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MUJERES DE CINE

Acabo de ver una película, mitad documental, mitad ficción, “Esperando a Maitena”, donde se narra la historia de un puñado cinéfilas oscenses que intentan sacar adelante la VIII Muestra de Cine realizado por Mujeres. Los diez minutos de esta obra, realizada por Yolanda Liesa y Maxi Campo, explican cómo se gestiona este empeño y lo que conlleva, y sobre todo cuenta el afán de las organizadoras –Pilar, Mercedes, Nieves…- para que acuda a Huesca la realizadora Maitena Muruzábal, que acaba de dirigir un documental sobre una fábrica de embalaje de cadenas para la nieve, “Nevando voy”. “Esperando a Maitena” cuenta muchas cosas: las reuniones del grupo, el trabajo de traducción y titulado de las películas, la necesidad de las subvenciones, la colaboración con la Fundación Anselmo Pie, la incertidumbre, la consumación de los sueños. etc.
Poco a poco, Campo y Liesa crean una ficción, una atmósfera, generan una solidaridad inmediata con estas mujeres que celebrarán, a partir de hoy, en Huesca y en Boltaña, este certamen, muy vinculado con los homónimos de Huesca y Zaragoza. Hace poco, varias embajadoras de la muestra como Pilar Mareigne, nacida en Argel pero de origen oscense, presentaron la pieza en el Festival de Films de Femmes de Creteil y gustó mucho: les pareció un proyecto distinto, novedoso, casi una autobiografía colectiva.
En esta Muestra hay otras muchas cosas. No vamos a hacer aquí un repaso exhaustivo, pero sí querría fijarme en algunas cosas: la presencia de jóvenes realizadoras aragonesas, como Pilar Gutiérrez, Irene Bailo, Laura Sipán (galardonada aquí y allá con su obra “El talento de las moscas”), Patricia Oriol, que ha dirigido con el oscense Héctor Añaños “De luz y de color”, sobre el universo de los feriantes, entre otras. Otro asunto oportuno en esta edición es el homenaje a Simone de Beauvoir (1908-1986), una escritora, pensadora y activista indesmayable que nos enseñó a ser más libres a través de libros como “El segundo sexo” o “Memorias de una joven formal”. La realizadora Delphine Camolli es la autora del documental “Simone de Beauvoir, una feminista”, que se proyectará el próximo miércoles, y también se ha programado una conferencia, “A vueltas con el Segundo Sexo”, de las profesoras y filósofas Elvira Burgos y Teresa López.
Otro aperitivo de interés es el proyecto “Persepolis” de Marjani Satrapi y Vincent Paronnaud, una película de 95 minutos basada en el relato autobiográfico de Marjani, en el que narra la historia de Irán contada a través su mirada durante la niñez y la adolescencia. Y querría recordar dos detalles más: el homenaje que se le rinde a Josefina Molina y a una pintora, Clotilde Vautier (1939-1968), que falleció a consecuencia de un aborto clandestino. Ella es la madre de la realizadora Mariana Otero, que ha rodado el documental “Historia de un secreto” (2003), en el que reconstruye con familiares, amigos, su ginecólogo y expertos en arte su mundo y su enigmática y terrible desaparición en marzo de 1968. Clotilde Vautrier es un pintora muy personal, de matiz postimpresionista, próxima en algún instante al mundo de Modigliani, a la que le interesan mucho los interiores y el desnudo de la mujer. En Huesca ya se cuelgan sus retratos, sus dibujos, sus óleos. La exposición es muy sugerente: retrató a sus amigas, a mujeres en la intimidad, desnudas y en descanso, en el baño, como si se ofreciesen en la duermevela de la tarde. Clotilde es la madre de la actriz Isabel Otero, a la que vimos hace más de una década en la película “La buena vida” de David Trueba.
No querría cerrar esta página de cine sin recordar a Rafael Azcona, que estuvo en el verano de 2006 en el Festival de Cine de Huesca en un inolvidable homenaje a Julio Alejandro Castro Cardús. En realidad, Rafael dejó de ser un hombre secreto, casi huraño o misántropo, cuando acudió al Moncayo al depósito de las cenizas del guionista oscense. Julio le había dicho alguna vez que allí oía el rumor del mar y percibía su fragancia salobre.
*Este texto, con leves modificaciones, apareció el pasado viernes en Heraldo de Huesca. Retrato de Simone de Beauvoir, desnuda y de espaldas, realizado por Art Shay, amigo de Nelson Algren (en amor norteamericano de Simone), en Chicago en 1948.
HISTORIA Y FANTASÍA DEL PINTOR GERICAULT

No necesitaba presentación. Todos sabían en el Casino que aquel hombre con bigote y gafas cuadradas era pintor y dibujante. E incluso grabador, si tuviesen claro qué significaba ese oficio. Solían verlo de tarde en tarde ante las ruinas de la Azucarera o frente a la explanada del palacio. Sólo tomaba un detalle, un ángulo insólito al que acabaría por cubrir de musgo y de monstruos diminutos semejantes a tritones y a sargantanas decrépitos. A veces, después de haber copiado una arquitectura denegrida por la sombra, se retiraba a su estudio y allí completaba el lienzo: colocaba un dallador, un cardenal ampuloso, una mujer misteriosa que llevaba un felino minúsculo en la cabeza o unas finas y sorprendentes medias de color negro que anticipaban la tentación.
El joven Leoncio Arbués lo entendía mejor que nadie y solían pasear entre la arboleda; discutían por el placer de discutir de arte, del paisaje, de fantasmagorías, del pasado mitológico de Épila. E incluso habían hecho algún libro juntos: Leoncio inventaba historias, hablaba de leyendas antiguas, y el artista creaba personajes extraordinarios, los resolvía con un trazo impetuoso y casi siempre evocador. Cuando abrió la boca, cuando Martín Requena adelantó su silla hacia la multitud estupefacta, Leoncio Arbués se sintió cómplice y sonrió. Intuyó que la noche de los équidos iba a prolongarse un rato más. Al fin y al cabo, la verdadera afición de Requena desde niño habían sido los caballos.
«Estoy fascinado y quisiera corresponder a la belleza de esta noche de fábulas con otra conseja: con una vida de pintor enamorado de los animales. Se llamaba Gericault y era francés. Desde niño se pirró por los caballos y no era infrecuente sorprenderlo en los corrales y en las caballerizas. Aprendió a montarlos muy pronto y estudió su anatomía. Eran su única obsesión. Asistió a clases de dibujo y pintura con el único afán de retratarlos, y lo hizo de todas las maneras: en las batallas de Egipto, espantados por un rayo, corriendo, atrapando sólo uno de sus ojos encarnados como rubíes bajo el impacto de otro destello de color. Leía manuales sobre equitación, el arte de la guerra y mitos arcaicos. Se apasionó con la figura de Alejandro Magno y el caballo de Troya, con los cuatros équidos briosos del carro de Helio que henchían el aire de llamaradas y precipitaron la muerte de Faetón, fulminado por un rayo del Olimpo; descubrió las carreras violentas de los caballos salvajes de la India, cercados de súbito por una columna de domadores.
Aunque tal vez ningún relato le entusiasmó tanto como el del caballo del mar: cuentan los primitivos --y el argentino Jorge Luis Borges ha recreado el hecho en un inventario de seres imposibles-- que en las playas de Portugal la brisa marina fecundaba las yeguas y de ellas nacían potros veloces como el viento, huidizos como el rayo, que en ocasiones alcanzaban la inmortalidad.
Poco a poco, se interesó por la política y de la política pasó a la épica de los combates y de la revolución. Se apasionó por la figura de Napoleón y sus soldados, por el primor cromático de los jinetes y sus uniformes con sus insignias y sus botones dorados. Una buena parte de su obra inicial refleja ese mundo fragoroso de triunfos y de heridas. Siempre pedía a los militares que volvían de alguna campaña feroz en el extranjero que le relatasen los asedios, el avance de los ejércitos, la aventura gloriosa de algún mariscal. Una vez que le habían le revelado lo accesorio, lo que él llamaba los modales de la gesta, su pregunta siempre era la misma: "Bueno, bueno, pero ese militar ¿no tenía cabalgadura? Decidme, ¿cómo era su caballo, avanzaba sin miedo entre la nieve, se ahuyentaba con las ráfagas de pólvora, con la proximidad de las bayonetas? ¿Se ayudaba el valiente soldado de un palafrenero?".
Gericault se fue transformando. Como pintor y como hombre. Durante unos años se le vio como fatigado, harto de aquellos temas, hastiado de imaginar cacerías de corceles indómitos en montes remotos. Empeñó la salud y una buena porción de sus amigos en una búsqueda dolorosa, en un ejercicio terrible de investigación expresiva. A lo mejor corro el peligro de aburriros, pero no me resisto a dejar de contaros el terrible naufragio de 1816 de la fragata Medusa. Creo que iba con destino a Senegal con un cargamento excesivo. La misma Francia no fue ajena a la imprudencia. Cuando sobrevino el naufragio, un total de 149 personas fue abandonado en una balsa en el océano. Permaneció a la deriva casi dos semanas, en las que se produjeron horrores de la más abyecta naturaleza: cada día se reproducían escenas de locura y de muerte, cada día alguien intentaba decapitar a su vecino, alguien era arrojado por la borda para evitar la pestilencia y apaciguar la hambruna de los tiburones, y llegaron a multiplicarse los actos de canibalismo. El suceso conmovió a la sociedad de la época.
Quiso el azar que un barco rescatase a la balsa con quince náufragos a bordo. Aquel asunto, tan tremendo, excitó la sensibilidad enfermiza y macabra del pintor. Se puso a trabajar día y noche en aquella idea que le proporcionaría, pensó, un gran cuadro. Habló con los supervivientes que se hallaban postrados en los hospitales, encontró al carpintero que había construido el bote y logró que le facilitase un plano y una reproducción en miniatura, visitó los depósitos de cadáveres y consiguió un exhaustivo informe de los médicos. A partir de ahí, tras realizar al menos medio centenar de estudios previos, culminó una obra magna, sombría, de más de 35 metros cuadrados. Sé que os estaréis preguntando qué tiene esto que ver con los caballos. Por el momento, nada. Gericault era un ser torturado, partidario de las emociones fuertes, proclive a un estremecimiento radical de los sentidos. Era un romántico. La balsa de Medusa conmocionó París y desató una gran polémica. El artista ya no estaba dispuesto a volver atrás: estaba inventando, casi sin haberlo pretendido, al reportero pintor, al cronista de su época desde la superficie de un lienzo.
Decidió viajar a Italia, donde estudió a los grandes artistas del Renacimiento: Leonardo, Rafael de Urbino, Miguel Ángel, quizá a los posteriores Giorgione y Caravaggio, su predilecto. Y más tarde, atraído por los pintores ingleses del momento (dicen que acudió a saludar al gran Turner a su estudio), se marchó a vivir a Londres. Insistió en su mirada a la realidad, insistió en asomarse al universo de los locos y los alucinados, tan enajenado él ya, tan irremediablemente enfermo. Su producción final es como un descenso a los infiernos, donde halló una galería de torturados, solitarios, criminales y posesos. Dicen que intentó suicidarse en varias ocasiones. En el umbral de la muerte, expiró a los 35 años, recuperó el mundo de su niñez, la patria del caballo: los derbys, la beldad escultural de las yeguas, un poney rojo apacentando en el prado, la estampa doméstica de las caballerizas. Su testamento fue una colección a carboncillo de cabezas de caballo, que tituló sorprendentemente Autorretrato de Gericault. Al final, debajo de los apuntes y de los bocetos, figuraba una frase enigmática: Los caballos no necesitan pensar. Corren. Los dioses le habían reservado un final tan simbólico como irónico, el último arrebato de la fatalidad.»
*Uno de los cuadros más famosos de Theodore Gericault: El derby de Epsom. Este texto pertenece al ciclo "Caballos en la noche", editado en un libro de bibliofilia, con dibujos de Natalio Bayo, que se incorporó luego a Los seres imposibles (Destino, 1998).
MAÑANA, DÍA DEL LIBRO INFANTIL

¡FELIZ DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL!
Mañana 2 de abril es el Día Internacional del Libro Infantil. Como todos los años, el IBBY (International Board on Books for Young People) celebra este día con el fin de conmemorar el nacimiento del escritor danés Hans Christian Andersen.
Cada año es un país miembro de dicha Organización Internacional el encargado de editar el cartel anunciador y el mensaje dirigido a todos los niños del mundo. Este año, la sección de Tailandia, distribuye el cartel y el mensaje de Chakrabhand Posayakrit.En 2010, España será el país encargado de hacer el cartel y lanzar el mensaje. Con este motivo, la OEPLI hará pública la convocatoria invitando a todos los escritores e ilustradores a participar.
Éste es el texto seleccionado este año:
La búsqueda del saber a través de la lectura debe recibir un trato prioritario y ebe ser fomentado desde la infancia.
En mi opinión, a los niños tailandeses, desde siempre, se les ha inculcado el deseo de conocer a través de la lectura, y ésta se ha basado en una cultura y una tradición. Los padres son sus primeros profesores, y los clérigos, sus principales mentores. Ellos han guiado y educado a los más pequeños tanto intelectual como mentalmente, tanto en asuntos mundanos como espirituales.
Así, para realizar este cuadro, yo encontré la inspiración en las ancestrales tradiciones de Tailandia: contar cuentos a los niños para educarlos haciéndoles leer inscripciones grabadas en hojas de palmera que luego se colocaban sobre pequeñas mesas plegables diseñadas exclusivamente para leer sobre ellas.
Las historias escritas en hojas de palmera generalmente provienen del Budismo. Hablan de la vida de Buda y de las historias de los jatakas, con la noble intención de cultivar las mentes de los jóvenes y de infundirles fe, imaginación y sentido de la moralidad.
Chakrabhand Posayakrit
14 de diciembre, 2006
Traducción: Paula Sanz
Según la tradición budista, los jatakas son historias que cuentan fragmentos de las vidas anteriores de Buda. Los protagonistas de estas historias pueden ser hombres o animales queencarnaron a Buda y a otros personajes relacionados con él.
Algunos jatakas son fábulas de animales inteligentes o de hombres sabios. Otros cuentan cosas acerca de héroes que vivieron en reinos mágicos. Y otros son poesías antiguas o leyendas sagradas de brahmanes y ermitaños. Los jatakas son historias maravillosas.
*Una ilustración de Ana Lóbez (Zaragoza, 1977), una de las creadoras más originales del momento.
EL SIGLO DE JOSÉ LUIS GONZÁLEZ BERNAL

No es fácil hallar un pintor aragonés contemporáneo que haya recibido tantos elogios como José Luis González Bernal (Zaragoza, 30.03.1908-París, 18.11.1939). Fue amigo del poeta y dramaturgo Jules Supervielle, para el que diseñó la escenografía de su obra teatral “Bolívar”. Suscitó el inmenso cariño de Henri Michaux, que lo invitaba a su casa a oír los discos que había traído de Asia y diría de él, tras su muerte: “Ya ha existido el siglo de Velázquez, el siglo XX será el de Bernal”. Frecuentó a la diseñadora Coco Chanel, al poeta rumano Claude Sernet, al círculo parisino de grandes artistas surrealistas. Debilitado por la enfermedad, contó con un gran amigo como el doctor Julián Vizcaíno (Orense, 1899-Zaragoza, 1983), que lo cuidaría una y otra vez de sus continuas hemoptisis (vómitos de sangre debidos a una caverna pulmonar) y que le ayudaría a montar la exposición del Pilar de 1930 en el Rincón de Goya. Aquel doctor no solo le tomó las fotos, sino que, a través de su hija Annette, acabaría legando más de 300 obras a las Cortes de Aragón, institución que le organizó una gran exposición, con un espléndido catálogo, en el Instituto Cervantes de París: “González Bernal (1908-1939). Un solitario de la vanguardia española”.
González Bernal nació en Zaragoza en 1908 y estudió el Bachillerato en los Escolapios; más tarde se matriculó en la Escuela Industrial de Artes y Oficios, tras suspender el examen de ingreso en Medicina. Fue aprendiz de joyería y de ferretería y acudió a la Academia de Abel Bueno. Manuel Pérez—Lizano, uno de los primeros en interesarse por su compleja biografía, dice que era tímido, un tanto apático, y a la vez apasionado y algo cleptómano; le interesaban los pequeños objetos de cafetería. Hacia 1931, cuando había expuesto en distintas colectivas, una importante individual en el Rincón de Goya y otra con su amigo Manuel Corrales, en el Casino Mercantil, dijo: "Toda mi vida he intentado hallarme en el círculo para que todo el mundo gire a mi alrededor".
En 1929, con el importe de uno de los primeros cuadros vendidos, se trasladó a París, donde compartiría estudio con Corrales dos años después. Con éste parecía mantener una pugna llevadera por una novia: Manuela Montes. Iba una y otra vez a París, y volvía a Zaragoza para encontrarse con sus amigos: los anarquistas Gil Bel y Ramón Acín, Javier Ciria, Tomás Seral y Casas (a quien le hizo un dibujo y le diseñó la portada de uno de sus libros), Díaz--Caneja, Martín Durbán, Federico Comps. Nunca se olvidaba de su ciudad, que no siempre celebraba su inspiración: sus carteles para las Fiestas del Pilar jamás fueron premiados y su exposición en el Rincón de Goya, en octubre de 1930, sembró la perplejidad. González Bernal sabía defenderse: “El artista debe crear su mundo propio e independiente, paralelamente a la Naturaleza, pero independiente de ella". A Fernando Castán Palomar le confesó: "He pasado tres días y tres noches sin comer ni dormir; no tenía casa; vivía en la calle; me lavaba la ropa en una fuente pública; me refugiaba, para conciliar el sueño, en las iglesias que tienen calefacción o en los coches del Metropolitano". Lo cual no le impedía decir, a propósito de Zaragoza: "Soy extranjero en mi tierra, paso incomprendido por ella y torno a París".
Para entonces, quemaba estéticas con vehemencia: había pasado por una pintura figurativa de motivos clásicos y un tratamiento original, había asimilado el expresionismo de Tanguy y coincidía con lienzos de Dalí. Asimiló el surrealismo de manera rápida (se dice que fue corrector tipográfico de Minotaure) y ya no lo iba a dejar, alternando siempre el óleo, con la acuarela y sus formidables dibujos, algunos tan conocidos como el de Federico Comps, datado en 1935, el de Seral y Casas, el del propio doctor Vizcaíno o sus autorretratos. Sus paisajes con figuras están transidos de magia y enigma, de sexualidad y cromatismo. En su producción, corta en el tiempo pero abundante en técnicas y estilos y calidad más que en cantidad, se percibe una vertiginosa evolución de tendencias y estéticas: es visible la huella, o la afinidad, con Joan Miró y Dalí, Yves Tanguy, Max Ernst, Giorgio de Chirico y, por supuesto, el surrealismo de René Magritte. Ahí están cuadros como “Figuras” (1930), “La piedra filosofal” (1934), “Paisaje con cardo” (1934-38) o “Pierre Dupré” (1936), entre otros. Una nota en una revista acertó de pleno: “La obra de Bernal es una y múltiple. Es una fuerza magnífica que no pide sino expandirse”.
Cuando estalló la Guerra Civil (su hermano Francisco fue ejecutado por los nacionales), Arturo Soria le pidió que se integrase en el Servicio de Información, luego Ministerio de Propaganda, y trabajó allí en colaboración con aragoneses como Luis Buñuel, José Ignacio Mantecón y Rafael Sánchez Ventura. Se agravó su enfermedad, el doctor Vizcaíno le paralizó un neumotórax artificial que funcionaba incorrectamente, y poco después murió en París. Atrás dejaba una gran vitalidad creativa y humana, era un gran seductor (Manuela Montes, Ivonne Sée, Mira Fiuberg y tal vez Rafaela García de la Barga fueron algunas de sus novias), y una imborrable estela de talento, inspiración y pasión por el arte. En noviembre de 1939, le dijeron al médico: “Acabamos de venir de enterrar a González Bernal en la Malmaison”. Poco después, Jules Supervielle escribiría: “Y tú te mueres a los 30 años, con tu paleta aún fresca en la mano, // Tú que tenías los ojos ardientes de aquél que por largo tiempo ha hecho callar a su enfermedad // Hasta el día en que el incendio brotó por todas tus ventanas // Y tu tejado de hombre joven quedó derribado.”
*Este artículo apareció el lunes en Heraldo de Aragón. En estupendo y voluminoso catálogo escriben Juan Manuel Bonet, José-Carlos Mainer, Lucía García de Carpi, Jaume Vidal, Manuel García Guatas y Manuel Pérez-Lizano y Alfredo Romero, que evocan la amistad con Julián Vizcaíno y fijan su biografía. Esta obra "¿Cabeza de bestia?" (1930) pertenece al legado del pintor cedido a las Cortes de Aragón por Ana Vizcaíno.
DIBUJOS Y ANIMALES DE LINA VILA

Lina Vila es una de las artistas más personales de este momento en Aragón. Es una creadora que emplea un lirismo desapacible, una belleza con fisuras y cicatrices: indaga en sí misma, en el color, en la mancha, en el blanco y el rojo, en la tierra, en los sueños. Esta tarde, Lina Vila inauguraba una exposición, “Mis animales conmigo”, en la galería de Mario Campos, en la calle de la Luz. No he podido acudir, el otro día destrocé bastante el coche en el garaje al golpearme con una columna, pero iré pronto a ver la obra.
Lina Vila atraviesa un momento maravilloso y exultante: en el arte, en las clases que da en la Casa de la Mujer y en Ibercaja, en su vida más personal, en su proyección creadora. También participa en el volumen colectivo “Cuentos a patadas. Historias del Real Zaragoza”, que se presentará en breve. A esta muestra, muy suya, con esa inquietud tan peculiar, se le sumarán de inmediato otras en Madrid.
CASI UN MICRORRELATO

EL MÓVIL Y LA BODA
“No existe ningún abonado con este número”, oyó por primera vez. A Pedro Etura le habían encargado un reportaje de verano en Delicias: se trataba de captar la nueva vitalidad del barrio, el clima de agitación, el colorido, la impresión de que la Zaragoza del extrarradio se había convertido en las afueras de París o en un zoco de Marrakech. El asunto podía ser bonito, sin duda; exigía paciencia, instinto, y una idéntica porción de ocultamiento y descaro. El fotógrafo debe ver sin ser visto, era su lema, aunque él no era partidario de las fotos robadas. Vio una tienda china con la dependienta entre jarrones y un periódico inmenso escrito en chino mandarín sobre el mostrador, y disparó. Buscó otro ángulo, y volvió a disparar, dos, tres veces, sin mucha convicción. Marcó, otra vez, en el móvil, como si tuviera la cabeza en otro lugar y en otros rostros. Pasó a su lado una mujer africana, embutida en uno de esos vestidos verdes y amarillos, que llaman la atención, que atraen la mirada de los más despistados. No se dio cuenta de que los ociosos hombres de la terraza alzaban la cabeza a la vez para mirarla: el movimiento de danzón o ritual lejano de sus caderas, el porte seguro, aquella elegancia que olía a selva y jengibre, la exuberancia del cuerpo que se bamboleaba con la preciosista geometría del traje. Su compañero del periódico le advirtió un poco tarde. Una voz insistió: “No existe ningún abonado con este número”. Se fijó en una cesta de verduras de un colmado latino, y la misma voz repitió: “No existe ningún abonado…”
Cerró de golpe, miró la agenda del teléfono y comprobó los números. Era el mismo. El suyo, el de siempre, el de la noche anterior.Tenía que afanarse un poco más: los reportajes de ese tipo se vestían básicamente con fotos, aunque su compañero poseía una prosa cuidada, inclinada a la poesía y a las anécdotas impresionistas, poco periodística tal vez. Había que realizar planos generales, detalles llenos de vida, debía captar personajes confiados en su contexto. Primero avanzó por la acera derecha y entró en varios locutorios, y supermercados, y bancos improvisados que sugieren una existencia provisional; luego hizo lo mismo por la acera izquierda. Era consciente de que su cabeza estaba en otro sitio. Llamó de nuevo, con la certeza de que no se había equivocado, de que no se equivocaba: aquel era el teléfono de Marta, la mujer con la que había estado viéndose en los seis últimos meses, la mujer de ojos de agua que le había hecho perder la cabeza en un plenilunio de amor inagotable. “No existe ningún abonado…”
En ese momento, Pedro Etura dijo, como si hablara consigo mismo, pero también con su compañero y con la misma Marta: “Ya lo siento, nena. Sólo era para decirte que me habría casado contigo tal como querías”.
*Autorretrato de Edward Weston.
LINA VILA: UNA ENTREVISTA

[Hace algún tiempo le hice una entrevista a Lina Vila (Zaragoza, 1970); coincidiendo con su exposición en la galería Mario Campos, la rescato y la cuelgo aquí por si alguien desea conocer un poco mejor a esta mujer laboriosa, audaz e inspirada.]
“El cuerpo también es un laboratorio de miedos”
¿Recuerda desde cuándo le atrae el arte?
-Desde que tuve la primera caja de colores. De inmediato fui a un taller de pintura de un familiar lejano. Fue un gran placer poder dibujar en una cartulina grande, usar las ceras, jugar con el color. A los ocho años dije: “De mayor sólo querré estudiar Bellas Artes”.
¿Le marcó especialmente la figura de su padre Pedro Vila?
Creo que sí, pero más tarde. Tiene un modesto taller de reparación de motores, es un aragonesista entusiasta, amante de su tierra, defensor de algunas tradiciones como la alfarería. Tenía una gran curiosidad por todo, pero tardé en darme cuenta. Es observador, ha leído mucho y es autodidacta. Hace poco descubrí que escribía poemas y que investiga. Acaba de presentar un vídeo sobre la sabina: tiene ideas utópicas. Todo ello ha sido un feliz descubrimiento.
Sigamos: ¿cómo fue su evolución?
Estudié aquí con Cano Peñarroya, que fue básico para mí: me enseñó a dibujar desde el clasicismo más absoluto, lo cual me sirvió para aprobar el ingreso en Bellas Artes en Barcelona.
¿Qué ocurrió en Barcelona?
Barcelona es uno de los lugares ideales para vivir. Me gusta mucho por su arquitectura, por la propia gente y por el movimiento cultural, diferente al de Zaragoza. Me fui en el curso 1988/1989, y vivía sola por primera vez, me enfrentaba a unos estudios que me gustaban muchísimo. Yo no quería dar clases, claro, soñaba con dedicarme a la creación.
¿Qué pintores admiraba en aquel momento?
Toulouse-Lautrec sobre todo. Y Goya desde siempre: las “pinturas negras”, “Los desastres de la guerra”... Eso lo había aprendido en casa. Y en cierto modo, comencé con una obra impresionista y derivé hacia una estética más expresionista, con algunos destellos surrealistas.
Creo que en aquellos años en Barcelona estudió con Alicia Vela y vivió con la joven artista María Buil, que le precedió en la Casa de Velázquez.
-Con Alicia Vela hice grabado. En cuestión de concepto me enseñó mucho. Me insistía mucho en la idea de obra única o múltiple, en la pérdida del aura. Me decía que más que la formación técnica incluso, era imprescindible la formulación conceptual, la idea. Y eso me influyó mucho. ¿María Buil? Vivimos un tiempo juntas cuando hacíamos un curso de postgrado: “El dibujo como instrumento científico”. Es una gran pintora. Nos seleccionaron para una muestra.
-¿Cuándo volvió a Zaragoza y cómo se planteó la carrera?
-Regresé en 1995. Monté el estudio poco a poco, pintaba todo lo que podía y daba algunas clases para sobrevivir.
-Quizá la exposición que la dio a conocer fue la de Casa de Morlanes hace un par de años casi. Se titulaba “La vida y sus sombras”, y anunciaba un mundo desapacible, inquietante... ¿Por qué, de dónde procede todo eso?
-Viene del miedo a la muerte, al paso del tiempo...
-¿No me diga que le perturban esas cosas a su edad?
-Sí. Y me explico: crecí con mi abuela materna, Juana, la vi envejecer, la vi morir. Fue una persona muy especial para mí. Creo que todas estas obsesiones vienen de ahí. Era ciega. La dibujaba constantemente, cientos de veces incluso. Era mi modelo más constante. Y la conciencia de la finitud me ha llevado a reflexionar sobre el paso del tiempo, la vejez, las herencias inmateriales, los lazos de la memoria.
-¿Explicaría todo eso otra constante de su obra: la fragilidad?
-Tal vez. Percibo la incertidumbre de estar aquí, lo vulnerables que somos, me duelen las guerras. Hay demasiadas cosas que no puedo entender...
-Ese desamparo es doliente, metafísico. ¿Por qué ha elegido el cuerpo como forma constante de expresión y de investigación?
-Viene de una evolución. El cuerpo es el contenido: es la sombra y es el interior, y a mí me interesan cosas como el cuerpo desechable y renovable, la idea de lo sano y lo insano, la utopía de permanecer. No quiero ser una artista ensimismada, no quiero mirarme el ombligo, aunque reconozco que no soy expansiva y que miro mucho hacia adentro...
-A veces, da la sensación de que está usted próxima a Frida Kahlo, a Cindy Sherman, a Marina Abramovic...
-Quizá haya alguna semejanza, con Frida Kahlo especialmente (le interesaban el cuerpo, el dolor, los órganos interiores y sus sombras), pero yo intento buscar mi camino: si salen muchas mujeres en mis obras es porque es lo que conozco, pero no es un discurso feminista. El cuerpo también es un laboratorio de miedos: yo no tengo conciencia católica, no creo que después de la muerte venga el paraíso, entonces ese tránsito me parece doloroso y punto. Caemos todos muy pronto en el olvido. Hay una artista que no ha nombrado y que me gusta muchísimo: Louise Bourgeois [Premio Aragón-Goya, 2008].
-¿A qué se debe que titule muchas de sus obras “Vanitas”?
-Quizá porque es una palabra que define nuestro estado mental. Tenemos la vanidad de pensar que vamos a estar aquí siempre cuando somos de condición efímera, y yo lo expreso mediante la presencia de la calavera barroca, el reloj de arena...
-Sorprende en usted el empleo de tantas técnicas o disciplinas: dibujo, fotografía, instalación, pintura...
-Sobre todo me siento dibujante. A veces, lo que no puedes expresar con el dibujo, lo haces con la pintura. Con frecuencia se queda corta la dimensionalidad, y optas por ensancharla, aunque la obra sólo se acaba cuando la ve el espectador. En cualquier caso, creo que aquí no tenemos una formación técnica importante. Al menos yo.
-¿Cómo valora su estancia en la Casa de Velázquez?
-Me ha venido muy bien. La dedicación al arte es completa. No tienes que hacer encargos, que también ayudan a vivir: trabajas, experimentas, desarrollas una gran libertad y estás en un ambiente ideal, casi monacal, con artistas, con buenos talleres y bibliotecas, en Madrid. Es como si eso, comparado con esta ciudad ideal para vivir que es Zaragoza pero deficitaria en términos artísticos, te ahorrase pasos. En Aragón debemos potenciar la educación artística, crear talleres en los museos y ayudar a que la gente abra sus mentes.
-¿Y qué ha significado el premio Isabel de Portugal de pintura?
-Me está ayudando mucho: es un estímulo para continuar y vencer algunas zozobras.
*Esta foto de Lina con sombrero pertenece al dominio Zaragozame, del gran Mariano Gistaín, enamorado de la bella y simpática María Clau, y de sus socios.
ANTONIO PÉREZ MORTE: UN POEMA CÓMPLICE

LOS ANTONIOS
(Para Antonio Cuenca Cobacho)
Antonio, tocayo, amigo, hermano:
¿No esperarías de mí un poema? ¿Un balance?
¡Un pedazo grande de vida en un folio o una cuartilla!
¡No lo esperabas! ¡No mientas, bandarra!
¡Que se alarga tu nariz y estira la perilla!
¡Que se encienden en tus ojos los ojos de Pablo y Juan!
¡Ojos de granujilla!
¡Húmedos ojos que ríen solos!¡Me conoces, te conozco, demasiado!
¡Recordamos, a medias, cosas que el otro ha olvidado
y algunas, que ninguno de los dos olvidaremos nunca!
¿Verdad cariño? ¿Verdad, marica?
¡Somos un disco duro en versión partida!
¡Quizá a estacazos!Nos conocemos tanto, sabemos tanto uno del otro,
otro del uno, y desde hace tanto,
que hemos aprendido a respetar nuestros silencios
y ahogar nuestros vómitos.Nos hemos desenganchado del café y hemos dejado
de beber las madrugadas, sin mochila para la guerrilla.
¡Ya no lloramos en público,
aunque tampoco hay que decirlo muy alto!
Hace tanto tiempo que los dos somos los Antonios,
y de la misma familia, que juntos aprendimos,
que la vida entera no cabe en cuatro versos,
ni en la mejor fotografía,
sino en la hermosa utopía del intento.
Copio aquí este poema del escritor y buen amigo, con campo base y campo de sueños en Sabiñánigo, dedicado a su amigo Antonio. Pérez Morte me advierto, y me da una gran alegría, que Antonio "es uno de mis mejores amigos y, además, padrino de mi hijo pequeño (Juan), que ahora tiene seis años". Si he alarmado a alguien, mil disculpas. Antonio Pérez Morte y Antonio Pérez Cobacho están espléndidamente. Me ratifico en la foto, con fondo de Kandinski.
*Sharon Stone vista por Gian Paolo Tomasi.
LUIS MIÑANA: UN POEMA DE AMOR, JUVENTUD Y PICARDÍA

EL JOVEN DE LA CAMISA A RAYAS
Bajo el sol de Corinto moría aquella tarde
el mundo. Yo habitaba en un cuerpo de seda y miraba
a tus ojos como a los del oráculo.
Todo el tiempo que sucedió después, y sigue sucediendo,
venía diluido en aquella cerveza que apuré, mientras el mar
buscaba entre mis piernas y me volvía ciega, porque para los dioses
la oscuridad es roja, aunque yo no supiera entonces de colores.
Yo te amaba. Pero tarareaba canciones de la Joplin
o fumaba para disimular.
Nunca he sabido dejar pistas.
Es verdad que te amaba. Para amarte fui a Grecia,
joven de la camisa desabrochada a rayas que se batía
al viento delante de mis ojos, olas del mar Egeo – entre mis piernas:
te adoré como a un dios praxiteliano, pero nunca te dije
mi secreto, ni aun sabiendo que, como a la perfección,
no volvería a verte.
Crucé entre líneas rectas por la historia.
Metí en el equipaje las sandalias compradas como quien compra un modo
de volver.
Envolví entre mis ropas, de regreso, los carretes de fotos
que me hicieron después creíble tu existencia, y hasta un poema breve
que tú me dedicaste sobre un mantel a cuadros desastrado, como eran
entonces los manteles en Grecia en los cafés baratos. En línea recta
transité hasta llegar al mundo de los vivos.
No duró mucho el duelo: los aviones recorren demasiada distancia
y apenas queda tiempo y lugar de ordenar sentimientos.
Desde entonces, te añoré como a la infancia, interminablemente.
No importa.
Bajo el sol de Corinto, que moría como hay que morirse de amor
al final de las óperas, dejé que me mintieras descarado porque así era preciso,
joven de la camisa desabrochada a rayas que se batía al viento
delante de mis ojos como un dios inmutable desde hoy,
que te nombro,
para reconocerte, finalmente, ya como de otro mundo,
el de la juventud.
*Este poema pertenece al libro "La arquitectura de los huesos" que hoy acaba de subir a su blog, Luisa Miñana. La foto es de María Deeva.
LUISA MIÑANA: DE LA ARQUITECTURA DE LOS HUESOS

[Conocí a Luisa Miñana con motivo de la publicación de su novela Pan de Oro (Mira), un libro que mezclaba la pasión por el arte, los secretos de la Restauración y la vida oculta de los talleres de los artistas en Zaragoza. Luego la he seguido a través de su blog: le apasiona la literatura, la poesía, la amistad, el arte. La Vida. Su blog es como su obra en marcha: se ramifica, se despliega, y todo lo abarca. Como un abrazo gigantesco del cierzo o de un río. Igual ocurre con ese libro híbrido que hoy nos presenta: en él está Luisa Miñana siempre al acecho, la mujer que paladea la obra ajena, la mujer que oye, la mujer que rinde homenajes a sus amigos, la mujer que construye poco a poco su órbita, su sensibilidad, sus delirios. En este libro, Luisa Miñana lo mismo medita que construye un cuento, lo mismo pasea que hace un sombrero a su imaginación, compone poemas, mira y glosa fotografías, establece un hilo de complicidad con su amigo Miguel Ángel Latorre o con su amado Fernando Sarría. Andamos y salimos de este libro, La arquitectura de tus huesos, que es un friso de ángeles y de devaneos, un jardín con flores y aromas, salimos y andamos del libro que, a veces, tiene algo de novela, de compendio de quimeras, de vergel en libertad, más allá de cualquier límite, mucho más allá de cualquier género.
Luisa me manda un par de textos, y aquí está el primero de ellos. Hoy, sabedlo, es el cumpleaños de Luisa. Aún no he visto el poema que le he dedicado su marido Fernando Sarría.]
BOLA DE NIEVE
Ya no nieva como antaño. Tampoco llueve igual que antes. Ni las cosas duran tanto como lo hacían. No duran los televisores, ni los frigoríficos, ni las lavadoras, ni los zapatos. No duran los amores, amor mío. Por eso no me ha extrañado verte esta tarde bajar las escaleras, subida muy alta, como una diosa antigua, sobre tus tacones, prolongados hacia arriba en la línea posterior de las medias. Escoltada por ese otro que ha venido a buscarte, te ha besado en los labios y ha cogido tu maleta. Muy educadamente me ha sonreído. Y muy amablemente yo he cerrado la puerta sin hacer casi ruido. Me he quedado pegado a la mirilla, viendo cómo caía la nieve en el rellano y asomaba un extraño y antiguo paisaje por el hueco de la escalera.
ESTA MEDIANOCHE, EL BORRADORES MÁS LARGO*

Dos intérpretes del grupo Enigma, Fernando Gómez y Javier Belda, tocan dos piezas de Benjamin Britten y Tom Bruynel esta medianoche en Borradores, y el director de la Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza, Juan José Olives, explica la trayectoria del colectivo, sus hitos más importantes y sus programas de conciertos para 2008.
El programa recibe en el plató al artista, poeta y músico Luigi Maraez, vinculado con el Moncayo y empeñado en construir un gran monumento en homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer, al que le ha rendido homenaje con un disco y con una colección de esculturas que exhibe en el programa. Y Pilar Mareigne y Mercedes Navarro hablan de las VIII Jornadas de Cine de Mujeres de Huesca, donde se rinde homenaje a Simone de Beauvoir y a la pintora Clotilde Vautier. Borradores emite el documental “Esperando a Maitena”, de Yolanda Liesa y Maxi Campo, donde se narra la historia de un grupo de mujeres oscenses empeñadas en organizar estas sesiones de cine.
Además, Borradores ofrece un amplio reportaje de la exposición “La memoria de Goya (1808-1978)”, que puede verse en el Museo de Zaragoza, visita la Biblioteca de Garrapinillos, que dirige Teresa Aznar, y rinde un homenaje a Rafael Azcona: repite la entrevista que se le hizo para el programa en junio de 2006 con motivo de su presencia en el Festival de Cine de Huesca y de la presentación de su novela “Los europeos”, en la que habla del Tubo y de sus amistades zaragozanas, entre ellos, el escritor Carlos Clarimón.
*Borradores se emite a las 0.05 de la noche. Hoy el programa nos ha quedado un poco más largo, dura algo más de una hora. Se me ha olvidado colgarlo antes. En la foto, Isabel y Mariana Otero, hijas de Clotilde Vautier. Isabel encarnaba a la profesora de "La buena vida" de David Trueba, y Mariana Otero es la directora de un documental sobre su madre: "Historia de un secreto", donde se narra la muerte de la pintora como consecuencia de un aborto clandestino. Si os quedáis, no os perdáis la película-documental de 10 minutos de Maxi Campo y Yolanda Liesa, una excelente realizadora y una mujer extraordinaria, simpática y sigilosa, inteligente y dulce, que es además la ayudante de realización de Borradores. Maxi también trabaja en Aragón Televisión.
MARTA SOUL, EN SPECTRUM SOTOS

[La fotógrafa madrileña Marta Soul expone en la galería Spectrum Sotos, desde hoy hasta el 7 de mayo. Julio Álvarez remite esta nota sobre la muestra y sobre la joven fotógrafa. Copio este material, a modo de noticia, invitación y sugerencia para apasionados a las fotos.]
MARTA SOUL: TEXTO PROMOCIONAL DE SPECTRUM
Las fotografías de Wellhome son retratos de mujeres desplazadas, aunque a primera vista nada nos indique su condición de emigrantes. La esmerada puesta en escena y el cuidado estilismo podrían hacernos pensar que se enmascara una realidad, a menudo presentada de forma más dramática y urgente. Sobretodo en los registros habituales del fotoperiodismo. Sin embargo, este proyecto pone sobre la mesa todo aquello que las representaciones fotoperiodísticas suelen excluir al abordar las crisis migratorias. En las fotografías no sólo se habla del éxodo. En ellas se produce una insólita conexión entre la emigración y los paraísos domésticos de la clase media. Puede que carezcan de dramatismo, pero en cambio sugieren un vínculo obliterado con demasiada frecuencia. Al posar en pisos nuevos, junto a los radiadores y las camas por estrenar, esos cuerpos femeninos dejan atrás la codificación victimista que las encierra en un círculo de precariedad. De repente han roto con la transicionalidad endémica. Han llegado a ocupar los espacios reservados a los sueños de otras mujeres.De ahí que la cualidad ficcional de la serie no represente objeción alguna para que siga manteniendo una estrecha relación con un fenómeno tan real como la emigración.
Carles Guerra
Chance of Love viene desarrollándose desde hace dos años aproximadamente cuando, de manera casual, mi vida se vio salpicada por los azares del amor, que hicieron que a mi alrededor aparecieran varios matrimonios mixtos compuestos de hombres españoles casados con mujeres inmigrantes.En un principio pretendí retratar cierto ideal de princesas contemporáneas devolviendo a la actualidad el cliché de ama de casa feliz y modélica que aparecía en la publicidad de los años 50 y 60. Un anacronismo localizado en el presente de estas mujeres en España donde se ha materializado su porvenir a través del romance. Los retratos se complementan con un vídeo de 20 minutos titulado Príncipes, en el que los esposos hablan de ellas descubriéndonos una parte del misterio.
Pero la dimensión de esta experiencia quedaba reducida sólo a la mitad si no se completaba este proyecto con la imagen de estas modernas heroínas en sus países de origen.Gracias a una beca de la Comunidad de Madrid pude desarrollar la segunda parte de estas historias viajando con las protagonistas a sus países y ciudades natales, conociendo a sus familias. Así, tuve oportunidad de retratar el triunfo de la voluntad de estas mujeres fotografiándolas en el hogar donde crecieron, y registrar la emoción y la inquietud de sus madres a partir de la realización de un segundo vídeo titulado Reinas, de 25 minutos de duración.
Marta Soul
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Marta Soul nace en Madrid 1973, donde vive y trabaja. Estudia Fotografía y Publicidad que complementa con los de Diseño Gráfico y Multimedia. Trabajó en el Departamento de Fotografía de la Facultad de Bellas Artes de Madrid. Desde el año 2001, comienza a desarrollar sus trabajos más personales, ahondando en la interacción entre la imagen y la realidad, en el sentido de la mutua influencia entre ambas: Sexus (2001) y Estética doméstica (2003). El lugar que ocupa la mujer en esta disyuntiva, dentro de la sociedad de consumo, es sin duda uno de los temas presentes en su obra a partir de este momento, primero con su trabajo Chance of love (2005) y actualmente Wellhome (2006), centrándose en el retrato de las mujeres inmigrantes. Ha publicado en diversas revistas especializadas y obtenido varios premios y menciones, al tiempo que su trabajo se expone regularmente en museos y galerías de arte. Desde el año 2005 es socia fundadora de la Agencia Nophoto.
*Una de las fotos presentes en la muestra.
ALERTA DE UN VIRUS

[Dos amigos distintos me han hecho llegar esta nota. Supongo que será una advertencia con fundamento. Si es así, la llevo al escritorio y la dejo aquí a modo de sugerencia. Un abrazo. Como soy muy torpe con estas cosas de los virus, y por lo tanto demasiado imprudente, la cuelgo.]
HOLA;
DILE A TODOS LOS CONTACTOS DE TU LISTA, QUE NO ACEPTEN UN VIDEO LLAMADO BOICOT AL CHIKILIKUATRE, ES UN VIRUS QUE FORMATEA EL ORDENADOR Y EL DE TUS CONTACTOS Y, ADEMÁS, TE QUITA LA CONTRASEÑA DE HOTMAIL
OJO, SI ELLOS LO ACEPTAN, LO AGARRAS TÚ TAMBIÉN, MÁNDALO URGENTEMENTE A TODOS ELLOS, ES UN MENSAJE DE IMPORTANCIA, SIMPLEMENTE COPIA Y PEGA.
*La foto es de Thomas Mann y de su familia en la playa. Como otras mías, no tiene nada que ver con el contenido, pero me ha encantado.
RAINER MARÍA RILKE: UN POEMA DE AMOR

Me llegó ayer uno de esos extraordinarios libros que publica Sergio Gaspar, en su sello DVD. Estuve el pasado fin de semana en Albarracín y leí algunos de los poemas del príncipe y poeta Ibn Razin, al que él (a él, a su ámbito, a la magia de Albarracín) le dedicó un delicadísimo poemario. Se trata de Poemas a la noche y otra poesía póstuma y dispersa de Rainer María Rilke, en edición bilingüe de Juan Andrés García Román.
Rilke fue, durante muchos años, uno de mis autores favoritos: lo leía y lo releía del derecho y del revés, coleccionaba todos sus libros y ediciones, sus biografías. Cuando llegué a Zaragoza encontré aquella monografía que le dedicó Jaime Ferreiro Alemparte sobre su estancia en Ronda. Compre varios ejemplares y los iba regalando a la cofradía de amigos de Rilke que había en Galicia: se llamaban Poetas del mar y de la escena, estaban vinculados a una compañía teatral de A Coruña y eran todos modernos y muy promiscuos. El líder era un tal Simón, Simón Aguirre, que tenía una novia morena y salerosa que se había cambiado el nombre de Ana Quente por Amalia Ferreira. Le pareció menos provocador. Era ella, en un café de la calle de Los Olmos, la que recitaba a Rilke. Primero en castellano y luego en alemán y francés. Un día recibió una mala crítica de un oyente, y abandonó para siempre la interpretación, y se convirtió en representante de artistas y en productora teatral.
Hoy voy a estar casi todo el día fuera de casa. Y no quería irme sin dejar aquí algunos versos:
[MUNDO HABÍA EN EL ROSTRO DE LA AMADA]
Mundo había en el rostro de la amada,
pero se ha desbordado de repente
y el mundo está ahora fuera; el mundo es inasible.
Por qué no lo bebí vertiéndolo de lo alto
desde el completo rostro, desde el amado rostro:
mundo que estaba cerca de mi boca,
perfumado. Y bebí. Cómo bebí insaciable.
Mas yo también de mundo me llené demasiado,
yo mismo que bebía me desbordé.
Ragaz, julio de 1924
*Cuelgo aquí esta foto de Nastassja Kinski de Richard Avedon y se la dedicó al fotógrafo Guillermo Mestre que, casi todos los días, se asoma a este blog.
ANTONIO LÓPEZ GARCÍA: MILAGROS DEL ARTE

