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OTRA OPINIÓN SOBRE EL TEMA BELLOCH
[El fotógrafo Alberto Rodrigálvarez intentó hacer un comentario a las opiniones de Emilio Casanova en mi blog, pero no le dejó el sistema. A mí tampoco me deja. Y traigo aquí el texto. Alberto me decía lo siguiente: “No conozco de nada a Emilio, ni a Belloch, ni pertenezco a ningún partido políticio, ni soy ningún representante de la cultura, pero como veo que firma como un ciudadano, a mí también me gustaría escribir como otro ciudadano…”]
LA CAPITALIDAD CULTURAL, DONOSTIA Y EL ALCALDE BELLOCH
Por Alberto Rodrigálvarez
Creo que Belloch erró en las formas pero técnicamente tiene razón. Cuando se es ’jurado’ no sólo hay que ser objetivo, sino además aparentarlo. Salir ante la opinión pública y hacer comentarios fuera de lo que sería estrictamente ’objetivo’ es una barbaridad. Emocionalmente uno puede pensar lo que quiera, pero su ’deber’ como jurado es ser estrictamente objetivo y no dejarte llevar emocionalmente y mucho menos en público. No he oído todos los comentarios pero estoy totalmente de acuerdo cuando Belloch dijo que en condiciones normales al ganar San Sebastián sólo habría habido un problema político, pero con las declaraciones que ha hecho como jurado ahora existe un problema jurídico.
El hecho de que me pueda parecer a mí por ejemplo sacar un video con unos niños de diferentes etnias con la palabra ’paz’ y que el jurado diga que está ’emocionado’ y se convierta ahora en el ’salvador divino’ que ayuda en el camino a la paz no sólo está totalmente trasnochado sino que además conduce a pensar que tiene un total desconocimiento de la realidad. El nacionalismo es un ’sentimiento’, pero no es ’cultura’. La cultura está más allá del nacionalismo y cuando éste la emplea, es sólo en su beneficio. Al margen de esto y lo que más imprudente me ha parecido a pesar de los errores que ha cometido Belloch, es el hecho de que Emilio aluda a la condición de Ministro que tuvo Belloch. Por eso mismo, puedo entender que una persona que si no me equivoco estuvo muchos años de ’juez’ en el País Vasco y ha asumido los ministerios de Interior y Justicia(combatiendo el terrorismo) ahora al presentar un proyecto ’cultural’ se encuentre que el jurado hable de otras cosas que no son las estrictamente técnicas y encima sepa que al frente del proyecto, el que es el encargado de desarrollarlo haya gente que más que representar la capitalidad europea de una ciudad de España, lo haga en beneficio propio, ya que en realidad ellos creen en su autodeterminación y en la consideración de un estado propio.
No digo que este resultado no sirva para construir, ni que un proyecto sea mejor ni peor, lo que digo es que la ’motivación’ empleada en el discurso del jurado es un insulto y una falta de respeto para la gente que trabajan en los proyectos porque deja de lado lo ’importante’. Creo que obligatoriamente debería haber una rectificación por parte del jurado, ya que si no demuestra su influenciabilidad por otros factores que no deben afectar a su decisión. Puestos a hacer memoria también podríamos recordar palabras como las de Arzalluz en su día: ’Para nosotros las bombas y para los españoles la cultura’, en relación a la petición que hacían del cuadro del Guernica. Creo que las palabras fueron similares a estas.... Ni siquiera se respeta el hecho de que creo recordar que el deseo de Picasso hubiese sido que el cuadro estuviese en El Prado. Otra manipulación más de la cultura por parte nacionalista.
Otro asunto que comenta Emilio es el relacionado con la democracia y lo demócrata que dice que es él y lo poco que deben ser otros.... Pero bueno, vamos a ver, en España debido al sistema que existe se prima la territorialidad, eso significa que a día de hoy muchos partidos nacionalistas y otros minoritarios tienen la posibilidad de estar en el parlamento. De otro modo habría sólo bipartidismo como en otros paises. Por ello, debido a este sistema hay partidos que tienen llaves de gobernabilidad y hacer valer sus opiniones cuando los partidos mayoritarios no obtienen mayoría absoluta. Esto es la democracia, hay gente que estará o no de acuerdo y que dirá se debería cambiar el sistema. Todo esto puede debatirse e incluso cambiarse, pero no se puede utilizar como piedra arrojadiza para decir que por ejemplo Belloch no sea alcalde. La soledad de Eloy ha quedado patente al no poder conseguir un sólo apoyo. La gente ha votado así. Probablemente tiene razón por haber sido la fuerza más votada, pero la realidad es que con el actual sistema democrático su situación en soledad sería de ingobernabilidad.
Respecto al virus que dice que inocula, el peor es el de la ignorancia. Creo que en el fondo Belloch, al margen de la decepción personal y profesional que haya podido acarrear esta decisión, lo que pide es Justicia y creo que en eso todos los partidos deberían estar de acuerdo. El virus que se ha inoculado es en realidad la de la ’ANESTESIA LOCAL’ en la que estamos sumidos para no poder ver que no es de recibo la argumentación del jurado. Repito, lo que se pone en cuestión viene como consecuencia de los errores cometidos por el jurado al emitir el fallo, no la democracia, ni otras cosas. Lo que se pone en cuestión no es si ahora parecemos malos perdedores o si no somos representados por este alcalde, etc. El debate no es de tozudez, es de justicia. El otro día en la radio se volvió a hablar en alusión a un titular de un periódico de la Corona Catalana. Se excusó a un medio porque se había limitado a transcribir lo que el articulista de prensa había escrito y que no se podía echar más leña al fuego sobre el tema. NO es echar leña al fuego, es JUSTICIA. NO se trata de cuestiones a debatir sino de ser fieles a la realidad.
En fin, esto podría ser mucho más largo, pero creo que el debate real a pesar del error de comunicación que tuvo Belloch no debe trasladarse a otras cosas y debemos ver que la realidad del asunto es consecuencia de unas declaraciones muy desafortunadas de un jurado que ha cometido un grave error SEGURO ’EN LA FORMA’ , en el ’FONDO’ sería una cuestión ya de tipo político.
Un abrazo. Alberto Rodrigálvarez. Fotógrafo. [Tomo aquí dos fotos de Alberto: una de Elia Lozano y otra de la compañía La Mov en el montaje ’El trovador’]
CARLOS LOBO DIARTE: OTRO ADIÓS

DIARTE, UN ÁGUILA Y UN CICLÓN EN EL ÁREA
El Real Zaragoza había tenido grandes arietes: Seminario, Murillo y Marcelino, que llegaron a jugar juntos en alguna ocasión. Y Miguel Ángel Bustillo. Pero en enero de 1974 llegó un joven espigado, de larga melena más bien lacia, que pronto iba a deslumbrar: Carlos ‘Lobo’ Diarte; procedía del Olimpia de Paraguay y tenía 19 años. Decían que venía a reemplazar a otro gladiador del área: Felipe Ocampos, el ariete-armario, correoso, capaz de desplegar los codos, y una contundencia propia de los que se fajan en el área y sobreviven hasta la sangre, la rabia y los insultos.
Diarte demostraría de inmediato que practicaba otro juego: era fogoso, cabeceador, remataba con las dos piernas, poseía un regate mucho más que correcto, con salida hacia la derecha y la izquierda, y era constante, bregador cuando se terciaba, se levantaba por los aires como un águila, se lanzaba en plancha como un perfecto nadador. En Zaragoza encontró un equipo a su medida: un conjunto de colegas, como Arrúa, que era su media naranja perfecta (se olisqueaban, se intuían, se hablaban en guaraní, murmuraban en la lengua inefable del fútbol), y Soto, el citado Ocampos, el uruguayo ‘Cacho’ Blanco o el argentino Santos Ovejero. Con ellos, y con futbolistas admirables como Manolo González, Planas, Violeta y García Castany, por citar cuatro figuras, nacieron los ‘zaraguayos’, un equipo para la leyenda, capaz de golear al Real Madrid el 30 de abril de 1975 o de vencer al Barcelona para obtener el subcampeonato de Liga, capaz también de jugar una final de Copa del Generalísimo ante el Atlético de Madrid (un cabezazo de Gárate les apeó del título).
Aquel Zaragoza, que dirigía el paternal Carriega, tuvo dos buenas temporadas: la inolvidable de 1974-75, y la siguiente, en la que Carlos Diarte marcó 16 tantos en la Liga y demostró que era un delantero centro audaz, moderno, que llegaba desde atrás, rápido, con clase y sentido del sacrificio, con visión y sentido de la sorpresa. Se escabullía y avanzaba como un huracán. Él y Arrúa, arropados por la clase y el toque de tiralíneas de García Castany, hicieron de La Romareda un lugar inexpugnable, un estadio de fútbol vibrante, rápido, lleno de imaginación e intensidad. Ellos y un buen bloque, claro: el fútbol es esencialmente un deporte colectivo donde todos importan mucho. A veces, más que indio, Carlos Diarte parecía un holandés volador. ‘Los zaraguayos’, de tránsito demasiado fugaz, asimilaron bien la tradición de ‘Los magníficos’.
El juego y algunos goles deslumbrantes de Diarte reclamaron la atención del Real Madrid, que era uno de sus sueños, y del Valencia, donde recaló por 60 millones de pesetas de entonces, unos 400.000 euros de hoy. Allí coincidió con Bonhoff, con Rep y con Kempes, con Valdez (que rivalizaba en la selección con Chechu Rojo) y tuvo una primera temporada estupenda. Luego consiguió en 1979 la Copa del Rey que se le había escapado aquí; más tarde sería descartado por Pasieguito y recalaría en el Salamanca y finalmente en el Betis, donde volvió a brillar, cerca de la bota de seda de Cardeñosa y de la fuerza indesmayable de Gordillo, que era, como Diarte, un ciclón. Otro ciclón.
Carlos Diarte siempre fue un jugador especial. Incontenible. Simpático. Cercano. Vitalista. Un ídolo que rivalizaba con Arrúa y con Perico Fernández. Le gustaban un poco la juerga y la noche, la música (cantó en televisión ‘Tú volverás’, llegó a grabar un disco y arañaba la guitarra) y escribió poesía: leía a los poetas del 27, leía a Neruda, a Ángel González, y poseía facilidad y gracia para redactar poemas. Aseguran que contagiaba alegría en el vestuario. Entrenó a varios equipos y a la selección de Guinea Ecuatorial; supo madurar con sensatez y amor a la vida, a sus cuatro hijos y a sus amigos, aunque el cáncer decidió ponerle la zancadilla más insalvable y cruel. Siempre lo recordaremos por su fútbol, por su despliegue, por su carisma: era uno de esos jugadores que fijaban nuestra atención de inmediato. En 1980 un portero de la que había sido su residencia en la calle Ávila, me dijo en el bar del bingo Napolitano: “Esta casa no es cualquier cosa. Aquí vivió Carlos Diarte. ¡No se puede imaginar cuántos autógrafos tenía que firmar! Los zagales lo querían con locura”.
*Este artículo apareció en la edición digital de Heraldo de Aragón: heraldo.es. Anoche me contaba el escritor Rodolfo Notivol que había sido uno de los héroes de su adolescencia; su primera mujer era zaragozana y amiga de su familia.
FÉLIX TEIRA CUBEL: UN DIÁLOGO

“EL AMOR QUE NO SE CUIDA ACABA
POR VOLVERSE MUY FRÁGIL”
¿Cuál es el punto de partida de ’laciega.com’ (Funambulista)?
Yo percibía un malestar difuso, incluso antes de la crisis. Cuando los ideales se desmoronan viene el «sálvese quien pueda», cada uno busca solucionar individualmente sus problemas. Los personajes reflejan esta situación de desorientación colectiva.
Parece tener un parentesco con ’Sueños de borrachos’ (Poliedro, 2005), su libro anterior...
Sí, tiene razón. Es un cuento desgajado de ’Sueños de borrachos’ que creció por su cuenta. Metiéndome en la piel de los personajes (escribir conlleva desdoblarte en otro), llegó un momento en que tomaron vida propia y así se fraguó la novela.
¿Qué ocurrió en esa pareja con niña a la que todo parecía irle bien?
Antes de la crisis, una joven burguesa occidental, bellísima y con estudios, tenía múltiples expectativas, el mundo a sus pies. ¿Cómo asumir la frustración, la privación del consumo, el desengaño sentimental?
¿En qué medida nos condicionan el azar y los malentendidos?
Ah, el póquer de la vida es impredecible. ¿Quién está a salvo de aceptar una propuesta de dinero fácil, un amor intempestivo o de traicionar secretamente sus creencias? Me interesa que el lector se plantee estos interrogantes.
La novela tiene un aroma apocalíptico y los personajes son un poco avasalladores e inhumanos.
No, no era mi intención. Pretendía que fueran profundamente humanos y por tanto normales, gente corriente. Los humanos somos un barro de diversas arcillas, con nuestra ’cara B’, a veces miserable y mezquina, y nuestra ’cara A’, generosa y altruista.
El ingeniero Ismael se queda en paro y siempre está fuera de casa. Ni se queda con la niña. ¿Qué clase de paro es el suyo?
Como dice Mariano, el psicólogo clínico de la novela, Ismael pertenece a los P. A., proletarios ascendentes, individuos que provienen de abajo, ambiciosos, que creen que si no consiguen dinero siempre serán unos parias. Ismael realiza cursos, aprovecha el paro para especializarse con la finalidad de ascender y medrar. Y su mujer, Marga, la protagonista, no quiere darse cuenta del torbellino en que se ha metido, el fular con que se tapa los ojos es una manera de no ver. Gana mucho dinero que usa para contentar a los suyos y expiar su culpa. En el fondo, se engaña a sí misma pensando que lo que está oculto no existe.
Hablemos de Chon: la amiga de Marga, el contrapunto, esa mujer un punto exuberante que siempre está en el mercado.
El dolor íntimo de Chon, pese a su aparente frivolidad y a todos sus amantes, es no haber encontrado ese hombre «inteligentemente tierno» con el que soñaba en su diario de adolescente.
¿Tenemos dificultad para cerrar bien nuestro pasado? Le sucede a casi todos los personajes.
¿Quién no reescribiría un pasaje de su biografía? Nuestra personalidad es memoria acumulada, y el pasado de alguna manera nos da sentido. Un personaje afirma: «Somos memoria, y cuando la rata del Alzheimer nos roe el pendrive dejamos de ser». Pero la vida no es el borrador de una novela que se puede retocar y retocar impunemente.
¿Cuál es el peligro: internet, el sexo inmediato, nuestra prisa?
Internet tiene tal fuerza que condiciona las relaciones sociales, y es un hecho que la palabra «sexo» es la más buscada. La red favorece el encuentro fugaz, banal, a veces oculto, y sin compromiso. Una pradera primaveral de satisfacciones inmediatas en la época de las prisas; otra cosa es el amor, un árbol de crecimiento lento. El amor que no se cuida a diario acaba por volverse muy frágil. Aquí pasa.
¿Cuál es la historia real que más le ha impresionado en su investigación del sexo por internet?
El caso de Marga, aunque parezca ilógico, no es inverosímil: una mujer que se presta a tener sexo en Internet durante unos meses y después lo deja. Si nadie la descubre todo seguirá igual.
¿Por qué hay tan poco humor?
Al menos hay ironía, creo. Mariano se burla de sí mismo y de sus actos vistos a través de su prisma de psicólogo. El nudo de la novela excluye el humor; en esas circunstancias sería cinismo.
¿Había querido hacer siempre una novela tan dialogada?
Sí. Los diálogos están trabajados como si fuera un guión cinematográfico. Los diálogos sirven para definir al personaje, pero también son una manera de aligerar la lectura, un cóctel de verano que espero que ayude al lector.
¿Cuál es lugar de Zaragoza y su microcosmos literario en el libro?
Zaragoza ocupa un lugar central en toda mi obra. Yo creo que las recreaciones literarias o cinematográficas contribuyen a crear el imaginario colectivo de una ciudad. Espero que el lector aprecie la carga emocional que encierra cada lugar: disfruto describiendo la torre de la Magdalena, recién iluminada, cuando sale a hacer la noche cargada de azulejos, el Ebro que discurre por los tajamares del puente de Piedra, la niebla fría que ahoga la plaza de Salamero, Las Fuentes, el Actur?
¿En qué ha cambiado Félix Teira?
No sé, es difícil verte a ti mismo. Creo que las canas y el colesterol son buenos compañeros de viaje para un novelista. Pienso que soy más escéptico y, quizá por ello, más equilibrado.
Laciega.com. Félix Teira Cúbel. Funambulista. Madrid, 2011. 420 páginas. Este texto aparecía el pasado miércoles en ’Heraldo de Aragón’
MIGUEL MENA, POR ROSA MONTERO
Rosa Montero publica hoy este artículo sobre uno de los libros más singulares y emocionantes de las letras españolas en mucho tiempo: ‘Piedad’ de Miguel Mena, editado por Xordica y ya en su cuarta edición. Copio aquí el texto.
DE ENTRE LOS VIVOS
Por Rosa MONTERO. Babelia, El País. Sábado dos de julio de 2011.
Miguel Mena es autor de un libro de anotaciones raro, auténtico y conmovedor, en el que convierte el sufrimiento en piedad, rotunda, hermosa y antigua palabra
Ese niño mudo, distinto y siempre sonriente alumbra por entero el libro de Mena
Es un trabajo muy íntimo y muy libre sobre la desazón y la incongruencia de la vida
Este es un libro que habla de la vida. De una vida pespunteada por la muerte, como es toda vida consciente de sí misma. En realidad el texto es un leve puñado de anotaciones... Un librito de memorias, por así decirlo. O de estampas pegadas a la cotidianidad del autor y a sus reflexiones. Miguel Mena, escritor y locutor de una emisora de radio en Zaragoza, tiene un hijo con síndrome de Angelman. Lo cuenta de manera oblicua en esta obra. El síndrome de Angelman, lo he tenido que buscar en Internet para enterarme, es una enfermedad neurogenética rara y grave. Las personas que lo sufren padecen retraso, dificultades motrices, no llegan a aprender a hablar y, según dice la Wikipedia, "muestran un estado aparente de permanente alegría, con risas y sonrisas en todo momento, siendo fácilmente excitables". Es el síndrome de los ángeles. La beatitud. Pero qué duro. Ese niño mudo, distinto y siempre sonriente alumbra por entero el libro de Mena. Y no es que el autor hable gran cosa de su hijo; pero, de alguna manera, uno sabe que Piedad, que así se llama el volumen, ha nacido justamente de esa herida. De la necesidad esencial de hacer algo con el dolor, para que el dolor no te destruya. Miguel Mena ha escogido lo único que yo creo que uno puede hacer con el sufrimiento, y es convertirlo en empatía, en compasión, en entendimiento del dolor de los demás. En piedad, como titula él con rotunda, hermosa, antigua palabra.
Este libro de desnuda sencillez es como un cuaderno de notas, un trabajo muy íntimo y muy libre sobre la desazón y la incongruencia de la vida. No hay desgarro, no hay adjetivación melodramática, no hay patetismo. Es una aproximación estoica y fría y, sin embargo, a veces te abrasa. Y lo digo literalmente: tras leer alguna de las breves entradas (de apenas media página o una hoja) te quedas sobrecogida y sin aliento, como si te hubieran dado un puñetazo en el plexo solar. Déjame que copie una; se titula 'Silencios' y dice así: "El niño sin voz tiene tendencia al saludo. Cuando paseas con él y se cruza con alguien, a menudo extiende su brazo hacia el desconocido y emite un ligero gemido: aaaaaaaaaaa... Esto es todo lo que puede decir. Las respuestas son muy variadas, desde quien le habla y tiene hacia él un gesto cariñoso o compasivo hasta quien lo ignora deliberadamente y hace como que no lo ve. Nunca te acostumbras a esa indiferencia forzada y un día estallas. El niño sin voz ha saludado a un chico sentado en un portal, un adolescente que mira sin decir nada. El niño sin voz insiste y el chaval, nada de nada. Te duele. Te irrita. Te cansa. Te vuelves y le recriminas su silencio, le reprochas su indiferencia, descargas sobre él la rabia acumulada por todos los que durante años han ignorado al niño sin voz. Y el adolescente, con cara de estupor y haciendo un grandísimo esfuerzo, saca de lo más profundo de su garganta un sonido casi ininteligible y a duras penas dice: Sssssoy sssssordo".
Las notas o microcuentos reales no tienen relación cronológica ni temática, más allá de esa manera de mirar el mundo desde la fisura de una pena ya asumida. Y entre los fragmentos de texto hay fotos, instantáneas en blanco y negro realizadas también por el autor y que son otra manera de contar lo mismo. Lugares, rincones, detalles que resultan especialmente elocuentes o conmovedores. Un gato encima de una pintada. Una bicicleta cubierta de nieve. La placa de una calle. Todo en Piedad es minimalista, solitario, deshabitado. Es el retrato de un mundo de alguna manera devastado, pero narrado no en el momento de la tragedia, sino mucho después de haber hecho explosión la bomba de neutrones. De alguna forma, también es una celebración de que la vida siga pese a todo, incluso así de incomprensible, de aterida y de rota. Otra entrada: se titula 'Planes': "A veces me cruzo con la familia que quisimos ser. No una en concreto. Ya sabes: esa idea dispersa que teníamos. Un número aproximado. Un estilo. Un aspecto. Una forma de ser y de comportarse. A veces me cruzo con el futuro que imaginamos y todavía siento un pellizco de felicidad al recordar aquellos días de risas y planes". Y una más, titulada 'José Edmundo Casañ': "El comando lleva semanas preparando una acción. Un día tras otro, suben y bajan por la autovía de Pamplona a San Sebastián, de San Sebastián a Pamplona. No es fácil llevar una vida normal y en los ratos libres ser un activista. Con la vieja carretera no habría sido posible coordinarse tan bien, moverse tan rápido. Mientras acelera entre montañas, el jefe del comando intenta hacer memoria. Se pregunta: '¿Cómo se llamaba aquel técnico que matamos en Valencia para que no construyera esta autovía?".
Piedad es un libro muy raro. Sorprende por lo auténtico, por su radical ausencia de adorno, por esa clara voluntad de desprendimiento de las pompas del mundo. Es una obra monacal, austera y contenida que sin embargo conmueve hasta la médula, aunque el autor sólo se permita caer de manera abierta en la emoción en un par de ocasiones. Como en ésta: "El niño sin voz es tan rotundo en sus afectos que a veces tengo que recordarle que soy su padre, que para darme un beso no hace falta que me pase toda la lengua por la cara. Mi ternerico". Es un volumen modesto que seguramente no aspira a cambiar la historia de la literatura y que, dado que no tiene mucho texto, podría leerse de un tirón en un par de horas, porque, además, resulta muy ameno. Pero lo cierto es que te tomas tu tiempo en acabar la obra, y masticas las palabras, y las tragas lentamente, igual que tragas con tiento un jarabe medicinal de sabor denso y chocante. Ese jarabe que te va a curar, que es exactamente lo que hace este libro.
Piedad. Miguel Mena. Xórdica Editorial. Zaragoza, 2008. 182 páginas, 15,95 euros. [Estos días se acaba de publicar la cuarta edición de este libro, que tiene muchos admiradores: Óscar López, David Trueba o Javier Cercas entre ellos.]
'SOBREVIVIR EN COMALA': UN DIÁLOGO CON ROSA PETULIA MARTÍNEZ
De cómo Gregorio Morel desapareció en París
[Rosa Petulia Martínez, una escritora navarra afincada en Zaragoza desde los cinco años, publica ‘Sobrevivir en Comala’ (Baile del Sol), donde rinde homenaje a Rulfo, Roberto Bolaño, Vila-Matas y Arthur Conan Doyle
¿Cómo se fue fraguando ‘Sobrevivir en Comala’ (Baile del Sol. Tenerife, 2011), cuál fue la idea de partida?
Desde que era niña me impresionó de forma muy viva una historia de mi familia de la que tengo varias versiones. Es la historia “semi-real” de mi bisabuelo que fue acusado de asesinar a un compañero suyo cuando trabajaban en una mina de Asturias. Parece ser que el asesino pudo haber sido su propio hermano aunque lo más probable es que fuera un accidente de los muchos que sucedían en las minas franquistas por falta de seguridad, y exceso de horas de trabajo. Entre los años 40 y 50 se estima que murieron más de 1500 mineros.
Esa historia también aparece en el libro en varios retrocesos al pasado.
Sí. Mi bisabuelo se volvió loco debido a que había sido siempre un escrupuloso cumplidor de la ley –humana y divina- y no pudo soportar que lo acusaran de un crimen que, realmente, él no cometió.
¿Qué ocurrió luego?
Cuando lo exculparon poco después y salió de la cárcel regresó a casa un tiempo –a una aldea cercana a Ribadavia de donde procedía- pero ya completamente extraviado. Su locura le hacía irse de un pueblo a otro y regresar cada tanto tiempo con una nueva identidad; cada año volvía a casa con una identidad diferente y así hasta que un día ya no regresó más. Luego encontraron su cuerpo y hoy sus cenizas están en el cementerio de Ribadavia que aparece también en la novela por la terrible inscripción que aparece en su puerta de entrada: “Sed justos o temblad”.
El relato en sí mismo es ya toda una novela o encarna una idea de lo literario.
Esta historia es especialmente representativa para mí de lo que es la literatura ya que es una historia que yo no he vivido, que me han contado, y de la que tengo varias versiones como si realmente fuera desde el inicio una historia de ficción. ‘Sobrevivir a Comala’ comienza precisamente con un “A mí me contaron” para dejar claro lo que es para mí la literatura: algo muy cercano a la Literatura oral, a la fuente de la Literatura.
Como para Juan Rulfo, que realiza una gran elaboración del lenguaje literario a partir del lenguaje oral…
Creo que para Rulfo, el gran homenajeado en la novela desde el título, la literatura es también eso, algo sencillo, que nace en las aldeas, en los rumores nocturnos de las gentes humildes, en sus historias que les hacen inmortales aún en su anonimia. Desde mi punto de vista la experiencia del escritor debe ser un viaje en busca a su propia Comala, ese lugar no habitado por seres reales sino por rumores, ecos, risas, experiencias vividas que conforman el imaginario del escritor. Una vez encontrado ese lugar hay que aprender que ya no se puede escapar de ahí y por eso la novela habla de Sobrevivir a Comala porque una vez en Comala –en la Comala particular de cada escritor: aquí París- el problema es que, como ocurre en la novela Pedro Páramo, una vez allí, pasamos a ser fantasmas como aquellos que pueblan nuestro mundo de ficción que es lo que hace decir a Juan Preciado, protagonista de Pedro Páramo “Vine a Comala porque me dijeron…”
Su novela habla de una desaparición: la del poeta Gregorio Morel, que escribe una novela secreta: ‘Sobrevivir a Comala’.
El escritor siempre está expuesto al riesgo de desaparecer completamente en su afán por ser un verdadero escritor. Decía Maurice Blanchot que uno puede escribir sin preguntarse por qué escribe o qué es ser escritor pero que si se quiere llegar hasta el final en la experiencia literaria hay que hacerse esta pregunta. ‘Sobrevivir a Comala’ es mi respuesta a esta pregunta. Surge por lo tanto como experiencia, como reflexión y como obra unida a la reflexión sobre la literatura.
¿Cómo le ha marcado Maurice Blanchot? También es un escritor muy literario. Pienso en 'Thomas el Oscuro'.
La novela surgió a partir de mi propia búsqueda literaria acentuada en los últimos años por la elaboración de mi tesis doctoral que analizaba el difícil y oscuro pensamiento de Maurice Blanchot. Una de las cosas que aprendí de esta larga aventura con el teórico literario y pensador francés es que hay otra forma de racionalidad que la cartesiana, lo que Blanchot expresa con su famoso “Pienso, luego no existo” que aparece precisamente en la novela ‘Thomas el Oscuro’. Por eso a Blanchot, y eso es lo que más me ha enseñado, le interesan los personajes marginados y marginales, malditos si se quiere y, en cualquier caso, obligados por la Ley a guardar silencio o a desaparecer: Sade, Hölderlin, Kafka, Artaud, Lowry La Ley puede ser la propia razón, como en el caso de Hölderlin o de Artaud; puede ser el alcohol o las drogas como en los casos respectivamente de Lowry o de Michaux; puede ser la ley de la comunidad ético-política como en el caso de Sade pero, en cualquier caso, el escritor siempre está fuera de la Ley y la experiencia del escritor se convierte así en una experiencia-límite, que es una experiencia de esas de las que a veces uno no puede regresar para contarla…
3. Me ha llamado la atención el estilo: literario, referencial, a veces barroco... ¿Cómo lo define usted?
Es literario y, sí, a veces quizás peco de exceso de referencias literarias pero es que la novela, al ser en cierto modo un homenaje a la Literatura, me llevó a ello. En el fondo de todo lo que escribo está la poesía. Creo que la poesía es la brizna inicial que hace arder una historia, su enigma, su sentido oculto y creo que ella está muy presente en mi estilo.
El libro tiene muchas reflexiones sobre el arte de escribir, la obsesión de la escritura, la suplantación de personalidad, el plagio.
En esta novela aparecen, de hecho, mis dos obsesiones: la escritura y la locura. También está el tema del doble, del desdoblamiento de personalidad. A mí me fascina el William Wilson del relato homónimo de Poe.
Los personajes parecen desdoblarse entre: los jóvenes escritores Roberto Marcos y Xavier Reixach que rastrean al desaparecido Gregorio Morel…
Sin adelantar nada de la trama final de la novela, algo de eso ocurre en un momento dado con el personaje de Roberto Marcos, en principio un personaje secundario, pero que se irá desvelando como la clave de toda la narración. Por último, el tema del plagio hace referencia también a una idea muy postmoderna: la de que ya no hay un escritor sino que la escritura es un texto anónimo y comunitario de manera que los nuevos escritores se limitan o bien a anotar o a escribir en forma de Palimpsesto lo ya escrito o a plagiar directamente lo que han escrito otros.
Bueno, eso pudo ocurrir en la realidad, y lo cuenta en la novela, con Arthur Conan Doyle y Fletcher…
Se trata de una hipótesis de algunos biógrafos según la cual El Perro de Baskerville fue creación de un amigo de Conan Doyle: Bretram Fletcher. Para que no se descubriera el plagio la leyenda dice que Conan Doyle envenenó a su amigo con láudano y, jugando un poco más con la idea de la suplantación de la personalidad de su amigo, poco después se casaría con su mujer. Esta historia la contará Roberto Marcos a Xavier Reixach, que investiga con él la desaparición de Gregorio Morel, como una pista que debería conducirle a descifrar la verdad oculta tras dicha desaparición.
Sobrevivir en Comala. Rosa Petulia Martínez. Baile del Sol: Serie Negra. Tenerife, 2011. 208 páginas.]
LARTIGUE EN LA LONJA
LA ALEGRÍA, LA POESÍA VITAL DE LARTIGUE EN LA LONJA
«Ser fotógrafo es atrapar el propio asombro». Durante toda su vida, Jacques Henri Lartigue (1894-1986) fue fiel a esa inquietud. Desde su más tierna infancia fotografió todo aquello que le conmovía, que le hacía feliz, que le parecía bello y que le servía para luchar contra el paso del tiempo y el olvido. Reconocido hoy de forma unánime como uno de los grandes nombres de la fotografía del siglo XX, su obra constituye un documento único de una época y una forma de vivir.
Un mundo flotante. Fotografías de Jacques Henri Lartigue (1894-1986) es la primera gran exposición antológica del fotógrafo que se realiza en España. Ha estado en Madrid, en Barcelona y ahora llega a Zaragoza. Reúne alrededor de doscientas piezas procedentes de la Donation Jacques Henri Lartigue de París, entre copias modernas e instantáneas originales tomadas y reveladas por él mismo -algunas de ellas con la técnica estereoscópica-, así como cámaras y cuadernos. La muestra hace especial hincapié en los temas que resultaron una constante durante toda su carrera: la fotografía como instrumento de la memoria, una herramienta para capturar la fragilidad de la existencia y la brevedad de la felicidad. También refleja su particular visión de las mujeres y de un mundo que cambiaba velozmente. Todo ello permitirá descubrir al visitante el retrato de una época ya desaparecida a partir de las imágenes inconfundibles de Lartigue, un maestro que durante sus casi 90 años de trayectoria nunca dejó de considerarse un aficionado.
La exposición Un mundo flotante. Fotografías de Jacques Henri Lartigue (1894-1986) ha sido comisariada por Florian Rodari y Martine d'Astier de la Vigerie, directora de la Donation Jacques Henri Lartigue, con la asistencia de Maryam Ansari. La muestra podrá verse del 30 de junio al 31 de agosto de 2011 en La Lonja de Zaragoza (Plaza del Pilar, s/n). [Este texto pertenece a la promoción de prensa de la propia Caixa]
HEMINGWAY ENTRE NOSOTROS
Hemingway en Zaragoza. Archivo de Rafael Castillejo / ABC.
Ayer se cumplía medio de la muerte del Premio Nobel que estuvo en el frente de Belchite, de Teruel y del Ebro, y que frecuentó en la posguerra el coso de la Misericordia
Ernest Hemingway (Oak Park, Illinois, 1899-Ketchum, Idaho, 1962) fue un vitalista enardecido. O un hiperactivo de la escritura. Todo le apasionaba: tocar el violoncelo, practicar la caza, enseñar a boxear a sus amigos, romperse la cara a mamporros con ellos y luego ejercer de maestro de pugilismo de Ezra Pound. Le gustaba cazar en África, pescar en cualquier sitio de Estados Unidos o de Cuba, enamorarse y, muy especialmente, contemplar las corridas de toros o la gran fiesta de los sanfermines. Le apasionaban la violencia, el fulgor de la sangre y la dimensión artística y heroica de los matadores, y a ese universo le dedicó muchas páginas. Ahí están libros como ‘Fiesta’, ‘Muerte en la tarde’ o ‘Verano sangriento’, donde noveló la rivalidad entre Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín.
Fue cronista de la Primera Guerra Mundial, en la que participó como soldado y conductor de ambulancias a partir de 1917. De la I Guerra Mundial derivaría una buena parte de su leyenda: fue herido, amó a la enfermera Agnes von Kurowsky, que le salvaría la vida, y luego recorrió las universidades de su país recreando los peligros y su osadía, ayudado de una ostentosa muleta, y no solo eso: reflexionó sobre la contienda en ‘Adiós a las armas’ (1929), una de sus grandes novelas. Vivió en Valencia en los años veinte, estuvo en Madrid en multitud de ocasiones –convirtió los hoteles Florida y Suecia en su despacho, y Chicote en su restaurante predilecto-, y en la Guerra Civil española estuvo como corresponsal para el ‘Toronto Star’ y para la agencia Newspaper Alliance.
A la par que redactaba guiones para documentales, vivió momentos muy particulares. Siguió a la XV Brigada y al Batallón Lincoln, y se inspiró en su líder Robert Merriman para escribir ‘¿Por quién doblan las campanas?’ (1940), protagonizada por el idealista Robert Jordan. Estuvo en Belchite en los momentos de mayor intensidad, y poco después acudió, entre el 19 y el 23 de diciembre de 1937, a la toma de Teruel por los republicanos en medio del frío y de un gran entusiasmo. Hemingway recordó como la gente salía a la calle y le daba chorizo, jamón y pan para celebrarlo.
De ello también dejó constancia su gran amigo Robert Capa, que le retrató entonces, aunque acabarían distanciándose al parecer porque el reportero húngaro le habría captado en una actitud que consideró poco decorosa. En abril de 1938, Hemingway estuvo en el frente del Ebro y poco después se entrevistaría con Enrique Líster.
Lister y Hemingway en el frente del Ebro en 1938.
Ramón José Sender lo recuerda en sus memorias: ‘Álbum de radiografías secretas’ (existe una reedición reciente en Tropo Editores): “Yo no hice buenas migas con Hemingway tal vez porque no tomaba, como él, la literatura por el lado deportivo, ni crematístico. Pero no nos entendamos mal. El defecto suyo era inocente. Hemingway era un niño grande -muy grande en su estatura- y vivió como tal. Incluso su suicidio era o parecía ser parte de un juego de policías y ladrones”. Lo califica de “verdadero aventurero” y de “adolescente romántico”, y agrega que “como narrador consiguió Hemingway aciertos difíciles de superar”. Y desliza una observación arriesgada: “Hemingway no conoció España”, y señala que vio el país desde “el sensacionalismo truculento con solo dos dimensiones: longitud y latitud. Le faltaban las otras dos: profundidad y sentido de lo temporal, que lleva implícito el sentido de la eternidad, como la luz lleva implícita la sombra, la belleza, la fealdad, y el idilio –el amor- alguna amenaza de potencial odio”. Durante la Segunda Mundial, Hemingway contaría el desembarco de Normandía en 1944.
A pesar del triunfo de Franco, que nunca fue de su agrado, Hemingway normalizó su retorno a España, atraído por la tauromaquia, sobre todo, y por Pamplona. Separado de su tercera esposa, la reportera Martha Gelhorn (se dijo que el escritor había padecido la pelusilla de los celos profesionales), volvió a España con su cuarta mujer: Mary Welsh. Con ella la fotografiaron en el coso taurino Miguel Marín Chivite, Gerardo Sancho (sus retratos están ahora en el Archivo Municipal), o Luis Mompel, que también captó a Ava Gardner, en una de sus fotos para la historia. Hemigway le dijo a Sender que había tenido todas las mujeres que había querido, y entre ellas incluía a Marlene Dietrich y quizá a la propia Ava Gardner, con quien tuvo siempre una gran complicidad. Existe una fotografía en la que Hemingway, que solía pernoctar en el Gran Hotel, posa en Zaragoza con Joaquín Aranda y José Luis Borau, entre otros. En los últimos años de su vida, perdió la cabeza por la joven Adriana Ivanovich, a la que le dedicó otro libro: ‘Al otro lado del río y entre los árboles’ (1950), donde la transformó en Renata.
Hemingway vino a España hasta los últimos años de su vida, cuando se sentía acosado por la enfermedad y por los esbirros de Hoover. Alternaba su residencia entre Idaho y Finca Vigía, en Cuba: a veces, escribía y escribía en las paredes del baño y en rollos de papel higiénico. En 1954 le habían dado el Premio Nobel; ‘El viejo y el mar’ (1952) fue el libro determinante para obtener el galardón. Tal día como ayer, hace ahora medio siglo, decidió poner fin a su existencia con un arma de fuego. El cazador se cazaba a sí mismo, como si quisiera desmentir su mejor adagio: “Un hombre puede ser destruido, pero nunca derrotado”.
La semana que viene comienzan los sanfermines: a él se lo deben casi todo. O muchas cosas. Y la literatura a Hemingway le debe, ante todo, la evocación de sus años en París con ‘la generación perdida’ en ‘París era una fiesta’, la exaltación de la idea del escritor que contagia vitalidad y bohemia, un puñado de libros, y le debe muy especialmente algunos cuentos extraordinarios de la vida, de la guerra, del amor y de la muerte.
LA POESÍA DE RAFAEL LOBARTE
Rafael Lobarte busca la Grecia clásica
El poeta y traductor de Shelley y Keats publica ‘Los soles negros’, en la colección Papeles de Trasmoz de Olifante, un poemario de mitos y viajes, de amor y desamor, y de algunas despedidas emocionantes
Rafael Lobarte Fontecha nació en Zaragoza en 1959 y aquí trabaja en distintos campos de la cultura, más o menos clásica: como estudioso de la obra de autores como Dante, Virgilio, Camoes, Gracián o el narrador Homero; como traductor de dos poetas románticos como Percy B. Shelley o John Keats (en Olifante publicó en 2009 su ‘Antología poética. Odas, sonetos, otros poemas, La Víspera de Santa Inés’), y de Ezra Pound, el indú Vyasa o el vietnamita Nguyên Du, al que está traduciendo ahora; como apasionado por la obra del pintor renacentista Rafael Urbino. Le ha dedicado artículos a la poesía popular griega y a músicos contemporáneos como Elton John.
A la par, sin pausa y sin prisa, Rafael Lobarte redactaba una poesía muy personal, de acentos clásicos, de verso corto, una poesía serena que nacía de los viajes, del amor y del desamor (con su componente de juego), de la percepción del misterio, del diálogo con la historia y de algunas pérdidas.
En 1979, Lobarte había publicado el que hasta ahora era su único poemario: ‘Aprendiendo Soledad’. Y, en vísperas de la Feria del Libro, en la coqueta colección Papeles de Trasmoz de Olifante, aparecía ‘Los soles negros’, un título que hace pensar de inmediato en ‘Los heraldos negros’ de César Vallejo, pero que no tiene nada que ver con esa escritura del dolor, del desgarro de vivir. Lobarte es un poeta de la visión, de la imagen, del presentimiento, de la invocación y es un poeta del paisaje, pero en su obra siempre hay un diálogo con la Gracia clásica, con los mitos y sus héroes, con Apolo, con la fuerza del sol y el embrujo de la luna, con la claridad de los equinoccios.
También es un poeta de lo cotidiano y de esos instantes aparentemente triviales que se convierten en mágicos o especiales en la visión del poeta: la contemplación de una niña, un tanto desdeñosa, con trenzas: “Tú te burlas de mí / porque apenas comprendo / ese lago esmeralda / que vislumbro en tus ojos”; la vivencia de la atracción amorosa y sus gotas de erotismo: “Grácil muchacha / de la caña de azúcar / y los ritmos quebrados, / concédeme ese fruto / gozoso y espléndido”; la exaltación del cuerpo en uno de los mejores textos del libro ‘Soneto corporal’. Y hay también una épica suave de jinetes, de guerreros…: “Ya el aire desgarran las trompas sonoras, / ya enfilan el muro los ebrios jinetes”.
‘Los soles negros’ está dividido en tres partes: ‘Evocaciones’, donde el poeta viaja por Alejandría (evoca sin decirlo el espíritu de Constantino Kavafis), por el castillo de Elsinore, por Cartago, por Nueva York; ‘Febril antorcha’, que contiene una cuidada colección de sonetos y dos poemas de auténtico lujo expresivo como ‘Motivo lunar’, donde el poeta alude al “ya desatado/ e irrefrenable fluir de mi melancolía’, y ‘El velador’, que arranca así: “Cuando los negros soles se hundieron en las copas”, y luego parece proponer un viaje al viejo y nuevo Egipto desde una terraza de la verde noche. La tercera parte contiene, entre otras cosas, tres poemas emocionantes: uno dedicado a un sobrino de seis años, otro a un amigo que murió demasiado pronto y el ‘Soneto elegíaco’, destinado a su padre, en el que Rafael Lobarte se pone a mirar la fotografía de los días, las fotografías que resumen los recuerdos, los pequeños gestos, las imágenes inolvidables.
‘Los negros soles’ es un libro que busca el primor y lo encuentra. Es un libro breve de una vida dedicada a la poesía, tiene mucho que ver con el descubrimiento de la lentitud hecha palabra, viaje, imagen, música y ritmo, arrebato de amor a la belleza y a los seres. ‘Los negros soles’ se presenta esta tarde, a las 20.00, en el Teatro Principal en compañía de Luisa Miñana.
[Los negros soles. Rafael Lobarte Fontecha. Ediciones Olifante: Papeles de Trasmoz / La Casa del Poeta. Zaragoza, 2011.76 páginas. Esta foto es de Benjamin Kanarek.]
MEMORIA DE LOS PRESOS DEL FRANQUISMO
Las mujeres de los cautivos de Franco
Irene Abad y Eva Abad presentaron en Zaragoza el documental ‘Fuimos mujeres de preso’, donde narran la vida, el miedo y la esperanza de trece compañeras de encarcelados políticos
Carmen Casas.
A veces parece que España hubiese cambiado del día a la mañana. Sin embargo, este es un país de humillados y ofendidos hasta hace cinco minutos o hace treinta y cinco años. Y eso lo prueba a la perfección el documental ‘Fuimos mujeres de preso’, un título que no teme a la obviedad. La idea nació de los trabajos y la tesis doctoral de Irene Buil Abad, que dirigió Alberto Sabio, y brotó de los conocimientos de cine de la joven realizadora Eva Abad y de Pablo García, que ha sido el hombre para todo: montador, responsable de fotografía... Este es un documental viajado y nada perezoso que cuenta la vida de trece mujeres que fueron las esposas, y muchas lo siguen siendo, de otros tantos presos políticos, algunos tan conocidos como el sindicalista Marcelino Camacho, o los comunistas Simón Sánchez Montero y Manuel Gil, entre otros.
Hemos dicho que es un documental viajado, como recordaba el pasado viernes Gracia Querejeta durante su presentación en la sede de la Delegación del Gobierno de Aragón, en un acto que organizaba la Fundación María Domínguez: los protagonistas y los directores de la película han estado en Barcelona, en Madrid, en Tarragona, en Burgos, en Canarias y, por supuesto, en la cárcel de Torrero, donde en el año 1969 ocurrió algo que parece de película: Esperanza Martínez y Manuel Gil se declararon apóstatas (de apostatar y apostasía: “Negar la fe de Jesucristo recibida en el bautismo”) y se casaron por lo civil ese mismo año y recorrieron la ciudad en un tranvía.
Todo el equipo viajó con sus personajes por los lugares del doloroso recuerdo para componer una película emocionante que reflexiona sobre la memoria histórica, el coraje, la doble vida de aquellas mujeres que “llevaban comida” a sus maridos, que portaban también consuelo, esperanza y amor y, en algunos casos, periódicos como ‘Mundo Obrero’.
Lo hacían desde una evidente sensación de esquizofrenia: jamás lloraban aunque fuera lo que más deseasen en el mundo (no había que dar más motivos de burla al enemigo), a veces no sabían muy bien quién era la víctima, si las ellas o sus presos, tal como dice alguien, y además iban y venían con el miedo en el cuerpo. Tenían clara su misión: sabían que estaban en “un camino oscuro con una luz enfrente que decía que había que seguir adelante”. Y siguieron. Siguieron hasta la excarcelación.
Irene, Eva y Pablo ordenan el documental de manera cíclica con Carmen Casas como hilo conductor. Ella va a un colegio y explica a los jóvenes su peripecia. Entra, reaparece y cierra la pieza: así, como recordaba Gracia, los jóvenes que la oyen embelesados representan también a los espectadores que hemos seguido el documental con idéntica perplejidad con la que ellos han oído a Carmen. Todos los protagonistas tienen su voz y cuentan sus historias. Es difícil saber cuál es más conmovedora: si la de Josefina, la mujer de Marcelino Camacho, que recordaba una y otra vez a los carceleros que su marido no era un asesino, y percibía como mucha gente la miraba mal, y otros le decían tan solo: “Dale recuerdos”. Apostilla Josefina: “No te decían más”. El pánico habitaba en el ambiente; pese a ello, su frutero a menudo en vez de ponerle diez lechugas le ponía trece.
Otra historia muy cercana es la de Rosalía Sánchez que, de pronto, descubre que su novio era comunista y ya no sabía si casarse o no. Su relato es emocionante porque se ayuda de una carta que le escribió a su preso o de un texto que podía ser un fragmento de sus memorias. Lo cierto es que todas las vidas son realmente conmovedoras: la de Lola González, la de Maruja Cazcarra, hermana del traductor y líder comunista (que se sobrepuso, como las demás, “a la injusticia, a la indignación y a la rabia”), Esperanza Martínez, Carmela Campos, Vicenta García, Carmen Rodríguez, Rosa Morales… En el fondo, estas mujeres, con su arrojo y su entereza, “mantuvieron las vidas de sus hombres”. Fueron las heroínas que reclamaron sin descanso la llegada de la democracia y un nuevo horizonte de libertad.
Fuimos mujeres de preso. Dirección: Irene Abad y Eva Abad. Montaje, fotografía y cámara: Pablo García. DGA: Amarga Memoria. Zaragoza, 2011. 58’.
LAS CEREZAS DEL DESEO
POESÍA ERÓTICA EN LA ALMUNIA
La Almunia de Doña Godina tiene un nombre eufónico, evocador, casi de cuento. Y ahí, al calor del Club de Lectura y de un sinfín de iniciativas que incluyen el cine o la música, germinan los cuentos orales y la poesía erótica. El pasado viernes, una treintena de rapsodas, poetas y lectores, acompañados de Clara Salaverría al órgano, incendiaron la noche de amor y humor, de picardía e imaginación, de incitaciones y de anhelo, de caricias y de piel desnuda: esos son algunos de los elementos del erotismo. Se leyeron a poetas debutantes (del lugar, muchos de ellos), a poetas clásicos, desde Félix Samaniego, Carmen Conde, Pedro Salinas y Gonzalo Rojas a Alfonsina Storni; cuando sonó ‘Al oído’ de la escritora argentina que se arrojó al mar, aquel poema de besos en los ojos que cantaba Imanol Larzábal, la noche se descosió de emoción. Algunas rapsodas escribieron sus propios versos y se los dedicaron a sus amados, a su marido, con el que llevan 35 años, al novio que se ha ido con otra o a esas amigas casadas que arruinan cualquier intento de aventura. Algunos poetas, como Manuel Forega, jugaron con la rivalidad de Góngora y Quevedo. Otros, como Luisa Miñana, leyeron uno de sus textos y otro de Juan Ramón Jiménez, dedicado a una de las monjas aragonesas que cortejaba y desvestía cuando era un joven melancólico, salaz y modernista. Alguien dijo que aquella era una noche de flores de fuego. Una noche de amor que precede al sexo con amor. Al final, al clima de lujuria le sucedió otro clima de sensualidad: se sirvió exquisita repostería y las mejores frutas de la zona: paraguayos, albaricoques, melocotones, manzanas rojísimas, melones y sandías, uvas y cerezas. Las últimas cerezas del deseo.
[Este texto apareció ayer en ‘Cuentos de domingo’ de Heraldo de Aragón. La foto es de Michael G. Magin.]
BORRADORES, UNA NOCHE POÉTICA
[En las fotos: Carmen Ruiz Fleta, Marta Fuembuena, Perico Fernández, Mariano Anós y José Luis Romeo, y Fernando Beltrán.]
Mariano Anós y José Luis Romeo son dos de los invitados al programa ‘Borradores’, que emite un monográfico sobre poesía: el estado actual de la lírica, el momento que se vive en Aragón, autores y nuevas voces, y la relación entre poesía y fútbol. Anós y Romeo presentaban hace poco el espectáculo ‘Retrato’, de poesía y música, e interpretan tres poemas a lo largo de la emisión: ‘Retrospectivo existente’ de Miguel Labordeta, ‘Y si después de tantas palabras’ de César Vallejo y ‘Arte poética’ de Jorge Luis Borges.
Acuden al plató Juan Luis Saldaña y Octavio Gómez Milián para hablar de su poemario ‘Perico Fernández que estás en el cielo’ (Libros de la imperdible’), donde analizan el mundo pop que rodeó al campeón del mundo de los pesos superligeros de boxeo, las canciones, el mundo de los ‘zaraguayos’ y el Real Zaragoza, los últimos coletazos del franquismo, etc. Y otras dos poetas, Marta Fuembuena y Carmen Ruiz Fleta, hablan de sus últimos poemarios: ‘La excusa de los días’ (Comuniter: Col. Resurrección) y ‘Polaroids’ (Olifante), libros que coinciden en la exploración de la intimidad, el mundo familiar, el cuerpo, la identidad y el amor.
Además, Borradores ofrece un reportaje con Fernando Beltrán, que ha recogido su lírica en el volumen ‘Donde nadie me llama’ (Hiperión); a la par, Beltrán es uno de los grandes tituladores de empresas y proyectos del país con su empresa El Nombre de las Cosas, y también analiza ese parte de su trabajo, que tiene algo de prolongación de su condición de poeta. A él se le deben nombres como Opencor, Faunia, Amena, Suma de Letras o La Casa Encendida. El poeta Carlos Pardo se pasa a la narrativa y habla de su novela, ‘Vida de Pablo’ (Periférica), que cuenta la historia de un artista que se ve obligado a trabajar de camarero y compagina su nueva dedicación con otra pasión: la música. Por último, el aragonés Francisco J. Uriz, poeta y Premio Nacional de Traducción en 1995, habla de sus investigaciones en torno a la poesía y el fútbol, que ha cristalizado en varios proyectos, entre ellos, la antología ‘Poesía a patadas’ (Vaso Roto), que se publicó en el sello Vaso Roto, donde ha seleccionado a poetas aragoneses, nacionales y extranjeros: Umberto Saba, Gerardo Diego, Nicanor Parra y Seamus Heaney, Blanca Varela, Günter Grass o Mario Benedetti, y entre ellos jóvenes aragoneses como David Mayor o Ignacio Escuín Borao.
PREMIO PARA EL FOTÓGRAFO DIEGO IBARRA
[Diego Ibarra, joven fotógrafo zaragozano al que entrevisté hace pocas semanas en ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón, acaba de recibir un importante premio, el segundo, de Fotografía Humanitaria Juan Bartolomé. El ganador fue Musuk Nolte Maldonado. Diego me envía esta información de agencia, de Europa Press en concreto]
Una foto de Diego Ibarra. Y arriba otra.
El fotógrafo peruano Musuk Nolte Maldonado ha obtenido el máximo galardón en el Concurso de Fotografía Humanitaria Juan Bartolomé, que este año ha vivido su primera edición, ha anunciado este miércoles la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).
Nolte Maldonado recibirá 2.000 euros por su serie de diez fotografías 'Shawis', etnia que habita en la selva peruana y con la que trabaja la AECID para, entre otras cosas, preservar su idioma nativo. En palabras del autor, los 'shawis', que viven "a dos días de cualquier ciudad del departamento de Loreto por vía fluvial, son el símbolo de la lucha de las comunidades indígenas por enriquecer su identidad equilibrando sus tradiciones con la modernidad".
El zaragozano Diego Ibarra Sánchez ha obtenido el segundo premio del concurso, dotado con 1.500 euros, por su fotografía 'Thatta' de la serie 'Pakistán a la deriva: el monzón'. La imagen se tomó tras las inundaciones que en julio de 2010 afectaron a más de 20 millones de personas en este país. La AECID intervino en la catástrofe con diferentes envíos de material y de equipos médicos.
El tercer premio, de 1.000 euros, ha ido a parar a la serie de cinco fotos 'Soñando Haití' del autor guipuzcoano Eduardo Arrillaga Sánchez, que narra el desastre que sufrió el país en enero de 2010 tras el terremoto, informa la AECID en un comunicado.
España, a través de la AECID, desplegó uno de los mayores operativos de emergencia de su historia y la sociedad española mostró también una solidaridad sin precedentes ante la magnitud de la catástrofe, añade la agencia dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
El jurado que ha fallado los premios lo componían los fotógrafos
Alfredo Cáliz Bricio, Sofía Moro Valentín-Gamazo y Susana Vera Pascual, que han valorado la calidad de las imágenes presentadas así como su capacidad narrativa y descriptiva de la realidad de las acciones de cooperación para el desarrollo presentadas al concurso.
Las series y fotografías premiadas, así como una selección de las 713 obras presentadas al concurso por 86 participantes de todo el mundo, podrán verse en una exposición que se organizará en septiembre en torno a la Semana de la Cooperación.
La I Edición del Premio de Fotografía Juan Bartolomé, dirigido a fotógrafos profesionales o amateurs sobre la temática de imágenes tomadas en el marco de algún proyecto que aborde y refleje el esfuerzo de la cooperación para el desarrollo, lleva el nombre del recientemente fallecido Juan Bartolomé por su dedicación al mundo de la cooperación y su amor a la fotografía.
Juan Bartolomé, uno de los grandes exponentes de la solidaridad en España, fue durante más de 10 años, en su última etapa al servicio de la Administración Pública, jefe de Acción Humanitaria de la AECID, aunque siguió más allá de su jubilación entregado a causas y expediciones solidarias.
EL MONCAYO Y OLIFANTE CON CELAYA
X FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA MONCAYO
28 / 29 / 30 de Julio de 2011
Novallas. Litago. Monasterio de Veruela. Museo del Vino
Poesía Necesaria
Homenaje a Gabriel Celaya
Centenario de su nacimiento
Actuaciones especiales:
MIGUEL ÁNGEL BERNA
RICARDITO ORTIZ & TIPICO ORIENTAL CUBANO
(Ex integrante de Vieja Trova Santiaguera)
POESÍA NECESARIA
En un mundo que cree imprescindible lo necesario y considera necesario lo superfluo, las palabras de Gabriel Celaya ondean como una bandera de paz, solidaridad y salvación: “Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día”. Alimentos, sí, también para el espíritu. Poesía cargada de valores para rehumanizarnos, para mejorar el mundo.
Trinidad Ruiz-Marcellán
NOVALLAS
Jueves 28 de julio
19,00 h.
Ayuntamiento
Intervención del Alcalde Jesús Fernández
Lectura de Poetas de la A.A.E.
Miguel Ángel Yusta, Fernando Sarría, Fran Picón, Juli Micolau, Ricardo Fernández Moyano, Víctor Guíu, Blanca Langa, Javier Arruga, Elena Peralta, Agustín Blanco, Mª José Castejón, Ana Mª Aznar Villabona, Venancio Rodríguez, Inés Ramón Campodónico y Graciela Giráldes Pérez
Actuación de Luigi Maráez y Âlime Hüma
LITAGO
Viernes 29 de Julio
18,00 h.
Calle
BookCrossing
Lecturas en las calles
Música de Alam
Iglesia
19,00 h. Inauguración
Intervención del Alcalde Pedro Herrero
20,00 h.
Lectura de Poéticas y textos
Intervención de: César Ibáñez, Victoria Puig, Jesús Ortiz Pejón, Mario Hinojosa, Rafael Lobarte, Miguel Ángel Longás, Luis Rafael Hernández, Itxaso Corrales, Sonia Serrabao, Lucía Delbene, Lucía Camón, Daniel Morena, Antonio Molina, Gabi Moreno y Daniela Bartolomé.
21,00 h
Plaza Tiro de Bola
Actuación de poesía Hip Hop
Actuación de Jordi Skywalker y la Compost Band
MONASTERIO DE VERUELA
Museo del Vino
Sábado 30 de Julio
11,00 h.
Intervención del Presidente de la D. O. Campo de Borja, Gregorio García
Presentación de Poéticas y Poetas por Manuel Forega
Intervención de los poetas: Ángel Guinda, Antón Castro, Marifé Santiago Bolaños, Manuel Rico, Marguerite Bobey y Yoko Fukushima
Instalación: Yoko Fukushima (Proyecto HITO del Gobierno de Aragón)
Sala Capitular. Claustro
18,00 h.
Presentación de Poéticas y Poemas
Poetas YIN. Poetas aragonesas
Ana Alcaraz, Carmen Aliaga, Anais Pérez Layed, Amparo Sanz, Reyes Guillén, Clara Dávila, Lourdes Fajó, Luisa Miñana, Goya Gutiérrez, Pilar Martínez Barca, Inmaculada Marqueta y Milagros Morales
Actuación de los músicos Irene Guillén y Jesús López
Performance de Marguerite Bobey (Proyecto HITO del Gobierno de Aragón)
Iglesia
19,00 h.
Presentación: Reyes Guillén
Proyección de Koldo Mitxelena
AGURRA
Pilar Castro Blanco
Joseba Ibarra
Actuación de Angi Ruiz Forés y Ana Segura
Actuación de MIGUEL ÁNGEL BERNA. Danza.
Acción poética a cargo de las/os poetas participantes en el Festival con la colaboración de Ricardo Calero
Actuación de
RICARDITO ORTIZ & TIPICO ORIENTAL CUBANO
(Ex integrante de Vieja Trova Santiaguera)
Dirección: Trinidad Ruiz Marcellán y Marcelo Reyes
Organiza: OLIFANTE EDICIONES DE POESÍA
Grabación DVD: David Francisco
Proyecciones y Exposición de Libros: Fundación Koldo Mitxelena de San Sebastián
Instalaciones y Performances
BookCrossing
Patrocina: Diputación Provincial de Zaragoza, Gobierno de Aragón, Ministerio de Cultura, Ayuntamiento de Litago y Fundación Koldo Mitxelena de San Sebastián
Colaboran: Casa del Poeta, Ayuntamiento de Novallas y D. O. Campo de Borja
JUAN VILLORO, HOY EN CÁLAMO
JUAN VILLORO Y EL TERREMOTO DE CHILE, EN CÁLAMO
Esta tarde, a las 20.00 en la librería Cálamo, el escritor Juan Villoro presenta su último libro: ‘8.8: el miedo en el espejo. Una crónica del terremoto en Chile’, editado por Candaya, donde narra “los siete minutos de vértigo en que se palpó el sabor de la muerte” en Chile el 27 de febrero de 2010. Es un libro muy coral, lleno de historias secundarias, de relatos inquietantes como ‘Ella duerme’ o históricos como la narración sobre Heinrich von Kleist en 1808, que también vivió un terremoto. El libro tiene esa bella y cuidada factura de los libros de Villoro, que desciende de Teruel. El libro lo presentará el poeta y narrador Manuel Vilas.
AMÓS MILTON: SEVILLA, LA LEY, EL AMOR
Un hombre de ley en la Sevilla de Cervantes
[Amós Milton publica ‘El abogado de Indias’ (Almuzara), una novela de amor, aventuras y educación sentimental que recrea el proceso de Elena de Céspedes y la prisión del autor del Quijote]
Sevilla, Sevilla, Sevilla. Siempre Sevilla: la de los baños árabes, la ciudad donde nacieron Vicente Aleixandre o Luis Cernuda (que vivió en los años 20 en la Calle del Aire, que tiene un punto que se halla a diecisiete metros del nivel del Guadalquivir, el más alto de la ciudad, y ve correr una suave brisa), la ciudad donde estuvo preso Cervantes, la ciudad donde se conserva, en el Archivo de Indias, el complicado proceso de Elena de Céspedes o Heleno de Céspedes, a quien Agustín Sánchez Vidal dedicó ‘Esclava de nadie’. Sevilla: la ciudad donde mora el escritor aragonés José María Conget y en la que residió el pintor y matador John Fulton.
Ahí transcurre una curiosa novela: ‘El abogado de Indias’ (Almuzara) de Amós Milton, un escritor almeriense, nacido en 1969 y afincado a orillas del Guadalquivir, que acaba de debutar por la puerta grande: el pasado martes ejercía de anfitrión de un grupo de periodistas españoles y les mostraba los lugares que aparecen en su novela, entre ellos un edificio de baños árabes en cuya terraza se ve la majestuosa Giralda y la urbe expandida, el palacio de los Pinelo, de origen genovés, con su espléndido patio interior con flores, que es Museo de Bellas Artes Isabel de Hungría, Museo de Arte Oriental y Academia de Medicina. También les mostró la Sevilla barroca y las angostas calles con sabor a fino y pescaíto, y con olor a naranjos.
Amós Milton dijo que debía su nombre a su padre, Amós, un abogado de origen judío que tenía un amigo norteamericano, que se llamaba Milton. Ese nombre Amós Milton le ha llevado a prescindir de sus dos apellidos: García Orozco. Y dijo también que su novela había nacido del interés que había despertado en él el cautiverio de Cervantes, en una época en que era recaudador y que cometió un desliz. Y ahí, en aquella ciudad, pródiga en oro y plata, considerada también la Puerta de Indias, transcurre su novela que cuenta la historia de Alonso Ortiz de Zárate, un joven abogado de extracción humilde que logra doctorarse y vive su particular educación sentimental. Pronto sobresale como abogado inteligente y perspicaz. Alonso empieza a triunfar de la mano de su tío Diego, su padre está en Cartagena de Indias (más tarde sabremos que tuvo que marcharse de Sevilla), y de la mano de la familia de Sebastián Pinelo, en particular gracias a la complicidad de su hijo Andrea.
Alonso sale a un mundo de incitaciones. Conoce a varias mujeres, en especial a dos: Carmen, una granadina morena, de misterio y fuego, con quien vive el centelleo del amor, el embrujo de un erotismo explosivo; esa joven tiene mucho que ver con el personaje de ‘La lozana andaluza’ de Francisco Delicado y a la vez parece una anticipación de la Carmen de Merimée. Y también experimenta una aventura muy romántica con la joven Constanza, a quien había ayudado a conservar su dote y a recuperar el patrimonio familiar, tras la muerte de su padre. Ambos se aman y pasean bajo la luna por Sanlúcar de Barrameda en el episodio más lírico del volumen.
Aunque parezca que en un principio a la novela le falte tensión o que carezca de esos torvos personajes que entorpecen la vida del héroe, pronto surgen distintos conflictos y las primeras derrotas en los procesos. Por ejemplo, Alonso tendrá que usar toda su astucia para vencer al clero en su cruzada moral y carnal contra la prostitución; tendrá que exhibir la máxima inteligencia y agudeza de ingenio para sacar a Cervantes de entre rejas, un Cervantes famoso tan solo por ‘La Galatea’. Y, sobre todo se verá inmerso en el proceso de ese personaje ambiguo, para unos hombre, para otros mujer, para otros “hermafrodita, mulata y esclava”, al que la Inquisición intenta mandar a la hoguera: Heleno de Céspedes o Elena de Céspedes, “un caso extravagante y único. Nos encontramos claramente en un asunto de trato con el maligno para transformación de la naturaleza”, tal como dice un personaje. ‘El abogado de Indias’, por otro lado, tiene un pie en Cartagena de Indias, donde vive y trabaja el padre de Alonso, ese hombre que dejó a su esposa doña Beatriz en una Sevilla tumultuosa de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII y que también se ve inmerso en algunos amoríos y en asuntos de esclavitud.
La historia está escrita con amenidad y avanza sobre la topografía de una ciudad compleja y un tanto babilónica, de rufianes, mercaderes, bellas mujeres y noches de taberna.
El abogado de Indias. Amós Milton. Almuzara. Sevilla, 2011. 356 páginas.
HA MUERTO CRISTINA GIL IMAZ

