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UNA LECTURA DE ENRIQUE VILA-MATAS (Por Daniel Gascón)

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[Llego a casa, tras pasar unos días en Casablanca, Marruecos, y encuentro este texto de mi hijo Daniel en mi ordenador. He presentado a Vila-Matas cinco o seis veces en Zaragoza, he escrito en abundancia de sus libros y me ha parecido muy bonito hallarme este texto, que es de la presentación. Sinceramente, yo ya no sabría hablar así de los libros, pero suscribo todo el texto,  la interpretación del Exploradores del abismo, el libro que más me ha gustado de Enrique desde París no se acaba nunca. Y me emociona la lucidez de Daniel, que ya le dedicaba un cuento a Enrique Vila-Matas en La edad del pavo; presentó el pasado jueves al escritor en Los Portadores de Sueños, un poco después de que Ana Catalá Roca lo entrevistase para Borradores. ]  

EXPLORADORES DEL ABISMO         
Daniel Gascón

Hola, buenas tardes. Estoy muy contento de estar aquí, presentando en una de mis librerías favoritas el libro de uno de mis escritores preferidos. Y estoy muy contento de presentar un libro de cuentos, porque lo primero que leí de Enrique Vila-Matas fueron dos libros de cuentos, Suicidios ejemplares e Hijos sin hijos, cuando vivía en un pueblo de Teruel que era un verdadero abismo, y me hice fan. Desde entonces he leído todos sus libros con mucho placer, siempre he aprendido y disfrutado mucho con ellos.        

Enrique Vila-Matas es un excelente cuentista, y es un gran escritor sus artículos literarios y ha escrito libros tan inclasificables como París no se acaba nunca, una mezcla de autobiografía, novela de aprendizaje y autocrítica literaria. En los últimos años Vila-Matas ha publicado unas cuantas novelas que lo han situado en la primera línea de la literatura mundial, que le han proporcionado un gran reconocimiento en España, Latinoamérica o Francia: algunas de ellas, El viaje vertical, son novelas relativamente clásicas o convencionales, dentro de lo delirante que es aplicar este adjetivo a un libro de Vila-Matas, que es un autor que siempre está fuera de aquí, con una sensación de extranjería permanente, y que ha sabido asumir la influencia de muchos escritores distintos para configurar una literatura tremendamente personal: por ejemplo, El viaje vertical es una novela de aprendizaje, pero sucede en la tercera. Pero lo que ha consagrado a Vila-Matas es una trilogía de novelas sobre las enfermedades literarias: Bartleby y compañía, El mal de Montano y Doctor Pasavento. Las tres novelas juegan con la realidad y la ficción, con la biografía y la imaginación, con la mezcla de géneros (por ejemplo, mezclan la narración con el ensayo o la conferencia), hablan de escritores y literatura, tratan de una patología mental y cada una de ellas es una especie de más difícil todavía.

         Exploradores del abismo es un libro muy diferente. En primer lugar porque habla de enfermedades físicas, no literarias: el narrador del primer cuento ha sufrido un colapso, y las historias están llenas de personajes que esperan una operación o se recuperan de una: aunque el protagonista de uno de los cuentos diagnostica autismo a su psicóloga, parece que en Exploradores del abismo Vila-Matas ha cambiado de especialidad médica. Y también porque es un libro de cuentos. Y además, es un libro de relatos muy variado pero también tremendamente unitario. Formalmente, hay muchas diferencias. Hay relatos que son textos de otros autores, hay cuentos de una o dos páginas que él dice que disfruta mucho escribiendo, porque son casi como escribir poesía. Y también hay cuentos que son como pequeños ensayos y textos más confesionales. Hay un texto que tiene la extensión de una novela breve, y también hay cuentos más clásicos, como “Niño”, que trata un padre que no entiende a su hijo, un falso explorador del abismo, que es una reflexión dura e hilarante sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre la impostura literaria y una relectura del mito de Saturno, “Iluminado” o “Materia oscura”, donde el narrador escucha las conversaciones de sus vecinos. Estos cuentos, inquietantes y perfectos, están entre los mejores cuentos de Vila-Matas.

Una de las cosas que siempre me han gustado de Vila-Matas es que siempre se ha divertido con su literatura, siempre ha pensado que la literatura tiene algo de juego y se ha reído, por usar una frase que se repite con frecuencia en sus libros, de una manera infinitamente seria. Y en Exploradores del abismo uno tiene la sensación de que Vila-Matas se divierte: escribe cuentos de géneros muy distintos. Hay cuentos que transcurren en Barcelona, en París y en México, hay una historia de ciencia ficción que también es un cuento de amor en el que se dice que el humor es el principio rector del cosmos, un relato ruso por el que pasea el fantasma errante de Antón Chéjov, hay una novela breve, “Porque ella no lo pidió”, que tiene una estructura de cajas chinas (de puesta en abismo) con hay un relato y una parte de tono más confesional sobre una colaboración frustrada y peligrosa con la artista Sophie Calle, que Vila-Matas ha optimizado con brillantez.

Pero por otro lado, como he señalado antes, una de las grandes virtudes de Exploradores del abismo es que es un libro muy compacto, muy unitario. Esta unidad se consigue a través de mecanismos diferentes. Uno es una constante temática: los personajes de los relatos tienen vidas muy diferentes, pero siempre se enfrentan a un vacío o un abismo, que a veces es el tedio o el vaticinio de una muerte en una fecha concreta y a veces es un precipicio de verdad, como en “Vida de poeta”, una pieza hermosa y muy importante, donde el protagonista se siente atraído por la caída del tajo de Ronda. Muchos de ellos comparten una sensación de extrañeza ante la vida cotidiana, que produce observaciones inquietantes y razonamientos paranoicos. Por eso, Exploradores del abismo es un libro de acción trepidante, vertiginosa. Sólo que muchas veces esta acción es mental.

Otro elemento que da unidad al libro es un personaje que aparece en muchos de los relatos, Maurice Forest-Meyer, un funambulista. No hay ningún cuento sobre él, pero pasea por el libro como Alfred Hitchcock pululaba en sus películas: a veces un personaje de un relato quiere hacer un viaje fotográfico con él; a veces el protagonista es su hermano; en otra ocasión el narrador es el nieto de Maurice Forest-Meyer; otra vez lo vemos cruzando el abismo que separa las Torres Gemelas, como hizo Philipe Petit; sabemos que su mujer tiene un ojo de cristal... Maurice Forest-Meyer es un explorador del abismo literal (todavía más si se cayera de la cuerda floja) es en cierta manera una historia secreta, como dice Piglia, que se insinúa pero no llega a cerrarse: el hilo por el que pasea sobre el vacío sirve también para hilvanar este libro.

Otro elemento que da unidad al libro es un escritor que habla de sus cuentos. En el primer relato, camina por Praga como si fuera Groucho Marx, dando zancadas, con el cuerpo inclinado y las manos a la espalda, y cuenta que ha sufrido un colapso físico: desde entonces, se siente como si hubiera heredado la obra de otro escritor, con el que a veces discrepa. Más adelante, en “La gota gorda”, otro escritor nos cuenta que a veces le han reprochado que sus personajes no sean lo bastante físicos, que no suden y que no excreten lo suficeinte, y explica sus intentos para cambiar, dice que “ha transpirado mucho con sus personajes”. En “Porque ella no lo pidió” el narrador, que se parece mucho a Vila-Matas, sufre un colapso renal que está a punto de matarlo: allí, Enrique cuenta muchas cosas, pero también cuenta su enfermedad; el escritor aparece todavía convaleciente. Es decir, que en Exploradores del abismo hay muchas historias distintas, y también hay algunas que nos explican cómo es el conjunto de cuentos: en cierta manera, el libro se hace ante nuestros ojos.

Otra de las cosas que me gustan de Exploradores del abismo es que tiene algo de destilación de muchos de los temas de Enrique. Se parece a un disco de un músico veterano: es una obra novedosa, pero hay algunas canciones que nos recuerdan a sus primeros discos, otras que tiene que ver más con sus canciones más recientes y otras que tienen más que ver con las canciones de una época intermedia. En “La modestia” un hombre escucha frases de los que viajan en autobús, y se queda muy impresionado por una mujer que dice por teléfono para describirse: “no soy ni guapa ni fea”. Este hombre del autobús roba frases ajenas y espía, dos aficiones que lo emparentan con otros personajes de Vila-Matas, como el protagonista de “Materia oscura” o con el escritor de la novela Extraña forma de vida. También hay relaciones inquietantes y estancadas entre padres e hijos, como en otros textos de Enrique, y una cierta atracción por el vértigo y por la huida. Otro tema que nos resultan familiares es el tema del doble: la sensación de usurpar la vida de otro, o de que otro te ha usurpado la tuya aparece en “Café Kubista”, en “Iluminado” o en “Porque ella no lo pidió”. Y también aparecen, aunque quizá menos que otras veces, los cameos de escritores. Creo que ése es otro invento de Vila-Matas y que en sus libros podría ponerse: con la aparición especial de Robert Walser, de Franz Kafka o Ray Loriga.

Y también hay dos elementos que son esenciales de la literatura de Enrique: por una parte, la elegancia de su escritura. Eso le hace inventar frases maravillosas, y sólo hay que repasar sus títulos para darse cuenta de ello. Y por otro lado, su dominio de la narración hace que sigamos tramas a veces enrevesadas que parecen muy sencillas, que giros violentísimos nos resulten naturales y que aceptemos una manera de contar que obedece a sus propias reglas: los textos de Vila-Matas obedecen a unas reglas distintas a los textos de otros escritores; no sólo tiene un mundo, sino una forma de contarlo llena de habilidad y descaro.

Y en segundo lugar, está el humor: Enrique siempre ha sido un escritor muy divertido, pero éste es uno de los libros más divertidos de Enrique, un verdadero campo de minas en el que la ironía acecha a la vuelta de cada frase. Yo tenía ganas de escuchar cómo leía en voz alta algunos de los cuentos, porque me parecía que a veces había las pausas, los silencios y las paradojas de un monologuista. Exploradores del abismo tiene algo de la frescura de sus primeros libros, de la levedad que siempre ha perseguido.

He dicho que éste es un libro en el que aparecen muchas enfermedades, y que la enfermedad es una forma de abismo. Aunque Exploradores del abismo gira en torno al vacío, no sé si ése es el tema central. Uno de los más importantes es el de alguien que mira al abismo, se asoma y convive un tiempo con el límite de la nada, pero decide seguir viviendo, seguir haciendo literatura y vida al mismo tiempo. En ese sentido, es un libro melancólico, pero también vitalista, casi alegre. Muchas veces habla de alguien que conoce las tentaciones del vacío y de la autodestrucción pero también el valor de la supervivencia y las compensaciones del humor y del arte. Y eso hace que este libro lleno de juegos literarios y homenajes, de rimas internas y variedad, resulte poco artificial, y muy auténtico y emocionante.

Y ésa es otra de las razones por las que me gusta tanto Exploradores del abismo: en este libro, Enrique Vila-Matas se reinventa, pero, afortunadamente para sus lectores, también sigue siendo el mismo.   

*La foto de Enrique Vila-Matas la he tomado  de www.proscritosblog.com.

03/12/2007 00:58 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

ACERCA DEL PRIMER LIBRO DE EVA PUYÓ (Por Pippi Tetley)*

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[La diseñadora de joyas y escultora Pippi Tetley debutó el sábado como presentadora de libros. Rodolfo Notivol y ella  presentaron la colección de cuentos, o novela, Ropa tendida (Xordica) de Eva Puyó. Pippi dejó este texto en la memoria de mi ordenador, tras pasar un fin de semana en nuestra casa.] 

ROPA TENDIDA
Pippi Tetley 

La primera vez que conocí a Eva Puyó fue una noche de verano en una mesa Mr. Dumbo. Yo no hablaba ni una palabra de español y ella hablaba conmigo en inglés. Instantáneamente pensé que era  una chica muy maja. También me acuerdo de esa noche con Eva por sus zapatos. Eran de color oro con tacones y una mariposa de oro ardiendo en cada uno de ellos. Hace poco le pregunté a Eva por estos zapatos que tenían tanto encanto y me dijo que los compró en un chino y que ahora uno de ellos está roto, pero que todavía los tiene.

Esa noche le pregunté a Eva si también era escritora. Me contestó que no pero dijo que estaba escribiendo un libro y quería publicarlo en Xordica, pero que no estaba segura porque el nivel era muy alto.

Hoy estamos celebrando ese libro. Se llama Ropa tendida, ha salido en Xordica, y me ha gustado porque lo veo sincero y a la vez divertido.

Ropa tendida es un libro de cuentos sobre la vida familiar. La protagonista cuenta cosas sobre su padre, madre, sus hermanos y ella misma: desde que era niña y jugaba con su hermana mayor, desde las emociones mezcladas del nacimiento de su hermano, que le quitó el papel de chico de la familia; hasta sus esfuerzos para sacarse el carnet de conducir, hasta su independencia, con su piso y su vida propia.

Costó mucho decidir el título, que me parece muy bueno, porque en el libro hay ropa, y muchos detalles cotidianos. Una vez, por ejemplo, se cuelga la ropa en los radiadores. “He visto a mi madre tendiendo la ropa por los radiadores, por encima de los muebles”, dice la narradora. La ropa tendida evoca un sentido familiar, y una imagen. Y el libro de Eva está lleno de imágenes: es muy fácil ver en nuestra a cabeza a los personajes y las situaciones.

Estos cuentos tienen algo de tristeza pero también un sentido del humor muy especial. Es humor de Eva es sutil pero es muy gracioso. Cuando voy andando sola a veces me río pensando en una broma o una expresión de Eva. Ropa tendida también cuenta el humor que hay dentro de las familias. Al leerlo, te sientes parte de la familia. No te sientes como un observador que esté fuera, sino como un miembro de la familia que no está mencionado.

A veces la vida de familia es dura y eso también sale en los cuentos de Eva. Por ejemplo, el carnet de conducir, que aparece en “Amigos de mi padre”. Siempre piensas que tu familia confía en tus habilidades, incluso en las que no tienes, las habilidades imaginarias, pero a veces no es así y te quedas sin esta protección familiar. En “Amigos de mi padre”, su padre le dice: “Me quedo aquí, sigue tú sola”. Esto es un ejemplo perfecto de la desconfianza de los que tienen demasiada confianza. Y luego, la protagonista del libro se pasa el libro conduciendo: ella es la conductora de la familia.

En otro cuento estupendo habla de su hermano, que era algo antisocial y jugaba al rugby. Tiene una bolsa de guisantes con su nombre en el congelador, para curar sus heridas de rugby. Mi familia utiliza el mismo truco pero él es más inteligente, porque nosotros siempre sacamos una cantidad de guisantes en una servilleta, y luego, cuando se descongelan los guisantes, los tiramos a la basura. Pero el hermano del libro vuelve a utilizarlos.

         En “Sábanas”, Eva captura maravillosamente el sentimiento de culpabilidad que hay en todas las familias. Su madre tiene sábanas bordadas a mano que nunca utiliza y un día las reparte entre sus hijos. A la narradora del libro le tocan unas sábanas de color verde hospital y protesta, y empieza una discusión a escala griega, de proporciones trágicas. Después, la protagonista tampoco va a utilizar las sábanas, porque le traen un mal recuerdo.

         Un cuento que también me gusta muchísimo es “Juguetes de bronce”. Sin necesidad, el padre copia algunos muñecos de los Pitufos en bronce, para que sus hijos tengan más juguetes. Son preciosos. Es un acto muy cariñoso, pero como los niños siempre tienen su mundo propio, siempre prefieren las cosas de verdad y odian las imitaciones, no aprecian este regalo. Y en todas las familias hay actos de cariño superfluos.

         En el cuento final, “Paraíso”, la protagonista es ya más mayor, más independiente, y ha superado los conflictos con la familia, y siente más complicidad con ellos. Y cuenta una historia muy bonita sobre cosas freaks que le molestaban antes, pero que ahora le parecen bonitas. Y los padres también han cambiado, y ya no roban, sino que buscan árboles abandonados. Una imagen que me gusta mucho es el reflejo en el espejo del coche de sus padres contentos, haciendo sus cosas: el libro es como ese reflejo del espejo retrovisor, y me parece un final muy acertado.
         Igual mi perspectiva está un poco distorsionada, porque hace mucho tiempo que no veo a mi familia. Pero cuando piensas sobre tu propia familia, normalmente piensas en las cosas que son normales, aparte de los frikismos que tienen, pero el libro de Eva enseña claramente que su familia, y todas las demás, son como un par de zapatos de China rotos. Te ayudan a andar, y a veces a tropezar, y tienen un encanto especial.

