Se muestran los artículos pertenecientes a Agosto de 2007.
N. PRECIADO, E. MURILLO, CAFÉ GIJÓN: ESTA NOCHE BORRADORES

El programa Borradores recibe este jueves en el plató a la narradora e investigadora Carmen Espada Giner, que acaba de publicar “La torre de los tormentos” (Certeza), la historia de un cirujano converso que es encerrado por la Inquisición en la Aljafería a finales del siglo XV, y a Javier Aguirre, autor de una guía de la provincia de Teruel, que ha publicado el sello Marboré. Además, actúa en directo, con su guitarra y su ironía, el cantante satírico Carlos Malicia, que sigue la estela de Georges Brassens y de Javier Krahe, acompañado por el percusionista Dani Clemente.
Borradores ofrece reportajes y entrevistas con la escritora y periodista Nativel Preciado, que ha ganado el premio Primavera con su novela “Camino de hierro” (Plaza & Janés); con Marcos Ordóñez, autor de una historia del café Gijón en “Ronda del Gijón” (Aguilar), donde habla de las distintas tribus literarias y pictóricas que acuden al local, y con el novelista, traductor y editor Enrique Murillo, autor de “La muerte pegada a las uñas” (Bruguera), una narración de amor con una atmósfera fantástica. Borradores también visita una exposición de Juan Carlos Callejas en Tramacastilla de Tena, y recomienda una amplia selección de libros para leer en verano.
Borradores. CARTV. A las 23.45. Productor ejecutivo: Gaizka Urresti. Redacción: Ana Catalá Roca y Carlota Muñoz. Ayudante de realización: Yolanda Liesa. Realización: Teresa Lázaro. Dirección y presentación: Antón Castro. (Canal Satélite Digital: canal 97).
*Tertulianos del Café Gijón, en este caso son los fundadores de la revista "Garcilaso", entre ellos Pedro de Lorenzo, José García Nieto (de cuya página web tomo la foto) y Gerardo Diego.
EL FANTASMA Y LA NIEVE (Cuento)

EL FANTASMA Y LA NIEVE
Pío Baroja recogió la historia para integrarla en su novela La venta de Mirambel, pero en el último instante creyó que aquella aparición de los días de nieve se escapaba de la trama de su relato y quedaba más bien como una curiosidad anecdótica, sin demasiado sentido, como si fuese un añadido presuntuoso y anacrónico. El fantasma tenía nombre propio, Florencio Candeal, y una profesión casi evocadora: ventero. Para algunos, había sido el antiguo dueño de la posada donde reposó el escritor vasco mientras tomaba notas para su libro y avanzaba una buena parte del argumento. De su existencia se conocía poco, pero sí se sabía que en la larga invernada de enero, alrededor de las ocho de la noche, el fantasma adquiría su aspecto de antaño y se arrastraba lentamente, cargado de arrugas y de cadenas, desdentado y hediondo, por las callejuelas nevadas. Algunos han querido verlo desgalichado y cojo de una pierna, quizá con bastón y con capucha; usaba barba blanca y fumaba un cigarrillo que se había liado a la altura del Portal de las Monjas, en el torreón de celosías morunas. Tomaba el camino del horno viejo y del castillo, y salía por un arco de la muralla que conduce a la ermita. Luego, tras haberse parado en el gran porche, volvía. Sobre la nieve quedaba la hendidura de sus pasos a la ida y a la vuelta, y a veces pequeñas hojas de perejil y de romero.
Un día, por fin, cuando se fueron las monjas del convento, el pregonero que se detenía en cada esquina con su trompetilla dorada lo oyó hablar. Sin haber bebido nada, dijo en la fonda, ahora convertida en carnicería:
--Lo sabéis: siempre me habéis dicho que grito en exceso en los pregones porque soy demasiado sordo. Por eso estoy perplejo, como si regresase de un sueño o hubiera recobrado el oído de golpe. No vi a nadie, ignoro si pueden verse los fantasmas. Pero si lo oí con toda nitidez con su hablar siseante, como a tumbos y sin ninguna erre. Mi abuela decía que los seres del trasmundo no pueden pronunciar palabras como ruido, susurro, cantar, Ramón o resaca, pero no sabría imitarle. Os digo lo que comprendí y lo que deduje. Olía a estiércol podrido de cien años.
Así habló: «¿Qué es lo que me retiene aquí: los portales conocidos, el olor de la jara, los alerones decorados, los rostros familiares, la música de la nevada al amontonarse? He visto pasar mi entierro y el de mis amigos, pero yo no me resigno a desaparecer. Tengo nostalgia de lo que fui y me niego a lo desconocido, sean o no las llamas, la calma sin sobresalto o el paraíso. Qué paradoja. Cuando estaba vivo, lo despreciaba todo, aborrecía los días, el trabajo, el cuerpo de mi mujer, su lenta respiración de madrugada y su aroma bravo a grama y gallinero, y únicamente aspiraba a lo imposible: el gran Caserón de las dos terrazas y el cuerpo cimbreante de Sabela, su propietaria, que se mecía al atardecer semidesnuda. Recuerdo que, harto de servir los platos que trasegaban los arrieros y los labradores, decidí poner fin a mi vida. Atravesé las montañas hasta Las Cabrillas; allí una colina abrupta se abre hacia un barranco sin fondo. Me acerqué al abismo y desde una de las paredes del muladar, me arrojé con los brazos extendidos. Por un instante, en aquel bello aleteo hacia la muerte, me sentí aire, pájaro o nube sin lluvia; ya me imaginaba el topetazo definitivo, la sangre derramada y ese dolor terrible como el olvido, cuando apareció un gran buitre y me atrapó con sus garras o con su pico y me depositó en la gran explanada del roquedal, lejos de cualquier peligro. Desistí, claro, aunque hubiese preferido que me devorase como si fuese una vaca enferma o un cordero agónico, y regresé a casa. Otra vez más intenté alejarme de todos: ascendí hasta las cumbres del Arahuet, sí, allá en la cúspide donde el mundo es como una vaguada grande de monte sin aliagas, y me detuve un instante en los alrededores de la cantera. Al final de la tarde, hallé la bicicleta del vigilante y decidí estrellarme con ella calzada abajo. Imagino mi desesperación y mi tentativa todavía como si fuese en este mismo instante: me subo, acelero en la última recta antes del descenso y cierro los ojos para no eludir las curvas ni sucumbir a la tentación de frenar. De nuevo, quise creer, soy papilla, residuos, un amasijo de venas, músculos y afanes triturados. Pero nada de eso ocurre: la bicicleta sigue un camino recto y llano, avanza a toda velocidad, esquiva cualquier escollo y cuando quiero darme cuenta, aquí estoy, inmóvil, ante el portillo de la venta. Alguien, pensé, me condena a seguir viviendo. Y ahora me ocurre al revés. Ahora que ya no me duele la espalda ni siento el desprecio de los míos ni el beso de almizcle de Clara, mi esposa, ahora que no me vence el insomnio por las noches ni me cruje el espinazo de angustia, sólo quiero estar en estos rincones: en mi lecho olvidado, en el gran butacón de anea, en las callejas donde fui hondero y niño, en el porche de la ermita o en ese sendero interminable que ando y desando, ajeno a la muerte, en los días de nieve.»
Elisenda, la carnicera, se adelantó hacia el pregonero:
--Ahora lo entiendo todo. Mi niñez estuvo presidida por una frase que alguien (pensábamos que era del viejo Baroja) había escrito en el salón: «¿Por qué voy a dejar sola mi casa y a oscuras?». Pero un día mi padre, harto ya de aquel enigma, la borró y escribió otra: «¡Qué tercos los muertos, que nunca quieren irse!». Tenía razón: ahí sigue, en el salón de arriba, en mi propia casa, el fantasma de Florencio Candeal.
SUSANA GERMADE VUELVE A ARAGÓN

La cantante gallega, afincada en Cataluña, vuelve a tierras aragonesas, con un concierto íntimo y en un escenario mágico, la terraza de ITAKA (Graus), a orillas de los rios Ésera e Isábena. Acompañada por un quinteto: dos guitarras, bajo y percusiones, Susana Germade propone un repertorio sentimental y popular en el que el fado es el hilo conductor, pero que no excluye otros géneros, ni otros idiomas. “Muchas veces me preguntan si el hecho de ser gallega, tiene mucho que ver con las canciones que elijo para cantar, con mi querencia por el fado… Puede ser, Galicia es un país musical que constituye un punto de encuentro y también de despedidas; tal vez lo que hagamos sea música transatlántica, no lo sé. Yo no puedo ser fadista, pero siento el fado como algo propio, como supongo que le ocurre a miles de personas que siguen con pasión un género musical tan popular y emotivo, en cualquier parte del mundo”. El fado es el pretexto para viajar por el universo Germade: una voz excepcional y una cantante indiscutible en el panorama musical actual.
Todo esto es fado. Susana Germade en concierto. Terraza de Itaka (Graus). Viernes, 10. A las 0.00.
RAFAEL FOMBELLIDA: UN POEMA MARINO

BALLENEROS
La severa monodia de este mar
Gris acero, mortal de puro ruda,
No descansa. Prosigue con nosotros
El azulado lomo del cetáceo
Y la imprecisa raya de un lejano occidente.
De vez en cuando estalla en el oído
La pesada carga de los hierros
Que habrán de hundirse en la corteza oscura
Y se huele una sangre cuyo pulso es el nuestro,
Activa los tendones, endurece el vigor.
En la costa distante, un indolente dorso
De mujer se entumece bajo los ventanales
Rozados por la hiedra. Lo entreveo
Preso en el diapasón del oleaje:
Su teclado de vértebras, la cúpula
Refinada del culo, las piernas rezagadas.
Iniciamos un baile en el ruidoso abismo
Rencorosos, siniestros y vacíos,
Y la caza nos ciega. El arponazo
Arranca cuero, grasa, nos deja sin saliva.
Y de repente rueda una mujer al suelo
Cruzado el corazón por una fecha insólita,
Los ojos impasibles, la luna en su lugar.
[Creo que no había leído a Rafael Fombellida (Torrelavega, 1959). Encontré la antología “La propia voz” (La mirada creadora. Santander, 2007), con prólogo de Carlos Marzal, y me encantó este poeta tan narrativo, que engazara bellos endecasílabos. Cuelgo aquí uno de los poemas que más me han gustado. He publicado en gallego el libro “Vida e morte das baleas” (Espiral Maior), e insisto en esos temas con “Golpes de mar” (Destino, 2006). La foto es de Gregory Peck en la película "Moby Dick" de John Huston.]
RETRATO DE MARÍA TAUSIET, ESTUDIOSA DE BRUJERÍA

El apellido Tausiet, raro en España, procede Gascuña y significa “roble blanco”. De alguna extraña manera, casi desde que era niña, María Tausiet alimentó la atracción de María por Francia. Pasaba los veranos en San Sebastián, que se le antojaba una ciudad muy francesa: la recorría de punta a punta, en sus playas, en sus callejas o en sus montes de impresionantes panorámicas. Era una joven charlatana hasta la desmesura, exagerada y crédula. Le fascinaban los cuentos de hadas y el mundo de Lewis Carroll y se fabricó, entre libros y la pasión por el baile y la música, un mundo a su medida. Su padre, empleado de banca ante sus exageraciones o su incontinencia, solía decirle: “Te doy una peseta si eres capaz de callar durante cinco minutos”. Era incapaz. En casa se vivía una atmósfera religiosa muy particular que tenía su prolongación en el colegio de monjas donde estudiaba. A los catorce años puso término a todo eso: ingresó en el Instituto de la Magdalena y se le abrió como un abanico de sugerencias infinitas un mundo nuevo con profesores “progres” que igual le hablaban de Spinoza, de Nietzsche o del psicoanálisis. Entonces, la idea del inconsciente cobraba una gran importancia. Que se interesase por la Filosofía Pura era una consecuencia natural de su aprendizaje apasionado. Lo mismo estudiaba guitarra en el Conservatorio, que asistía a clases de pintura con Alejandro Cañada o se matriculaba en la Escuela de Artes Corporales para hacer danza contemporáneo. Un torbellino de inquietudes le bullía en la cabeza y en las piernas.
Con algo menos de veinte años, si puede decirse así, estaba malquistada con Zaragoza. Había decidido ir a estudiar Filosofía Pura a Madrid, aunque acabó haciéndolo en Valencia. “Me decepcionó la ciudad y la mentalidad tradicional de la enseñanza. Me encontré con un ambiente que ni era tan moderno ni tan abierto ni tan interesante como el que había tenido en el Instituto”. Regresó y al año siguiente se matriculó en la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza y se especializó en Historia Medieval, aunque lo que de veras le atraía era cursar Historia de las Mentalidades. Fue una estudiante casi modélica en los primeros cursos y ejemplar en los dos últimos, que ilustró con matrícula en todas las asignaturas.
En quinto, la profesora Isabel Falcón llevó a un grupo de alumnos al Archivo Diocesano de Zaragoza a hacer fichas de procesos criminales de justicia episcopal. Y esa visita, en apariencia rutinaria, fue toda una detonación. “Descubrimos algunos procesos de brujería. Isabel Falcón me dijo: ‘Esto podría interesarte’. Al principio expresé mi negativa. Me parecía un tema fácil, de moda, ‘demasiado’ atractivo. No soy nada esotérica. Leí los procesos con atención y vi que era una fuente maravillosa: se hablaba de sueños, de delirios, de cosas íntimas e inusuales con un lenguaje simbólico. A las brujas se las empezó a perseguir al final de la Edad Media”. Verificó que allí podría haber una tesis que acabaría dirigiéndole el profesor de Historia Moderna, Eliseo Serrano. “Isabel Falcón fue mi primera madrina. Ella me puso en contacto con el experto Ángel Gari, que me inició en el conocimiento de la brujería. Fue generoso conmigo, me facilitó documentación, me abrió la cabeza a ese universo y fui con él a congresos a Barcelona o a París, en concreto a uno que se titulaba ‘El sabbat de las brujas’, que me resultó maravilloso. El sabbat es el aquelarre. Allí aprendí muchísimo, vi otro concepto de Historia; dos años después, en 1994, ya presenté una ponencia sobre ‘El infanticidio y sus traducciones en Aragón’ en Swansea, Gales”.
María Tausiet se presentó a oposiciones a profesora de Instituto en Toledo y obtuvo plaza en Talavera de la Reina. Al año siguiente, se trasladó a Alcorcón como profesora de Geografía e Historia, pero no dejaba de viajar a Aragón. Se trasladaba a los archivos de las siete diócesis de Zaragoza, Huesca, Teruel, Tarazona, Albarracín, Barbastro y Jaca con el objeto de realizar un estudio de la brujería en el siglo XVI. “La brujería es lo más representativo de la cultura popular, encarna el simbolismo de la cultura popular. Es la esencia de las creencias misteriosas enraizadas en la vida cotidiana de la gente. Y para mí era un reto intentar traducir todo eso a un lenguaje racional”. Así nació “Ponzoña en los ojos. Brujería y superstición en Aragón en el siglo XVI” (IFC, 2000). María intenta explicar el mito del aquelarre con toda la fantasía y horror que encierra: la presencia del demonio, la relación sexual con las brujas, el asesinato ritual de niños, las metamorfosis. “Me preguntaba cómo había podido hacerse real todo eso en la mente de los jueces o los demonólogos e inquisidores. ¿Quién se va a creer que vuelen las brujas o que exista el demonio? Eso es una ficción, un lenguaje simbólico”. Su trabajo abarcaba la justicia episcopal, la seglar y la inquisitorial. Le salieron historias preciosas: en Zaragoza había muchos hechiceros. Las mujeres se dedicaban a la magia del amor, y los hombres, de origen francés y casi siempre clérigos, se preocupaban por la búsqueda de riquezas. “Hallé la historia de un cura de San Pablo, Joan Vicent, que organizó un círculo mágico. Fue acusado por la Inquisición, lo encerró en la torre del Trovador de la Aljafería, y se escapó atando sábanas. Salió por la ventana, se fue a Roma y puso una denuncia a los inquisidores de Zaragoza”. En medio de su estudios, María dio con un proceso del siglo XIX en el Archivo de la Diócesis de Zaragoza, titulado “Los energúmenos de Tosos”. “En latín ‘energumeni’ quiere decir endemoniados. Y aquí se planteaba el mundo al revés: es la supuesta bruja la que va a denunciar a los supuestos posesos, que la persiguen, a la justicia episcopal y ésta la defiende. El alto clero, en ese momento, hablo de 1812 a 1814, ya no cree en la brujería. El propio obispo ve la posesión como un fraude. Los 32 posesos sostenían que ella les habían enviado los demonios y acabaron echando a esa mujer, Joaquina, del pueblo. Era de Villanueva de Huerva y allí hubo de volverse; cada que intentaba regresar, la apedreaban o la acuchillaban. Ese periodo coincide en el tiempo y en el espacio con Goya, que reflexionó a su modo sobre la fascinación, el horror, la superstición y la irracionalidad de la brujería en ‘Los desastres de la guerra’, ‘Los caprichos’ o ‘Las pinturas negras’”. El libro de este proceso se llama “Los posesos de Tosos, 1812-1814)” (Instituto Aragonés de Antropología, 2002) y no será el último. Acaban de sugerirle un trabajo comparativo sobre la hechicería urbana en Brujas y en Zaragoza.
[María Tausiet presentaba hace poco su nuevo y fascinante libro: “Abracadabra Omnipotents. Magia urbana en Zaragoza en la Edad Moderna”. María Tausiet. Editorial Siglo XXI. Así define la editorial el libro: “Abracadabra Omnipotens’ presenta un recorrido por el submundo de la magia zaragozana en los siglos XVI y XVII a través de testimonios en su mayoría procedentes de fuentes judiciales. Pese a la imagen de la magia como algo opuesto a la religión, y de la persecución de sus múltiples y diversos practicantes, lo mágico y lo religioso aparecían íntimamente entrelazados, como dos caras de la misma moneda”.]
ADIÓS AL GRAN VÍCTOR BUIL DE GARRAPINILLOS

Uno de mis amigos más entrañables de Garrapinillos, Víctor Buil, acaba de fallecer. Me lo ha dicho esta mañana su sobrino Eduardo, que además es el mecánico de la familia. Siempre me gustaba verlo tomando café, conversando, viendo fútbol o preparando un asado para los jóvenes del Garrapinillos C. F. En los últimos tiempos, Víctor Buil tenía dificultades en las piernas y problemas de respiración. Se pudo malo el miércoles, se vio amarillo ante el espejo, y cerró los ojos definitivamente el jueves. El lunes o martes me crucé con su sobrina y le anuncié que iría a verlo. No fue así. Me gustaba más verlo en la calle o en el campo de fútbol que en su casa, rodeado de botes de tomate y un buen fuego para sus excelentes barbacoas.
Víctor Buil vivía con su hermana y con su cuñado. Había trabajado en el ferrocarril en África, y luego aquí, tenía huerto, y tenía sobre todo una calma constante, una lentitud dulce, una sabiduría que se adquiere en la Universidad de la vida. Soltero y sin compromiso, octogenario, lo sabía todo sobre Garrapinillos y sobre sus equipos de fútbol. Era un hombre bueno y un hombre de palabra que disfrutaba de las pequeñas cosas.
Quizá su gran pasión –los amores pasados o perdidos nunca era materia de sus recuerdos- era ver jugar a su sobrino nieto Mario, el gran Mario Martín de algunas crónicas de sábado que han aparecido en este blog.
[Escribo esta nota, tras enterarme de su muerte, oyendo uno de mis discos preferidos de los últimos meses, “Cinema do mar” de Carlos Núñez, en concreto las dos piezas de “Historias de Terramar” de Tamiya Terashima, que tienen algo de despedida, de elegía a alguien que toma la ruta del más allá sobre las olas del mar. La foto es de Bernard Plossu.]
UNA CANCIÓN IMPRESCINDIBLE: FRANCO BATTIATO

[Marta Navarro, y alrededores, copia esta canción en su blog. Es probablemente una de mis canciones favoritas: cuando quiero estar feliz y bailar yo solo en el jardín desaliñado que tengo, pongo esta canción de Francos Battiato. Si no estoy bien, pongo esta canción y me cura de casi todo.]
NÓMADAS
Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad,
en las nieblas del norte, en los tumultos civilizados,
entre los claros oscuros y la monotonía de los días que pasan.
Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo
la encontrarás,
la encontrarás
al final de tu camino.
Largo el tránsito de la aparente dualidad,
la lluvia de Septiembre
despierta el vacío de mi cuarto
y los lamentos de la soledad aún se prolongan.
Como un extranjero no siento ataduras del sentimiento,
y me iré
de la ciudad,
esperando un nuevo despertar.
Los viajantes van en busca de hospitalidad,
en pueblos soleados, en los bajos fondos de la inmensidad,
y después duermen sobre las almohadas de la tierra.
Forastero que buscas la dimensión insondable,
la encontrarás
fuera de la ciudad,
al final de tu camino.
Letra de Roberto “Juri” Camisasca. La foto es de Albert Watson.
LOS HÉROES DEL SILENCIO AL COMPLETO

El 4 de septiembre, Héroes del Silencio publica una caja en edición limitada con todos sus álbumes en vinilo
Contiene los siete LP de la banda zaragozana en edición facsímil, con abundante material extra y piezas descatalogadas y muy buscadas por los seguidores de la banda zaragozana, un libro con abundante material gráfico y un poster exclusivo
El 4 de septiembre, Héroes del Silencio publica una caja en edición limitada que contiene los siete álbumes que la banda zaragozana editó en su día en vinilo: el maxi Héroe de leyenda, el mini LP En directo y los LP El mar no cesa, Senderos de traición, Senda 91, El espíritu del vino y Avalancha. Para esta edición especial, estos vinilos se han vuelto a fabricar en un gramaje mayor que el original y utilizándose las versiones remasterizadas, lo que implica una incuestionable mejora en el sonido. En el aspecto gráfico esta edición será facsímil, manteniendo inalterable el grafismo original en todos los aspectos. Además, la caja contendrá un libreto escrito especialmente para esta edición limitada con material gráfico inédito, una biografía retrospectiva de Héroes del Silencio actualizada, todas las letras de las canciones incluidas en los siete LP, los créditos originales y un gran póster con una foto actual e inédita de la banda. La caja, de la que se editarán sólo 5.000 ejemplares, está forrada en terciopelo morado con las letras impresas en tinta plateada. En esta edición especial destacan álbumes muy buscados por los coleccionistas, como el mini LP En directo, del que en su día solo se editaron 5.000 ejemplares, y por el que se han llegado a pagar hasta 300 € por su edición original. El álbum Senda 91 está descatalogado desde hace seis años y del vinilo de Avalancha se editaron muy pocos ejemplares, siendo ambos también piezas muy buscadas por los fans de Héroes del Silencio. La edición especial en tirada limitada de todos los vinilos de la banda zaragozana, que el 15 de septiembre comienza en Guatemala una gira de diez conciertos exclusivos por América y España, significa una ocasión única de acercarse a la obra de uno de los grupos fundamentales del rock español en un formato, el vinilo, tan raro como apreciado. Héroes del Silencio en estado y en sonido puro. www.heroesdelsilencio.es www.emimusic.es
[Nota enviada por la productora. Hace años, en "Viaje a la luna" (Aragón Televisión), entrevisté largo y tendido a Enrique Bunbury. Recuerdo una frase que me dijo entonces: "Sé que algún día cantaré bien". Sueño que un día le apetezca sentarse en los butacones naranja de "Borradores". Por ahora, no lo hemos conseguido, ni yo ni su representante Nacho Royo hemos conseguido convencerlo. Soy un fan incondicional; mi disco favorito entre los suyos es uno que ha hecho en solitario: "Flamingo's", pero me gustan todos. ]
HOLYFIELD-TYSON. CRÓNICA DE UNA PELEA MÍTICA*