[Antonio López García decía ayer en El País una de esas frases que tanto le gustan a Pepe Cerdá, que ha aprendido a colgar vídeos en su extraordinario blog y que está fascinado con la galerista Pilar Ginés. “Estoy hasta las narices de Picasso”, decía López. Pepe Cerdá realizará una gran exposición en el Pilar de 2009 en la Lonja. Hace unos días escribí un texto sobre Antonio López para una exposición colectiva en Italia. Las fotos de esta escultura, que representa a su nieta, son del estupendo fotógrafo Bernardo Pérez.]
ANTONIO LÓPEZ GARCÍA (Tomelloso, Ciudad Real, 1936)
Antonio López García (Tomelloso, 1936) es uno de los pintores españoles más personales. Su obra no se ajusta bien a ninguna etiqueta: él mismo ha rechazado las teorías que lo vinculan al realismo mágico en los 50 y 60, y también desmiente que sea un pintor que practica el realismo paisajista de orientación académica o que sea un pintor hiperrealista, aunque su obra se presente con minuciosos detalles, con incomparable exactitud, que hacen pensar en la precisión fotográfica.
La clave de su pintura, y también de su escultura, es la mirada: Antonio López es un pintor parsimonioso cuyo método personal ratifica las posibilidades que la contemplación de la realidad objetiva ofrece a los artistas. Busca la profundidad, la esencia de la realidad, y en esa búsqueda se encuentra con el misterio. Es un pintor paciente, lentísimo o de plasmación lenta, meditativo, que destila cuanto ve y analiza cómo incide la luz sobre los objetos, analiza la esfera de la intimidad, el paso del tiempo. Considera que la vida, con sus elementos más próximos y cotidianos, es un hecho enigmático en sí mismo. Suele decir: “El arte, como el baile o el tango, es algo natural y hermoso. El arte expresa sentimientos profundos, y en eso radica su verdad”.
Antonio López se formó en la Escuela Madrileña, junto a artistas figurativos como Enrique Gran, Amelia Avia y Lucio Muñoz, entre otros. En 1955, gracias a una beca, visitó Italia. Adoraba a los pintores del Renacimiento, a los que sólo había visto en reproducciones; al contemplar sus cuadros de cerca experimentó una gran decepción, y volvió sus ojos y su sensibilidad hacia la pintura española. Se hizo asiduo del Museo del Prado, y se quedó fascinado con Velázquez. También le interesó mucho la obra de Vermeer y los lienzos holandeses de temática urbana. Bajo ese influjo, y sin duda el de Salvador Dalí, ha desarrollado su obra: ha pintado interiores domésticos, escenas de su propio álbum de familia y una visión cálida e intemporal de las ciudades, una visión que trasciende la realidad y le encuentra nueva dimensiones: hondura, intensidad, sentimientos, espiritualidad y acaso una vaga sensación de espejismo. Antonio López crea en un clima absoluto de recogimiento, casi como un místico, como se veía en la película El sol del membrillo (1992) de Víctor Erice. Eso es algo que le distingue de los demás artistas figurativos españoles: asume la tradición descarnada del arte español, pero carece de prisa, anhela la máxima depuración, el rigor y la poesía, la belleza última, quizá porque piense que una obra no se acaba nunca, “sino que se llega al límite de sus posibilidades”. Antonio López es un pintor que experimenta el placer de pintar con una paciencia absoluta. Dijo en una ocasión: “Es necesario y bueno trabajar en la penumbra”.
El cuadro Gran Vía es una de sus obras maestras de una de sus series más conocidas y valoradas. Su ejecución se prolongó desde 1974 hasta 1981. Lo pintó del natural, como hace siempre, y revela otra constante del artista, su poética de observador: esta avenida desolada y sin nadie está impregnada de soledad, de angustia, de melancolía, como casi toda la producción de Antonio López García, que insiste una y otra vez en que “el milagro de la pintura nace de la libertad”.
DANIEL GASCÓN CUMPLE HOY 27 AÑOS

Mi hijo Daniel Gascón, que trabaja ahora de guionista en el programa “Esta mañana” de Pepa Bueno, en TVE, cumple hoy 27 años y apura, lentamente, su próximo libro. Pronto saldrá su traducción de una monumental biografía de Chejov en el sello Plot.
UN DOMINGO DE DOLIENTE MELANCOLÍA*

Dos palabras de un domingo de lluvia
Era domingo de siesta y lluvia. El sacerdote Joaquín Zamora evocó la figura de Miguel de Unamuno: recordó que cada día, durante sus paseos, se asomaba a un pozo artesiano y pronunciaba la palabra “Eternidad”. El eco le devolvía, desde el fondo, la palabra multiplicada como si fuera un poema de Juan Ramón Jiménez. Esa cita me pareció el momento más feliz del elogio fúnebre de Pepe Escriche: más bello aún que el sonido del himno de San Lorenzo con gaita, tan intenso como el cariño unánime y perlado de lágrimas que había despertado aquel hombre vitalista, más discreto que bravucón, que se había afanado en colocar, con otros, a Huesca en el mapa de todos los vientos de la cultura. Era domingo de lluvia y de crepúsculo prematuro. En el café contiguo al Casino había una atmósfera densa de abatimiento, de pérdida inconsolable: Ángel Garcés te apretaba la mano mientras la ansiedad y la desesperación pugnaban por igual dentro de sí. Él, casi tanto como Huesca, casi tanto como el cine, es el gran huérfano de Pepe y de esa obra maestra suya, difícilmente superable, que es el Festival de Cine.
Era domingo de doliente melancolía y de lluvia. Antes de regresar a casa, llamé a Fernando García Mongay, que había cosechado un nuevo éxito en el Congreso de Periodismo Digital. Me dijo que a las siete abrirían en el Matadero la muestra “En serio” de Samantha Appleton, una mujer extraordinaria y bella que fue ayudante de James Natchwey y que trabaja para “The New Yorker” y “Time Magazine”. Sostiene: “Al igual que la historia, el buen periodismo no surge de la nada. Está arraigado en su tiempo y su lugar, pero no es ajeno al contexto”. Aún no eran las siete; de repente, vi que había otra de las salas del Matadero abierta y pensé que debía tratarse de la exposición de la pintora Clotilde Vautier (1939-1968), una artista que murió a los 28 años a consecuencia de un aborto clandestino.
El tema fundamental es el universo íntimo de las mujeres. Clotilde pinta sus cuerpos desnudos, sus rostros, crea una atmósfera de recogimiento y desinhibición. Son mujeres que sueñan, mujeres que se bañan, mujeres que se ovillan entre sus piernas y sus propios senos, mujeres que fuman, mujeres que descansan sin pudor alguno. La pintora dejó alrededor de 90 lienzos y 150 dibujos, y se cuelga una selección importante: se ve que hay una pintora, cercana en ocasiones a Modigliani, cercana al Matisse más sobrio, muy francesa y expresionista, que usa las variaciones tonales del ocre. En los cinco años anteriores a su muerte, Clotilde pasó por periodos de escasez y de angustia, pero de una gran fertilidad creativa. Sus amigas posaban para ella, sabían que una mujer talentosa y honda las veía y les arrebataba, brochazo a brochazo, las comisuras del alma.
Dieron las siete, y abrieron la sala de Samantha Appleton. “En serio” es una muestra que plantea varias cosas importantes: de entrada, la importancia real y simbólica de la bandera de Estados Unidos, que está en todas partes y que a todos representa; pero además, Samantha reflexiona visualmente sobre las elecciones primarias en el país y sobre otro hecho: en la política norteamericana, en los mítines de Hillary, McCain y Obama (el más carismático: hay algo en é que recuerda a Kennedy) “el poder del pueblo se puede palpar”. La muestra también es una evidencia de la infausta política exterior de Bush y revela un hecho insólito entre nosotros: Obama o Hillary van a buscar sus votos a pie de calle, a lugares como Almúdevar, Boltaña o Alquézar. En la muestra, me quedé con una foto de un ciudadano que oye a Obama y lleva una pegatina con la palabra “Hope”. Esperanza. La palabra preferida de Rafael Azcona. Salí a la calle, y me dije: Eternidad y esperanza. Dos palabras para Pepe Escriche en aquel domingo de dolor y lluvia.
FAROS EN LA NOCHE: FAROS DE AMOR

sin ella no es nada:
un grito silencioso al cielo.
Puedo demorarme en tu cuerpo,
hacer de él un sarmiento encendido
que ilumine todo tu deseo.
Mis manos se abandonan a tu piel
y pueden reanudar tus sueños
como si nunca nos abordará el día.
Como faros se rinden ante ti
y te besan con su caliente anhelo
en el añil indescifrable de un nuevo abril.
Fernando Sarría
[Mi libro Golpes de mar (Destino, 2006) está lleno de faros en casi todos sus cuentos. Faros reales, faros soñados, faros que a veces tienen un farero como el viejo Buxán, que encarna la memoria mítica del mar. El poeta Fernando Sarría -que publicará en breve su primer poemario en Eclipsados, el sello del incansable Ignacio Escuín Borao, poeta, editor e impresor, que ayer participaba en un ciclo poético en Córdoba-, ha colgado este bello poema en su blog. Ayer leyó, con un montón de amigos, algunos de sus poemas en La Campana de los Perdidos, ese santuario de soñadores. Copio este texto y lo traigo aquí, como modesto homenaje al amigo escritor y rapsoda y a los mares de mi imaginación y de mi añoranza.]
*La foto corresponde al faro de Saint Mathieu en Francia. Y lo he tomado de una espléndida página de faros de la bitácora La Pecera: http://lapecera.ath.cx., que ofrece un faro cada día, a cual más bello.
EL MAR DE CLARA JANÉS Y CHILLIDA

Clara Janés le propuso a Eduardo Chillida realizar un libro juntos. Lo culminaron, tras 19 años, en 1998 y se titulo La indetenible quietud, que reedita ahora Siruela, con esa belleza y buen gusto que caracteriza al sello que dirige la elegante e inteligente Silvia Meucci, tan fascinada por la novela negra.
Uno de los poemas que más me gusta del libro es éste:
No hay hilo que descifre
el laberinto del mar,
que no es trayecto el mar,
que esbozo es de lo invisible el mar,
condensaciones, tendencias;
que siempre es pasado el mar,
origen, materia madre,
sin forma, sin sombra, el mar;
que es deseo puro el mar,
pura posibilidad.
[Y aquí lo dejo colgado. Estaré fuera todo el sábado: me voy a Benasque y dormiré allí, y quizá pasee por el campo…]
*La foto es de Julia Fullerton-Batten.
ADIÓS A CHARLTON HESTON

[Semblanza y biografía de Charlton Heston, uno de los actores que más me gustaba de niño, me recordaba mucho a mi padre, que publica Fernando Alonso Barahona, en El Semana Digital. Durante mucho tiempo mi película favorita de él fue Cuando ruge la marabunta con Eleanor Parker, una película de la que se habla en la novela Naturaleza infiel (RBA) de Cristina Grande. Charlton Heston visitó Aragón en 1989 para realizar una serie sobre la ópera, hablaba un poco español, visitó, entre otros lugares, San Juan de la Peña, la Aljafería, en concreto la Torre del Trovador, y el patio de la Infanta. Estuvo muy amable con los periodistas y evocó, entre otras cosas, el rodaje de “El Cid”, la playa de Peñíscola y la belleza deslumbrante de Sofía Loren. Una de las últimas películas suyas que he visto ha sido El tormento y el éxtasis, donde encarnaba a Miguel Ángel Buonarrotti.]
Es bien sabido que las leyendas nunca mueren, que los artistas perviven en sus obras y que los hombres de fe saben que la esperanza permanece en la vida eterna.
Charlton Heston, nacido en Evanston (Illinois) el 4 de octubre de 1923, ha fallecido en Los Ángeles el 6 de abril de 2008, a los 84 años. Algunas fuentes señalan 1924 como su fecha de nacimiento, pero yo le envié mis dos libros biográficos: Charlton Heston(CILEH, 1992) y Charlton Heston, la épica de un héroe (Eiunsa, 1999) y no corrigió el dato de 1923 en la correspondencia que he tenido el honor de mantener con él desde 1994 hasta la fecha.
Heston es una leyenda del cine con un puñado de obras maestras en su haber que han pasado a la historia del Séptimo Arte: leyenda, icono de varias generaciones y un actor de cine y teatro extraordinario... como bien supo ver su admirado Orson Welles, quien un día le proclamó capacidad para convertirse en el mejor actor norteamericano de la segunda mitad del siglo XX.
Y Charlton Heston era un hombre de fe, y en su despedida pública con ocasión de su anuncio de que padecía la enfermedad de Alzheimer, en agosto de 2002 (aunque su ultima aparición pública data de octubre de 2003 en una entrevista en la televisión), pidió a sus admiradores que le recordáramos con alegría porque su vida había sido larga, plena y fecunda.
De la guerra al Oscar
Charlton Heston se casó con Lydia Clarke, su única mujer, en 1944, con tan sólo veinte años, para partir al Pacífico, donde combatió con el ejército norteamericano. A su regreso trabajó duro en el teatro y en la entonces naciente televisión. En 1950 la Paramount le dio la oportunidad de debutar en el cine profesional con Ciudad en sombras (Dark city) de William Dieterle. La gran trayectoria de su vida había comenzado.
Heston destacó en melodramas como Pasión bajo la niebla (Ruby Gentry, 1952) del gran King Vidor, westerns como Pony Express de George Marshall u Hoguera de odios (Arrowhead) de Charles M. Warren, amén de ese clásico del cine de aventuras que es Cuando ruge la marabunta (The naked jungle, 1953) de Byron Haskin.
Pero tal vez nunca hubiera logrado el máximo estrellato de no ser por el mítico Cecil B. de Mille, quien le seleccionó siendo apenas conocido en 1952 para El mayor espectáculo del mundo (The greatest show on earth), Oscar a la mejor película, y en 1955 para la monumental Los Diez Mandamientos (The Ten Commandments). Su papel de Moisés en esta gigantesca obra maestra estrenada en 1956, que ha cruzado épocas y generaciones sin perder un ápice de su atractivo, le hubiera garantizado por sí mismo un lugar en la historia.
Dos décadas de gloria
Pero la carrera de Charlton Heston acababa de entrar en su período de gloria: Horizontes de grandeza (The big Country, 1957) de William Wyler; Sed de mal (Touch of evil, 1958), la obra maestra de Orson Welles, que pudo filmarse gracias al empeño personal del actor, Misterio en el barco perdido (The wreck of Mary Deare, 1959) de Michael Anderson, al lado de Gary Cooper; y el punto culminante, la colosal Ben Hur de William Wyler, galardonada con once Oscars en 1959 (entre ellos el del propio Heston) y que es junto a Los Diez Mandamientos y El Cid una de las mejores películas jamás filmadas. Sam Bronston le llamó para la mencionada y fabulosa El Cid (1961), a la que siguió 55 días en Pekín (55 days at Peking) de Nicholas Ray.
Con su rostro pétreo, su mirada penetrante y un carisma a flor de piel, Heston –modelado en el teatro de Shakespeare y en los grandes clásicos a los que volvía de vez en cuando sobre las tablas– era el intérprete ideal para el cine épico.
Y junto a su galería de Moisés, Judah ben Hur o Rodrigo Díaz de Vivar, compuso excelentes creaciones: Miguel Ángel en El tormento y el éxtasis (The agony and the ecstasy, 1965) de Carol Reed; San Juan Bautista: La historia más grande jamás contada (The greatest story ever told, 1966) de George Stevens; Richelieu: Los tres mosqueteros de Richard Lester; Enrique VIII: El príncipe y el mendigo de Richard Fleischer; o Santo Tomás Moro: El poder del triunfo, dirigida por él mismo.
En la década de los sesenta fue el artífice de la puesta en marcha de obras maestras como El señor de la guerra (The war Lord, 1966) de Franklin J. Schaffner, Mayor Dundee (1965) de Sam Peckinpah y Will Penny (1967) de Tom Gries, una de sus mejores interpretaciones, como un vaquero rudo y analfabeto.
Pero su nueva inyección de gloria llegó con la mítica El planeta de los simios (Planet of the apes, 1968) de Franklin J. Schaffner, cuya escena final ante la Estatua de la Libertad es una de las imágenes del siglo XX.
Y en el nuevo género de la ciencia-ficción: El último hombre vivo (The omega man, 1970) de Boris Sagal, Cuando el destino nos alcance (Soylent Green, 1973) de Richard Fleischer… a los que siguieron historias de catástrofes como la popular Terremoto (Earthquake, 1974) de Mark Robson o bélicas como La batalla de Midway (Midway, 1976) de Jack Smight.
Los últimos años
Charlton Heston, gran amante de España (como recoge en sus memorias), hablaba español con cierta pericia y junto a su época con Bronston, rodó en España en régimen de coproducción la entrañable La selva blanca (1972) de Ken Annakin, y su primera película como director, la magnífica y muy personal adaptación de Shakespeare Marco Antonio y Cleopatra (Anthony and Cleopatra, 1972).
El teatro, la televisión (la serie Los Colby o Camino de Santiago en 1999, producción española de Antena 3) o una nueva película como director (Duelo en las profundidades, [Mother Lode], 1982) jalonan su trayectoria, que en la última época va ligada a su propia productora, la Aggamennon Films. Con ella y con su hijo Fraser como socio pone en marcha una interesante serie de películas que fueron distribuidas en televisión por cable (algunas además se estrenaron en cine): La isla del tesoro (Treasure island) de Fraser Heston en 1989, El poder del triunfo (su propia versión de Un hombre para la eternidad) dirigida por el propio Heston en 1988 y Compromiso sangriento (Crucifer of blood) de Fraser, donde encarna a Sherlock Holmes, en 1990.
No faltaron ilustres cameos en sus ultimas apariciones como Mentiras arriesgadas de James Cameron, con Schwarzenegger, su colaboración en el Hamlet de Kenneth Brannagh, o la nueva versión de El planeta de los simios dirigida por Tim Burton. Y una película postrera aún sin estrenar, la producción independiente Rue Alguem 555 (2002) de Egidio Eronico, donde da vida a Josef Mengele.
Claros compromisos públicos
Charlton Heston tiene dos hijos, el ya mencionado Fraser, nacido en 1955 (y que fue el Moisés bebe en la película de De Mille) y Holly Ann, adoptada, nacida en 1961.
Junto a su labor artística, Heston, uno de los actores más cultos de Hollywood, se involucró en multitud de actividades sociales, culturales y políticas. Estuvo al lado de su amigo Martin Luther King en la marcha por los derechos civiles, presidió el sindicato de actores y desde 1999 a 2003 fue el presidente de la Asociación Nacional del Rifle, que defiende la segunda enmienda de la Constitución americana (el derecho a llevar armas).
Charlton Heston escribió dos libros de memorias y dos excelentes ensayos sobre pensamiento conservador: To be man: Letters to my grandson y The courage to be free. Durante muchos años apoyó a los candidatos presidenciales demócratas (aunque en el resto de elecciones legislativas votaba indistintamente republicanos y demócratas)... hasta 1972, año en el que la deriva izquierdista de George McGovern le llevó a votar a Richard Nixon. A partir de ahí Heston fue un firme apoyo en las campañas de Ronald Reagan, George H. Bush o George W. Bush.
Charlton Heston representa en la historia del cine –y en la propia imaginería del siglo XX– la imagen del héroe clásico, del hombre esforzado con capacidad de liderazgo que podía conducir al pueblo de Israel en Los Diez Mandamientos o a sus fieles ejércitos en El Cid. Pero era asimismo un extraordinario actor, no siempre reconocido, y un hombre con el valor suficiente como para expresar su pensamiento, aunque fuera políticamente incorrecto. Junto a John Wayne y Gary Cooper fue el más grande de todos.
O mejor dicho, lo sigue siendo, porque sus películas, como las leyendas, permanecerán en la actualidad, al menos mientras siga existiendo el cine.
*Ramón Menéndez Pidal con Anthony Mann y Charlton Hestobn, durante el rodaje de El Cid.
ÁNIMO, ALMA, ALMA, REAL ZARAGOZA

El Real Zaragoza jugó mejor, especialmente en la primera parte, falló sus oportunidades y acabó a merced del Betis, que aprovechó todas sus ocasiones y no dio jamás la sensación de ser nada del otro cielo. Mark González goleó en dos ocasiones y Pavone apuntilló. El equipo de Manolo Villanova se ha colocado en una situación realmente desesperada, a falta de siete jornadas. Lo peor de todo es que ahora ni siquiera marca goles; durante muchas semanas, Oliveira y Diego Milito pugnaban por el Pichichi. Sus delanteros han desaparecido en una nebulosa de desaciertos e infortunio (cuando va todo mal, parece que aún puede ir peor, y hoy no hay coartada arbitral que alivie nada) y la defensa anda una y otra tarde a la deriva, fuera de sitio y blandita. El segundo gol de esta tarde retrata la debilidad y la falta de confianza de todo un bloque: Paredes debió forzar cuando menos una obstrucción o un derribo con un poco de inteligencia, provocando una tarjeta, tal vez, pero impidiendo un gol casi definitivo.
El equipo tiene que parar esta caída hacia la nada. El equipo no puede descender en el año de la Expo-2008, pocos meses después de celebrar su 75 aniversario. Los aficionados están con él, estuvieron hoy mientras se creía que se podía detener la tormenta y volverán a estarlo hasta que, por los pelos y en el último minuto de la agonía, el Real Zaragoza se quede en Primera División, que es donde tiene que estar.
Ánimo. Alma. Alma, Real Zaragoza.
*Sergio García combinó buenas jugadas con algunos fallos y fue el mejor del equipo con Matuzalem. Qué lástima que haya jugado tan poco el brasileño y que no tenga algo más de fuelle.
LA OFELIA DE ELLEN KOOI

Hace algunos día pegaba aquí una foto de una estupenda y original fotógrafa holandesa: Ellen Kooi, una artista que crea sueños en el paisajes, protagonizados casi siempre por mujeres o niños. La artista tiene un componente pictórico y suele crear atmósferas más o menos surrealistas o mágicas, una suerte de inquietud en sus panorámicas, que refleja canales, zonas húmedas, lagos, bosques, humedales… Sus fotos siempre sugieren una historia, un puñado de sensaciones, un arsenal de emociones y de poesía. Hoy, en El País Semanal, Julia Luzán le dedicaba un artículo porque el próximo 15 de abril, Ellen Kooi expondrá en la Casa Encendida durantes dos meses.
*Esta pieza evoca el precioso cuadro de Millais, y se titula Ofelia. Está realizado en 2006.
ELLEN KOOI, DE NUEVO

Ha declarado Ellen Kooi, nacida en 1962: “Inconscientemente siempre doy a mis fotos una dimensión de peligro. Algo que es y está puede perderse para siempre”.
Esta obra claramente nos hace pensar en los mares helados de Caspar David Friedrich.
RAMÓN MASATS: PERFIL DE UN FOTÓGRAFO*

La historia del fotógrafo Ramón Masats (Caldes de Montbui, Barcelona, 1931) comienza con una fábula y con un hecho real más sugerente que la propia invención. Durante algún tiempo se escribió que se hizo fotógrafo porque le tocó una cámara en una tómbola, mientras hacía el servicio militar. Lo cierto es que, en ese período en el ejército, se aburría mucho; había adquirido el hábito de cogerle de cuando en cuando algún dinero a su padre y, víctima del tedio, decidió comprarse una cámara. Poco después, hacia 1953, inició un extenso reportaje sobre Las Ramblas de Barcelona: un trabajo que revelaba una obsesión inmediata por la pureza, sin preocuparse por la composición ni la estética. El joven Masats hacía fotos directas que capturaban la vida tal como viene, con frescura, con instinto, con intuición de documentalista. Hacía foto de reportaje social, y solía colaborar con otros dos fotorreporteros como Ricard Terré y Xavier Miserachs. Entonces, admiraba la obra de Henri Cartier-Bresson y la de William Klein, nombres a los que iría sumando los de Arnold Newman, Richard Avedon y Elliott Erwitt. En 1955, a Ramón Masats no le pasó inadvertida una gran exposición: “La familia del hombre”, en el MOMA, la gran exposición que había concebido Edward Steichen.
Con un proyecto muy sugerente en la cabeza, un extenso reportaje sobre Los Sanfermines, Masats se trasladó a Madrid en 1957. Allí coincidió con otros jóvenes fotógrafos, como Gerardo Vielba o Gabriel Cualladó, que también llevaban a cabo la renovación de la fotografía española: huían, como de la peste, del pictorialismo y de la ausencia de compromiso en la negra noche del franquismo. En 1963, se publicó ese gran libro, Los Sanfermines, sobre las célebres fiestas de color y sangre de Pamplona, que inmortalizó Ernest Hemingway y que, ahora, inmortalizaba Masats con una fotografía nada convencional, que poseía originalidad, variedad de registros, hondura y un magnífico sentido creativo. El fotógrafo –que trabajaba en distintos medios como La gaceta Ilustrada, Ya, Arriba, etc.-, publicó distintos libros: Neutral corner, con textos de Ignacio Aldecoa, sobre el mundo del boxeo; Nuevas historias de Castilla la Vieja, donde seguía los paisajes y las palabras de Miguel Delibes, incluso se atrevió a hacer un libro fotográfico sobre El Quijote. Masats dejaría la fotografía en 1964, porque se pasó al cine y a la televisión, donde realizó documentales, películas y series.
En 1981, retornó a la disciplina que le había hecho famoso, y empezó a alternar la fotografía en blanco y negro con la fotografía en color, y pasó a colaborar con publicaciones españolas y europeas. Masats es un “fotógrafo puro de reportaje” (así se define), un fotógrafo de la calle, de la gente que pasa, un observador inadvertido que detesta llamar la atención, un fotógrafo deliberadamente costumbrista que busca la realidad, más preocupado por sugerir que por contar, que no hurga en la miseria ni la esquiva, y que afirma una y otra vez: “Me gustan los tópicos españoles: la semana, la Semana Santa, los curas…”
*Una de las fotos de Ramón Masats.
HISTORIAS DEL AGUA.6 / LUIS DEL VAL

El agua tiene tres sonidos: el agua sobre la tierra, el agua sobre la piedra y el agua sobre el agua. Se lo dijo el viejo Abu Asma en su jardín de Bosnia, antes de que comenzara la locura. Pero se olvidó de otros dos sonidos: el agua sobre la quilla del barco y el agua arremolinaba tras acariciar la popa.
*He aquí casi un poema en prosa del agua: ese el inicio, el preludio de la nueva novela de Luis del Val, Crucero de otoño, publicada por Espasa y Calpe, y finalista del premio Primavera, que ganó Agustín Sánchez Vidal con Nudos de sangre.
*La foto es de Bruno Mercier.
GRACIAS A LOS 500.000 VISITANTES DEL BLOG

Este fin de semana, mientras andaba por Benasque o cruzaba el congosto de Ventamillo, tan impresionante en su paseo junto al Ésera, este blog alcanzaba las 500.000 visitas desde su fundación en mayo de 2004, en Albarracín. Recuerdo que Mariano Gistaín impartía un taller para los niños, y me abrió este blog, que ha sido como una segunda y tercera y cuarta vida para mí, donde he intentado hablar de todo: de las cosas que me gustan, de la fotografía, de arte, de literatura, de los amigos, de las emociones, del deporte, de la familia, de las revelaciones cotidianas que te da la vida.
Muchísimas gracias a todos lo visitantes, a todos los cómplices durante estos casi cuatro años.
*La foto es de Ellen Kooi.
CARBONELL Y MIRANDA: NUEVO LIBRO CON KOIPESOL...

Master Pool (Conde Aranda, 138). Parkin en Plaza de toros.
Presentación internacional de la
Gran Encicopledia de Aragón Preta
(701 palabros para moverse por la Expo sin llamar la atención)
de Carbonell & Koipesol con ilustraciones de Alberto Calvo.
(por los autores del Estatuto plan B)
Participan los autores, Joaquín Carbonell y Roberto Miranda,
e interviene el profesor y escritor Javier Barreiro
Fin de fiesta musical: Gran Bob y La Magra Humana (Fernando Bastos y cía).
Degustación: Vino Corona de Aragón de Grandes Vinos y Viñedos.
*De la serie "Raros de América". La foto se titula "Un día en la playa de la Expo".
DAVID VELA EXPONE A RAMÓN EN ALCALÁ DE HENARES

El pasado jueves 27 de marzo se inauguró en Alcalá de Henares la exposición Los Muertos y las Muertas.
Este es el texto que, hilvanando citas, ha preparado para al exposición el ilustrador aragonés David Vela.
que queda en la calavera, pero los hombres son tan pedantes
que no quieren admitir esa risa que de los que más se reirá
será de ellos mismos, de los seriecistas, que lograron
que fuese ajena a ellos su propia risa calaveral,
pagando así el que no supieron encontrar su afinidad.
(Los muertos y las muertas y otras fantasmagorías)
Estas cuarenta ilustraciones intentan ofrecer una breve muestra de las infinitas variaciones que Ramón plantea en torno al concepto de la muerte, a lugares, objetos y sujetos de la muerte: los cementerios, nichos y ataúdes, las lápidas y los epitafios, los cráneos y las calaveras, los esqueletos y los osarios, los muertos y las muertas. La exposición pretende ser una invitación a la lectura de un libro que, como afirmaba Pedro Salinas, contiene “algunas de las páginas mejores que ha escrito Ramón”,
Humor y muerte. En su ensayo “Gravedad e importancia del humorismo”, al reflexionar sobre el humor español, apuntaba Ramón: “El humorismo español está dedicado a pasar el trago de la muerte, y de paso para atravesar mejor el trago de la vida” (…) “El mayor reactivo de la vida, lo que la ataca en lo entrañable es este contraste entre la risa y el llanto, entre la vida y la muerte” (...) “El humorismo debe ser esa explosión de realidad inevitable que surge en las fiestas y en los funerales, como comentario definitivo del vivir, como preparando al mundo para bien morir”. Y es Los muertos y las muertas el libro en el que Ramón se aplica con mayor empeño en ese comentario, acompañado por la sombra de Quevedo, con el que parece dialogar en cada una de sus páginas, en mil variaciones de ingenio admirable.
Los objetos y la muerte. La lectura de Los muertos y las muertas, corrobora la observación de José-Carlos Mainer cuando escribe: “por mucho que hable de humor, la esencia de Ramón es la desazón”. Desazón con mayúsculas ante la muerte, que convierte al hombre en un objeto más de ese Rastro gigantesco que es el mundo. Un objeto que –como aquella otra multitud de cosas de las que hace inventario en sus páginas– parece haber perdido su significado en el mundo moderno que da la espalda a la muerte, que pretende ocultar al muerto.
Para Pedro Salinas Los muertos y las muertas ilumina una de las claves del ramonismo: “La afición de Ramón a tantas y tantas cosas que parecen muertas, definitivamente terminadas, ese juego con las cosas que ya no existen, revelaba en sus fondos un formidable deseo de vitalidad y existencia. Era expresivo de la constante tragedia de agregación y desagregación por que pasan en el mundo seres y cosas, de esa lucha entre la vida y la muerte que Ramón Gómez de la Serna ha tratado ahora con visión más amplia y con más grave alegría que nunca”.
Tal vez fue César González Ruano quien –precisamente en la hora de la muerte del escritor–descubrió el secreto de esa obsesiva presencia de la muerte en la obra de Ramón: “Ramón estaba muerto hace mucho tiempo. Sólo un muerto puede entender tan estremecedoramente la vida”. “Ramón rondaba la muerte bastante antes de lanzar su Automoribundia. Tenía miedo al dolor, como los niños. Pero no al sueño, al que los niños tampoco tienen miedo.”
Textos citados
Ramón Gómez de la Serna, “Gravedad e importancia del humorismo”, Revista de Occidente, 28, (1930) pp. 348-391.
José-Carlos Mainer, “Ramón. La literatura como vida”, Turia, 41, Junio 1997, pp. 111-119.
Pedro Salinas, “Escorzo de Ramón”, en Ramón en Cuatro Entregas, Museo Municipal-Ayuntamiento de Madrid, 1980, vol. 3, p. 33-37.
César González Ruano, “Ramón del alma mía”, en Ramón en Cuatro Entregas, Museo Municipal-Ayuntamiento de Madrid, 1980, vol. 4, 47-49.
Los textos citados en la exposición proceden de:
Ramón Gómez de la Serna, Los muertos y las muertas, Madrid, Espasa-Calpe, 1961
Ramón Gómez de la Serna, Greguerías. Selección 1910-1960, Espasa-Calpe, Madrid, Espasa-Calpe, 1990
MARIO BENEDETTI: EL ARTE DE HACER HAIKUS

Hubo una época en que Mario Benedetti era uno de mis poetas favoritos. Más que poeta exactamente, uno de mis letristas: tanto Daniel Viglietti como los hermanos Parra, la propia Nacha Guevara o Juan Manuel Serrat hicieron discos con sus textos. Mi canción favorita, o una de las favoritas, era aquella de “Los formales y el frío”, más incluso que “Vas a parir, felicidad”, casi tanto como “Si te quiero es porque sos, mi amor, mi cómplice y todo…”
Esta mañana, de Visor (que cumple ahora 40 años), me llegaba un nuevo libro de Benedetti: “Nuevo rincón de haikus” (Visor, 2008; 308 páginas), donde hay algunas piezas realmente singulares.
Copio algunas:
por ser secretas
las charlas del amor
son en voz baja
húmeda o seca
la arena colecciona
nuestras pisadas
es casi ley
los amores eternos
son los más breves
en el jardín
noche a noche la luna
besa los árboles
los personajes
se evaden de mis libros
y me interrogan
*Interpretación moderna de "La balsa de la medusa" de Gericault.
MARIO BENEDETTI: UN MICRORRELATO DE AMOR

SU AMOR NO ERA SENCILLO
Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo. Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban en los umbrales.
*Magda Díaz Morales, madrina literaria de Aragón y de los aragoneses, es una enamorada de este microrrelato de Mario Benedetti. Lo pega en sus comentarios (¡Qué habría sido de este blog todos estos años sin sus visitas y sus pequeñas cartas!) Y además nos regala “Los formales y el frío”, ese poema de amor tan falsamente ceremonioso que me hace pensar siempre en el Teatro Principal de Zaragoza. La foto pertenece a una colección que he encontrado por ahí, muy extraña, y que yo llamo simplemente “Raros de América”. Esta serie lleva por subtítulos, “Amantes” y “Besos”.
GERICAULT Y LA BALSA A LA DERIVA...

En el Museo del Louvre, en mi primer viaje a París, estuve ante uno de los cuadros que más me ha gustado siempre: “La balsa de la Medusa” y luego visité la tumba de Theodore Gericault en el cementerio de Pere-Lachaise. La primera vez que alguien me habló del pintor fue Natalio Bayo, pintor de caballos. Preparábamos un libro de bibliofilia, “Caballos en la noche”, en el que hay un capítulo o un fragmento dedicado a este artista embrujado por los caballos, y luego, tras la espeluznante historia real de la balsa de Medusa, sojuzgado y excitado por los desórdenes del cerebro. Le dedico esta fota y esta nota a Joaquín, el amable visitante de los haikus de Benedetti.
PACO SIMÓN: UNA RETROSPECTIVA DE DOS SIGLOS*

[Paco Simón inaugura una antológica de su obra desde principios de los años hasta principios del siglo XXI (de ahí, con algo de ironía, lo de los siglos) este jueves en dos salas: la de Carlos de Gil de la Parra y la galería Zeus, de Jorge Gasca. Este es uno de los textos que irán en el catálogo: es una visita al universo de color y jazz, de viaje y fabulación del artista que se crió en el campo de Torrero y que soñaba desde muy joven con los latigazos de Ferenc Puskas, aunque para entonces creo que ya el Real Madrid jugaba contra el Real Zaragoza en La Romareda.]
EL ÁLBUM DE COLOR DEL VIAJERO
Paco Simón nació en Barcelona en 1954, pero se crió a orillas del campo de fútbol de Torrero. De niño llegó a posar con aquellos equipos heroicos del Real Zaragoza que pugnaban por consolidarse en Primera División y que metían el miedo en el cuerpo a conjuntos que formaban con Di Stéfano, Puskas y Gento, o con Kubala, Moreno y Manchón. Paco Simón veía aquel mundo de color y de fantasía, de gritos y de multitudes, de aquellos espectadores arriesgados que se subían a las frágiles ramas de los árboles, y tenía la sensación de que se asomaba a un sueño. Algunos años después, cuando decidió ser pintor, estudió en la Escuela de Bellas Artes y participó en el grupo Forma y en sus rebeldías estéticas.
Paco Simón quiso ser siempre un artista del color. El color era el elemento consustancial en sus orígenes y en ese periodo de esplendor de la década de los 80, y lo sigue siendo ahora cuando parece acercarse al universo de Joan Miró y de Paul Klee, entre otros. El color era como una llamada, un distintivo característico, un sello de fábrica del modo de trabajar de Paco Simón. Hubo una época en que empleaba colores claros, a modo de fondo, tocados aquí y allá por unas manchas más o menos ambiguas que parecían hojas, una larva que avanza, peces que van y vienen con su música y sus ojos asombrados. En esta muestra, podría decirse que hay varias obras de este tipo: piezas de sutileza cromática y de inesperada gestualidad, de filiación informalista.
Más tarde, Paco Simón fue derivando hacia una producción muy diferente y perfectamente reconocible. Casi como quien da un salto de tigre, orientó su propio camino a la sombra de los voraginosos árboles de un bosque, cuya enramada tenía algo de masa homicida y devoradora. Pintó cuadros con anécdota, cuadros susceptibles de resumirse en tres vocablos: fronda, figura y flor. De éstos hay muchos en la muestra: Paco Simón creó un bestiario personal de ratas, lobos, zorros o pájaros (y no siempre así de concreto: había animales indefinidos, híbridos), que resultan un tanto inquietantes. Paco Simón no pintaba la felicidad ni la plenitud: pintaba una suerte de desgarro enigmático, una atmósfera desapacible que vistos hoy ofrecen afinidades y coincidencias con el grupo Cobra, en concreto con Lucebert, con el Miquel Barceló fascinado por Mali y sus indígenas, e incluso con aquel joven Víctor Mira, que se asomaba a los tugurios de las noches de perdición.
A veces, esas figuras de Paco Simón tienen algo de sombras demoníacas o de monstruos que se agigantan, y parecen avanzar. Nunca se sabe del todo si vienen hacia aquí y se alejan por el fondo del cuadro contra una luz de poniente, contra una reverberación de luces naranjas y ocres. En esa época, con total libertad, Paco Simón parecía confrontar sus hombrecillos y sus esquemáticos espectros con el mundo de pesadillas de Wifredo Lam y de Roberto Matta y la iconografía latinoamericana. En uno de los lienzos, resuelto con acrílico y técnica mixta, irrumpe una aguzada sombra que recuerda a un Don Quijote tan escuálido como siempre y más desolado que nunca.
Por otra parte, también hay una colección de cuadros que tienen algo de bodegón sobre un fondo de agua: a veces son como vasijas o alcuzas; a veces son formas triangulares, exentas o con informes figuras en lontananza; a veces son instantáneas arrebatadas a la floresta. Y en ellas, con un brochazo suelto y sugerente, irrumpe siempre el color.
Paco Simón también fue un apasionado pintor de mujeres: les dedicó muchas obras. Y quizá muchas horas. Y algunos títulos de sus cuadros. La mujer fue tema, obsesión y desafío del pintor. Aparecen una y otra vez mujeres de grandes ojos, próximas a una planta que se cimbrea como una amenaza; mujeres que recuerdan a las Venus negras que huyen del cafetal con su hipnótica opulencia; mujeres que exhiben la certeza de un desnudo no sabemos si antes o después de una noche de lascivia, como sucede en “La virgen del colchón”; mujeres como odaliscas que contemplan el último arrebol de un lago; mujeres que se han fumado la noche mientras sonaba una música de jazz y una voz estremecida, rota por las agujas de una pasión imposible. Mujeres, mujeres, simplemente mujeres que posan para el artista en su estudio, empapadas de los colores del delirio, con la mirada mansa de la tentación.
No podemos olvidar la etapa más fecunda de Paco Simón: el periodo en que abrazó la estela del por-art norteamericano, a la manera de Andy Warhol y de otros creadores contemporáneos. No era un pintor crítico, sino voluptuoso, de atmósferas y de la urgencia de una libertad inmediata y sin complicaciones. En aquellos días, cuando exponía en Zaragoza, Barcelona y Nueva Cork, el pintor vivió un período especialmente intenso y fructífero. Seguía siendo un artista del color, y contaba historias, pintaba relatos que sucedían al ritmo del rocanrol y del jazz, pintaba nocturnos e instantes de seducción y embrujo, pintaba interiores con atrevidos y radiantes colores, y hacía carteles, componía portadas de libros y discos, realizaba serigrafías, exponía sin descanso. Exudaba alegría, frescura, liviandad y desenfado, aunque como en todas las cosas verdades siempre había un dolor entrevisto. El propio artista confesaba: “Vivía alocadamente: en la pura bohemia, con rapidez, trabajaba de noche, oía rock y jazz. Miraba mis cuadros y los veía como una escena narrativa, como una historia que estaba pasando”.
Paco Simón era el cronista visual de aquellos días de vitalidad y desorden, y acabó casi exhausto de una pintura que ya le resultaba previsible, despojada de misterio. “He llegado adonde he llegado por mi propio trabajo, por mi búsqueda. La pintura al fin y al cabo es como la música: a partir de las notas universales, de los trazos y el gesto, debes elaborar tu melodía, tus lienzos. Y a mí me ocurrió que no me sorprendía mi propia obra, y empecé a meterme en otro territorio, en el uso de capas casi monocromas para crear el misterio”. Ese cambio ya se anticipaba en uno de los grandes cuadros de esta muestra promueven Carlos Gil de la Parra y Jorge Gasca: “Stormy water”, aguas tempestuosas, aguas de tormenta, en la que se ven tres pájaros –¿serán estorninos, serán golondrinas?- que trazan las espirales del vuelo sobre un lago o sobre el mar, en un agitado día de vendaval. “Cada vez me interesan más los cuadros ante los que puedes pasar tiempo y tiempo mirándolos y te perturban”, nos decía el artista en una de sus exposiciones recientes.
Esa lenta pero paulatina y segura transformación le ha llevado a una pintura diferente, que rezuma armonía, calma, convencimiento, sesgo de sierpe en medio de una superficie de color casi única. Belleza sosegada. “Sigo valorando el caso del pintor que, por pura evolución y depuración de su obra, acaba pintando un cuadro blanco. Odio los artistas que de tanto pintar y pintar resultan relamidos. Cuanto más sencillo es el lenguaje mucho mejor”, dice. Sus últimos lienzos le aproximan al Miró cosmogónico, al Klee de la música de las esferas, de los símbolos, de los mínimos gestos. “Yo me siento un pintor inmerso en la cultura mediterránea: un pintor del color, de la forma y de la emoción, que es lo que intento transmitir. Me mueve la emoción y aspiro, como Joan Miró, que mi obra transmita una emoción muy directa”.
Estos cuadros y esta vida de artista de casi 30 años de creación pueden contemplarse como una retrospectiva, como el álbum del viajero, como los cuadernos de un pintor inconformista que también ha querido ser promotor cultural y abanderar proyectos como “Cambio constante”. Ahora, inmerso en otras batallas de la imaginación, renovándose día tras día, tiene muy claros su destino y la fuerza de su vocación: “Me encanta trabajar con las manos, la cocina del arte. El cuadro me emociona por su contenido, por su cromatismo, por la elaboración manual que tiene. Le concedo a nuestro oficio un valor estético inmediato: para mí lo esencial es transmitir sensaciones. Pintar y hallar líneas me produce un gran placer”.
*La obra pertenece al dominio de www.elpollourbano.net, el gran proyecto de comunicación y de humor de Dionisio Sánchez y gran batallón de amigos e iconoclastas.
BIOGRAFÍA DE ALFONSO, POR JUAN GAVASA RAPÚN*

