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PRÓLOGO PARA ELÍAS MORO CUÉLLAR

[Elías Moro Cuéllar, madrileño del Rayo en Mérida, es un estupendo escritor, en diversas direcciones, un fabulador constante, un observador. Hace algún tiempo me pidió un prólogo para su libro ’Manga por hombro’ (Isla de Siltolá, 2013), una selección de las entradas de su blog. Aquí está el texto y un retrato curioso de este señor que es, entre otras cosas, apasionado del baloncesto. En Aragón, se diría que Elías Moro es alto como un mallo.]
FOTOGRAFÍA DE UN ESCRITOR EN LIBERTAD
Elías Moro es uno de esos escritores que tiene parentescos por doquier: es hijo y nieto de Pla y Cunqueiro, ahijado de Georges Perec y Ramón Gómez de la Serna, bebe los vientos por Kafka y Monterroso, se estremece con Cortázar y con Arreola, se ha educado con las historias de Juan Rulfo, Miguel Torga y Jean Giono, y con los artículos de Julio Camba, y se reconoce en un sinfín de autores contemporáneos suyos: desde Cristina Grande a Fernando Aramburu o Fernando Sanmartín. Y no solo eso: se ha formado con la poesía de todas las latitudes; con Pessoa, con la generación del 27 y con los japoneses, es tan versátil y curioso que lo mismo redacta un poema en verso blanco y un diccionario sobre el mundo del pastoreo que se atreve con un haiku. Es un escritor desconcertante porque le interesa el mundo ancho y ajeno.
No es fácil clasificarlo ni reducirlo a un corsé de estéticas: Elías Moro es un escritor en libertad, un paseante que se alimenta de curiosidad, un soñador y a la vez alguien que medita. Pasa un insecto, cruza el aire un pájaro, ve una mujer sentada en un café o contempla el espejo de los charcos, y él escribe una pieza magistral. El texto de un diletante, de un ingeniero de nubes, de un mago de las causas felices. Tiene una rara virtud: ama tanto la vida y sus secretos, ama tanto la vida y sus afluentes que se cita con ella a través de las cosas menudas, de lo superfluo, de lo invisible, de lo que aletea en un suspiro con fulgor de ave celeste.
Elías Moro Cuéllar es una de esas criaturas que se alimentan de afecto y que engrandecen su entorno con la amistad. Se engrandece él y engrandece a los demás. Y esparce el talento como se esparce la nieve en copos: con pasmosa naturalidad. Todos sus libros, y sus proyectos, nacen como si nada: tal como vienen, con la caricia de la lluvia, con el viento que golpea y no daña. Como quien no quiere la cosa. Eso sucede con sus poemas, con sus relatos, con libros como ‘El juego de la taba’, que es un cajón de sastre donde cabe de todo, un cajón de sastre que tiene un elixir imprescindible: la imaginación y sus usos.
‘Manga por hombro’ es un poco lo mismo. Es y no es lo mismo. Elías Moro ha seleccionado aquí un conjunto de entradas de su blog y las ha organizado de manera que el libro funciona como una continua caja de sorpresas y hallazgos, y como el puzzle de un autorretrato. Elías Moro se acuerda –y este es uno de sus verbos favoritos: a él le gusta acordarse de casi todo, como a su amado Georges Perec- de la salamanquesa llamada Pepita, de aquella matrícula de honor que logró en Ciencias Naturales, de las bibliotecas que ha visitado, de las librerías de viejo que conforman su existencia con su pozo sin fondo de tesoros constantes, le gusta referir en clave humorística las visitas al ginecólogo con su mujer o recrear la maquinilla de Benito, el de la barbería. Sin darse cuenta casi, a través de las nueces o de los citados charcos, se disfraza de Marcel Proust y describe sensaciones inefables. Sensaciones, pálpitos, la onda expansiva de la memoria a partir de objetos, de olores, de estados de ánimo. Cinéfilo empedernido como es, evoca a Jacques Tati y a su Monsieur Hulot o todo lo que le ha dado cine a través de los besos y las imágenes de ‘Cinema paradiso’.
A Elías Moro, conocida su devoción por Ramón Gómez de la Serna, le fascinan las greguerías, los juegos de palabras, las listas de vocablos e incluso esas piezas que parecen metaficción en torno a la identidad, como verán en ‘Mi otro yo. También le fascinan los bestiarios, y el punto de vista a contrapelo, como sucede con ‘Elogio del rinoceronte’ e incluso con ese texto inicial que te deja un raro sabor de boca: ese cuento del padre-gallo al que otro gallo mayor e igualmente insolente lo deja seco.
Elías Moro ha metido muchas cosas en ‘Manga por hombro’. Es casi imposible hallar un texto que nos deje indiferente: todos tienen aliento, humor, sentido de la evocación, latido, todos han sido escritos con el ingenio y el corazón, con la gracia y la hondura. El autor también habla del acto de escribir, de sus poéticas (“Antes del poema lo sé, al terminarlo lo dudo”, dice) y del paso del tiempo; me ha conmovido especialmente la pieza ‘El tiempo pasa’, donde se dice: “Ya guardo fotografías donde soy más viejo que las que tengo de mis padres”.
He aquí un libro libre. Libre en la forma, libre en el contenido: el autor divaga, redacta poemas y soleares, declara su veneración por las mujeres y su desnudo, usa el microcuento, la crítica literaria, el retrato y la elegía (por ejemplo, la que le dedica a José Antonio Labordeta), cuenta relatos y leyendas, y juega con el campo semántico de muchos términos: por ejemplo el vocablo ‘decentes’ o las posibilidades y ramificaciones de las sombras. Es tan imaginativo y observador que redacta un texto como ‘Hablando en plata’: existen seres, o podrían existir, que escriben y hablan únicamente con frases hechas. Se retrata magistralmente a la manera impresionista así, en 49 palabras: “La teta materna. Mis hermanos. Escarcha y bochorno. Arroz y sandía. Operación pulmonar. Baloncesto. Amor y amistad. Literatura. Viajes. Mérida. Lali, Sara y Alba. Los Marx, Woody Allen, El Padrino. Lisboa. Vidal. Copla, fado y tango. Música y poesía. La muerte. Un beso inolvidable. Y su mirada marrón. Stop”.
Eso sí, y me gustaría dejarlo claro: este señor no es perfecto. No le gustan ni Popeye ni las espinacas. Es tan raro, tan original, tan atrabiliario que es capaz de escribir de la tristeza de los trenes. Si Elías Moro Cuéllar no es un poeta...
JOSÉ ORTIZ EN EL TORREÓN FORTEA

[El pasado jueves, con casi dos centenares de amigos, José Ortiz inauguraba su exposición 'Divinas comedias' en el Torreón Fortea. Visité a José en su preciosa e interminable casa de Longares, una maravilla, y le escribí este texto que acompaña la muestra.]
EL NOMBRE QUE EMPAPA LA PINTURA
José Ortiz Domingo (Santa Eulalia del Campo, Teruel, 1951) es un artista intuitivo y soñador. Se vuelca en la pintura con energía y esfuerzo. Sabe que en la manufactura de un cuadro, en esas horas y horas, en esa labor parsimoniosa en la que el tiempo parece suspenderse, hay un instante en que cruza un ángel. O una ráfaga de felicidad. O un incendio salvaje de colores. Ante todo, antes que nada, José Ortiz, ya sea en Zaragoza o en su casa poblada de fantasmas de Longares, es un artesano que imagina, un cerebro apasionado que trabaja y trabaja hasta el fin de la noche. Su taller es el primer indicio de su retrato: apenas se percibirá un caballete. Suele operar sobre el suelo o sobre una mesa alargada, volcado con sus pinturas distintas, con sus arenas, y ahí deja que todo fluya: el torrente de la imaginación, la densidad del desvelo, el arrebato de la inspiración, sus gestos y sus signos. Y con ellos se confunden los acrílicos, los pigmentos, las resinas, los barnices, su caligrafía personal y arborescente.
José Ortiz, como muchos otros artistas, suele trabajar por series. Busca y encuentra. Halla un asunto por puro azar o por exigencia y lo somete a un sinfín de variaciones: las tauromaquias, el mundo de Goya, Lorca, el paisaje, las imágenes obsesivas. Así le ocurre a menudo y le ha ocurrido con Divinas comedias. Este es un proyecto largamente acariciado y concebido para el Torréon Fortea, para su atmósfera de intimidad y misterio y para su cripta donde se encierran las luces del sueño. Hay algunos lugares comunes o características acuciantes de su obra: la pasión por el texto, por el aforismo o la frase, la presencia pugnaz de un nombre, Monique. Sus sílabas siempre están sobre la madera: no se sabe si es en la primera, en la antepúltima o en la última capa de pintura, pero ahí está, Monique, Monique, como un talismán, un conjuro, un reconocimiento a la musa más decisiva. Además, hay otro matiz esencial: Divinas comedias, que alude a Dante Alighieri y quizá a Valle-Inclán en menor medida, es una exposición que tiene algo de laberinto literario, de homenaje a escritores como Antonio Machado, García Lorca, Flaubert, el ya citado Dante y Miguel de Cervantes. Todos ellos en la epidermis de la obra o en una de las capas del brumoso mar de la madera, esmaltado una y otra vez, rallado, herido, hendido, azotado o acariciado con sutileza. Y está, sobre todo, André Pieyre de Mandiargues (1909-1991), un poeta, escritor y crítico de arte que coqueteó con el surrealismo, amó a Leonor Fini y acabó sus días con la pintora Bona Tibertelli de Pisis. A José Ortiz, profesor de francés, su universo le dejó un rastro indeleble. Tanto que hay al menos dos piezas que están inspiradas en él y su mundo. Mandiargues era un gran enamorado de la pintura, del erotismo y un miembro del grupo surrealista. De algún modo, tutela o ampara la febril imaginación del pintor turolense. José le dedicó su tesis doctoral, prologó Gris perla, la antología que preparó Manuel Martínez Forega en Olifante y resumió así algunas de sus constantes: “Mandiargues modela su mundo onírico al estilo de los surrealistas pero también al de los prerrománticos alemanes. Descendiente de los grandes románticos del siglo XIX, surrealista de la escuela de André Breton, imbuido del espíritu barroco y fantástico de la familia de Poe y de Nodier, admirador del teatro isabelino, sabe fundir todas estas afluencias e influencias y dar a luz una obra que destaca por su originalidad”. Citamos a un personaje clave en los motivos y en el desarrollo de su pintura.
Hay más cosas en el punto de partida de José Ortiz: es un pintor de sugerencias y de evocaciones que se amasan y se agrupan en una gran superficie de técnicas mixtas donde está todo: la pintura como artesanía, materia y arrebato; la pintura como una masa informe de colores que se ordenan como en una plataforma cerámica con su brillo, con su textura y su relieve; la pintura como torbellino de incitaciones. La pintura como terapia y como acción vital. Sus cuadros evocan un vendaval, los relámpagos de una noche de galerna o la naturaleza bamboleante de un otoño; sugieren mapas, ríos, pesadillas o sencillamente una estructura musical, inasequible a la soledad y al silencio más tenebroso.
José Ortiz cita otros nombres: no de escritor exactamente sino de pintor. Pintor con personalidad cromática. Pintor de estructuras. Pintor de sinfonías. Pintor de hemisferios oníricos. El nombre que acude a su boca no es otro que el alemán de origen suizo Paul Klee. Recuerda su modo de trabajar, sus cuadros evanescentes como alegorías del sol, su pasión por el color. Klee dijo en una ocasión: “El color me posee, no tengo necesidad de perseguirlo, sé que me posee para siempre... El color y yo somos una sola cosa. Yo soy pintor”. José es pintor de color, de sustancia, de vuelo. Para José Ortiz el color también es una posesión. Podría hablar de Paul Cézanne, de Piet Mondrian, de Vassily Kandinsky, de Joan Miró, de Andrés Galdeano (“esencial en mi carrera, me enseñó muchas cosas, fue un amigo y un maestro”, dice José) o de Kazimir Malevich: son, con el citado Klee, artistas que han ejercido un magisterio en su trayectoria.
