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JOSÉ LUIS SAMPEDRO: UN DICCIONARIO

[El pasado martes, José Luis Sampedro (Barcelona, 1917) recibía el premio Nacional de las Letras. Hace un par de años, en el verano de 2009, Paco Martín Martín, especialista en la obra de José Luis Sampedro, me invitó a participar en un curso de la Universidad de Verano de Jaca dedicado al autor de ‘La vieja sirena’. Leí todos sus libros, recordé nuestros encuentros y nuestra correspondencia (me escribió mucho a Urrea de Gaén y a La Iglesuela del Cid en los años 90), y confeccioné este diccionario, en el que recuerdo a un amigo inolvidable: Francisco Gonzalo Gómez, que murió de infarto demasiado joven, demasiado, y que era un enamorado absoluto del mundo y de la sensibilidad, del compromiso y de la lucidez de José Luis Sampedro, que vivió en Zaragoza y se casó, en segundas nupcias con Olga Lucas, en Alhama de Aragón. Esta maravillosa foto es de Jordi Socías, uno de esos fotógrafos extraordinarios al que he seguido con admiración y cariño a través de ’El Europeo’ y de ’El País’. Hace unos días, con Jonás Trueba y Daniel Gascón por mensajeros, me envió desde Washington un libro dedicado. He aquí un maravilloso retrato Jordi Socías-José Luis Sampedro.]
SAMPEDRO: ACASO UN DICCIONARIO
Antón CASTRO
ADOLFO ESPEJO. Empezamos con este muchacho, airado contra sí mismo, que tenía tantas ganas de saber y de disfrutar el mundo, tanta ansiedad, que parecía disolverse en hastío, en incertidumbre. Tenía sed de vida y de amor: era víctima de la soledad y parecía buscarla, era víctima de los despertares de su propio cuerpo y parecía sentirse un extranjero dentro de él. En el fondo, este es el primer héroe o antihéroe de José Luis Sampedro, un alter ego que asomaba a su novela ‘La estatua de Adolfo Espejo’, que concluyó hacia 1939 y apareció en 1994. Adolfo concentra muchos de los momentos decisivos de Sampedro: sus años de nomadismo, su estancia en Zaragoza, en los jesuitas, sus viajes a Melilla donde, tal como le sucedió a José Luis con Ahisa, conoció el vendaval del amor, el estrépito del deseo. De algún modo, ese personaje reaparece en una novela delirante, en una crónica de costumbres y de desmesuras: ‘El caballo desnudo’ (1971). Es Adolfito quien denuncia la visión en paños menores del équido, y ocurre lo que ocurre. El mundo, fanático y angosto, se desordena de manera terrible con esa moralidad de pandereta. Quizá ‘El caballo desnudo’ sea el libro más desternillante del autor, el más satírico.
José Luis Sampedro y Olga Lucas, en una foto de 'El País'.
ALHAMA DE ARAGÓN. Es un paraíso con agua y selva en la tierra. José Luis Sampedro, escritor, pensador y economista, se refugia allí desde hace medio siglo. Suele decir que es para relajarse, para combatir el estrés, para reencontrarse con la naturaleza. Han sido muchos los autores que han hablado de su sentido de la descripción y de su mirada frente al paisaje. Allí quiso celebrar una ceremonia inolvidable: en medio de las neblinas y los vahos que emergen de los lagos, se unió a Olga Lucas. En el fondo, Alhama tiene algo de persistencia de lugares muy queridos por el narrador: el mar, el río Tajo de los gancheros y los recuerdos, los humedales y los jardines de Aranjuez. En la dedicatoria de ‘La vieja sirena’, el escritor agradece “Finalmente, a mi circunstancia: cinco ambientes con A que se hicieron refugio. Alhama de Aragón, Alicante, Aranjuez, Aravaca y la principesca hospitalidad de Andorra”.
AMOR. Sampedro escribió, en ‘Octubre, Octubre’, citando a Rumí: “Bajo la visible evolución de las formas es la fuerza del amor lo que impulsa todo progreso”. “De no ser por el amor, ¿cómo hubiese llegado a existir nada?’. Y también proclama con el clásico: ‘Ama y haz lo que quieras’. El amor con todos sus complejos apéndices o derivados es el personaje más importante de todas sus novelas. El amor es la creación total que ansía página a página, personaje a personaje. Leemos en ‘Octubre Octubre’: “Al hacer el amor éramos todavía más libres, no sé cómo explicarte, más inocentes. Diría que más puros, pero la palabra ‘pureza’ está manchada por los curas. De verdad, sentirse pura antes de amar es muy fácil, pero falso. La pureza sólo llega a ser auténtica haciendo el amor”. Recojo en ‘La vieja sirena’: “El Amor siempre es verdad”.
ARANJUEZ. Ese lugar cantado por los poetas, por los músicos, y pintado por el pincel matizado de Santiago Rusiñol, entre otros, es un espacio fundamental. Es el jardín de la memoria, el edén exuberante de verdura, de belleza, de misterios, pero también es el hechizado solar donde Sampedro se reencontró consigo mismo y, muy especialmente, con su padre, aquel médico militar que era capaz de tocar instrumentos de púa, dibujar mapas y planos, realizar fotografías y hablarle, así, como habla el viento y como quien no quiere la cosa, del conocimiento. Ha dicho José Luis que allí disfrutó de su padre como nunca. Él fue la figura tutelar, el amigo soñado, la puerta a la sabiduría y a un sinfín de emociones, y además estaba en un real sitio con solera, con nobleza. Aranjuez reaparece en muchos libros, como un pespunte, como una sugerencia, como un instante de plenitud, y aparece sobre todo, con su hermosa complejidad, en la novela ‘Real Sitio’ (1993), que narra dos historias distintas y complementarias, una en 1807-1808 y otra en 1930-1931, y que ensaya, de nuevo, un modelo de novela histórica muy personal. Ahí estaban muy claros algunos temas decisivos de Sampedro: el tiempo y sus laberintos, los ecos de la II República, la dignidad de los amores tardíos, la idea de segunda oportunidad mientras haya aliento y una piel que sentir al lado, un cuerpo, unos luminosos ojos henchidos de edad. Aranjuez es el escenario de ‘Real Sitio’, un libro cuya prosa refinada y elegante se corresponde con su ámbito y con su leyenda de majestuosidad, de aroma, de intimidad y de amotinamientos. Es un “paisaje definitivo del alma” y es, a la vez, ese lugar que le permite decir al autor: “Mi paraíso terrenal está situado en esas riberas del Tajo”. Anoto aquí una hermosa reflexión de Yvan Lissorgues: “Real Sitio es la plena recuperación, con la palabra, del tiempo pasado que nunca se da como tiempo perdido”. Como si apostillase, ha escrito Sampedro: “El Real Sitio fue decisivo para orientar mi vida y por eso ha permanecido siempre en mi corazón”.
BRUNO. La novela donde se produjo esa alquimia perfecta de identificación entre el escritor y el lector fue ‘La sonrisa etrusca’ (1985), el relato del anciano Salvadore que se ha quedado viudo y visita a su hija, que tiene un niño, Bruno. La novela, así de entrada, era como un grito de soledad del narrador. La historia nació en Estrasburgo, en la casa de su hija, “donde me había nacido un nietecito”, y el novelista tenía en la cabeza a Goethe y su primer amor, Federica Brion, porque veía los parajes donde el joven escritor alemán había recibido sus primeras lecciones de amor. Ha escrito Sampedro: “Una noche algo como un gemido me despertó y me hizo acudir a la alcobita del niño. La nevada caída durante el día reflejaba el resplandor lunar y el de las farolas callejeras derramando por el ventanal una líquida claridad mágica. Todo era silencio; ¿habría yo soñado aquel gemido? Me acerqué a la cuna y contemplé la lunita del rostro. Iba a retirarme cuando el niño me retuvo abriendo los ojos, redondos y misteriosos como pozos oscuros. Antes de sollozar le cogí en brazos y envolví nuestros cuerpos en una manta, acunándole mansamente. Pero tardó en dormirse y, al paso de los minutos, iba el niño pesando en mis brazos, entrándose en ellos y haciéndome suyo al hacerse mío… Eso fue todo: evadirme con él del reloj y de los mapas, contemplar su carita aún no surcada por los afanes y los días, respirar su olor lácteo y frutal, acoger la elástica firmeza del cuerpecito, flotar juntos en la noche transfigurada. Eso fue todo”. Ese niño acabaría siendo Bruno, Brunettino, el nieto de Salvatore, y se llamaba Bruno como se llamó él cuando era partisano y combatía con los nazis. El nombre era un juego del azar y un homenaje de su familia. Sampedro redactó una novela emocionante durante muchas noches, en la hora ideal de la madrugada, y trasladó la acción a Calabria. Le añadió algo que le obsesiona desde hace mucho tiempo: la idea de una última pasión que alumbra el túnel de la despedida y lo llena de dignidad, de hermosura, de grandeza inadvertida, de sigilosa plenitud. Eso sí, redactó aquella novela humilde y artesana, ‘La sonrisa etrusca’, con el estilo más difícil, “el más sencillo”, y con ternura, con emoción, con profundidad y con el intento de entender la vida. José Luis Sampedro, que es un vitalista más que un optimista, se ha pasado la mayor parte de sus días de escritor intentando comprender los pliegues del existir.
CASTILLO, ANTONIO. Es el protagonista de ‘La sombra de los días’, una novela concluida en1945 y publicada en 1994. Podríamos decir de manera simple que es la visión de la Guerra Civil de Sampedro. Se trata de una ficción redactada en cuatro partes, en cuatro voces y un prólogo. Es un ensayo sobre el punto de vista, un libro puzle, una narración impresionista donde las voces hablan, recuerdan y completan el carácter del desaparecido. Es una novela de formación y está centrada en un personaje de ficción que encarna al inolvidable Germán Sanginés, aquel amigo de Sampedro, con el que coincidió en Santander en vísperas de la contienda civil y que fallecería demasiado pronto en combate. A él, entre otras muchas cosas, le debe Sampedro recuerdos imborrables vinculados al mar, a la poesía, a algunos poetas y a algunos libros como la Antología poética de Gerardo Diego o a la Segunda antolojía poética de Juan Ramón Jiménez. Cuando José Luis dirigía la revista ‘UNO’, Germán le exigía calma, conciencia, rigor, y logró algo inesperado: el poeta Sampedro está encriptado en las ficciones de Sampedro. Gregorio Salvador descubrió este fragmento poético y otros en ‘Octubre octubre’:
No tengo miedo. Sé que tú no ignoras
que nunca te perdí en mis confusiones.
Que, si seguí adelante,
fue buscando tu faro allá en lo oscuro,
llevado de deseos de tu cuerpo,
de la sed de morir sobre tu pecho
derramando en tu sexo mis entrañas.
Porque mi vida pasa y me destroza
la espera de morir para encontrarte.
DIGNIDAD. Es un vocablo clave: para Sampedro es un fin y un territorio. Todas sus criaturas intentan otorgarle sentido a cuanto les sobreviene o les ocurre.
ESCRITURA. “El escritor es un voyeur, confesémoslo de una vez, y lo digo en francés para que no parezca indecente. El escritor lo ve todo, lo oye, lo huele todo –no digo que lo toca porque eso ya sería pasarme-, pero el escritor, verdaderamente, es un cotilla (…)”. De ahí que a sus lecciones sobre su vida y su escritura los hubiera titulado ‘Escribir es vivir’. La escritura de José Luis Sampedro se nutre de su propia existencia, de sus recuerdos, de los personajes que conoció, de un sinfín de incidencias que le marcaron la vida, su prosa es como un laberinto de la memoria, el depósito y las huellas del pretérito transformados en arte de la experiencia. La escritura de Sampedro nace de su curiosidad por el mundo que le ha tocado vivir: el convulso siglo XX, desde la dictadura de Primo de Rivera y el crack de 1929 hasta la proclamación de la II República, la Guerra Civil, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, la Transición; la escritura de José Luis Sampedro también tiene su origen en los sueños, en los mitos, en la historia, en la vasta cultural que nos conforma, y en eso estado fronterizo de la realidad y la ficción que algunos críticos le han dado en llamar ensoñación. La escritura de Sampedro se amasa con muchos materiales: con investigación, con lenguaje, con almas a la deriva y generalmente dotadas de buenos sentimientos, y se amasa con una impronta poética, con humor y con un especial sentido del ritmo. El libro poético por excelencia de Sampedro es ‘La vieja sirena’, al menos en un sentido conceptual y en su sentido estilístico. Está redactado con un vocabulario extenso, frugal, casi de lujo.
HISTORIA. La novela histórica, más bien rutinaria y un tanto previsible, se ha puesto de moda. Parece vivir su edad de oro y a la vez su ocaso: el exceso, la superficialidad y la frivolidad están a punto de condenarla por agotamiento. José Luis Sampedro es un escritor de su tiempo, un narrador de los círculos y las espirales del tiempo, un ciudadano comprometido desde cada una de sus ficciones, pero también podríamos calificarlo como un novelista histórico de la mejor estirpe: un novelista fiel a sus orígenes y a su estilo. ‘La vieja sirena’ es, ante todo, un tratado de la imaginación, un libro totalizador de los mitos con parada y fonda en Alejandría, una novela de personajes y de sueños de intención alegórica y simbólica. Es, en cierto modo, la novela de la luz, de la sensualidad arrebatada, del viaje y de la mutación permanente. La protagonista se mueve entre dos amores: Ahram el Navegante, y el filósofo Krito, filósofo que posee la virtud de la palabra y la facultad de ser hombre y mujer a un tiempo, como Orlando, como ‘El hombre lesbiano’. ‘Real Sitio’ es una novela del siglo XIX y del siglo XX. El tapiz histórico late como una alfombra de la memoria en los libros de Sampedro. Incluso cuando se trata de épocas más cercanas: la aventura de los gancheros, la historia de Shannon y Paula, en ‘El río que nos lleva’; los ecos de aquel Tánger multirracial y multicultural de la infancia; la misma Villabruna de ‘El caballo desnudo’…
HUMANISMO. Hace algunos años, pero especialmente en los últimos tiempos, he descubierto a grandes fotógrafos franceses: Willy Ronis, Robert Doisneau, Emmanuel Sougez, Gerald Bloncourt o Jean Dieuzaide. Para definirlos, por lo regular, se utiliza el calificativo humanista e incluso se habla de una corriente estética, nítida, que es la fotografía humanista. Ellos, además de dominar la magia de la luz, la fuerza del contraste, los secretos de un rostro, son capaces de crear una corriente de afecto, de lucidez, de comprensión general del mundo. Saben que todo es importante, que cualquier gesto, cualquier ser humano, cualquier peripecia son dignas de atención. Así, con esa actitud, con esa infinita y dulce curiosidad hacia todo lo humano, han creado una poética, un modo de estar en el mundo. Son cronistas de lo esencial, son espectadores del azar, registran los sentimientos, las emociones, la felicidad y el dolor. Una auténtica vida en llamas. En España también tenemos fotógrafos humanistas, de esa línea: piensen en Gabriel Cualladó, en Virxilio Vieitez, Eugenio Forcano, Joan Colom, Alfonso o Marín, por ejemplo. José Luis Sampedro es de esta estirpe: es un fotógrafo humanista con la palabra hecha imagen, exaltación y dibujo del tiempo. Abraza a los seres y los integra en sus ficciones con pasmosa complicidad.
LIBROS. Suele decir que “la literatura es el camino de la vida”. En ese tramo siempre hay compañeros de viaje que son como los fantasmas familiares: ‘El principito’, los poemas de Juan Ramón Jiménez y los Kavafis, Rilke y Fernando Pessoa. Entre los novelistas, hay muchos (no hay más que asomarse a ‘Octubre octubre’ para verlo y leerlo), desde Pío Baroja a Leon Tolstoi. Una de sus novelas predilectas, a la que vuelve una y otra vez, es ‘Guerra y paz’. Regreso un instante a Pío Baroja: Sampedro se siente con él y como él “un hombre humilde y errante”.
MAR. En su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua, Sempedro, autor de una colección de cuentos de tema marino, ‘Mar al fondo’, escribió: “El mar es como la dulce llama de la chimenea: nos lleva a un más allá, nos sorbe la imaginación, se disfraza de figuras y sugerencias (…) El mar no era confín ni barrera sino la más ancha de las aperturas a la libertad”.
MUJER. De ‘La sonrisa etrusca’: “¿Qué poder tiene la carne de mujer? Redonda y blanca como la luna, que dicen que levanta el mar”.
NOVELA. “Con palabras se construyen las fronteras en el mundo de la literatura, donde se desenvuelve la novela, alzada sobre el filo mismo de la realidad y la ficción porque participa de ambas. Oponer lo novelesco a lo real solo alcanza a ser una interpretación, pues la novela despliega la inapelable verdad de su autor, que la ha vivido al crearla, para que se haga también en los lectores. Por eso los grandes personajes de ficción resultan más reales e influyen más en nosotros que muchos seres de carne y hueso”.
SEXO. El sexo ocupa una porción importantísima en la obra de Sampedro. En algunos libros, en particular: en ‘La vieja sirena’, quizá el libro más erótico, donde hay un permanente ejercicio de lenguaje, que se funde con la sexualidad y la sensualidad. En ‘El amante lesbiano’, que habla de los deseos ocultos, de los espacios desconocidos, de los sueños inconfesados, de la metamorfosis. Ya en ‘La vieja sirena’ podía leerse: “…hay mucho sexo en el cerebro. ¿Qué está haciendo? ¿Qué más da? ¿No es su oscuro deseo, muy hondo, ser amante lesbiano? ¿Es todo esto una promesa del destino”. ‘El amante lesbiano’ tenía mucho que ver con la literatura galante francesa e inglesa. El sexo es determinante en ‘Octubre octubre’, otra novela que transcurre entre los años 60 y el inicio de la Transición, donde el autor ha tejido una compleja red de relaciones, de sentimientos y de exaltación del cuerpo en el que pretende dar salida a un amor imposible. El sexo un camino de conocimiento, en un umbral de sabiduría. Sampedro defiende el placer y sus líquidos, defiende la piel y su textura, defiende el coito, defiende la fantasía, el ritual del encuentro. La pasión, que es una palabra que debiera tener entrada propia, está hermosa descrita y sentida en muchas de sus ficciones. Sampedro es un novelista apasionado, vigoroso, sensual, con todos los sentidos despiertos. Es un libertario de los sentimientos. El único límite lo ponen los amantes. En varias ocasiones, ha escrito: “La cama es el mejor sitio para estar juntos un hombre y una mujer”. Quizá tras la redacción de ‘El amante lesbiano’, la frase ya no sea tan exacta. Oigan como se define el personaje de este libro que ha ensanchado la literatura de Sampedro hacia la androginia, el fetichismo, la homosexualidad y la vida privada y recóndita de las criaturas. Dice Mario: “Mi sexo es masculino, pero mi género es femenino, atraído hacia la mujer y, para concluir, sumiso. Así es que resulto lesbiano”.
VIAJES. Muchos de los libros de Sampedro son viajes, expediciones al pasado, aventuras con intensa acción, exploración de territorios junto al río, a los jardines, indagación a mar abierto. Pensemos en ‘La senda del drago’, que tiene algo de odisea de Martín Vega hacia el océano deteriorado y quien sabe si degenerado de la cultura occidental. Pensemos, claro, en ‘El río que nos lleva’, que narra un hecho real: la última maderada, a finales de los 40, desde Peralejos de las Truchas hasta Aranjuez. Sampedro, como hace siempre, trasciende la anécdota y engarza con la novela objetiva española del momento y con la idea del reportaje.
VIEJOS AMANTES. José Luis Sampedro, encarna, creo que en la vida y en la ficción, al amante eterno. Al tema de la dignidad de los viejos amantes, de la nobleza de la carne antigua, le ha dedicado muchas páginas. Anota: “Palabras y silencios en la penumbra primaveral de la alcoba, cernida por las cretonas estampadas. Tendidos uno junto a otro bajo la sábana y la colcha, desvestidos a medias, las palabras son estrellas en el crepúsculo de cada día, rojas brasas en un fuego tranquilo, misterios compartidos. Y los silencios lo cantan todo, son la vida entera de cada uno resucitando, reconstruyéndose y requiriendo a la otra para completarse; son las existencias de ambos abrazándose en un trenzado de anhelos y esperanzas”.
En la escena final de ‘La sonrisa etrusca’, Salvatore y Hortensia se encuentran en un momento de intimidad. Él percibe que “el magnífico animal” ya no es el de antaño, que se ha quedado dormido, y dice:
-¿No te da pena tener en tu cama sólo una carne ya muerta?
-¿Muerta? –protesta esa ternura absoluta-. ¡Vive! ¿Es que esa carne no está sintiendo mi caricia? … ¡Qué vello el de tu pecho, qué rizos ásperos, cómo se enredan y se demoran mis dedos! Y bajo tu corazón, tu corazón que habla, que me grita, ¡Estoy vivo!”
ZARAGOZA. Nos quedan muchas cosas en el tintero de José Luis Sampedro. Muchísimas. Es un gran creador de criaturas, es un pensador, defiende la alegría, la tolerancia y la felicidad. Y las posibilidades de la ciencia como fuerza motriz para transformar el mundo. Otra palabra que le retrata es autenticidad: la vida y la obra de Sampedro son una continua aspiración a la Autenticidad. Vivió unos meses de niño en Zaragoza y estudió en el mismo colegio de Luis Buñuel, y conoció de primera mano la inhumana represión sexual que se pregonaba. Vivió en la calle Pilar, Méndez Núñez y Don Jaime. En Zaragoza conocí a un joven escritor: Francisco Gonzalo Gómez, hijo de gallega y enamorado absoluto de los libros de Sampedro. Decía que los dos, a su modo, su madre y José Luis, eran brujos. Hablaba de los libros de Sampedro como quien hablaba de un conjuro, de un sortilegio, de un baúl particular que contiene lo necesario para andar por el planeta, para amar, para sentirse más vivo cada día: aquí están los recetarios de amor, los buenos consejos; allí están los sentimientos, las lágrimas, la emoción, el temblor de un paisaje barrido por el cierzo, la picardía; dentro están la luz, la hermosura, el ideal de la modernidad, la exuberancia de las mujeres, que todo lo pueden, la melodía exacta del castellano, las píldoras de la imaginación, los frascos de la cultura y de la sabiduría. Francisco Gonzalo murió de un infarto al corazón cuando más feliz era: se le juntaban los días con las noches, escribía en esa madrugada ideal en que llega la inspiración y los personajes también se desvelan en el cerebro del escritor. En su esquela en el periódico se recordaba su condición de lector de Sampedro y alguien redactó una brillante frase que agrupaba casi todos los títulos del escritor, que eran el mejor pasaporte hacia el más allá. Jamás había visto nada igual. He buscado la necrológica, la guardaba en el espléndido libro de conversaciones de Gloria Palacios con Sampedro, y no he podido encontrar ese volumen de Siruela, uno de mis libros favoritos de entrevistas con un escritor.
Aquel joven escritor me había dicho una vez, tras reseñar los cuentos de ‘Mientras la tierra gira’: “¿Sabes por qué me gusta Sampedro? Ama al hombre y se ahogaría de amor en los ojos de una mujer bonita. Es un narrador apasionado”.
*Las fotos son de Terra, de ADN y de Heraldo de Aragón.
LOS 'ARTICUENTOS' DE MILLÁS: LECTURA COLECTIVA HOY EN LA FNAC