[Esta madrugada fallecía Cristina Gil Imaz, artista, diseñadora gráfica y de joyas, grabadora y estudiosa del grabado y directora del Museo Pablo Gargallo desde hace más de veinte años. Recupero aquí una entrevista que le hice en 2003.]
-“El Museo Pablo Gargallo es el mejor de Aragón. Se hizo con mucho criterio y fue un gran acierto”
-“Las obras del escultor despiertan sensaciones a flor de piel; no hieren, acarician y transmiten paz y serenidad”
-“Me fascina el grabado porque requiere esfuerzo, concentración. A mí me compensa”
-“El artista tradicional está a punto de desaparecer”
Arte Cristina Gil Imaz (Tudela, Navarra, 1957) es la directora del Museo Pablo Gargallo desde hace catorce años, pero además es una de las grandes investigadores del grabado, la disciplina de sus creaciones artísticas. Aquí hace un repaso de su obra y de algunos proyectos museísticos
Lleva catorce años en la dirección del Museo Pablo Gargallo. ¿Cuál es el balance que hace de todo este tiempo?
El Museo es una maravilla y ser su directora me hace muy feliz. No se pueden imaginar los zaragozanos los piropos que reciben por ese espacio. Nos visitan alrededor de 40.000 personas al año y lo más importante de él son las obras del escultor: contiene la mayor colección de piezas de Gargallo reunida en un único espacio en el mundo.
Mucha gente dice que es el mejor museo de Aragón...
Yo creo que es el mejor. Se hizo con mucho criterio. Quien vio que había que hacer un Museo Pablo Gargallo tuvo un gran acierto. Y aquí hay que elogiar a Ramón Sáinz de Varanda y agradecérselo, a él y a Pierrette Gargallo, claro. Contamos con 150 obras originales, entre máscaras, dibujos, cartones y esculturas, que son copias, algo habitual en la escultura. Piezas únicas tenemos más de un centenar. Ya sabe que en 2003 incrementamos el legado, gracias a la donación de 26 piezas de Pierrette y Samca.
Explíquenos cómo ve usted la trayectoria de Pablo Gargallo (Maella, 1888-Reus, 1934).
Aparte de su valor indiscutible como gran creador, creo que Pablo Gargallo transmite serenidad. Su obra me sugiere paz, sosiego, serenidad, y creo que eso es lo que percibe la gente. Es una producción sin sobresaltos, que no sorprende por la agresividad. Ahora estamos en esa época en que las cosas destacan por lo grotesco, y Gargallo es todo lo contrario. No está al límite: sus obras despiertan sensaciones a flor de piel, son piezas que no hieren: acarician. Gargallo está al límite, sí, en lo creativo, en ese diálogo de lo vacío y lo lleno, que para mí no es lo más importante, sino esa serenidad que emana.
Usted parece una directora sigilosa, oculta, casi inadvertida. ¿A qué se debe eso?
Yo creo que el verdadero valor está en saber administrar esos bienes, ese edificio, el centro de documentación, las personas, el eco de la obra. No se trata de hacer ruido. Esta ha sido la etapa de la consolidación del museo. No tengo que ser protagonista de nada, y a mí me parece que la obra está en muy buenas condiciones. La importancia de Gargallo crece día a día: el próximo mes de febrero se inaugurará en el IVAM una muestra del artista, para la cual hemos cedido una veintena de obras, y estamos a punto de publicar la tercera edición, corregida y aumentada, del catálogo del Museo Pablo Gargallo, del cual es autor Rafael Ordóñez Fernández.
Por cierto, ¿no le parece que se debería recuperar el premio de escultura Pablo Gargallo?
Desde luego. Es lo primero que propongo año tras año desde que se eliminó. Estoy convencida de que, antes o después, se recuperará. Este año parece que en efecto no hay presupuesto.
¿Resulta incómodo eso de compaginar la dirección de un museo con la faceta de artista y a la vez de investigadora de arte?
En absoluto. Me enriquece muchísimo en varias direcciones. Gracias a Pablo Gargallo he conocido a muchísima gente interesante, José Luis Aranguren, por poner un ejemplo, me dejó una huella importante. En el Museo no es la directora quien programa las exposiciones temporales y eso a veces limita la comunicación del Museo con los artistas, y la comunicación es imprescindible en el mundo del arte, pero aquí me siento muy feliz y con mucha proyección, ya le digo. Y si además se programa bien... Ser directora no me crea ningún inconveniente; al contrario, me permite conocer a muchos artistas y sus obras.
En su faceta de investigadora y de artista, usted ha apostado por el grabado. ¿Por qué?
He realizado más de 300 piezas, distribuidas en numerosas series. Soy licenciada en Letras, y a la vez me he especializado en Diseño Industrial, decoración y construcción. Desde muy joven, lo digo sin presunción, he tenido habilidad en las manos y el grabado es un trabajo eminentemente manual, de barnices, de línea, de tintas. Y por otra parte, está mi curiosidad por la gente, por el mundo del artista. Siento una enorme atracción por el creador que está detrás de la obra. Y eso me ha llevado a estudiar a Maite Ubide...
Y a Manuel Lahoz, Mariano Rubio, Borja de Pedro, Natalio Bayo, Cañada, Fernández Molina...
Estudiando a los demás, aprendes mucho. Y no sólo de técnicas. A Maite Ubide la aprecio muchísimo porque es mi maestra y la mujer que también me enseñó a aprender sola. Manuel Lahoz es nuestro mejor grabador después de Goya. Es muy aragonés: llevaba la tierra en el fondo del alma. Fue un bohemio total que realizó primorosamente muchos asuntos de carácter específicamente aragonés con maestría y grabó los “Sueños” de Quevedo. Mariano Rubio representa la obra siempre renovada, siempre está buscando. Natalio Bayo como grabador es tan bueno como dibujante.
¿Y Fernández Molina, que acaba de publicar sus memorias?
Me encanta su obra gráfica. En sus grabados veo su persona y me gusta, es de lo más nuevo, de lo más joven, de lo más audaz. Me gustaría estudiar la obra gráfica de Broto, de Barceló o de Anselm Kiefer. En grabado es muy importante desarrollar la creatividad y, sobre todo, resulta básico pensar los proyectos antes de su ejecución y “pensar” en grabado.
¿Y usted? Hablemos de Cristina Gil Imaz artista...
En grabado los temas no son lo más importante. Lo importante es la técnica. Por ejemplo, yo suelo emplear el aguafuerte y el aguatinta para la figuración o abstracciones muy poéticas; el linóleo y el linograbado me permiten expresar mi mundo más personal, mi privacidad. Mi pasión por las casas, el mundo interior de las casas, o proyectos como “Las ciudades imaginarias”. Pero también uso técnicas aditivas, el azúcar (que es una técnica de tinta china y azúcar), la manera negra, que te permite sacar la luz. A mí me fascina el grabado porque requiere esfuerzo, concentración, y todo lo que significa esfuerzo conduce a un resultado meditado y, por lo regular, al menos a mí, muy positivo. Me compensa.
Además de la serie “Las ciudades imaginarias”, ha hecho “El Apocalipsis”, “El cantar de los cantares”...
“El Apocalipsis” es una colección de unas 30 piezas: 20 con técnicas aditivas, y diez con aguafuerte y aguatinta sobre animales híbridos o fantásticos. En “Astros” hice una serie de abstracciones en la que buscaba ritmos muy diferentes, a partir del círculo como elemento unitario. También homenajeé a Rabelais en las obras de “Gargantúa y Pantagruel”. En “Naturalmente” realicé vegetaciones, ramas y hojas mediante superposición de técnicas y planchas. Y en Zeus hace apenas un mes presenté una obra muy libre, casi como cuadernos de bocetos para posteriores grabados, inspirados en “El cantar de los cantares”. No sé cuales son mis constantes o mis mensajes: cada día supone el reto de hacer una nueva obra y superarte.
También hace diseño gráfico...
Sí: decoración interior de casas, escaparatismo, diseño de folletos. El diseño industrial atraviesa un gran momento en Aragón.
¿Y qué ocurre con el arte?
Atraviesa un momento de gran confusión. El arte tradicional -la pintura, la foto o el grabado- parece que va a desaparecer; no lo harán sus obras que pasan a formar parte de nuestro patrimonio.
Ha dicho que parece que van a desaparecer. ¿No lo tiene claro?
El artista tradicional va a desaparecer, está a punto de hacerlo, ante el empuje de las nuevas técnicas que permiten obtener imágenes más rápidas, ante el arte digital. La crisis que vivimos obedece a que estamos en ese momento en que intentamos amoldarnos a la nueva imagen y se produce un vacío. Intento espabilarme, ya trabajo con el ordenador.
HERBERT LIST: DOS BICICLETAS