         Los cuentos son sencillos, emotivos, agridulces y están tan bien hechos que se pegan y se quedan en tu cabeza durante días, y eso es una señal de buena literatura. 

       
Para terminar, tres palabras más:
 COMPRA ESTE LIBRO. 


*Pippi Tetley, Philippa Susan Tetley, es una escultora y diseñadora de joyas de Nueva Zelanda, instalada en Zaragoza desde hace un par de años. La foto de Eva Puyó es de Cristina Grande.

03/12/2007 08:39 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

EL TAXISTA ABDELAZIZ

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Abdelaziz hacía pensar en Morgan Freeman en “Paseando a Miss Daisy”: moreno, con bigote y el pelo blanco. Nos vino a buscar al aeropuerto de Casablanca con su Mercedes claro y nos llevó a la ciudad. Era la una de la mañana y hablamos con él lo justo. Luego, de regreso, farfullamos en francés y nos íbamos enterando de cosas: hablaba de su familia de cuatro hijos, de la ciudad, del país. Y de repente, metió la mano en el salpicadero y sacó una cinta. Y de golpe empezó a sonar Serrat: Mediterráneo, Lucía, Esas pequeñas cosas, nena, qué va a ser de ti, Pueblo blanco. Abdelaziz estaba feliz y nosotros más. Mucho más.

Nos contó que hacía muchos años había llevado a Serrat de viaje por Marruecos: Casablanca, Xaouen, Marraquech, Tánger, Fez, Tetuán. Había sido un viaje inolvidable. El cantante, de regreso a Barcelona, le mandó una cinta de cassette. La que nosotros íbamos oyendo. Quizá nunca fui tan feliz con Serrat, y ya es decir... Abdelaziz dijo que Serrat sabía cumplir sus promesas y que, probablemente, fuera su cantante  favorito.

03/12/2007 22:20 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

HOY, EN EL ÚLTIMO MINUTO, EN LA SALA DE MÚSICA

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Esta tarde, en la sala de música del Palacio de Sástago (Coso bajo, frente a la FNAC), se presenta el libro “En el último minuto” de Daniel Nesquens y Luis Grañena. Daniel rinde homenaje al Real Zaragoza y al gol de Nayim, y Luis Grañena realiza un espléndido trabajado de diseño e ilustración, en su línea de trabajo. La presentación será a las 20 horas, una hora y media después de la presentación de la antología de los “20 poetas expuestos” de Olifante. Espero que podáis pasaros. Es el primer libro de Luis Grañena, y uno nuevo, entretenido y seductor, de Daniel Nesquens.

*Éste no es el libro que se presentó ayer, pero sí es una caricatura de Antonio Banderas realizada por Luis Grañena.

05/12/2007 16:43 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

PARÍS 3, LECTURA DE JUAN MARQUÉS

20071206184747-aloma-por-rogelio-allepuz.jpg[Encuentro esta preciosa nota sobre París 3 de Aloma Rodríguez del escritor Juan Marqués, discípulo de José-Carlos Mainer y la traslado al blog. Juan Marqués, becado en la Residencia de Estudiantes, ha publicado esta nota en el blog de “La tormenta en un vaso”.]

No hace falta haber leído mucho para haber leído muchos libros que transcurren en París. La mitología sobre esa ciudad lleva siglos funcionando, y la han convertido en el epicentro de muchas cosas, y, particularmente, en un escenario predilecto para pintores, escritores o cineastas. Después el arte, haciendo el camino de vuelta, ha condicionado la vida de los que crecieron viendo esos cuadros, leyendo esas páginas, admirando esas películas. De uno de los personajes de la última novela del extraordinario escritor suizo Urs Widmer, se dice que «A París fue porque todo el mundo tenía que vivir una temporada en París» (El libro de mi padre, Barcelona, Salamandra, 2oo6, p. 46), y en esa exageración hubo y hay una verdad. París ha sido el destino anhelado por generaciones enteras de poetas, fotógrafos o músicos, en varios momentos de los doscientos últimos años, y eso hace que, al menos en cierto sentido, lo siga siendo de vez en cuando, sin necesidad de ser demasiado mitómano, esnob o infantil.


También los escritores españoles han sido atraídos por esa ciudad, primero fascinados por su bohemia y su color (y allí están, entre muchos ejemplos, el París de Ramón Gómez de la Serna, el Aquí París de Pío Baroja, o el ya desmitificador París de José Gutiérrez-Solana que va a ser inminentemente publicado en La Veleta), o después, en algunos tristes casos, obligados por el exilio (o por razones muy diferentes e indeterminadas, como César González-Ruano, según acaba de recordar —y fantasear— José Carlos Llop en su curiosa ficción París: suite 1940). Saltando las décadas, han pasado sólo cuatro años desde que Enrique Vila-Matas narró sus recuerdos de su huida a esa ciudad en París no se acaba nunca, y hace unos meses nos llegó la particular crónica que el zaragozano José María Conget hizo de su estancia de un año en París en Pont de l´Alma. Ambas narraciones contenían ya suficiente desenfado y aversión por la solemnidad como para comprobar que “la ciudad del amor” comenzaba a ser vista y narrada ya con un tono muy diferente, poco sumiso a las leyendas y a la tontería.
Es en esta estela donde puede leerse París tres, la novela con la que la también zaragozana Aloma Rodríguez irrumpe en el mundo literario, y, concretamente, en una magnífica editorial, Xordica, que ya ha acogido a muchos de los mejores escritores aragoneses de estos años (los jóvenes Julio José Ordovás, Daniel Gascón, Ismael Grasa o Cristina Grande, junto a autores consagrados como José Antonio Labordeta, Javier Tomeo, el propio Conget o, muy recientemente, Ignacio Martínez de Pisón) y que merecería ser mucho más conocida en el ámbito nacional (e incluso más allá).
París tres es, sin duda, una novela. El que la protagonista se parezca tanto a la autora, y el que, al parecer, el origen de esta narración está en un blog que fue escribiendo Rodríguez durante su año de beca Erasmus en París, no la convierten en un diario, aunque se aprovechen bien algunos recursos de ese género. Es una crónica íntima, pero no se la está contando a sí misma sino a nosotros, con una curiosa y muy lograda mezcla de exhibicionismo y humildad.
Hay momentos de una sencillez preciosa («Estoy nerviosa y Barreiros tiene sed. Él me abraza y yo le doy agua», se lee en la página 23, en lo que podría ser, tal como está, un delicadísimo y maravilloso poema zen) e incluso emocionantes, como en ese impagable capítulo (el «Setenta y ocho») en el que, tras telefonear a su padre para felicitarle su cumpleaños, la voz narrativa comienza a contarnos con detalle lo que va a ocurrir en la cena familiar en el restaurante, eso que aún no ha sucedido y ella no va a presenciar, pero que ya imagina desde la distancia y el cariño, añorándolos desde su nueva vida.
Se trata de una novela muy fácil de leer, lo cual, lejos de lo que alguien pudiera pensar, es otro mérito de la autora, y ni quiere decir que sea simple ni implica que haya sido también fácil de escribir. Más bien se aprecia todo el trabajo que hay detrás de estas 130 páginas. Trabajo de detectar las cosas que se quieren contar y, después, trabajo de contarlas, y de contarlas bien, sin trampas, sin pedantería, sin inflación. Aloma Rodríguez se muestra especialmente brillante en los finales, en los cierres de muchos de los noventa y ocho pequeños capítulos, al rematarlos con breves párrafos o líneas sugerentes que establecen una complicidad muy intensa, y donde se descarga buena parte de la calidad lírica que contiene el libro. Después de un complicado y fatigoso viaje en coche, por ejemplo, termina escribiendo que «En casa, bajo la persiana y cierro la cortina. El sol está a punto de salir» (p. 114) y entonces uno se siente cansado pero protegido, como en su propia casa. O qué fácil es compartir la limpia intimidad doméstica de la que se nos hace partícipes para completar el capítulo «Setenta y uno»: «Estamos semidesnudos encima de la alfombra. Me pongo encima de él y le pregunto si tiene hambre». (p. 96).
Los que tengan hambre de buenos libros harán bien en dedicar un par de horas a éste, donde la ternura gana la batalla a la frivolidad, la juventud a la inercia, el trabajo a la improvisación. París tres es una pequeña y sorprendente delicia. Un debut tan deslumbrante y libre como sus últimas palabras.

 

*París 3. Aloma Rodríguez. Xordica: Colección Carrachinas. Zaragoza, 2007. 136 páginas. [La foto es de Rogelio Allepuz, y la publicó en "El Periódico de Aragón", con una entrevista de Joaquín Carbonell.]

06/12/2007 18:47 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

DESPUÉS DE LA MEDIANOCHE, BORRADORES*

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Juan José Millás y Boris Izaguirre, ganador y finalista de los premios Planeta de novela, son dos de los invitados al programa Borradores de mañana. Millás, autor de El mundo, habla de una calle, de la memoria, de la revelación de la literatura y la escritura, y de la búsqueda de la identidad; Boris, en Villa Diamante, habla de dos hermanas antagónicas, de un arquitecto, de la historia de su país y del prestigio que le otorga el galardón.  

En una noche eminentemente literaria, Borradores también ofrece un extenso reportaje con el novelista José Calvo Poyato, que acaba de publicar La  dama del dragón, la fascinante historia de Caterina Sforza, una mujer culta y de armas tomar del Renacimiento italiano, y otro reportaje con el grupo Octubre Teatral que representará toda esta semana, en el Teatro del Mercado, la obra El llanto, basada en el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de García Lorca, la música de Granados y una fotografía de Sánchez Mejías y Joselito el Gallo. Jaume Villanueva recuerda que Sánchez Mejías era un seductor que se enamoró de la novia del finado Joselito, Encarnación López.   

Además, Borradores recibe la visita del antropólogo y fotógrafo Javier Sáenz, autor del libro Tiempo de fiesta. La fiesta en Aragón y secretario del Instituto de Estudios Turolenses. Y también acude al plató el poeta chileno Julio Espinosa Guerra, que acaba de publicar el poemario NN y es el director de la Escuela de Escritores de Zaragoza. 


La actuación musical corre a cargo del grupo de country El perro de la vaquería, liderado Fiona McAndrew y Luis Ángel París, que explican la trayectoria del grupo y la atracción por el country. La  banda toca dos canciones: “The long ride home” y “Can’t leg go”.

Borradores. Aragón Televisión. Esta noche, a las 0.00. Realización: Teresa Lázaro. Ayudante de realización: Yolanda Liesa. Producción: Mamen Delpón y César Quílez. Redacción: Ana Catalá Roca. [La foto es del torero, dramaturgo y seductor Ignacio Sánchez  Mejías.]

06/12/2007 19:06 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

EL REAL ZARAGOZA EN LA WEB. PALACIO DE SÁSTAGO, HOY

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Hoy viernes, 7 de diciembre, a las 19.30 horas, tendrá lugar en el Palacio de Sástago, en el entorno de la exposición "Los años magníficos", organizada por la Fundación Real Zaragoza, una tertulia sobre el zaragocismo en Internet que cerrará el ciclo de tertulias y encuentros que se han venido celebrando a lo largo de las últimas semanas.  

Los invitados a la mesa de debate serán los responsables de AupaZaragoza.com (representado por José Ignacio Cepero), Zaragocistas.com (con José Manuel de Buen), RealZaragoza.org (con José Manuel García Molina) y Nuestro Zaragoza.com (con Carlos Cristia). Moderará la charla el periodista de Aragón Televisión Pedro Hernández. Como siempre, habrá participación del público y debate.  

La muestra “Los años magníficos” se cierra este domingo. Han pasado más de 50.000 personas  por el Palacio de Sástago y alrededor de 7.000 por  el IV Espacio para ver El Avispero. Picotazos de arte y fútbol La foto es de José Antonio Melendo. 

  El Zaragoza en la web. AupaZaragoza.com, Real Zaragoza.org, Nuestrozaragoza.com y Zaragocistas.com. Tertulia de la exposición "Los años magníficos". Modera: Pedro Hernández. Aragón Televisión. Sala de Música del Palacio de Sástago. A las 19.30 horas.
07/12/2007 00:08 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

HISTORIA INICIAL DE BENITO

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[Recordaré siempre una de las últimas frases que me dijo mi padre, que falleció esta tarde. "Me  duele todo".  "¿Cómo todo?". Insistió: "Todo". Le pregunté algo más y un gesto de fastidio y de dulzura a la vez, agregó: "Todo. Todo Tonio". Es curioso. Sé que no padeció en la despedida, se bañó por la mañana, parloteó un poco y cuando se asomaba el primer oscurecer sobre el mar, se fue. Pienso en él  y siempre pienso lo mismo: asomados los dos a la fuente en cuyo fondo había salamandras. "No las toques. Son animales sagrados". Por eso le pongo aquí esta salamandra de fuego. Es un intenso recuerdo que tengo de él, recién llegado de la emigración, con su traje de pana marrón y un caldero de zinc o latón en la mano derecha. Yo, agarrado a la otra, me asomaba a descubrir el gran misterio del mundo.]

 

Mi padre marchó a servir a los ocho años. No fue demasiado lejos: de la aldea de Vilarnovo, en Santa Mariña de Lañas, a Pastoriza, apenas alejados por diez kilómetros. Pero en 1933, cuando los coches se contaban con los dedos de una mano, aquella distancia tenía algo de destierro o de forzoso exilio del seno materno. Mi padre era hijo de agricultores y ganaderos. Jesús, su progenitor, apodado por herencia casi remota “O Touciñeiro”, era tratante de ganado, albéitar y labrador en campos que obedecían por el nombre de “O Limpeiro” o “Barbacán”. Campos con regatos y juncos; campos idóneos para la patata, el maizal y la cebolla; campos donde los pájaros traían un alba de luz entre sus trinos y con ella un ejército de hombres y mujeres que dominaban el ajetreo de la huerta o de la siega. Mi abuelo tenía vacas, gallinas, pobreza en abundancia y muchos hijos: llegaron a sobrevivir seis de ocho.

Mi padre era el segundo, un par de años más joven que la primogénita Emilia, que se llamaba como su madre, campesina esbelta y ligeramente encorvada siempre, cerrada en negro perpetuo. Quizá hubiese algo en ella de heroína romántica cuyo luto rivalizaba con el esplendor de una naturaleza exuberante, tejida con todos los colores de la tierra. Cuando se dieron cuenta, Jesús y Emilia, de que la miseria azuzaba, buscaron un lugar al sol para su primer varón y lo enviaron a una casa ajena con hacienda y animales que engrandecía a diario un matrimonio sin hijos. O quizá con un hijo impedido. Podría decirse que fue el primer fantasma real que vio mi padre. Un niño prematuramente envejecido se enfrentó de súbito al joven extraño, que berreaba como un energúmeno cuando empezaba a caer la noche o cuando tenía hambre. Yacía como un animal tranquilo y fatigado sobre paja más que sobre cosco, sobre secos matorrales más que sobre espuma o alfalfa. Quizá fue lo primero que le advirtieron al recién llegado: “Él está ahí como si estuviese muerto para ti. No sabe hablar, sólo grita”. Si mi padre conociese ya entonces la palabra monstruo, quizá sólo conocía una similar pero algo más etérea, como “fantasma”, hubiese preguntado: “¿Es como el monstruo de mis pesadillas nocturnas?”.