LECTURA COLECTIVA DE LOS ‘ARTICUENTOS’
DE MILLÁS EN LA FNAC
Escritores aragoneses y personalidades de la cultura aragonesa participarán en una lectura pública de ‘Articuentos’ de Juan José Millás hoy jueves 1 de diciembre, a partir de las 19:30 h., en el Fórum de Fnac Plaza España.
La convocatoria está abierta al público en general; también leerán empleados de la FNAC y lectores que se sumen al acto. Han confirmado su presencia, entre otros: Javier Fernández (Delegado del Gobierno en Aragón), Antón Castro, Cristina Grande, Juan Bolea, Amadeo Cobas, Magdalena Lasala, Manuel Vilas, Joaquín Carbonell, Julio Cristellys, Plácido Díez, José Luis Corral, Eva Hinojosa, Margarita Barbáchano, Sergio del Molino, María Frisa, Ignacio Escuín...
'MERCADO CENTRAL', HOY: LABORDETA RETRATA A FÉLIX ROMEO
Esta tarde, a las 20 horas, en la librería Los Portadores de Sueños, el poeta y editor Fernando Sanmartín presentará el libro póstumo de José Antonio Labordeta ‘Mercado Central’, publicado por Xordica e ilustrado por Luis Grañena. En el acto, podrán verse las caricaturas y estarán muchos de los retratados por Labordeta: Miguel Mena, Luis Alegre, Cristina Grande, Javier Gómez de Pablos, Fernando Ferreró, Eloy Fernández Clemente, el editor Chusé Raúl Usón, Emilio Gastón, José Luis Cano, Mariano Gistaín, etc. Se trata de un libro de retratos, de recuerdos y, muy especialmente, de pequeñas ficciones en torno a los personajes. Para mí uno de los valores del libro es Labordeta como creador de ficciones, de relatos, de historias entre surrealistas, delirantes, afectuosas e impregnadas de somardería. Luis Alegre es el gran cómplice de Penélope y el hombre que besa con mejor sentido musical; Miguel Mena encarna la poesía, el sol y las estaciones del Moncayo; Pepe Melero es bibliófilo y devorador de libros y Félix Romeo es, sencillamente (además del hijo varón que le nació de la historia de amor de Félix y Carmen), un auténtico tsunami. He aquí el texto de José Antonio Labordeta sobre Félix Romeo Pescador (1968-2011).
FÉLIX ROMEO PESCADOR
Por José Antonio LABORDETA. De 'Mercado Central' / Xordica
El cielo luminoso de la ciudad se cubría, poco a poco,
de nubes rasgadas, sangrientas, amenazantes y, al mismo
tiempo, esperanzadoras y jolgoriosas. Eran el anuncio
de algo que en meteorología no habían encontrado la
razón:
–Es un tifón –comentó sudoroso el Delegado del
Gobierno, actual virrey democrático, pero virrey al fin.
–Es un huracán de nivel dos –aseguró el consejero
de Medio Ambiente.
–De nivel cuatro –murmuró realmente asustado el
jefe del Servicio Nacional de Meteorología que no tenía
ni idea de por dónde podían venir los tiros, y los troyanos.
Porque algo de La Ilíada se percibía en el lejano y
quejumbroso sonido de las páginas eternas suscribiendo
sus pasajes de forma estentórea.
–En ese caso sería más bien un huracán –comentó el
joven licenciado en artes gráficas.
El Capitán General, que siempre llegaba tarde, anunció,
tras el toque de «generala» por sus cornetas de número
«que ya las fuerzas de tierra, mar y aire estaban
dispuestas para enfrentarse a esta especie de arrebol
subcutáneo que empezaba a recorrer a todos los habitantes
de la gloriosa Salduba –detalle de cultura histórico-
estratégica– y que en cualquier momento podía
detener la luz tambaleante de un sol un tanto frígido y
escondido».
Durante un buen rato, y mientras esperaban al señor
arzobispo para atacar con fruición el chocolate con
picatostes que las encargadas del refrigerio habían preparado
en el Ayuntamiento, siguieron las divagaciones
cada vez más certeras y puntualizadoras viendo cómo
la luz se refrigeraba en su propia lejanía y los versos de
El alcalde de Zalamea se caían a chorros por la vertiente
penúltima del Ebro, río padre y madre del envite.
–Este escándalo astral –denunciaba el señor arzobispo
revestido de las mejores pompas judeo-cristianas–
es cosa de algún cultureta que anda intentando
revertir en desorden lo que es el orden natural –dijo su
eminencia mientras machacaba con su dentadura postiza
los picatostes del chocolate espeso.
Durante un buen rato, y por el espesor del chocolate
a la española, las autoridades se quedaron amodorradas
hasta que el pueblo, entre jubiloso, temeroso y escrupuloso,
empezó a reclamar «¡manos a la obraaa!» de una
vez por todas. Y los jefes convocaron –que es lo que se
hace siempre– una rueda de prensa en la sala de ídem
del Servicio Español de Meteorología. Y allí se fueron
todos y entre isobaras, bajas presiones y altas, barómetros
desencajados y encajados, se prepararon para dar
la rueda de prensa. Pero pasó casi una hora y ningún
medio de comunicación, local, provincial o regional,
acudió y el nerviosismo comenzó a saturar los bajos de
la sotana del señor arzobispo, envejeció a los cornetas
y el Gobernador Civil, ahora Delegado del Gobierno,
pero en realidad Virrey, reclamó su caballo blanco e intentó
salir a la calle.
Un vocerío sin sentido lo detuvo: «¡Es el huracán!
¡Se ha llevado todas las enciclopedias Espasa que todavía
perviven en las estanterías de las viejas librerías! ¡Ha
roto las obras de Pemán! ¡Y los Larousses completos!
¡Y una enciclopedia de Planeta! ¡Y a los últimos premios
de ídem! ¡Ha desangrado a los poetas bicéfalos!
¡Ha dejado desabastecidos los textos de Marx, de Lenin
y de otros vaticinadores de futuro como San Pablo y las
cartas a los creyentes!».
El aire furo convertía a los incrédulos en crédulos, a
los indiscretos en discretos, a los imbéciles en béciles y
a los agoreros en goreros solo.
La tensión entre las autoridades iba en aumento: para
pacificarse abrieron unas botellas de cava y un aire frígido
se las llevó por los cielos. Solo champán, dijo una
voz perdida entre los cirros, los cúmulos limbos y la
tormenta granítica que anunciaban se iba a tumbar sobre
la vieja ciudad destornillada.
Atraviesan el aire, de modo radical, libros de poetas
artificiales y artificiosos, se golpean contra las paredes
todos los libros de eso que dicen es literatura histórica
y sus hojas, al desparramase por el suelo, derrochan un
nefasto mal olor que hacen que nuestro señor arzobispo
pierda el anillo episcopal y la mula blanca se desencaje
entre saturadas muchedumbres agolpadas a la verja del
santuario de los viejos feligreses.
Todo el cielo es un cúmulo de hojas de periódicos,
de saturadas revistas de relatos nefastos y de libros de
cocina harapienta. Alguien comenta: «Este aire está
limpiando el bodrio de los libros que nunca deberían
leerse, de los periódicos representativos del harapiento
mundo de la falsedad y de revistas apocalípticas que se
saturan de noticias falsas para conseguir que el último
hijo de Adán se vista con la moda francesa».
–¡Es un tifón! –grita desesperado el Delegado.
–Es un huracán –asegura el de la Meteorología.
–Es un acto castrense para limpiar de bodrios todas
las bibliotecas atosigadas.
–Es como un acto celeste de pureza aunque veo que
todos los ejemplares que vuelan por el aire son de nuestros
autores favoritos –se queja su eminencia.
–Fíjese: por ahí va Camino y todas sus ediciones.
–Y de tantos y tantos que no nos da tiempo a aseverar
qué es lo que está pasando.
–Creo –dice al final un sargento de la Guardia Civil–
que esto es un tsunami y que tiene nombre y dos
apellidos.
Gesto de asombro por parte de toda la fauna.
–Se llama Félix Romeo Pescador.
–¡Él! –exclama el Delegado, y perplejo devuelve el
anillo episcopal al obispo–, esto es castigo de Dios, por
leer lo que leemos.
La figura de Félix, remarcada al fondo del horizonte
del poniente zaragozano, contra la mole del Moncayo,
gritó hasta descerrajar los cielos quejumbrosos: ¡Leer a
Cervantes, rediós, y desfondaros por los últimos verdaderos
valores que son los que os voy a señalar!
Y al igual que en Babilonia, en la última cena del rey
Baltasar, en las paredes férreas del campo de fútbol de
La Romareda fueron apareciendo los nombres de los
autores señalados, mientras la voz poderosa de Romeo
Pescador anatematizaba a todo el bodrerío suculento.
Las aguas del Mediterráneo se llenaron de páginas
y páginas inútiles empujadas por el cierzo mientras alguien
recitaba aquel verso de Luciano Gracia que decía:
«ciudad mía, ciudad del viento». El ideario de los poetas
trashumantes se había hecho realidad gracias al gesto
airado de ese muchachón desempolvado y un tantico
agreste y socarrón.
PEPE MELERO: PRÓLOGO A 'MERCADO CENTRAL' DE JOSÉ A. LABORDETA

PRÓLOGO A ‘MERCADO CENTRAL’
Por José Luis MELERO RIVAS*
Mercado Central es el único libro completo y preparado
para la imprenta que permanecía inédito de José
Antonio Labordeta, ya que de la novela que había comenzado
en los últimos meses, basada en un crimen
que se cometió en su juventud en la zaragozana calle de
Boggiero, en el corazón del barrio de San Pablo, apenas
llegó a escribir un puñado de folios. Este Mercado Central
lo dejó cerrado y terminado un par de años antes
de morir, pero la edición de sus dos últimos libros de
memorias (Memorias de un beduino en el Congreso de
los Diputados en febrero de 2009, y Regular, gracias a
Dios en mayo de 2010) fue demorando su salida y retrasó
hasta hoy su publicación.
El libro contiene un conjunto de semblanzas, humorísticas
a veces, distorsionadas muchas veces y caricaturizadas
siempre, de algunos de sus mejores amigos. Las
escribió muy rápidamente, quizá en dos o tres meses, y,
con excepción de unas pocas que me entregó en papel
dentro de un estuche o carpeta, con el título definitivo
ya puesto, me las fue enviando a casa, por correo
electrónico, una por una, conforme las iba redactando.
Temía que pudiera exagerar demasiado algunos de los
rasgos de sus amigos, que alguno de estos pudiera molestarse,
y quería que las fuera leyendo para tener la
certeza de que aquellos daguerrotipos divertidos, surrealistas
y disparatados, pero siempre cálidos y amables,
podían acabar convirtiéndose en un libro que bien
podría completar aquel otro de Los amigos contados
que publicara en 1994 en edición no venal preparada
por Félix Romeo y auspiciada por la zaragozana Librería
General, y que sería reeditado por Xordica en
2002. Incluso contempló en alguna ocasión, para reforzar
ese hilo de continuidad entre ambos libros, la
posibilidad de titular este último Los amigos descontados,
que llevaría como subtítulo Por descontado, amigos.
Así consta también en alguno de los originales que
conservo. Pero en esa carpeta de la que antes hablaba,
en la que me entregó las primeras de estas semblanzas,
está escrito de su puño y letra el título que se ha
utilizado para esta edición y que fue siempre su preferido:
Mercado Central, en homenaje al gran mercado
modernista que proyectara el arquitecto turiasonense
Félix Navarro, muy próximo al callejón del Buen Pastor
donde transcurrieron los primeros años de la vida
de José Antonio Labordeta, y en el que sus diferentes
puestos –coloristas y variopintos– vendrían a ser como
sus amigos retratados en el libro: todos próximos, todos
diferentes, todos queridos y necesarios.
Si en Los amigos contados Labordeta hablaba de algunos
de sus más viejos amigos (Pío Fernández Cueto,
Manuel Pinillos, Luis García Abrines, Manolo Rotellar,
Luciano Gracia, Pablo Serrano, Santiago Lagunas,
Emilio Lalinde, Julio Antonio Gómez…) y utilizaba
un tono teñido de melancolía y nostalgia, muy propio
del Labordeta de los años setenta y ochenta cuando
aquellos retratos se publicaron en la revista Andalán,
en Mercado Central casi la mitad de las semblanzas corresponden
a sus amigos más jóvenes y el tono elegíaco
ha dado paso definitivamente al Labordeta más jovial,
vitalista y divertido, al Labordeta somarda, cachondo
y socarrón que tanto nos hizo reír en paseos, tertulias y
cenas interminables.
Así pues el humor, ese humor marca de la casa, tan
delirante en ocasiones y tan buñueliano, tan aragonés
en definitiva, está presente en casi cada una de las semblanzas
del libro: recordemos a su hermano Miguel llegando
siempre tarde al fútbol (pero no un poco tarde,
sino medio partido tarde, pues salía de casa en dirección
al campo cuando terminaba la primera parte); a Luis
García Abrines –el único con Julio Antonio Gómez
que ya aparecía en Los amigos contados y el único de
aquella serie que aún permanece felizmente entre nosotros–
repartiendo bendiciones en París disfrazado de
obispo; a Fernando Ferreró perdiendo deshilachado en
el mar aquel bañador que se compró en los inolvidables
«Saldos Arias» y pidiéndoles a Juana de Grandes
y a José Antonio Labordeta, que estaban con él en la
playa, algo con lo que cubrirse y poder salir del agua;
a Javier Tomeo siendo recibido en Quicena con banda
de música, gritándole «¡Amadoooo!» al Monstruo y
abrazándose luego con él; a Emilio Gastón quemando
involuntariamente las bragas de sus vecinas, o a Luis
Alegre besándose con Penélope Cruz en la plaza de
Malasaña mientras una muchedumbre entona la «Bien
pagá». A su editor Chusé Raúl Usón lo presenta como
perteneciente a la especie pirenaica de los «Usones»,
caracterizada por gruñir cuando hablan y por aparearse
delicadamente una sola vez; a Félix Romeo lo representa
como un tifón, huracán o tsunami que se lleva
por delante todos los malos libros, y de Ismael Grasa, a
quien apoda jocosamente la «Gran Esfinge» de Blecua
–el pueblo oscense del que procede su familia–, desvela
Labordeta que «como todo bien nacido en este territorio
es socio, barato, del Real Zaragoza», lo que no sé si
provocará el abucheo generalizado de los antizaragocistas
más intransigentes de su Huesca natal. Solo evita la
parodia y mantiene aquel antiguo registro conmovedor
y dolorido cuando recuerda al «gordo» Julio Antonio
Gómez («se fue junto a sus gorilas a rebuscar entre ellos
la memoria de Luciano Gracia o los sueños de Gúdel o
de Salas que, seguro, andan por las orillas del lago Kivú
a la espera del día inexistente de la gran resurrección
de los poetas verdaderos», escribe con emoción de su
amigo), cuya muerte tanto dolor causó entre sus viejos
colegas zaragozanos de versos y parrandas. Ni siquiera
en los casos de Miguel Labordeta y Antonio Artero,
los otros dos protagonistas del libro que desgraciadamente
ya no podrán leerlo, consigue José Antonio Labordeta
ponerse serio y dejar a un lado zumbas, chanzas
y cuchufletas.
El libro está lleno, además, de buena literatura, de esa
buena literatura que surge a borbotones entre la prosa a
veces descuidada y sin terminar de pulir tan propia de
Labordeta, pero que sin embargo es capaz de alumbrar
las imágenes más bellas y de transmitir emoción y sentimiento
como solo pueden hacerlo los libros en verdad
importantes. Algunas de esas imágenes del libro son extraordinarias,
como aquella, inolvidable, en que la nieve
del invierno cubre las esculturas de Emilio Gastón, depositadas
en el patio de la ferrería de Echo, de manera
que semejan «soldados napoleónicos» derrotados por
la Rusia de los zares y consolados por algunos buenos
chesos que deciden adornar esos «cadáveres exquisitos»
llevándoles coronas de laurel.
Labordeta escribió estos retratos de sus amigos con
enorme cariño y admiración hacia ellos, porque él quería
y admiraba sin reservas a sus muchos amigos (su
viuda Juana de Grandes se ha cansado de repetir estos
días que José Antonio era «muy amigo de sus amigos»).
Y los escribió como un puro divertimento, exagerando
los rasgos de casi todos ellos y distorsionándolos hasta
el extremo. No le importaba pues tanto el retrato como
crear una imagen lúdica, entrañable y sugerente del retratado.
Todos ellos están también llenos de ternura,
de esa ternura labordetiana que en ocasiones hay que
saberla buscar bajo la hojarasca de lo esperpéntico y lo
grotesco que caracteriza a muchas de estas semblanzas,
de esa ternura que tantas veces José Antonio, como les
sucede a no pocos de los habitantes de estos parajes, escondía
voluntariamente bajo una falsa apariencia de rudeza
para no mostrar demasiado los sentimientos, para
no parecer sensible, delicado ni complaciente. Ya escribió
él en una de sus canciones más famosas, «Somos»,
que, al igual que nuestra tierra, éramos «suaves como
la arcilla», pero «duros del roquedal». Y los fue escribiendo,
como comprenderán todos lo que conocieron
bien a Labordeta, sin ningún orden preconcebido, tal
y como se iba acordando de sus amigos. Yo sí conozco
naturalmente el orden en que los redactó, pues José Antonio
los iba numerando conforme me los pasaba, pero
no pienso desvelarlo, no vaya a ser que alguno, equivocada
y torticeramente, trate de organizar un ránking de
amistades. De ahí que se presenten cronológicamente,
del más mayor al más joven.
Había otros muchos retratos que tenía previstos y
que nunca llegó a terminar, pues el cáncer se lo llevó
todo por delante: los de los escritores Ignacio Martínez
de Pisón, Eva Puyó y Daniel Gascón, los de la librera
Eva Cosculluela, la poeta Marta Navarro, la pintora
Mary Burges… De todos ellos y de algunos otros me
habló muchas veces. Y de varios sé que escribió algún
borrador, aunque el resultado final no debió de gustarle
demasiado pues nunca llegó a entregármelos ni pude
leerlos.
En esta colección de semblanzas está el mejor Labordeta,
el Labordeta divertido, inteligente y cariñoso, el
Labordeta apasionado por la literatura, el que escribió
con pasión prácticamente hasta el final de sus días. Ese
Labordeta que nos enseñó a disfrutar de la vida y de la
amistad como solo los grandes hombres son capaces de
hacerlo y que permanecerá siempre vivo en los corazones
de todos cuantos lo quisimos.
*José Luis Melero. Escritor y bibliófilo, y uno de los grandes amigos de un hombre que tenía muchos, como se ve en ‘Mercado Central’: José Antonio Labordeta Subías (1935-2010). En la foto, una caricatura de Luis Grañena de Fernando Ferreró. El libro se presenta esta tarde, a las 20 horas, en Los Portadores de Sueños.
LOS ESCRITORES Y SUS ANIMALES

[Esta mañana, a partir de las once, en ‘A vivir de que son dos días’, en la sección ‘Club de Lectura’, Montserrat Domínguez hablará del libro ‘Perros, gatos y lémures. Los escritores y sus animales’ (Errata Naturae, 2011) con tres de los autores que participan en este volumen colectivo: Andrés Trapiello, Marta Sanz y yo, Antón Castro. Montserrat cuenta con la colaboración de Óscar López y Manu Berástegui, lectores, periodistas y apasionados como ella del mundo de los libros. Este artículo apareció en ‘Heraldo de Aragón’]
FÉLIX ROMEO VIAJA AL ZOO DE LOS BOWLES
Errata Naturae publica el libro colectivo ’Perros, gatos y lémures. Los escritores y sus animales’, donde aparece un texto póstumo del escritor y crítico literario recién fallecido, y textos de diez escritores de varias generaciones.
"Sabemos que a Félix Romeo no le gustaban los animales de compañía, pero su texto es fantástico y decidimos dedicarle el libro porque tanto a Rubén Hernández como a mí nos apetecía mucho y porque era una manera de acercarnos un poquito a él y compensar, si es que se puede decir así, el hecho terrible de que no llegara a verlo impreso. ’Perros, gatos y lémures. Los escritores y sus animales’ es un libro especial para nosotros, muy personal", dice Irene Antón, una de las responsables de Errata Naturae, que edita este libro que rinde homenaje, en su pórtico, al escritor, crítico y columnista de HERALDO Félix Romeo Pescador, fallecido el pasado 7 de octubre.
El cuento de una extraña fauna
Participan once escritores: Andrés Trapiello, José Carlos Llop, Andrés Ibáñez, Marta Sanz, Berta Marsé, Pilar Adón, Carlos Pardo, y cuatro aragoneses: Soledad Puértolas, Ignacio Martínez de Pisón, Antón Castro y el citado Félix Romeo, que habla de los animales de compañía de William S. Burroghs y de Jane y Paul Bowles, que tuvieron un auténtico zoo de ratas, loros, gatos, patos, armadillos y coatíes.
El cuento de Félix Romeo, ’El hombre invisible y el zoo de los Bowles’, ofrece casi un retrato de grupo y de época en Tánger. Además de los Bowles y de su amigo Burroughs, aparecen Truman Capote, Mohamed Chukri, Jean Genet, Mohammed Mrabet y Gertrude Stein, o el artista Francis Bacon. Y bien podría haber aparecido el zaragozano Julio Antonio Gómez que también anduvo por allí. El relato está lleno de hallazgos que parecen inverosímiles.
Escribe Félix Romeo: "Paul Bowles compró en México un ocelote, que allí llamaban tigrillo. Un equipo de televisión fue a grabar un programa con Paul Bowles y Jane Bowles y entre los planos de recurso el equipo decidió fingir la caza de una paloma por el ocelote. El ocelote no falló y se comió de un bocado la paloma. Los huesos de la paloma le atravesaron el estómago y el ocelote murió". He ahí el humor negro de la vida.
Irene Antón y Rubén Hernández dicen que se han fijado en autores de "distintas generaciones con proyectos literarios muy diversos", que aceptaron de inmediato. Algunos han escrito sobre sus propios animales, como Andrés Trapiello en ’De la muerte de Mora’, una espeluznante y emocionante crónica de la muerte de su mascota; Soledad Puértolas, que recuerda al buen Moss ("que una mañana de invierno terminó sus días en mis brazos mientras un rayo de sol caía sobre su cabeza") a la par que evoca la pasión por los canes de J. R. Ackerley, en especial por la perra Tulip, y Thomas Mann. Soledad Puértolas anota: "Muchas veces me he preguntado, observando a mis perros, si es verdad que no piensan. Desde luego, es sabido que sueñan. Dormidos, aúllan, agitan el rabo, se estremecen. Tienen sueños, eso es evidente". Marta Sanz recrea el universo, el misterio y la rebeldía de sus propios gatos. Los restantes autores se centran en las mascotas de
autores famosos.
La sombra del autor
"Este es un libro sobre los animales y la literatura, los animales y la escritura. Sobre el animal como sombra del escritor, como amigo, como único depositario de unos sentimientos, incluso de unas ideas que el autor no compartiría con nadie", afirman los editores.
En el libro, Andrés Ibáñez habla de Julio Cortázar y su gato Teodoro Adorno, con el que mantiene una relación de afectos más o menos intermitentes. Berta Marsé se aproxima a Truman Capote y su perro Charlie, al que trajo a Palamós; cuando estaban lejos le escribía cartas: "Querido Charlie: aquí todos los perros tienen miedo y pulgas, no te gustarían nada. Te echo de menos. ¿Quién te quiere? T (quién si no)". José Carlos Llop aborda en ’Nocturno malgache’ la convivencia de Cyril Connolly con sus lémures y con hurones a los que ponía nombre español como Paco o Chica, a la par que repasa o relee su dietario ’La tumba sin sosiego’.
Canto a la fidelidad
Pilar Adón se zambulle en la atracción de Virginia Woolf por un mono minúsculo del Amazonas y por distintos perros: Grizzle, Shag, Tinker o Flush, que en realidad era el perro de la poeta Elizabeth Barret y que le inspiraría la novela ’Flush’.
Carlos Pardo desmenuza, a la luz de su correspondencia, la obsesión del poeta Jules Laforgue por el perro Ariel; dice que es el mejor nombre que puede tener el animal. Ignacio Martínez de Pisón narra los secretos de un can muy particular: Mateo, que posee la facultad del canto. Lord Byron dedicó un inolvidable epitafio a su amado perro Boatswain, donde decía: "Aquí reposan / los restos de una criatura / que fue bella sin vanidad".
El resultado es un libro entrañable de "relatos íntimos y sobrecogedores, pero también de cuentos hilarantes", tal como lo definen sus editores, un libro que es un canto a los animales, a su fidelidad y, cómo no, a su enigma.
GARRAPINILLOS, 1- MOVERA, 1

