio Jiménez.
De 11.30 a 12.15
Conversación con una editora. Las apuestas, los autores y las obras.
Silvia Meucci (Editorial Siruela).
De 12.45 a 1.30
Jaume Vallcorba (El Acantilado)
“Confesiones y revelaciones de un editor. Cómo se conforma un catálogo”. Conferencia y coloquio.
Sesión de clausura
De 1.30 a 1.45
José Antonio Melendo. “Las fotos de los VII Encuentros”.
Director de la Fundación Santa María: Antonio Jiménez.
Prensa y relaciones públicas: Ana Latorre.
DICCIONARIO
MIGUEL AGUILAR. Es responsable de la colección de no ficción de Debate.
ELISA ARGUILÉ. Una de las ilustradoras más importantes del panorama nacional. Ha trabajado con muchos autores, especialmente con Eduardo Galeano y con Daniel Nesquens. Ha logrado un gran éxito con “Hasta (casi) cien bichos” con Nesquens.
ISABEL BISCARRI. Profesora de la Escuela Superior de Diseño de Zaragoza, pintora y grabadora. Ha realizado libros de artista. FRANCISCO BOISSET. Es impresor de Gráficas Sansueña, y coleccionista de aparatos de óptica, de cine y de fotografía.
ALBERTO GÁMEZ. Fotógrafo, operador de cámara y realizador de televisión. Trabajó en Antena Aragón, y las televisiones de Calamocha y Alcañiz. Realizó varios programas en RTVA. Ahora es ayudante de realización en la Televisión Autonómica de Aragón.
RAÚL HERRERO. Es poeta, narrador, dibujante y editor de Libros del Innombrable, donde se han publicado obras de Rubén Darío, Fernando Arrabal o Pedro Garfias.
FERNANDO LASHERAS. Diseñador de libros, maquetista, creador de revistas como “Caracola”. Ha realizado libros como “Entre tambores”, “El Maestrazgo”, “Calanda” o “Guía turística de Aragón”.
JOSÉ ANTONIO MELENDO. Fotógrafo y operario de artes gráficas.
SILVIA MEUCCI. Editora italiana, vinculada a sellos trasalpinos como Feltrinelli, donde se formó, que dirige la línea editorial de Editorial Siruela. Es traductora al italiano de autores como Rosa Montero, David Trueba y Marcela Serrano, entre otros. Siruela recibió el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial en 2004.
MALCOLM OTERO BARRAL. Editor de Destino, de la serie de ficción, y nieto del poeta, novelista y editor Carlos Barral. Sigue muy de cerca el premio Nadal y la contratación de nuevos autores.
RADA PANCHOVSKA. Poeta, traductora y editora búlgara. Está muy conectada con España: ha traducido a numerosos poetas españoles y ha pasado varias temporadas en la Casa del Traductor de Tarazona.
ANTONIO PÉREZ LASHERAS. Profesor de la Universidad de Zaragoza, especializado en Góngora y Literatura Aragonesa. Director de Prensas Universitarias de Zaragoza y presidente de la Asociación de las publicaciones de las universidades españolas.
ENRIQUE REDEL. Escritor y editor de Editorial Funambulista de Madrid de narrativa. Ha publicado a Henry James, Machado de Assis, Paul Nothomb, Stanislaw Lem…
EDUARDO RIESTRA. Editor de Ediciones del Viento (A Coruña), un sello que combina la literatura de viajes con la narrativa, donde han aparecido títulos de George Orwell, Julio Verne, Conan Doyle, Somerset Maugham o Enrique Meneses.
JULIÁN RODRÍGUEZ. Escritor y editor de la recién creada Editorial Periférica de Cáceres, responsable de numerosos proyectos artísticos y asesor literario de Editora Regional de Extramadura.
CARLOS ROLDÁN. Profesor de música, trompetista e instrumentista de jazz. Pero además es director de las bandas de Garrapinillos y de Miralbueno.
TRINIDAD RUIZ-MARCELLÁN. Editora y promotora de actividades poéticas. Fundó en 1979 y dirige el sello Olifante, ediciones de poesía, y es la directora, con Marcelo Reyes, del Festival Internacional de Poesía del Moncayo.
GERVASIO SÁNCHEZ. Cordobés afincado en Zaragoza desde principios de los año 80. Es uno de los más conocidos fotorreporteros de guerra. Es autor de numerosos libros: “Vidas Minadas”, “Salvar a los niños soldados”, “Los ojos de la guerra”, “La caravana de la muerte” o “Sierra Leona. Guerra / Paz”.
LUIS MIGUEL SOLANO. Editor de Libros del Asteroide de Barcelona, donde han aparecido títulos como “En busca del barón Corvo” de A. J. A. Symons. Trabajo en Veintinueve, el proyecto de libro electrónico de Planeta.
JAVIER SOLCHAGA. Ilustrador y creador de esculturas efímeras con objetos o elementos de reciclaje. Acaba de publicar en Anaya, la serie “Recicla y construye” con títulos como El castillo, El circo, Personajes de cuento o Animales salvajes.
ROSA TABERNERO. Rosa Tabernero Profesora del Departamento de Didáctica de las Lenguas, Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad de Zaragoza (Facultad de Ciencias Humanas y de la Educación. Huesca). Ha publicado un estudio sobre las nuevas formas de contar y el discurso narrativo infantil. Trabaja en el ámbito de la LIJ.
PILAR TENA. Pintora y profesora de dibujo. Colabora activamente con las actividades culturales de Villanueva de Gállego y ha realizado numerosas exposiciones.
JAVIER TORRES. Técnico electrónico. Radioaficionado licencia EA –EcoAlfa-. Telegrafista. Experto en redes y comunicación.
CHUSÉ RAÚL USÓN. Poeta y narrador en aragonés. Editor de Xordica que ha publicado en doce años más de un centenar de títulos de narrativa, ensayo y literatura infantil y juvenil.
JAUME VALLCORBA. Editor de sellos tan importantes como Quaderns Crema, Sirmio y ahora El Acantilado (Barcelona), empresa que recibió el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial en 2002.
RICARDO VILA. Uno de los mejores fotógrafos de naturaleza. Es autor de libros tan deslumbrantes como “Rural”, “Al compás de las estaciones”, “Siete años con las aves”, “Viñas de vida” o “Colores”.
ENRIQUE VILLAGRASA. Poeta nacido en Burbáguena (Teruel), afincado en Tarragona. Es autor de una larga docena de poemarios; con “Límite infinito” ganó el premio León Felipe de 2005. Asiduo colaborador de “Turia”, “Qué leer” y “Artes & Letras” de Heraldo de Aragón.
JOSÉ ÁNGEL ZAPATERO. Editor de libros de viajes y guías en Palencia. Posee también el sello Cálamo, dedicado a la poesía. Hace algo más de dos años creó la editorial Menoscuarto, donde ha publicado a Daniel Sueiro, Antonio Fernández Molina, Gómez de la Serna o Ignacio Aldecoa, entre otros.
UNA FOTO DE HERB RITTS