Allí creció, se hizo adolescente, se supo querido como el hijo imposible que sus amos no habían tenido; allí comió por vez primera pan en abundancia, acarreó agua, patatas, volteó el arado, hasta el punto de que sin proponérselo se volvió casi un forzudo que desafiaba a los mulos, a los bueyes o a un puñado de hombres. Se hizo invencible en el tiro de soga en las fiestas de verano. Sintió la justa añoranza de sus padres y de sus hermanos, y absorbió las calamidades de la guerra y los muertos de las cunetas, aquellos difuntos terriblemente familiares, con resignación y fastidio, con el estupor de quien percibe el horror pero no entiende por qué se produce ni a quién le afecta exactamente. Hacia 1945 fue llamado a filas, y el día que supo que lo enviaban a Melilla para tres años, la señora, esa segunda madre que le había otorgado el destino, le dijo: “Ahora sí que empezamos a perderte para siempre”. Frase que modificó con sutileza tras recibir la primera carta de mi padre, con una foto vestido ya de militar, desde las islas Chafarinas: “Pareces un señorito del cine. Ahora sí que no tenemos nada que hacer”.

El primer recuerdo que tengo de mi padre es una visita a esa casa en Pastoriza, lugar de “A Maceira”. El manzano. Me veo llegando en su bicicleta, atado a él un cordel y abrazándolo yo como si fuese lo último que iba a hacer en el mundo. Mi padre hablaba lo justo, y además hay muchas veces en que un hijo no necesita explicaciones de su padre: sigue ciegamente, con emoción y embeleso, sus pasos y se sabe seguro. Protegido contra la tormenta. Recuerdo vagamente lo que vi: la casa, mucho más grande que la nuestra de Vilarnovo (y al decir nuestra, quiero decir la que mis padres habían alquilado enfrente a la de sus padres, diminuta, y con un pequeño establo incorporado), el pajar, el patín del hórreo, el jardín, en el que yo sabía que mi padre había trabajado, y un cobertizo abierto pero con tejado, en cuyo interior no tardé en descubrir a aquel muchacho que se había vuelto hombre que parecía alimaña o monstruo, o un inventario de pequeñas deformidades que suscitaba, sobre todo, pena. Más pena que espanto.


Lo vi entre las sombras, enredado en los haces, reptando hacia los barrotes de su cubil que era, en realidad, una jaula gigante. Se le encendieron los ojos al ver a mi padre, deduje que sabía decir su nombre, “Benito, Benito, Benito…”, y que lo decía de manera entrecortada, e hizo eso que se decía entonces que hacían las personas o los perros alegres: le hizo una auténtica fiesta de gestos, de gemidos, de miradas. La señora me regaló manzanas, un pastel de membrillo y una frase que guardo: “Eres igual que tu padre”. Cuando nos fuimos, de nuevo en la bicicleta y yo atado con más fuerza porque había que subir algunas cuestas, habría querido que mi padre me contase el secreto de aquella relación, el secreto de aquella alegría que se había convertido, en el instante de la despedida, en un arrebato incontenible de melancolía y llanto. Años después, mi padre aplacó mi curiosidad a su manera: “Nos hicimos amigos. Nos hicimos hermanos. ¿Cómo se cuenta eso?”, dijo.

 

*Benito Rodríguez Ferro (3.05.1925-7.12.2007) fue un hombre  de mil oficios: encofrador, peón de vialidad y aguas, albañil, labrador...

07/12/2007 22:34 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 45 comentarios.

RETRATO Y GRATITUD

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Mi hijo Daniel ha encontrado una foto que les tomé a mis padres en el comedo  de su casa. Son Carmen de Castro y Benito do Touciñeiro: ella, hija de labradores y ganaderos, nació en el pazo de Viñán en Castelo (Santa Mariña de Lañas, Arteixo) y residió durante años en Larín, entre prados, regatos de agua cantarina y un crucero de piedra antigua. Él, hija de ganadero y albéitar de ganado, trabajó en mil y un oficios, estuvo seis años en varias ciudades suizas, hizo una casa ladrillo a ladrillo, y tuvo un tractor y un chimpín. Benito fallecía el pasado viernes; Carmen dice que mantendrá viva su memoria mientres le aguante su menudo cuerpo.

 

Gracias de todo corazón a todos los que os habéis asomado al blog y habéis dejado una nota.

Un abrazo de cariño y de gratitud. Antón

 

PD. Víctor Juan me deja esta bellísima nota:

 

 

[Benquerido Antón,
Siempre se mueren demasiado pronto las personas que queremos.
Mi padre se murió hace 16 años. Era muy joven. Tenía 56 años, la edad que pronto tendrán algunos de mis mejores amigos.
Yo lo eché de menos con el tiempo, cuando se suceden los meses y te sorprendes pensando que le contarías algo a él, o te dices cuánto le hubiera gustado a tu padre estar hoy aquí o conocer a tus hijos o a tus amigos. Y no está.
Estos días te dirán que la memoria y el recuerdo mantendrán vivo a Benito. Y es así.
Cuando se murió el padre de Mariano Gistaín, aquel sastre de Barbastro que fue amigo tuyo, que mirabais juntos a las chicas, que no permitía que pagaras nunca un café mientras estabas en su pueblo, Mariano me escribió:
"He tenido la suerte de tener un padre maravilloso. Ahora toca aguantar y seguir pedaleando".
Un abrazo muy fuerte,
Víctor Juan]

 

11/12/2007 09:08 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 22 comentarios.

BORRADORES, HOY, A MEDIANOCHE

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ACTUACIÓN: DEVERÓ EN BORRADORES 

PLATÓ: PATRICIA ALMARCEGUI, JORDI MORGADAS Y DIEGO MORENO 

REPORTAJES: NELSON VILLALOBO, ALBERTO CARRERA BLECUA, CHE Y MOCHE Y METRÓPOLIS, JON LEE ANDERSON 

El grupo Deveró actúa mañana en Borradores. La banda ofrece dos canciones en acústico con María Luisa Usoz (voz), Jesús Trasobares (guitarra), Luis Muro (bajo) y Óscar Carreras: son “Viajes”, el tema que da título a su primer álbum, y “La puerta de atrás”, que estrenan en el programa. 

Visitan el plató la arabista zaragozana Patricia Almarcegui, autora del libro Alí Bey y los viajeros europeos a Oriente (Bellaterra), donde narra la historia de este viajero y erudito que fue el primer europeo en llegar a La Meca. Y también lo hacen el editor Diego Moreno, responsable de Nórdica Libros, que ha publicado recientemente ediciones ilustradas de “Bartleby, el escribiente” de Herman Melville y “Las flores del mal” de Baudelaire, y el fotógrafo Jordi Morgadas, afincado en Huesca, que acaba de presentar sus “Desnudos de la Transición”. 

Además, Borradores ofrece dos reportajes de arte: uno sobre la exposición de Nelson Villalobo y su taller de grabado en el espacio El sol sale para todos de Margó Venegas, y la exposición de Alberto Carrera Blecua en la Diputación de Huesca y el Museo de Huesca. Se emite una pieza con los integrantes de Che y Moche, que representan en el Teatro Principal la función Metrópolis, y se realiza una extensa entrevista al periodista del New Yorker y escritor Jon Lee Anderson, que habla de los secretos de su oficio, de su biografía del Che Guevara y de su extenso perfil del escritor Gabriel García Márquez. 

 
 

*Una de las fotos de Jordi Morgadas. Su catálogo lo ha publicado Mariano Sánchez de Gráficas Huesca, en su nuevo sello GH.

13/12/2007 00:56 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

DIÁLOGO CON JOSÉ MARÍA CONGET (Recuperación)*

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[José María Conget (Zaragoza, 1948) acaba de ser designado Premio de las Letras Aragonesas 2007 por el conjunto de su producción literaria. Recupero esta conversación sobre algunas de sus pasiones: el cine y la poesía, Sevilla, donde reside, los tebeos, la literatura...] 

«La literatura y el cine sólo me han producido placer»         

--Ha estado viviendo tres años en Sevilla. ¿Cómo le ha ido?
        
--Muy bien. Dejé atrás Nueva York, tras ocho años apasionantes, y decidí volver a la enseñanza. Sentía nostalgia de ese periodo de relajo de julio, agosto y septiembre. Los amigos me decían si me había vuelto loco. Me encontré con profesores amenazados por la ESO, agotados y desesperados, pero yo no he tenido ningún problema. Volvía fresco, sé apañármelas en el aula y además soy un veterano.
   
     
--En Sevilla, ha sido muy bien acogido. Publicó en Renacimiento
«Una cita con Borges» (2000).        
--Es cierto. He hecho grandes amigos: Fernando Iwasaki, Hipólito Navarro, Juan Bonilla, Juan Lamillar, Eduardo Jordá. A Abelardo Linares, por ejemplo, ya lo conocía de Nueva York. Algo tuve que ver con el hecho de que el librero y poeta adquiriese la biblioteca de 500.000 ejemplares de Eliseo Torres. Estuvo un año en Nueva York ordenándola y trabajando en ella.
        

--¿Ha escrito mucho o no en estos años?
        
--Más bien poco.
«Una cita con Borges» es una recopilación de textos diversos. Pero sí he concluido un proyecto que se remonta a mi primera novela: «Quadrupedumque» (1981). Me refiero a una antología de la presencia del cine en la poesía.

--Llevaba media vida con ese proyecto.        
--Cuando Jesús Munárriz se decidió a publicarme mi primera novela en Hiperión, tuvimos una ligera discusión sobre cine y poesía. Yo le dije que el cine había tenido un gran eco en la lírica, y me dijo que ése sería un libro precioso. He ido recogiendo textos aquí y allá, pero recientemente aparecieron dos libros que me inquietaron un poco:
«The Faber Book of Movie Verse» y en México se publicó «Los poetas van al cine». Me dije: «Tengo que entregar el proyecto». Ya está en manos del editor con todos los permisos sobre la mesa. Son 200 poemas, un extenso prólogo y más de un centenar de notas, creo que divertidas. Abarca todo el siglo XX y el primer poema, malísimo pero muy curioso, es de 1900 del aragonés Luis Ram de Viu. El volumen se titulará «Viento de cine», que es un verso de Pedro Salinas.        


--¿Qué poetas aparecen?
        
--Muchos, de casi todos los movimientos y generaciones. No están Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado. El gran momento del cine en la poesía corresponde a la Generación del 27 o y las vanguardias, pero también hay cosas de Celaya, por ejemplo.
        

--¿Cuáles son los contenidos de la antología?
        
--Podríamos establecer cuatro apartados. Hay poemas que utilizan el cine como metáfora del sueño, de la vida, de la memoria, y no dudan en usar la terminología fílmica del tipo primer plano, secuencia, travelling. Otros poemas tratan de los mitos del cine; el más tratado es Chaplin, luego Greta Garbo (Alberto Porlán escribe contra ella y cita una serie de actrices que iban a ser mucho más célebres: hoy nadie las recuerda) y Marylin Monroe. Luego se habla mucho de las películas como referente sentimental, y por último hay poemas sobre las salas, entendidas como el lugar donde uno fue feliz.
        

--¿A qué cine de Zaragoza le habría dedicado un poema de haber sido poeta?
        
-
-Al Elíseos. Allí vi la primera película con mi mujer,
«Barbarroja» de Akira Kurosawa.        

--¿O al Fuenclara, no? Ha descrito en
«Todas las mujeres» aquel reguero de pis que venía desde las últimas butacas.        
--Yo mismo contribuí a ese regadío. Era el cine más barato de Zaragoza. Olía fatal. Descubrí que había localidades de galería a dos pesetas y allí iba a ver películas con mi amigo Aguirre.
  
      

--¿Le ha marcado más el cine que la literatura?
        
--No. De ninguna manera. Yo he sido un gran lector, y aún lo soy, aunque leo menos por razones de tiempo y por la edad. La literatura ha sido esencial en mi vida: como lector y escritor. Sólo me ha producido placer. Al cine no he dejado de ir jamás: acudo cuatro o cinco veces a la semana. Sólo hay un género que no me gusta nada: las películas bélicas, y en particular las de submarinos. Y tampoco en exceso los melodrama. Hace poco me salí de
«Bailando en la oscuridad» de Lars von Trier. Los últimos «almodóvar» tampoco me gustan. «Todo sobre mi madre» me parece una mentecatez, está descontextualizada socialmente, algo que no ocurría con las primeras cintas de Almodóvar, que me encantan.        

--Ha publicado un libro sobre el cómic,
«El olor de los tebeos».        
--Siempre quise escribirlo y me ha salido un volumen autobiográfico, sentimental y un poco erudito. Es un texto de algo menos de un centenar que páginas, de estructura muy libre, que se centra en varios aspectos: los kioscos, de varias ciudades, no sólo de Zaragoza. Los kioscos de mi infancia estaban en porterías, la señora de Hernán Cortés me fiaba, y también me gustaba el que estaba al lado del cine Coso. Recuerdo que cuando vi mi primer kiosco en Barcelona me pareció entrar en un navío que contenía auténticos tesoros.
        

--¿Cuáles son los otros asuntos que aborda?
        
--De cómo el amor se manifiesta socialmente, a través de bodas, hijos o muertes; de la presencia de los dinosaurios en los tebeos, que se remonta al menos a 1933; de tebeos musicales de niñas como
«Claro de luna» o «Serenata»; de los viajes en los tebeos, y también comento cuatro fotos de niños leyendo tebeos.        

--Hablemos de París...
        
--Cuando fui a París por vez primera me pareció pomposa y cargante. Con el paso del tiempo, he mejorado esta impresión. Me parece una ciudad de grandes estímulos culturales. Siempre me adapto muy bien a todos los lugares. 
        

--Creo que trabajaba en una novela...        
--Se va titular
«La bella cubana», que es una famosa pieza del folclore musical cubano, de Ernesto Lecuona. Es la primera vez que tengo el título de un libro. Trata de la relación que se establece en Nueva York entre un joven y un escritor fracasado y mayor, silencioso y extraño, del cual nadie sabe su condición de novelista. 

*Retrato de José María Conget.

15/12/2007 14:24 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

POEMA DE GRACIELA DE TORRES

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[Graciela de Torres, cineasta, profesora y escritora secreta, me envía este bello y enigmático poema. Aquí lo cuelgo. Dentro de un instante retorno a A Coruña, y aquí lo dejo.]

A quien llevo
atado
me desvela
éste
es mi
collar de muertos
Mi tiara
Rezo los
nombres
por
guardarlos
llevo
su peso
por que me tengan
ÉSTE ES
el cuello

*La foto es de Jean Dieuzaide.  
15/12/2007 17:00 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

RETRATO DE JULIO CORTÁZAR*

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 El día que Julio Cortázar murió en París, en febrero de 1984, entré en la Librería Pórtico y me gasté mi modesto sueldo de cajero de bingo en comprar las biografías, estudios, entrevistas y los escasos volúmenes de cuentos que no poseía de él: una larga veintena de títulos que me han acompañado siempre, de aquí para allá, como un instrumental necesario. Hubo una época en que me aprendía de memoria los inesperados finales de sus relatos o aquellos fragmentos donde contaba el combate entre Jack Dempsey y Luis Firpo, el Toro salvaje de la Pampa, que oyó en la radio junto a su madre; cuando se consumó la derrota, Argentina se echó a llorar y el niño Julito también.        

Dice Cristina Peri Rossi en su libro Julio Cortázar (Omega, colección "Vidas literarias") que el escritor argentino, nacido en Bruselas en 1914, era el autor más amado por el público, porque sentía y utilizaba la literatura como un juego. Y no parece referirse sólo a ese memorial de prodigios y libertad absoluta que es Rayuela, sino a Historias de cronopios y famas, Un tal Lucas o sus textos fragmentarios y hechizados como Último round, 62 modelos para armar o La vuelta al día en 80 mundos. Cortázar disfrutaba de la palabra como disfrutaba de la vida y con las mujeres --lo cambiaba casi todo por su compañía y el lenguaje de la emoción que les atribuía--, con las novelas rosas o los bolsos de las damas. A veces invocaba a sus tías, a Celina en concreto, y recordaba que su bolso era como "un Arca de Noé".
        