Divinas comedias es una muestra y una marea de dípticos y de trípticos, como ‘Sinfonía inacabada’. Una forma de entender el mundo y la creación. Un amasijo de suavidades airadas, un tumulto de delirios. El pulso de una vocación. Un diálogo con la forma sin forma: los trazos de una canción interior que nacen de un flujo incontenible de visiones y arabescos. La melodía de una emoción sostenida durante meses, durante años, una militancia en la luz. El artista se funde con el azar y con el capricho de la inspiración. José Ortiz posee un exquisito gusto para titular sus cuadros: ‘Soledades’ alude a Antonio Machado; ‘Salomé’ a La Biblia y a Gustave Flaubert; ‘El hombre de la triste figura’, a Cervantes; ‘Tercio de varas’ y ‘Matador’ hacen pensar en su pasión por los toros; ‘Metamorfosis del objeto’ podría ser un diálogo con Pablo Serrano; ‘La novia del viento’ sería su homenaje personal a Zaragoza, porque así la bautizó Eugenio d’Ors. ‘El eco de la lluvia’ o ‘El despertar del alba’ revelan esa afición del pintor a cultivar la sugerencia y la poesía.
Regresamos un instante a su casa-palacio de Longares: es un espacio ideal, inmenso, un regalo de los dioses y un laberinto inagotable de las cosas del tiempo. Allí tiene un sinfín de rincones y estancias tocados por la memoria del arte. Allí se refugia, con las voces y los ecos, con las copias de Ramón Casas o de Velázquez, y de cuando en cuando sube a su galería en busca de las diversas claridades del día. Allí se enfrenta a la piedra, a la colmena de tejados, al vaivén de las callejas, a la torre de la iglesia y a los senderos, apenas entrevistos, que se pierden entre la bruma. En cierto modo, allí, dueño del mundo y sus secretos, se enriquece de cromatismo, de sentimientos, del puro placer de mirar y mirar sin ser visto.
Divinas comedias nace de una obsesión, de una búsqueda, y se conforma como un relato íntimo, de amor y creación, que se cuenta en colores, en emoción y en los gestos palpitantes de la entrega. La vida es generosa con José y José le devuelve un mundo pictórico vigoroso y muy elaborado que no deja de crecer y expandirse como los ríos arteriales que empapan la tierra en su camino hacia el mar.
'EL DIBUJANTE DE RELATOS': PREGUNTA

[El próximo día doce, jueves, en el Colegio Joaquín Costa, Paseo María Agustín, se presenta el libro ’El dibujante de relatos’ (Pregunta), que lleva una treintena de textos míos y 36 ilustraciones, a toda página, de Juan Tudela. El libro nació de las ilustraciones de Juan, diseñador, publicista y pintor, ganador varias veces del concurso del cartel de las fiestas del Pilar de Zaragoza. Poco a poco fuimos dando cuerpo a un libro que es un homenaje a Zaragoza, a la fabulación y al arte de contar y de ilustrar, un libro que nació en la cabeza, en las manos y en la memoria de Juan Tudela, antes que nada. Coloco aquí una ilustración de Juan Tudela y un cuento. De amor, de poesía, de librerías. De despedidas. El libro, de unas 160 páginas, lleva un prólogo de José Luis Cano. La primera presentación será el domingo ocho en la Feria del Libro Aragonés de Monzón.]
CASI UN CUENTO DE AMOR
La vio allí, en la librería, tan hermosa como siempre, tan frágil, como ensimismada. La vio como la había visto tantas veces, en la cocina, en el coche cuando viajaban, leyendo poesía o sonriendo con unos ojos desmesuradamente alegres y pícaros después del amor. La vio sigilosa, como si tuviera el corazón en otra parte. El corazón y el pensamiento. Le dolía mirarla. Le dolía recordar los días inolvidables que habían pasado juntos y las sucesivas y lentas formas del adiós. Tras la ruptura, él no hacía más que preguntarse qué era el amor, por qué sobreviene la catástrofe, por qué alguien a quien deseas con locura, con toda la sed de la noche sin fondo, deja de quererte de golpe, tres horas, veintisiete minutos y algunos segundos después del último beso. No podía soportar ni un segundo más su presencia: su olor le llegaba como una ráfaga de aliento o de asfixia, como una invasión de olor a membrillo. Pensó: “La belleza a veces se vuelve insoportable. Uno nunca está preparado para el dolor de la despedida”. Al irse, pasó ante ella con la mansedumbre animal del vencido.
'SEDA': EL LIBRO OBJETO PERFECTO

Edelvives acaba de crear una nueva colección. Se abre con ‘Seda’ de Alessandro Baricco, y lleva ilustraciones de la artista francesa Rebecca Dautremer (www.rebeccadautremer.com). Al autor le habían pedido ilustrar el libro en varias ocasiones y no cedió los derechos hasta que apareció esta talentosa mujer francesa, autora de numerosos proyectos sobre hadas, princesas o ‘Alicia en el país de las maravillas’, entre otros muchos. La edición de Edelvives es un libro formidable, increíble, que prueba la variedad de registros de esta mujer: dibujos, pintura, arte de la sugerencia, capacidad de evocación, sutileza..., y que ensalza algo muy especial: los poderes del papel en textura, calidez, posibilidades infinitas, plasticidad, hermosura. El libro objeto en su estado más perfecto.
El texto de Baricco es lacónico y sutil, está organizado en torno a capítulos cortos, pero así, en este conjunto, es un libro más frondoso e intenso, de una belleza inefable. He aquí algunas ilustraciones del libro del sello zaragozano Edelvives... ‘Seda’ está ambientada en el siglo XIX y narra la historia de un francés llamado Hervé Joncour, que viaja repetidamente a Japón, para adquirir huevos de gusanos de seda con el fin de surtir a la industria de Lavilledieu, su pueblo, de ese tejido. Algo especial ocurre en la localidad, donde hay varios tejedores y un hombre, tan fascinante como enigmático, empeñado en desarrollar el mundo de la seda. Hervé Joncour está casado con Elena. ‘Seda’ es un libro de viajes, es una historia de amor y de melancolía, y es el relato de tres mujeres.
Durante uno de sus viajes a España, Rebecca Dautremer le dijo al diario ABC: «Cuando era más joven trabajé como ayudante de un fotógrafo, y aquello siempre ha marcado mi trabajo. Siento que soy como un fotógrafo sin cámara pendiente de los detalles y de cuestiones como la profundidad de campo, la luz, el color y la composición por encima incluso del dibujo». También se siente influenciada por el cine (el trabajo de ‘Seda’ es como mínimo cinematográfico, de gran calidad, cautivador) y la pintura antigua, como los cuadros del pintor flamenco Vermeer.
FERNANDO AÍNSA: PREMIO 'IMÁN'

[El pasado viernes, en Cajalón, Fernando Aínsa recibía el premio Imán de la Asociación Aragonesa de Escritores, a la que pertenece desde hace años. Aínsa, que ha recorrido medio mundo, ha vivido en Montevideo y en París, muy especialmente, leyó este texto. Había estado ingresado meses atrás. Y poco a poco se recupera.]
Palabras pronunciadas por Fernando Aínsa
al recibir el Premio Imán
Zaragoza, 29 noviembre 2013
Por Fernando AÍNSA
Lo primero que debo decir al recibir este Premio que me honra en varios sentidos es agradecer a los miembros de la Asociación Aragonesa de Escritores que han votado en voto secreto y democrático esta distinción para la cual habría tantos y buenos candidatos. Una Asociación donde he forjado fieles amigos y donde he encontrado una atmósfera de camaradería y cooperación como pocas veces he experimentado. Una Asociación que es para mí parte de una gran familia en la que me encuentro cómodo trabajando y contribuyendo en algunas de sus actividades, especialmente en la revista IMÁN que habéis tenido la confianza de encomendarme y donde formamos un buen equipo los miembros de la redacción: Miguel Angel Yusta, Emilio Quintanilla, Luisa Miñana, Javier Barreiro y al que se incorporará Mónica Goremberg a partir del próximo número.
Y en segundo lugar, debo agradecer que este premio se llame IMÁN en recuerdo de un escritor, Ramón J.Sender que fuera autor leído en mi juventud en Montevideo donde circulaban las ediciones de Proyección, una editorial argentina fundada por anarquistas españoles en el exilio. Un Ramón Sender al que he dedicado varios trabajos publicados en El Heraldo de Aragón y en Imán, cuando la dirigía nuestro recordado Ricardo Vázquez Prada. Un Sender a cuya Crónica del alba vale la pena regresar como fuente inagotable de reflexión sobre uno de los períodos más duros y sangrientos de la historia de España.
Quisiera añadir además algo que considero muy importante. Por segunda vez en mi vida, hecha de mudanzas, viajes, forzado cosmopolitismo, errancias, desarraigo, hoy no me siento un extranjero, sino un aragonés que —como el Candido de Voltaire—vuelve al final de su vida a “cultivar su jardín” tras haber recorrido el mundo, un libro —el Cándido— que me acompaña, desde hace muchos años, como ejemplo de mi propia existencia. A “cultivar mi jardín” —entre Zaragoza y Oliete— he regresado en “esta hora de plegar”, como dicen en Teruel los campesinos al atardecer, tras una jornada dura de trabajo.
Vale la pena que recuerde someramente algunas de las etapas de esta “extranjería” sobre la que he reflexionado en muchos de los texto que he escrito y sobre la cual he pretendido construir una “poética”.
Desde el día en que nací fui un extranjero en mi propia tierra. Hijo de padre aragonés y madre francesa, al nacer en plena Guerra Civil española en Palma de Mallorca, era un “forastero” entre mis compatriotas mallorquines, calificativo —forastero— que solo oiría luego en las películas del Oeste y sus héroes mitificados, imponiéndose con aplomo y pistola en mano en pueblos donde no impera la ley.
Forastero sometido a una cerrada insularidad, al franquismo opresor y al catolicismo ultramontano aliados en esa hidra que asfixiaba toda diferencia, crecí en un hogar heterodoxo construido sobre lecturas de libros prohibidos por el régimen, con mirillas abiertas al pasado reciente que oficialmente se ocultaba y a las tierras de mi madre más allá de los Pirineos. No fue fácil, lo repito, al recordar con mal sabor como en la escuela era el “forasté da merda” a quién mandaban “hacer puñetas” por cualquier fútil pretexto, condición que me valió encerronas y agresiones. Mis únicos amigos en aquel universo hostil fueron “peninsulares” de origen como yo mismo: un bilbaíno, un castellano y, como no podía ser menos, un chueta, judío mallorquin, también extranjero en su propia tierra.
Extranjero en la ciudad en que había nacido, aprendí desde pequeño a mirar el mundo desde los márgenes, esa “mirada oblicua” y “descolocada” que me apasionaría luego en literatura: de Kafka a Onetti, de Dostoievski a Beckett y Cortázar, el ángulo del absurdo y la parodia, ese “extranjero” paradigmático de la obra homónima de Camus.