La atleta es Jackie Joyner-Kersee, la reina del heptalón y campeona olímpica de triple salto. Herb Ritts (1952-2002) es uno de los grandes fotógrafos de moda del siglo XX, y un apasionado absoluto por Madonna y sus disfraces.
SUSAN MEISELAS EN ZARAGOZA

Susan Meiselas saltó a la fama hacia 1976 cuando publicó “Carnaval strippers”, que es un trabajo de reportaje más cercano a Diane Arbus que a nadie. Aunque luego ha cubierto guerras, conoce el permanente estado del mundo. Aquí cuelgo algunas de sus fotos. Me habría encantado hablar con ella, sobre Mágnum, sobre su oficio, sobre su propia percepción literaria.
SUSAN MEISELAS / 2

ISABELLE HUPPERT, UNA MUSA INTRANQUILA

MI PADRE Y MELILLA

En su diario personal “En saco roto”, Juan Domínguez habla de la fascinación que siente por Melilla, una ciudad en la que ha estado tres veces y donde se le multiplican los amigos y las curiosidades. Truman Capote era uno de los que creía que entre cualquiera de nosotros y el presidente de los Estados Unidos hay un eslabón más o menos complejo de cinco personas. Y a mí me ocurre algo curioso con lugares donde nunca he estado: me bautizaron por poderes en Montevideo y en Santa Mariña de Lañas, un vendedor de radios me hizo creer que en Lubljana sabían que yo les estaba escuchando cuando caía la noche, y mi padre me llenó la cabeza de historias de los 40 en Melilla. Allí hizo el servicio militar tres años con su uniforme de galán de cine, con algún parecido creía yo a Tyrone Power, y allí libró una pelea con un campeón vasco de boxeo. Mi padre marchó a servir a los ocho años a una casa donde había un loco que gritaba desde el establo en que lo habían confinado, y ya no volvió a vivir con sus padres. La estancia en Melilla le daba para evocar olores, sabores y nostalgias. En mi niñez y adolescencia, yo abría el álbum de fotos familiar y contemplaba las dos instantáneas que le habían hecho en la ciudad. Hace poco, cuando Melilla era ya una ciudad legendaria de estas páginas gracias a J. D. L., en una madrugada de hospital junto al mar, mi padre volvió a hablarme de Melilla y me reveló algo que jamás había dicho: su verdadera ocupación consistió en cuidar de siete vacas y de ordeñarlas porque daban la leche para la tropa. En el fondo, es lo que había hecho de niño: pastorear vacas, voltear el arado e imaginarse que algún día volvería a casa de sus padres como el hijo pródigo para quedarse entre sus seis hermanos.
DE CHERNOBYL Y ELLIOT ERWITT

Estuve ayer en el Teatro Principal viendo “La plegaria de Chernobyl”, dirigida por Jesús Arbués y María Ángeles Pueo, una pieza conmovedora que te deja estupefacto (el horror no tiene fin: de tan desmesurado, puede resultar patético, casi imposible de asumir, de un negro humorismo). La obra está muy equilibrada en todos sus matices, y tiene un momento antológico: cuando la mujer que encarna Pilar Gascón narra la historia de la partida de su marido, el terrible contagio, su estancia en hospitales y su muerte. Ese instante ya justifica cualquier noche de teatro: es un parlamento tremendo, casi inimaginable por su verismo de entomólogo, que quizá peque de largo, y al hacerlo deriva hacia lo morboso, y lo morboso por exceso acaba por esterilizar las emociones. Algunos testimonios debieran “editarse” un poco más, y cortarse, según mi punto de vista, aunque la obra dura una hora y media, locuaz tampoco es exagerado: la conmoción sería mayor y la obra más eficaz e inolvidable. Y otros momentos importantes son los de los monólogos de Joaquín Murillo, especialmente el del soldado. Murillo es, probablemente, el actor más poderoso y versátil del teatro aragonés actual, posee un espléndida, casi arrolladora voz, pero también pertenece a ese tipo de actores que se gustan a sí mismos. Y eso se percibe. El reparto, en general, es solvente, y la obra está muy cuidada en todos sus extremos, especialmente en la escenografía, que me ha parecido más lograda que la iluminación, un tanto plana en ocasiones.
Tras salir del Principal, me encontré con Elliot Erwitt, quiero decir que me encontré con un espléndido catálogo suyo de una antológica que abarcaba entre 1946, cuando tenía sólo 18 años, y 2001.Elliot Erwitt (París, 1928) es uno de los grandes fotógrafos contemporáneos; quien no sepa demasiado de él, quizá lo conozca por sus miles de fotos de perros. Es un creador que se trasladó a Estados Unidos hace muchos años: llegó a compartir estudio con Robert Capa en París; éste lo invitó a entrar en la agencia Mágnum, cosa que hizo en 1953, exactamente un año después de un viaje por España, donde obtuvo fotos realmente extraordinarias (en Madrid, en Valencia, en Barcelona. Siento una gran curiosidad por saber si estuvo en Aragón y Galicia). Erwitt es un fotógrafo de acusada personalidad, casi inconfundible: su estética participa del “instante decisivo”, de un interés constante por lo social y lo política, por una objetividad que nunca es fría, sino espontánea, casi humorística, y siempre, siempre preñada de vida y de humanidad. Tiene fotos que reflejan la cotidianidad con gracia, con un punto de vista que lo identifica. Es un gran retratista de celebridades: a Marilyn le hizo un retrato lleno de matices, de dulzura y de calidez, y a Simone de Beauvoir, otro antológico.
*Esta foto fue tomada en Valencia en 1952.
SIMONE DE BEAUVOIR, AL DESNUDO