EL ELEGIDO DE DIOS
Un gesto premonitorio precedió al nuevo combate del siglo: Mike Tyson tenía tantas ganas de acabar que, cuando emprendió el camino del ring, mostró su mirada de caníbal, alzó con desprecio su cuello de búfalo y soltó un fiero manotazo a uno de sus excéntricos acompañantes que parecían mafiosos con camisas de lunares negros, sombreros de fieltro y botines de charol. Se le vio ya, en el túnel que precedía a la debacle, airado, roto por los nervios, excitado por la sospecha del miedo. Antes había salido Evander Holyfield con su majestuoso porte de atleta griego; se le vio caminar armonioso y tranquilo con su batín lila. Fue recibido con un clamor unánime; la gente estaba con él y lo comprobó unos instantes después: el nombre de Tyson quedó sepultado bajo un desdeñoso y apabullante abucheo. El mundo entero había apostado por El terror del Garden, 25 a 1, todos los periódicos americanos --salvo uno-- vaticinaban su triunfo por la vía rápida, y los promotores también: Tyson recibió treinta millones de dólares y Holyfield sólo once.
Pero íntimamente muchos soñaban con una victoria del ex--campeón: aquel guerrero de corazón de león de 34 años, un hombre ejemplar que no sabía lo que era enfrentarse a un paquete ni que nunca había visto correr ante él, como una liebre aterrorizada, a ninguno de sus rivales. La gran mayoría de los 16.325 espectadores reconocieron sus atributos de púgil a la vieja usanza: fibroso, audaz, rápido y valiente. En aquella noche de sudores compartidos, algunos recordaron sus esfuerzos para llegar hasta allí: sus interminables sesiones en la piscina, sus miles de kilómetros a lomos de una bicicleta, su modélica actitud dentro y fuera del cuadrilátero, su furia tranquila, quizá por ello engañosa. O esas peleas que él hizo siempre épicas, ganase o perdiese: sus tres enfrentamientos con Riddick Bowe, su disputada derrota con Michael Moorer, sus encarnizadas pero hermosas y dignas contiendas con Georges Foreman, el sargento indomable Ray Mercer o Bobby Czyz.
No hubo miradas de odio. A Holyfield no le gustan las bravuconadas; todas las había gastado ya su adversario cuando dijo, antes y después del pesaje, que sólo podría ser vencido si se quedaba sin una mano. El boxeador de Alabama se había pasado demasiadas horas estudiando los gestos de su contrincante, midiendo sus pasos en los vídeos, observando cómo mece la testuz, cómo avanza con la espalda tiesa y un ademán de gorila, cómo saca con un movimiento inapelable pero en corto, brutal como una demolición, sus mazas de carne y piedra. Y en esas horas de gimnasio --hizo de todo como siempre, incluso efectuó sesiones agotadoras de danza y esquiva con bailarines profesionales, y vio varias veces el combate entre Cassius Clay y el predicador Cleveland Williams en 1966, el combate más perfecto que haya efectuado jamás un peso pesado-- descubrió los puntos débiles de Tyson: su pálida inteligencia, su fragilidad mental cuando no logra impactar, su boxeo caliente y poderoso pero enceguecido, pugilismo de vendaval y tejón que no cesa, pensó, la desesperada vehemencia con que busca el final.
Había tensión, fuego en el cuadrilátero, ira antigua, el aroma de intensidad carnal que se le exige a una gran velada. El combate, desde los primeros instantes, desde antes de que Mitch Halpern les recordase cómo debían comportarse y lo que la humanidad desvelada esperaba de ellos, parecía condensar la leyenda y la sangre de otras peleas inmortales: aquel Clay--Frazier del 8 de marzo de 1971 en el Madison Square Garden, cuando El Loco de Louisville saltó por los aires en dos ocasiones, a pesar del rugido de la muchedumbre; la noche en que Rocky Marciano pulverizó el cuerpo oscuro de Joe Louis; la furia innombrable que se cruzaron sobre el tapiz Marvin Maravilla Hagler y Ray Sugar Leonard, el tigre y la mariposa; la épica sangrienta de las batallas a muerte casi entre Jack La Motta, Toro Salvaje, y Sugar Ray Robinson en los años 50.
Mike Tyson estuvo a punto de reventar Las Vegas (y a todo el planeta despierto) con un golpe a los diez segundos: se echó hacia el centro del ring y buscó el mentón de su oponente, no le cazó de milagro. A partir de ahí, Evander Holyfield se agigantó: advirtió a Tyson que no iba escapar y que tenía unas grandiosas ganas de gresca, pero en su terreno y a su modo. Es decir, gresca librada con astucia, con ligereza diabólica y con parsimonia, pero lejos del cuerpo a cuerpo. Holyfield tejió un laberinto inaccesible a la pegada de Tyson, enfrió la batalla, le desafió una y otra con ganchos contundentes y dominadores a la contra, y tuvo la sangre helada de no enmarañarse en el clinch. Si el otro se removía en pos del golpe recto, le trababa con los brazos; le tendía una emboscada y le martilleaba la cara con calculada obstinación desde la distancia.
A Mike Tyson le asomaron, lentamente, los primeros fantasmas. Y el presagio de otra noche funesta como aquella de Tokio en 1990 empezó a robarle el pensamiento. No encontraba huecos en el musculoso cuerpo del enemigo ni flancos de acceso a su barbilla. Si en alguna ocasión impactaba, se encontraba con una sucesión de respuestas inmediatas que le hacían retroceder, que le magullaban el cerebro y su opaco entendimiento. Casi sin quererlo, se hallaba aprisionado entre sus bíceps o intentando escabullirse de su bruñida calva. Miraba y miraba, pero no descubría ni un sólo resquicio de temor en su oponente. Al contrario, cada segundo que pasaba, Holyfield parecía tornarse más desafiante, más seguro de su trabajo de derribo sin prisa. Tyson respiró un poco en el quinto asalto y creyó, tal vez, que no todo estaba perdido; su adversario había acusado el peso de sus mazas y por primera vez había ganado en la puntuación parcial.
Sin embargo, esa interpretación había sido un espejismo. En el segundo minuto del sexto asalto besó la lona y aguardó, con tanta palidez como sorpresa, la cuenta de protección. Le habían temblado el vientre, las nalgas y las estrellas del destino. No se encontraba, estaba fuera de sitio y Holyfield empezaba a ser el que siempre había sido: un boxeador en línea, académico y rítmico, dominador y bailarín, un gigante insaciable desde el centro de la lona que ignora el retroceso o cualquier otra suerte de cobardía. Aquélla --se percató de inmediato-- no se parecía en nada a la legendaria noche de Tokio; entonces había perdido él mismo por exceso de mala vida y escasez de gimnasio ante el desconocido y fugaz James Buster Douglas, por puro menosprecio, pero aquí le estaba ganando el otro: un boxeador tallado en bronce, descaro y preparación, un gladiador con clase y oficio que creía en sí mismo. Su nombre se alzaba desde el fondo de la tierra y aleteaba por todos los rincones de su cerebro como un gigantesco pájaro de rencor: "Holyfield, Holyfield, Holyfield", vociferaba la multitud que le odiaba y que se sentía feliz, oceánica, imparable, ante su fracaso.
La sangre que le brotaba por la ceja y la entereza del aspirante, se lo dejaron claro: Holyfield, el bueno de la velada, el elegido de Dios, iba a ganar. El décimo round fue demoledor: Iron Mike recibió una combinación interminable de golpes, el vendaval que le habría correspondido desatar a él y se quedó turulato, con el mentón triturado, sonámbulo; sólo le salvó el sonido milagroso de la campana. Se sentó en el rincón con el rostro ardiente, los miembros debilitados, tragándose la rabia, las vanas bravatas, arañándose el último escozor de la poca jactancia que le quedaba. En ese momento, no era nadie y soñó (o creyó soñar) que sus preparadores lanzaban una toalla de redención como quien lanza una paloma derribada; sin duda entonces recordó su sórdida y desamparada niñez de degollador de palomas: se vio a sí mismo retorciéndole el gaznate del animal, palpando el bulto pegajoso, la suciedad brusca y sanguinolenta que se adueñaba del claro plumaje. Soñó con una toalla de salvación, decíamos, pero eso no sucedió y volvió a salir para ser humillado; en esos segundos acelerados que se anticipan al gong postrero, atisbó a su rival: estaba entero, con la fortaleza renovada y la determinación de un criminal. Y se preguntó quién le había vuelto a traicionar o, sencillamente, por qué no le había respetado, por qué no se dijo a sí mismo que Evander Holyfield, el atleta de Alabama, el mensajero de Dios, era un profesional insobornable, amasado con inteligencia y sacrificio, el tipo más duro y más listo al que se había medido jamás.
Un minuto después, Mike Tyson era sólo una mole sin respuesta, una sombra disuelta en despojos e impotencia, un mito apaleado y un hombre al fin, una criatura vulnerable. En algún instante, cuando todos celebraban al nuevo ídolo y el speaker anunciaba la frase mítica --la frase que estremeció a Clay cuando era un niño y empezaba a saber quién era Rocky Marciano: The heavyweight champion on the world is... Evander Holyfield-- se acercó a su esquina y lo miró a los ojos: "Sólo quiero estrechar tu mano y tocarte. Tengo por ti el mayor de los respetos".
Evander Holyfield le dijo que se sentía orgulloso de haber ganado al mejor peso pesado del mundo, que le agradecía que le hubiese dado aquella oportunidad y buscó a su mujer, que también es su médico y su psicólogo. La besó y le pidió una gorra que llevaba esta leyenda: Jesus is Lord. (Jesús es el Señor). Miró a todos y dijo: "He aquí mi talismán. Mi golpe secreto. Sabedlo".
*Hace algunos años escribí este relato para un volumen colectivo de autores argentinos y aragoneses, y lo recupero aquí. Hace algunos días vi de nuevo la película "Marcado por el odio", con Paul Newman, y recuperé el gusto por las películas de boxeo de mi infancia, que veía con mi padre. En la foto, la modelo Heidi Klum con Evander Holyfield.
LA NOVELA HISTÓRICA, ESTA NOCHE EN BORRADORES

Invitados: El cantautor Chema Bello canta a la “Puerta del Carmen”
Plató: Paula Cifuentes y Ángeles de Irisarri. Entrevistas y reportajes: María Teresa Álvarez, Marti Gironell, Jacinto Rey, Antonio Lázaro y Jesús Sánchez Adalid
Recomendaciones de novelas históricas: Librería París.
Borradores ofrece esta madrugada, hacia la una y media, un monográfico sobre “La novela histórica”, que tanto atrae a los lectores. El programa se abre con una pieza del cantautor aragonés Chema Bello, “Puerta del Carmen” y se cierra con “Cruzando por ahí”, un monólogo del río Ebro al pasar por el Puente de Piedra. El cantautor, además, explica las claves y las líneas de su primer disco, publicado recientemente. Acuden al plató la jovencísima escritora Paula Cifuentes, finalista del Premio Alfonso X el Sabio y uno de los nombres más prometedores de las letras españolas, que habla de sus dos primeras novelas: “La ruta de las tormentas” (Martínez Roca), sobre Hernando Colón, hijo del almirante, viajero y bibliófilo, y “Tiempo de bastardos” (Martínez Roca), sobre Beatriz de Portugal. También visita el programa Ángeles de Irisarri, que ha publicado su libro de relatos y retratos históricos “Gentes de las tres religiones” (Martínez Roca).
Además, Borradores·conversa con María Teresa Álvarez a propósito de “La comunera de Castilla” (La Esfera de los libros), la historia de María Pacheco; con el narrador Jacinto Rey, autor de “El cirujano de las Indias” (el Andén), una narración de amor, arte y misterio que sucede en el mar de Vigo; con Martí Gironell, autor de “El puente de los judíos” (el Andén), que explica los secretos de su exitosa novela en los baños judíos de Zaragoza, y con Jesús Sánchez Adalid, autor de “El alma de la ciudad” (Planeta). Antonio Lázaro medita sobre otra dirección del género, la narrativa gótica, en su novela “El club Lovecraft”, que transcurre en Toledo; el autor, que realizó su servicio militar en Zaragoza, glosa a Luis Buñuel y reivindica una “modélica novela” como “La llave maestra” de Agustín Sánchez Vidal. Todos los autores explican no solo sus libros, sino cómo conciben el género. Como complemento, Librería París recomienda una selección de libros de novela histórica para este verano.
Borradores. Aragón Televisión. A la 1.30. Se emite esta noche, tras el partido del Real Zaragoza, Bulevar de Verano, que conduce Adriana Oliveros, y Cultyarte, de Ana Rodríguez y Paula Blesa. Hacia la una y media de la mañana, se emitirá el programa.
*Paula Cifuentes poco despés de la grabación del programa. La foto es de José Antonio Melendo.
CUERPOS EN LA PLAYA 1 / DAVE AHAROHIAN

Este año no he ido al mar, ni he ido a Galicia. Inicio una nueva serie: cuerpos que se impregnan de arena, sueños del nadador, luminosos cuerpos del verano.
CUERPOS EN LA PLAYA 2 / KATI RUDLOVA

Recordarás las noches de este agosto de fuego:
El insomnio, la espera, un amor implacable
Suplantando las horas del descanso. En los años
De la paz merecida, volverás muchas veces
A estas noches, mordiendo con dolor la almohada
De los inviernos gélidos. Volverás a mirarte,
Sudoroso y desnudo, clamando por el agua,
En vela, atormentado de sed y deseo.
Recordarás las noches de un ardiente verano
En que volviste a ser un cuerpo vulnerable.
[He aquí un poema del cuidado y sugerente poemario de amor “La hora azul” de Josefa Parra, publicado por Visor y distinguido con el XXI Premio Unicaja de Poesía. La foto del cuerpo tendido sobre la arena es de Kati Rudlova.]
UN TERCO LADRÓN DE LUCES

[Pepe Cerdá, ese viajero con alma de pintor clásico, ese fotógrafo de estirpe sorollesca, el pensador que tiene un banco de carpintería y toda la discografía completa de Joaquín Sabina, inaugura mañana una exposición en el Centro Cultural de Castejón de Sos, patrocinada por el ayuntamiento y su alcaldesa María Pellicer, incondicional del pintor desde hace años, y por la Fundación Alcort de Miguel Ángel Córdoba, entre otros organismos. Se ha editado un catálogo con varios textos de Pepe Cerdá y estas notas mías. Las cuelgo aquí y recuerdo que la muestra se abre a las ocho de la tarde, cuando el ardor del sol se desvanece...]
UN TERCO LADRÓN DE LUCES
Impone mucho respeto escribir de Pepe Cerdá (Buñales, 1961). Impone un vértigo especial: él ha escrito en los últimos tiempos tanto de sí mismo y de su obra, y con tanto ingenio, que cualquier comentarista se aproxima a su mundo con pudor y con una impresión de fracaso. Pepe Cerdá es algo más que un pintor. Pepe Cerdá es un pensador, un contador de historias, un burlador de teorías y soflamas estéticas, y es alguien que ha aprendido a reírse de sí mismo. En los materiales de su blog que ha recogido en el libro “Pintor, pinta y calla”, dice: “Vaya por delante una aclaración: el arte para mí es una cosa tan, tan seria como la muerte. Por esto, precisamente lo serias que son, me tomo a ambas desde el más íntimo y exacerbado cachondeo”. La muerte no nos interesa en este contexto porque Pepe, con respeto y miedo a ella o no, es un creador vitalista, expansivo, un amanuense clásico que ha encontrado en la pintura una forma de vida y en el paisaje las diversas suertes de lo sublime.
Pepe Cerdá es un pintor que ha regresado al origen. Da la sensación de que la verdad más radical de su ser como artista estaba en la adolescencia ya, cuando pintaba caballitos o artilugios de feria, en aquella artesanía del color, del trazo, de la rotulación, del detalle. Allí anidaba ya una certeza que ha vuelto a recobrar con los años: la pintura, a la manera clásica, traducida en términos de untuosidad y atmósfera, es un método eficaz para “la transmisión de emociones, experiencias y conceptos”. Y a ese artista nos enfrentamos en los últimos tiempos. Cada exposición suya es un fragmento de vida, el rescoldo íntimo que le ha dejado dentro y en la memoria de su cámara digital un paisaje concreto, una luz, una mole de montañas, una vista específica que puede ser una casa varada cerca de la autopista, un pueblo sondormido bajo la sábana de la luna, una gasolinera.
Pepe Cerdá suele decir que las tecnologías no nos han cambiado tanto. Que seguimos siendo un mono con traje y ordenador. Quizá no estaría mal añadir algo, o recomponer la frase un poco: el hombre moderno es un mono con traje, móvil, cámara digital y ordenador. Y Pepe Cerdá no renuncia a nada de ello: no busca un paraíso remoto, no hace un cántico romántico a tiempos idos, aunque se sabe (o se rebela) clásico y moderno: en sus cuadros hay muchos ecos del siglo XIX y de los primeros años del siglo XX, desde Pradilla a Moreno Carbonero, desde el Van Gogh de los asombrados nocturnos hasta Sorolla, Fortuny, Madrazo, Muñoz Degraín o Marín Bagüés, incluso de instantes de Fermín Aguayo, pero también se evidencia el gusto, o la coincidencia, con las atmósferas de David Hockney. Como Pepe Cerdá es un artista informado, quién sabe si ha hecho un homenaje al artista, un guiño o una de sus burlas o ironías habituales. En cualquier caso, sí se ha dado de bruces con una realidad que existe: Hockney, y otros artistas norteamericanos, han salido a la naturaleza y a los arrabales de las ciudades, y se han atrevido a mirar. Como ha hecho él. Como hace a diario.
Pepe Cerdá anda por aquí y por allá con una cámara fotográfica al hombro. O la lleva en la guantera del coche. Se fía mucho de ella para fijar ese instante de emoción radical que llevará trasladará, en su estudio de Villamayor, al lienzo. Su producción de los últimos tiempos es un elocuente diálogo entre fotografía y pintura, y una muestra de quién es quién, la confirmación de un modo de operar y de los límites. Pepe Cerdá es un artista que posee una gran facilidad: la pintura le fluye de las manos y del cerebro. La pintura le fluye con un cromatismo cada vez más amplio: hay cuadros que son sobrios, casi apagados, cuadros exentos de retórica visual, casi atrevidos en su desmayo de luz; hay cuadros que son de una exuberancia casi renacentista, concentran un auténtico surtidor de fuegos y gemas en su superficie, abrasan de claridad; hay cuadros que son espejos o heridas en un nocturno de luciérnagas. Así es Pepe: ambivalente como la naturaleza, cambiante como las estaciones, antidogmático como el capricho de los temporales. Un terco ladrón de luces.
Esta muestra que se presenta en el Centro Cultural de Castejón de Sos tiene algo de recuento, de retrospectiva breve, e incorpora piezas de este mismo año: óleos de una gran delicadeza, centrados en los Monegros, óleos caracterizados por el impacto de sus celajes, que adquieren un barniz dramático. Hay dos piezas de pequeño formato que prolongan su inclinación hacia los reflejos del agua en el campo: son “Charcos” y “Viveros Aznar”. Podríamos decir, a modo de resumen, que están los poderosos paisajes abiertos de Pepe Cerdá, la huella de muchos viajes por carreteras del mundo, esos árboles que se vuelven compañía y cobijo en nuestro paseo ilusorio, esos árboles que son estandartes solitarios en medio del campo. Están esos lienzos que ofrecen visiones en lontananza, caminos que se extravían en una porosidad de nubes. A Pepe Cerdá también le hemos leído que una de las claves de su arte eran “la intención, el posicionamiento y el rumbo del artista”. Pues bien, la posición del artista ante la naturaleza es determinante, y es algo que va más allá de términos como encuadre y composición. Y están varias piezas sobre el río Ebro a su paso por el Puente de Piedra o el Puente de las Fuentes, una de sus riberas, o una estampa desdibujada, casi fantasmal, de un expresionismo sin estridencias.
Los nocturnos de Pepe Cerdá no parecen tener fantasmas. Poseen un misterio insondable, una hermosura cautivadora y sensitiva, una apacible alucinación. Cabría hablar de algo mágico: son pueblos donde está a punto de ocurrir algo sobrenatural, un milagro luminoso. O algo así. Son pueblos que parecen estar fuera del tiempo, en una región de espejismo y de delirio. Y de cuento de hadas. Estos pueblos son casi siempre un único pueblo: el Villamayor que ve y sueña e inventa Pepe Cerda. El pintor ha dicho que en Villamayor el tiempo pasa lentamente, que es allí donde se le siente en la carne. La muestra se completa con sus estupendas acuarelas comentadas, que integraron sus Paisajes del natural. Ahí se ve al viajero que camina, al aventurero insaciable que se detiene en Canfranc, en el camino de Santiago o en una cúspide, al contador de historias que encuentra en José Luis Ona a un cómplice, al camarada de tertulias y confidencias, y al naturalista que le descubre los secretos del bosque. Escribe: “José Luis Ona vive en Villamayor, como yo (...) Ha sido muy amable conmigo”.
Querría cerrar como Pepe Cerdá: “Esto es lo que hay...”
CUERPOS EN LA PLAYA 3 / MARTA GLINSKA