En plena represión franquista, la emigración se impuso y el apacible Uruguay de un diciembre de 1951, esa “Suiza de América” como se lo había engañosamente bautizado, nos acogió en forma tan generosa que me olvidé de inmediato de mi infancia insular mallorquina a la que desterré a los sótanos de la memoria. En Malvín, el que sería mi barrio montevideano para siempre, me integré a una “barra” e hice rápidamente esos amigos que son para toda la vida.
Pese a que sentía que no me correspondían las generales de la ley por haberme transformado en uruguayo, en aquel mundo de exiliados y emigrados españoles, la única España válida y legítima era la “España Peregrina”, la del exilio, la de los transterrados —ese feliz neologismo acuñado por José Gaos— la de los empatriados en ese país generoso que nos había acogido sin ambivalencias, donde tantas facilidades tenían los españoles. “Uno es del país donde ha estudiado el bachillerato” decía Max Aub y yo lo estudié en Montevideo.
Mi integración en Uruguay fue total y apasionada y me volqué al periodismo, al aprendizaje, práctica y crítica de la literatura uruguaya, vocación inicial de inserción que se ha mantenido en el tiempo, más allá de avatares personales. Resultado de ello han sido seis libros que se han ido escalonando a lo largo de cuarenta años, escritos entre Uruguay, Francia y Aragón, en todo caso en contacto permanente con escritores y amigos, muchos de los cuales se han adherido desde Montevideo a esta celebración de hoy.
Las ilusiones poco durarían. A partir de fines de la década de los sesenta, los “niños de la guerra” española empezamos a vivir en carne propia el destino de nuestros padres. Una historia cíclica parecía repetirse ineluctablemente. El fascismo derrotado en Europa resurgía en América, a veces disfrazado con falsas notas populistas.
Descubriría, no sin cierta resignación, que un destino no se cambia tan fácilmente como podemos quererlo. Si había nacido extranjero y creía haber dejado de serlo, al volverse el aire irrespirable en el inefable “como el Uruguay no hay”, otra emigración, la segunda, se impuso.
“Partir, “repartir”. Parto mi corazón en pedazos y lo reparto”, escribiría años después en mi libro Travesías y así me fui de Montevideo en 1973: con el corazón partido, pero repartido. Un escritor amigo me despidió cariñosamente en un periódico montevideano que título “Adiós al gallego de Malvín”. En ese adiós con el apelativo de “gallego”, gentilicio que se usa para todo español emigrado al Río de la Plata, se recordaba mi nacimiento y con Malvín, mi entrañable enraizamiento. Entre dos mundos estaba, tenaz y nuevamente situado.
Un nuevo trasterramiento me llevó a Francia donde recuperé la lengua de mi madre, aunque condenado a hablarla “con acento extranjero”, el que sería título de una novela que publiqué pocos años después en la editorial Nordan que un grupo de exiliados uruguayos —Comunidad del Sur— había fundado en Estocolmo y que años después, reescrita, se ha publicado en Mira Editores con el título Los que han vuelto.
El 14 de junio de 1974 conocí en París a Mónica, la que sería desde entonces mi compañera y primera y rigurosa lectora de todo lo que he escrito desde entonces, incluidas estas palabras. En todo caso, el exilio volvió a ser el tema cotidiano en la diáspora no sólo uruguaya, sino chilena y de la Argentina a partir de 1976. En muchos casos, eran los hijos de los exiliados españoles los que emprendían la ruta del retorno a los orígenes, la difícil recuperación de las “raíces rotas” de que había hablado Arturo Barea al intentar su imposible reinserción en España. El círculo se cerraba, paradójicamente, en el punto de partida.
Tal fue mi experiencia entre 1973 y fines de 1999, trabajando en la UNESCO y afianzando una vocación internacional que inevitable y felizmente abrió mi espíritu a otras culturas.
Habiendo llegado a la misma conclusión, extranjero aquí y allá, decidí en esos años que mi literatura no podía sino reflejar esta condición. De aquí y de allá, un conjunto de textos breves que había ido publicando en México, Portugal, Las Palmas y Aix–en–Provence, y luego Travesías condensaría los trozos recuperados de un itinerario vital hecho de un viajar asumido como destino.
Decidimos con Mónica a fines de 1999 un regreso a la patria de nuestra lengua —el español o castellano, para ser políticamente correcto— única patria en la que me reconozco.
Al llegar a Zaragoza el 2 de enero del año 2000, conocía a pocas personas: a Rosa Pellicer y a Leonardo Romero Tobar de la Universidad de Zaragoza; a Paco Uriz al que había encontrado en el exótico escenario de Macao; a mis vecinos, familiares y amigos de Oliete, donde habíamos levantado una casa sobre las ruinas de una masía de mi familia paterna y donde veraneábamos desde 1976 y veníamos muchos inviernos a plantar los árboles que ahora pueblan esa tierra con la que me siento tan consustanciado.
Sin embargo, integrarme a la vida cultural de Zaragoza fue más fácil de lo que había imaginado. Manuel Vilas, al que conocí el día en que presentó Travesías en la FNAC; a Luisa Miñana a la que también conocí el día en que presentó Aprendizajes tardíos en El Corte Inglés; a Rosa Pellicer que me facilitó publicar en las Prensas Universitarias de Zaragoza mi libro Del espacio vivido al espacio del texto y a su director de entonces, Antonio Pérez Lasheras; el círculo de profesores de literatura española e hispanoamericana, Daniel Mesa y Enrique Serrano; Juan Domínguez La Sierra que me abrió las páginas de El Heraldo, me hicieron sentir rápidamente que mis orígenes paternos aragoneses habían encontrado finalmente un espacio hecho de convivialidad donde enraizarse definitivamente. Aquí he escrito y desde aquí he publicado más de la mitad de mis obras. Entre Zaragoza y Oliete he descubierto una tardía vocación de poeta y ya van cuatro libros editados desde 2007, el último gracias a la hospitalidad de Trinidad Ruíz en Olifante.
Llegó luego el ingreso a la Asociación Aragonesa de Escritores y la amistosa generosidad con que fui recibido. La propuesta de integrar el comité de redacción de IMAN en el Congreso de Calayatud, la de formar parte de la junta directiva en el congreso de Fraga y las etapas sucesivas de una “militancia” —esa palabra caída en desuso— de la que la jornada de hoy, recibir el premio Imán, espero que sea solo un jalón de un largo camino todavía por recorrer.
En esta jornada, en la que la alegría me embarga, solo puedo deciros: muchas gracias, queridos colegas, por vuestra confianza y amistad.
MARÍA ZAMBRANO Y GREGORIO DEL CAMPO: SUS CARTAS, SU HIJO, SU AMOR

Recuperan las cartas a Gregorio del Campo,
el amor aragonés de María Zambrano
Linteo publica el epistolario desconocido del militar de Ambel y la pensadora, que fueron novios siete años y tuvieron un hijo
Antón CASTRO / Zaragoza
María Zambrano (Vélez-Málga, 1904-Madrid, 1991) tuvo un amor aragonés, el ingeniero y militar Gregorio del Campo Manzano, nacido en Ambel (Zaragoza), y mantuvieron su relación entre 1921 y 1928. Se conocieron en Segovia y ella le escribió más de ochenta cartas que exploran los vaivenes del amor y del desamor, de los sueños y de la ausencia, de la espera y del deseo. La poeta y especialista en la pensadora malagueña Marifé Santiago acaba de publicar en Linteo ‘Cartas inéditas (a Gregorio del Campo)’, un epistolario que conservó la madre del joven alférez zaragozano, Fernanda, que luego cedió a su hija Visitación, y de ella pasó sus hijas Teresa y Gloria, que son quienes se las han mostrado y han permitido su publicación. Durante todos estos años nada se supo de esta correspondencia; cuenta la editora en que varias ocasiones, tras el regreso de María Zambrano a España, intentaron citarse con ella sin éxito.
Marifé Santiago dice que siempre se consideró a Miguel Picazo, primo de la pensadora, su gran amor: empezaron a quererse hacia 1917, cuando María Zambrano tenía trece años, luego la relación fue consentida por el padre de María, don Blas, gran amigo de Antonio Machado, y el joven desapareció de su vida en 1921 porque se marchó a Japón. Casi a la vez entró en escena el alférez Gregorio del Campo, con quien debía verse en Segovia y en Madrid. No deja de resultar extraño que María Zambrano no hablase de su enamorado aragonés (que combatió en África) porque las cartas prueban la intensidad de la pasión y documentan el crecimiento intelectual de la futura autora de ‘Claros del bosque’: le habla de teatro, de su pasión por el conocimiento y las ideas (a veces alude a que puede parecer o resultar fría), de la condición femenina, cita a Ortega & Gasset, y se percibe un diálogo entre dos personas que maduran, que se pelean, que sueñan juntos.
En la primera carta, ya se percibe que hay una relación más o menos consolidada: “Con decir que nos queremos y darnos besicos todo lo arreglamos. Pero hay algo superior a eso y q. une infinitamente más. Bueno, majico, esta tarde no vengas hasta las cinco y media o así, ¿sabes?, pues estaremos solicas mi hermana y yo”. Su hermana se llamaba Araceli, falleció en 1972 y, tras la estancia en Italia de ambas en los años 50, donde coincidirían con el cineasta zaragozano Alfredo Castellón Molina, Araceli inspiraría la novela homónima de Elsa Morante.
María Zambrano utiliza siempre los diminutos en ico, tan aragonés: le llamará a su amor “nenico”, “espantajico mío”, “mira guapico, estoy muy tontica”, “feíco” o “querido morronguico”. Y ese silencio en torno a Gregorio del Campo resulta más inquietante todavía cuando en una de las cartas leemos que María Zambrano y él han sido padres. Ella le escribe y le pregunta: “Dime, ¿será posible mi nenico, que estemos juntos alguna vez, como maridico y mujercita, con nuestro nene chiquitín”. Sin embargo, en la carta XVII, María Zambrano le escribe a su hijo que acaba de morir: “Nene, ¿por qué te has ido sin despedirte de tu madre, por qué te has ido sin que tu padre te dé un beso?”. Se mezcla la ternura, con las suspicacias y los reproches: “Veo que tienes muy arraigada la idea de que mis padres piensan mal de ti, diríase que tu conciencia te dice que así debe ser...” O: “Hablas con una indiferencia, con una falta de pasión, de interés por nuestros asuntos que me deja fría. Parece que se trata de la novia de un amigo y no de la tuya. Ves las cosas y las comentas, con una falta de emoción, verdaderamente aterradora. Esto también dice mucho”. En las cartas también hay meditación, intuición poética y el consabido balanceo del me quiere-no quiere de los amantes.
María Zambrano se trasladó a Madrid. Miguel regresó y ella no tardaría en recuperar la relación. Hacia 1928 puso fin a sus amores con Gregorio, y en 1936 se casaría con Alfonso Rodríguez Aldave, un compañero de las Misiones Pedagógicas. Sería una unión demasiado breve. En 1934, Gregorio del Campo residía en Mahón, casado y con una hija de catorce meses. El 19 de julio de 1936, fue detenido por un comando nacional en el Cuartel Palafox de Zaragoza, lo trasladaron al Frente de San Cristóbal, en Pamplona y allí, tras la aplicación de la Ley de Fugas, lo ejecutaron el 3 de septiembre. Tres meses después otra de sus hermanas fue fusilada en Torrero. Sus padres vivieron algunos años en Ambel, con un poderoso secreto: las cartas de amor que le había escrito a su hijo una mujer que recibiría en 1988 el Premio Cervantes.
DESPIECE
FRAGMENTOS
“Te quiero tigre que no gato mimoso”
Ausencia. “Si te tuviera a mi lado con qué fe te abrazaría y con qué pureza! Te abrazaría solo con el alma. ¡Qué hermoso es, queridísimo mío, sentirse el cuerpo transparente y sin peso, sin personalidad propia, sólo sostén del alma, su expresión material”. (Pg. 64).