GUILLERMO CABAL EXPONE EN IBERCAJA*

Lo había visto alguna vez. Incluso, sin que él lo supiera, había revisado algunos de sus proyectos y catálogos. En las conferencias o en las presentaciones, casi siempre aparecía por allí: estaba presente y a la vez como ausente, con su barba blanca, su sigilo, con su mirada capaz de detener las tormentas. Como si escrutase más allá de lo que veía, más allá de lo podíamos ver cualquiera en la sala. Siempre me llamaba la atención que parecía andar a hurtadillas, como un observador inadvertido. Había un momento en que yo me percataba de que aquel Guillermo Cabal se había esfumado. Tenía curiosidad. ¿A quién conocería: al presentador del libro, al autor, al editor, era un incondicional del charlista? ¿Sentía una irreprimible curiosidad por lo que se decía? ¿Habría salido a estirar las piernas y buscaba razones de inspiración en un lugar que no era el habitual? Tenía también otra sensación: no parecía el oyente habitual que se entregase. Ni tampoco parecía sonreír. Ni asentía exactamente. Estaba, oía y luego se esfumaba. Algo así también debía hacer en su trabajo: con cautela, sin prisa, con la discreción del ave migratoria. Me imaginé ya entonces que llevaría cuadernos de notas y cámara de fotos: al fin y al cabo, el trabajo que él hace exige mirada y medidas, exige precisión y atmósfera, exige incluso tertulia y cierta inclinación a la aventura. No parecía tampoco un explorador indómito, sino más bien un hombre invisible que entraba en los sitios por sorpresa. El aparecido del alba, el fantasma que trae el atardecer. El pájaro solitario al que ya no se espera. No parece un conversador nato ni tampoco un seductor con la palabra, pero sí cultiva las palabras. Escribe, reflexiona, cuenta historias. Atesora mitos específicos y privados, casi siempre mujeres o máquinas o muñecos o aparatos.
Un día, como si el azar y él mismo hubieran leído mis pensamientos, me llamó Guillermo Cabal. El pintor, el artista, el misterioso sujeto que parecía embelesado por la arquitectura industrial y sus despojos. Le dijo a uno de los conserjes de mi trabajo: “Dígale que él no me conoce”. El ujier me explicaría luego que se lo dijo como si no se atreviese a decirlo, como si temiese herir el aire. Así nos conocimos: traía algunos catálogos que yo había visto, que conservaba en mi desordenado inventario de archivos, en mi colección caótica de visiones de la hospitalaria ciudad de Zaragoza. No le dije: “Guillermo, figura usted en un proyecto literario y visual que crece y crece, y que se titula: ‘Abecedario del enamorado de Zaragoza”. Guillermo Cabal no era como yo había sospechado. Al menos no era solo como yo había sospechado: el pintor o del delineante del alma de una ciudad que se desmorona en algunos rincones: fábricas abandonadas, estaciones de vía muerta, cables y artilugios que ayer tuvieron vida y hoy son debacle y olvido, azucareras, fundiciones, talleres que han perdido el uso, almacenes. Guillermo Cabal no era sólo el calígrafo de elegías casi hiperrealistas, el documentalista gráfico de una dolorosa extinción.
Cabal también era un apasionado de las vanguardias a través del “objeto encontrado”, un auténtico enredador y un artesano de la mecánica y sus posibilidades. Todo le interesa, con casi todo se atreve a jugar, desde los materiales nobles al metacrilato, y no hay instrumento, invento, compresor o máquina que no le sirva de divertimento. Le da lo mismo una lavadora que un viejo teléfono. Es un futurista rezagado. Un pintor de hoy obsesionado por el vientre de un frigorífico o de un lavaplatos, por la contundencia de un yunque, por el brillo del fuego. Y además tiene una veta muy interesante: cuenta historias de sus mitos particulares, de sus criaturas, de sus fábulas animadas, de sus ninfas. A su inseparable “Cuquita” la bautizó “Esa coqueta germana de mis sueños”, aunque el subtítulo no es menos prometedor: “Fantasías de un operario de la fundición”. Por cierto, me hizo recordar otra insinuación perturbadora: “Metafísica y erotismo en la jornada laboral”.
Todo ello vuelve a estar presente en esta exposición. Pero, además, ha añadido otro estupor y otros temblores: parece incomodado con las grúas de la construcción que han robado su sitio natural a los pájaros y a la potencia cromática, fuego y arrebol, de los atardeceres sobre la ciudad. Sospecho que tampoco le gusta tampoco el lenguaje agresivo de las grúas. Y aquí también se cuece una paradoja: no es que le importe que la ciudad se transforme y se embellezca de nuevo y de otra forma. Le revienta que no le dejen ver ese magnífico cielo que tanto necesita para sus lienzos.
*Guillermo Cabal inauguró ayer una exposición de sus últimas obras en la sala de exposiciones de Ibercaja del Actur, en la calle Antón García Abril. Como no tengo imágenes de Guillermo Cabal, coloco esta magnífica foto de Lewis Hine, vinculado con el universo de máquinas y fábricas de Cabal.
SIMONE DE BEAUVOIR, EN 1949, POR ELLIOTT ERWITT*