Julio José Ordovás, a quien me encontré el otro día en la presentación de Juan Villoro, me acaba de mandar la fotografía de unas bicicletas de Herbert List, uno de los grandes fotógrafos del desnudo. Sigo a lomos de la bicicleta (tras la aparición del poemario ‘El paseo en bicicleta’, Olifante, del que firmaré ejemplares en la Feria del Libro de Jaca el doce de agosto), ahora en un proyecto más narrativo. O novelesco. Los fotógrafos van a ocupar un espacio muy importante.
CRISTINA GIL IMAZ: PASIÓN POR LA VIDA Y POR EL ARTE
[Recibo esta misma mañana este texto de Alejandro Salvador Zazurca, novelista, técnico cultural y compañero de Cristina Gil Imaz (Tudela, 1957-Zaragoza, 2011). Lo cuelgo aquí: se trata de un texto emocionante y poético de alguien que conocía muy bien a la escultora, grabadora, diseñadora y gran lectora de poesía.]
MARIA CRISTINA GIL IMAZ:
PASIÓN POR LA VIDA Y POR EL ARTE
Por Alejandro SALVADOR ZAZURCA
De la calle de la Princesa a un paraíso de ciudades imaginarias y de tronos. Nos entregas tu arte sin reflexionar, a borbotones, porque para ti la espontaneidad es una gran fuente de inspiración. Nos brindas tu obra, tus hojas, tus flores, tus plantas, aguafuertes y aguatintas... puro temblor colmado de color, lirismo y amor. Nos regalas tu mirada profunda y sincera, retazos de vida entusiasmada, pasión de ser artista, creadora de sueños. Como el viento, a veces huracanado; otras, suave céfiro sosegado. Porque piensas que la vida o es una aventura atrevida, o no es nada. Porque quieres vivir intensamente y sacarle todo el jugo a la vida. Porque admites que seguimos teniendo incertidumbre, que no nos conformamos con doctrinas ni recetas manidas y anhelamos fluir con el tiempo, redescubrir lugares y sensaciones nuevas, rescatar la mirada limpia de nuestro niño íntimo que se maravilla y asombra ante lo desconocido y dejarnos seducir por el encanto de lo inesperado.
De la calle de la Princesa al balneario de Panticosa donde coreas con las sirenas del hontanar: "Más allá de la vida, cruzando el umbral de la muerte, te amaré eternamente en las profundidades del manantial de la Fuente de la Belleza”. Allí pintas jazmines aromáticos y en el fragor de las cascadas y arroyos nos descubres que, más que bella, eres hermosa, María Cristina, como las ondinas de la fuente. Bella de día, incendiada por la luz del sol; hermosa de noche, irradiada por el resplandor de la luna. Bella como el regazo de una madre, hermosa como la noche de luna plateada donde corren los ríos hacia la muerte. Bella como el canto de las sirenas, hermosa como su silencio.
Ahora tu sigilo es de estrella, tan lejano y sencillo, distante y penetrante como si estuvieras dormida... Pero una palabra, una sonrisa a la gente que amas y que te ama, bastan para sentirnos reconfortados. Y, junto al hontanar, nos dices que nada existe en el universo más sublime que el canto de una sirena. Y gritas con furia que queda prohibido llorar sin aprender, levantarte un día sin saber qué hacer, tener miedo a tus recuerdos… Y el viento te susurra al oído poemas escritos en las paredes de las fuentes: "Tuya es la caricia que separa a Dios de la soledad” (Ángel Gracia). "Muere lentamente quien evita una pasión y sus ramilletes de emociones, aquellas que rescatan el brillo de los ojos y los corazones decaídos” (Neruda).
Por eso aprieto mis labios con fuerza: para que no se escape tu nombre. Por eso cierro los ojos: para que esta noche no huya y no despierten mis sueños. Que el silencio envuelva este momento y no ahogue el amor en penumbras y falsas promesas. Déjame con tu mirada y tus grabados, zozobrando por senderos de recuerdos donde viajan mis sueños guiados por un canto de sirena que brota de la fuente de la Belleza, más allá de la vida, montaña adentro, allá donde las nubes tocan el mar. Y tu canto nunca se apagará.
DIÁLOGO CON JUAN VILLORO
El escritor mexicano Juan Villoro, nieto de zaragozano y descendiente de turolenses de La Portellada, publica '8.8: el miedo en el espejo. Una crónica del terremoto en Chile' (Candaya), donde construye un libro de numerosas voces e historias sobre el miedo, la muerte o el azar
EL AUTOR QUE SOBREVIVIÓ AL PÁNICO
Juan Villoro (México D. F. 1956) ha heredado el espíritu viajero de sus antepasados: reside en la ciudad donde nació, en Barcelona o en Princeton, donde va a sustituir a Mario Vargas Llosa en sus clases. Y también ha vivido en Berlín. Escribe de fútbol en libros como 'Dios es redondo', novelas (ha sido Premio Herralde de novela con 'El Testigo'), cuentos e incluso piezas teatrales. Y no solo eso: es capaz de firmar un libro tan curioso como '8.8: el miedo en el espejo. Una crónica del terremoto en Chile' (Candaya), que presentaba el pasado jueves en Cálamo, en compañía de Manuel Vilas.
Juan Villoro visitó el Teatro Principal con absoluta fascinación. «Soy descendiente de turolenses de La Portellada, en Teruel, muy cerca de La Fresneda. Allí más del 60% de la población se apellida Villoro y son familiares míos. Pero, además, es que mi abuelo paterno era zaragozano: nació aquí, era médico, y se trasladó por distintas razones a México. Acabó dejando su profesión y se dedicó a los negocios familiares. Se casó con mi abuela y de esa relación nació mi padre, que tiene ahora ochenta y nueve años, y sigue siendo un modelo para mí. Un modelo de vitalidad, de energía y de compromiso. Es un experto en Derecho, le interesa mucho la política y la ética, y en los últimos tiempos se ha aproximado al subcomandante Marcos».
Este periplo, que le apetecía contar -«aquí tengo amigos muy entrañables, zaragozanos, como Ignacio Martínez de Pisón o Félix Romeo»-, le lleva de alguna manera a uno de los viajes que más le han marcado en los últimos tiempos: su estancia en Chile en febrero de 2010.
«Había sido invitado, en mi condición de escritor de literatura infantil y juvenil [es autor de títulos como 'El libro salvaje' y 'El profesor Ziper y la guitarra eléctrica'], a un congreso donde se iba a hablar del miedo. Ese miedo que es una especulación infantil y que está en casi todos los cuentos de hadas». Y en ese debate estaban los participantes -«el miedo es lógico, es una pesadilla y un presencia en ese tipo de literatura», recuerda Villoro-, cuando irrumpió ese miedo que nunca quieren sentir los adultos: «Se palpó el sabor de la muerte» en un terremoto que duró siete minutos la madrugada del 27 de febrero del 2010.
Cuenta Villoro que él se encontraba en una habitación de hotel, que se cayó de la cama y que lo primero que hizo fue intentar socorrer a su hija de once años. «En ese clima de extrañamiento, me di cuenta de que en realidad estaba en Chile y no en México». Dice Villoro que fue una experiencia increíble donde se percibe el sabor de la muerte y donde uno se percata de inmediato del apego a la vida. «Y luego, tras el vértigo, uno acaba preguntándose cómo y por qué ha sobrevivido. Cómo se sobrevive a una catástrofe, a un cataclismo así. Además, el aeropuerto estaba cerrado. Al menos para nosotros. Así como hubo países como Colombia, Brasil o España que mandaron aviones para sacar de allí a sus ciudadanos, a nosotros México nos dejó en el desamparo. Y eso nos llevó a vivir una experiencia que parecía de 'El ángel exterminador', de Luis Buñuel: no podíamos salir de allí, de un hotel de Santiago. Estábamos como cautivos».
Juan Villoro, que posee una memoria asombrosa, conoció a muchas personas que le contaron sus historias, sus vidas, incluso le hablaron de una mujer que estaba en coma, a la que le dedica un texto tan conmovedor como 'Ella duerme', y realizó un auténtico viaje a un universo de terror, de sorpresa, de contradicciones, de monólogos.
Ya de regreso en México, y en muy pocos días, «redacté el libro. Un libro que, en cierto modo, fue un diálogo con el gran terremoto que nosotros padecimos en 1985 y que dejó miles de muertos en el país. Felizmente, en Chile no había pasado eso, pero el hecho me puso en confrontación con la historia, con la memoria. El índice del 8.8, por otra parte, es uno de los cinco más altos de la historia, y el hecho de que sean esas dos cifras, literariamente, también tenía algo de juego de espejos», dice el escritor que ya hace algunos años había escrito: «Desconfío de los que en momentos de peligro tienen más opiniones que miedo».
Villoro reflexiona sobre las consecuencias de sobrevivir a la tragedia y sobre los sentimientos cuando se siente la muerte tan próxima, y habla también sobre el azar. «De repente, me encontré con un cuento de Heinrich von Kleist, el escritor alemán de quien admiraba 'El cántaro roto' o sus textos sobre marionetas, que se titulaba 'El terremoto de Chile'. Me impresionó y me pareció simbólico o premonitorio: es un cuento largo de unas veinte páginas de un hombre que siempre había meditado sobre la muerte y que incluso la había buscado. Sobrevive a la catástrofe y agradece a Dios la vida y a la vez le pregunta por qué se ha salvado». Curiosamente, cuando redactó ese texto, Von Kleist tenía unos 30 años, aún no tenía del todo claro si iba a ser escritor o no, «y jamás, jamás había estado en Chile», explica Juan Villoro, y recuerda que el escritor acabaría suicidándose a los 34 años. «Este libro ha sido para mí una catarsis, un acto de desintoxicación de quien ha vivido la proximidad de la muerte. Las réplicas más fuertes de un seísmo son psicológicas».
8.8: el miedo en el espejo. 'Una crónica del terremoto en Chile'. Juan Villoro. Candaya: Colección Abierta. Barcelona, 2011. 110 páginas.
MARCHAMALO: BICIS EN PARÍS

Hace unos días, Jesús Marchamalo –os recomiendo ‘Cortázar y los libros’ (Fórcola)- estuvo en París, vio un par de fotos de bicicletas y me las mandó. He aquí una de ellas. Marchamalo lo hace todo: escribe con un gran sentido del humor, coloca adverbios, trabaja para el Cervantes, redacta textos fantásticos sobre pintura, retrata personajes, se preocupa de sus hijos, los mima y los lleva de paseo, y toma fotos. Y, además, es uno de los autores favoritos de Ofelia Grande, de Siruela.
Leo en su blog 'El don de la impaciencia' esta feliz noticia:
"Hoy me han mandado las pruebas de Donde se guardan los libros, el libro que publicará Siruela en octubre, dedicado a las bibliotecas de una veintena de escritores. Por primera vez, un libro mío llevará fotos que también he hecho yo. Son detalles de las baldas y estanterías, y retratos de los protagonistas.
Me ha gustado fotografiar escritores". [En la foto de Jesús Marchamalo, vemos a Enrique Vila-Matas, uno de los escritores que sigo desde hace más de veinte años.]
ESPAÑA: LA GRAN VICTORIA
DIARIO DEL MUNDIAL // Óscar Tusquets dice que “todo es comparable”. También los futbolistas de España y Holanda: por eso aquí ofrecemos un retrato minucioso de los veintidós héroes de la final.
Once contra once:
quiénes son
y cómo juegan
Casillas-Sketelenburg. Iker Casillas es, en este momento, el mejor arquero del mundo. Sus dos rivales para ese título, Buffon y Julio César, cayeron pronto. Es un portero con grandes reflejos, elástico, concentrado. Empezó un tanto flojo, pero ha ido a más. Paró un penalti decisivo y ha tenido intervenciones espléndidas. Ha recuperado su carisma. Enfrente estará Sketelenburg, que no era el titular: su torneo, pese al gol de Forlán, es solvente. Va bien por arriba y se entiende con sus defensas.
Sergio Ramos-Van der Wiel. Son dos jugadores semejantes. El español posee una condición física admirable y algún que otro pájaro en la cabeza. Contra Alemania se portó como un auténtico extremo, capaz de arriesgar un regate, de disparar a gol y de acompañar el juego de los medios. Van der Wiel forma con Robben una banda muy peligrosa. Será el encargado de parar a Iniesta. Guardiola le ha echado el ojo para dar descanso a Dani Alves.
Piqué-Heitinga. Son los lanzadores de sus equipos desde atrás. Piqué ha sido comparado con Beckenbauer: es rápido, ágil, seguro y saca muy bien el balón. Posee un buen desplazamiento en largo. Heitinga no tiene su nivel, pero es la referencia defensiva de Holanda. Está irreconocible, si lo comparamos con su campaña en el Atlético de Madrid: toca bien el balón y busca a Van Bommel y a Sneijder.
Puyol-Matijsen. El español es un jugador vibrante, contundente, un ejemplo de entrega y de entusiasmo. Recuerda a Paco Gallego. Es el toro del equipo, un hurón de furia. Su gol ante Alemania lo define: Puyol todo corazón. Matijsen es correcto, va bien por alto, tiene experiencia y lleva años consolidado en esa posición. No es fino con la pelota, pero tampoco comete errores. Como Puyol, es expeditivo.
Capdevila-Van Bronckhorst. Experimentados, zurdos natos, con buen disparo, dispuestos a avanzar por el carril. Capdevila es un jugador sobrio, atento, capaz de centrar bien. Gio marcó uno de los goles más hermosos del Mundial. Es el capitán apacible y conciliador que está viviendo una segunda juventud.
Busquets-De Jong. Sergio Busquets ha dado constantes lecciones de veteranía y de colocación. Es el eje defensivo de España en la media. Protege, asiste, posee un estupendo juego en corto y en largo, y ejecuta como nadie la falta táctica. De Jong es un jugador oscuro y sacrificado, limitado de talento y poderoso en el despliegue.
Xabi Alonso-Van Bommel. Son dos jugadores muy distintos. Van Bommel es una referencia permanente: protestón, duro y bregador. Tiene llegada, sobre todo de cabeza. En su paso por España no sedujo a nadie; en Holanda es el recuperador, el jugador que está en todas las grescas. Los árbitros han sido condescendientes con él. Xabi Alonso está haciendo un gran campeonato. Combina bien, trabaja sin descanso y posee un buen toque en corto y en largo, magnífico en sus cambios de juego, y un excelente disparo. Ante Alemania olisqueó el gol varias veces.
Xavi-Sneijder. Los dos mandan. Xavi es el arquitecto de España, el hombre que dicta el ritmo del partido, el artista incesante. Es preciso, elegante y tiene una visión prodigiosa. Es el mejor organizador del juego del planeta: el balón en sus pies siempre está de paseo. El mejor fútbol sale de sus botas. El menudo Sneijder está viviendo el mejor año de su vida: deslumbró en el Inter y asombra en Sudáfrica. Se siente seguro de sí mismo y de su disparo. Es un cerebro muy completo y vertical. Genera constantes ocasiones de gol. Es uno de los grandes peligros de Holanda: su jugador más en forma, el más imprevisible. Es un tigre de peligro e inteligencia.
Pedro-Robben. Robben es imprescindible, es un extremo de los de antes que juega a contrapié. Descoyunta cualquier táctica ajena y tiene mucho gol. Es un puñal de velocidad y gambeteo. Pedro es un jugador con ángel: es trabajador y descarado, posee desmarque y una picardía de barrio. Se ofrece hasta el fin del partido. Ante Alemania jugó muy bien entre líneas. Puro talento con las dos piernas. La pelota está enamorada de él.
Iniesta-Kuyt. Iniesta encarna el malabarismo puro, la inteligencia, el control de balón. Para él nada es imposible. Es nuestro futbolista del aire: el brasileño de Albacete. Kuyt no había demostrado nada, pero se aferró al puesto y ahora es el jugador necesario arriba porque regatea, apoya a sus medios y presiona constantemente a la defensa rival.
Villa-Van Persie. El delantero del Arsenal es un jugador de carácter complejo y rebelde. Sabe a lo que juega: hurga y hoza en la defensa rival, y su cambio de posición resulta desequilibrante. Es técnico y fantasista. Villa es la reencarnación de Quini, el hombre del gol. Es rápido, ambicioso, sale regateando hacia los dos lados, y posee un disparo demoledor. Además, es vivaz y atrevido. Con él en el campo, el resultado nunca es inamovible.
DIARIO DEL MUNDIAL / 24. LA VICTORIA
Andrés Iniesta, entre la épica y el éxtasis
ANDRÉS INIESTA, ENTRE LA ÉPICA Y EL ÉXTASIS
España tuvo que pelear lo indecible para superar a una Holanda bien posicionada, correosa y experta en el contragolpe
España se corona en Sudáfrica con una generación deslumbrante que ama la belleza total del mejor fútbol
Andrés Iniesta, el futbolista del aire, el elegido de los dioses del fútbol, le dio el triunfo a España. Un triunfo agónico, peleado hasta casi el final de la prórroga, una victoria por la mínima, que confirma la calidad y la ambición de una generación deslumbrante que ha llegado más lejos de lo que nadie se podía imaginar: al Olimpo del balompié, primero en Europa y ahora en todo el planeta. Esta selección será recordada por su juego exquisito, por su querencia de balón, por una triangulación precisa y por esa imaginación inagotable que distinguió a la Hungría de Puskas y Bozsik, al Brasil de Pelé, a la Holanda de Cruyff, y a la Francia de Platini y Giresse. Y será recordaba, sobre todo, porque también a la hora de la verdad tuvo sentido épico. España ganó con la grandeza antigua del fútbol.
El partido fue tosco y trabado. España empezó muy bien: generó ocasiones de inmediato y dio la impresión inicial de que este era su partido. Iba a apabullar. Los holandeses, que buscaban la recompensa a tantos años del buen fútbol que trasvasaron al Milan o al Barcelona, y acaso a la propia España, estaban un tanto perplejos. Como desubicados. Como si la salida del rival y su abanico de pases en cortos, hilvanados con una regla de sastre, les metiera el miedo en el cuerpo. Era el momento de enmarañar el partido, y empezaron a hacerlo, especialmente con ese peón táctico, incansable y duro, que es Van Bommel. Así, a trompicones, con faltas y un juego sucio tan eficaz como taimado, Holanda paró a España e incluso obtuvo una pequeña conquista: una tarjeta a Carles Puyol. España pasó de dominadora absoluta a dominada, o cuando menos perdió la inspiración, se encontró ahíta, falta de ritmo, proclive además al encontronazo. Holanda salía al contragolpe y en el centro del campo proponía un entramado de marrullerías y de marcajes pegajosos. Lo mejor fue el descanso. España se desorientó en los minutos finales de la primera parte: quedó huérfana de brújula y de plan de ataque.
En la segunda parte, el partido siguió la misma lección. España se buscaba a sí misma, buscaba el control del balón, el arrebato de fantasía, y se encontraba con una Holanda bien situada y cada vez más segura. Arriba, Robben abría huecos y practicaba su regate favorito y esa carrera de amagos que se remansaba al borde del área, cerca de la media luna. Desde ahí engatillaba, pero Iker estaba concentrado. Sabía que el título empezaba en él: las lágrimas finales serían la prueba. España siguió a la suya: buscaba la luz y encontraba la oscuridad. El choque era tempestuoso, con desconcertantes alternativas. El gol podía caer de cualquier lado. De repente, Del Bosque hizo dos cambios: uno, quizá sorprendente, Jesús Navas por Pedro (el canario se extravió desde el principio y nunca volvió al camino) y otro más sensato: Cesc por Xabi Alonso, que había buscado el gol desde lejos, como lo buscó Xavi a través de varias faltas o en saques de córner. En una ocasión, Sergio Ramos falló la ocasión más clara: le pareció excesivo copiar el testarazo de Puyol ante Alemania.
La prórroga adquirió los tintes dramáticos de un resultado incierto. El respeto al rival y el miedo a perder se adueñó de los dos equipos. España sería superior en la prórroga: Xavi volvía a mandar, Iniesta se estiraba por todos los sitios con esa clase admirable que sólo él posee. Se convirtió en la pesadilla de los ‘tulipanes’ y en el foco del público. El espectáculo dentro del espectáculo de la final era él. Y en esas discurría el partido, con un pie ya en los penaltis, cuando recibió un pase de Cesc. Un pase inteligente. Ese balón que enciende el volcán de la emoción y del éxtasis. E Iniesta no falló: selló el triunfo de un bloque, de una apuesta, de unos maravillosos años con un gol antológico e inolvidable. El gol del título. El gol del título más grande. El gol inefable del mago, del virtuoso dulce.
*Estos dos artículos aparecieron en Heraldo de Aragón el once y el doce de julio de 2010. El día del choque y el días después de la victoria.
PIRINEOS SUR EN BORRADORES: LUIS CALVO, KLEZMER, RUSSIAN RED...
ESPECIAL PIRINEOS SUR, EN BORRADORES, A LAS 0.15
En las fotos, Luis Calvo, Mercedes Peón y Russian Red.
Borradores dedica esta medianoche, a partir de las 0.15 horas, un programa especial a Pirineos Sur, que alcanza su vigésima edición y que empieza esta misma semana. Su director Luis Calvo repasa los orígenes del festival, los solistas y los grupos que han pasado por allí, y analiza los distintos temas a los que se ha dedicado la programación. En 2011, se abordan ‘las tribus ibéricas’ y por Sallent y Lanuza pasarán Rubén Blades, Calamaro, Miguel Poveda, Manuel Tejuela, Eliseo Parra, Mercedes Peón, Zenet, Russian Red, Kroke y, entre otros, Trivium Klezmer.
Será precisamente el grupo oscense de música judía quien toque en directo en el programa dos temas: ‘Varshaver’s Freilach’ y ‘Clarinetango’ de su nuevo álbum ‘Klezmorim’. Juan Luis Royo, Manuel Franco y Jorge Ramón analizan su trayectoria y las músicas que funden los viajes y las tradiciones del pueblo judío (la música sefardí y ashkenazi), con el tango, el jazz, los sonidos mediterráneos y balcánicos, y el humor.
Además en Borradores se repasa el proyecto de convertir ‘El canto a la libertad’ de José Antonio Labordeta en himno oficial de Aragón, que ha cristalizado en una propuesta parlamentaria, y en un libro colectivo de evocaciones, de arte y música. Y se recuerda, entre otras cosas, la grabación en el seno de Pirineos Sur de un álbum de homenaje al cantautor como ‘Nueva visión’. También se ofrece un reportaje con Russian Red, el grupo de Lourdes Hernández, que actuará en Pirineos Sur y que acaba de presentar en Zaragoza su segundo álbum: ‘Fuerteventura’. El programa se completará con una visita a la exposición del escultor Baltasar Lobo (1990-1993) que se exhibe en el Paraninfo. Lobo se caracteriza por las esculturas sobre la maternidad, el desnudo de mujer y el clima de sensualidad y belleza.
NOTA. El programa ‘Borradores’, que se ha redifundido los sábados a las doce de la mañana hasta hace tres semanas que pasó a las diez y media de la mañana, no se emitirá los sábados por ajustes de continuidad de la cadena. Los que lo veíais los sábados, lo mejor es que lo grabéis o que esperéis a que esté colgado en el blog de borradores.blogia.com
FERNANDO ARAMBURU: UN CUENTO
CHAVALES CON GORRA
Por Fernando ARAMBURU.*
De ‘El vigilante del fiordo’ (Tusquets. Colección Andanzas)
La luz de la mañana entra a raudales en la habitación donde él acaba de descorrer la cortina. Inmóvil en la cama, la mujer no lo advierte porque duerme como de costumbre con antifaz. Llegaron anoche, tarde. El lugar (dieciocho mil habitantes según el prospecto que reposa sobre la mesilla) no tiene el renombre turístico de otras ciudades repartidas a lo largo del mismo litoral. Por eso lo eligieron sobre un mapa cuando tomaron la decisión de marcharse a toda prisa de Málaga.
-Josemari, si aquí no podemos escondernos -dijo la mujer cuando subían en el ascensor-, entonces ya me dirás dónde como no sea en un país extranjero.
Desde la ventana se abarca un paisaje de fachadas blancas y azoteas y antenas de televisión y alguna que otra silueta de palmera. Las casas ocultan la playa al fondo, no así una delgada franja de mar. Enfrente, al otro lado de la calle, hay un tanatorio. Se ven dos coches fúnebres aparcados junto a una hilera de adelfas.
Una hora antes ha bajado él solo a desayunar. Mientras comunicaba el número de su habitación a la chica con traje de chaqueta encargada de tomar nota de los que van llegando, ha oído voces y risas juveniles procedentes del comedor. Con mal disimulada inquietud ha dicho entonces que debía efectuar una llamada urgente y que enseguida volvería, pero no ha vuelto.
Lleva largo rato esperando que a su mujer se le pase el efecto del somnífero. En el mueble-bar había dos chocolatinas y una bolsa de almendras saladas. Eso ha desayunado, acompañándolo con unos tragos de agua mineral. El mueble-bar no refresca lo suficiente. Y luego ha bebido un botellín de coñac a pequeños sorbos, ya que no tiene hábito de tomar alcohol por las mañanas.
Vacío el botellín, ha escrito en el pequeño Moleskine que le trajo su hijo una vez de Londres: “El padre, que en paz descanse, se revolverá en la tumba si se entera de que planeo deshacerme del taller de maquinaria. Se acaba una tradición, pero yo entiendo que con sesenta y tres años aún es pronto para que me manden a criar malvas. Que también se sepa esto en caso de que esos me encuentren”.
El día que dejaron Alicante para probar fortuna en Málaga, ella sugirió la idea de establecerse durante una temporada en Londres.
-Hasta que nos olviden.
-¿Esos, olvidar? Ya lo dudo. Además, no creo que a nuestra nuera le hiciese mucha gracia cargar otra vez con nosotros.
-De carga, nada, Josemari. Ventajas económicas no les han faltado. Tampoco tenemos que meternos en su casa si con su ayuda encontramos un piso de alquiler.
-Bien. Sin embargo, vamos a mirar primero en Málaga. Es una ciudad grande. A lo mejor hay suerte.
El tanatorio linda con una plazuela cuyo suelo, desde la ventana del quinto piso, parece arenoso. En la plazuela hay un anciano de tez morena sentado en un banco. Sobre él vierte su sombra una palmera de la que cuelgan racimos de dátiles. Cerca del viejo, tres niñas de pocos años juegan a la comba. En otro banco conversan dos mujeres jóvenes, cada una con su cochecito de bebé.
Anota en el Moleskine: “Tranquilidad, por el momento”.
Minutos más tarde, la mujer se despierta. Al despojarse del antifaz, se percata de la presencia del marido junto a la ventana y le pregunta sonriente:
-¿Qué, algún chaval con gorra?
-Tiene buena pinta este sitio. Hay mucha luz. Hay mar y palmeras. Estaba pensando si abrir un hotelito de lujo como dijiste el otro día. Así andaríamos entretenidos. No más de veinte camas. Y mandar todo lo demás a la mierda. Lo podríamos poner a tu nombre por si las moscas. Y luego que lo atienda media docena de empleados, ninguno de fuera de Andalucía, y nosotros nos mantenemos un poco en la sombra, ¿eh?
La mujer se desviste antes de entrar en el cuarto de baño. Una cicatriz ocupa el lugar donde antes hubo un pecho. Lo peor del tratamiento ya pasó. El doctor Arbulu le aseguró durante la última visita que en principio, salvo que se produjera alguna improbable complicación, está curada. El marido sospecha que por el camino de la clínica debieron de echarle el ojo y luego ya fue pan comido seguirla hasta Alicante.
Sale humo blanco por la chimenea del tanatorio aunque es domingo.
Escribe: “Habrá que hacer caso a Maite. Si aquí tampoco hay suelo para echar raíces nos iremos al extranjero”.
Por la acera que bordea el tanatorio camina un chaval de rasgos gitanos, melena hasta los hombros, manos hundidas en los bolsillos del pantalón. En ningún momento vuelve la mirada hacia el hotel. Sus pasos son largos y rápidos. Buena señal. Otro tanto se puede afirmar de las botas de cuero. Hay que ser de la zona para calzarse de semejante manera. Con el calor que hace. El chaval saluda al viejo de la plazuela sin detenerse. El viejo le corresponde con una leve sacudida del bastón.
Suena el agua de la ducha y él escribe: “Al padre le dolería. Hay que aguantar, hijo. Hay que aguantar como yo aguanté durante la guerra y los años de penuria. Es lo que siempre decía. Pero los suyos fueron otros tiempos. Yo no puedo sostener la empresa a mil kilómetros de distancia. Si no estás encima te la hunden. Los camiones, bueno, esos los vendo, y si me vuelve a dar por el transporte me compro otros y reabro la empresa en Sevilla. Con nombre nuevo, faltaría más. Pues igual es por el padre que aún no me he largado al extranjero. Que se sepa”.
Una hora después bajan a la calle. Ella usa un sujetador especial, provisto de un relleno de gomaespuma que le permite disimular la falta de un pecho. Los dos ocultan la cara tras sendas gafas de sol.
-En cuanto veamos una iglesia –dice ella- nos paramos a mirar si hay un tablón con el horario de misas.
Nada más salir a la calle, él señala con un golpe de barbilla hacia el tanatorio.
-Incineran en domingo.
-¿Y tú cómo lo sabes?
-Joé, ¿no ves el humo?
-Bueno, Josemari, cambia de tema. ¿Izquierda o derecha? ¿Para dónde tiramos?
-El mar tiene que estar por ahí.
Cruzan la calzada cogidos del brazo. Esta costumbre les viene de cuando eran novios, hace ya muchos años. Últimamente, desde la tarde en que tuvieron que abandonar la casa, ya no la practican tanto. Quizá los ha impulsado a recobrarla la necesidad de sentirse unidos en un sitio nuevo, poblado de caras desconocidas.
Maite, al principio, estaba convencida de que a su marido el miedo lo llevaba a imaginarse un fantasma en cada esquina. Iban paseando por las calles de Alicante o de Málaga, y podía suceder que él dijera de repente:
-Vuélvete con disimulo. Verás dos chavales parados junto al semáforo. ¿Los ves?
-Veo mucha gente, Josemari.
-Los de las gorras. No sé a ti, pero a mí me dan mala espina.
Maite no hacía mucho caso de los temores de su marido hasta el día aquel, en el piso alquilado, cuando sonó el teléfono a las tres y media de la madrugada y una voz confusa y medio susurrante dijo unas cosas raras sobre un perro y unos cartuchos y algo de ir a cazar. Maite había llegado en tren por la tarde a Alicante. Venía contenta por todo lo que le había dicho el doctor Arbulu, pero la debieron de seguir. ¿Quién sino alguno de ellos podía llamar a esas horas con la excusa de preguntar por un perro?
Él no abrigaba la menor duda.
-Nos han encontrado.
-Vamos, Josemari. ¿Cómo saben que vivimos aquí?
-¿Que cómo lo saben? Ni idea. Pero para mí está claro que esa manera de pronunciar las eses no es propia de alicantinos. El tío que ha llamado era de ellos. Mañana a primera hora anunciaré que no firmo el contrato. Ya se me ocurrirá alguna explicación. Nos vamos de la ciudad cuanto antes.
Atraviesan un barrio de calles estrechas, con casas bajas de paredes blancas, ventanas enrejadas y balcones adornados con geranios. Aquí y allá, corros de vecinos conversan sentados en sillas, junto a las puertas, y cuando ellos se acercan bajan la voz. También los niños interrumpen sus juegos para fijar la mirada en la extraña pareja. Josemari, al doblar una esquina, le susurra a Maite que toda esa gente de tez morena debe de tomarlos por extraterrestres. Al pasar inclinan la cabeza apocados, pues les da corte sentirse objeto de tanta curiosidad. Así y todo, algo han de hacer porque tampoco quieren levantar suspicacias. Algunas personas les responden con fórmulas de saludo a las que ellos no están acostumbrados:
-Vayan ustedes con Dios –y frases por el estilo.
Trancurrido un cuarto de hora, llegan al paseo marítimo por un callejón en cuesta donde trasciende un fuerte olor a calamares fritos. Por la ventana abierta de un piso alto sale la voz cantarina de una mujer. Hay un gato mugriento mordisqueando una cabeza de pescado sobre un alféizar.
A la vista del mar, a Josemari le toma una acometida de desánimo, como en Alicante, como en Málaga.
-No es lo mismo.
-Agua y olas, Josemari.
-El Mediterráneo, con todos mis respetos, no es lo que yo entiendo por mar. Un mar, lo que se dice un mar auténtico, es el nuestro con sus temporales y sus mareas vivas y sus acantilados. No se puede comparar.
-Y entonces esto ¿qué es?
-No sé, otra cosa. Un lago grande.
Y mientras Maite se dirige a los servicios de la cafetería en cuya terraza se han sentado a tomar el aperitivo, él escribe en el Moleskine: “Puedo acostumbrarme a todo, pero siempre echaré en falta el mar de mi tierra. El mar, el mío junto al que me crié, es fundamental en mi vida. Ahora me doy cuenta”.
Mastica otra aceituna rellena y añade: “Que conste que no tengo opiniones de pez”.
Luego se dedica a observar con detenimiento a los transeúntes que deambulan por delante de la terraza, sintiendo un pinchazo de aprensión cada vez que algún joven entra en su campo visual. Cree que en Málaga, el otro día, lo siguieron un chaval y una chavala, tocados los dos con gorras de visera. También pudo ser casualidad, ya que cuando cambió de calle y se refugió en una farmacia aquellos dos pasaron de largo como si nada. Después los siguió de lejos. Y en principio no encontró nada raro en ellos. Al día siguiente, yendo con Maite de paseo por el puerto, al darse la vuelta tras comprar el periódico en un quiosco los reconoció. O él se figura que los reconoció.
-Josemari, ¿estás seguro de que son los mismos?
-De las caras no me acuerdo exactamente, pero sí de las gorras y de que eran chico y chica como esos de ahí. A lo mejor se relevan, porque estos tipos, si algo saben hacer, aparte de joderle a uno la vida, es organizarse.
La camarera que les ha servido los aperitivos les explica ahora, con un cerrado acento andaluz, la forma más sencilla de llegar a una iglesia situada a unas cuantas calles de allí. Al enterarse del propósito de Maite, la chica tiene la amabilidad de llamar por teléfono móvil a su madre.
-No, pero si no es ninguna molestia.
Así pues, a la una se oficia una misa en la iglesia referida. Ahora son las doce y media pasadas. Maite y Josemari expresan su agradecimiento por medio de una propina generosa. Luego, cogidos nuevamente del brazo, se encaminan sin prisa hacia el lugar indicado. Por encima de una línea de azoteas avistan cinco minutos después la torre donde ya suena la campana.
Josemari se queda sentado en un banco de la calle, debajo de un limonero que le sirve de sombrilla. Maite trata de persuadirlo a que la acompañe diciéndole que en el interior de la iglesia habrá aire fresco.
-Aquí te vas a achicharrar.
-Aquí estoy bien.
La misa dura cerca de tres cuartos de hora. Poco más de dos docenas de fieles se reparten por las filas de bancos. Maite ha tomado asiento en el de la última fila y de vez en cuando echa una mirada a la puerta con la esperanza de ver entrar a Josemari. El cura es un anciano de voz cascada que habla en un tono monótono y ceceante. Las malas condiciones acústicas del templo apenas permiten que se le entienda. Pero, en fin, Maite ha cumplido con el rito, que es lo que a ella le importaba.
Al salir a la calle, se lleva un susto de muerte al encontrar vacío el banco donde Josemari había prometido esperarla. Mira a una parte, mira a la otra y no ve a nadie a quien preguntar por un hombre de camisa blanca y poco pelo en la cabeza que estaba aquí sentado hace un rato. En el centro del pecho se le forma un nudo doloroso que le dificulta la respiración y le recuerda las pasadas penalidades de su enfermedad. Los fieles que han asistido a la misa se alejan en distintas direcciones. Pronto se queda la calle desierta. En esto, Maite descubre el Moleskine de Josemari tirado en el suelo. Un mal augurio la colma de angustia cuando lee lo último que su marido ha escrito: “Las mismas gorras que en Málaga”. A Maite le falta poco para ponerse a gritar. Se dirige a la puerta más cercana con el propósito de que la ayuden a llamar a la policía. Entonces ve aparecer a Josemari por una esquina de la calle. Corre hacia él y, aún alarmada, le pregunta:
-¿Se puede saber dónde te has metido?
[Hace poco, durante una firma de libros en la Feria del Libro de Zaragoza, conocí y coincidí con Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), que se licenció en Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza. Antes habíamos hablado por teléfono y nos habíamos intercambiado algunos correos y algunas cartas. Fernando acababa de presentar su último libro: ‘El vigilante del fiordo’ (Tusquets), cuyo primer cuento es este ‘Chavales con gorra’, que me envía. Fernando es un escritor estupendo y simpático que lleva muchos años, más de 25 tal vez, viviendo y trabajando en Alemania. En 2009 abandonó sus clases para centrarse única y exclusivamente en la escritura. Las dos fotos son de Lewis Hine.]
MIROSLAV TICHÝ EN VALLADOLID
Mañana jueves día 14 de julio se inaugura en la Sala Municipal de Exposiciones San Benito de Valladolid de Valladolid la exposición “MIROSLAV TICHÝ. Retrospectiva”, formada por más de un centenar de obras este gran creador fallecido en el pasado mes de abril. Las exposiciones de Miroslav Tichý han llegado a centros prestigiosos como el Georges Pompidou de París, el Museo de Arte Moderno de Frankfurt, International Center of Photography de Nueva York, o el Kunsthaus de Zurich. La exposición se presenta con la colaboración de la fundación Tichý Ocean, cuyo presidente Roman Buxbaum, asistirá a la presentación
Tichý es un fotógrafo que ha permanecido toda su vida en el más absoluto anonimato, y no por ignorancia del mundo hacia su obra, sino porque él mismo ha ignorado al mundo. Tichý es una leyenda de otro tiempo, un hombre que ha renunciado a cualquier aspecto consumista del arte e incluso al consumismo en general. Este afán por mantenerse al margen ha llevado al artista a fabricar él mismo su material fotográfico a base de objetos reciclados de la calle y la basura. Estas cámaras – que también podrán verse en la exposición- realizadas con botellas, cajas de cartón, latas y otras piezas similares, captan imágenes imprecisas, sobreexpuestas o con falta de exposición. Un detalle definitivo que forma parte de su obra y del que podemos ver muestras en la exposición.
Nunca antes como en el caso de Miroslav Tichy había sido tan difícil definir al hombre y al artista. Un personaje complejo, sobre todo inaccesible, que refleja en su poética la complejidad de su ser. Tichy irrumpe en los altares de la historia de la fotografía recientemente; antes había sido sólo una simple atracción local en el pequeño pueblo de Kyjov (Moravia), su pueblo natal, hasta que, en 2004, el eminente comisario Harald Szeemann decidiera exponer una selección de sus fotografías en el contexto de la Bienal de Sevilla. La recuperación de gran parte de su archivo personal se debe a Roman Buxbaum, nieto de sus vecinos de casa y amigos, que se refugió en Suiza durante el periodo de las purgas soviéticas, después de la Primavera de Praga.
El trabajo de Tichy es fruto de un ritual obsesivo y mecánico que, en los años en los que escoge la fotografía como su medio de expresión privilegiado - entre los años ‘60 y ‘80-, se repetía diariamente: el artista recorría las calles Kyjov por el mismo periodo de tiempo, disparando siempre tres rollos cada día realizando un total de 108 imágenes. Tichy no tenía un itinerario preciso: vagaba por la ciudad y sus encuentros eran totalmente imprevistos y casuales.
Mirando sus fotos se tiene la impresión de asistir a la proyección de una película muda de principios del siglo pasado. Las escenas están siempre tomadas en las calles de Kyjov e indagan en algunos espacios en particular –la piscina municipal, el parque público, las tiendas del centro– y las protagonistas indiscutidas son las mujeres, retratadas durante el desarrollo de sus tareas cotidianas o en momentos de diversión. El director es Tichy que, con sus cámaras construidas con materiales de reciclaje (cajas de zapatos, latas, elásticos de vestidos, rollos de papel higiénico y paquetes de cigarrillos), imprime sobre película momentos de cotidianidad.
Tichy fotografiaba sus sujetos sin que se dieran cuenta, disparando a la altura de la cintura, sin mirar nunca por el visor y evitando el contacto visual directo con las mujeres a las que retrataba; además a menudo aparecen en sus fotografías elementos que señalan la distancia entre el observador y el sujeto retratado (una malla de hierro, las ramas de un árbol), y por último sucedía que quien se daba cuenta que estaba realizando fotografías, le dejaba hacer porqué nunca podía imaginar que una cámara de aquel tipo pudiese funcionar de verdad!
Tichý busca la belleza más cercana mediante un cierto erotismo casi inocente y una óptica erosionada que le ofrecen sus cámaras elaboradas con desperdicios. La técnica de Tichý no es la de un retratista al uso. Sus imágenes están formadas por figuras borrosas que en ocasiones parecen salir de los delirios de un sueño, más cercanas a una pintura -su verdadera vocación que no pudo ejercer con libertad- que a la fotografía.
MIROSLAV TICHÝ
Miroslav Tichy nació en 1926 en un pequeño pueblo de Moravia (República Checa), región en la que ha vivido la mayor parte de su vida. Demostrando ya desde niño un interés por las artes y un talento visual especial, era natural que en 1945 se inscribiera en la Academia de Bellas artes de Praga. Después de que el Partido Comunista de Checoslovaquia llegara al poder, en la Academia tuvieron lugar cambios dramáticos; Tichy abandonó los estudios y realizó el servicio militar obligatorio hasta 1950. Parece que fue en este momento que comenzó a tener problemas con las autoridades debido a su carácter rebelde y desafiante.
A finales de los años 50 abandonó la pintura y desde finales de los ‘60 comenzó a realizar fotografías principalmente a mujeres locales, algunas realizadas con cámaras hechas a mano. En estos mismos años, debido a su estilo de vida, su pelo largo y su abrigo, fue acusado de ser un disidente político y se convirtió en un objetivo prioritario de la policía: fue arrestado en 1966 y después fue trasladado a una clínica.
La primera exposición de Tichy tuvo lugar en 1956 en el hospital Kyjov, pero el paso desde el espacio de su estudio semi-privado a un espacio de exhibición pública fue traumático para él. Por tanto, Tichy decidió que no quería tener nada más que ver con las exposiciones (la siguiente tuvo lugar en 2006) y que habría vivido y trabajado sólo para sí mismo. Cesó de viajar y empezó a ir a todas partes a pie; gran parte de su enorme obra fue creada a poca distancia de su casa. Tichy murió el 12 de abril de 2011 en Kyjov.
La exposición permanecerá abierta hasta el 28 de agosto. [Este texto de la promoción de prensa de la propia muestra.]
PARA JOSÉ-CARLOS MAINER...
Elogio de la sabiduría y del magisterio
de Mainer, un historiador de la cultura
-‘Para Mainer de sus amigos y compañeros de viaje’ (La Veleta) es un homenaje al ensayista, editor y Catedrático de Literatura Española
-Autores como Caballero Bonald, Francisco Ayala, Javier Cercas, Borau o Martínez de Pisón, entre otros, ensalzan la trayectoria de este “racionalista ilustrado”
José Carlos Mainer Baqué (Zaragoza, 1944), ensayista, Premio de las Letras Aragonesas 2002 y Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Zaragoza, protagoniza ‘Para Mainer de sus amigos y compañeros de viaje’ (La Veleta. Granada, 2011), un volumen de cuarenta y nueve autores que nace de “una idea de Andrés Trapiello a la que se sumó Jordi Gracia y de la que yo no quise saber nada de la gestación y desarrollo”.
José-Carlos Mainer, que se confiesa muy pudoroso y reconoce que su tendencia natural “es el racionalismo ilustrado”, es el destinatario de numerosos elogios: el poeta Luis García Montero lo define como “un bien público, un patrimonio social, en el panorama de la cultura española contemporánea” y le agradece que haya tenido “los ojos abiertos a la poesía”; el historiador Santos Juliá lo compara con George Steiner y dice que “siempre se disfruta cuando uno se trae entre manos algún trabajo suyo, en el que nada sobra, en el que nada falta”.
Guillermo Fatás, uno de sus mejores amigos y ex director de HERALDO, lo define como “un exportador de Hispanismo”; el narrador, crítico y ex editor José María Guelbenzu lo califica como un sociólogo con gusto literario y un moralista; y el experto en cine Román Gubern, algo mayor que Mainer, se confiesa discípulo suyo “a la hora de exponer el imaginario literario español”.
Los méritos abundan en esta colección de trabajos que ahondan en la riqueza de matices de un ensayista complejo que ha escrito más de una veintena de libros. Javier Cercas se declara “mainerista” y lo retrata así: “Además de un historiador literario –su vocación o su disciplina más evidente-, Mainer es un historiador de la cultura. Y un crítico literario de verdad, no un reseñista”; Cercas añade otro matiz, en el que coinciden otros: “Como un auténtico escritor, Mainer se pelea por la palabra justa e indaga en el giro inesperado y revelador, el matiz que entrega un significado nuevo, como si supiera que en literatura –y la crítica literaria es una forma de literatura- la verdad es únicamente una cuestión de estilo”.
Elogios al margen, el volumen repasa las distintas etapas del autor, desde sus años en Zaragoza, glosados por Jordi Amat, que alude a “las destartaladas aulas de (…) los Escolapios…”, y Alberto Blecua, que lo evoca en las inmediaciones de la plaza de Salamero. Otros recuerdan sus años en Barcelona, como su profesor Martín de Riquer –“era por aquel entonces un joven más bien delgado y la tez bastante blanca. Era listo y de los que no dudaban de intervenir en clase. Tenía un tono de voz grave y un verbo reposado y ajustado”, dice-, como Fernando Valls, que efectúa todo un paseo por los libros y los autores y la sensibilidad que les animaba en los años 70 y 80, o como Arcadi Espada, etc. Se incluyen auténticos relatos como el viaje en tren que narra el propio Trapiello, hablando de poesía, textos sobre la amistad y la complicidad, como el que Francisco Ayala escribió por boca y pluma de su mujer Carolyn Richmond, y por haber hasta hay peticiones explícitas como la de Elías Díaz, en un texto que él mismo define como provocador y polemista, que propone a la Real Academia Española que reciba en su seno a José-Carlos Mainer, “el sabio catedrático, magnífico docente, escritor y riguroso investigador”.
Hay notable presencia aragonesa: además de Blecua y Fatás, figuran José Luis Borau, deslumbrado por la erudición de su paisano una noche en la Residencia de Estudiantes; José Luis Melero, que lamenta que “prácticamente ninguno de los escritores zaragozanos en torno a los cincuenta años (….) o los un poco más jóvenes (…) han gozado del privilegio que para todos hubiera significado el trato habitual y permanente con Mainer” y a la vez le confiesa su admiración; Martínez de Pisón, que dice que “lo suyo era auténtica generosidad intelectual, la generosidad de un hombre sabio que quiere hacer más sabios a los demás”; Juan Marqués, que reconoce su magisterio y firma, con Julio José Ordovás, una entrevista totalizadora. Y el poeta Rosendo Tello le dedica su poema ‘Serena plenitud’, un texto que se suma a otras poesías de Eloy Sánchez Rosillo, Caballero Bonald, Jon Juaristi, Luis Muñoz y Francisco Rico.
El propio, autor de ‘La Edad de Plata’ o ‘La escritura desatada’, se autorretrata para HERALDO: “Soy un historiador de la literatura que ha trabajado bastante y se lo ha pasado bien haciéndolo, que jamás ha escrito un artículo o un libro del que no haya tenido la íntima convicción de su necesidad, que he procurado manufacturar esos trabajos con cierto decoro estilístico y que como docente puedo ser pedante y exigente (además de ‘distante’) pero nunca campanudo ni demagogo”.
EL ECO DE ‘LA EDAD DE PLATA’
Una de las anécdotas más graciosas del libro ‘Para Mainer…’ la narra Juan José Millás. Le pidió al ensayista y a la modelo y actriz Martina Klein que presentasen su novela ‘Laura y Julio’. Recuerda Millás que el acto fue u éxito, pero “Mainer no habló bien de mi novela ni tampoco mal. Esa noche, en la cama, recordando sus palabras, tuve una intuición de lo que era la verdadera inteligencia, el talento auténtico, la sinceridad perspicaz, y me dormí pensando que lo admiraba, o sea, que me parecía un maestro en el sentido antiguo y más noble del término”. El libro más citado de José-Carlos Mainer -editor de Gómez de la Serna o de Pío Baroja (de quien ultima una biografía), entre otros- es ‘La Edad de Plata’, considerado un clásico por Juan Manuel Bonet, y “el relato más coherente, incitador y perspicaz de la cultura española anterior a la guerra”, según Javier Cercas.
LA FICHA
Para Mainer de sus amigos y compañeros de viaje. Idea y Coordinación: Andrés Trapiello y Jordi Gracia. Varios Autores, 49: Francisco Ayala y Carolyn Richmond, Martín de Riquer, Emilio Lledó, José Luis Borau, Martínez Sarrión, Rosendo Tello, Francisco Rico, Santos Juliá, Manuel Gutiérrez Aragón, Guillermo Fatás, I. Martínez de Pisón, José Luis Melero, Andrés Trapiello, Arcadi Espada, Javier Cercas, Guillermo Carnero... Granada, 2011. 288 páginas.
AVA GARDNER EN 'LA VENTANA'
ELIO BERHANYER Y AVA GARDNER EN ‘LA VENTANA’
Se me había caducado el carné de conducir y he ido a Tráfico. Estuve con Fernando Salvador: tomamos café, conversamos, paseamos por el parque. Después de probar mi escasa habilidad, y de verificar que veo mal del ojo izquierdo, fui a comer al restaurante Germán con José María Gómez, Cuchi, y con Alfredo Castellón, que me recordó que había escrito el guión de ‘Una historia de amor’ de Jorge Grau, con Simón Andreu, Serena Vergano y Teresa Gimpera en quince días. También estuvimos en Los Portadores: allí compré una pequeña monografía de María Moliner. De vuelta a casa, mientras el viento azotaba el vendaval, combinaba a Janis Joplin con ‘La Ventana’ con Marta González Novo, que lo hace muy bien. Oí una entrevista con Elio Berhanyer, el modisto cordobés nacido en 1929 y gran amigo de Antonio Gala (“lo definió como su mejor amigo”): Elio contó sus amistad con Ava Gardner, cuando ella vivía en el Ritz, iban todas las noches a escuchar flamenco al Zambra; luego ella se trasladó al ático del Hilton y lo recibía por la mañana en su casa a las seis, cuando rodaba ’55 días en Pekín’ de Nicholas Ray, con Charlton Heston: dijo Elio que Ava se levantaba completamente desnuda, con una resaca importante que intenta curar o aliviar con una copa de ginebra. Hacían las pruebas de vestuario y se marchaba al set, “siempre llegaba tarde, claro”. Elio dijo que era la mujer más bella que había visto nunca, que siempre se levantaba con una belleza radiante. También dijo que dos de las mujeres más elegantes que había vestido jamás habían sido la reina Sofía y la condesa de Romanones, y que el cuerpo más hermoso que ha tenido entre sus manos y sus telas ha sido el de Cyd Charisse, la bailarina y actriz de las piernas interminables. Marta González Novo, acompañada de Pedro Mansilla, le agradeció las historias y la porción de glamur que había traído a ‘La Ventana’.
*En las fotos, portada de 'Una historia de amor', Serena Vergano y Paco Rabal, Teresa gimpera, y varias instantáneas de Ava Gardner.
UN POEMA PARA CRISTINA GIL IMAZ