Loco amor. “Ya los sabes, queridico: yo te quiero siempre, a todas horas, esté como esté mal o bien o más espiritual o más material, siempre. Un besico en la frente de tu... María” (Pg. 68).
Sueño. “Yo te quiero así; te quiero y te admiro así; duro y seco, más te quiero tigre que no gato mimoso; no sabes lo que mi alma siente por ti, eres lo más puro y salvaje que yo he visto y así es vidita mía como yo te quiero. Tu rudeza para mí es la mejor virtud...” (Pg. 115)
El obsequio. “Mira se me ha ocurrido mandarte un poquito de pelo, que ahora me voy a cortar, porque es lo único ‘mío’ que puedo mandarte (...) Adiós riquín, vidita mía. No sigo porque cada vez me estoy poniendo más loquita y voy a perder hasta la noción del sitio donde me encuentro”. (Pp. 155 y 156).
DIÁLOGO CON PÉREZ ZÚÑIGA

LITERATURA. Ernesto Pérez Zúñiga. El escritor madrileño ganó el Premio Torrente Ballester con ‘La fuga del maestro Tartini’ (Alianza), una novela de espadas, amor, demonios y música.
“La belleza es lo único capaz de anular el tiempo”
“Al escribir de Tartini, viví dos vidas y dos siglos”
Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) es poeta y narrador. Trabaja en el Instituto Cervantes en Madrid. Un día, mientras estudiaba las relaciones entre música y literatura fantástica, oyó la ‘Sonata del diablo’ de Giusseppe Tartini (1692-1770). Allí empezó una búsqueda que le ha llevado a la redacción de ‘La fuga del maestro Tartini’ (Alianza Editorial), que mereció el Premio Torrente Ballester de 2012. Pérez Zúñiga presentó su novela en Cálamo.
-¿Qué es lo que te llevó a Giuseppe Tartini?
Primero fue Madam Blavastky, hace 15 años, a través de un relato llamado El alma de un violín, donde recoge algunas historias que inspiraron parte de esta novela. Por otro lado, siempre me ha interesado el mito de Fausto, quizá uno de mis arquetipos favoritos: la necesidad de conocerlo y vivirlo todo. Hace ocho años estaba recogiendo en un ensayito las relaciones entre música y literatura fantástica y entonces escuché la Sonata del diablo de Tartini. Me impresionó, se me quedó dentro. Quise escuchar el resto de su música, las pocas grabaciones que existían entonces. Su música me llevó a perseguir a un músico con una biografía casi secreta, que había sido maestro con la espada antes de serlo con el violón, con parecida destreza en la misma muñeca: la muerte se convertía en creación, en belleza. Esa fue la clave.
-¿Cómo definirías su música, sus constantes, su estética?
Mi Tartini es una invención basada en una existencia. La música del verdadero Tartini es prerromántica, apasionada, capaz de trasladar cualquier emoción, intimista, pero sublime. Trata de encontrar en ella los secretos de la naturaleza y de los afectos humanos. La de mi personaje, además, trata de enlazarse con el sentido de la vida y de la existencia. Que el mundo, el visible y el invisible, suene a través de sus cuerdas. Aquí está también su lado fáustico: la ambición por componer la música más bella posible, superando todos los artificios, buscando el corazón de la autenticidad; y a la vez la certeza final de saber que lo más lejano estaba en lo más cercano.
-Creo que ha sido un proceso de documentación tan prolijo como fascinante, con muchos viajes a Italia y a librerías de viejo. ¿Qué encontraste de este personaje tan enigmático?
Lo mejor de los viajes, y de todas las búsquedas fue ir convirtiéndome en él. Había tan pocas publicaciones y documentos, y yo preguntaba tanto a tanta gente y en tantos sitios, que acababa pr sentirme una especie de delegado suyo, un alias, un doble, un encarnado... El proceso de identificación se iba intensificando, hasta el punto de me sentía él, ya aprendida su música de memoria, pisando los mismos trayectos que él recorría. Al final descubrí una serie de hitos fascinantes: fugas, provocaciones, encierros en conventos, búsquedas, renuncias, amigos, amores, músicos, admiradores, bastardos, etc. Todo ello está en esta novela, como los picos que vemos en las montañas. Lo demás, la montaña completa, es invención. Otra cosa importante: del pasado solo me interesaba lo que sigue vivo en nuestro presente.
-La novela tiene muchos poros o registros. Por ejemplo, el autor emprende un viaje, mental, a su infancia. ¿Qué buscabas ahí, qué elementos le marcarán decisivamente?
Tartini fue un músico tardío para cualquier época. Empezó a tocar con veinte años y se acabó convirtiendo en el llamado Maestro de las Naciones. En su infancia, tenía que estar una clave oculta: su atención por todos los sonidos. También el primer presentimiento de la figura sombría, ante la escultura de San Jorge y el Dragón. Y el origen de la rebeldía que le llevaría a enfrentarse o rechazar, a lo largo de su vida, las convenciones de su época, empezando por las que le marcaba su familia: aquí el aprendizaje de la esgrima es fundamental como vía de escape. Y los movimientos que aprende, adecuados a la personalidad de cada enemigo, luego los aplicará en la expresión de los afectos a través del violín.
-Luego está la pasión por la música. ¿Cómo se le reveló, por decirlo así, y con qué fuerza, con qué embrujo?
La música para él fue el descubrimiento de su verdadera identidad, una vez que huye de todo lo que le ata. Fue el primer desenmascaramiento de su yo falso, al que le irán sucediendo otros. Fu el primer encuentro con la parte sagrada e inconsciente de sí mismo, que de alguna manera le estaba esperando desde el pasado y que fluiría hasta este futuro. La música le dio la posibilidad de comunicarse con verdad y belleza consigo mismo y con el resto del mundo. Igual que el virtuosismo le llevó a los mejores auditorios de su época, su extremada sensibilidad y anhelo le sirvieron de vehículo espiritual para conectar con algo que nos une a todos.
-El libro tiene otro registro fascinante: el componente fáustico, ella, Elisabetta y el diablo. ¿Qué hay ahí de realidad y de invención, y cómo te has planteado la historia de amor?
Elisabetta, la esposa de Tartini, existió. Casarse con ella en secreto y ser perseguido por ello, fue el desencadenante de que aquel fugitivo se convirtiera en músico. Se reencontraba con ella, y la volvía a abandonar. En la novela he buceado en esa relación, en los sentimientos de ella, una mujer humilde que se ve envuelta en situaciones terribles muy difíciles de controlar: el sueño del amor, de una posición, del abandono: una mujer bella y deseada por otros. Amor, poder, obligación, convivencia forzada, libertad, reconciliación, entrega. Tartini tarta de disculparse con ella una vez que ella ha muerto, pero hay cosas que no le perdona. El diablo tampoco. Para el diablo sui generis de la novela, Elisabetta es una debilidad de Tartini, que solo le estorba. Por eso, él le facilita encuentros con otras mujeres. Por cierto, Catina, la posadera con la que tiene un hijo bastardo, también es real.
-¿Qué le debe esta novela a Marlowe, a Goethe y a Thomas Mann, por ejemplo?
Mucho. Incluye a los principales Faustos literarios, todos los que nombras, versiones medievales, también el maestro de Bulgakov. Están integrados, y hay guiños a la mayoría de ellos. Creo que la principal diferencia es que el diablo de Tartini es un demonio interior, no externo y menos evidente. Y, sin embargo, es una voz propia, que complementa la de Tartini y nos cuenta lo que él no puede conocer. Además, no le interesa conseguir su alma en el sentido tradicional: sino que Tartini se encuentre con su alma, con el alma de músico. Lo que le revienta es todo lo que le aleja de su autenticidad. Porque está enamorado de la belleza de su música, previamente. Aquí hay un juego temporal importante, porque es una voz que viaja en el tiempo, tratando de anular las diferencias entre pasado y futuro: la belleza es lo único capaz de anular el tiempo, y también de fundir el bien y el mal.
-¿Qué supone el violín en su vida y en su música? ¿Por qué, por decirlo así, lo conduce hacia un laberinto de sombra?
El violín es el camino hacia la autenticidad de su arte, pero a veces las decisiones que toma en su vida no le acompañan. Cada vez que se deja llevar por otras razones (personas, pasiones, debilidades), el violín le conduce hacia la sombra, hacia la enfermedad, hacia la locura. Y el violín es un instrumento de una expresividad tal que es capaz de comunicar todo lo que se puede conseguir con la música: además, las cuerdas del violín están hechas por un material especial, que reúne lo mejor y lo peor: amor y materia finita. La búsqueda conduce al laberinto, y el laberinto al sentido.
-¿Qué te aportaron sus memorias?
Escribirlas en primera persona me permitió vivir su pasado y mi presente. Yo me había convertido en Tartini y al escribir sus memorias él se convirtió en mí. Le di mi manera de ser y él a mí la suya (la que yo encontraba en su música): preocupaciones, euforias, enfermedades, felicidad, amistad. Escribiendo esta novela, he vivido dos vidas, y dos siglos.
-En tu cabecita loca e inspirada, ¿cómo te has planteado la fusión de literatura y música? ¿En qué medida la literatura es música y viceversa?
Literatura y música están totalmente fundidas: en la estructura de fuga de la novela, construida con dos voces que juegan entre sí. Luego en la música de cada voz: una suena a sonata, clásica; y la otra, más vaguardista, suena más a jazz. Por otro lado, la búsqueda estética de Tartini en la música refleja la mía con la literatura y con la poesía: atrapar y expresar lo esquivo, lo no evidente, lo más auténtico y (esto no lo sabía al comenzar a escribir la novela) lo que a todos nos conecta.
-¿Qué ha supuesto para ti enfrentarte a una época como esta, a una novela que tiene lo suyo de aventura de capa y espada, y a un personaje escurridizo como Tartini?
Escribir esta novela me ha transformado, he jugado con muchos fantasmas, he encontrado sentidos que desconocía, se han abierto nuevas preguntas. El XVIII es un siglo muy parecido al nuestro, donde desaparecen las viejas certezas y existe una búsqueda de nuevas: lo viejo se está derrumbando mientras todavía no ha nacido del todo lo nuevo. Tartini lucha en ese cambio, como hacemos nosotros ahora. Porque esta novela sostiene que el pasado no existe si no nos incumbe, y que el futuro es la armonía o el caos que construimos entre todos.
*La foto es de José Miguel Marco.
MARÍA ZAMBRANO Y GREGORIO DEL CAMPO: AMOR Y MUERTE
LITERATURA. Gregorio del Campo (Ambel, 1901-Pamplona, 1936) fue el amor silenciado de la pensadora. Fueron amantes durante ocho años, tuvieron un hijo, y él, leal a la causa republicana, fue fusilado. Su sobrina Maite Villa del Campo reconstruye la dramática historia familiar
Zambrano y su novio de Ambel
Gregorio del Campo Mendoza (Ambel, Zaragoza, 1901- Pamplona, 1936) ha sido el amor secreto de María Zambrano (1904-1991), la mujer que aunó poesía y filosofía y que se hizo acreedora al Premio Cervantes de 1988. Gracias a su familia, con Maite Villa del Campo a la cabeza y su hermana Gloria, la poeta Marifé Santiago Bolaños prologó y editó una auténtica primicia: 'Cartas inéditas (a Gregorio del Campo )' de María Zambrano , que publicó hace pocas semanas el sello orensano Linteo.