ENTREVISTA CON ANTONIO JIMÉNEZ

LA FUNDACIÓN SANTA MARÍA DE ALBARRACÍN CUMPLE DIEZ AÑOS
CONVERSACIÓN CON SU DIRECTOR ANTONIO JIMÉNEZ
--Mucho Albarracín, Albarracín, pero usted es de Orihuela del Tremedal.
--Es cierto. Pero es la misma comarca. Albarracín pesa mucho, y el paisaje natural también, en concreto el de Orihuela o Bronchales. Tiene una pujanza especial.
--Se marchó a Albarracín con diez años y dijo que fue un trauma.
--Fue muy duro. Así se lo he contado a mi hijo. Pierdes las amistades, tu territorio, ese dominio que dejas incomprensiblemente a la fuerza. Aquello era muy duro; además, entonces no viajaba tanto como ahora: sólo salías una vez al año a Teruel y era al oculista.
--Alguna vez le he oído hablar de una profesora más bien bajita que era la madre de Federico Jiménez Lozanitos.
--Doña Encarna, la profesora de las niñas mayores, mi hermana entre ellas. Siempre la veía haciendo el paseo, desde el colegio hasta su casa. Por la tarde llegaban los maestros después de jugar la partida, y nosotros les decíamos: «De paseo, de paseo», para que nos dejasen jugar al fútbol en una enorme pradera.
--¿Cuál es su primera imagen de Albarracín?
--El día que fui por primera vez a la actual Casa de la Enseñanza. Subí con mi madre, estaba atemorizado. De repente, vi que los niños miraban por el ojo de la cerradura y decían: «Que viene el nuevo y lleva gafas». Viví en el desarraigo durante mucho tiempo: siempre que podía me iba a Orihuela del Tremedal y mi padre, que era carpintero en el aserradero, hacía lo mismo. Aún ahora me dicen más o menos en broma: «Te recordamos que tú eres de Orihuela».
--¿Cuándo empezó a sentirse identificado con la villa de los Azagra?
--En cuanto empiezas a salir fuera y te cultivas un poco. En cierta forma, Albarracín fue el lugar descubierto, recuperado. Cuando era joven trabajaba en verano, de camarero o de recepcionista, para vivir y estudiar en invierno; y allí oías cómo la gente valoraba tu nuevo pueblo. Venían a disfrutar aquello que tú no entendías bien.
--¿Explica eso que su tesina doctoral se titulase: «Geomorfología de las muelas de San Juan y Frías de Albarracín»?
--Supongo que sí. Fue un trabajo que se sigue citando y que recibió un sobresaliente cum laude. Mi vocación se la debo a José Luis Peña, profesor del Colegio Universitario de Teruel. Él me dio la seguridad necesaria para enfrentarme a trabajos de investigación y a la escritura. Su apoyo fue todo un espaldarazo. En ese momento, cuando ya barajaba muchos proyectos del Albarracín cultural de ahora, tenía mis padres muy preocupados.
--¿Cuál es la importancia de la pastelera de Albarracín en su vida y en ese amor ya declarado ya hacia la localidad?
--Cuando conocí a Gema Moreno, mi mujer, me reforzó mi aprecio, me ayudo a entender el territorio, y se convirtió en un pilar invisible que los proyectos de Antonio Jiménez. Padecemos y disfrutamos juntos. Recuerdo que cuando estábamos solicitando la creación de la Escuela—Taller, acababa de llegar a casa con nuestro primer hijo recién nacido. Al cabo de media hora, me llamaron del Instituto Nacional de Empleo diciéndome que no había ayuda. Un lance tan decepcionante y en un momento como éste no se olvida jamás.
--¿Qué ha significado la Escuela—Taller en la recuperación de Albarracín?
--Fue el cimiento de un proyecto de envergadura, progresivo, lógico, para el marco en que se desarrolla. Con la Escuela se recuperó el Palacio Episcopal del siglo XVIII, luego surgió la Fundación Santa María, y más tarde la Residencia de Estudiantes o Casa de los Pintores, la Casa de los Profesores, la Casa de la Comunidad...
--¿Levitó el día que la Reina Sofía le dijo al Rey Juan Carlos: «Tienes que conocer Albarracín»?
--Podía haberlo hecho. Me parecía un sueño. Al parecer se lo dijo, al volver a la Zarzuela, tras entregarnos el Premio Europa Nostra y lo dijo también en la recepción de la Medalla de Oro de las Bellas Artes en Madrid. Recuerdo que la gente, en las vísperas de su viaje en helicóptero, me decía: «Antonio. Éste es una jornada histórica para Albarracín».
--¿Qué personajes le han conmovido particularmente en todos estos años?
--Ana María Matute: por su calidad humana. Sin hacerse notar, calaba. Me aplastó con su ternura. Colalucci, el restaurador de la Capilla Sixtina, que no cesó de manifestar su admiración por nuestro trabajo, y aún hoy nos envía cartas, notas, recortes y felicitaciones. Y José María Ballester, jefe de Patrimonio del Consejo de Europa. Tengo anotadas sus palabras. «No sé si sois conscientes de que Albarracín es un ejemplo de restauración y una de las mejores ciudades de Europa», nos dijo. ¡Y qué le voy a decir de los patronos que se han desvivido y se desviven por este proyecto!
--A ver, ¿usted es el enamorado o el centinela de Albarracín?
--Soy el enamorado.
--¿Podría vivir en otro sitio?
--Prefiero no planteármelo. Tengo una familia y si fuese imprescindible, por ella, me iría adonde hiciese falta. Pero se ha producido tan ensamblaje entre Albarracín y yo que me resultaría difícil irme.
--Imagine: es de noche y sale a la calle. ¿Dónde iría?
--Hay una frase que dice aquí: “Tirarse a la plaza”. Eso haría, pero luego acabas yendo hacia la catedral, das la vuelta por Santa María, ves el río al fondo y regresas a la plaza. Pero da igual lo que hagas: la noche en Albarracín es excepcional. Única. En algunos cursos hemos institucionalizado los paseos nocturnos entre nuestros fantasmas.
--¿Es Doña Blanca el fantasma de Albarracín?
--Yo creo que no. Albarracín tiene aureola. Hay algo especial, inefable, que trasciende de la pura belleza. Creo que se puede hablar de lo bien que se está sencillamente en Albarracín. Es la armonía del paisaje.
--¿Se atrevería a referirnos la leyenda de Doña Blanca?
--Es como todas las leyendas. Es una necesidad. Estaba asociada a la ruina de la torre de doña Blanca, que está a la orilla del precipicio, en el meandro del cementerio. Doña Blanca, el fantasma, era como la exigencia veraniega, de las veladas nocturnas, era el misterio que justificaba la ciudad.
--Pero, ¿quién fue?
--Era una princesa aragonesa, que iba camino del destierro, y también se sintió bien en Albarracín. Aquí se enamoró, aquí murió y dicen que pudiera estar enterrada en el interior de la torre que se convierte ahora en “Espacio del paisaje”. Dicen que en agosto, en el plenilunio, desciende a bañarse en el río Guadalaviar. La luna marca las noches de Albarracín: con doña Blanca es el encanto supremo.
LA REVISTA CLUB CULTURA DE LA FNAC