El suyo era un amor sin nombre. Se había perpetuado en el rocío de los mirtos, en los aleros de los edificios y en el cauce del río. Nadie la conocía pero adivinaban su llanto en la catedral a medianoche, presagiaban las amapolas de ceniza de sus ojos y su destino de peregrina invisible por callejas sombrías y por los patios donde el agua abastecía los rosales. Cuando las campanas se deshacían en llanto en Albarracín, la gente afirmaba que era ella quien plañía, o si la lluvia azotaba las murallas y crujía pesadamente en las rejas oxidadas, nadie dudaba de que era la dama en un arrebato de cólera. El cielo se estremecía de estrellas a su paso y los pregoneros, en el centro de la plaza, evocaban un pasado de caballos, de espadas y de linajes. Nadie se atrevió jamás a nombrarla y sólo un joven, un ciego de pedir por puertas, creyó verla en la ribera del río en una noche de luna, desnuda de asombro, con el cabello negrísimo y blanca.
[Este texto está inspirado en Albarracín y figura en uno de mis libros favoritos, quizá por su carácter de libro menor: "Los seres imposibles" (Destino, 1998)]
CUERPOS EN LA PLAYA 4 / DAVE AHARONIAN

[Ese amigo entrevisto baixo a chuvia de Santiago, unha das cidades que máis me gostan, unha das máis mitificadas por min, Gustavo Peaguda, envíame unha foto do Mediterráneo en calma e estes poemas. Sigo coas miñas teimas de verán (“Os corpos da praia”), e os poemas son seus, do poeta ourensán que soña e traballa en Santiago. Aquí va un homenaje a don Rijoso, que ha vuelto a visitar estas páginas.]
DÚBIDA
¿ É
a
soidade
un
xogo
perverso
do
tempo
das
tebras
desterradas?
A INDIFERENCIA
“ Hai posibilidades para min, sen dúbida,
pero baixo que pedra están agachadas?”
Franz Kafka
Os meus versos imprevistos
son atropelados pola indiferencia
dos teus ollos acostumados
a poemas de mármore.
Santiago de Compostela 03/01/2007
AGIOS NIKOLAOS
Quen leva posta a máscara cada mañá no verán do liño?
O poeta resucitado dos cálculos do tempo?
O home do selo vermello na fronte?
Ou ti porque ninguén te ve nas augas caladas de Agios Nikolaos?
E ninguén sabe
e pregunta por que.
Agios Nikolaos 13/07/2007
AQUELA BUCINA
e aquela bucina túa onde resoará o Exeo
levámola para o reino de chuvia de palabras e bágoas
para lembrar que só hai que coñecer
a noite que só é noite.
Agios Nikolaos 13/07/2007
CUERPOS EN LA PLAYA 5 / TYRONE POWER

AMMAN
Amor, tú te quedaste con todos los lugares:
Con la ciudad perfecta de fuegos y jardines,
Con el viejo mercado y las torres de azúcar
Derritiéndose, ardidas, bajo el calor de julio;
Te quedaste con todo,
Probablemente porque aquél era tu reino
Y yo tan sólo un ave pasajera y furtiva.
Tú puedes repetir cada día los pasos,
Mirarte en el paisaje que nos vio confundidos.
A mí sólo me quedan, delgados, los recuerdos:
Una ciudad de humo soñándose en la tarde.
[Reproduzco otro poema de Josefa Parra, a quien no conozco de nada, de “La hora azul” (Visor). Los poemarios de amor son casi siempre mis favoritos: “Sombra del paraíso”, “Razón de amor”, “Un río, un amor”, “Ocnos”... Y también éste.]
OLA DE PÁNICO EN ESTADOS UNIDOS*

Ola de pánico global por la crisis
hipotecaria de Estados Unidos
Nueva York.- La ola de pánico por el imprevisible efecto que pueda tener la crisis hipotecaria, constructora e inmobiliaria de Estados Unidos sobre la economía nacional y global ya ha alcanzado los mercados financieros en todo el mundo. La bolsas sufrieron importantes caídas en todo el globo. Los bonos del Tesoro, considerados en otro tiempo garantía de seguridad, se encontraban hoy bajo fuerte presión. Según expertos en coyuntura, la situación podría frenar el crecimiento económico de Estados Unidos y otros países exportadores como Alemania, Japón y otros asiáticos. También se verían afectados los beneficios que puedan apuntarse las compañías, reseñó Dpa.
La inédita ola de compras de empresas de todo rango gracias a préstamos de inversores privados, la gran especulación de fondos de alto riesgo ("hedge fonds") y la política agresiva de recuperación de acciones por parte de grandes grupos estadounidenses con dinero prestado no podían continuar a este nivel por mucho tiempo, puesto que los créditos son cada vez más caros y los medios más escasos. Todos estos factores llevaban años provocando una presión al alza en el mercado bursátil mundial.
La reacción de los bancos centrales de todo el mundo a la crisis fue ofrecer fuertes inyecciones de dinero para procurar mayor liquidez a bancos y mercados monetarios. El Banco Central Europeo (BCE), la Reserva Federal estadounidense (Fed) y las entidades centrales de Japón y Australia aportaron desde el jueves la ingente suma de más de 200.000 millones de euros (más de 273.000 millones de dólares) para apaciguar la agitación de mercados crediticios de todo el globo.
Mientras que antes era relativamente sencillo detectar una entidad de crédito debilitada, apuntan los observadores financieros, ahora los mensajes sobre pérdidas con títulos asegurados en créditos hipotecarios estadounidenses salen a la luz lentamente y a cuentagotas, un fenómeno que ha logrado desestabilizar aún más los mercados financieros a nivel global.
En los últimos diez años, el sistema financiero mundial ha cambiado profundamente: los productos derivados se desbordaron y los títulos se distribuyeron entre numerosos inversores de todo el mundo. Es frecuente que los inversores ni siquiera sepan que sus títulos de deuda, declarados de primera clase, están asegurados en bonos estadounidenses sin liquidez o ya invaluables, advierten los expertos. Ni los bancos ni los bancos centrales parecen contar con una visión clara de qué institución crediticia, "hedge fund" u otro servicio financiero será el próximo en descubrir pérdidas en bonos de alto riesgo. Frecuentemente, la falta de demanda vuelve estos títulos imposibles de tasar y, mucho menos, de vender. Bancos y otros prestamistas se mantienen con créditos nuevos y préstamos diarios para reforzar su liquidez. Ya nadie confía en nadie, porque la rueda de rumores en Wall Street y en los mercados financieros internacionales se cobra nuevas víctimas cada día.
En Estados Unidos hay cerca de 10.000 millones de dólares en créditos hipotecarios, de los cuales alrededor de un tercio tienen una calidad de solvencia mala o media. El mercado de la construcción y todas las ramas asociadas representan casi un cuarto de toda la economía de Estados Unidos. Los consumidores del país, cuyo gasto soporta casi dos terceras partes de la economía estadounidense, se van volviendo conscientemente retraídos.
Esta situación se refleja no sólo en la brutal caída de los precios inmobiliarios y el peor colapso de la historia en el mercado de la construcción, sino también en las cifras de facturación del comercio minorista y los malos resultados de la industria automotriz. De este modo, 54 economistas consultados por el "Wall Street Journal" prevén para la segunda mitad de año un crecimiento de la economía estadounidense del 2,2 por ciento, frente al 3,4 por ciento registrado en el segundo trimestre.
*El diario Eluniversal.com publica esta noticia. ¿Qué está pasando en el mundo? Pepe Cerdá me llama y me dice si estamos en una resurrección del “crack de 1929”. La foto es del gran Bruce Davidson.
FERNANDO SARRIÁ: UN POEMA DE VERANO

tu cuerpo se hace estatua de luz y de sombra.
Apoyada en la ventana,
cae por tu espalda una cascada de ámbar.
Mientras yo admiro tu desnudo
y tus ojos se pasean por la deshabitada avenida,
me pregunto hasta cuándo tendremos estos instantes
bendecidos por la fortuna.
Un desgranado verano nos sostiene en la ciudad solitaria,
sus noches de azul cobalto son eternas
y en su duna dorada crecen las mañanas
al ritmo impagable de las caricias.
Apenas se nos pasan las horas y los días,
todo es un tobogán donde respiro tu aliento,
beso tu piel, sueño tus sueños, hacemos el amor
y me hundo en tus risas como un gato en el regazo.
Es lo más parecido al cielo que conozco.
VILLA CONOCE A VILLA O LA NOCHE DE MONTJUIC

RETROSPECTIVA
[Este reportaje apareció el mismo día que el Real Zaragoza se batía, un 17 de marzo de 2004, con el Real Madrid en Montjuic por el título de la Copa del Rey. Ganó el Real Zaragoza por 3-2, con aquel latigazo final de Galletti, que batió a César. Encuentro este texto en mi fondo de armario y lo pego aquí. Siempre soñé con escribir un libro sobre el Real Zargoza, y aquí anda, desparramado. La fotografía es del Zaragoza d Los Magníficos.]
Juan Manuel Villa, sevillano accidental y madrileño como su familia, creía hacia 1962 que estaba acabado para el fútbol. Pertenecía al Real Madrid de los primeros galácticos –Di Stefano, Kopa, Gento, etc.- y tenía rivales en su demarcación de interior tan famosos como Del Sol, Rial o Puskas. “Era un equipo espectacular, el que mejor ha jugado al fútbol de todos los tiempos, junto al “dream team” de Cruyff a nuestro equipo de ‘Los Magníficos’. Era un fútbol vistoso y genial, variado y brillante”. En 1962, tras haber estado cedido en la Real Sociedad, decidió venir a Zaragoza, porque ya había visto jugar a Marcelino, Lapetra y Reija. Y aquí empezó todo: esa leyenda de la que ha oído hablar vagamente David Villa, el otro Villa. “No conozco a Juan Manuel Villa –dice- pero he oído hablar de él. Sé que era muy bueno. Estoy muy orgulloso de pertenecer este equipo: durante muchos años fue uno de los cinco mejores del fútbol español, un histórico y un grande”.
Juan Manuel Villa compara al Madrid de su época y al actual. “Jugaba mejor el de Di Stefano y compañía. El de ahora es un equipo de destellos, también porque el fútbol es más difícil por la fuerza con que se juega, porque la preparación física se ha impuesto sobre la imaginación, la clase o el arte. En mi época, para los grandes jugadores era más fácil jugar y hacer una especie de ballet. Pienso que si quienes hicieron el reglamento del fútbol supiesen que se podía correr tanto y durante tanto tiempo, habrían hecho campos de 200 x 80 metros. Ahora los futbolistas corren y aguantan tanto que no hay sitio para correr. A mí el fútbol me parece el deporte más bonito y apasionante, pero ahora no voy al estadio, lo veo desde casa. Se corre más y se juega menos”.
Retoma su reflexión sobre el rival del Real Zaragoza en Montjuïc: “El Madrid de ahora se mueve a golpes de genialidad de Figo, Ronaldo o Zidane, pero ver esa cosa fluida, armoniosa de principio a fin es muy difícil”, explica. ¿Cómo se puede ganar a un equipo así?, queremos saber. El diez de “Los Magníficos” dice: “A base de fuerza, preparación física y de aburrimiento. Hay que amargarles y aburrirles la vida”. El “Guaje” Villa observa: “Tenemos un precedente en el partido de Liga de la primera vuelta, que empatamos y nos les dimos respiro. Necesitaremos dar lo mejor de nosotros, hacer las cosas bien. Ganarles no sería ningún milagro. El partido espero que sea bonito. Se va a jugar de poder a poder, será abierto y con muchas ocasiones”. Y en buena parte dependerá de la inspiración del asturiano. Su predecesor lo valora: “Tiene muy buenas cualidades: es rápido, tiene buena visión, chuta, se desmarca y sabe jugar armónicamente con sus compañeros, pero aún es pronto para evaluarlo: necesitamos un pequeño compás de espera, pero apunta alto”, dice el interior, tres veces internacional. ¿Jugaban igual? Ambos pisan el área, pero de modo diferente y con distinta intensidad. El actual Villa se define “como un delantero centro nato, que disfruta con el gol y lo busca”. Y al integrante de “Los Magníficos” le gustaba recoger el balón en el principio del centro del campo, de las botas de País o Violeta, e iniciar allí la trama y el vértigo del ataque, apoyado en Carlos Lapetra, en Marcelino, en la brega con calidad de Santos o en Canario. Practicaban un juego trenzado, de desmarque, que nacía en el cerebro y en el hilván de la bota de Carlos Lapetra. Villa –“que era rápido, técnico, y que regateaba y chutaba con ambas piernas”- no le hacía ascos al área ni al gol. En sus nueve campañas en La Romareda marcó 70 tantos, 43 de ellos en la Liga. Curiosamente, fue determinante en las cuatro finales que jugaron los blanquillos: vencieron en dos, en 1964 y 1966, y perdieron en 1963 y 1965. Villa marcó tres goles en cuatro partidos.
El conjunto de “Los Magníficos” llegó a la final por vez primera en 1963. “Todo fue muy desgraciado. Jugamos en el campo del contrario, porque Franco viajó por esos días a Barcelona; nuestro entrenador César acababa de firmar un contrato con el club catalán y no organizó nada, descuidó sobre todo los marcajes. Se portó fatal; incluso hizo algunos cambios bastante raros. Y por si fuera poco, nos concentramos en un ruidoso hotel del Tibidabo, donde no se podía dormir. Perdimos por 3-1. Marqué el gol del honor, junto al palo izquierdo, pero salimos cabreadísimos, escaldados, con un disgusto impresionante”.
Juan Manuel Villa quiere recordar a dos entrenadores de entonces: Fernando Daucik, que era un gran psicólogo, les decía: “chicos, salís jugar y hacer que queréis”. Dice Villa que entendía a la perfección “nuestro estilo, un estilo que era rápido, malabarista, de regate y de pases al primer toque. Armaba la defensa y nos daba libertad total. Jugábamos como nos daba la gana. ¿Sabe cómo entrenábamos? A dos toques: parar y tocar, de lo contrario era falta”. Y el otro entrenador inolvidable, en aquellos dos meses de felicidad de 1964, cuando se consiguió la Copa de Feria y la Copa del Generalísimo, fue Luis Belló: “Es una de las mejores personas que he conocido en mi vida. Tenía y tiene una visión estupenda del fútbol, que coincidía con la nuestra, pero tras los éxitos –a los que debe sumarse el triunfo de la Eurocopa con el estupendo gol de Marcelino- se fue incomprensiblemente y vino Roque Olsen, con el que nos llevamos muy mal”. En 1964, el Zaragoza venció al Atlético de Madrid por dos a uno en el Bernabéu, con goles de Lapetra y uno de Villa, que se anticipó a Glaría e impactó espléndidamente. Un aficionado le dijo: “Villita, debes volver a casa”. Y los aficionados aguardaban al equipo ya en Arcos de Jalón. Al año siguiente, el Atlético de Madrid se tomó la revancha: marcó Cardona y el Zaragoza, que presionó y atacó hasta la extenuación, no pudo remontar. Y en 1966, en el Bernabéu de nuevo, el Zaragoza se midió en la final al Atlético de Bilbao de Iríbar y diez más. Villa, “de un remate de volea, un auténtico cañonazo”, abrió el marcador, y Carlos Lapetra consumó la superioridad abrumadora del Real Zaragoza. “Marqué otro gol: centró Canario, Marcelino cabeceó hacia atrás, la paré con el pecho y rematé. Iríbar no pudo hacer nada. El árbitro Bigaray lo anuló, pero al final vino a pedirme disculpas. ‘He metido la pata. Lo siento, pero ya no podía volverme atrás’, me dijo”. El Zaragoza ya estaba entre los grandes. Y, con una Copa de Ferias en la vitrina, en septiembre optó a otra. “Esa ha sido la experiencia más decepcionante de mi etapa en el Real Zaragoza. Nos jugábamos el título a doble partido con el Barcelona, y les ganamos allí con un gol de Canario. El domingo anterior al partido de vuelta, que se jugaba el miércoles, nos enfrentamos al Granada y perdimos por 6-2. Esos días, en víspera de la final, aparecieron artículos terribles contra nosotros. Nos pusieron verdes, y se generó un ambiente terrible. El público nos recibió con una pitada increíble y con algunos insultos. No exagero. Cuando metía un gol el Barcelona, los socios aplaudían; cuando empatamos nosotros, nos pitaban. Parecía que estuviésemos jugando en un campo contrario y muy hostil. Perdimos por 2-4. Recuerdo que mi padre vino desde Madrid para ver el partido y me dijo: ‘Lo siento mucho, Juan Manuel, no volveré más a La Romareda’. Estábamos tan nerviosos que no dimos pie con bola. Una verdadera lástima”.
David Villa querría empezar hoy a saborear la miel de los títulos. “La victoria sería magnífica. Es un honor para mí el cariño y la confianza que me tiene la afición. Yo no soy fantaseador, no sueño despierto. Soy muy ambicioso del día a día, y me encantaría que consiguiésemos esta Copa. Y no me importaría marcar el gol de la victoria, tras mucho sufrimiento, en los últimos minutos, aunque no sea tan bello como el de Nayim”.
Juan Manuel Villa dice que ahora, al mirar hacia atrás, le cuesta verse jugando al fútbol. Como si tuviese la sensación de que los suyos son recuerdos de otra persona o un espejismo del tiempo. Hoy, al mirar la pantalla, podría pensar que se ha reencarnado en un joven delantero, David Villa, que como él aspira a todo. Al gol, al sueño, al milagro más que probable.
JUAN ANTONIO PÉREZ BELLO, FOROFO Y CINÉFILO

En Alcorisa, ese lugar al que tanto he ido desde mi llegada a Zaragoza, hay un hombre muy especial, un profesor apasionado por el cine y la literatura, la radio y el fútbol. Le da a todo. Es un defensor del trabajo, de la curiosidad y la alegría. Trabaja constantemente a favor de un concepto general y unánime de felicidad, ese término que, según Félix Romeo, lo encierra casi todo. Hablo de Juan Antonio Pérez Bello, que tiene dos blogs por lo menos. Con él nunca se sabe. Uno, dedicado a su pasión por el Real Zaragoza, “Real Zaragoza, aire azul” (japbello.blogspot.com), y otro titulado “Tiempos modernos” (tiemposmodernos95.blogspot.com). Juan Antonio Pérez Bello es, además, un ciudadano cordial y entregado a sus múltiples quehaceres. Un humanista que no ha debido aburrirse ni cinco minutos en los últimos diez años.
Cuando pienso en él siempre me viene a la cabeza Víctor Juan Borroy, el gran amigo de otro ser excepcional como Pepe Melero, consejero del Real Zaragoza y sabio de libros de Zaragoza. El Real Zaragoza encadena y dibuja una gran factoría de afectos. Juan Antonio Pérez Bello, además, pierde la cabeza y la preña de nostalgia cuando recuerda el juego y la fantasía de un diez de asombro: Saturnino Arrúa, el Pelé Blanco.
*En la foto, aquellos casi legendarios zaraguayos: Blanco, Ocampos, Soto, Arrúa y Diarte.
EL CLUB TROTAMUNDOS: UN BLOG DE VIAJES

Escribe J. L. Trisán:
Hola, quiero presentaros mi blog de viajes. Este blog pretende ser el nexo de unión de aquellos que tenemos el viajar como una pasión. Hoy en día en internet hay miles de web y blog dedicados a los viajes pero sin embargo hay pocos especializados y dirigidos a aquellos que viajan por libre. Aunque este blog está especialmente pensado para viajeros-mochileros independientes, también está abierto a todo tipo de viajeros, aventureros, mochileros y a todos aquellos que, a su manera, disfrutan de los viajes y del conocimiento de otras gentes y culturas diferentes a la suya.
Intento actualizar el blog casi diariamente, y pretendo contar noticias, anécdotas, proporcionar información fiable, eficaz y actualizada sobre los diferentes países de este maravilloso mundo.
Hablo de libros y revistas de viajes, de antropología, de música étnica, de fotografía, de salud, de gastronomía y hasta de cine, siempre que tengan el viajar, los viajes o las diferentes culturas del mundo, como temática principal. Espero que os resulte interesante.
Saludos J. Luis Trisán
*La foto es de Arthur Leipzig. Está fechada en 1948.
José Luis Trisán, a petición mía, añade esta nota: "[El poeta José Luis Trisán] es un primo lejano mío, a mi solo me gustan las estrellas (www.grupoastronomicosilos.org) y la musica, pero de poesia no he escrito nunca nada, lo siento..."
JULIE DELPY AL NATURAL

La actriz, cantante, guionista y directora de cine Julie Delpy. Acaba de estrenar una deliciosa comedia, "Dos días en París", donde narra una historia de amor y aborda las relaciones entre Estados Unidos y Francia a través de sus dos personajes principales. Hablamos anoche mucho de ella y encontré esta foto suya. Julie Delpy participó en la película "La noche oscura" de Carlos Saura, entre otros filmes, algunos de culto.
*Esta foto es de Karl Laferfeld, que es un especialista en fotos de desnudos masculinos y femeninos.
WWW.REALZARAGOZA.ORG

La pasión por el Real Zaragoza es infinita. Este equipo fundado en 1932, con nueve títulos a su espalda, cuenta con aficionados y especialistas por doquier. Acaba de aparecer otra espléndida página web, llena de información, de detalles, de cariño hacia la trayectoria del equipo en el que han formado, entre otros, Lerín, Juanito Ruiz, Luis Belló, Rosendo Hernández, Baila, Perico Lasheras, Yarza, Manuel Torres, los Magníficos, Violeta, Arrúa, García Castany, Diarte, Barbas, Señor, Herrera, Rijkaard, Cafú, Brehme, Pardeza, Aragón, Esnáider, Poyet, Cedrún y tantos, tantos otros magníficos jugadores, como los de ahora mismo, desde César a Esaú y Zapater, desde Miguel a D’Alessandro, Aimar, Ayala y Matuzalem.
La página es http://www.realzaragoza.org.
*La foto es de los Alifantes.
EM@IL DESDE HUESCA (CUENTO DE SAN LORENZO)*