María y Gregorio se conocieron en Segovia y fueron novios desde 1920 hasta 1928. Ella jamás había hablado de esta relación que le marcó con intensidad: en esa correspondencia narra el torbellino de la pasión, el amor y las discusiones, los sueños y los desengaños, con otra novedad inesperada: María y Gregorio del Campo fueron padres de un niño que se murió a las pocas semanas.
El hijo del fundidor de campanas
Pero, ¿quién fue Gregorio del Campo , en realidad? Para contestar esta pregunta es decisiva la colaboración de Maite Villa del Campo , sobrina del ingeniero y militar que ingresó muy joven en la Academia de Artillería, que vive entre Galicia y Ambel. Esta fascinante historia empieza con nombres propios: Pablo del Campo , que era fundidor de campanas de origen cántabro, «un gran artesano que consiguió contratos en distintos lugares de Aragón, en Soria, en Cataluña». El otro nombre decisivo es Fernanda Mendoza, hija de agricultores de Ambel.
Pablo y Fernanda se conocieron probablemente en Magallón y se casaron en 1898 en Ambel, de donde era ella. En 1901 nació su primer hijo, Gregorio ; la leyenda familiar constata que empezó a andar durante unos trabajos en el monasterio de Montserrat. Pablo y Fernanda tendrían cinco hijos: el primogénito; Gloria, que «se implicó en la lucha política, fue detenida en 1934, durante la Revolución de Octubre, y sería fusilada en Torrero, a comienzos de la Guerra Civil»; José, que fue leal a la II República y que «murió en Guernica en ominosas circunstancias en abril de 1939»; Visitación, la madre de Maite y Gloria, y Mario, que pudo salir de España con los soldados republicanos y vivió en Toulouse.
Gregorio destacó muy pronto en el colegio. Era un zagal activo e inteligente, al que le apasionaba la naturaleza y la lectura; tenía vocación literaria y hacía dibujos de muebles y de caras. Era tan brillante en clase que el profesor llamó a su padre y le dijo que lo sacase de allí, que con él ya no podía aprender más. «Resulta extraño o chocante que lo mandase a la Academia General Militar. Pero así fue. Mi madre, Visitación, siempre me decía: 'Para mí era un auténtico ídolo. Creo que hasta lo idealizaba un poco'. Era elegante, poseía buen corazón y siempre estaba dispuesto a dar un consejo. Una familia como la nuestra no pasaba inadvertida en un mundo de nobleza y terratenientes. Mi abuelo decía que había ganado más dinero que un torero. Jamás reveló el secreto de su ciencia».
Gregorio se marchó primero a Zaragoza. Luego lo hizo Gloria, que quiso estudiar magisterio y se matriculó en la Academia Künhel, para cursar mecanografía; José quiso estudiar algo pero se vinculó a la tierra y se quedó con su padre. Mario optó a varias oposiciones. Hubo un momento en que los hermanos mayores vivían todos en Zaragoza con su madre; a lo largo de los años residirían en Madre Sacramento, en General Mayandía y en la calle Campoamor.
Al poco tiempo de estar en Zaragoza, hacia 1918 o 1919, Gregorio del Campo Mendoza se trasladó a la Academia de Artillería de Segovia. ¿Cómo conoció a María ? Maite no lo sabe con certeza, pero se atreve a lanzar una hipótesis. «Eran los tiempos en que Antonio Machado daba clases en Segovia y Blas Zambrano , padre de María y de Araceli, organizaba tertulias y era un gran pedagogo. Sospecho que Gregorio debió ir a ellas y que se conocieron así».
El militar y la joven pensadora, de apenas dieciesete años, se enamoran. Se desean. Se echan de menos. Se reprochan instantes de frialdad y de ausencia, y a través de la correspondencia vemos cómo maduran ambos. Vemos cómo crece como intelectual y como mujer María Zambrano . «Es una lástima que no tengamos las cartas de mi tío. En una carta a su madre, muchos años después, desde San Sebastián, le dice que 'mi alma no entiende de egoísmos'. Él se va la guerra de África, se escriben, vuelve, tienen un hijo, le buscan una nodriza y lo registran con su nombre y apellidos».
El grado de intimidad entre los dos jóvenes era inequívoco, hasta el punto de que María le escribía a su futura suegra e incluso lo hizo alguna vez su hermana Araceli. Dice Maite Villa del Campo : «Mi madre siempre me dijo que mi abuela le mandó un jamón en una ocasión y otra vez, como cosía y bordaba muy bien, le hizo una prenda para dormir, un 'buenas noches' que guardó muchos años en una bolsita». Maite recuerda que en Ambel había un vecino que conoció a María Zambrano por aquellos días y que solía decir: «Yo conocí a la Zambrano . ¡Y qué mujer, qué mujer!».
Del noviazgo al drama
Gregorio del Campo y María Zambrano rompieron su noviazgo hacia 1928. Luego él estuvo en distintos sitios: en San Sebastián celebró la llegada de la República; de ahí se trasladó a Mahón, donde se casó con María del Carmen Fernández Moysi, que le daría una hija en 1934, y posteriormente se trasladaría a Zaragoza.
Aquí iba mucho al cine, leía, se sacó el carné de socio del Real Zaragoza y del Casino Mercantil. Se instaló con su familia en la calle General Mayandía y tenía su puesto, de capitán, en el Cuartel General Palafox. Allí lo fueron a buscar el 19 de julio de 1936, a él y a cuatro oficiales leales al gobierno constitucional, los llevaron al fuerte de San Cristóbal de Pamplona y les aplicaron la ley de fugas. Los ejecutaron el 6 de septiembre de ese mismo año. Su cuerpo sigue en paradero desconocido. Su mujer y su hija habían partido a París. Ocho días después, María Zambrano se casaba con Alfonso Rodríguez Aldave. El 6 de diciembre su hermana Gloria correría la misma suerte: sería ejecutada en Torrero.
Una última revelación de Maite Villa del Campo . «Nunca he tenido coraje para leer esas cartas. Ni siquiera lo he hecho ahora. Era algo muy íntimo. Muy personal». Desde luego. María solía usar el diminutivo ico para dirigirse a su amor: le llamaba morronguico, majico, nenico mío. Vidica mía.
*Este artículo lo publiqué en Heraldo de Aragón.
DANIEL GASCÓN EN TIPOS INFAMES

DANIEL GASCÓN PRESENTA 'ENTRESUELO' EN TIPOS INFAMES, MADRID
[Foto de Daniel Mordzinski realizada en México.] Esta tarde, a las 20.00 en la librería Tipos Infames de Madrid, (calle San Joaquín, 3, en el barrio Malasaña, antiguo barrio Maravillas) Daniel Gascón presentará su novela ‘Entresuelo’, que ha publicado el sello Mondadori. Lo acompañará el realizador y guionista Jonás Trueba.
“Honesto, humilde, cercano. Maravilloso paseo por la vida” ha escrito en el muro de su Facebook Elena Ramírez, editora de Seix Barral. Daniel, en este libro fronterizo, híbrido en su estilo, de capítulos cortos y una suerte de apoteosis final en esa cena familiar de casi una veintena de personas, cuenta la historia de su abuelo Leoncio Gascón (mi suegro), masovero, listero de mina y cajero de SPAR, romancero y fabulador constante; cuenta la historia de su familia, con su esposa Isabel Brumós a la cabeza, y cuenta cómo vivió en el Entresuelo familiar, cómo descubrió las palabras, la memoria ajena, los recuerdos, las ficciones, un sinfín de parientes que iban y venían como espectros y aparecidos, y por contar también se cuenta a sí mismo y algunos amores posibles e imposibles que pasaron por su vida o por su imaginación.
POEMAS DE JESÚS RUBIO JIMÉNEZ

Jesús Rubio Jiménez es catedrático de literatura y uno de los grandes expertos del mundo en la obra de Gustavo Adolfo Bécquer, al que ha editado del derecho y del revés. Además, es gran conocedor de autores como Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Ricardo Baroja, los caricaturistas de prensa, etc. Ha publicado varios epistolarios y una biografía de Josefina Blanco, la mujer de Valle-Inclán. Actualmente, entre otras muchas cosas, prepara una edición de las cartas entre Miguel Labordeta y Gabriel Celaya. También es poeta, más secreto que público, y me envía una pequeña selección de sus textos breves. ‘Hojas con las horas de un día de otoño’.
HOJAS CON LAS HORAS DE UN DÍA DE OTOÑO
Por Jesús RUBIO
I
LAUDES: ABRIENDO LA VENTANA
El cielo albea
como una bandeja
de plata vieja.
II
TERCIA: UNA TELARAÑA CON ROCÍO
Se pavonea la mañana
con el collar de perlas
que engastó la araña.
III
SEXTA: RECADO CON PROPIO
El tilo me envía una nota
escrita con tinta perfumada
en una amarillenta hoja.
IV
NONA: SUSURROS
Termina el arroyo sus rezos.
Comienza el bosque los suyos.
Se turnan conjurando lo oscuro.
V
VÍSPERAS: ASÍ EN EL MAR COMO EN EL CIELO
Suaves olas oscuras
en el mar gris del atardecer
las alas de las grullas.
VI
COMPLETAS: MEMENTO MORI
La noche es mi tableta.
Descifro en su pantalla oscura y temblorosa
mensajes de las estrellas.
*La foto es de E. J. Bellocq.
MARISÉ SAMITIER: DIÁLOGO DE CINE

[Esta tarde, a partir de las cinco, participo en Barbastro en una clase de la Universidad de la Experiencia. Intentaré contar el estado actual de la cultura aragonesa a partir de creadores, estudiosos e invesgigadores de la ciudad: Manuel Vilas, Mariano Gistaín, Manuel García Guatas, Julieta Always, Miguel Angel Encuentra, los hermanos Moreno Gistaín, la diseñadora Beatriz Gimeno, el profesor José Antonio Albero, los periodistas José Luis Solanilla, Encarna Samitier, José Luis Pano, Ángel Huguet, etc. Y entre ellos también recordaré a Marisé Samitier, con quien hablé hace algunos años. He aquí la nota de una entrevista con ella, nacida en Monzón y criada en Barbastro y Zaragoza. Es la autora de 'Amores ciegos'.]
“El cine entrena
los músculos
de la emoción”
La realizadora montisonense Marisé Samitier, galardonada en España y en Estados Unidos con su corto ‘Amores ciegos’, habla de su aprendizaje y de su formación audiovisual en Los Angeles, donde reside
Existe un momento mágico y decisivo, a veces tan fugaz como una corriente de aire o la aparición del arco iris, que decide una existencia. O cuando menos señala un sendero, abre un paréntesis que acaba siendo definitivo. Cuando tenía entre diez y doce años, y residía ya en Barbastro, a Marisé Samitier, nacida en Monzón, le regalaron uno de aquellos cuadernos con hebilla dorada y llave, bellamente encuadernado, con el título de ‘Mi diario’. Aquel se convirtió en el mejor regalo de su vida: Marisé empezó a anotarlo todo. “Noche tras noche, escribía lo que vivía –dice-, lo que soñaba, lo que me imaginaba, lo que quería hacer y no podía. Al poco tiempo, casi sin darme cuenta, empecé a hacer diálogos, a crear personajes que vivían historias y dialogaban, y además redactaba mis confidencias, el relato de mis amores imposibles o cualquier aventura con amigas en el colegio. Sigo escribiendo igual: tengo muchos cuadernos donde anoto frases, diálogos, impresiones; jamás hacía dibujos. Me acuerdo de que por la noche lo dejaba bajo llave en mi escritorio. Aquel era mi secreto”.
A ver: usted nació en Monzón, luego vivió en Barbastro...