Una confesión: soy adicto a la revista Club Cultura de la Fnac. En cuanto la veo la compro de inmediato: me gasto esos dos euros con una felicidad absoluta. Es una revista que me gusta por varias razones: por la calidad de las fotos, por sus entrevistas (en este número se conversa con Frank McCourt, Bret Easton Ellis, Adolfo García Ortega, Bruce Springsteen; mientras escribo más allá de la una de la mañana escucho su disco, tan irlandés, tan “pete seeger”, tan perfumado de banjo), por su información breve en forma de flash en muchos apartados, por sus colecciones de fotos y por sus cuentos o entregas de novelas.
Aquí sale Carmen Posadas, que presenta nueva novela y una “esperada página web oficial” en www.carmen-posadas.com; sale Eduardo Mendoza, que es un señor al que nunca le tomo la medida y que no consigo divertirme con sus novelas, aunque siempre le distingo la educación y el estilo, y sale ese artista siempre rebelde y conceptual, salido del arroyo y con clase a la vez, que es Andy Warhol y algunas de las hermosas gentes de su factoría como la inolvidable Nico. Por cierto suena ahora “Mrs McGrath”, el tercer corte de “We shall overcome: The Seeger sessions”, y me resulta una pieza conmovedora, que me recuerda algunos películas heroicas, como “Rob Roy” o “El último mohicano”, sin ir más lejos. Y quizá lo que más me ha conmovido de esta entrega de “Club Cultura / 11”, y hay motivos para encerrarse en sus páginas, son los reportajes fotográficos: uno de la exposición itinerante de la FNAC que ha concebido mi paisana Elena Ochoa Foster, proyecto heredado de su revista; y esa pequeña serie que vincula Galicia y Chernobyl a través de la obra de Virgilio Vieitez y la de Robert Knoth; este fotógrafo holandés, nacido en 1963, documenta y denuncia el drama de Chernobyl veinte años después del accidente. Igual que lo están haciendo Producciones Viridiana y Che y Moche en el Teatro Principal de Zaragoza.
Esta revista dedica una doble página al poemario “Resurrección” de Manuel Vilas, y reproduce dos poemas: el primero, “MacDonald’s”, y “Las manos de las cajeras”, que concluye así, con esta fuerza: “Allí donde sólo hay manos muy baratas en trabajos muy duros, yo me aprendo esas manos muy de memoria: dedo a dedo, alianza por alianza, uña a uña, cada falange, cada vena abandonada a su suerte, cada pliegue de la piel, cada forma delicada de los dedos”.
El número también incluye un reportaje sobre las editoriales independientes en España que desafían el mercado. Hablan Luis Miguel Solano (Libros del Asteroide), Julián Rodríguez (Periférica), Enrique Redel (Funambulista), Valeria Bergalli (Minúscula) y Julieta Leonetti (Poliedro). Los tres primeros participarán en los VII Encuentros Literarios de Albarracín. Me ha gustado mucho esta reflexión de Luis Miguel Solano: “Lo de la crisis [editorial] es un cuento, se habla de crisis desde hace años pero muchas editoriales continúan ganando dinero y no hay despidos en masa, es un cuento, como decir que la juventud actual está menos formada y es menos válida que la de hace unos años.Lo que realmente sucede es que la lectura tiene que competir con otras formas de ocio de consumo más sencillo (es más esforzado leer un libro que ir al cine) pero ante este panorama el sector lo que ha hecho, en vez de ofrecer menor cantidad de libros y de mayor calidad, ha aumentado prodigiosamente la oferta y el esfuerzo promocional. Lo que ha generado todo este es esfuerzo es desorientación en el lector y en el librero: libros con un potencial de ventas muy grande son arrinconados por otros porque su expectativa de venta inicial es menor”.
*Andy Warhol y sus amigos, sobre patines.
VIRXILIO, MI MADRE Y EL NIÑO QUE FUI

Mi fotografía favorita de Virxilio Vieitez es la que aquí se ve: se titula “San Marcos” y está datada en 1958, y presenta a un mujer de aldea con su niño rubio, ante un coche de indiano y junto a un perro. Curiosamente, Manuel Seara de Castro nos hizo a mi madre y a mí una foto parecida ante un autobús, en medio del jardín de la romería. Mi madre, que acababa de entregarme una armónica recién llegada de Montevideo, donde vivía y trabajaba mi madrina Mercedes, me envío aquella foto minúscula a Zaragoza en un sobre, no me percaté y acabó en la papelera. Cada vez que miro esta foto me veo a mí, veo a mi madre, pienso en el fotógrafo y veo el pazo de Armentón (Arteixo, A Coruña), aquel donde la lluvia arañaba con sus babas las hojas del limonero, la lija de las higueras, la escalada abrupta de las enredaderas.
CONCHITA HERNÁNDEZ: AQUÍ TERUEL