[El escritor, periodista, viajero y editor Juan Gavasa Rapún publica en su blog una biografía de Alfonso Sánchez, el extraordinario fotógrafo, que en realidad era una factoría. Algo así me dijo el otro día Publio López Mondéjar; frase que ya había dicho en otro lugar y que recoge Juan, galardonado con el primer premio de periodismo de Benasque junto a Eduardo Viñuales el pasado sábado. Mi pasión por la fotografía nació, en buena parte, con Alfonso y en particular con un catálogo de fotos que le había publicado el Ministerio de Cultura, que aún conservo. De ahí empecé a tomar muchas fotos para el suplemento Imán (El día de Aragón) y luego para Rayuela y La Cultura (El Periódico de Aragón). Juan Gavasa, el embajador de la cultura en Jaca y ese entorno, llevaba tiempo preparando este libro Los años convulsos. El fotógrafo Alfonso y la sublevación de Jaca. 1923-1936.]
Alfonso Sánchez García nació accidentalmente en Ciudad Real en 1880 pero vivió prácticamente toda su vida en Madrid. Su padre, un antiguo republicano dedicado al inestable negocio teatral, falleció en 1891 y Alfonso tuvo que dejar la Escuela de Artes y oficios para contribuir al sustento familiar. Son duros años de vagar de tajo en tajo en un Madrid que sigue siendo un poblachón áspero de profundas desigualdades.
Con 15 años accede como aprendiz al estudio de Amador, uno de los retratistas más conocidos de la capital. En ese estudio se brega haciendo fotos de bodas, banquetes y acontecimientos sociales dentro de los equipos ambulantes, que recorrían la ciudad buscando negocio. En esos años consigue su primera “exclusiva”; fotografía el cuerpo incorrupto de San Isidro en una de las raras exposiciones públicas que se hacía en su ermita.
En 1897 lo contrata Manuel Compañy, uno de los mejores fotógrafos de Madrid. Su aprendizaje del oficio es constante y muy pronto muestra dotes innatas para la cámara. Se especializa en estrenos teatrales y comienza a trabar relación con destacados personajes del periodismo y la política de la época como Joaquín Costa, Mariano de Cavia o Joaquín Dicenta.
En 1904 lo ficha El Gráfico, el primer diario ilustrado que aparece en España. Será su director, Julio Burell, el que decida firmarle las fotos simplemente con su nombre de pila, “Alfonso”. Acababa de crear una marca que será un referente del periodismo gráfico español. Trabaja después para El Imparcial de Eduardo Gasset, un personaje que tendrá gran influencia en su carrera, y sigue fomentando una de sus especialidades; el retrato.
En 1907 comienza a trabajar con el Heraldo de Madrid y con el resto de cabeceras de la Sociedad Editora Española: El Imparcial y El Liberal. En 1909 viaja con el director de El Heraldo, José Rocamora, a cubrir la guerra de Marruecos. Una experiencia traumática que, sin duda, le marcará. Permaneció tres meses en los que apenas pudo ejercer su oficio. Contaba su hijo tiempo después que “la matanza de soldados españoles fue tan copiosa que mi padre tuvo que soltar la cámara para dedicarse a transportar en camilla a los heridos. Caían por todas partes”. Alfonso fue condecorado con la Medalla de Campaña de distintivo rojo.
El fotógrafo madrileño se convierte en el más importante de la capital. Sus fotos ilustran los principales periódicos y revistas de la época y su prestigio crece con cada nuevo trabajo. En 1910 abre su flamante estudio en la calle Fuencarral, que se convierte en obligado punto de encuentro para toda la fauna de bohemios, intelectuales, políticos, periodistas y artistas del Madrid más farandulero. Todos los que son o aspiran a serlo pasan a formar parte del catálogo de celebridades que Alfonso fotografía: Valle Inclán, Emilia Pardo Bazán, los hermanos Machado, Pío Baroja, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez, Alejandro Lerroux, La Chelito, Raquel Meller, Margarita Xirgú…
En estos años la cámara de Alfonso está presente en todo lo que se mueve. La muerte de Joselito, la primera reunión del Gobierno provisional de la república portuguesa, la foto de Pedro Mateu, uno de los tres anarquistas que atentó contra Eduardo Dato; la foto del capitán Sánchez vestido de militar (autor de uno de los crímenes más famosos de la época); o la huelga general revolucionaria de 1917.
Tres años después se hace cargo de la sección gráfica del recién nacido diario La Voz, que ya entonces tiraba 150.000 ejemplares diarios. Trabaja con Manuel Machado y Luis de Oteyza en el democrático y progresista La Libertad, y sigue dedicado al retrato, una actividad que le distingue del resto de sus compañeros de profesión.
En 1922 entra en escena su hijo Alfonso, que inevitablemente pasa a ser conocido en el gremio con el diminutivo de Alfonsito. Su padre le manda en compañía de Oteyza a Marruecos para recoger el desastre de las tropas españolas en Annual. Consiguen una exclusiva mundial: la entrevista con el líder de los insurrectos rifeños Abd-el-Krim. El hijo se revela como un fotógrafo de gran talento y perspicacia, digno sucesor de su progenitor. Poco a poco se van incorporando al negocio sus otros dos hijos, Pepe y Luis, y la firma Alfonso se convierte en una agencia de distribución de fotografías para España y el extranjero. Nace la Agencia Gráfica Alfonso, en la que llegarán a trabajar 23 personas. El fantástico logotipo diseñado por Manuel Torán se afianza como un excelente emblema gráfico que representa a una de las sagas fotográficas más importantes del país.
Alfonsito, que había crecido entre cubetas, reveladores y magnesio, será el único que tendrá una sólida carrera como reportero. En esos años se editaban en el país 11 revistas ilustradas de gran calidad, algunas de ellas de resonantes evocaciones como Blanco y Negro, Nuevo Mundo, Mundo Gráfico o La Esfera. En ese Madrid lúgubre en el que pululan toda clase de buscavidas, traperos, cacharreros y bohemios, la actividad editorial resulta pletórica. Y los Alfonso ponen la imagen a esa ingente producción.
Según señala el historiador Publio López Mondéjar, “la figura gigante de Alfonso dejó siempre en la sombra a sus hijos y colaboradores, que nunca pasaron de ocupar un lugar subalterno y segundón en la jerarquía profesional de la casa”. En los últimos años de la dictadura de Primo de Rivera y durante la Segunda República se puede asegurar que los hijos fueron los autores de buena parte de las fotografías del archivo Alfonso, aunque López Mondéjar matiza que “lo único que resulta hoy incuestionable es la responsabilidad del fundador de la firma en la planificación y tramitación de los reportajes”. Así se entiende la nebulosa que ha rodeado la autoría de las placas que integran el archivo Alfonso, más aún en un tiempo en el que el concepto de los derechos de autor no existía y los fotógrafos solían pasarse las copias sin ningún problema.
Alfonso reparte juego entre sus hijos y fortalece la imagen de marca de la Agencia. Llegan a casi todos los puntos noticiables del país y siguen extendiendo una eficaz red de contactos personales y relaciones públicas, una de las virtudes que más contribuyó a construir el inmenso catálogo de fotos y de retratos. Alfonsito, por ejemplo, se especializa en la parte más sórdida y deprimente del país, dotando a su trabajo de un apreciable contenido social. Luis y Pepe se mueven mejor por el mundo del deporte y del teatro. El padre dirige a todos. En 1930 era el único periodista gráfico de Madrid que figuraba como redactor con contrato.
Durante la nefasta dictadura de Primo de Rivera Alfonso se relaciona con Azaña, Besteiro, Ortega y Gasset, Alcalá Zamora o Gregorio Marañón, las figuras que a partir de 1931 asumirán las riendas del país. Esas amistades explican en cierto sentido que durante la Segunda República Alfonso alcance su madurez profesional y realice sus mejores reportajes. El ministro republicano Diego Martínez Barrio dijo de Alfonso que “es un singular artista que está haciendo estéticamente la historia de una época. Sus fotografías son inexcusables para acercarse a la historia de España de este siglo”.
Pero llegó la Guerra Civil y como tantos otros artistas y creadores, los Alfonso sufrieron la represión de los vencedores. Durante la contienda se identificaron con la causa republicana al igual que algunos compañeros de profesión como Centelles o Díaz Casariego. Pero nunca mostraron especial interés por la fotografía propagandística del frente. Sus mejores fotos de esos tres años están tomadas en la retaguardia, con la miseria de la vida cotidiana. Aun con todo ofrecieron al mundo a través de revistas como Life, Regard o L’Illustration los muertos en el asalto al Cuartel de la Montaña, la batalla de Teruel o a un decrépito Julián Besteiro anunciando el fin de la resistencia de Madrid.
Acabada la guerra los Alfonso fueron depurados y se les prohibió ejercer el periodismo gráfico. Semidestruido el estudio de la calle Fuencarral, se trasladaron a otro más modesto en la calle Santa Engracia antes de instalarse definitivamente en la Gran Vía. Alfonso comenzó a hacer retratos de los personajes del nuevo régimen que le permitieron con los años rehabilitarse. Pero nada de la alegría y del optimismo del pasado volverían a sus fotografías. El Alfonso reportero acabó para siempre. Tampoco los franquistas olvidaron su pasado republicano. En El Alcázar se publicaba una carta conminatoria: “que trabaje, pero en silencio, sin ruido, porque no se puede provocar a los que tenemos memoria”.
Pese a todo, en 1949 Alfonso hace un retrato de Franco para el ABC y El Alcazar. Será su último trabajo de relevancia. Tres años después son rehabilitados como reporteros gráficos pero ya no ejercerán. En 1953 muere Alfonso y con él los estertores de un prestigio marchito. Sus hijos mantendrán a duras penas el nombre de la casa, pero ahora con el trabajo de las bodas, bautizos y comuniones. Eran tiempos de subsistencia. Alfonsito, entregado en los últimos años de su vida a conservar el inmenso legado familiar, muere en 1990.
*Estampa costumbrista y madrileña del mielero.
UN POEMA DE PEPE MONTERO: NADA

Nada
Últimamente, mis nadas se alían contra mí
y se organizan para desfilar por el centro
de mis ojos, mostrando con orgullo sus vacíos.
Nada,
no consigo recibir ninguna radiación
electromagnética, original.
Me escucho y me leo sin ningún tipo de mala leche
y hasta procuro poner cierto candor
en el balancín de mis atenciones.
Uso un microscopio lento y evangélico
que perteneció a Kierkegaard,
según me dijo el gitano del rastro de La Plaza de Toros.
-¡Me maten si no, payo, que fue del kigar, ese!
para intentar joder a Octavio Paz y echar por tierra
su parida : "La poesía no es un desperdicio del intelecto"
pero..., ¡silencio!, parece que veo algo.
Esa diminuta mancha...
¿será una partícula de éxtasis amoroso?,
¿una gota de amargura?,
¿un filo para cortar el tiempo?,
¿el tamaño de mi talento?,
What will be?,
Nada, sólo una procesión de nadas.
Pepe Montero me envía este poema, un tanto desesperanzado. Estos días se marcha a Madrid a conversar con su amigo Montero Glez. Frente a la nada, ilustro su último poema con el todo: una conversación entre dos enamorados con una bicicleta por testigo. La foto es de Doisneau.
HONDA VERDAD DE LA POESÍA: VICENTE PASCUAL

Pongo Cinema do mar de Carlos Núñez, uno de los discos más melancólicos que conozco, de ésos que, al menos a un gallego, le abren el corazón como un fado. O como un lentísimo puñal indócil. Lo pongo y suena “Home da terra” de Tamiya Terashima.
Me he sentado al ordenador después de volver del trabajo para comentar la emoción que me ha producido el libro de Vicente Pascual Rodrigo, a la Vida, a la Muerte y a mi Bienamada, que acaba de publicar Olifante, así escrito el título, en su colección Papeles de Trasmoz, de La Casa del Poeta. Posiblemente, sea esta colección la más bella del sello de Trinidad Ruiz-Marcellán y Marcelo Reyes, y probablemente sea éste el libro más conmovedor, más hondo, más bello, más terrible. Perdón por los adjetivos: sé que derramo demasiados, pero éstos, nada novedosos, se ajustan a la verdad del libro, a la intensidad, a la desnudez radical de un hombre como Vicente –poeta, pensador, pintor metafísico, arquitecto místico de los paisajes- que pelea un día sí y otro también con la muerte, con la muerte real que le amenaza y que no le arredra.
Vicente se pregunta aquí por todo: el sentido de la vida, el dolor del adiós, la incertidumbre. Vicente habla de la plenitud, del amor, de la amiga (esa Ana Marquina, que concentra todos sus sueños y que resume todas las mujeres en una sola, leve y morena), del río del tiempo y de la memoria. Vicente canta y llora, reflexiona con serenidad, se reconoce verso a verso. Y no sólo eso: el maestro de la contención, el filósofo zen que vive a la sombra de la torre mudéjar de Utebo también teje historias de amor, epopeyas del delirio, como la de Laylâ y Majnun, que se aman, se pierden, se alejan y se reencuentran bajo el velo inefable de la Noche y sus designios. Y usa el discurso reflexivo y la cancioncilla de estirpe popular, con estribillo y calculadas y rítmicas repeticiones.
Éste es un libro de partida, acaso un testamento, y a la vez es un libro de bienvenida incesante a la vida, a las pequeñas cosas: el ciruelo que se agita en los dedos del viento, el río que avanza entre montañas y copia las luces más hermosas del día, el cuerpo dolorido, los aromas que avanzan como una brisa de resurrección…
Copio un primer poema:
A LA BIENAMADA
¿Ves, amada?
¿Ves las nubes cómo bajan?
Cómo visten aquel monte.
¿Ves su cima, que se eleva,
que se asienta sobre ellas?
¿Ves mi pecho dilatado?
¿Ves, amada, lo que ves?
Es el cielo en nuestra tierra
y la tierra en nuestro cielo.
Y otro más:
DE LA MUERTE
Dicen
que es amarga la partida
y que es dulce
el buen encuentro.
No hay encuentro sin partida,
ni partida sin encuentro.
¡Mirad, que viene el viento!
¡Que se lleve el humo,
que lo lleve!
¿Habéis visto lo que he visto?
DE LA MUERTE
Que mis huesos se evaporen
en el aire muy inmenso.
Que mis carnes alimenten
muy menudas criaturas.
Y ojalá este romero,
en muriendo siempre, encuentre
el sendero de retorno.
Y para aquellos a quienes os gusean las emociones fuertes, las verdades ineludibles, para vosotros que leeréis pronto este libro, Vicente se despide así:
Y ahora callo, tengo sueño.
*La foto es de Moumine.
RAINER MARIA RILKE: INTERIOR DE LA MANO

Hace unos días, colgué aquí un poema de Rainer Maria Rilke (Praga, 1875-París, 1926). Fue durante años un escritor al que buscaba constantemente. Tengo sobre la mesa, sobre mi caótica y vergonzosa mesa, el libro Poemas a la noche y otra poesía póstuma y dispersa, que ha editado y traducido para el sello DVD Juan Andrés García Román. Andaba en uno de mis viajes en pos de nuevos fotógrafos y fotos y me encontré con mi viejo amigo Eric Kellerman, y en concreto con esta estupenda foto.
Abro el libro y hallo este poema, que le viene ni pintada a la foto.
INTERIOR DE LA MANO
Palma de la mano.
Planta que no anda más que sobre el tacto…
Que se abre hacia lo alto
y en el espejo acoge las celestiales rutas,
errantes ellas mismas.
Que ha aprendido a andar sobre las aguas
al sacarlas del pozo,
que va por las fuentes
metamorfoseando todos los caminos.
Que entra en otras manos,
que hace de sus gemelas un paisaje:
tras errar llega a ellas,
las colma de llegada.
JOSEP ANTONI TASSIES: OTRO ILUSTRADOR DE TALENTO

A veces cuando hablamos de ilustradores aragoneses no citamos, al menos no debiéramos, a un magnífico ilustrador de Barbastro, instalado desde hace años en Gerona: Josep Antoni Tassies Penella, autor de espléndidas obras y ganador este años del Premio Internacional de Ilustración por “El niño perdido” (“El nen perdut”, en versión catalana). Descubro en un viejo correo que alguien me había mandado una foto suya, y la cuelgo aquí. Pertenece al archivo de SM. No lo conozco, no lo he visto nunca, creo que nos cruzamos un correo (le invitamos a que colaborase en el volumen “Cuentos a patadas. Historias del Real Zaragoza”), aunque sí he leído/visto sus obras.
Enhorabuena, Josep Antoni Tassies, con un poco de retraso. Si alguien tiene su correo electrónico, estaría encantado de recibirlo.
PEYROTAU & SEDILES: PAREJA DE AMOR Y DE CREACIÓN

[Copio aquí la invitación y el pequeño dossier de la muestra de Aranzazu Peyrotau y Antonio Sediles, que inauguran mañana jueves en el Espacio Corner de Caja Madrid. En mi próximo libro de relatos, que probablemente publicará Xordica, hay al menos una narración dedicada a este dúo, en particular a Aranzazu Peyrotau, con quien trabajé en Heraldo de Aragón, donde era y es muy querida. ]
BÉSAME, BÉSAME…
Obra Social Caja Madrid se complace en invitarle a la inauguración de la intervención de Peyrotau & Sediles en el espacio Corner, que se celebrará el jueves 10 de abril, a las 19 horas, en el Espacio para el Arte de Zaragoza. El ciclo “Zaragoza, mon amour” llega a su penúltima intervención. En esta ocasión, Beatriz Lucea, comisaria del ciclo, ha elegido a los fotógrafos Peyrotau & Sediles para ocupar el escaparate de Corner.
Bajo el título “Kiss me… Kill me” su propuesta está compuesta por una imagen que aborda de forma metafórica los sentimientos contrapuestos que albergan algunos ciudadanos en relación a la ciudad donde habitan: ZARAGOZA. La obra centra su concepto en torno a la imagen de un personaje que muestra las señales de una relación donde, paradójicamente, existe un equilibrio perfecto entre sentimientos próximos al amor y al odio.
Peyrotau&Sediles son quizá, los fotógrafos artísticos jóvenes con mayor proyección nacional e internacional del panorama aragonés y así lo demuestra su participación este año en ARCO, la feria de arte contemporáneo más importante de nuestro país, de la mano del Ministerio de Cultura, así como su próxima exposición en Colonia (Alemania), con su serie “Sin Pecado”.
VICENTE PASCUAL: EL ÁRBOL, EL DESIERTO Y LA CORZA

Esta noche, me he despertado hacia las cinco de la mañana, no podía dormir, encendí la mesilla de noche y abrí el libro con el que me había dormido hacia las doce y media o así. Busqué estos dos poemas de Vicente Pascual, del libro a la Vida, a la Muerte y a mi Bienamada (Olifante: Papeles de Trasmoz), prologado por José Corredor-Matheos y por el propio Vicente, que glosa una hermosa historia de amor y denonima "cancioncillas o cancionejas" a sus poemas, y seleccionado por Ángel Guinda. Acabo de hablar con Vicente, que reposa, sueña, toma aire, mira hacia adentro con la quietud de un sufí. Cenamos hace algo más de un mes y nos reímos a carcajada batiente. Hallé en él algunas de las ráfagas de humor que hay en el segundo poema…
DE LA BIENAMADA
Como ese árbol
Que en el páramo da fresco.
Como ese claro
Que a la luz abre camino,
En un bosque muy sombrío.
Así es mi bienamada:
Amor, dicha y reposo.
DE LA BIENAMADA
Como esa corza entre riscos.
Así es
El arrullo de mi amada.
Como ese loto muy blanco,
En aguas turbias flotando.
Y qué ricas que me saben
Esas olivas tan buenas.
Bien les va la hierbabuena.
*La foto es de Edward Quinn.
DUCE, LOZANO, GRANDE, FRANCO, EN BORRADORES

JOSÉ ANTONIO DUCE, KEKA RAFFO Y DAVID LOZANO, EN EL PLATÓ
LUIS FRANCO EXPLICA LA ARQUITECTURA DE LA EXPO
REPORTAJES CON CRISTINA GRANDE Y JORGE FUEMBUENA
Borradores recibe mañana al fotógrafo y director de cine José Antonio Duce, que ha publicado recientemente el libro Las iglesias del Serrablo; el fotógrafo repasa su trayectoria y explica cómo ha hecho sus fotos del Oasis, de La Seo, del Pilar y de Zaragoza; se emite un vídeo con una selección de sus obras. La pintora Keka Raffo, que expone estos días en la galería Luzán, muestra sus últimos trabajos, realizados sobre papel: “Papirosaicos”. La artista chilena, afincada en el Puerto de Santa María, realiza varios homenajes al Pilar y a la Puerta del Carmen, pero también a artistas como Velázquez, Vermeer, Goya o Tamara de Lempicka, con resultados sorprendentes por su insólita técnica y su colorido.
También visita el plató de Borradores el escritor David Lozano, que acaba de iniciar su Trilogía “La puerta oscura” con la novela “El viajero” (SM), donde cuenta el viaje de un joven, Pascal, al mundo de los muertos y de los cementerios en París.
Además, Borradores ofrece una entrevista con el arquitecto Luis Franco, en la que explica la arquitectura de la Expo 2008, edificio por edificio, las nuevas estéticas de construcción, la mezcla de utilidad y creación, los cambios de Zaragoza, etc. La escritora Cristina Grande desvela las claves de su novela “Naturaleza infiel”, que acaba de publicar en RBA, un libro inquietante, de clima familiar, que relata la historia de dos hermanas gemelas, Renata y María, que viven peligrosamente. Por último, Borradores presenta la obra del joven fotógrafo aragonés Jorge Fuembuena, que alterna el retrato con el reportaje en los Balcanes.
La actuación musical corre a cargo del joven cantante y humorista Juako Malavirgen, que interpreta dos canciones en clave paródica y declara que, más que un cantautor o un músico, se considera un humorista.
*Imagen de la lona de poliéster que cubrirá el espacio entre pabellones y que ha diseñado Isidro Ferrer. La foto pertenece al espléndido reportaje que ha hecho José Antonio Melendo, ese fotógrafo imprescindible de la ciudad desde hace un par de años, sobre la Expo.
JOSÉ ANTONIO MELENDO: DE AMOR Y DE BODAS

José Antonio Melendo es un estupendo fotógrafo de bodas. Casi como un regalo nocturno, me hace llegar uno de sus últimos retratos. Él es así: romántico, inagotable y sentimental.
VICENTE VALERO: NOTAS DE UN DIARIO...

Tenía en casa desde hacía varios días uno de los últimos títulos de Vicente Valero (Ibiza, 1963): Diario de un acercamiento (Pre-Textos, 2008), un volumen dividido en tres partes: “Hojas de verano” gira en torno a los veranos de la madurez y de la niñez junto al mar; “Los apuntes del paseante”, centrado en la creación y la naturaleza más cercana, y “Cuaderno provenzal”, algo así como las notas de un viaje por Provenza y sus paisajes. Ayer, el gran experto en diarios íntimos Pepe Melero escribía en “Artes & Letras”, un estupendo artículo sobre el género.
Del libro, selecciono estas citas:
Arenas movedizas. La sensualidad ardiente de las playas. Los cuerpos del verano. Fue también aquí donde aquel niño de las fotografías conoció por primera vez la impaciencia del deseo, sus arenas movedizas.
Doble aprendizaje. No se me ha olvidado el día en que aprendí a nada porque aquel mismo día también aprendí a tener miedo.
Mística: El nadador no tiene amigos. Conversa a solas con su alma mar adentro.
Ayer por la tarde, mientras paseaba con Antonio Gamoneda por las ruinas de Pompeya, iba pensando en hasta qué punto la buena poesía nos consuela siempre, incluso cuando ésta no hace otra cosa que recordarnos con insistencia el dolor, la destrucción y la muerte.
Aviso para nudistas. Henri Michaux: El desnudo se lleva difícilmente: es una técnica del alma.
*Niño en Burano. La foto es de Roger George Clark. Juan Marqués, ese atentísimo lector y sabio de letras desde la Residencia de Estudiantes, me ha hecho ver que había cometido un lapsus: he confundido a Vicente Valero, autor de libros como "Libro de los trazados", y premio Internacional Loewe con "Días del bosque" en 2007, con otro gran poeta como Vicente Gallego, a quien conocí el pasado sábado en Benasque, y premio Loewe también. Mil disculpas a ambos y a los lectores...
HOMENAJE A JANE BIRKIN

Tú y yo, mi pequeña Jane B.,
tú que no eres más
que un pozo profundo
que no concede deseos:
mucha presencia, monedas gastadas,
y escasez más bien en lo referente
a la magia.
Se acerca bailando, tan rápido
como los segundos deslizándose
en este desierto de arena,
el tipo, un tipo con sombrero.
Te mira, me mira,
y vuelve a mirarte a ti,
tú que eres mucho más guapa,
Y te dice: Me gustaría contarte
cómo perdí mis dedos.
no, no te preocupes. Ellos están bien.
Mis dedos duermen el mismo sueño que yo,
duermen junto a mí y confunden
las ceremonias sagradas que en mis libros
se cultivan. Mis dedos muy cerca,
tan asustados por el temor a equivocarse
que la parálisis es continua.
No le vimos alejarse, ocupados por el ajetreo
de nuestros tatuajes y nuestras calcomanías
y tus rejillas en la espalda.
En una de ellas:
María Magdalena fue marinera
Enseñó a Jesús cómo caminar sobre las aguas.
[Octavio Gómez Milián (Zaragoza, 1978) acaba de publicar en Eclipsados, Con el sueño cambiado, un libro en el que destaca la segunda parte dedicada a Jane Birkin. El mejor poema quizá sea “Anoche me follé a Jane Birkin”, pero es demasiado largo. Éste también está dedicado a ella. El libro se presenta mañana, a la una del mediodía, en la FNAC, con la presencia de Juan Luis Saldaña, uno de mis músicos y presentadores jóvenes preferidos (acaba de ser padre), el músico, escritor y cartero Santi Rex y el editor y poeta Ignacio Escuín Borao. El libro se abre con una espléndida cita de Ángel Guinda, al que el poeta y músico considera tío. Gómez Milián posee un blog repleto de poesía y de amistad: www.zaragota.blogia.com]
GERVASIO SANCHEZ: UNA FOTO INOLVIDABLE

Con esta fotografía, Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959) ganó el premio Ortega y Gasset de periodismo. Gervasio es el reportero que va a los sitios, tiende lazos de afecto con los habitantes y no los olvida. Es el ojo amigo y estremecido que regresa.
CLARICE LISPECTOR: CASI UN CUENTO

Leo Aprendiendo a vivir (Siruela, 2007. Traducción de Elena Losada) de mi amada Clarice Lispector, donde encuentro esta perla. Casi un microrrelato de ésos que tanto le gustan a Fernando Valls.
[…Lo vi de repente y era un hombre tan extraordinariamente guapo y viril que yo sentía una alegría de creación. No es que lo quisiese para mí, tampoco quiero la luna en esas noches en que se vuelve leve y fría como una perla. Tampoco quiero para mí a un niño de nueve años que vi, con el pelo de arcángel, corriendo detrás de una pelota. Yo sólo quería mirar. El hombre me miró un instante y sonrió tranquilo, sabía lo bello que era, y sé que él sabía yo no lo quería para mí, sonrió porque no sintió ninguna amenaza. (Los seres excepcionales están más expuestos a peligros que las personales normales). Crucé la calle y cogí un taxi. ]
BENASQUE, COMPROMISO CON LA CREACIÓN

En los últimos meses, he ido en varias ocasiones a Benasque. Nunca había estado en los premios literarios ni era consciente del todo de que están a punto de cumplir un cuarto de siglo, merced a la confianza de sus patrocinadores y a la constancia del profesor Ángel López, ni quizá hubiera calibrado nunca su voluntad participativa y globalizadora, su pluralidad, la pasión que exhiben por las lenguas, por las disciplinas literarias y por las raíces de un territorio. Al margen de los premiados (y hubo varios que poseen una conocida trayectoria: María Frisa, Francisco López Serrano, Juan Gavasa, Eduardo Viñuales, y más, muchos más), me sorprendieron el clima de convivencia, las sobremesas, las tertulias improvisadas.
Así, de charleta en charleta, empezaba uno a percatarse de que estos premios eran algo más que una convocatoria anual, de ésas que aparecen obsesivamente en prensa: era un proyecto cultural, supongo que perfeccionable, que tiene su incidencia, que ha creado un caldo de cultivo y de inquietudes, algo que recordaron tanto Ángel López como José María Mur, afincado en Barcelona e impulsor de un proyecto que fue distinguido en Benasque hace pocos años. Mur y dos compañeros más han emprendido una investigación sobre un puñado de emigrantes de Benasque, y otros lugares como Chía, Seira, Castejón o Santa Liestra, a Guinea. Empezaron a desplazarse a finales del siglo XIX y continuaron haciéndolo hasta mediados del pasado siglo. En el valle hay ecos de aquellos indianos; en Guinea hay recuerdos y huellas de estos emprendedores del Pirineo. El trabajo de investigación ha cristalizado en un libro y en un documental de 70 minutos que está a punto de presentarse.
Cada modalidad literaria tiene un jurado específico. Entre otros, dirimieron los veredictos narradores como Ramón Acín, Félix Teira, Teresa Garbí, poetas como Vicente Gallego, profesores como Jesús Enguita o José Francisco Val, periodistas como Ángel Gayúbar… Y con ellos convivieron otros autores como el poeta Carlos Marzal (Premio Nacional de Poesía), el director del Centro del Libro de Aragón y pirineísta José Luis Acín, Lola Aventín, la mujer morena y audaz de Guayente, o Rosendo Tello, el poeta lunar que amaba la sombra de los olivos. Tello, que está a punto de publicar sus memorias poéticas en Prames, ameniza todas las veladas con su sabiduría, su finísimo olfato crítico, su pasión por la música y sus imitaciones: borda la de José Manuel Blecua, con quien convivió en muchos veranos de enseñanza y apacible bohemia en torno a la ciudadela de Jaca. Rosendo recordaba que fue él quien le enseñó a entender el ritmo poético, la belleza mística y carnal y el misterio de la noche de San Juan de la Cruz.
No conocía a Vicente Gallego y me sorprendió su afición al baile, su simpatía y sus gustos literarios. Tuvo un momento maravilloso de gloria cuando descubrieron que el ganador del premio Loewe (venció con “Santa deriva”), trabajaba en un vertedero. “El País” tituló: “Un poeta en el basurero”. Vicente es un valenciano que admira a sus contemporáneos César Simón y Juan Gil Albert, como Carlos Marzal. Marzal, como Gallego, también ganó el premio Loewe con “Fuera de mí” y había dedicado un estupendo poema, “La edad del paraíso”, a César Simón, en su poemario “Los países nocturnos”.
Tampoco conocía al periodista y locutor de radio Ángel Gayúbar, al que le das un alfiler y te hace un traje. Necesita un vocablo, un lugar, un dato, y construye la historia del mundo, la epopeya de los almogávares vinculados a los valles y a los monasterios, el relato de las empresas pantaneras y sus insólitos ingenieros, el viaje al barranco más asombroso del mundo. Gracias a Gayúbar es más fácil entender Benasque, su bella toponimia y su estela en la historia. Y resulta más fascinante regresar a casa entre congostos y bosques, envuelto en la pertinaz melodía del río Ésera.
*Este nocturno de Benasque lo tomo de la página www.mendiak.net, lo firma Conchi 2006, y tiene una pequeña colección de bellas instantáneas del pueblo y del valle.
GABRIEL VILLUENDAS Y SU BANDA: LOS JETS

Anoche, hacia las 23.23, según marcaba su reloj de vigilante del hotel Alfonso (que rehabilitan Luis Franco y Mariano Pemán), me tropecé con Gabriel Villuendas en la calle Alfonso I. Volvía de un taberna taurina, donde había conversado del Real Zaragoza con Fernando Zamora y su mujer Gloria, con Yolanda Polo y Pepe Melero (con éste di un paseo con risas por una de mis calles favoritas de la ciudad: Pabostría. La calle se quedó sola, arrebatada de sombra, y Pepe dijo a la altura de la Maestranza: “Está exactamente igual que como estaba en el siglo XVII”), y me topé con Villuendas, a quien debo definir así: Personaje enamorado de una época, los años 60, aunque él nació en 1948, inquieto, con facetas artística. Tuvo una librería de lance, donde se realizaban charlas, guateques, reuniones gastronómicas, esa librería constituía un lugar de refugio y descanso para gentes desorientadas, soñadoras o con inquietudes.
Imitador de Charlot, hacía de muñeco en establecimientos de la calle Blancas, comunicador nato, zaragozano apasionado y generoso, Villuendas sigue reuniendo amigos y amigas en guateques y fiestorros, con merienda, charleta y actuaciones en vivo. Le interesan mucho los grupos de los años 60, y es colaborador y promotor de Los Jets, una banda histórica de la música rock instrumental, fundada en 1958, que está dando la vuelta al mundo y que ya ha grabado 40 discos. Actualmente actúan en Estados Unidos, Londres, México, y recalarán en Madrid, Barcelona y en Zaragoza, en noviembre.
Este Gabriel Villuendas, amigo de todos, personaje pintoresco, merodeador de variedades, poeta de la noche, centinela de melodías, mitómano incesante, cronista sentimental y oral de Zaragoza, posee un dominio amplio en la red que da la medida de su curiosidad y de su ternura: www.zaragoza-ciudad.com/gvilluendas.
P.D. Gabriel Villuendas me escribe y me pregunta lo siguiente:
¿Sabías que yo nací en el Arco del Dean: me crié en esas calles fantásticas, llenas de misterio espiritual, hice mis correrías en esos entornos de la ciudad antigua? ¿Sabías que mi padre tuvo una tienda de antigüedades en San Vicente de Paúl, llamada El Tívoli, que fue tallista de madera, dibujante y escritor de relatos eróticos?
Aquí está dicho. Para mí y para todos.
*Los Jets, durante su actuación en Londres. El grupo, que celebra este año su primer medio siglo, ofrecerá un concierto en Zaragoza en noviembre de 2008.
MEMORIA DE MANUEL MARÍN SANCHO

La historia de Iñigo Manuel Marín Sancho (1899-1936) resulta conmovedora. Su primogénita María Luisa, nacida en 1927, dice: “Su muerte fue una canallada. Sigo queriendo a mi padre con locura. Nos llevaba a todas partes: al boxeo al Monumental, al teatro, yo conocí muy bien el mundo de las tablas entre bastidores. A veces nos contaba cuentos, y nos traía juguetes, incluso pupitres plegables”. Su hijo Basilio, que conserva muchos de los cuadros y esculturas que le regalaron los más importantes artistas aragoneses de la preguerra a su progenitor, revela: “Yo tengo recuerdos más bien difusos. En 1933, nos trasladamos a Barcelona porque mi padre empezó a dar clases en el Instituto Salmerón. Recuerdo que era un apasionado de la música clásica: tocaba la viola y solíamos ir con mi madre a los conciertos que daba con la orquesta sinfónica. Vivimos allí hasta 1936, en que fue fusilado. Nosotros, mi madre, mi tía Vicenta, mis hermanas María Luisa y Teresa y yo regresamos a Zaragoza a principios de julio, y mi padre lo hizo en vísperas de la Guerra Civil”. Tras el estallido de la contienda, Manuel Marín Sancho, que pertenecía a la logia Constancia 16, no tardó en ser detenido. Lo soltaron a los pocos días, aunque debía pasar prácticamente a diario “por las dos checas que había en el Coso, una era de requetés y otra de la Falange. A finales de septiembre, lo encerraron en Torrero y finalmente, la noche del uno de diciembre fue fusilado por su condición de masón. Mi padre era republicano, creía que la forma ideal de gobierno era la República, pero tampoco era un hombre que se hubiera significado de manera radical”. José Antonio Ferrer Benimelli en su libro “La masonería en Aragón” narra la detención y la ejecución de Manuel Marín Sancho, que era periodista, dramaturgo, crítico de arte y de literatura, archivero, paleógrafo. Las razones de la muerte eran tan precisas como falsas: “Fractura de cráneo y hemorragia interna”. Con él, en aquellos meses, fueron abatidos, entre otros muchos, los médicos Moisés y José Miguel Alcrudo, Andrés Cobo San Emeterio, el arquitecto Francisco Albiñana.
Los dos hermanos aseguran que se “enteraron de todo”. María Luisa recuerda que le escribían y le mandaban dibujos de casitas a la cárcel, “algunas eran copiadas. El dibujo se me daba muy bien”. La familia entonces no tenía casa propia; vivía en un gran caserón de la plaza de Sas que era de la tía María, hermana del periodista, y del tío Gregorio, un agricultor con muchas tierras. “Ambos fueron nuestros padrinos. Mi madre se quedó con una exigua pensión por la condición d e mi padre de archivero del Ayuntamiento de Zaragoza, donde trabajó con Manuel Abizanda Broto. Y nada fue fácil. La casa tenía más de veinte habitaciones. Salimos adelante gracias a mis padrinos”.
Basilio inicia un auténtico viaje en el tiempo. Su padre nació en Zaragoza en 1899, en el seno de una familia de clase media que se dedicaba a la construcción de instrumentos musicales: guitarras, laúdes, bandurrias; el artesano le regaló una guitarra a Alfonso XIII, que lo recibió en palacio, y además presentó magníficas piezas en uno de los pabellones de la Exposición Hispano-Francesa. Manuel Marín Sancho era el menor de cinco hermanos. Siempre sintió inquietudes intelectuales y con el paso de los años, tras licenciarse en Filosofía y Letras y haber estado episódicamente en la guerra de África, “mi padre veía fatal, y en cuanto se dieron cuenta lo devolvieron a España”, entró a trabajar en “El Noticiero”, que dirigía José María Sánchez Ventura, se vincularía con el Centro Naturista Helios, llegó a ser su segundo presidente, y desplegó una actividad increíble: fue director de revistas como “Aragón” del SIPA, en 1929 coordinó un número donde publicó a los más importantes artistas plásticos, todos los números de “Amanecer” y varios de “Relieves”, e incluso llegó a fundar el efímero diario “Independencia”.
Uno de sus amigos de entonces era el periodista y escritor Andrés Ruiz Castillo, que lo definió como “una auténtica revolución que llegó a fundar Prensa Ebro, una agencia de publicidad”. “Mi padre poseía un gran sentido del humor, siempre sonreía. Era alegre y confiado”. Redactó algunas piezas teatrales, entre ellas “El tapiz” (1928), basado en las pinturas de Goya, y sobre todo escribió el libreto de la ópera “Igual que hermanicos. Estampas aragonesas. Zarzuela en tres actos”, que se estrenó el cuatro de enero de 1934 en el Teatro Principal con música de Luis Aula, que también dirigió la Orquesta Sinfónica de Zaragoza. El crítico Pablo Cistué de Castro dijo que “Manuel Sancho Marín ha hecho un libro de zarzuela tan documentado y de tal honradez que se aleja del tipo a que la generalidad de los libretistas nos han acostumbrado”. Decía que la obra aborda “los amores de dos mozos a una misma moza”, y elogiaba al tenor Faustino Arregui, a la actriz y cantante Sélica Pérez Carpio y al “formidable actor cómico” Eduardo Marcén.
En casa de Basilio Marín Ferrer hay obras de Honorio García Condoy, de Ansuátegui, de Bayo Marín, grandes amigos del periodista y escritor fusilado. Hace poco, el profesor madrileño Francisco Galera le mandó el expediente de su padre, y en medio había una copia que ha activado la memoria y el dolor: el Jefe Superior de Policía de Zaragoza mandó una carta a la cárcel de Torrero para que soltasen al meteorólogo Odón San Emeterio y a Manuel Marín Sancho. La carta estaba firmada el 30 de noviembre, pero no llegó a su destino. Esa misma noche ambos, con otros muchos, fueron ejecutados.
*Preparo una amplia selección de mis trabajos a lo largo de 20 años sobre personajes zaragozanos o vinculados con Zaragoza. Uno de los que figurará en ese cuaderno en marcha será Manuel Marín Sancho, texto que recupero ahora. La foto corresponde al Coso, a la altura del Teatro Principal.
UN POEMA DE AMOR / NATALIE DYBISZ. 1

POEMA EGIPCIO
(Siglo XVIII a.C.
Hermano mío, es agradable ir a la playa
para bañarme en tu presencia,
para que veas mi belleza,
en mi túnica de tela real finísima,
cuando está mojada…
Penetro contigo en el agua,
y salgo a la superficie hacia ti,
con un pececillo rojo,
que hermoso se está en mi mano.
Ven y mírame.
Incluido en el precioso libro Breve tratado de la pasión. Selección de textos y prólogo a cargo de Alberto Manuel, que acaba de publicar Lumen.
[La fotografía es de la joven Natalie Dybisz, poco más de veinte años y una osadía que rivaliza con su don poético y con la búsqueda de su identidad. En vez de redactar un diario con palabras, decidió hacer un diario visual, un autorretrato gráfico permanente y convertirse en motivo de sus fotos, como Claude Cahun o Cindy Sherman, por poner un ejemplo, y luego las colgó en la red. Suele firmar así o como Miss Aniela, a veces hay que buscarla por Natalie Aniela Dybisz. De origen polaco y residente en Leeds, quiere representarse como una mujer “soltera e independiente, joven y femenina”. La revista Yo dona le concede hoy una página: expondrá en Madrid, en la galería Cámara-Oscura, desde el 17 de abril al 31 de mayo.]
EL MAESTRO Y EL CATALEJO / NATALIE DYBISZ.2

Del libro Aprendiendo a vivir (Siruela, 2007. Traducción de Elena Losada) de Clarice Lispector (1920-1977), además del párrafo citado ayer, querría rescatar otros dos que me han gustado mucho: uno sobre Joao Guimaraes Rosa, el gran novelista brasileño, y otro sobre el misterioso hombre del catalejo.
Escribe Clarice.
-Entonces Guimaraes Rosa me dijo una cosa que nunca olvidaré, de tan feliz como me sentí en ese momento: dijo que me leía, “no para la literatura, sino para la vida”. Citó de memoria frases y frases mías y yo no reconocí ninguna.
-Otra persona que me llamaba de madrugada me explicó que pasaba por mi calle, veía la luz encendida y entonces me llamaba. A la tercera o cuarta llamada me dijo que yo no merecía mentiras: en realidad la parte trasera de su casa daba a la mía y me veía todas las noches. Como se trataba de un oficial de marina le pregunté si tenía un catalejo. Se quedó en silencio. Después me confesó que me miraba por el catalejo. No me gustó. Ni él se sintió bien por haber dicho la verdad, tanto que me avisó que “ya no tenía gracia” y que no me llamaría más. Lo acepté.
*La foto es de Miss Aniela o Natalie Dybisz, que dice lo siguiente: “Me enfada que todavía no se asuma que la imagen una mujer desnuda no significa sexo, no tiene connotaciones negativas ni por qué formar parte de las fantasías masculinas. Con mis fotos intento expresar mi sexualidad, pero no la presencia de un espectador sino representándome como una entidad de deseo activa, con mis derechos. Lo que soy”.
PASIÓN DE MAJNUN Y LAILÂ. POR VICENTE PASCUAL

[Voy a cerrar la espita de este blog por hoy, pero quisiera hacerlo con un texto que me ha conmovido, casi tanto como los poemas: este cuento, esta parábola, esta bella historia de amor que es el prólogo que Vicente Pascual Rodrigo le ha puesto a su espléndido libro: a la Vida, a la Muerte y a mi Bienamada (Olifante, Papeles de Trasmoz), que se presenta en breve con la presencia del poeta y pintor y de Ángel Guinda.]
Prólogo por Vicente Pascual Rodrigo
Hay dos episodios de una leyenda que han venido una y otra vez a mi espíritu durante el tiempo en el que he concebido estas cancionejas. La leyenda proviene de la antigua Arabia: Laylâ y Majnun, una bellísima historia de amor, aunque dicen que fueron los poetas persas quienes con más fama la cantaron, y que es la narración de Nizâmi la mejor conocida. Creo que estos episodios dicen más que lo que yo podría decir sobre lo que aquí imito.
* * *
Para mejor entender el sentido de la leyenda hay que advertir que Majnun –cuyo nombre podríamos traducir como "loco"– concibió desde su infancia un amor desmesurado por Laylâ –cuyo nombre podríamos traducir como "noche"– un amor tan desmedido que su cordura se derritió en Amor.
Pasó el tiempo, y pese a que el senti-miento de Majnun era correspondido, la familia de la bella Laylâ no aceptó la petición que el padre del enamorado hizo de la ma-no de su hija. Consideraba que la evidente locura del joven había destruido la reputación de su bienamada, ya que pregonaba sin descanso, aquí y allí, su amor por ella. Buscando la salud de su hijo, la familia de nuestro loco viajó con él a Meca, para pedir en tan santo lugar que retornara el sano juicio a tan lastimosa criatura. Allí Majnun se aferró al paño que cubre la Caaba y, suplicando, algo así dijo: No permitas Señor que me abandone locura, no permitas qué retorne a eso que llaman cordura.
De regreso en su dulce patria Majnun abandonó todo, penetró en los más inhóspitos y oscuros bosques, y los animales salvajes se esforzaron en darle consuelo, en su mansedumbre.
* * *
Pero lo que, ahora, más me interesa compartir con el paciente lector, es lo que sigue: El tiempo pasó y Laylâ se consumía en el recuerdo de su amado. Tanto así fue, que su familia acordó con la de Majnun suscitar un encuentro entre ellos, los amantes.
Sucedió en un claro del bosque, cuando la noche había dejado de serlo y el día aún no era. Avecinaron a Laylâ hacia aquel triste loco, tan amado. Se vieron, se reconocieron y corrieron ansiosos, el uno a los brazos del otro. Pero sólo unos pasos antes del encuentro, sólo unos pasos, ambos se detuvieron y, poco a poco, distanciaron sus cuerpos. ¿Cómo aquel loco iba a extasiarse recordando la profundidad de la Noche intangible, teniendo cerca tan hermoso reflejo? ¿Cómo Laylâ iba a recordar con pureza el modelo de su amado, teniendo consigo un modelado tan perfecto. Y es que ya sabían que la luz no deja ver la oscuridad misteriosa de la noche.
* * *
Pero menos mal, ya no hay duda que allí arriba se encuentran y se aman, en una muy pobre cabaña, embriagados, en el aroma de lo eterno.
*La foto es de Roger George Clark.
Vicente Pascual, finales de 2007
JUAN LUIS SALDAÑA: PADRE, PRESENTADOR Y POETA

También a ti
Idiota supremo.
Cuarentón. No tienes respuestas
para la gran pregunta.
No buscas siquiera.
Idiota superlativo.
Te afanas en el barro.
También a ti
vendrán de noche
a buscarte.
Juan Luis Saldaña, periodista y presentador de La General, el proyecto televisivo de Antonio Rey, narrador y músico de Nubosidad Variable, me envía este poema. Apasionado del fútbol y cómplice de Christian Peribáñez, a quien conocen como “el Giacometti del periodismo aragonés” (es el responsable de las páginas de televisión en Heraldo), Juan Luis acaba de ser padre. Cuelgo aquí esta pieza, tras la desolación del empate del Real Zaragoza, que, dicho sea de paso, fue un mal menor. La foto es del escritor John Fante, el maestro de Bukowski, el creador de Bandini, un tipo extraordinario.
UN MILAGROSO EMPATE Y A LA DESESPERADA

Mi sobrino José Terol, el gran lector de periódicos, el apasionado de la televisión, acaba de cumplir 18 años. Y está espigado, sombreado el rostro de barba y plenamente feliz. Es muy bonito ver cómo su familia ha ido tejiendo en torno a él, y a sus hermanas María e Isabel (y al núcleo Terol-Gascón mismo), unos poderosos hilos de amistad. Por eso, José fue objeto de gestos de cariño, de múltiples detalles: le han hecho dos montajes fotográficos llenos de encanto y de emotividad. Uno se lo han enviado desde Murcia, su prima, y otro unos amigos, donde se reconstruye, foto a foto, emoción a emoción, su vida. Hay fotos de bebé, fotos en Ejulve, fotos de sus paseos por los Pirineos, fotos en el estadio de Montjuic, fotos en Murcia y en Francia, fotos de complicidad con su padre, a pie de las montañas o de los bosques umbríos. Uno de los vídeos está amenizado con una preciosa canción de Amaral, que es el grupo favorito de la familia.
Después de la comida y los postres, me fui con mi hijo Diego a ver el Real Zaragoza a un bar multicultural y políglota de la calle Agustina de Aragón, regentado por chinos. El partido tenía algo de prueba definitiva; me conmovía como Diego -que veía como su Depor del alma vencía y aseguraba su permanencia- estaba en un sinvivir, nervioso y anhelante, a la espera de un gol: el huy final de Oliveira puso a prueba su esperanza. Los que os asomáis por aquí ya sabéis que soy optimista, optimista a la desesperada: deseo con todas mis fuerzas que el Real Zaragoza no baje. Mi idea de partida es que el equipo de este año no era malo: era un equipo pensado para acariciar la UEFA, de nuevo. Pero todo empezó a torcerse demasiado pronto: con la lesión de Matuzalem ante Yayá Touré, con las desavenencias en el vestuario, con la ausencia de tensión del equipo y con una idea general de lasitud que se instaló en el bloque. Si a ello le sumamos que la suerte, tan necesaria en este deporte, no favoreció casi nunca, que la elección de entrenadores (tras la destitución de Víctor Fernández) fue bastante infausta (especialmente la de Garitano: un hombre más bien huraño al que le pudo de inmediato la responsabilidad; especialmente la de Irureta, vencido ya para este oficio), que algunos arbitrajes fueron desafortunados, y que el Real Zaragoza es una estructura aún demasiado frágil por dentro, en todas sus costuras, en todas sus líneas… El fútbol nos dice un día y otro también que para ganar ya no basta con jugar bien: hay que correr como mínimo tanto como el rival y querer ganar más que él.
Para mí, hecha la salvedad de un puesto, la ausencia de alas específicas, el equipo estaba bien armado y compensado, pero nunca ha estado trabajado, con tensión y solidaridad en las líneas, nunca ha creído en sí mismo, nunca ha tenido impulso competitivo y ha parecido vivir en la inconsciencia, en la baja forma (y autoexclusión) de muchos de sus fichajes, en una especie de esplín o de dejadez que no le permitía ver su bisoñez, su vulnerabilidad, que no le permitía ver las orejas al lobo. Ha habido errores (uno de ellos, para mí, no saber motivar a su jugador más competitivo D’Alessandro, el único que siempre quería el balón; el conflictivo, a la chita callando, a lo mejor es Aimar), pero muchos de ellos son errores ahora, hoy, porque los resultados, tan inexorables, los han transformado en errores a posteriori, con la clasificación en la mano. Con la decepción ondeando como una bandera.
Ante el Getafe, el Real Zaragoza pudo haber perdido con total claridad y arañó un empate. Antes de jugar, se antojaba insuficiente; tras el lance, tiene algo de pequeño milagro de domingo, de ráfaga levísima de esperanza. La imagen fue algo más consistente que la semana pasada ante el Betis, pero tampoco hay motivo para tirar cohetes. El equipo no tiró a gol, fabricó un par de ocasiones (o en realidad, más bien solo una que malbarató Milito tras un perfecto servicio de Zapater), y anduvo más renqueante que otra cosa: llegando tarde, sin dominio, con demasiadas ausencias, la más peligrosa, desde luego, la de Diegol Milito. Manolo Villanova desplazó a Sergio Fernández a la izquierda, su peor lado (ya se había probado con Víctor Fernández que debía jugar en el otro sitio, pero cada maestrillo tiene su librillo y su terquedad), aún así hizo lo que pudo. El árbitro sancionó una falta inexistente que debía suponer su expulsión, pero ahí reinó la justicia poética y el extraño arbitrio del colegiado, un profesional que es realmente penoso y que estuvo penosamente asistido: Sergio no había ni tocado a su rival, me parece que era Rubén de la Red. El árbitro expulsó con extremado rigor a Matuzalem, que parecía un redentor y, pese a sus detalles y a su visión del juego, no lo será. Al menos el próximo sábado.
El Real Zaragoza se libró de la derrota. Y acaso del desastre. Si hubiese perdido, que habría sido lógico a la luz del juego, le habría sido muy difícil remontar, pero ahora sigue dependiendo de sí mismo: todo pasa por empezar ganando el próximo domingo (aunque no esté Matuzalem, que es mucho más peligroso a partir de la línea de tres cuartos, cuando busca el último pase o el centelleo de su disparo) al Huelva. Ese será el preámbulo decisivo de una gran final de seis tramos. Si se pierde o empata, el Real Zaragoza sí habrá sentenciado casi su sino más adverso, el infierno tan temido. Hay que ganar el sábado y seguir batiéndose a la desesperada: con rasmia, con dolor, con ambición, con lucidez, con sentido de la dignidad, con fervor y respeto por el club y por lo que representa. Este equipo no puede caer en el pozo, de nuevo, apenas un lustro después con estos jugadores, con sus responsables (¿desde cuándo no hay en el Real Zaragoza un presidente tan capacitado y tan forofo como Eduardo Bandrés?), con el sueño unánime de una inmensa porción de aragoneses en el año de la Expo y en el año del 75 aniversario.
Tendremos otra semana de intranquilidad y de pesadilla. Pero aún nos quedan varias más. El Real Zaragoza se librará del descenso posiblemente en el último partido. Así que cuidemos el corazón…
*La foto, tomada de la web www.zaragocistas.com, es de Matuzalem, al cual el equipo necesita mucho más: vibrante, versátil, ofreciéndose y sin temor al disparo desde lejos.
SÁNCHEZ VIDAL Y EL INGENIERO DE LOS INCAS