Cortázar debió ser un tipo entrañable, nada dogmático a pesar de que, tras su primer viaje a Cuba, apoyó decididamente a Fidel Castro. Entonces, en 1963, estaba casado con Aurora Bernárdez, traductora de Ítalo Calvino, pero allí conoció y se enamoró hasta la perdición de Ugné Karvelis, "una real hembra, una walkiria" que se convertiría en su agente literaria y en la criatura más celosa del mundo. Cortázar atraía a todas las mujeres con su eterna juventud --a Peri Rossi, recuerda ella, le decía a menudo: "Soy inmortal"--, por su modernidad, por su forma de hablar, por su irresistible encanto. Con la escritora estableció una relación de amor y camaradería literaria, había hallado en una librería de viejo su novela Libro de mis primos, cuando él estaba a punto de entregar a la imprenta su comprometida novela Libro de Manuel. Se citaban en París, en Barcelona o en Deià (Interviú les robó una foto, con Peri Rossi en top less, y tituló: "Julio Cortázar y las tetas"); el clima de complicidad entre ambos debió ser absoluto. Los quince poemas que le dedicó a la autora de Indicios pánicos son perfectas piezas de amor, confidencia, ironía y exilio que integraron el volumen Salvo el crepúsculo.
        

Cortázar amaba la ópera y el jazz, el surrealismo y las experiencias del OULIPO (en las que participó con Georges Perec, Raymond Queneau, Boris Vian y el propio Calvino) y se curaba de sus ataques de melancolía viajando. Aprovechaba sus largos vuelos para redactar sus cuentos; así nacieron el ya mítico Queremos tanto a Glenda o Deshoras. En 1979 se enamoró de Carol Dunlop, mucho más joven que él, y vivieron esa pasión hasta la muerte de ella en 1982. Entonces Juan Carlos Onetti le dejó un mensaje que decía: "El de Arriba es un hijo de puta". Apenas dos años después, falleció el escritor de una enfermedad misteriosa, igual que su mujer. Peri Rosi dice que fue por sangre contaminada de sida y recuerda aquel episodio que escandalizó a Francia y provocó dimisiones. Los medios se hicieron eco de aquella biografía que no es tal --es más bien un libro de recuerdos del amigo y amante muerto, y a la vez una carta a un fantasma querido--, y han hecho hincapié en el asunto del sida. No era necesario. El crítico aragonés Rafael Conte ya lo contó en su libro de memorias Futuro imperfecto (Espasa Calpe, 1999).
 

 

15/12/2007 17:04 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

DEL PADRE Y DEL MAR

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 Siempre me han fascinado los libros sobre el padre. Ese ser que puede ser el cómplice, el faro, el amigo apacible. El otro. Hay un instante en que al afeitarnos, al mirar por la ventana, el cristal nos devuelve a alguien que somos y no somos nosotros, y es la imagen el padre. Juan Cruz ha hecho un formidable retrato de su progenitor en “Ojalá octubre” (Alfaguara), un título que le debe a Truman Capote.  Juan Cruz tiene algo de hombre ubicuo, que va y viene de avión en avión, de ciudad en ciudad, de tertulia en tertulia. Quizá sea quien más se parece a Manuel Vázquez Montalbán, que quería escribir de todo con un gozo absoluto. Para Juan Cruz y para MVM el periódico es un laberinto de vida incesante, un plantío de opiniones y sensaciones y verdades. Cruz escribe de todo a cualquier hora: de sus pasiones literarias (el acostado Onetti, algunos poemas de Neruda...), de televisión, de amigos con los que empatiza como Emilio Lledó, de la lectura, de algunos amores en penumbra. Va por aquí y por allá con ganas de conocer: improvisa en cada lugar un salón de pasos perdidos y halló uno real en la Aljafería. Es un centinela de la creación. Un curioso pertinente. Su libro del padre evoca las complejas relaciones entre ambos, la enfermedad, evoca el silencio del progenitor, los días de fútbol, y evoca el mar. No el mar de los marinos, el mar de leyenda y de galerna, sino el mar que se ofrece, con lasitud de tigre, como un arsenal de temblores, aromas y sonidos. “Ojalá octubre” es un libro que nos contiene un poco a todos, especialmente a aquellos que también perdemos a un padre que oye el mar y se despide del mundo mientras el oleaje se agiganta con la música-estertor del adiós.

18/12/2007 09:53 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 6 comentarios.

UNA PELEA CON MAX AZAGRA

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Rara vez salíamos a cenar a casa de amigos. Como mucho íbamos a alguna fiesta a Loureda y Santa Mariña de Lañas; yo, si tenía un poco de suerte, me marchaba unos días antes y volvía unos días después y aprovechaba para montar en la yegua mansa de mi tío Manolo y cabalgar al trote hasta Pazo do Atín o el inmenso Campo del Lobo, donde jugaba el Campanal de Loureda. Si me quedaba en Santa Mariña, en el Pazo de Viñán, cerca de A Choca y Malvís, disfrutaba con el cerrado de huerta, con los caminos sombríos, orillados de laurel y grandes ribazos, y con los siete yernos de don Daniel, tío de mi madre, todos ellos aficionados a la caza y a la pirotecnia. En el Pazo de Viñán había nacido mi madre: allí se llamó Sara de Luna y vivió allí sus primeros cuatro años, hasta que su padre creyó que tenía hacienda suficiente en Paradela y decidió casarse con su madre.         

Dicen que lo que mejor sale es aquello que surge de repente, una tertulia improvisada que se torna, sin saber por qué, irrepetible. Así sucedió una noche en el domicilio de Abelardo y de Amalia; mis padres los conocían porque ambos habían estado en Suiza y habían regresado a Baladouro con muchos ahorros. Llegaron y besaron el santo; eligieron un gran solar cerca del Bar Moisés y al poco tiempo levantaron una casa alargada con dos plantas en la misma avenida del Balneario, muy cerca de donde vivíamos nosotros. Al poco tiempo, en los bajos, abrieron un establecimientos de ultramarinos con carnicería.        

No recuerdo si estaba mi hermana Marita, ahora mismo ni sé si había nacido. Ni tampoco la cena: quizá fuese pulpo con patatas cocidas, vino con gaseosa y una ensalada de lechuga, tomate y cebolla. La conversación pasó por distintas fases; pronto mi madre y Amalia, inclinadas a la precisión, hablaban del precio de las patatas y de algunas historias familiares que referían con aparente exactitud. Hubo un momento en que Abelardo y mi padre repasaron su estancia en Suiza. Mi padre recordaba su modo de cocinar: de vez en cuando solía hacerse tortillas francesas de seis huevos y freía patatas en abundancia. Le gustaba mucho la carne a la plancha, pero sentía una horrible nostalgia de los callos y las manos de cerdo. Narró alguna historia no de amor, sino de tentación: una mujer en cuyo jardín trabajaba los sábados y domingos le había ofrecido su cuerpo y su riqueza a cambio de que se quedase con ella para siempre. En ese punto, el diálogo cobró color.        
--Claro que lo dudé, Abelardo. Pero, ¿quién se atreve? Tienes aquí mujer y dos hijos...        
El otro sonreía.        
--No estaba de mal ver. Era viuda sin hijos. Le había quedado en herencia una finca enorme con chalet y garaje. Recuerdo que se me insinuaba entre las plantas mientras alineaba una muralla de mirtos, pero yo no me daba por enterado. "¿Por qué será tan honesto el jardinero?", dijo una vez. Al año siguiente me fui de Basilea a Zurich y no la volví a ver.        

Mi madre interrumpió bruscamente.        
--No sueñes, hombre, no sueñes.        
--Como me llamo Jacinto que es cierto.        
--¿Y por qué no te quedaste? Nos hubiéramos arreglado sin ti.        

Había algo que caracterizaba a mi madre: carecía de sentido del humor y no era celosa. Sin embargo, a mi padre le encantaban las chanzas si las manejaba él. De lo contrario, las aguantaba unos minutos, se enfurecía y se ponía más terco que un carnero.         

La intervención de mi madre había cortado unas confidencias que me interesaban. Las mujeres volvieron a centrarse en su mundo de menudencias y de nombres propios: la mujer de Rama, el marinero, había tenido su octavo hijo; Sandro, el encargado de Construcciones Lamela, había traído por fin a su guapa esposa de un pueblo de Lugo, etc. Cosas así, que exigían demasiado atención.        

Y mi padre recordó a los hermanos Artilleiro, Luciano y Benedicto, con los que iba de vez en cuando a ver películas pornográficas. Eran de su misma parroquia en Santa Mariña de Lañas: Vilarnovo, rodeado de bosques con retama. Siempre me intrigaba cómo vivían aquellos hombres solos: ¿dónde dormían, tenían o no patrona, quién les hacía la comida, irían en bicicleta al trabajo, engañarían a sus esposas como lo hacían César Fontela o Morón? Me quedaba patidifuso ante la cantidad de cosas que mi padre había sido capaz de hacer fuera de casa (jardinero, barbero, cocinero, albañil, camarero, etc.) porque con nosotros no cocinaba nunca ni planchaba ni siquiera ponía la mesa. Al contrario. Si alguna vez echaba comida en el plato, era en el suyo; si no estaban los vasos puestos, jamás le ponía un vaso a nadie. Cogía uno para él y lo llenaba hasta el borde de un tinto espeso que ennegrecía el mármol de las escaleras cada vez que se le caía de la jarra.         

--¿Qué pasaba con las películas? --preguntó Abelardo.        
--Nada. Que a los cinco o diez minutos de ver una y otra vez lo mismo, me quedaba dormido hasta que los hermanos Artilleiro me avisaban de que estaba roncando. No me impresionaban nada.        
--Por lo menos las chavalas estarían bien...        
--Sí, pero ya sabía que no eran para mí. Y en cuanto una mujer deja de interesarte, ya no resulta tan bonita.        

Así era mi padre. Incapaz de prolongar un minuto de suspense. A veces, pensaba que lo único que le gustaba de una charla era el ruido, la música de las palabras, la impresión de compañía. Y entonces, como un milagro, abrió otra espita a los viejos tiempos.        

--Lo que más recuerdo de mi vida es la mili --dijo.        
--Yo no fui por ser hijo de viuda --contestó Abelardo.        
--Yo también debí librarme por ser medio huérfano. A los ocho años mis padres me mandaron a servir a A Maceira. Y así pude comer, jugar y sentirme querido. Hubo momentos en que pensaba que la patrona era mi verdadera madre; cuando vinieron los soldados y se lo llevaron todo, también quisieron llevarme a mí, no sé para qué, pero la señora se lo impidió. Tenía un hermano loco, que estaba encerrado en el cobertizo y gritaba por las noches cuando había tormenta. Por el día sonreía y aullaba como un lobo. Ella se llamaba Mercedes y él, Ireneo.        

--¡Vaya nombre más raro!        
--Lo mismo dije yo el primer día. Luego, le tomé cariño al nombre y al hombre. Me hicieron una fiesta grande cuando me marché al ejército y él se quedó acurrucado y llorando.        
--¿Dónde te tocó?        
--En Melilla. Estuve tres años. Sólo recibí una carta de mi padre diciéndome que mi hermana Josefa se había casado con un ebanista. ¿Sabes lo que me ocurrió?        
--Tu dirás.        
--Yo era fuerte como un toro. Levantaba los arados de hierro como si nada. Estaba habituado a la vida dura del campo y de las eras. Y un día, el cabo o el sargento me dio seis escobas para que barriésemos un salón del cuartel. Las fui distribuyendo entre mis compañeros, las mejores eran para los que eran más amigos, y la peor le tocó a un soldado vasco. La cogió y la arrojó al suelo. "Gallego, tenías que ser. Me cago en la madre que te parió". Ni me lo pensé dos veces: me encaré con él y le lancé un terrible puñetazo.       

Aquella anécdota me despertó completamente. Mi padre estaba crecido. En la bruma del amodorramiento, pensé que hablaba de otro.        
--El soldado se cayó por encima de un sillón y fue a parar al suelo. Al cabo de unos segundos, comenzó a levantarse, grogui como estaba, tambaleante, y yo aproveché para darle otro soberano puñetazo. Fue el golpe del miedo: Máximo Azagra, más conocido como Max Azagra, era boxeador y había sido varias veces campeón de España de los pesados. Sangraba por la nariz y estaba completamente inconsciente. Lo llevaron al hospital y a mí al calabozo.        

Me imaginé el rostro de Azagra, la piel levantada, desencajado, tendido como un saco de patatas sobre su propia sangre. Recordé la horrible noche en que Joe Frazier alcanzó con un gancho brutal el mentón de Cassius Clay. Y vi también a mi padre, fuerte pero esbelto, valiente y hermoso, más parecido que nunca a Tyrone Power, encorajinado porque habían insultado a su madre, la abuela Emilia, vendedora de piñas para las cocinas de leña en A Coruña, que ahora agonizaba en la nebulosa de la locura y no hacía más que preguntarse si era cierto que había tenido seis hijos.        
--¿Qué pasó luego?        
--Sólo permanecí un día en el calabozo. El capitán me preguntó qué había ocurrido. Se lo dije. Estaba asustado por todo. Me tranquilizó: "Bien hecho, soldado. Una madre siempre es sagrada, pero la próxima vez conténgase". Estuve varios días sin hablar con nadie. Y todos querían hablar conmigo, todos querían recordarme que me fuese preparando, que cuando volviese Azagra me iba a matar.        
--No hubiera querido estar en tu piel. ¿Qué hiciste?        
--Esperar. Y angustiarme. Por las noches no podía dormir: no hacía más que pensar en Max Azagra. Incluso pensé en ir a verlo al hospital, pero no tuve valor. Para mí que había hecho lo que debía. Se me aparecía en todas partes como un fantasma de la Santa Compaña: entrenando, corriendo desde el alba, subiendo escaleras, levantando pesas o vapuleando rivales en el gimnasio. Y en un arrebato de locura, le hice caso a un amigo. "En una pelea te destrozará. Seguro. Es un campeón, y además querrá matarte. Ve a entrenarte cada día, aprende a boxear", me recomendó. Lo hice. Aprendí los movimientos; aprendí a sacar las manos, a parar los golpes. Muy pocos querían hacer guantes conmigo. Decían que mis manos eran de piedra o de acero. Seguía intranquilo. El tiempo iba pasando y sabía que más tarde o más temprano iba a llegar mi hora. Azagra ya se estaba recuperando.        

--¿Cómo fue esa gran pelea?        
--No fue una gran pelea.        
--Ya, sólo fue una paliza. ¿Te zurró, no?        
--Verás. Habían pasado ocho meses. A Azagra lo mandaron a un hospital que estaba lejos del campamento. Y justo el domingo en que yo me licenciaba, apenas una hora antes, apareció para vengarse. Preguntó por mí y le dieron dos o tres pistas falsas. Uno de mis mejores amigos, Rosende de Brión, el único que se atrevía a batirse conmigo, fue él quien consiguió el permiso para que montásemos un ring en una terraza con vistas a las islas Chafarinas, le dijo que acababa de marcharme con el petate. Y eso, y el afán de salir tras de mí, le hizo perder algún tiempo. Pude salir con total tranquilidad y sin saber que Azagra había venido. Ya en el barco, Rosende me dijo: "De buena te has librado. Llevaba cerca de un mes entrenando".        
--¿No os habéis vuelto a encontrar jamás?        
--Nunca. Seguí su carrera. Sé que llegó a pelear mucho y que combatió por el campeonato de Europa. En aquel tiempo sólo había dos grandes boxeadores en España: Ignacio Ara y Máximo Azagra. Ara llegó a ser campeón de Europa de los medios y se retiró a los 42 años; Azagra no llegó tan arriba y acabó participando en combates de lucha libre con el mote de El puma de Zumaya. ¿Sabes una cosa?        
--Tú dirás.        
--Aquella pelea que no disputamos no se me pudo quitar de la cabeza. Te imaginas, Abelardo, que le hubiese ganado... Ahora yo sería famoso, y así, ya ves, sólo soy un modesto encargado de Vialidad y Aguas.        

La noche era perfecta: había estrellas y corría una leve brisa. Serían las doce. Alguien pasó a nuestro lado y me apreté a mi padre. Su sombra me pareció infinita y poderosa. Estoy seguro de que nunca lo quise tanto como aquella noche.  

*[Uno de mis libros favoritos, entre los míos, es “El álbum del solitario” (Destino, 1999), que transcurre en Galicia casi por entero y que tiene un trasfondo inequívocamente autobiográfico. Uno de los capítulos es éste. Lo encuentro por casualidad, y lo cuelgo aquí. Estos días soy incapaz de escribir nada, aunque tengo notas impresas  en la cabeza: notas, sensaciones, pensamientos... Hace unos días, un atardecer de lluvia de domingo inolvidable, me encontré con algunos de los personajes que aparecen por aquí. Incluso con Abelardo y Amalia, o con aquel pirotécnico que siempre tenía un perro que se llamaba Amancio...]