Una de mis locutoras favoritas* es Conchita Hernández, jefa de informativos de la Cadena Ser en Teruel, una mujer apasionada por su provincia y por sus gentes, una de esas criaturas que entiende la radio como un territorio de comunicación y de emoción, de revelación de la vida, de comunión íntima con las almas. Nos conocemos desde hace años, ha presentado alguno de mis libros en el Museo Provincial, pero siempre he encontrado en ella esa complicidad en los sueños y en la creación desde mi primer libro: “Los pasajeros del estío” (Olifante, 1990), aunque su preferido es “El testamento de amor de Patricio Julve” (Destino, 1995 y 2000), ese viaje a lo largo de 150 años por las tierras del Maestrazgo. Por cierto, Conchita Hernández estuvo ayer en Cantavieja donde se inauguró el Museo del Carlismo, que ha concebido Pedro Rújula y que ha contado con colaboradores de excepción como Fernando Lasheras, Emilio Casanova, Mariano Balfagón y Cristina Mallén, entre otros.
Con Conchita he hablado esta mañana. Hemos hablado de los VII Encuentros Literarios de Albarracín, ella siempre se confiesa entusiasta. Siente Teruel por los cuatros costados, pero lo siente sin victimismo, con esa transparente amor hacia los paisajes, la historia y las personas. Combate el olvido y la indiferencia, y pone el dedo allá donde creen que están los problemas: en la desidia, en la pereza, en el clientelismo político. De Conchita me llama siempre la atención su equilibrio, la transparencia de su voz, su cercanía, esa humanidad que nace de allá dentro, donde germinan los mejores sentimientos. Pertenece a ese tipo de locutoras que modula con espontaneidad, que trabaja el lenguaje bellamente, que pregunta con exactitud y limpidez, sin hacer ostentación de su minuciosa información, sin exhibir mala leche y sin resultar servil. Los falsos y aparentes con ella no pueden: no transige con la farsa, aunque su diplomacia le permite escabullir el bulto sin herir a nadie. Trabaja con un gran equipo, sin duda, y es una madraza de tres hijos, algo de lo que siempre presume: son su tesoro, su mejor obra. La mejor obra de Jesús, su marido, y de ella. Hay algo que me gusta mucho de Conchita y es su risa, más contundente lejos del micrófono, más desarbolada. En los últimos tiempos se la oye más: participa en el programa “Aragón” de Miguel Mena (otro que tal: otro príncipe de la radio en una emisora de elevado nivel; por cierto, Miguel cuenta con un formidable equipo con Conchita Salanova a la cabeza, y colaboradoras tan solventes y cercanas como Desiree Orús y Beatriz Pitarch) y siempre llama la atención por la gama de matices, por su elegancia, por sus buenos modales. Por una dulzura esencial.
He encontrado hoy a Conchita Hernández levemente melancólica. O fatigada. Era sábado, se erguía el alba y le quedaba un mundo de horas de fin de semana por delante. Luego, en el micrófono, nadie lo percibirá: pone la melodía del corazón y se enciende el mundo allá donde suena esa música. Esa risa, esa dicción segura, ese cariño estremecido por Teruel y por Aragón y por el planeta que ella pone cuando habla.
[He dicho muchas veces que me gusta mucho la radio. Sobre todo como oyente. Y tengo un puñado de voces que me seducen siempre: Mara Torres, Gemma Nierga, Beatriz Pécker, Concha García Campoy y Lara López, que habla de música como si te contase un cuento al oído, como si desgranase un poema de viento en la alta noche de las confidencias y de los sonidos]. PD. La nota musical de este texto también ha sido el nuevo disco de Bruce Springsteen. Me encanta, aunque me sabe a cosa ya oída.
*La foto corresponde al remodelado Óvalo de Teruel de noche, proyecto magnífico de David Chipperfield.
ANTONIO MARTÍNEZ: ADIÓS A LA CURIOSIDAD Y A LA VIDA

Hace algunos años, cuando estábamos a puntos de marcharnos de La Iglesuela del Cid, Antonio Beltrán Martínez vino a presentar un libro de Fernando Maneiros y Carmen Aguarod sobre “Indumentaria aragonesa” (Mira Editores), que era uno de los numerosos temas que había estudiado. Para entonces yo había entrevistado ampliamente a Antonio Beltrán en dos secciones de “El Periódico de Aragón” [Roberto Miranda resume hoy buena parte esas palabras en un diccionario muy interesante]: para “Memorias de otoño”, un viaje alrededor de su vida en cuatro páginas, ilustradas con su álbum más íntimo, y, a doble página, para “En primer plano”, una conversación más teórica sobre la identidad de Aragón y otras percepciones: acababa de publicar en un estuche su doble entrega: “Los aragoneses/Las aragonesas” (Ibercaja). Para entonces ya conocía la mayoría de sus libros, sus memorias, su volumen de saberes que expandía por aquí y por allá con delectación: lo mismo escribía de la jota que de gastronomía o de numismática (como su padre), de tradiciones y fiestras populares, de religiosidad, de historia antigua, de arte rupestre, de vestuario o de arte. De los pueblos de Aragón o de Juan Cabré. No sé si fue antes o después de la comida en que empezó a grabarlo todo: los aleros de los palacios, el trazado de las calles, la estampa de la Costera, con los caballos y las alamedas a lo lejos, aunque lo que más le llamó la atención fue la portada barroca de la iglesia parroquial y el palacio de Santa Pau, de cuya propietaria se decía que era una de las hijas que el rey Alfonso XII había dejado dispersas por el mundo tras una de sus libertinas noches.
Antonio Beltrán Martínez no parecía el octogenario profesor que está a la vuelta de todo, sino un joven periodista codicioso de nuevos asuntos, de nuevas prosas, de historias que contar en la radio o en las páginas de “Heraldo”. Anotaba todo: la historia de las huellas del caballo del Cid, la narración fabulosa de Santiago en su viaje a La Iglesuela, la vida desaforada de los maquis y de los señores, las historias de Ramón Cabrera y el príncipe Carlos, y se manejaba bastante bien con las nuevas tecnologías. Recuerdo que me dijo algo que lo retrataba: “La curiosidad es mi vicio y la conciencia de todas mis limitaciones. Aún aprendo. La investigación es un privilegio casi divino”. Tras la comida, tomamos café en mi casa. Estaba también el editor Joaquín Casanova y uno de sus colaboradores cuyo nombre no recuerdo. El historiador me dijo si podía sentarse a escribir unos apuntes en mi ordenador para leer en la presentación: serían las cinco de la tarde. Se sentó bajo la atenta de sendos carteles de Julio Cortázar y Jorge Amado; sin dudar ni un instante, y sin abrir en exceso el volumen para consultar detalles o frases textuales, aporreó el teclado con una determinación de adolescente. Al cabo de 40 o 50 minutos había redactado alrededor de 8.000 caracteres. Cuatro folios. Al principio extrañó el teclado, extrañó incluso que se hubiese borrado un poco la letra A, “la A de Antón, como se llama usted”, me dijo. Se adaptó tras una levísima protesta que casi ni oyó su pajarita y culminó la tarea. Iba a lo suyo, con el vestido de su ciencia, como un ciclón que no se detiene ante nada, ni siquiera ante un pelotazo de los niños o un lametazo de Pluto, nuestro perro de aguas azafranado que empezaba a estar ciego.
Ya en el acto, leyó la presentación, improvisó sobre ella, la reconstruyó con detalles y anécdotas, como un narrador que encuentra nuevas sendas a su relato principal y no teme extraviarse en busca de nuevos tesoros y personajes. La gente ni chistó ni perdió comba. Antonio Beltrán era así: había cogido la medida de la paciencia y de la curiosidad del público. Y como solía hacer casi siempre, recordó algo que le gustaba proclamar: su mayor emoción como comunicador la había recibido en los Pirineos, en un paraje casi remoto, casi inaccesible, cuando un pastor le dijo que el mejor momento de sus tardes era cuando “un sabio y entretenido profesor hablaba por la radio”. A los pastores solía sacarles mucho partido; un tiempo atrás me había contado aquella historia del pastor de Ariño que le dijo por qué se sentía aragonés lejos de teorías. “Soy aragonés porque sí”.
Este hombre, cuya vida podría resumirse en la leyenda “tierras y gentes”, el motivo central de su preocupación y de su búsqueda de la felicidad, moría ayer con 90 años recién cumplidos.
*La foto es de María Torres-Solanot, reportera de "Heraldo de Aragón".
ZARAGOZA Y LA REVELACIÓN DEL ARTE