Agustín Sánchez Vidal es un trabajador incansable. Editó la narrativa de Joaquín Costa, a Miguel Hernández, tradujo a Simon & Garfunkel y a Los Beatles, estudió del derecho y del revés a todos los cineastas aragoneses(Borau, Florián Rey, Luis Buñuel, Segundo de Chomón, los Jimeno…), se convirtió en uno de los grandes especialistas del universo de Luis Buñuel y de la creación infinita de Salvador Dalí. Con el paso del tiempo, se ha transformado en un prodigioso intérprete de imágenes, y en su extensa bibliografía de más de medio centenar de libros hay títulos inolvidables como “Sol y sombra”, donde igual glosa a Alejandro Finisterre, el poeta y editor que inventó el futbolín, que a Darwin o los mares del sur de Stevenson. Tuvo la paciencia de documentar y analizar la cartelera de los cines en Zaragoza en dos volúmenes imprescindibles, “El siglo de la luz”. Es difícil hallar en Aragón a alguien que haya trabajado así y con tanto talento. Y no contento con los medios audiovisuales, ha dado el paso a la narrativa: durante casi una década armó, desarmó y volvió a tejer las dos historias de “La llave maestra” (2005), sobre las lenguas de Babel, los códigos genéticos y la huella de los judíos de Toledo. Ahora, en otro salto al vacío, se ha trasladado a la España y al Perú de los siglos XVI y XVIII con “Nudo de sangre” (Espasa. Premio Primavera), una novela llena de libros, de aventuras de capa y espada, de mar, de espionaje y de misterio, de amores imposibles y de otras historias entretejidas con sensibilidad, erudición y pasión por el arte de narrar. Sánchez Vidal nos acerca al mito del tesoro de los Incas, y quien debe encontrarlo –empujado por otros, empujado por la propia historia de su familia y sus antepasados, empujado por la princesa inca Umina- es un ingeniero que trabaja en Torrero en el Canal Imperial de Aragón: Sebastián de Fonseca.
*Autorretrato de Martín Chambi (1891-1973) en Wayna Picchu, 1943. Agustín, entre otras, se interesó mucho por este extraordinario fotógrafo de Cuzco y manejó sus fotos para documentar la acción de su estupenda novela.
UMA THURMAN Y LOS CUENTOS DE HADAS

Se cumplen 20 años del rodaje de “Las aventuras del barón de Münchaussen” en Belchite. Siempre recordaré que entonces trabajaba en El día y que aquella información la cubrió Ana Rioja, y la recordaré especialmente por las impresionantes fotos que hizo Daniel Pérez: eran espectaculares, en un vibrante blanco y negro. Una vez le pedí fotos de aquellas al fotógrafo, pero no las encontraba: me dijo que se habían quedado en los archivos del periódico y que se las habían comido los ratones. No estoy seguro si captó entonces a Uma Thurman, la joven actriz que en una noche de frío había ido con Félix Zapatero a comprarse unas botas de cuero español. Hace algún tiempo, compré el DVD de la película, que acaba de ser reeditado de nuevo con más extras.
Hace unos días, en El Semanal, en una entrevista de Will Lawrence, Uma Thurman, hija de la modelo Nena von Schalebrügge (enamorada de Timothy Leary) y de Robert Thurman (profesor en Columbia, experto en budismo y cultura oriental), declaraba su pasión por los cuentos de hadas, uno de mis géneros predilectos.
“Yo creo que todos estamos buscando nuestro particular cuento de hadas. Yo, desde luego, creo que en los cuentos de hadas. Una persona cuya opinión respeto mucho me dijo una vez que soy una romántica incurable. Siempre me había tenido por una persona más bien cínica, pues tengo un humor muy mordaz, pero ella me definió como el extremo opuesto de una cínica. Lo cierto es que nunca me he sentido tan feliz en la vida. Yo diría que vale la pena empeñarse en hacer realidad nuestro propio cuento de hadas. Hay que ser realistas y asumir lo irreales que todos somos en realidad”.
En aquella película, también participó la actriz fetiche de Isabel Coixet y también realizadora Sarah Polley.
Recupero una entrada anterior sobre la experiencia de Sarah Polley en España, que se publicó en El País. [A los ocho años, Polley interpretaba a la golfilla Sally Salten ‘Las aventuras del barón de Münchaussen’, de Terry Gilliam, en la que también hacían un pequeño papel Robin Williams y Uma Thurman. Para ella fue una experiencia traumática: días de 18 horas en un plató de España y viajes al hospital por hipotermia y un latido irregular del corazón causado por una explosión que tuvo lugar muy cerca de ella.
“'El barón de Münchaussen’, explica, hizo que me decidiera definitivamente en lo que se refiere a no querer estar jamás en grandes producciones y a centrarme en las películas independientes. Tengo verdadero pánico a volver a estar en un entorno inseguro otra vez”. ]
ALBERTO CALVO, SUPERMAÑO! Y SUS DIBUJOS DE DAMAS

Alberto Calvo es un torbellino de intuiciones. Abre la boca, lleve o no bajo el brazo la recopilación “Pa qué tanto” de su alter ego Supermaño, y dice: “¿Habrá agua caliente en Orense?”. Y así establece el clima del diálogo y dibuja el perfil de su humor. “¿Sabe una cosa? La primera vez que apareció Supermaño fue en el ‘Diario Vasco’ hacia 1985, en un suplemento de fanzines, Cuando iba a aparecer la segunda entrega, me dijeron: ‘Tú eres maño y tenemos que sacar a los humoristas de aquí’. Supermaño surgió por casualidad: al principio era un personaje íntimo, sólo para mí, pero en cuanto empezó a conocerse un poco era el que llamaba la atención. Y como a la fuerza ahorcan, tuve que darle más vida”.
Explica Alberto Calvo que “como las jotas eran tan aburridas para una persona joven, mi hermana y yo subíamos y bajábamos el volumen del tocadiscos, acelerábamos las revoluciones y gritábamos ‘oé, oé’, y así nació este personaje satírico y satirizable, que acabaría pasando al Víbora. Yo intento ser satírico hasta donde me alcanza la imaginación”. De repente, se da cuenta de la música de fondo, bastante insoportable, y dice: “Con esta música me ocurre como con aquella que pusieron en el metro de Barcelona, acompañada además de cierto olor a rosas. Al final, nadie quería coger el metro porque las rosas y la música invitaban al suicidio. Pues aquí, igual. Siempre me he preguntado por qué le gustaba Wagner a Luis Buñuel. Pues porque es una música patética y ahí reside el secreto del humor”.
Asegura Alberto Calvo que él sólo se mete con las actitudes, nunca con las personas. “Lo que es exagerado es caricatura en sí misma, pones algo fuera de contexto y si hace reír, eso es el humor. Pero yo tengo claro que la crítica empieza por la autocrítica. ¿De qué te puedes reír? De la falta de sustancia general y de mí mismo. Reírme de mí mismo es la base de mi humor; reírse de los demás no es humor, es mala fe. Me agarro a los tópicos para destruirlos. Y también me agarro a la mitología porque explica muy bien los tópicos. El humor es una reducción constante al absurdo”.
Alberto Calvo es un creador extraño. Lo mismo escucha a Philip Glass o Kurt Weill, que pasea bajo el brazo el libro “Aragón en el mundo”, que textos sobre la perversión del lenguaje, o que cita de memoria un cuento de Kafka. “Mi humor, lleno de surrealismo aragonés, se inspira en lo universal, y lo universal está en lo cotidiano, por eso me importan las vivencias. La experiencia es como echar carbón al tren de las ideas y del ingenio. La forma de expresarse es muy importante, somos palabras, silencios y miradas. Pienso en los chimpancés, que tienen mirada de hombre. Es como si nos dijesen: ‘Sacadme de aquí. ¿Quién me ha metido en este cuerpo?’. Valoro las cosas sencillas, como puede ser el diálogo interior”. Sostiene Calvo que la filosofía del aragonés es la de los pies en la tierra, lejos de fantasía. Aquí se teme a la lluvia, al pedrisco, a las pozas del río, pero “no somos los aragoneses fantasiosos. Y ahí estoy yo también, aunque no sé si lo he sabido hacer muy bien. Mi destino es casi patético: he hecho muchas cosas, incluso cursos de soldadura. Voy a empresas de trabajo temporal a ver si me cogen, y tampoco. Supongo que me habré equivocado, pero tampoco sabría cambiar con facilidad. La humildad es el punto de vista donde hay que colocarse, y no siempre es fácil saber hacerlo”.
Alberto hojea las páginas de “Pa qué tanto (El libro)” de Supermaño!, y dice: “Hay que apoyar a esta editorial Tomo Shibi, y recordarles a nuestros gobernantes que en este proyecto hay política y cultura, y también otra cosa llamada empresa. Vivimos en la vida del cursillo y del tiempo libre, y hay que comer, hay que comer. Yo no soy un snob: me inspiro en mis propias limitaciones. Hago mis dibujos con economía, sentido de la síntesis y con el deseo de que sean agradables a la vista”.
*Una de las estupendas ilustraciones últimas de Alberto Calvo, Supermaño!, que me ha hecho llegar hoy muy gentilmente. Recupero una visión general de su tragajo y de su humor y la cuelgo en el blog.
VICENTE MARTÍNEZ TEJERO DONA SU BIBLIOTECA A LA DGA

“Vicente Martínez Tejero es el más importante bibliófilo aragonés desde los tiempos de Juan Manuel Sánchez y su digno sucesor en el trono de la bibliofilia aragonesa (…) Su biblioteca de libros aragoneses es, sin ningún género de dudas, la más importante que existe actualmente en Aragón”. Así describía al investigador y farmacéutico otro gran bibliófilo como José Luis Melero en la tercera entrega de la revista “Letras aragonesas” del Centro del Libro de Aragón. Melero glosa su figura y su pasión por los libros con motivo de la donación de su biblioteca de libros aragoneses al Gobierno de Aragón, gestión muy avanzada que se ha llevado a contacto directo con el viceconsejero Juan José Vázquez. Por ahora, aún no se ha determinado si se va crear una Fundación específica para la gestión de esta biblioteca ni se ha concretado un lugar específico para los libros.
Vicente Martínez Tejero (Zaragoza, 1942) es especialista en botánica, en historia de la ciencia y antropología, aunque desde muy joven le ha interesado todo. Hijo de maestra, ha recordado en alguna ocasión que en cumpleaños y Reyes siempre recibía libros y que le han enseñado a moverse entre libros cuatro grandes bibliófilos o libreros: Santiago Marquina, que forjó la Biblioteca Moncayo en Jarque; el librero, escritor e investigador Inocencio Ruiz; el farmacéutico y bibliófilo Enrique Aubá y Alfonso Fernández, bibliófilo y apasionado de los libros de Joaquín Ibarra. La vasta biblioteca de Vicente Martínez, conformada a lo largo de medio siglo, desde los tiempos en que estudiaba Medicina en Barcelona, estaba sin organizar, aunque ya se han iniciado las labores de catalogación. El primer registro de libros impresos en los siglos XVI, XVII y XVIII abarca un total de 2.000 títulos. Se baraja que los volúmenes del siglo XIX girarán en torno a los 5.000, y los del siglo XX serán muchísimos más, pero por ahora no se ha concretado si la donación incluirá muchos de los libros publicados en Aragón en los últimos treinta años, que ya forman parte de las bibliotecas de públicas o de la Biblioteca de Aragón. El volumen total de la donación superará ampliamente los diez mil títulos.
Vicente Martínez Tejero, según dice Melero en “Letras aragonesas”, posee dos cualidades esenciales: “una generosidad desmedida, que le ha hecho prestar sus libros a cualquier investigador que se los solicitara (…) y una importante vocación intelectual que le ha llevado a publicar numerosos libros y artículos”. Es autor de libros como “La imprenta en Aragón”, “Los botánicos aragoneses” o “Piedras, fósiles, plantas, insectos, peces, pájaros. Naturalistas aragoneses”, y de cientos de artículos sobre personajes que conoce muy bien: Félix de Azara, Echeandía, Francisco Loscos, Asso, Mariano Lagasca, Andrés Piquer y Pedro Sánchez Ciruelo.
En su biblioteca hay libros de todas las disciplinas: especialmente de Derecho aragonés, libros góticos incluso, de Medicina, Historia, Filología y Literatura, Ciencias, Artes, Botánica, Farmacia… Posee las primeras ediciones de Jerónimo Zurita y de los todos los cronistas de Aragón; primeras ediciones de varios títulos de Baltasar Gracián y de los hermanos Argensola, las antiguas recopilaciones de Fueros, historias locales y folletos de fiestas, poemarios de vanguardia, y volúmenes, en diversas ediciones, de Ramón y Cajal, Odón de Buen, Benjamín Jarnés, Ramón J. Sender, Andrés Piquer, Miguel de Molinos, Nipho, etc. José Luis Melero, que ha visitado multitud de ferias y librerías de ocasión con Martínez Tejero, añade que el valor científico y cultural de su biblioteca es “incalculable. Es muy difícil además que nadie llegue ya a formar una biblioteca de la importancia de la suya. Hoy día los grandes libros apenas salen al mercado y cuando aparecen lo hacen a unos precios tan elevados que imposibilitan en la práctica su adquisición”.
Vicente Martínez Tejero es un erudito silencioso que siente Aragón, que ha sido una de las razones de su existencia y de sus investigaciones, y por eso ofrece su tesoro cultural sin otra condición que un lugar adecuado para su conservación y para su consulta.[Esta tarde se hace oficial la donación de la excepcional biblioteca de Vicente Martínez Tejero al Gobierno de Aragón en un acto en el que estará Juan José Vázquez.]
*La foto de Vicente Martínez Tejero es de Columna Villarroya.
ADOLFO AYUSO, EL CÓMPLICE DE LOS NIÑOS

Ya está aquí uno de esos trabajos que justifican muchos años de vida, de creación, de amistad. El placer de documentar y descubrir. El placer de la revelación. Adolfo Ayuso (Huesca, 1956), un estupendo narrador en corto, un cuidadoso dramaturgo para títeres, acaba de publicar Para un público menor. Teatro y espectáculo infantil en Aragón (1950-2005) (Centro Dramático de Aragón. DGA), un libro que explica el teatro infantil en España; espectáculos para el público menudo como los títeres, el circo o la magia; el teatro infantil en Aragón, con calas en autores apenas conocidos como Matilde Grimal Bueno especialmente (que se suma al dibujante Marcial Buj “Chas”, a a Castellón, Lalana, Cariñena, Mañas, el propio Ayuso, Fernando Lalana, Ramón de la Iglesia, Antonio Fernández Molina…) y en la crítica.
Adolfo Ayuso también habla de compañías, casi remotas ya como el Mago de los Cuentos Ramón de la Iglesia, Corita López, Los Opelli, y luego aborda ya compañías que hemos visto y seguido, desde Tántalo, La Taguara y Teatro de la Ribera hasta Teatro de Medianoche, Arbolé, Imago Mundi o Títeres de la Tía Elena.
La obra de Adolfo Ayuso, de 522 páginas, es un trabajo riguroso, lleno de detalles, de respeto, de nombre propios, de cartelería. Se trata de uno de esos libros que definen la lucidez, la pasión y la generosidad de un escritor honesto que adora a Bohumil Hrabal o a Witold Gombrowicz, y ciertos fines de semana en Anzánigo. Un escritor y un estudioso sin prisa que se afana en entender el mundo a través de los que han sido cómplices de los niños y niños propiamente desde la ficción.
*La portada del volumen pertenece a Jesús Cisneros, premio Lazarillo 2007 por su trabajo "Ramón", y el diseño del conjunto es de Fernando Lasheras.
VICENTE VALERO EN EL CORAZÓN DEL BOSQUE

Vicente Valero (Ibiza, 1963), ese poeta y dietarista tan personal y cuidadoso con sus sueños y recuerdos, ha sido el XX Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe con Días del bosque (Visor, 2008), uno de esos poemarios que pueden leerse como un paseo del poeta, que se expone a sus propios pensamientos, al chicotazo del viento, a los recuerdos y a los aromas de la arboleda. El poeta habla con la naturaleza y habla consigo mismo. Habla con los elementos, hace acopio de sensaciones, fluye como invadido por las raíces del mundo, concentrado metafóricamente en el bosque, en “la materia sin fin de nuestro bosque”. En el claro y en la tiniebla del bosque.
Copio algunos poemas:
XVIII
Agua que bebe el pájaro de octubre en la palma de mi mano:
Agua que alumbra el secreto del bosque.
XIX
Desnudo y solo, entre las ramas de la encina, temblando, te he encontrado por fin, sol de diciembre.
Ven a casa conmigo.
XXI
El miedo era solamente un pobre lobo que corría, mando y desesperado, hacia ningún lugar, un animal perdido bajo la lluvia negra del bosque: sólo una sombra ausente e infeliz de la manada.
XXIV
Una gota mía de sudor en el bosque hará crecer el árbol de la sed. Bajo la sombra de este árbol, algún día, tal vez, descansen otros caminantes.
Tal vez, bajo la sombra de este árbol, algún día, las palabras del bosque vuelvan a ser escuchadas, cierto ciervo que vi vuelva a ser visto.
Que una gota mía de sudor pueda ser esto.
*La foto es de Juan Rulfo.
NUEVO DISCO DE AMARAL...

[Muy pronto saldrá a la venta el nuevo disco de Amaral, Eva Amaral y Juan Aguirre, tras tres intensos años de éxitos, premios y montañas de cariño. En este dominio -http://www.emimusic.es/amaral- puede oírse ya la canción “kamikaze”*. Eva sigue conservando ese espléndida voz. Os dejo una de las fotos de la estancia del dúo en China.]
Como en su anterior trabajo Pájaros en la cabeza, todas las ediciones de Gato Negro / Dragón Rojo serán publicadas de manera simultánea el 27 de Mayo. De esta manera y por deseo expreso del grupo, no habrá reediciones especiales con contenido extra que fuerce a volver a comprar el disco más adelante.
Gato Negro / Dragón Rojo será publicado en los siguiente cuatro formatos:
- Doble CD con 19 canciones, formato estándar.
- Discolibro Edición Especial de más de 40 páginas.
- Caja Ed. Limitada con Discolibro y extras.
- USB con las 19 canciones del disco, pdf digital y extras.
La fotografía, tomada por Chas Ray Krider, es una de las que aparecerán en el nuevo disco.
*Yo no sé incorporarla a mi blog, cosa que me encantaría, pero ahora ya no pasea por aquí Javier Torres. Si lo hiciera le pediré que nos coloque la canción, que es estupenda.
NACHO LÓPEZ, UN GENIO DE LA LUZ

Acabo de adquirir un libro impresionante del fotógrafo mexicano Nacho López (1923-1986), del que iré hablando poco a poco. Ahora marcho a grabar Borradores, y os dejo aquí esta foto.
NACHO LÓPEZ: HISTORIA DE UN PIROPO

Me ha gustado mucho una foto que he visto hoy de Nacho López. Se lo comento a Magda Díaz Morales, nuestra cónsul en México, y me dice que aludo a esta foto que coloco aquí. Es otra foto de los piropos. Magda añade esta historia tan bonita:
“La mujer va caminando por la calle Madero, una calle del centro histórico muy bonita. Me recuerda mucho el contexto en el que vivieron mis padres. Mi madre trabajaba ahí, en esa calle Madero. Mi madre fue una mujer guapísima, muy vanguardista y rompía con los cánones establecidos. Una gran mujer, fue mi mejor amiga. Ella me contaba mucho sobre todo este México que retrata Nacho López”.
VICENTE GALLEGO: VOCACIÓN DE ALTURA

Hace unos días, en Benasque, con Carlos Marzal y otros muchos amigos, conocí al poeta y narrador Vicente Gallego, a quien había leído en varias ocasiones e incluso le había oído hablar en la radio como raro más o menos rarísimo de las letras al ser “el poeta del vertedero”, cosa de la que él se ríe. Pero bueno, por esa extravagancia real, la poesía ha estado algo más presente aquí y allá cuando Vicente, divertido y afable, nada engolado e incluso un formidable bailarín de medianoche, ganó el premio Loewe con “Santa deriva”, publicado por Visor.
Ayer, recibí un sobre de Vicente con dos pequeñas joyas: el relato “La sombra de Mamá” (publicado en Los Papeles de Iria Flavia) y una antología de la Fundación March, en la colección Poética y Poesía, de la que no tenía ningún ejemplar de la serie. Es una estupenda colección que coordina Antonio Gallego. Me encanta la gran labor cultural que hace la Fundación, con Javier Goñi, zaragozano trasvasado a Madrid y gran seguidor de Miguel Labordeta, como jefe de comunicación. En la dedicatoria, dice Vicente: "... vayan estas dos líneas y versos para celebrar tan grato y diveritdo encuentro. Lo pasé teta, y sin tocarlas..." De entre los textos que hay ahí, de gran calidad, de una exquisitez lírica incomparable, me ha gustado especialmente esta:
VOCACIÓN DE ALTURA
No persigue en su vuelo esta paloma
redención ni saberes: esclarecida vive
sin noticia o temor de su destino,
grácil boga en el aire y es el aire,
esforzado ejercicio transparente de fe
en la mañana mía.
En la mañana mía esta paloma
es deseo de altura, salvación por el ojo
que celebra ese gesto de fortaleza regia
desde su cuenca angosta.
Vuelan las aves
como si nunca hubieran de morir,
como si hubieran muerto y en la paz
de algún lago de luz erraran firmes.
Ah, si fuera la muerte,
todo el espacio enorme de la muerte,
un vuelo poderoso y desatado
en la cumbre feliz del eterno día.
*La foto es del fotógrafo mexicano Nacho López.
VOLPI, MÉNDEZ GUEDEZ E IWASAKI, EN CÁLAMO

Esta tarde estarán en Cálamo, a las 20.30, tres estupendos escritores latinoamericanos: el peruano, narrador y apasionado del fútbol, Fernando Iwasaki; el mexicano Jorge Volpi, que dedica en su último libro un maravilloso texto a Juan Rulfo, y el venezolano Juan Carlos Méndez Guédez.
Iwasaki es autor de Inquisiciones peruanas, con prólogo de Mario Vargas Llosa. Relatos de carácter fantástico, en un tiempo de torturas, inquisición y oscurantismo, en un tiempo de monjes sodomitas y beatas voladoras, que poseen la acidez, la gracia, la ironía y el sentido de la sátira de Fernando.
Jorge Volpi escribe un libro misceláneo, muy sorprendente, en Mentiras contagiosas, mitad ficción y análisis de la vida secreta de las novelas de autores como Bolaño, Pitol o el ya citado Rulfo, entre otros. Volpi se manifiesta como un gran teórico de la literatura, con un estupendo sentido del humor. La pieza de Rulfo para mí es extraordinaria. Es casi un reportaje-ficción.
Juan Carlos Méndez Guedej es toda una revelación para quien no haya leído sus libros en Lengua de Trapo. Leí sus cuentos en un viaje en tren a Galicia: son piezas que abarcan los temas eternos, con salidas inesperadas, con personajes que viven el extrañamiento, la locura y el deseo. El volumen se titula Hasta luego, míster Salinger.
Los tres libros los ha editado Juan Casamayor, un aragonés apasionado por el cuento que está haciendo fortuna en Madrid, en su sello Páginas de Espuma.
*La foto es de Natalie Dybvisz, Mis Aniela.
CHEMA LERA RINDE HOMENAJE A RAMÓN ACÍN

LA MARIPOSA Y LA PAJARITA
Segundos antes de morir, el maestro miraba una mariposa. Estaba posada sobre la tapia, indiferente al pelotón de fusilamiento. Pensó que tal vez una bala perdida podría alcanzarla y se apartó un paso de ella.
Tras el estallido de la descarga, unas tenues alas amarillas, orladas de tímido violeta, sobrevolaron la sangre de los asesinados. Dibujaron en el aire un instante de belleza en su memoria.
Homenaje a Ramón Acín.
CHEMA LERA
Este texto y esta ilustración corresponden a Chema Lera. Responden a una petición de Fernando Sarría, el incansable hacedor de lunas, para que se incorporase a la fiesta del microrrelato en su blog Estravagario 21. Chema Lera me ha obsequiado con ambas piezas, y aquí están.
RECUERDOS Y LEYENDA DE CLEMENTE PAMPLONA

*[Hace algunos años, cuando trabajaba en El Periódico de Aragón, hice una de mis series periodísticas favoritas: “Memorias de otoño”, inspiradas en el periodista que más me ha marcado posiblemente: Manuel Vicent y su “Inventario de otoño”, cuatro páginas con entrevista y álbum de fotos. Para esa serie, con Eloy Fernández Clemente, visité al escritor, guionista y director, y tantas cosas más, Clemente Pamplona. Publiqué cuatro páginas. Algún tiempo después, esta entrevista y otras con cineastas aragoneses aparecieron en mi libro “Vidas de cine” (Biblioteca Aragonesa de Cultura, 2002). Coincidiendo con el ciclo de cine del Centro de Historia que coordina el infatigable y apasionado Luis Antonio de Alarcón la rescato y la publico aquí. Mañana, el profesor Juan Villalba, otro apasionado de Teruel y de sus criaturas, da una conferencia sobre Clemente Pamplona, al cual le ha dedicado la monografía más completa que existe sobre él. Luego se proyectará "Historia de un hombre", una cinta de 1961.]
CLEMENTE PAMPLONA
MAS DURO SERÁ EL OLVIDO
Clemente Pamplona es ya un juguete roto en manos de un destino soez: una torpeza de un oculista lo ha condenado a desplazarse por un laberinto de tinieblas. Está casi ciego y se le ve midiendo distancias, acariciando objetos, eludiendo sillas y sombras, hasta que logra adaptarse al nuevo y umbrío orden del mundo. Un mundo, sin duda, que ya no se parece al de antes: está viudo, ha visto naufragar ideologías, ha asistido al derrumbamiento de cosas íntimas e incluso Teruel, la ciudad de sus sueños de adolescente, parece haberle dado la espalda, como si su retorno se hubiese convertido en un destierro final más que en el reencuentro con sus orígenes.
Conmueve verlo así, con esa mirada escindida. A veces, con esos ojos -uno, luminoso, y abierto a la perplejidad; el otro, entrecerrado y huérfano de toda claridad como una almeja difunta-, adquiere Clemente un no sé qué de demoníaco. Parece un cíclope en su lánguida invernada. Asistimos al ocaso del ídolo. Su casa está llena de objetos, de cuadros, de documentos y de fotografías que revelan un pretérito colmado de momentos imborrables: el primer número del diario Lucha que fundó, obras que le dedicaron sus amigos los pintores, un gran retrato de su esposa Amparo Lleó, cerámicas o unos dibujos de Antonio Mingote.
Creíamos que podía ser un hombre fiero, casi desairado. Se le percibe el genio de vez en cuando, pero sobre todo se muestra como un hombre apacible y confiado, con gran sentido del humor, socarrón y benévolo, que ha encontrado en las tertulias de la radio y en la música su último consuelo.
EN BRONCHALES.
Nació en las elevadas sierras de Bronchales en 1917. Su padre era veterinario. Su madre era oriunda de Navarrete del Río, aunque había nacido en Sigüenza, y llegó a tener una docena de hijos. Clemente fue el menor de saga. "Mi madre se había casado a los 16 años. Su primer hijo le nació muerto y mi padre la llevó a Zaragoza a que la viese Santiago Ramón y Cajal. Éste le dijo: ‘Si quiere conservar a su mujer, no tengan más hijos’. No le hicieron caso. Mi madre parió doce hijos. Y se murió a los 99 años y medio”. La niñez en Bronchales, en cuyo estío aparecen los veraneantes y en el invierno las nieves, fue completamente dichosa: lo llamaban señorito los aldeanos y lo mimaban sus hermanos. Solía motar a caballo a pelo y llevaba a las bestias a apacentar a las dehesas y a los prados. En alguna ocasión era capaz de regresar en yeguas mansas, perdidas y erráticas en el monte, desde Orihuela del Tremedal.
Cuando contaba siete años ingresó en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, donde escaseaban los castigos y abundaban los rezos. “La severidad se reducía a la palmeta y a la bofetadita. La enseñanza era ejemplar y recuerdo que era compañero mío el dibujante Antonio Mingote. Luego hice el bachillerato y pronto me incliné por el periodismo. A los catorce años ya me hicieron corresponsal de la agencia Logos de Madrid y de El Noticiero de Zaragoza, un diario estupendo, donde empecé a publicar cuentecillos y reportajes. Reemplazaba a mi hermano en la toma de conferencias desde Madrid para el periódico turolense Acción y además solía redactar necrológicas y textos de información local”.
Acción era un diario del Sindicato Agrícola Católico, pagado por el diputado Leopoldo Igual Padilla de Mora de Rubielos, al que asesinaron durante la Guerra Civil. "Era diputado agrario. Lo mataron de una manera horrible: le hicieron una corrida taurina, le pusieron varias banderillas y luego lo asesinaron en Valencia. Eso se dijo. De la dictadura de Primo de Rivera tengo recuerdos borrosos. Recuerdo la visita del General Sanjurjo a la catedral de Teruel. Yo seguía sus pasos y de repente retrocedió para observar mejor el artesonado, y casi me tira. Era un tipo tremendo, alto y fornido”. Teruel era entonces una ciudad modesta de poco más de quince mil habitantes. Los estudiantes esperaban el final del curso y la gente soñaba con las fiestas de San Fernando. La plaza del Torico era el centro del universo con sus soportales que protegían del cierzo y de las nieblas, con sus casas modernistas, con sus cafés de arrieros y aquella imprenta mítica de Perruca. Con modestia, pero con intensidad, se veían funciones de los cuadros de actores locales, en el Casino Turolense hervían disputas y el reputado médico Serafín editaba su novela De Barcelona a Estambul.
FALANGE Y REPÚBLICA.
“Yo salí a dar vivas a la República. Teníamos la teoría de por qué va a ser rey un hombre que nace por un determinado sitio y otro no. En absoluto" Sin embargo, muy poco después iba a afiliarse a la Falange (e incluso iba a ganar para la causa a Federico Jiménez, padre de Federico Jiménez Losantos). Mientras tanto seguía con Logos y sus colaboraciones en El Noticiero. Con 19 años se matriculó en Derecho y Filosofía y Letras en Madrid y se costeaba su estancia, a final de campaña, con su salario como reportero.
“Antes ya de que estallase la guerra, me habían encerrado en la cárcel porque era Jefe del SEU en Teruel. Me llevaron a la cárcel a mí, a Julve Ceperuelo y a Miguel Merino de Alcañiz, que luego sería alcalde de Zaragoza. Me sacaron del calabozo y fui a llamar por teléfono a Madrid. Acababan de matar a Calvo Sotelo y me dijo la telefonista que había visto una lista de amenazados en la que estábamos yo y mi hermano Manolo, que vivía en Santa Eulalia de Campo. Cogí el autobús y cuando llegué al pueblo, a mi hermano ya lo habían llevado preso. Decidí irme a Bronchales y me encontré con Pepito López Cordobés, que años después sería director de Lucha”.
Al poco tiempo empezaron a sacar Imperio azul, una hoja volandera, después crearon Arriba, cuya cabecera era el anagrama posterior del periódico de José Antonio Primo de Rivera. La primera portada no dejaba lugar a dudas: “Las tropas nacionales están a punto de entrar en Madrid”. En aquella época de confusión y de disparos cruzados desde todas partes, Clemente Pamplona y sus compañeros se hicieron con la imprenta de Acción, aunque su adquisición hubo de ser aprobada por el lugarteniente de José Antonio, Manuel Hedilla. “Así nació Lucha (actual Diario de Teruel), con cabecera de Publio Palmero, hijo del médico de Bronchales. El primer número es de noviembre de 1936. Tenía cuatro páginas, un formato grande y éramos partidarios de la sublevación. Una de las primeras noticias fue la ofensiva contra el cementerio en la frontera de Corbalán, que trajo consigo la llegada de seis tanques rusos a la ciudad. Las noticias locales las completábamos con la información internacional que oíamos por la radio”.
EL FEROZ ASEDIO.
La Batalla de Teruel prefiguraba sus tragedias, la gesta brutal de una época fratricida. Teruel iba a transformarse en la arena donde se despedazaban todas las fieras de la tierra. Empezaban a llegar corresponsales de todos los lugares. Entre otros, estuvo en la ciudad el fino y elegante Eugenio Montes del diario ABC; un día, mientras veía los escombros, las primeras ruinas, la hambruna, todo aquel circo del horror que contrastaba con la ligereza aérea de las torres gemelas o con la suspensión casi celeste de la catedral en la alta noche, dijo: “Aquí se acaba España”. “También recuerdo un corresponsal francés del diario católico La Croix. Quería visitar los frentes de Puerto Escandón. Le dije que no había problemas. Lo llevé, le presenté a los comandantes de puesto, al Jefe de la Falange. Cuando regresamos, me dicen: ‘El coronel Rey quiere verte. Que te presentes de inmediato’. Me acompañó el francés. Creí que Rey D’Harcourt tenía el semblante cambiado. ‘¿Usted no sabe que no se puede llevar al frente a un señor del que nada sabemos? Esto es un consejo de guerra’. Me quedé un tanto perplejo. El coronel se tornó afable y se río: ‘¡Que sea la última vez!’ ”.
En este diálogo con Clemente Pamplona está presente Eloy Fernández Clemente, espléndido biógrafo del coronel y desfacedor de la leyenda negra del militar. Parecía obvio preguntarle a nuestro interlocutor por él. “Era un perfecto militar. Era militar siempre y un perfecto caballero. Hay que ver cómo aceptó este hombre la muerte de su hijo en Brunete, con qué entereza. En el asedio ya no lo traté: recibí un balazo y pasé todo ese tiempo de aquí para allá en hospitales”.
CINE Y PERIODISMO.
Su vocación periodística aún le permitió continuar a la desesperada con el diario Lucha. Se quedaron sin luz y sin nada, aunque emplearon el aceite de unas cuantas latas de sardinas con una mecha. Lograron imprimir 50 ó 60 ejemplares con la vieja Marioni en el interior de una cueva. A partir de ese momento, Clemente Pamplona, malherido y destrozado por dentro, fue llevado de hospital en hospital por las tierras levantinas: San Miguel de los Reyes, Sueca, Cullera. En Valencia, recibió un “regalo de los dioses” en forma de mujer: Amparo Lleó. “Así se llama mi esposa. La conocí en Sueca, durante su convalecencia. Era una mujer muy bella. Había sido comunista y con sólo 17 años se marchó al frente con un amigo de su padre. Era un militar maduro, capitán de artillería, con el que llegó a Alfambra, en Teruel. Cuando vio cómo se ponían las cosas, la envió a su casa. ‘Tú a tu pueblo’, le dijo. Y Amparo se metió enfermera. Fue como un ángel para todos nosotros, los prisioneros de la República. Empezó a protegernos: nos traía naranjas y nos hacía saber los partes de guerra. Para entonces ya había cambiado de ideas. Había visto muchas calamidades y muerte en Valencia. Al final, la llevaron a una checa tras ser expulsada del hospital. La gestión de muchos amigos logró devolverle la libertad. No se había olvidado de nosotros ni tampoco de mí. Recuerdo que un día me hizo llegar una carta que, en apariencia, no decía nada de verdadero interés. Me la llevé al retrete y me percaté de que el sobre llevaba muchos sellos. Empecé a despegarlos y descubrí que Amparo me había escrito en letra menuda el parte de guerra que anunciaba el avance de los sublevados. No eran cartas de amor: el primer beso se lo di al salir”.
Terminada la guerra, se curó del todo en Zaragoza y pidió un puesto de redactor en el Levante de Valencia, que era el diario de mayor éxito y tesorero de la prensa del Movimiento Nacional. El director era Maximiliano García Venero, historiador y biógrafo de Manuel Hedilla, la bestia negra del régimen y el símbolo de la Falange de izquierdas. Permaneció tres años en la ciudad del Turia, hasta que fue invitado a retomar la dirección de Lucha. “Contacté con Miguel Vidal Andols, padre de Darío Vidal, y los dos nos pusimos manos a la obra. Traje las primeras linotipias a Teruel y una rotoplana de El Comercio de Gijón. El 30 de mayo de 1942, el periódico entrega un especial de 40 páginas con una portada a color. El director, reconoce, recibía consignas del régimen, interminables telegramas con los discursos de Franco, aunque también contaba con los servicios de una agencia alemana en Valencia: Transocean.
La existencia de Clemente Pamplona no ofrece un segundo respiro. En 1945, tras algunas diferencias con el gobernador Ruiz Castillejos (quien no quiso aprobar el intento de crear una especie de sociedad anónima entre ayuntamientos para sustentar Lucha), ingresó en Radio Nacional de España y se trasladó a Madrid. “Me estrené en el servicio de noche, con Fernández Marrero de redactor jefe. Ese mismo día estalló una bomba y estuvo a punto de hacerlo otra. Era un atentado terrorista. Durante doce años fui el cronista para RNE de los viajes de Franco. ¿Franco? Siempre he dicho lo mismo. No me sentía afín a él exactamente. Creo que, como he dicho de la Guerra Civil y mantengo, fue un mal necesario. Por supuesto hemos vivido 40 años bajo una dictadura. Lo asumo. Pero hay que pensar el estado en el que estaba el país, las ruinas o el hecho de que no tuviese un ambiente internacional propicio que le permitiese restañar las heridas con más rapidez y sin tanto ensañamiento. Pasará tiempo para ver con claridad la figura y su política”.
Al poco tiempo, Clemente Pamplona se reveló como un excelente guionista, hasta el punto de que en 1950 obtuvo el Premio Nacional de Guiones con Pasos, basado en una historia de Antonio Calderón sobre el relato de alguien que conversa con sus pasos. “Yo mismo llevé el proyecto en el debut de Andrés Mejuto. La cinta representó a España en el festival de San Sebastián”. Continuó haciendo cine y con éxito sobre todo con Don José, Pepe y Pepito, sin abandonar nunca el periodismo. Fue corresponsal de RTVE en Lisboa, asumió la dirección de Teleradio e ingresó en la plantilla del Ente, donde asumió labores de director de informativo. Le apetece narrar una anécdota portuguesa. El Mundial de Fútbol de 1966 de Inglaterra tuvo dos héroes sobresalientes: el gran Bobby Charlton y el interior portugués Eusebio. Clemente Pamplona, durante su estancia como corresponsal en Lisboa, tuvo una cariñosa relación con el astro del Benfica. Recordando la aciaga derrota del Barcelona frente al equipo luso en la Copa de Europa –el conjunto de Torres, Coluna, Eusebio y Simoes ganó al favorito de Suárez, Kubala, Kocsis y Czibor-, Clemente Pamplona intentó que Eusebio recalase en el Barcelona e hizo gestiones que parecía que iban a fructificar, aunque entonces, desde Portugal, empezaron a llover las amenazas contra el jugador. “Lo amenazaron con el destierro o con enviarlo a combate a las colonias. Fue una pena. No sólo era un formidable jugador, sino una extraordinaria persona. Como su mujer Rosa”.
Prado del Rey lo nombró codirector de la televisión aragonesa, en los tiempos de Maximiliano Alonso, aunque podía hacer su trabajo desde Teruel. Ha pasado casi una década de su jubilación, pero su vida –en este domingo lento y claro de acérrimas nostalgias que ya le duelen como la punzada que le han cosido en los ojos- sigue poblada no tanto por la vieja camisa azul, sino por los mejores amigos, por los instantes más agradables. Esa es la única luz que le remedia la ceguera y le protege contra las ominosas sombras del olvido.
DE LA PRENSA AL CINE
El cine ha sido su gran pasión. Tal vez mayor que la del periodismo o la de la radio. Hizo de todo: conversó con los actores, los fue a buscar a medio mundo, escribió guiones y dirigió varias películas. En 1950 ganó el concurso de guiones de Cifesa con Agustina de Aragón, que trasladaría a la pantalla Juan de Orduña. Su trayectoria como realizador se inaugura con Pasos, una cinta de 1957 que representó a España en el Festival de San Sebastián. Ese título significó el debut de Andrés Mejuto y estuvo protagonizado por Alfredo Mayo y Lina Rosales. El guión había sido galardonado por el Sindicato Nacional de Espectáculos.
“Con Pasos ocurrió una cosa muy singular: los checos presentaron una deliciosa cinta, Abuela automóvil y quisieron llevarse la mía a su país. Se llevaron una copia de 16 milímetros, pero las autoridades no la aprobaron por su moral: decían que narraba un adulterio y la prohibieron”. Después escribiría uno de los guiones que más le gustan: Cerca del cielo, sobre el Padre Polanco, que se rodó en Teruel. Al año siguiente dirigió Farmacia de guardia (1958), cuyo asunto era la noche de una farmacia. “La interpretaron nada más y nada menos que María Guerrero y Pepe Romeu. Quizá mi mayor éxito fuese Don José, Pepe y Pepito (1960, basado en una novela de Juan Ignacio Luca de Tena. Estuvo interpretada por Manolo Morán, Pepe Isbert y la actriz mexicana Ana Esmeralda”.
Con Historia de un hombre asomó a su vida otro personaje aragonés: el escritor y filólogo Fernando Lázaro Carreter. Con él volvió a repetir colaboración en La chica del gato, guión basado en una pieza de Carlos Arniches. Los intérpretes fueron Gracita Morales y José Orjas. “Quisiera recordar un título al que le tengo un gran cariño, y que fue todo un éxito en aquel momento: me refiero a Kubala, los ases buscan la paz, donde descubrimos a la bellísima actriz Irán Eory y a Antonio Ozores. En la cinta intervinieron grandes glorias blaugranas como Ramallets o Pepe Samitier”.
Clemente Pamplona Blasco no pone límites ni a su energía ni a sus recuerdos. Declara su admiración por su hija Amparo Pamplona –asidua antaño en las novelas semanales de televisión, en los espacios dramáticos. Aún podríamos recordar su perfecto papel en La hija del mar de Rosalía de Castro-, y recuerda sus numerosos encuentros con actores: con el espigado Conrado Sanmartín, con Cantinflas (al que dibuja un día remoto en Madrid oyendo chistes con estupor porque él era incapaz de superar tanta gracia ajena), con Anthony Quinn en Albarracín a principios de los 80. El intérprete de Zorba el griego le llenó el corazón de orgullo. En un momento de reposo del rodaje de Valentina, se le acercó y le dijo: “Clemente, usted debería dirigir de nuevo”.
*Portada del libro de Juan Villalba Sebastián, que imparte una conferencia sobre Clemente Pamplona en el Centro de Historia.
Programa de este fin de semana:
Viernes, 18 de abril
Jesús Pascual, un desconocido director de cine
Luis Antonio Alarcón Sierra
Proyección: El azar se divierte (1957, 85 minutos)
Sábado, 19 de abril
Clemente Pamplona. Del primer plano al fundido en negro
Juan Villalba Sebastián
Proyección: Historia de un hombre (1961, 83 minutos)
HISTORIA DE IGNACIO ARA, POR JUAN GAVASA