19/12/2007 20:51 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

UN POEMA DE SONIA FIDES

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VERSIONES DEL FRÍO

  A Gisele Lestrange nadie la avisó
—mientras pronunciaba el “Sí quiero”—
de que algunos poetas prefieren no nadar
y de que Paul Celan había idealizado, desde niño,
la vida privada de uno de los ríos
más caudalosos de Europa.

A Gisele Celan- Lestrange nadie la previno
acerca de los antecedentes de los días felices,
de cómo guardan silencio como nadie sabe hacerlo
de cómo omiten la información
que los desbancaría de su liderazgo si fueran descubiertos
y de cómo su vanidad
prefiere siempre otras muertes a la suya.

Pero en aquellos años, en que aún existían los poetas,
Gisele no era nada más que una mujer enamorada
que consumía sus horas elaborando grabados en blanco y negro.


Sabría ya entonces que las mujeres jóvenes
también deben guardar luto
si se casan con un marido caprichoso.


No creo, en las fotos aparece siempre sonriendo,
aunque si te fijas bien en sus cuadros
parecía no sentirse capacitada
para proporcionarle la mayoría de edad
a cualquier lugar geométrico distinto de las líneas rectas
y quién no está al tanto de que una línea recta
es para un suicida la primera versión
con la que construir un puente.


Seguro que si hubiera conocido todas estas circunstancias
habría hecho lo imposible
por adivinar el menú favorito de las esferas,
pero el dolor es demasiado independiente
como para ofrecer pistas
y olvidarse de cumplir su misión a rajatabla.

*Retrato de Paul Celan y Gisele Lestrange, a cuya historia de amor y convivencia y destrucción está dedicado este poema de Sonia Fides. 

20/12/2007 08:51 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

SHUARMA, JUAN CRUZ, VILA-MATAS, LOBERA: BORRADORES

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El cantante Shuarma, ex miembro de Los Elefantes, actúa esta noche en el programa Borradores. El músico acaba de publicar su primer disco en solitario, “Universo”, e interpreta dos canciones: “El niño que fui ayer” y “El tiempo se puede parar”. El viernes ofrece un concierto, a las 21.30, en La Casa del Loco. 

Además, visitan el programa la editora Trinidad Ruiz Marcellán y la poetisa y dinamizadora cultural Pilar Manrique para hablar del proyecto “20 poetas aragoneses expuestos” (Olifante), una muestra de poesía aragonesa actual vertida al francés y al inglés, e ilustrada por autores como Vicente Pascual y Columna Villarroya, entre otros. Miguel Lobera y Jorge Tabuenca  presentan el documental y el libro “Sublevación de Jaca. Capitanes del frío”, que narra la peripecia de los militares Fermín Galán y Ángel García Hernández en diciembre de 1930,  una rebelión militar que acabó con su ejecución en Fornillos, Huesca, el 14 de diciembre de ese mismo año. El proyecto supone un análisis y una narración de la vida y la muerte de Fermín Galán y su transformación en mito, que inspiró a Rafael Alberti o Antonio Machado, entre otros. Intervienen en el proyecto, entre otros, Esteban Gómez, Enrique Vicién, Julián Casanova, Chema Azpíroz, Carmelo Romero, Martínez  de Baños, el nieto del capitán Vallés, abogado defensor de Galán y García Hernández... 

Borradores ofrece entrevistas con el periodista y escritor Juan Cruz, autor de “Ojalá octubre” (Alfaguara), con Enrique Vila-Matas, que ha retornado al cuento con “Exploradores del abismo” (Anagrama) y con la escritora Aloma Rodríguez, autora de “París Tres” (Xordica). El programa se completa con un reportaje sobre la exposición de Ignacio Mayayo, “Sólo con mujeres”, que se exhibe en la Fundación Alcort de Binéfar. Y también se recuerda que José María Conget acaba de ser galardonado con el Premio de las Letras Aragonesas 2007.

*La foto es de Shuarma.

20/12/2007 09:11 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

BUÑUEL, GAIZKA URRESTI Y JOSEMA CARRASCO

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[Josema Carrasco me envía este dibujo y esta nota explicativa. Josema Carrasco y Gaizka son dos tipos estupendos. Gaizka sorprendió un día a su bella e inteligente novia con un retrato que le había hecho, por sorpresa, Carrasco.] 


Un dibujito para Gaizka Urresti con cariño y deseándole que su docuemntal sea un éxito.

El último guión es un largometraje documental sobre la vida y la obra del genial director de cine Luis Buñuel, que se está rodando en Cannes. Está protagonizado Juan Luis Buñuel, hijo del cineasta, y Jean Claude Carrière, con quien estableció una gran amistad, además de escribir conjuntamente nueve guiones y su libro de memorias Mi último suspiro, informan en una nota desde el Centro Buñuel Calanda. El documental recorrerá los lugares más importantes en la vida de Buñuel, desde Calanda, su pueblo natal, hasta México DF, pasando por Zaragoza, Madrid, Toledo, París, Cannes, Nueva York o Los Ángeles, indican desde el Centro Buñuel de Calanda.

El último guión
está co-dirigida por el director y productor de cine y televisión Gaizka Urresti y por el director del Centro Buñuel de Calanda, Javier Espada.
 El dibujo, si no me equivoco, está basado en una foto de Antonio Gálvez.

21/12/2007 18:05 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

HISTORIA DEL PÚGIL IGNACIO ARA

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Siempre nos había llamado la atención la figura de Ignacio Ara: su rostro labrado a golpes, su escasa y redondeada cabellera y aquel aspecto de hombre rudo y noble, que mira de frente a los ojos. Habíamos oído decir que era el mejor púgil aragonés de todos los tiempos hasta la aparición de Perico Fernández. Habíamos visto fotos suyas, especialmente una de 1945 cuando se enfrentó en Valencia en un combate memorable con el esgrimista y técnico García Álvarez, la eterna pelea de la nueva estrella que emergía ante el viejo campeón en su ocaso. En un domingo de rastro --ese mismo rastro que acaba de glosar Fernando Jiménez Ocaña en El tesoro de Espoz y Mina (Onagro)--, nos encontramos con un folleto de 1968 escritor por el gran periodista de Marca Pedro Escamilla: Ignacio Ara. El maestro. Seguimos nuestras pesquisas, preguntamos aquí y allá, y hemos ido descubriendo algunos enigmas de esta figura olvidada: en 1999 hubiera cumplido 90 años.        

Nació Ignacio Ara en abril de 1909 en Sigüés, una minúscula parroquia de Sos del Rey Católico. Parece ser que vivió muy poco tiempo en su pueblo, porque sus padres emigraron muy pronto al otro lado de los Pirineos, a Mauleon. Allí creció en un paisaje verde y floridos, con inviernos gélidos y veranos plácidos y soleados. Creció, hablando en castellano y en francés, en una casita llamada Chalet Vicenta, nombre de su madre. Su padre, Mariano Ara, trabajaba en una fábrica de calzado y alcanzó el puesto de encargado. La familia regresó a Aragón, concretamente a Jaca donde uno de los abuelos tenía una talabartería, porque los alemanes estaban a punto de invadir París durante la I Guerra Mundial. Los Ara regresaron al cabo de un tiempo y volvieron a instalarse en su casa con jardín. Se sabe que Ignacio estudió en un colegio de frailes; allí, el padre Abadie le impulsó a amar todos los deportes, incluido el ciclismo, que suscitaba grandes debates y peleas entre los chicos. Unos se decantaban por Henri Pellisier y otros por Phillipe Thys, y en esta rivalidad descubrió el joven aragonés la fuerza de sus puños. Su opositor fue un gigantón llamado Lanzabó: se propinaron coces, puñetazos, zancadillas, aquello fue como una batalla campal de reducidas dimensiones, Ignacio volvió a casa malherido y sangriento, pero con la conciencia tranquila: se había defendido como un oso y había colocado dos golpes por cada uno de su rival.
        

Quiso ser pelotari, pero a su padre le parecía una profesión de poco provecho. Rectificó y le dijo que le gustaría ser cocinero, así que decidió irse a París. Le habían conseguido un empleo de pinche de cocina en el Hotel Point--Neufe que le consumía casi todo su tiempo. Siempre que podía acudía a un frontón cercano, y un día se encontró con un muchacho que estaba a punto de hacerse muy famoso: Paulino Uzcudun,  un joven ex leñador que sería aspirante en varias ocasiones al cetro universal de los pesados ante Joe Louis y Max Schmelling. Y también se hizo muy amigo del semipesado vasco Isidoro Gaztañaga. Ambos acudían casi todos los días al Gimnasio Anastesie; el joven cocinero se quedaba entusiasmado con un tipo llamado Molina, era un auténtico bailarín de claqué que soltaba las manos con la velocidad del rayo. Sin que hubiese ninguna razón por medio se fue con Gaztañaga a San Sebastián y casi por error debutó sobre el cuadrilátero en 1925 ante el italinao Ambrosoni: lo encorrió a golpes en un sólo asalto con unos guantes, un calzón y unas botas enormes.
        

Allí empezaba su fraguarse su destino. Ganó sus primeros 36 combates por la vía rápida y pretendió pelear con el gran campeón español del momento: Ricardo Alis, que le rehuyó. Entonces peleaba ya en los pesos medios. Volvió a casa cuando empezaba a ser famoso y recibió un glorioso rapapolvo de sus padres; se produjo entre ellos la ruptura y marchó a París dispuesto a coronarse campeón de los medios y a hacerse rico. En Francia mantuvo una enconada trifulca con un tal Vaucland --se repartieron mamporros en cuatro peleas durísimas y ganaron dos cada uno--, y de ahí pasó a debutar en el Albert Hall de Londres. Pero su sueño era San Francisco y consideró que Nueva York era el paso intermedio: se presentó allí y combatió con Eddie Bowie en 1929. Un comentarista escribió de Ara: "Es el boxeador extranjero de mayor combatividad que he visto en mi vida. Su estilo es maravilloso".
        

Harto de esperar una oportunidad importante, se marchó a La Habana, que sería uno de sus lugares preferidos. Allí se batió, y ganó, con José de la Paz, Jimmy de Capua y Relámpago Salgueiro, ante quien sufrió un accidente grave en la mano derecha. Por entonces, cambió de manager: pasó a ser dirigido por el cubano Pincho Gutiérrez que dirigía al inolvidable Kid Chocolate, cantado por los poetas y dramaturgos, y al argentino Vittorio Cámpora. Cada mes su nombre sonaba más fuerte: era todo un atleta del ring, poseía una excelente pegada, un gran sentido de la esquiva y la constancia del corrredor de fondo. Y la ambición indesmayable del campeón. Empezó a advertir de su fuerza cuando vapuleó en un asalto a Joe Dundee, que acababa de perder su cetro universal de los welters.
        

En 1931, recién proclamada la II República, llega a España con el deseo de boxear en las fiestas del Pilar con el escurridizo Ricardo Alis, pero no pudo ser aquí la velada. Le duró un suspiro y el aragonés empezaba a tomar la senda del título: primero ganó el europeo ante el austriaco Kar Neubauer, a quien tumbó seis o siete veces en cuatro asaltos. Para más difícil iba a ser coronarse campeón del mundo ante el formidable y rocoso Marcel Phil, campeón del mundo de los medios: el primer choque fue durísimo y según los cronistas lo había ganado Ara, pero los jueces dictaminaron lo contrario. Y año y medio después, en febrero de 1934, Phil le propinó una soberana paliza.
       

Ara regresó a España y se lució en veladas multitudinarias con Martínez de Alfara en el Price o el Metropolitano. Phil cumplió su promesa y le dio la tercera oportunidad: en los cinco primeros asaltos, ganó Ara, pero se desfondó y el arrollador francés le castigó severamente y retuvo el título. Allí se acabaron los sueños de grandeza. La Guerra Civil le cogió en Buenos Aires; volvió una vez concluida y completó un palmarés inconcebible de peleas: cerca de 300, más que uno de los héroes casi recientes, el mexicano Julio César Chávez. En mayo de 1947, con 38 años, se coronó campeón nacional de los pesados, y se retiró al poco tiempo. Luego se dedicó a entrenar en Buenos Aires (fue preparador de Fred Galiana) y a los olímpicos españoles de México 68, desde Salamanca. Volvió a Buenos Aires, donde falleció en 1977. Le confesó a Escamilla: "A mí me hubiese gustado ser médico. Tampoco llegué, como me exigía mi hombría, a campeón del mundo del peso medio. Una vez porque me robaron; otras, porque me vencieron".

21/12/2007 23:35 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

ESCRIBO PARA SER FELIZ. POR ORHAN PAMUK

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 [Mondadori acaba de publicar un libro estupendo: La maleta de mi padre (Traducción de Rafael Carpintero) del Nobel turco Orhan Pamuk. En ese texto que da título al conjunto hay páginas admirables y evocadoras, y por la intensidad y la sinceridad de su conjunto, me gustan especialmente  estas líneas. Con éxito o sin éxito, y alejados de la brillantez del turco, por ahí andamos muchos, muchísimos, aunque cambien algunas circunstancias y algunos nombres propios.]  

Como todos ustedes saben, la pregunta que más a menudo se nos hace a los escritores, la que más gusta, es la siguiente: ¿Por qué escribe? ¡Escribo porque me sale de dentro! Escribo porque soy incapaz de hacer un trabajo normal como los demás. Escribo para que se escriban libros parecidos a los míos y yo pueda leerlos. Escribo porque estoy muy, muy enfadado con todos ustedes, con todo el mundo. Escribo porque me gusta pasarme el día entero en una habitación escribiendo. Escribo porque solo puedo soportar la realidad si la altero. Escribo para que el mundo entero sepa la vida que hemos llevado y seguimos llevando yo, los otros, todos, nosotros, en Estambul, en Turquía. Escribo porque me gusta el olor del papel, de la pluma, de la tinta. Escribo porque más que en cualquier otra cosa creo en la literatura y en la novela. Escribo porque me da miedo ser olvidado. Escribo porque me gustan la fama y la atención que me ha proporcionado la escritura. Escribo para estar solo. Escribo porque puede que así comprenda la razón por la que estoy tan, tan enfadado con ustedes, con todo el mundo. Escribo para ver si acaba de una vez esa novela, ese artículo, esa página que he comenzado. Escribo porque eso es lo que todos esperan de mí. Escribo porque inútilmente creo en la inmortalidad de las bibliotecas y en cómo mis libros están en los estantes. Escribo porque la vida, el mundo, todo, es increíblemente hermoso y sorprendente. Escribo porque me resulta agradable verter en palabras toda esa belleza y esa riqueza de la vida. Escribo no para contar una historia sino para crear una historia. Escribo para librarme de la sensación de que hay un sitio al que  debo ir  pero al que no consigo llegar, como en un sueño. Escribo porque no consigo ser feliz. Escribo para ser feliz.

22/12/2007 10:14 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 9 comentarios.

ANA ALCOLEA EN NORUEGA, ENTRE MONTAÑAS

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[Carta con postal de Ana Alcolea desde sus montañas del paraíso en Noruega, donde tiene a su amor y un refugio para la pasión junto a un lago.] 

Decir eso de FELIZ NAVIDAD es demasiado tópico, dicen. Pero de vez en cuando está muy bien caer en los llamados tópicos. Tal vez éste es uno de esos momentos.
 
Así pues, os deseo una FELIZ NAVIDAD Y UN BUEN AÑO 2008.
Ojalá traiga AMORES, AMISTADES, ALEGRÍAS. Y ya con otra letra diferente a la "A": SALUD.

 
Os lo deseo con una fotografía de Noruega. Unas montañas a cuya cima nunca he subido, pero cuya contemplación siempre me ha fascinado. Se llaman "Trollheta" y "Rindhatten" y están en la cordillera de Trollheimen, cerca de cierta cabaña donde paso mucho tiempo. Me gusta mucho mirarlas, sobre todo, así, cuando están cubiertas de nieve, y apenas puedes pararte a verlas si la temperatura es demasiado baja.

 
Un abrazo.