[La artista digital, pintora y grabadora y poeta Pilar Catalán Lázaro me envía este poema sobre Cristina Gil Imaz (Tudela, 1957-Zaragoza, 2011) con la siguiente nota: “He pasado las últimas horas con mi amiga y compañera de actividades artísticas Cristina Gil Imaz y desde el afecto he escrito este poema. Deseo que pueda llegar a los que la querían y admiraban…"]
A MI AMIGA CRISTINA GIL IMAZ
Por Pilar CATALÁN LÁZARO
Amazona de vientos, huracanes bordados.
Guerrera que llegaste en buques de los cielos
Cascada de unicornios, libertades que faltan
Dos lunas que sangraban en terciopelos negros.
Escuché sus palabras pronunciadas al alba
Respeté su corona tallada de tormentos
Su cuerpo con aromas de frutos limoneros
Saciaron las penumbras de huecos en silencio.
Los arcos se hermanaron para iniciar el viaje
Curtida su piel suave traspasaron el tiempo
Y en las diagonales de senderos activos
Encontraron patrones y saltaron el miedo
Los caballos salvajes le prestaron aliento
Las hierbas más pequeñas le sirvieron de lecho
Y la concupiscencia de las cigüeñas blancas
Sirvieron de vestido a la dama de invierno.
*Es una obra de Cristina Gil Imaz, que pertenecía a su serie de 'Ciudades imaginarias'. Cuelgo aquí el artículo que le dediqué el domingo a modo de complemento por si a alguien quisiera conocer más cosas de Cristina.
Adiós, Cristina, adiós
[Artista e historiadora del arte, era la directora del Museo Pablo Gargallo y alternaba su pasión por el grabado con la escultura, el interiorismo y el diseño de joyas]
Cristina Gil Imaz (Tudela, 1957-Zaragoza, 2011) estaba muy unida a Pablo Gargallo y a su museo, del que era directora desde hacía más de veinte años: tenía la sensación de que era un gran creador y un artista intemporal, clásico y moderno a la vez, que transmitía serenidad y que acariciaba con sus esculturas. En el palacio de los Argillo se sentía muy a gusto: disfrutaba, soñaba y trabajaba con una indecible sensación de felicidad. Pablo Gargallo era uno de sus amores y un estímulo constante.
Cristina Gil Imaz siempre fue una mujer sincera, directa, nada preocupada por lo “políticamente correcto” y, en apariencia al menos, segura de sí misma y de sus creaciones. Decía: “Desde muy joven he tenido habilidad en las manos. El grabado es un trabajo eminentemente manual, de barnices, de línea, de tintas”. Además, sentía una gran curiosidad por los artistas y su universo de creación. Estudió Filosofía y Letras y poco a poco se inclinó hacia otras disciplinas como el diseño industrial y gráfico, el interiorismo, el escaparatismo y la construcción. Uno de sus últimos proyectos, en esta dirección, fue la coordinación del libro colectivo ‘Casas’.
De la mano de Maite Ubide llegó al grabado, que fue toda una revelación para ella: lo aprendió, lo ejecutó y analizó el mundo de los grabadores en libros como ‘El grabado zaragozano actual’ (IFC), que era un resumen de su tesis doctoral, o ‘El mundo escénico de Natalio Bayo’ (Oroel), al que se sumaron otros trabajos sobre su admirado Manuel Lahoz, a quien consideró el mejor grabador aragonés después de Francisco de Goya, sobre Antonio Fernández Molina, Mariano Rubio, Alejandro Cañada o la citada Maite Ubide, “que ha sido mi maestra y la mujer que también me enseñó a aprender sola”. Le gustaba definirse, en este contexto, como “una apasionada del grabado –decía-. A mí me fascina el grabado porque requiere esfuerzo, concentración, y todo lo que significa esfuerzo conduce a un resultado meditado y, por lo regular, muy positivo. Me compensa”.
Crisitna Gil Imaz siempre estaba en el camino. Era hiperactiva y a la vez le gustaba la soledad del estudio, necesitaba hallar un refugio, un cuarto propio. Coordinó exposiciones, lideró proyectos colectivos y realizó numerosas muestras de grabado y pintura, de joyas, de escultura. Entre sus series figurativas y abstractas, de diferentes técnicas, figuran ‘Las ciudades imaginarias’, ‘El Apocalipsis’’, ‘El cantar de los cantares’, ‘Gargantúa y Pantagruel’ o ‘Naturalmente’. En los últimos tiempos había presentado sus diseños de joyas, en oro y plata. Hace algo más de un año se le descubrió un cáncer: lo sobrellevó, hasta ayer, con entereza y elegancia sin perder la atracción por la vida y por el arte.
ADELINO LYON DE CASTRO Y SU MUNDO
Adelino Lyon de Castro nació en Lisboa en 1910 y falleció en 1953, a los 43 años. Fue una figura importante en la cultura portuguesa; fundó, con su hermano Francisco, las Publicaciones Europa-América. Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial se volcó con la fotografía, dentro de una estética claramente humanista, que retomaba el neorrealismo y la preocupación por los marginados y la justicia social. Hace poco fue objeto de una gran exposición en Lisboa, centrada en sus últimos ocho años de vida. Ha dejado un legado de más de 3.500 fotos.
'CÓMPLICES' DE PEYROTAU & SEDILES
La turbulenta belleza de Peyrotau & Sediles
El dúo de fotógrafos presenta una veintena de fotos de sus diez años de historia y una selección de sus vídeos en el Museo Camón Aznar en ‘Cómplices’, marcadas por la impacto visual y la ambigüedad
Peyrotau & Sediles son Aránzazu Peyrotau (Barcelona, 1975) y Antonio Sediles (Zaragoza, 1975) y trabajan en equipo, en busca de una imagen propia y de sus conceptos, desde hace una década. Desde 2000, proyecto a proyecto, siempre les ha interesado mucho la energía visual: la elaboración de una imagen poderosa y ambigua que puede ser observada desde distintos prismas. La fotografía de Peyrotau & Sediles es y no es narrativa, es clásica y moderna a la vez, es emocionante y turbadora, remite a la pintura y a la propia fotografía, y está vinculada a la exaltación de la sublime y a ciertas esferas de la marginalidad.
En un principio, podría decirse que han estado muy interesados en lo que se llamaría fotos de tribus urbanas, a la manera de Miguel Trillo, en cierto modo, como se ve en piezas como ‘Aura’ (2001) y ‘None’ (2001), que integran la exposición de fotos y de videoinstalaciones que ahora se expone en el MICAZ bajo el título de ‘Cómplices’. A esta serie, algo más evolucionada, podrían pertenecer ‘Zatu’ (2004) y ‘Frank T’ (2004), que parece dialogar en cierto modo con la obra del norteamericano Andrés Serrano.
Poco a poco, fueron evolucionando hacia una fotografía de sustrato barroco, vinculada al mundo del piercing, del rocanrol y del desnudo, de un retrato directo y a la vez complejo, como sucede con dos obras tan poderosas como ‘Anita’ (2007) y ‘Muriel’ (2007). La primera remite a un mundo de tatuajes y cadenas, y la segunda ofrece una compleja psicología, acaso una herida psicológica, de una mujer que es retratada con una serpiente. Y ahí, en ese universo de demoliciones y de sueños, parecen encontrarse con Alberto García-Alix.
En el camino de búsqueda de la depuración expresiva apostaron por la serie ‘Enmascarado’: esos rostros y máscaras de lucha libre esculpidos por la luz sobre un fondo negro. Peyrotau & Sediles fijaban el foco en la sombra de los ojos, casi ojos acuosos y alucinados, y en el brillo de las caretas: creaban una atmósfera de soledad y turbación, de concentración y vigilancia. Esos rostros plantean un interrogante para el espectador: le preguntan sobre el vacío, el combate, el arte de mirar. Más que preguntarle, le muestran el estupor de existir peligrosamente.
Ese desarrollo tenebrista, vinculado a Ribera y Caravaggio, y tal vez al fotógrafo francés Pierre Gonnord, alcanza su máxima expresividad y elocuencia visual en piezas como ‘Delatus’ (200), que tiene mucho de ‘vanitas’ barroca’, como ‘Obumbrata’, esa mujer embarazada con sombrero que muestra el perfil de su barriga, y con ‘Lux’ (2009), que quizá sea una de las imágenes más puras y sugerentes que ha realizado hasta ahora el dúo. ‘Lux’ es una obra de de aroma veneciano, casi carnavalesco, con dos fogonazos de luz en medio de la noche y del negro: los ojos azules y el óvalo de la frente y la cara. Y otra obra muy medida, casi una lección del equilibro de la fotografía en color, es ‘Kiss me… Kill me’ (2008), que subraya cualidades constantes de la producción de estos fotógrafos: la ambigüedad, el amor y la muerte, la delicadeza y la agresividad, la sugestión y la turbulencia.
Ahora, trabajan en una nueva serie temática: ‘La leyenda de Ausare’, de la que ofrecen tres piezas de sesgo minimalista que recrea una leyenda china extendida en Japón. La muestra se completa con varios videocreaciones que tienen un hilo conductor: el ojo que mira, el ojo que nos ve, el ojo que se abre casi sin parpadear y que muestra una especie de corazón delator dentro. El ojo del cíclope. Es el ojo de Luis Buñuel, el ojo que mira los rascacielos (alguna imagen hace pensar en Berenice Abbott), es el ojo que atemoriza y palidece. ‘Cómplices’ también deja flotando en el aire: ¿cómo serán las nuevas imágenes de Peyrotau y Sediles? ¿Qué caminos buscarán estos artistas, intensos, melancólicos en ocasiones, que conviven con el miedo, con la belleza, con la rabia, con el claroscuro y con los gritos del silencio?
Cómplices. Peyrotau & Sediles. Museo Ibercaja Camón Aznar. MICAZ. Hasta el 31 de agosto.
ÉLODIE DURAND: LA VIDA Y EL CÓMIC
No se puede vivir sin memoria
Élodie Durand publica ‘El paréntesis’ (Sins Entido), una novela gráfica autobiográfica y conmovedora donde cuenta cómo se sobrepuso a la epilepsia, a un tumor y al olvido
El ‘oscense’ Jesús Moreno ha convertido su sello editorial Sins Entido en uno de los mejores de España en la edición de cómic o novela gráfica. Ahí publicó uno de los mejores de los últimos años, ‘Asterios Polip’ de David Mazzuccheli, y en la pasada Feria del Libro de Madrid se presentaba ‘El paréntesis’ de Élodie Durand, una obra visual que estremece desde sus primeras páginas. Formada en la Escuela Superior de Artes Decorativas de Estrasburgo, Élodie empezó a sufrir hacia los veinte años constantes mareos, ataques de ira, pérdidas de memoria. Les dice a sus padres: “Os costaba mucho explicármelo. Me hablabais de la mirada perdida, de las fuertes convulsiones, de la boca abierta”. Anota en una doble página negra, donde también puede leerse el catálogo de síntomas que padece: “No veo nada. No siento nada. No puedo oír. No hay nadie. No puedo hablar. Estoy perdida. Como una pequeña muerte”. Élodie Durand cita una frase de Buñuel, que define el espíritu de su obra: “"Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción y nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada".
El neurólogo le confirmó que padecía epilepsia; más tarde, le dirían que tenía un tumor –en principio “no operable”: luego será intervenida en Marsella, con muchos riesgos- en el cerebro que le afectaba a la zona del lenguaje y de la memoria. En este proceso, durísimo, desarbolada por completo por su dolencia, Élodie, que en la ficción se llama Judith, asistía con extrañamiento y perplejidad a su paulatina destrucción: perdió la autonomía, no recordaba lo que acababa de hacer, se sentía incómoda con los médicos, no quería ver a nadie, y a la vez realizaba una serie de dibujos casi a vuela pluma que reflejaban su desconcierto: son dibujos goyescos y grotescos, son sombras, son monstruos, son líneas informes que van y vienen y que definen su estado. Son las imágenes que viajaban por su cabeza malherida, acaso un diálogo con sus propios fantasmas.
El libro narra, en primera persona, una demolición. Es el relato del dolor, del desconcierto: una mujer joven, de veinte años, talentosa, se queda sin recuerdos, no conoce lo que ve, ni siquiera a sus padres prácticamente. Y todo ello, esa suerte de viaje a los infiernos de la enfermedad, se cuenta de un modo directo: en primera persona, a través de lo que siente, y a través de lo que han contado sus padres, que tienen voz en la obra. Este es un libro sobre el poder de la memoria, sobre la fragilidad de la materia química con la que estamos hechos, sobre el océano infinito de misterios que es el cerebro.
Así contado puede parecer que estamos ante un cómic terrible. Casi insoportable. Nada más lejos. Estremecedor, sí, emocionante, intenso. ‘El paréntesis’ es un libro aleccionador, terapéutico, esperanzado, el testimonio de una pugna contra lo inesperado y el desamparo. Es la crónica de una esperanza y es una lección de cómo sobreponerse a la angustia. Avanzo tan solo algo más: Judith se trasladará a Belleville y se planteará cantar en un coro, bailar salsa, e incluso se preguntará si podrá tener hijos y utilizar preservativos. ‘El paréntesis’ es uno de esos libros que nos afectan a todos: en cualquier instante, sin percatarnos siquiera, nos asomamos al abismo del dolor y de la enfermedad. “Lo más duro para mí fue la dificultad de aceptar mi enfermedad y comprender que había estado enferma”, dice. Al fin y al cabo, Recibió el Premio Revelación de Angulema 2011 y fue el Premio BD de los lectores de ‘Liberation’.
El paréntesis. Élodie Durand. Traducción de María Serna. Sins Entido. Madrid, 2011. 222 páginas. [Estas dos imágenes las he tomado del blog El cine de Ultramundo.]
PACO RUBIO: TRES POEMAS
Paco Rubio es taxista y poeta. Hace algún tiempo publicó un poemario. Ahora ha terminado otro que aparecerá hacia septiembre u octubre en La Fragua del Trovador. Paco, muy gentilmente, me envía tres poemas.
Si pierdo esta pasión que casi vence,
si refuerzo de plomo y de ceguera
las bridas y el bocado que la aguantan,
acaso vuelque en mí aquel conjuro
de calendarios sin hojas, ni fechas;
sin cuartos en la luna, ni estaciones...
Si no me entrego ya a esta tormenta
y escondido de mí, tras los cristales,
sigo calentando mis frías manos
con la tibia ceniza que desprende
el roce gris del tiempo que se arrastra...
Si no me queda ya ni un solo impulso,
ni un gramo de torpeza ante el vacío,
ni un roce de temor en la memoria,
ni un temblor por un pulso desbocado,
ni una duda al mirarme en el espejo...
Si no enfrento de cara los rabiones
sin la asepsia del plástico en mis venas
ni una alarma de miedo en la mirada;
qué derroche de tiempo tan inútil
el que un día lejano de titanes
invertí en soñar para esta bala
un trazo luminoso hasta mis sienes.
MIEDO A MI MEMORIA... DE TI
Si me dejara ir, de nuevo, hasta tus brazos
descarnados;
si mi débil memoria, rienda que aún sujeta
mi deseo,
recordara los pulsos de tu vientre rotundo
e incendiario;
si pensara un instante que mi nombre navega
por tu voz;
si dejara manar un suspiro de gota
de tu frente,
sería en ella náufrago, zatara a la deriva
sin remedio;
voluta gris de humo, capricho de tus labios
enfermantes.
Si soñara de pronto, gabriélico en mi espalda
entumecida,
un nuevo escalofrío alado de tu lengua
de Caronte;
si a mi olfato volviera, tal vez para quedarse,
ese aroma,
volcánica humedad, reguero de mi boca
desnutrida;
si un leve parpadeo de mis ojos consiente
de ceguera
la vuelta de tu pelo hasta la amnesia fútil
de mis manos...
Si admitiera que miento al pronunciar solemne:
“No me importas”,
quebrado de un relámpago el puntal que sujeta
mi camino,
caería de bruces, postrado en mi mentira
por vivirte,
y, acaso sin querer, me olvide la decencia
de olvidarte
para morir de nuevo en ese infierno tuyo
... tan celeste.
SERVICIO DE TAXI
(A César López, poeta colombiano en clandestinidad)
Zaragoza. Las dos de la mañana.
Sobre el papel, las dos de la mañana
es una buena hora para lo subrepticio.
La noche no demanda los papeles
que la tarde desluce en Medellín.
A las dos de un invierno de rocío,
César me oculta sueños en su sueño
hundido en un asiento de mi taxi.
César tiene la piel curtida por el mangle,
algún verso que aguarda en los birlíes
y los ojos repletos de jet lag.
A las dos de la mañana
acechan, bien despiertos, colmillos “solidarios”,
vampiros disfrazados con pose de gourmet
adictos al sabor de arepa y sangre.
A las dos de la mañana
la mirada de César tan solo quiere ver,
en los cruces de Fleta, Colombia y Palacé;
Plazuela Nutibara en Paraíso,
puentes de Guayaquil cruzando el Ebro,
el parque de Berrío en el de Oriente,
un clúster en dos naves industriales,
y en todas las robinias, selvas de Catatumbo.
A veces, César, abre ojos de leoncillo
en el espacio lábil del espejo.
Por allí merodea un silencio de pumas,
sueña el cóndor con vuelos de un delfín rosado
y Omaira sobrevive al Nevado del Ruiz.
Las dos y cuarto. Fin del recorrido.
César, sobre el papel, nunca subió a mi taxi,
ni su piel se empapó de olor muerto de mar,
ni un empresario ruin dentelleó en su cuello,
ni se mordió la lengua ante un cobarde abuso.
Mañana, a las dos de la mañana,
César tal vez me cuente su clandestino ayer
o sus sueños durmientes de Mutis y de Castro...
... Sus sueños sin papeles para escribir el jazz.
*Todas las fotos son de Michal Giedrojc.
ADIÓS A BALTASAR LOBO EN EL PARANINFO
La mujer: materia, madre, cuerpo del deseo
[El Paraninfo acoge, hasta mañana domingo, una muestra de esculturas y dibujos de Baltasar Lobo (Zamora, 1910-París, 1993), un artista del exilio y la vanguardia que reivindica la maternidad y la belleza femenina]
Hay exposiciones que hay que verlas varias veces. Y una de ellas es la de Baltasar Lobo (Cerecinos de Campo, Zamora, 1910-París, 1993), que puede contemplarse en las dos salas de arriba del Paraninfo. Hay que volver a enfrentarse a sus temas, a sus texturas, al predominio de la curva, a esas formas que buscan la figuración absoluta sin renunciar a la abstracción, a esos cuerpos femeninos, antiguos, clásicos y modernos, que parecen dialogar con los de Pablo Gargallo, con las mujeres primitivas del arte ibérico o románico, y con aquella contundencia de la obra de Constantin Brancusi, el artista rumano que procedía del campo y que parecía un ciclón en su taller, un ciclón de talento y expresividad que acababa haciendo piezas de una estilización asombrosa.
Baltasar Lobo tiene mucho que ver con Brancusi: proceden del núcleo rural y ambos se sienten fascinados por París. Baltasar Lobo llegó a orillas del Sena un poco a la fuerza y un poco porque siempre había soñado con la capital del arte y la bohemia. Hijo de un carretero o transportista, que moriría en un bombardeo en la Guerra Civil, pronto se reveló como una criatura sensible que se formó en Valladolid y en Madrid, y que hubo de emprender el éxodo tras la derrota de la II República: lo hizo con su compañera Mercedes Guillén, periodista muy interesada por el feminismo y el anarquismo.
Lobo podría haberse ido a México, pero optó por Francia, por la Francia ocupada por los nazis, y finalmente se inclinó por París. Allí, contarían con grandes amigos y, en cierto modo, con protectores: uno de ellos, muy constante, fue Pablo Picasso, a quien le mostró sus dibujos. Y otro, fundamental, fue Henri Laurens, de quien fue ayudante y con quien perfeccionó su técnica. En la muestra del Paraninfo se perciben detalles incuestionables: Lobo era un maestro de la escultura, de los matices, del vigor expresivo, de la sensualidad, y parecía sentirse cómo por igual en el mármol y en el bronce. Lobo era un excelente dibujante: tenía esa mano precisa con el lápiz que poseen los buenos escultores. Lobo era un enamorado de la mujer: como madre que establece un hilo de complicidad y cariño y protección con sus hijos, como mujer que ansía la libertad, la expansión y la alegría, como cuerpo bello y armonioso que danza en el viento, como materia esencial que invita al amor, al sueño, que enciende el deseo y acaso una melancolía indefinible y está ligada íntimamente a la tierra y sus limos.
Tras tantas peripecias y ese círculo de amistades, Baltasar Lobo ya estaba listo para crecer. Era un republicano que había perdido el país. Era un republicano que había perdido a su padre, que le introdujo en el camino del arte y le invitaba a leer a Calderón, a Zorrilla y a los clásicos rusos. Era un republicano que se sentía incomodado con el franquismo y que no quería volver a España. Y era, ante todo, un artista con sus porfías y sus imágenes: a muchas de las mujeres que esculpió las había visto en la arena de las playas en el exilio jugando con sus hijos (hay varias piezas de niños) mientras el mundo esclarecía su destino, son madres que conocen el dolor del destierro, el sufrimiento y la muerte, son mujeres heridas, son mujeres que sueñan, mujeres-sueño. A muchas las había adivinado en las playas, con su redondo desnudo, o en la orilla se los ríos de su infancia y adolescencia, cuando empezó a soñar. De ahí la importancia de las maternidades, de las mujeres que se vencen en el puro ensimismamiento, de las mujeres que parecen salir del baño entre el oleaje bravío o que se exhiben al sol con esa carnalidad apacible, voluptuosa, sugerente.
Todo eso está en la muestra del Paraninfo. Y están los influjos que Baltasar Lobo asume: el arte ibérico y románico, el descubrimiento de las vanguardias y el especialmente el cubismo, la tentativa de realizar una obra abstracta, cuajada de movimiento y de gracia, y la figuración permanente, que le aproxima en muchas ocasiones, además de los autores ya citados, a Henry Moore. Hay un detalle capital: en esta exaltación de la belleza femenina, de la arista, de la curva, de la sensualidad, del arquetipo y de un erotismo, más contemplativo que excitante, casi místico, hay una permanente aspiración a la huida, al vuelo. Baltasar Lobo lo dijo así: “Siempre he soñado con una escultura de mármol que sea como un vuelo que se eleve desde el suelo para brillar en medio de la luz y nos haga olvidar la pesadez y la penalidad de la tierra”.
Baltasar Lobo. Esculturas y dibujos. Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Hasta el 17 de julio de 2011.
EUGENIA RICO SEGÚN AMELIA CASTILLA

EUGENIA RICO
[Conozco a Eugenia Rico desde hace algunos años. Acababa de publicar una novela conmovedora: ‘La muerte blanca’ (Planeta), donde contaba la muerte de su hermano. Por entonces, vivía una historia de amor con un apuesto italiano. Eugenia, que es dulce y amorosa, siempre ha sido una mujer de grandes y apasionadas historias de amor. De ella siempre me conmueve su pasión por la literatura, su vocación, sus ganas de escribir historias intensas y de crear buenos personajes. Hasta hace algunos meses, tras la conmoción de su éxito alemán, vivía en Venecia. Hoy, esa estupenda periodista que es Amelia Castilla, que ha hecho de todo en ‘El País’ (desde reportajes inolvidables a muchas páginas de cultura) le traza este retrato. Lo traigo aquí por cariño hacia ella, por cariño hacia las dos, y porque hoy Eugenia Rico estaba un poco melancólica. En ‘Babelia’ de hoy había muchas cosas bonitas para mí, y una de ellas, especialmente bonita, era la calificación de Vicente Molina Foix como una traducción brillante de Daniel Gascón la del libro de relatos de Collier que ha publicado el sello Contraseña. Daniel traduce ahora un epistolario de más de quinientas páginas de Saul Bellow que saldrá en Alfabia. ]
EL SUEÑO ALEMÁN
Por Amelia CASTILLA. Babelia
¿Un rincón donde poder escribir medianamente fresco, en un ático durante el caluroso mes de julio en Madrid? Eugenia Rico (Oviedo, 1972) cambia de espacio varias veces a lo largo del día, huyendo del sol que cae a plomo sobre el barrio de Malasaña. Refugiada en un cuarto piso sin ascensor y con vistas al Pentagrama, el bar popularizado por Antonio Vega en su ya clásica canción La chica de ayer, la escritora dedica al menos seis horas diarias a la trama de su nueva novela. Su superstición le impide aventurar muchas ideas sobre el proyecto en el que trabaja. Confía en ponerle el punto final al manuscrito en unos meses y que el texto llegue a la imprenta antes de concluir este año. La acción transcurre en Venecia, en el curso de una cena con un personaje histórico fallecido. Será una mezcla de pasado y presente, como su anterior trabajo. "Venecia está fuera del mundo, escribir sobre ella es como opinar sobre el amor", dice la escritora, sentada en una chaise longue, bajo un cuadro, formado por un puzle construido con un lenguaje de signos inventado en el que se lee: "En el principio fue la palabra".
La autora de Aunque seamos malditas (Suma de Letras) presume de vivir de la literatura. Todavía no se ha repuesto del susto de su extraordinaria aventura alemana que le ha reportado unas ventas "de más de cien mil copias" en ese país y un conocimiento de los lectores del que antes carecía. "Un buen día recibí un correo electrónico del escritor y crítico Daniel Kehlmann que, fascinado con esta novela, la recomendó a una editorial alemana", cuenta. "A partir de ahí todo ha sido como un sueño; primero el paso por la Feria de Fráncfort, un evento profesional, pero quizás el más importante del panorama literario, y después la participación en otros festivales europeos donde he contactado con escritores de toda Europa". A la vuelta del verano, preparará las maletas para viajar a Estados Unidos, becada por una universidad norteamericana para trabajar durante tres meses.
No le asustan ni los nuevos formatos del libro ni las descargas en la Red. Su idea es que "la verdadera literatura seguirá llegando a los lectores". Si mira hacia atrás sonríe al recordar las cartas de rechazo de algunos editores, un auténtico género literario, en su opinión: "La historia de la literatura está hecha de grandes errores, espero que este sea uno de ellos", le contestó uno de ellos.
*La foto es de Álvaro García.
IRENE VALLEJO EN LA GUERRA CIVIL