Has faltado a la cita. Traidora. Me habías dicho que nos veríamos aquí, en esta ciudad que nunca pierde el sigilo, en este rincón encendido de charangas y albahaca. Me habías dicho que habías reservado tres noches para bañarte bajo las estrellas, a la luz de las lágrimas de San Lorenzo. Conservo todos tus correos; los he impreso varias veces y figuran en mis libros de cabecera, en las guías de viaje, en algunas de mis revistas favoritas, “Citizén”, entre ellas, con portada de Carla Bruni, la cantante que más te gusta. Y yo estoy aquí, en Huesca, recorriendo los lugares que había pensado recorrer contigo: los paseos del parque Miguel Servet, las avenidas umbrías que se internan bajo los pinos o que conducen a las pajaritas de Ramón Acín, la costanera que lleva al Museo Provincial (me había dicho: “volveré a ver el cuadro de ‘La noria’ de Acín, con ella”), la fosca sala de la Campana de Huesca, los alrededores del CDAN, los caminos hacia Ayerbe y Loarre. Huesca está que se deshace de alegría, y tiene algo de aldea global y en desorden. Ojalá hubieras sido tú esa mairalesa que me tentó a medianoche, que me invitó a su peña y que me anudó a su cintura. Cuando estábamos en lo mejor, o en lo peor (no quiero pensar en los remordimientos que me sacudirían luego), se detuvo y me dijo: “Déjalo. Te vendrías conmigo, pero piensas en otra, y yo no quiero ser en mi casa y en mi ciudad, y menos en fiestas, plato de segunda mesa”. Lo que te digo. Me pregunto si existes, si no eras ella en realidad, o si todo habrá sido un delirio y una burla de San Lorenzo, que habrá derramado lágrimas de cocodrilo.
*Este texto apareció hoy en mi sección "Cuentos de domingo" de Heraldo de Aragón. La foto es de Anna Koudella.
NOTICIAS DE JAVIER TORRES

A veces me escribe Javier Torres, conocido por todos. El embajador de los libros, el camionero de las ondas, el enamorado de Alcalá de Ebro. Es el jardinero de los detalles, el ciudadano que siempre piensa en todos, el friqui de los móviles.
Me envía un par de fotos, una para Carmen Gascón, la madre de mis hijos, otra para mí, tomada en la plaza de España. Acaba de adquirir una nueva cámara de fotos.
Me dice esto: “Me he comprado cámara nueva, sencilla pero con un potente zoom 28-504. Mira la foto adjunta, o también en la plaza España mirando parriba..." -Olympus SP 550 UZ-
Ahora se va de vacaciones, bien merecidas, a Asturias. Él es el timonel oculto de este blog. Yo, como ha comprobado hoy Mariano Gistaín, que ha venido a bañarse y a ponerse mi albornoz granate, soy un analfabeto informático.
CUERPOS EN LA PLAYA 6 /

Sin ti soy lago, soy montaña.
Pienso en un hombre que se llama Herberto.
Me tumbo a fumar bajo la ventana.
Jadeo. Doy vueltas sobre el colchón.
Y sin orgullo, corazón, aumento el precio.
[Recojo este poema de la poeta brasileña Ana Cristina Cesar, presentada en España por Ángel Guinda en la antología “Forma sin norma” (Olifante). Nació en 1952 y murió en 1983. Se arrojó al vacío, ante el estupor de su familia, desde la ventana de un séptimo piso. No voy a poder alimentar hoy el blog posiblemente, pero me fascinó ayer esta imagen, este hermoso, inocente y joven cuerpo en la playa.]
CUERPOS EN LA PLAYA 7 / EDWARD WESTON

Uno de los más grandes fotógrafos del siglo XX fue Edward Weston (Highland, Illinois, 1886). Se trasladó a México en 1923 y allí vivió una historia de amor intensa con Tina Modotti, musa constante, y fotografió a los grandes pintores como Siqueiros, Diego Rivera y José Orozco. Más tarde, se trasladó a Estados Unidos y frecuentó a artistas tan conocidos como Imogen Cuningham, Alfred Stieglitz (y a su mujer y musa, lapintora Georgia O’Keefe) o Ansel Adams, entre otros muchos. Más tarde, se casó con Claris Wilson. Fue un gran fotógrafo del cuerpo humano, del desnudo de mujer, y también realizó espléndidas fotos de arquitectura. Ayer, en el Corte Inglés, vi una excelente monografía de TF editores, la vi, no la compré porque tengo varias suyas, en particular su antológica de Taschen, y por eso cuelgo aquí esta mujer en la playa, obra realizada en 1936.
DANIEL GASCÓN EN EJULVE, ESTA TARDE A LAS19.30

Esta tarde, a las 19.30, en la villa turolense de Ejulve, umbral del Maestrazgo, cerca de Molinos y Alcorisa, en dirección a Cantavieja y Aliaga, se presentan dos libros: “El fumador pasivo” (Xordica) de Daniel Gascón y “Golpes de mar” (Destino) de Antón Castro. Daniel hablará un poco de su padre, que soy yo, y yo hablaré un poco de él, que es mi hijo mayor. Y ambos hablaremos de los relatos de los dos volúmenes: el de Daniel tiene algo de novela fragmentaria que transcurre entre Zaragoza y la Universidad, Norwich y W.G. Sebald (el escritor que murió tras enviarle una carta manuscrita), Castellón y las locuras de amor con la primera novia, y el recuerdo de un abuelo irrepetible. El mío es un libro sobre la memoria del mar, la pesca de ballenas, las mujeres que esperan en la ribera y un paisaje telúrico, y es, ante todo, un libro sobre el arte de contar y cómo las historias condicionan la vida. Sospecho que nos presentará a ambos el jovencísimo y flamante alcalde de Ejulve, José Manuel Salvador.
Es curioso, son dos libros que tienen poco que ver: Daniel es un heredero de Joe Fante, de Carver, de Chejov (acaba de traducir una biografía de un autor inglés de más de 700 páginas que publicará en breve Plot) y de cierta inquietud permanente en este libro sobre el acceso a la madurez; y yo, más barroco e inscrito en un tiempo sin tiempo, estoy en la línea de Rafael Dieste, Álvaro Cunqueiro, Miguel Torga o Isak Dinesen, eso sí, a infinita distancia. Y los dos aprovecharemos para hablar de algo inolvidable nosotros: Leoncio Gascón, mi suegro y su abuelo, el hombre que nos transmitió mil y una historias de Ejulve porque él era un romancero, un contador de historias y de paisajes, un fabulador de seres y de anécdotas, un hombre vital y sensual que exploraba a diario, quizá sin saberlo, los caminos de la felicidad. Y al fondo de nuestra charla, seguro, quedará Ejulve, que figura en varios de mis cuentos, tanto de “El testamento de Patricio Julve”, como de “Los seres imposibles”. Una de las historias más bonitas inspiradas en Ejulve es la de Carmen Ortín, madre de Leoncio, y su increíble noche de bodas, que huyó y huyó y huyó bajo el aguacero hasta que la encontraron, aterida y disuelta en puro pánico porque desconocía aún la mecánica del amor. Era una deliciosa y soñadora primera novia.
UNA FOTÓGRAFA EN ACCIÓN

[Hace algún tiempo, cuando iniciaba una nueva etapa lejos del trabajo diario, escribí este texto sobre una de mis fotógrafas favoritas. Hoy, al ver la magnífica foto de Mariano Gistaín en la plaza del Pilar pensé en ella. Recupero cuento de un perplejo estudiante y lector de prensa, y recuerdo que el título era “La mirada del corazón de Aránzazu Peyrotau”.]
Diré la verdad desde el principio. Soy un lector de periódicos y un pésimo estudiante. Quizá me dedique a las Ciencias Políticas o a la Investigación Criminal. No sé muy bien cómo empezar. ¿Cómo se empieza a hablar de alguien que te deslumbra de golpe y, en cierto modo, te esclaviza? José Saramago vino a la clase de 1º B: tomó asiento, fue presentado y entonces surgió ella, abrazada a su cámara, vestida de negro, esbelta, misteriosa y a la vez sonriente. Desde la segunda pregunta, dejé de escuchar al Nobel: sólo me interesaba la fotógrafa. Me fijaba en cómo seleccionaba su posición, cómo se elevaba sobre la cabeza de los alumnos, cómo se acuclillaba o cómo buscaba los ángulos. Percibí el lenguaje de la emoción y del arte: buscaba algo insólito, el retrato diferente, la sorpresa, el diálogo de la luz y la sombra en el rostro del escritor, y creía deducir que ensayaba un violento crontraluz, una toma imposible con un golpe de flash rebotado.
Creeréis que exagero si digo que no pude dormir. Me acordé de una película que vi una vez: “Blow up”, pero cambiaba al actor por ella. Ella, de negro, enigmática, moderna y desinhibida, en el gran laberinto de la cámara oscura. A la mañana siguiente lo primero que hice fue comprar el periódico, busqué la entrevista y me fijé en su nombre: Aránzazu Peyrotau. Me dije: “Nombre de artista. Seguro”. Había tres fotos: un primer plano impecable, limpio, con Saramago poseído por la famosa “enfermedad portuguesa”, y otro general: los alumnos, nosotros, parecíamos comérnoslo con nuestras interrogantes y nuestra curiosidad ante el olor de la fama. Me encantaron las dos instantáneas y las reviví: el ojo que busca, la emoción, el instante decisivo, la audacia, el esfuerzo del fotógrafo (Aránzazu: me gusta pronunciar este nombre) que desea transmitir su verdad a la verdad del retratado.
Me he aficionado a su periódico. Y lo ojeo de principio a final en busca no de su firma, no, de sus fotos, que ya las reconozco. Veo un picado extraño, la delicadeza de la luz que esculpe un cuerpo, veo la dulzura latente en un rostro o la profundidad de un ojo, veo la búsqueda de la intensidad, de la alegría, de la emoción, del retrato del alma. Sé que parece exagerado, pero casi siempre acierto. Es ella. Es Aránzazu. He tenido suerte en dos ocasiones: le vi hacer un gran reportaje urbano, sobre el vientre de la ciudad, y nos descubría la huella del tiempo, las texturas del olvido, la magia de la mirada en el paisaje. Y también coincidí con ella en Silos en una exposición de Broto: la bordó. Y sedujo a todos. Los desarboló con su inventiva, con su imaginación, con esa pasión por mirar como si nadie lo hubiera hecho antes.
Ya sé que se va. Que me deja, que nos deja, pero sé algo: Aránzazu Peyrotau volverá a conmoverme de otro modo, con otras luces y en otro lugar. Estoy seguro.
DEL ESCRITOR SANTIAGO LORÉN
Santiago Lorén parecía llamado al cultivo de las letras. En la escuela componía las redacciones más atractivas, inventaba historias mejor que nadie. Hijo de pastelero, había nacido en Belchite (Zaragoza) en 1918, pero pronto retornó a Zaragoza. Vivió mucho tiempo en el Matadero, y veía los horribles sacrificios de las bestias y la espesa sangre derramada con pasmosa naturalidad. Aunque donde mejor iba a pasárselo iba a ser con los libros: fue alumno de Allué Salvador, del cual recibió estupendas clases de Lengua y Literatura, frecuentaba la biblioteca de UGT en la calle Estébanes, y consumía horas y horas leyendo novelas y cuentos. Además tenía un tío, secretario de juzgado en Híjar, que disponía de una biblioteca impresionante, que puso a su disposición.
La escritura se le impuso, igual que se le impuso la Medicina, en particular la Ginecología. Combatió en el bando nacional siendo apenas un joven y estuvo en la retaguardia atendiendo a los soldados heridos. Ha descrito cuando recibía a los combatientes del frente de Teruel con los pies y las manos helados: parecía un espectáculo dantesco. Apenas terminada la contienda, acudió al Ayuntamiento de Zaragoza para dar las gracias por todas las ayudas que había recibido, y le dieron trabajo en el Hospital 18 de julio del Coso (Zaragoza). En ese instante, se inició su dedicación médica. Muy pronto le destinarían al Hospital de Calatayud, donde alcanzó crédito inmediato como escritor y como sanitario. Y allí, a principios de los 50, concibió su primera novela: Cuerpos, almas y todo eso (1952), con la cual se incorporaba a esa gran tradición de médicos--novelistas; pensamos, si nos ceñimos a España, en Marañón, Luis Martín--Santos, Baroja, Castelao, etc. El libro era una radiografía de muchos personajes que tenía su inspiración en Calatayud: la novela enojó a los que salían y podían ser reconocidos y a los que habían sido omitidos y se sentían ninguneados. La publicó el gran editor Josep Janés, que pasaba entonces por una importante crisis.
Lo cual llevó a Santiago Lorén, al terminar su segunda novela, Una casa con goteras, a intentar dar el salto a otra editorial. El año anterior había sido convocado el I premio Planeta de novela, dotado con 40.000 pesetas; en la segunda convocatoria, el editor José Manuel Lara aumentó el galardón a 100.000 pesetas. En un viaje a Barcelona, Carmen Berdusán, la decidida esposa de Santiago Lorén, entró en las dependencias de Planeta y dijo: "¿Valen en este premio las recomendaciones?". "No, de ninguna manera", le dijo Lara. "Pues ahí tiene el ganador". La novela, realista, de escritura minuciosa y de enérgicos personajes, se alzó con el galardón, y para él comenzó una carrera literaria que ha tenido mil y una direcciones.
Ha sido narrador de ficciones en textos como La siete vidas del doctor Cucalón, El verdugo cuidadoso o La vieja del molino de aceite (novela que se alzó con el premio Ateneo de Sevilla); memorialista en libros como Cierzo de papel, donde relata los años felices y audaces de la edición aragonesa del diario "Pueblo", periodista indomable en distintas colecciones de artículos que fueron apareciendo en Radio Zaragoza o Heraldo de Aragón, es famosa la colección La rebotica. También ha escrito libros de viajes como Aragón, biografías de Ramón y Cajal y Fernando el Católico, o monografías médicas como Historia de la Medicina o Nuestra vida sexual. Uno de sus grandes éxitos fue su libro de humor, Diálogos con mi enfermera.
Santiago Lorén no ha terminado su carrera, aunque mira al pasado con un punto de melancolía. Fue amigo de Ignacio Agustí, Wenceslado Fernández Flórez; tuvo tentaciones políticas y llegó a presentarse a las elecciones municipales (le faltaron mil votos para ser elegido), escribió en casi todos los periódicos aragoneses: Heraldo de Aragón, Diario 16 de Aragón o El Periódico de Aragón. Hace algún tiempo, confesaba con una sinceridad inolvidable: "Sigo escribiendo artículos para vencer el Alzheimer". No obstante, en su gaveta, entre otras obras y piezas inéditas de toda índole, conserva un manuscrito en busca de autor: La funesta manía de escribir, que es una declaración de principios y un autorretrato.
Muchas mañanas sale a pasear en una silla de ruedas. Y, de cuando en cuando, sonríe.
SEÑORA CON BOINA: CARMEN MARTÍN GAITE

La llamaban Calila o Carmiña. También lo hacía una de sus grandes amigas, la actriz zaragozana Mayra O'Wisiedo, la altísima modelo que en los 50 visitaba la Virgen del Pilar y descollaba con su elegancia y su rabiosa modernidad; luego coincidieron en Madrid, en los tiempos en que Mayra era la novia de Alfonso Sastre y Carmiña, recién llegada de Salamanca, paseaba de la mano de Rafael Sánchez Ferlosio. El gran escritor del momento era Ignacio Aldecoa, como nos ha recordado Carmiña en Esperando el porvenir (1994): un cuentista prodigioso que leía --como ellos-- a Faulkner, Scott Fitzgerald, Kafka, Svevo o a Zavattini. Juntos iban de aquí para allá, de taberna en taberna, oyendo las palabras de la vida, los aspavientos de la calle, los rumores del arrabal.
Mientras esperaba el fallo del Nadal, que ganaría en 1957 por Entre visillos, Carmen Martín Gaite se tomó una botella entera de vino tinto, algo inusual en una mujer, algo que sólo habría hecho Maruja Mallo. Su vocación por la literatura era irrefrenable: libro a libro, se demostró a los otros y a sí misma que allí había una mujer con las ideas claras y con una intuición especial para los títulos. Ahí están El balneario, que remite a sus veranos gallegos en Mondariz, Ritmo lento, que la emparenta con la narrativa italiana de los 50 /60, Retahílas, Fragmentos de interior, Las ataduras, El cuarto de atrás o El cuento de nunca acabar, en lo que podríamos considerar su primera época. Novelas que mezclan lo íntimo y lo social, novelas de introspección como escritas por alguien con boina que está detrás de la ventana y pasa inadvertido.
Más tarde, alejada ya de Sánchez Ferlosio y desaparecido Aldecoa, se decanta por la investigación y el ensayo --piensen en El proceso de Macanaz o Usos amorosos del dieciocho en España-- y da un giro esencial a su trayectoria de novelista en los 90 con Caperucita en Manhattan, La Reina de las Nieves o Nubosidad Variable, glosas un tanto esquinadas de cuentos clásicos. Con Lo raro es vivir e Irse de casa retorna a la memoria desgajada, al pánico al envejecimiento, al dolor del éxodo, a una nueva España que aún tiene mucho de provinciana. Y con esos títulos cosechó los grandes éxitos de su carrera.
Carmen Martín Gaite fue una escritora a la contra, dueña de su destino y del idioma, solitaria y a la vez generosa con los demás, casi una mecenas maternal, como bien pueden contarlo Millás, Chirbes, Muñoz Molina, Giralt Torrente, Belén Gopegui o Miguel Sánchez Ostiz, a los que ayudó en distintas direcciones. Además fue una gran estudiosa y una gran creadora: la palabra era su reino y se movió siempre en torno a ella. Sólo le interesaba su pálpito, su belleza, las emociones que pueden suscitar en un lector --"Soy considerada con él. Bastante favor me hace leyéndome", dijo una vez--, pero nunca los honores efímeros de la Academia o de las tertulias. De ahí que siempre anduviese escribiendo, bien su obra (tocó todos los géneros incluso el teatro, como La hermana pequeña, que interpretó otra zaragozana: Ana Labordeta) o sus múltiples traducciones: de las hermanas Brönte, de Gustave Flaubert, de Clarice Lispector, de Williams Carlos Williams o de Natalia Ginzburg. Y lo hacía en una casa encantada, llena de objetos, cuadros, telas, lámparas y cuadernos donde redactaba a mano. La presencia de su hija Marta, convertida en fantasma de dolor en múltiples fotos, lo invadía todo. Y si alguna vez recordaba que tras su muerte descubrió sus cartas secretas en los cajones, igual que muchos años antes su madre le contó que ella también las había redactado para algún amor, sus ojos chispeantes se volvían líquidos y amenazaban con anegar el mundo.
En su último número, la revista “Turia” le rinde un homenaje. Esta foto con boina corresponde a Bertrand Despez.
CUERPOS EN LA PLAYA 8 / JACEK GASIOROWSKI

Vuelvo a ti como vuelve el mar
A la bonanza tras la tormenta y el naufragio,
Y descifro tu cuerpo envuelto en arena,
El prisma de tus pechos altivos, la luz
Que concentra la claridad de la espuma
En la piel porosa, en ese silencio grana.
Ese fresco de playa agota los crepúsculos,
Quiebra los juntos y las dunas, y se atreve
A ascender por tu espalda, a lamer el perfil
De un músculo, la carne demorada donde resides.
Vuelvo a ti a cualquier hora desde el fondo
De los cráteres y los océanos: las olas
Aún rugen en mi cuerpo con frondosidad de lava,
Con la cólera de un huracán que sopla de golpe.
Vuelvo a ti a cualquier hora, seguro de que pisas
Los jacintos del arenal, la brevedad del río
Que se desmorona y avanza desde el monte
Para consumar una sierpe de estío ante ti,
Ante esa mirada indecible que abarca el mundo:
La playa, el mar entero, esta caricia de seda
Que impongo al volumen de tu cuerpo marino.
*La fotografía es de Jacek Gasiorowski.
MI RACIÓN DE ALEGRÍA, POEMA DE CARMIÑA O CALILA

Defiendo la alegría,/
la precaria, amenazada,/
difícil alegría,/
al raso, limpia, en cueros,/
mi ración de alegría./
No me arrastréis al pozo/
de las verdes culebras./
No os arrojo a la cara mi alegría,/
os la tiendo tan sólo/
como una débil luz, como una mano./
No es ningún baluarte/
ni ningún ofensivo privilegio,/
es mi único utensilio cotidiano,/
mi tela de labor./
No tengo otra bandera/
y ostenta unos colores ya un poco desteñidos;/
mirad que la levanto a duras penas,/
contra viento y marea,/
sin sombra alguna de provocación./
Es parcela pequeña, minifundio,/
terreno sin cercados ni aparceros/
que aro, riego y abono por mí misma,/
don fe, de sol a sol./
Tomad el pobre o rico,/
el cuestionable fruto/
que desde ella os ofrezco,/
pues sólo desde aquí/
os consigo mirar, ayudar, entender,/
poner tal vez en claro alguna cosa./
No me la reprochéis ni adobéis de negrura/
como un reducto inmundo, segregado;/
ved que no la defienden ni pinchos ni alambradas/
y que podéis pasar aquí conmigo al sol./
No me arrastréis al pozo de las verdes culebras.
[Ana Fernández Cebrián nos manda éste poema de Carmen Martín Gaite, a quien mi admirado Rogelio Allepuz de “El Periódico de Aragón” le ha hecho algunas de las mejores fotos que le conozco en el Gran Hotel de Zaragoza, tocada de boina. La entrevisté aquel día largo y tendido, y al hablar de Galicia, de su padre, de los secretos de familia, se echó a llorar. Jamás podré olvidar aquella estampa, ni tampoco sus cartas de colores, sus cartas en tinta negra y morada. La foto es de Anna Koudella.]
FRANCISCO PRADILLA: RECUERDOS DE UNA VIDA