Ana Alcolea

22/12/2007 17:13 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

MIENTRAS ESCRIBO, UN POEMA DE OCTAVIO PAZ

20071225135049-garro2.gifCuando sobre el papel la pluma escribe,
a cualquier hora solitaria,
¿quién la guía?
¿A quién escribe el que escribe por mí,
orilla hecha de labios y de sueño,
quieta colina, golfo,
hombro para olvidar el mundo para siempre? 

Alguien escribe en mí, mueve mi mano,
escoge una palabra, se detiene,
duda entre el mar azul y el monte verde.
Con un ardor helado
contempla lo que escribo.
Todo lo quema, fuego justiciero.
Pero este juez también es víctima
y al condenarme, se condena:
no escribe a nadie, en sí se olvida,
y se rescata, y vuelve a ser yo mismo. 

 

[Ese hombre inagotable, con sus propias historias y poemas y con los ajenos, que es Luis Antonio de Villena acaba de publicar una antología de Octavio Paz en Visor, “Piedra y sol (Poemas escogidos)”, de donde recojo este poema: “Mientras escribo”, uno de esos textos que definen la tarea del escritor, las palabras imposibles del soñador, la impresión de que alguien escribe bellamente lo que tú imaginas o concibes, e impulsa misteriosamente las adivinaciones del autor. ]

*El poeta pasea con su primera esposa, la escritora Elena Garro.    
25/12/2007 13:50 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

DÍAS DE NAVIDAD

20071225140038-carmen-peche-1930-c2-a9-mluis-ramon-marin.-carmen-peche-1930.jpg  

Cuando llegan estos días, siempre abro algunos libros que invitan a pensar, a soñar y a sentir: son libros de poemas, de intuiciones y confidencias, de aforismos. Por pura casualidad, abro “Ironías” (Eclipsados, 2007) de un autor que desconozco, Ramón Eder, y me encuentro con esta nota: “Haber sido de niño el rey de la casa te convierte para siempre en un rey en el exilio”. La Navidad durante años fue la evidencia de una pérdida (de un territorio, de la proximidad de la familia, de una luz de mar) y solo deseaba encerrarme en una concha de caracol ensimismado, víctima de un dolor tan tornadizo e irreductible como la melancolía. Percibía un exilio llevadero, tamizado de añoranzas. Desde algunos años, me ocurre todo lo contrario: la Navidad es un tiempo de plenitud, de afirmación, de encuentro, un tiempo que tiene una temperatura especial, un tiempo sin tiempo en el que me apetece pasear, extraviarme, ir de tiendas, conversar, oír y contar historias, desafiar la hora de la cena. Incluso detecto un frío diferente que te pide abrigo, calor de hogar, anillo de tertulia junto a los tuyos. En Navidad siento más que nunca que en ningún lugar se está mejor en que en casa, cerca del ladrido de los perros, de las bicicletas, de los balones de fútbol de reglamento, de los periódicos atrasados. Hasta la gastronomía me parece más razonable. Sigo leyendo “Ironías” y descubro esta cita: “Los domingos son la eternidad en miniatura”. Yo cambiaría el sustantivo y diría: “La Navidad es la eternidad en miniatura”. En ella sientas a tu mesa y en el pozo de tu corazón a todos los que quieres: vivos, muertos y aparecidos.

*La foto "Carmen Peche" (1930) del fotógrafo Luis Ramón Marín.

25/12/2007 14:00 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

ADOLESCENCIA, UN POEMA DE VICENTE ALEIXANDRE

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[Vicente Aleixandre fue durante muchos años mi poeta predilecto. Cuando vine a Aragón hacia 1978 llevaba su edición de Sombra del paraíso, que publicó Leopoldo de Luis en Castalia, con un prólogo intenso e extenso, donde anotaba hasta el vocabulario del escritor y establecía la variada familia de palabras que usaba. Ese libro fue como un devocionario para mí, un libro que me invitaba a escribir, casi el libro de cabecera permanente, un libro para viajar y para atravesar el desconcierto de una primera juventud muy lejos de casa, entre los pámpanos de Cariñena, los alcornoques del Levante  en noches de aguacero y bajo los naranjos de Chilches y Alcira cuando empezaba a ser nómada. Pero antes había leído otras cosas de Aleixandre, prácticamente su obra completa, y me gustaban especialmente dos poemas que fueron decisivos para mí: “Se querían”, de La destrucción o el amor, y “Adolescencia”, de su primer poemario: Ámbito. Lo encuentro en la red y lo traigo aquí, porque me recuerda otros tiempos en que esperaba la primavera y la poesía bajo sauces llorones allá en Galicia.] 

Adolescencia

Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
—El pie breve,
la luz vencida alegre—.

Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo tu pasaje
fluir, desvanecerse.

Vicente Aleixandre
 
25/12/2007 14:29 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 11 comentarios.

CHEMA LERA Y ROMÁN LEDO

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Escribe Chema Lera en su blog: http://chemalera.blogia.com.  

El director de la Revista Barataria, José Angel Monteagudo, me invitó a participar en el número extraordinario dedicado a su anterior director, el escritor y amigo José Antonio Román Ledo, que falleció el 23 de abril de este año, y me pidió que hiciera un retrato de él. La revista salió hace un mes poco más o menos. Hace días que quería escribir un post para contarlo. Hoy he visto reproducida mi ilustración en el suplemento Artes y Letras de Heraldo de Aragón.

Copio aquí la reseña que publican junto al retrato:
"El escritor y gestor cultural José Antonio Román Ledo dejó una gran huella entre sus amigos. Ahora, le rinden homenaje en la revista que él dirigió: ‘Barataria’. Entre otros, escriben José Luis de Arce, Javier Aguirre, Amadeo Cobas, J. A. Monteagudo, Angélica Morales, Gracia Mosteo, Juan Marín y Fernando Villacampa. El retrato supone la vindicación del hombre bueno, del palabrista, y la refutación de una escritura presidida por el humor, el ingenio y la facilidad para crear historias". 

Añado yo:  

[Bien se ve que en esa nota de urgencia que redacté junto al retrato de Chema Lera, no puse que él era el autor de la ilustración. También escriben en el número Clavileño el alígero, Miguel Ángel Marín Uriol, Miguel Carcasona, Luciano Varea, Mary Carmen Alejaldre, Javier Aguirre (reproduce la despedida que publicó en Heraldo); su propio hermano Santiago le hizo un retrato hacia 1960 a Pepe. Ese dibujo de contraportada lleva un poema de uno de los grandes amigos de Román Ledo: el malogrado poeta Ignacio Prat. De esa amistad y de otras, versa el estupendo artículo de Fernando Villacampa, que concluye así: “Había una biopsia en sus palabras.] 


POEMA DE IGNACIO PRAT 
Ese techo es azul,  y se confunden,
verde amargo y viento amargo,
los cipreses de Sol del cementerio. 

Ni el silencio les rodea;
son los mudos vencedores de mi tierra,
de mi todo que es amigo
y que se llama
verde gris y vientos grises,
como el polvo de sus pies y la ceniza.
Se  despiertan con la noche
de la cama de luz del viento ciego. 

¿Me respetan, o se inclinan
al destino de mi sangre...? 

Todo el techo es azul, y me golpean
,
verde amargo y viento amargo,
los  cipreses de Sol del cementerio. 

25/12/2007 19:42 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

PABLO LOZADA: DIÁLOGO Y EVOCACIÓN DE PABLO SERRANO

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Arte. Pablo Lozada (Córdoba, Argentina, 1925) fue coleccionista y editor de arte y galerista de arte. Desde 1970 asumió la representación de Pablo Serrano en Francia. Hace un par de años, al menos, visitó el museo del escultor de Crivillén en Zaragoza y donó cartas, fotos, dibujos, cuadernos y manifiestos. Recupero esta entrevista porque el año 2008 se celebra el centenario del escultor Pablo Serrano (1908-1985), y siempre me gusta trasladar mi fondo de armario a este blog. Dolores Durán y su equipo, Miriam, Paloma y Valeria, entre otras, preparan el catálogo razonado de la obra de Pablo Serrano.

   1. “Pablo Serrano buscó la luz interior del hombre”
2. “Pablo Serrano fue un creador auténtico”  

-Empecemos por el principio. ¿Cómo entró en contacto con Pablo Serrano?
-Antes debiera contarle dos historias: la de mi origen y una historia de amor. Yo soy argentino de Córdoba, nací en 1925. Mi padre era coleccionista de arte argentino, poseía una gran colección, y fue él quien me enseñó a amar el arte. A finales de los años 40, tras finalizar mis estudios, realicé un viaje por Europa, recorrí diferentes universidades europeas, y conocí a Françoise Benard, me enamoré y decidí volver a la Argentina para anunciar que iba a casarme. Y ahí empezó todo…

-¿Qué quiere decir todo?
-Bueno, yo ya tenía inoculada la pasión del arte. Me iba a París a casarme y a trabajar con mi suegro, que poseía una importante empresa de cosmética, Garnier. Entonces se viajaba en barcos y mis baúles venían llenos de  telas. Yo no puedo vivir sin tener pinturas colgadas en casa, incluso las tenemos en el baño. Recuerdo que mi novia se quedó un poco extrañada de mis pertenencias.

-¿Qué le sugiere, qué le da la pintura?
-La pintura es una pasión. Ofrece diferentes facetas del espíritu, transmite un mensaje de vida y humanismo.

-Sigamos.
-Trabajé. Fui desarrollando mi trabajo y hacia 1965 mi suegro vendió la empresa a L’Oreal. Nos hicimos un poco ricos. En todos esos años, nosotros nos habíamos ido haciendo una importante colección de grabados de Picasso, teníamos pinturas de Serge Poliakoff, varias obras de André Masson, de Joan Miró, de Pierre Soulages o de Maurice Esteve. Al vender decidimos abrir una galería, centrada en la obra gráfica. Y seguimos incrementando nuestras colecciones y fondos con más obra de Soulages y con el pintor polaco Jean Kwiatkowski, que llegó a hacer telas con Raoul Dufy. Empezó haciendo una pintura naïf, pero luego estalló un poco a la manera de Van Gogh o Modigliani y realizó una gran obra plena de luminosidad.

-Y es entonces cuando apareció Pablo Serrano en su vida…
-Sí, Pablo Serrano es un verdadero creador. Un creador auténtico. Creo que no se ha entendido bien el mensaje de su obra: esa búsqueda del misterio profundo de la creación que se encuentra en el interior del ser humano. Todo en él es una constante lucha, una defensa de una filosofía humanista, y una manera de estar inmerso en las ideas y las corrientes sociales, anímicas y estéticas de su tiempo, en estrecha vinculación con una formidable generación de pintores como Canogar, Saura o Millares.

-Se conocieron en…
-En  Roma, hacia 1969, en casa de la marchante Carla Panicali, representante de la galería Marlborough en Italia. Yo hice un viaje a Roma, y como en París me habían dado su dirección y me la habían recomendado, fui a su casa y allí estaba Pablo Serrano. Como él era uruguayo, si me permite decirlo así, y yo argentino, la charla se animó de inmediato y nos hicimos grandes amigos. Me quedé ocho días en Roma, y por allí andaban Francis Bacon, con el que hablé poco, y estaba la escultora Beverly Pepper, de la cual hemos visto hace poco una gran exposición en los jardines del Palais Royal de París. Serrano se encontró allí con Bacon, que venía de la  isla de Capri y permaneció muy poco tiempo.

-¿Qué le atrapó de Pablo Serrano?
-Estaba allí invitado por Carla Panicali, y al parecer había conocido a Beverly Pepper en Madrid. De inmediato percibí su poética de artista: esa búsqueda y esa peregrinación incesante para resolver el misterio de la luz interior de los seres humanos, como le digo, y eso lo hacía con una especie de pasión, de fuerza continua. Juana no estaba entonces en Roma: una mujer que, sin saberlo, se estaba anticipando a su época, sobre en los collages. Allí en Roma estaban amigos íntimos de Serrano como Antonio Saura y Millares con su mujer Elvireta. Qué pena me dio la muerte tan temprana de Millares.

-¿Cómo se consolidó luego su amistad?
-En 1970 fui a Madrid visitó su taller en Madrid, y muy pronto decidió confiarme su representación en Francia. Lo puse en contacto con Jacques Lasaigne, conservador-jefe del Museo de Arte Moderno de la ciudad de París, y con Michel Hoog, que era el director del Museo Nacional de Arte Moderno de París y gracias a él se adquirió una cabeza de Antonio Machado para su museo. Con Lasaigne se desarrolló la amistad y le organizó una antológica de 52 obras con un estupendo catálogo en el que escribían José Camón Aznar, Moreno Galván, Michel Tapie o Eduardo Westerdhal, su primer biógrafo.

-¿Qué había en la muestra?
-Todas sus series: “Quema del objeto”, “Lumínicas”, “Unidades-Yunta”, “Hombres –Bóveda”... Ya le digo que nos veíamos a menudo, le he editado obra gráfica y algunos libros de autor. ¿Sabe usted que Pablo Serrano alquiló primero y compró luego el estudio de Alberto Giacometti?

-Habían coincidido en la Bienal de Venecia y se habían llevado los dos primeros premios.
-Fue muy curioso. Alberto Giacometti, mucho antes de ser tan famoso, había hecho un montón de dibujos en una pared. Unos dibujos preciosos sobre estuco, sobre yeso. Cuando se murió y alquilaron su angosto estudio, sus herederos decidieron quitar aquella pared, arrancarla. Fue algo muy laborioso. Fui con Pablo Serrano a aquel lugar.

-Usted recibió cartas, dibujos, catálogos…
-… y fotos y manifiestos de Pablo Serrano. Y eso es lo que vengo a entregar a este museo tan bonito. Me alegra saber que lo van a ampliar. Pablo Serrano era un hombre encantador en el trato humano, poseía sentido de urbanidad, cortesía, una capacidad para escuchar, sabía calar el pensamiento de su interlocutor. Desarrollaba con cortesía su generosidad de espíritu, nunca lo he visto con rabia o enojado. Tenía un dominio de sí mismo extraordinario y era la bondad misma. Era como un hermano para mí.

-¿Cómo eran sus cartas?

-Siempre afectuosas y a veces me mandaba auténticos manifiestos y poemas. Mire éste: “La guerra existirá siempre por habernos creado en guerra contra nosotros mismos. La lucha permanentemente por existir, en lucha permanentemente por ‘el ser’. Nos va matando la vida, esta vida, mientras otra vida nos da aquella muerte. Sin conciencia de la limitación del tiempo entre vida y muerte, ‘tiempo para crear la otra vida’, la muerte es muerte en vida”. Está fechado en marzo de 1972. Creo que aquí está su forma de ver el mundo y la creación.

*Una unidad-yunta de 1973-1974.

25/12/2007 20:21 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

GATOS, POR PABLO NERUDA

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[Visor publica un “Bestiario” de Pablo Neruda, en edición de Giuseppe Bellini. En mi casa hay cuatro gatos, pero compruebo que a Marta y Julia de Entrenómadas les apasionan estos felinos, casi tanto como a Charles Baudelaire. Copio este texto de Neruda, que escribió mucho sobre gatos, y lo coloco aquí en homenaje a su pasión por los animales y otros fantasmas.]   

GATO III

Cuántas estrellas tiene un gato
me preguntaron en París
y comencé tigre por tigre
a acechar las constelaciones:
porque los ojos acechantes
son palpitaciones de Dios
en los ojos fríos del gato
y dos centellas en el tigre. 

Pero es una estrella la cola
de un gato erizado en el cielo
y es un tigre de piedra azul
la noche azul de Antofagasta. 

La noche gris de Antofagasta
se eleva sobre las esquinas
como una derrota elevada
sobre la fatiga terrestre
y se sabe que es el desierto
el otro rostro de la noche
tan infinita, inexplorada
como el no ser de las estrellas. 

Y entre las dos copas del alma
los minerales centellean.

Nunca vi un gato en el desierto:l
a verdad es que nunca tuve
para dormir más compañía
que las arenas de la noche,
las circunstancias del desierto
o las estrellas del espacio. 

Porque así no son y así son
mis pobres averiguaciones.

26/12/2007 09:44 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.