Era un partido entre amigos y a la vez era un partido a cara de perro. El Movera fue de líder durante algunas semanas en Primera Regional y parecía uno de los gallitos de la categoría: cuatro ex jugadores del Garrapinillos juegan ahí, los hermanos Ángel y José Cambra, Fernando Larrosa, que parece vivir una segunda juventud, y Roberto, un medio centro fino, de toque, con buena dirección, pero también contundente, veterano y peleón. No se amilana y si hay que hacer una falta táctica, o algo más, ahí está. El Garrapinillos había empatado con diez en un campo difícil como el de Huracán, y esperaba este partido: era uno de los dos aplazados que podía modificar nuestra ventaja en la clasificación.
Ha sido un día especial: un día de luz primaveral. El campo estaba muy bien. Y en el partido pronto se vio que iba a estar reñido. Ellos, a pesar de sus dos buenos medios centros, juegan a la inglesa, sin apenas transiciones. Pronto firmaron una excelente jugada al contragolpe, que no halló rematador. Poco a poco, el Garrapinillos fue tomándole el pulso al partido y empezó a penetrar por las bandas, sobre todo por el costado izquierdo. Tras una jugada por la izquierda, el árbitro pitó una falta a nuestro favor, Jorge Rodríguez la sacó muy rápido y Óscar aprovechó para marcar de cabeza. Los rojillos siguieron atacando, pero la primera parte terminó así. 1-0. Y mucha intensidad, nervio, tensión de área a área; el Garrapinillos intentaba contener a José Cambra, su jugador más peligroso, que igualaría en la segunda parte tras una espléndida jugada por la izquierda que culminó con un centro muy preciso.
Los amarillos atacaron en pelotazos largos, intentaron desbordar por el centro con algún peligro, pero no inquietaron a Luis. El Garrapinillos siguió atacando y generando ocasiones: internada de Óscar, trallazo de Eloy, remate en la boca de gol de Pirri de cabeza, posibilidad de remate de Romero... El empate nos supo a poco, pero ha sido ante un buen rival. Nos reafirma en lo alto de la clasificación con tres puntos sobre el segundo, El Salvador, con quien nos enfrentamos este jueves a las once y media. Será, sin duda, un partido difícil. Muy difícil. El Garrapinillos había ganado ocho partidos consecutivos y ha empatado los dos últimos. Esta va a ser una liga muy dura. Todos los rivales son fuertes, y eso se ha visto hoy.
Hemos formado así: Luis; Mateo, Lacabe, Beltrán, Pirri; Diego, Alberto Luna, Fran; Óscar, Eloy y Jorge Rodríguez. También jugaron Enrique Romero, Kike Alcubierre, Alberto Rubio, Jaime y Pitu, que volvía tras su lesión de varios meses. Curiosamente, antes del choque hoy recordamos al Milan de Arrigo Sacchi, de finales de los 80 y principios de los 90 como emblema y símbolo de la idea de equipo y del fútbol total. Nos ha faltado brillantez, sobre todo en la segunda mitad, pero con todo el equipo ha trabajado mucho; muchísimo. Y se hizo acreedor a la victoria. Quizá esta vez el entrenador no estuviera afortunado del todo con los cambios, pero una norma no escrita es que en el Garrapinillos intentamos que jueguen todos. Recibimos cuatro tarjetas amarillas: Alberto Luna, Javier Lacabe, Jorge Rodríguez y Eloy Mateo.
*En la foto de Aloma, Óscar Cambra, de espaldas, y Diego Rodríguez.
NICANOR PARRA: ÁNGEL Y BESTIA
Retrato de un antipoeta indomable y vitalista que acaba de ganar el Premio Cervantes con 97 años
Los Parra son especiales en Chile y en Latinoamérica: desde Nicanor Parra a su hermana Violeta, suicida por amor hacia alguien obscenamente joven, desde Ángel e Isabel Parra a Colombina Parra, la hija del hombre de estatura mediana y estatura mediana, casi aindiados, mapuches, que recibía ayer el Premio Cervantes, galardón que ya poseían otros dos chilenos: Jorge Edwards, que frecuentó mucho en Calaceite a su paisano José Donoso, y Gonzalo Rojas, distinción que se suma a otros dos galardones universales: Gabriela Mistral fue Nobel en 1945 y Neruda, el poeta oceánico del amor y del lenguaje, que lo fue en 1971. En este río arterial de nombres de la poesía, de la cultura y de la canción chilenas (tampoco debemos olvidar a Vicente Huidobro, el poeta creacionista que está en el epicentro de las invenciones de Parra y que fue, con Juan Larrea y Gerardo Diego, un alquimista de las vanguardias. Como Nicanor Parra, Huidobro era un escritor a contrapelo, distinto, un inventor de imágenes felices, de sueños, de delirios de la palabra.
La energía del universo Parra también caracteriza a Nicanor Parra. Su padre era maestro de escuela y músico, y su madre, modista, era una de esas mujeres maternales capaces de eternizar la tarde con canciones y coplas. El joven Nicanor se inclinaría por las Matemáticas y la Física, pero también por la lírica: bebió de la tradición popular, de los romanceros y de la facilidad de Lorca, y su primer libro era un ejercicio deslumbrante y acaso ingenuo de estrofas y rimas en asonante a la manera lorquiana, y a ello volvería en ‘La cueca larga’ (1958). Más tarde, abrazaría otros credos: el canto de Walt Whitman, la ironía de Luciano, la perplejidad y el absurdo de Kafka, la huella indígena con el cóndor, el poncho y sus magias cotidianas. Y un día, tras haber estado en universidades de Estados Unidos e Inglaterra, el científico dio una vuelta de tuerca a la lírica de su país con ‘Poemas y antipoemas’ (1954), un libro germinal, distinto, desmitificador, de poesía redactada con palabras de la calle, con ironía y cinismo, con un humor que empezaba en uno y un prosaísmo controlado.
En cierto modo, Nicanor Parra buscaba el otro lado de la montaña del canto coral de Pablo Neruda: huía de la grandilocuencia y de la brillantez de las metáforas para hablar de las cosas menudas, del destino del hombre, del tiempo y de la ciencia, de la pasión casi primitiva o salvaje por las cholas, por esas mujeres desnudas que eran para él el primer volcán del mundo, el río imparable de la luz y de la belleza. La mujer y su desnudo han sido la llamada inmediata al numen para el poeta. Escribió en ‘La montaña rusa’, un poema de ‘Versos de salón’: “Durante medio siglo la poesía fue / El paraíso del tonto solemne. // Hasta que vine yo // y me instalé con mi montaña rusa. // Suban, si les parece. / Claro que yo no respondo / Si bajan echando sangre por boca y narices”. Casi un manifiesto de la antipoesía de alguien que ha traducido ‘Rey Lear’ y ‘Hamlet’ de Shakespeare.
Desde entonces, Nicanor Parra, esa voz a la contra, fue ganando adeptos. Y fue ganando adeptos su simpatía inmediata. Y su enigma. Se multiplicó su leyenda de conquistador y de hombre de grandes y violentos amores. En Chile era el amigo y el antagonista de Neruda. Bien mirado, no son tan distintos, sobre todo si pensamos en el Neruda cotidiano de las odas. Incluso tenían ambos casa en la Isla Negra. Pero Parra estaba al margen de todos los partidos: podía ser anarquista y socialista en un mismo día; podía ser clásico y moderno y transgresor en la misma tarde; taoísta y ecologista; se reinventaba a sí mismo anticipando su fin, redactando su autorretrato, o desmadejando su inventiva en chistes, artefactos (breves poemas que funcionan como epigramas y que luego también serán creaciones de poesía visual), nuevos versos, historias telúricas o tratados de buen humor a prueba de hecatombes.
También ha hecho poesía visual, instalaciones, objetos literarios, y ha apoyado con una huelga de hambre a los mapuches. Otros libros capitales de Nicanor Parra son ‘Obra gruesa’ (1969), ‘Artefactos’ (1972), ‘Chistes para desorientar a la po(lic)esía’ (1983) y ‘Hojas de parra’ (1985). El Premio Cervantes de 2011, de 97 años, se ha retratado así para la inmortalidad en su ‘Epitafio’: “Ni muy listo ni tonto de remate. /Fui lo que fui: una mezcla / De vinagre y aceite de comer / ¡Un embutido de ángel y bestia!”. [Ahora, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores publican dos tomos de su poesía, con una nota portical de Harold Bloom, entre otros.]
STANLEY KUBRICK, FOTÓGRAFO

AUTORRETRATO, CON ARTISTA DE CABARÉ, DEL JOVEN STANLEY KUBRICK
Antes de ser el gran cineasta que fue, Stanley Kubrick se ganó la vida como fotógrafo. Era excelente. Su caso es parecido, en cierta forma, al de Carlos Saura. Hace algunos años Akal publicó casi su obra fotográfica completa. Ese libro-catálogo me lo regaló Jorge Gay. Fue un regalo maravilloso, sin duda. Hoy, dando vueltas, encuentro esta foto suya, este autorretrato con bailarina o artista de cabaré.
PEDRO ANGUILA RETRATA A SAURA

RETRATO DE UN SEÑOR QUE MIRA: CARLOS SAURA
He escrito mucho, muchísimo, sobre Carlos Saura. He estado en su casa en Collado Mediano, y nos hemos encontrado en varias ciudades: Zaragoza, Huesca, Madrid, Barcelona. En el fondo, me gusta mucho más su fotografía que su cine, que ya es decir, y me gusta su vitalidad indesmayable, su pasión por crear. Escribe (novelas, guiones, recuerdos, reflexiones sobre su trabajo), pinta, hace fotos, hace cine, ópera, es un enamorado del amor y de las mujeres, fue un fotógrafo que retrató a los artistas flamencos, y hay en él algo de bailarín aplazado. Pedro Anguila le tomó esta foto; me parece que resume lo que es Saura: un mirón, un galanteador de la hermosura y la paradoja, un insaciable curioso de los colores de la alegría. La foto es de Pedro Anguila, antes Pedro Hernández, y antes y ahora un espléndido fotógrafo y una estupenda persona.
Recomiendo aquí su estupenda página web: www.pedroanguila.com
UN 'BORRADORES' DE CINE, A LAS 23.55
MONOGRÁFICO DE CINE y LITERATURA EN BORRADORES
-Esta noche el programa de Aragón Televisión se emite a las 23.55, una hora antes de lo habitual-.
Plató: Paula Ortiz, realizadora; Isabel Soria, cineasta y escritora, y David Guirao, ilustrador.
Reportajes: Mercedes Gaspar, Yolanda Liesa, Lucía Camón, Tomás Studer y Samuel Gómez, realizadores
Exposiciones: ‘Colores de África’.
Actuación musical: Carmen al Natural
Borradores emite hoy un especial de cine y literatura infantil y juvenil.
Acude al plató Paula Ortiz, que ha recibido el premio Pilar Miró en la Seminci de Valladolid por su película ‘De tu ventana a la mía’, y ha sido objeto de diversas distinciones en Las Jornadas de La Almunia y esta misma semana en el Festival de Jóvenes Realizadores de Zaragoza. Habla de su primer largometraje, de esas historias de tres mujeres (Leticia Dolera, Luisa Gavasa y Maribel Verdú), de los escenarios aragoneses y de su concepción del cine y de la escritura de guiones. Por otra parte, la escritora y cineasta Isabel Soria y el ilustrador David Guirao comentan su libro ‘Cosmogonía de las estrellas’ (Comanegra, 2011), donde exploran las posibilidades del 3D en la literatura. Aquí cuentan una historia muy poética y espectacular, muy cinematográfica y panorámica, que transcurre entre las constelaciones y propone un deslumbrante bestiario y una representación que evoca el arte greco-latino.
Además, Borradores ofrece entrevistas y reportajes con varios realizadores y creadores de videopoemas. Tomás Studer y Samuel Gómez explican las claves del documental ‘Pepín Bello, inspirando a los genios’, que ofrece un retrato del oscense que formó aquel cuadrado de leyenda con Lorca, Buñuel y Dalí. La calandina Mercedes Gaspar repasa su trayectoria: sus trabajos sobre Buñuel y Cajal, sus cortos de animación, el largometraje en el que está trabajando y la exposición de fotos que exhibe en Spectrum. Yolanda Liesa es una cineasta oscense que acaba de estrenar ‘Lo que creas tú’, un corto donde una niña se acerca al mundo de los adultos y descubre que tal vez no siempre dicen la verdad, lo descubre, además, con una procedimiento muy cinematográfico: una cámara de vídeo. Lucía Camón es una artista valenciana, de origen aragonés que creció y vivió en Caspe, que combina la poesía y la creación de videopoemas. Participó en el ciclo ProyectAragón y habla de su triple condición de actriz, poeta y cineasta. El programa se completa con una visita a la exposición ‘Colores de África’, que se exhibe en el Centro de Historias.
La actuación musical corre a cargo de Carmen al Natural, que presenta dos canciones de amor.
*En las fotos, entre otros vemos: 'De tu ventana a la mía', Mercedes Gaspar, Lucía Camón y Yolanda Liesa.
NUEVO POEMARIO DE KEPA MURUA
Kepa Murua (1962) acaba de publicar un poemario de amor y dolor, la crónica y el recuerdo de una separación, los vaivenes del desamor. Un gato, simbólico y elegante, el movimiento desvelado e incesante, es la imagen alegórica de su dolor, de su resistencia y de su esperanza. María José de Acuña, siempre tan gentil, me manda una selección de textos y una nota portical, algo más que una confesión.
CONFESIONES SOBRE EL GATO NEGRO DEL AMOR
Por Kepa Murua
El gato negro del amor es un libro íntimo. Hoy puedo sonreír al verlo, pero cómo escoció al escribirlo, pues son poemas que responden a una separación donde se plasman los juegos del amor o del desamor, el encuentro y el desencuentro entre las personas, la tristeza o la vaga esperanza de los amantes. No obstante, para que no fuera totalmente biográfico escribí un cuento poético con gatos, un juego sentimental con sus maneras de comportarse, como una realidad paralela en clara alusión a nuestras necesidades y anhelos.
El gato negro del amor contiene poemas muy personales que cambian el registro de mi escritura para volcarse en la confesión personal. Es un libro con poemas sentidos, pero si cuando los escribí, sufrí en la escritura, también sufrí en el corazón. Menos mal que mis gritos y preocupaciones no se escucharon más que dentro de las cuatro paredes de mi despacho y detrás de los frágiles tabiques de mi casa. Entre medio, en la corrección última del libro, especialmente en la lectura en voz alta de los poemas, he gozado por lo que he sido capaz de escribir y he saltado de alegría, como un niño, ante la sorpresa de una confesión o ante el dibujo logrado de un paisaje descriptivo y, como un hombre sin complejos, he sido consciente de cómo mi vida cerraba sus círculos con una naturalidad pasmosa.
Puede que nadie entienda esta confesión, pero, ahora que soy capaz de echar la vista atrás, me río de un Kepa Murua tan serio y al que le preocupaba todo de una manera exagerada. Está bien tener cierta sensibilidad, pero, de la misma manera que no hay que dejar de sorprenderse por lo que se hace, se siente o se escribe, uno no puede ser el mismo ingenuo de siempre, a todas las horas del día y delante de todo el mundo. Podría rematar este apunte diciendo que todo estaba escrito para que así fuera. Podría, además, colocar las razones que envuelven a este tipo de confesiones o análisis –apenas me costaría un segundo–, pero no quiero parecer pretencioso, aunque es así como lo creo. Toda una vida pensando en los libros que voy a escribir en un tiempo futuro y ahora que echo un vistazo atrás, que me paro como nunca antes, veo que todo estaba ahí hasta que pudiera darle forma a mi vida y a la de la gente que me rodea. El presente está para vivirlo, no hay más remedio.
Es un libro de amor, autobiográfico, que comenzó a escribirse en Londres, en 2005, y que, tras su paso por Toronto y Nueva York, fue acabado en Vitoria en 2006. Hay un cambio de voz con respecto a mi obra anterior. Creo que aún existe un eco que desvela la escritura íntima que se vislumbra en No es nada, pero, más allá de la referencia filosófica de este poemario, la voz poética de El gato negro del amor se fija en las embestidas del corazón, “a pelo”, como suele decirse. No obstante, para que la pendiente del desamor no me llevara a la tristeza absoluta y arrastrara a los lectores al desconcierto, como equilibrio, coloco el amor de mis padres, su concepción del amor, por lo menos su duración. Lo diré de nuevo: para contraponer el dolor del amor, para que el libro no fuera una caída sin frenos al abismo, coloco, como una parte sustancial de mi biografía, el matrimonio duro y eficaz, tierno y amoroso, a su vez, de los padres, que si bien no nos enseñaron a amar, nos mostraron en cambio su cariño.
También he adoptado otros riesgos. En algunos poemas, especialmente en aquellos que habla la amada, por ejemplo, he buscado una voz ingenua y clara, un tanto naif, para sentir la pureza de ese amor o ese deseo trastocado en el mundo de los sentimientos más comunes: el de los celos o la vergüenza, el de la duda o el enfado, el del rechazo o la indiferencia. En otras palabras, el de las tonterías que hacen los amantes. Y he optado por esa voz natural porque no me servían los registros a los que, por lo general, recurre la literatura en estos casos, como los de la locura o el vacío dolientes. Aquí no hay nada de eso, pues aunque se hable de lo que se hable, hay mucho color y, a veces, todo parece una fiesta, un tanto especial, de los sentidos y del cuerpo.
La idea de plasmar el amor bajo la influencia del mundo animal, de los gatos, aunque acertada, no es nueva. No tiene mucho mérito, pero he de reconocer que era cuestión de fijarse y dejarse llevar. Y sin embargo, mi fijación por los gatos –podría decir “por las gatas” perfectamente–, fue tan intensa que mientras paseaba observaba los detalles de la vida animal en la ciudad. Los parques, las vías del tren y las calles de los centros urbanos son su refugio. Me pasó en Toronto, donde un gato vivía oculto a los ojos de la gente en el pequeño jardín de la urbanización. Me pasó en Nueva York: estaba solo, abrí el cuaderno y una gata se cruzó en mi camino para que pudiera escribir “El gato desde las alturas”. El poema que da título al libro lo escribí en Carshalton (Londres), en una casa donde un gatazo negro saltaba la valla y me miraba fijamente todas las mañanas cuando a primera hora me acercaba a la ventana de la habitación para mirar qué tiempo hacía. Fue allí cuando comencé a escribir estos poemas autobiográficos en un cuaderno amarillo. Entonces, no sabía lo que me esperaba, pero me he emocionado al leer el libro.
Kepa Murua, 26 de octubre de 2011
EL NOMBRE DE MI VIDA
Lo que más me gusta de este mundo
es cómo la vida me llama
por mi nombre. Como si me buscara
o no supiera dónde encontrarme.
Mira que la vida se ríe del mundo.
Mira que el mundo no se fía de la vida.
Mira que es difícil que se lleven bien
la fría vida con el áspero mundo.
Pero lo que más me gusta es cómo
pese a todo pronuncia mi nombre.
Como si me preguntase sin preguntarme.
Como si me buscase como poeta y como hombre.
Así es el nombre de mi existencia.
Para algunos tierno, para otros con hambre.
Todos lo pronuncian diferente.
Pero ella es la única que me responde.
MI CORAZÓN DIMINUTO
Cuando mi corazón estuvo fuera de mí
yo nunca pude escribir un poema.
Lo intenté, pero no pude.
Tampoco pude escribir una carta
a mi madre por ejemplo
diciéndole que la quería.
Tampoco pude escribir una nota
a mi amigo más cercano
donde le decía que las llaves de la casa
estaban sobre la maceta roja
en la puerta de la entrada.
Cuando mi corazón estuvo perdido
en la inmensidad del tiempo
y la indiferencia eterna
no pude escribir nada.
A mi amor por ejemplo
diciéndole que la echaba de menos
y que esperaba su regreso
como lluvia que suena a diario.
Nada. Ni un poema, ni una carta.
Ni una nota, ni un recuerdo olvidado.
No pude hacer nada más que esperar
que volviera a casa
para escribir ahora este verso
donde digo que de verdad te quiero
aunque nunca te lo haya dicho antes
y sentir mi corazón diminuto
como nunca antes lo sentí
cuando estuvo dentro.
SUEÑOS DE LLUVIA
¿Dónde queda África mi amor
dónde Egipto?
En el primer continente
te esperaba el gato negro.
En el segundo viaje
el gato gris con ojos
de diamante.
Pero después de la confesión
te fuiste al sol cercano
a recorrer la fatiga
de la vida en el cuerpo
marchito del sueño roto.
¿Dónde las palabras
como promesas?
¿Dónde tu perseverancia?
Esa música que ahora
escuchan tus oídos.
Aquellas palabras
como sueños de lluvia
en medio del océano
taparon las huellas
del último viaje.
La perdición
a la vuelta de la esquina
y no lo sabíamos.
¿Dónde tu anhelo?
¿Dónde lo que siempre
perdura como prueba
irrefutable de una verdad
disuelta en agua marchita?
Desde entonces mis manos
sienten la lluvia
cuando no llueve.
Ven el mar
cuando despierta el día.
Pero no pueden creer
lo que se escucha tras la ventana
cuando no es el silencio
el que se pronuncia.
Cuando no es el tiempo
el que nos delata.
Como una sombra en el mapa
donde la ausencia
no llora su desamparo
que se anuncia
como inevitable.
Sueños de lluvia extraños
porque nunca se cumplen.
Sueños de vida
que nunca se realizan.
¿Llueve en África
ahora mi amor?
¿Llueven en tu corazón
los días de hastío?
MIGUEL ÁNGEL BERNA: AUTORRETRATO CON OTROS Y UN PAÍS DE JOTA