Hacía tiempo, meses, años, que Francisco Pradilla (1848--1921) se había convertido en una sombra. En un recuerdo. En una mole de amarga celebridad, en puro olvido. Cuando se murió, muchos se quedaron estupefactos: hacía tiempo que pensaban que Pradilla, "el segundo pincel de Aragón" tras Goya, para muchos, ya peleaba con la eterna noche de la muerte.
No era así. Bien mirado, tampoco era tan viejo: rebasaba en poco la setentena y se levantaba casi todos los días para pintar, contemplar sus acuarelas y sus dibujos alegóricos, sus bocetos y su inmensa biblioteca. Solía ir a la ópera, devoraba a los clásicos latinos envuelto en la añoranza y pintaba y pintaba con frenesí. Francisco Pradilla, el ausente, dicen que el levemente resentido con su hado, se debatía entre un cáncer galopante y el torrente de imágenes de la memoria.
En esa visión vertiginosa que es la propia vida, en ese instante fatal en que uno se adentra en el laberinto de tinieblas, Pradilla recordó su trayectoria casi al completo: su aprendizaje, su trabajo lento pero empecinado en la búsqueda de la perfección, su ansiedad, la consumación del oficio de pintar. Se vio casi un niño en el taller de Mariano Pescador, y luego ya en Madrid, realizando mil y un trabajos, esforzándose en las males calles, hasta abrirse camino. Cuando vio impreso su primer dibujo en La Ilustración Española pensó que se aclaraba el porvenir. En 1871 realizó uno de esos viajes que le marcaron la vida: estuvo en Vigo, y las neblinas galaicas, los paisajes de exuberante naturaleza, los pinares agitados por la verde brisa del Cantábrico, el mar en calma o exasperado impresionarían su retina. Creyó toparse con una Arcadia legendaria e ideal para extraviar su imaginación. Y su vinculación con ese edén purísimo de lluvia, aumentó al entablar relación con una muchacha de Vigo, a la que logró seducir con cartas preñadas de romanticismo y de dibujos. Pese a la feroz oposición familiar, se casaron.
Cuando en 1872 ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, detectó que su evolución estaba encauzada, algo que se vio algo después con su traslado a la Academia de Bellas Artes de Roma, de la que sería director. Le entusiasmó aquel ambiente de artistas y la huella que había dejado Mariano Fortuny. Se entretenía copiando a Mantegna, a Rafael de Urbino o visitando museos. Una de sus primeras obras maestras, Doña Juana la Loca (1878), fue presentada en la Exposición de Bellas Artes, donde recibió la medalla de honor. Casi idéntico éxito repitió en en Berlín, Viena y París. A esta obra le seguirán otras de pintura de género histórico que le dieron enorme fama: La rendición de Granada, El suspiro del moro o Doña Juana recluida en Tordesillas. Esta figura fue una obsesión constante de su vida, y cada vez que se acercaba a ella parecía desdibujarla levemente en el cuadro en un enigma de desgarro y leyenda, de pasión enfermiza y de lirismo.
Pero Pradilla era un pintor muy completo. Lo sabía. Era capaz de abordar cualquier género con calidad: el retrato (el Ayuntamiento de Zaragoza le encargó sendas obras de Alfonso I El Batallador y Alfonso V El Magnánimo); la escena costumbrista, tocada con elegancia, buen gusto y una inclinación a la suavidad; la pintura alegórica, casi victoriana en algún instante; el paisaje, al óleo, al dibujo o a la acuarela. Intuyó el impresionismo y dotó a su obra de una dosis peculiar de luz y de atmósferas, de intensidad y belleza.
Recordó ese periodo un tanto atropellado, de 1896 a 1897, en que le nombraron director del Museo del Prado, que había sido su casa durante años: cada vez que volvía de Roma o de un viaje por Vigo o por su tierra aragonesa (era de Villanueva de Gállego), y pasaba por Madrid, buscaba el solaz del Prado y se encerraba con Velázquez, con Goya, con Zurbarán. Permaneció poco en el cargo debido a la desaparición de un cuadro: decepcionado, se retiró a su estudio y a sus obsesiones, y en ellas navegó durante casi una veintena de años, a solas y casi abandonado.
Al recapitular el frenesí del tiempo, pudo pensar: "Para pintar he nacido". Luego, la parca le cerró obscenamente los ojos.
*El cuadro de Juana La Loca que pintó en 1877 y que está en el Casón del Buen Retiro.
ESTA NOCHE, BORRADORES HACIA LAS DOS DE LA MAÑANA

Actuación: TERPSÍCORE
Entrevistas en plató: RICARDO BOSQUE, JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ Y ENCARNACIÓN FERRÉ
Reportajes: LUIS LANDERO, JOSÉ RIBAS Y JUAN MILLARES (Evocación de su tío Manolo Millares).
El cuarteto de guitarras clásicas, Perpsícore, actúa mañana en “Borradores” con dos piezas de su último álbum; “Música original para cuatro guitarras”. Este grupo, fundado en 2000, está compuesto por Juan Blas Arellano, Raúl Viela, Iván Davias y Alfredo, que explican su línea de trabajo y recuerdan como algunos compositores han escrito piezas para ellos. Además, visitan el plató los narradores Ricardo Bosque y José Luis Rodríguez: el primero ha publicado la novela negra, “Manda flores a mi entierro”(Mira editores) y el segundo una colección de relatos, “El coleccionista de láminas” (Mira), y un estudio histórico: “Panfleto contra la monarquía. Sobre la inutilidad de los reyes” (Libros de la Esfera). También visita estudio la escritora y profesora Encarnación Ferré, que acaba de publicar tres libros: “Dietario de un profesor escéptico” (Mira), Todo teatro” (Fundación Bajo Martín) y “El trastorno afectivo en las obras de Encarnación Ferré”.
Borradores conversa con Luis Landero, que explica las claves de su novela “Hoy Júpiter” (Tusquets) y recuerda a su padre, que combatió en la batalla de Teruel, y con el periodista José Ribas, autor de “Los 70 a destajo” (RB), un voluminoso trabajo que es una crónica de los 70 desde la revista “Ajoblanco”. Y también ofrece un extenso reportaje sobre el documental que ha hecho Juan Millares sobre tu tío, el pintor Manolo Millares, uno de los fundadores del grupo “El Paso”, basado en su “Cuaderno de contabilidad”.
CUERPOS EN LA PLAYA 9 / PASCAL RENOUX

Un paisaje humano, con cielo y arena, del gran fotógrafo Pascal Renoux.
Para Elena Gracia y otras soñadoras.
MAGDA DÍAZ MORALES: LECTURA DE "GOLPES DE MAR"

[Estoy fuera de casa. Recibo un mensaje de Víctor Juan Borroy que me dice que Magda Díaz Morales, nuestra madrina y protectora en México, escribe una nota sobre "Golpes de mar", mi último libro. La cuelgo aquí y le agradezco a la profesora y escritora y bloggera incansable su cariño y sus palabras.]
Antón Castro, Golpes de mar (Barcelona: Destino, 2006)
El mito es la historia del hombre, cada símbolo que lo puebla refleja esas fuerzas cósmicas que entretejen una visión particular. A partir del mito surgen toda una serie de relatos sobre dioses y héroes legendarios, invocación de musas, princesas, reyes, encantamientos, alegorías, fabulaciones, sirenas que atraen con su canto llevando a la perdición a los marinos, tradiciones fantásticas que explican un mundo muchas veces mágico, como los mundos dentro del mundo narrativo de Golpes de mar, de Antón Castro (Arteixo, A Coruña, 1959). Estos mundos los vemos desplegarse entre Baladouro, la Costa de la Muerte [zona en la que existen "varias leyendas sobre ciudades sumergidas, como la ciudad de Duio (Fisterra); la de Gomorra, en la ría de Corcubión, que desapareció mientras sus habitantes disfrutaban de una gran comilona; la de Vilaverde, frente a la playa del mismo nombre en Moraime (Muxía); la de A Fonte de Ricamonde (Carnota), donde se dice que se esconde una ciudad romana o la de Valverde, en la Laguna de Traba (Laxe)"] y, principalmente, en el hermoso puerto pesquero de Caión, provincia de A Coruña en Galicia:A este mar, a estas calles de casitas blancas y tejas húmedas, llega un día Alba, la protagonista de "Destino de Lamia", el primer cuento del libro, una profesora en plena crisis de desamor por el rompimiento con su pareja, Artur. Un buen amigo le sugiere que ir a Caión no sólo le traerá reposo, también su "pasado fascinante sellado con la leyenda de los balleneros, sería el tema ideal para la tesis doctoral, literaria y antropológica, que soñaba realizar algún día". Igual que Caión es un hilo narrativo en los cuentos lo es el viejo Buxán, el farero. Uno y otro se toman de la mano para saltar de historia en historia hasta que a nosotros, los lectores, nos hacen cómplices de sus vidas, de sus tristezas, sus alegrías, sus amores, sus enigmas y sus muertes.
Alba va en busca de Buxán quien le muestra el pueblo, "la iglesia tantas veces asaltada por los piratas ingleses, las fábricas donde antaño se partía la carne de ballena", hablan sobre los misterios del lugar. Ese mismo día Alba Fontán inicia un Diario de trabajo donde va anotando lo que ve, recuerda, vive y escucha, como esa leyenda de Lamia que le cuentan en la cofradía entre Buxán, Outono y Adrián Seoane, un joven marino contrabandista: la historia relata que existe una mujer hermosa vestida de blanco que maneja una barca. "Se les aparece a los marinos, les habla de amor y les promete dulces e inusitados placeres en las cámaras de la hermosa fortaleza sumergida en la que reside. Los marinos se dejan convencer por esta figura de hembra imponente; suben a la barca y los conduce por rumbos desconocidos, por brumosos senderos sin retorno". Sin embargo, la realidad es otra: Lamia los sube a su barca, les chupa la sangre y los arroja al fondo del mar "en medio de un estruendo de malvadas carcajadas que salen de su boca", todo esto después de hacerlos trabajar sin descanso día y noche.
Pasan los días y Alba no puede olvidar a Artur. Una noche, "como aparición mágica y benefactora que acude a socorrerla", llega a su casa Adrián Seoane para contarle una historia de la que está seguro le interesará para su trabajo de tesis. La relación entre ellos se intensifica "noche a noche, diálogo a diálogo, cuento tras cuento" y, un amanecer, "Alba apareció desnuda en sus brazos oliendo a mar y a lancha sin recordar los actos previos que los habían conducido al cuarto en penumbra, al lecho, al nervioso amor de los cuerpos que por primera vez se entregan". Pero resulta que Adrián empieza a visitarla esporádicamente, "sólo cuando él lo decidía". Para Alba esto provoca problemas, culpas, justificaciones, rabia. Buxán le aconseja que vuelva a la escritura diaria, que olvide todo esto y dirija sus pasos al mar, "único ser al que perteneces". Le sugiere que olvide a Adrián Seone porque es un hombre que "picotea aquí y allá para presumir con orgullo de amores (...) Recuerda lo bonito de la vida, que siempre es fugaz como el placer del cuerpo. No te arrepientas de haber disfrutado".
Alba vuelve al mar de Caión, a los trabajos para su tesis repasando lo escrito, los archivos de su portátil. Lo que más llamaba su atención era la historia de Lamia, sentía el deseo de ser ella. Exigía venganza, justicia, Adrián y Artur conformaban uno solo en esos momentos. Un día antes de dejar Caión para regresar a su ciudad: Entra Adrián, entra, dijo Alba, vestida con un largo camisón oriental, rojo y con flores, que Adrián reconoce. Lo ha visto en otro cuerpo (...) Alba lo invitó a tenderse sobre el lecho mientras se desvestía sin pudor y se acariciaba los senos (duros, redondos y más alzados que nunca), que exitaban al marino. Alba se erigió en la bailarina mortal de la historia que le narró Adrián, se encarnaba en la hermosa y malvada Lamia que necesitaba una víctima de su sinrazón (...) Se abrió una puerta y apareció Sabela [otra mujer del marino] con un fino tul transparente, que Adrián también había visto en otro cuerpo (...) Adrián, desolado, apenas alcanzó a oir las carcajadas, el portazo, el viento embravecido allá afuera...A los pocos días de este suceso, el viejo Buxán, el farero, leyó las últimas notas que escribiera Alba Fontán, desaparecida, en su Diario. Mira la pantalla encendida de la portátil y se detiene ante una carpeta titulada: Golpes de mar. Alba ha escrito en esta carpeta todas las historias que le contaron, las que ella misma pudo observar, y otras que transformó y reelaboró. Hurgar en esta carpeta nos es permitido como lectores y, de esta forma, adentrarnos en estos Golpes de mar. Vayamos pues.
Desde la perspectiva de la semiótica narrativa el narrador es un sujeto cognitivo, un sujeto que conoce, que se sabe la historia relatada. Este narrador hará saber al narratario la historia que sabe, el narratario la ignora (no es el lector, es un correlato del narrador en la narración, es el sujeto al cual el narrador le cuenta la historia. También es un sujeto cognitivo, a veces es implícito y otras explícito). El narrador, pues, también es un informador que hace saber lo que él desea hacer saber sobre el espacio y el tiempo de la historia, sobre lo que los personajes saben y creen de sí mismos, de los otros, del entorno en que se encuentran, de lo que hacen o les sucede, de lo que sienten, de lo que valoran. En Golpes de mar existe la utilización de varios narradores, la existencia de varias voces que hablan simultáneamente, y donde no hay ninguna que sea preponderante y que juzgue a las demás, lo que Bajtin llama polifonía.
Por ejemplo, en "El paseo de la viuda" es el hijo de Graciela Gestal, Leonardo Gestal, quién nos cuenta su propia vida, su forma de sentirla y pensarla. Inicia su relato recordando que, años atrás, todas las tardes su madre realizaba el paseo de la viuda por la playa, esperando que el mar trajera alguna noticia de su esposo, Delfín Gobantes, cuyo cuerpo había sido el único que jamás apareció cuando la embarcación Maliaxe zozobró ante las costas de Malpica y las islas Sisargas. Ese día, "Caión vivió entre lágrimas contínuas". Pasaba el tiempo y no sucedía novedad alguna, del esposo de Graciela no se sabía nada. Una mañana, Buxán, el viejo farero, le dice: "¿Has pensado que a lo mejor tu marido no iba a bordo?". Después de meditar, Graciela toma la decisión de salir de Caión e irse a trabajar a Aragón con un párroco que solicitaba una casera, Leonardo Berdún. Pero como dice el refrán, el hombre es fuego y la mujer estopa... Leonardo y Graciela se amaron ciegamente: "Aunque te parezca raro, le dice el sacerdote a su amada, sólo me siento cerca de Dios durante el amor, en ese instante me reconozco más sacerdote que nunca. No puedo entender por qué se nos prohibe esta alegría". En lo que sucede después interviene Buxán, el viejo farero, el suceso se cierra con una conversación adonde el amor lo dirige todo. Leonardo va a buscar a su madre al puerto donde ésta ordenaba el congrio seco: "La cogí del brazo y la traje a casa. Cerramos la puerta y los dos nos quedamos a solas (...) -Podrás resistirlo. Yo también soy hija de cura. Y lo sé desde mucho antes que tú: desde que era niña".
En "Memoria de Elba" el que narra también es el hijo de Elba, una mujer que ama con tal pasión que es capaz de embarazarse a través del tiempo y el espacio, con la presencia ausente de su amante esposo. Un erotismo mágico se hace presente, la voluptuosidad de la protagonista, su deseo, su sensualidad vinculada al mar que le ha arrebatado a su amor, un amor que la inmortaliza...
"Vida infame de Tristán Fortesende" y "El jardín después de la lluvia" son excelentes relatos, los que en lo personal más me gustaron. En "Vida infame de Tristán Fortesende" nos adentramos en la vida de una pareja. Él, un hombre solitario, rudo, que espera que el viento del mar fecunde a sus yeguas, un hombre que para hacer el amor necesita abalanzarse y rasgarle el vestido a su amada: "Cada acto amoroso era un rito, una destrucción, una suerte de violación consentida". Cuando parece que la felicidad abraza a la pareja algo muy duro sucede que trastorna sus vidas...
El amor de Clara y Alexandre, los hermanos incestuosos de "El jardín después de la lluvia", es un poema. No importa la muerte si se ha conocido en vida, aunque sea por unos instantes, la plenitud del verdadero sentimiento amoroso. En este espléndido relato, el mar abre sus brazos para acoger para siempre lo que la realidad no quiso o no pudo conseguir.
Cada cuento que compone Golpes de mar es una apuesta a la sensibilidad adonde la melancolía, la añoranza, los amores a veces no correspondidos, los marineros errantes, las mujeres que esperan, el mar capaz de sepultar ciudades pero también capaz de cumplir sueños, ese mar que no distingue a reyes, pastores, marinos, enamorados, hombres o mujeres, y que nada ni nadie lo persuade si decide prodigar sus golpes, esos golpes de mar inolvidables.
*La foto es de Jacek Gasiorowski. Y debiera ser un "cuerpo en la playa", como la mayoría de los personajes de "Golpes de mar".
CUERPOS EN LA PLAYA 10 / MARTIN MUNKACSI

Seix Barral acaba de reeditar un libro excepcional de un autor no menos excepcional: “Prosas apátridas” de Julio Ramón Ribeyro, uno de sus volúmenes donde hay de todo: confidencia y confesión, narración y aforismo, pensamiento y acción, diario de vida, reflexiones literarias y revelaciones tras sentir el llamado de la noche, ponerse la gabardina y salir a la calle.
Hay mucho donde elegir, fragmentos conmovedores y lúcidos, pero quiero colgar aquí éste (66):
“Mientras más conozco a las mujeres, más me asombran... ellas son las únicas que nos ponen en contacto con la vida, tomada ésta en su sentido más inmediato y también más profundo: la compañía, la conjunción, el placer, la fecundación, la progenie”.
Y recojo otro fragmento (67):
“Rostros de mujer, bellas cortesanas, besos pagados, comedia del amor, mis largas, mis incontables noches de bebedor anónimo en Europa, ¿qué cosa me han enseñado?
Vieja y exacta metáfora de identificar a la mujer con la tierra, con lo que se surca, con lo que se siembra y se cosecha. El arado y el falo se explican recíprocamente. Ellas son en realidad el humus donde estamos asentados, de donde hemos venido, hacia donde vamos. Hacer el amor es un retorno, un impulso atávico que nos conduce a la caverna original, donde se bebe el agua que nos dio la vida”.
*La foto es del maestro húngaro Martin Munkacsi (1896-1963), uno de los grandes, y ella es la modelo Lucille Brokaw. La foto se publicó en "Harper's Bazaar" en diciembre de1938.
PIPPI TETLEY, DISEÑADORA Y FOTÓGRAFA, ABRE UN BLOG

La diseñadora de joyas, escultora y dibujante Philippa Susan Tetley, de Nueva Zelanda, ha creado un blog: pippi-tetley.blogspot.com, donde va a colgar sus impresiones en textos bilingües (es profesora de inglés y estudia español) y, sobre todo, sus imágenes. Philippa Susan, más conocida por Pippi, ha instalado un precioso taller en Zaragoza y lo ha llenado de objetos, de flores, de semillas, de imágenes. Hasta hace pocas semanas, expuso dos dibujos en el escaparate de la librería Los Portadores de Sueños, e ilustró con una secuencia fotográfica la portada de “Artes & Letras”.
Pippi es rubia como la cerveza, tiene mucho sentido del humor y es, además, una excelente cocinera de arroces y ensaladas. Su sentido patriótico es enigmático: la derrota de Nueva Zelanda en la Copa del Mundo de Vela en Valencia le afectó; estuvo tres horas, seis minutos y 46 segundos sin cantar en maorí. Su atleta favorita es Cathy Freeman y el pintor del que se hubiera enamorado podría ser Gustav Klimt.
*Pippi Tetley con su amigo español, Daniel, en la playa de Valcobo, en Arteixo, en el condado mítico de Baladouro. La foto probablemente sea una de las últimas de Patricio Julve.
CUERPOS EN LA PLAYA 11 / JOCK STURGES

LA TORMENTA DE ARENA
La tormenta minúscula de arena
Que tú y yo contemplamos
A través de este fino cristal que la contiene
No parece que sea peligrosa.
Levanta apenas una leve duna.
Y, sin embargo, nos arrastrará,
Hechos los dos arena de su arena, a un desierto
Que hay mucho más allá de cualquier sitio.
[Poema de Lorenzo Oliván (Castro Urdiales, Cantabria, 1968), una de las voces más personales e intensas de su generación, que pertenece al libro “Puntos de fuga” (Premio Loewe, Visor, 2001). Lorenzo Oliván explora aquí una senda filosófica y metapoética. La foto es de Jock Sturges.]
CUERPOS EN LA PLAYA 12 / UNA LECTURA DE CAMUS

Aquel verano el mar de Barrañán se llenaba de delfines al atardecer. Y cerraron el cine Real de nuestra infancia: aquel lugar mítico y sombrío donde habíamos descubierto la fascinación de la oscuridad asociada a actores, películas y sueños eróticos. Una de las mujeres de mi vida de entonces era una actriz italiana de filmes pícaros, de ligero atrevimiento sexual y mucha lencería fina, llamada Edwige Fenech; también estaba enamoriscado de una chica de voz aguardentosa que se le parecía un poco y que salía en Un dos tres: una tal Yolanda Ríos. Estaba en uno de esos momentos en que no sabía qué hacer. Mi padre me insistía en que fuese un buen técnico de electrónica y me pedía que volviese a montar la radio Marconi que había desmontado para conocer su estructura íntima, los circuitos, las viejas válvulas. Fue imposible y mi padre jamás pudo contener la decepción: aquel hecho marcó de alguna manera nuestra relación durante años: fue un pretexto, un punto oscuro y, ante sus ojos, la medida de mi fracaso.
Por entonces cayó en mis manos El extranjero de Albert Camus. He conservado hasta hoy aquella edición azul, minúscula y cuidada de Círculo de Lectores. No sé si el volumen y el autor me lo recomendó uno de los profesores claves de mi juventud: José Toba Quintáns, oriundo de Muxía, la villa de A Costa da Morte donde Rosalía de Castro pasó una larga temporada que dio lugar a su novela exacerbada y romántica de La hija del mar, de la cual por aquellos días hicieron una serie para televisión interpretada por la medio aragonesa Amparo Pamplona. Toba, que estrenaba su licenciatura y exhibía sus ajustados jerseis con codera de empollón a la fuerza, me recomendó toda la literatura sudamericana del “boom”, su novela favorita era Abadón el exterminador de Ernesto Sábato, y algunos autores sueltos a los que había leído con cierta intensidad parcialmente: Francisco Ayala y Muertes de perro, Camilo José Cela y La familia de Pascual Duarte, Rafael Sánchez Ferlosio y El Jarama, Balzac, Dostoievski, Scott Fitzgerald y Albert Camus. Del argelino, hijo de padre español fallecido en 1914, durante la I Guerra Mundial, justo un año después del nacimiento de su hijo, nos dijo más bien poco: nos habló del absurdo de vivir, de la perplejidad y del vacío, y de su sino aciago: él, que detestaba los automóviles, falleció en un accidente en dirección a Marsella; se dejó convencer en el último minuto por un amigo a pesar de que ya había adquirido el billete del tren.
El texto me dejó sin aliento. Me asombró la ausencia de dolor del protagonista ante la madre muerta, la indiferencia, la frialdad ante su propia novia, pero lo que me dejó completamente estupefacto fue la escena de la playa bajo aquel sol de reyerta, que le ciega los ojos, la sangre y la inteligencia. Aquella playa me recordaba a mis mares: Barrañán, Valcobo, Area da Salsa, Caión. Veía aquella película del crimen bajo la araña de oro del sol como si fuese un apéndice de mi vida, de tantos veranos que había pasado sobre la blanquísima arena esperando un gesto de auténtico afecto de Pamela Garfias (o Carmen Arias, que era su verdadero nombre), la morena de Madrid. “Del mar llegó un soplo espeso y ardiente. Me parecía que el cielo se abría en toda su extensión para vomitar fuego”, leía. Y más adelante: “Entonces, disparé cuatro veces sobre un cuerpo inerte en el que se hundían las balas sin que lo pareciese. Fueron cuatro golpes breves con los que llamaba a la puerta de la desgracia”.
Me hechizó, y me perturbó, aquel texto irreverente, que se abría luego hacia la rebeldía, hacia la crítica de una sociedad atropellada e injusta; el héroe, kafkiano en muchos aspectos, absurdo, me dejó patidifuso. El extranjero son dos como dos libros: uno, más narrativo, aborda el extrañamiento de un hombre ante el mundo que le toca vivir; otro, más denso, más teórico, expone las claves del pensamiento de Camus: la muerte heroica, la aceptación del destino, el existencialismo, el arrepentimiento, la soledad de Mersault, que representa cada soledad humana y cada individuo condenado a morir por el hecho de nacer. Y entre todos los párrafos, subrayé aquel en que el padre, del cual el protagonista recuerda poco, va a ver una ejecución y vomita. Escribe el condenado a muerte: “Mi padre me causaba un poco de asco entonces”. No era mi caso. Mi padre y yo vivíamos dos soledades bien distintas: él, sin saberlo acaso, era un solitario que lo daba todo por una conversación, y yo un joven sin hado que se ocultaba día tras día, cuando caía la tarde, en una playa atestada de delfines, una playa donde alguna vez alguien pudo matar a un árabe insolente con un cuchillo en la mano.
El extranjero me cambió la existencia. Su prosa exacta, las frases cortas y poéticas, el mundo doliente, desesperanzado, que puso ante mis ojos. Luego indagué más sobre Camus, premio Nobel en 1957, dramaturgo, filósofo, ensayista. Creo que la última cinta que vi en el Cine Real fue Easy rider (Busca tu destino). Una mañana, harto de mí mismo, con el dolor en el costado, enamorado de una de esas sombras que amaba e idolatraba (Marie, la novia de El extranjero; Camus había vivido una gran pasión con la actriz gallega María Casares), decidí irme de casa. Llené una mochila con un par de camisas blancas, dos vaqueros, ropa interior y dos únicos libros: Crimen y castigo de Dostoievski, y El extranjero de Albert Camus.
Salí a la carretera y me puse a hacer autostop con destino a Zaragoza. Tenía 18 años y no sabía hacer nada en la vida. Nada. En aquel instante, como Meursault, desconocía la esperanza.
[Ayer escuché durante todo el día a una de mis pianistas favoritas, Maria Joao Pires, que interpreta los "Nocturnos" de Chopin. Me escribe Marta Navarro desde Belfast y pongo mi disco melancólico favorito: "Cinema do mar" (con él me ocurre como con los fados: me desgarra el corazón de gozo, dolor y añoranza, todo amasado con un orujo de masoquismo) y copio este texto sobre el fogoso mar de Albert Camus. Y coloco esta foto de torso masculino, de Jerry Ueslmann.]
AURELIO GRASA: PINCELADAS SOBRE UN FOTÓGRAFO