Zaragoza: aquel verano de 1936
Irene Vallejo Moreu publica su primera novela: ‘La luz sepultada’ (Paréntesis), la historia de los Valbuena y la joven Valentina, cuya adolescencia se ve asaltada bruscamente por el odio de la Guerra Civil
Irene Vallejo Moreu (Zaragoza, 1979) es asidua en estas páginas por sus artículos sobre los clásicos griegos y latinos, artículos que recogió en el volumen ‘El pasado que te espera’ (Anorak, 2010. Prólogo de Julio José Ordovás). Es experta en la obra de Marcial, a quien ha dedicado un extenso estudio, y parecía que donde se sentía cómoda era hablando de Ovidio, de Julio César, de Virgilio o de Cicerón. Sin embargo, hace algún tiempo emprendió la redacción de una novela sobre el verano del 36 en Zaragoza; el libro acaba de aparecer en Sevilla, en el sello Paréntesis, bajo el título de ‘La luz sepultada’.
La novela empieza en 1936 en una época de incertidumbre. En el ambiente se olisquea la catástrofe. En las familias se habla de la tensión, de la crispación reinante, de la España fracturada, de las ideologías enfrentadas, del fracaso de la II República. Más que convecinos y hermanos, los españoles parecen enemigos signados por un odio atroz. Todo el mundo parece tener cuentas que resolver con alguien. Y así descubrimos a los Valbuena, compuestos por el padre, Eduardo, un apacible funcionario de correos adscrito a la izquierda, la madre Aurora, que parece en otro mundo o inmersa en sus propios pensamientos, más abstraída, y Valentina, que tiene alrededor de dieciséis años y que intenta conocerse mejor a sí misma y el entorno que la rodea.
Valentina es una muchacha activa e inquieta, cómplice de su padre, buena lectora, que toca el piano sin demasiado afán. Sabemos que hace un par de años le mandó una postal a Manuel Azaña. Poco a poco, día tras día, el país empieza a precipitarse hacia el abismo: las amenazas llegan de todas partes. De los militares, de África, de sectores de la sociedad civil, de los que han perdido las elecciones, de las medias verdades, de la desconfianza hacia la II República. Estalla el 18 de julio de 1936, y Zaragoza queda bajo el influjo de los insurgentes o de los nacionales. Ese mismo día, Valentina y su mejor amiga, Emilia, han ido a ver al cine: ‘Historia de dos ciudades’; cuando salen, como si salieran al país del odio y del desconcierto, la atmósfera será de pesadilla.
Y de eso habla esta novela: de la nueva atmósfera, del miedo, sobre todo del miedo, del futuro incierto. Empiezan las delaciones, las persecuciones, las detenciones y las ejecuciones, sin apenas procesos. La familia Valbuena, a pesar de los esfuerzos del abuelo y de los contactos que tienen con los golpistas, serán también víctimas de la nueva situación. En ese instante, la tragedia es unánime. El libro de Irene Vallejo, además de hablar del horror (también glosa el bombardeo sobre el Pilar, la aparición de nuevos periódicos y el nuevo estado de cosas), también habla de una joven que crece demasiado deprisa en medio del espanto. Su adolescencia ha sido asaltada bruscamente. Y esos cuatro o cinco meses le van a marcar su existencia.
Irene Vallejo sostiene que este mundo que narra, con un estilo poético casi siempre, tiene mucho que ver con el mundo de los clásicos latinos y griegos. El análisis del pasado es un buen pretexto para entender el presente y una lección para el futuro, y si queremos saber lo que somos y quienes somos hay que mirar atrás: hacia nuestros antepasados inmediatos.
En ‘La luz sepultada’ se cruzan varias historias familiares, cosas que ha leído, cosas que le han contado y una documentación bien manejada en una narración medida que explora la sinrazón, el pánico y la perplejidad. ¿Quién vendrá, por qué y por dónde? ¿Por qué detienen a su padre? ¿Por qué salen a la calle los perros negros del rencor? ¿Por qué golpean arbitrariamente a la puerta de su casa los hombres oscuros? La luz ha sido enterrada: la luz del conocimiento, la alegría de crecer, el territorio de la libertad que se construía, día a día con contradicciones y con las certezas de la democracia.
La luz sepultada. Irene Vallejo. Paréntesis. Alcalá de Guadaira, Sevilla, 2011. 264 páginas.
POEMAS DE JOSÉ MARÍA CUMBREÑO
José María Cumbreño es poeta y narrador, y cacereño nacido en 1972. Ha publicado diversos poemarios, libros de relatos, mantiene un activo y estupendo blog centrado en sus inquietudes, en su creación y en un amplio mundo de creadores: liliputcontrablefescu.blogspot.com. Hace poco publicaba con Javier Sánchez Menéndez una amplia antología de su obra en Isla de Siltolá, y poco después, Luces de Gálibo, de Girona, le publicaba ‘Genealogías’, donde hay de todo: poemas hondos, intensos, aforismos, creación de lenguaje, mucha ironía y una vocación incuestionable. Con toda cordialidad, José María Cumbreño, que es un activo divulgador de la lírica y de la literatura en general, me envía un puñado de poemas. Aquí están en una tarde ventosa de domingo.
El peso del aire
Esta mañana, en el parque, Irene me ha pedido que le compre un globo.
Un lazo alrededor de su muñeca evitaba que Bob Esponja saliese volando.
Ato el nudo con una fuerza contradictoria: suficiente como para que no se deshaga, pero no tanta como para que le duela.
Después abro mucho los ojos.
El frío. Su abrigo nuevo. Las botas con los pantalones de pana por dentro.
No se me puede olvidar esta forma de sonreírme.
Un nudo que no se deshaga.
Porque el aire pesa más que algunos gases.
Y la vida, menos que los recuerdos.
Identidad
Durante años, la ropa que me he puesto la he heredado de mi hermano mayor.
Mi nombre me lo pusieron por mi abuelo.
El primer coche que conduje era de segunda mano.
La primera mujer que me besó ya había besado a otros.
La casa en la que vivo es de alquiler.
Todo lo que escriba ya lo habrá escrito alguien mucho antes y mucho mejor.
El hermano de mi hija no es hijo mío.
Su padre hace como si no lo fuera y quien no es su padre se esfuerza por aprender a serlo.
Pensión compensatoria
Mi padre y mi madre se separaron unos años antes que yo.
Mi madre se quedó con la casa y los garajes.
Mi padre debe pasarle todos los meses a mi madre una pensión compensatoria.
Mi madre se sacó el carnet de conducir.
Mi madre se compró un coche nuevo.
En la puerta del frigorífico de mi madre hay un montón de imanes que se ha traído como recuerdo de sus viajes.
Mi madre tiene el salón lleno de portarretratos con fotos suyas: en Atenas, en San Petersburgo, en Malta, en Varsovia …
Mi madre ha estado en sitios cuyos nombres ni recuerda.
La especialidad de mi madre son los cruceros por el Mediterráneo.
Mi madre presume de todas las amigas que se ha echado.
Mi madre ha conocido a un señor viudo que la trata como a una reina (dicho por ella).
Mi madre ve a sus nietos una vez cada dos meses.
Más o menos lo mismo que a mí.
Mi madre escucha por las noches música clásica.
Deutsche Grammophon.
En la colección de discos de vinilo que hizo mi padre.
El significado de las palabras
Una misma palabra puede significar una cosa y la contraria.
Igual que un mismo color unas veces representa la pureza y otras, la muerte.
De hecho, las palabras pueden significar cualquier cosa.
Cualquier cosa.
Excepto la verdad.
*Todas las fotos son de Brigitte Carnochan. Una fotógrafa alemana instalada en Estados Unidos. Combina el retrato, el desnudo y la atmósfera de interior con la presencia de las flores.
CINE Y LITERATURA EN GUAYENTE
IV PEQUEÑA MUESTRA DE CINE INVISIBLE
Del amor y otros desastres
22, 23 y 24 de julio de 2011
Hotel Aneto
Benasque
Programación
Viernes, 22
18:00 h
Mesa redonda Un amor de cine
Modera: Vicky Calavia
Intervienen: Marisa Juan Germán, Eduardo Fuembuena, Mónica Ibáñez.
19:00 h
Proyección Me suma, me resta, de Marisa Juan Germán. España, 2010. 20’
Proyección Voces de Eduardo Fuembuena. 16’
Coloquio con los directores
21:30 h.
Cena en el Restaurante Sotobosque del H. Aneto.
Menú cinematográfico (Reserva previa: 974 55 10 61)
Sábado, 23
16:30 h. Presentación del libro, La vida cotidiana, de Daniel Gascón
Librería El Estudiet de Benasque
18:00 h
Proyección: Todas las canciones hablan de mí, de Jonás Trueba. Nominada a los Goya 2010. 107’
Coloquio con el director y el coguionista, Daniel Gascón
21:30 h.
Cena en el Restaurante Sotobosque.
Menú cinematográfico (Reserva previa: 974 55 10 61)
24:00 h.
Música en directo: Mike & Mona (soul, boleros, música brasileña…)
Terraza del Hotel Aneto
Servicio de bar
Domingo, 24
18:00 h
Proyección:
“Cosetas d’adentro”. Película rodada en la Ribagorza. Lola Gracia
Coloquio con la directora
Entrada libre a todos los actos
Más información www.guayente.info y Facebook
*Las fotos son de Vincent Peters.
NUEVO LIBRO DE MARCHAMALO

Jesús Marchamalo, como su nombre indica, siempre está en el camino. Con libros, con proyectos, con gestos de cariño hacia sus amigos. Es el escritor que no cesa. Ahora publica ‘Viaje a Vasconcelos’, en edición limitada para amigos que acaba de editar en Pamplona Germán Úcar y nos dedica a Elías Moro Cuéllar, el madrileño con parada y fondo, y juego de la taba, en Mérida y a mí. Dos fumadores de distinta manera: Elías, con cierta abundancia, y yo más bien fumador social. Y todos los días, en casa, fumador pasivo.
LA 'BOTÁNICA' DE JOSÉ A. CONDE
José Antonio Conde acaba de publicar un nuevo poemario: ‘Botánica del sueño’, en el sello Libros del Innombrable, que dirige Raúl Herrero. Consta de 74 páginas. Así define la el prologuista Francisco Álvarez Delgado este volumen: “Botánica, pero botánica del sueño. Botánica es la ciencia que trata de los vegetales, en este caso medio centenar. Dice el poeta en la nota final que muchos de sus textos han surgido de la observación y el estudio realizado en El Jardín Botánico Atlántico de la ciudad de Gijón. ¿Y el sueño? El sueño, lo soñado, no podría reducirse a una cifra tan exigua. El poeta en su deambular por los senderos de ese jardín se reencontró con lo que llevaba soñando toda su existencia; en suma, dialéctica de la realidad de las sombras perceptibles por los cinco sentidos corporales y la realidad Real y, por lo tanto, poética, de lo soñado”. José Antonio y Raúl me envían una selección de poemas en prosa.
Abrojos / Tribulus terrestris
Una limosna para la cruz de malta, para un templo de arena que dispone la muerte del caucho. Ella guarda en la capilla el esfuerzo fluvial, la revuelta del cálculo y una súplica en el riñón.
Revienta sus ojivas en el cuerpo, desea el charco, la glorieta del tuétano hasta inundar la hebilla.
Cada sacudida es una epifanía, un vaciado de minerales en el morcal.
Aciano / C. Cyanus
Protegido tan solo por el sauce, caída tras caída, bajo el placer no hay sustento y el pene sin sortija no es rentable. Después del ruido, ella reclama un acuerdo, una espina con cenefas que sirva en la penuria, que tenga holgura en el redondeo. La servidumbre rastrea, se hincha de apellidos; la enagua está servida.
En la oscuridad del topo, dolor en las coronarias, bisutería senil y mucha ficción.
Contra las oftalmías, la flor del aciano entre dos vendas.
Altea / Hibiscus syriacus
Del bronce al púrpura, de la turba al muro de invitados para que el orgullo sea doble. Presume de fibra, de seda corporal y parece tímida en el recodo. Pero a media luz caen sus pertenencias, todo rastro de pamelas, entonces desvía su género a las barcazas, a la misma somnolencia del abismo.
Allí, abandonada en la espuma, aún recuerda el otoño, ese peinado de nubes que se detuvo en el labio buscando todos sus aromas.
La belleza es perpendicular a la deriva.
Alstroemeria / Alstroemeria aurantiaca
Bajo el cielo se obstina el guerrero en la humillación y el rito. Una mano para el canje, la otra para el adiós. Entonces, el buen augurio resiste media luna, pero su brillo es temporal.
Excluida de la tierra y de la honra, lo más valioso fallece lejos del guano, de la bruma encanecida de los Andes.
No despertéis el pánico en los criollos.
La sombra del lirio tiene un final inesperado.
Áster / Asteraceae
Tendida de amarillos a ras del firmamento, se endurecen tus botones. Invertido el equipaje, no acepto la noche para crecer como la inmensa mayoría de equívocos. Que nada importa en la suma, lo sé, que una palabra tuya es rapto de luz y llovizna sin florecer, también lo sé.
En cada caricia, el exceso es mucho, después la órbita germina en círculos para durar sobre el ramo.
Es costumbre colocar sus espigas entre los versos de Safo para conservar el deseo.
Balsamina / Salvia verbenaca
Basta con abrir y cerrar el latido para salvar el roce, el rumbo de otros cuerpos donde nadie puso las manos. La asfixia en el ámbar más limpio, la abundancia de perros en la morada de la salvia, hace sombra en el ramaje indeciso del pubis.
Próxima a la caída, al fracaso de los ineptos, es hora de ungir con mucílago la irritación de los célibes.
Quitando la piel de sus hojas, puede ponerse sobre el pecho de las niñas para calmar el ardor.
Bardana / Arctium lappa
Si no llega la luz,
el instinto alcanza.
Fernando Burbano
A su alcance la cabezuela, el triunfo del brillo en el subsuelo que decide como humillar al padre sin cerrar la mano. Sobrevive al invierno, a la suspensión de luz que todo lo anega.
Después, el aire justifica cualquier roce y el mamífero es alcanzado por el velcro, por el aliento vegetal para ser aforismo en el polen.
Lo natural en la caricia es el léxico de la simiente.
Begonia de la desdicha
Aumenta su tonalidad con el roce, ha perdido la decencia y saborea el murmullo de antiguos crecimientos. Repleta de huéspedes, a veces llega a ser hermosa. Pide la ascensión, la sutileza de la mano en la gravedad, cuando el abrazo no ofrece la menor resistencia. Esta planta es una especie de la familia de las begoniáceas, se reproduce por acodo, se alimenta del vuelo corto de la mariquita y de la abstinencia de las viudas. Muy apreciada por su abundante floración, conviene protegerla contra el oidio, un hongo que puede provocar la deformación y caída de sus hojas.
De manera preventiva, aplicar en toda la planta levadura femenina y azúcar disuelto en rocío.
Podemos encontrar algunos ejemplares de esta flor deambulando por las alcobas.
Budleia
La corte del emperador Kangxi desoye el mármol de los estanques, no asume la débil fuga de los espejos y la potestad de la budleia inclina su labio en el estío. Todo un desvelo va creciendo y a la sombra de esta planta la esposa del emperador dibuja en sus manos el exceso de sus lilas, la gloria de sus celos, pero no advierte la naturaleza de los ciclos y así en el otoño, fatigada de hojas, se desprenden sus flores, se marchitan sus manos y vencido el grito, vuelan los ocelos.
Hoy en día, nunca faltan mariposas en su tumba.
Buglosa / Anchusa azurea
Cualquier erial coincide con el hambre, con la dureza del cubilar en la noche y justo donde la esquila no acepta alianzas, fuimos vendidos a la broza, al oprobio de la madrastra. Sin alcanzar la cuchara, sin la nevada en los calderos, fuimos en mitad del extravío, un temblor de gluten, un dolor reseco. Al abrigo del fauno, nadie cubre el sustento, no hay papada en el sur.
Replegar la luna, con media hogaza de tubérculos y un palmo de buglosa.
Cambronera / Lycium europeaum
Una gran maraña en la orilla del aliento muestra el tributo recién curvado, la amplitud del ramoneo en el polvo y el sollozo de una madre desfallecida. En este centro de sangre, en este misterio inevitable, la advertencia para los fariseos que atraviesan el domingo con el murmullo vacío de plumas.
¿Quién tiene el honor de romper la metáfora en las sienes?
¿Quién puede mirar tanto sufrimiento?
Botánica del sueño. José Antonio Conde. Libros del innombrable. Colección Golpe de Dados. Zaragoza, 2011. 74 páginas. [Las fotos son del maestro Ansel Adams]
MARTA FERNÁNDEZ MURO, CUENTISTA
Marta Fernández Muro es una actriz de cine, teatro y televisión sobradamente conocida. Por ejemplo, entre títulos ya más lejanos, fue la protagonista de ‘Las gallinas de Cervantes’. También es escritora: en 2009 publicó, en Huerga & Fierro, el libro ‘Niñas malas’ y ahora publica ‘Azoradas’ (Huerga & Fierro), una colección de quince relatos de viajes, de amores y desamores, de equívocos… Hablé el pasado viernes con Marta y me manda este texto del libro.
UN PAJARO FLOTANDO BOCA ARRIBA
Por Marta FERNÁNDEZ MURO
Cuando dejó la autopista, se topó con un polígono industrial.
Iba pensando: “Qué mala suerte. Un aviso tan lejos, precisamente hoy, que mi mujer sale de cuentas”.
Giró a la derecha. Por la segunda a la izquierda cayó en una rotonda que le volvió a sacar a la autopista. Entonces se bajó en una gasolinera para pedir ayuda. Y aprovechó para tomarse un café y hablar con su mujer. Ya eran casi las doce del mediodía.
- Supongo que llegaré a comer. Si no, ve comiendo.
- No te preocupes de nada, cielo, los médicos siempre se equivocan.
Por fin lo encontró.
Era el último chalet de la urbanización.
El jardín estaba lleno de hojas, y, en la piscina, un pájaro atrapado en el hielo, flotaba boca arriba.
Por una ventana, vio una cocina con una mesa de mármol en el centro, y golpeó en los cristales.
Una voz femenina le respondió:
- Haga el favor de entrar por delante.
Tardó mucho en abrirle.
La noche anterior, la mujer no se había tomado el tranquilizante y, a las tres de la madrugada, le empezó el cosquilleo de las piernas. Una inquietud que le hacía encogerlas y estirarlas sin control. Había sacado un brazo, a tientas había encontrado el albornoz e, iluminada por la luz de la calle, fue hasta el baño, partió media pastilla y se la tragó con el agua del lavabo.
La mitad del tranquilizante la relajó hasta las seis de la mañana en que volvió a despertarse. Esta vez se tomó la pastilla entera.
Así que cuando sonó el despertador, no supo por qué lo había puesto: fueron los golpes en la ventana de la cocina los que le hicieron reaccionar.
Se recogió el pelo y abrió.
- Pase, pase. ¿Ha visto ya la caldera?
Se cerraba el albornoz sobre el pecho cruzándose de brazos.
Le hizo atravesar el salón.
Según le indicaba el camino, se iba excusando.
- No mire demasiado. Tengo que ordenar todo esto.
Había dos televisiones encendidas, cada una con un programa, y la mesa del comedor y las sillas estaban abarrotadas de discos de vinilo.
- ¿Pierde agua?-, preguntó el chico.
- Qué sé yo. No entiendo nada de aparatos.
La mujer se sentó y él dejó las herramientas en el suelo.
Mientras quitaba la tapa de la caldera, la miró.
Por su cuerpo encogido, le pareció muy mayor aunque, como se había colocado de espaldas a la ventana, no le veía bien la cara.
- Qué casa tan bonita tiene usted. Lástima que la caldera sea tan vieja. Le saldría mejor comprar una nueva.
- Supongo.
A la mujer no le gustaba que le dieran consejos, pero como no quiso que el chico lo notara, se rió intentando resultar simpática.
A él, la risa le resultó muy aguda, un poco estridente.
- Voy a hacerme un té -le dijo-.¿Quiere que le ponga uno?
Pensó que sí, que le vendría bien tomar algo caliente, pero dijo:
- No se moleste.
Al mover los brazos para hervir el agua, el albornoz se le abrió y, a través del camisón, se le transparentaba el cuerpo.
Tenía los pechos muy pequeños y las caderas estrechas, casi infantiles.
En ese momento sonó el teléfono.
Era uno de esos teléfonos que él sólo había visto en las películas, colgado de la pared y rojo.
- ¿Sí?... No, no, ya estoy despierta. Me alegra, me alegra que estés bien. Frío. ¡Qué suerte! No, no, allí no pinto nada. No, de verdad, no me importa. No, no me quedaré sola. Siempre hay alguien. Sí, prometo que llamaré a alguien. Me cuido, me cuido. Cuídate tú. Sí, besos. Sí, sí, dile que también le mando un beso.
Colgó y se sentó con la taza. Después de dar unos sorbos, se justificó:
- Habrá que hacer algo para aguantar el frío, ¿no?-.Y sacó del horno una botella de whisky.
Se echó un buen chorro en el té y le ofreció:
- Si quiere acompañarme.
Hubo un silencio muy largo.
Para romperlo, preguntó:
- ¿Su marido?
Ella encendió otro cigarro y le alargó el paquete a través de la mesa.
- ¿Fuma?
Esta vez el chico aceptó.
Al acercarse a cogerlo, vio que tenía los ojos muy negros, lo blanco casi azul, y que parpadeaba después de cada frase, como si quisiese borrar lo que acababa de decir.
- Y usted ¿está casado?
- Y esperando un hijo.
La mujer movía rítmicamente la pierna izquierda, y el único sonido que llenaba la cocina era el de la zapatilla de cuero al golpear su talón.
Luego se levantó y le dijo:
- Hace usted muy bien-.Y volvió a reírse.
La vibración del agudo le resultó muy familiar, no como si fuese la segunda vez que lo oía. Mas bien como si le recordase a otra persona , en otro lugar.
- ¿Y usted...?
Ella le cortó.
- ¿Usted qué?
Durante un momento le miró esperando una respuesta. Pero como él no contestaba, se sentó de nuevo y se echó otro chorro de whisky.
Al chico, el destornillador se le resbaló de la mano y, antes de que le diera tiempo a cogerlo, ella se lo tendió.
Se limpió la palma en el pantalón. No quería que la mujer notase que empezaba a sudarle como cuando se ponía nervioso.
Dijo:
- Quiero acabar pronto. Mi mujer sale hoy de cuentas, aunque ella dice que no nacerá hoy. Está segura, dice. Que lo ha soñado, dice. Ya sabe como son las mujeres.
- Sólo sé como soy yo-, contestó.
Otra vez se quedaron callados.
Por la carretera pasó un coche. El chico deseó que llegase alguien, pero el coche no se paró. Se le oyó acelerar y luego la cocina se quedó otra vez en silencio.
- Aquí en invierno debe uno estar muy aislado.
- En verano, cuando funcionaba la depuradora, venía mucha gente a vernos.
Y volvió a mover la pierna.
Hizo una pausa. Y luego preguntó:
- ¿Usted no arreglará depuradoras?
De pronto, el chico se la imaginó de joven, en bikini, agarrada a la escalerilla, con gafas de sol y un sombrero de paja.
- Lo siento. Ya he visto la piscina. Vaya lujo.
- ¿Le parece?
El teléfono sonó de nuevo.
El chico se concentró en la caldera y ella descolgó.
- ¿Sí? Ah...¿Qué quieres? No, no me molesta que me llames. ¿Rara? Será que todavía no había hablado con nadie. Sí, sí, estoy bien. Oye ¿está contigo? Delante, quiero decir delante. No, si está delante, nada. Porque no tengo ganas de que se entere de lo que digo. No, nada grave. Cosas. Bueno. No, mejor no me llames. Estoy muy bien, divinamente. Tranquila, sí, muy tranquila. Pero no me llames. Eres tú quien me pones nerviosa.
La mujer alzaba cada vez más la voz y el chico empezó a desear que la conversación terminase.
Como si nada hubiese pasado, volvió a la mesa, encendió otro cigarrillo y dijo:
- ¿Qué? ¿Acaba usted?
- Debería.
- Lo digo por su mujer.
Al chico no le gustaba que sus clientes le metiesen prisa.
Volvió a imaginársela de joven, esta vez con minifalda.
De pronto, la mujer cerró los ojos, bajó la barbilla hasta el pecho y, de golpe, echó la cabeza hacía atrás, como si quisiera sacudirse algún pensamiento.
La cinta que le sujetaba el pelo en la nuca, se le aflojó.
Pero no volvió a atársela. Le miraba fijamente con el pelo sobre los hombros.
Luego, con los dedos abiertos, se levantó la melena. El sol rompió una nube para iluminarle las orejas y el cuello. Tenía la piel transparente, llena de venas rojizas.
- ¿No sabe usted quién soy?-, le preguntó de golpe.
Y como el chico no atinaba a contestar, se giró en el taburete y se puso de perfil.
- ¿Perdone?
- Sí. ¿Quién soy?-.Y le mostró el otro perfil.
El chico pensó en su mujer. En cómo le contaría lo que le estaba pasando.
- Usted no es tan joven. Debería conocerme.
La mujer insistía con la boca entreabierta, esperando una luz en sus ojos, algo.
El sol volvió a desaparecer y ella se puso de pie.
- No me extraña, así sin maquillar, no parezco yo.
El silencio de la cocina le pitaba al chico en los oídos. Apretó con fuerza el botón del encendido, una, dos, tres veces. Y por fín, apareció la llamita.
- Ya está.
-¿Ya se acuerda? Normal que no me reconociera. Me retiré en el 92. Estaba harta de todo.
Y volvió a soltar esa risa aguda, que subió en picos hasta el techo.
Al chico dos sensaciones se le cruzaron en la cabeza. Iban tan juntas que tuvo que rastrearlas detenidamente para poder separarlas: el contacto del culo de su chica contra los muslos, y por encima de su coronilla, la cantante de los Wonderland, recibiendo los aplausos, al final del concierto.
-¿No me diga que es usted...?
El recuerdo se le había perfilado: fue en el concierto donde conoció a la chica con la que ahora iba a tener un hijo. Una noche de agosto.
- Claro, claro que me acuerdo. Viéndola cantar me enamoré de la que es mi mujer. Usted era increíble, claro que me acuerdo, llevaba un vestido de plata y diamantes en el pelo...
El chico estaba lanzado. Se acercó hasta ella con el aviso de avería en la mano.
- Si es tan amable de firmarme un autógrafo. Para ella, ya le he dicho que hoy sale de cuentas ¿no?
La mujer se había detenido en la puerta. Empezó a parpadear, y se recogía
el pelo muy deprisa, a golpes.
- Perdone, pero ya no firmo autógrafos.
El sonido de su voz había bajado varios tonos. Ahora tenía la boca apretada y, de nuevo, le pareció muy vieja.
Después de un silencio, añadió:
- Si no le importa...-.Y oyó sus zapatillas arrastrándose por el parquet y después un portazo.
El chico se quedó solo recogiendo las herramientas. Cruzó de nuevo el salón y, a punto de irse, se giró para llamarla:
- Perdone ya me voy. ¿Me abona usted la cuenta o ...?
Esperó unos segundos, le pareció oírla otra vez discutiendo por teléfono, y salió.
Había empezado a nevar.
En la piscina, el pájaro seguía flotando boca arriba.
* Arriba, Marta Fernández Muro. Y las otras dos fotos son de Constantine Gedal, pintor, dibujante y fotógrafo.
LA LITERATURA DE LOS BOSQUES

BOSQUES Y LITERATURA EN EL AÑO INTERNACIONAL
Por Eduardo VIÑUALES COBOS
Estamos inmersos en el 2011, el Año Internacional de los Bosques. Y quizás sea este un momento propicio para leer y releer aquellos libros que nos hablan de árboles frondosos, de las hojas y frutos del bosque, de los animales o plantas que habitan en las sombras... así como de aquellos otros que reúnen tantas y tantas historias, cuentos o leyendas que se han ambientado en esos escenarios silvestres que son como nos recuerda la Asamblea General de las Naciones Unidas un valioso tesoro natural que como debemos preservar entre todos, pues cada año se pierden unas trece millones de hectáreas de bosques en el mundo, una superficie equivalente a la cuarta parte de la Península Ibérica.
Los árboles que componen el bosque, en su generosidad, son quienes nos proporcionan la materia prima con la que se fabrica la pasta de papel y con la que luego editamos libros hermosos como el que acaba de presentar Lunwerg sobre “Los bosques del mundo” (2011). Ilustrado con un amplio y espectacular reportaje fotográfico de selvas, plantas, flores y animales forestales, la parte redactora le ha correspondido al naturalista Joaquín Araújo, quien con gran acierto nos presenta toda la belleza y diversidad de las masas arboladas de los cinco continentes, destacando la importancia que realmente poseen estos lugares. Araújo, autor y coordinador de otros muchos célebres trabajos vinculados a esta temática como “Bosque de bosques” (Caja de Ahorros del Mediterráneo, 1996) o “La sonata del bosque” (Lunwerg y Caja Madrid, 1999), asegura que un día volveremos no ya al corazón del bosque sino a tener el bosque en nuestros corazones. Por que un día comprenderemos que ellos son nuestros mejores amigos, y que sirven para casi todo: aportan comida, madera, crean suelo, oxigenan el aire, son el mejor antídoto contra el cambio climático y, entre otras aportaciones para el progreso, ellos son los inventores de la fertilidad natural.
Buscando en los anaqueles de las bibliotecas, muy especial es el recuerdo que los lectores pueden guardar de un libro tan original como es el que escribió Ignacio Abellá bajo el título de “La magia de los árboles” (Integral, 1996), donde bajo la concepción de que los árboles son uno de los símbolos vivientes más poderosos, nos vamos adentrando poco a poco en el rico bosque de nuestra memoria, recogiendo mitos y creencias que existen en torno al árbol. Nos estamos refiriendo a una edición cargada de simbolismo y de tradiciones en torno a especies como el abedul, el roble o el saúco… sin olvidar otros aspectos referentes a la biología, la siembra, la plantación y los cuidados que requieren las distintas especies analizadas. El libro recopila muchos datos inéditos, la mayor parte de ellos trasmitidos por tradición oral en recónditas comarcas, y donde Abellá explica con este su primer libro que en la mitología nórdica el fresno es quien sostiene y contiene en sí todas las fuerzas del universo, o que el tejo –el árbol considerado más longevo en nuestras latitudes- es en muchos países el símbolo viviente de la eternidad. Por cierto, dato este último que nos trae a la memoria otro título de narrativa: “Memorias de un árbol” (RBA, 2007), del argentino Guido Mina di Sospiro, en el que un majestuoso tejo explica su propia vida, testigo y protagonista de dos mil años de historia. Bajos sus ramas transcurren los siglos y en su pequeño bosque se ve reflejada la historia de la humanidad y de todos los seres vivos, hasta finalmente convertirse en un ejemplar protegido y venerado que termina lanzando un mensaje de paz y armonía.
Pero el mismo estilo investigador de “La magia de los árboles”, entre lo mágico y lo científico, es el que poco tiempo después impregnaría otra publicación digna de mención, “Senderos entre los árboles” (Alymar, 2002), cuya lectura constituye un paseo por los caminos del bosque en compañía de los árboles, de la cultura, de la imaginación e, incluso, de la emotividad. Su autor, Antonio Rodríguez Vila, repasa el simbolismo de treinta y nueve especies arbóreas, y advierte que el lector quizás puede llegar a ser dominado por sensaciones como la dulzura, el sosiego, el amor y la fantasía. Gracias a este trabajo de ensayo sabremos de las cualidades ecológicas de la encina, que fueron los celtas quienes adoraban al roble como un dios-árbol… o que antiguamente el álamo blanco estuvo consagrado a Hércules como alegoría de la fuerza y de la vida.
Cuentos infantiles y libros didácticos
Y puesto que los niños tienen mucho que ver y aprender en la naturaleza, por eso hay una gran variedad de libros y cuentos que tienen como protagonista al bosque y por simplificación al árbol. Es el caso de “La vida alrededor de un árbol” (Lectio, 2006), que incluye un póster gigante para jugar y reconocer a los habitantes de un gran roble. En el “Diccionario por imágenes del bosque” (Panini, 2001), los niños se adentrarán en las espesuras para descubrir a las ardillas, las flores, las setas y otros secretos de ese escenario tan encantador que puede llegar a ser un bosque cualquiera.
Deliciosos resultan ser esos libros para abrir ventanas, desplegar solapas y averiguar muchas cosas del mundo que nos rodea, libros interactivos y divertidos como “El bosque” (SM, 2000) -ideal para niños a partir de seis años-, o el de “Nuestros bosques” (Elfos, 2009) lleno de preguntas y respuestas sobre la altura de los árboles, los troncos y las raíces… o la labor de conservación que desempeñan los guardabosques.
A ellos se unen, por ejemplo, pequeñas joyas literarias como “Cuentos de árboles” (Ibai, 1988), donde los árboles, cargados de energía, le hablan a Lukas, un niño que vive en una casa de campo, cerca de un río, y que es capaz de entender el lenguaje de un ciruelo rojo que desvela lo mucho que los árboles saben de nosotros.
Otros bosques más literarios
Los amantes de las letras poseen deliciosos trabajos como “La voz de los árboles”, una iniciativa de la organización ecologista Greenpeace en defensa de los bosques de España, que fue publicada por Planeta (1999) y donde se reúnen distintos poemas, relatos y aportaciones artísticas –fotografías y pinturas- de un gran número de autores reconocidos como Mario Benedetti, Antonio Gala, Joaquín Araújo, Miguel Delibes, Manuel Vázquez Montalbán, Julio Llamazares o Fernando Sabater.
También la literatura clásica tiene libros que llevan el bosque por título, como es el caso de la célebre novela del escritor Wenceslao Fernández Flórez “El bosque animado” (Espasa-Calpe, 1965), que más tarde fue llevada al cine por José Luis Cuerda y que está ambientada en una “fraga” gallega, entendiendo como tal a aquella porción de bosque inculto, entregado a sí mismo, donde se mezclan variadas especies. Y es en aquel ambiente rural lleno de vida donde se tejen las historias y las vivencias de distintos personajes humanos, de animales y de plantas.
Un clásico de la narrativa que el amante de la lectura no debe de olvidar es “El hombre que plantaba árboles” de Jean Giono, editado por Duomo Ediciones (2010) con ilustraciones de Joëlle Jolivet y con dos escenas en pop-up. El protagonista de esta narración, un viejo campesino iletrado, de nombre Elzéard Bofifier, es un personaje tan necesario que nadie duda de que pudiera haber sido real: él solo –con sus simples recursos físicos y morales- fue capaz de transformar un desierto en una seductora y extensa floresta. Volvieron a brotar los manantiales, los pueblos deshabitados fueron poco a poco reconstruyéndose, y hasta el aire, ahora cargado de aromas, había cambiado. Aquel hombre había transformado por completo el aspecto de un lugar, de una región entera…. Y plantando árboles había encontrado una forma perfecta de ser feliz. A este célebre texto se refiere José Saramago como “una indiscutible proeza en el arte de contar”.
Pero también hay historias auténticas como la de Julia Butterfly, aquella mujer de veinticinco años que para salvar el bosque trepó hasta lo más alto de la copa de una gran secuoya de cincuenta metros, y allí permaneció durante dos años, firme a sus creencias, recibiendo la visita de personalidades de la cultura de todo el mundo hasta que su larga “sentada” logró por fin detener la agresión de una empresa deforestadota. En las páginas de “El legado de Luna” (RBA, 2000). En sus páginas esta joven poeta y activista cuenta cómo tuvo que soportar tormentas, además del acoso de helicópteros y guardias de seguridad de la empresa, y Julia escribe: “Llevaba un año y medio viviendo en un árbol. Me costaba creer que seguía ahí, pero no me imaginaba en otro sitio después de tanto tiempo. La gente me decía que olía bien, a dulce, igual que una secuoya. La naturaleza me deparaba regalos todos los días, como ver salir el sol, naranja, rojo, melocotón y oro, irradiando su luz entre la niebla que cubría el valle”.
Todos estos títulos referidos al bosque nos han traído finalmente a la memoria la cita de Miguel Unamuno que decía: “Hubo árboles antes de que hubiera libros, y acaso cuando acaben los libros continúen los árboles. Y tal vez llegue la humanidad a un grado de cultura tal que no necesite ya de libros, pero siempre necesitará de árboles, y entonces abonará los árboles con libros”.
Recuadro
BOSQUES Y ÁRBOLES DE ARAGÓN
Decía el geógrafo Francisco Giner de los Ríos que “a la contemplación de un árbol podría dedicarse la vida entera”. Y para facilitar ese disfrute de los árboles, y de los elementos vivos de las masas forestales, para ello hay en Aragón diversos trabajos editoriales que a modo de útil herramienta nos ayudarán a viajar hasta el manso corazón de estos pulmones de la naturaleza, siempre con la idea de conocer las distintas especies vegetales o de entender un poco mejor el complejo funcionamiento ecológico de estos bellos ecosistemas terrestres que nos proporcionan grandes beneficios. Ese es el caso, por ejemplo, de la guía de campo que lleva por título “Árboles” (Prames y Gobierno de Aragón, 2011) en la que José Antonio Domínguez nos muestra y explica los caracteres diferenciadores entre tilos, chopos, hayas, encinas o carrascas, almeces, las distintas clases de pinos y sauces… fresnos y arces.
Una visión más amplia, de conjunto, y más ecológica es la que ofrece el volumen de gran formato “Los bosques de Aragón” (Prames y Gobierno de Aragón, 2009), obra coral donde han participado más de medio centenar de naturalistas, botánicos, geógrafos, agentes de protección de la naturaleza… y que se halla ilustrado con bellas fotografías. Quien sostenga en sus manos este catálogo de bosques de la Red Natural de Aragón recordará a buen seguro la realización de otros trabajos anteriores de visión nacional como “La guía física de España de los bosques” (Alianza Editorial, 1987) o “Los bosques ibéricos, una interpretación geobotánica” (Planeta, 1997), salvo con la diferencia de que el volumen aragonés en su deseo de ser un libro práctico y de evitar un discurso excesivamente científico nos habla igualmente de reservas de silencio, de piedras mágicas, de la artesanía de la madera, de la paleta pictórica que son colores del otoño.. pero, sobre todo, este es un libro que nos propone múltiples opciones para caminar y conocer in situ los 160 mejores paisajes forestales de nuestra comunidad autónoma: la Selva de Oza, el sabinar de la Retuerta de Pina, el Monegro de Gúdar, el Vedado de Peñaflor, el alcornocal de Sestrica, la Pardina del Señor de Fanlo… e incluso espacios sorprendentes y poco conocidos como el pinsapar de Orcajo, el “mar de enebros” de Belmonte y Sediles, o la acebeda de La Mezquitilla en las Cuencas Mineras. La gran diversidad forestal de Aragón se agrupa en cuatro grandes apartados –bosques de montaña, de sierra, de ribera y otras formaciones mixtas o singulares- y describe hasta 27 agrupaciones arbóreas autóctonas: desde los pinares de pino negro del Pirineo, hasta los tamarizales de los suelos salinos del valle del Ebro.
En este apartado de libros, bosques y árboles aragoneses no podíamos olvidar las aportaciones locales sobre los árboles singulares de La Litera –de José Damián Moreno, 2005-, los del Bajo Aragón -por Fernando Zorrila (Mira, 1996)-, o los de Valdejalón (Tintaurea, 2007). Este último sobre los más venerables gigantes verdes de dicha comarca es obra de un apasionado guardabosques de la Sierra de Algairén, Roberto del Val, quien aprovecha su trabajo de campo para recopilar las citas arbóreas de Rafael Alberti, Pablo Neruda, Miguel de Unamuno o Antonio Machado.
*Este texto apareció en las páginas centrales de ‘Artes & Letras’ de Heraldo de Aragón el pasado 30 de junio. Todas las fotos son de Eduardo Viñuales Cobos, escritor y naturalista y fotógrafo.
HOY, A LAS 0.15, BORRADORES
PLATÓ: MANUEL TEJUELA Y SU HOMENAJE EN PIRINEOS SUR, LA POESÍA DE LABORDETA (ANTONIO PÉREZ LASHERAS Y NACHO ESCUÍN) Y UNA VISITA DE ZARAGOZA DE 1864 (PILAR LOP)
REPORTAJES: ‘DE GOYA A NUESTROS DÍAS’, ‘FRANCISCO PRADILLA’, ‘WESTERN’ Y ‘CÓMPLICES’ DE PEYROTAU&SEDILES
ACTUACIÓN MUSICAL: ARTURO GIMÉNEZ, RUBÉN JIMÉNEZ, ALEJANDRO MONTSERRAT Y KONFU
TEJUELA, LABORDETA, PILAR LOP, GOYA Y PRADILLA, EN BORRADORES
El cantor flamenco Manuel Tejuela, objeto de un gran homenaje el día 23 de julio en Pirineos Sur, es uno de los invitados esta noche, a las 0.15, a Borradores. Tejuela, leonés afincado en Zaragoza, reconstruye su carrera, sus años en Madrid, los tiempos en que conoció a Rafael Marina, Carmen Amaya y Manolo Caracol, sus discos, su traslado a Zaragoza, sus colaboraciones con Habichuela y su vinculación con la Peña Flamenca. También acuden al plató el editor Ignacio Escuín y el profesor Antonio Pérez Lasheras para hablar de la edición de la ‘Poesía reunida, 1945-2010’ (Eclipsados) de José Antonio Labordeta, en un estuche de dos volúmenes con la vida del escritor, cantante, político y profesor y los poemas que publicó desde los 10 años. También visita Borradores la historiadora del arte Pilar Lop para hablar de una ‘Vista de Zaragoza’ (IFC) de 1864, una fotografía coloreada de la colección de José Luis Cintora, que revela una línea del cielo de la ciudad muy cambiada: Pilar Lop analiza las torres, como la Torre Nueva, los conventos e iglesias que han sido derribados.
Además se ofrecen varios reportajes: uno sobre la exposición ‘De Goya a nuestros días’, comisariada por Dolores Durán y centrada en en los siglos XIX y XX, que recorre la obra de Goya, de los artistas aragoneses y de la presencia de creadores tan diferentes como Manolo Valdés o Juan Genovés, entre otros muchos. Wifredo Rincón analiza el cuadro ‘Nieblas de primavera en Italia’ de Francisco Pradilla, una espléndida obra de 1907 que recrea los años romanos del artista y que constituye una de sus grandes piezas de paisaje. Se ofrece un reportaje sobre la exposición ‘Cómplices’ de Aránzazu Peyrotau y Antonio Sediles en el Museo Camón Aznar, una retrospectiva de más de una década de fotografías y vídeos, marcada por el impacto visual. También se visita la exposición ‘Western’ de Sergio Belinchón, que se presentó en la Diputación de Huesca en el contexto de la programación del XXXiX Festival de Cine de Huesca.
La actuación musical corre a cargo de Arturo Giménez, Rubén Giménez, Alejandro Montserrat y Konfu, que tocan tres temas en homenaje a Manuel Tejuela: tarantos y bulerías.
LA RUTA DE LOS BÉCQUER
RUTA DE LOS HERMANOS BÉCQUER
Fecha de celebración:
Sábado 23 de Julio de 2011
Lugar Salida: MONASTERIO DE VERUELA
Hora Salida: 18,30 h.
La Ruta de los hermanos Bécquer conmemora su estancia y paseos por estas tierras. Parte del Monasterio de Veruela (ubicado en Vera de Moncayo y propiedad de la Diputación Provincial de Zaragoza), se dirige hacia Trasmoz y finaliza en Litago, completando un recorrido de seis kilómetros que pueden realizarse a pie, a caballo o en bici. El caminante encontrará ocho carteles, con textos de Gustavo Adolfo e imágenes de Valeriano, alusivos a la zona.
. Catalogación de la Ruta: fácil
. Se aconseja llevar calzado cómodo, gorra, bocadillo y agua.
La Ruta comenzará en la puerta del Monasterio de Veruela (junto al primer cartel de la misma) a las 18,30 h. y finalizará en Litago a las 21,30 horas.
Comenzará con las intervenciones de Trinidad Ruiz Marcellán, Ana Bona y Ángel Guinda, Premio de las Letras Aragonesas 2010.
A las 23,00 horas visita opcional guiada a la Casa del Poeta y Museo de las Brujas de Bécquer, en Trasmoz.
La Ruta estará guiada por los escritores y artistas colaboradores en los carteles (Guinda, Maráez, Bona, Forega, Domínguez, Porras, Rubio, Bozalongo…).
Podremos conocer la dimensión literaria, artística y humana de los hermanos Bécquer desde su estancia en el Moncayo.
Acompañamiento musical de Antonio Casas (Alam).
Asimismo, acompañarán al recorrido el “Burro Círculo Tour” de Poesía Rural Producciones.
En el recorrido de Trasmoz a Litago, el caminante encontrará libros BookCrossing –liberados por la Editorial Olifante- y apreciará la exposición al aire libre “Cartas a Gustavo” del artista Luigi Maráez.
Habrá Instalaciones y Performances a cargos de las poetas residentes en La Casa del Poeta (Marguerite Bobey -Francia- y Yoko Fukushima –Japón-).
En Litago habrá un buzón para recibir cartas escritas por los caminantes a los Bécquer. Más tarde, las cartas podrán ser leídas en Internet.
Se terminará el acto con lecturas de textos dedicados a Gustavo y Valeriano Bécquer
BIBLIOTECAS DE ESCRITORES: JAVIER MARÍAS