La vida oculta de Zaragoza se me reveló en una foto de César Usán. En julio de 1987 entré en el periódico “El día” y empecé a escribir de pintura y escultura. Tenía que buscar las fotos de cada artista, y recuerdo que en el archivo había una carpeta específica de “Pintores aragoneses”. Además de las instantáneas más rutinarias, hallé una serie que me impactó: eran fotos de artistas en su taller, asomados a la ventana, sucios de pintura en el balcón con diversos fondos de Zaragoza; en el interior quedaban los lienzos, los pinceles, la obra en marcha, y al fondo se desleía una luz de oro que se zambullía en la corazón de la sombra. Aquellas fotos tenían una vocación artística, creo que eran de César Usán y también de Pepe Rebollo, pero para mí fueron como una explosión de sorpresas en plena cara. Hacía no demasiado tempo la ciudad había estado algo revuelta con la visita del pintor y travesti Ocaña: muchos fueron a visitarlo en peregrinación estética y obscena.
Zaragoza hervía, sin yo saberlo, en un torrente de creación artística. Y pronto iba a empezar a verlo: los 80, con sus apuestas por un nuevo informalismo, que algunos resumían en la “estética del todo vale”, fueron como un torbellino. Los años 80 heredaban una riqueza anterior de colectivos, de indagación, de rebeldía, y evocaban otro tiempo donde los artistas parecían más libres y menos inclinados a la subvención o a la exposición institucional. Lo parecían sólo: el arte era una forma de transgresión y de lucha política contra el franquismo, un modo de saludar la nueva democracia y de dejar una impronta de modernidad, pero lo cierto era que no había sido indiferente a los premios locales de “San Jorge”.
Aquellas fotos de Jorge Gay, Eduardo Salavera, Vicente Villarrocha, Jesús Buisán, José Luis Cano, Galdeano, José Luis Lasala o Miguel Ángel Domínguez fueron la embajada para otros viajes: uno inicial, de retroceso en el tiempo, hacia creadores como Luis Berdejo, José Luis González Bernal, Santiago Pelegrín o Federico Comps, que jugaba al tenis y nunca se imaginó que lo iban a matar antes de rebasar la adolescencia. De ahí pasé a Pórtico y a la Escuela de Zaragoza. Recuerdo cuánto me impresionó ver el estudio de José Orús con sus vistas hacia las palomas y las torres del Pilar. Y luego vino El Paso, tan nuestro y a la vez tan distante. Y pasé a Francisco Marín Bagüés, que se convirtió en un pintor simbólico: él había trabajado en Zaragoza, él había convertido Zaragoza en materia central de su arte, él se había atrevido a soñar un Ebro inolvidable y mítico que fundía la visión de Juan Bautista del Mazo y el color de las vanguardias, él recibía hacia las seis a una modelo a la que soñaba desvestir con sus propios dedos. Y casi a la vez me fijé en mi entorno, en esa arquitectura para la vida, en la potencia cotidiana de los pintores. Zaragoza seguía viva en la invención y la mancha, Zaragoza era un escenario de acciones artísticas como las famosas “Acciones de luna” de Ricardo Calero, Zaragoza era un gran lienzo, un paisaje que exigía atención y talento, un gran laboratorio de materiales.
Un día conocías el taller de Eduardo Laborda e Iris Lázaro; otro, el de Natalio Bayo; al siguiente de Ángel Aransay; luego, el de Paco Simón. Y el de José Luis Cano. Y el de Antonio Fortún, que vivía a la sombra de dos magníficos “aguayos”. Y el de Nacho Fortún, que había pasado de pintar la vida desternillante y kitsch, a la manera del primer Almodóvar, a los arrabales desérticos. Más tarde, penetrabas en el estudio de Pepe Cerdá en el Casco Antiguo. De aquel Cerdá, que entonces era moderno y utilizaba las veladuras y las pequeñas manchas de pintura, nunca sabías bien si intentaba hacerse famoso en París o si estaba en Zaragoza de paso para montar una cháchara gamberra con los noctámbulos de la ciudad y sus recuerdos de pintor de caballitos de feria.
Zaragoza continúa siendo un gran estudio, un plantío incesante de artistas y de tendencias y de tentaciones. Tenemos más creadores que nunca, más variados, inclasificables, cazadores de imágenes con una vitalidad exuberante. Los artistas se atreven a recoger un testigo y a prolongarlo: imaginan Zaragoza, la transforman a su antojo, la habitan y la convierten en un abrigo contra las inclemencias del vacío, en un espacio ideal donde uno puede quedarse a vivir para siempre.
*El óleo "Cabaret" de Luis Berdejo, pintado entre 1922 y 1924.
El GALGO REBELDE, MEJOR ALBUM Y GRUPO DE ARAGON MUSICAL