[Hace algunos, cuando escribía mucho de boxeo y de deporte, me encontré con un personaje fascinante: Ignacio Ara, que llegó a pelear por el campeonato del mundo con Marcel Thil. Le dediqué un extenso artículo en El Periódico de Aragón, que anda por aquí, en la memoria del blog. Un día, Juan Gavasa -que nos alegra la vida cada día con su estupendo blog y con su envidiable vitalidad de nómada, viajero, investigador, periodista y editor- me preguntó por este personaje. Hoy le dedica un exhaustivo y completo artículo que ha publicado en la revista Jacetania. Juan tiene el cariñoso detalle de dedicarme este texto.]
A Antón Castro, que me descubrió al "catedrático del boxeo", de Sigüés.
Ignacio Ara está considerado uno de los mejores boxeadores españoles de todos los tiempos. Fue Campeón de Europa de los pesos medios en el lejano 1932. Ningún otro púgil español de su categoría lo ha vuelto a lograr. Le llamaban el “catedrático del boxeo” por su elegancia y su prodigiosa rapidez de movimientos. A Ignacio el apellido le delataba. Era aragonés, de Sigüés. Allí nació en 1909. El universo del boxeo tiene encumbrado a Ignacio Ara como una figura estelar de su particular historia. Lo tiene desde que protagonizó en la década de los años 30 del pasado siglo algunos de los duelos más feroces y violentos que se recuerdan con el francés Marcel Thil, al que nunca pudo vencer y al que tampoco nunca le pudo arrebatar la corona de Campeón del Mundo, que logró en 11 ocasiones. La última vez que lo intentó fue en mayo de 1935 en un memorable combate celebrado en la plaza de toros de Madrid.
Ara era el hombre del momento, sólo él podía convocar a 30.000 personas para presenciar un duelo que olía a revancha y orgullo herido por los cuatro costados. Ya se habían enfrentado por primera vez en 1933 en París: los cronistas aseguran que había ganado el aragonés pero los jueces decidieron lo contrario. Dicen que aquel choque fue brutal, se repartieron mamporros sin freno y los dos salieron malparados.
Un año y medio después tuvo lugar la revancha también en la capital francesa pero Ara midió mal sus fuerzas. El francés, un tipo rocoso y experimentado, le propinó una soberana paliza que le dejó maltrecho. No tuvo opción en ningún momento. El de Sigüés no escarmentó y retó a Thil a un nuevo combate, el de la madrileña plaza de toros.
La historia se repitió, pero el guión fue bien diferente al de ocasiones anteriores. Ara perdió nuevamente pero su formidable actuación le permitió mantener intacto su prestigio y, sobre todo, su dignidad. El semanal AS lo resumió perfectamente: “Ignacio Ara vencido, pero no derrotado, por Marcel Thil, Campeón del Mundo del peso medio”. La crónica de aquel combate se enmarca en la galería de excelencias literarias de la prensa deportiva de la época.
El popular semanario le dedicó al duelo la portada de su número del 3 de junio de 1935. La imagen resume lo que fue la pelea; un rudo e imperturbable Thil castiga sin compasión al boxeador aragonés, que apenas puede mantenerse en pie. Sus músculos tensionados y el pelo desbaratado hablan por si solos. En el interior de la revista la crónica se extiende en detalles de lo que fue un verdadero acontecimiento nacional. Era la primera vez que la capital española albergaba un Campeonato del Mundo y uno de los aspirantes era aragonés, de Sigüés.
De Ara decía Angelo, el cronista deportivo de AS, que era “bien proporcionado, limpio, fino y elegante, aunque parece también más frágil que su rival. Sin saber sus características, sin conocer sus estilos, bastaría verlos bajo la luz de los reflectores formando el grupo con el árbitro rubicundo y serio, ante la batería de fotógrafos, para pronosticar exactamente qué clase de combate va a hacer cada uno”.
No se equivocaba; el combate transitó por esos derroteros. “Ignacio Ara, indiscutiblemente más boxeador que su rival, en el sentido de que el boxeo es algo más que un ejercicio de pura y bruta fuerza, domina francamente a lo largo de los primeros asaltos. Brilla su estilo variado y magnífico frente a la torpeza maciza de su adversario, que se empequeñece en la comparación, encorvándose, replegándose, hundiendo su cabezota en el pecho”.
En palabras de Angelo, el especialista en boxeo del AS, “Ignacio Ara es el matador inteligente y fino; Thil es el toro robusto y poderoso que embiste”. Mal asunto si las fuerzas del aragonés se agotaban antes de tiempo, como así fue. “¿qué valen las embestidas desprovistas de belleza, constantes pero lentas, ante la elegancia de los pases del matador?”, se preguntaba el periodista. Thil no es un toro de sangre sino de granito y todo ese despliegue de golpes que realiza Ara choca contra un muro que parece recibirlos casi sin inmutarse.
Las 30.000 almas que abarrotan la plaza de toros gritan “Ara, Ara, Ara”, es un coro ensordecedor asegura el periodista, que pretende empujar al jacetano a una victoria que se hace cada vez más incierta. El francés digiere las embestidas de su rival y comienza en el último tercio una ofensiva salvaje que le llevará al triunfo final. “Aunque Ara rehuía el cuerpo a cuerpo, no podía evitar el abrazo de oso de su rival, que le golpeaba en los costados. Marcel Thil sabía bien que en ello estaba su fuerza”. El desenlace está cerca y Angelo describe unos minutos angustiosos que parecen horas: “Los golpes del francés han llegado con toda su fuerza a su rostro y han tenido una repercusión en el cerebro, exactamente en el momento en que las piernas empiezan a flaquearle. Embadurnado en sangre, atontado por los golpes, no pierde la claridad de su juicio; sabe lo que puede pasarle y lo evita”.
En el decimotercer asalto el árbitro declara vencedor al francés en medio de la bronca general. Pero no hay duda; Thil renueva su título mundial con toda justicia. El periodista, con arrobo patriótico, asegura que “el estilo de Ara, su boxeo claro y brillante, su valentía y su corazón han valido más que toda la resistencia, toda la labor de basto obrero del “ring” del Campeón del Mundo”. En el cenit de su carrera, Ignacio Ara salió del envite magullado pero con el orgullo alimentado por una afición que lo veneraba. Sin embargo, nunca más volvería a aspirar a grandes empresas. Sus sueños de gloria se quebraron en aquella velada madrileña con 30.000 enfervorizados aficionados como testigos del inicio del largo y lento declive. En 1968, ya retirado, confesaba en una entrevista concedida al prestigioso periodista deportivo Pedro Escamilla, que “no llegué, como me exigía mi hombría, a campeón del mundo del peso medio. Una vez porque me robaron, otras, porque me vencieron”.
La historia de un montañés
Ignacio Ara nació en abril de 1909 en Sigüés, donde apenas permaneció unos meses porque sus padres emigraron a Mauleón, al otro lado de los Pirineos. No era el viaje de las golondrinas, que cruzaban la cordillera con la caída de la hoja para regresar en la primavera. Era un viaje definitivo, sin retorno. Las prósperas fábricas de alpargatas de la localidad francesa eran el destino de un exilio económico español que huía de la miseria diaria. El padre de Ignacio, Mariano Ara, comenzó a trabajar en una de esas fábricas y alcanzó el puesto de encargado. Vicenta, la madre, se empeñó en la educación del hijo. Fueron seis años de intensas vivencias en una casita llamada “Chalet Vicenta”. Ignacio creció hablando castellano y francés.
En 1916 la familia decide regresar a España y se instala en Jaca, donde uno de los abuelos regentaba una talabartería. La amenaza alemana en la primera Guerra Mundial convence a los Ara de la necesidad de desandar el camino y buscar espacios más seguros. Jaca lo es. Fue una decisión temporal, condicionada por los acontecimientos internacionales, pero en la mente de Mariano Ara no se borra la idea de regresar a Francia tan pronto como finalice la guerra.
Instalados de nuevo en “Chalet Vicenta” los Ara retoman la normalidad. Ignacio estudia en un colegio de frailes, donde el padre Abadie le inculca el amor por el deporte, por cualquiera de ellos sin distinción. Son tiempos en los que el ciclismo genera pasiones en Francia. El Tour en esas fechas ya se ha consolidado como uno de los grandes acontecimientos deportivos mundiales. Pero el pequeño de los Ara se va arrastrando por otros derroteros. En las habituales trifulcas con compañeros de clase descubre la fuerza de sus puños y su marcado instinto de supervivencia.
Es un tipo de profundos contrastes. Cultiva al mismo tiempo un perfil duro y agresivo con otro inquieto y sosegado. Le anuncia a su padre que quiere ser cocinero y viaja a Paris para trabajar como pinche en el Hotel Point-Neufe. En realidad, es una salida de urgencia ante la rotunda negativa de su padre a que se dedique a la pelota-mano, su verdadera pasión. En París, sin el ojo escrutador de su padre, encuentra tiempo para jugar en un frontón cercano junto a un joven que pronto haría historia, Paulino Uzcudun, un exleñador que acabaría siendo leyenda del boxeo y varias veces aspirante a la corona universal de los pesados ante Joe Louis y Max Schmelling.
Junto a ellos también está otro vasco de oro, Isidoro Gaztañaga. Los tres entrenan casi a diario en el gimnasio Anastesie, donde Ignacio Ara va comprobando poco a poco que lo que realmente le produce fascinación es el boxeo. El escritor y periodista Antón Castro, profundo conocedor de la vida de Ara, cuenta que en ese gimnasio el de Sigüés “se quedaba entusiasmado con un tipo llamado Molina, era un auténtico bailarín de claqué que soltaba las manos con la velocidad del rayo”.
El destino de Ignacio Ara está marcado. En 1925 acompaña a su amigo Gaztañaga a San Sebastián y casi por azar se planta encima de un cuadrilátero ante el italiano Ambrosoni; le bastó un asalto para dejarle KO. De este episodio es probable que surja también el error divulgado en los últimos tiempos por el Archivo Auñamendi y alguna enciclopedia de boxeo, sobre el origen donostiarra de Ignacio Ara.
Tras aquél primer combate victorioso, el aragonés ganó los 36 siguientes y el campeón español del momento, Ricardo Alis, le evitó para ahorrarse desagradables sorpresas. Tras un desastroso encuentro con sus padres, que no aprobaban la nueva profesión del hijo, Ignacio regresa a París con la obsesión de hacerse rico y ganar el cetro mundial. Peleó en un combate memorable con un tal Valclaund, según indica Antón Castro, y desde ahí dio el salto al Albert Hall de Londres y Nueva York, donde combatió en 1929 con Eddie Bowie. Un comentarista escribió de Ara: “es el boxeador extranjero de mayor combatividad que he visto en mi vida. Su estilo es maravilloso”.
Pocos días antes de ese viaje a Estados Unidos, Ignacio estuvo en Jaca. Así informó de su estancia El Pirineo Aragonés: “Está en Jaca este simpático y popularísimo paisano nuestro. Bien merecido tiene tal título: nació en Sigues y en Jaca pasó los primeros seis años de su niñez. De nuestra ciudad se acuerda muy gratamente. Por eso, después de repetidos y notables triunfos en sus luchas de boxeador, admirando a inteligentes públicos de populosas capitales extranjeras. Ignacio Ara quiere visitar a Jaca y a Sigues con toda su cordialidad y simpatía. Después, inmediatamente, va a volver a Norte América, donde ha de cumplir contratos de importancia. Bien venido, Ignacio, y venga esa mano, pero sin apretar mucho ¿eh?”
En 1930 se fue a La Habana, uno de los puntos de ebullición del boxeo mundial. Allí ganó a José de la Paz, Jimmy de Capua y Relámpago Sagüero, uno de los mejores boxeadores cubanos de todos los tiempos. En ese momento ya era uno de los púglies más importantes del mundo. El especialista en boxeo cubano, Melchor Rodríguez, le otorgaba no hace mucho tiempo la categoría de “rutilante estrella mundial”, a la altura de Jack Dempsey o Joe Dundee, al que vapuleó sin compasión en un memorable combate en febrero de 1931.
Tras hacer las Américas y recién proclamada la II República Ignacio Ara regresó a España y por fin pudo pelear con Ricardo Alis. Le duró unos segundos. Al año siguiente ganó el Campeonato de Europa de los medios ante el austriaco Kar Neubauer, paso inmediato para atacar el cetro mundial que nunca pudo conquistar.
La posguerra y el declive
Ara pasó la Guerra Civil en Buenos Aires y cuando acabó volvió para continuar con un desenfrenado carrusel de combates que alcanzaría los 300. Un palmarés inigualable que todavía hoy sigue impresionando. Se retiró en 1947 con 38 años, justo después de coronarse campeón nacional de los pesados. Desde entonces se dedicó a entrenar. Lo hizo en Buenos Aires con Fred Galiana; lo hizo en Salamanca con los olímpicos españoles que iban a competir en México 68, lo hizo con un tal Tony Leblanc, al que enseñó todo lo que tenía que saber sobre el boxeo. Así lo confesaba el actor en una reciente entrevista realizada en el diario ABC, en la que recordaba sus remotos inicios como púgil.
Ignacio Ara murió en 1977 en Buenos Aires, la ciudad que se había convertido en su pequeña patria. Nació aragonés, creció francés y murió con la nostalgia porteña. El jacetano está enterrado en el popular cementerio de La Chacarita, junto a Carlos Gardel y otras leyendas del boxeo argentino como Luis Angel Firpo y Ringo Bonavena, el púgil asesinado por la mafia por no aceptar la abyecta orden de tirarse en el quinto round de su último combate. Un clásico del lado oscuro del boxeo. De Ignacio Ara escribieron en Buenos Aires que era “el catedrático de las doce cuerdas, tan querido de la afición argentina”. Ahí descansa, junto a Carlos Gardel.
SÁNCHEZ VIDAL Y LUIS DEL VAL..., EN BORRADORES

El pianista zaragozano Íñigo Muñoz, de trece años, actúa esta noche en Borradores: el intérprete, que ya ha participado en el ciclo de Grandes Pianistas del Auditorio y que ha ganado multitud de premios, tocará dos piezas de Chopin y de Beethoven.
Los invitados al plató son los escritores Agustín Sánchez Vidal y Luis del Val, galardonados con el Premio Primavera de Novela, patrocinado por Espasa y Ámbito Cultural. Sánchez Vidal, ganador con “Nudo de sangre”, cuenta la historia de la búsqueda del tesoro de los incas a través de una trama en la que intervienen los propios indígenas, los judíos y el ingeniero español Sebastián de Fonseca; Luis del Val, finalista con “Crucero de otoño”, narra una historia coral de amores y espionaje en un paquebote en la que se ven envueltos distintos personajes cuyo pasado regresa una y otra como una obsesión.
También visita el plató el escritor y periodista Juan Carlos Soriano, que acaba de publicar el libro “Andanzas de una periodista perezosa. Conversaciones con Pilar Narvión” (Tirwall, 2008). Se proyecta un amplio reportaje fotográfico de esta mujer que acabó siendo directora adjunta de Pueblo, cronista del 23-F y corresponsal en Roma y París.
Además Borradores ofrece una extensa entrevista con Mercedes Castro, que está cosechando un gran éxito en su debú narrativo con “Y punto”, proyecta el cuento “Ramón”, que ha escrito e ilustrado Jesús Cisneros; Ana Cristina Úbeda le pone voz a la deliciosa historia. Borradores, por último, se traslada a Calaceite donde se celebraron unas jornadas poéticas con la presencia de Emilio Ruiz Barrachina, Félix Grande, Paca Aguirre y Manuel Rico, entre otros.
*Foto del maestro de Cuzco, Martín Chambi, que ha influido en la documentación de la novela de Agustín Sánchez Vidal: Nudo de sangre (Espasa).
EL POEMA FAVORITO (DE LOS SUYOS) DE SONIA FIDES

CUANDO LA MEMORIA NO HABÍA APROBADO SUS OPOSICIONES A LA JUDICATURA
Cada uno tiene su forma de olvidar
Carmen Posadas
Desde niña he creído en la elegancia del diablo,
por eso en esta nueva temporada de desfiles
me pongo a sus órdenes.
Ya he visto la publicidad.
Aparezco anunciada
como la modelo estrella de su última colección
de Prêt à Porter.
Incluso algunas personas comienzan a pararme por la calle
para hacerme preguntas
e interesarse
sobre el porqué le ha sido vetado
el territorio de la alta costura.
La respuesta es simple, casi perfecta,
un (irregular) verso alejandrino:
“La maldad es casi siempre un territorio urbano”
Algunos me miran,
parece que empezaran a comprender
de qué está hecho el infierno,
pero a mí no me importa contestar a sus dudas
ni ponerles algún ejemplo incluso.
El infierno tiene muchas explicaciones
pero sólo una definición.
El tártaro es un milímetro exento de llamas,
el lugar más cotidiano de cualquiera de nuestros días,
un territorio V. I. P. en el que la inteligencia
le da masajes a la eternidad,
porque la eternidad,
ha resultado ser
menos inmortal de lo que ella esperaba
y sus músculos tampoco están a salvo
de la renovación del pensamiento.
Además,
hace tiempo que el miedo
a que el pecado nos caliente los pies,
más de dos noches por semana,
ha dejado de pertenecer
al campo semántico de la palabra terror.
Los reajustes siempre llegan a tiempo
si se saben buscar entre las imperfectas arrugas
de un abismo que se apellida igual que nosotros.
Ahora,
todo es distinto,
me siento a salvo a una temperatura ambiente
de más de treinta y nueve grados
y reparto sin pudor
fotocopias de mi nueva identidad.
Tal vez por eso, algunos reporteros
que habían contado mi vida anterior,
esperan conseguir fotografiarme
como cuando la memoria
no había aprobado sus oposiciones a la judicatura.
Pero el pasado será lo único que conserven de mí,
porque la libertad posee la misma textura
que la masa corporal del cuerpo de un vampiro.
[La escritora madrileña Sonia Fides, con tantos amigos ya en Zaragoza, ha corregido esta semana su nuevo libro, que saldrá muy pronto y anhela presentar aquí. Éste es su poema favorito del libro; esta noche su amiga Carmen Posadas está de invitada, junto a Víctor Muñoz, en el programa de Luis del Val, Aquí un amigo de Aragón Televisión (21.35 horas). Le pongo aquí esta foto del gran artista Walter Evans del que Lunwerg y Photo Poche acaban de publicar una monografía. Esta foto fue tomada en La Habana en 1933 y fue la usó Miguel Barroso, el flamante marido de la flamante Carme Chacón, para su excelente novela “Amanecer con hormigas en la boca” (Debate).]
HUELLAS, DE ANGEL SANZ Y CARMEN BERGES

Ese embajador de la cultura y de la amistad que viaja en un camión, Javier Torres, el telefonólogo, me llamó ayer hacia las ocho. Y me dijo que tenía un libro para mí. Así es Javier: siempre lleva algo para sus amigos. Es como el nuevo cartero de la ciudad, el heraldo de verdad que te alegra el día. Apareció con su escritora favorita, María, y con un libro de dos: del poeta y soñador Ángel Sanz Goena, que ofrece lecciones y reflexiones con una pureza inusual, con una inocencia que desarma, y de la pintora, especializada en acuarela, Carmen Berges. El libro se llama Huellas, y Ángel Sanz lo divide en varios capítulos. Todos ellos llevan una introducción, una poética de contexto, y luego el autor, en cursivas, hace acopio de pensamientos, de aforismos, de pequeños poemas en prosa, de ocurrencias y de mensajes cargados siempre de buenas intenciones. En la portadilla de cada capítulo, Carmen Berges coloca una de sus acuarelas, que poseen una inclinación constante a los naranjas, a los ocres, a los tierras. La autora alterna abastracción y figuración en unas obras llenas de sutileza, de dominio técnico, de emoción y de fantasía cromática.
El libro de los dos Carmen y Ángel es una edición de autor, cuidada, bella, es un libro de amor esencialmente: a través de él los dos, el poeta y la artista, la acuarelista y el filósofo de los sentimientos más directos, ofrecen una prenda de cariño al mundo en vísperas del Día del Libro.
Y ese embajador del amor y de la cultura, ese cómplice de todas las rutas, Javier Torres, lleva el libro como una epístola secreta, como un tesoro con el que quiere obsequiar a sus amigos. De vez en cuando, mientras avanza y sonríe, abraza a su dama. Cierro los ojos y los veo andar, a los dos, lentamente, hacia el corazón de la noche y los bosques sagrados que sueña Carmen Berges a la acuarela.
Ángel Sanz Goena escribe cosas así:
“Las flores humanas son tan delicadas que su ausencia es auténtica fragancia de amor”.
“Hay encuentros en la vida que son despliegues del cielo”.
“En el manantial de la pureza nace la inocencia del alma”.
El libro, y es un detalle muy bonito, está dedicado al escritor y periodista Alfonso Zapater. “Mi gratitud y a mi amor a su ser, a ese alma que camina cada noche, como una estrella más, por los confines del universo”.
Carmen y Ángel tiene una página web que se llama Color del Alma.
EL VIAJE A LA HABANA DE PILAR AYMERICH

[Pilar Aymerich es, con Colita, la gran fotógrafa del siglo XX y siglo XXI en Cataluña. Lo ha captado todo: los movimientos sociales, la vida en la calle, la agitación política, el Mediterráneo, los grandes personajes de la cultura y de la sociedad. Ahora expone en el Museo de História una selección de 71 retratos. También ha publicado, con Isabel Segura, un libro sobre cinco “Mujeres viajeras”, que vivieron en La Habana. Esta foto pertenece a ese libro de Meteora. Buscando en la red, encuentro esta entrevista de El Periódico de Cataluña realizada por Carme Escales. La traigo aquí porque me parece muy oportuno y porque Pilar Aymerich, que no tiene nada ver con Laura Aymerich, la musa de una canción inolvidable de Llach, es una magnífica profesional, una criatura importante de la fotografía en Cataluña y en España.]
PILAR AYMERICH: ABRIENDO CAJONES
DESCUBRÍ UN MOMETNO DE LA HISTORIA”
Ternura, añoranza y admiración. Con estos sentimientos, Pilar Aymerich ha seleccionado de su archivo 71 retratos de artistas, intelectuales y poetas que, desde el exilio, la resistencia interior y la recuperación de Catalunya, scribieron y vivieron una parte de la historia. Los muestra en Resistents. La cultura com a defensa y rinde así homenaje a quienes lucharon, desde la cultura, por la libertad durante la oscuridad franquista.
--Su trabajo, como el de sus retratados, ha construido memoria histórica. La muestra lo prueba.
--Cuando eliges una profesión como la mía, eres fotógrafa las 24 horas del día. No hay separación entre vida y profesión. Es una forma de vivir. Un día, abriendo cajones, descubrí que tenía muchos rostros de aquel momento de la historia. Y con ellos quise mostrarla.
--Tísner, Calders, Roig, Candel, Pessarrodona ¿Fue difícil elegir?
--Sí, fue complicado, porque tengo muchos más retratos. Al final, mi selección fue muy personal, pero honrada. Todos me aportaron algo, les admiro o son amigos.
--¿Por qué escogió el retrato?
--Siempre me ha interesado el ser humano. Aunque sé que el retrato es una agresión, pero yo intento que sea la mínima posible.
--La foto es esencial, pero en los pies de foto usted cuenta mucho.
--En ellos he dejado mis impresiones en relación al personaje y a lo que dejaron en mí. Creo que eso le da más potencia al retrato.
--¿Qué le han dejado todos estos profesionales que fotografió?
--El convencimiento de que cuando ejerces tu oficio con rigor, de ello siempre sale algo.
--¿Qué quisiera que se llevara el visitante de su selección de fotos?
--Un trozo de la historia del país y una reflexión: que la cultura nos hace mejor como personas y mejor como país.
ISIDRO FERRER EXPONE EN SAN JUAN DE LA PEÑA*

CARTELES DE ISIDRO FERRER EN EL MONASTERIO
NUEVO DE SAN JUAN DE LA PEÑA
El claustro del Monasterio nuevo de San Juan de la Peña (Huesca) alberga desde mañana viernes, 18 de abril, hasta el próximo 15 de junio, la exposición de carteles de Isidro Ferrer “No es esto. Carteles de Isidro Ferrer”.
La muestra recoge las 19 obras que el artista gráfico ha realizado para las dos últimas temporadas del Centro Dramático Nacional, en las que se pone de relieve la sólida trayectoria artística del autor. La exposición de estas obras permite descubrir sus múltiples recursos creativos.
Por otra parte, la exposición reúne 60 carteles de los últimos años. De temática variada, estas obras reflejan los mundos propios y los lenguajes universales que Ferrer crea, y en los que la imaginación, la fuerza de los símbolos y la sutileza son los elementos principales.
19 carteles, 19 obras
Las temporadas 2006/2007 y 2007/2008 del Centro Dramático Nacional (CDN) han tenido como soporte promocional los carteles realizados por Isidro Ferrer en colaboración con Nicolás Sánchez. Los 19 carteles se sirven de la metáfora, la paradoja, la ironía y la traslación de significados; y juega con el valor simbólico de los iconos a partir de un lenguaje sintético de gran impacto visual.
Por otra parte, los 60 carteles que completan la exposición pueden considerarse una retrospectiva de la obra realizada por Ferrer en los últimos años. En estas obras puede contemplarse, a través de temas muy diferentes, el valor que concede Ferrer al juego; los mundos imaginarios que consigue crear mediante la descontextualización de los objetos, a los que carga de un doble significado; el valor que aportan las diferentes tipografías que utiliza, obteniendo un resultado aparentemente sencillo pero plagado de simbolismo.
Isidro Ferrer, una vida dedicada a la creación
Isidro Ferrer (Madrid 1963) combina su actividad de diseñador gráfico con una intensa labor en otros campos de la imagen como la ilustración, el cartelismo, la realización de cómics, la dirección artística de exposiciones, animaciones para televisión o la edición. Afincado en Huesca desde 1996, proviene del mundo del teatro y realizó su primera incursión en el mundo de la imagen en 1988, como diagramador e ilustrador de Heraldo de Aragón.
En 1990 funda el Estudio Camaleón en Zaragoza con el que comienza a despuntar públicamente, y en el 92 realiza el montaje de la planta dedicada a Goya en el Pabellón de Aragón en la Exposición Universal de Sevilla. Su producción se afianza en prestigio y difusión; comienza a colaborar con El País y realiza trabajos para las editoriales Alfaguara y Santillana, así como las conocidas cortinillas de continuidad de Canal Plus.
En el 2002 se integra en la Alianza Gráfica Internacional (AGI) y realiza distintos trabajos fuera de España. Ha publicado más de 20 libros entre Francia, Portugal y España, y ha participado en numerosas exposiciones, tanto colectivas como individuales en ciudades de todo el mundo. En el 2002 recibió el Premio Nacional de Diseño, máximo galardón que se concede en el campo del diseño y en el 2006 el Premio Nacional de Ilustración. Actualmente, trabaja en el recinto de la Expo Zaragoza 2008 con las piezas de la instalación del Banco Ecogeográfico, junto con Batlle i Roig.
* La muestra permanecerá abierta entre el viernes 18 de abril y el 15 de junio
**Recoge los carteles de las dos últimas temporadas del Centro Dramático Nacional, así como una retrospectiva de su obra
***Está organizada por la dirección general de Turismo del Departamento de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de Aragón, y comisariada por Dolores Durán
ISIDRO FERRER, imágenes de teatro
Desde que fui nombrado Director del CDN, hace ya cuatro temporadas, he ido creando un equipo y una manera de concebir nuestro trabajo desde la perspectiva de una institución pública, con la responsabilidad que ello conlleva. Hasta ahora este grupo de personas afines se había reducido a los departamentos básicos de una gestión teatral: dirección adjunta, dramaturgia, dirección de producción, comunicación, dirección técnica etc. Nunca pensé que un diseñador podría incorporarse a esta tarea apasionante siendo, no un mero colaborador puntual, sino una parte fundamental de toda una estrategia de comunicación, hasta que, por azares de la vida, Rafael Mejías, un estupendo diseñador que trabajó con nosotros las primeras temporadas, me habló de Isidro.
Aquí empieza nuestro viaje común.
Buscar lo esencial. Proponer lo que diferencia una propuesta artística de otra. Crear un mundo visual que apunte sutilmente, más que defina. Diseñar imágenes que nos sumerjan de una manera compleja en la propuesta escénica que nos ocupa. Traducir en una imagen precisa todas y cada una de las diferentes lecturas que cada espectáculo sugiere. Plasmar de una manera rotunda y sintética el impacto visual de un cartel que diferencie una temporada teatral y que, al mismo tiempo, unificando criterios, la desarrolle, creando una imagen asociada indefectiblemente a nuestra institución. Y, por encima de todo, aun cuando la imagen sea precisa, dejar que sea el espectador el que la complete con su propia visión del espectáculo.
Los carteles de Ferrer se van haciendo poco a poco. Van creciendo de una manera casi imperceptible. Primero en su imaginación, luego en su estudio, después en el contraste obligado de opiniones con nosotros, para llegar al final a la mente y la sensibilidad del espectador, que es su destinatario primordial dándole su forma definitiva. Es una historia de comunicación artística, para mí sin precedentes, en un campo tan complejo, competitivo e importante como es la propia imagen de un teatro público.
La línea gráfica que propone Isidro, siempre es poderosa, rabiosamente contemporánea, arriesgada, lúcida… remitiéndonos siempre a una visión profunda del texto, de la idea del espectáculo y del concepto del director de escena. Sus propuestas nos hacen comprender el espíritu del montaje como si fuesen lentes de aumento que iluminan los aspectos más esenciales y recónditos de la expresión teatral.
Pocas veces se ha dicho tanto con tan poco. Isidro. Gracias
GERARDO VERA Marzo 2008
BIEN FÁCIL ES
Bien fácil es juntar un pedazo de una imagen con un pedazo de otra y que salga algo.
Bien fácil es siluetear una imagen y que parezca que es una sombra.
Bien fácil es que el animal se confunda con el animal y el animal con el objeto y el objeto con el objeto y el objeto con el ser humano.
Bien fácil es que, entre los millones de animales, sea esta gallina a la que hoy le crezca cabeza de caballo.
Bien fácil es que, entre los millones de animales y objetos, vengan hoy a encontrarse las patas del caballo descabezado y la percha sin abrigo.
Bien fácil es que, entre los millones de objetos que se cierran y se abren, sea el candado el que hoy clausure a la muñeca rusa y sea hoy el puñal el que no se deje coger por el mango de la leve pluma.
Bien fácil es que, entre los millones de objetos y los millones de seres humanos, soporte hoy la nuca encendida cafetera italiana.
Y es igual de fácil que el proyectil se arrastre hoy y que hoy el viento arda entre las aspas inmóviles de un ventilador. Sí, en los carteles, las aspas de los ventiladores nunca se mueven.
Es muy fácil, es tan fácil como decir alguna verdad.
Otra cosa es atreverse.
En el teatro, de vez en cuando, aparecen algunas verdades, aparecen: metonimia, paradoja, sinécdoque, elipsis, cita, silencio, hipérbole, ironía, laconismo, metáfora, prosopopeya, símil y otras. Son verdades como la copa de un pino.
Estas verdades, y otras, también aparecen en la presente colección de carteles pensada y hecha para el Centro Dramático Nacional; es lógico, el cartel de una obra de teatro está obligado a presentar alguna de las verdades que luego aparecerán en escena, y digo luego porque lo primero que vemos de una obra es el cartel, y mientras lo miramos, ya hemos empezado a ver la obra con los ojos de la imaginación, que son los que nos nacen en el cogote y miran para detrás que parece que miran para delante. Y es que sólo somos capaces de imaginar el desorden de lo que recordamos.
Gracias a estas verdades llegamos a creer; sí, a creer que el amor existe, que la traición siempre paga, que se puede cambiar la realidad, que el tiempo de la espera es insoportable, que la ambición no tiene límites, que la locura es el final, que el humor es la salvación.
Sin embargo, es posible que ninguna de las proposiciones precedentes sea verdad, ni mentira. Las que seguro son verdades son las otras, las que he enumerado antes, las que permiten crear a quienes están en un lado y creer a quienes están en el otro, la metonimia y todas esas.
Claro que este creer exige una condición al crear, que no se note ni artificio ni artífice, que todo parezca fácil, bien fácil. Conviene aceptar la condición.
Cuando una verdad aparece, es muy difícil quitársela de encima y empezamos a reconocerla en sitios, ocasiones y avatares donde antes no veíamos nada, o muy poco. Con estos carteles va a suceder algo parecido: saldremos de cualquier obra de teatro en cualquier teatro del mundo y sobre el cartel anunciador de turno colocaremos la memoria de alguno de estos porque seguro que cuadra más.
Y es que es bien fácil: unas cuantas verdades de las antiguas, un foco que ilumine una sombra y algo de valor; con esto y con tiempo: hoy función.
Grassa Toro
P.D. El texto inicial corresponde al equipo de Producciones Capitel, formado por tres laboriosas mujeres (Lola, Paloma y Miriam); los dos restantes, de Gerardo Vera y Grassa Toro, corresponden al catálogo que se ha editado para la ocasión, diseñado por Isidro Ferrer y Nicolás Sánchez, e impreso en Gráficas Alós de Huesca.
JULIO CÉSAR CHÁVEZ, VISTO POR DIEGO LUNA

Sé que Julio César Chávez (Sonora, México, 1962) ha sido uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos. Se fajó bravamente durante una década, desde la conquista del título del mundo ante Mario Mariposa Martínez, en 1984, hasta su pelea con Oscar de la Hoya, el chico de Oro, en 1995. Entonces, el veterano de 33 años cedió ante el empuje de De la Hoya, que descubrió de inmediato que Chávez había sido temerario: tenía un corte en una ceja y había rehusado a retrasar la pelea. En aquel combate, terrible y sangriento, el gladiador mexicano ganó más dinero que nunca, pero descubrió que ya no era invencible. De la Hoya volvería a ganarle en 1997, ahora más ajustadamente y después de temblar en varias ocasiones, y también el ruso Koskya Tszyu. Chávez se retiró definitivamente en agosto de 2005, sangrando por la boca, con una frase parecida a ésta: “Yo soy el culpable de todo”.
En esos 21 años, disputó 112 combates, ganó 105, perdió cinco y cosechó dos nulos, uno de ellos antes el guisante dulce Pernell Whitaker. Peleó 37 veces por el campeonato del mundo, 10 más que Joe Louis, y venció a grandes púgiles como Franki Randall, Roger Mayweather, Héctor Macho Camacho, Edwin Rosario o Meldrick Taylor, uno de sus rivales más enconados: pelearon dos veces, en la primera dominó Taylor, pero Chávez lo derrotó cuando faltaban ocho o nueve segundos; en la segunda pelea, el mexicano venció en el octavo asalto.
Anoche, en Canal Plus, proyectaran la película documental del actor Diego Luna: Julio César Chávez, el último héroe mexicano. El actor de Y tu mamá también reconstruye la vida del púgil: su infancia en el seno de una familia pobre con once hijos, con el padre ferrocarrilero, sus iniciales escarceos en el boxeo, con sus hermanos Rodolfo y Rafael, y luego su carrera meteórica. La película, que da la sensación de ser algo errática, analiza la personalidad del púgil: quería ser alguien para redimir a los suyos. Le regaló una casa a sus padres, ante la vía del tren, para que ambos recordasen o evocasen sus mejores recuerdos de novios. Le regaló una casa a su primera mujer: va a verla y la encuentra destrozada, en ruinas. Le asoman las lágrimas: cuántos recuerdos, de golpe. Visitan los gimnasios, Diego Luna conversa con Don King y José Sulaimán, con periodistas, etc. Uno de los capítulos más curiosos es la connivencia de Chávez con el poder, o la atracción que sintió Carlos Salinas de Gortari hacia él. Asistió en helicóptero a una de sus peleas. Más tarde, Chávez sería acusado de corrupción y de estar vinculado al narcotráfico. Y aquí se sugiere que esa persecución, que parece el inicio del fin, estaría sugerida por Ernesto Zedillo.
Julio César Chávez era un pegador incansable. Creo que es su hijo Julio César Chávez Jr. (al que entrena ahora) quien dice que se faja y pega y recibe desde el gong del inicio hasta el gong final de la campana. Es muy importante, en el tramo final del documental, la relación entre padre e hijo. Diego Luna conversa con el joven aspirante a campeón entre dos vagones. Julio César pelea todos los segundos de cada asalto. Es un boxeador rápido, con pegada y una increíble (por no decir, suicida) capacidad de encaje. Siempre va hacia delante, siempre quiere dominar y persigue a su rival hasta el último rincón. Y allí inicia la tarea de demolición. En eso recuerda a Carlos Monzón. Chávez es uno de esos boxeadores, acaso desprovistos de odio curiosamente (no era Joe Frazier, ni Tommy L. Hearns, ni Max Baer, ni Tyson, cargados de ira), que evidencian con sus golpes la dureza del pugilismo. No da tregua, ni se amilana; si recibe mamporros, los engulle, alivia el aguijón, y se afirma sobre el tapiz: el hurón inicia, de nuevo, su asedio sin intención de retroceder.
*Julio César Chávez y su hijo Julio César Chávez Jr.
RETRATO VULNERABLE DE MARILYN MONROE

[Una película de quince minutos, en la una mujer parecida a ella practicaba sexo oral, ha devuelto a Marilyn a la actualidad. Esta mañana, en Hoy por hoy, la recordaban Javier Rioyo y Carlos Boyero. La recordaban conmovidos; Rioyo la dibujó como el animal más frágil del universo. Hace algún tiempo compré y leí una Enciclopedia de Marilyn de Monroe de Adam Victor (Köneman), a la que vuelvo a menudo. Me encantan este tipo de libros.]
Quizá si no hubiese muerto en 1962, Marilyn no hubiese sido el mayor mito sexual del cine. Una vez, convertida ya en objeto de deseo universal, en un armazón de fragilidad con curvas y magnetismo felino, dijo: "Si voy a ser símbolo de algo, prefiero serlo del sexo en lugar de otra cosa". Tal vez si no hubiese desaparecido envuelta en circunstancias macabras --para unos fue objeto de asesinato instigado por los Kennedy, Robert estaba en su casa el día fatal; para otros, un suicidio--, no se habrían escrito varios centenares de libros sobre Marilyn Monroe. Y ahora acaba de publicarse en España quizá el más completo que se conoce, y no nos olvidamos de "Marilyn Monroe. La biografía" de Donald Spoto (Anagrama, 1993) ni de "Marilyn Monroe. Investigación de un asesinato" de Donald. H. Wolfe (Emecé, 1999). Se trata de "La enciclopedia de Marilyn Monroe" de Adam Victor (Köneman), el fruto de más de tres años de intento trabajo de rastreo, búsqueda bibliográfica, conversaciones e indagación periodística.
El resultado es un libro suculento, que ofrece una visión algo más compleja de la actriz de "Con faldas y a lo loco". No es que aporte nada radicalmente nuevo, que se desconociese o que no se sospechase de la actriz. Pero tiene el volumen tantas entradas, tantos matices, tantas declaraciones y, sobre todo, tantos personajes próximos a la mujer 10 del cine que su mundo se percibe mucho más vasto y mucho más rico. Marilyn fue una mujer frágil, sí, insegura, insatisfecha, una buscadora incesante de amistad, de cariño, de éxito, de sosiego interior, y eso --además de entregarse a muchos hombres codiciosos de sus carnes, vampirizados de súbito por su belleza cincelada con buril y una inspiración demasiado humana-- le condujo una y otra a vez a intentarse. Asistía a clases de interpretación y dicción, a clases de canto, y a leer (Rilke, Dostoievski, Tolstoi, Hemingway) con auténtica voracidad hasta el punto de convertirse en "la rubia tonta que más leyó en la historia de Hollywood". Recién casada con el gran Joe Di Maggio, el mejor jugador de béisbol de la historia de los Estados Unidos, se puso a leer a Saint--Exúpery y subrayó la frase: "Lo esencial es invisible a los ojos". Di Maggio comentó: "¿Qué demonios significa esto"?
La Enciclopedia lo abarca todo. Las películas, los directores que la amaron (Elia Kazan especialmente) que la adoraron y que la hicieron grande como Wilder, Hawks, Negulesco, Hathaway o Huston; los fotógrafos que la captaron en su hipnótica hermosura o con esa desnudez que estremeció al mundo ("Nunca conocí a nadie con un don natural como el suyo ante la cámara", dijo Eve Arnold, que la retrató durante "Vidas rebeldes"); los actores que la entendieron, la detestaron, le robaron o le cedieron algún papel (se recuerda la antipatía profunda que se tenían Vivien Leigh y ella); sus numerosos amantes, y entre los posibles (al margen de los conocidos Marlon Brando, Frank Sinatra, Tony Franciosa, Yves Montand, Tony Curtis, los Kennedy o el escritor José Bolaños, para ella "el mejor amante del mundo") figuran nada menos que Orson Welles y el mismísimo Albert Einstein, que colgaba en su suite del Waldorf en dos fotografías. Marilyn llegó a configurar una lista de hombres a los que admiraba y con los que le habría gustado acostarse (figuraban Hemingway, Jean Renoir, Welles y por supuesto Einstein); un estrecho colaborador, no obstante, aseguraba que "el sexo no le interesaba demasiado". También figuran guionistas, masajistas, peluqueros, productores, y los curiosos y mitómanos podrán sorprenderse con sus tablas de gimnasia, que las tenía y las realizaba, o con sus dietas escrupulosas, que a veces rompía con Dom Perignom y aquel alivio artificial que eran los barbitóricos.
Adam Smith no teme centrarse en algunos temas borrascosos como su muerte, su lesbianismo y su permanente desamparo. Respecto a su defunción, sugiere, igual que hacía Donald Spoto, que el perverso Hoover (el jefe de la CIA que perseguía comunistas y homosexuales y se trasvestía en la intimidad con ropas de mujer) podría haberla utilizado en un complót contra los Kennedy. Se cuenta también que Joe Di Maggio intentó sorprenderla en adulterio con su profesor de canto y se la encontró en la cama con otra mujer. Marilyn, que sostenía que su cuerpo "era su amigo mágico", dijo luego: "Cuando empecé a leer libros me encontré con palabras como ’frígida’, ’marginada’ y ’lesbiana’ y me preguntaba si sería las tres cosas. Estaba, además, el siniestro hecho que me encantaba mirar a las mujeres guapas". La soledad incrementaba su necesidad de ternura, de protección, y era capaz de pedirle al invertido Monty Clift o a Adam Cassey, cuyo lecho invadía de noche: "No hagas nada, sólo abrázame".
JUNE ALLYSON: LA SONRISA DE CONSTANZA

“Tengo los dientes grandes. Ceceo. Mis ojos desaparecen cuando sonrío. Mi voz es rara. No canto como Judy Garland. No bailo como Cyd Charise. Pero las mujeres se identifican conmigo. Y mientras los hombres desean a Cyd Charise, me llevan a mí a casa para presentarme a su madre”. Eso decía la actriz June Allyson, que encarnó a la escritora Jo en Mujercitas, que dio vida a la Constanza de Los tres mosqueteros, la novia de D’Artagnan. Están poniendo la película en televisión, con Gene Kelly en el papel de héroe y Vincent Price en el del antagonista Cardenal Riechelieu, y recuerdo la enorme ternura que me ha provocado siempre esta señora, que se casó con Dick Powell en 1945 y vivió con él hasta su muerte en 1963. Pasó luego por un período de desconcierto, desesperación y alcoholismo, hasta que la consoló su dentista retirado, que fue el amable refugio de sus días. Falleció en 2006 a los 88 años.
Hallo esta foto de June Allyson, con su propia dedicatoria, y la cuelgo aquí: June Allyson, algo blandita tal vez, tenía la sonrisa más dulce y bondadosa del cine probablemente. Le brillaban con candor e inocencia sus ojos pícaros.
¿POR QUÉ TE GUSTA EL BOXEO?

Ayer mi hijo Jorge, que anda estos días con muleta, me dijo: “No entiendo como a una persona como tú le gusta el boxeo”. Y se extendió en un montón de contradicciones: no soportas que le riñe o le pegue a mi hermana, no soportas ni un hilillo de sangre, te mareas ante una discusión, defiendes la poesía, la belleza del mundo una y otra vez. Le dije: “Me gustan las vidas de los boxeadores. La certeza que tienen de que un golpe les redimirá de la miseria, de la soledad. Me atrae esa vida que pasa de la gloria al ocaso y al olvido en poco tiempo. Me gusta esa pugna brutal por un sitio en el mundo”.
Me di cuenta de que nada de eso le convencía demasiado; derivamos hacia el boxeo en la literatura y, sobre todo, el boxeo en el cine. Jorge y Diego, 15 y 17 años, han visto conmigo algunas películas inolvidables con el pugilismo de trasfondo: el documental sobre Clay, “Cuando éramos reyes”, la película “Ali” con Will Smith, “El hombre tranquilo” de John Ford, una de mis películas favoritas, “Toro salvaje”, “Más dura será la caída”, y algunas otras. No lo convencí del todo. Y al final le dije la auténtica verdad: “De niño veía los combates con mi padre. De noche, de madrugada, los dos a oscuras, mientras caía la lluvia, hablando lo justo por encima de los comentarios de Horacio Quiroga y Joaquín Marco. Y temblábamos si nuestro ídolo no lograba dominar la pelea. Era un momento especial en el que me sentía muy unido a él. Vimos a todos los púgiles; mi padre tenía que ir a trabajar pero se levantaba o trasnochaba cuando había un cambate de Clay, Urtain, José Legrá, Pepe Durán, Joe Frazier o Carlos Monzón, aquel argentino que arrojó a su mujer por la ventana…” Jorge apostilló: “Como Tyson ahora”.
Anoche, tras asistir a la presentación de “Relatos para el número 100” (el libro coral que ha editado Joaquín Casanova en su sello Mira; ya he leído el excelente relato “Material sensible” de Miguel Mena. Había muchos amigos, pero me encantó ver a José Luis Rodríguez, recuperándose y dispuesto a volver a la Universidad las dos últimas semanas), el poeta Antonio Pérez Morte me decía que ya estaba mucho mejor, recuperado y con mejor salud y ánimo, y me envió esta escultura de dos boxeadores que estar a punto de entreverarse.
LA FIESTA DE CINE Y SOMBRAS DE DAVID LOZANO

David Lozano ha entrado en la literatura juvenil por la puerta grande. Ganó con “Donde surgen las sombras” el premio Gran Angular en 2006: una narración que transitaba por algunos subterráneos de Zaragoza.
Ahora acaba de iniciar la trilogía “La puerta oscura” con “El viajero”, la historia del joven Pascal, un español en París, que un día, tras el Carnaval, decide cruzar la frontera de la vida y la muerte, y se adentra en el reino del más allá, en el territorio del trasmundo, de las sombras y los difuntos. Pascal tiene amigos de todo tipo: una enamorada que parece no darse por enterada, un amigo friki, y a una peculiar fauna de amigos y colaboradores en esta aventura que le lleva por el cementerio de Pere-Lachaise y la Senda de los Condenados. Allá, conoce historias de toda índole, algunas fascinantes historias de amor del pasado. El libro, pese a esa licencia onírica, mezcla constantemente la realidad y la ficción: la vida de aquí, cotidiana, y sus personajes se interfieren en la de la gran Oscuridad.
Este próximo martes, David Lozano presentará su libro por todo lo alto, rodeado de amigos (entre ellos la joven escritora África Vázquez), de palomitas y de cine, “y fantásticos premios”. En los cines Augusta, este martes 22, se va a organizar una gran función para la presentación oficial del libro, que se presentaba también el pasado miércoles en la FNAC. David Lozano me decía ayer que va a ser una gran función, a oscuras, con muchos efectos, en la línea de terror, o “siniestra”, de la voluminosa novela. David Lozano va a realizar una gira por Latinoamericana y culminará en la Feria de Guadalajara de México. Desde SM dicen que es imprescindible reservar butaca en el teléfono 902121323 o en el email clientes@grupo-sm.com.
PISOS CORTÁZAR, UN CUENTO DE GEMMA PELLICER

[Aún no conozco a Gemma Pellicer, la musa, la compañera y el aliento cómplice del escritor y crítico Fernando Valls, pero visito con frecuencia su blog Sueños en la memoria [http://megasoyyo.blogspot.com], en el que se ha revelado como una gran narradora en breve. He copiado aquí algunos de sus textos. Hace unos días contaba que estaba leyendo “Continuidad de los parques”, esa obra maestra de Julio Cortázar en dos páginas maravillosas que valen por toda una literatura y por algunos volúmenes de teoría del cuento. Ése ha sido mi relato favorito, la pieza que me habría gustado escribir. Borges le publicó a Cortázar el excepcional “Casa tomada”, pero siempre sintió una indecible predilección por éste, que, por otra parte, es una de las piezas que mejor han elogiado el poder de los libros. Gemma Pellicer ha creado esta deliciosa historia.]
Estaba leyendo con absoluta entrega "Continuidad de los parques" cuando sonó el teléfono en la habitación contigua:
-¿Dígame?
-Buenos días, señor Pérez López. Le habla el servicio automático Pisos Cortázar. En nuestra campaña de promoción, ha sido usted seleccionado para pasar un fin de semana con los gastos pagados en cualquiera de los pisos Cortázar, que a continuación pasamos a relacionar. Con el objetivo de que usted pueda disfrutar, a solas o con los suyos, de tan insólita oferta, disponemos de un amplio catálogo de patios, torres, villas, terrenos, naves, obra nueva, lofts, masías, estudios, áticos, locales, solares, chalets, bajos, habitaciones y lonjas. De seguir interesado, diga usted "uno" tras oír la señal.
-"Cero".
- Su selección ha sido guardada. Tenga en cuenta que la oferta no es acumulable. Así pues, el próximo fin de semana del 26 al 27 de abril le tendremos reservada una habitación con vistas a un hermoso parque. El dormitorio cuenta con baño, televisión y un saloncito de lectura. Si lo precisa, también puede hacer uso de nuestro servicio de catering a partir de media tarde. Pisos Cortázar le garantiza, asimismo, una total discreción con el empeño de ofrecerle un descanso seguro. Deseándole una feliz estancia en Pisos Cortázar, reciba usted nuestra más cordial enhorabuena.
*La foto es de Eugenio Recuenco. ¿Tendrían esos interiores los Pisos Cortázar?
JULIO CORTÁZAR: CONTINUIDAD DE LOS PARQUES

[Javier Torres es el protector invisible de estas páginas. De vez en cuando, desde Alcalá de Ebro o en cualquier rincón del mundo, mientras reparte libros, entra en el blog y hace pequeños cambios y enlaces. Hoy ha entrado y ha enlazado el maravilloso cuento de Julio Cortázar, “Continuidad en los parques”, una obra maestra del relato breve, brevísimo. Un mundo completo en un par de folios, en apenas 3.200 caracteres. Lo pongo en el escritorio con esta foto de Gisele Freund, una fotógrafa extraordinaria que se asentó en México, de la que acaba de aparecer un fragmento de sus memorias, que comenta hoy en ABDC Félix Romeo. Desde hace años, Gisele Freund es una de mis fotógrafas favoritas, como lo es Julia Margaret Cameron a la que le rindo homenaje en mi próximo libro de relatos, que aparecerá en el sello Xordica, con el título Un fantasma en la foto.]
CONTINUIDAD DE LOS PARQUES
JULIO CORTÁZAR
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.
LUIS ALEGRE CANTÓ TE LO JURO YO EN TERUEL

Ayer, en La Ventana, Gemma Nierga y Jaume Figueras tuvieron varios invitados: Marcelino Iglesias, David Civera, etc., pero creo que ninguno estuvo tan entrañable como Luis Alegre, que recordó la gran tradición cinéfila de Aragón (aludió a la frase de Bigas Luna: dice que para hacer cine hace falta ser muy testarudos y los aragoneses lo son especialmente) y se atrevió a cantar no La bien pagá sino Te lo juro yo.
En su página web, Víctor Juan ha colgado la entrevista completa y el fragmento de la copla.
Ayer se celebraban los 25 años de la emisora de la cadena Ser en la capital de Diego e Isabel.
*Esta foto de amor es de Dave Rudin.
EL ZARAGOZA GANA, Y DIEGO TAMBIÉN