Sí, además viví en Zaragoza, donde hice la primera comunión. Mi padre trabajaba en la construcción y tuve una infancia y una adolescencia movidas. Quería estudiar Psicología.
¿Lo hizo?
No. Mis padres se metieron un poco en medio, no veían claro el futuro, no se podía hacer entonces en Zaragoza y me incliné por Filología Inglesa. Y me vine de nuevo a Zaragoza: tenía unos tíos que vivían cerca del Mercado Central y allí pasé mi primer año.
¿Ya había aparecido el cine en su vida?
La verdad es que no demasiado. Tuve por entonces un novio cinéfilo, pero a mí aquella pasión suya me sonaba como una música de fondo. Al año siguiente, me fui a vivir con unas amigas a un piso y cogimos el bar del Teatro del Mercado. Ahí empecé a asomarme a otro mundo, el mundo de la noche y de la escena, pero lo más determinante fue un profesor: José María Bardavío...
¿Por qué?
De entrada porque no era un profesor al uso. Era multidisciplinar: igual te hablaba de literatura que de teatro, de música o de cine. Sobre todo de cine. En sus clases siempre había referencias al cine: recuerdo cuánto me impactó oírle hablar de ‘La ley del silencio’ de Elia Kazan. La vimos y me impresionó muchísimo Marlon Brando y empezó a intrigarme lo visual.
¿Qué quiere decir?
Más que las historias en sí, piense que veíamos la película en versión original y a veces no la entendíamos del todo, me fascinaban las imágenes, aquel caudal de encuadres, de gestos, de expresividad. Pero, además, Bardavío también nos hablaba de Harold Pinter y de su teatro: recuerdo que trabajamos un texto del futuro Premio Nobel, que hicimos ensayos, etc. Bardavío nos llevó a la Escuela Municipal de Teatro y allí nos enseñaron pequeñas escenas y nos invitaban a encarnar personajes y animales. Uno de los profesores nos decía: “imaginaos que sois un animal, un tigre, un gato... A ver cómo le dais vida”. De repente, di un salto a un mundo imaginativo y diferente, más creativo...
¿Representaron la obra?
No la hicimos. Pero yo ya estaba tocada por la curiosidad.
He leído en su currículo que estudió fotografía en Spectrum, la galería de Julio Álvarez Sotos...
Es cierto. Desde entonces no la he abandonado nunca. Un amigo mío tenía una cámara rusa, una Zenit, una réflex de 35 mm., se la pedí y empecé a experimentar. Años después me la robaron en Málaga, pero mi amigo nunca lo ha creído. Hacía fotos a todo. A todo. Pero ya entonces quería hacer fotos que contasen historias, fotos documentales, fotorreportaje. Y eso seguí haciéndolo durante mucho tiempo en Estados Unidos. En ese intento de contar una historia revelaba los rollos juntos sin que se cortasen los negativos. Era como una película, por decirlo un poco así. En aquella época, además, conocí al fotógrafo Ángel Carrera, que era el novio de una amiga mía y me hizo bastantes fotos. He expuesto en varias ocasiones.
Andamos ya avanzados los 90, rebasaba usted la veintena, y el cine no parecía haberle dejado mucho impacto.
Es cierto. Hay otro paso muy importante: fui a un cineclub y vi ‘Los cuatrocientos golpes’ de François Truffaut. Salí impresionada, con un deseo: quería saber cómo se hacían películas así.
Al parecer un accidente truncó sus sueños.
Más que truncarlos, los aceleró. Con un grupo de amigos fuimos a las fiestas de San Lorenzo, y en un tramo de Huesca a Barbastro, en una recta, sufrimos un accidente y me rompí la columna vertebral. Recuerdo que pusieron una coraza de yeso, que estuve bastantes días en el Clínico y luego estuve convaleciente en mi casa. Un amigo, Juan Carlos Cuello, vino a verme y me dijo que ofrecían unas becas de Educación para Los Ángeles. Nos presentamos los dos y a mí me llamaron; a él no y siempre me ha quedado como un rescoldo de pena y de culpa, aunque yo no era responsable de eso, claro. Hice exámenes, entrevistas, y al final me aceptaron. Y me fui.
¿Adónde exactamente?
Al sur de Los Ángeles, a un lugar llamado Lynwood, que era la parte más dura, agresiva y pobre. Tuve la sensación de que no soltaron en medio de la nada.
¿Nos soltaron?
Sí, íbamos cinco chicas. Una de San Sebastián, otra de Madrid y dos de Barcelona. Cuando vimos aquello nos quedamos desoladas. No tenía nada que ver con el mundo del brillo de Hollywood. Estábamos dejadas de la mano de Dios: el glamur del cine no aparecía por ningún lado. Tuvimos que adaptarnos a todo: incluso a las proporciones. Allí todo era grande, hasta los vasos, las ensaladas, o las personas, que nos parecieron muy obesas. Había mucha población afroamericana, y hasta la escuela era surrealista. Los niños eran verdaderamente difíciles.
¿Cómo remontó el vuelo?
No sabría responderle del todo. Pero lo hicimos. Me compré una cámara Minolta y la llevaba a todas partes. Disparaba a todo lo que se movía. Hacía fotos del barrio, de los vecinos, de los maestros, de los niños, de los bares, de la oscuridad. De todo lo que me rodeada. Y luego entré en la Otis Parsons, una escuela de arte y diseño, y también hice fotos. Encontré un modelo especial: el novio norteamericano de una amiga de Barcelona era muy guapo, y a él y a ella, juntos y por separado, les hice cientos y cientos de fotos. Por entonces, descubrí una película de Ingmar Bergman: ‘Persona’, con Ingrid Bergman y Liv Ullman que me deslumbró.
¿Le deslumbró ‘Persona’? ¿No es una de las películas más difíciles, teatrales y obsesivas de Bergman?
A mí me gustaba el juego de primeros planos de los rostros. Eran unos planos que definían toda una vida y sus sombras. Luego vi también ‘El séptimo sello’, y al poco tiempo hice una prueba con un amigo: intenté copiar, literalmente, un fragmento de la película. Y poco a poco fue aumentando mi pasión por el cine.
¿Qué pasó?
Empecé a matricularme en diversos college, en la Universidad, en el American Film Instituto, y asistía a todas las clases de cine que podía. Y empecé a probar con una cámara de súper ocho, luego compré una cámara de 16 mm e hice varios proyectos; con la cámara de 35 mm hice ‘Bazar’. Más tarde accedí al Film Institute en un proyecto en el que elegían a ocho mujeres, nos entrenaban –por decirlo así- durante dos meses y luego había que hacer una historia tuya para la que te subvencionaban con seis o siete mil dólares. Y así nació mi película ‘La virgen’. Más tarde, en la Universidad de Los Ángeles (UCLA) hice producción, guión y dirección, aunque mi especialidad es la de guión.
¿Cuál es el secreto de un guión, qué debe tener?
El guión ha sido mi entrenamiento más específico, es cierto. Para mí el guión debe tener emoción: puede ser realista, familiar, de terror, fantástico, pero la emoción es imprescindible. El cine entrena, debe entrenar los músculos de la emoción, es un gimnasio de los sentimientos y de la complejidad. Y el guión en sí es un territorio de la experimentación: es la base, la semilla, el germen. El producto final, es decir la película, siempre es diferente al guión e incluso a veces se rescribe al guión para adaptarlo a la película.
¿Cómo es eso?
Es así. Una historia se escribe al menos tres veces: con el primer libreto de guión, el material de partida para el rodaje; se reescribe durante el rodaje, con los cambios y las aportaciones de los actores y se reescribe en el montaje. Y todo eso me ha ocurrido con ‘Amores ciegos’, mi último corto.
Sí, que ha sido galardonado en Estados Unidos y entre nosotros, y figuró entre los precandidatos al Oscar de cortometraje.
Sí. Lo escribí en 2005. Escribí otros en los años siguientes, y finalmente lo retomé. Al principio era más complejo, pero no lo supe hacer así. Al final reduje la historia a cuatro personajes y a sus complejas relaciones de amor y desamor. Rodé mucho más que lo que aparece ahora, he dejado a varios personajes fuera y eso siempre da mucha pena. Cuesta mucho hacer cine.
¿Le ha dolido no ser nominada?
Me deprimí mucho. Sentí una pena infinita. Estaba ante la puerta y no se me ha abierto. He ido a ver todas las películas con las que competía la mía, y han elegido una convencional, de narrativa lineal con un conflicto. Eso sí, optar a la candidatura suponía dar un paso profesional hacia adelante: se me hubieran abierto las puertas para hacer un largometraje.
En todo caso, ¿qué le debe a ‘Amores ciegos’?
Muchas cosas. Por ejemplo, mi estancia en Cannes: fue una experiencia fabulosa que me encantaría repetir. Cannes es la meca del cine. Hay secciones de casi todo, secciones, foros, y se establecen unas conexiones maravillosas. Con ‘Amores ciegos’ allí experimenté el vértigo de la distribución y firmé un contrato exclusivo de siete años. Volvería a repetir. Y ‘Amores ciegos’ supuso mi regreso a España y a Zaragoza y la posibilidad de contar con un espléndido productor, Francisco Javier Millán, y un equipo de lujo. He aprendido mucho y me han tratado de maravilla.
MABEL RICK Y PÉREZ DE AYALA Y EL ARTE. GALERÍA DE IMPRESCINDIBLES

Una de mis secciones favoritas de la prensa española es la 'Galería de imprescindibles' que publica todos los viernes Manuel Hidalgo. Hidalgo intenta redactar ahí un perfil clásico, lleno de información. Hoy alcanza el número 323 y la 'galería' está dedicada a Ramón Pérez de Ayala, 'el liberal derrotado'. Además de analizar su vida y sus libros, algunos le gustaron mucho de joven, habla de su esposa Mabel Rick, "estudiante de 'bel canto' a la que conoció en Florencia y que será la madre de sus dos hijos. Mabel fue retratada por Julio Romero de Torres y, cuando Joaquín Sorolla la estaba pintando en su casa madrileña, el pintor sufrió el accidente cerebral que llevó a la tumba poco después, en 1923". He aquí una foto de 1911, de Ramón y Mabel, el retrato inacabado de Sorolla y el de Julio Romero de Torres.
Ramón Pérez de Ayala glosó el instante en que Sorolla sufrió su ataque, mientras retrataba a su mujer: “Una fina y templada mañana madrileña del mes de julio, en su jardín, Sorolla pintaba el retrato de mi mujer, observándole yo, a su lado. Éramos los tres solos, bajo una pérgola enramada. Levantóse una vez y se encaminó hacia su estudio. Subiendo los escalones, cayó. Acudimos mi mujer y yo en su ayuda, juzgando que había tropezado. Le pusimos en pie, pero no podía sostenerse. La mitad izquierda del rostro se le contenía en un gesto inmóvil, un gesto aniñado y compungido, que inspiraba dolor, piedad, ternura. Comprendimos la dramática verdad; la cuerda, extremadamente tirante, se había quebrado. (Sorolla sentía el pavor y el presentimiento de la parálisis; años antes había padecido un amago). Aun así y todo, rebelde contra la fatalidad que ya le había asido con su inexorable mano de hierro, Sorolla quiso seguir pintando. En vano procuramos disuadirle. Se obstinó, con irritación de niño mimado a quien, con pasmo suyo, contrarían. La paleta se le caía de la mano izquierda; la diestra, con el pincel más sujeto, apenas le obedecía. Dio cuatro pinceladas, largas y vacilantes, desesperadas; cuatro alaridos mudos, ya desde los umbrales de la otra vida. Inolvidables pinceladas patéticas! ‘No puedo’, murmuró con lágrimas en los ojos. Quedó recogido en sí, como absorto en los residuos de luz de su inteligencia, casi apagada, de pronto, por un soplo absurdo e invisible, y dijo: ‘Qué haya un imbécil más, ¿qué importa al mundo?”.