He estado esta pasada noche en la función de Miguel Angel Berna, ‘Bailando mi tierra’, en la Sala Mozart. El público estaba entregado: Miguel Ángel ha planteado un espectáculo compendio de una década, cruzando algunas de sus obsesiones: el mudéjar, Aragón o la tierra del dragón y la sabina, y la jota. La función, de algo menos de dos horas, cuenta con maravillosos músicos en directo, que permiten explorar distintos estilos: la música árabe, el flamenco, el jazz, incluso los ecos de la música klezmer, la música contemporánea pautada por las percusiones y algunos sonidos turbadores (están muy bien, en este apartado, otra vez, Fletes y Josué Barrés; está espléndido en realidad el grupo musical liderado por Alberto Artigas y Joaquín Pardinilla), y la jota.
En este sentido, me ha parecido mucho más apasionante la primera parte del espectáculo: ahí, Berna y sus músicos exploran nuevos caminos, se atreven. Renuevan. Siguen haciéndolo con la jota, sin duda, pero todo es un poco más previsible, y para mí menos emocionante, a pesar del trallazo de intensidad de los tambores y bombos de Albalate del Arzobispo. Al público, en cambio, le gusta mucho más la segunda parte. Ahí se producen los grandes aplausos en un montaje de muchos aplausos y de identificación absoluta con Berna, palpita la emoción, o incluso se oye una voz femenina que grita, ante un solo de Berna: “¡Tío bueno!”
Miguel Ángel tiene muchas virtudes: ha creado equipos, y pienso en los músicos, en intérpretes como María José Hernández y Lorena Palacio, en las jotas, ha creado equipo de diseño y artístico, incorpora a los jóvenes bailarines y una escenografía de Martínez Tendero. Miguel Ángel asume cada vez menor protagonismo: cree en sus bailarines y en sus coreografías. Está y hace estar a los demás. Y sobre todo, insisto en ello, si alguna vez se ha sentido el malquerido, el incomprendido, nada más lejos: Miguel Ángel Berna es querido, es aplaudido y ensalzado. Emociona a la gente. Es jotero clásico y jotero que renueva desde el baile y la música. Y suscita admiración y muchos, muchos minutos de aplausos.
SÓCRATES O EL TALÓN DE DIOS
SÓCRATES
Hay futbolistas raros que flotan sobre el césped. Se mueven, zigzaguean aquí, amagan allá, bajan el balón y reptan con elegancia animal; hay un instante en que diríamos que parecen levitar. Que fundan un orden nuevo, una placidez, un deslumbramiento. Y eso ocurría con Sócrates, el centrocampista de cuerpo casi gigante, 1.92, y de pie breve, apenas un 37, que acaba de fallecer a los 57 años. El futbolista que se parecía un poco a su ídolo Che Guevara y que se reunió en el desierto con el atrabiliario Gadafi, cuando el tirano parecía un rebelde antisistema. Si lo veías, con sus pasos grandes de zancuda, sospechabas que era lento. Era tan esbelto que pensabas que iba a ser quebradizo, vulnerable a cualquier patada o empujón. Incluso tenía algo de hippie extraviado en un estadio: con aquel pelo ensortijado, con aquella cinta que reclamaba libertad y justicia como si fuera un Mesías de los pobres.
En sus días de gloria, los futbolistas llevaban un pantalón minúsculo y ajustado: hasta por eso reclamaba la atención el jugador del Corinthians. El doctor Sócrates poseía buen porte y nada hacía pensar que fuera un gladiador. Sócrates se buscaba a sí mismo y se encontraba en los demás. En el juego colectivo, en la arrancada, en el contragolpe, en el pase preciso, en aquella elegancia que empezaba por su actitud: siempre tenía la cabeza erguida. Se encontraba con los otros, con aquella media inolvidable que formaba con Falçao, Toninho Cerezo y Zico, empujados desde atrás por Junior; arriba los esperaba a todos el cañonero Eder. Sócrates era, con Zico, el líder del Brasil de 1982, que perdió ante Italia por 3-2: aquel equipo estaba llamado a hacer historia, pero le venció su excesiva facilidad, una cierta indolencia y la soberbia, y la pegada trasalpina, por supuesto. Rossi, con tres goles, lo mandó a casa y destrozó la leyenda futura de aquel conjunto, donde brillaba Sócrates.
Brillaban los demás, y brillaban mucho, pero Sócrates era especial: era un mago, un malabarista, un jugador táctico si era necesario, buen cabeceador y, ante todo, un centrocampista imprevisible. Desconcertante. De seda y de hierro, delicado y fajador. Siempre sabía lo que había que hacer. En 1986, en el Mundial de Maradona en México, Sócrates volvía a ser el mariscal del ‘jogo bonito’ de Brasil, pero también cayó cuando empezaba a librarse la batalla del título ante Francia en los penaltis.
Sócrates trajo al fútbol algo nuevo: el compromiso social, la defensa del paria, la exaltación de la libertad y de la república. Y dejó, y para ser centrocampista no es nada desdeñable, más de 200 goles. Nadie en la historia del fútbol ha golpeado de tacón como él: marcaba hasta penaltis. Si Maradona fue “la mano de Dios” y mucho más en el altiplano mexicano en 1986, Sócrates, el doctor Sócrates de balones, estrategias y almas de espectadores a la deriva, deberá pasar a la historia como ‘El tacón de Dios’. O, simplemente, ‘Talón de Dios’.
*Este texto, con leves cambios, apareció el martes en heraldo.es.
'ZARABANDA', POR JULIO JOSÉ ORDOVÁS
[Hoy, en la página tres del suplemento ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón, Julio José Ordovás publica este artículo. Por un error mío de edición , el artículo aparece firmado por Julio José Delgado. Por supuesto que es de Ordovás. Lo lamento de veras por Julio, por Javier Delgado y por Miguel Sánchez-Ostiz.]
La foto de Miguel Sánchez-Ostiz pertenece al 'Diario de Navarra'.
CUERPOS DE TEXTO
Julio José Ordovás
Zarabanda
La institución medular de la sociedad vasconavarra no es otra que la cuadrilla. La cuadrilla es sagrada, intocable, el tótem de la tribu, la caja de las esencias, el copón de la baraja. “Zarabanda” (Pamiela) es la novela de una cuadrilla que tropieza con el cadáver de un travesti en una vieja calera de la que pronto empiezan a salir toda clase de fantasmas en tétrica procesión. La cuadrilla ya no es aquella alegre, aunque sombría, panda felliniana de “I vitelloni”. Han pasado los años y el tiempo los ha dejado a todos para el arrastre. Los sueños se los comieron los gusanos. Hay demasiadas cruces en la agenda y demasiados agujeros en la memoria. Les queda el alcohol y la comida en el Jai-Alai y están dispuestos a tragar hasta reventar, como en “La grande bouffe”.
Miguel Sánchez-Ostiz ha vuelto a Humberri, la frontera del país de la niebla, para hacer sonar la flauta shakesperiana del Rumor, donde soplan las sospechas, los recelos y las conjeturas. La zarabanda del título es una melopea de voces cínicas, oscuras, amordazadas, cobardes, lúcidas, derrotadas. Voces que se pisan y se escupen y no pueden parar de ladrar, cotorras de guiñol que se aclaran la garganta apurando la cerveza agria de Flann O’Brien, esa que hace hablar por los codos a los muertos.
La calera, la sima, la ciénaga, el pozo negro al que van a parar los sin nombre, los sin papeles, los que sobran porque alguien decide que sobran, los que nunca disfrutaron de la protección de la cuadrilla. La leyenda fúnebre de la sima se remonta al menos a la Tercera Guerra Carlista. Desde entonces ha sido la tapadera de demasiados crímenes, “el aliviadero de la mala memoria de Humberri”, un agujero en el que la mayoría prefiere no meter las narices, por si acaso.
PAULA ORTIZ, MERCEDES GASPAR, YOLANDA LIESA, SORIA & GUIRAO, EN BORRADORES

A las doce de la mañana se redifunde ‘Borradores’ (Aragón Televisión), que rinde homenaje a ProyectAragón y al Festival de Cine de Realizadores con sus invitados. Acuden al plató Paula Ortiz, realizadora de ‘De tu ventana a la mía’, cuyo tráiler se remite; e Isabel Soria, cineasta y escritora, y David Guirao, ilustrador, que acaban de firmar el álbum en 3D ‘Cosmogonía de las estrellas’ (Comanegra). Además, se emiten diversos reportajes-entrevistas con la cineasta Mercedes Gaspar, que analiza su trayectoria; Yolanda Liesa, autora de un delicioso poema visual y poético, ‘Lo que creas tú’; Lucía Camón, que realiza videopoemas y firma el poemario ‘Siete veces sí’; y Tomás Studer y Samuel Gómez, realizador y montador de ‘Pepín Bello, inspirando a los genios’. Se visita la exposición ‘Colores de África’. Y la actuación musical corre a cargo de Carmen al Natural. Si vas a quedarte en casa en este día de niebla, es una buena propuesta. Es un programa muy completo con muchos puntos de vista.
*La foto de Leticia Dolera, una de las actrices de 'De tu ventana a la mía', es de Jorge Fuembuena.
PALMARÉS Y PREMIOS DEL FESTIVAL DE CINE DE ZARAGOZA

Esta mañana, a las 12.15, se clausura el Festival de Cine de Zaragoza, en el Palacio de Congreso de la Expo. Se entregarán diversos premios a Mercedes Gaspar, Paula Ortiz y Fernando Trueba. Y este es el palmarés oficial del certamen:
Mejor Corto Nacional de Ficción:
“LIBRE DIRECTO” de Bernabé Rico.
Mejor Corto Aragonés de Ficción:
“AMORES CIEGOS” de Marise Samitier
Mejor Corto Nacional de Animación:
“EL VIAJE DE MARIA” de Miguel Gallardo
Mejor Corto de un joven realizador:
“MI LUCHA” de Aitor Aspe y José Mª de la Puente
Mejor Video Clip:
“OCEANO DE CARNE” de Quentin Ozores
Mejor Cortometraje Serie Z:
“KILLERS POR EL MUNDO” de Ángel M. Salo
Mejor DOCUMENTAL:
“HOMBRE MÁQUINA” de Alfonso Moral y Roser Corella
Mejor Largometraje OPERA PRIMA:
“SIN COBERTURA” de Manu Fernández
Premio del Público:
“ESO TE PASA POR BARROCO” de Pablo Serrano
*La foto de Fernando Trueba es de Aloma Rodríguez.
'LA CLIENTA' DE MARGARITA BARBÁCHANO

MARGARITA BARBÁCHANO
Y SUS ‘MUJERES DE EDAD INVISIBLE’
Este miércoles 14, a las 19.30, en el vestíbulo del Teatro Principal, Margarita Barbáchano presentará su nuevo libro: ‘Mujeres en la edad invisible’, cuentos ilustrados por distintas fotógrafas. En el acto de presentación estarán la cineasta Paula Ortiz, la actriz Luisa Gavasa, el editor de Mira Joaquín Casanova, la autora y las trece fotógrafas. Margarita Barbáchano define así su libro: “‘Mujeres en la edad invisible’ (Mira) son doce historias o relatos diferentes de mujeres en tránsito entre la juventud que se pierde y la vejez que llega sin avisar. Mujeres que llenan las calles, los actos culturales, los hospitales, los autobuses, los parques, la vida..., y que, sin embargo, son anónimas, invisibles para la mayoría, incluso para su propia familia muchas veces. Mujeres que hablan con voz propia y nos explican qué les pasa, cómo se encuentran en este preciso momento de su camino. Cada relato tiene una protagonista y cada capítulo se abre con la mirada personal de una fotógrafa que capta el sentimiento de esa historia narrada. En este nuevo libro hay bastante sentido del humor, algo de dolor y mucha complicidad con el género humano. El libro lleva portada de la gran Helena Almedia (Lisboa, 1934), y fotos de Pilar Albajar, Paulina Aleshkina, Cecilia Casas, Cecilia de Val, Virginia Espá, Margarita García Buñuel, Rosane Marinho, Delia Maza, Vicky Mendiz, Peyrotau Sediles, Luisa Rojo y Olga Vallejo.
Al día siguiente de la presentación del libro: el jueves 15 de diciembre a las 20 horas, estas fotógrafas colgarán su obra en la galería Spectrum, de Julio Álvarez Sotos, en una exposición colectiva, titulada ‘Mujeres’”.
Margarita me envía uno de los cuentos, ‘La clienta’, y esta foto de Margarita García Buñuel.
LA CLIENTA
Por Margarita Barbáchano
La primera vez que se puso a buscar en Internet «Contactos para
mujeres» le temblaban los dedos. Se sentía sucia o como si estuviera
haciendo algo malo. Le costó varias semanas investigar en la red esta
clase de servicios. Y, sobre todo, descartar la basura entre la no muy
amplia oferta de contactos masculinos. Para Irene todo era desechable:
anuncios de jóvenes musculosos que parecía que iban a destrozarte
entre sus brazos, cifras escalofriantes para ofrecer las medidas de sus
atributos sexuales o frases que eran de todo menos alentadoras para
cerrar un encuentro. Poco a poco fue intuyendo que los anuncios más
discretos: un nombre y un número de móvil, podían ser la pista a seguir.
Al cabo de un mes de investigación pudo hacerse con dos o tres
contactos personales, sin agencias de por medio. Vivir en una gran
ciudad facilitaba la oferta, que aun así era decepcionante para una
mujer necesitada de sexo en algún momento de su vida.
Las primeras citas, antes de pasar a la acción, resultaron un auténtico
desastre. O eran un compendio de músculos sin cerebro, o tenían
una pinta de pervertidos que asustaba nada más verlos. No tiró
la toalla y siguió acudiendo a las citas concertadas. En el fondo le divertía
la situación. Se trataba de una elección. Ella era la que elegía el
género. La que pagaba el producto. Descartó a todos los que iban de
profesionales del sexo.
Con David tuvo suerte porque en cuanto se sentaron a hablar
en una cafetería supo que aquel chico podía encajar en sus pretensiones.
Discreto, tímido, incluso con un punto de culpabilidad por estar
haciendo estas cosas con mujeres desconocidas y cobrar por ello. Irene
lo llamaba una vez al mes. Trescientos euros por encuentro. Ella ponía
las condiciones.
A Irene le iba bien en la peluquería. Tenía tres empleadas y las
hipotecas saldadas desde hacía tiempo. Después de su divorcio, hace
ya diez años de aquello, tuvo algunas relaciones de pareja pero ninguna
duró lo suficiente. Había asumido con total ecuanimidad que lo
mejor era estar sola y vivir su vida sin rendir cuentas a nadie. Pero no
por ello iba a renunciar al sexo. Y estaba ya harta de intentar seducir
a algún posible candidato entre su círculo de amistades, cada vez más
reducido por otra parte. Y siempre con resultados descorazonadores.
Donde Irene ponía pasión, encanto, diversión y generosidad, solo encontraba
frustración, cobardía o prepotencia y vanidad.
Unas Navidades hablando con su hermana le dijo: «¿Por qué no
puedo pagar a un hombre para invitarle a cenar y llevármelo a la cama
después? ¿Por qué los hombres se van de putas cuando les place y las
mujeres no tenemos esa opción?». Su hermana le contestó que estaba
loca, que dónde se iba a meter. «Seguro que en algún lío. Con lo tranquila
que vives, hija. Ya son ganas de complicarse la vida». Además, le
reprochó su frialdad. «Sin amor, sin que te guste, al menos un poco…
Follar, por follar. No lo entiendo», concluyó moviendo la cabeza y mirándola
como a un bicho raro.
«Pues está muy claro. Estoy cansada de intentar empezar una
relación, aunque solo sea sexual, tener un amante esporádico. Todo
son problemas. A unos les resulto demasiado mayor para pensar en
el sexo; otros quieren una relación estable con lavadora, plancha y comida
gratis todos los días; y hay un tercer tipo de hombre que te mira
como si hubiera perdido el juicio, como si a mi edad únicamente pudieran
interesarme la gastronomía o los viajes exóticos y en grupo.
Estoy harta de llevarme decepciones, de intentar resultar sexi o encantadora
para, al final, agotarme en el intento y fracasar de nuevo.
Ahora quiero pagar para que me hagan bien el amor. Es algo físico y
agradable, ¿no? ¿Por qué no voy a pagar un buen precio por ello?».
Incluso razonaba, con toda la razón, que si se paga por recibir un buen
masaje en la espalda o en los pies, no entendía por qué no se podía
«encargar» un servicio más completo. Para escandalizar más a su hermana,
le recordó una frase de Mae West: «Un orgasmo al día mantiene
lejos al médico».
La hermana de Irene escuchaba estos argumentos con un punto
de resignación, pensando que con su forma de ser tan libre y tan lógica
lo que hacía era asustar a los hombres. Vamos, que los acobardaba a
las primeras de cambio. Tampoco entendía muy bien por qué había
optado Irene por esa forma tan poco ortodoxa de tener relaciones sexuales,
puesto que de las dos hermanas, ella era la más agraciada físicamente
y la que desde siempre había atraído a los hombres a primera
vista. Irene conservaba una bonita figura, ágil y esbelta, y un rostro
hermoso y dulce. Razones más que suficientes, creía, para tener éxito
con los hombres, sin necesidad de «utilizar a prostitutos para un revolcón
a precio de oro».
Solían quedar en cafeterías distintas y de allí se iban a un hotel
(al principio); a veces frecuentaban su apartamento (muy esporádicamente);
o incluso lo hacían dentro del coche en medio de un aparcamiento
desierto. Dependía del estado de ánimo de Irene, que es la que
llevaba la voz cantante, para eso era la clienta. Por lo general, el día
que quedaba con David, le gustaba invitarlo a cenar en algún sitio agradable,
que no tenía que ser precisamente caro, para después tener la
seguridad de que la noche iba a terminar bien. Es decir, con su cuerpo
acariciado, sus músculos en acción y las hormonas en funcionamiento.
«Una puesta a punto», como solía decirse con sentido del humor. Un
capricho que le salía caro, pero que resultaba mucho más beneficioso
para la salud que gastarse 500 euros en un tratamiento facial. Estos
encuentros también tenían la ventaja de no estar pendiente de las reacciones
del otro. El chico era joven y bien dotado, por lo que cumplía
su papel a la perfección. Sabía cómo trabajar el cuerpo de una mujer.
Con una mezcla sabia de ternura y eficacia.
Por su parte, David estaba encantado con Irene. Era su clienta
preferida: guapa, madura atractiva, decidida y con las ideas muy claras.
Una mujer que sabía lo que quería y pagaba por ello. Sin pedir excentricidades
ni cosas raras. Simplemente, que le hiciera bien el amor. Que fuera educado y limpio.
Desde que llegó a la gran ciudad había trabajado en todo ese
tipo de cosas que están al alcance de un emigrante, sin poder levantar
cabeza en tres años. Hacía un año que había montado una pequeña
empresa de arreglos informáticos, con un amigo suyo como socio,
que no iba todo lo bien que exigía el pago mensual de la hipoteca.
Necesitaba dinero extra y de forma rápida. Así que se metió en esto
para probar y ganar un dinero fácil. Lo de colgar un anuncio en Internet
se lo aconsejó un amigo parisino que se ganaba sus buenos euros
al mes con cuatro clientas fijas. «Las mujeres no te dan problemas.
Suelen ser señoras con una buena posición económica; para ellas lo
más importante es la discreción y solo piden que se las quiera y se las
contemple durante un par de horas. Es el negocio perfecto, chico. Ni
lo dudes. Anímate», le había dicho Jean Paul. La verdad es que como
trabajo por horas no estaba nada mal, sobre todo para un hombre. El
francés también le había comentado que la clase de mujeres que acuden
a este tipo de contactos por lo general huyen de las agencias, de
los intermediarios y no quieren saber nada de chulos ni de putos (recuerda
que había utilizado esta palabra). Por lo visto, según Jean Paul,
este negocio no tenía nada que ver con la prostitución organizada.
«Esto es algo privé, tremendamente privé», recalcó más de una vez.
David se había dado cuenta de que lo más importante en este
asunto en el que andaba metido era mantener una buena forma física,
sin exageraciones de gimnasio (con no tener barriga bastaba), vestir
con discreción y ser educado. Punto. Lo demás quedaba para los gustos
de las clientas en la intimidad del trato acordado. Al principio no
llamaba nadie; pero al cabo de un tiempo empezó a sonar el móvil
con voces de mujeres al otro lado. Unas seguras, las menos, y otras
tímidas, inseguras, con temor a lo que pudieran encontrar, sin saber
muy bien cómo desenvolverse en semejante situación. Su iniciación
empezó con una señora brasileña, esposa de un conocido ginecólogo,
forrada de pasta hasta las cejas. Le citaba dos veces al mes en el
mismo hotel siempre. Y con ella hay que reconocer que se ganaba los
trescientos euros que cobraba. Era insaciable sexualmente, y manejar
un cuerpo de 85 kilos no era precisamente algo agradable; sobre todo
cuando la brasileña se empeñaba en ponerse encima y moverse a
ritmo de samba.
Claro que con treinta años se puede casi con todo. Poco a poco,
David fue pagando a su banco atrasos acumulados y el alquiler de su
pequeño apartamento todos los meses. Ahora solo faltaba que la empresa
empezara a funcionar con más alegría. Entonces es cuando se plantearía dejarlo.
Eso es lo que pensaba David cada vez que se subía
los pantalones y se metía los billetes en el bolsillo. Nunca en su corta
vida había ganado dinero de una forma tan sencilla, y prácticamente
sin riesgos: las mujeres a esas edades no se quedan embarazadas, son
personas que se cuidan y no suelen transmitir enfermedades contagiosas,
y la regla de oro es la discreción. Un trueque de necesidades,
sin más.
Todavía recordaba Irene lo mal que lo pasó con su último intento
de seducir a un hombre que le gustaba. Todo ello antes de meterse en
Internet para buscar un contacto sexual. Después de aquella decepción,
se prometió que nunca más se humillaría delante de un hombre,
ni se esforzaría lo más mínimo por acaparar su atención. Ocurrió durante
el pasado otoño, en una conferencia sobre filosofía y arte a la
que acudió por llenar una tarde que libraba en la peluquería. El conferenciante
era un señor estupendo que había copado las páginas de
cultura en la semana previa a su charla en el Círculo. Irene se decidió
a ir porque le pareció guapísimo en las fotos. Lo de menos era el contenido
de su conferencia. Quedó con una amiga y para allí se fueron.
Al natural no desmerecía en absoluto. Tendría su misma edad, alrededor
de los sesenta, más o menos. Alto, delgado, con el pelo castaño
y ligeramente canoso, vestía con esa elegancia desenfadada de los intelectuales.
Le gustó su voz y el modo en cómo explicaba sus ideas al
público. Al final de la charla se formó una larga fila de mujeres, sobre
todo, a la búsqueda de la firma de un ejemplar de su libro. Irene pensó,
con acierto, que no merecía la pena ponerse a la cola. Demasiada
competencia. Y él iba a lo suyo: sonrisa, ¿nombre? y a estampar su
firma. Mejor indagar en su página web y mandarle un mensaje algo
misterioso y halagador. A ver si picaba el anzuelo.
Al fin y al cabo, era un juego. Y a Irene le gustaba jugar. El
eterno juego de la seducción que tan bien le había funcionado siempre
en sus tiempos jóvenes. ¿Por qué no intentarlo ahora también? Dejó
pasar una semana y le envió un mensaje con un archivo adjunto en el
que se veía una fotografía suya en la que estaba realmente atractiva.
La foto era de hacía un año, pero no había cambiado tanto. Solo que
se la hicieron en estudio y ahí se controla muy bien la iluminación.
Esencial para fotografiar a una mujer madura. Pasaron quince días y
en su bandeja de entrada no había ningún mensaje del escritor. Su sorpresa
fue mayúscula cuando una mañana de domingo entró en su correo
y vio que tenía una contestación de él. Escueta, pero que dejaba
una puerta abierta a seguir manteniendo este tipo de correspondencia
online. Se intercambiaron varios mensajes hasta que Irene creyó oportuno
pasar a la acción: quería verlo. Propuso una cita y que él eligiera
el día y la hora. Ella estaría allí, si accedía.
Sonríe con un poco de amargura recordando la ilusión de los
preparativos. Sacar los billetes del AVE, reservar una noche de hotel,
pensar y repensar qué se pondría para la ocasión. Algo sencillo pero
favorecedor. Ya se imaginaba dónde harían el amor, si en su casa, si
no vivía en pareja, o en el hotel. Cómo sería el restaurante elegido
para invitarla a cenar en un ambiente romántico e introductorio de
posteriores desahogos. No le cabía otra posibilidad en la cabeza. Si
no, ¿para qué acceder a una cita en su ciudad para conocerse?, se
preguntaba a sí misma mientras se cambiaba de ropa una y otra vez,
sin encontrar nada adecuado para la situación que había provocado.
Ya le inquietó la hora fijada para el encuentro: a las 14:00 h en
una plaza céntrica. «Bueno, será para comer juntos. Aunque hubiera
preferido que nos encontráramos para cenar». Comieron en un pequeño
bistró cercano a la plaza en la que se habían citado. La conversación
fue amena y fluida, aunque Irene estaba nerviosa como una
colegiala. Hablaron de todo un poco, hasta de política. Pero pasaba
el tiempo y no entraban en el terreno personal, lo que a Irene le pareció
algo desalentador. En cuanto trajeron los cafés y se los tomaron,
él se levantó con un «Bueno, yo es que me tengo que ir ya…». Y, justo
antes de salir del restaurante, va el tipo y le pregunta: «¿Has
traído mi libro? Si quieres te lo firmo». Entonces a Irene a poco le entran
las arritmias y el infarto de golpe. «Pues no, no lo he comprado.
Además, pesa bastante para llevarlo en mi bolso de viaje», se le ocurrió
decir, por decir algo. «Pues, nada. Seguiremos en contacto». Un par
de besos etéreos en las mejillas y desapareció el famoso y engreído
intelectual, dejándola descompuesta y tratando de aguantar el tipo y
disimular la frustración que sentía. Eran las cuatro y media de la tarde
de un sábado en una ciudad desconocida. Una hora horrorosa para
irse a la solitaria habitación de un hotel en la que había depositado
tantas esperanzas de goce y de pasión desconocidas.
Irene caminó por las calles desiertas de la ciudad reteniendo la
rabia y las lágrimas ante el soberano desprecio infringido a su persona.
«Pero, bueno, este hombre se cree que alguien hace un viaje, coge
trenes, taxis, se gasta una pasta en un hotel de cuatro estrellas, para
verle dos horas en un restaurante de mierda (pagó la cuenta, eso sí),
y me firme un libro que devotamente he debido comprar antes…». Increíble,
pero existen tipos así. Hombres que si no tienen delante a una
mujer joven y espléndida, babeando ante sus prodigiosas dotes intelectuales,
y alabando su obra, reaccionan con el mayor de los desprecios.
Ni siquiera disimula que tiene prisa en irse y dejar con dos palmos
de narices a la admiradora de turno. Si, además, la tal admiradora
tiene su edad, ni te cuento…
A partir de entonces, Irene se prometió que nadie la volvería a
humillar así. Esfuerzo cero. Mejor pagar por tener sexo con un hombre
joven y bien dotado. Y, luego, cada uno a sus asuntos. Era triste reconocerlo
pero al parecer la seducción ejercida por una mujer madura e
inteligente no causa los efectos buscados. Y, sin embargo, en sentido
contrario funciona perfectamente. Irene no cerraba las puertas a posibles
encuentros normalizados con un hombre que se pudiera sentir
atraído hacia ella, pero mientras tanto tenía solucionada esa parte de
la vida, que, siendo importante, parece que desaparece del historial
de cualquier mujer cuando va cumpliendo años y carece de pareja estable.
Además, tenía que reconocerlo, le gustaba esa sensación de dominio
que ejercía una vez al mes.
'DETRÁS DELTIEMPO': CINE DE ZATÓN
‘DETRÁS DEL TIEMPO’:
UN PROYECTO DE JESÚS ZATÓN
Esta mañana, en la clausura del Festival de Cine de Zaragoza, me he encontrado con un sinfín de amigos. Gentes de la televisión, del cine, de las letras. Entre ellos, estaba el equipo de ‘Detrás del tiempo’, una película de ficción, que será un mediometraje, de unos 45 minutos. Está basada en una idea de Jesús Zatón, escritor, guionista, ilustrador y fotógrafo, que aquí también asume la labor de director. Los productores son Fernando Yarza y Juanjo Delgado. Me decían que apenas les quedan dos o tres días de rodaje, con el actor Alfonso Pablo, creo, para una película laboriosa que luego será reducida a un formato de unos 30 minutos para realizar su recorrido en festivales. Jesús Zatón es un humanista muy completo: alterna la creación plástica y la teoría, con las letras y el cine. El proyecto tiene una estimulante página (www.detrasdeltiempo.com) con un currículo muy completo de todo el equipo, el story board e incluso el guión, que gira en torno a un hombre, un profesor, que se desenvuelve entre tres mujeres. Él es Jesús Bernal, y ellas son Natalia Diloy, Ana Portolés y Patricia López. ¡Viva el cine!
GARRAPINILLOS 1- PICASSO 2