El Real Zaragoza ha hecho lo que tenía que hacer: ha ganado al Recreativo de Huelva por 3-0; le iguala a puntos y le supera en el gol average, y abandona el puesto fatídico del abismo. Ayala y Vicente fueron expulsados, pero el equipo jugó con inteligencia, una presión constante, y empieza a soñar con fundamento. Marcaron Ricardo Oliveira, en dos ocasiones, y Sergio García, que encarriló el choque en el minuto dos. Quedan cinco finales para evitar el descenso, pero todo pasaba por vencer esta noche tan emocionante. Qué pena que ya no dé tiempo de presentar Cuentos a patadas. Historias del Real Zaragoza, que ha coordinado Félix Romeo, con 21 autores y 21 ilustradores, antes del Día del Libro.
Diego, con el Garrapinillos de juveniles, venció al San José por 5-0 en un partido perfecto, repleto de juego, intensidad y concentración. Rodrigo marcó cuatro goles, todos seguidos, y apuntilló Mario Calvera. Todo el equipo estuvo a un espléndido nivel, Diego volvió a vaciarse, dirigió al equipo y recuperó balones constantemente, realizó tres o cuatro jugadas de las suyas, y falló un par de ocasiones ante la portería. El Garrapinillos formó con Gayoso; Alex, Alfredo, Marcos, Pirri; Miguel, Mario Calvera, Diego, Aitor; Mario Martín y Rodrigo. Entraron avanzada la segunda parte: Alejandro Longo, Diego Arturo, Adrián Serna, Raúl e Isaac, que estuvo a punto de marcar en un impresionante remate de volea. Su padre le dijo desde la banda: “Si llegas a marcar, se desploma el estadio”.
Jorge Serrano, el hijo del historiador Eliseo Serrano, jugó de central en el San José y probó el disparo a puerta en sendas faltas.
*La foto, de archivo, es de Ricardo Oliveira.
TERRY RODGERS: PINTOR DE FIESTAS Y DE JÓVENES.1

Terry Rodgers (New Jersey, USA, 1947) es un pintor figurativo, famoso por sus cuadros de gran formato que retratan la vida social burguesa norteamericana, principalmente fiestas privadas de jóvenes donde la desnudez es una parte del conjunto. Suele tratarla con aparente normalidad e indiferencia. Su obra se inscribe dentro de un hiperrealismo casi milimétrico que incorpora multitud de detalles, una atmósfera muy peculiar y gran variedad de matices en los rostros, en las poses y en los objetos. Posee un gran sentido del color.
TERRY RODGERS: PINTOR DE FIESTAS Y DE JÓVENES.2

Dice Terry Rodgers:
“Mis pinturas son grandes diseños complejos que intentan reflejar mi visión de los tiempos que vivimos; cuán interesantes son y cuán difícil es para nosotros navegar sus infranqueables aguas. Existe un tira y afloja, candor y repulsión, ficción y realidad, conocimiento y misterio. Vivimos en este vaivén de gestos delicados, deseos manejables, fantasías, complejidad económica e interdependencia, aislamiento y esperanza. Intento dar sentido a esta rica fábrica”.
EUGENIO RECUENCO / FOTÓGRAFOS QUE SUEÑAN.1

Una obra del fotógrafo madrileño Eugenio Recuenco, de 40 años, especializado en foto de moda. Ha sido definifido como un fotógrafo cinematográfico: emplea mucho la puesta en escena y su obra está cargada de referencias literarias y pictóricas. Cada una de sus fotos es como un cuento.
PROYECTOS SOBRE ROBERTO BOLAÑO E INÉDITOS

Varias obras inéditas del malogrado escritor chileno Roberto Bolaño han aflorado con el libro 'Bolaño salvaje' (Candaya), la primera antología crítica de su obra en la que han colaborado escritores amigos, familiares y académicos de Europa y América.
Según el profesor de literatura boliviano Edmundo Paz Soldán, uno de los dos coordinadores de la antología, el libro, resultado de tres años de trabajos y encargos, no pretende ser sólo un libro para un lector académico o especialista, y por esta razón se han incluido trabajos periodísticos o colaboraciones de 'íntimos' de Bolaño, como Ignacio Echevarría, Juan Villoro o Rodrigo Fresán.
El libro, editado por Candada (es el segundo proyecto de una colección que se inauguró con Enrique Vila-Matas), incluye asimismo el documental en DVD también inédito 'Bolaño cercano', del director holandés Erik Haasnoot, en el que aparecen la familia y los amigos más íntimos del escritor chileno, los cuales conversan sobre su vida y desvelan algunas claves de su escritura.
Entre esos testimonios figuran los escritores Antoni García Porta, Enrique Vila-Matas, Juan Villoro, así como su viuda Carolina López, quien ha revelado la existencia de una novela inédita que Bolaño habría dejado sin acabar, 'Los sinsabores de la verdadera policía', entre cuyos personajes aparece el escritor Archimboldi, eje temático de '2666'.
Además de esta especie de prefiguración de '2666', el libro-DVD ha propiciado otro alumbramiento inédito, un poema que Bolaño dedicó a su amigo Vila-Matas, asegura Haasnoot.
Un canon literario paralelo
Los 25 ensayos recopilados, la mitad de ellos nunca publicados, se ocupan de diferentes aspectos de la obra de Bolaño, "un autor -dice Paz Soldán- que era iconoclasta simplemente por el hecho de serlo, que creó un espacio para la recepción de su obra e incluso formuló un canon literario paralelo".
Ese canon fue pionero, hasta el punto de que, como recuerda el antólogo, "muchos de los autores que hoy leemos fueron reivindicados en su momento por Bolaño".
Bolaño fue, de hecho, un eslabón entre los escritores del 'boom' latinoamericano, especialmente Julio Cortázar y Vargas Llosa, y una 'literatura periférica' de la que formaban parte Rodolfo Wilcock, el poeta Leónidas Lamborghini, Horacio Castellanos Moya o Alan Pauls antes de que publicaran en España.
En relación a esa función de puente entre ambas generaciones, Jorge Volpi dice que Bolaño es seguramente "el último escritor latinoamericano", porque "era consciente de toda la tradición, dialogaba con los autores latinoamericanos desde principios del siglo XX hasta el 'boom', algo que ya no ocurre".
Volpi subraya que las cuatro "obras maestras" de Bolaño, 'Los detectives salvajes', 'Estrella distante', 'Nocturno de Chile' y '2666' se han convertido en un lapso de tiempo breve en "novelas de culto, sobre todo para las generaciones menores de cuarenta años, algo parecido a lo que sucedió con la generación anterior a la nuestra en relación a 'Rayuela' de Cortázar".
Los mayores, repone Volpi, sienten indiferencia hacia Bolaño, e incluso hostilidad.
Edmundo Paz destaca que "habría sido interesante ver hoy a un Bolaño ya consagrado enfrentado a su propia : crítico con un mundo literario, pero a la vez ganador de grandes premios y publicando en las editoriales más importantes". contradicción
Al examinar su legado, Paz cree que tras su desaparición ha quedado "una reivindicación casi romántica de la figura del escritor marginado, a la vez que la exploración de una idea perversa en Latinoamérica, la fascinación que siempre han tenido los escritores por el poder".
*La crónica es de EFE y la he tomado de internet. La fotografía es de Julián Martín, una de las más conocidas del autor de Los detectives salvajes.
LUISA MIÑANA Y SU PROYECTO EN LA RED

Escribe Luisa Miñana e informa de que un nuevo capítulo, el tercero, de La arquitectura de tus huesos, está ya disponible en su bolg. Se trata del relato titulado "1950".
Su comienzo es éste:
"Hay vidas que se sostienen por puro empeño, anda Agustina Viamonte pensando esa noche de julio, sentada a la puerta de su casa, obstinada ella también durante mucho tiempo, como su propia vida, en resistir. Está Agustina en su cosas, oye que dicen la consuegra y la nuera, que después de cenar han venido calle abajo para sentarse un rato a la fresca. Las cosas que Agustina conserva en la cabeza se han ido haciendo menos cada año. Y esta noche la pliega el cansancio, aunque cuenta las ausencias sin embargo y si se sosiega algo es porque no verá más guerras, afortunadamente, repite y repite. Con casi noventa años ya no le dará tiempo, aunque llegara a haberlas, ojalá que no, que ya está bien. Me da un poco de pena oírla decir para sí sucintamente estas palabras, pues yo sé que es seguro que ya no las verá, ni aunque estallasen mañana. Piensa mucho. En cuanto llega la noche no le apetece hablar y el resto del día, lo justo. La nuera y la consuegra lo entienden, y le hacen compañía mientras ellas repasan a conciencia los quehaceres del día vivido y los del que vendrá. Agustina antes preguntaba por lo menos por los nietos, que están en Suiza y en Francia, unos desde el 39, otros poco después. Ahora tampoco. Todas estas cosas las han venido comentando hasta llegar a la puerta de Agustina. La estoy viendo levantar la mirada y sonreírles lentamente, cuando llegan. Las veo a ellas esa noche y yo, que sé que veinte días más tarde Agustina estará muerta, quisiera que hablara para poder entender cómo se vive toda la vida en medio de la muerte. Quisiera que la voz ronca de Agustina se arrastrara entre las sillas de anea y las sombras de la lámpara y hablara de sus muertos, ahora que está más cerca de ellos que de si misma. En realidad no sé casi nada de ella. Ni del mundo en que vivió. Pero transito hoy alrededor de esas tres mujeres, como alrededor de una performance que se hubiera podido construir en el tiempo, en aquella noche de julio, catorce años después de que las partieran en dos y tuvieran que aprender a vivir sólo con las páginas de la vida que dicta la cabeza. Sobre todo Agustina. Hay un umbral de dolor que el corazón no puede soportar."
*La foto es del surrealista Raoul Ubac.
MENÚ LITERARIO, POÉTICO Y MUSICAL, DE LA SEMANA

[Octavio Gómez Millán, en su página de las Confesiones de Margot, anuncia la programación musical y literaria de la próxima semana, a la que hay que añadir la entrega, el lunes a las 19.00, en el Museo de Zaragoza, del Premio de las Letras Aragonesas al escritor zaragozano José María Conget. El autor de Con el sueño cambiado (Eclipsados) nos envía este intenso programa:]
El martes 22 se prepara una buena: En Bodegas Almau un vino español cortesía de 3lemon-productora Miljaus y asociación Mil y Una Historias para celebrar la presentación del proyecto www.lositiosdezaragoza.com . Será en la terraza a partir de las 20h y continuará la fiesta en el Eve’s Bayou-zona de la plaza Santa Marta- a partir de las 22h. También esa misma noche en la Campana de los Perdidos a partir de las 0:00 la Noche del Libro con recital a cargo de Carbonell, Magdalena Lasala, Manolo Vilas, Fernando Sarría, Manuel Martínez Forega, María Luisa Miñana, Marta Navarro, Nacho Escuín, Almudena Vidaurreta, Isabel Izquierdo, los del Grupo de los 22 ... y alguno más de última hora. La música estará a cargo del grupo MRZ. COCRODILE.
El miércoles 23 las opciones son muy variadas, podéis ir caminando por el paseo Independencia que habrá puestos de venta de libros (recomendamos la Editorial Eclipsados, de 9 a 9 nos ha confirmado el editor Nacho Escuín), ir a la calle Manifestación donde se encuentra el día de puertas abiertas del punto cultural Mil y Una historias con actividades infantiles, presentación de la audioaventura El Sello de los Murmullos, sesión de firma de libros de Parque de Atracciones... o pasar a partir de las 19:30h por el Fórum de la FNAC donde hay una intensísima sesión de poesía y relato: primero la entrega del primer premio de microrrelato Cuidar el Mundo con el ganador de esta primera edición Miguel Serrano y a continuación el recital a cargo de los ganadores del último premio de poesía de la delegación del Gobierno en Aragón: Jesús Soria, Alberto Acerete y Nacho Tajahuerce. Y para finalizar la jornada nada mejor que poder disfrutar del directo de Tachenko en el escenario de Bodegas Almau, presentando su nuevo disco a partir de las 21:30h.
El jueves 24 de nuevo poesía y rockandroll (o rumba fusión): a primera hora de la tarde en la Biblioteca de Aragón ( C/ Doctor Cerrada, 22) presentación de A la Vida, a la Muerte y a mi Bienamada-Cancioncillas y cancionejas de Vicente Pascual Rodrigo, poemas seleccionados por Ángel Guinda y prologados por José Corredor-Matheos, presentado por Pilar Navarrete, Ángel Guinda y Trinidad Ruiz Marcellán (editora de Olifante) y a las 22h en la sala Bass Space estará la La Troba Kung Fu
El viernes 25 destacamos la actuación de Picore+Fin Fang Foom en el escenario del FATAL FalaFEST en plena Magdalena.
El sábado 26 la recomendación Confesiones de Margot va para la doble presentación de Parque de Atracciones (Colección de Libros la Imperdible-1001ediciones), la antología poética de la rusas, jóvenes e inéditas poetisas Ana Muñoz, Clara Santafé, Laura Tajada, Ana Gijón, Analía Basualdo, Rut Sanz y Nerea Ferrez..., primero a las 13h en el Fórum de la FNAC con la presencia de David Giménez y Octavio Gómez Milián y fiesta posterior en la Campana de los Perdidos con actuaciones de Alex Mister Hyde, recital de las autoras y la representación teatral de Guerrilla Store que presenta Sopa de Algas a las 22h
Ese sábado, tenemos el directo de Blackloud+JesúsFreak en el Ozono a las 21h, la KinkiBeat en el Bass Space (22h, 8-10 euros)
*La foto es de Sara Saudkova.
ANTONIO CARDIEL CREA UN BLOG

Me escribe esta mañana el estupendo escritor y apasionado de la fotografía Antonio Cardiel:
“Tengo el gusto de anunciarte la creación de mi blog FOTORELATOS, que comienza a andar hoy mismo. En él me propongo escribir relatos breves basados en fotografías de personas desconocidas que he ido comprando estos últimos años o en fotografías hechas por mí. Estoy en condiciones de prometer regularidad en las entradas, calculo que unas 5 semanales, y contenidos interesantes.]
PRIMERA HISTORIA DE ANTONIO CARDIEL
No sé la fecha exacta de la boda de Ismailia, pero debió ser a finales de los años 60, pongamos en 1968. Se trata de una familia nigeriana, natural de Ijebu Ode, pues algunas de las fotografías llevan sellos de fotógrafos de esa localidad. Ismailia se casó en un rito civil, como se aprecia en la fotografía anterior, sin grandes fastos, unos trajes, un par de anillos, tres testigos y listo. Parecen felices, pero todas las fotografías de recién casados del mundo muestran lo mismo, la felicidad de los novios, o eso debería ser. En todo caso, poco iba a durar la alegría en la casa del recién estrenado matrimonio. Las cosas iban a cambiar radicalmente y en un plazo muy breve.
UN REGALO: UN POEMA PARA EL DÍA DEL LIBRO*

REZAR PARA QUE LAS PALABRAS
NO SEAN RENCOROSAS
A Antón Castro, que siempre le
regala a mis” poemas” estupendos adjetivos
Desde que leí a Raymond Carver,
pienso en mi casa
como se piensa en alguien que es de la familia.
Estoy mucho más pendiente de sus sillas,
intercambiamos miradas,
porque las sillas tienen ojos y manos
y hasta pueden dar besos si te lo mereces.
Las veo abrir los brazos,
sonreír con esa sonrisa que delata
la indestructible paciencia de una madre
cuando su hijo más perezoso se le acerca.
Y luego están las mesas
con esa quietud que siempre caracteriza
a los animales salvajes,
que sólo admitirán ser domesticados
con la condición de que los papeles
que vayamos a depositar sobre ellas
acaben siendo útiles.
Pero tú nunca sabes,
cuando decides sentarte a escribir,
si las palabras y la piel que recubre tus dedos
llegarán a enamorarse.
Y aún así, comienzas a hacer tratos
con cada uno de los parientes de tu nueva familia
y rezas para que las palabras que lleguen
no sean rencorosas y hayan sido capaces de olvidar
que alguna tarde, similar a la de hoy,
no contaste con ellas.
Sonia Fides
*La poeta madrileña Sonia Fides, a quien no conozco aún, me envía este poema, que es una forma de hacer un regalo a los amigos de este blog. La escritora acaba de corregir pruebas de su segundo poemario.
**La foto es de Agatha Katzensprung.
CRISTINA GRANDE: LA MONEGRINA DEL AÑO

Los libros de Cristina Grande –Nuevo Talento FNAC y acreedora a la condición de “revelación del año” con su novela “Naturaleza infiel” (RBA), según reclamaba hace unos días Sergio Vila-Sanjuan- me gustan porque cuentan nuestro tiempo con una voz que es muy particular, íntima, dura y poética, y a la vez es como una voz coral, con la que resulta fácil identificarse. Sin ostentación alguna, también tiene una especial sensibilidad para captar el lenguaje de la calle y de las gentes, y hacerlo suyo, muy suyo, quizá porque se desvela muchas noches en las madrugadas de una farmacia de barrio.
Cristina Grande es una creadora de climas y de atmósferas. Climas de inquietud y de sombra. Atmósferas de culpa, de pudor, de una frialdad que nace de la incomunicación y de la soledad. Y de una forma de ser muy peculiar de sus personajes: parecen condenados, no sabemos por qué, a no entenderse. Cuando se aman, no son lo suficientemente apasionados o explícitos con los gestos y con las palabras; cuando rompen, no pueden olvidarse del amante, del amigo. En la obra de Cristina Grande siempre late un dolor, una pérdida, una indecible temperatura de espantos. Sus personajes, por lo general, sienten melancolía por las cálidas palabras que era imprescindible pronunciar y que no se han atrevido a decir.
Cristina Grande cuenta la vida: tal como es, tal como viene, tal como la recuerda. Posee una percepción especial para captar los pequeños detalles. Su literatura, que tiende a la miniatura y a la contención, se alimenta de recuerdos, de instantes, de gestos, de obsesiones, de secretos. Se nutre de observación y paciencia. En “Naturaleza infiel”, podríamos hablar de las cartas de amor de los padres, de la afición al cine, de la pesca, de la afición de la madre a acumular recuerdos, de las medicinas, de la bitácora del padre en el Britania…
En los libros de Cristina Grande siempre hay historias familiares. La familia es un núcleo de fábulas, de relaciones, de sentimientos, de odios extraños y de constante perplejidad. Y en ese laberinto adquieren mucha importancia las casas, las estancias, los aparadores, los objetos: en ellos laten el misterio, el dolor, la ira, esa ternura seca y despojada de toda su obra. Cristina detesta lo sentimental, y rara vez se lanza a decir “Te quiero”.
La historia de las dos hermanas Renata y María es la historia de dos soledades y de una desubicación. Una es lectora, la otra menos; una ama a Jorge, la otra también; María lleva cuadernos de diarios, y Renata repasa los álbumes de su padre. María se desposa con la heroína; Renata salta de lecho en lecho. La suya es como una relación de espionaje y de protección un tanto distante. Las dos hermanas se espían. Se aman y se odian, pero no se encuentran. No es que haya una reivindicación explícita de la importancia de la cultura en sus libros, pero está ahí, está siempre: la música, la fotografía (con un aspecto casi siempre mágico: la foto de portada es el mejor ejemplo), la ópera, la literatura y el cine. El cine también sirve para ilustrar mejor que nada la relación del padre y la madre: vivían una pasión destructiva como Vivien Leigh y Clark Gable en “Lo que el viento se llevó”.
Me gusta la mezcla de pudor y descaro. El pudor es uno de los temas del libro, el pudor a confesar los sentimientos. Renata recuerda que recuerda ellas son como raspas. Y, sin embargo, el sexo sin amor y la violencia sexual, la crueldad, la desinhibición, el atrevimiento y el peligro andan siempre por ahí. Dentro de ese descaro también está la naturaleza infiel de los personajes: de Renata, especialmente. Cristina Grande posee un humor especial. Un humor que nace de la tragedia. O del patetismo de los personajes. “Naturaleza infiel” es una de esas novelas que atrapan la vida. Y sus extremos. Y sus dolencias. Y los pequeños gestos de cada día. Toda la novela es como un melodrama de Douglas Sirk, quizá menos épico. Un melodrama donde fluyen una y otra vez la hondura, la intensidad y el talento de Cristina Grande, que se afirma, como las capitanas del cierzo, monegrina de Lanaja. Monegrina.
*Este artículo apareció el pasado sábado en el Heraldo de Huesca. La foto es de Yuri Bonder.
JUAN GELMAN: UN POEMA PARA EL 23 DE ABRIL

Anclao en París
Al que extraño es al viejo león del zoo,
siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne,
me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur
pero mentía, era evidente que nunca se había movido del Sahara.
De todos modos me encantaba su elegancia,
su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces de la vida,
miraba a los franceses por la ventana del café
y decía "los idiotas hacen hijos".
Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido
le provocaban malos recuerdos y aun melancolía,
“las cosas que hace uno para vivir" reflexionaba
mirándose la melena en el espejo del café.
Sí, lo extraño mucho,
nunca pagaba la consumición,
pero indicaba la propina a dejar
y los mozos lo saludaban con especial deferencia.
Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo,
él regresaba a son bureau, como decía,
no sin antes advertirme con una pata en mi hombro
"ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno".
Lo extraño mucho verdaderamente,
sus ojos se llenaban a veces de desierto
pero sabía callar como un hermano
cuando emocionado, emocionado,
yo le hablaba de Carlitos Gardel.
DÍA DE SAN JORGE

El escritor Manuel Cortés Blanco me incluye entre su lista de amigos y me envía esta cita:
"Nada que esté vinculado al libro, desde quien lo escribe hasta quien lo vende, pasando por quien fabrica el papel y quien lo imprime y lo distribuye, nada es ajeno al ejercicio del espíritu".
Camilo José Cela.
Y a la vez, la ilustradora Blanca BK Gimeno, me hace llegar su regalo gráfico para este día tan importante y simbólico para cualquier escritor.
Así empieza el Día de Aragón, el Día de Shakespeare y Cervantes, el Día de San Jorge, la doncella y el dragón, el Día del Libro y la rosa. Felicidades para todos los Jorges: Jorge Melero, Jorge Sanmartín, mi hijo Jorge Rodríguez Gascón, Jorge García de Arteixo, el músico de Eraje Jorge Ramón, el periodista Jorge Tabuenca, el compañero y excelente periodista Jorge Alonso... y a todos los amigos Jorges que ahora no me vienen a la cabeza…
CITA CON VICENTE PASCUAL EN LA BIBLIOTECA

Presentación del libro
a la Vida, a la Muerte y a mi Bienamada
de Vicente Pascual,
editado por Los Papeles de Trasmoz. Olifante.
Interviene, además del autor, el poeta Ángel Guinda.
Biblioteca de Aragón (Doctor Cerrada 22)
Jueves día 24 de Abril
19,30 horas
*Vicente Pascual Rodrigo en uno de sus viajes a Turquía.
Copio aquí un poema:
¡Venid,
guerreros, amantes y letrados!
Calentaos en mi hoguera,
que hace frío en esta noche
y quizá no haya mañana.
ANTONIO MANILLA: DOS POEMAS

FINAL DE UNA VIDA
El final de una vida:
el libro que leemos
mientras cae la tarde.
De repente, la noche
emborrona las letras
y la página
ya no tiene sentido.
*Anoche, hacia la tres de la mañana, cuando me fui a dormir, cogí el poemario de Antonio Manilla (León, 1967), Momentos transversales (Pre-Textos), un poeta curioso que es ungran enamorado del fútbol, especialmente del Real Madrid. Ha escrito Mi primer libro del Real Madrid e Historia del Real Madrid para jóvenes. Y varios poemarios, por supuesto. Ha estado becado en Roma. Cuando me desperté, el libro azul seguía allí. Leí varios poemas y, por ser hoy el día que es, me gustó mucho éste. Luego, en el epílogo, me entero de que es una confrontación, y un homenaje y una escritura a cuatro manos, con Somerset Maugham. Aquí está, y para animar el luminoso día coloco esta foto inolvidable del maravilloso fotógrafo y ser humano que fue Luis Mompel Escolar, reportero de Heraldo de Aragón durante medio siglo: Ava Gardner en los toros en el Coso de la Misericordia de Zaragoza.
Añado otro texto breve:
CANCIÓN DE LA CIGARRA
Lo que reunió el verano,
septiembre lo separa:
felicidad y sol,
parientes alejados,
la sed y los arroyos,
tu cuerpo
y mi mirada.
ANA MUÑOZ RELEE A FERNANDO PESSOA

O MARINHEIRO
Los poetas heterónimos
Dentro de mí llevo las olas del mar,
los latidos de una caracola,
la arritmia desacompasada de la nada.
(A veces quisiera nadarlo todo
encerrado en mi oscuridad).
Dentro de mí llevo la sal que me conserva,
los acantilados del deseo voluntario,
lo que añora la muerte,
la vida zozobra. Panta rei.
A veces quisiera.
Dentro de mí llevo un espejo de cristales rotos,
los puñales en luz de luna.
el agua se bebe la sed.
Quiero
sumergirme afuera del frío:
Ven, oh, noche, y apágame, ven y ahógame en mí.
El poeta Octavio Gómez Milián me dejó ayer la antología Parque de atracciones (Edita 1001 Ediciones, en su colección de Libros del Imperdible. Dirige David Giménez) en la cual ha recogido una selección de poemas de distintas escritoras jóvenes, muy jóvenes: Ana Muñoz, Ana Gijón Mendoza, Analía Basualdo, Clara Santafé Subirás, Laura Tajada Negredo, Nerea Ferrez y Rut Sanz. El volumen lleva un prólogo de Cristina Grande, e incorpora ilustraciones de Luis Peralta Artacho. LUPA. El poema que aquí he seleccionado pertenece a Ana Muñoz (Teruel, 1988). La foto es de Daniel Aeschlimann.
EL QUIJOTE, LOS LIBROS Y UN NEBULOSO AMOR

Arteixo o Baladouro hacia 1974: el año de Beckenbauer, a quien yo admiraba más que a Cruyff, el gran año de Carmen Arias, la morena de Madrid: rotunda, pícara, la mujer que me había descubierto la poesía de Bécquer en la playa de Valcobo, la enamorada de Tonecho Rama, aquel marinero fino y aindiado que había sido compañero mío de clase y que había mantenido, decían, un sonado idilio de música pop y lujuria en una de las casas más bellas del pueblo con Marité: al atardecer, en una hamaca colgada en los sauces del jardín, se amaban y se balanceaban furiosamente. El verano fugaz de Humildad, la hija del carnicero Antonio, cuya abuela, Amalia de Soandres, vivía dos pisos más arriba que nosotros: una señora enlutada y algo agria que llevaba en el pico todos los correveidiles del viento y de las pescaderías. Hizo buenas migas con mi madre, de ahí que yo, al crepúsculo, tras el fútbol, tras ver los entrenamientos en el Campo de los Bosques de aquel Deportivo que dejaba de entrenar Arsenio Iglesias, fuese a su casa por mi merienda favorita: tulipán con chorizo de lomo, Revilla como siempre, cortado bien fino. Y allí, en aquel cuarto que daba hacia la avenida del Balneario, descubrí su loza, las lámparas, los cuartos solitarios adornados con fotos del marido muerto: carnicero también, portero suplente de Juanito Acuña en el Deportivo durante dos campañas. O eso decía ella, que era una embustera profesional.
Un día, hurgando en sus estanterías o en las alacenas, descubrí varios libros ilustrados a todo color, a acuarela quizá. Había un tomo de Eugenio Sue, Los misterios de París, acaso, y una edición impecable, en dos volúmenes de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Cervantes. Apenas tenía tiempo para verlos: los abría, seguía las estampas (molinos de viento, ventas y odres que se desangraban, el caballero afilado de rostro y enjuto de cuerpo, el criado magro sobre la mula, los campos de la Mancha...), y cuando oía los pasos de dona Amalia cerraba los libros. Una tarde me sorprendió leyendo, absorto en las imágenes y en las palabras que no entendía, que eran ciento, y tampoco tenía tiempo de detenerme en las notas.
Bajaba a mi casa donde no había libros apenas —una enciclopedia de A-Zeta en ocho tomos, con una vida breve de Cervantes, y mi formidable colección de As color de los miércoles—, y comparaba mi lectura de El Quijote con los fragmentos en Senda 8: en realidad, multiplicaba mi curiosidad y mi impaciencia. Vivía intrigado por aquel personaje, al que acababa de ver en la televisión en una película donde me había fascinado el descubrimiento de que Dulcinea en realidad era una labradora vulgar, más laboriosa que limpia, llamada Aldonza Lorenzo. Desde entonces, aquel personaje escuálido y sus quimeras, aquella novela, ese mundo de espejismo que no acababa de dominar, me poseían y me visitaban en sueños. El Quijote era mi pesadilla, como lo habían sido antes aquella sensación agobiante de que me quedaba encerrado para siempre en el interior de una piedra como Merlín, el mago, enloquecido por la belleza de la pérfida Nínive, o de que me nacía un nido de serpientes en la cabeza que invadía Arteixo por entero como un maleficio apocalíptico. Aumenté la frecuencia de mis visitas al cuarto piso, le decía a mi madre que me dejase el bocadillo en casa de doña Amalia, y así aprovechaba para leer.
Iría por la página 250 o así cuando la mujer —que ya andaba medio mosqueada: los gallegos somos suspicaces por nacimiento— me dijo: «Mañana es el cumpleaños de mi nieta y voy a regalarle esos libros que tanto te gustan». Ha pasado casi un cuarto de siglo, y hace exactamente un año volví a Baladouro a presentar Vida e morte das baleas (Espiral Maior, 1987) y me encontré con Humildad: arquitecta, descasada, hermosísima aún, más esbelta que entonces; me recordó a Dominique Sanda en Novecento. Le pregunté si aún conservaba aquellos libros, dijo que sí, y si podría enseñármelos. Los había encuadernado de nuevo. Los abrí y le mostré el mensaje, que aún seguía allí como el dinosaurio de Monterroso, que escribí para ella en el último instante, tantos años atrás, en una hoja milimetrada Enri: “Humildad tiene algo que me pertenece”.
*Esta es una foto anónima, que se titula "Americana".
LINA VILA INAUGURA MAÑANA EN MADRID

La pintora Lina Vila inaugura mañana en el Espaciovalverde de Madrid, cerca de la exposición del centenario fotógrafo argentino Horacio Coppola en Telefónica, una nueva muestra: “Consejo de madre”, que vuelve a girar sobre los animales y sobre sí misma, con ese sentido telúrico de búsqueda y de catarsis. Ésta es la tarjeta de invitación. A la par, también expone en la galería Campos, calle de la Luz, de Zaragoza.
UN TAL CERCAS

UN TAL CERCAS
La primera vez que oí hablar de Javier Cercas fue a Luis Alegre, ese hacendado de amigos que cautiva a Maribel Verdú invitándole a comer longaniza y tortilla de patata en su casa, y luego la lleva al programa La gran ilusión o al Festival de cine de La Almunia. Dijo que el tal Cercas, alguien que anda por ahí, estaba perplejo con un historiador que había escrito una tesis literaria y que apenas había citado un estudio suyo sobre el cineasta escritor Gonzalo Suárez; o tal vez dijese Cercas que sí le había citado, pero que en realidad había repetido sus teorías sin demasiados escrúpulos. El nombre de Cercas, por tanto, se me quedó grabado en la cabeza e hice lo indecible para leer su libro La obra literaria de Gonzalo Suárez (1994).
Han pasado algunos años y he descubierto que Javier Cercas --silencioso pero no distraído-- y yo tenemos amigos comunes: Enrique--Vilas Matas, Ignacio Martínez de Pisón, Mariano Gistaín, Félix Romeo, David Trueba, Pedro Zarraluki e Ismael Grasa; éste coincidió con él en un encuentro de escritores en Padrón, en la Fundación Camilo José Cela --el autor de Madera de boj les saludó con la mano pero no tuvo el valor ni la paciencia de sentarse con ellos a la mesa--, y lo recuerda como brillante, erudito y divertido. Más tarde, la figura de Javier Cercas, cacereño de Ibahernando y profesor de español en Gerona, se me fue haciendo habitual, casi familiar: lo descubría con frecuencia en las páginas de El País, adquirí un delicioso y breve libro suyo de artículos Una buena temporada (1998) y le envidié muy sinceramente cuando publicó la novela El vientre de la ballena (1997), entre otras cosas porque llevo una década larga trabajando en un libro de cetáceos cuyo título provisional es Vida y muerte de las ballenas y uno de mis libros de cabecera es Dama de Porto Pim de Antonio Tabucchi.
Más tarde, obsesionado ya con el fantasma errante de Javier Cercas, leí su traducción de Todo se sabe de Imma Monsó (me pregunté entonces: ¿qué hace un extremeño trasladando del catalán un libro tan infrecuente y bonito?), un cuento erótico en una antología de “La sonrisa vertical”, y hace muy pocos días llegaron a mis manos dos de sus últimas obras: Relatos reales (El acantilado, 2000; la editorial de Jaume Vallcorba en negro y rojo en la que cualquiera sueña con editar) y El inquilino (El acantilado, 2000; reedición del texto de 1989).
Ahora sí que no puedo desembarazarme de este escritor, me dije. Enrique Vila--Matas, además, no sólo me hablaba por teléfono de los escritores que no escriben, de Pepín Bello y Juan Rulfo en especial, sino de su admirado Javier Cercas, autor de una pequeña obra maestra, El inquilino, me comentó. El tal Cercas empezó a convertirse en algo así como "una pertinaz pesadilla". Y me sumergí en sus libros con algo más que satisfacción. El inquilino es una novela atípica, o acaso un cuento largo medido en todos sus extremos: parece evidente el influjo de Cortázar en Cercas --sépase que Cortázar era un enamorado de Gonzalo Suárez escritor, casi su primer apologista--, y aquí hay algo de "Casa tomada", de la máquina inesperada y cruel que sin razón aparente expulsa a dos hermanos de su casa. Lo cierto es que hay mucho de eso que tanto le gustaba a Cortázar: ¿qué es la realidad, por qué singular mecanismo realidad y ficción se funden, se entrometen ambas y se entreveran como amantes, y uno no acierta nunca a saber muy bien qué fronterizo terreno pisa ni cómo avanzar entre la niebla y el fango? En El inquilino, Mario Rota es un profesor de literatura en la Universidad de Illinois, abúlico en casi todo, en sus investigaciones y en sus devociones sentimentales. Su monotonía se rompe de golpe con la presencia del afamado Daniel Berkowikcz; éste, como suele suceder a menudo en la compleja comunidad universitaria de títulos y créditos, empuja de su trabajo y de su despacho al italiano, cojo tras una carrera de footing, y lo convierte en una piltrafa, en un extraño de sí mismo.
Ahora que está tan de moda el enajenado Bartleby, el escribiente (se le cita en Relatos reales al lado de Camus, que sostenía que un rebelde es el hombre que dice no. Enrique Vila--Matas le ha dedicado un libro excepcional: Bartleby y compañía), podríamos decir que Mario Rota se asemeja a él: es un nihilista que sólo cree en las cosas cuando las pierde, que las echa de menos cuando se esfuman; Mario Rota es un rebelde que hace de la indolencia su revolución contumaz y su máscara. El argumento quizá no sea exactamente novedoso, pero sí lo son la límpida ejecución de la novela, la ironía y el humor, la crítica, el retrato de ambientes, el ritmo envolvente e incesante de la prosa y de la trama, esa atmósfera tan kafkiana, tan a la manera de Herman Melville, escritor de ballenas.
Y por supuesto nos seduce el estilo: tan sutil como elegante, dibujado con convicción y una armonía interior que nos ha llevado a pensar más de una vez en una orfebrería de partitura, cargada de matices pero jamás barroca o superflua. Cercas no se ensaña exactamente ni con el protagonista (que avanza hacia la ruina) ni con la comunidad universitaria, aunque al final el volumen admite la consideración de sátira de extravío fantástico que se pregunta acerca del absurdo, del doble y de la locura. Mario Rota, tal como decía Luis Buñuel de los paranoicos y de los poetas, es así sin más y acaba inclinándose del lado de su obsesión. Ante la sucesión de presagios y amenazas inminentes que cruzan la narración, nos hemos acordado de algunos relatos magistrales de Dino Buzzatti.
Relatos reales es un conjunto de crónicas trazado con impostura autobiográfica. "Voy a Montserrat --se nos dice-- acompañado por Roberto y por mi mujer, que ese día luce unas preciosas medias de rejilla. Cuando empezamos a subir la montaña Roberto aparta los ojos de las piernas de mi mujer para fijarlos en el inverosímil amasijo de peñascos que, dice, parece concebido por un Gaudí que se hubiera vuelto chiflado...". O: "Cuando uno aspira ante todo a ser un hijo ejemplar, el domingo me pongo mi camisa floreada, cojo a mi mujer y a mi hijo, los meto en mi bólido, pongo mi canción favorita de Luis Aguilé ("Es una lata el trabajar // todos los días te tienes que levantar"...) y en un periquete me planto en casa de mis padres, en Gerona. Allí paso un día agradabilísimo, mintiendo como una bestia". Este principio no nos hace atisbar el atasco que se nos viene encima.
El que escribe, en las páginas de El País de Cataluña, es el propio Cercas y él, como aquel Martín Girard que enmascaraba a Gonzalo Suárez y redactó Yo, Helenio Herrera, asume la primera persona, se convierte en personaje, se inmiscuye en la vida de los otros --lectores, pasajeros de tranvía, escritores como Saramago, Borges, Lorca o Cabrera Infante, profesores de Universidad, marsistas convencidos: es decir, seguidores de Juan Marsé-- y a la vez esconde la suya. Asegura el tal Cercas que a él no le pasa nada "mágico ni heroico ni excepcional", pero tiene la fabulosa capacidad de mirar lo nimio y de contarlo como si fuese una apasionante historia. O de reconstruir una mediocre cotidianidad como si fuese un impostergable relato. He ahí su registro que lo abraza todo: la crónica, la secuencia poemática, la estructura de diario (se habla mucho de él en el texto "Solas" y se nos recuerda que persona en latín es máscara, que oculta y que revela como los diarios) o la narración pura y dura. En esa estética coincide con Vila--Matas, mi confidente de teléfono, con González--Ruano, con Pla y con Camba, a quienes cita en el prólogo. Cuente lo que cuente, aborde lo que se le antoje --una presentación, un amigo como Roberto Bolaño o Enric Sòria, un viaje en autopista pensando aquello de "el infierno son los otros" de Sartre, un día de clases-, Javier Cercas mantiene el pulso del humor, de la paradoja, de la desmitificación, parece un gamberro finísimo e ilustrado que acaba diciendo las cosas. Y dice, por ejemplo: "A mí Valencia siempre me ha parecido un sitio rarísimo. Allí hay gente que escribe en catalán pero que no habla en catalán. Allí las correctoras de catalán del Canal 9 fueron, durante años, una alemana y una francesa". A veces está entre Woody Allen y Jerry Lewis, pero en esto no insisto porque lo ha dicho antes y mejor Juan Bonilla.
Sí querría comentar que sabe mucho de literatura, que cuenta muy bien las anécdotas y que parece mucho más listo e ingenioso de lo que todos sus amigos me habían contado.
Hace unos días, mientras releía su antológica crónica "Una bella desconocida", me llamó Paco Goyanes de Cálamo y me dijo: "¿Te gustaría cenar con Javier Cercas? Viene a Zaragoza".
Le dije a Paco:
--No, claro que no.
Paco insistió:
--Mira, le encanta Luis Figo como a ti.
--Ni quiero cenar ni conocer al tal Cercas -repetí.
Acabo. Debo decirles que en realidad yo no soy quien creen que soy, ese señor tan pesado llamado Antón Castro, admirador de Luis Figo, el Saramago del fútbol mundial, sino Mario Rota, italiano, profesor de Literatura. Y les digo también que estas líneas son un bosquejo del trabajo que estoy haciendo a toda prisa para que no me expulsen de mi puesto ni de mi despacho en la Universidad de Illinois, donde por cierto entre 1987 y 1989 dio clases un tal Javier Cercas.
No sé si podrán creerme.
*La foto de este joven, que tanto se parece al tal Javier Cercas, es de Jerry Bauer. Creo...
TRAZOS DE TRIZA, POR ISIDRO FERRER

[El bibliotecario Javier Pérez Iglesias ha sido el coordinador de un estupendo libro: Palabras por la lectura (Castilla-La Mancha. Plan de Lectura, 2005-2010. Toledo, 2007, 200 páginas), en el que una serie de escritores, artistas, ilustradores, bibliotecarios, profesores, promotores de la lectura, etc., explican un momento, una atmósfera o varias peripecias que definen su pasión por los libros, la pasión de leer. Están, entre muchos otros, Amoz Oz, John Berger, Gustavo Martín Garzo, Emilio Lledó, Félix Romeo o Isidro Ferrer. El texto de Isidro Ferrer explica perfectamente la mágica relación con su abuelo y la revelación de las artes gráficas. Amablemente, Isidro me lo envío y lo cuelgo aquí: “Trazos de tiza”, de Isidro Ferrer]
TRAZOS DE TIZA
Los veranos de mi infancia los pasé en Albacete, en casa de mis abuelos, junto a mis primos que vivían unas calles más allá. Mis abuelos tenían una casa de campo de dos plantas a las afueras de la ciudad. La casa, al borde de un camino sombreado por enormes plátanos por el que de vez en cuando circulaba algún coche, estaba rodeada de una pequeña valla de piedra. En el interior de la casa un patio de tierra daba sombra a las habitaciones y desde una escalera lateral se subía a la terraza donde mi madre y mi abuela tendían la ropa por las mañanas. En un rincón de la terraza se apilaban, alineadas junto a la barandilla, unas tejas planas y oscuras. Una escalera de mano conducía al tejado al que nuestro abuelo nos tenía prohibido subir. Mi primo y yo jugábamos con los soldados de plástico amarillo que salían en los botes redondos de "Colón". Metíamos nuestros brazos más allá del codo, con las mangas subidas sobre los hombros, en el polvo blanco y azul del recién inaugurado bote, peleando entre nosotros por encontrar el primero de los indios y vaqueros que buceaban en el interior del detergente. Luego, los poníamos en fila a cada lado de la terraza y disparábamos con canicas de colores para acabar con el ejército enemigo. La guerra se prolongaba durante horas, a veces durante días. Mi abuelo trabajaba por las mañanas como telegrafista en correos y por las tardes en una imprenta. Traía a casa los libros defectuosos que nosotros incorporábamos a nuestros juegos. Así, aquellos libros de lomos azules o granates, se convirtieron para nuestro ejército de soldados de plástico, en murallas, en ciudades, en bosques, en tiendas de campaña, en atalayas, en laberinto, o en tumba.
Algunas tardes íbamos a buscar a mi abuelo a la salida de la imprenta. Me enseñaba los tipos de plomo que se guardaban en los cajetines de madera y, sentado a su lado en una silla alta, lo veía trabajar componiendo las galeradas de texto con una rapidez asombrosa. Un día el linotipista jefe, me regaló una caja de tizas de colores. Las usaban para apuntar los partes de trabajo en una pizarra que colgaba de la pared junto a los calendarios de chicas sonrosadas que tanto me atraían y por los que me gané alguna que otra colleja.
Aquella tarde subí con mi primo a la terraza con las tizas de colores y comenzamos a utilizar las tejas como soporte para nuestras creaciones. A la mañana siguiente las tejas coloreadas habían desaparecido. Durante todo el verano seguimos utilizando las tejas como lienzo y estas fueron desapareciendo conforme las tizas iban menguando. Las tizas se consumían y el verano también. Un día a finales de agosto, volvimos a Zaragoza, el tren salía de madrugada y nos levantamos muy temprano para llegar a tiempo a la estación. Cuando nos alejábamos por la carretera de tierra descubrí a mi abuelo sobre el tejado de la casa. Aprovechaba el frescor de la mañana para cambiar las tejas viejas por otras nuevas, y cerrar los agujeros por los que se colaba el agua.
Pensé, con agrado, que los pasajeros de los aviones a los que saludaba con la mano cada vez que uno de ellos cruzaba el cielo, señalarían asombrados la casa del tejado de colores.
Llegó septiembre y comenzó el colegio. Los curas repartían salmos y varazos entre los pupitres y yo me peleaba con la tabla de multiplicar.
Para navidades volvimos a Albacete. Ahora la ropa se tendía en el interior de una galería cubierta en el piso de arriba. Mi padre cortaba leña para el hogar y me dejaba utilizar el hacha para desmenuzar los palitos pequeños. Los libros que en el verano sirvieron de fortaleza frente al ejército enemigo, comenzaron a llenar las tardes de luces y sombras.
Aquel invierno poblado de brumas y niebla, asomado a la ventana cada vez que llovía, reconocí ensimismado los colores del verano goteando del alféizar y el arco iris coloreando los charcos del patio.
*El cartel que Isidro realizó para la celebración del 75 aniversario del Real Zaragoza.
LOQUILLO, LINA VILA Y SILVA, EN BORRADORES

Esta noche, a las 23.35, Borradores recibe en el plató al cantautor Arturo Hortas, autor de dos álbumes: “Padre Ebro” y “Doce recetas para comerse la cabeza”, en los que mezcla sus propios temas con piezas de Luis García-Abrines, Miguel Labordeta, Julio Antonio Gómez o Luciano Gracia, entre otros. Arturo Hortas interpreta dos canciones: la chacarera “El indio” y “Tú y yo como antes”, una canción de amor.
Visitan el estudio, además, José María Sanz, Loquillo, que acaba de publicar el álbum “Balmoral”. Loquillo, en una extensa entrevista, habla de las ganas que tenía de hacer este disco, de su triple condición de cantautor, crooner y roquero, de su pasión por la poesía, de su encuentro con Johnny Halliday, con quien canta en “Cruzando el paraíso”, y de su colaboración el músico, profesor y poeta aragonés Gabriel Sopeña. La pintora Lina Vila explica las claves de sus últimos proyectos: la exposición “Animales conmigo” en la galería Campos y “Consejo de madre”, en Madrid.
Además, Borradores ofrece un amplio reportaje con Publio López Mondéjar, comisario de la exposición “Historia de la Fotografía en España”, que se exhibe estos días en el Centro de Historia; conversa con Leticia Martín, la astrofísica canaria que acaba de ganar el certamen “Cuentos del agua” con su relato “El reflejo de Samuel Hesse”, que ha publicado Laberinto de las Artes. El narrador Lorenzo Silva habla de sus personajes, la pareja de guardia civiles Bevilacqua y Chamorro, habla de sus libros sobre la guerra de África, de la literatura juvenil, y recuerda un caso increíble que sucedió en Madrid: el robo y asesinato del pintor y coleccionista de arte Abel Martín, que había nacido en Mosqueruela, Teruel.
LA ZARAGOZA DE MANUEL MARTÍN MORMENEO*