Con Santiago Ramón y Cajal, retratista constante y teórico de la fotografía en color, Aurelio Grasa Sancho (1893-1972) es el fotógrafo aragonés, histórico, de mayor proyección internacional. Y no puede decirse que haya tenido la suerte que se merecen su trayectoria, su calidad de pionero del reporterismo y la excelente factura artística de sus fotos de los años 20 y 30 y de la posguerra. Estudiosos de alcance nacional como Joan Fontcuberta y Publio López Mondéjar (éste en el proyecto “Las fuentes de la memoria”) divulgaron su obra extramuros de Aragón, aunque su exposición más importante se le organizó en 1976 en la galería Costa 3, dirigida por su hija Teresa Grasa y su yerno Carlos Barboza, ambos investigadores, artistas y fotógrafos.
Más de un cuarto de siglo después, y tras algún intento fallido de organizar una antológica en el Palacio de Sástago, en la Sociedad Fotográfica de Zaragoza se presentó una importante y reveladora muestra del fotógrafo y médico: “Aurelio Grasa. Reportero gráfico, 1910-1917”, que recorría su carrera en la prensa –especialmente en HERALDO, “Abc” y su revista “Blanco y negro”-, desde que tenía 17 años hasta el año de licenciatura. En esos siete años, Aurelio Grasa trabajó sin cesar: con apasionamiento, con rapidez, con entusiasmo y con un sentido de la composición y de la noticia que prueban su olfato periodístico. Estamos ante un pionero de la fotografía documental en Aragón.
Juan Domínguez Lasierra, apoyándose en los testimonios familiares y en los trabajos del libro-catálogo de 1976, explica la ligazón de Grasa con este diario. Recuerda que el fotógrafo titular era el fotógrafo de estudio, Gustavo Freudenthal, el hombre que retrató a Einstein en su viaje a Zaragoza en 1923, pero que él realizaba una labor “meramente ilustrativa” desde su estudio del Coso 33 ó 35. No obstante, un momento especialmente fructífero para la fotografía de prensa fue la Exposición Hispano Francesca de 1908. Y fue el jovencísimo Aurelio Grasa, de 17 años, quien introduciría en un medio parco en imágenes un nuevo concepto de la fotografía. En el libro-catálogo de 1976, Emilio Grasa, hermano del fotógrafo, narraba un detalle tan importante como pintoresco: “Se compró una moto y con ella iba a todos los sitios. Cuando había toros iba con la moto y su caja de placas, y al día siguiente ya salía en el HERALDO y en el ‘Abc’. Si a las seis terminaba la corrida, a las ocho ya estaban reveladas y las llevaba a HERALDO por la noche”.
Otro periodista casi legendario en estas páginas, el bilbilitano Andrés Ruiz Castillo, “Calpe”, lo perfiló así: “Su afición a deambular por las calles zaragozanas en busca de lo sorprendente, le llevó insaciablemente a fotografiar toda clase de escenas y sucesos, a interesarse por los acontecimientos sociales”. Y apostilla: “Sin pretenderlo se convirtió en un gran repórter gráfico, con personalidad y estilo”. Otro compañero como Miguel Gay recuerda que era “simpático y tranquilo, parco en palabras, pero con una mirada honda que lo decía todo”. Líneas más adelante, anota: “Para Grasa la fotografía no era un oficio sino un hobby, que se dice ahora, una afición para la que poseía un fino sentido, un especial instinto, un modo personal de hallar en las cosas y en los hechos lo que tenía que ser noticia, pero que sólo él acertaba a captar y a retratar”. En 1910, Grasa se matriculó en Medicina, se licenció en 1917 y se especializó en radiología y dermatología, y ese mismo año, concretamente, un trece de junio publicó sus dos primeras fotos en este periódico: “Los alcaldes de Borja, Agón y Bulbuente en el patio de la Diputación de Zaragoza” y “Exposición de flores en el umbráculo del Hospicio de Zaragoza”. No parece que haya estado nunca contratado en el diario, aunque fue un colaborador fijo, probablemente sin sueldo, que realizó cientos y cientos de fotos en esos años. A nada le hacía ascos: parecía darle lo mismo foto cotidiana, la de los trabajadores en cualquiera de sus apacibles faenas y en sus tumultos, o el documento social (ahí destaca la llegada del féretro de Costa a la estación de Zaragoza y su traslado al cementerio de Torrero) que la instantánea turística, paisajística, romántica o deportiva, donde brilló a alto nivel, hasta el punto que los coches, los aviones, las bicicletas, las motos o los deportes de nieve ocupan muchos negativos en su impresionante archivo de varios miles de tomas. Una de las más célebres fue la toma de Montblanc desde un avión que volaba a más de 6.000 metros de altura. Y otra modalidad en la que destacó en esa época fue la fotografía taurina: hizo reportajes a Bombita, a Manolete, a Florentino Ballesteros, al cual le dedicó un reportaje de cuatro fotos en 1915.
La carrera de Grasa no se acabó en 1917 ni abandonó sus colaboraciones en la prensa. Siguió cediendo fotos, pero en 1921 abrió una consulta en Zaragoza. Para entonces ya había estado en París y había mejorado sus conocimientos científicos y había conocido las vanguardias artísticas, con sus fotógrafos. A partir de ese momento, nacía otro fotógrafo: el fotógrafo del arte que captaba con tersura, con una composición arriesgada y original, con voluntad artística. Esa es la exposición que le debemos, o que nos debe, Aurelio Grasa, “uno de estos ingenios que produce esta tierra, incisivo a veces, de respuesta rápida y finalmente, hiriente en defensa propia, pero con una gracia espontánea sin igual”, según dijo el ex alcalde Luis Gómez Laguna.
*Retrato del Cardenal Soldevila pronunciando un discurso en 1915. Ocho años después, tras visitar el convento del Terminillo, sería asesinado por un grupo de anarquistas. La foto es de Aurelio Grasa. Lamento que sea tan poco veraniega.
REFLEJOS DE ARNO RAFAEL MINKKINEN

Si yo pudiera amarte: entregar flores
De atardecida en tus ojos rotos por un mar
De olivos, desandar la tersura de tus manos
Hasta la caricia más dulce, volver
A una claridad de playa silenciosa y sin olas.
No hay más afanes que agregar a mi corazón:
Te escabulles irremisiblemente como un disparo,
Como un letargo de ausencia y precipicio.
Contemplo esa senda que te engulle, la polvareda
De tu adiós sin despedida, el vaivén
De un cuerpo sombrío que he perdido entre nubes
O en noches de plenilunio con música de cigarras.
Si aún pudiera amarte: arrancar de tu boca
Jazmines de sal, otro beso con sabor a sangre.
Otros labios, el deseo intacto, toda la transparencia
Del mar: otro beso con sabor a sangre.
FRANCISCO ALBIÑANA: UN PROFETA DE LA VIVIENDA PÚBLICA

[Leo un estupendo y erudito artículo de Sergio del Molino sobre la casa del doctor Lozano Blesa, obra de Félix Navarro. Alguien elogia con toda la razón del mundo el texto (Sergio se está convirtiendo en uno de los periodistas más sólidos de la ciudad), y recuerda la figura de Albiñana, un personaje absolutamente fascinante. Hace algo más de dos años, le dediqué un artículo y un programa monográfico en “El Paseo” de Heraldo Televisión. Recupero este texto, que contiene algunas de las maravillosas y espeluznantes historias de Zaragoza. ]
Francisco Albiñana, el arquitecto de los pobres
Zaragoza rendía homenaje a uno de los grandes arquitectos aragoneses del siglo XX: Francisco Albiñana (1882-1936). Lo hizo en la nueva sede de Cajalón, en antiguo Casino Mercantil cuya reforma total emprendió él en 1911.
José Antonio Lorente, comisario de la muestra “Francisco Albiñana. Arquitecto, político e intelectual. 1882-1936”, junto a Carlos Martín La Moneda y Teólfilo Martín Saenz, calificaba al arquitecto de relativamente “marginal” y lo vinculaba a un modernismo tardío, “bajo formas de ‘sezession’ o ‘novecentistas’; por otra parte, su adscripción racionalista se inscribe en un racionalismo epidérmico o ‘proto-racionalismo”. Afirma Lorente que su trabajo –desarrollado entre 1911 y 1936, y compuesto por 3350 proyectos: 3.150 de viviendas y parcelas, y 175 de viviendas plurifamiliares- puede agruparse bajo el término eclecticismo, “dentro del cual cabe distinguir distintos periodos, gustos o estilos, sumariamente: influencia vienesa o ‘sezzesion’, influencia clasicista, nacionalismo o regionalismo, arte-decó, cubismo…”.
Albiñana se moverá bajo estas coordenadas estéticas, en una perfecta simbiosis de arquitectura y construcción, durante un periodo convulso donde son asesinados su amigo José de Yarza Echenique y los operarios municipales César Boente y Joaquín Álvarez, en agosto de 1920, mientras reparaban el alumbrado municipal, o el cardenal Juan Soldevila en junio de 1923 al regresar de la Escuela Asilo del Terminillo. Una época que supone el crecimiento y la expansión hacia los barrios de Zaragoza, y que conoce el entusiasmo civil ante la proclamación de la II República y la posterior y dramática decepción de la guerra civil.
Pero más allá de sus obras, que se inician con dos magníficos proyectos, apenas concluida su licenciatura en febrero de 1911, un edificio de viviendas en Costa 4 y la reforma total del Casino Mercantil (que acoge ahora su exposición), Francisco Albiñana fue un personaje complejo, de un temperamento visceral y refinado, capaz de aprender alemán en tres meses o de organizar una excelente biblioteca de libros extranjeros, presidida acaso por uno de sus autores favoritos: Leon Tosltoi.
Albiñana nació en la calle Palomar 4 en 1882. Su padre, Francisco de Paula Albiñana (Tarragona, 1841), era un buen dibujante y acuarelista, se había hecho maestro de obras en Barcelona y se convertiría en Zaragoza en ayudante de Ricardo Magdalena y en jefe de bomberos. Incluso, como le sucederá a su hijo, llegó a ser profesor en la Escuela de Bellas Artes. Por tanto, debió contagiarle la pasión por la arquitectura, y su madre, Anacleta Corralé, culta, más bien conservadora y aficionada a la ópera, le transmitió sus gustos. Francisco de Paula Mariano de Guadalupe José fue monaguillo y cantor del coro; poseía una voz de barítono que le llevó a cantar “Marina”. Este fervor religioso, que evolucionará hacia el agnosticismo y un buen conocimiento de otras religiones (sabía versículos del Corán y elogiaba el budismo y a los lamas), le llevó a marchar de casa a los quince años con la intención de alistarse con los carlistas. Pasaba los veranos en Tarragona y estudió en el Politécnico de Nuestra Señora del Pilar. Cuando se desplazó a Madrid para realizar la carrera de Arquitectura, ya había hecho sus primeros escarceos al dibujo y a la acuarela, con el Puente de Piedra y el Pilar como fuente de inspiración. Allí, además de aprovechar su estudios, fue voluntario de bomberos y debió de entrar en contacto con la política y con la masonería, en la que “militó” desde 1916 –a través de las logias Constancia 16, bajo el nombre de “Fidias”, con los hermanos Alcrudo o Francisco Campos Pellegero, “Hermes”, y de la logia Moncayo- hasta su fusilamiento en Valdespartera, el dos de octubre de 1936. Recuerdan Martín Saenz y Lorenzo en un cuidado catálogo, en el que también participan Jesús Martínez Verón y Pedro Navascués, que le interesaban la fotografía, la ópera, el teatro, y que practicaba boxeo, esquí, natación y gimnasia sueca. También era muy aficionado a las máquinas, en especial a las locomotoras; al parecer llegó a manejar el tren de Tarragona a Mora de Ebro, y realizó las duras faenas del fogonero.
Se casó con Pilar Gayán en 1913 y se instalaron en la que había de ser su residencia y su estudio en el Coso 135. Tuvieron dos hijos, Francisco y Ángela. Y ella recordó así el piso con amplios balcones: “… unas escaleras lúgubres; un despacho o salón para recibir, un comedor-cuarto de estar, y el dormitorio principal dando a la fachada; un cuarto inferior frente al de mis padres era mi dormitorio, una habitación con tableros para 2 ó 3 delineantes, y los servicios, cocina, etc. en la parte inferior…”. Francisco Albiñana, que hubo de enfrentarse con calma a la contrariedad de que su hijo se hiciese falangista, adoptó al vástago de un amigo masón que falleció en 1917: le dio una completa educación hasta que obtuvo el título de aparejador. Era un defensor a ultranza de los métodos pedagógicos, se opuso a un intento de incendio de la Seo en medio de desórdenes callejeros con una arenga a los manifestantes y también era un tanto socarrón: propuso, medio en serio, medio en broma, que los masones firmasen no sobre “La Biblia”, como era lo habitual, sino sobre “El Quijote”.
En 1915 se presentó a las elecciones municipales por Izquierda Republicana y fue elegido, aunque no quedan demasiadas huellas de su paso por el consistorio. Se sentía próximo a la UGT –en cuyos salones pronunciaría en 1928 una famosa conferencia, donde dijo: “El trabajo es el único medio para hacer una patria grande y respetada”, o “Construcción, en su sentido elemental, quiere decir ordenación de elementos. (…) Para que una construcción sea arquitectónica, a la solidez debe unir la belleza”-, y siempre defendió al obrero, hasta el punto de que era conocido como “el arquitecto de los pobres”, porque no sólo fue el profesional que más viviendas hizo –“más de la mitad eran suyas”, se nos recuerda- en un periodo tan corto de tiempo, sino que incluso les regalaba los planos y los ayudaba hasta con sus propias manos.
En ese sentido, Albiñana fue uno de principales artífices de la expansión de la ciudad hacia los barrios del Arrabal, Venecia-Torrero, San José y Las Delicias. Realizó un viaje a Rusia y publicó en “La Voz de Aragón” sus cautelosas “Impresiones de un arquitecto zaragozano después de un viaje a Rusia”, que, a pesar de ser suaves y mostrar tan sólo la fascinación por el metro de Moscú, activarían la represión contra él, junto a su militancia masónica, que nunca disimuló. Poco después de iniciada la guerra civil, fue arrestado, desoyó los consejos para que se marchase en su veloz vehículo Avion Voissin,y ya en prisión recibió las visitas de su esposa y su hija. Fue interrogado y torturado, su mujer removió Roma con Santiago, y tal vez lo habría hecho de no haber llegado un nuevo gobernador a Zaragoza, y finalmente fue ejecutado. El parte médico anunció que había fallecido a causa del manido y eufemístico parte: “fractura de cráneo y hemorragia interna”. Dicen sus biógrafos que recibió una bala en la frente y que se despidió del mundo con una sonrisa en los labios.
RECUERDOS DE SU HIJA ANGELITA
La vida es una fuente constante de revelaciones. Angelita Albiñana ha recuperado de golpe, como en una película vertiginosa de la memoria, los mejores recuerdos de su padre, el arquitecto Francisco Albiñana (Zaragoza, 1882-1936). La doble exposición en el Centro Mercantil y en el Colegio de Arquitectos, que se prorroga hasta el cuatro de febrero, ha sido como un agasajo inefable y una victoria contra el olvido. Esa mujer, elegante y octogenaria, ha recuperado viejas emociones, recuerdos que había arrumbado en su estricta intimidad mientras repasaba el álbum de familia. Su padre la llevó alguna vez a reuniones de la UGT o en ese coche Avion Voissin, que pintó de verde; la adolescente le advirtió que cualquier día los animales del campo iban a pensar que era algo comestible. Y fue testigo de excepción de una experiencia familiar dolorosa, que sólo mitigó la bondad y el sentido liberal del arquitecto. Francisco Albiñana, socialista próximo a Indalecio Prieto y masón de la logia Constancia, vio como su hijo, tras hacer el servicio militar como voluntario en Madrid, se alistaba en Falange. Lejos de disuadirlo, le calzó las espuelas, lo abrazó efusivamente y le dijo: “Aunque es posible que nos encontremos frente a frente, cumple con tu deber en todo momento”. Más tarde, en la hora más amarga de su existencia tal vez, el 2 de octubre de 1936, Angelita fue a visitar a su padre a la cárcel de la calle Ponzano, sin sospechar que aquella era la despedida. Y supo que el hombre que iba a ser fusilado al día siguiente en Valdespartera (bromeó acerca de la falsa ejecución de “Tosca”), les dijo a sus verdugos: “No me disparéis a la cara que mi hija nunca ha visto un cadáver y no me gustaría que me recordase con la cara deformada”. Al día siguiente, o quizá el mismo del adiós inesperado, lo vio con un disparo en la frente y una tímida, “triste” sonrisa en la boca.
SOBRE LA NOVELA:JULIO RAMÓN RIBEYRO

“... sólo se puede ser gran novelista cuando no se quiere escribir otra cosa que una novela, con todos los riesgos que esto implica, cuando se la respeta y se admite por anticipado la posibilidad del fracaso, sin excusa ni defensa posible, pues de lo contrario la novela termina bufándose de nosotros”.
*La foto es de Inge Morath.
ALBERTO CALVO, UNA OBRA JUNTO AL MAR

ANTONIO PÉREZ MORTE: UNA POSTAL DE VERANO

NIÑAS CON PARAGUAS
Para Amparo Escribano
Una avalancha
de adolescentes con paraguas
enciende la entristecida feria,
el rojizo color
de las caramelizadas manzanas.
Niñas
que ansían nubes de algodón,
dulce como sus labios,
sonrosadas como piel de sueño.
Hermosas,
blandas nubes, atravesadas,
no por el duro palo
de la realidad,
sino por el frágil asidero
del deseo más tierno.
Antonio Pérez Morte
*Un retrato de David Duncan Douglas.
EL PIANISTA RUBÉN LORENZO, MAÑANA EN BORRADORES

ACTUACIÓN EN DIRECTO: El pianista Rubén Lorenzo
ENTREVISTAS EN PLATÓ: El historiador José María Ariño y el profesor Andrés Ferrer.
REPORTAJES: Premio Isabel de Portugal de Arte, el naturalista y poeta Ferrer Lerín, el poeta José María Milagro.
LIBROS: LOS PORTADORES DE SUEÑOS
El pianista Rubén Lorenzo, que celebra su primer cuarto de siglo como intérprete musical y es el presidente de la Asociación Aragonesa de Intérpretes de Música, toca mañana tres piezas en el programa Borradores. Son "Peces de oro" de Debussy, "La calle, el guitarrista y el viejo caballo" de Mompou y "La Crinolina o el vals en tiempos de la Montijo" de Ricardo Viñes. El músico, que está a punto de realizar una gira por distintos lugares del mundo y tocará el 31 en el Foro Romano, explica su trayectoria y glosa algunos de sus discos de Albéniz o de Beethoven. El programa, además, recibe en plató a José María Ariño, que glosa el proyecto “Bellezas y recuerdos de España”, que realizó el grabador y editor Parcerisa y varios escritores, del que acaba de publicar un extenso estudio, y a Andrés Ferrer, que habla de su proyecto fotográfico sobre la estación de Canfranc, “Relatos visuales”.
Además, Borradores ofrece un amplio reportaje sobre el premio Isabel de Portugal que se exhibe en el IV Espacio, entrevista al poeta turiasonense José María Milagro, autor de “Los cínifes versados”, y al poeta, narrador y botánico Francisco Ferrer Lerín, que habla de sus tres últimos proyectos: el “Bestiario”, su novela “Níquel” y la publicación de sus poesías completas. La librería Los portadores de sueños recomienda libros para leer en verano
NOTA DE JOSÉ MARÍA ARIÑO SOBRE BORRADORES