EL GRUPO ACTUARÁ EN EL MOLINO DEL GATO EL 12 DE MAYO,
EN LOS VII ENCUENTROS LITERARIOS DE ALBARRACÍN
[CRÓNICA TOMADA DE EFE Y DEL AYUNTAMIENTO DE ZARAGOZA]
"El Galgo Rebelde" se llevó los premios a mejor álbum y grupo de 2005 de Aragón Musical, en la séptima gala de los Premios de la Música Aragonesa, que tuvo lugar en la Sala Luis Galve del Auditorio de Zaragoza. Estos premios se entregan cada año y se conceden por votación popular a los mejores artistas en trece categorías correspondientes al último año, según un comunicado del Consistorio zaragozano.El proyecto "Roscón Rock" se alzó con el premio al apoyo aragonés, mientras que el dúo "Los Peces" se llevó el premio a la proyección. Karhe obtuvo el premio de vídeo por "Voluntaria crucifixión", Amaral logró el de mayor difusión y Enrique Bunbury el de mejor solista.
El galardón "Los 30 Locales" fue entregado a Carmen París, en tanto que el premio especial de Aragón Musical fue concedido por su trayectoria a Juanjo Javierre, galardón que se llevó además por la canción "Niño grande".
El premio a la web correspondió a www.bunbury.com y la mejor maqueta fue para "That sentimental sandwich", de Bigott, en tanto que Lavodrama recibió el premio al mejor directo y "Zierzo" de Mallacán obtuvo el premio a la canción en lengua minoritaria de Aragón.
La Gala, que se celebró ayer sábado 29 de abril, contó con la presencia de grupos como Distrito Catorce o Tako y artistas aragoneses como Joaquín Carbonell, la teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zaragoza, Rosa Borraz, y miembros de CAI punto joven.
El acto contó con las actuaciones de Tuko Requena, Juako Malavirgen y con un piano de cola, Copi en directo y "Los Peces".
EVOCACIÓN DE VALENTINA, POR SENDER*

2
[Valentina apareció por fin corriendo calle abajo y al ver que yo estaba en la puerta se detuvo. Siguió andando con una lejana sonrisa, pero de pronto, cambió de parecer y echó a correr de nuevo. Cuando llegó comenzó a hablarme mal de su hermana Pilar. Me dijo que había querido llegar más pronto pero que la obligaron a estudiar el piano. Yo me creí en el caso de mirar el reloj y decirle a Valentina que los números de la esfera eran de ámbar. Aunque ella estaba enterada se creyó también obligada a preguntarme si me lo habían regalado el día de mi primera comunión. Yo le dije que sí y que la cadena era también de plata. Después entramos corriendo. Valentina cada dos pasos avanzaba otros dos sobre un solo pie con lo cual las florecitas de trapo que llevaba en la cabeza bailaban alegremente. Al llegar junto al perro yo le advertí que no debía tener miedo. Me acerqué al animal que estaba tumbado, me senté en sus costillas, le abrí la boca, metí dentro el puño cerrado y dije:
--Estos perros son muy mansos.
Ella me miraba las rodillas y yo pensaba que había hecho muy bien en lavarlas. Valentina, escaleras arriba, con la respiración alterada por la impaciencia y la fatiga, me contaba que en la sonata de Bertïni su hermana Pilar tocaba demasiado de prisa para que no pudiera seguirla ella y ponerla en evidencia. Yo le pregunté si queria que matara a su hermana, pero Valentina me dijo con mucha gravedad:
--Déjala, más vale que viva y que todos vean lo tonta que es.]
*Hoy tengo que ir a Tauste, el lugar donde Pepe Garcés / Ramón Sender se enamoró de Valentina Ventura, la hija del notario de Tauste. Tomo aquí un segundo fragmento de "Crónica del alba". La ilustración es de José Luis Cano.
AL AMOR DE VALENTINA

[Abrí la ventana de mi cuarto y me asomé calculando la distancia que la separaba del tejado y, convencido de que no podía pasar, pero no queriendo resignarme, fui al desván y me encontré con la sorpresa de que la ventana estaba abierta. Parece que mi madre había hecho desclavarla para ventilar la parte del desván que estaba destinada a las tinajas de compotas y mermeladas. Con los gemelos en bandolera salí al tejado y me instalé contra la chimenea. Comenzaba la puesta del sol. Un grillo se oía lejos. Me acordé de los que dejamos en el jardín de don Arturo y miré a mi alrededor. No había ningún gato, pero en cambio los pájaros se acercaban a sus albergues para dormir, con la algarabía de todos los días. Algunos gorriones se acercaban al agujero que aquí y allá habían dejado en el muro las vigas de la construcción y eran expulsados escandalosamente por otros que salían a defender su hogar. La tarde caía en un silencio impresionante. Todo era dulce y amarillo. Detrás del torreón de las monjas el cielo se llenaba de nimbos. Valentina marchaba camino de su casa y yo la imaginaba muy modosita acompañando a su madre, pero pensando en mí. Me sucedía lo que había de sucederme siempre en la vida cuando tenía una sensación placentera de mí mismo. Desaparecían las perspectivas, se disolvía también el pasado en una niebla confusa y no quedaba más que el presente.]
*He aquí otro fragmento sobre Valentina, tomado de "Crónica del alba". Por distintas razones, esta es una de mis películas favoritas. Por Anthony Quinn, por Jorge Sanz, a quien quiero muchísimo aunque no lo vea casi nada (me encantó en “Bienvenido a casa” de David Trueba; está soberbio), por Paloma Gómez, de la que me enamoré entonces, tan pizpireta y graciosa, por Albarracín, por Sender, por esta historia de amor, por los gatos y la noche y los tejados... El cartel de la película de Antonio José Betancor me gusta mucho. Hay cosas que, sin saber por qué, te calan muy hondo. Y te conmueven y forman parte de tus mejores recuerdos. Leí, por cierto, un estupendo trabajo de José Luis Calvo Carilla donde seguía los pasos de Valentina, casada y con hijos, que creo que se murió en Borja.