El lema de la ciudad donde nací es: “Aquí nadie es forastero”. Cuando vine a Zaragoza por primera vez, en junio de 1978, no se me había pasado por la cabeza que esa leyenda también pudiera aplicarse a “La novia del viento”, tal como la definió Eugenio d’Ors. Vine aquí por azar y me quedé por determinación. Me encargaron un reportaje fotográfico sobre los diversos mercados de la ciudad, en especial el Mercado Central, el Mercado de Santo Domingo y el Mercado de Pescados de Delicias. En la empresa me dijeron: “Tómate tu tiempo”. Así lo hice. Y empezaron a pasarme cosas que me hicieron apropiarme, íntimamente, de la ciudad. De entrada, me pareció una ciudad que debe ser recorrida a pie. Me iba desde una punta a otra por el placer de andar, de conocerla, de encontrarme con la gente en las calles. Lo mismo aparecía en el Jardín de Invierno que en los entonces pobres jardines de la Aljafería; igual me internaba por el Pasaje de los Giles que avanzaba, cuando caía la noche, hacia el Pilar con la sensación de que ingresaba en la atmósfera de “Las mil y una noches”; lo mismo visitaba a los chatarreros de la calle Boggiero que las tiendas pintorescas de San Pablo o los bares para noctámbulos de Casta Álvarez. Había uno que se llamaba “La taberna del mar” y se llenaba de legionarios, de charlatanes, de náufragos tierra adentro. Allí tuve mi primera casa, el día que decidí dejar el hotel. Y en el piso de arriba, conocí a otro nuevo zaragozano. Era un alemán de Heidelberg que me regaló las obras completas de Los Beatles grabadas en voluminosas cintas de magnetófono. A veces hablaba de su ciudad, de la universidad, de los vergeles, de la simetría de las calles y las torres, pero siempre acababa diciendo: “En realidad, no tengo nostalgia. Aquí se está muy bien”. Fue el primer extranjero que conocí en Zaragoza. Más tarde, mientras daba clases particulares en Kasán a dos hermanos gemelos, hijos de gallegos de Lugo, entablé relación con un chileno, que había sido camarada de Allende y había compartido una mujer fogosa con Pablo Neruda. Solía decir que esta ciudad de cierzo y de lunas grandes de patata cocida no era Santiago ni Valparaíso, pero que ya no la cambiaría por nada.
Recuerdo que salíamos todas las noches de exploración: íbamos a los bares de las gasolineras abiertas, a algunas ventas a recenar, al Parque Grande, a los pubs, deambulábamos por las calles, allá donde había gente que charlaba y fumaba, aunque siempre terminábamos en el mismo sitio: en algunos de los puentes que cruzan el Ebro ante las torres que arañaban un cielo de nata y mar turbio. Me dijo una vez: “¿Por qué te afanas tanto en esas piedras, huevón? Tienes que aprender a mirar. Esta ciudad, incluso de noche, es una fiesta si sabes robarle las fotos”. Tuvo un reencuentro con una amante del pasado, en un bar que se llamaba “El Recuerdos”, y decidió marcharse a Alicante, donde ella vivía. Me entregó sus documentos, algunos libros y los cuadernos de su diario en una caja grande de cartón, y me dijo: “Una mujer es preferible a una ciudad. Siempre he perdido la cabeza por las amantes de los escritores, y ésta fue novia y enfermera de Julio Cortázar. Echaré de menos Zaragoza. Cuando tenga casa te escribo y me mandas esto”. Jamás he sabido nada de él.
Decidí quedarme. Ya había logrado montar mi primer estudio y había adquirido una casa más amplia en Estudios 11-13. Allí experimenté la sensación de que la ciudad vivía en la calle, con sus olores, con sus gritos. Me gustaba el ajetreo de la gente casi insomne, los bares tomados, las notas de flamenco a cualquier hora, las tertulias improvisadas, la proliferación de tribus urbanas. Algunos meses después, recibí un encargo muy curioso: debía hacer fotos de los cuadros de un artista inglés llamado Philip West, que había instalado su estudio en la calle San Miguel. Iba y venía del trópico y la selva a Zaragoza, y era un navegante de la noche en bares como “Bohemios”. Extremadamente tímido y misterioso, pintaba cuadros surrealistas vinculados a los animales, a los insectos, a Kafka. O eso pensaba entonces. Lo visité en su estudio durante dos semanas. Nos hicimos tan amigos, que me presentó a los miembros de su tertulia de intelectuales británicos en Zaragoza, y luego a sus amigos españoles de “Bohemios”, todos ellos grandes bebedores. El último día de trabajo, me despidió con un libro de artista, publicado en Norwich en 1988, y con esta dedicatoria textual: “Para Manuel Martín Mormeneo, que ha descubierto que en Zaragoza se está como en ningún sitio”.
Debajo de mi casa, vivía un mozambicano que tenía cuerpo y alma de campeón de boxeo que huye del cafetal, que se había casado con una mujer dulce de Azaila; lo vía volver de las obras con un gesto de felicidad que siempre envidié. Siempre me llamó la atención la hospitalidad inadvertida de Zaragoza: uno llega, se queda, se integra de inmediato y disfruta de una ciudad acogedora que no se acaba nunca. Hoy se te aparece de golpe la vida secreta de los chinos o los japoneses; mañana te enteras de los ritos gastronómicos de los libaneses y de su pasión por los pasteles; otro día descubres la gran familia de ecuatorianos que toman el parque del Tío Jorge o esa multiplicidad de razas y colores que ha transformado la calle Conde de Aranda en la calle de la alegría. Y los zaragozanos modelan su existencia junto a estas nuevas vidas, a estos nuevos hábitos, con pasmosa naturalidad. La ciudad aquí es un espacio de libertad, el territorio de la memoria, el fértil solar que se abre al porvenir.
Yo también me siento de aquí, hermano de la multitud, hermano anónimo de tanta gente que pasea cuando se desploma la tarde. Ciudadano de Zaragoza, ciudadano del mundo desde Zaragoza. Cuando llevaba aquí seis meses, me escribió mi madre una carta pidiéndome explicaciones, una carta que podría resumirse en un “¿Cuándo vuelves?”. La llamé por teléfono, y le dije que quizá no volviera nunca porque Zaragoza, la novia del viento, también era la ciudad de las mujeres, y eso siempre es fascinante para un fotógrafo. “Y además –añadí-, me siento como en casa. Aquí nadie me hecho nunca sentirme forastero”.
*Manuel Martín Mormeneo es otro de los fotógrafos que entran y salen de mis libros. En mi próximo libro, Un fantasma en la foto, que saldrá a finales de año o a principios, cobra un protagonismo inusitado. Curiosamente, él también es discípulo de Patricio Julve.
UN POEMA DE JUAN GELMAN

María la sirvienta
Se llamaba María todo el tiempo de sus 17 años,
era capaz de tener alma y sonreír con pajaritos,
pero lo importante fue que en la valija le encontraron
un niño muerto de tres días envuelto en diarios de la casa.
Qué manera era esa de pecar de pecar,
decían las señoras acostumbradas a la discreción
y en señal de horror levantaban las cejas
con un breve vuelo no desprovisto de encanto.
Los señores meditaron rápidamente sobre los peligros
de la prostitución o de la falta de prostitución,
rememoraban sus hazañas con chiruzas diversas
y decían severos: desde luego querida.
En la comisaría fueron decentes con ella,
sólo la manosearon de sargento para arriba,
pero María se ocupaba de soñar,
los pajaritos se le despintaron bajo la lluvia de lágrimas.
Había mucha gente desagradada con María
por su manera de empaquetar los resultados del amor
y opinaban que la cárcel le devolvería la decencia
o por lo menos francamente la haría menos bruta.
Aquella noche las señoras y señores se perfumaban
con ardor
pero el niño que decía la verdad,
por el niño que era puro,
por el que era tierno,
por el bueno, en fin,
por todos los niños muertos que cargaban en las valijas
del alma
y empezaron a heder súbitamente
mientras la gran ciudad cerraba sus ventanas.
(Gotán)
*Foto de Juan Gelman, Premio Cervantes de 2007. Se le ve más natural así: sin chaqué.
UNA CITA DE RAFAEL ARGULLOL

Ninguna odisea puede equipararse con el retorno al cuerpo amado. Cuando nos aproximamos a él sentimos la huida de la muerte. Una vez llegados, somos inmortales.
Rafael Argullol
El cazador de instantes. Cuaderno de travesía (1990-1995). Acantilado, Barcelona, 2007. 130 páginas.
*La foto es de Eric Kellerman.
VICENTE CAZCARRA, POR JAVIER DELGADO

[Ese trabajador incansable que es Javier Delgado ha querido recordar a su amigo y cómplice, al político y traductor Vicente Cazcarra, que murió en 1998, hace ahora diez años. Selecciono aquí un fragmento inicial, muy sugerente. Javier, es sabido, es un maestro en la recreación de las infancias y de los núcleos familiares.]
EL HÉROE AGOTADO
Ensayo sobre la vida de Vicente Cazcarra Cremallé
(1935-1998)
JAVIER DELGADO ECHEVERRÍA
-1-
Naciste primero a setecientos grados en la febril caldera de aquella enorme máquina chispeante sobre la que tu padre cabalgaba la historia y desde la que el mundo era una sucesión de oscuridades y luces, un rápido entregarse y desaparecer, siempre una borrosa imagen del pasado en el que resonaban aullidos metálicos convocando a las huelgas, comunicados nocturnos de apremiantes tareas, saludos victoriosos de parte de la grande querida UGT. Naciste a los cincuenta kilómetros por hora de las cuestas arriba de la exactamente mitad de los treinta, cuando aún no se sabía el día ni la hora de los insurrectos ni la terrible carnicería con la que celebrarían sus sagrados votos aquella jauría de asesinos azules y negros.
Luego naciste el seis de enero de mil novecientos treinta y cinco en Zaragoza. Tu padre maquinista, tu madre campesina. Proletaria la familia paterna. Labradores acomodados la familia materna. Tu madre del campo. Tu padre de la ciudad. Tus padres, tú y tu hermana Maruja: un grupo familiar del que sólo la muerte descolgó a tu padre, Antolín, antes que a ti. (En su casa te abrazó solidario y cariñoso el alcalde Sainz de Varanda, primer alcalde constitucional de la ciudad, hombre obsesivo, dinámico y calculador. Entonces todavía estaban vivos los lazos de amistad entre los viejos compañeros de lucha contra la dictadura, todavía la izquierda no había comenzado a desintegrarse, ¿o sí?).
*Javier me envía un par de fotos de Vicente Cazcarra, al que el Ayuntamiento le va a dedicar una calle, pero no me las acepte el blog. Coloco ésta de uno de sus libros.
MAENZA, CONFERENCIA DE GRACIELA DE TORRES

[Esta tarde, en el Centro de Historia, a las 19.00, la profesora y realizadora de cine Graciela de Torres Olson imparte una conferencia sobre José Antonio Maenza, el realizador maldito de El lobby contra el cordero. Graciela, en compañía de Francisco Plou, hizo un documental de una hora sobre este cineasta turolense. Hace algún tiempo escribí este texto sobre Maenza, que recupero para recordaros la cita de la siete, dentro de este ciclo de cine que coordina Luis Antonio de Alarcón.]
JOSÉ ANTONIO MAENZA
Uno de los turolenses más sorprendentes de los últimos tiempos fue el cineasta, escritor y activista José Antonio Maenza (1948--1979): adalid del cine independiente, revolucionario a su modo (era claramente anarcoide y refractario a cualquier ideología), e intelectual inquietante: desde muy joven fue un gran lector, al principio de Martín Vigil, dicho sea de paso, pero luego de pensadores, psiquiatras, estructuralistas, poetas como William Blake o el Conde de Lautréamont. E incluso llevó un diario bastante suculento, en el cual apuntaba sus minúsculas frustraciones, sus descubrimientos o anotaba matices de su personalidad: "Soy muy sensible a lo bueno y más a lo bello. Sensible a la sensibilidad". También refería cómo lo sosegaban la comunión o el rosario o cómo se le pasaba por la cabeza la idea de meterse cura. Poco más se sabe de su niñez turolense. Su padre tenía una tienda de colchones. Veneró siempre a su madre: cuando falleció en 1971, en José Antonio Maenza se recrudeció el complejo de Edipo. Iba al cine más por pasatiempo que por otra cosa, le interesó mucho El Evangelio según san Mateo de Pasolini y ya era muy proclive a las depresiones. Tampoco soportaba que no reconociesen su madurez. Todo ello nos lo revelan las últimas investigaciones de Pablo Pérez y Javier Hernández.
En Zaragoza, cuando ingresó en la Universidad, halló el caldo de cultivo ideal para desarrollar una personalidad apabullante y a la vez devoradora. Aquí se encontró con el escritor y editor Enrique Murillo, que realizaba el servicio militar. Padre de gemelos, Maenza y él robaban ayudados por el carro en la librería Hesperia de Luis Marquina. Maenza fue toda su vida un cleptómano: robaba libros (Marcuse, Eco), objetos, recuerdos allá donde podía; a su amigo Ignacio Prat, al que respetaba y admiraba por su inteligencia y sensibilidad, le sustrajo una antigua daga con sangre sarracena; al fotógrafo Xavier Miserachs, un abrigo; a Enrique Vila--Matas, un pantalón y una camisa, en los tiempos de la gauche divine, de Bocaccio y de gran promiscuidad erótica. Al parecer, Maenza era homosexual.
En Zaragoza encontró muchos amigos: Fernando Villacampa, Alejo Lorén (que fue el destinatario de epístolas y confidencias), José Miguel Franco de Espés. Con todos ellos realizó una película independiente: El lobby contra el cordero. Se rodó en Zaragoza en verano e invierno de 1968, en diversos espacios, incluido el cementerio de Torrero, y dio a conocer a un personaje raro, atrabiliario. Tanto lo era que ese mismo año, durante la Semana Santa, había acudido con unos amigos a Calanda. Buñuel acababa de llegar. Al parecer, un grupo de falangistas lo provocaron, le quisieron cortar el pelo y acabó en el cuartelillo, entre otras cosas porque los amenazó con esta frase: "Ya vendrán los nuestros, que tenemos armas de Checoslovaquia en un barco anclado en el puerto de Barcelona". Buñuel también recordó el hecho y calificó, con humor, a Maenza de "insensato". Aquel incidente lo llevó de nuevo a prisión, fue detenido en Teruel y encarcelado en Alcañiz, donde se hizo muy amigo de un alguacil, que le había prestado las Obras completas de Primo de Rivera y le presagio éxito y gloria en cuanto se muriese Franco.
En El lobby contra el cordero se planteó Maenza la lucha de los estudiantes contra el poder con una estética vanguardista, que rendía tributo al objeto y a los símbolos. El sentido de la provocación de Maenza se trasladó al rodaje y a la relación con sus compañeros: al protagonista José Miguel Franco de Espés le arrojó una botella de sangre de cerdo, y éste dejó el rodaje. Miguel Labordeta también interpretó un pequeño papel de cura.
Fatigado de Zaragoza, se trasladó a Valencia donde contactó con jóvenes inquietos, entre ellos con el poeta Eduardo Hervás, con el cual hubo sus más y sus menos por un asunto de estética y autoría del nuevo proyecto Orfeo filmado en el campo de batalla. Hervás se suicidó con gas en 1971. En esa época empezó a escribir su novela fragmentaria, experimental y autobiográfica Séptimo medio indisponible (Mira, 1997, presentada por Pablo Pérez & Javier Hernández), se interesó por el esoterismo e introdujo en la cinta una mezcla de sexualidad y política. Más tarde, se trasladó a Barcelona, donde Pere Portabella iba a producirle una nueva película: Horténsia--Beance. Allí entró en contacto con Emma Cohen, Félix de Azúa, Juan Benet, Molina Foix (que elogió El lobby...), Carmen Artal o el citado Vila--Matas. El clima no fue fácil. Maenza era caótico y provocador. Emma Cohen dibujó así el ambiente: "Antonio era un auténtico maldito, vestía mal, no se lavaba y no tenía necesidad de aparentar; eso es lo que le molestaba a la gente de Bocaccio, porque ante él el supuesto malditismo y originalidad no eran nada auténticos, los ponía en evidencia".
Se fue de Barcelona, hizo la mili en Huesca, donde fue maltratado en muchas ocasiones por sus superiores, e inició su caída, su imparable descenso hacia la nada, su peregrinación por psiquiátricos: primero Béretra (Valencia), luego Teruel en varias ocasiones, donde vivió hasta que apareció en el suelo mortalmente herido, en medio de la calle, frente el primer piso de la casa donde vivía. Se dijo que era un intento de suicidio. Falleció en 1979, dos días después, en el hospital Miguel Servet. Misterios aparte, Maenza es un personaje extravagante, incomparable, pero inacabado, por hacerse. Murió a los 31 años, pero su actividad se truncó prácticamente a los 25 años. El trabajo de los autores nace de un elaborado y laborioso proceso, de una gran generosidad investigadora, aunque a veces incurran, a nuestro juicio, en desmesura interpretativa; al fin y al cabo, la obra de Maenza es escasa, de tanteos y de intuiciones muy del momento, prometedora sin duda pero trunca.
INMA SHARA DIRIGE HOY EN ZARAGOZA

La gran directora Inma Sarachaga, Inma Shara, dirige esta tarde la Orquesta de Transilvania. Es una mujer que se define romántica, apasionada, soñadora, disciplinada y serena. Dice siempre que "la música es una forma de vida" y prefiere el término elegante al de culta, aplicada a la música clásica. Fue alumna de Zubin Mehta.
EL PRÓXIMO MARTES, ENTREGA DE LOS PREMIO BÚHO

[Fernando Gracia, cinéfilo, rapsoda y presidente de la Asociación de Amigos de Libro, remite esta nota:]
Estimados amigos, os recordamos el acto de los Premios Búho 2008:
DÍA: 29 DE ABRIL, MARTES.
LUGAR: DELEGACIÓN DE GOBIERNO, Plaza Pilar s/n.
HORA: 18, 30 horas.
Este año, los BÚHOS se han concedido:
· A D. JOAQUÍN LOMBA, por la edición de la obra “Libro sobre el alma” y por su labor de recuperación de la filosofía islámica.
· A D. JOSÉ LUIS GRACIA MOSTEO, por sus éxitos literarios en 2007.
· Al niño CARLOS ARIAS PEDRÓS, por su iniciativa de realizar un cuento, con ilustraciones propias, en homenaje y recuerdo a su padre fallecido.
· A D. JOAQUÍN RUIZ SANCHO por la edición del libro bilingüe y fotográfico “Bomberos”, dedicado a la meritoria labor de estos profesionales.
· A la bibliotecaria de Illueca, Dª CARMEN ASENSIO MARCO, por su labor al frente de la biblioteca y su dedicación a la difusión de la lectura.
· A D. RAIMUNDO LOZANO VELLOSILLO, por su trayectoria y el conjunto de su obra poético–literaria.
*La foto es de Julia Margaret Cameron, aquella fotógrafa pictorialista que encendía hogueras para iluminar sus retratos.
MARILYN MONROE, POR MÓNICA GUTIÉRREZ SANCHO

[Hace unos días, Mónica Gutiérrez Sancho, que está logrando una gran acogida con su primera y estupenda novela, escribía un precioso artículo sobre Marilyn Monroe. Hacía unos días que no visitaba su blog, ayer me lo envió,y aquí lo cuelgo.]
Entre los cientos de fotografías, posters de conciertos, algunos con el trozo de pintura de la pared donde había descansado pegado todavía en sus espaldas, postales que me enviaban en todos los viajes, fotos de juergas; siempre, por más que se acumularan Calamaro, The Doors, Los Ramones, siempre hubo un lugar para ella, para: Marilyn.
Desde niña me encantaba. Me parecía una mujer extremadamente triste a pesar de su eterna sonrisa. Luego algo más mayor y después de haber hojeado, más que leído, unas cuantas de esas biografías que le han dedicado, supe que se debía a no saber si era tan tonta como decían unos, o tan inteligente como afirmaban otros. La transformaron respaldados por el inevitable silencio del que no puede hablar para confirmar o negar los hechos, en una mujer fascinante. Al fin y al cabo así es como se gestan los mitos. Todo leyenda y poca realidad.
No soy mitómana. Nunca lo he sido. Aunque sí es cierto que con los años puedo decir que la adoro. No se muy bien por qué. No siempre se sabe todo.
Marilyn es la personificación de la sensualidad y sexualidad. Nadie ha irradiado tanta como ella. Nunca. Otras le ganaron en glamour, en elegancia, pero en sensualidad ninguna pudo con la rubia del vestido blanco, con ese aire que recorrió con descaro sus piernas levantando los pliegues de una falda de vuelo y no nos contó todo lo que vio esa noche.
Cuesta no imaginarla con Frank Sinatra entre partidas de póquer, gritos y noches de alcohol, lujuria y peleas. Eso no hace falta que lo cuenten los biógrafos. Yo la veo así, discutiendo con él. Y seguro que luego haciendo pucheros. Por qué no.
No habría sabido envejecer bien. Seguramente habría llevado mal el paso de la edad. Las modas no le habrían beneficiado. Los ochenta, con sus brillos y su estética hortera probablemente habrían destrozado su imagen. O no. Quizá era demasiado lista para eso y nos habría sorprendido a todos, como hizo siempre.
No sé si le obsesionaba la locura de su madre, ese horrible temor a que fuera hereditaria y padecerla ella, lo que le llevaba a vivir en una atracción de feria continua, que no para de subir y bajar, aunque no pagues el viaje. Si era extremadamente sensible, o era esa mala mujer... Si padecía esas horribles jaquecas. Si era tan inestable y pésima actriz como cuentan entre bastidores, y sus escenas había que repetirlas cientos de veces.
Ni tan siquiera sé si es cierto eso de que odiaba las despedidas. Decir adiós.
Si arañáramos, como arañaba yo en las paredes para arrancar ese póster del concierto que acaba de escuchar, seguramente encontraríamos tras varias capas un poco de todo.
Yo con su permiso y el de ustedes me quedo con la genial actriz de: “Con faldas y a lo loco”. Con esa cría, Norma Jaen, que quiso dejar la pantomima de vida de cateta de pueblo que le había tocado en gracia y se plantó cara a sí misma, para reinventarse probablemente mejor de lo que lo ha hecho nunca nadie.
Me quedo con su sensibilidad para enamorar a alguien tan grande como Arthur Miller. Su erotismo para enganchar a Sinatra. Su sonrisa y su mirada, con ese aire de inocencia que nadie se creía, pero que a todos atrapaba. Y atrapa.
Me quedo con eso de ella, como me quedo con todo lo bueno de los tres años que cumple el blog esta noche, lo mejor, lo que me da la gana.
Pero hoy es ella la protagonista. Inimitable Marilyn.
[Para Antón, y su particular colección de mujeres inolvidables.]
LA EXPO: DOS VISIONES Y UNA FOTO*

[El pasado miércoles se publicaba en Heraldo un suplemento especial sobre Los mil y un oficios de la Expo, con fotografías de mi compañero José Miguel Marco y textos míos. Otro fotógrafo imprescindible de la ciudad, José Antonio Melendo me envía esta foto, de la recién inaugurada pasarela por los voluntarios. No tengo vinculación alguna con la Expo, pero estoy realmente entusiasmado con este gran proyecto. Me parece que va a ser fundamental para Zaragoza, que va a suponer (y lo supone ya, día a día, pieza a pieza, sueño a sueño) una gran transformación para esta ciudad hospitalaria en la que resido desde hace treinta años. Los hará exactamente cuando finalice la Expo: un sueño en el tiempo, una certeza que ya anticipa el porvenir. Cuelgo aquí dos textos sobre la Expo del suplemento. El segundo se permite una leve licencia de ficción: habla de los trabajadores que van todos los días a sus puertas y solicitan trabajo.]
1
Acaban de dar la siete y media de la mañana en el umbral de acceso a la Expo. Este suave contraluz del despertar me ha recordado a una instantánea china: alguien, en su bicicleta, avanza hacia el tajo. Un tajo doméstico, rutinario, necesario como el oxígeno o como el pan del almuerzo. El sol de oro tímido se cuela entre los radios y los dientes de la rueda trasera. El tajo que espera a los trabajadores que acaban de desperezarse es diferente. Quizá se haya vuelto cotidiano, e incluso agobiante, tan vertiginoso como el estrés, pero el suyo es distinto: no es una cadena que vuelve anónimos a los empleados. No es una cadena impersonal donde todo fluye deprisa deprisa. Ellos forman parte del trabajo de un sueño que se gestó, en primer lugar, en la cabeza de un soñador accidental: el arquitecto Carlos Miret. Ahora, la Exposición Internacional 2008 es la quimera de un territorio: una quimera que se hace realidad día a día, certeza del porvenir y espiral de transformación, con el milagro casi inadvertido de las manos que edifican y pulimentan, del cerebro que a todo se atreve, del entusiasmo unánime que se dispersa desde el alba. Es trabajo, sí, esfuerzo, sudor, desvelo, dolor de existir, pero para muchos también es como la fiebre del oro: hay faena, hay una gran obra en marcha, hay contagio de ilusión. La metamorfosis vive con nosotros, afuera, pieza a pieza, y dentro, como la impaciencia del corazón. Un trabajador aragonés resumió esta percepción de manera inaudita: “Somos lo que seremos”.
Ranillas era una lengua de tierra que dejaba el río, huerta feraz y erial a la vez, península con miradores hacia la colmena de tejados de la Zaragoza vieja y bimilenaria, la que cantó Prudencio, la que captó Juan Bautista del Mazo o Antoine de Wyngaerde, la que Eugenio D’Ors vislumbró como “novia del viento”. Ranillas ahora es el embrión del futuro: una ciudad dentro de la ciudad, una casa de citas de la arquitectura y sus destellos, un paseo entre torres y puentes y palacios del siglo XXI, el solar de una pequeña parte del mundo durante tres meses y, probablemente, para siempre. El plantío de una nueva invención. Zaragoza quiere ser algo más que un lugar efímero en la memoria. Ranillas encarna la apuesta de un pequeño país de viento, polvo, niebla y sol, un terruño fecundado por un torbellino incesante de ríos donde se meditará sobre ese maná antiguo, universal y absolutamente imprescindible. Los obreros, de alguna manera, en algún confín secreto de su cabeza, parecen saberlo. Lo saben y así lo viven. La dureza del empeño se mitiga con las buenas intenciones del proyecto final, erigido del todo a principios de junio y esparcido como un vergel de ilusiones. Lo saben. Y eso explica muchas cosas: las sonrisas que se esbozan contra las legañas y el hastío cada amanecer, la camaradería, la confianza, la certidumbre absoluta de que se llegará a tiempo. Como todos soñábamos. Como sueña cada día este ciclista que abre la valla y se interna en ese campo minado de futuro.
2
Me han dicho: “Ve allí y espera. Ve allí y déjate ver, con tu casco amarillo, tus guantes y la caja de herramientas. Ante todo, haz que te vean”. Y aquí he venido. Con la luz inicial del amanecer. Y con mis herramientas. En mi caja tampoco hay tantas cosas: destornilladores, un taladro, un serrucho, llaves, clavos y una cinta de medir. ¿Que qué se hacer? Muchas cosas. Aprendo muy rápido. He sido fontanero, peón de albañil, he trabajado en la fruta: he recogido manzanas en La Almunia de Doña Godina e higos en Fraga. Es curioso: soy de un país lejano, pero me he sentido cómodo aquí: envuelto en el olor de la huerta, acariciado por las pitas agrias de la higuera, en ese refugio de sombra espesa y de miel. También conozco el sinvivir de los mercados y del reparto. Tengo carné de conducir. Y he ido de aquí para allá, de chapuza en chapuza, aprendiendo siempre. No sé si he venido para quedarme, pero tampoco me importaría.
Me dijeron: “Ve a la puerta de la Expo y espera”. Y aquí estoy. Hace varios días que vengo, más de una semana. No pierdo la calma. Me dejo ver, sí, me mezclo con los trabajadores, les pregunto, les enseño mi caja de herramientas. Debo confesar que cada día añado algún instrumento nuevo: una paleta, una plomada, una llave inglesa, un martillo de goma, un polímetro o multitester. Tampoco me da miedo la corriente. No soy rico, claro que no, pero tengo fe en mis posibilidades. Quiero estar preparado. ¿Y si me necesitaran para colgar lámparas en un pabellón grandioso? Siempre hay alguien que te da esperanzas. Siempre hay alguien que te dice: “Hablaré de ti al capataz. Veo que necesitamos más gente para los tres turnos”. Lo veo al día siguiente, y al siguiente, y se disculpa: “No desesperes”. Oigo la frase varias veces. Me la repiten, más con un ademán de lástima que de fastidio. Somos muchos los que venimos y los que oímos: “No desesperes. Todo llegará”. Insisto, miro, desafío con los ojos a quien haga falta. Esta es la orilla de la esperanza. A veces, los empleados de las empresas, con o sin carteles, conversan con nosotros, nos dedican algunos minutos, quieren saber qué podemos hacer y si tenemos los papeles en regla. Les contestamos, les contesto: “Por estar ahí, puedo hacer cualquier cosa”.
Me lo dicen siempre: “Aguanta, resiste”. Y oigo demasiadas veces: “Vuelva usted mañana”. Y vuelvo. Lo más duro es cuando ves que todos se dirigen hacia adentro, con sus guantes, con sus buzos, con sus gorros amarillos, y que tú te quedas a este lado de la valla, perplejo de impotencia, herido en alguna región del estómago y del amor propio, incluso humillado. Sé que no espero en vano, sé que no me he vuelto loco. He visto cómo mucha gente nueva enganchaba a trabajar así. Al quinto día, al séptimo, tras un mes de devaneo. Tarde o temprano también me cogerán a mí, y me dirán: “Entra. Te necesitamos aquí”. Mientras eso no sucede, miro a los compañeros que esperan y desesperan, miro a los empleados que conocen su turno y avanzan hacia el fondo con su caja roja y el chaleco reflectante. Pronto seré uno de ellos, uno de los obreros de los mil y un oficios de la Expo, y meteré un bocadillo y una cerveza en mi pequeña mochila de soldador ocasional. Esta es mi historia, sabedlo. Este es el tamaño de mi esperanza.
*La foto de la pasarela es de José Antonio Melendo, que lleva con él las cámaras y un golpe de suerte constante.
UN PROYECTO DE EDICIÓN DIGITAL DE CARLOS MANZANO

[Carlos Manzano, el escritor, fotógrafo y director de la revista Narrativas con Magda Díaz Morales, me envía la siguiente carta, que copio aquí en el escritorio:]
Hola, Antón. Hace poco se ha puesto en marcha un proyecto de edición digital llamado Bubok (www.bubok.com), que permite subir textos a la red en formato PDF y a la vez en formato tradicional de libro en papel. Es solo una de las muchas nuevas posibilidades que surgen en Internet y que probablemente en unos años van a cambiar por completo el concepto de publicación que hemos venido manteniendo tradicionalmente hasta ahora.
Por mi parte, he aprovechado para agrupar algunos relatos que tenía por ahí repartidos un tanto fragmentariamente -e incluir de paso algunos inéditos- en una especie de archivo conjunto bajo el título común de “Cicatrices”. La descarga del PDF es gratuita, aunque también permite, por si alguien no sabe muy bien qué hacer con su dinero, comprar el manuscrito en formato de libro tradicional, aunque no ha sido esa mi intención principal (soy consciente de que lo normal es que no se venda ni un solo libro de pago). Ha sido más bien para probar, a ver qué pasa, aunque quiero insistir en que no es un libro como tal, ya que carece del necesario ISBN. Es solo otra forma de acercar mis escritos a todo aquel que le apetezca perder unos minutos de su tiempo leyéndome.
La dirección desde la que se puede descargar el archivo es la siguiente:
http://www.bubok.es/libros/370/CICATRICES
También he aprovechado para subir -aunque ya hacía tiempo que estaba disponible en PDF en mi página web- mi primera novela, "Las fuentes del Nilo", en las mismas condiciones que "Cicatrices".
http://www.bubok.es/libros/478/LAS-FUENTES-DEL-NILO
Gracias por tu tiempo. Un abrazo.
Carlos Manzano
*Esta foto de Venecia pertenece a Carlos Manzano, que compagina la literatura con la fotografía.
ÁNGEL OLGOSO: UN ESPLÉNDIDO CUENTISTA

[Hace unos días hablaba aquí de un escritor que me había impresionado: Ángel Olgoso, que acaba de publicar Astrolabio de Cuadernos del vigía, una colección de extraordinarios cuentos, cuentos de cuentista estricto, como Chejov, Carver, Borges, Jacobs, Cortázar o Felisberto Hernández. Fernando Valls, que apadrina a los autores de microrrelatos en su espléndido blog y que dirige una estupenda colección en Menoscuarto de Palencia, de José Ángel Zapatero, ha copiado estos dos textos, que dan una idea de su imaginación, de su elegancia narrativa y de sus variados recursos.]
Tesoros
Hoy, como otras veces, salvé las siete esclusas de seguridad, evité los guardianes y las alarmas y descendí hasta el tercer nivel del subsuelo con mi saco vacío a la espalda. Ahí estaba el tesoro de Troya (copas de oro, collares y diademas engarzadas, hachas-martillo, máscaras de plata y lapislázuli), la Quimera etrusca de Arezzo, la cabeza de alabastro traslúcido de la reina de Saba, el tesoro de Atila y el de Jabhur Jan, las dos puertas de Ubar engalanadas cuatro mil años antes con las más preciadas joyas y metales, ahí estaban reunidas, en largas y ordenadas hileras, todas las grandes maravillas de la antigüedad: fruslerías. Pasé de largo. Me adentré en la sala que reproducía, invertida, una cúpula gigantesca. A la luz de los hachones, mientras me punzaba una extraña mezcla de miedo y alegría, contemplé de nuevo el más espléndido de los tesoros, vedado al común de los mortales. Cualquiera podría matar o morir por esa visión gloriosa, por esa plétora, por esa infinita cornucopia oculta en el silencio de las profundidades. Amontonadas escrupulosamente como lingotes idénticos, me esperaban, llenas de promesas, incólumes, las Horas Perdidas. Abrí la boca del saco.
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La melancolía de los gigantes
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Sin compasión, hunde la hoja de su arma en el centro de mi cuerpo indefenso. No hubo provocación alguna por mi parte. Una ira ciega alienta cada tajo, cada incisión arbitraria y salvaje de la carne. Los míos dijeron que no opusiera resistencia, que ello involucraría a los demás en nuevos peligros. El, mientras tanto, profundiza la herida. Qué puedo hacer yo ante quien contraría de ese modo la ley natural sino sentir una vaga tristeza y esperar aquí, bajo el camino de estrellas, la bárbara amputación final, el momento en que me desplome sin más quejidos que los de mis frondosas ramas al golpear agonizando contra el suelo.
*La foto es de Henri Cartier-Bresson.
ALFONSO: UN REPORTERO BAJO L A NIEVE EN JACA*

Si tuviera que contestar a la pregunta, “¿y a usted desde cuándo le interesa la fotografía?”, tendría que decir algo así: “Desde que vi el primer catálogo de Alfonso y sus hijos”. Alfonso Sánchez Portero nació en Madrid en 1880, se quedó huérfano a los once años y se incorporó al estudio del retratista Amador. Pronto empezó a hacer de las suyas: se dice que su primera primicia consistió en el retrato del cuerpo incorrupto de San Isidro. Y más tarde, tras haber asomado con su cámara a los teatros y a los círculos de intelectuales (Mariano de Cava entre ellos), partió, en 1909, a la guerra de Marruecos con el director de “El Heraldo”, José Rocamora. Uno de sus hijos reveló que “la matanza de soldados española fue tan copiosa que mi padre tuvo que soportar la cámara para dedicarse a transportar en camilla a los heridos. Caían por todas partes”. Recibiría por ese gesto la Medalla de Campaña de distintivo rojo.
A partir de entonces, Alfonso Sánchez Portero se convirtió en un fotógrafo imprescindible: era el fotógrafo de Madrid, del teatro, de los toros, de los escritores; era el reportero de la vida cotidiana, el cronista visual de una época, y de la política. Allí donde había algo importante, allí estaba él. Se movía como nadie, menudo y con un olfato periodístico increíble. Transformó su estudio de Fuencarral (luego estaría en Gran Vía) en obrador de citas de todo aquel que quería estar en el candelero. En 1922, se sumó al taller su hijo Alfonso. Y más tarde, Pepe y Luis. El estudio se convirtió en una auténtica factoría de imágenes y llegó a tener más de una veintena de empleados. Los Alfonso, descendientes de republicanos, fotografiaron la retaguardia de ese sector, los muertos de la Batalla de Teruel, por ejemplo, y por ello fueron depurados. Alfonso falleció en 1949, y su hijo Alfonsito en 1990.
¿Qué por qué les hablamos aquí tanto de los Alfonso? Por un libro realmente espectacular, uno de esos que constituye en sí mismo el elogio de la fotografía como instrumento esencial para entender la historia. “Los años convulsos. El fotógrafo Afonso y la Sublevación de Jaca (1923-1936)” (publicado por el sello Pirineum de Juan Gavasa y Sergio Sánchez, entre otros), de Juan José Oña Fernández, representa la historia hecha imagen, la tensa realidad contada casi minuto a minuto, el sueño, la rebeldía, la insurrección y la muerte atrapados un instante antes de que llegue la nieve. La insurrección de Fermín Galán y García Hernández se produjo en Jaca el doce de diciembre de 1930. Casares Quiroga no contactó con el militar la noche anterior y no pudo decirle que se había suspendido la rebelión. Francisco Lasheras fue el testigo inicial en la ciudadela.
El día trece llegó Alfonso a Huesca, Cillas y Ayerbe, y tomó fotos de todo: de los sublevados vencidos tras la contienda en Cillas con las fuerzas gubernamentales entre las siete y las nueve de la mañana, del sacerdote Bretós y los santeros, de los prisioneros que se dirigen a Huesca, del desarme, de las tropas en la plaza de Ayerbe. Y al día siguiente, el catorce, el día de la ejecución, Alfonso se dirigirá a Jaca, y retratará la tensa calma, el silencio y la expectación, y captará a los convalecientes en el hospital. El día quince, ejecutados Galán y García, cuando llegaron tropas desde Navarra en medio de una gran nevada, Alfonso vuelve a realizar extraordinarias fotos como la del entierro del capitán Félix Mínguez. De todo ello escribió Pío Baroja, muy presente en el libro, en “El cabo de las tormentas”. El volumen“Los años convulsos” analiza el nacimiento del mito de Fermín Galán, y recoge otras impresionantes instantáneas que harían los Alfonso hasta que estalló la Guerra Civil. Sin duda, he aquí un libro, un documento y un puñado de fotografías que resumen la historia de España en su dramática búsqueda de libertad, democracia y progreso.
*Este texto apareció el viernes en el Heraldo de Huesca.
CINE, TEATRO Y LITERATURA (Y ADAPTACIONES)

Desde su invención por los hermanos Lumière en 1895, el cine siempre ha ido de la mano de la literatura. Se han influenciado, se han inspirado el uno en el otro, se han entreverado, han sido disciplinas hermanas de la creación. Y como buenos hermanos también han tenido disputas feroces, que sostienen en el tiempo como en las mejores familias. El cine siempre necesitó de la literatura, que le administró numerosos materiales, incontables historias, mediante la novela, el teatro, la poesía; desde sus orígenes, los realizadores trasvasaron narraciones, series, criaturas, universos específicos a los que había darles forma visual. La literatura era como un arsenal interminable y de garantía para la construcción de imágenes en movimiento, para la forja de otra forma del sueño. De hecho, posiblemente, el mejor guionista de la historia del cine, o al menos uno de los más grandes fabricantes de guiones, de personajes y acciones, es William Shakespeare: sus obras han sido adaptadas una y a otra vez, y siguen adaptándose anualmente, hasta el punto de que en Inglaterra hay una tradición no sólo de montajes escénicos del autor de “El Rey Lear”, sino casi una escuela cinematográfica con puntales como Lawrence Olivier, Orson Welles y Kenneth Branagh. En España no tenemos un caso tan excepcional y constante, pero contamos con muchos escritores que despiertan de inmediato el interés por los cineastas: Cervantes, adaptado en medio mundo, Vicente Blasco Ibáñez (que, si se nos permite la boutade, sería nuestro Shakespeare particular del primer tercio del siglo XX), Ramón María del Valle-Inclán, Ramón José Sender, Miguel Delibes, Juan Marsé y Arturo Pérez-Reverte, entre otros. Es como si cada uno de sus libros llevase implícita una propuesta para el cine.
Por otra parte, los escritores se sintieron subyugados por el nuevo arte y por sus incontables magias: el torrente de imágenes, la sala a oscuras, los actores, el discurso íntimo de la obra, la atmósfera de verdad y fantasmagoría. No sólo se sintieron embrujados los poetas, como ha recordado la antología Viento de cine que preparó José María Conget para Hiperión en 2002 o el espléndido monográfico de la revista Litoral, sino los narradores, tanto autores del 98 como Azorín, tal vez el más cinéfilo de todos, como los prosistas de vanguardia: desde Benjamín Jarnés a Francisco Ayala. Éste dijo: “Creo razonable aceptar que existe una simbiosis, y simbiosis fecunda, entre ambos medios de expresión artística, y tal vez mejor, entre todos los medios de expresión artística”.
El cine, cuando llevaba 30 años de vida y aún no había dejado de ser mudo, ya arrastraba una sensación de cansancio y de agotamiento. Se pensaba que ya se había hecho todo: desde grabar documentales de combates de boxeo y rodar películas sobre el pugilismo, que fue una de las obsesiones que tuvo el cine desde sus inicios, hasta cine costumbrista, romántico, onírico, fantástico, de terror. Ahí irrumpieron nuevas miradas como la de Luis Buñuel y los surrealistas, como las de Jean Renoir, S. M. Einsenstein, Abel Gance y Fritz Lang y el expresionismo alemán, y ensancharon el campo de batalla.
El cine tenía en la literatura un compañero de viaje, pero no con una relación de dependencia necesariamente. Por otra parte, en el cine es fundamental el guión, y éste es un instrumento eminentemente literario: contiene de entrada una pieza de teatro en dos formatos, los diálogos propiamente y las acotaciones, que son determinantes porque suelen contener la específica mirada del cine y están exentos de retórica. Los diálogos en el cine se parecen más a la vida y algo menos a su escenificación teatral: deben ser directos, despojados, sin artificio, con un énfasis invisible. En ellos, como dijo Pedro Almodóvar alguna vez a propósito de sus películas, lo que no es morbo es un estorbo.
El cine no admite el deleite de las palabras no siempre imprescindibles, el placer de acariciarlas y de oír su melodía porque la melodía del cine es la imagen, el gesto, la precisión, una atmósfera. Y es aquí donde percibimos otro rasgo fundamental: el buen cine, en el fondo y por lo regular, es antiliterario en un sentido convencional. O cuando menos es distinto a la literatura, posee un código íntimo muy particular: ésta puede ser un soporte decisivo, un punto de partida, pero poco más. ¿Cuántas películas han fracasado por intentar reproducir o ilustrar casi literalmente un libro, una novela, por el mal entendido concepto de fidelidad, por el concepto mismo de la adaptación? Uno de los lugares comunes del cine, uno de los tópicos más sobados, insiste en que con las buenas novelas rara vez se hacen buenas películas. Y se cuentan con cierta facilidad las excepciones que confirman la regla: Desayuno con diamantes de Blake Edwards / Capote, Lolita de Kubrick / Nabokov, El gatopardo de Visconti / Lampedusa... Incluso se suele recordar otro lugar común: Alfred Hitchcock elegía malas novelas, o carentes de prestigio, para hacer buenas películas. Gimferrer, gran aficionado al cine, apuntó: “El material de una novela son las palabras, el material de una película son las imágenes”. Francisco Ayala, en El escritor y el cine (1988), precisaba: “La novela presta, sencillamente, material a la película, y lo que único que la distinguiría de cualquier otro argumento, su calidad artística, eso no puede trasuntarlo a la versión cinematográfica. Pues la novela base es (quiere ser) una obra de arte, y la película será otra obra de arte distinta”.
El cine interesó muy pronto a nuestros dramaturgos. La experiencia norteamericana de José López Rubio, Edgar Neville, Tono o Enrique Jardiel Poncela es fascinante. Ellos, a su modo, intentaron compaginar su condición de dramaturgos con la de guionistas en Hollywood; allí acumularon experiencia, algunos éxitos y sinsabores, y realizaron una obra muy personal, si pensamos sobre todo en Neville, autor de películas tan insólitas y espléndidas como La torre de los siete jorobados o La vida pendiente de un hilo, dos rarezas del cine español. Jardiel, que estuvo en dos ocasiones en Hollywood, rodó Angelina o el honor de un brigadier.
El escritor Agustín Faro Corteza, en su libro Películas de libros (Prensas Universitarias de Zaragoza, 2006) dice: “La gran similitud entre cine y teatro pasa por la representación dramatizada de un texto en la que los personajes cobran vida en sí mismos”. Agrega que en cuanto a procedimientos narrativos las diferencias son grandes: “El teatro nos obliga a la frontalidad; el cine nos presenta multitud de visiones. El tiempo responde a un tiempo lineal; el cine dispone de la temporalidad como le place. El cine dispone del montaje como medio narrativo. Del mismo modo, frente a un punto de vista a que el cine obliga mediante al encuadre, el teatro deja libertad de mirada al espectador. Otra diferencia estriba en el escenario, limitado y cerrado para el teatro”. José Luis Alonso de Santos, dramaturgo del que han trasladado al cine películas como Bajarse al moro y La estanquera de Vallecas, entre otras, ha escrito: “Para nosotros en el teatro el mar es una gota de agua, en el cine es todo el mar. En el teatro contamos con unos metros cuadrados de espacio, en el cine cuentan con todo el espacio del mundo. La limitación del espacio, la utilización del espacio diferente es una de las grandes diferencias entre la escritura que se va a hacer para el teatro y la escritura que se va a hacer para el cine”.
Adapta, adapta, que algo queda
Uno de los asuntos más apasionantes de las relaciones entre cine, literatura y teatro es el de las adaptaciones. Ha hecho correr ríos de tinta e incluso algunas palabras cruzadas entre el autor y el adaptador, que, al fin y al cabo, es un creador. Son muchos los títulos que podrían analizarse: Cuerda adaptó con preciosismo y poesía telúrica El bosque animado, La lengua de las mariposas, en ambas contó con Rafael Azcona como magnífico guionista, y La educación de las hadas. Fernando Arrabal ha sabido compaginar como muy pocos (Fernando Fernán Gómez, entre ellos), los tres géneros como autor.
Rafael Azcona, probablemente uno de los más grandes guionistas europeos con Cesare Zavattini, alternó la creación de guiones propios, llenos de originalidad y conocimiento del mundo, con las adaptaciones (además de las citadas, podemos pensar en ¡Ay Carmela!, la película de Carlos Saura que nació de la pieza teatral homónima de Sanchís Sinisterra) y una obra narrativa que se agiganta día a día. David Trueba también es un personaje fronterizo: lo mismo escribe artículos que adapta Soldados de Salamina de Cercas, crea sus propias películas, tan personales como La buena vida o Bienvenido a casa, o redacta novelas de éxito como Cuatro amigos o ahora Saber perder.
Agustín Díaz Yanes es un cineasta osado y personal, lo fue en Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto o Sin noticias de Dios, y se atreve a llevar al cine las novelas de Alatriste, de Pérez-Reverte. La adaptación supone aquí una reescritura en imágenes del personaje, de la época, de un concepto de héroe. Ray Loriga y Antonio Soler y Juan Cobos Wilkins han vivido la experiencia directa de una adaptación al cine; Loriga, además, es realizador. Salvador García Ruiz ha adaptado El otro barrio de Elvira Lindo, Las voces de la noche de Natalia Ginzburg (el título del libro de la italiana es Las palabras de la noche) y Mensaka de José Mañas, Patricia Ferreira lo ha hecho con El alquimista impaciente de Lorenzo Silva. Son películas muy cuidadas, con una opción personal, con una forma de mirar complementaria de la del novelista.
*Secuencia de Desayuno con diamantes: George Peppard y Audrey Hepburn, bajo la lluvia.
EL HOMBRE DEL SACO. CUENTO BREVE