EN LA BIBLIOTECA DE JAVIER MARÍAS
MANUAL DE LITERATURA
Por JESÚS MARCHAMALO
Hubo una temporada, hace años, en que la biblioteca de Javier Marías (Madrid, 1951) aparecía con frecuencia en las revistas y suplementos de decoración.
El encargado de la empresa que instaló las estanterías, a medida, en el salón de su casa, cuando las vio rebosando de clásicos ingleses -el lomo de los libros alineado con los estantes; el color sutil de las encuadernaciones; Thackeray, Quincey, Dickens, en naranja, en la edición de Penguin-, le propuso utilizarlas para la publicidad de la marca manteniendo, eso sí, un discreto silencio sobre su propietario.
Así que hicieron las fotos y, durante un tiempo, una de esas bibliotecas de las revistas, improbables y anónimas, era la suya. De ahí que resulte desde el primer momento vagamente familiar. Remotamente recordada o entrevista: un estante inferior para libros grandes, diseñado por él mismo, y un cuerpo que llega prácticamente hasta el techo: Pepis, Swift, Stevenson, y mucho Burton, el capitán. Entre otros, la traducción de Las mil y una noches sobre la que escribió Borges, en edición ilustrada, sólo para suscriptores, difícil, dice, de encontrar.
Entre ambos cuerpos, una repisa en la que forman decenas de soldados de plomo, infantería y caballería, más o menos marciales. Hay postales, una carta autógrafa de Conrad enmarcada, fotos - Faulkner, Stevenson, su muy admirado Benet, John Wayne, también muy admirado, algunas familiares-, y objetos de todo tipo. “Me gusta que las estanterías sean buenas, el metal me resulta deprimente, propio de biblioteca pública inglesa”, dice, en medio del salón, con un cigarrillo entre los dedos. “Así que las elegí de madera, natural aquí, y lacada en blanco en el piso de abajo, donde tengo la literatura española. Por lo demás, soy bastante ordenado. Detesto las dobles filas, porque al final nunca acabas sabiendo lo que tienes detrás, y los libros cruzados”. Y es cierto que sólo en los estantes más bajos, los que quedan más a mano, se ve algún papel encajado entre los libros, un poco al acaso: recortes de periódicos, correspondencia y originales.
El orden y el concierto
Recuerda, claro, la casa de sus padres: pilas de libros en permanente crecimiento caótico, sofás impracticables y aquel curioso invento, una especie de bisagra lateral que se ponía en los cuadros, en lugar de la tradicional hembrilla, para poder atornillarlos a las estanterías. Así, cada cuadro era, al tiempo, una puerta secreta, inesperada, una trampilla que ocultaba las baldas.
La biblioteca invasora, escribió en un artículo, exagerando, pelín, aquella casa (y dos sótanos) tomada por los libros en la que los niños tenían que hacerse hueco entre ellos para jugar a las chapas.
En esta biblioteca hay algo, también, de la paterna, invasora. Ocupa toda la casa, se interrumpe en cada habitación y sigue por el resto de los cuartos, en los pasillos, por los rincones, en otro piso…
Dicen los expertos que, en lo sustancial, existen dos tipos de personas: los que ordenan los libros, y los que los dejan sueltos por la casa esperando que ellos mismos encuentren acomodo. Marías pertenece, desde luego, a los primeros. Sus libros -calcula que pueden rondar los veinte mil, algunos con su nombre, fecha y lugar de compra en la página de cortesía- están colocados según un orden estricto que empieza, en el salón, con la literatura inglesa. “Quizá sea porque es la parte más cuantiosa”, comenta. “Cuando empecé a comprar libros nunca compraba literatura española porque mi padre lo tenía prácticamente todo: lo último que se me ocurría era comprar un libro de Valle-Inclán porque estaba en casa. Luego lo he ido completando y ahora tengo mi propia obra completa de Valle y de Baroja. Pero tengo mucha literatura inglesa, y norteamericana, que ocupa todo el salón, y el estudio donde habitualmente trabajo”.
Mirar los estantes de Marías es hojear un manual, casi ilustrado, de literatura, un mapa. Los autores, colocados por orden cronológico, están al lado de sus contemporáneos, mezclados poetas y ensayistas, filósofos y narradores, como en la vida misma: Locke antes que Fielding y Quincey junto a Byron. Para ser riguroso en esa adjudicación, accidental, de vecindades tiene desde hace años un listado alfabético, escrito a máquina con decenas de añadidos manuscritos, en el que figura junto a cada escritor el año de nacimiento y eventual deceso, y del que echa mano en caso de duda.
A partir de ahí, la biblioteca se extiende por el resto de las habitaciones, con idéntica estructura. Literatura francesa, alemana, italiana,: Simenon, Diderot, Proust, Apollinaire, Larbaud, Mann, Kafka, Benjamin, Leopardi, mucho Calvino, y mucho Zeri, Federico, el polémico crítico e historiador de arte italiano en el que basó lejanamente uno de los personajes de Corazón tan blanco.
Libros dedicados
En su habitación, destaca una balda completa dedicada a Ellery Queen -una afición, la de la novela policiaca, heredada de su padre-, las obras completas de Henry James y todo Faulkner, o casi todo, de quien tiene un ejemplar firmado. “Me gustan los libros que no ocultan enteramente su pasado. Los que contienen alguna foto, algún papel, los que cuentan algo. También guardo algunos con firma o dedicatoria autógrafa: Mallarmé, Radiguet, Gombrowicz, Chesterton, Isak Dinesen, Mann… Pero no me considero bibliófilo, nunca compraría un libro que no estuviera dispuesto a leer”. Sobre el cabecero, nada casual, nada original, Cervantes y Shakespeare, para las noches de insomnio.
Entre sus manías, confesables, la de guardar la correspondencia que recibe de los escritores con los que se cartea entre las páginas de sus propios libros: Mendoza, Aleixandre, Magris, o Sebald, de quien conserva no sólo alguna carta, sino también un trozo de lápiz, el final, que le ofreció la familia a su muerte, y que guarda, también, junto a su obra.
Faltan sus propios libros. Amontonados, o casi, en el recibidor, en torres, tal cual los mandan de las editoriales. Y un ejemplar de cada uno en cuatro o cinco mueblecitos giratorios, repartidos por toda la casa, discretos, invisibles. En el piso de abajo, el de las estanterías blancas, por orden alfabético, autores españoles e hispanoamericanos, chinos, japoneses, rusos, Nabokov, Pasternak, Pushkin. “Me encanta Pushkin”, dice.
Y allí, en uno de los estantes, un libro de Neruda, Canción de gesta, que apareció, dedicado a Cabrera Infante, hace años, en el catálogo de una librería de viejo.
El propio Cabrera le encargó a Marías que averiguara de dónde había salido, pero en lugar de hacerlo, lo compró. Cabrera, que sabía el precio, no quiso aceptarlo, y acordaron que, ya que se trataba de un ejemplar robado de su biblioteca en Cuba, una nueva firma lo haría legal. Así que el libro tiene ahora una dedicatoria doble: de Neruda a Cabrera, y de Cabrera a Marías. Dice: “Para Javier… de todas las sabias letras”. En medio, hay una frase que no se entiende. Vaya.
Tristram Shandy
Laurence Sterne
“Es uno de los nueve volúmenes de la primera edición, y éste en particular está firmado por el propio Sterne. Los libros del XVIII tienen una impresión muy nítida, y un tacto especial del papel”.
La ciudad de los prodigios
Eduardo Mendoza
“Creo que es uno de los grandes libros españoles de la segunda mitad del siglo XX, y también uno de los que a mí más me han gustado. Y el que más me sigue gustando de Mendoza”.
Travesía del horizonte
Javier Marías
“Es la primera edición de mi segunda novela. Y tiene la particularidad de que, en la guarda posterior, aparece un fragmento del principio del libro en inglés. La letra es de Juan Benet, fingiendo un estilo de escritor decimonónico”.
*Fragmento del nuevo libro de Jesús Marchamalo de las bibliotecas de 20 escritores que aparecerá en breve en Siruela con fotos suyas. Javier Marías.
EL CUENTO, SEGÚN Mª ROSA BURILLO
[El dramaturgo, guionista, cineasta y realizador de televisión, amén de escritor de relatos y aforismos, Alfredo Castellón Molina me puso en contacto con la profesora madrileña María Rosa Burillo, apasionada del haiku y de la literatura norteamericana. Rosa acaba de salir de una complicada operación y ya está bien: ya está mejor y se aplica a la literatura, al cuento, a sus autores favoritos. Me envía este artículo sobre varios cuentistas: Carver, Lahiri, Poe, Cheever, etc. Es casi una manera de celebrar que la vida sigue y con ella la literatura, la belleza, la capacidad de contar historias y de crear personajes. María Rosa Burillo seguirá escribiendo y leyendo a orillas del mar, en Altafulla, en Altea, allá donde da la vuelta el aire marino…]
LA IMAGEN DEL RELATO. EL RELATO EN IMÁGENES
Rosa Burillo
Ya en el siglo XIX, Edgar A. Poe planteaba en su “Filosofía de la Composición”, los principios que siguen siendo válidos para la obra literaria a día de hoy, y citaba la palabra homeliness que expresa lo que todo escritor busca, intimar con el lector.
Vivimos en un mundo de imágenes. Primero el Periodismo, con la descripción pormenorizada de los acontecimientos y luego la visualización que ofrecen el cine y la televisión, han hecho que nuestra cultura literaria se vea muy mediatizada por la imagen, hasta el punto de que el escritor describe en imágenes y utiliza detalles cada vez más visuales que dominan sobre los argumentos, depreciándolos porque, parecen querer decir, no vamos a ninguna parte y en realidad da igual donde los distintos modos de ficción nos lleven. En último término, la trama argumental ha quedado tan mermada que sólo se sostiene como soporte de un principio mucho más sutil, el toque de atención que suponen las metáforas.
Esto sucede sobre todo en relato, donde el mundo recreado apela a los sentidos, los detalles se ven, se huelen, se sienten, para conseguir cierto estado de ánimo, un determinado aliento. Como si de un truco de magia se tratase, las imágenes de los cuentos conmueven al lector y lo hacen con las estrategias de la publicidad, el cine y los distintos semanarios. No hay que olvidar que la lectura de un relato comparte página con el anuncio publicitario del deportivo o la chica diez vestida de la manera más sugerente, competimos ni más ni menos que con el deseo de vender y el relato tiene que estar a la altura. El autor de cuentos apela a la intimidad del individuo y sus estrategias son las que funcionan a nivel cognitivo en una sociedad acostumbrada a alimentarse con la vista. Su objetivo, lograr lo que Poe denomina passion, y que supone algo así como la clave publicitaria del cuento.
Todo escritor es consciente del alcance de su llamada y, fiel a sus intenciones, se propone convencer. Ese convencimiento lo adquiere el lector mediante la poética de las sensaciones. Ya lo intuía Poe “to be moved in order to be convinced”, conmover para convencer. Las imágenes con su apariencia desapasionada, despegada, objetiva, dejan huella en la mente donde se almacenan en una verdadera trama concatenada que difiere del tradicional argumento lineal. Como dice John Cheever, la espiral sería la verdadera estructura explicativa, el eco que instala en la mente la verdadera memoria del cuento.
El relato funciona así con la sensibilidad de un poema o como el enigmático teatro del absurdo al que hace referencia John Barth en “A Few Words on Minimalism”. La gesticulación comunica con rigurosa precisión lo inexpresado. Ya en Winnesburg, Ohio, la sucesión de historias que componen la novela de Sherwood Anderson, el maestro de escuela, incapaz de articular palabra, esconde las manos cuando es acusado injustamente de abuso a una menor. Prevalece el gesto como estado dominante del texto, la atmósfera que envuelve a unos personajes que, por padecer la parálisis de los tiempos, no van en realidad a ninguna parte.
Dos ejemplos de relato en Norteamérica, “De Qué Hablamos Cuando Hablamos de Amor”, de Raymond Carver, y el cuento de Jhumpa Lahiri, “Intérprete de Emociones”, hacen gala de esa sensibilidad que se masca en el aire desprendida de argumentos, donde los participantes, inciertos pretextos de la trama, se mantienen parapetados dentro de los límites de la cocina y el cuarto de estar, o de la ruta turística marcada. La ambientación recuerda el Vania de Chejov, tan paralizante como la sufrida clase media de nuestro tiempo y que vista así, provoca la animosidad y repulsa del lector, intención prioritaria del autor.
Pese a haber aparecido originariamente en otras ediciones, los dos relatos participan del estilo New Yorker, la revista fundada en 1925 por Harold Ross, con William Maxwell y Gus Lobrano, como responsables de sus páginas literarias. Nadie ignora ya que el New Yorker ha ejercido un papel clave en la evolución del cuento norteamericano con pautas de Hemingway y Gertrude Stein, el discurso preciso, sencillo y rico en imágenes concatenadas, que nos transporta a límites máximos de percepción visual y pictórica. Hemingway, de hecho, era un gran admirador de Cezanne, a quien buscaba imitar con la palabra.
En “De Qué hablamos…” (Knopff, 1981; original draft at The New Yorker, 2007) dos parejas se reúnen una tarde cualquiera, a cambiar impresiones en torno a una botella de ginebra. Pasan las horas, la tarde va dejando paso a la oscuridad, sin que haya ocurrido realmente nada. El lector se va impregnando de la atmósfera anodina y tediosa que rodea sus vidas y la charla, por los efectos del alcohol, se hace cada vez más encrespada y tensa. No hay argumento, sólo la densidad de una conversación imposible, ya que tratan de definir la naturaleza del amor. Incapaces de verbalizar sus experiencias, serán las imágenes puestas artificiosamente en boca de los personajes, lo que les defina.
Mel Mcguinnis es cirujano cardiovascular. Resulta irónico que un profesional acostumbrado a manipular el corazón, falle diametralmente en sus conocimientos en materia amorosa. La perspectiva central gira en torno a su verborrea y las metáforas muestran, más que dicen, que sus planteamientos están equivocados.
Analizando las claves, advertimos que todo lo que Mcguinnis desea en la vida es esconderse dentro de la armadura del caballero medieval. “Así no te hacen daño”, intenta justificarse, y sus valores quedan ya reflejados para siempre, el deseo de ocultarse del mundo, el desdén por sus semejantes que le lleva a no participar de su tiempo, a huir a otros mundos donde el sentido de la justicia era menos ladino y las conductas humanas se valoraban en términos absolutos, el bien y el mal, nostalgia de trasnochado romanticismo, equivocación en su actitud vital. “…pero a veces morían asfixiados…”, señala el contra-argumento y hay todo un cúmulo de sonidos en lo inexpresado, en lo sugerido.
Otra imagen fija el impacto mental de la anterior. La historia que Mcguinnis cuenta, el accidente automovilista de dos ancianos, arrollados por un joven que conduce por la autopista a gran velocidad. El cerebro selecciona la visión tan familiar de los informativos que se ofrecen a diario y reconoce la evidencia, la añoranza de tiempos mejores heridos de muerte a manos del progreso, un elemento muy recurrente en las historias del New Yorker. Además de Carver, Updike y John Cheever utilizan recursos parecidos. Según Mel McGuinnis, el verdadero sentimiento de amor está en esos viejos que, escayolados de cuerpo entero, todavía mantienen intacto su deseo y lo único que les conserva vivos, seguir mirándose a los ojos en la habitación del hospital.
Una última imagen, va pasando la tarde y la botella de ginebra deja ver sus efectos. Mel rodea con gesto amenazante el cuello de su esposa Terri, levanta la mano a la vez que imita el sonido de un enjambre de abejas zumbonas Bzzzzzzz… Todo el resentimiento, el odio a la imperfección de la mujer, está en ese gesto. La decepción del hombre que juzga severamente el mundo cuando éste no se ajusta a sus deseos. El contrapunto, apenas esbozado por los gestos de la otra pareja hace añorar otra realidad que se imprime en el lector en forma de rebeldía, de toma de conciencia de una “nueva esperanza”, como diría María Zambrano. La razón está pues, del lado de lo apenas esbozado y nunca dicho.
En “Intérprete de Emociones” (Agni Review, 1998; Flamingo, 1999), una familia de origen hindú que vive en Norteamérica, realiza un viaje turístico a la patria de sus antepasados y se comporta en todo momento con la actitud de la clase media alta norteamericana a la que imitan con devoción por ese afán de pertenecer del que se siente distinto. Se resalta reiteradamente que viajan en primera clase y que no escatiman en adquirir artículos de lujo. Los detalles visuales acumulados a lo largo de la narración les definen mucho más fehacientemente que el previsible argumento, los diálogos son inexistente o mínimos.
La memoria del lector se impregna de goma de mascar, arroz tostado azucarado, cacahuetes, las manos de la madre desasidas de las manitas de la hija de apenas seis años a la que acompaña con displicencia al baño, la pintura de uñas en la que oculta sus pensamientos hundida en el asiento de atrás del vehículo que los lleva de excursión. No hay diálogo entre el matrimonio. De él percibimos la cámara reflex con la que saca sus instantáneas como el más avezado de los turistas y el folleto donde hunde los ojos al tiempo que le evade de la realidad. Tres hijos y el guía turístico componen el resto de la excursión, coche privado e intérprete, contratado con carácter de exclusividad, otro síntoma de su desahogada economía.
La mujer, asfixiada de soledad, busca salida a la pena interesándose por el guía. Este saca dinero extra con los viajes pero su profesión habitual es actuar como intérprete de los pacientes en una consulta médica. Se realza la importancia del intérprete, su capacidad para entender los síntomas. Se da por hecho que también entiende a la mujer por la que al instante se siente atraído y sueña que tal vez en el futuro puedan intercambiar correspondencia. El enigma del texto surge en torno a la interpretación del guía que juzga a la esposa. Se marca el dilema del adulterio y desde su perspectiva tradicional, el indio reprueba su comportamiento.
La imagen de ella que pierde la dirección del guía escrita con tanta ilusión como si en ello le fuera la vida muestra al lector la superficialidad de su carácter, sin embargo, hay otra visión más potente que se revela en el texto como un descubrimiento fortuito. El hijo legítimo es fuerte y se defiende bien ante cualquier peligro, mientras el otro hijo se ve agredido por los monos. El guía tiene que ahuyentarlos a golpes. La rama con la que golpea a los monos recuerda el tema del hermano en “Adiós, Hermano Mío” de John Cheever, que sugiere el mito bíblico de Caín y Abel. Todo un cúmulo de sutilezas, de matices, se desprende de ello. Más que respuestas, surge eterna la duda ante lo que tradicionalmente se tenía por buen comportamiento, una duda enriquecedora, esencial, que resuena para siempre en el cerebro y que vende el mejor de los productos, la visión humanitaria, la generosidad.
*En las fotos, por este orden, Poe, Carver, Lahiri dos veces y John Cheever.
UN CUENTO DE MARCOS CALLAU
[Recibo esta carta de Marcos Callau: “Te escribo para decirte que el próximo jueves 28 de julio presentaré en El pequeño teatro de los libros (C/ Silvestre Pérez, 28), mi primera colección de relatos breves titulada ‘JAZZMEN’ y editada por Cartonerita Niña Bonita. Presentará Alfredo Moreno y el editor David Giménez, y contaremos con la presencia del músico "GranBob" (Roberto Artigas), autor del CD cartonero ‘Pedaleando’”. Le pido a Marcos Callau, poeta y enamorado del jazz, de la novela negra y de Frank Sinatra, un texto y me envía esta pieza.]
A LA LUZ DEL FLEXO
Por Marcos CALLAU
Nunca debí escapar de sus brazos, ni marchar de esas manos que me entendían y sabían acariciarme como yo quiero, nunca debí huir de aquél que me supo valorar. Pero así soy yo, siempre tan valiente y sin miedo a nada. Quería probar emociones nuevas y un nuevo estilo más acorde con estos tiempos, el viejo ya me tenía aburrida siempre empezando cosas que nunca llegaba a terminar. Una se cansa y se deja llevar por el instinto, por el primero que pasa y te engatusa con sus ganas de tocarte. Me olvidé del pasado, de todos los sentimientos y despojada de ellos aposté por una nueva vida con la promesa de nunca más volver la vista atrás. Después de todo, el cementerio está lleno de estatuas de sal demasiado sentimentales. Yo sólo pensé en avanzar, avanzar y seguir avanzando al ritmo que marcaba mi nuevo dueño. Seguí avanzando ciegamente hasta tropezar con el día de hoy que me encuentro aquí conmigo misma, pensando si realmente todo esto ha servido para algo o simplemente ha sido pura autodestrucción. Mientras mi amante anterior se acercaba a mí con suavidad, éste me posee brutalmente… aunque yo no quiera. Mientras uno me acariciaba con delicadeza, éste me pulsa a golpes, me aporrea y me maltrata. Esta noche, a la luz del flexo, sólo soy una vieja y seca máquina de escribir de segunda mano soñando con que regrese mi antiguo poeta.
*Esa foto es de Godfrey Thurston Hopkins, y está tomada en Londres en 1955.
ADOLFO ARISTARAIN: LETRAS DE CINE
El mundo literario del cineasta Adolfo Aristarain
El zaragozano Sergio Casado publica una monografía sobre el autor de ‘Martín (Hache)’ (JC) y ‘Roma’, donde también rinde homenaje al director Mario Camus y al crítico Manolo Marinero
Sergio Casado (Zaragoza, 1972) es un escritor que posee un vasto campo de intereses: es biógrafo de Enya, de Sinnead O’Connor y de Alanis Morrisette, y a la vez es un enamorado absoluto del cine: de actores, de directores, de guionistas, de la vida oculta de las películas. Ha escrito artículos, ha realizado entrevistas y posee un programa de radio sobre cine. Y, además, es un entusiasta de la literatura: igual le interesan Joseph Conrad que Pierre McOrlan, William Faulkner que Pío Baroja, o la poesía de Alejandra Pizarnik. En cierto modo, de esa pasión literaria nace su atracción por el realizador argentino Adolfo Aristarain (Buenos Aires, 1943), que es un cineasta muy literario, marcado por las estructuras narrativas de Conrad, por un amplio puñado de autores y, sobre todo, por el embrujo de la palabra que convive con “el poderío de la imagen”. En cierto modo, su trilogía ‘Martín (Hache)’, ‘Lugares comunes’ y ‘Roma’ sería un cine de palabras. Un cine donde importante mucho lo que se dice, cómo se dice, la melodía esencial del lenguaje, e importan mucho el reparto. Dice la actriz Marina Glezer: “Adolfo Aristarain hace hablar hasta a las plantas”. Y matiza su ayudante Carina Sama: “Lo fundamental para él son los actores y cómo interpretan”.
El interés de Sergio Casado por el realizador de ‘Un lugar en el mundo’, que arranca con una foto de Alfonso Reyes para HERALDO, cristaliza en el libro ‘Adolfo Aristarain’ (JC. Madrid, 2011. 224 páginas), que no es un libro nada convencional. Sergio Casado parece escribir a veces fragmentos de un diario de su relación y de sus encuentros con Aristarain, utiliza fragmentos de sus entrevistas, recrea las muchas cosas que le ha contado, acude a amigos del director (se cita, entre otros, con Pepe Sacristán y sus colaboradores), se cartea con Eusebio Poncela y, muy especialmente, conversa una y otra vez con otro cineasta y guionista que fue fundamental en la vida de Aristarain: Mario Camus. En realidad, el libro tiene mucho de vidas paralelas de Camus y Aristarain, que empezaron a colaborar cuando Camus se fue a Argentina a rodar ‘Digan lo que digan’ con Raphael. Allí nació una complicidad especial que se mantendría con los años y que tendría continuación inmediata en la serie ‘Los camioneros’.
Camus es decisivo en este libro: se explica a sí mismo y explica el cine y el mundo de Aristarain. Ambos han sido grandes lectores, ambos han entrado en el universo de las imágenes a través de la literatura, ambos se han intercambiado guiones y proyectos. Y con ellos, como tercer elemento fundamental del libro y de una amistad muy sólida, está Manolo Marinero, mitómano, cinéfilo y crítico, biógrafo de Bogart y gran amigo de los dos. Camus y Marinero están muy presentes en el libro, aunque Marinero haya fallecido en 2004.
Aristarain debutó en el cine en 1978 con ‘La parte del león’, luego hizo cine musical comercial en ‘La playa del amor’ (1979) y ‘La discoteca del amor’ (1980), ambas con Ángela Carrasco; poco a poco iría evolucionando hacia un cine más personal y comprometido con títulos como ‘Tiempo de revancha’ (1981), en medio hizo, entre otras cosas, la serie ‘Pepe Carvalho’ para TVE, que le ocasionó algunos disgustos con Vázquez Montalbán, que llegó a matarlo en una novela ‘Asesinato en Prado del Rey’.
Más tarde filmó una obra maestra como ‘Un lugar en el mundo’ (1992), que fue Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, una cinta luminosa donde todo funcionó a las mil maravillas, tal como señala Sacristán, y donde ya se forja el estilo Aristarain, auspiciado en una técnica exquisita, en una forma de mirar y de rodar, y en una serie de temas: el amor, los celos, la amistad, la idea del suicidio, el impacto del magisterio y la devoción por los libros y por autores como Pizarnik o Marcel Schwob, por poner algún ejemplo.
Esa poética cristaliza -más que en la obra de encargo ‘La ley de la frontera’, que Casado valora muy bien- en ‘Martín (Hache)’ (1997), en ‘Lugares comunes’ (2002) y en ‘Roma’ (2004), películas que han cosechado éxitos muy distintos. Sergio Casado ofrece sus propios juicios y los contrasta con los de otros críticos. Ángel Fernández Santos dijo de ‘Martín (Hache)’ que era “Cine impuro, contaminado por la vida”, y lo colmó de elogios: “Es una película fresca, vitalista, irónica, descreída, inteligentemente ligera, subterráneamente romántica, inofensivamente cínica, perteneciente a ese difícil, subestimado y adorable género conocido como ‘comedia de aventuras’”.
Críticas así –de Carlos Boyero, de Manuel Hidalgo, de William Goldman…- se repiten a otras películas a lo largo del libro, que se completa, entre otras cosas, con una cronología de los tres amigos –Adolfo Aristarain, Mario Camus y Manolo Marinero- y con un ‘Diccionario informal alrededor de Aristarain’. Es un libro quizá caótico y a la vez muy atractivo, uno de esos artefactos escritos desde el entusiasmo, la reflexión y la presencia constante del autor, que es también un detective de la belleza, de la emoción, de las imágenes y de las historias menudas de la filmografía de Aristarain. Ese señor acaso melancólico que se empeña, como decía Truffaut, en mejorarnos la vida.
Adolfo Aristarain. Sergio Casado. Ediciones JC. Madrid, 2011. 224 páginas.
NACE UN NOVELISTA: FRANCISCO RUBIO
San Sebastián: intrigas, sombras y crímenes
El escritor turolense Jon Lauko, seudónimo de Francisco Rubio, debuta con ‘Donostia’ (Meteora), una novela de intriga donde cuenta la historia de un espía que intenta integrarse en ETA
Jon Lauko es el seudónimo literario de Francisco Rubio, un catedrático de Matemáticas y profesor de Álgebra nacido en Caminreal, educado en Calamocha y en Teruel, en el Instituto Ibáñez Martín, donde tuvo como profesores a José Antonio Labordeta y a Eduardo Valdivia, a quienes reconoce como sus maestros literarios. Labordeta, ha dicho Laudo, le contagió la pasión por la literatura, “era un sublime poeta”, y Valdivia le deslumbró con su novela ‘Arre Moisés’. Francisco Rubio cambiaría su nombre tras leer a John Le Carré, que es otro de sus maestros, con Patricia Highsmith, James M. Cain y con autores como Ivo Andric o William Saroyan.
Poco después de la muerte de Franco, Francisco Rubio-Jon Lauko obtuvo un puesto de profesor en San Sebastián. Más de 30 años después, cuando decidió debutar en la novela, ha vuelto los ojos hacia la ciudad y le dedica una tensa, rápida y muy planificada narración: ‘Donostia’ (Meteora), que tiene algo de novela corta de intriga con varios frentes abiertos.
La narración empieza con la fotógrafa Guillermina Anglada, que es tan buena profesional como licenciosa en sus hábitos amorosos, a la que le encargan un cometido muy especial: debe seguir el rastro de un personaje dado al disfraz, a los alias, al espionaje y a un sinfín de proyectos un tanto infames o cuando menos peligrosos: Marcel Camember, que tiene la idea de crear una industria de hamburguesas en Euskadi. Nada menos.
Pronto entra en acción otro personaje, Pedro Mari Garabain, Kepa, que trabaja en un banco y que está un poco de vuelta de todo, incluido el sexo y las mujeres y la política. Y más bien solo y decepcionado en la vida. Da vueltas en su coche, recorre calles y más calles, se adentra en la lluvia y en la noche, contempla el mar, acude a magníficos restaurantes. Y en uno de ellos le dan un bote de tomate, que le salvará la vida al desparramarse como sangre. De golpe, dos asaltantes le sorprenden en el coche, y le disparan y lo dejan por muerto. Se salva de milagro, y ahí empieza otra vida: intentará saber qué ha pasado, por qué le han disparado, quién le persigue. Entra en escena una vecina suya de buen ver, de hermosa mirada, con la que empieza a salir. Aintzane tiene un hermano senador muy implicado con la idea de “liberación de la patria vasca”. Habrá un momento en que todas las historias converjan (incluida la de Guillermina, que reaparecerá casi al final), asistidas por el impulso del azar, a veces excesivo o un tanto inverosímil. El libro analiza los equívocos políticos, la proliferación de grupos terroristas (“La triple A asesina a un taxista de Andoain”, se dice y se cita a Apala), entre ellos, claro, ETA, que entonces “parecía tener una idea más romántica de la independencia de Euskadi”.
El escritor turolense, afincado ahora en Barcelona, plantea dos temas aún más claros: cómo un hombre se siente acorralado y perseguido por fuerzas misteriosas y cómo intenta resistir al miedo sin volverse loco, y cómo San Sebastián –que sigue de moda tras su borrascosa elección como Capital Cultural de 2016- es el gran personaje y el gran escenario de esta novela de intriga, de capítulos cortos, fluida, pautada en su escritura, en su ritmo y en la acción.. A Laudo más que solucionar conflictos o desvelar tramas, más que condenar a nadie, le preocupa la creación de criaturas, de estados de ánimo y de incertidumbre. Y eso se percibe incluso en el final, que cierra algunos enigmas y abre otros abismos al futuro.
Los personajes que creen haber logrado secretos excepcionales no sospechan ni de lejos que podrían ser ellos los perseguidos. Una bala podría esperarles en algún restaurante en un tiempo en el que ya empieza a sonar el nombre de Karlos Arguiñano.
Donostia. Jon Lauko. Meteora. Barcelona, 2011. 144 páginas.
RAFAEL NAVARRO EN 3 D
-Fotógrafos de la talla de José B. Ruiz, Ouka Leele, Joan Fontcuberta (como asesor conceptual) o el zaragozano Rafael Navarro, sustituyen su cámara profesional por una consola en la exposición “Dimensiones by Nintendo 3DS”, del 28 de julio al 6 de agosto en Zaragoza Activa (antigua Azucarera).
-Rafael Navarro acudirá el 29 de julio, de 12 a 14 horas, a la exposición para explicarte en primera persona qué mundo se abre con la fotografía en tres dimensiones.
-Zaragoza Activa te invita a la inauguración de “Dimensiones by Nintendo 3DS”, la primera exposición de fotografías en 3D tomadas con una videoconsola.
Hace unos años, un conocido cómico español tenía una duda que le corroía el alma: “Un cacahuete flotando en una piscina, ¿sigue siendo un fruto seco?”. Quién iba a decir que la ocurrencia se iba a convertir en el reto de algunos de los mejores fotógrafos de nuestro país. Porque si un fotógrafo cambia su cámara réflex profesional por una videoconsola, ¿sigue siendo un fotógrafo? El resultado del “experimento” podrás verlo a partir del 28 de julio en la exposición fotográfica “Dimensiones by Nintendo 3DS”, en Zaragoza Activa -antigua Azucarera- (Mas de las Matas, 20. Zaragoza). Y eso no es todo: Rafael Navarro, uno de los mejores fotógrafos del país y único representante de Aragón en la exposición, acudirá a la exposición el 29 de julio, de 12 a 14 horas, para que te enteres de toda la trastienda de las fotos expuestas. Solo así entenderás cómo Rafael Navarro ha conseguido captar la profundidad y volumen de las plantas y árboles con una Nintendo 3DS como no lo hubiera conseguido con una cámara de fotos tradicional.
*Nota de Cristina Olmos de Nintendo.
LUCIAN FREUD: ADIÓS AL ARTISTA MÁS DESCARNADO
Ha fallecido uno de los más grandes pintores del siglo XX y XXI: Lucian Freud (Berlín, 1922), a los 88 años. Era el artista del desnudo, de la piel turbulenta, del desgarro, de la expresión desabrida, de la desnudez anímica, del desamparo vital; era el artista de la pasión, del deseo, del loco amor y de una cierta crueldad, el artista narcisista y tempestuoso. Y quizá uno de los pintores más carnales que han existido en el siglo XX. Uno de sus cuadros más famosos fue ‘Benefits Supervisor Sleeping’ (2005), que le llevó a ser el artista más cotizado. Esta mujer obesa, recostada en un sofá, se subastó por 33,6 millones de dólares en la sede neoyorquina de Christie’s. Se inspiró en Sue Tilley, una supervisora de subsidios sociales de Londres que posó para el artista en diferentes ocasiones. Es un cuadro que demuestra que en el pincel de Freud la belleza y la fealdad se aliaban sin contemplaciones. Lucien Freud pintó a la reina, a Kate Moss, a sus amores, a sus familiares, y siempre había una visión descarnada, sin contemplaciones. Fue surrealista en sus inicios, pero poco a poco este berlinés que huyó del nazismo y se trasladó a Londres ha ido haciendo una pintura intensa con claros ecos del expresionismo alemán: Otto Dix, sin duda, y George Grosz.
LOS DEPORTADOS ARAGONESES, SEGÚN JUAN MANUEL CALVO
Juan Manuel Calvo Gascón en Ejulve.
[La historia del millar de aragoneses que fueron deportados a campos de concentración nazi es el eje de la publicación ‘Itinerarios e identidades. Republicanos aragoneses deportados a los campos nazis’, escrita por Juan Manuel Calvo Gascón (Ejulve, Teruel, 1957) y editada por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón a través del programa Amarga Memoria. No se sabe si será uno de los últimos títulos y que pasará con esta colección.
El libro intenta averiguar el origen de los 1.009 aragoneses que sufrieron la deportación y las diversas vías que les llevaron a ello, así como devolver su identidad a la memoria colectiva a través de testimonios y fotografías. Además, la publicación incluye un CD con el listado más completo existente hasta el momento de las personas originarias de Aragón deportadas a los capos nazis entre 1940 y 1945.
Unos 9.400 españoles fueron víctimas directas estas deportaciones. Los primeros llegaron a Mauthausen en agosto de 1940, procedentes de las Compañías de Trabajadores, de los Batallones de Marcha y del campo de refugiados civiles de Angulema. ‘Itinerarios e identidades. Republicanos aragoneses deportados a los campos nazis’ fue presentado en la Biblioteca de Aragón a finales de mayo.
Juan Manuel Calvo Gascón, que pertenece a la Amical de Mauthaussen y reside en Barcelona desde hace años, me pidió un prólogo que traigo aquí hoy.
EXALTACIÓN DE LA VIDA Y DE LA MEMORIA
Conozco a Juan Manuel Calvo Gascón desde hace casi treinta años. Lo conocí en Ejulve, Teruel, su pueblo y casi el mío: Juan Manuel era su principal estudioso, su principal investigador. Ejulve era su obsesión: residente ya en Barcelona desde hacía años, sus pesquisas eran el modo de recobrar el tiempo perdido. Se zambullía cada cierto tiempo en los archivos, creo que los que más le gustaban eran los de La Seo, y volvía con tesoros, con episodios, con nombres de personajes, con conjeturas que exponía o contaba en las comidas de familia o en el bar de la carretera. Durante más de una década Juan Manuel contaba fábulas de lobos o de héroes esquivos, narraciones medievales, relatos de maquis y de la Guerra Civil, historias menudas. Siempre andaba con un dato bajo el brazo, y sus allegados soñábamos con que, más temprano que tarde, redactase una historia de Ejulve. Como aquel personaje del poeta Juan Ramón Jiménez, Juan Manuel era como un andarín de su órbita, de su origen, el paseante de la memoria, del documento y del mito.
Las cosas no suceden de hoy para mañana. De un plumazo. Pero cabría decir que a partir de un determinado momento observamos un giro en los hábitos y en la trayectoria de Juan Manuel Calvo Gascón: veíamos cómo Ejulve quedaba arrumbado y abrazaba otro asunto, en el que volvía a mostrarse insaciable, perfeccionista y generoso. De repente, volvió los ojos hacia los aragoneses que habían vivido el drama de los campos de concentración, y empezó a hablarnos de Mauthausen, de Gussen, de Auschwitz, de Dachau, de Buchenwald, de Primo Levi, de Jorge Sermpún, de Imre Kertész, de un pelotón de ciudadanos anónimos que dejaban de ser gracias a él y a otros. Ingresó en la Amical de Mauthausen, y empezamos a leer sus textos de rescates de personajes, las historias inverosímiles que contaba por aquí y por allá.
Cada cierto tiempo se encontraba con un republicano que había padecido la sinrazón del nazismo y la herida frondosa del destierro y de la patria interrumpida. Buscaba a los que vivían, iba a verlos, se desplazaba a Mauthausen con sus alumnos, buscaba a los desaparecidos, recopilaba sus vidas y sus biografías. Y no solo eso: en Ejulve, empezó a organizar unas jornadas de verano por las que desfilaban los protagonistas vivos de aquel drama, los historiadores, los familiares de los desaparecidos, los paisanos. Organizaba exposiciones, impartía charlas, exaltaba una y otra vez la aventura humana de los deportados y confinados en los campos de concentración.
En una de nuestras conversaciones me contó algo que está muy vivo en este libro, algo que en el fondo podría ser el origen del volumen: "Mauthausen está en lo alto de una colina y tiene el aspecto de una fortaleza medieval. Impresiona cuando entras. Y lo que más impresiona es cuando vas con los deportados a la zona de la cámara de gas, al depósito de cadáveres, todo está húmedo, oscuro. Recuerdo que a José Alcubierre, con antepasados en Tardienta y preso también, le conmovía acariciar la zona de la muralla del garaje porque estaba convencido de que el muro lo había levantado su propio padre cuando estaba en la cantera". José Alcubierre es protagonista principal del horror indecible, como tantas y tantas otras criaturas que pueblan esta monografía.
Experto absoluto en la infame vida de los deportados en el campo de Mauthausen, este libro va más allá: hace acopio de muchos aragoneses que sufrieron el martirio nazi en otros lugares, desde 1940 ya hasta 1945, y que vivieron el éxodo más doloroso. Este es un libro de seres humanos, con nombre y apellido, es un libro de desgarros y emociones, de secretos y de pulsión arrebatada por la supervivencia, y es el ejercicio de rigor y fraternidad de un historiador que sabe que su tarea solo está a medio camino. Calvo Gascón reconoce “las dificultades para fijar con exactitud el número de españoles que sufrieron deportación e internamiento en los campos de concentración nazis”.
También es un libro de advertencia: parecía imposible que en aquella Europa el mundo se viniera abajo como se vino, hacia el pozo tenebroso y sin fondo del Holocausto. Cuando es liberado por los americanos, dice uno de ellos: “No he llorado más en mi vida”. Lloraba de alegría: acababa el horror y empezaba la dignidad, asaltada una y otra vez por la pesadilla abominable. Por ello el libro tiene un doble mensaje: es un documento a veces de crueldad insoportable, un inventario incompleto de víctimas, y a la par es un trallazo de luz que rescata para siempre, dolor a dolor, pálpito a pálpito, a los perseguidos de la Historia.
JUAN MARQUÉS EN CUATRO LENGUAS
Un poeta en cuatro lenguas
‘En tiempo libre’, el poemario de Juan Marqués, se publica en una nueva edición en castellano, gallego, euskera y catalán que ha coordinado Estel Julià y que ha becado la Diputación de Zaragoza
Pensábamos que la democracia iba a ser la fiesta de las lenguas. En los últimos tiempos de la dictadura pedíamos la libertad con una melodía de Raimon o Llach, soñábamos el amor y el Mediterráneo en la voz de Maria del Mar Bonet, buscábamos el séptimo cielo o una rara noche de sol con Sisa, oíamos con naturalidad a Mikel Laboa e Imanol, y formaban parte de la banda sonora de nuestra vida, en distintos grados, músicos como Amancio Prada, Bibiano y Benedicto o Emilio Cao. Y poetas tan distintos como Gabriel Aresti, Celso Emilio Ferreiro o Salvador Espriu estaban ahí siempre, al alcance de la mano y de la sensibilidad, en la calle o en la mesilla de noche. No es nostalgia, es un hecho, la nostalgia es un error: lo mejor siempre está por llegar.
La democracia pudo haber sido y no es la fiesta de las lenguas: por diversas razones, por acumulación de contradicciones y confrontaciones, ese tesoro de vivencias y expresiones ha sido casi una fuente de conflictos antes que un hontanar de sensibilidad e intercambio. Aragón es un anchuroso y diverso territorio de tres lenguas. Lo que convivía de manera natural, se ha convertido en un arma arrojadiza. España siempre parece anhelar un puñal de odio que arrojarse a los ojos.
Por eso, satisfacen proyectos como este: la edición del poemario ‘Un tiempo libre’ (Universidad Politècnica de Valéncia, 2011. Valencia, 158 páginas) del poeta zaragozano Juan Marqués –discípulo dilecto de José-Carlos Mainer, habitante de la Residencia de Estudiantes durante años y editor de Luys de Santa Marina, entre otras muchas cosas-, que ha sido vertido al gallego, al catalán y al euskera. Se trata de un proyecto alimentado por la poeta valenciana Estel Julià, que ha sido premiado y apoyado por la Diputación de Zaragoza, en el que ha contado con la colaboración de David Tijero, en la versión al vasco, y de Lucía Novás, en la adaptación al gallego.
‘Un tiempo libre’ (Comares, 2008) es un poemario tocado por la gracia de la concisión, la búsqueda de las palabras justas y la capacidad de sugerir un mundo de sensaciones, de felicidad, de plenitud (“la vida me ha expulsado de la muerte”, dice Marqués) que se suspende en las pequeñas cosas: en un árbol, en una canción, en un recuerdo, en los paseos con la amada, en una carta, en un columpio que tiembla en el aire. Es un libro delgado y hondo, de esos que se califican como contenidos o minimalistas, pero que tiene la hermosa facultad de decir mucho con poco y de sugerir mundos, huellas, atmósferas, estados de ánimo, aventuras del vivir. Fue todo esto lo que conmovió y atrajo a Estel Julià. Recuerda: “… desde las primeras lecturas de los poemas de Juan Marqués las palabras rebotaban en mi cabeza y me eran devueltas en mi otra lengua. Tal vez esto sucedió por el modo en que está escrita su poesía, sin artificios, medida y con un ritmo justo que no busca la metáfora preciosista, sino más bien el juego poético de la sencillez y lo pequeño…”
Estel se imaginó cómo sonarían esos textos también en gallego y en catalán. Estel, Lucía y David muestran “una sensibilidad poética muy delicada y, a la vez, una dedicación muy enérgica”, dice el propio Juan Marqués en una nota del libro. Logró establecer el hilo de la complicidad y de las confluencias con sus compañeros de viaje y aquí está el resultado: una exaltación de la poesía, una exaltación del oficio de traducir, un elogio de la belleza, de la sensibilidad y del buen gusto por la edición. ‘Un tiempo libre’, en cuatro lenguas, es un pequeño tesoro: táctil, de contenidos, de aromas, de la música de la palabra, de la convivencia lingüística. Algo semejante se había hecho antes con Ángel Guinda.
Mercedes Corral acaba de despedirse, con discreción, de La Casa del Traductor (definida aquí como “uno de los templos de la traducción en España”); ha sido criticada por Luis Beamonte, ex alcalde de Tarazona, de no saber darle visibilidad a ese espacio. Beamonte, sin embargo, jamás la recibió en sus cuatro años de gestión. Ahora preside la Diputación de Zaragoza que ha apoyado proyectos como este, que será uno de los primeros que llegue a su despacho: ahuesado, terso, amasado con respeto, una defensa de la poesía y de la variedad y de la belleza de las lenguas que nos conforman y que nos enriquecen.
Un tiempo libre. Aisialdi bat. Un tempo libre. Uns temps lliure. De Juan Marqués. Edición y prólogo de Estel Julià. Traducción: David Tijero (euskera), Lucía Novas (gallego) y Estel Julià (catalán). Universitat Politècnica de València. Valencia, 2011. 158 páginas. (En las fotos, Juan Marqués y Estel Julià.)
AMY WINEHOUSE FALLECE EN LONDRES
Era demasiado joven para morir. Demasiado joven para dejar de cantar. Demasiado joven y demasiado desequilibrada: tenía solo 27 años. Ha sido encontrada sin vida en su apartamento de Londres Amy Winehouse. La mujer que conmovió con temas como ‘Back to black’, que acabo de oír, o ‘You know I’m no good’. O ‘Valerie’. Y sobre todo 'Rehab', una de las grandes canciones de los últimos años. Parece que Amy, voz rotunda, personalísima, un tanto desgajada, llena de fuerza, sabía que ella no era buena ni para ella. Parecía tener prisa por reunirse con Jim Morrison, Janis Joplin (a quien se parecía de alguna manera en algunos temas y quizá en su inclinación hacia las drogas y el alcohol), Kurt Cobain, Sid Vicious o Jimi Hendrix.
CRÓNICA DEL DOLOR DESDE NORUEGA
«El mayor dolor es que haya sido uno de los nuestros»
DAVID NAVARRO. Oslo. Heraldo de Aragón
[Un redactor de HERALDO testigo directo de los atentados en Oslo, vive el dolor de los noruegos, que han buscado consuelo en uno de los mayores templos de la ciudad. Nadie entiende cómo alguien que ha crecido en sus calles haya reunido tanto odio.]
Cuando una ciudad vive una tragedia de grandes dimensiones, sus habitantes necesitan un lugar de encuentro, una vía de escape donde liberar el dolor y la tristeza. Un rincón donde llorar a los muertos, meditar y apoyarse unos a otros. La Domkirke, principal catedral de Oslo, se convirtió en ese rincón para miles de noruegos, que acudían a sus puertas con ramos de flores, velas y pequeños objetos para recordar al casi centenar de fallecidos en la matanza del viernes en el centro de la ciudad y la isla de Utoya.
Oslo amaneció ayer triste y apagada. Era la sombra de la ciudad que había recibido a los turistas a principios de semana: soleada, callejera y fresca. Es una ciudad que sorprende al turista que se espera encontrar un rincón tranquilo y silencioso. Las terrazas de la capital están repletas de noruegos que disfrutan de su corto pero intenso verano; la música se escucha en la calle y las plazas son lugar de encuentro.
Por eso sorprende el silencio del día después: solo se escucha el graznido de las gaviotas, ajenas al dolor y estupefacción que vive la ciudad.
El deán de la Domkirke, Olaf Dag Hauge, entendía el silencio reinante: «Es un momento para la reflexión, el silencio y el recuerdo», me confesó ayer, mientras contemplaba la larga fila de ciudadanos que había acudido a las puertas del templo para depositar los ramos de flores.
Olaf tiene el rostro cansado y los ojos vidriosos, ha atendido a decenas de feligreses que le estrechan la mano y le expresan su gran consternación. Tiene palabras de ánimo para todos porque, asegura, «este templo es ahora un lugar donde encontrar apoyo y expresar los sentimientos. No es necesario rezar, también se puede acudir para pensar en lo sucedido». La iglesia celebrará hoy un servicio en honor de las víctimas de la tragedia y Olaf invita a todos los ciudadanos.
En el interior de la Domkirke nadie hablaba ni susurraba. Algunos lloraban y otros, como Mattheus Vengard, jubilado de 68 años, hacían sus propias conclusiones de lo sucedido. «El mayor dolor es que haya sido un muchacho de Noruega -me aseguró, cuando salíamos del templo-. Que haya sido uno de nosotros, ¿entiendes? Porque si fuera un extremista extranjero lo puedes comprender mejor: ellos nos atacan porque odian nuestro modo de vida. ¿Pero qué puedes hacer cuando se trata de un chico normal? Te preguntas qué ha pasado, qué se ha hecho mal para que alguien que ha crecido en estas mismas calles reúna un odio semejante».
La ciudad invita a rumiar las palabras de Mattheus y buscar respuesta a esas preguntas. Los comercios están cerrados; las terrazas, medio vacías. Y las banderas de edificios oficiales y hoteles ondean a media asta. En las inmediaciones del Parlamento, soldados armados custodian el edificio ante la mirada atónita de los turistas y oslenses, que hacen fotos como si la matanza fuera una atracción más de la ciudad.
Si el viernes los protagonistas eran los teléfonos móviles, ayer eran las cámaras de fotos. De móvil, compactas o con grandes objetivos. Uno siente vergüenza ajena y propia al tomar fotos de escombros y cristales, porque en el fondo es una falta de respeto.
Tras un atentado o una tragedia, el turista se siente de más. Ayer resultaba extraño disfrutar de las vacaciones tomando un café en el Aker Brygge, la zona de bares del puerto de Oslo. Apenas nos atrevíamos a levantar la voz en la plaza de Christiania Torv, donde se disfruta de buenos tapeos, ni a disfrutar de una copa de vino en la Bankplassen. Quizá porque mi lugar también está en la catedral, arropando a los noruegos. Porque los aragoneses sabemos el dolor que se siente cuando el terror golpea tu ciudad.
SERRANO CUETO: RELATO DEL BOSQUE
Hace unos días recibí esta carta del narrador, poeta y profesor de clásicas Antonio Serrano Cueto: “He leído el texto de Eduardo Viñuales, estupendo, que ofreces en tu blog para conmemorar el Año Internacional de los Bosques. La Junta de Andalucía publicó hace meses una agenda con microrrelatos de encargo sobre el bosque mediterráneo. Esta fue mi aportación, por si quieres añadirlo a tu blog. Un abrazo”.
TRABAJOS Y DÍAS
Por Antonio SERRANO CUETO
Principiaba junio en los bosques cuando llegaron al alba con palos largos, hachas y perros catadores. Se aplicaron a la faena bajo el estridor ardiente de las chicharras. Cumplida la jornada, abrieron los zurrones y repartieron pan y queso. Con el sol poniente regando las altas copas, esperaron a que los alcornoques descorchados destilaran el rojo vino.
*Las tres fotos son del norteamericano Rolfe Horn, nacido en 1971, que es un auténtico maestro de la fotografía de paisaje en blanco y negro.
MARÍA JOSÉ CASTEJÓN: CUATRO POEMAS
La profesora y poeta María José Castejón recitará en Novallas el próximo día 28, dentro del Festival Internacional de Poesía del Moncayo. Me envía cuatro poemas: tres de ellos inéditos.
CUATRO POEMAS
Por María José CASTEJÓN
A mi padre
Me persigue la muerte
tras las sábanas.
Tras envolverme
en tu regazo
ilumina mi rostro
tu reflejo
Tras el espejo
de tu conducta
me llena de vida
la sonrisa
con que me recibes
devolveré al despertarme
tu sonrisa
para que de la sensación
de que todo transcurre en calma
2
Del libro ‘Solfea mis curvas’
Te llevo en mi pensamiento
y sufro mi condena.
Tal vez resucite
si apareces.
Pero para no comprometer
tal instante.
Dejaré en este poema
que vuele por el aire
tu melodía
para compartir el sufrimiento
de que la creación
es cómplice.
Y en una ilusión
nuestra imagen
se diluya
en el mar de las vanidades
3
Sintiendo tu ceguedad
me alumbro el sentimiento
de ver claro el camino
elegido era correcto.
Y con los ojos cerrados
acumule el desencanto
del sintagma descompuesto
donde el adjetivo supo
dar nombre a un sentimiento
4
Eres mi alma
encerrada
en un mar de dudas
volando.
El viento revuelve mi
cabello
y mi mente se aloja
en tu ser.
Te diré que solo, solo tu
sabes convertirme en mujer.
*Todas las fotos son de Clarence S. Bull, uno de los grandes fotógrafos del cine de Hollywood.
EL MIÉRCOLES, 'LETRAS LIBRES'
‘VERANOS DE INFANCIA’
MONOGRÁFICO DE LA REVISTA ‘LETRAS LIBRES’
Recibo esta nota de Eva Cosculluela y Félix González de Los Portadores de sueños:
El miércoles 27 de julio a las 20h tendrá lugar en la librería LOS PORTADORES DE SUEÑOS (C/ Jerónimo Blancas, 4 - Zaragoza) la presentación de VERANOS DE INFANCIA, número especial de la revista LETRAS LIBRES donde dieciséis escritores españoles cuentan sus veraneos infantiles: Andrés Barba, Jorge Carrión, Mercedes Cebrián, Borja Cobeaga, Daniel Gascón, Ismael Grasa, Enrique de Hériz, Nuria Labari, Miguel Ángel Muñoz, Elvira Navarro, Jordi Puntí, Eva Puyó, Llucia Ramis, Félix Romeo, Gonzalo Torné y Berta Vías Mahou. Destaca la presencia de cuatro colaboradores aragoneses que participarán en la presentación.
RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ, director de la edición española, conversará con el escritor FÉLIX ROMEO. Nos acompañarán también los escritores DANIEL GASCÓN, ISMAEL GRASA y EVA PUYÓ, colaboradores de la revista.
VERANOS DE INFANCIA
En los veranos de la infancia conviven el asombro y el tedio. Son un paréntesis de la rutina escolar, pero tienen también sus reglas, sus rituales y sus recompensas. Son largas horas en el coche, complicados plazos para evitar los cortes de digestión o tratos con familiares de ignotas costumbres. Son el descubrimiento del mundo rural o del apartamento, un momento de privilegiados aprendizajes o una dura decepción; una sustitución del entorno conocido, otra forma de comer, otros horarios para dormir.
Las dieciséis narraciones aquí reunidas son algo más que una evocación nostálgica de esos veraneos infantiles: son el retrato luminoso y triste de un momento clave en nuestra educación sentimental y, tomadas en su conjunto, un revelador fresco de la historia reciente –en sus detalles, en sus ritos, en sus paisajes– de la clase media española.
*Todas las fotos son del norteamericano Peter Strackpole.
ÁNGEL GUINDA LEE A CELAYA
POESÍA NECESARIA: GABRIEL CELAYA
Por Ángel GUINDA
[Texto de una conferencia en Tarazona, el pasado viernes. Celaya es el protagonista del Festival Internacional de Poesía del Moncayo, que se celebra este fin de semana, del 28 al 30 de julio]
Conocí personalmente a Gabriel Celaya cinco años antes de su muerte, en San Sebastián, durante el verano de 1986. Él tenía 75 años. Tiempo atrás habíamos mantenido contacto epistolar. Con cuánta generosidad reseñó alguna de mis primeras publicaciones; con qué cariño comentó alguno de los libros editados en la Colección Puyal.
Recuerdo aquella deslumbrante tarde donostiarra: Inmaculada Muro y yo paseábamos por el puerto de la ciudad, en el extremo oriental de la bahía de La Concha, al pie de la Estatua del Sagrado Corazón que corona el Monte Urgull.
Acabábamos de comprar una papeleta de quisquillas (esos diminutos crustáceos translúcidos de color grisáceo que fuera del mar los vemos de color rojo rosáceo), y nos las comíamos mientras caminábamos. La sed nos llevó a una taberna en la que entramos con intención de tomar un txacolí. Y el destino quiso que, nada más abrir la puerta del establecimiento, viese al fondo, en un rincón del mismo, la figura del poeta: sí, era él, allí estaba agazapado, silencioso, la mirada hacia adentro, sentado junto a Amparo, su Amparitxu, con las manos apoyadas en un bastón.
Superada la sorpresa, me acerqué a la pareja, miré a Gabriel a los ojos y, a bocajarro, comencé a decirle de memoria los primeros versos de un poema suyo que siempre me gustó mucho, perteneciente al libro Baladas y decires vascos: “Ser poeta no es vivir / a toda sombra, intimista. / Ser poeta es encontrar / en otros la propia vida./ No encerrarse; darse a todos; / ser sin ser melancolía…” Asombrado, me preguntó: ¿Quién eres? Cuando le respondí se emocionó recordando Zaragoza, a Julio Antonio Gómez y la maravillosa edición que éste hizo del libro Campos semánticos.
De Gabriel cautivaba la inocente mirada de sus chispeantes ojos azules, su fervor conversacional, su abierta risa que relajaba el ambiente y hacía más fácil y afable la comunicación,
Pasamos un largo rato inolvidable, presidido por su infinita ternura. Me preguntó por Luciano Gracia, por Manuel Pinillos y Margarita. Recordaba el restaurante El Cachirulo, el vino recio de Cariñena. Hablamos de su salud que estaba ya muy frágil, de Blas de Otero, de Madrid, de su dificultad para subir las escaleras del piso en San Sebastián. Vivía en la mayor estrechez económica y, sin embargo, tenía la entereza y seguridad del rico a quien le sobra todo.
Cuando nos despedíamos se empeñó en incorporarse con gran dificultad para besar a Inma, le insistimos en que no se molestase; su gentileza pudo más que nuestra tozudez. ¡Cómo olvidarlo, sí, cómo olvidarlo!
Gabriel Celaya había nacido en Hernani el 8 de Marzo de hace cien años y murió en Madrid el 3 de Abril de 1991. Con motivo de su fallecimiento, publiqué en El Periódico de Aragón un brevísimo artículo titulado “Te has muerto para nunca” en el que decía:
“Hoy, en Madrid, la mañana ha sido gris de acero y de ceniza, como de lluvia seca en lento amanecer con el sol encorvado por el peso del cielo.
Cuando Gabriel se ha ido definitivamente hacia su soledad cerrada, el cielo ha abierto sus alas y ha dejado caer sobre la atmósfera una grave marea de silencio.
Fue Celaya un poeta didáctico y moralizante, poeta más preocupado por la ética que por la estética de su palabra. Poeta necesario que hizo de la poesía algo tan imprescindible para la existencia del ser humano como el oxígeno, el pan o el agua.
Tranquilamente hablando digo que este poeta se parecía tanto al amor que él mismo era el amor. Su poesía que se atrevió a decir en voz alta lo que el mundo callaba.
En uno de sus más hermosos textos que hablan de su escritura, confesaba: “A lo largo de mi vida sólo he tratado de lograr una sola cosa: alcanzar un estado de conciencia que me permitiera romper la conciencia cerrada del yo individual y conseguir otra más allá de la que normalmente nos gobierna.”
Hay mañanas que resultan excesivamente luminosas. Aun siendo gris, la de hoy ha sido una de ellas. Gabriel: tu ausencia es un eclipse de música, un eclipse de amor. Pero tu poesía eclipsa esos eclipses y es, al fin, la claridad más clara.
Ahora me callo, comienzo ahora a releer tus versos, a revivir tu vida, para sentirme vivo después de que te has muerto para nunca.”
Unos días después, el 25 de Abril de 1991, y con el título “Última memoria de Celaya”, publiqué una doble página en el Suplemento Rayuela que coordinaba Antón Castro en el citado periódico. Terminaba así: “La poesía española acaba de perder para la vida, que no para la historia, a todo un poeta del derecho y del revés, un trozo de lo mejor de nuestras almas”.
“Para Gabriel Celaya, la poesía es conciencia en el tiempo tanto o más que para Antonio Machado había sido palabra en el tiempo.
Sin la guerra incivil del 36, sin la paz violenta de la posguerra, esta poesía habría desarrollado sus postulados teóricos por la senda del surrealismo más que por la actitud pragmática de la reflexión existencialista de un yo fundido en con el yo de los demás.
Acaso haya una única soledad humana manifestada de diferentes maneras: la soledad con todos (o soledad sonora), la soledad a solas (o soledad silenciosa), la soledad que quiere acompañar (o soledad más triste). La soledad del sol (o soledad cósmica) que es la unánime soledad de la Naturaleza.
Celaya escapa a mi sentencia “evasión hacia adentro es el viaje del poeta”. Su poesía intentó aniquilar la soledad del individuo y la soledad del pueblo amordazado, mediante una voz alta de reunión y llamada: llamada a los ciegos, sordos y mudos de discernimiento; congregación de los juiciosos comprometidos y valientes.Su decidida apuesta por una poesía entrometida, comunitaria, en los años 50 y 60 le llevan a superar su propio yo doliente para vivir otras vidas además de la suya propia, para morir otras muertes. De este modo elige la soledad con todos desde la solidaridad.
Y es así como se convertirá, en la década de los 70, junto a Blas de Otero, en el poeta más conocido y reconocido del momento: el poeta social de la palabra útil, de la palabra herramienta para transformar la adversa realidad del mundo; el poeta de Las cartas boca arriba y de los Cantos iberos. El poeta cívico cantado por voces tan penetrantes como las de Paco Ibáñez y Soledad Bravo.
Esta máscara definitiva, altruista, valiente y pujante escondía otras máscaras de igual valor poético:
- la máscara inicial que había dado luz a una poesía casi pura en su primero libro, Marea del silencio, más pura todavía en Objetos poéticos; o a otra poesía meditativa, metafísica, resistente, en obras como La soledad cerrada, Tranquilamente hablando, La música y la sangre o Movimientos elementales…con Rimbaud, Bécquer y Jorge Guillén en su fondo musical, en su paisaje verbal;
- y una máscara que aparece y desaparece, a modo de Guadiana, desde el comienzo hasta el final: con esa veta experimental, vanguardista, buceadora en nuevas posibilidades del lenguaje, línea incluso culturalista en libros como Campos semánticos o el en último que publicó en vida: Orígenes.
Varias conciencias (lúcida, lúdica, personal y colectiva, solitaria y solidaria) convinieron a su clara consciencia para hacer de sí mismo no varios poetas, como en el caso de Fernando Pessoa, pero sí un poeta de voz plural en un único hombre singular, en un “personángel” (Rafael, Gabriel) por emplear un término acuñado por él.
Para nuestro héroe, la poesía llegó a ser una forma transcendente de hablar, casi de escribir como se piensa, como se siente, como se desea. Al referirse a su obra él mismo reconoce: “No es un bello producto, no es un fruto perfecto.” De ahí ese toque de cierto desaliño en algunos momentos del poema, ese ritmo quebrándose porque sí en mitad de la sinfonía acentual, ese vocabulario en zapatillas, esa apremiante inmediatez en su discurso tan real como la realidad misma de la vida. Una característica que, por otra parte, ha afectado siempre a los poetas vascos que escribieron y escriben en castellano: desde el Unamuno poeta hasta Blas de Otero y los más interesantes poetas de hoy mismo en Euskadi.
Sin embargo, en su caso, ese casi feísmo es toda una cuestión de estilo. Si José Hierro, poeta de su generación, preconizó poetizar narrando, Gabriel Celaya retoma el “hay que escribir como se habla” de Juan de Valdés, autor de la primera Gramática española: mas no en el estricto sentido lingüístico sino en el de la expresión poética eficaz, para conseguir un coloquialismo fantástico de fácil pero hondo arraigo en el lector medio y no sólo en los lectores más preparados, para hacer de la poesía una manera de hablar urgentemente al pueblo trabajador.
Es la poética de la voz necesaria, de la sencillez, de lo vital compartible. De ahí su increpación: “Maldigo la poesía concebida como un lujo / cultural por los neutrales…” Es el tributo que debe pagar todo arte militante a favor de un mejor destino colectivo y en detrimento de la estética privada. Le sucedió, en poesía, a Esenin, a Evtushenko, a Neruda y a tantos otros monstruos sagrados de la literatura que sacrificaron parte de su genio por llegar a los más, Y le sucedió a Celaya. Su escrupulosa y radical moral civil le hará decir: “El hombre ha muerto” como complemento de la nietzscheana muerte de Dios.
Él buscó eso: una poesía de fondo comprensible y asequible en su forma para la inmensa mayoría obrera, desfavorecida. Una poesía estandarte de un pueblo condenado por la Dictadura al silencio y a estar solo. Una poesía que apuntaba derecha a la razón y al corazón heridos del ser humano de su tiempo apenas sin tiempo para la verdad, la libertad, la alegría de ser.
Un itinerario epilírico desde una conciencia crítica hasta otra telúrica, dentro de su conciencia órfica y de la acechante y envolvente conciencia cero de la muerte.
La personalidad intelectual y literaria de Celaya quedaría incompleta si no reconociésemos su dedicación editorial, junto a Amparo Gastón, a la Colección Norte; sus aportaciones al conocimiento de la vida y de la obra de San Juan de la Cruz y Gustavo Adolfo Bécquer; o su capacidad para el análisis y la investigación en ensayos como Exploración de la poesía, Poesía y verdad o Los espacios de Chillida; y su agudeza crítica en numerosos artículos publicados en prensa y revistas especializadas.
*Dos fotos de Celaya. En la tercera está con Amparitxu Gastón y con Blas de Otero.
GEMMA PELLICER: 4 MICROCUENTOS
CAPERUCITA DE LOS BOSQUES
Cuando al final se quede dormida y la respiración vaya acompasándose poco a poco a las emociones del sueño, descubrirá que tiene una hija pequeña, un perro feroz y un agujero en mitad de la cara rosado y oscuro como boca de lobo, mientras su madre la persigue incansable con el cuento de que el seguro le cubre todos los desperfectos.
EN CAÍDA LIBRE
Cuando despiertes de golpe en mitad de la noche y percibas de forma diáfana, asomado a la ventana, que la oscuridad del submundo rige con el mismo desgobierno descabellado del día, tan falto de claridades, tan lleno de veladuras, y te lo repitas para tus adentros apenas un instante, decidido a no darle más vueltas de las necesarias, sentirás de pronto, mientras tu pie ensarta a tientas la maldita zapatilla, cómo el agujero negro del pasado mañana te abisma.
ESPEJO PLANO
La marquesa empieza a subir la escalera muy despacio, a pasitos cortos, como de pluma. Aún le faltan seis escalones para alcanzar el primer rellano, ese que cuenta con un espejo grandioso de cuerpo entero, y un punto siniestro. En alguna ocasión, el ascenso del tramo completo le ha llevado su buen cuarto de hora, pero siempre termina por recorrerlo, como si tal hazaña, o la misma escalera, fuera para ella un premio. Ya ha alcanzado el descansillo, ya se acerca de improviso a su azogue, ya se sonríe. Por primera vez, la marquesa da media vuelta y empieza a descender aprisa la escalera, a paso ligero en realidad, con la agilidad exacta, y la imprecisión, de sus 15 años plenos...
NUESTRO CORAZÓN
es un reloj impaciente y tenaz: el único que se atreve a marcar -con furia justa, en dosis comedidas- esos cambios de tiempo -muertos de tiempo muerto y enterrado- entre horas, y de hacerlo a manos llenas, a cada rato; el único capaz de dar cuenta de los minutos que aminoran con veracidad de mareo; el único que hace sonar desde dentro eternos segundos en apenas un segundo escaso; el único que bombea con furia antigua y feroz.
[gemma Pellicer (Barcelona, 1972) es licenciada en Filología Hispánica y Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. En la actualidad vive entre Barcelona y Berlín. Ha cultivado la crítica literaria en el diario Avui y en las revistas Turia, Quimera y Olivar (de la Plata, Argentina). Sus microrrelatos han aparecido en las publicaciones Narrativas, Paralelo 50 y en el diario El liberal, de Santiago del Estero (Argentina), así como en las revistas electrónicas Delirio, Kafka y Letras de Chile, y en las bitácoras Afinidades narrativas, Ficción mínima, Internacional Microcuentista y La nave de los locos. Recientemente ha visto recogidas algunas de sus piezas en Velas al viento. Los microrrelatos de La nave de los locos (Cuadernos del Vigía, Granada, 2010). Ha publicado, en colaboración con Fernando Valls, la antología titulada Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (Menoscuarto, Palencia, 2010), y está preparando otra dedicada al microrrelato español, desde sus orígenes a nuestros días. En el 2011 publicará en la editorial Eclipsados, La Danza de las horas, su primer libro de microrrelatos.]
-Las fotos son de Eugenio Recuenco, de Ilya Rashap y de Clarence Sinclair Bull.
'ABISMOS DE PASIÓN' EN CALANDA
Vamos a celebrar la VII Edición del Festival “22 x Don Luis” y no podíamos encontrar mejor tema contra esta época de crisis, que el título de una de las películas de Buñuel: Abismos de pasión.
Pero pese a la crisis económica y a los escasos recursos con que contamos para realizar este festival, en esta edición podremos disfrutar de 33 películas entre largos y cortos, 4 de ellas procedentes de México, país que acogió a Buñuel en otro momento de crisis, y que pese a las dificultades del exilio le permitió crear grandes obras.
Estrenaremos 11 películas en España, presentamos 4 mesas redondas en torno al cine y otras pasiones. La directora María Trenor impartirá un taller de cine de animación para niños y nos acercaremos a la pasión por el cine de Óscar Fernández Orengo con su exposición fotográfica “A través de mis ojos” en la que aparecen retratados un gran número de directores de cine en formato panorámico.
El Festival rinde tributo a la magia de Bárbara Allende (Ouka Leele), a la labor del productor y director Luis Miñarro y al 25 aniversario que está a punto de cumplir la Semana del Cine de Medina del Campo dirigida por Emiliano Allende.
La música también estará presente en la inauguración del festival, con el concierto de “Jazz Hispano” interpretado por Miguel Ángel Remiro y Chavi Naval tras la proyección de “Chico y Rita” creada por la suma de pasiones de Fernando Trueba y Javier Mariscal.
Reflejo de la primavera de libertad que ha “brotado” a orillas del Mediterráneo, Mª Jesús Hoyos recitará cada noche, justo antes de las proyecciones, poemas de Yehuda Amichaid, Fadwa Tukan, Mahmoud Darwix, Yabra Ibrahim, Angel Petisme y Oscar Mourave.
La VII edición del Festival comparte los deseos, la pasión sin mesura en el amor y el sexo, la pasión comprometida en la lucha por los derechos humanos y la defensa de nuestra casa Tierra, la ilusión apasionada que nos hace falta para vivir día tras día.
Serán 33 películas con la apasionada y necesaria locura de directores y directoras que nos enredan en sus historias para inocularnos la dosis preceptiva de “com-pasión”, emoción compartida, que nos ayude a sobrevivir a titulares que nos hablan de miedo, crisis, caídas y otros “cracks” que parecen querer empobrecer nuestros deseos, evaporar los sueños y empequeñecer nuestras vidas.
Gracias a la amistad, a la colaboración de instituciones, y empresas podremos celebrar una nueva edición de este festival de cine que además de rendir tributo a Buñuel, acerca el cine de autor durante el verano a los aragoneses y a quienes nos visitan, cuando el cine nos envuelve desde esa pantalla, abierta bajo las estrellas, en el patio del Centro Buñuel de Calanda.
Son tiempos difíciles para la Cultura, pero no debemos olvidar el gran esfuerzo que conlleva la creación artística y la enorme necesidad que tiene toda sociedad avanzada por mantener y mostrar espacios de libertad, tolerancia y debate, en los que el arte, la cultura, el turismo y la industria puedan converger, como es el caso de los festivales de cine para generar riqueza y evitar el empobrecimiento cultural de nuestra sociedad.
La pasión nos pierde y no somos capaces de concebir ni de realizar un festival mediocre. No nos arriesgamos a que el busto de don Luis salga huyendo del CBC…
Un festival hecho con enorme pasión y que no teme a los abismos.
¡La emoción te atrapará en Calanda! [Este texto corresponde al director del CBC, el realizador y productor Javier Espada]
ADIÓS A UNA VOZ CAUTIVADORA
LA MALA MUJER DE TALENTO INFINITO
-ADIÓS A AMY WINEHOUSE: LA VOZ DEL NUEVO SOUL-
Buscando una foto, me encontré con un retrato de Janis Joplin, aquella cantante indomable y subversiva a quien se parecía tanto Amy Winehouse. Se parecía en la vida descontrolada, en la vida disuelta peligrosamente y, sobre todo, se parecían en su voz cautivadora. Cautivadora, sí: podía ser seda, pedernal estremecido, canto áspero o una garganta rota, de excepcional talento en su color y en su profundidad. Las dos también eran capaces de cantar soul y pop y rock con muchos bríos, tenían esa hermosa facultad de levantar cualquier tema, de darle intensidad y desgarro, de otorgarle poesía a mordiscos. Janis Joplin, que llegaba a orinar en los conciertos hacia el público, murió a los 27 años, igual que Amy, que ingresa en el Club de los 27. Allí estaban ya Jim Morrison, el líder de The Doors; Brian Jones, uno de los fundadores de Los Rolling Stones; Kurt Cobain, el alma de Nirvana, o Jimi Hendrix, aquel guitarrista impactante que tenía alma de fauno.
Amy Winehouse se ha ido demasiado pronto: con dos discos, ‘Frank’ (2003) y ‘Back to black’ (2007. Obtuvo por él cinco ‘Grammys’) y con muchas canciones por ahí, rescatadas un poco deprisa, tras el gran éxito y tras las huellas de la polémica, que la ha rodeado siempre. Unió los dos álbumes, canciones sueltas y algunas recuperaciones y versiones. Víctima de sí misma en primer lugar, superada por el alcohol, las drogas y la fama, siempre fue una joya a la deriva. La mujer que se destruye en cada minuto. La mujer de talento increíble que es mala para sí misma en cada paso, a solas o en medio de la muchedumbre. Ya sabemos que las drogas son un pozo: un pozo que empieza, se estira, se ciega y no resulta fácil andar por él sin ahogarse o sin estrellarse, pero su carácter ha sido muy complejo: caprichosa, ida en ocasiones, desafiante, alocada, perturbada...
La vida de Amy Winehouse ha sido la crónica de una demolición constante; eso sí, algunas de sus canciones son realmente maravillosas, intensas, rabiosas, desesperadas y a la vez lúcidas, son las melodías que harán inmortal a esta estrella fugaz. Escuchen ‘Rehab’, su autobiografía de la tozudez y de ‘la esclavitud’, y acaso de su propia libertad; escuchen ‘You know I’m no good’, ‘Valerie’ o ‘Back to black’, con esa voz oscura que a veces parece de jazz, de parentesco fácil con Billie Holiday. Eso, y perdonen la aparente desmesura, ya es patrimonio de la Humanidad.
*Este texto lo publiqué ayer en heraldo.es
DOS POEMAS: RICARDO FERNÁNDEZ
Ricardo Fernández Moyano, poeta y estudioso de los vates suicidas, me escribe esta mañana: “Te mando los dos poemas que voy a leer en Novallas el jueves en el X Festival de Poesía del Moncayo y aprovecho para comunicarte que a finales de año saldrá mi próximo libro de poemas ‘Rituales de identidad’ en Huerga & Fierro”.
TRAS LA VENTANA
Una sombra contra el cristal
insinúa sus formas
en curvas de silencio
ante una soledad de siglos.
Oculta en la ventana
mira pasar años mejores
en una procesión estúpida
de máscaras, perros y diablos.
Con ojos desgastados
sueña una vida
donde no reine el látigo.
Dama del alba,
¡ojala despiertes tu letargo
y no sea en vano tu existencia!
SUPERVIVENCIA
Has sobrevivido a todas las guerras,
las balas no rozaron tu cuerpo
en la lucha contra el insomnio,
la noche te ha sido propicia
y la nieve hace cálidos los huesos.
Te acompaña una mirada distinta
los días infames sin sombra,
y en la dicha de los olvidos
descansa la soledad
de pájaros sin memoria.
Hace tanto que no duermes,
que ya no soportas
el dolor de los ojos cegados
por estigmas de olvido
en la confusión de las meninges.
*Las cuatro fotos son de la joven fotógrafa turca de quince años, Sevim Nur Dalan.
HOY, A LAS 0.15, BORRADORES