MANUEL TORRES: EL EXPRESO DEL ATARDECER

En el Real Zaragoza de los años 50 triunfaban Parés, Serer, Baila y Chaves arriba; Estiragués, apodado El Sordo, y Villegas dominaban en la zona ancha; Perico Lasheras en la portería: el madrileño rivalizaba con Enrique Yarza, que se haría imprescindible e insustituible en la década siguiente. Y destacaba un defensa turolense que procedía del Manchego de Ciudad Real, codiciado por varios equipos: Manuel Torres, rápido, arriesgado, técnico, que pronto sería considerado como El expreso de la banda.        

Torres ingresó en el club en la campaña 1953/1954, y con él llegaron al viejo campo de Torrero --donde se libraron batallas heroicas en una superficie de grava con perfecto drenaje--, Yarza, Bernad y Castañer; con ellos, y con el citado Lasheras que recaló un año más tarde, iba a formar la primera defensa mítica de los 50. El rendimiento de Torres fue convincente y pronto se hizo con el puesto en una durísima Segunda División dominada por los equipos vascos: Alavés, Baracaldo o Eibar. Balmanya, Eguiluz y luego Mundo confiaron de inmediato en sus condiciones.
        

En la campaña siguiente, se incorporó Ignacio Alustiza y el equipo logró la tercera plaza, a puntos iguales con el Oviedo. En la pelea por el ascenso, en una áspera liguilla de seis equipos, los blanquillos quedaron en la penúltima posición. Nadie hizo sombra a Torres en su parcela: se reveló como un lateral de largo recorrido, pundonoroso y audaz, dotado de técnica, que jugaba con idéntica calidad hacia arriba que hacia abajo. El gallego Avelino Chaves deslumbró en Torrero: marcó 24 tantos, nada menos, y sembró la certeza de que el club contaba con un portentoso delantero de gran porvenir, que se quebró de golpe en el viejo Torrero cuando recibió un impacto que le hizo crujir la pierna: muchos seguidores aún recuerdan el golpe, el eco de los huesos astillados, el vuelo del gran delantero. Aquellos eran los tiempos en que Piru Gaínza, el gamo de Dublín, desarbolaba a los defensores con sus regates, su velocidad imparable y la furia, aunque tardaría algún tiempo en enfrentarse a Torres. En la nueva temporada, 55 /56 el Zaragoza logró su sueño de ascenso: esta vez sí los pupilos de Mundo consiguieron quedar segundos en la liguilla tras el España Industrial.  
        

En 1957, ante la lesión del lateral Atienza, que también había pertenecido al Zaragoza, el Real Madrid solicitó la cesión de Manuel Torres. Para entonces, en septiembre, ya se había inaugurado el Estadio de la Romareda con un apasionante partido frente al Osasuna. Y el turolense se vio llamado a vivir cinco meses de felicidad irrepetible en Chamartín: allí coincidió con Alonso, Marquitos, Lesmes, Muñoz, Zárraga, Kopa, Rial, Di Stefano o Gento, entre otros; con La galerna del Cantábrico (recogemos la anécdota del estupendo libro de Javier Lafuente y Pedro Luis Ferrer) tuvo tiempo de comentar aquellos severos pero limpios marcajes que le hacía y que solían desarmar su juego.
        

Jamás desentonó entre figuras y acarició la internacionalidad. Se supo querido, respetado y demostró que era un defensa moderno, tal como entendemos hoy este concepto: un carrilero capaz de recorrerse metros y metros, capaz de desbordar y de largar un centro con exactitud y galanía. Arropado por las estrellas, y por su amor propio, Torres consiguió lo que jamás se le había pasado por la cabeza: la Copa de Campeón de Europa en París ante la Fiorentina y la Copa Latina. En una conversación con Carlos Cebrián para el libro Zaragoza desde la nostalgia (2000), recuerda el defensa: "Practicábamos un fútbol al primer toque, con estrellas de la talla de Kopa, Marquitos, Di Stéfano, etc., que jamás se quedaron estáticos esperando a que les llegase el balón. Ellos bajaban a la defensa, si hacía falta, para llevar la pelota al área y ese espíritu de colaboración incrementaba, a mi juicio, su grandeza". Encajó a la perfección en aquel equipo de estrellas, pero hubo de volver a La Romareda para reiniciar una carrera cuajada de profesionalidad y entrega, y fue uno de los integrantes de aquel buen conjunto de transición que desembocaría en Los cinco magníficos.

         La prueba de ello fue que ingresaron en el club jugadores como el central Rodolfo, Joaquín Murillo, Reija, Carlos Lapetra y Marcelino. Torres asumió su responsabilidad hasta el fin, y realizó marcajes magistrales a exteriores de una calidad contrastada como Enrique Collar, Gento, Gaínza o Juanito Arzá, entre otros. Torres se define así: "Era muy técnico, tenía una gran resistencia física porque me cuidada muy bien. Era muy nervioso y jugaba con las dos piernas, aunque la derecha era la mejor, la más fuerte y con la que alcanzaba una mayor precisión. No obstante me esforcé mucho para sacarle el máximo rendimiento a la izquierda y creo que lo logré". Abandonó algo pronto el balompié: en la temporada 61/62, a los 29 años y con un centenar de partidos en Primera División, tras haber sido capitán, anunció su retirada. Benítez, Cortizo e Irusquieta fueron sus recambios naturales, pero ninguno de ellos pudo superar su trayectoria personal a lo largo de ocho temporadas. Aún le cupo el honor de atisbar la inmensa clase que atesoraba Carlos Lapetra y sugirió, junto al rejuvenecido extremo Miguel, la necesidad de otorgarle la camisola del once. 

       
Seguramente hasta la llegada de Alberto Belsué, defensa con proyección atacante e internacional en numerosas ocasiones, y sin despreciar al lateral ye-yé de Los zaraguayos, Rico, Manuel Torres encarna al mejor lateral con que ha contado el Real Zaragoza: el hombre laborioso y responsable que convertía su banda en una pista de carreras de velocidad. Él era el gamo veloz, el expreso del atardecer.
 

26/12/2007 21:30 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

IMAGEN DE KIRSTEN DUNST

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Acabo de ver Las vírgenes suicidas, la película de Sofia Coppola, basada en la novela homónima de Jeffrey Eugenides. Todo el elenco es muy sugerente, el ambiente  me ha hecho pensar en algunos cuentos de Scott Fitzgerald, y me resulta dulce y atractiva y rebelde  Kirsten Dunst. Encuentro esta foto de ella...

26/12/2007 23:58 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 10 comentarios.

MELUSINA ENTRE VIÑEDOS (CUENTO)

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Dicen --y los antiguos no mienten: soñaban-- que Melusina era una mujer tan prodigiosa que adoptaba formas diversas: hada, sirena o ninfa de ríos y fuentes, aunque su auténtica condición era la de reina. Vivía en permanente relación con el misterio: tenía la facultad de erigir edificios increíbles en una sola noche, ayudada por obreros, canteros y arquitectos que desaparecían por la mañana. Atesoró castillos, ciudades completas, islas, grandes prados y vastos campos de vid, que eran su pasión inadvertida. A veces se la veía paseando entre los viñedos rodeada de sus hijos, a los que siempre les faltaba un miembro o mostraban malformación, igual que le sucedía a sus construcciones. Se sabe que preparaba unos deliciosos caldos que hacía escanciar en celebraciones íntimas, fiestas y torneos. Su fama, igual que la de Melusina, se extendió por toda Europa, y llegó a oídos del conde Thibault, ilustre vasallo de Luis IX.        

Tras pelear en las Cruzadas, acudió a Chipre donde residía Melusina. Lo recibió y le rindió honores; por la tarde lo condujo a un viñedo próximo, que se extendía a lo largo de una colina. Thibault asistió a dos prodigios: vio como Melusina se convertía en serpiente que reptaba entre los pámpanos y como ella arrancaba varias cepas, que le entregó. Le dijo: "Vuelve a casa y plántalas".
        

Thibault regresó con dos heridas en el pecho: la de la guerra y la del amor. Pero esa dolencia de amor se tornó felicidad cuando paladeó los caldos de las viñas de Melusina, que originaron durante décadas el mejor champagne medieval de Francia. Dicen los antiguos que en los crepúsculos le vencía la melancolía y se embriagaba en sus bodegas con espumoso en honor de aquella dama.

27/12/2007 00:15 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

UN POEMA DE JUAN GELMAN

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[La última vez que estuve en Galicia, hace algo más de una semana, compré el libro Oficio ardiente (Ediciones Universidad de Salamanca) de Juan Gelman, galardonado con el premio Cervantes. La primera persona que me habló de este poeta fue mi viejo amigo Luis Felipe Alegre. Hay poemas magníficos, entre ellos éste, que pertenece al poemario “Gotán” (1962). Lo ilustro con una foto del gran fotógrafo humanista francés Izis.] 


Anclao en París

Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en RhodesIa del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del Sahara.

De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".

Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
“las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.

Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.

Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".

Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.
 

27/12/2007 00:31 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

FOTOS INOLVIDABLES.1 / HANS STAUB

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Anoche, antes de acostarme, repasé el apasionante “Diccionario de fotógrafos del siglo veinte” de Hans Michael Koetzle, y hallé esta foto de Hans Staub (1894-1990), pionero de reportaje fotográfico en Suiza, artista sin artificio, obsesionado por el  hombre de la calle. Él mismo se sentía ante todo “un hombre de la calle”. Fue impresor, reportero gráfico y luego trabajó por su cuenta. Me ha gustado esta foto por múltiples razones: su emotividad, la gracia, la composición. Por lo mucho que sugiere.

Hace unos días, hablábamos con mi madre Carmen y mi suegra Isabel de los primeros recuerdos que teníamos, y el mío, con tres o cuatro años, se remonta a un viaje en bicicleta que hice con mi padre.

27/12/2007 08:41 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.

TERUEL. UNA HISTORIA DE AMOR

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Tuve un profesor que se llamaba Mario Clavell que leía con pasión: entrecerraba los ojos y recitaba como si fuese un rapsoda o un actor dramático. Él nos introdujo en la literatura romántica, en la literatura epistolar y en el Poema de Mío Cid. Le entusiasmaban los grandes amantes. O yo me imaginaba que le encantaban y me aficioné a las grandes pasiones eternas: los romances de Píramo y Tisbe, Hero y Leandro, Dido y Eneas. Y luego Calisto y Melibea, cuya tragicomedia leí con dificultad: me parecía una ardua novela dialogada. Casi a la par descubrí una versión de Romeo y Julieta, traducida por Pablo Neruda, y me volví loco.

Para entonces, a mediados de los 70 ya había oído hablar de Los amantes de Teruel; un día encontré la tragedia de Hartzenbusch, publicada por editorial Juventud con un largo prólogo de Alcina Franch. Años después, viviendo ya en algún rincón de Teruel hallé aquel volumen rojizo con una paradoja inexplicable: la edición que yo recordaba no la podía haber leído entonces porque la primera impresión de Juventud apareció en octubre de 1979 y para entonces ya vivía yo en Aragón. No me inmuté: recordaba el tipo de letra, la extensa introducción, las referencias a Tirso de Molina, Pérez de Montalbán o Giovanni Boccaccio, cuyos Girolano y Salvestra podrían ser los antecedentes literarios de Diego Marsilla e Isabel de Segura.
        

Siempre me emocionó esa mortal locura de amor. Siempre me conmovió ese "Bésame que me muero", que pronuncia Juan Martínez de Marcilla hacia 1555, según los documentos. Y de todas las versiones, la que más me gusta es la de Hartzenbusch, la más depurada: Diego podría haberse sentido tentado por Zulima, la sultana de Valencia, pero vuelve a los seis años con la pasión intacta, con todo el fuego en el cuerpo. Lo más bello del drama es ver cómo tantos años después Teruel ha recuperado aquel episodio o leyenda de afecto y pureza. Y observar cómo la gente se identifica con los infelices amadores y los ha convertido en objeto de homenaje y de algazara popular, en elemento de identidad de una minúscula ciudad que se reconoce a sí misma a través de la fábula y envía así un mensaje de amor y de hospitalidad a todos los ciudadanos de la tierra. Dentro de algunos años, alguien mirará hacia atrás y dirá: "Teruel era una fiesta". 

[Leo en Diario de Teruel, lo leo a diario aunque con un día de retraso, que ya han sido elegidos los amantes de esta edición. La foto es de Jim Goldberd.] 

27/12/2007 09:36 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

LOS GANDULES, PILAR PERIS, ELTUBO: HOY, BORRADORES

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El dúo paródico y humorístico Los Gandules actúa hoy en Borradores con su conocida puesta en escena y rinden homenaje, a su manera satírica, con bata y zapatillas de paño, al grupo Abba. 

Visitan el programa los novelistas José González de la Cruz, autor de la novela “Balas y caricias” (Atlantis), que transcurre en Teruel en la Guerra Civil y la posguerra, y Carlos Manzano, autor de “Vivir para nada” (Mira editores), una narración sobre la amistad y las vidas paralelas y antagónicas de dos hombres. La poeta Pilar Peris, ganadora del  premio Isabel de Portugal de Poesía, hablará de su poemario “El vasto susurro de las imágenes” (Diputación de Zaragoza), inspirado en fotografías, cuadros y dibujos.


Además, Borradores conversa con el escritor e historiador Fernando Martín Laínez, autor de “Como lobos hambrientos. Los guerrilleros en la Guerra de Independencia 1808-1814)” (Algaba), y se ofrecen otros reportajes: uno sobre el libro “El tubo. Memoria de un abandono” de Miguel Lizana y Antonio Tausiet, y otro sobre el volumen colectivo “Adivina Adivinanza” ( Rolde / Pantalia), en el que participan 20 ilustradores aragoneses. El programa se completa con una selección de recomendaciones de libros de Miguel Delibes, Baudelaire, Bruce Springsteen y Patrick Modiano, entre otros.
 

Borradores. CARTV (Corporación Aragonesa de Radio y televisión). A la 23.30. Productor ejecutivo: Mamen Delpón y César Quílez. Redacción: Ana Catalá Roca. Ayudante de realización: Yolanda Liesa. Realización: Teresa Lázaro. Dirección y presentación: Antón Castro. (Canal Satélite Digital: canal 97).   

27/12/2007 17:59 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

FOTOS INOLVIDABLES. 2 / PAUL SENN

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Seguimos en Suiza, con otro gran reportero preocupado por los temas de su tierra, el mundo rural específicamente (como sucede con esta foto), el reportaje social y diversos retratos de creadores. Paul Senn nació en 1901 y falleció en 1953. Conoció a Pablo Casals en 1931 y lo retrató en varias ocasiones.

28/12/2007 01:29 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

VERSOS DE SOL ACÍN MONRÁS

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Dejé mi alforja sin llenar, perdida
sobre el guijarro oscuro,
la llave del placer, la inocua danza.
Cayó sin destruirme
la inquieta soledad de los que esperan,
la dulce plenitud de los que alcanzan.
Volví hacia ti, momento de la noche,
lluvia de luz, tamiz de los cristales
la aguda sinrazón de mi delirio.
Volví a tocar, rozando suavemente
la escondida belleza conseguida.

SOL ACÍN

 *Esta foto es de Jacques Henri Lartigue.

28/12/2007 08:53 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.

FOTOS INOLVIDABLES.3 / MARIO CATTANEO

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Mario Cattaneo nació en 1916 y falleció en 2004. Los fotógrafos, por lo general, tienen larga vida: octogenarios, nonagenarios, aunque siempre hay excepciones. Nació en Milán, combatió en la II Guerra Mundial y regresó a su ciudad natal, donde se licenció en Economía. Empezó a dedicarse a la fotografía casi con 40 años, y encontró un lenguaje personal, reconocible, a final de la década de los 50.Captó la feria de Sinaglia y las periferias de Milán, aunque su serie más famosa la hizo sobre las calles de Nápoles, un proyecto que prolongó durante diez años, al cual pertenece esta luminosa y alegre foto, claramente neorrealista.