GARRAPINILOS, 1 (Óscar)- PICASSO, 2
¡TENÍA QUE PASAR!
Sabía que tendría que pasar. Llevábamos once partidos invictos: nueve victorias y dos empates. Tras la laboriosa victoria ante El Salvador, probablemente el mejor conjunto de la categoría, nos visitaba hoy el Picasso. Otro buen equipo, de los de arriba. Se había caído, por lesión, Jorge Blasco. La verdad es que hoy no las tenía todas conmigo: hicimos un par de cambios. Alberto Luna tomó el relevo de Jorge y Alberto Rubio sustituyó a Jorge Rodríguez. La primera fue una sustitución forzosa; la segunda, una oportunidad de salida para Alberto, que ha entrenado muy bien todas estas semanas, y un descanso para Jorge, que tenía pequeños problemas de pubis. Formamos de salida así: Luis; David Mateo, Jorge Lacabe, Jorge Beltrán, Dani Pequerul; Diego Rodríguez, Alberto Luna, Fran Moreno; Óscar Cambra, Eloy Mateo y Alberto Rubio. Entrarían a lo largo del partido Eduardo García Pirri, Kike Alcubierre, Jaime, Jorge Rodríguez y José Antonio Mochales ‘Pitu’.
Al Garrapinillos le costó entrar en el partido. Los azules del Picasso, muy bien situados, empezaron dominando. Además, pronto tuvimos un contratiempo muy importante: el capitán Javier Lacabe, nuestro cierre, tuvo que retirarse por lesión a los cinco minutos. Y de ese dominio nació su primer tanto. Los nuestros se estiraban y se estiraban, intentaban triangular en el centro y forzaron varias ocasiones de gol a las que respondían también los del Picasso; de repente, tras detener un contragolpe, Alberto Luna se hace con un balón en el centro del campo, ve la buena posición de Óscar, y le envía un balón medido: Oscar avanza por la izquierda y bate al portero.
En la segunda el Garrapinillos empezaba a adueñarse del choque. Ellos jugaban con seriedad, con dos jugadores: el cuatro, un veterano con calidad y un delantero centro, al que parecían llamarle ‘Canario’, realmente peligroso. Escurridizo, veloz, con buen control de balón. Los rojillos avanzaban y generaban ocasiones: el centro del campo con Diego, Luna y Fran empezaba a hacerse con el choque. Pero se produjo una tangana, y de ella salió David Mateo con la segunda amarilla. Nos quedamos con diez. Y poco después, en un otro lance en el que Fran fue objeto de falta, le soltó una tarascada a su adversario: roja directa. Con todo el Garrapinillos siguió peleando por la victoria. Siguió fajándose con internadas constantes de Óscar y de Diego, sobre todo, con los disparos y los córners de Jorge Rodríguez, pero hoy no era el día de nuestros goles, ni el de Eloy, poco afortunado de cara al gol. En un contragolpe, el Picasso marcó su segundo gol. Y aún buscamos el empate: de córner, de falta, al contragolpe, con ese componente de pasión y heroísmo de domingo vespertino. El Picasso también generó nuevas ocasiones, y el tiempo fue pasando pasando, en medio de la niebla, y acabó obteniendo la victoria por 1-2.
El Garrapinillos perdió su segundo partido. Tenía que pasar, pero lo cierto es que nunca debimos perder: lo hicimos, además de los méritos del rival, que aprovechó nuestra inferioridad numérica, por esos calentones que no conducen a ningún sitio. Ahora, el Garrapinillos tiene tres expulsados: Jesús Ángel, David Mateo y Fran Moreno, y varios lesionados: Javier Lacabe y Jorge Blasco, entre otros. Pero habrá que seguir. Todos pierden: también perdió el Madrid, eso sí, lo hizo con once jugadores, ante un equipo que jugó con sus armas.
Pese al varapalo, seguimos líderes con tres puntos sobre el A Mesa Puesta Anento, que ha vencido al Movera, y cinco sobre El Salvador, que ha empatado fuera. Nadie lo tiene fácil.
*Diego Rodríguez en una foto de Josean Melendo.
DOMINIQUE SANDA POR CARLOS FREIRE

DOMINIQUE Y NICOLÁS:
RETRATO DE PAREJA CON PERROS
Dominique Sanda vive desde hace algunos años en Buenos Aires. Hace teatro e intenta vivir tranquila. No ha perdido la elegancia de ayer ni de anteayer. Carlos Freire les hizo a ella y a su marido Nicolás Cutzarida esta estupenda foto de paseo con perros. En una entrevista con Claudio Ratier, Dominique explicaba que vive en Buenos Aires por trabajo... “Sí, y por amor, porque en esa oportunidad encontré a mi marido, Nicolás Cutzarida. Lo conocí a través de su hermana, con quien nos hicimos amigas en París en 1988. Ella es profesora de idiomas y me enseñó el ‘porteño’ que debí hablar en la película de Becchis [‘Garage Olimpo’, 1998]. Obviamente me decidí por Buenos Aires, pero siempre con la posibilidad de regresar a Francia, donde tengo a mi familia”. Nicolás Cutzarida es rumano, filósofo y profesor universitario.
FOTO SAFARI DE LA SOLIDARIDAD

[El periodista y escritor Juan Luis Saldaña, antaño músico en Nubosidad Variable, me envía este proyecto con la ilustración de Víctor Montalbán.]
La Fundación Canfranc celebra su XV aniversario con su Foto Safari Solidario 2.0 y un vino con sorteo solidario en el hotel Meliá.
El Foto Safari Solidario 2.0. que tendrá lugar el día 16 de diciembre de 11 am. a 11 pm. es un concurso fotográfico global sin precedentes en el que cada participante debe realizar 10 fotografías y enviarlas a través de las redes sociales. Por cada fotografía que se presente al concurso, la Fundación Canfranc, con el patrocinio de la Caja Rural de Teruel, dedicará 1 euro al proyecto de Mejora de la salud de 220 niños desnutridos y con necesidades especiales en Muketuri, Norh Shoa, Etiopía.
Se esperan participantes de China, Polonia, Etiopía, Ecuador, Costa de Marfil y, sobre todo, de Aragón.
Información y bases: www.fundacioncanfranc.org
El día 17, en el Hotel Melia a las 19 h, la Fundación Celebrará sus XV años con un sorteo solidario de regalos en el que colaboran entre otros Peletería Gabriel, Hotel Don Paco, Perfumería Yagüe, Real Zaragoza, Muebles Rey, Bodegas Isidro Milagro, Restaurante Gayarre, Imaginarium, Baby Mami, Aramon, Aston, la artista Maria Angela Vila Burch, Paquita Ors y The Dream Bag.
JUAN JOSÉ VERA: UN DIÁLOGO

[Esta tarde, en el Museo de Zaragoza, se le hace entrega a Juan José Vera del Premio Aragón-Goya 2011. Hace poco tiempo publiqué este diálogo con él: lo recupero aquí con dos fotos de José Miguel Marco: una en su estudio y otra realizada en el balneario de Jaraba.]
El estudio de Juan José Vera (Guadalajara, 1926) parece el de un brujo postergado o el de un alquimista medieval. Está poblado de arriba abajo: de cientos de cuadros y dibujos, de carpetas, de esculturas que parecen juguetes policromados, de botellas pintadas. Una estufa antigua le confiere un aire de otra época: de avanzada posguerra. De intimidad sigilosa, de faro de fuego contra el frío. El taller de Juan José Vera es el arsenal de creación de toda una vida de arte, de música, de lecturas, de pasión por la belleza y por el color. Dice el artista: “Soy adicto al trabajo. Me levanto a las cinco o a las seis de la mañana, y me pongo a dibujar, a pintar, a crear cosas. Es mi condena y mi salvación. Hacia las diez vengo aquí y pinto. A veces pinto por las dos caras, por eso digo que a veces yo hago cuadros-gangas, o dos por uno: pinto por delante y por detrás. Y no solo eso, a veces, cuando me quedo sin lienzos, vuelvo a pintar lo ya pintado, a hacer un cuadro nuevo. Para crear necesito la inspiración, y a mí me inspiran sobre todo los niños, mis nietos en especial, y las mujeres”. Hay algo que distingue también a Vera: el interés por los cuadros ajenos, el gusto por la pintura en sí misma. En el centro de su estudio campa una arpillera de los años 60 de su gran amigo Daniel Sahún.
¿Empezamos?
Mi familia era de Guadalajara, mi padre, Gabriel Vera Oria, había sido auditor de Cuentas del Estado y maestro, y entonces era inspector de Primera Enseñanza. Una de mis hermanas se casó con el médico de Robres, Juan Valdivia, y por estar más cerca de ella nos trasladamos todos a Zaragoza, a Paseo Sagasta 78.
Siempre ha hablado usted muy bien de ese cuñado.
Fue muy importante para mí. Era dieciocho años mayor que mi hermana y algunos más que yo, pero poseía una memoria asombrosa. Él me descubrió la poesía: me recitaba de memoria todo Bécquer, la poesía clásica española. Tenía la memoria más prodigiosa que yo he conocido nunca, y era un humanista integral. Cuando se murió, hacia 1948, le dediqué un cuadro: ‘Arlequín muerto’, realizado tras ver su cadáver.
Ha dicho usted que había sido siempre un huérfano de padre…
Desde luego. A mi padre lo fusilaron en Torrero. Él era inspector de educación, fundó colegios, creía en la enseñanza en libertad. Recuerdo que una vez, en uno de los colegios a los que fui de niño, habló con el profesor; este elogió a mi hermano Miguel, pero del “rubio”, que era yo, dijo que solo hacía lo que me gustaba: dibujar. Dibujar a los reyes. Mi padre, le contestó: “Déjelo. Déjelo usted. Por algún lado saldrá”. Nada más comenzar la guerra, alguien lo denunció. Lo detuvieron, pero intercedieron por él Juan Moneva y García Atance y lo soltaron. Poco después, la misma persona volvió a denunciarlo y fue asesinado. Poco antes, en Guadalajara, le sucedió algo semejante a mi tío Manuel, que era pintor.
¿Tuvo tiempo de disfrutar de su padre, conserva recuerdos de él?
Tuve muy poco tiempo. Pero luego me satisfizo mucho comprobar qué gran recuerdo había dejado: algunos me reconocían por parecerme a él, y me decían: “Qué gran hombre fue tu hombre. He conocido a poca gente con tanta dignidad y tanta decencia. Estaba lleno de solidaridad humana”. Se me saltaban las lágrimas.
¿Dónde pasó usted la contienda?
Me cogió en Robres, de veraneo. Volví a Zaragoza a principios de 1939, cuando estaba a punto de terminar la guerra. Entonces me enteré de la muerte de mi padre. De Robres nos llevaron a una colonia de refugiados, con dos de mis hermanos pequeños, a Igualada y a Piera. Allí estuve con una familia que se dedicaba a los tejidos, Ramón Sarauja y su mujer Carmen, que me trataron como si fuera su hijo. Un día vino a buscarnos un camión de los italianos y nos trajo a casa.
No quiero imaginarme el panorama.
Mi madre era ama de casa. Teníamos una casa grande con ocho habitaciones, y la convertimos en una pensión. ¡Fíjese, qué categoría tendría mi madre! Alquiló una habitación a la mujer de un militar con una pensión pequeña: le sacaba la lana al colchón de su cuarto y la vendía. Un día nos dimos cuenta, mi madre se enfadó y al poco rato nos dijo: “Podrecilla, qué mal lo debe estar pasando”. A mí me gustaba mucho pintar cerca de mi madre en un cuarto grande que teníamos. Ella zurcía, calcetaba, ordenaba la ropa y como empezaba a perder la vista me pedía que le enhebrase la aguja. Yo tenía los cuadros extendidos a sacar. Y de repente me decía: “¿Qué vas a hacer con todas estas mamarrachadas?”.
Usted también estudió piano.
Estudié piano y terminé la carrera con buenas notas. Me gustaba y me gusta mucho la música. Recuerdo que teníamos en casa un buen piano y organizábamos pequeños conciertos con cantantes y todo: cantaban Pascual Carreras, tío de José Carreras, Adolfo Barbacil, que era tenor y que puso a uno de sus hijos mi nombre en señal de amistad y cariño, y mis hermanos Fernando, el arquitecto, con el que yo trabajaría de delineante, y mi hermana Purita. Arriba de nuestro piso había una camisería: a veces sus clientes se sentaban en la escalera y se quedaban a escucharnos.
¿Llegó a dar conciertos de piano?
No. No podía llegar a todo: ser pintor, ser delineante para ganarme la vida y dedicarme a la música, que es muy exigente. Un día, mirando en la biblioteca de mi padre, encontré un catálogo de Paco Picasso, de una exposición que había hecho en Madrid en 1936. Empecé a pasar páginas y de repente me encontré con el cuadro cubista: ‘Los tres músicos’. Me quedé fascinado. Dije: “Este hombre ha hecho avanzar la pintura. Esto es lo que yo quiero hacer”. Y poco después, empecé a pintar abstracto: una de las primeras obras nació del impacto de ese cuadro de Picasso. Lo hice sobre la tela de un saco de aceitunas que nos enviaban desde Guadalajara. [Juan José Vera coge el cuadro, absolutamente abstracto, y comprueba que está fechado en 1946-1947]. A Fermín Aguayo le gustó mucho.
¿Ya conocía al pintor de ‘Pórtico’?
Acabábamos de conocernos en el servicio militar, en la brigada de topógrafos, que se caracterizaba por la presencia de intelectuales y de artistas: por allí andaban el citado Aguayo, Eloy Laguardia, de ‘Pórtico’ también, el cineasta y fotógrafo José Luis Pomarón, Manero… Y entre nosotros hablábamos mucho: de arte, de cine, de literatura. Quien menos hablaba era Eloy Laguardia.
¿Por qué?
Porque era poco hablador. Yo siempre he pensado que en él había un punto naïf: era un hombre tan ingenuo com excelente. Santiago Lagunas, su cuñado, diría luego que “es el más pintor de todos nosotros”. Picasso decía que su gran sueño es llegar a pintor como los niños. En Eloy había un niño oculto; se enamoró de una mujer y poco a poco iría dejando la pintura. ¿Cómo vas a dejar por el amor la pintura? El amor tiene fecha de caducidad. Te enamoras, te casas enamorado, convives con sosiego, pero el amor tiene fecha de caducidad. Yo me enamoro a diario de la belleza: me gusta mirar a las chicas jóvenes.
¿Y Fermín Aguayo?
Era un hombre muy especial, marcado por el dolor. Como yo. Llevaba una tragedia dentro, un dramatismo especial. Yo creo que nos parecíamos mucho. Los dos habíamos vivido tragedias terribles: a mí me habían ejecutado a mi tío y a mi padre, que ni siquiera estaban significados políticamente, a él le habían matado a su padre y a dos de sus hermanos en Burgos. Trabajaría con Santiago Lagunas de delineante y no se lo había dicho siquiera. Sin embargo, nosotros lo comentábamos. A los dos nos atraían los colores sordos: esos oscuros terrosos, grises, apagados, dramáticos. Nos llevábamos también que yo le dejaba que titulase mis cuadros: él fue quien tituló el de mi cuñado ‘Arlequín muerto’, otro lo denominó ‘Bodegón azteca’. Yo siempre pinto lo que vivo: soy un gran paseante, me encanta la ciudad, descubrir rincones, andar por los bosques, coger determinadas luces cuando llega la noche: algunas luces misteriosas y blancas.
Otro de los grandes amigos de su vida ha sido Daniel Sahún.
Nos conocimos hacia 1961. Un día, en un concurso de pintura, Ricardo Santamaría y yo vimos una arpillera suya y nos encantó. Ricardo Santamaría, el hombre del ‘Manifiesto de Riglos’ y otras muchas cosas, era un aglutinador, siempre quería hacer grupos. Fuimos a verlo a su casa y poco después fundamos el Grupo Zaragoza. Se sumaron Julia Dorado, pero ella vino menos.
Llegó a formar una pareja de hecho artística con Sahún.
Es verdad, pero somos muy opuestos. Yo soy más concreto, soy más obediente al pensamiento, a una idea, sigo lo que me dicen la cabeza y el corazón. Y él es más novedoso, más moderno, le dicen que su pintura es muy norteamericana. Además, tenemos incluso formas muy diferentes de ver la pintura: íbamos a El Prado o a museos europeos y parecía saberlo ya todo, quería avanzar y avanzar, y yo me quedaba embobado viendo las pinceladas, los colores, la estructura. A mí me gusta gozar la pintura con lentitud: me despierta la pasión enseguida.
En 2001 realizó una gran Antológica en el palacio de Sástago. ¿Cómo la recuerda?
Era un sueño. Me apetecía ver toda mi obra reunida, con la misma luz con que había sido pintada. Quería contemplar mi trabajo de años. Yo no le pido a nadie que entienda mi pintura: la pintura hay que sentirla, hay que verla en silencio. El silencio es la atmósfera del arte y no existe silencio más elocuente que el de la música.
SAUL BELLOW Y SUS CARTAS
A Yetta Barshevsky
South Harvey, Michigan 28 de mayo de 1932
RESOLUCIÓN [escrita en el dorso del sobre]
Querida Yetta:
Sé que esta carta será inesperada, menos inesperada por supuesto que mi marcha improvisada, pero inesperada. Ni siquiera yo la había previsto. Solo tuve tiempo de coger mi traje de baño y unas hojas de papel. Los acontecimientos del día me han dejado la mente agitada, pero aprovecho la oportunidad para escribirte, Yetta, para decirte algo que durante semanas se ha estado congregando y fermentando en mi pecho, algo que ha estado hirviendo y bullendo en mi interior, sin encontrar una expresión espontánea. Es algo, Yetta, que, más a causa de la incertidumbre y la cobardía que de cualquier otra cosa, no he conseguido mencionar delante de ti. Cierto, soy un cobarde confeso. Todos somos cobardes intrínsecamente, pero la justificación de la cobardía reside en la confesión.
Ahora está oscuro y el viento solitario hace que los árboles susurren y silben suavemente. En algún lugar de la noche un pájaro grita al viento. En la habitación de al lado, mi hermano ronca suave, insistentemente. El campo duerme. Las olas se alzan iracundas ante la casa, no pueden alcanzarla, gruñen y se retiran. Por encima de mí, la luz se mueve hacia delante y detrás, delante y detrás. Produce sombras en el papel, en mi cara. Estoy pensando, pensando, Yetta, vagando en la noche, en el infinito, y todos mis pensamientos tratan de ti. Pero mis pensamientos sobre ti no son totalmente amables, pican, atacan. ¿O debemos ir al grano?
Pensarás, quizá: "Vendedor de palabras". Porque la tuya es una mente de la Liga de la Juventud Comunista. O: "¿Qué le ha dado al sólido y bovino Bellow?".
Pero todo el tiempo tendrás un presentimiento, y todo el tiempo rezarás. (Porque eres devota, Yetta.)
"¿Por qué escribe, por qué el muy idiota no espera hasta volver para que pueda intimidarle?".
Detesto el melodrama. Lo único que odio más intensamente que el melodrama y la espinaca soy yo mismo. ¿Piensas, quizá, que estoy loco? Lo estoy. Pero tengo mi pluma; estoy en mi elemento y te desafío. (Aquí hay una pausa prologada, un suspiro ventoso, y el indomable Bellow irrumpe con toda su plenitud y fuerza.)
Últimamente ha habido una perceptible desavenencia entre nosotros. Parece que el incorregible [Nathan] Goldstein está inquieto. Parece que en presencia de otros eres demasiado pródiga en tu afecto hacia él. La situación es crítica. (Por cierto, Yetta, debes enseñarle esta carta a Goldstein.) Tenlo en cuenta: no hago un sacrificio ni un secreto de entregarte. Aborrezco el sacrificio y el martirio: son la hipocresía dentro de la hipocresía; una expresión de dogmas y fanatismos bárbaros; su motivo, su motivo enmascarado, es repugnante: la mera ocultación del egoísmo y el individualismo.
Así que nos separamos de mutuo acuerdo. Tú a escuchar las arengas marxistas de Goldstein con un interés semifingido; yo a recostarme en los senos de los voluptuosos tiempo y espacio y a sofocar el deseo y la esperanza. El Oriental, como sabes, es un fatalista. Quizá sea el atavismo lo que me impulsa a decir: "Lo que ha de ser será". Y así estoy satisfecho. No me arrepiento de nada. Durante un tiempo me cubriré con una reserva herida. Quizá encuentre consuelo en la calma filosófica del asceta. El hombre siempre intenta justificar sus actos. Ser un recluso es una justificación de lo errado de un acierto. Durante varias semanas con una cínica inclinación del labio y una mirada cansada sobre un mundo sórdido, yo, el joven idealista, rendiré mis congojas y mi corazón a los pies de Pearl. Si los desdeña, me iré a casa, escribiré poesía desgarradora y tocaré el violín. Si no, caeré en una letárgica satisfacción que solo durará mientras el amor dure. Porque el amor idiotiza.
Así que corto las relaciones contigo.
Podemos tener una amistad superficial. Pero algún día, cuando yo esté chocho y tú tengas varias papadas y estés obesa podremos reconciliarnos. En el ínterin sé feliz: si mi infame escepticismo lo permite, yo también intentaré encontrar la satisfacción con Pearl.
Así que, Yetta,
adiós –
Puedes hacer lo que quieras con esta carta.
Claramente de vacaciones con uno de sus hermanos, Bellow acaba de cumplir diecisiete años cuando escribe misiva, las más temprana de sus cartas supervivientes. Nathan Goldstein no tardó en casarse con Yetta. Tras su divorcio en la década de 1940, Yetta se casaría con Max Shachtman. La identidad de Pearl es desconocida.
A Margaret Staats
[Chicago] 7 de abril, 1966
No lo creí posible. Probablemente pensaba que estaba demasiado dañado, o dañado por mí mismo, para esto. Fueran cuales fueran las razones, no esperaba que toda mi alma se abriera a alguien de este modo. Que me acostaría y me despertaría por amor en vez de por el sonido del reloj.
Si estoy ocupado, es porque necesito actividad y secreto. Debería estar agradecido. Y lo estoy. También estoy oprimido y melancólico. Es un caso de amo quia absurdum: el absurdo es mío, no tuyo. ¡Mi edad, mi situación! Es absurdo.
Pero mucho más absurdo sería no amarte. Siento una especie de gratitud mística. Lo haría, aunque tú no me amases después de todo.
Te volveré a escribir para contarte cómo paso el tiempo.
Evidentemente, me corté el dedo en Nueva York para tener un recuerdo. Me ha quedado una cicatriz terriblemente bonita.
A Margaret Staats
[Chicago] 12 de abril, 1966
Bueno, absurdo o no, cuando pienso en ti mi corazón se llena. Amo todo lo que puedo recordar de ti. Contigo tengo una sensación que no he tenido nunca antes, la de estar infinitamente satisfecho con otro y aunque no te conozco creo que yendo a lo largo de cualquier distancia y en cualquier dirección contigo no puedo encontrar nada que me decepcione. Espero amarte ocurra lo que ocurra. Aunque te asusten todas estas lúgubres dificultades. Has hecho que la humanidad y el mundo parezcan diferentes. Nunca podré pensar en las mujeres como solía hacerlo, por ejemplo. Ese es mi mensaje esta mañana. En lugar de oraciones. Ahora puedo soportar seguir con mis asuntos.
A Eugene Kennedy
Brookline 19 de febrero, 2004
Querido Gene:
Intenté contactar contigo por teléfono ayer. Spurlos: la palabra que empleaban los comandantes de submarino alemanes. Significa "sin dejar rastro": ni siquiera una mancha de petróleo en el seno del Atlántico. (Se me ocurre que debiste estudiar alemán bajo los expertos en alemán de Hollywood.)
No hago nada estos días y paso gran parte del tiempo en casa. De lejos mi diversión más agradable es jugar con Rosie, que ahora tiene cuatro años. Me parece que mis padres querían que creciera deprisa y me resistí, arrastrando los pies. Ellos (mis padres, no mis pies) necesitaban toda la ayuda posible. Siempre decían: "¿Qué dice el hombre?" y yo traducía a un inglés vacilante. Eso tampoco ayudaba mucho. Mis padres eran tan ignorantes del inglés como del francés canadiense. A menudo nos deteníamos ante un escaparate de zapatos de niño. Mi madre deseaba que tuviera un par de sandalias de charol con una elegantissima correa. Finalmente las tuve: las untaba con mantequilla para conservar el cuero. Eso era cuando tenía seis o siete años, un poco mayor de lo que ahora es Rosie. Es sorprendente ver cómo todo se reduce a un par de sandalias de charol.
Te mando una bendición para todo…
LOS PLANETA EN 'BORRADORES'