[José María Ariño es uno de los invitados al Borradores de esta noche. Cuando grabamos el programa, escribió esta nota en su blog: ]
En esta tarde calurosa de julio he tenido la oportunidad de visitar las instalaciones de la Corporación Aragonesa de Radio y Televisión y de acercarme a uno de los platós de grabación de Aragón Televisión. El escritor y periodista Antón Castro me ha invitado al programa Borradores para presentar el libro Recuerdos y Bellezas de España: Ideología y Estética, que me publicó el mes pasado la Institución Fernando el Católico. Han sido diez minutos de charla amistosa con esta persona tan culta. El ambiente ha resultado más relajado de lo que yo pensaba y el programa se ha grabado con eficacia y seriedad.
El productor Gaizka Urresti se encarga de que todo esté a punto. Ana Catalá es la responsable de redacción y Teresa Lázaro coordina la realización, con la ayuda de Yolanda Liesa. Me ha sorprendido gratamente el trabajo en equipo y la coordinación. Se advierte la experiencia de los que llevan adelante el programa, a pesar de su juventud. Una vez en el plató, uno se olvida de que lo están filmando y ni siquiera se percata de la intensidad de los focos o del minúsculo micrófono adosado al cuerpo.
Espero con ilusión ver el programa - previsto, en principio para el jueves, 23 de agosto -. Es la primera vez que entro a un plató y no deja de ser una buena experiencia. Los nervios se han quedado afuera con la sesión de maquillaje y lo demás ha sido más natural de lo que yo esperaba. Borradores es un espacio abierto a la cultura y a los creadores. Ojalá hubiera más programas como éste en otras cadenas de televisión. Lástima la hora de emisión, - en torno a las doce de la noche - que no es la más adecuada para los que no solemos trasnochar. De todos modos, con del vídeo o el DVD se puede grabar el programa y contemplarlo con tranquilidad en otro momento.
*El ilustrador Josema Carrasco realizó este dibujo del programa.
JOSÉ ANTONIO LABORDETA: NUEVOS POEMAS

[Mariano Gistaín y su equipo de Zaragózame siempre están al quite. Mariano es la persona que tiene mayores intuiciones periodísticas que he conocido nunca. Siempre tiene ideas. Siempre sueña. Innova sin parar. Y disfruta con el periodismo como con las papas bravas en un chiringuito. No hay asunto social que se le escapa: respira información, curiosidad, vida. Siempre he envidiado su espíritu alerta, sus intuiciones, el conocimiento que tiene de lo que le interesa a la gente. Si fuese director de periódico o empresario, le pondría un despacho soleado y amplio con ordenadores, mesa de dibujos, piscina probablemente, un pequeño bar con licencia para fumar, un coche (si fuese descapotable mejor: así aún mejoraría sus fotos...) y un taller para sus manualidades en alambre y en cartón. Y le pediría sólo diez ideas por día.
Ahora, en Zaragózame, Mariano y sus socios abren un blog para José Antonio Labordeta, www.zaragozame.com/labordeta, que ha iniciado la escritura de sus memorias en verso. Liberado de la política y cosido al mar, donde reposa y sueña, Labordeta parece haber recuperado sus mejores sensaciones poéticas. Asalto el blog de Zaragozame y copio tres versos.]
LOS OLVIDOS
Los olvidos se guardan
en el armario viejo de mi madre.
Cuando lo abro
los inocentes salen a raudales
y el ilustre profesor sin chaqueta
sonríe con una lejana mueca
de tristeza.
Mi madre, reflejada en el espejo,
me vuelve a dar consejos
igual que cuando niños.
Cierro de golpe
y el silencio atenaza
las brumas del otoño.
LA SIESTA
En definitiva
dormir la siesta
es hundir el mundo en el olvido momentáneo.
Satisface.
Se agradece.
Morir sin saberse muerto
es fundamental
para no llorar por los vivos.
Y en ese instante mi madre
se apoyaba en el quicio
de la ventana huérfana
y lloraba por todos sus parientes abandonados.
La siesta, como siempre,
nos liberaba
del definitivo adiós a los olvidados.
LIBRO DE FAMILIA
Mi hermano Miguel cenaba siempre
con un gato negro sobre los hombros.
Los ojos de mi hermano sondormían
y los del gato, por el contrario, vigilaban
el ritmo de la casa.
Acabada la cena
el gato regresaba a su rincón
y mi hermano recitaba poemas de Mallarmé.
Mi madre, mientras tanto,
se quejaba de la huella
que el gato dejaba
en el viejo chaquetón de casa.
*Ella es Marilyn. Un eterno cuerpo de verano, una belleza permanente en la playa y en la memoria.
LANA TURNER: CUERPOS EN LA MEMORIA

ALEJANDRA PIZARNIK ANTE EL SILENCIO

[Fernando Sarriá está ordenando un poemario, un poemario de amor, de trabajados sueños, como todos los suyos. Nos cruzamos un correo y le hablo de la técnica poética de Alejandra Pizarnik. Escribía sus poemas en una pizarra, con un borrador le iba borrando palabras, vocablos, estructuras, hasta que los versos quedaban desnudos, intensos, temblando. Fernando veranea con su musa, su cómplice, su primera lectora y un puñado de cosas más (Luis Miñana: escritora, bloggera de postín, estudiosa del arte) en Cambrils. Acude a una librería y encuentra una antología de la escritora argentina. A propósito del silencio, Fernando se detiene en este poema y me lo envía. Es una buena manera de empezar un día como éste. Por cierto, a las ocho y media he iniciado el alba con el disco “Viatge a Itaca” de Lluis Llach, que tiene algunas canciones que marcaron mi juventud mucho antes de venir a Zaragoza. No tengo nostalgia de nada (ni siquiera del futuro), aunque Llach me convoca todas las nostalgias. Teniendo en cuenta que Fernando Sarriá anda por Cambrils, me parece un bonito y nuevo detalle del azar.]
silencio
yo me uno al silencio
yo me he unido al silencio
y me dejo hacer
me dejo beber
me dejo decir
MANUEL PADORNO: UNA VISIÓN DEL EDÉN

[Recibo esta delicada carta a propósito de este espléndido poema del edén de Manuel Padorno: “Agradezco el recuerdo y el comentario. Pero agradecería aún más si se pudiera corregir el texto del poema. Suele pasar como ha sido en este caso, que si se usa el corrector, éste convierta cada inicio de frase en mayúscula provocando que cambie el texto, haciendo modificar su lectura, ritmo, interpretación, sentido y comprensión. Gracias y saludos, Ana Padorno”. Aquí está el texto, de nuevo, en un día como hoy, sábado de evocación del paraíso, en el blog. Gracias a ti, Ana, por tu visita.]
PESCO DESDE MI CAMA
Debajo de mi casa pasa un río.
El piso de cristal; a veces veo
desde donde me siento, desde el patio
pasar la anguila blanca, decididas
bandadas de salmones agua arriba,
los delfines rosados todo el día.
Y otros peces también desconocidos.
Desde mi cama pesco. Alguna noche
tomo la caña, unto el anzuelo, arrojo
-por la ventana abierta- el nylon; pesco
una salema llena de sabores.
Hasta dormido muchas veces. Siempre.
Debajo de mi casa pasa un río.
El piso de cristal; a veces veo,
durante la mañana, caminando
el pasillo que lleva a la cocina
tiburones y rayas apacibles,
langostas y cangrejos sucesivos.
Mi casa levantada sobre el río.
Mi hacienda de cristal, villa del agua,
líquidos materiales invisibles.
*Este poema pertenece al libro “Edenia” del poeta canario Manuel Padorno (1933-2002). ha sido editado por una de las más bellas colecciones de poesía que se han hecho nunca, la colección Nuevos Textos Sagrados de Tusquets. El libro, como se anuncia, es la invención y el sueño casi topográfico de “un posible paraíso felizmente concebido”. El poeta edifica, casa a casa, paisaje a paisaje, animal a animal, flor a flor, un entorno, un refugio, el lugar donde germinan sus emociones, y compone un libro que es una película, que es una hacienda íntima y abierta al chicotazo del viento. Es un libro que mezcla la impresión y la descripción, y respira una atmósfera clásica, acaso horaciana (mejor aún, epicúrea), acaso bucólica. De Manuel Padorno, a quien nunca he conocido, me hablaba con gran entusiasmo Fernando Valls, en Zaragoza una vez y en una noche loca en Valladolid. La foto es de Mona Kun.
VERGÍLIO FERREIRA: EL NIÑO QUE SOMOS*

Vergílio Ferreira (1916-1996) es un gran escritor portugués. El pasado año, Acantilado publicó uno de sus libros más intensos: “Pensar” (la traducción es de Isabel Soler), un manual de aforismos, de reflexiones, de intuiciones, un volumen donde el autor medita sobre el arte de vivir, de escribir, sobre el modo de enfrentarse a la muerte.
Hoy, 25 de agosto de 1959, abro sus páginas, y leo: “Hay un niño en ti que te acompaña siempre. Mantenlo disciplinado para que no cometa disparates. Pero no te avergüences mucho de él, atiéndele de vez en cuando. Porque cuando ya no te acompañe, ya sólo te quedará morir”.
*La foto es de Pascal Renoux.
FELICITACIÓN CON DOBLE REGALO

[Fernando Sarriá, poeta incesante como el río de la luna, pasa estos días de agosto en Cambrils con su escritora favorita, Luisa Miñana. Escribe, pasea, mira el cielo y el cabrilleo de los rayos del sol sobre la espuma o el agua. Y de vez en cuando, se sienta ante el ordenador y escribe. De todo. Del amor, de la añoranza, de sus placeres permitidos, de sus amigos. Me manda a través del correo inmediato de internet este retrato de Ava Gardner (con autógrafo incluido) y este poema. Me dice, además, que ha escrito el poema en una especie de pizarra y que ha tomado un borrador, y que lo ha depurado al máximo:borra aquí, borra allá. Ignoro cuál es la nueva versión. Como hacía Alejandra Pizarnik. Quizá sea vanidad o celebración; en casa, como anunciaba el gran Ismael, me han dejado un ping pong de exterior. Y cuatro raquetas muy esponjosas.]
Sé que eres capaz de urdir,
entre bosques y arenas
de inventadas playas,
héroes lejanos y sencillos
que aman lo imposible
y sienten pasiones
que llegan al límite:
allí
donde al acercarse más
salta el vértigo
y las noches traen el fuego,
impredecible aliento,
nostalgia
o esa luz que haces que tengan
los silencios.
OTRO REGALO

ALEXANDRA JIMÉNEZ: UNA ENTREVISTA*

[Hace alrededor de un año, o quizá algo más, entrevisté a Alexandra Jiménez por teléfono. Me pareció una mujer encantadora, dulce e inteligente, una de esas criaturas que parecen amasadas con seda y sensatez. Sé que acaba de estar en el Festival de Cine de Tarazona; por ello subo de nuevo esta entrevista que la retrata como sospecho que es: una actriz sencilla y con encanto.]
-Recuérdenos cómo ha empezado en esto, cómo ha llegado a ser África, un personaje habitual de nuestro salón…
-Empecé presentándome a un cásting. Primero en Antena 3. Hice pequeñas apariciones, luego trabajé para Globomedia, estuvieron a punto de cogerme para una serie, y hacia el año 2001 trabajé en distintas series: “Policías”, “Compañeros”… Era como si me estuviesen probando, y un día me dijeron: “Vamos a darte una oportunidad en una serie”. Y me fui a Argentina con “Tres son multitud”, que fue una experiencia preciosa.
-¿Por qué se inclino hacia la interpretación?
-Una va dando pasos por la vida que te van llevando de un sitio a otro. En realidad, yo desde niña quería ser actriz, pero empecé en este mundo con la idea de ser bailarina de la mano de María de Ávila. Esa mujer es una auténtica joya para Aragón: es una mujer excepcional, de una claridad increíble…
-¿Por qué?
-Ella me lo enseñó casi todo. La danza era como una prolongación de la vida, una forma de ser. Ella se preocupa del ser humano y se caracteriza por la bondad y la humildad, algo que te contagia. Transmite fuerza y coraje, y te enseña algo muy hermoso: nos decía que todo lo que proyectamos en un escenario está dentro de nosotros.
-Sin embargo, usted tuvo que dejar la danza.
-A los 16 años o así, me lesioné en el pie. Me lo vieron muchos médicos, me analizaron incluso en Cuba, donde estuve, y nunca más me recuperé del todo. Unos me dijeron que tenía una artritis, otros… Puedo decirle que, de alguna manera, vinculé esta incapacidad de volver a bailar con el deseo de ser actriz. Y ahí empecé: realicé unos cursos de tres años y cambió mi destino.
-¿Cómo fueron los años con María de Ávila? ¿Cómo vivió su ciudad, Zaragoza?
-Fueron maravillosos. De dedicación, de paciencia, de entusiasmo. Estudiaba a distancia, y recuerdo que tenía una gran amiga Lorena Giménez. Ella vivía en una residencia de la plaza del Pilar, y siempre íbamos allí: nos sentábamos en la plaza, paseábamos, nos reíamos todo el rato. La ciudad nos parecía encantadora, y eso que ella es de Madrid. La calle que más frecuentábamos, claro, era Francisco de Vitoria, donde tiene el estudio María de Ávila. Otro de mis grandes amigos es el bailarín Gonzalo García Pelayo…
-¿No estaba en el San Francisco Ballet?
-Sí. Este verano hemos estado juntos. Gonzalo García Portero, zaragozano, un bailarín extraordinario. Actuaba en el Lincoln Center, nada más y nada menos que ante William Forsythe, que era un mito para nosotros. Nos poníamos a soñar y él formaba parte de nuestros sueños. Y que sucedan cosas así, insisto, se le debe a María de Ávila, que ha logrado encauzar a muchas estrellas del ballet fuera de España. Me gustaba de ella algo especial: no precisaba cuerpos perfectos, sino sensibles, armoniosos, con dedicación.
-¿Tiene claro ahora qué tipo de actriz quiere ser?
-En absoluto. Algunos me ven como una actriz cómica; otros como una actriz dramática. A África, de “Los Serrano”, la ven un poco dramática, llorona. A mí me interesa hacer seres humanos. Disfruto haciendo comedia; disfruto haciendo dramas. Me adapto a todo.
-¿Cuál es su relación con los actores aragoneses en Madrid?
-Buena, muy buena. Una de mis grandes amigas aquí es Nerea Barrios. E Itziar Miranda. Y Ana Gracia. Hace algún tiempo, Luis Alegre nos reunió a varias actrices de Aragón para hacer un montaje. Los aragoneses somos muy dinámicos: siempre estamos haciendo cosas. Estamos un poco desperdigados, pero en este sector, la música, el teatro, el cine, hay mucho movimiento. Ahí están Amaral, que es un grupo superestrella, Bunbury, Carmen París…
-¿Qué caracteriza a los aragoneses, qué elogiaría de su tribu?
-La nobleza, sin duda, la sinceridad. A veces me digo que somos “ muy burros”, y no lo digo peyorativamente; quiero decir que somos muy brutos y honestos, sinceros, aunque no creo mucho en eso de las virtudes diferenciadas de las comunidades autónomas.
-¿Qué significa para usted la Expo-2008?
-Creo que trae un mecanismo de motivación absoluta para Zaragoza y para Aragón. Y para los profesionales de nuestro gremio también abre un campo con muchas, con impresionantes posibilidades. Lo mismo pienso de la creación de la Televisión de Aragón: me parece un proyecto estupendo. -¿Cómo imagina el futuro?-Soy optimista. Me dejo sorprender por la vida: ocurren tantas cosas y tan rápido. Mi preocupación es centrarme en lo inmediato y disfrutar. Y punto. No tengo ni idea de lo que puede venir después. Deseo tranquilidad, felicidad, que me dejen trabajar aquí.
-¿No estará barajando el regreso?
-Nunca se sabe. Tengo abuelos en Tarazona; mis padres y un hermano viven en Santander; tengo amigos íntimos en distintos lugares del mundo. Y en Madrid tengo una casa. Y otra en Zaragoza, que también es mi casa.
JOHN HUSTON: MEMORIAS DE UN PÍCARO

Un genio incontestable como Orson Welles dijo que la obra maestra John Huston era su propia vida. Huston, un hombre demasiado grande a la luz de su autobiografía, “A libro abierto. Memorias” (Espasa), afirmó: "Cuando hago una película es simplemente porque creo que la historia es digna de ser contada". Una estética sencilla que sirve también para justificar este volumen. Su existencia está llena de películas, de planos y contraplanos, de esbozos de magníficos guiones, y la resumió a los 73 años, hacia 1980, desde su retiro de Puerto Vallarta: en su casa aparecían cada noche animales salvajes que dejaban en el césped un inquietante rastro y desde el jardín se veían las gaviotas, las olas exasperadas y las ballenas.
En este libro, Huston cuenta y no para. En cada página aparece siempre una sorpresa. Por ejemplo, sabemos que de adolescente asistió en directo a la pelea de Jack Dempsey y Luis Firpo, el Toro de la Pampa, o que conoció al gran Jack Johnson, el primer campeón de color de los pesos pesados. En una de las escenas más bellas del libro, el propio Charles Chaplin, cuando ya era un héroe, fue a visitarlo al hotel Alexandre en una época en que era enclenque y enfermizo y su madre, la periodista Rhea Jaure, estaba preocupadísima de su salud. Avanzamos y en cualquier recodo de estas memorias sabemos muchas cosas de personajes tan importantes como Tom Wolfe, amigo de su madre, Bob Capa, con quien coincidió en la II Guerra Mundial en Nápoles (y también las razones que llevaron a Hemingway a alejarse del magnífico documentalista húngaro) o James Agee, el autor de Hablemos ahora de hombres famosos, el libro del hondo sur americano y de la desolación que retrató Walker Evans. Las páginas que le dedica al poeta, narrador y guionista, que trabajó con Huston en La reina de África, son escalofriantes: Agee --"el mejor crítico de cine que ha tenido este país", anota Huston-- trabajaba hasta altas horas de la noche, acumulaba folios y folios, tomaba sedantes y alcohol, se sentía culpable porque no había podido trabajar su trabajo y no pudo resistir su segundo derrame cerebral en 1955. Moría un genio.
Hay muchos detalles que rescatar en la biografía de un hombre que batalló tantas veces con el fracaso y con la violencia. Y con las ganas de vivir peligrosamente. Los antecedentes son bastante curiosos: su abuelo Gore era un borracho eterno que abandonaba de vez en cuando a su mujer y acabó como había soñado, al lado de una botella de whisky; un detalle sentimental revela su postrera desdicha: llevaba encima las seis corbatas horrorosas y malas que le había enviado su hija con las etiquetas del precio pegadas a modo de venganza por haber acogido de nuevo en su casa a su ex--marido. La familia paterna es interesante: Margaret será una soprano importantísima, debutó en El Cid con Caruso, y acabará siendo profesora de dicción de Lilian Gish, John Barrymore y Orson Welles. Alec será toda su vida un excéntrico, Nan parecía la tía más convencional y su padre, Walter Huston, era increíble: fue amigo de Roosevelt, Toscanini y el propio Spencer Tracy le reconoció que fue un buen actor de cine y teatro.
No caben aquí los excesos de Huston ni siquiera la nómina de sus amigos de infancia. Nos quedaremos con Sherman, con el cual fabricó nitroglicerina, robó lo que pudo y voló embarcaderos. Charlie, "un joven dios griego", y Harold fueron decisivos, sobre todo éste que le introdujo en el boxeo y le llevó a participar en clubs pequeños en combates de cinco dólares. Subió muy arriba en el escalafón, y siempre se sintió inclinado a las peleas: el cineasta narra una memorable con Errol Flynn que duró una hora y acabaron los dos en el hospital. El propio Humphrey Bogart, muy presente en el libro, supo de la fuerza de Huston hasta el punto que le retorció la nariz y amenazó con arrancársela durante un rodaje ante el pavor de Betty Bacall.
No se trata de que el anecdotario chispeante ahogue todo lo demás, pero resulta increíble. Pasan cosas siempre, ocurren hechos vertiginososos, en cascada. Los matrimonios, los desencuentros en los rodajes, la caza de brujas, las opiniones sobre actores y actrices (Bette Davis, que llevaba un demonio dentro, Tyrone Power, Clark Gable o Gary Cooper, entre otros), los guiones y la historia interna de las películas, la afición por la pintura, que le persiguió siempre. Huston amaba tanto el arte colombino como los cuadros de de Picasso, Duchamp o Matisse. Hubo un momento en que se matriculó en la Escuela de Arte y fue un excelente pintor. En realidad este hombre, este tipo lo hizo todo: fue cazador, aventurero (de muy joven conoció a Hitchcock en Inglaterra, donde hubo de apaciguar la locura y la ebriedad de su primera esposa), escritor de talento, guionista, púgil, jugador de badminton y póquer y ajedrez, y sobre todo un cineasta incomparable, algunos dicen que sin estilo, de títulos como El tesoro de Sierra Madre, Cayo Largo, La noche de la iguana, La reina de áfrica, El hombre que pudo reinar, siempre con una idea que le transmitió unos de sus primeros productores: "John, ten presente que cada escena, cuando la ruedes, es la escena más importante de la película".
*John Huston y su padre Walter Huston.
AVA PARA INCONDICIONALES

Para mitómanos, tras la lluvia. Ava Gardner.
JONAS TRUEBA: AUTORRETRATO DE UN JOVEN CINÉFILO