*Este es el retrato de Mabel Rick de Julio Romero de Torres.
'LEER JUNTOS' CUMPLE 20 AÑOS
Hace 20 años nacía el proyecto 'Leer juntos', reconocido, galardonado y exportado. Carmen carramiñana -con la profesora Mercedes Caballu y la bibliotecaria rosa Berniza- es una de sus coordinadoras. Aquí cuenta la historia pública y secreta de este proyecto.
¿Qué es ‘Leer juntos’?
Es un programa de educación literaria dirigido a las personas adultas que están alrededor de los niños y niñas en distintos ámbitos: familias, profesorado y bibliotecarios. Y por lo tanto, también va dirigido a los pequeños y jóvenes, porque hay Leer juntos tanto en centros de infantil y primaria como en secundaria.
¿Cómo nació esa la experiencia?
Nació de una propuesta que Mercedes CAballud realizó a un grupo de maestros y maestras que formábamos parte de un grupo de trabajo de la EVA (Escuela de Verano del Alto Aragón) en Fraga. En el curso 1992-1993 pedimos su colaboración para trabajar la literatura infantil como herramienta para el aprendizaje de la lectura y la escritura. En ese contexto ella planteó que sería probable hacer más y mejores lectores entre el alumnado a aquellos niños y niñas que tuvieran a su alrededor lectores: sus padres y madres, sus profesores, las bibliotecarias (son la mayoría mujeres, al menos en esta zona) de sus bibliotecas públicas de referencia. Yo estaba en ese grupo y planteé la propuesta en el Claustro del CEIP Francisco Galiay Sarañana de Ballobar y fue aceptada inmediatamente. Pedimos a Merche que nos ayudara a hacer el plan de trabajo y lo lanzamos a las familias y a Rosa Bérniz, la bibliotecaria. En la primera convocatoria nos juntamos algo más de 80 personas.
¿Qué quería ser y que ha acabado siendo?
Quería ser un taller dirigido que durara un curso, en el que se analizaban las propuestas de lectura que había para niños y niñas en la prensa y otros medios audiovisuales, porque se entendía la lectura dentro de un contexto de cultura amplio; y sobre todo se entraba en el mundo editorial de Literatura infantil y juvenil, la organización y el fondo de una buena biblioteca y la lectura y tertulia en torno a títulos seleccionados de LIJ. Las personas que participábamos nos llevábamos a casa revistas, suplementos dominicales, prensa variada, libros... lo leíamos y analizábamos siguiendo las pautas que en el claustro habíamos preparado con Merche, y después volvíamos con las conclusiones a la tertulia. En ese primer año nos separábamos en grupos pequeños dada la cantidad de gente que había y luego poníamos en común. Al terminar el curso 1993-1994 y revisar lo realizado la conclusión fue que queríamos saber más, que aquello se había quedado corto, así que continuamos creciendo en iniciativas, aunque el grupo se redujo. Y hasta ahora.
La lectura es una de las experiencias más bellas, iniciáticas, de la vida. ¿Cómo se ha vivido, cuál ha sido la implicación de la gente?
Hay personas que estamos en el grupo desde el principio, unas 12. Otras personas se han ido incorporando con el paso del tiempo. Muchas han dejado las tertulias pero siguen siendo lectores. Después de cinco años se creó otro grupo, el que llamamos Leer juntos infantil. Este se reúne un día a la semana, en la escuela, por las tardes, aquí se van incorporando madres jóvenes, que con el paso del tiempo suelen pasar al Leer juntos (original), a las tertulias de la noche. También podemos hablar de las personas que sin acudir a las tertulias porque su tiempo se lo impide, leen los libros que proponemos. Y por último está la gente que acude a los encuentros con autores, a los cuenta cuentos, que recibe las maletas lectoras confeccionadas con materiales de la biblioteca pública y escolar, que participa en actividades del colegio y de la biblioteca municipal de animación lectora. Es decir, hay distintos niveles de implicación, porque Leer juntos es diverso y libre. Pero hay expresiones tan interesantes como estas: "Yo leo desde que empecé en Leer juntos, antes no leía nada", "La lectura y las tertulias nos han hecho bien, nos han dado capacidad para dialogar, hemos hablado de cosas que en la relación del pueblo no hubiéramos hablado. Los libros como intermediarios han resultado ser buenos para relacionarnos", "He aprendido con los libros, cada lectura me ha aportado conocimiento", "Estar en Leer juntos me ha permitido estudiar otras cosas que antes no hubiera imaginado", "Hemos aprendido mucho, mucho más que cuando fuimos a la escuela (en época no democrática) donde sólo teníamos las enciclopedias, a Leer juntos venimos porque queremos y nadie nos impone nada, aprendemos porque queremos"..... con muchos libros, con muchos personajes, nos hemos sentido identificadas, como mujeres y como personas, han servido para hablar de nuestra condición personal y social.
En un plano personal, Carmen, ¿Qué es para ti la lectura, qué te ha aportado, qué has visto que ha aportado a los demás?
La lectura ha formado parte de mi vida, no la entiendo sin ella. Incluso recordando que en mi casa o mis escuelas no había apenas libros en mi infancia. Pero en mi familia ha habido contadores (mi hermana, mi madre, mis hermanos son estupendos contadores) y lectores, y con el paso de los años, al llegar al instituto, la biblioteca se convirtió ya en un espacio imprescindible. Luego vinieron las bibliotecas públicas que crecieron en los barrios de Zaragoza y que democratizaron el acceso a la literatura y a la lectura en general. Los estudios universitarios, sobre todo el encuentro con determinados profes -igual que había pasado en el instituto- hicieron que se abrieran nuevas puertas a la lectura. En mi camino personal y profesional posterior, en el que estoy ahora, las bibliotecas y la lectura han sido mi pasión. Y Leer juntos, el encuentro con Merche y el trabajo continuado con ella, ha sido decisivo. Las lecturas, porque no hay una sola, conforman la vida. No sabría contar mi vida sin las lecturas, incluso aunque no recuerde muchas de ellas ni sus argumentos, cada una se ha quedado en algún lugar de mi historia personal. Pero cuando la lectura se comparte, y eso ha pasado durante 20 años, el poso es mayor, porque como decía la otra noche una de las amigas lectoras, cuando comentamos un libro, es otro libro diferente al que cada uno ha leído. Crece con las aportaciones de todas, porque cada una lo lee desde su situación personal. Así que el paso de la lectura personal a la social es muy importante.
Explícame el método de una sesión, de un libro: el antes, el durante y el instante decisivo del encuentro...
En cada sesión decidimos qué libro se leerá para comentarlo en la siguiente. Si son libros de LIJ tenemos uno o dos ejemplares en el caso de los álbumes, o 10-12 en el caso de narrativa, lo mismo que para lecturas de adultos. Estos libros pasan por las casas y se leen individualmente. En el caso de la LIJ, las madres suelen leerlos con sus hijos e hijas. Cuando llegamos a la tertulia primero leemos un poema o un cuento corto o un texto breve que suele hablar sobre la lectura o algo similar y lo comentamos in situ. Después pasamos a hacer la tertulia del libro leído, esto es lo que más tiempo lleva y el "instante decisivo del encuentro" hay mucha pasión en las aportaciones, sobre todo con aquellos libros que generan discusión porque hay opiniones diversas. Alguna persona del grupo prepara datos sobre el autor o sobre comentarios del libro que aparecen en blogs, revistas, etc. También llevamos otros libros del autor, o libros que pueden tener relación, para que quien quiera los lea particularmente. En las tertulias también preparamos otras actividades: viajes literarios, jornadas de animación a la lectura, actividades conjuntas con la escuela o la biblioteca, encuentros con autores, cine...
¿Cómo se fue expandiendo la experiencia, cómo fue traspasando un poco las fronteras locales?
Empezó en Ballobar, a los dos años comenzó el Leer juntos- Ies Ramón Sender de Fraga (Merche trabajaba allí y yo tenía a mis hijas como alumnas). A los cinco años comenzó Leer juntos Infantil en Ballobar. Nos llamaban de muchos lugares para que contáramos la experiencia pero costaba que la pusieran en marcha. El momento de crecer fue cuando comenzó el programa de bibliotecas escolares en la provincia de Huesca que coordinábamos Merche y yo, hacia el año 2002. Conseguimos que hubiera unos 26 grupos en la provincia. Y en ese momento había también grupos en Navarra, Extremadura y Castilla La Mancha (en este momento creo que estos grupos han desaparecido). Y el crecimiento total fue cuando el programa de Bibliotecas escolares pasó a ser autonómico (lo coordinaba yo) y el departamento sacó una convocatoria -con dotación económica y con formación para los coordinadores de los grupos- para la creación de grupos de lectura con familia. No todos siguieron el modelo de Leer juntos, pero sí la mayoría. En el curso 2010-2011 había 210 grupos de Leer juntos en Aragón. Además se había presentado la experiencia en muchísimos lugares, desde Belver de Cinca a Miami (Florida), desde Granada hasta Burdeos, desde Galicia hasta Oslo (Noruega).... Se han recibido varios premios, entre otros el BUHO en Aragón, o el Nacional de Fomento de la Lectura del Ministerio de Cultura en 2005.
Hablemos libros y autores. Recuérdanos dos o tres libros que hayan impactado y por qué...
Tres libros son pocos, pero voy a intentarlo recogiendo las aportaciones que se han hecho al Cuestionario de favoritos de Leer juntos que nos ha preparado Merche. Te pongo tres lecturas de adultos y tres de infantil-juvenil.
- El pentateuco de Isaac. Angel Wagenstein. En Asteroide...
Narrado en primera persona comienza con un tono de humor que va cambiando a medida que avanza la novela y el drama por el que pasa el protagonista, su familia y toda la gente que sufre las guerras, los destierros, las invasiones. Y pese a todo queda un halo de esperanza en sus palabras.
- De los últimos leídos destacamos las novelas de Milena Agus: Mal de piedras o La imperfección del amor. NOs gusta su estilo amable al tratar a los personajes, sus mujeres, una cierta relación con el realismo mágico...
- Camino de sirga. De Jesús Moncada. Lo leímos traducido al castellano, pero nos sorprendió su prosa nada complaciente con la frase simple. Su socarronería, su humor cínico y mordaz. El viaje a Mequinenza, cercano a Ballobar, la presencia en la tertulia de personas emparentadas con gente del pueblo, enriquecieron las tertulias, tanto de esta obra como de los libros de cuentos. Uno de nuestros favoritos: "La plaga de la ribera".
LIJ: El guardián entre el centro. Salinger; Palabras de Caramelo. G. Moure; Una habitación en babel, de Eliacer Cansino.
Álbumes y libros de más pequeños hay muchos, muchos... El arenque rojo, de Gonzalo Moure nos impresionó mucho el curso pasado.
¿Y autores? Algunos que no se hayan podido olvidar porque se produjo magia, identificación, porque la gente estuvo muy feliz...
El número uno es Gonzalo Moure. Se ha creado una relación muy especial desde que llegó por primera vez a Ballobar. Ha vuelto en numerosas ocasiones. Nos gustan sus libros y nos gusta él como persona. Otra persona muy querida y muy generosa con Leer juntos, con quien hemos hecho tertulias, talleres de escritura, encuentros con editores, ha sido Samuel Alonso.