Los premios Planeta protagonizan esta medianoche el programa ‘Borradores’, que dirige Antón Castro: Javier Moro e Inma Chacón hablan de sus novelas: ‘El imperio eres tú’ y ‘Tiempo de arena’. El viajero y biógrafo y narrador Moro cuenta la historia del fundador del Brasil moderno, Pedro de Bragança, un personaje poliédrico que se casa con una austriaca y que mantiene relaciones con otras mujeres. Y acaba gritando ‘Independencia o muerte’, antes de convertirse en un tirano. ‘Tiempo de arena’ es el retrato de cuatro mujeres muy diferentes: mujeres que luchan por el sufragio, que militan en la masonería, que se rebelan: son Munda, Alejandra, Mariana, Xisca. El libro también plantea un debate acerca de la España de transición del siglo XIX al XX, la feroz convivencia entre tradicionalismo y modernidad.
Borradores propone una noche de premios y premiados. También hace un reportaje a María Isabel Cintas, autora del libro ‘Manuel Chaves Nogales, el oficio de contar’, que ha recibido el premio Domínguez Ortiz de biografías, que convocan la Fundación Lara e Ibercaja. E Ignacio Pradilla ganó el Alvar de ensayo con ‘Cervantes en los infiernos’, donde el autor mexicano analiza la vida personal de Cervantes, y los infiernos que vivió en su existencia, y los infiernos simbólicos y alegóricos que pueblan su obra. Borradores, además, ofrece una reportaje sobre ‘Maestros de la Fotografía Húngara’, que se exhibe en la sala central de Ibercaja.
Visitan el plató el violoncelista ejeano, instalado en Madrid desde hace año, Eros Jaca, que se hace acompañar al piano por Patricia Arauzo. Tocan tres piezas: de Faure, de Bach y de Falla, y Eros Jaca explica su trayectoria que le ha llevado a estudiar con Penderecki o a tocar con el pianista Vladimir Askhenazy, entre otros. Y Laura Tejero, actriz de la compañía Teatro Indigesto, y el dramaturgo y actor Félix Martín, responsable de Luna de Arena, hablan de la pieza ‘Desnudos’, que se estrena estos días en el Teatro del Mercado. Se trata de una pieza de Joan Casas, escrita en 1990, que plantea la historia de tres parejas en tres relatos complementarios sobre el enamoramiento, la convivencia, la ruptura y la soledad final.
LAS NOCHES ÁRABES DE PETISME
Antes de que amaneciese he leído ‘La noche 351’ de Ángel Petisme, libro galardonado con el premio Jaén de Poesía que acaba de publicar Hiperión. El volumen se presenta esta tarde, a las 20.00 en El Pequeño Teatro de los Libros: tendrá a Miguel Mena como presentador, que ha confeccionado uno de sus personales ‘Diccionarios’. Se trata de un poemario que tiene algo de diario de una semana: transcurre entre el 23 y el 28 de marzo de 2010 en Iraq, y por sus páginas desfilan los ecos de ‘Las Mil y una noches’, la poesía árabe, el monólogo de distintos personajes, numerosas historias de amor y una actitud del poeta: se trata de un libro comprometido, que habla del dolor y del asedio, que deja bien clara la dialéctica Iraq-Estados Unidos, y que también se acerca al poema ideológico e incluso panfletario en ‘Hijos de América’. Es uno de los libros donde Petisme más ha refrenado su inclinación al exceso, su inmensa facilidad, su imaginación verbal: es un libro emocionante y dolorido, lleno de hechizo y de muerte, lleno de amor y de esperanza. El libro de un trovador comprometido. Copio aquí un poema:
CASA VACÍA
La vida sólo es
una casa vacía.
Entras por una puerta
y sales por la otra.
No deseo nada.
Todo está oscuro,
todos tienen miedo.
Esto es Iraq,
una profunda herida.
Una herida vacía.
No deseo vivir
ni un día más
en la casa vacía.
*La foto de Petisme es de Maurilio de Miguel.
PREMIO PARA MARTÍNEZ DE PISÓN

MARTÍNEZ DE PISÓN, PREMIO DE LAS LETRAS ARAGONESAS 2011
Ignacio Martínez de Pisón ha sido elegido nuevo Premio de las Letras Aragonesas de 2011. Pisón, que vive en Barcelona desde principios de los años 80, es guionista, traductor y narrador. Es autor de libros como ‘La ternura del dragón’, ‘Alguien te observa en secreto’, ‘El fin de los buenos tiempo’, ‘Enterrar a los muertos’, ‘El tiempo de las mujeres’, ‘Carreteras secundarias’, ‘Dientes de leche’ y ‘El día de mañana’, su última novela. Ha sido guionista de ‘Chico y Rita’ de Fernando Trueba y su novela ‘Carreteras secundarias’ ha sido llevada al cine en España y en Francia. Es un escritor de pulso seguro y de un estilo invisible. Ha sido traducido a muchas lenguas: le interesan los secretos de familia, los misterios de la pareja y el enigma de las mujeres, y de la memoria. Su última novela, ‘El día de mañana’, la historia de un delator en la Barcelona de los años 60 y 70 ha tenido un gran éxito.
MARTÍNEZ DE PISÓN: ENTREVISTA Y LECTURA DE SU ÚLTIMA NOVELA
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) acaba de ganar el Premio de las Letras Aragonesas de 2011 por unanimidad. Autor de títulos fundamentales en la narrativa española como ‘Carreteras secundarias’, ‘El tiempo de las mujeres’ o ‘El día de mañana’, en 2005, después de más de veinte años con el sello Anagrama, se pasó a Seix Barral con un libro que conmovió a mucha gente. El propio Mario Vargas Llosa, tras leerlo, quiso conocer al autor. Publiqué por entonces una entrevista extenso sobre este libro que ha supuesto un punto de inflexión en la trayectoria de Ignacio. La traigo aquí de nuevo. Y abajo, coloco la crítica de la novela ‘El día de mañana’, que publiqué este mismo año en ‘Heraldo de Aragón’. Quizá sea la novela más redonda y ambiciosa de Ignacio con ‘El tiempo de las mujeres’.
I
Enterrar a los muertos. Seix Barra. Barcelona, 2005
UNA ENTREVISTA
1.-¿Cómo ha llegado a ti esta historia y que te atrajo tanto de ella?
A finales de los setenta se publicó un libro de un argentino, Héctor Baggio, sobre John Dos Passos y la guerra civil. Fue ahí donde por primera vez supe de la existencia de Robles. Pero Baggio no desarrollaba el episodio de la muerte de Robles. Luego, casi siempre por casualidad, fui encontrando alusiones a Dos Passos y a Robles, y la historia iba tomando cuerpo en mi cabeza. Tomaba notas, pensaba en escribir algo pero todavía no sabía si un artículo o un libro... Más tarde descubrí que Miggie, la hija de Robles, vivía en Sevilla, donde se había instalado después de un largo exilio. La llamé, fui a hablar con ella, y entonces supe que el libro saldría adelante.
2--¿Quién fue José Robles Pazos, que es el gran protagonista del libro?
Robles era un hombre culto y progresista, amante de la buena literatura y escritor aficionado él mismo, buen dibujante, amigo de las tertulias de café... Un gallego nacido en Santiago. Robles era también un ferviente republicano, y eso acabó costándole la vida.
3.-Explícanos la trayectoria de Dos Passos, brevemente, y su vinculación española.
John Dos Passos llega por primera vez a España a finales de 1916, y su enamoramiento de nuestro país es inmediato. Le entusiasman las tradiciones y costumbres españolas, la pintura del Greco y de Velázquez, la literatura de la generación del 98. Sus viajes a España serán frecuentes a lo largo de las dos décadas siguientes, y en ellos encontrará inspiración para varios libros de tema español. Escribió por ejemplo un interesante reportaje sobre la II República. Tras la sublevación militar del 36 montó una productora cinematográfica que debía realizar películas de propaganda republicana. Sólo tras el viaje que realiza en abril de 1937 decae su interés por España y lo español, y de hecho pasarán veintitantos años antes de que vuelva a poner los pies en nuestro país.
4.-El libro es, sobre todo, la historia de una gran amistad. ¿Cómo fue esa relación, sostenida desde 1916 de manera definitiva en correspondencia, encuentros…? ¿Qué le sedujo tanto a Robles de Dos Passos y viceversa?
Tenían ambos muchas cosas en común, pero por encima de todo eran buenos amigos de sus amigos. Por eso el asesinato de Robles tuvo tantas consecuencias en la vida de Dos Passos: le enfrentó con el comunismo, provocó la ruptura de su amistad con Hemingway... A pesar de todo, Dos Passos siempre echaría de menos la antigua camaradería que le había unido a Hemingway.
5.-Es muy importante en tu trabajo y en esta historia el libro “Manhattan Transfer” de Dos Passos, cuyo traductor fue Robles Pazos.
“Manhattan Transfer” es probablemente el más importante de los libros de Dos Passos, al menos el más influyente. Incluso en España: “La colmena” de Camilo José Cela debe mucho a la novela de Dos Passos.
6.-De repente Robles, profesor en Estados Unidos, decide regresar a España durante la Guerra Civil y es nombrado traductor del Ministerio de la Guerra en Valencia.
En realidad, Robles estaba ya en España cuando se sublevan los militares, porque la familia tenía la costumbre de pasar en Madrid las largas vacaciones universitarias. Robles no dudó en ponerse al servicio de la República y su conocimiento de idiomas hizo que lo nombraran intérprete de uno de los principales consejeros militares soviéticos...
7.-Ahí aparece un personaje fascinante como Vladimir Gorev, que también será víctima de sus propios compañeros.
Gorev pasa por ser uno de los héroes de la defensa de Madrid. Su prestigio como militar ha sido reconocido por los principales militares republicanos. Pero mientras él y otros como él luchaban por defender la república española, en Moscú se estaba gestando una sangrienta purga dentro del ejército. Muchos, muchísimos de los militares destinados en España fueron poco después llamados a Moscú, condecorados por Stalin e inmediatamente ejecutados. Gorev fue uno de ellos.
8.-Robles Pazos desaparece en diciembre de 1936 y poco después es fusilado. ¿Por qué exactamente?
Las causas concretas son difíciles de precisar. En mi libro propongo varias hipótesis. Su asesinato es, en todo caso, una especie de prólogo a esa purga de los militares soviéticos.
9-Se llegó a decir que era un espía fascista y también que se le fusiló para que no hablara. ¿Qué cosas tan graves o tan inconvenientes para el poder comunista de la II República sabía?
Su condición de intérprete de Gorev le facilitaba el acceso a importantes informaciones secretas. Entre estas informaciones estaba por ejemplo el propósito de Stalin de acabar con los anarquistas españoles. Finalmente no conseguirían eliminar al sindicato anarquista, la CNT, pero sí al POUM, el partido de los comunistas disidentes. En cuanto a lo de que Robles era un espía, no es más que una calumnia con la que se quiso justificar su asesinato.
10. -¿Quiénes mataron en realidad a Robles Pazos? Ese es otro tema fundamental en la obra.
En mi libro doy algún nombre. Pero la cuestión de quién apretó finalmente el gatillo puede resultar secundaria. Lo fundamental es que la orden la dio la NKVD, la policía política soviética.
11. -El autor, tú, no interviene en la obra. Cuenta hechos, lee libros, extrae una reflexión tranquila y nada maniquea, pero es una feroz crítica de algunos comportamientos contra la moral totalitaria de la izquierda.
No quería ser yo quien contara la historia. Quería que la historia se contara a sí misma. Y la historia es por sí misma un alegato contra los totalitarismos: contra el totalitarismo estalinista, que asesinó a Robles, y contra el totalitarismo franquista, que condenó a muerte al hijo de Robles sólo porque se había alistado como soldado raso al ejército republicano.
12. Resulta conmovedora la obsesión de Dos Passos por esclarecer el asesinato de su amigo, cueste lo que le cueste.
Curiosamente, cuando Dos Passos llega a España no tiene ni idea de lo que le ha ocurrido a su amigo Robles. Y quien le informa no es otro que Coco, el hijo de éste, que entonces trabaja en la Oficina de Prensa Extranjera, el despacho por el que todos los periodistas y escritores extranjeros tienen que pasar para acreditarse. La consternación que le provocó la noticia es fácil de imaginar. No sólo luchó entonces por esclarecer lo ocurrido y defender la memoria de su amigo muerto, sino que acabó convirtiéndose en una especie de protector de la viuda y los huérfanos. Un ejemplo: Robles tenía contratado un seguro de vida en los Estados Unidos pero, como su cadáver nunca apareció, la casa de seguros se negaba a pagar, y fue Dos Passos quien pagó las cuotas del seguro para que la viuda, que seguía en España, no perdiera sus derechos.
13. ¿Cuál sería la conclusión general del trabajo? Parece inevitable concluir que este es un libro sobre las víctimas republicanas del comunismo, de la visión estalinista del mundo.
A estas alturas no creo que nadie se sorprenda de los extremos criminales que Stalin llegó a alcanzar. Lo que algunos todavía se resisten a aceptar es que Stalin trató de exportar a la España republicana algo del terror que por esas mismas fechas imperaba en Moscú. Robles fue la primera víctima española de esa barbarie, y Andreu Nin la más conocida. Lo curioso es que, en el exilio mexicano y debido a los matrimonios de las hijas de ambos, Robles y Nin acabarían emparentando póstumamente.
II
EL DÍA DE MAÑANA. Seix Barral, 2011.
UNA LECTURA
El día de mañana. Ignacio Martínez de Pisón. Seix Barral: Biblioteca Breve. Barcelona, 2011. 382 páginas.
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) es un novelista metódico y talentoso. Y de una constancia imperceptible: se aplica a sus libros sigilosamente, con vehemencia, con una lucidez tranquila y con una especial conciencia del oficio. No quiere deslumbrar a nadie: es un novelista de fondo, realista, natural, el forjador de un estilo casi cinematográfico, tan paciente como invisible. Siempre hace muchas cosas: investiga el misterio y la muerte de José Robles Pazos, escribe guiones como ha hecho en ‘Las trece rosas’ o ‘Chico y Rita’, redacta novelas de excelente factura como ‘Dientes de leche’, ‘El tiempo de las mujeres’ o ‘Carreteras secundarias’. O incluso ordena una antología de cuentos sobre la guerra civil española en ‘Partes de guerra’. Pisón es un parsimonioso pugnaz: obsesivo, perfeccionista, discreto. Al quite y sin obsesión alguna por el desquite. Y es, ante todo, un auténtico novelista, heredero de Pío Baroja y de Sender, de John Cheever y de Patrick Modiano, de Mario Vargas Llosa, por citar algunos ejemplos.
Lleva en Barcelona alrededor de 30 años y ahora ha decidido rendirle un homenaje a una de las ciudades más literarias de España con ‘El día de mañana’, una novela que cuenta la vida de un personaje como Justo Gil Tello que será emigrante a la deriva, superviviente, pícaro, delator e iluminado. A través de una especie de casa con muchas ventanas, de un caleidoscopio del recuerdo, a Justo Gil Tello lo irán dibujando quienes lo conocieron, quienes lo ayudaron, quienes sufrieron algunos de sus desmanes y sus muchas deslealtades o aquellos para quienes apenas era un loco, un enamorado que soñaba, como don Quijote, en construirle una mansión o un refugio a una dama que solo era tal en una de sus más extrañas e imprevisibles quimeras.
Ese Justo Gil Tello, de origen aragonés y procedencia rural, llegó a Barcelona a con una madre enferma, a la que cuidará, a la que lavará, a la que sacará a paseo este inicial buen chico. Aquella era una España sórdida: de mentiras y miedos, de delaciones, de amores urgentes y de queridas a las que se conquistaban con perfidia y flores, y de hambre atrasada. Justo, en medio de una selva de hechos, de personajes (como aquella Ju-Ju, mucho más alta que él, tan sensual, tan rebosante de carne y belleza que le hinchaba la falda), intenta encontrar un camino. Va de trabajillo en trabajillo, de afán en afán, de chapuza en chapuza y secreteo, de estafa en estafa, y poco a poco se convierte en confidente de la policía política del régimen. Pisón cuenta todo eso con una fluidez imperceptible: sus criaturas rezuman verdad, verdad literaria y verdad vital, y colaboran en resolver un pequeño enigma: “¿Cuántas cosas se pueden contar de un personaje?”. Un personaje que vivía “en un constante estar alerta”, un personaje que se va haciendo acreedor a epítetos que no honran a nadie: idiota, paleto, “el peor de los confidentes”, que cobrará 4.000 pesetas al mes, capaz de matricularse en Derecho y de zambullirse en círculos nacionalistas, en las noches de Bocaccio o de leer a Jaime Gil de Biedma.
El procedimiento narrativo de Martínez de Pisón es el del ‘quest’: doce seres, con su propio latido y con su propia biografía, recuerdan a Justo. Entran y salen de su vida y de la novela. En cierto modo, Pisón emplea la estética de la mancha de aceite controlada, el mapa de las emociones. Esos doce seres entran y salen en diálogo con el lector, en diálogo con Barcelona y con una época abonada a la marginalidad, a la miseria, a la represión y a la impostura permanente. Justo Gil Tello es un impostor sin escrúpulos, y quizá se corriese el peligro de que la aventura de ese ser repulsivo y antipático pudiera interesarnos algo menos. Sin embargo, ocurre lo contrario: los personajes que cuentan se alzan una y otra vez, como ocurre con Carme Román -que es una mujer noble que se reinventa a sí misma y encarna la capacidad de aprendizaje, de rebeldía y de evolución de muchos españoles-, con Mateo Moreno, con Elvira Solé, con esa Loreto que decide cambiarse el nombre y ser Chantal, casi una diosa cotidiana a la busca del placer y de la libertad, con el periodista Manel Pérez, que escribe de la ultraderecha catalana, con el joven Noel. Esta es una novela de personaje y personajes, de vida y destino, de contexto social, una novela de una ciudad, y es el retrato de un desalmado que se anuda y desanuda a la fatalidad.
Pisón ha manejado mucha documentación y ha desempolvado muchos periódicos y las crónicas de Xavier Vinader. Y traza una paradójica existencia, dibuja numerosas tramas, recrea episodios y personajes –la protesta de los curas, el encierro de Montserrat, el entierro posterior de Carlos Barral, en un viaje al futuro, la evocación de Gil de Biedma…-, mira de frente al pasado (el franquismo y el principio de la Transición), y se permite numerosos detalles de humor (por ejemplo, aquellos “pedos vaginales” de Fina, una novia fugaz de Justo) y da rienda suelta a una vieja obsesión suya: la asociación de escritores de palíndromos, que llegan a reunirse en Sos del Rey Católico y dejan perlas del tipo “Eva usaba rímel y le miraba suave”.
‘El día de mañana’ es una novela compacta, muy bien hilvanada con sus voces y sus elipsis, dotada de una extraordinaria fluidez, una novela que prueba que Ignacio Martínez de Pisón conoce las respuestas más definitivas de los seres humanos, explora el camino del corazón y lo exhibe, sin retórica, en toda su belleza, en todo su dolor y en toda su complejidad.
ROMÁN ESCOLANO HA MUERTO
Acaba de fallecer Román Escolano (Zaragoza, 1933), un apasionado del arte y, en particular, del grabado. En 1996 donó al Gobierno de Aragón la colección que había ido acumulando con su mujer Carmen Olivares. Se expuso, en diversos períodos (eran alrededor de 700 piezas), en el Museo Pablo Serrano, en Albarracín, en diversas itinerancias. Le hice varias entrevistas a Román Escolano: una, extensa, que apareció en la sección ‘Los raros’ de ‘El Periódico de Aragón’, y otra en la contraportada de ‘Heraldo’, más reciente, de 2002. Román se definió así: “Prefiero dar que pedir, soy amable y a lo mejor un poco oscuro”. Lo encontrabas en exposiciones, de aquí para allá, y siempre tenía una sonrisa en los labios. Para los artistas, los escritores, los críticos; estaba muy orgulloso de su hijo y de su nieto que se llamaban como él: Román Escolano. José Luis Lasala siempre me dijo que Román había sido determinante en su vida y en su manera de concebir el arte. Ayer Pepe Melero (cumplía 55 años bellamente llevados, todo hay que decirlo) me anunció su muerte; y poco después me llamó José Luis Lasala, que se recupera a pasos agigantados, para elogiar y recordar al gran amigo, al gran hombre. Reproduzco la entrevista que se publicó en diciembre de 2002.
DIÁLOGO CON ROMÁN ESCOLANO (ZARAGOZA, 1933-2011)
“El arte me ha dado felicidad y amplitud de miras”
¿Desde cuándo le interesa el arte?
Desde mucho antes de contar con algún medio económico. Coincidí con José Luis Borau, en Madrid, en una “república de estudiantes”, que coordinaba Cruz Martínez Esteruelas, muy autoritario él. Nos traía a escritores, y vino Antonio Gala, que estudiaba para abogado del Estado y tenía problemas personales muy fuertes. Al cabo de un tiempo se trasladó a una cartuja.
¿Cómo vivía el fulgor cultural de la ciudad?
Yo preparaba mis oposiciones, claro, y fue fundamental José Luis Borau. Hay hombres buenos, malos y regulares, pero él es óptimo en todos los sentidos. Yo iba a Clan, la librería-galería de Tomás Seral y Casas, a Bucholz, donde expuso “El Paso”, y por supuesto a El Prado, a Biosca, etc.
¿Recuerda cuál fue la primera obra de arte que compró?
Le compré a un compañero de Ibercaja su colección de pinturas de “La Escuela de Vallecas”, piezas de Martínez Novillo, Redondela, etc., pero pronto me di cuenta de que había un desenfoque entre mis gustos modernos y aquella pintura del paisaje. En cuanto pude, me quité aquellos cuadros a precio de saldo casi. De veras.
¿Y qué le llevó a hacerse coleccionista de obra gráfica?
Podías tener en casa cosas pequeñas que no te exigían un gran derroche económico. Recuerdo que me hice con unas carpetas estupendas, una maravilla, cerradas, en las que no entraba el polvo, y allí iba guardando mis obras. La obra gráfica me exigió mucha documentación, estudio, búsqueda. Fue una aventura fascinante.
Eso lo vimos todos cuando en 1995 donó la “Colección Román Escolano” al Gobierno de Aragón.
Lo hice tras haber hablado con mi mujer, Carmen, y con mi hijo. Comprendí que una colección es algo muy personal, que es muy difícil de continuar...
¿Es necesario tener dinero para ser coleccionista?
Más que dinero, es imprescindible la curiosidad, el espíritu de libertad, la buena fe, porque al principio, mientras aprendes, debes fiarte de los galeristas y los artistas. Jamás debes creerte eso de “esto lo hace mi hijo”. Creo que siempre he sido una de las personas mejor informadas de arte de la ciudad.
¿No fue traumática la cesión?
No me arrepiento de haberla hecho. Le diré que yo llevaba por las tardes las obras al Museo Pablo Serrano, que pagaba los taxis como si fuera con salida de la estación. Si fuese ahora la donación, pondría condiciones. Yo no quería nada para mí, sólo quería divulgación pedagógica, y creo que eso no se ha hecho bien.
¿De qué se queja?
Aquí en materia de artes plásticas hay muchas cosas de que quejarse. La legislatura anterior fue totalmente negativa. Fueron cuatro años perdidos.
¿Y ahora?
Hemos mejorado algo. Existen proyectos que empiezan a fraguar: se está hablando de anexionar al Museo de Zaragoza el edificio de la Caridad, y a mí eso me parece el huevo de Colón. Hace años que debía estar hecho. Y está el Museo Beulas, que es mejor por el continente que por el contenido, por ahora. En Albarracín, Javier Callizo dijo que una parte de la “Colección Escolano ” podía ir allí.
¿Y qué le parece?
Bien. He donado más de 700 obras y están todos los artistas y movimientos desde la II República hasta hoy.
¿Es suficiente el Museo Beulas para Aragón, qué ocurre con Zaragoza?
Zaragoza lleva muchos años de retraso. Yo creo que podía ser el Pablo Serrano ese principio. Hay que aprovechar lo que ya se tiene.
¿Qué le ha dado el arte?
Me ha dado felicidad, amplitud de miras. Me atreví a abrir la ventana y a mirar por ella. Y entraron aires nuevos.
Román Escolano tenía grabados de casi todos los artistas, entre ellos Picasso. No tengo foto de Román ni de su colección: tomó aquí varios grabados de Picasso.
MARIANISTAS, 0-GARRAPINILLOS, 1 (DIEGO)