28/12/2007 19:21 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

FOTOS INOLVIDABLES.4 / FEDERICO PATELLANI

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Federico Patellani (Monza, 1911-Milán, 1977 fue un jurista, muy aficionado a la pintura. Empezó publicando fotos sobre África Oriental en un periódico milanés, pero pronto derivó hacia la fotografía profesional a través de la revista “Tempo”. Hizo reportajes de viajes, y luego adquirió un enorme interés por el mundo del cine. Se especializó en retratos de grandes artistas y escritores (Quasimodo, Montale, Visconti, Sofía Loren, Ingrid Bergman, Silvana Mangano...) “desde una perspectiva íntima” y tan dinámica como el propio celuloide, también fue productor de varias películas, en colaboración con Carlo Ponti, asistente de dirección de Alberto Lattuada y director de fotografía en varias obras producidas por Dino de Laurentis. Inscrito en el neorrealismo italiano, dejó tras su muerte 700.000 negativos. Conocía otras muchas fotos suyas, pero ésta es una de las más sugerentes y ricas en contenido, incluso tiene un poco de humor.

29/12/2007 09:24 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

ROBIN WRIGHT DEJA DE SER PENN

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Una de mis actrices favoritas, entre las actuales: Robin Wright. Se le acabó el amor con el histriónico Sean Penn.

29/12/2007 18:43 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

FRANCISCO GASCÓN, DELEGADO DE EMTE EN TOULOUSE

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El grupo de servicios de ingeniería Emte, controlado por la familia catalana Sumarroca, anunció hace unas semanas la apertura de dos oficinas de representación en París y Toulouse (Francia) como próximo destino en su proceso de internacionalización. Según ha informado el grupo industrial, el objetivo de la apertura de estas dos oficinas es "participar en el mercado francés de grandes instalaciones", en el que espera apoyar parte de su crecimiento internacional de forma paulatina.

Así, Jean Pierre Montagne será el director de la oficina de París y Francisco Gascón Brumós, dirigirá la oficina de Toulouse.

Francisco Gascón Brumós (Zaragoza, 1962) estudió en el Instituto Goya –conserva muy buenos recuerdos de la gran profesora de Lengua y Literatura, Carmen Sender-, y más tarde en la Escuela Superior de Ingenieros de Zaragoza, donde obtuvo el título de Ingeniero Industrial, Rama Eléctrica. Paco Gascón, que además es mi cuñado, empezó a trabajar en Barcelona, y posteriormente desarrolló el grueso de su vida profesional en Francia, en distintas ciudades y localidades, donde ha vivido y vive desde hace más de una década. La empresa se dedica a la realización de salas limpias para procesos industriales, y Emte va a realizar una gran obra en Toulouse.

Paco Gascón está entusiasmado con su nuevo trabajo: pretende crear equipos entre españoles y franceses, unos aprenden la lengua del otro en pura reciprocidad, se imparten cursos de idiomas, y van a probar la armonía y la profesionalidad en centros de investigación y en Sanofi, la gran empresa farmacéutica.

Francisco Gascón Brumós, hijo de Leoncio e Isabel, está casado con France, una traductora de inglés, alemán, español y ruso, entre otras lenguas, y tiene dos hijos: Elsa y Tristán. Siempre le ha apasionado la naturaleza: ha sido montañero, le encanta esquiar y, entre otras cosas, es un buen gourmet. Cuando quiere descansar y alejarse del mundanal ruido, se refugia en Ejulve, el pueblo de sus padres, donde sale de caminata hacia la masada Azcón. Es un buen lector, siempre tiene un libro entre las manos (de Amelie Nothomb, de Antonio Muñoz Molina, de Marguerite Yourcenar), es un personaje de “El fumador pasivo” (Xordica, 2005) de Daniel Gascón, su sobrino, y un gran consumidor de periódicos, siente debilidad por “El país” y “Le monde”. Le interesa mucho el cine y la música.

Dicen de él que es capaz de cantar casi cualquier canción, aunque tiende a cambiar las letras. Tiene otras habilidades: es muy bueno con los números, le encantan los mecanos y acertijos, y monta como nadie las estanterías de Ikea.

Acaba de regresar a Zaragoza, para ver a su madre y a sus hermanas y sobrinos. Como corresponde a un hombre cosmopolita como él, ha hecho una parada en el zoo de Barcelona.

*Edificio de Sanofi Aventis en Toulouse. En el interior, hay un montón de animalarios para la investigación clínica.  

29/12/2007 22:40 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

UNA CITA CON KAREN BLIXEN / ISAK DINESEN

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  Isak Dinesen, de nombre real Karen Blixen, es una de mis autoras favoritas. Hace algunos años, 22 ya, empecé mis colaboraciones literarias en “El día de Aragón” redactando una nota sobre “Erenghard”(Bruguera), un libro que había traducido Javier Marías y que prologaba, creo recordar, Mario Vargas Llosa. Luego leí toda su obra: “Lejos  de África”, “Vengadoras angelicales”, “Siete cuentos góticos”, sus cuentos de “Albondocani”, que era su tentativa de hacer una especie de “Las mil y una noches” nórdicas, y dos maravillosos libros de relatos más: “Anécdotas del destino” (donde están piezas inolvidables como “El festín de Babette”, reeditado hace poco muy bellamente por Nórdica Libros, o “El inmortal”,  que llevó al cine Orson Welles  con Jeanne Moreau) y “Cuentos de invierno”, que contiene algunos de los mejores relatos escritos jamás en lengua inglesa. 

Ayer, al leer la columna dominical de Javier Marías en el suplemento de “El País”, me encuentro con esta preciosa cita:  “Nosotras, las mujeres, no somos lo bastante inteligentes para ser escépticas. Así que vivimos, y más intensamente  que los hombres, creo yo; tenemos una especie de sentimiento de triunfo simplemente porque existimos”. Javier Marías añade de su cosecha esta precisión: “Hay que señalar que Dinesen era una gran ironista, y uno de los escritores –incluyo a varones- más inteligentes que jamás  haya habido”.  

Isak Dinesen es  para mí una referencia constante: una escritora de cabecera. Hemingway dijo que quien merecía el Nobel, cuando él lo recibió, era ella y que siempre había soñado ir con Karen Blixen de cacería, y Julio Cortázar, otro enamorado de la danesa, que se alimentaba de ostras y champán, le dedicó un poema recogido en el libro de su poesía toral “Salvo el crepúsculo”, editado por Alfaguara.

31/12/2007 00:51 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

SIEMPRE HAY UN PERRO AL ACECHO

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En estos días de lluvia londinense, el cielo parece llorar a espasmos sobre el nogal, los albérchigos y la higuera. Las perras del jardín andan atropelladas: la más grande, una impura mastina del Pirineo llamada Noa, está en celo. La boxer Zara, de pocos meses, vive ansiosa: quiere escabullirse del frío y busca alguien que quiera jugar con ella un instante, que le deje morder el pantalón, o lo que sea. Cuando cae la noche, hacia las diez, las dejamos dormir a recaudo. La grande se tiende sobre una alfombra de Colombia y la otra se abandona en el baño, en una caja con cojines. A veces, ladran de noche, cuando presienten pasos, cuando oyen perros a lo lejos o el  bufido de los aviones insomnes. A las ocho de la mañana ya están, de nuevo, en el jardín. Y ahí empieza su auténtico festín o su calvario. La perra grande se acerca al portal y ofrece obscenamente su trasero a un par de perros que hacen guardia como centinelas. Uno es pequeño, como Fred Basset, y apenas llega a alzar sus puntiagudas orejas y su largo cuello; el otro es un perro lobo sin destino y acaso sin dueño que espera su momento. Mientras, se resigna y lame: alza el hocico, lo mete entre los barrotes y busca su tesoro de lascivia. Y así ya llevan varios días. Tal vez una semana. Ambos están al acecho, como quien aguarda el gesto definitivo de un dueño que por un instante se distrae y deja el portal entreabierto. Su enamorada, tranquila, acepta el cortejo. Y lo anhela. La niebla empaña la escena y la vuelve misteriosa, casi irreal, de pesadilla. ¿Qué dirá José Antonio Marina de esta animal y paciente forma del deseo?

*La  foto es de Elliott Erwitt, uno de los más grandes fotógrafos de todos los tiempos. Realizó una serie casi inacabable de más de un millar de instantáneas de perros.

31/12/2007 00:56 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

FOTOS INOLVIDABLES.5 / ELLIOTT ERWITT

20071231010521-erwitt-con-nino-y-gato.jpg

Elliott Erwitt (París, 1928) es hijo de emigrantes rusos. Se formó en Milán, luego en París y posteriormente en distintos lugares de Estados Unidos: Los Ángeles, Nueva Jersey, Nueva York, etc. Robert Delpire lo ha definido así: “Elliott Erwitt puede ser comparado con un narrador de las historias pequeñas y en apariencia insignificantes, en las que sale a la luz lo cómico de la situación de un momento que hay que leer como un pequeño  aforismo irrefutable”. Ha hecho series de su país de adopción, de París, de perros, de situaciones paradójicas de la vida cotidiana, magníficos retratos. Ingresó en Magnum, de pleno derecho, en 1954; participó en la famosa muestra “La familia del hombre” y ha hecho de todo: ensayos gráficos, reportajes (a mí me gusta mucho su trabajo sobre Brasil, en particular sobre las playas y sus gentes), películas documentales y publicidad para televisión. 

Ésta es una de mis fotos favoritas de él: es una foto de 1953 y ha compuesto un auténtico retrato de familia. Capta a su mujer, a su hijo desnudo y a su gata, que se integra en esta composición intimista y llena de ternura y belleza.

31/12/2007 01:05 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

PREMIO PARA BORRADORES A LA DIFUSIÓN DE LAS ARTES

20071231121444-obra-miquel-viladrich.jpgFernando Alvira Banzo, pintor y profesor, director del Instituto de Estudios Altoaragoneses, me envía esta nota: 

[Querido Antón: la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte, retomó el 
pasado día 10 los premios de la Crítica Aragonesa.

El premio a la mejor tarea de difusión de las artes se otorgó por 
unanimidad al programa Borradores.


La entrega de los premios tendrá lugar el próximo viernes día 4 en el 
Casino de Huesca a las seis de la tarde (Fue en Huesca donde se 
constituyó la Asociación, incluso creo que fue en el Casino, en el año 
86).

Un abrazo

Fernando]

*Una obra de Miquel Viladrich, pintor que se expone estos días en Ibercaja y antes en Fraga.



31/12/2007 12:13 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 13 comentarios.

SIETE POEMAS DE ADIÓS AL 2008: FERNANDO SARRÍA

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[Le pido a Fernando Sarría, que siempre me manda fotos, que me envíe un par de poemas para despedir el año, y me manda estos siete, escritos ayer, tras salir de un período de crisis, de música constante y de navegaciones y regresos por internet y los bellos e insondables laberintos del amor. Fernando es aún poeta inédito en libro, pero el 2008 le traerá como regalo decisivo la publicación de su primer poemario. No es un farol ni un vaticinio: es una noticia real.]  

1 

Si he de ser sincero,
ya no cabe nada en estas horas
cuando la tarde se replantea morir.
Todo lo que arraiga es vanidad,
y así el embozo que me cubre
se convierte en piel,
a la que me he acostumbrado
y ahora ya no distingo su disfraz. 

2 

De todos los sabores de tu cuerpo,
sin dudarlo, prefiero el de tu boca.
En ella se eterniza el naufragio,l
a diáspora de tu deseo en vela.
  

3 

Me aniquila la saciedad de tus silencios,
en su óxido cruje el barco
y una niebla de olvido
me traspasa hasta dolerme los huesos.  

4 

Ahora que tú no estás,
¿cuántos años hace que te fuiste?
Recordarte es un ejercicio de memoria
para rellenar las hojas del calendario,
ese juego que me invento
para no tener que hacer sudokus.  

5 
No apago la lámpara, 
la noche cabalga
en un impreciso margen de sombras y emociones.
Desvestirte. Desnudarte. Saborearte.
Salivar los contornos de tus pechos,
de tus muslos, tu sexo.
Devorarte la boca.
Morder tu nuca y tus lóbulos
y hundirnos en el surco del deseo,
como si la cama fuera ahora un barco
y nosotros todavía tuviéramos mucho tiempo
para salvar el naufragio. 

6 

Rémora de mis pasos,
un eco del otoño sacrílego,
donde el color del vino tiñe las palabras
con el desdén del tiempo.  

7 

Somos fugitivos de la desolación.
Ahora, en este acantilado de oboes y marchitas caricias,
me enfrento al insondable devenir de las cosas
y al huracán que me destrona de todos los sumarios.
De mis piedras, una a una numerada,
reconstruyo una sencilla casa,
una habitación pintada en azul,
una chimenea encendida con troncos de viejo olivo,
coloco la lámpara amarilla,
enarbolo la noche como si fuera
un farol despierto por el viento,
y con las sábanas limpias,
en la simple cama de siempre,

una vez más, te espero.

*Encuentro esta foto de bailarinas del Folies Bergere y la cuelgo aquí. Se ajusta muy bien al mundo erótico de Fernando, poeta de la voluptuosidad y del amor, sobre todo. Podría haber sido una de las fotos inolvidables...                                                    

31/12/2007 14:55 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

FOTOS INOLVIDABLES.5 / GIANCOLOMBO

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El fotógrafo Manuel Martín Mormeneo llegó a Zaragoza en el otoño de 1978. Hasta entonces sólo había conocido dos cines: el cine Real de Arteixo, donde hizo su primera foto, en concreto a una actriz Inma de Santis, que presentó allí la película “Entre dos amores” (1972), en la que participaba con Manolo Escobar e Irán Eory; y el cine Equitativa, a orillas de la bahía de Riazor, que fue la sala donde se aficionó a las películas de Buñuel y Visconti y empezó a amar con  locura a Romy Schneider. Ya aquí, conoció otros establecimientos como los multicines Buñuel, a cuyas matinales acudió durante tres años ininterrumpidamente, sin importarle repetir una o dos películas a la semana, como le sucedió con “El matrimonio de Maria Braun” de Fassbinder, embrujado por la belleza de Hanna Schygulla; el Elíseos, que siempre le pareció el cine más elegante de la ciudad; el Dorado, el Cervantes, el Argensola o el Rialto. Muchos de ellos han ido desapareciendo, como desaparecen estos días el Aragón y el Goya. Ha seguido su trayectoria en los libros de Amparo Martínez y de Agustín Sánchez Vidal, cuyo “El siglo de la luz” es su volumen preferido del cine en Zaragoza. Para Martín Mormeneo, que fotografió semidesnuda a Uma Thurman en Belchite, el cine es un refugio y una puerta al viaje: ese lugar sagrado y mágico donde la tiniebla se convierte en un paraíso de sueños, en la oscuridad ideal para enamorarse y para atisbar la luz de terciopelo de unos ojos inolvidables. En su inventario de películas y salas, anotó tras la infausta noticia en su diario “Memoria personal de espectador”: “Jamás olvidaré que en sus salas fui feliz”.

31/12/2007 15:46 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

ORQUÍDEAS PARA CARMEN GASCÓN: 49 AÑOS

20071231193426-orquideas.jpgORQUÍDEAS 

Ánforas de cristal, airosas galas
de enigmáticas formas sorprendentes,
diademas propias de apolíneas frentes,
adornos dignos de fastuosas salas.

En los nudos de un tronco hacen escalas;
y ensortijan sus tallos de serpientes,
hasta quedar en la altitud pendientes,
a manera de pájaros sin alas.

Tristes como cabezas pensativas,
brotan ellas, sin torpes ligaduras
de tirana raíz, libres y altivas;

porque también, con lo mezquino en guerra,
quieren vivir, como las almas puras,
sin un solo contacto con la tierra.
 


[Poema del poeta peruano José Santos Chocano, conocido como El Cantor de América, nacido en Lima en 1875 y muerto en Santiago de Chile en 1934. Diplomático en Colombia, fue secretario de Pancho Villa, mató en duelo en 1925 al joven escritor Edwin Elmore, y fue asesinado en el tranvía por un Martín Bruce Padilla,  un loco chileno suyo que creía que Chocano tenía el mapa de un tesoro. Los hermanos de Carmen, Isabel, María Ángeles y Paco -junto a sus partenaires José Antonio, José Luis y France-, le han regalado una bellísima orquídea. Carmen cumple hoy 49 años; y entre otros regalos, también ha recibido otro que le ha hecho mucha ilusión: el libro El encantador de perros. Hace pocas semanas, en concreto el día 3 de diciembre, a Carmen y a su hija Sara les regalaron una perra boxer: Zara]

*Esta bella foto de orquídeas la he tomado de www.ojodigital.net.

31/12/2007 19:34 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

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