SERVET, MUJERES DE PRESOS, C. POSADAS, A. MATEO, B. PRADO, IGEA…
Borradores recuerda a Miguel Servet (1511-1553) en el quinto centenario de su nacimiento en Villanueva de Sigena. Sergio Baches, director del Instituto de Estudios Sijenenses, analiza la compleja personalidad del sabio aragonés que fue médico, geógrafo, teólogo e impresor, entre otras cosas, y fue condenado a la hoguera por Calvino en Ginebra en 1553 a raíz de la publicación de ‘Restitución del Cristianismo’ y de las cartas cruzadas entre ambos. Por otra parte, Irene Abad y Pablo Gracia hablan del documental ‘Fuimos mujeres de presos’, que han codirigido con la realizadora Eva Abad. En esa pieza, de casi una hora de duración, glosan la vida de las esposas de Marcelino Camacho o Simón Sánchez Montero, entre otras de Aragón y de todo el país, o de Esperanza Martínez, la aragonesa que hizo apostasía y se casó con Manuel Gil en la cárcel de Torrero. Se emiten varios cortes de la película, entre ellos el de Maruja Cazcarra, hermana del traductor y líder del Partido Comunista de Aragón.
Borradores emite tres reportajes más: uno con Carmen Posadas, la escritora uruguaya afincada en España, ganadora del premio Planeta, que explica las claves de su obras, desde sus inicios en literatura infantil hasta su última novela: ‘Invitación a un asesinato’ (Planeta). Alfonso Mateo Sagasta habla de su novela ‘Caminarás con el sol’ (Grijalbo), donde narra la vida de Gonzalo Guerrero, que pertenecía al grupo de conquistadores españoles y acabaría pasándose a los mayas y comportándose como tal. Y por último, Benjamín Prado aborda su nueva novela: ‘Operación Gladio’ (Alfaguara), donde analiza la Transición Española a través de la figura de una periodista que descubre que después de la II Guerra Mundial la CIA creó un grupo terrorista decidido a mitigar la expansión de la izquierda, un grupo que dejó unos cientos de cadáveres a su paso; parece que algunos actos de ETA, la ejecución de Carrero Blanco o el asesinato de los abogados de Atocha no serían ajenos a esta organización; además se cruza por en medio la historia de un republicano, asesinado en Madrid y enterrado en el Valle de los Caídos…
La actuación musical corre a cargo del compositor y cantante Ricardo Igea que se acompaña al piano para presentar dos temas de su nuevo álbum: ‘Hedonistas y pobre’, que acabará de grabar el próximo mes de agosto. Igea tocará ‘Corazón descosido’ y ‘Preposición indecente’.
Borradores. Martes, a las 0.15 horas. Aragón Televisión.
ESLABONES DE PABLO GRACIA-ALEXIS