EL GARRAPINILLOS GANA A MARIANISTAS Y PIERDE A ÓSCAR CAMBRA
La derrota del pasado domingo ante el Picasso nos hizo mucho daño: Javier Lacabe y Jorge Blasco, los dos capitanes, estaban lesionados. David Mateo y Eloy Mateo fueron castigados con un partido de suspensión, Jesús Ángel arrastraba dos tras el choque con El Salvador y Fran Moreno ha sido penalizado con cuatro partidos por agresión a un contrario. Y por si fuera poco, el goleador Óscar Cambra también estaba tocado. De entrada, Óscar, Lacabe y Rafa, que volvía, se quedaron fuera para una urgencia. A esas bajas se le sumaban otras: Alberto Rubio, enfermo y tocado en la rodilla, Néstor, que quizá se haya perdido toda la temporada, Alberto Sancho, que ha estrenado su nueva ficha con una estancia en Miami, etc. Y con un equipo diezmado fuimos a jugar al campo del Marianistas, un campo que rara vez se le da bien al Garrapinillos. Formamos con otra alineación nueva: Luis; Quique Romero, Jorge Beltrán, Eduardo ‘Pirri’, Dani Pequerul; Diego Rodríguez, Kike Alcubierre, Alberto Luna; Jorge Rodríguez, Óscar Ortiz y José Antonio ‘Pitu’. De reservas, Sergio Calvo, arquero, y Jorge de Miguel, juvenil, Rafa, Lacabe y Óscar Cambra.
El campo de Marianistas es uno de los peores de la Liga. Es irregular, tiene baches y pozas, y en algunos sitios está muy blando. Recordamos a Laszi Kubala antes del choque, y salimos a jugar con pasión e intensidad. Tanta que a los 30 segundos Jorge Rodríguez falló un gol cantado ante el marco; seguimos dominando y penetrando por las bandas con vivacidad en una tarde de domingo melancólica y muy fría. Fallamos mucho en la primera media hora: arriba, Pitu hizo su mejor partido con el Garrapinillos, y los bajitos Jorge y Óscar Ortiz, aún juvenil, creaban ocasiones: de jugada elaborada, al contragolpe o en los córners. A medida que avanzaba el choque, el Garrapinillos pareció desfondarse un poco tras tantas oportunidades falladas, y el Marianistas se vino arriba, aunque no generó demasiado peligro. Tiene un equipo homogéneo y luchador, donde destaca su menudo número once: dinámico, listo y con muchos recursos. Dani Pequerul tenía que sobreponerse una y otra vez a sus internadas; en la media, perdimos un poco el control, aunque el balance total de los medios no sería malo.
En la segunda, seguimos trabajando. Ellos salieron algo más agresivos. Dominaron sin verticalidad incontrolable: en los balones altos, tanto Pirri como el arquero Luis resolvieron bien. Decidimos que entrase Óscar Cambra, nuestro goleador con Eloy Mateo. Y pronto le dio un impulso mayor a nuestro ataque: en una de sus internadas, centró y apareció Diego para marcar. Diego trabajó mucho pero no estuvo tan fino como otros días, pero esta vez no falló en el área pequeña. El equipo siguió trabajando, buscando ampliar el marcador, y en una de las internadas de Oscar por la izquierda, pisó mal y notó un dolor insoportable en la rodilla. Tuvo que abandonar el choque entre lágrimas. Entre lágrimas sí y con esa pesadumbre indefinible de quien se acaba de dar cuenta de que algo grave ha pasado.
El Garrapinillos dio entrada a Lacabe, que jugó arriba y estuvo a punto de marcar (también notó un tirón), a Rafa, a Jorge de Miguel, y peleando peleando, trabajando en todas las líneas, logró la victoria: 0-1. El equipo se había conjurado para dedicarle el triunfo a nuestro exterior. Seguimos ahí arriba, con tres puntos de ventaja sobre otro equipo muy fuerte: el Anento A Mesa Puesta, que venció a El Salvador por 2-4. Nosotros nos alejamos de los demás: el Salvador queda a ocho puntos y el Movera también ha perdido en casa.
Lo terrible ha sido la noticia que nos llegó a las 18.30 o algo después: Óscar Cambra sufre una lesión de ligamento cruzado. Tendrán que operarlo, claro, creo, y lo más seguro es que se pierda toda la temporada. Una auténtica pena por él, sobre todo, por nosotros y por el Garrapinillos: Óscar quiere mucho al equipo, es un futbolista determinante y hace piña. Uno de los secretos de nuestras diez victorias y dos empates es la unión del equipo y, entre otros factores, el olfato goleador y el talento de Óscar. Uno de los jugadores que marca la diferencia.
*En la foto de Josean Melendo, Oscar Cambra.
MAURO ARMIÑO TRADUCE LOS 'CUENTOS COMPLETOS' DE MAUPASSANT
PÁGINAS DE ESPUMA PUBLICA
LOS ‘CUENTOS COMPLETOS’ DE MAUPASSANT
En dos volúmenes traducidos por Mauro Armiño.
En la historia de la narrativa breve hay un nombre que destaca por encima del resto: Guy de Maupassant (1850-1893), autor considerado el gran maestro del cuento europeo y autor de títulos universalmente conocidos como «Bola de sebo» o «El Horla».
Esta edición en dos volúmenes, preparada y traducida por Mauro Armiño, Premio Nacional de Traducción y el más reputado especialista en la obra de Maupassant, recoge los 301 relatos que forman los Cuentos completos del autor francés. Una edición definitiva que incluye una primera parte donde el lector podrá encontrar lo siguiente:
Introducción. Mauro Armiño dedica un estudio profundo a la vida y a la obra del autor, y nos introduce en los ambientes de fi nales del siglo XIX francés, donde encontraremos personajes como Flaubert, los hermanos Goncourt, Zola...
Clasificación temática. Aquí destacan los siguientes: Adulterio, Amor, Arte de amar, Asesinato, Celos, Cementerio, Diablo, Dinero, Dios, Divorcio, Enfermedad, Familia, Fantástico, Guerra, Herencia, Hijos, Joven seducida, Libertinaje, Matrimonio, Mujer, Muerte, Paternidad, Prostitución, Religión, Suicidio, Vejez, Viaje, Violación...
Resumen de las tramas. Valioso instrumento para acercarse a los cuentos y para recordar lo que se ha leído, dispuesto en orden alfabético.
Adaptaciones. Todas los cuentos que han tenido adaptaciones teatrales y cinematográficas.
Cuadro cronológico. La biografía de Maupassant y el marco histórico en el que se produjo.
Bibliografía. Cuándo publicó, y dónde, Maupassant sus cuentos, además de ediciones españolas y estudios sobre el autor y su obra.
Esta edición de los cuentos incluye un aparato crítico en el que siempre se da la fecha de publicación original del cuento, además de referencias a cuestiones culturales, políticas, y de la vida cotidiana de la Francia de finales del siglo XIX.
Apéndice. Después de los 301 cuentos, al fi nal del volumen II se incluyen seis inclasificables textos, que van de la fantasía sin límites hasta un semiensayo sobre la literatura fantástica.
Índice alfabético de títulos en español y en francés, para una fácil localización de los cuentos.
PRÓLOGO DE HITCHENS A SUS MEMORIAS EN BOLSILLO
El escritor y traductor aragonés Daniel Gascón ha traducido dos libros de Christopher Hitchens. Esta es la traducción del prólogo a la edición de bolsillo de sus memorias: ‘Hitch-22’, que publica Debate.
PREFACIO A ‘HITCH-22’: MEMORIAS DE CHRISTOPHER HITCHENS
Traducción de Daniel Gascón.
Hitchens y su amigo Martin Amis.
“No aspires a la vida inmortal, pero agota la extensión de lo posible”
Píndaro: Píticas iii
Espero que no parezca presuntuoso asumir que quien haya llegado tan lejos como para adquirir esta reedición en rústica de mis memorias sabrá que fueron escritas por alguien que, sin saberlo en el momento, estaba grave y quizá mortalmente enfermo.
En todo caso, creo que a algunos lectores les puede sorprender (como ahora le ocurre, muy poderosamente, al autor) que los tres primeros capítulos, así como muchos de los pasajes posteriores, muestren una fuerte preocupación por la muerte inminente, o por muertes en mi familia. Hasta cierto punto, eso es natural y adecuado en cualquier obra autobiográfica. Me puse a escribir cuando me acercaba y cruzaba la pequeña pero perceptible frontera de mi sexta década: un tiempo en el que uno ha empezado a ver los nombres de sus coetáneos en las páginas de obituarios. Cuando se publicó el libro, acababa de cumplir sesenta y un años. Escribo esto en un momento en el que, según mis médicos, no puedo estar seguro de celebrar otro cumpleaños.
Por otra parte, por decirlo de algún modo, y gracias a la brillantez y habilidad de esos mismos doctores, podría esperar vivir varios años más e incluso encontrarlos disfrutables y provechosos. En el análisis final, ¿en qué se diferencia esto de la vida que llevaba antes? Uno siempre sabe que hay un límite para el tiempo de vida, al igual que uno siempre sabe que la enfermedad, los accidentes o la incapacidad, tanto física como mental, nunca están a más de un suspiro de distancia.
Para dar una forma narrativa, y para retomar la historia a pesar de todo, me había vuelto consciente, a medida que el libro se acercaba al final, de que cada vez me cansaba más fácilmente. Una o dos veces, gente que me había visto en la televisión escribió para expresar su preocupación por mi aspecto. Pero invariablemente me recuperaba del agotamiento sin demasiados problemas, y todos mis reconocimientos médicos rutinarios me encontraban en un estado de salud excepcional para alguien de mi edad. En todo caso mi vida es mi trabajo, y viceversa, y siempre los he organizado para que se solaparan. Disfrutaba enormemente viajando para cumplir encargos de escritura o compromisos para hablar en público, generalmente una vez por semana. Y nunca me han faltado amigos o compañía, y los seguía buscando vorazmente. Como el hombre del viejo cuento, a veces me reía diciendo que, si hubiera sabido que iba a vivir tanto, me habría cuidado más. Se han exagerado las anécdotas sobre mi “estilo de vida” bohemio, como comentaré en estas páginas, pero quizá no tanto. Había desarrollado un régimen muy productivo y, para mí, satisfactorio. Si parte de él dependía un poco de cócteles y largas noches de lectura, debate o incluso (durante la escritura de este libro) recaídas en el hábito de fumar, pensaba que la apuesta lo merecía.
De ahí mi estado de relativa despreocupación hasta la primavera de 2010, cuando recibí el calendario previsto para la gira promocional de este libro. Era una cosa brillante y generosa, que se extendía desde Australia a Gran Bretaña, pasando por Estados Unidos y Canadá. No creo en los presentimientos (ahora me parece muy obvio que mi cuerpo intentaba decirme algo), y me limito a señalar el hecho de que leí el calendario y pensé con bastante calma: “No llegaré al final”. Mentalmente, me estaba preparando para tomarme varios meses “libres” (algo que nunca antes había deseado) y concertar una cita seria con un médico. La gira empezó bien pero mi sistema no tardó en imponerse: primero me derrumbé en Nueva York, donde me enteré de que debía pedir una biopsia para el cáncer, y después –tras haberme hecho la biopsia y decidir que mantendría todos los compromisos posibles mientras esperaba el resultado- en Boston. Mi querido amigo Cary Goldstein, que estaba conmigo en ambas ocasiones, es la razón por la que puedo escribir estos párrafos. Desde entonces, he vivido entre una dosis de quimioterapia y otra y, en algunos periodos, entre un analgésico y el siguiente, mientras espero la posibilidad de un tratamiento que sea específico para mis propios genes y mi propia enfermedad. (Sufro un cáncer de esófago en fase cuatro. No existe la fase cinco.)
Un tema constante en Hitch-22 es el requisito, exigido por una vida de reiteradas contradicciones, de mantener una doble contabilidad. Mi actual condición lo intensifica, en vez de hacer lo contrario. Simultáneamente, me veo obligado a hacer preparaciones para morir y para seguir viviendo. Abogados por la mañana, como dije una vez, y médicos por la tarde. Una de las dimensiones más felices de mi vida, viajar, ha quedado prohibida: una gran tristeza. Pero he descubierto que todavía poseo la voluntad de escribir, así como algo indispensable para cualquier escritor: la ávida necesidad de leer. Incluso aunque esté atenuado por el tiempo más corto en el que estoy consciente cada día, y circunscrito por la idea de una final y completa pérdida de la conciencia, esto es solo un poco menos que aquello por lo que estaba silenciosamente agradecido: la capacidad de ganarme la vida haciendo las dos cosas que más me importan.
Otro elemento de mis memorias –la gigantesca importancia del amor, la amistad y la solidaridad- se ha vuelto inmensamente más vívido para mí a través de la experiencia reciente. No puedo esperar trasladar el efecto total de los abrazos y las declaraciones. Si un conocido tuyo puede beneficiarse de una carta o una visita, bajo ningún concepto pospongas la escritura o el desplazamiento. Casi con toda seguridad, la diferencia que suponen será mayor de la que has calculado.
La causa de mi vida ha sido combatir la superstición, lo que entre otras cosas significa combatir los temores de los que se alimenta. Por alguna razón inexplicable, nuestra cultura juzga normal, incluso encomiable, que los devotos aconsejen a quienes consideran que están expirando. Todo un edificio hortera –de inventadas “conversiones en el lecho de muerte” y húmeda literatura devocional- ha surgido a partir de esta asunción altamente discutible. Aunque podía haber elegido ofenderme (cuando me invitaban melifluamente a abandonar mis convicciones in extremis: qué insulto y qué non-sequitur, además), estaba realmente agradecido por la pesada atención que recibí de los fieles. Le dio a mi ateísmo, por así decirlo, nuevas ganas de vivir. También me ayudó a mantener abierto un debate al que estoy orgulloso de haber contribuido. Decir que este debate me sobrevivirá habría sido cierto en cualquier momento.
En lugar de asistir a “desayunos de oración en mi honor” en lo que realmente se llamó en internet “el Día de Oración por Hitchens”, he pasado gran parte de este último año registrándome como paciente experimental para varios exámenes y “protocolos” clínicos, principalmente basados en el genoma y destinados a ampliar el conocimiento humano y a reducir el área de oscuridad y terror que domina el cáncer. Obviamente, mi objetivo no es por completo desinteresado, pero muchos de los experimentos se encuentran en una fase en la que cualquier resultado está demasiado alejado en el futuro como para servirme de ayuda. En este libro cito la admonición de Horace Mann: “Mientras no hayas hecho algo por la humanidad, debería darte vergüenza morir”. Así que esta es una respuesta modesta y pequeña a su reto, sin duda, pero es la mía. La irrupción de la muerte en mi vida me ha permitido expresar un poco más concretamente mi desprecio hacia el falso consuelo de la religión y la creencia en la centralidad de la ciencia y la razón.
No todas mis opiniones se han revelado acertadas, ni siquiera para mí. Veo que escribo que: “Personalmente, quiero ‘hacer’ la muerte en voz activa y no pasiva, y estar allí para mirarla a los ojos y estar haciendo algo cuando venga a buscarme”. No puedo mantener esa gallardía a la luz de lo que sé ahora. Si los mejores esfuerzos de mis amigos médicos fueran inútiles, poseo una idea bastante clara de cómo cosecha a sus víctimas el cáncer de esófago en fase cuatro. El proceso terminal no permite mucho en forma de “actividad”, ni siquiera de despedidas serenas, por no hablar de partidas estoicas o socráticas. Por eso estoy tan agradecido por haber tenido, ya, un intervalo lúcido de cierta duración, y por haberlo llenado de los mismos elementos, de amistad y amor, de literatura y dialéctica, con los que espero que esté animado este libro. No nací para hacer ninguna de las cosas que escribo aquí, pero nací para morir y esta coda debe ser mi intento de llevar el relato a su conclusión.
Christopher Hitchens
Washington, D.C.,
20 de enero, 2011
'REVISTA DE LIBROS' DICE HASTA LUEGO
Amalia Iglesias, poeta, manda esta carta a sus amigos:
“De forma imprevista para nosotros, y por fuerza mayor, la Fundación ha decidido suspender su apoyo económico a ‘Revista de Libros’. Esto significa que la revista, tal como hemos venido editándola, aparece por última vez este mes de diciembre. Han sido quince años de los que estamos profundamente satisfechos, y estimamos que la revista no concluye tras un periodo de decadencia, sino en un momento de plena vitalidad, tanto por su difusión como por sus contenidos. La crisis profunda está produciendo víctimas, entre quienes estamos nosotros.
El camino ha valido la pena. Gracias por tu apoyo y tu colaboración en estos años. Esperamos que esto sea sólo una interrupción, no un final. La crisis pasará, pero la cultura y el debate de las ideas encontrarán otros caminos para expresarse”. Además de Amalia Iglesias, con quien tanto quería Félix Romeo y con quienes coincidí en Dublín hablando de los utensilios de barbero de nuestros padres (el de Amalia, el mío), firman esta nota: Álvaro Delgado-Gal (Director de Revista de Libros), Amalia Iglesias Serna (Luis Gago (Editor) y Ada del Moral (Coordinadora Edición Digital y Promoción).
MANUEL VILAS: UN POEMA DE 'GRAN V'

LA ESPAÑA DE LA TRANSICIÓN
Inédito. Del poemario 'Gran V'. Premio Ciudad de Melilla.
El rey Juan Carlos I está algo hinchado,
y algo sordo, no oye a los periodistas.
Fue el dueño de un rato largo de la Historia.
Y ahora habla con los muertos mucho rato,
con su padre, a quien ya ha vuelto a ver en sus sueños.
El ex-presidente Adolfo Suárez
se convirtió en el hombre invisible.
Murió su esposa, se entristeció para siempre,
y envejece en un lugar desconocido.
No recuerda nada porque nada hay que recordar.
El escritor Camilo José Cela se murió
como muere la gente corriente.
Parecía inmortal y eterno, pero no lo era.
Su viuda aparece muy de tarde en tarde
en la prensa española, pero ya nadie la recuerda.
El ex-presidente Felipe González
se divorció y se fue con una más joven.
Sale de vez en cuando en las televisiones.
Parece un hombre bueno,
pero solo es un hombre envejeciendo.
Da consejos y opina de economía y de mercados.
La ex-miss del universo Amparo Muñoz
se disolvió tristemente
en un piso de Málaga.
Dijeron que era una drogadicta y que por sus venas
corría la España de los años setenta.
El actor Fernando Fernán Gómez
se murió de la misma forma
que Camilo José Cela.
Cuando murió,
murió una forma de ser español.
El gran Santiago Carrillo, el último comunista,
se morirá un día de estos,
tal vez ya esté muerto ahora mismo.
Resiste, porque el comunismo latió en su corazón
como una santa campana de penicilina.
La gente se muere o está apunto de morirse.
Se murieron poetas a quienes ya nadie lee
como Gerardo Diego y novelistas oscuros
como Torrente Ballester; y Gerardo y Torrente
parecen ahora mismo el mismo muerto,
el mismo fiambre, gemelos españoles.
El juez Baltasar Garzón ha engordado
y está envejeciendo.
Persigue a los fantasmas que no persiguieron
aquellos que ya también se volvieron fantasmas.
Fantasmas que no persiguieron
a otros fantasmas más antiguos,
porque entre los fantasmas la antigüedad
en el cargo se llama Historia de España.
Me dan pena los muertos españoles.
Oh, sí, qué pena dan los muertos españoles.
MANUEL VILAS
*Este poema, inédito, pertenece al libro 'Gran V' con el que Manuel Vilas acaba de ganar el premio Ciudad de Melilla. En la foto, Gonzalo Torrente Ballester..
TURIA, EL MUDÉJAR, DANZA... EN BORRADORES
SOLEDAD PUÉRTOLAS, ‘TURIA’, EL MUDÉJAR, BLECUA,
NEUMAN Y VIRGINIA C. AGUILERA Y LA DANZA
PROTAGONIZAN ‘BORRADORES’
Las escritoras Soledad Puértolas y Virginia C. Aguilera.
El programa Borradores, se emite esta noche a las 23.55, tiene como invitados al pianista, compositor y profesor de música y danza Carmelo Pueyo Benedicto, autor del libro ‘Música en danza’, donde hace un viaje por el mundo del ballet a través de los bailarines, la música, la literatura, el arte, etc. Carmelo Pueyo habla del Ballet de Zaragoza, del magisterio de María de Ávila, y toda dos temas de la obra ‘Baruca’, que escribió para un espectáculo de Elia Lozano. La otra invitada al plató es la joven escritora Virginia C. Aguilera, que acaba de publicar ‘Helena Kín’ (KRK), una novela sobre la fatalidad de la belleza y la psicología de una mujer especial que se recluye en un convento de Pittsburgh.
Además, Borradores viaja Teruel para celebrar el número 100 de la revista ‘Turia’ y los 25 años de la declaración del mudéjar como Patrimonio de la Humanidad. Soledad Puértolas habla del monográfico que le dedica la revista turolense; la académica además analiza su trayectoria, sus claves de trabajo, sus temas y su estilo. José Manuel Blecua y Raúl Carlos Maícas explican la trayectoria de la revista, sus contenidos, entre ellos una entrevista con el propio director de la Real Academia de la Lengua. El arquitecto Antonio Pérez resume la importancia del mudéjar y sus peculiaridades, y explica qué ha significado ese movimiento artístico para Aragón y para la ciudad. El programa se completa con una entrevista reportaje con Andrés Neuman sobre su libro ‘Hacerse el muerto’, publicado por Páginas de Espuma.
PREMIO PARA FERNANDO SANMARTÍN
Xordica editorial tiene el placer de comunicarles que el escritor aragonés Fernando Sanmartín, narrador, poeta y crítico literario, ha obtenido un accésit en el Premio Internacional de Relato Breve Julio Cortázar, convocado por la Universidad de La Laguna, por su relato "Crónica de un argumento".
Las narraciones presentadas a este premio, en su XIV edición, han procedido, principalmente, de España, Argentina, Chile, Cuba y México.
Fernando Sanmartín es autor de libros de narrativa como Apuntes de París (Xordica, 2000), La infancia y sus cómplices (Xordica, 2002), o Heridas causadas por tres rinocerontes (Xordica, 2008). En marzo de 2012, Xordica editorial publicará su nueva novela, Te veo triste, cuya sinopsis adjuntamos.
«Dile a Carmen Cabrera que he muerto.» Es la nota que el escritor Luis Sampiero, antes de morir, le deja a su hija, Marta, que vive en Bruselas y ha regresado a Zaragoza con urgencia, que se hace a sí misma la promesa de encontrar a esa mujer «para compensar viejos errores».
Al tiempo que Marta, gracias a las cartas y a los cuadernos de viaje de su padre, va averiguando quién es y dónde puede encontrar a Carmen Cabrera, una mujer de la que nunca había oído hablar, descubre a un Luis Sampiero desconocido, diferente, del que a veces se distanciaba como una equivocación más.
Te veo triste es la narración de la búsqueda que lleva a cabo su protagonista, búsqueda que la llevará a Varsovia, Dublín y Madrid, pero es también la historia de un amor apasionado y la crónica de la reconciliación entre una hija y el recuerdo de su padre.
*Esta foto de Fernando Sanmartín es de Vicente Almazán.
MARCHAMALO Y LA FELICIDAD