Esta historia arranca con el nacimiento de Martín Cruz en Teruel, en los alrededores de la catedral o del mausoleo de los Amantes, cerca de la Plaza Roja. Ahí estará una de sus fascinaciones: ese mundo de pintadas, demoliciones, cascotes, terrazas y mansardas. Aunque lo que más le gusta sin duda es la torre mudéjar, herida por el rayo de luna: esa explosión leve de claridad entre el aljamiado, las rectas que se elevan y el ajedrez de los muros. Un día, en una casa de enfrente, en una de esas casas que tienen las galerías hundidas en medio de edificios modernistas, contempló el paso de un hombre: no era un mendigo, ni un sereno, ni siquiera el barrendero, pero siempre llevaba un saco gris al hombro y quizá una visera de marino. Jornada tras jornada, a las doce en punto, sin tarea alguna, pasaba ociosamente ante su ventana. Y el niño se lo quedaba mirando muerto de miedo. Temía que, por puro capricho o por deseo de romper tantos años de rutina, se detuviese, lo viese allí, en el alféizar, inmovilizado por el pánico y la curiosidad. Aquella era su imagen del hombre del saco. Una tarde, Martín Cruz entró en el taller de su padre y se lo dijo: --Lo he visto pasar otra vez. ¿Qué ocurriría si un día subiese hasta mi cuarto? El padre lo tranquilizó y por primera vez lo llevó a las afueras. Le comentó: --Fíjate en esas moles de tierra. El niño se quedó perplejo, mientras su padre, que ya había plantado el caballete ante el pedregal, comenzó a pintar. Sobrecogido de emoción, de admiración o de cariño hacia el artista, miraba cómo derramaba colores, cómo trazaba líneas y cómo se concentraban las luces y las nubes viajeras en aquellos tótems horadados que se alzan del suelo; en sus intersticios, percibió ante el lienzo, se iban hacinando los murciélagos, las sierpes, las águilas, los cernícalos del atardecer. Resonaba por hechizo la melodía del viento. --Padre. Ese cuadro casi me da miedo. A pesar de todo, no le quitó ojo en toda la tarde. Experimentó temblores, cosquilleos a la altura de la garganta y una emoción inefable de agua, olores y noche. El niño se hizo mayor. Siguió la afición del padre. Este padeció una gran depresión: se encerró en su casa sin querer salir para nada y se tendió en la cama. Llamó a su mujer: --Edelmira, que nadie me moleste. Si alguien pregunta por mí, estoy en la cama muriéndome o soñando con mi próximo cuadro. El hijo acudía cada tarde a visitarlo. El padre no quería verlo, pero sabía que llegaba, que hablaba con la madre, oía el murmullo de sus voces --«hoy no ha comido, carraspea con insistencia y habla sólo de piedras y pájaros. Si no lo conociese, diría que se ha vuelto loco», murmuraba ella-- y que se acercaba a la puerta. Notaba su respiración silenciosa, sospechaba su mirada clandestina, sabía que se quedaba al acecho, tras la cortina roja. El hijo dejó de ir. Creyó que el mejor homenaje al desahuciado era volver a los mismos lugares que él había recorrido, a aquellos parajes de mansuetos que tanto le habían gustado al joven reportero Ernest Hemingway. En una de sus crónicas de guerra, anotó el 23 de septiembre de 1937: «...detrás se levantaban peñascos rojizos esculpidos como columnas por la erosión, columnas parecidas a caños de órgano, y detrás de los peñascos, a la izquierda, se extendía el Patio del Diablo, tierras baldías, rojizas y sin agua.» Hubo un momento en que ya no le bastaba con repetir los sitios conocidos, sino que se extraviaba por el llano, la serranía, las hondonadas, las abruptas barranqueras. Recogía las tierras, las maceraba, las machacaba, las colaba y elaboraba con ellas --disueltas en polvo oscuro, blanco, rubio, gris como perlas de llovizna-- la pasta con la que iba a pintar; amontonaba huesos en el muladar, espadas de costillares, puñales de omoplatos, cualquier cosa, basura. «El arte me sale al encuentro a cada instante y yo sólo debo abrir los ojos», anotó en su Diario de artista. A veces dejaba la furgoneta y ascendía hasta una colina o descendía al cauce seco del Alfambra y recogía lo que podía: sedimentos, hojas, limo de reptiles. Luego, con el saco colgando de la espalda, volvía. Un día, su madre le reveló: --Tu padre ha vuelto a pintar. Volvió a verlo. Como siempre, a hurtadillas, desde los cortinajes. Pasaron semanas hasta que su padre lo dejó entrar. Entonces, se levantó y le dijo: --Quita esa tela y descubre el cuadro. Al muchacho no le fue imposible reconocerse en él: allí estaban las nubes, los vencejos, la luz última del poniente, y en el fondo del regato aparecía alguien, recogiendo piedras y cantos. Alguien que seguía el cauce del Alfambra y enfrentaba los mansuetos, aquellas colinas rojizas y polvorientas donde había descubierto la pintura por primera vez. --Lo ves, hijo. Ese eres tú. El hombre del saco. *Empecé a publicar microrrelatos en los años 80. Textos de diez, quince, veinte líneas, siempre menos de un folio. Desde entonces, habrán aparecido alrededor de 40 o 50 en distintos libros míos. En Los pasajeros del estío (Olifante, 1990), había una parte, “Historias incompletas”, con ocho piezas breves. Y desde entonces, en casi todos mis libros de ficción, ha habido microrrelatos. En Los seres imposibles (Destino, 1998) apareció éste dedicado al pintor Miguel Ángel Domínguez, en quien estaba inspirado. *La foto es de Annie Leibovitz.
CUENTO FELIZ CON BODA EN LOGROÑO

Me llama el doctor Ángel Artal, el caballero de humor británico que escribió hace ya muchos años la historia de Rafael Barradas en Luco de Jiloca, donde el pintor uruguayo se alivió de unos males, contrajo matrimonio y realizó dibujos de todos sus paisanos. Ayer, Ángel y Maite vivieron uno de esos días que coronan las vidas: un delicioso sol de la Rioja iluminó la boda de Jorge, hijo menor de los Artal y médico, y de Amaya. La boda fue en una suerte de barrio de Logroño, Lardero. Ángel, que será en breve abuelo por partida doble, estaba muy feliz. Y más parecía estarlo aún Maite, la acuarelista madre: ella se encomendaba hacia las ocho de la tarde a los álbumes de fotos. Ángel, que ni siquiera sabía que el Real Zaragoza había empatado in extremis, musitó desde el otro lado: “Los chicos estuvieron espléndidos”. Los novios, quería decir.
*La foto es de Neil Palmer.
OUKA LEELE INÉDITA

Una estupenda fotografía desconocida de Bárbara Allende Gil de Biedma, que expone una importante selección de su obra inédita en el Museo del Traje. Hoy, esa gran periodista que es Amelia Castilla le dedica un cuidado y sugerente reportaje en El País Semanal.
DONDE MUERE EL AGUA DE ÁNGELA IBÁÑEZ

Ángela Ibáñez, artista, escritora y fotógrafa, me envía esta nota.
[“El martes inauguro una muestra en Ibercaja (Actur): Donde muere el agua. Es un trabajo que surge a partir de un poema del mismo nombre, que escribí por el 99 ó el 2000, que ha ido creciendo y transformándose, siempre en torno al agua (el ser humano y la ciudad) pasó a papel en fotografía, luego videocreación y a lo que ahora expongo, que tiene límites imprecisos, como las personas pequeñas, casi liliputienses y desdibujadas que pueblan los espacios (casi todos vacíos)...”]
*Una de las obras que expone en Ibercaja-Actur.
CONVERSA IMAXINARIA CON X. Mª. ÁLVAREZ BLÁZQUEZ

[Este ano adícase o Día das Letras Galegas o humanista integral Xosé María Álvarez Blázquez (1915-1985), escritor, editor, historiador, estudoso e pai de escritores, entre eles Pepe Cáccamo, tan coñecido en Aragón porque publicou en Olifante. Sempre fun un grande admirador do poeta, do editor, aprendín galego cos seus libros, e moitos deles merqueinos, xa cando vivía en Zaragoza, na ampla sección de galego da libraría Hesperia da praza de los Sitios. Atopo esta entrevista imaginaria na revista Vieiros (www.vieiros.com) y pendúroa aquí como testemuña da miña admiración e afeizón a este home bon e xeneroso. O libro del que mais lin foi o seu traballo sobre os poetas medievais: Escolma de poesía medieval (Castrelos, 1975). Ese foi case un catón cando eu xa tiña vinte anos, un libro segredo, un libro de compaña.]
CONVERSA CON XOSÉ MARÍA ÁLVAREZ BLÁZQUEZ
O Día das Letras Galegas deste ano 2008 recoñece o labor que Xosé María Álvarez Blázquez desenvolveu ao servizo de Galicia. O seu é un traballo que, moito máis alá da produción literaria persoal, atinxe estudos de investigación nos eidos da literatura medieval e dos Séculos Escuros, da poesía popular, da etnografía, da angueira como editor e recuperador do libro galego na posguerra... Foi ademais mestre, arqueólogo e xornalista. Un recoñecemento que se estende a esa xeración do 36 rota pola guerra e que tivo que ir dando pasos difíciles pola “longa noite de pedra”. Mantemos con el esta “entrevista exclusiva” grazas aos volumes de Carlos L. Bernárdez, Darío Xoán Cabana e Clodio González, editados por Galaxia, Xerais e Toxosoutos respectivamente.
UNHA FAMILIA DE ESCRITORES
Antes de nada unha curiosidade xenética, como se fai para ter tres fillos escritores?
Home, non creo que haxa un xene da literatura senón que o ambiente familiar inflúe nas persoas, como me influíu tamén a min.
Certo, porque vostede é un elo nunha cadea familiar dende o Rexurdimento ata hoxe.
O da miña familia é un caso curioso. O iniciador foi Emilio Álvarez Giménez contemporáneo de Rosalía. A saga continuou co seu fillo Xerardo Álvarez Limeses, que era meu tío; despois seguiu con meu irmán Emilio Álvarez Blázquez e eu mesmo; e por último –de momento- a cuarta xeración cos meus fillos Xosé María, Alfonso e Celso Álvarez Cáccamo.
Visto así, estaba predestinado .
Non sei, pero si que empecei a escribir pronto, porque aínda se conserva un poema, que leva por título “Queixas”, escrito aos 12 anos.
A INFANCIA TUDENSE
Vostede naceu en Tui nunha familia de maioría masculina...
Xaora! Nacín en Tui en 1915. Tal como deixou escrito meu irmán Emilio eramos seis rapaces á mesa e con noso pai sumabamos sete varóns, buligantes, faladores, atentos á vida. Nosa nai no medio, miúda, fermosísima, risoña, era coma un brinquedo, como un barquiño de papel ondeante sobre o balbordo das voces varonís.
E tamén tudense foi a súa infancia.
Claro porque alí estudei a primaria e o bacharelato, aínda que os veráns pasabámolos en Baión, unha aldea do Concello de Vilagarcía. E así foi ata que comecei os estudos de maxisterio en Pontevedra.
Iso foi durante a República.
Efectivamente e daquela comezaron as miñas inquedanzas literarias e tamén políticas porque ingresei na Federación de Mocidades Galeguistas. Tamén por aquela época coñecín a Alexandre Bóveda que xa era unha figura destacada do Partido Galeguista e que casou coa filla do meu tío Xerardo.
E sendo practicamente un adolescente publica o primeiro libro e fundou unha revista.
Abril foi o meu primeiro poemario, escrito en castelán. E con Xoán Vidal fundei a revista Cristal nun momento en que un vehículo coma este era moi necesario dada a precaria situación do mundo editorial galego naquel momento.
En Cristal tamén publicou poemas propios.
Si foron unha ducia de poemas que se moven entre o imaxinismo e o neopopularismo. Hai que ter en conta que daquela o imaxinismo de Amado Carballo, o neotrobadorismo xurdido do coñecemento dos Cancioneiros medievais e o creacionismo de Manuel Antonio dominaban as vangardas poéticas en Galicia.
Comezou o seu labor docente no ano 1935.
Si, primeiro estiven en prácticas en Tui e despois, xa en febreiro do 36 tomei posesión como mestre na escola de nenos da Guarda e logo outra vez Tui. Daquela tamén comecei a carreira de Filosofía e Letras, pero tiven que abandonala por causa da Guerra Civil.
Dese momento amargo é a súa primeira obra en galego, a colección de relatos Os ruíns.
Son cinco relato que impresos nun número da revista Nós que nunca foi distribuído porque asasinaron en Santiago o seu editor, Ánxel Casal. Foi queimado e destruído cos demais fondos da editorial e só se salvaron dous exemplares que estaban aínda sen encadernar.
A BRUTALIDADE DO FASCISMO
A represión fascista en Tui foi terrible e na súa familia bateu de forma brutal, non si?
Desgraciadamente así foi. O 17 de agosto do 36, despois dunha farsa de xuízo, asasinaron a meu curmán político Alexandre Bóveda. Meu tío Xosé Álvarez Limeses saíu da capela de despedir a Alexandre, e meteuse no leito. Non tiña enfermidade física ningunha. Tiña unha inmensa, abafante tristeza. Finou de alí a catro días, sen deixar de chorar.
E despois o cruel asasinato do seu pai.
Foi encarcerado polos fascistas en xullo e fusilado o 30 de outubro en Tui logo dun xuízo infame. Aínda que a pena foi reducida a 30 anos, certas mans asasinas perfectamente coñecidas en Tui pola súa asañada ferocidade reteñen a orde de que non sexa fusilado e cométese o crime.
Un crime que vostede recrearía nun soneto –“Padre mío”- que o poeta Xavier Rodríguez Baixeiras cualificou coma un dos poucos realmente plenos escritos nunca en Galicia.
Publicouse en Sonetos del alba insomne e amosa esa ferida que me acompañou toda a vida, coma a calquera que lle pasase, supoño.
Tamén vostede sufriu a represión en primeira persoa.
Por galeguista –“separatista”, consta no expediente argallado polos separadores- fun trasladado dende a miña escola en Coia a un triste lugar de Zamora. Antes suspendéranme de emprego e soldo.
E durante a guerra foi mobilizado á forza.
Si, e libreime da fronte de casualidade. Exercín como enfermeiro no Hospital Militar de San Caetano, en Santiago polo que aprendera axudando na consulta do meu pai, que fora médico. Ao acabar a Guerra Civil foi cando me mandaron para Coreses en Zamora, pero dous anos despois abandonei o maxisterio, no 1942. No ano anterior morrera meu irmán Celso por mor dunha tuberculose que colleu durante a guerra, na que tivo que ser soldado á forza no exército franquista. +
O TRASLADO A VIGO
De volta en Galicia, vostede e maila familia instálanse en Vigo.
Deixamos atrás o abafante aire que o fascismo creara en Tui e marchamos para Vigo. Cos meus irmáns abrimos unha fábrica de tellas en Nigrán que pechou no 45 e despois traballei como secretario da Confraría de Pescadores do Berbés.
E daquela casou con María Luísa Cáccamo Frieben, a súa dona.
Iso foi a finais do 46. Casamos e tivemos 6 fillos: María Luísa, Xosé María, Alfonso, María Elena, Celso e Berta.
No faladoiro do Derby tivo ocasión de coñecer a intelectuais e artistas do momento.
Realmente moitas das miñas amizades, coma Celso Emilio Ferreiro, Fernández del Riego, Cunqueiro e outros veñen deses tempos.
Tempos moi difíciles para a cultura galega.
Para a cultura e para todo. Isto era un deserto cultural e o libro galego tivo que sobrevivir no exilio americano onde Luís Seoane e moitos outros mantiveron acesa a chama da lingua e da cultura galega.
A historia da literatura galega di que vostede pertence a unha xeración, a do 36, que enmudeceu na posguerra.
Foi unha consecuencia nefasta máis do réxime opresivo no que tivemos que vivir. Eu iniciei un ciclo de novelas en castelán e unha delas, En el pueblo hay caras nuevas, foi finalista da primeira edición no premio Nadal, alá polo 1945.
NOS 50, A PRODUCIÓN POÉTICA EN GALEGO
O primeiro intento de recuperar a edición do libro galego foi a Colección Benito Soto.
Así foi. Entre os catorce títulos da colección figura Poemas de ti e de min, que publicamos meu irmán Emilio e máis eu no ano 1949 e que supón o inicio do meu traballo poético en galego durante a década dos 50.
Si porque xusto ao ano seguinte, en 1950, aparece Roseira do teu mencer.
Este libro está dedicado á nosa primeira filla, María Luísa e para evocar ese mundo familiar e íntimo elixín formas próximas a canción popular e tradicional.
Sendo vostede é un experto en literatura trobadoresca é máis doado explicar esa broma que fixo vostede co seu terceiro poemario, Cancoeiro de Monfero (1953) e que tanto deu que falar.
Estaba datado o día dos inocentes e con iso xa daba pistas abondo. O caso foi que aínda que os poemas eran meus, estaban construídos segundo o modelo da poesía medieval e eu presenteino coma un cancioneiro que acababa de descubrir e do que só era editor. Realmente foi o punto final desa vangarda poética que foi o neotrobadorismo.
E ao ano seguinte, 1954, ve a luz o Romance do pescador peleriño.
Si, está inspirado no romanceiro popular e baséase na peregrinación imaxinaria dun mariñeiro a Compostela.
Os estudosos coinciden ao sinalar que o seu mellor libro é Canle segredo, dese mesmo ano 54.
O libro gañou o premio Eduardo Pondal do Centro Galego de Buenos Aires, aínda que non se publico ata 1976 e iso fixo que a súa recepción estivese fóra do contexto literario no que naceu.
MONTERREY E CASTRELOS
O seu labor como editor foi imprescindible naquela época.
Dende logo era moi necesario. No ano 50, no que acababa de nacer a Editorial Galaxia fundei con Luís Viñas Cortegoso a editorial Monterrey. O obxectivo dos dous proxectos era o mesmo: recuperar espazo para o libro galego e continuar o labor do Grupo Nós que fora interrompido pola guerra e a represión. Máis tarde, no ano 63 fundei cos meus irmáns a editorial Castrelos.
O comezo dos 60 supuxeron un intenso traballo nos estudos históricos e literarios, por que marchou para Oviedo?
Si, foron anos con moitas publicacións sobre historia, etnografía e arqueoloxía, literatura medieval e dos Séculos Escuros. Pero economicamente as cousas non ían tan ben. Na confraría de pescadores gañaba pouco e a librería anticuaria e o traballo editorial supoñían moito traballo e poucos cartos. Por iso aceptei o emprego de representante de vendas de Pescanova na cidade asturiana ao tempo que traballaba tamén nunha empresa de publicidade.
Pero a experiencia só durou un ano.
Desgraciadamente si. No nadal do 66, María Luísa, a miña filla maior chegou enferma de Madrid cun cancro linfático incurable. Volvemos todos para Vigo. O prognóstico non se equivocou e morreu en marzo do 70. Foi unha etapa moi dura para toda a familia.
Na colección O Moucho de Castrelos publica A pega rabilonga.
Saíu no ano 1971 e trátase dun conxunto de relatos que teñen en común a presenza de tesouros nos seus argumentos.
OS ÚLTIMOS ANOS
Lamentábase a finais dos 70 de que a vida non deixaba de darlle paus. Por que?
Home, porque a miña muller estivo ás portas da morte por causa dunha meninxite e quedou xorda, no 79 morreu o meu irmán Darío, que tanto quería e o meu amigo Celso Emilio. Eu mesmo estaba operado da man dereita e xa case non podía escribir. Ademais presentáronseme unha diabete e máis unha insuficiencia coronaria das que xa non me dei librado.
E chegados a este punto decide vender os fondos de Castrelos á editorial Galaxia.
A editorial precisaba unha modernización para adaptarse aos novos tempos e eu, vello e enfermo, non tiña quen continuase o labor. Así que Galaxia quedou cos fondos de Castrelos e eu tiven un pouco máis de vagar para os meus estudos.
E tamén para recibir premios.
Si, nomeáronme Xefe do Departamento de Historia do Museo Quiñones de León, concedéronme o Pedrón de Ouro, Cronista oficial da cidade de Vigo. Cousas que pasan cando un vai vello.
E aínda tivo que aturar o secuestro da biografía do seu curmán Alexandre Bóveda.
O Banco del Noroeste encargárame a biografía de Alexandre pero non chegou a distribuírse. O franquismo encistado aínda manexaba os fíos da realidade galega naquel tempo.
E o 2 de marzo de 1985 deixounos o intelectual galego máis completo e representativo do seu tempo, segundo Darío Xoán Cabana.
Agradézolle moito as palabras dese gran escritor que colaborou comigo en Castrelos durante varios anos. Eu só podo dicir que fixen o que estivo na miña man por recuperar e dinamizar unha cultura arrasada na guerra e na posguerra e que tiven a Galicia como fito chantado no centro xeométrico do meu horizonte.
*La foto de Xosé María Álvarez Blázquez pertence ós arquivos de El correo gallego de Santiago.
EL FOTÓGRAFO: POR JOAQUÍN PÉREZ AZAUSTRE

EL FOTÓGRAFO
1
Estás tan bella y en vaqueros
que decido quitarte el jersey rojo:
ese deseo antiguo de horadarte
con una transparencia en los tejidos
que se hace transfusión vertida adentro.
Aparece tu vientre,
hay una niebla intacta en tu desnuda
manera de quitarte los zapatos.
2
Podría desabrocharte con testigos
y masticar los peces de tu espalda:
entrar quizás al mar para allí entrarnos
igual que el sol avanza y cambia el tono.
En el descapotable está el equipo;
quién quiere buscarlo en el calor
si es tu calma de esperma en los tobillos
salpicando la espuma enternecida.
*Luis Antonio de Villena, ese activista incansable de la poesía, de la propia y de la ajena, es el responsable de la antología Los senderos y el bosque. XX años del Premio Loewe. Antología, que publica Chus García en su sello Visor (Madrid, 2008. 310 páginas). Villena selecciona cinco poemas de 27 poemas que han ganado este premio: José María Álvarez, Luis García Montero, Lorenzo Oliván, Vicente Gallego, Vicente Valero, Felipe Benítez, Jaime Siles, Carlos Marzal, y también el joven Joaquí Pérez Azaustre, del que selecciono este texto vinculado con la fotografía: con la fotografía y el erotismo.
*La foto es de Katerina Belkina.
ITINERARIOS: EL DISCURSO DE JOSÉ MARÍA CONGET*

ITINERARIOS
Una de las metáforas más antiguas de la vida es la del camino. Otros prefieren el río o el viaje y hay quien matizaría que la más exacta, en realidad, es el sueño de un camino. A mí me gusta pensar que ese extraño sueño, con sus curvas imprevisibles y desvíos súbitos, se compone además de una suma de itinerarios cotidianos. Durante el desvelo de los insomnios suelo forzar la memoria para trazar los itinerarios más repetidos de mi biografía. ¿Cómo se llamaba la carretera larga y fea que partía de Sauchihall Street hacia el sur, en Glasgow, cuando yo era un nefasto profesor de español en un nefasto colegio católico de Pollockshields? ¿Qué microbús nocturno me devolvía desde Miraflores al jirón Huancavelica y a la sonrisa de Maribel entre la garúa limeña de hace más de treinta y dos años? La cuadrícula de Manhattan permitía que las combinaciones de recorrido entre la calle 53 con la Octava avenida y la calle 42 con Lexington se multiplicaran hasta un número que nunca llegué a calcular pero sí me obsesionó: ¿las habría agotado todas?
Pero el más iterado de todos los itinerarios de mi vida fue uno breve, zaragozano, que me llevaba desde el número 9 del Paseo María Agustín, donde vivía con mi abuela y mi tía, hasta el colegio El Salvador en la Plaza Paraíso. Lo emprendí a los seis años, cuando ingresé en el curso de párvulos (o de los babilonios como se nos llamaba en la jerga escolar porque nuestro profesor único era el hermano Babil, un fraile navarro, ex requeté como supe luego, y muy paciente con la chiquillería), y lo abandoné a los 17, al terminar el preuniversitario para iniciar la que pensaba entonces que sería una carrera entregada al conocimiento humanístico. Yo partía de la esquina del paseo con Capitán Esponera, justo donde la estación de autobuses Ágreda descargaba a los del pueblo –otra raza—que venían al fútbol o a la seguridad social y se compraban en la confitería, al lado de casa, aquellas conchas de ensaimada bostezando de merengue que me llenaban de envidia porque mi abuela me las tenía prohibidas (no era fino zamparse aquella ostentación de laminería) o adquirían por la tarde, en el puesto de caramelos de la Jorja, frente a nuestro portal, algún chupón de fresa o un cubilete de chufas o de pipas que entretendrían el regreso, yo partía, pues, de allí hacia otro establecimiento menos plebeyo que se encontraba una vez pasado Hernán Cortés, al principio del Paseo Pamplona, la pastelería Nuñel en la que adquiría una chocolatina Nestlé, mediana, con dos cromos de Las maravillas del universo entre el envoltorio rojo y el papel de plata. Del Paseo Pamplona me encantaba la distribución del hielo, por las mañanas, cuando lo cortaban los repartidores al borde de la acera y arrojaban los bloques cúbicos que se deslizaban como mínimos icebergs urbanos hacia las porterías de las viviendas; y la facultad de medicina, tan misteriosa, con sus estatuas sedentes de próceres científicos a los que los chavales atribuíamos un diálogo soez en torno al pedo pestífero que había dejado escapar uno de ellos; y al final, antes de los semáforos de la Gran Vía, el kiosco del Polo Norte, el penúltimo baluarte de la gula (el último nos aguardaba en las dos puertas del colegio con sus sendas abuelicas, la amable, la gruñona, y sus cestas de chucherías, más los ideales y los celtas para los más mayores), regentado por una chica joven a la que mi compañero Constantino Azara y yo –debíamos andar por ingreso de bachillerato—fastidiábamos con una gamberrada ingenua y machacona: cada mediodía nos acercábamos a preguntarle en francés “avez-vous du pain?”, tontería que enfurecía a la muchacha y a nosotros nos producía un frenesí de carcajadas, hasta que un día el novio o el hermano de la dependienta nos persiguió para soltarle un bofetón doble al pobre Constantino, que era gordito y corría poco, y con eso se terminaron nuestros impertinentes coqueteos con el Polo Norte. Al otro lado, atravesado Calvo Sotelo y la promesa de los tranvías que subían al Cabezo, nos tocaba el cruce vasto y peligroso hacia el mamotreto escolar; pero antes una visita a los carteles del cine Elíseos, donde casi todos los de mi clase, que ya en sexto parecían mayores de 18 años, vieron La escapada y yo me tuve que conformar con el cuadro, que se me antojaba la cumbre del morbo, en el que una joven bailaba el twist en bikini y con una pierna escayolada. En ningún otro enclave de la ventosa Zaragoza sopla el cierzo –o soplaba, el cierzo ya no es el que era, sospecho—con tanta violencia como en ese cruce, tanta que en una ocasión derribó parte de la tapia del colegio, y yo recuerdo el placer de sentirme respaldado o enfrentado por su soplo furibundo, una experiencia estimulante que confería a la llegada a clase el estremecimiento de la aventura. Como aventura sugería la niebla matutina, esa niebla cerrada y casi algodonosa que nada tenía que envidiar a la que inventó Hollywood en sus ensueños londinenses, y que me inspiraba la fantasía de que a lo mejor detrás de su gasa el edificio de la Caja de Ahorros, la fuente de la plaza y El Salvador mismo habrían desaparecido y entonces qué. Celebraba las tormentas porque, igual que a la mayoría de los niños, no me importaba mojarme, al revés, y no se me ha borrado la tarde en la que, a poco de obtener el permiso para volver del colegio sin un adulto de carabina, me sorprendió un aguacero torrencial a la altura de la calle Doctor Cerrada; observé cómo buscaban refugio los transeúntes mientras yo avanzaba impertérrito bajo la lluvia, es más, posiblemente me desabotoné el abrigo para dejar que el agua me empapara y con la cabeza erguida a modo de mascarón de proa avancé primero despacio y luego a toda carrera, tal vez gritando de la alegría de sentirme libre, hasta el escándalo de mi abuela, en casa, que me obligaría a cambiarme de ropa entre suspiros y pronósticos de pulmonía que no alteraban mi tácita felicidad. Durante los últimos años solía trazar un itinerario alternativo a la salida vespertina: primero acompañaba a mi amigo Manuel Aguirre hasta Méndez Núñez, en el Tubo, a que dejara la cartera y a su hermano pequeño (al que no hacíamos maldito caso durante el trayecto), y me acompañaba él a su vez en sentido inverso, aunque a menudo, al llegar a la Puerta del Carmen, se había hecho tarde y Aguirre tenía que desandar las mismas calles otra vez conmigo a su lado si todavía me quedaba el margen de quince o veinte minutos, y ya en la Plaza España me volvía porches arriba dándole vueltas al cuento de terror y de venganzas que habíamos ido discurriendo durante el rigodón del te acompaño me acompañas. Tendría que hablar de mis paradas en la calle Almagro, después de comer, para recoger a José Luis Andolz que los lunes me escenificaba los partidos del Zaragoza; y el humo de las tertulias tras la puerta del café Levante; y las miradas no correspondidas a la muchacha morena que llevaba en junio vestidos estampados y por encima de la rodilla y sacaba a pasear a su perro desde la única casa del Paseo Pamplona con cancela; y las discusiones con Felipe Moreno a quien ofrecí, a los siete u ocho años, mil pruebas irrebatibles de que los Reyes Magos no eran los padres, sin convencerlo porque su padre le había asegurado contundentemente lo contrario.
No me considero un desterrado del país de la infancia, como Baudelaire, ni me entrego a nostalgias invencibles de aquella época. Mucho de lo que me ha ocurrido luego ha dejado en mí huellas más intensas que me acompañarán hasta la última hora: la mano de Maribel bajo un sauce, gestos de Rebeca y de Miguel suspendidos en el tiempo, un paseo por la playa de Cádiz en diciembre, algunas mañanas de Roma, los domingos en Manhattan cuando me despertaba al oír una trompeta. Sin embargo, descubro en aquel primer itinerario algo de patrón y de irreversible aprendizaje. En los muchos caminos que después he recorrido resonaron, tal vez distorsionados o desorientados, aquellos pasos que en 1954 comenzaron a recorrer la distancia entre la casa y el colegio. Quiero creer que ese caminar por un fragmento de Aragón, concretado en unas calles, dos paseos y una plaza de Zaragoza, se introdujo también en los libros que he escrito, y su eco, secreto e imborrable, se escucha en todas mis palabras.
*Este es el texto que leyó José María Conget el pasado lunes, en la recepción del Premio de las Letras Aragonesas. La foto es del gran fotógrafo Lewis Hine.
ELEFTHERIA ARVANITAKI: EL CANTO GRIEGO

Esta noche, a las 21 horas, actúa en el Teatro Principal la cantante griega, nacida en El Pireo, Eleftheria Arvanitaki. Empezó cantando en el coro, aunque en realidad deseaba con ser arqueóloga y realizar sus estudios en Itaia. De repente, se sumó a un grupo de jóvenes que hacían música griega popular, rebétika, como se llama allí. Más tarde, evolucionó hacia terrenos del mestizaje: abrazó la música de raíz de su país y la mezcló con la música occidental. Ha colaborado con numerosos músicos, y habla siempre de la influencia de Maria Callas, de Aretha Franklin, de Barbara Streisand o Ella Fitzgerald, pero también le interesan Dulce Pontes, Amalia Rodríguez, Cesaria Evora o Amaral.
En su nuevo disco, “To the egdes of your eyes” (En el borde de tus ojos), canta una versión de “El universo sobre mí”. Eleftheria Arvanitaki se caracteriza por su cuidada voz, por su sentido del ritmo, por la fusión de ritmos en sus canciones, por un aroma de sensualidad y de alegría, y por la impregnación de ese misterio vitalista que es el Mediterráneo. Por cierto, en su último disco de recopilaciones canta un tema de Nick Cave: “Mi abrazo vacío”.
DYNATA 1986-2007
Me oculto en el adiós
Quiero escribirte tantas cosas
pero, ¿cómo empezar y qué borrar?
tantas cosas que no te he dicho
Escribo palabras, borro pensamientos,
tal vez no lo soportes
aunque te lo hayas imaginado
Ahora que te he dicho que me voy
tienes miedo de estar solo
y hablarle a las paredes vacías
Me dirás "todo se arreglará, quédate"
y no que me amas
Dame voz
para que te lo diga
dame alma
que no me de vuelta para verte
contigo dejo lo que amo
y me oculto en el adiós
Cuando me miro al espejo
parezco medio retrato
falta ahora mi otra mitad
Cómo dejar la costumbre
cuando no puedo verme, de verdad,
a mí mismo solo
no estás aquí...
Dame voz...
Pongo la llave en la puerta
y aunque enciendo todas las luces
la casa está oscura
Palabras sueltas no cuentan ahora
responden a años vacíos
que llenábamos los dos
Me voy aunque me digas "todo se arreglará"
me alejo de todo lo que quiero
Dame voz...
Me alejo ahora de la costumbre
me voy y, para mí, vivo de verdad
me alejo de todo lo que quiero
LICANTROPÍA, NUEVA NOVELA DE JOSÉ GIMÉNEZ CORBATÓN

José Giménez Corbatón presenta mañana martes, en la FNAC, su nueva novela: Licantropía. Itinerario de una novela, que acaba de publicar el sello Huerga & Fierro en su colección graffiti. La novela tiene algo de falsa biografía del escritor Petrus Borel (1809-1959), al cual le dedicó el escritor zaragozano, con raíces en Teruel, su tesina doctoral allá por 1980. A José Giménez Corbatón -autor de libros como “El fragor del agua”, “Tampoco esta vez dirían nada” o “La máquina de huesos”, entre otros títulos- lo acompañará el catedrático de Literatura Leonaro Romero Tobar y su editor Antonio Huerga.
RETRATO DE PETRUS BOREL (1809-1859)
Javier MEMBA*
Máximo representante de aquella lírica que Charles Nodier fue a calificar de «frenética», Joseph-Pétrus Borel (1809-1859), "El licántropo" que se hacía llamar, llegó a la literatura por el periodismo y al tenebrismo que caracteriza su obra por su exacerbado sentimiento antiburgués. Nacido en Lion, el 30 de junio de 1809, el futuro escritor marchó a París con el propósito de estudiar arquitectura. Tan fracasado en esta disciplina como en sus inquietudes pictóricas, sus colaboraciones en la prensa parisina le llevaron a los cenáculos románticos, donde trabó amistad Gerard Nerval y Théophile Gautier.
Publica ’El licántropo’ sus primeros versos bajo el título de Rapsodias (1832) y en opinión de muchos, dichos poemas y los reunidos en Campavert, dado a la estampa en 1833, le llevan a inaugurar la nómina de los poetas malditos. Lo que le inspira en ellos es la camaradería de quienes le han ayudado a superar la miseria, las ondinas de ojos azules, los compañeros republicanos y, por encima de todo, la venganza de las miserias que el Antiguo Régimen ha hecho sufrir a la humanidad.
La gloria de aquellas publicaciones sería tan efímera como limitada. Así, tal apunta Mauro Armiño en el prólogo a esta primera edición española de Madame Putifar, lo definitivo en Borel fue la adversidad: «el infortunio lo acompañó hasta dar con sus huesos en el hoyo a los 50 años de edad».
Los rigores de la cárcel
En 1833, mucho antes de probar en sus propias carnes los rigores de la cárcel argelina en la que se le recluyó, El licántropo dio cuenta de los de la Bastilla de Luis XVI en esta Madame Putifar. Entre sus muros, junto a tantas y tantas víctimas que languidecen allí de por vida obedeciendo a arbitrariedades del rey, se encuentra un conde irlandés Whyte de Malleville. Pero es la experiencia carcelaria del marqués de Sade la que se ha supuesto aludida en estas páginas desde su publicación.
Tal vez por ello, la crítica del momento condenó a Borel a un ostracismo del que sólo le salvarían los surrealistas, quienes le reivindicaron a la vez que al marqués. Así, cuando Aragon, Eluard y Breton se refieren a su romanticismo frenético, no hacen más que corroborar la simpatía que ya demostrara por El licántropo el mismísimo Baudelaire. Joseph-Pétrus Borel murió en las proximidades de Mostaganen el 14 de julio de 1849.
*Javier Memba es escritor y periodista.
** Este retrato de José Giménez Corbatón es del fotógrafo Pedro Pérez Esteban, con el cual José ha realizado varios libros como Cambriles, Masada Signos o un viaje por la sierra de Gúdar.
MANUEL FOREGA: ADEMENOS, NUEVO POEMARIO

Manuel Forega publica en Olifante un nuevo libro: Ademenos, uno de esos libros tan personales del autor, donde mezcla su inclinación al juego de palabras, la tradición y la renovación expresiva, el poema breve y largo, dentro de un conjunto de extraordinaria tensión y de creciente libertad. El libro, tan delicado como todos los de Olifante, al cuidado ahora del pintor y poeta Vicente Pascual, lleva una solapa del poeta y artista plástico Miguel Ángel Ortiz Albero y un epílogo de Xulio López Valcárcel. Poeta del amor y del mar, poeta de las imágenes, poeta del sexo cuando se le antoja, poeta culturalista, Forega incluso redacta una advertencia para aquellos vates que piensan que este oficio es como una carrera de Fórmula 1: Manolo recuerda que aquí, en el fondo, gana quien llega al final, cargado de experiencias, con un saco de imágenes, con el rigor y la pasión por la belleza destilada.
Éste también es un libro destinado a muchos de sus mejores amigos: Ángel Guinda, Petisme, Xulio L. Valcárcel, Joaquín Sánchez Vallés, Alfredo Saldaña, Rosendo Tello, Mariano Castro, nombres y poetas que han estado siempre muy cerca del quehacer lírico de Manolo Forega.
Tengo un virus en el ordenador y apenas me deja hacer nada aquí: copio algunos versos muy breves, pero realmente estupendos:
1
ESTRELLA POLAR
Páramo, la noche, de estrellas y en el centro,
tú, estilazada figura, acabando,
cavando en el viento solar la enlazada
codicia de mis años.
2
AMOUR DOUX, AMOUR MER
Derrama sobre mí el rumor de aquel cuerpo ido
y de nuevo seré un dios al alba;
no su graznido agorero, pues perecerá
en la mano metálica del águila.
SECOND LOST PARADISE
Regresar, regresar siempre…
Al primer beso,
aunque sea cierto que sus labios
signan la primera evidencia
de la muerte.
EMPATÍA
Cuando una daga rompe el corazón
del niño sin las ubres de su madre,
qué me importa el tamaño de tu herida.
*La foto es de Horst P. Horst.
EL ARAGÓN DE SAURA, EN LA EXPO 2008

Carlos Saura redescubre Aragón
El director apuesta en su documental o sinfonía audiovisual para el Pabellón de la Expo por los paisajes más exuberantes, la jota y los tambores de Calanda.
Carlos Saura (Huesca, 1932) es un creador que no cesa. Siempre maneja dos, tres o cuatro proyectos simultáneamente, y los realiza con facilidad, con entusiasmo, con una pasión que tiene algo de hiperactividad apacible. Desde hace algunos meses ha estado trabajando en un ambicioso documental de paisajes y tradiciones etnográficas para el Pabellón de Aragón. “Ese audiovisual, que me resulta muy difícil de explicar, ya está prácticamente montado”, dice Saura, y se proyectará en ocho grandes pantallas de doce metros de largo por siete metros de alto que taparán toda la primera planta. Esas imágenes, “entre las que dominan los paisajes”, se reflejaran las grandes columnas o “prismas” que sostienen el edificio y que estarán recubiertas con láminas reflectantes, con la idea más o menos metafórica de que el visitante se sienta envuelto y acunado por el Aragón “tan cambiante y hermoso” que ha captado Carlos Saura.
El realizador explica: “Conocía bien Aragón, claro, pero a veces lo había visto desde el punto de vista del turista y ahora, en cierto modo, he redescubierto mi propia tierra. Hemos grabado muchas, muchísimas horas. Lo verdaderamente difícil ha sido el montaje, la elección de imágenes. Yo habría querido hacer una obra más personal, con mayor experimentación, pero hubo un momento en que me pregunté: ‘Pero, ¿qué quiere ver la gente?’. Y realmente no me he atrevido a hacer algo más mío, más rupturista”. Carlos Saura asegura que ha contado con un equipo excepcional, que ha estado muy bien asesorado en todo momento. La naturaleza es la gran protagonista de la pieza de quince minutos. El equipo ha visitado, entre otros lugares, Bujaruelo, Ordesa, Loarre, Huesca, Calanda, Bielsa, los Mallos de Siglos, San Juan de la Peña, el monasterio de Piedra y distintas ubicaciones de los Monegros.
“No se verán muchos edificios ni tampoco pueblos. He querido huir de eso, aunque sin renunciar a una carga etnográfica en ocasiones. Por supuesto que salen lugares emblemáticos como San Juan de la Peña o Loarre. Me ha resultado especialmente emocionante recorrer Loarre o los Pirineos en helicóptero. A mí me apasiona la fotografía, tomas unas cuantas instantáneas de esos lugares, las ves y dices: ‘qué bonitas’. Pero la percepción que se tiene desde el aire es increíble. Hemos capturado imágenes muy hermosas de Loarre desde todos los puntos de vista. Tienes las sensación de que el castillo crece o se mueve ante tus ojos”. Carlos Saura dice que han rodado con cámaras digitales, a veces llevaban dos, tres o cuatro, pero también rodaron con una sola, como ocurrió con la jota de Miguel Ángel Berna. “Hemos seguido el Ebro y hemos rodado en Mequinenza, Caspe y Fayón; nos hemos detenido especialmente en los Monegros y en la Hoya de Huesca. El documental puede definirse como un ‘sinfín’ de quince minutos. En Teruel hemos rodado un poco menos, hemos escogido pocas cosas –agrega el director de “Iberia” o “Elisa, vida mía”-. Lo que más me ha sorprendido del trabajo es ver cómo cambia el terreno. Es evidente. Del sur al norte hay cambios vertiginosos de luz, de paisaje. Aragón posee una naturaleza variada y cambiante”.
Una jota zen
En el documental no hay actores o puesta en escena, salvo en dos incorporaciones muy queridas por el director, y vinculadas con la música: la jota y los tambores de Calanda. “En el documental, la música es muy importante. Importantísima, como en todas mis películas. Por eso hemos querido incorporar una jota, no una jota mística como dije el otro día un poco exageradamente, pero sí una jota escueta, un poco zen, sí, con la que pretendo resaltar la calidad del baile y de la interpretación. La baila Miguel Ángel Berna”. Miguel Ángel Berna ya había colaborado con el realizador en “Iberia”, donde nació una complicidad especial.
Insiste Saura: “Yo quería que grabásemos una jota limpia, de una gran pureza, inmersa en la tradición. Y escogí para ello a un músico de un talento extraordinario como Roque Baños, con el que he colaborado en ‘Goya en Burdeos’ o en ‘Iberia’, entre otras películas. Es el músico perfecto para lo que yo quería hacer. Y él ha escrito una jota no tradicional exactamente, contemporánea, en la línea de lo ha hecho Shostakovich con el tango, pero la pieza tiene nuestro ritmo”. Carlos Saura quiso ser bailaor y se presentó en las clases de la Quica. Ésta lo aceptó, “eres delgado y tienes buena planta. Vamos a ver qué es lo que sabes hacer”, le dijo, pero tras la prueba, su consejo fue bien distinto, demoledor: “Miro, hijo, es mejor que te dediques a otra cosa”.
Calanda, Buñuel y el desvelo
Carlos Saura había visitado varias veces Calanda, antes de rodar “Peppermint Frappé” (1967). Ha contado que en su primera visita se quedó a dormir en su coche, alejado del pueblo, pero aquellos “tambores de duelo, tambores de guerra” no le dejaron dormir. “Estuve en distintas ocasiones en Calanda, varias veces con Luis Buñuel. Lo he recordado estos días atrás al repasar mis fotografías, las fotografías que tomé entonces: muchas de ellas ya eran en color. Lo que no recuerdo es haber visto la rompida de la hora; no sé si antes no se hacía, al menos de modo tan espectacular, o si llegué tarde”.
Carlos Saura confiesa que una de las cosas que más le sorprendió fue ver a una sobrina de Luis Buñuel tocando el tambor, algo muy inusual en los años 60. “Hasta entonces no había visto a ninguna mujer hacerlo, o por lo menos había muy pocas, y fue esa imagen insólita la que sirvió de base para la película donde Geraldine Chaplin tocaba el tambor en ‘Peppermint Frappée’. Este año la impresión ha sido muy distinta: la mujer ya está incorporada y a veces tienes la sensación de que toca casi tanto o más que el hombre”. Carlos Saura recuerda que aquella estampa femenina le había resultado “misteriosa y erótica”, a la que acompañaba el sonido único de los tambores de Calanda. Esa escena y otras fueron su homenaje a Buñuel, a quien dedicó la película. “Por eso he vuelto. ¡Cuánto ha cambiado todo!, pero persiste el encanto, la fuerza y el misterio”.
El documental se ha montado en una nave de Sevilla. Falta por grabar, con orquesta sinfónica, la música que ha escrito Roque Baños, y la edición definitiva. Carlos Saura revela un deseo, un sueño, tal vez un proyecto en marcha: “Tenemos tanto material, de una calidad estupenda, que nos gustaría montar un documental más extenso cuando pasase la Expo”.
Primer viaje a Calanda
En el prólogo del volumen “Calanda. Un sueño de tambores”, Carlos Saura recuerda esta anécdota: “Cuando fui a Calanda por vez primera, recibí un fuerte impacto sonoro y emocional. Conocí entonces a los familiares de Luis Buñuel que conservaban el caserón familiar en la plaza del pueblo y que siempre fueron muy afectuosos conmigo, y tuve la oportunidad de tocar uno de los grandes tambores. Con gran sorpresa y ante mi ineptitud me encontré envuelto en el aturdidor sonido de cientos de tambores y comprendí hasta qué punto ese ritmo continuado, rítmico y persistente podía ser hipnótico hasta envolverte en un ambiente sonoro, único e inolvidable. Era como si estuvieras enganchado a una droga que te aturdía y excitaba, hasta el punto de que no te dabas cuenta de que tenías los nudillos de los dedos ensangrentados de su roce con el cuero del tambor”.
*Pabellón de Aragón de Daniel Olano y Alberto Mendo, donde se va proyectar el trabajo de Carlos Saura.
MAYO: ESCRITORES DANESES EN MADRID

ENCUENTROS DE LITERATURA DANESA
CREACIONES DANESAS: UN UNIVERSO LITERARIO
Con motivo del hecho extraordinario de la publicación en un año de casi 20 obras danesas en español, la literatura danesa se acerca aún más a España y a los lectores españoles. El Centro de Literatura Danesa, en colaboración con la Embajada de Dinamarca en España y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, organizará un serie de Encuentros con la Literatura Danesa que tendrán lugar los días 7, 8 y 9 de mayo y 4, 5 y 6 de noviembre en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Rueda de prensa para presentar le proyecto:
martes 6 de mayo, a las 11:00 horas, en la sede de la Embajada de Dinamarca
(C/ Serrano, 26, 7º).
Intervendrán:
el Excmo. Sr. Niels Pultz, Embajador de Dinamarca en España,
los escritores Janne Teller y Morten Ramsland,
y Lars Sidenius, asesor del Centro de Literatura Danesa.
Para estos encuentros contaremos con la presencia de escritores daneses cuyos libros se hayan publicado en España en 2007 y 2008, además de editores, críticos y escritores españoles, y los traductores. Los Encuentros servirán para establecer diálogos e intercambios entre los escritores daneses y personas del mundo de las letras en España y, por supuesto, estimular el interés por la literatura danesa entre los lectores españoles. Se trata principalmente de literatura contemporánea, aunque también verán la luz algunos clásicos daneses de autores ya fallecidos.
Las editoriales que han confirmado su participación son: Ediciones de la Torre, Minúscula, Ediciones Maeva, Bassarai, Salamandra, Lengua de Trapo, Funambulista, Nórdica Libros, Libros del Innombrable y Sexto Piso.
Programa de los encuentros de mayo:
Miércoles 7, 19:30 h: Sala Ramón Gómez de la Serna del Círculo de Bellas Artes de Madrid (C/ Marqués de Casa Riera, 4)
Morten Ramsland, Cabeza de perro (Salamandra)
Acompañará al autor el traductor Juan Mari Mendizábal y el escritor Ramón Buenaventura actuará como moderador.
Introduce Juan Milá, editor de Salamandra
Jueves 8, Sala Ramón Gómez de la Serna del Círculo de Bellas Artes de Madrid (C/ Marqués de Casa Riera, 4)
Janne Teller, La isla de Odín (Maeva)
Acompañará a la autora la traductora Carmen Freixanet y la periodista Eva Orúe actuará como moderadora.
Introduce: Maite Cuadros, editora de Maeva
Viernes 9, 19:30 h: Sala María Zambrano del Círculo de Bellas Artes de Madrid (C/ Marqués de Casa Riera, 4)
Knud Romer, Quien pestañea teme a la muerte (Minúscula)
Acompañará al autor la traductora Ana Sofía Pascual y la crítica literaria Mercedes Monmany actuará como moderadora.
Introduce: Valeria Bergalli, editora de Minúscula
*Retrato del escritor Morten Ramsland, conocido en España por su novela Corazón de perro, que ha publicado Salamandra. Esta es la información que he recibido esta mañana de Marina Díaz.