Recibo de mi viejo amigo Pablo Gracia López, más conocido como Alexis (juntos hicimos el libro ‘Arquitecturas imaginarias de Aragón’), este correo y esta ilustración:
Estimado Antón:
Contacto de nuevo contigo para informarte de la próxima inauguración de mi exposición ‘Los eslabones de Alexis’ en el Selwo-Aventura de Estepona (Málaga). Estamos pendientes de fijar la fecha de la inauguración pues esperamos la presencia de representación institucional del Excmo. Ayuntamiento de Estepona... seguramente será el jueves 28 o viernes 29 de Julio por la mañana (en torno a las 11.00 h.). Ya sabes que se trata de la exhibición de reproducciones de mis obras (en lonas de gran formato cuando se realiza al aire libre) pero en esta ocasión también se exhibirán reproducciones fotográficas (sobre un soporte tipo ‘Foam’) en la sala de exposiciones. Una exposición itinerante que desde que comenzó en 2010 en el Zoobotánico de Jerez ha sido ya vista por más de 160.000 personas.
Y a partir de ahora, en la sección ‘La tienda’ de nuestra web, además de la venta del catálogo con mis obras... hemos inaugurado una nueva sección en donde poder adquirir reproducciones de mis obras sobre papel. Te animo a visitar:
'ÓXIDO' DE LARA LÓPEZ: FRAGMENTOS
Una de las reediciones recientes de Xordica ha sido ‘Óxido’ de Lara López. Esa mujer de las mil músicas. Es un libro muy especial: un libro de cápsulas de casi todo –amor, recuerdos, deseos, aforismos, sueños, objetos, lo inefable, lo que no se acierta a decir-, un libro crónica, un libro diario, una novela corta, hecha de suspiros; uno de esos libros en los que entras y sales con idéntica porción de desazón y fascinación: con una herida luminosa. A petición mía, Lara López me envía algunos fragmentos de este ‘Óxido’: óxido de la vida, de la convivencia, óxido de la memoria, óxido contra el óxido. Óxido para que las relaciones humanas no se oxiden nunca.
ÓXIDO
Por Lara LÓPEZ. Xordica, 2011.
Abro y cierro las tijeras, muy deprisa, como si estuviera a punto de tomar una decisión. Estoy muy cansada. Tengo las tijeras en la mano y oigo subir gritando a los niños de los vecinos. Limpio con una esquina de mi camiseta las tijeras oxidadas. Es como si dijeran mi nombre al abrirlas y cerrarlas. Los vecinos tienen dos niños. Antes eran tres, según me han contado. Me fijo en que se han secado los brotes de los rosales. Ha sido un mal año. Oxidado, supongo.
Las fotografías se amontonan sobre la mesa. En una sale el guía de Mopti. Es cojo. Eso en la foto no se ve. Me contaba que su sueño era llegar a conocer los países cuyas lenguas hablaba. España, Inglaterra, Francia. Cuando él pronuncia España, Inglaterra y Francia, yo pienso en los países que nombra. Y le digo que tenga paciencia, aunque pienso, como él, que nunca se cumplirá su sueño.
Cierro el balcón. La casa se ha quedado helada. Lo malo, supongo, es que muchas veces me he pillado llorando.
Entre las fotos también está Hashi. Tenía once años cuando se fue a estudiar a Cuba. Me ofrece un té y se queda un buen rato en silencio, mientras me lo bebo despacio. Estoy a punto de morir asfixiada dentro de la jaima, pero afuera es peor. Dice que es la primera vez que viene en todo este tiempo. Siete años. Dice que su familia le ha encontrado muy distinto. Mayor.
Releo el e mail que C. me mandó hace unos días. Creo que se siente responsable de lo que no hago. Me dice: si tú no lo haces, no podré seguir ayudándote. Lo dice en inglés: I can´t go on having an eye on you.
La foto de L. es la que más llama la atención. Una sonrisa grande en una cara pequeña. Una de esas sonrisas que enganchan. Después de su sonrisa, vienen sus ojos. Unos ojos que parecen reírse de la cara pequeña y de la boca grande. Unos ojos desafiantes y listos que en los peores momentos, también saben mirar. L. tiene una sonrisa grande en la que pasan cosas.
C. está metido en tu cama. Cuando se quitó los calzoncillos viste que eran de marca. No paraba de sonreír como si estuviera de fiesta. Restregaste tus mejillas contra su barba. Se ha metido en tu cama como si fuera suya. No sabes si eso te gusta.
Leo el periódico de hace tres días. Me aprendo de memoria el titular de la página trece. El de arriba, a la izquierda. Y voy al espejo del baño para saber qué mirada tienen las mujeres que luchan en su propio infierno. Al mirarme, recuerdo a la niña rubia que hablaba con su madre, en la cocina de aquel restaurante tranquilo en Daimuz. Pienso en que debería inventarme un sitio al que pertenecer y en que Daimuz siempre me supo a vino con burbujas. Me sigo mirando en el espejo del baño. Pienso que Daimuz me supo a auténtico verano.
Leo Manual de cicatrización de heridas crónicas. Es un proyecto académico. Le han dado un premio.
Me cuenta R. que si naces en Israel tienes que formar parte de su ejército. Y una vez que has formado parte de su ejército, aunque ya no vivas en Israel, tienes que volver allí, a su ejército, un mes de tu vida, cada año, hasta que cumples cincuenta. Un mes al año, cada año. Hasta que cumples cincuenta.
Miro la hora en el reloj de la cocina, colgado en la pared de enfrente. Un buen reloj dijo el de la tienda, entre golpe y golpe, subido a la encimera amarilla. Ahora está un poco abollado. También dijo que era suizo. Fue de lo primero que compré para la casa nueva.
L. me dijo que le gustaría escribir una historia de amor. El olor de sus cigarrillos quemados se mezclaba con el perfume de su pelo. Sonaba algo brasileño. Alguien se rió diciendo que las historias de amor no se contaban. Y yo estuve de acuerdo.
Asegurarse el futuro. Me ha parecido leer la misma frase en dos anuncios distintos. Repaso con cuidado las hojas, una a una, al revés. Asegurarse el futuro. Me cuesta pensar que he debido imaginarlo.
Soñé que los dientes se me llenaban de pelos que no podía escupir. Luego volví a dormirme. D. me habla de las islas de coral que hay en Egipto. Y luego me pregunta si me voy a quedar todo el día en el agua. Me gusta verle. Hace mucho que no le veo. Miro mis manos y están arrugadas. Cuando voy a contestarle, me despierto.
Hay una foto de mi padre con el suyo. Si miro sus manos no las veo negras. Mi padre siempre tenía las manos negras. Las uñas y la cara cubiertas de una mezcla de sudor y grasa y la ropa eternamente salpicada por las quemaduras que se hacía al soldar. Cuando alguien está soldando no se debe mirar al centro, porque hace daño a los ojos. Lo dice ocultando su cara negra detrás de una enorme careta. Con una mano sujeta la enorme careta y con la otra acerca el fuego a la silla que está soldando.
*Todas las fotos son de Loomis Dean.
ÓSCAR SIPÁN DEBUTA EN LA NOVELA

[El sello Nalvay, instalado hace muy poco en Almudévar, tiene importantes novedades para septiembre: Rafael Salillas, Ignacio Escuín Borao, que debutará en la narrativa infantil y juvenil, y Óscar Sipán. El escritor y editor de Tropo es un reconocido cuentista y un experimentado y talentoso autor de microcuentos, elogiados por especialistas del género como Gemma Pellicer o Fernando Valls, entre otros. Ahora, publica su primera novela: ‘Concesiones al demonio’, de la que Óscar ofrece aquí un pequeño avance.]
CONCESIONES AL DEMONIO
Por Óscar SIPÁN. Nalvay, 2011. Avance editorial
“He dicho que te daré a la salida, le grito al mendigo que me tiende una mano y me señala con la otra un cartel hecho por ordenador con letra Britannic Bold. La iglesia huele a incienso y lejía. Flotan en el aire partículas de polvo viajero. Me santiguo con el agua tibia y bendita. Desde niña, me confieso una vez a la semana. Leandro me provoca y se burla diciendo que el arrepentimiento cristiano es como la borrachera de Martini: dulce en la madrugada, desoladora al amanecer. Pero la verdad es que me gusta estar casada con un ateo varonil y desnortado. Una anciana reza con tanta intensidad que podría introducirse en la cabeza de Dios. La cortina del confesionario está echada, así que me siento en un banco próximo y me recreo con el efecto extraño de las vidrieras de colores sobre el hombre crucificado. Aplasto un mosquito en mi cuello, sangre de mi sangre. Fuera se desata la primera tormenta del verano y un rayo me sobrecoge y me traslada a otra tormenta, a una cama de hospital, dos años atrás. Acaban de darle la extremaunción y mamá agoniza. Miro su rostro hemofílico y doliente y le doy la mano mientras cruza al otro lado. Le besamos con dulzura, en la frente, la morfina, la muerte y yo. Su corazón deja de latir y se queda fría. El viento y el agua golpean el cristal con furia y yo me siento tan sola, tan perdida, que busco un milagro o el consuelo del sacerdote; pero éste sólo me ofrece un puñado de palabras desgastadas y nada más.
La cortina se abre y de ella sale, con el avance de un cortacésped, una anciana de piel cérea y labios de carmín. Parece aliviada, como si hubiese arrojado una pesada carga al fondo de un pozo, y me sonríe con ingeniería angelical. Entro en el confesionario y me arrodillo. A través de la rejilla veo una sotana cuarteada y una mano venosa y regordeta con un anillo de oro. Utilizamos las fórmulas de cortesía. El cura respira como un perro trufero. Como no tengo pecados destacables, los invento. Confieso que he robado dinero de la caja registradora en dos ocasiones. Confieso que, en un ataque de celos, decidí seguir a mi marido por la calle. Confieso que llevo años posponiendo viajes y disculpas. Confieso que he dejado de visitar la tumba de mi madre. Mis mentiras parecen deslumbrarle. Indignado, con esa superioridad de los escogidos por Dios, escanciando el bien y el mal, me castiga con tres padrenuestros. Cumplo la penitencia en una capilla y salgo a la realidad apretando una moneda que no regalaré”.
EL AUTOR
Oscar Sipán (Huesca, 1974). Galardonado en numerosos certámenes literarios y autor de los libros Rompiendo corazones con los dientes (Premio de Narrativa Odaluna 1998, Edisena), Pólvora Mojada (XVII Premio de Narrativa Santa Isabel de Aragón, Reina de Portugal 2003, Diputación de Zaragoza), Leyendario. Monstruos de agua (2004, March Editor), Escupir sobre París (2005, March Editor), Tornaviajes (Premio Búho 2006, Tropo Editores), Guía de hoteles inventados (IX Premio de Libro Ilustrado 2007, Diputación de Badajoz), Leyendario. Criaturas de agua (Premio al libro mejor editado en Aragón 2007, Tropo Editores), Avisos de derrota (2008, Onagro Ediciones) y Almanaque de los días felices (2009, Instituto de Estudios Altoaragoneses). Concesiones al demonio es su primera novela. La foto de Óscar es de Vicente Lachén. Y las otras dos son de Ed Ross, un abogado que se ha pasado a una fotografía que tiene el aspecto de ser un tanto vintage. El mundo femenino, entre desafiante y oscuro y a veces lánguido, es el tema central de su trabajo.
MEDIO SIGLO DE COLOR CON JULIA
Julia Dorado: color, verdad y luz
El Palacio de Sástago ofrece una ‘Retrospectiva 1962-2011’ de esta artista que integró el Grupo Zaragoza con Santamaría, Vera y Sahún, entre otros, y Fuendetodos recibe la donación de más de un centenar de sus grabados.
Julia Dorado siempre fue una pintora entre hombres. Una pintora entre pintores: Ricardo Santamaría, Daniel Sahún y Juan José Vera, que formaban el núcleo del Grupo Zaragoza que asumía la estética del Grupo Pórtico. Los tres vieron una exposición suya y rápidamente la localizaron y la reclamaron. Era distinta a otras mujeres fundamentales del arte aragonés como María Pilar Burges, Maite Ubide o Pilar Moré, por citar algunas. Julia Dorado, nacida en Zaragoza en 1941, ingresó a los catorce años en la Escuela de Artes y a los veinte se marchó a Barcelona. En 1961 contactó con aquellos artistas abstractos, que mezclaban el informalismo y el tenebrismo en su obra y que se declaraban progresistas, insurgentes, investigadores de la luz y de la sombra. El Grupo Zaragoza nace propiamente en 1963 y se clausuró tres años después: en aquel tiempo, Julia Dorado era un torbellino, una joven pizpireta, atenta a todo, entusiasta, con el cerebro lleno de ideas, de intensidad, de vocación por el óleo, el dibujo y el grabado.
El Palacio de Sástago rinde homenaje a Julia Dorado con una ‘Retrospectiva 1962-2011’ que recoge medio siglo de su quehacer; esta muestra, que es un arsenal de atmósferas y cromatismo, de vivacidad y pasión, se completa con una muestra de grabados que se expone en Fuendetodos. Desde sus inicios, Julia Dorado fue quemando etapas, recorriendo caminos y forjando su propia trayectoria: en un principio, desde la abundancia de tinieblas, de negros y de ocres, se situó en el informalismo que nacía del desgarro de la posguerra, de la comezón de angustia, del llanto.
En algún momento Julia Dorado ha aludido a que su pintura fue un grito: el grito que vio Goya entre los huéspedes de su propia cabeza en ‘las pinturas negras’, el grito de Munch, que se asoma con incredulidad a la exuberancia de la naturaleza, el grito de los expresionistas o del joven Bacon. Después, ya en los 70, Julia creó sus curiosos pasillos: que tienen algo de pasillos fantasmas o de pasillos imaginarios. Se ven, se presienten, hay una puerta que se abre hacia ellos, pero luego hay que avanzar a tientas.
En esta evolución, tras estas formas, casi siempre geométricas y figurativas, Julia Dorado abraza una nueva línea: se acerca a los artistas del ‘soporte-superficie’, a los cuadros casi monocromos, o muy matizados de color y desmayo, que presentan parentescos con la obra de Mark Rothko y José Luis Lasala, entre nosotros. Cuadros de dimensión lírica, de pintura trabajada y envolvente, cuadros que tienen algo de paisaje del alma, de naturalezas anímicas. O acaso de pintura terapéutica. Como sucede en un lienzo como ‘El peligroso hechizo del paisaje’, cuyo título es casi una definición del arte de la artista zaragozana. Otra pieza poderosa que encarna estos hallazgos sería ‘La sombra flotante de Ofelia’. O ‘Húmedos senderos, perdidos bosques’. Ya en 1978, Julia Dorado decía: “Pintar es, como hablar o jugar, una manera de vivir y, a la vez, de explicarnos la vida”. La pintura de la artista explica su biografía y su compromiso con el mundo que le ha tocado vivir.
Julia Dorado, antes de instalarse definitivamente en Bruselas junto a Pablo Trullén, el compañero de su vida, estuvo en Italia, en distintos lugares de Europa, en Estados Unidos, aunque de algún modo siempre ha estado en su Zaragoza, ciudad a la que le rinde un espléndido homenaje en ‘Zaragoza, 1954’. Ha realizado siempre un pintura personal, de intensas emociones, vivaz, de inclinación al lirismo y de escasa anécdota. En los últimos años se acerca a una obra que sin dejar de ser abstracta se desliza hacia la figuración, hacia el cuadro-retablo, hacia el cuadro-viñeta, como puede verse en la espectacular sala de arcos. Se trata de una pintura de color, de manchas, de estructuras, de claridades, pintura de esencia, el pálpito estremecido de una verdad honda, propia, ya sin clamor, aunque de vez en cuando manifiesta su rebeldía, como se ve en ‘Guerra no, gracias’, una obra de sus tonos más claros o ahuesados realizada en Bruselas en 2000.
Julia Dorado jamás ha perdido ni su candor ni su picardía ni esa mirada que lanza al mundo con perplejidad, con embrujo y con curiosidad. No es necesario recorrer la obra de un tirón: puede y debe hacerse, pero también puede entrarse y ver una sala, dos, tres, y regresar otro día. Es una pintura en soledad que busca contemplación, silencio y compañía. Julia Dorado es una pintora apasionada por la literatura, por el teatro, por los mitos, por el cómic, por las arte gráficas, por el viaje, por el torbellino incesante de la creación. Por la dimensión onírica del mundo. Como se percibe en otro lienzo muy trabajado: ‘El Dorado’, que contiene fuego y alucinación, poesía y atmósfera.
Julia Dorado. Retrospectiva (1962-2011). Palacio de Sástago. Hasta el 18 de septiembre. [Se ha editado un completo catálogo con estudios y textos de Jaime Ángel Canellas, Juan José Vera Ayuso, Manuel García Guatas, Juan Domíngez Lasierra y el coleccionista M &IR.]
EMILIO GAVILANES Y SUS HAIKUS
SALTA DEL AGUA UN PEZ
[El editor y escritor Andrés Trapiello escribe en su blog sobre Emilio Gavilanes, narrador en breve y en largo, y ahora también poeta: poeta de la concentración, de la pureza, de la intensidad, de la naturaleza y del asombro. Emilio publica en Comares su primer poemario: ‘Salta del agua un pez’.]
Por Andrés TRAPIELLO
LLEGÓ un día, como otros envíos, por correo ordinario. Como tantos, era un delgado libro de versos, un puñado de folios. Como casi siempre, de un autor desconocido. Pero desde las primeras páginas, la sorpresa dio paso a la certeza como quien abre una puerta y con la mayor naturalidad nos pide que pasemos delante. Los poemas, con esa cortesía de la brevedad que ningún poema tiene en mayor grado que los haikús, podían ser de un poeta desconocido, pero en absoluto inmaduro. Bien al contrario, estaban escritos desde la plenitud, la de su autor, y la de la poesía. Todo en el libro parecía meditado, ponderado, escogido.
Meses después, el vértigo de la vida que llevamos acaba imponiéndonos una inexplicable lentitud para las cosas que importan, casi un año después, decía, y tras una carta de respuesta, el autor de aquel libro salió de su sombra, y por una vez pasaba también él delante de sí mismo. Era un hombre serio, tímido, paciente. Lo era, si había esperado a sus cincuenta años para reunir los poemas de aquel que era su primer libro. Escuchaba con atención y sin impacientarse, hablaba sin la menor afectación y con sosiego. Sus observaciones eran siempre inteligentes, sus temores sólo el fruto de la prudencia. Imagina uno al Caballero del Verde Gabán con las trazas de este Emilio Gavilanes. Año y medio después, el libro ha visto la luz, los haikús han saltado hacia lo más alto, y los vemos en el aire unos instantes, antes de desaparecer de nuevo, libres de nuevo en lo más hondo.
La niña coja En una grieta
–aún no sabe que es coja– la uva. Pasan los coches
juega y se ríe. sin aplastarla.
Sobre un coche A un lado y otro
del parking subterráneo –tapia del cementerio–
dos hojas secas. brotan las flores.
Le pido a Emilio Gavilanes –que me anuncia que su libro viene en camino, en dirección a Garrapinillos- que me envíe algunos otros textos. Y él escoge estos:
Tarde de nieve.
Al arrancar el coche
asfalto seco.
Baño en el río.
Quieta, limpia está el agua.
Aquí se ahogó un niño.
Pica el gorrión
de la paella que alguien
ha vomitado.
Se seca el río.
Su fondo misterioso
son meras piedras.
Paró la lluvia.
Y la ropa tendida
sigue goteando.
*En todas las fotos aparece la modelo y fotógrafo Lee Miller.
BREL, POR LUIS GARCÍA GIL
BREL
Por Luis GARCÍA GIL
De las canciones que nacen de lo más profundo,
de la doliente voz que se desata en los inviernos
parisinos, en la neblina poderosa de los puertos.
País del norte hacia donde vuelves la vista,
burgueses melancólicos, mujeres carcomidas,
beatas arrastrando su soledad por los templos,
desesperados que preparan su salto al vacío,
infancias luminosas, nostalgias de otra edad,
soledades vividas, compartidas, bombones
y flores, garras invisibles, espejos demoledores,
borrachos, taciturnos, prostitutas ajadas,
antiguas soledades vistiendo los ojos
de los amantes, besando los huecos de la sombra.
Hijos del tedio, del miedo, apátridas sin nombre,
que van de un sitio a otro, indefinidos y solos,
sin Dios que los acoja, sin oraciones ni estelas,
hijos de las tardes plomizas, de los vientos
que crucifican, de la maleza creciente y oscura,
de la niñez sin rastro, de los ojos sumidos en pozos.
Ausencias galopando, caballos de cartón
en caminos errados, carruseles de humo,
pájaros enlutados cruzando la alameda,
árboles deshojados y caricias muertas
sobre los mapas solitarios de la vida.
Todo lo que cabe en una canción, tres minutos
para descifrar el mundo, para dibujar la sorda
travesía del hombre, el corazón que rompe,
la luna que baja hasta el sendero, el paisaje
que evoca un tiempo desmedido, el turbio
desaliento, la mirada del prófugo, del desertor
que esconde su verdad en su equipaje íntimo.
Y el amor que cae o el amor que perdura,
la lluvia cayendo delicada sobre un París otoñal,
el azote del tiempo, la vejez que aniquila,
el cáncer que termina deshaciendo los huesos.
Y esas lágrimas que dejas para Fernand o para Jojó,
dulces amistades que se fueron antes de tiempo,
porque todos vamos detrás de cada muerto
que nos llama y que nos toca, para un día cualquiera
ir delante, en el viaje postrero donde todo se pierde.
Y el aeropuerto de Orly donde las despedidas
del amor siguen doliendo, siguen dejando esa espina
que deja su huella profunda en las pupilas.
Y la Fanette imposible paseando su cuerpo
sobre las playas heridas, sobre las noches oscuras,
y las calles varadas y las sombras del aire,
y el mar que en su retirada lleva antiguas
esperanzas y los labios del recuerdo
floreciendo sobre las aguas crepusculares del Sena.
Y finalmente el amor que acompaña, tu hija Isabel
que acuna en su prisa los reflejos de la tarde,
los tiovivos que endulzan las palabras,
y también esa parte del porvenir que nos amenaza:
la escarcha del otoño o el nudo de la muerte,
o el grito del funámbulo al que se le acabó el crédito
y perdió su equilibrio en el último instante.
Las canciones que queman, que se quedan,
que descorren cortinas, que atraviesan senderos,
que son como la vida, que nos atañen porque
su verdad es nuestra y también su mentira.
Y la voz que se parte y la voz que nos llena,
el antiguo clamor de los últimos aplausos,
el aliento definitivo de la última nota cayendo
sobre la tardes resquebrajadas mientras queda
el eco de una Onda Martenot y un violín
marca el paso de las cansadas estaciones.
HOY, CON CELAYA EN VERUELA

X FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA MONCAYO
Monasterio de Veruela. Museo del Vino
Poesía Necesaria
Homenaje a Gabriel Celaya en el centenario de su nacimiento
Actuaciones especiales:
MIGUEL ÁNGEL BERNA
RICARDITO ORTIZ & TIPICO ORIENTAL CUBANO
(Ex integrante de Vieja Trova Santiaguera)
POESÍA NECESARIA
En un mundo que cree imprescindible lo necesario y considera necesario lo superfluo, las palabras de Gabriel Celaya ondean como una bandera de paz, solidaridad y salvación: “Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día”. Alimentos, sí, también para el espíritu. Poesía cargada de valores para rehumanizarnos, para mejorar el mundo.
Trinidad Ruiz-Marcellán
MONASTERIO DE VERUELA
Museo del Vino
Hoy Sábado 30 de Julio
11,00 h.
Intervención del Presidente de la D. O. Campo de Borja, Gregorio García
Presentación de Poéticas y Poetas por Manuel Forega
Intervención de los poetas: Ángel Guinda, Antón Castro, Marifé Santiago Bolaños, Manuel Rico, Marguerite Bobey y Yoko Fukushima
Instalación: Yoko Fukushima (Proyecto HITO del Gobierno de Aragón)
Performance: Marguerite Bobey (Proyecto HITO del Gobierno de Aragón)
Sala Capitular. Claustro
18,00 h.
Presentación de Poéticas y Poemas
Poetas YIN. Poetas aragonesas
Ana Alcaraz, Carmen Aliaga, Anais Pérez Layed, Amparo Sanz, Reyes Guillén, Clara Dávila, Lourdes Fajó, Luisa Miñana, Goya Gutiérrez, Pilar Martínez Barca, Inmaculada Marqueta y Milagros Morales
Actuación de los músicos Irene Guillén y Jesús López
Iglesia
19,00 h.
Presentación: Reyes Guillén
Proyección de Koldo Mitxelena
AGURRA (Bienvenida)
Pilar Castro Blanco
Joseba Ibarra
Actuación de Angi Ruiz Forés y Ana Segura
Actuación de MIGUEL ÁNGEL BERNA. Danza.
Acción poética a cargo de las/os poetas participantes en el Festival con la colaboración de Ricardo Calero
Actuación de RICARDITO ORTIZ & TIPICO ORIENTAL CUBANO
(Ex integrante de Vieja Trova Santiaguera)
HOMENAJE A GEMA NOGUERA EN BECEITE
GEMA NOGUERA Y SU MUNDO, DE NUEVO, EN BECEITE
Esta tarde, a las 20 horas, en la Antigua Fábrica Noguera de Beceite, se inaugura una exposición de collages de Gema Noguera, la gran artista y animadora cultural que recuperó ese espacio y fundó un tejido de creación multidisciplinar en torno a ella en el Matarraña. Gema, con su vitalidad, con su alegría y con su voluntad artística, era uno de esos seres que se vuelven imprescindibles. Fue una intérprete de una tierra, de un sentir, un latido constante de creación y de sueño. Y nos legó, además, una obra personalísima: en la pintura, fue una maestra del rojo; en collage, confeccionó un personal álbum de secretos, de la memoria, de recuerdos familiares y de símbolos. Esta es una de las fotos más bonitas de Gema Noguera. Una foto para siempre: toda una vida en una foto.
SUSAN BURNSTINE: FOTOS DE LA INQUIETUD
He estado un día y medio fuera de casa: en Veruela, en Beceite, en tierras del Matarraña, y en Ejulve. Al llegar me encuentro con la obra de la fotógrafa Susan Burnstine, a la que venía siguiendo desde hace algún tiempo. Me ha hecho pensar en ella el taller de Gema Noguera. Susan es una fotógrafa nacida en Chicago que reside en Los Angeles y que trabaja para distintos lugares. Ha ganado muchos premios de mérito. Practica una fotografía que está en el límite del sueño, de la duermevela o el insomnio. Es una fotografía que tiene algo de cuento de hadas, inquietante y poética a la vez, borrosa, una fotografía que parece surgir de un mundo de nieblas, de un lugar donde los seres humanos son un tanto fantasmagóricos. Sus fotos, en realidad, parecen el documento de una alucinación o de un viaje a un extraño lugar donde todo está desdibujado y resulta demasiado fugaz. Las fotos a veces parece surrealistas, a veces metafísicas...
Como detalle importante, Susan construye sus propias cámaras -de plásticos, de cartón, de paple...- y no emplea para nada el photoshop.
ARTE Y VIDA: GEMA EN EL MATARRAÑA

Estuve ayer en Beceite, en la Antigua Fábrica Noguera. Entras y te quedas perplejo o poseído: allí se respira creación, magia, misterio, se percibe el fantasma de la artista Gema Noguera. Cuánto hizo allí: qué alma de artista, de pintora, de soñadora de colores. La bicicleta, deshinchada, está ahí, en la entrada. Y dentro, en las paredes, en las galerías, en los atriles, sobre las mesas, está su mundo, el suyo y el Dominique Goffar, la ceramista argentina con la que trabajó tanto. Lola y Carmen, del Museo Juan Cabré, me explicarían luego más cosas de Gema: había trabajado en aquel espacio como si fuera un albañil, con las manos llenas de masa. Con entusiasmo. Es difícil definir lo inefable: allí se vive el ámbito de lo inefable. Un aire levemente húmedo te envuelve la cabeza y te puebla con una emoción extraña. Podrías llorar, perfectamente. Es un silencio habitado de belleza, de creación y de leyenda. Luego ves el que fue su taller, ahora donde se exponen sus colecciones de lienzos, que se van renovando cada cierto tiempo, cuadros rojos, sobre todo, y luego ves con atención sus collages. Afuera canta el río Matarraña: canta y silabea una melodía de luz. Bajo el puente y entre la fronda. Tras la inauguración de la muestra de ‘Collages II’ Gema Noguera (1965-2008), en la Antigua Fábrica Noguera (he aquí una foto del blog de Arte Informado) que ella recuperó, su madre Rosa Maria me enseñó algo inolvidable: la pintora está enterrada, disuelta en cenizas, junto a su padre, Ernesto, bajo una noguera en el centro del jardín. Una noguera que ha ido creciendo y creciendo; las cenizas alimentan varias matas de lavanda. Cuando la enterraron, los hermanos se reunieron allí y se despidieron de ella: con lágrimas, con poemas, con pensamientos, con todo el cariño de la tierra.
UNA MUJER DE LUZ ANTE EL MATARRAÑA
Antón CASTRO
Hace días que pienso en Gema Noguera. Es una de esas criaturas a las que querrías definir con exactitud y con un lenguaje no solo preciso sino evocador. Un lenguaje impregnado de color y de sabor, un lenguaje con música y con un envoltorio de brisa de almendros. Quizá por ello, antes de zambullirme en su pintura, en sus árboles milenarios, en sus cuencos y en sus técnicas mixtas, he visitado de diversas maneras Beceite y alrededores: he seguido el curso del río Matarraña, me he asomado a su agua de espejos, a sus consteladas noches. He imaginado sus avenidas y sus rumores, he oído su lamento de voces intraducibles.
He querido imaginarme a Gema, a solas, en el estudio o en las amenas riberas, ante el río de la vida y la creación que es el Matarraña. Ella lo veía correr, desmandarse, remansarse de luces y de ecos, ella lo necesitaba para sentirse viva en el centro del misterio. Y el misterio, más allá del río y sus peces con brillo, también era Beceite. Beceite y sus oliveras, sus arboledas y sus serranías, y sus pájaros huidizos.
Beceite estaba ahí, plantado en un rincón del paisaje y de la memoria, antes de que llegase Gema, pero ella contribuyó más que nadie probablemente a que se haya convertido en un lugar casi legendario que encarna una idea de la creación, de la convivencia y del sueño. Beceite es inseparable de Gema Noguera y viceversa: ella encontró su identidad y su pulsión radical de artista, y acaso de mujer, en Beceite. Hay otro detalle que podría parecer marginal, o un tanto ajeno a la creación artística: la sonrisa. Gema Noguera era una mujer que sabía sonreír: sabía sonreír y sonreía. Era luminosa, expansiva, un torbellino de vitalidad. Se afanaba a diario en vivir y crear desde Beceite, desde las raíces del mundo, pero no solo para sí misma, sino para los suyos, para los viajeros ocasionales, para los peregrinos del arte. Era un imán irresistible, uno de esos seres –misteriosos, turbadores, dulces, torrenciales- que parecían sembrar su entorno de refugios, de magia, de tesón, de plazas para una cultura en paz. Estaba dispuesta a colaborar con artesanos, con fotógrafos, con otros pintores, con escritores. Gema Noguera siempre estaba en la llama viva del volcán.
Gema Noguera nació en Barcelona en 1965 y se formó en pintura, diseño industrial y diseño gráfico, en interiorismo. Y estudió donde había una incitación para sus talentos: en Valderrobres con Rafols-Casamada, con el maestro del papel Dai Bi Lin. En realidad, casi sin darse cuenta y con enorme curiosidad, se forjó a sí misma como una aventurera del arte, como una investigadora del papel, como una exploradora de las emociones. Con poco más de veinte años, volvió sus ojos hacia los territorios del Matarraña y reparó en un laberinto maltrecho como la Antigua Fábrica Noguera, que había funcionado desde el siglo XVIII y que pertenecía a su propia familia. Y allí se retiró a vivir, a buscarse a sí misma en el arte, allí se retiró a contemplar estrellas, a escuchar a las gentes y sus confidencias, los cuentos populares, allí se retiró a recuperar una lengua que navegaba en su sangre. Trabajó durante dos décadas sin descanso y expuso en Aragón, en España y en el extranjero, en individuales y en colectivas, series, proyectos, su obra en marcha, sus cromatismos encendidos como una casa lunar. Era una artista indesmayable, ansiosa y paciente a la vez, suave y brusca, etérea y terrenal, inspirada e intuitiva.
Su quehacer se repartía en varias direcciones: era una agente cultural, una embajadora incansable del Matarraña. Insisto en ello: su galería fue un cruce de caminos y un destino para un sinfín de creadores. Y era una artista muy personal e inquieta que operaba desde la pintura y desde la técnica mixta, en particular desde el collage. En pintura desarrolló de manera casi obsesiva la poética del color rojo. El color de su vida. El color de la sangre y del sueño. El color de la plenitud. El color del amor y del deseo. Los collages han sido permanentes compañeros de viaje. Un tema, una disciplina, un laboratorio de pruebas, un continuo amasijo de formas y colores, de símbolos y de materiales.
Gema Noguera se había desposado con los materiales insignificantes. O casi insignificantes: humildes, invisibles, inadvertidos, sin una personalidad definida a primera vista. Por ejemplo: fragmentos de camisas de cuadros celestes, imperdibles, botones, un billete antiguo, un ticket de un museo o de autobús, un franqueo de cartas, una dirección escrita en un sobre, un plano de ciudad, una hoja de una guía de Londres, algunas etiquetas de publicidad, cartulinas húmedas o mugrientas, un dibujo infantil, una tabla de números o de letras, diferentes papeles de diversas texturas y gramajes… Y los árboles y las espinas o raspas de pescado. ¿Por qué le atraían tanto esas espinas? Parecen una alusión al pasado, a los fósiles que remiten a ese periodo remoto en que Beceite estuvo invadido de mar, parecen filamentos simétricos o rejones de lluvia que caen en el atardecer o en la balsa del recuerdo. Son estructuras geométricas, poderosas e inquietantes, de trazo desnudo como cuerpos mínimos, ramajes exentos en los locos dedos del otoño.
El arte, para Gema Noguera, era juego, voluntad de transformar y trascender, manufactura del alma, artesanía esencial de las formas. Para ella el arte era un nuevo estadio de la materia. Sus collages no nacían de la acumulación, sino del mestizaje y del equilibrio, de la búsqueda de una tensión y de una armonía, de la materia que se funde y se confunde. En su obra se percibe la intuición, la imaginación, la audacia, la frescura, la expresividad; se percibe la voluntad de crear una estructura abierta y cerrada a la vez, donde todo es posible: el trazo candoroso de un niño, un frase escrita a lápiz o eso que José Antonio Benavente llamó “un bosque de palabras”, un código numérico, la alusión al mar, a una montaña o a un precipicio, una combinación de cajas geométricas, la figuración y la abstracción simultáneas. Y lo que le confiere una personalidad específica a estas obras es esa mezcla de sutilidad y extrañamiento, de mestizaje y alucinación, de conciencia y de adivinación, de combinación de elementos que parecen ajenos y que ella -merced a ese cerebro que elige y ordena y a esa mano que elabora con virtuosismo artesanal- logra armonizar y dotarlos de unidad y de belleza. Gema Noguera crea un universo que plantea interrogantes y que busca, con terquedad y elegancia, decir lo máximo con lo mínimo: decir, sugerir, envolver, trasladarnos a un plantío de ideas, de obsesiones, de estímulos, de llamadas y de vivencias. El arte de Gema Noguera tenía una aspiración cíclica: muchos de los papeles, cartones o cartulinas que usaba se habían realizado en la Antigua Fábrica Noguera. Y ella los rescataba del polvo de los días, de la humedad de los años y del olvido, y les confería una vida no usada, otro destino y una nueva forma de pervivencia. Así, se alían el pasado y el futuro: lo que fue, lo que es y lo que será. El ritmo de los meses, la sucesión de las estaciones, las esquinas del aire y de la memoria. El tiempo habitado y sus fulgores.
Volvamos un instante al Matarraña, al molino espectral, al edificio rescatado, a las galerías: aún veo la bicicleta de paseo de Gema Noguera, aún oigo su voz que llama a los niños, a su marido Alberto, a los paisanos que acarrean leña. Aún oigo su risa contagiosa, que salta los montes y los soles, y veo sus ojos que parecen centellear de felicidad.
Gema se fue en noviembre de 2008 con el otoño. Se fue y a la vez se quedó: en sus obras, en el ambiente, en el rumor incesante del río Matarraña. Se fue con el estrépito de la sombra y se quedó en la memoria de las cosas que con ella adquirieron nuevos nombres y otras sensaciones para la leyenda.
*Texto redactado para el catálogo de ‘Collages II’, que se exhibe hasta noviembre en la Antigua Fábrica Noguera, que coordina ahora Herzi, artista también. El catálogo lleva otro prólogo, muy emotivo, de Kenia Celma Noguera, la hija mayor de Gema. La otra hija es Mariona. Esta foto de la casa y del estudio de Gema Noguera es de Emilio Mateo.