Ese hombre de acción de letras que es Jesús Marchamalo, escritor, conferenciante, fotógrafo, investigador de la vida íntima del papel y los sueños, es un artista y un artesano de los pequeños objetos: como Isidro Ferrer, como Pepe Cáccamo, como Fernando Aramburu o Xoán Abeleira, entre otros. Todos los años manda sus felicitaciones personalizadas y ayer viernes recibí la mía con un mandato: Marchamalo ha decidido, ha resuelto, que nos conviene a todos ser felices y se apoya en Jaime Gil de Biedma. Hay ideas a las que no puede resistirse, hay amigos entrañables y lúcidos con los que no se puede disentir. He aquí a Gil de Biedma / Marchamalo:
“Resolución de ser feliz
por encima de todo, contra todos
y contra mí, de nuevo
-por encima de todo, ser feliz-
vuelvo a tomar esa resolución”.
VIRXILIO VIEITEZ O EL NIÑO QUE FUI

VIRXILIO VIEITEZ, EL HERMANO GALLEGO DE AUGUST SANDER ,
Y EL NIÑO QUE FUI
Ya lo he contado alguna vez: solo tenía una foto de niño. Me la mandó mi hermana o mi madre, no recuerdo cuál de las dos, no me di cuenta de que venía con otras cosas en un sobre grande y la perdí para siempre. La arrojé, supongo, al papel y a la basura. A veces veo esta foto de Virxilio Vieitez y me acuerdo del niño que fui, de las humildes Navidades con mis padres en Castelo, en Lañas, y luego en Arteixo. Y me acuerdo de muchos amigos, de aquellos días, y los comparo con estos: de estos días en que te encuentras con tus hijos,con tus sobrinos, con la gran familia Gascón Brumós. Y os dejo aquí esta foto: este chaval de aldea que no se sabe bien si está orgulloso de sí mismo o si se encuentra asustado... Virxilio Vieitez, el fotógrafo gallego que se parecía a August Sander... Felices Navidades a todos. Feliz 2012.
EL FESTIVAL DE CINE DE HUESCA MARCHA
Abierta la convocatoria para participar en el Festival de Cine
Por Sonia URÍA.
El Festival Internacional de Cine de Huesca, que se celebrará del 9 al 16 de junio del 2012, ha abierto su convocatoria de presentación de obras cuyo plazo finalizará el próximo día 1 de marzo. En esta edición que conmemora sus cuatro décadas de existencia, el cartel será obra del prestigioso fotógrafo de proyección internacional Chema Madoz, con la colaboración de Isidro Ferrer en la tarea del diseño gráfico.
La dotación de premios asciende, en esta edición, a 32.000 € repartidos entre los cuatro Concursos: el Iberoamericano en la categorías de Cortometraje y Cortometraje Documental y el Internacional en las categorías de de Cortometraje y de Cortometraje Documental. La filosofía del festival ha sido, desde su comienzo, la defensa del cortometraje como formato y, más recientemente, del género documental. La presencia del cine latinoamericano es otra de sus constantes. Además, es el único certamen español de estas características y el único también cuyos dos premios principales de cortometraje optan a la selección de los Premios de la Academia de Hollywood.
El Festival, por otra parte, goza de una creciente proyección, como lo muestra el hecho de que una selección de títulos del palmarés de su edición anterior haya sido proyectada en la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas el pasado mes de octubre. Así mismo, en la línea de habituales colaboraciones con festivales internacionales de prestigio, el equipo del certamen ha programado una sección de cortometrajes premiados en ediciones previas que se han exhibido en la última edición del Festival de Viña del Mar (Chile).
El cartel del festival, una muestra de identidad
En esta edición que conmemora las cuatro décadas de festival, Chema Madoz –a quien le fue otorgado el Premio Nacional de Fotografía en el año 2000- aportará una fotografía original. Chema pinta ideas de plata. Con su trabajo, abre espacios insospechados, formas de gran fuerza; y todo ello alcanza al espectador, porque le recuerda siempre a algo y le empuja a reflexiones sin límites. Su obra ha sido expuesta en numerosos países y, precisamente por su ubicuidad, ha obtenido galardones como el Premio Higasikawa (Japón) o el de PhotoEspaña.
Isidro Ferrer será el encargado del diseño del cartel partiendo de la citada fotografía de Madoz. Ilustrador y diseñador por devoración, actúa con la realidad de manera parecida a la máquina de hacer versos que imaginó el machadiano Juan de Mairena: por un lado entra el mundo, por otro sale la poesía. Entre los trabajos más sugerentes del ilustrador y escultor que obtuvo el Premio de Diseño 2002, destacan la campaña de de carteles del Centro Dramático Nacional –por la que obtuvo el Premio Visión de Oro, JCDecaux de Creatividad Exterior- y los originales títulos de crédito del filme Que se Mueran los Feos (Nacho G. Velilla, 2010).
Dpto. de Prensa del Festival
Sonia Uría. suria@huesca-filmfestival.com. +34 686 639 650. www.huesca-filmfestival.com (La foto de Isidro Ferrer es de Vicente Almazán; abajo dos obras de Chema Madoz.)
MIGUEL MENA: UN RETRATO DE FÉLIX
Ayer, en la librería Antígona, José Luis Melero y Víctor Juan presentaban el número doble de la revista Rolde dedicada a Félix Romeo. Miguel Mena también participó en la presentación y lo hizo como él sabe hacerlo: con ternura, talento, ingenio y un inmenso hacia Félix y su órbita. Cogió una frase de los autores de los textos y armó un nuevo texto: esta biografía fragmentada de Félix, este retrato impresionista).
(PALABRAS PARA FÉLIX)
Por MIGUEL MENA
Le conocí un domingo de fútbol al salir del estadio, gracias a mi padre que me dijo que tenía que conocer a este tipo extraordinario.
Los cromos de fútbol fueron el primer afán nominalista que recuerdo de Félix. Recordaba el nombre de todos los jugadores y nos hacía descubrir cómo los uniformes de los últimos fichajes eran un montaje fotográfico.
Soñaba un Zaragoza que implicara a toda la ciudad, un Zaragoza orgulloso de su historia, pero moderno, un club grande que perteneciera a su gente, que fuera lo que los zaragocistas quisieran.
Nunca dejó de soñar con una ciudad mejor.
A Félix entonces le dolía su tierra unamunianamente. Quería arreglarlo todo y lo más rápidamente posible.
Fue el ejemplo a seguir en la conciliación de lo próximo y lo universal.
Fue, además de amigo y fabulador de historias, compañero de viajes, de comidas y de altas horas de la noche junto a muchos de los escritores que participaron en Invitación a la lectura.
Disfrutaba de la vida con la convicción de un búfalo.
Siempre insistía en que era la certeza de que iba a morir lo que le hacía exprimir la vida.
Le hacía rabiosamente feliz la música de Battiato. Ponía un disco y cuando se iba de casa lo dejaba sonando.
Se inventaba también chistes del tipo “Se abre el telón”. Se abre el telón y está Carmen París en una residencia de ancianos, que la abuchean, ¿cómo se llama la película? No es París para viejos.
Recuerdo que el año 2007 celebró su cumpleaños en su casa, en la calle Conde de Aranda. Le regalamos un abrigo entre todos. Ese abrigo era una metáfora. Porque él era quien más nos abrigaba.
Félix siempre estaba allí, en Madrid o en Zaragoza, escudado tras su ordenador, dispuesto a leer y a orientarme sobre todos los originales que le enviaba por vía electrónica. Su opinión me resultaba vital.
El final de Dientes de Leche está directamente inspirado en lo que nos contó esa tarde en casa de José Luis, y quiero pensar que de algún modo refleja el inmenso amor que Félix sentía por sus padres.
Amaba el amor y la familia. La suya, sobre todo, pero también las de los amigos. Creía en la amistad como otros creen en la vida eterna.
Tenía el vicio de empujar a los demás hacia sus anhelos y destinos, insuflándoles la seguridad en sí mismos que les faltaba.
Veía mucho más lejos de lo que vemos los demás.
He visto pocas veces a alguien tan ávido de saberlo todo, de apretujarlo todo.
Le gustaban las mesas redondas porque era más fácil hablar.
Era actitud de verdad, era Morrissey soñando canciones para las chicas de Las Fuentes.
Para Félix no había que pedir permiso para hablar y escribir de las cosas.
Conjugaba vida y cultura porque para él la vida sin cultura no era vida y la cultura sin vida no era cultura.
Echaré en falta al hombre vulnerable, leal, con una capacidad de amor todavía superior a su asombrosa digestión de los mil sabores de la cultura.
Siempre te veo como una sonrisa, un abrazo, una conversación y una biblioteca andantes.
Siempre era una alegría recibir tus postales, divertidas, ingeniosas y siempre animadas con dibujos del Romeo en la playa, del Romeo dibujado en ciudades de todo el mundo y, absurdamente, en 1995, del Romeo preso en la cárcel.
El último día conseguiste encontrar el mejor helado de sabor Liquiriza, el favorito de Lina; qué maravilla saber cuidar a la mujer que tanto amas.
Si fueras un país, serías México: intenso, desproporcionado, con olor a chile y a pólvora, lleno de colores, músicas, sabores y afectos desmedidos.
Dicen que tres nueces al día son buenas para el corazón. Ahora las comemos lentamente, nosotros, con algo de pudor, como si fueran tuyas, llevándote bien dentro de la boca, con el amargor justo.
La desaparición de Félix es la extinción de una gran supernova. El campo gravitatorio que ha generado, un infinito y desgarrador agujero negro, nos va a atraer durante el resto de nuestras vidas.
Hay hombres como Félix que hicieron de cada día una fiesta en la tierra.
Uno de los consuelos que tengo es que la noche anterior a su muerte estuviera cenando y hablando de cine, de literatura, de política y de la vida con algunos de sus mejores amigos.
Amiguito: has evitado el colapso, la agonía, el espanto que nos asedia.
Todas las puertas de la tierra van a llenarse con tu corazón.
OLGA Y LOS MINISTRILES: NUEVO DISCO
SEGUNDO DISCO DEL GRUPO OLGA Y LOS MINISTRILES
Esta semana el grupo Olga y Los Ministriles ha lanzado al mercado su segundo disco, titulado MAI (madre en aragonés y título de uno de los temas con letra de Anchel Conte). El trabajo está compuesto por 12 temas (6 basados en el folklore aragonés y otros 6 de nueva creación ) y ha contado con la colaboración de grandes interpretes de la música aragonesa, como Joaquín Pardinilla, Antonio Gil, Fran Gazol, Juan Luis Royo, Angel Orós, Jesús Acero y el gran percusionista cubano, Ricardo Fernández, que han adornado con su buen hacer las canciones grabadas por el grupo.
Olga y los Ministriles están muy satisfechos de este trabajo musical y esperan que el público disfrute de la variedad y de la calidad de las canciones. En el disco se puede escuchar desde un bolero al más puro estilo tradicional cubano, pasando por un fado o una "joteira" como fusión de jota y muñeira, haciendo guiños al jazz, a la música klezmer e incluso acercándose a la música andaluza o al pop-country.
El prestigioso poeta Anchel Conte es el autor de las letras de dos de los temas, escritos ambos en Aragonés, con música del afamado folklorista aragones Blas Coscollar en el primer caso y de Gabriel Sopeña, excelente musicador de poemas, en el segundo (MAI), canción cantada anteriormente por intérpretes tan reconocidos como J.A Labordeta o por el propio Manolo García. Con ambos artistas, Sopeña y Coscollar, el grupo va a seguir colaborando en proyectos futuros, así como con Antón Castro, autor de otra de las letras del disco.
Este trabajo discográfico ha sido grabado durante los meses de octubre y noviembre de este mismo año en las magníficas instalaciones del Laboratorio Audiovisual del Ayuntamiento de Zaragoza, al que OLGA Y LOS MINISTRILES agradecen el apoyo prestado.
El diseño gráfico está muy cuidado y ha sido realizado, al igual que en el anterior trabajo del grupo, por el oscense David Tellechea, de Tiépolo Multimedia, en base a una ilustración de "Ministriles" de las cantigas de Santa María del rey Alfonso X el Sabio, junto con el cuadro "Fulgor" de la joven artista oscense Silvia Cored
Ha sido un bonito broche de oro para finalizar el año y la buena temporada que ha llevado al grupo a diversas localidades españolas donde ha triunfando en todos los escenarios.
OLGA Y LOS MINISTRILES comienza la gira de presentación de su nuevo CD en el Palacio de Congresos de Jaca el próximo día 4 de enero en un recital a beneficio de la Cruz Roja. Todo parece indicar que esta gira de presentación recalará en Huesca, probablemente el próximo mes de febrero, a tenor de los contactos mantenidos con ese propósito.
*Esta información la remite el propio grupo.
ALEJANDRO ALAGÓN: DE LA EMOCIÓN
Recibo esta conmovedora carta del poeta oscense Alejandro Alagón: “¡Hola, Antón! Soy Alejandro Alagón y te escribo desde la Clínica Guttmann, un hospital de rehabilitación neuronal situado en Badalona. El día 3 de septiembre contraje matrimonio con mi mujer y esa misma noche su hijo pequeño, Ibrahim, sufrió una terrible caída que requirió dos intervenciones quirúrgicas y de la que se va recuperando poco a poco. Pasó cinco días en coma, una semana en la UCI y tres meses en el Hospital Lozano Blesa de Zaragoza. Ahora estamos en esta clínica de Badalona continuando el proceso de recuperación que se antoja largo pero esperanzador. Durante el proceso de convalecencia en el Lozano Blesa escribí un poemario que acaba de ganar el XV Premio Mario Ángel Marrodán en Portugalete (Vizcaya). Se llama ‘Conversaciones con Ibrahim’, en alusión a las circunstancias de comunicación que vivimos las primeras semanas, ya que sólo movía el párpado derecho. Un parpadeo significaba sí y dos no. ‘Conversaciones con Ibrahim’ fue mi particular manera de explorar el miedo, las vivencias, las esperanzas que se viven en estas situaciones. Durante la entrega de premios hace diez días leí dos poemas. Uno de ellos es éste. Describe el proceso terapéutico de la música, su importancia en el proceso de recuperación”.
ODA A CAMARÓN
Por Alejandro ALAGÓN
Aconsejan los médicos que escuches una música
que te resulte grata, alguna melodía
que indique un nuevo rumbo y evite la rutina
de ojos desconectados de la realidad,
el sopor, el letargo, las sólidas columnas
de esta fiel somnolencia que se adhiere a tus párpados.
La voz de Camarón resucita, obediente,
desde el disco compacto y su carisma ayuda
al joven Ibrahim a evitar los abismos,
los profundos barrancos de una baja conciencia
y el peligro de pérdida en ese laberinto
oscuro de neuronas heridas y averiadas.
Maestro soberano de voces ancestrales,
origen y principio de tantos creadores,
fiel cantaor que invoca solitarios misterios:
Ahora te pedimos que ayudes a un amigo
a abandonar las sombras que encuentra en su trayecto.
Vocaliza despacio intensas emociones
que encaminen su espíritu por la senda adecuada.
Arrincona sus miedos, retira sus temores
bajo el dosel de palmas, aplausos y guitarras.
Acompáñale ahora en esta travesía
con tu voz prodigiosa hacia nuestro horizonte.
Escoge en ese mágico rincón de tu garganta
el remedio seguro que ignoran hoy los médicos,
el ritmo poderoso de lo desconocido,
la pócima secreta que dejará perplejos
sus rostros, sus semblantes, su agudo pesimismo.
*La primera foto es de Darcy Padilla; abajo, un retrato clásico de Camarón de la Isla.
2011: EL GRAN AÑO DE GERVASIO
[Recibo esta carta de Gervasio Sánchez, un amigo de la fotografía y del periodismo. Este tipo de cartas también matizan y explican el éxito de Gervasio: siempre hace públicos sus sentimientos y sus gratitudes y manda sus cosas a muchos amigos. Es un periodista comprometido entre amigos. Actualmente, Gervasio Sánchez expone en el ‘Centro de Historias’ de Zaragoza]
Queridas amigas y queridos amigos:
Por Gervasio SÁNCHEZ
Cuando falta unos pocos días para acabar el año me gustaría contaros que 2011 ha sido muy especial. Por fin he podido presentar mi proyecto Desaparecidos que rondaba por mi cabeza desde que era un joven estudiante universitario y que empecé hace 13 años en un viaje a Chile de finales de diciembre de 1997, pocos meses antes de que naciera mi hijo Diego.
He tenido la suerte de presentarlo en el Musac de León, La Casa Encendida de Madrid y el CCCB de Barcelona y ahora mismo está en el Centro de Historias de Zaragoza. Sus directores, los actuales, alguno de los cuales como Josep Ramoneda está a punto de dejar su puesto, y los anteriores, apoyaron este proyecto desde el primer día.
Los equipos de estas instituciones se volcaron en la producción y la realización. La comisaria, Sandra Balsells, trabajó intensamente para que Desaparecidos tuviera la relevancia que ha tenido. Mi editor, Leopoldo Blume, luchó para que los libros fuesen de gran calidad a un precio asequible.
Pero proyectos bellos y duros como Desaparecidos suelen quedarse en los cajones olvidados o, como máximo, se mantienen en la despensa anímica de los autores por los siglos de los siglos si no son apoyados por personas capaces de arriesgarse.
Desaparecidos podría haber formado parte del baúl de los olvidos, pero tuvo la gran suerte de contar con el apoyo incondicional de Rafael Doctor cuando apenas era un embrión en mi cabeza.
Rafael Doctor batalló por él en La Casa de América cuando era su jefe de exposiciones, lo que le acarreó más de un disgusto y decidió ponerlo en marcha un mes después de inaugurar como director el Musac de León en abril de 2005.
Tengo que decir que me dio total libertad para realizar el proyecto como yo quisiese e, incluso, en un acto de generosidad pocas veces visto, aceptó la fecha de presentación que yo le propuse a sabiendas de que quizá él ya no sería el director del Musac.
Además, en otro gesto inusitado en los salones del poder artístico, convenció al director de La Casa Encendida de la importancia de compartir el proyecto y posteriormente, ya como ex director del Musac, fue clave para convencer al CCCB de que se sumase a él.
Durante los años de realización de Desaparecidos mis encuentros con Rafael Doctor en León sirvieron para recibir múltiples consejos que enriquecieron con creces el resultado final. Estoy seguro que Desaparecidos hubiera cojeado sin sus recomendaciones.
A poco de que se cumpla un año de la presentación de Desaparecidos no me queda una sola duda de que el apoyo y la generosidad de Rafael Doctor fueron imprescindibles para llevar a buen puerto el proyecto más ambicioso, difícil y arriesgado de mi vida profesional.
También quiero que sepáis que fue Rafael Doctor quien me presentó al Premio Nacional de Fotografía en 2009 y defendió mi candidatura con tanta pasión que consiguió la unanimidad del jurado, algo verdaderamente muy difícil cuando se trata de valorar la obra de un autor.
Por eso quiero darle las gracias públicamente cuando está a punto de finalizar 2011.
Muchas gracias por vuestra atención
Espero que tengáis un Feliz Año Nuevo
Un abrazo
Gervasio Sánchez
TRES POEMAS DE MAYUSTA
[El próximo día doce de enero, Miguel Ángel Yusta, experto en coplas y jotas, rapsoda por aquí y por allá, viajero contumaz de la noche parisina, presenta su nuevo poemario: ‘El camino de tu nombre’, un libro de exaltación de la amada, del amor, del deseo, del erotismo recuperado. Miguel Ángel está enamorado de nuevo y es feliz: este libro tiene ese hálito. El aliento del amor recobrado, la ilusión por encontrar a alguien con quien compartir la primera luz de la mañana.]
TRES POEMAS DE MIGUEL ÁNGEL YUSTA
I
ESTA NOCHE
Te quería decir en esta noche,
cuando ya nadie habita en la distancia
y dormidos los pájaros
es el silencio dueño de las vidas.
Te quería decir, y te lo digo
—aunque a veces me corte las palabras
el saber que tu oído las escucha
y tus ojos las miran–
que esta tarde cuando volvía a casa,
tan silencioso y solo,
mientras sobrevolaba el pensamiento
utópicos lugares,
de pronto, te me has aparecido
con tus ojos profundos
y tus manos repletas de caricias,
abierta la sonrisa,
piernas de adolescente, apresuradas
por llegar a mis brazos
y rodearme fuerte con los tuyos.
Tu cabello jugando con el viento,
extendidas las manos en el aire,
presentidas caricias.
Venías, llegabas y te quedabas...
Entonces he sentido que la tarde
se llenaba de luces
y que toda la gente sonreía.
Que aún era hermoso el mundo
y los taxis, las casas, los semáforos.
Que las tiendas, las calles, las aceras
se llenaban de luces de repente
e íbamos del brazo, felices como niños.
Pero esta tarde no has aparecido.
Por eso te lo digo,
que te he echado de menos en las horas
que otro día mataban poco a poco.
Y aunque al subir a casa
ha sonado el teléfono y me has dicho te quiero
por un momento, amor, por un momento,
las luces se apagaron en mi alma...
Por eso te repito,
pero tal vez callarme debería,
que cada tarde, amor, que cada tarde,
me dejes que la acabe entre tus brazos.
II
DESLIZABA la tarde sus cuchillos
y penetraba el frío estremeciendo
la nieve de tus hombros.
Miraba con tus ojos la ventana
iluminada de paisajes ocres
y, en la prisión de la melancolía,
uníamos las manos.
Las flores amarillas y marchitas
derramaban sus lágrimas postreras
antes de perecer en el olvido.
Entonces sonreíste
y abrazaste mi entera soledad.
En ese mismo instante
yo deserté por fin de la tristeza.
III
NO SUELO HACER POEMAS cuando despunta el día,
tal vez mi poesía sólo vive de noche.
Hoy ha sido distinto:
ha quedado en mis sábanas aroma de tu piel,
en mis ojos la huella marina de los tuyos,
sobre mi cuerpo marcas de tu pasión silente
y en mi alma, indeleble, la huella de tu paso.
Cuando te has ido,
todavía dormida la mañana,
has dejado mi ser deshabitado.
Te has llevado jirones de mí mismo
que yo te doy como pobre regalo
porque, a cambio, mujer alada y suave,
han quedado las playas de mi vida
ya para siempre inundadas de ti.
*Todas las fotos son de Signe Vilstrup, salvo la de Miguel Ángel Yusta que pertenece a su archivo personal.
ROSTROS ETERNOS: FELIZ 2012
Barbara Stanwick.
Carole Lombard.
Gene Tierney.
Estas fotos son del archivo de Alice Japan. Feliz año 2012.