DIÁLOGO CON EL GUIONISTA, EDITOR Y REALIZADOR
De nuevo por Zaragoza. ¿No habrás heredado la fascinación familiar por Zaragoza o es que te intriga cómo van las obras de la Expo?
Siempre digo que Zaragoza es mi segunda ciudad después de Madrid. Sin duda es el lugar del mundo al que más he viajado y estopy encantado de que sea así. Tengo en ella muchos amigos importantes, gente que admiro y respeto muchísimo. Comparto con mi padre algunos de estos amigos maravillosos y quizá por eso estamos de acuerdo en que esta ciudad es particularmente genial por su culto a la amistad. También me gustan sus calles, sus bares y sus librerías. Pero para mí, sobre todo, Zaragoza es la ciudad donde vive Daniel Gascón, uno de mis escritores favoritos y además mi mejor amigo. Con él estoy escribiendo el guión de la que espero que sea mi primera película como director, un pretexto más para venir aquí.
Hace no demasiados meses se estrenaba "Vete de mí", la película que escribiste con Víctor García León. ¿Se ajustaba el resultado final a lo que habías imaginado?
Creo que por desgracia "Vete de mí" no tuvo una buena distribución en Zaragoza... Aunque quizá deba agradecer a los distribuidores el haber podido conservar a mis amigos de aquí, je, je... Pero la película tuvo buena acogida en general y los que la hicimos estamos muy contentos con ella. Se ha reconocido la labor de los actores protagonistas (Juan Diego y Juan Diego Botto) y eso es bonito, sobre todo para el guionista, que siente que también se reconoce a sus personajes. Para mí fue una película difícil de escribir, pero creo que aprendí bastante en el proceso.
Era una película dura sobre la convivencia de padres e hijos. ¿Tan pesimista sois sobre esa relación?
Al contrario. Tanto Víctor como yo tenemos una relación estupenda con nuestros padres, que nos apoyan y nos enseñado muchas cosas. Para mí la película no trata tanto de la relación de padres e hijos como de la convivencia, la envidia, el talento, el miedo a crecer y a asumir tus debilidades... El hecho de que los dos protagonistas sean padre e hijo es casi circunstancial o, en todo caso, nos servía para acentuar todas esas cosas.
Antes, habíais hecho otra película sobre la juventud desorientada: "Más pena que gloria". ¿Te siente, de algún modo, un joven desorientado?
Siempre me he sentido bastante desorientado en la vida. Sólo a veces, cuando veo películas, leo libros buenos, y cuando estoy con la chica que quiero me siento con los pies en la tierra. Cuando escribí "Más pena que Gloria" creo que era más inconsciente y me sentía más a resguardo de todo. Me creía muy listo. Ahora soy más consciente de mis limitaciones, pero soy más feliz.
¿Tienes claro qué tipo de guiones quieres escribir? ¿Quiénes serían tus modelos de guionista?
Me gustaría escribir guiones muy distintos. Y a ser posible muchos, aunque soy más lento de lo que me gustaría. Mis inseguridades me paralizan mucho, pero creo que no quiero perderlas porque de alguna forma me hacen más fuerte. Me gustaría ser un guionista con oficio pero sin llegar a convertirme nunca en un "profesional". Cada vez me gustan más las películas donde no se ve el guión, las películas donde el guionista o el director no imponen su dictadura. Me gustan las películas que respiran vida, películas escritas por guionistas que se dejan sorprender por las historias y los personajes que van creando.
Acabas de terminar el guión de "El baile de la victoria", basada en la novela homónima de Antonio Skármeta, con tu padre, Fernando Trueba. Él ha dicho que contigo trabaja muy bien. ¿Es para ti fácil trabajar con tu padre?
Para mí ha sido lo más fácil que he hecho en mi vida. Cuando escribes para un director, lo bonito y emocionante es meterte en su cabeza y poder darle cosas que le resulten naturales de rodar más adelante. Mi padre es alguien que conozco bien. Y comparto muchos de sus gustos. Creo que por eso me ofreció escribir con él, porque sabía que yo sabía lo que él quería. Nos entendemos muy rápido.
¿Qué sabemos del proyecto exactamente? ¿Cuándo se va a rodar, plazos, actores, recuérdanos el argumento, etc.?
Ricardo Darín y Diego Luna han leído el guión y han aceptado interpretar los dos personajes principales. Eran los dos actores que teníamos en la cabeza cuando escribíamos y creo que que van a hacer una pareja estupenda. Me parece que son dos actores humanistas y que por eso se van a llevar bien con mi padre, que quiere hacer su película más loca, algo así como una película a la "nouvelle vague" para los tiempos de hoy. Es una película de estilo que tiene mucho que ver con una parte de la educación cinematográfica de mi padre a la que no había dado rienda suelta hasta ahora.
Con calma pero con insistencia, haces muchas cosas: has hecho varios cortos, especialmente "Cero en conciencia", y creo que trabajas en un largometraje. ¿Qué nos puedes anunciar?
La verdad es que tengo ganas de dirigir una película. Mi poca experiencia es más de guionista porque es a lo que me he dedicado más insistentemente estos últimos años, pero creo que tengo un instinto de director en algún lugar de mi cabeza. Y aunque me gusta mucho escribir para otros directores y es algo a lo que no me gustaría renunciar nunca, hay historias que me pongo a escribir porque siento la necesidad de dirigirlas yo. Es el caso del guión en el que trabajo ahora con Daniel Gascón. Cuando leí su último libro, "El fumador pasivo", pensé que a mí me gustaba contar el mismo tipo de historias en un tono parecido. Por eso le he liado en esta aventura. Queremos hacer una película un poco literaria, casi barojiana, que hable de gente como nosotros en situaciones que vivimos o que intuimos que viviremos en cualquier momento.
Otra de tus actividades es la edición. Asumes la coordinación de Plot con tu tío Jesús, y habéis publicado libros importantes: Truffaut, Buster Keaton, uno precioso de Picasso y sus perros... ¿Cómo vives la edición, qué te gusta, qué es lo más difícil?
Me encanta editar libros aunque no me considero editor ni mucho menos. Plot es una editorial familiar a la que dedicamos gran parte de nuestro tiempo libre, sólo por el placer de estar un poco más en contacto con los libros y con el cine, el género que hasta ahora frecuentamos más con nuestros títulos. En la colección "Blanco y Negro", que es de la que me siento más responsable, hemos editado la biografía de Truffaut, Buster Keaton y Alice Guy Blaché. Y este invierno esperamos sacar la más completa biografía de Antón Chéjov, que nos abrirá una puerta más allá de los libros de cine.
Creo que estáis a punto de publicar el volumen "Cine esencial" del polémico crítico Jonathan Rosembaum...
El libro de Rosenbaum creo que va a ser bastante polémico. Es el crítico más influyente del cine actual y se atreve a proponer un canon cinematográfico al modo del de Harold Bloom para la literatura. Yo no comparto muchos de sus gustos pero me encanta su vehemencia.
¿Cuál es el cine esencial de Jonás Trueba, cuál sería tu canon de ahora mismo?
Del cine mudo adoro particularmente a Murnau, Stroheim y Buster Keaton. Luego vendrían Sturges y Wilder, todos ellos clásicos modernos. Bergman por ahí anda suelto. De Truffaut y Eustache me encantaría ver las películas que harían hoy siendo viejos y lamento sus muertes prematuras muchos días. Me gustan los viejos Rohmer, Forman, Woody Allen y Jonas Mekas. Me gusta el cine que hacen directores que yo llamo de la generación de mi tío David, con él a la cabeza de mis favoritos: Lukas Moodysoon, Wes Anderson, Arnaud Desplechin, Alexander Payne...
*Hace una semana, en la contraportada de Heraldo publicaba un fragmento de una entrevista con el guionista, editor y cineasta Jonás Trueba. La recupero al completo y la cuelgo aquí. Jonás es un joven encantador, talentoso, trabajador, lleno de proyectos... No tengo una foto de Jonás, pero pongo el cartel de "Más pena que Gloria".
PILAR PALOMERO: DIÁLOGO CON UNA JOVEN REALIZADORA

¿Qué hace una realizadora aragonesa en Madrid en verano?
Terminando la preproducción del que va a ser mi segundo cortometraje "Niño Balcón". En Madrid tengo mi "base de operaciones" y desde aquí me organizo para ir preparándolo todo: casting, alquileres, localizaciones... Tengo que compaginarlo con el trabajo habitual, por eso es menos complicado quedarme en Madrid y organizarlo todo desde aquí. Cuando termine el corto ya me plantearé lo de las vacaciones.
Vamos a ver. Estudiaste en San Antonio de Baños. ¿Por qué os vais todos a Cuba a estudiar cine?
Creo que la Escuela de Cine de Cuba es un sitio muy especial, diría casi único para estudiar cine. Está ubicado en medio de la nada prácticamente, y vives inmerso con estudiantes de todo el mundo. Es un constante intercambio de ideas y de opiniones, se trabaja mucho en equipo y se tiene una relación muy estrecha con los profesores. Allí se aprende a ver el cine de otra manera, porque hay muy pocos medios técnicos para desarrollar las historias, pero se aprende precisamente eso, que las historias han de estar muy por encima de los presupuestos y los medios. Además, es un sitio que cuenta con muchísimo prestigio. Todas las paredes de las clases en la escuela están llenas de firmas de los diferentes profesores que han ido pasando por allí: Spielberg, Coppola, Garcia Márquez (que fue uno de los fundadores), impone mucho ver esto nada más llegar. El espíritu de la escuela es el querer enseñar a las nuevas generaciones, a los profesores únicamente les mueve el deseo de querer enseñar sus conocimientos, lo que ellos han ido aprendiendo a lo largo de su carrera, y esto es algo único y valioso.
Tú fuiste alumna de guión de David Trueba e Ignacio Martínez de Pisón. ¿Se puede aprender a escribir guiones, qué aprendiste con ellos?
Si, se puede aprender a escribir guiones. Hice aquel taller en la Escuela de Verano de Jaca en el 2001, y supuso mi primer contacto con el mundo cinematográfico. Creo que fueron los 3 o 4 días en los que más conocimientos he adquirido de golpe en mi vida. Aprendí las normas básicas de la escritura de guiones, visionamos películas, charlamos mucho con ellos… Fue la mejor forma de comenzar en esto. Volví a Zaragoza con mil ideas de guiones y proyectos.
También formaste parte de los seleccionados del taller de Bigas Luna. ¿Fue interesante? ¿Cómo resumirías la experiencia?
Fue una experiencia buenísima, y en mi caso, resultó determinante para dedicarme a esto. Cuando sabes solo un poquito o casi nada sobre como hacer cine, cada clase se convierte en una clase magistral. Hacíamos en pequeños grupos cortos de uno o tres minutos y luego los visionábamos con Bigas. Él los corregía y nos daba su opinión. Esas opiniones se me han quedado muy grabadas desde entonces y me las repito a mi misma muchas veces cuando estoy con algún proyecto personal. Además nos lo pasábamos muy bien, porque los cortos los hacíamos entre 4 o 5 personas, con amigos como actores y eran muy libres, muy intuitivos.
¿Cómo se ve el mundo cuando se intenta captar, detrás de la cámara, a Melendi, a Bisbal...?
Bueno, yo todavía no estoy de forma directa detrás del visor, ¡aunque espero estarlo pronto! Trabajo en el equipo de cámara, un lugar privilegiado para aprender. Son producciones muy grandes, muy jerarquizadas. Es una escuela increíble. Trato de mantener los ojos siempre bien abiertos porque esta profesión se aprende observando a los que llevan toda la vida.
¿Cuál es tu participación en el equipo de rodaje de "Aquí no hay quien viva" o "Los hombres Paco"?
Trabajé en la tele al salir de la escuela, en el equipo de cámara. La televisión es muy diferente al cine, se trabaja de forma muy distinta. Yo me quedo con el cine, me gusta más. Son dos lenguajes muy distintos, en realidad no es que uno sea mejor que el otro, pero en cine se cuida mucho más la imagen, a los actores, el guión. Hay más tiempo para todo y eso luego se aprecia.
En realidad, te has diplomado en fotografía cinematográfica en Madrid. ¿Prefieres la dirección de fotografía o la dirección a secas?
Me encantan las dos, y por eso me resisto a tener que optar por alguna. Todavía estoy creciendo como profesional, y no quiero limitarme. Espero que mis conocimientos de realización me ayuden como directora de fotografía y viceversa, que se complementen más que se resten. Espero poder llegar a compaginar las dos cosas, porque no podría elegir. El haber estudiado fotografía me ha dado muchos conocimientos sobre dirección, montaje, guión. En realidad todas las profesiones del cine están muy conectadas y se ha de saber un poco de todo, por mucho que luego el trabajo esté muy jerarquizado. Por ejemplo, para ser un buen cámara hay que saber mucho sobre montaje, ejes, racord…
¿Qué recuerdos guardas de tu primer corto, "Sonrisas"?
Fue muy intenso. Me lancé a la piscina con muy poquita experiencia y tuve que ir aprendiendo muy rápido. Tuve la sensación de lucha constante, ahora también la tengo con el "Niño Balcón". Llevar a cabo un proyecto de este tipo supone tener que luchar contra viento y marea, e ir salvando obstáculos como uno pueda. Al final los cortos, a no ser que tengas muchísimo presupuesto, suponen un reto muy grande. Son tan importantes porque te aleccionan: tienes que resolver problemas constantemente y ser capaz, con muy pocos medios, de contar algo muy tuyo. Pero luego todo esto no importa, porque lo ves proyectado y no piensas en las dificultades. Es muy gratificante ver como a la gente le gusta, te entienden, les has transmitido algo. Durante diez minutos han entrado en tú mundo y les has hecho sentir algo que tú has sentido.
¿Es ése el cine que quieres hacer: poético, de atmósferas, de pequeños gestos, donde parece hablar el silencio y la luz? ¿Estarías en la órbita de Gracia Querejeta, Víctor Erice, Julio Medem, Isabel Coixet...?
Me gusta mucho el cine de todos ellos, sobre todo el de Erice. "Sonrisas" sí que estaba en esa órbita, pero con el "Niño Balcón" cambio de registro totalmente. Supongo que la importancia de la atmósfera y la luz me vienen de haber estudiado fotografía. Se pueden crear ambientes y estados de ánimo con la luz, y los silencios. En "Sonrisas" los protagonistas casi no tienen texto porque la idea era que precisamente este silencio les termina uniendo. Como espectadora me encanta el cine de Tim Burton, Kusturica, Berlanga, Fellini, Woody Allen.
Estás a punto de empezar a rodar, "Niño balcón". Avánzanos contenido, lugar de rodaje e intención.
Es un cuento fantástico, atemporal y alocal. El lugar de rodaje no está cerrado del todo, así que no puedo adelantar mucho. Es una historia un poco loca, con muchas acciones y con muchos actores. Trata sobre el destino, lo puñetero que puede ser a veces el destino. También trata sobre el amor. Mi idea es conseguir contar una historia divertida, diferente. La fotografía también tiene mucho peso esta vez, y la dirección de arte.
¿Sabes, así, a nivel general, qué quieres contar, no sólo en esta película si no en todas?
A nivel general me gustaría hablar de sensaciones, de sentimientos. Tanto en "Sonrisas" como en el "Niño Balcón" hablo de personajes que por un motivo u otro se encuentran solos, abandonados o atrapados. Me gustan las películas que te transportan a otros mundos, que te muestran de otra forma la realidad, las pelis que se detienen en pequeños detalles, pero que en su trasfondo te hablan de sentimientos universales: el amor, el odio, la soledad, el miedo… Una misma película puede llegar a tanta gente porque en realidad las personas no somos tan distintas y a todos nos mueven sentimientos parecidos.
¿Qué lugar ocupa en tu vida la escritura de ficción?
Escribo desde que era pequeña. Pero escribo de una manera muy personal, muy para mí. Trato de escribir siempre que puedo, sobre todo guiones y relatos. Me encanta y me parece la profesión más libre de todas. Eres tú solo frente a la hoja en blanco. No hay limitaciones.
*La foto es un autorretrato de Pilar Palomero, escritora, guionista y realizadora nacida en Zaragoza en 1980.
PALMIRA PLÁ: ADÍÓS A UNA MAESTRA

[El escritor y profesor Víctor Juan Borroy, autor de la novela “Por escribir sus nombres” (Prames, 2007), que cuenta la soñada y real historia de amor imposible de Paco Ponzán y Palmira Plá, anuncia en su página web de esta poética manera la muerte de la gran maestra de Cretas, Palmira Pla, que nos ha dejado numerosas muestras de su compromiso, de su pasión por la educación y un excelente libro de memorias. Copio la delicada nota de Víctor.]
Llueve mansamente sobre Caspe, llueve en la costa de Benicassim, llueve en Cretas, llueve en todas las pistas de coches chocantes de Aragón, llueve en las escaleretas que bajan a la estación de tren de Teruel, llueve sobre las escuelas, llueve en un bosque cerca de Toulouse donde los alemanes asesinaron a Paco Ponzán. Llueve sobre la conciencia irreductible y sobre las ausencias, llueve sobre las palabras. Llueve tristeza y compromiso, llueve dolor y esperanza, llueve dignidad y memoria, llueve solidaridad, llueve firmeza y ternura. Palmira Plá ha muerto.
Añado esta nota biográfica del propio Víctor:
Palmira Pla era una joven y entusiasta maestra a quien sorprendió la guerra incivil en Teruel. Durante la guerra fue la delegada de Colonias Escolares en Aragón. En 1939 cruzó la frontera francesa en compañía de Pilar Ponzán, Manuel Latorre, y de Caridad Olalquiaga, maestros de Jaca (Huesca). Después de la segunda guerra mundial se exilió con su marido en Venezuela, donde fundaron el Instituto Calicanto. A principios de los años setenta volvieron a España. Palmira Pla fue diputada en las Cortes Constituyentes. Con el dinero que obtuvieron de la venta del instituto Calicalto crearon la Fundación Adopal, con sede en la Universidad Carlos III, que concede unas becas que permiten que jóvenes venezolanos vengan a estudiar a universidades españolas.
HA MUERTO PACO UMBRAL

[Me acabo de enterar de la muerte de Paco Umbral. Ultimo un texto sobre el Real Zaragoza, y no me da tiempo de mirar nada. Exhumo este artículo que redacté cuando le dieron el Cervantes. Luis Alegre siempre me decía que había sido el hombre que le había enseñado a amar el periodismo.]
LA PROSA Y LA VIDA
Quevedo se hacía más inmenso aún cuando manejaba dos cuerdas de su lira: la de la sátira, que no dejaba títere con cabeza, y la del lirismo, que pulsaba sus dolencias de amor, sinceras y violentas como la desesperación. A Francisco Umbral le ocurre algo semejante. Como Quevedo, es creador/renovador constante del idioma, pero su inspiración se eleva cuando se mueve entre la poesía y el sarcasmo, entre la querencia sublimada y la crítica mordaz. He ahí los dos polos por los que transita la obra abierta, de géneros, fronteriza, del Premio Cervantes.
Umbral es un escritor compulsivo y un provocador nato. No puede vivir sin las palabras, sin la belleza, sin el detonante de la denuncia o la diatriba. Desde niño se supo llamado a ser escritor; se cruzó con Miguel Delibes en Valladolid, tras una época disipada de vida bohemia, y aprendió los secretos del periodismo y del castellano. A mediados de los 60, auspiciado por el magisterio de Larra, González--Ruano, Valle--Inclán y Proust, inició su vuelo imparable en la prensa y en la literatura.
Cronista y memorialista, sostiene que un buen artículo se compone de dos ideas como máximo, una porción de lirismo y otra de actualidad; de todo ello bien agitado en el cóctel de la prosa y de las imágenes sale una pieza perfecta. Y a él le brotan a menudo desde hace 30 años. La novela convencional, de acción y personajes, no es su fuerte, parece fatigarle. Practica un género híbrido; ha escrito una obra maestra como Mortal y rosa (1975), una narración lírica, repleta de metáforas, en homenaje a su hijo muerto, y ha inventado la novela--crónica, que mezcla el autorretrato, el friso social, la indagación histórica y el relato. Las mejores muestras son La Leyenda del César Visionario, Y Tierno Galván ascendió a los cielos y El fulgor de África.
Las constantes de su obra son la política, la educación sentimental, la infancia, el erotismo, la sublimación afectiva, y Madrid, que es el teatro de operaciones de una prosa indómita, barroca y mestiza, que no se detiene jamás: con frecuencia se adelanta a la propia vida. En ese sentido, como su adorado Baudelaire, Umbral es un visionario.
*Umbral en moto. La foto es de Javier Campano.
UMBRAL LÍRICO

Umbral es un observador directo: un poeta torrencial que mira el mundo y lo habita de palabras, de imágenes, de intuición y de maledicencia. Y ahí, en el reino de las metáforas, de la vida voraginosa del lenguaje, es donde se siente seguro. Ahí, en ese reino y ante el espejo que le dice que es imprescindible, mordaz, telúrico. Único.
*Umbral, desnudo e hippie en Ibiza, entre amigos.
CONGET, A. MONTSERRAT, ANA REVILLA, EN BORRADORES HOY

Borradores ofrece esta noche dos actuaciones del guitarrista Alejandro Montserrat, cuya obra explora los sonidos del flamenco enriquecidos con otras aportaciones de jazz. Montserrat explica sus proyectos, sus giras y sus próximas grabaciones. Además, visita el plató de Borradores el escritor aragonés, afincado en Sevilla, José María Conget, que acaba de publicar el libro “Pont de L’alma” (Pre-Textos), donde recoge sus experiencias en Londres, Nueva York y París, ciudades en que ha vivido y ha trabajado. Y también acuden al estudio, la directora de la Fundación Norte, Ana M. Revilla, que explicará la trayectoria de la Fundación, sus becas de creación y el certamen de arte Encuentra que se celebra en Uncastillo, y el ilustrador Josema Carrasco, del cual se emite un reportaje sobre su trayectoria: obras vinculadas con el cine, con la vida cotidiana, con espacios aragoneses, obras en las que siempre domina el color. Además, se ofrecerá un reportaje sobre la muestra “Paisajes esenciales”, que puede verse estos días en el CDAN, con las opiniones de José Beulas y Teresa Luesma, y el periodista Fernando Rivarés presentará la nueva editorial El Andén que publicará en breve a autores aragoneses. El programa se completa con las recomendaciones de libros de Librería Central.
*Ilustración de Josema Carrasco tras haber estado en Borradores.
ADAM ZAGAJEWSKI: EL POEMA ALMA

Ya se nos permite usar tu nombre.
Ya sabemos que eres inefable,
anémica, muy quebradiza y sospechosa
de las misteriosas culpas de la infancia.
Sabemos que ya no se te permite vivir
ni en la música ni en los árboles al apagarse el sol.
Sabemos (más bien nos han dicho)
que ya no estás en ningún sitio, en absoluto.
Pero, con todo, oímos tu voz cansada
en el eco, en la queja y en las cartas
que nos escribe, desde el desierto griego, Antígona.
[Uno de los escritores que más me han interesado en los últimos tiempos es el polaco Adam Zagajewski, que nació en Lvov, hoy Ucrania, y que se exilió primero en París y luego en Estados Unidos. Es poeta, cuentista, ensayista, narrador. Todo cuanto toca brilla bellamente. Es un autor asiduo de Acantilado, pero también ha sido publicado en Pre-Textos. Acantilado acaba de publicar el libro "Antenas", traducido por Xavier Farré. De ese libro, lleno de evocación y de hondura, extraigo este poema.]
*La foto es de Anna Koudella.
OTRO POEMA DE ADAM ZAGAJEWSKI

La música que escuché contigo
era más que música, y la sangre
fluyendo por nuestras arterias
era mucho más que sangre,
pero la arteria que sentimos
era una auténtica alegría,
y si puedo agradecérselo
a alguien, se lo agradezco ahora,
antes de que sea demasiado tarde
y demasiado silencio.
*Retrato de la directora de orquesta Inma Shara. El poemario también pertenece al libro "Antenas".