Y son muchos los nombres con quienes hemos tenido encuentros inolvidables y por esa razón han repetido en Ballobar: Desde los amigos de Aragón, Elisa Arguilé, Daniel Nesquens, Alberto Gamón (Alberto hizo en Ballobar su primer encuentro con niños y niñas en una escuela), Sergio Lairla, Ana G. Lartitegui... hasta José María Merino, Ana María Machado que vino desde Brasil, Michèle Petit, Daniel Goldin, Agustín Fernández Paz, Víctor Moreno, Gustavo Martín Garzo, Ana Cristina Herreros (Ana Griott), Pep Bruno, Miguel Mena, Ricardo Gómez, Blanca Calvo, Paco Bailo, etc.... Entre estas personas hay bibliotecarias, ilustradores, escritores, críticos, profesores, editores.
No sé si sabes que casi todas las personas que han pasado por Ballobar han estado con los niños y niñas en el cole o en la biblioteca municipal, y con las personas adultas.
Se dice que la lectura es, cada vez más, un fenómeno de mujeres. ¿También se puede decir eso de Ballobar? ¿Cuántos hombres hay?
Ese fue uno de los debe en otros momentos. Ahora ya no lo planteamos, el grupo está abierto a mujeres y a hombres, si los hombres no quieren venir es su prejuicio. Hubo al principio y hasta hace cinco o seis años. Así que podemos decir que la lectura compartida, la tertulia, es de mujeres. La lectura es de unos y otros. Si pasas por la biblioteca de Ballobar verás cómo pasan los hombres a buscar libros, o como va alguien de su familia a cambiarles el libro, hay hombres muy lectores, pero no pasan por la tertulia.
Nada es del todo inocente. Imagino que aquí también habrá ocurrido: ¿ha transformado ‘leer juntos’ la vida cotidiana de algunas personas?
Sí. Ya te lo decía en otro apartado, Leer juntos ha sido un proceso de formación y educación, que nadie crea que la lectura y la tertulia son un pasatiempo. Además ha supuesto, en palabras de varias mujeres, un espacio de libertad. "Cuando empezamos no era costumbre que las mujeres salieran por la noche en el pueblo", Leer juntos abrió puertas para otras muchas cosas. Otra mujer decía: "Hemos aprendido a hablar en público. Hasta hemos hablado en universidades y lo hacíamos bien".
¿Suscribís ahí un viejo adagio: “La lectura os hará libres”?
Es mucho adagiar (eso lo digo yo). La lectura abre la mente, y muchas cosas más, pero sólo la lectura no nos hace libres. Cuando las condiciones de vida son difíciles, como dice Michèle Petit, la lectura, las bibliotecas, pueden ser espacios que nos ayuden a sobrevivir, que sean curativas, pero deben darse también otros condicionantes.
Estamos en la era digital... ¿Ya os habéis asomado a ese universo?
Pues ahora nos comunicamos por un grupo de correo electrónico; está el fb de la biblioteca y muchas de las personas de Leer juntos tienen el suyo; varias lectoras tienen ya lectores digitales de libros... así que sí, vamos entrando. Pero todavía nos gustan muchos los libros en papel, y sobre todo nos gusta compartir los álbumes ilustrados con los niños y niñas.
¿Cómo os planteáis el futuro?
Ese es uno de los temas que se van a debatir en las jornadas de celebración. Hay que ver cómo se establecen los cauces para la tertulia, para la lectura compartida y enriquecedora, porque hay muchas personas que leen, pero luego es difícil encontrar el tiempo en el que todas pueden encontrase. Los trabajos a turnos son una dificultad, por ejemplo.
También hay que plantearse la presencia de familias extranjeras. Esto ya se lo han planteado en varios Leer juntos, pero hay que profundizar más para darle el cauce adecuado.
Hay que romper el esquema de que las tertulias son de mujeres.
Y hay que ver cómo adaptar los libros electrónicos al proceso. O ver cómo la tecnología puede suplir las dificultades de relación personal directa.
Además otro problema es que el profesorado cada vez vive menos en los pueblos y se implica poco en las acciones fuera de horario lectivo, por lo tanto hay que conseguir una buena coordinación entre familias, profesorado y bibliotecas porque en muchas ocasiones estas abren después que cierra el centro educativo.
Muchos retos.
Si tuvierais que aconsejar a alguien que quiere emprender una aventura así, ¿qué le dirías, qué habéis aprendido?
Que no lo duden. Que lean y que hagan tertulias, que se junten profes, familias, bibliotecarias, amigos por doquier de la lectura, que llamen a escritores, ilustradores.... que van a disfrutar, y sólo disfrutando se aprende de verdad. Y que no tengan miedo, hay muchos grupos que pueden ayudarles a emprender el camino: por cercanía geográfica, porque hay muchas guías de lectura, porque se pueden encontrar recursos en la red, etc.
Cualquier otro detalle que te parezca oportuno, estupendo. Abrazos. Enhorabuena por esos veinte. Estuve una vez con vosotros, casi cuando empezaba, a principios o mediados de los años 90, y conservo un magnífico recuerdo. Felicidades para todos.
Varios detalles: la lectura literaria nos ha llevado a otra muchas lecturas: la lectura en general, la música, el arte plástico, la arquitectura... la lectura en un contexto de cultura amplio y variado. Y fíjate que vivimos en una población de menos de 1000 habitantes, hay que hacer esfuerzos para que la cultura llegue, hay que ir a buscarla fuera muchas veces.
Leer juntos ha conseguido que Ballobar suene en muchos pueblos y ciudades.
Leer juntos ha generado criterio entre las lectoras: a la hora de ir a una librería, o de pedir por internet libros. A la hora de seleccionar autores, o personas que puedan acudir a las jornadas de animación lectora, o culturales.
Y también se ha generado compromiso democrático con el pueblo. La gente de Leer juntos participa en otras asociaciones. A veces este ha sido un proceso de ida y vuelta.
PRESENTACIÓN EN EL COSTA

Mañana jueves, a las 19.30, en el salón de actos del Colegio Joaquín Costa, se presenta nuestro libro 'El dibujante de relatos' (Pregunta), que lleva 40 ilustraciones de Juan Tudela, a quien ha retratado así Vicente Almazán, y de Antón Castro. Se trata de un libro de relatos, de microrrelatos, de perfiles, de viñetas, que rinden un homenaje a la Zaragoza de los 40-50, de la Base Americana, de las salas de música, a la de la Peña Niké, pero también a la de ahora...
HOY SE PRESENTA, EN COLEGIO COSTA, 'EL DIBUJANTE DE RELATOS'

Antón Castro y Juan Tudela publican El dibujante de relatos
[Queridos amigos: hoy jueves 12, a las 19.30, en el colegio Joaquín Costa (Paseo María Agustín), se presentará el libro ‘El dibujante de relatos’ (Pregunta) con ilustraciones a página completa de Juan Tudela, pintor, diseñador gráfico e ilustrador, que ganó varias veces el premio de carteles del Pilar.Se proyectará un pequeño vídeo con una selección de las imágenes de Juan Tudela. Estáis invitados. Al final se servirá un vino.]
El escritor y periodista Antón Castro y el diseñador gráfico Juan Tudela han realizado a cuatro manos ‘El dibujante de relatos’, un álbum ilustrado que publica Pregunta Ediciones, en el que Tudela dibuja los personajes de los cuentos de Castro y viceversa, o como dice José Luis Cano en el prólogo del libro: «Juan Tudela realizó unos retratos imaginarios o recordados, y Antón Castro descubrió en ellos el rostro de sus personajes».
Ambos autores, residentes en Zaragoza, fueron desarrollando ‘El dibujante de relatos’ como un intercambio de imágenes, pictóricas y literarias, complementando cada uno el retrato propuesto por el otro. El libro se compone de treinta relatos de pura ficción y casi cuarenta ilustraciones. ‘El dibujante de relatos’ -que alterna el microrrelato con el cuento, la carta, el poema en prosa, la viñeta o el perfil-, habla de fareros, de carteristas, de profesores de dibujo, de boxeadores, de futbolistas, de tenistas, de prisioneros de los nazis, de bailarines, de gentes del circo, de fotógrafos, de artistas, de mujeres que aceleran el mundo, de músicos Elvis Presley o Django Reinhardt, y hay un homenaje explícito a Torrero, a Zaragoza y a Aragón y sus paisajes como sucede en ‘El paisaje infinito’ o ‘Una aventura salvaje’. Quizá el tema central sean la memoria, el uso de la imaginación y la variedad de historias de amor, algunas tan románticas y desesperadas como ‘La quinta del paraíso’.
Antón Castro (A Coruña, 1959), que recientemente ha sido galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Cultural, ha publicado libros como El testamento de amor de Patricio Julve, Cariñena, Golpes de mar, El paseo en bicicleta o El niño, el viento y el miedo, coordina desde 2002 el suplemento Artes & Letras de Heraldo de Aragón y colabora en Por amor al arte de Aragón TV.
Juan Tudela (Murcia, 1940) se dedicó desde 1960 hasta su jubilación al campo de la creatividad publicitaria, recibiendo encargos de todo el territorio nacional. Destacó con sus ilustraciones para los cuentos de Monto y Lío (sobre textos de Gloria Fuertes) y como diseñador de carteles (fueron premiados sus trabajos para Fiestas del Pilar, Feria del Libro de Zaragoza, Estudios Flamencos...). Ha participado en numerosas exposiciones colectivas, y al jubilarse mostró parte de su extensa vida laboral en la muestra Del lápiz al ratón.
El dibujante de relatos se presentará el 8 de diciembre en la Feria del Libro Aragonés de Monzón, el día 12 en el colegio Joaquín Costa de Zaragoza, y el 18 en la librería Estilo de Huesca.
Contacto
—con la editorial Pregunta: preguntaediciones@gmail.com, 659338198
PREMIOS PROCURA Y X ANIVERSARIO

[Iguázel Elhombre se despide de PROCURA con una nueva convocatoria del lpremio. Aquí pongo los candidatos y la información que tan gentilmente me ha enviado.] PROCURA,Profesionales de la cultura de Aragón, ENTREGA LA 5ª EDICIÓN DEL PREMIO PROCURA 2013 Y CELEBRA SU DÉCIMO ANIVERSARIO EL PRÓXIMO MIÉRCOLES 18 DE DICIEMBRE A LAS 21 HORAS EN LA CAMPANA DE LOS PERDIDOS.
PROCURA, Asociación de Profesionales de la Cultura en Aragón, entrega la 5ª edición del PREMIO PROCURA, con el lema “Cultura que arrea” con la intención de seguir valorando aquellos proyectos que salen adelante con más esfuerzo y empuje que nunca. Aquellos que más arrean. La entrega de premios tendrá lugar el próximo miércoles 18 de diciembre a las 21 horas en La Campana de los Perdidos. Una escultura de Miguel Ángel Arrudi y el reconocimiento del sector cultural serán las recompensas para el ganador.
Además, tras la entrega del premio PROCURA, celebraremos con todo aquel que quiera, el décimo aniversario de PROCURA, con una fiesta-merienda que será una excusa perfecta para juntarnos, un buen momento para mirar lo hecho y pensar en lo que queremos hacer en los próximos años y una ocasión para pasar un rato estupendo con la actuación loca e “improvisada” de las compañía Lagarto Lagarto y Teatro Indigesto a la que todo el mundo está invitado.
Y el Jurado, como en anteriores ediciones, se compone de profesionales aragoneses de la cultura que desempeñan su labor en distintos sectores. Para esta quinta edición, el Jurado del Premio Procura estará compuesto por:
- Miguel Angel Adiego (Músico y Técnico de Cultura del Ayuntamiento de Pedrola)
- José Angel Delgado (Cineasta, productor, director cinematográfico y Presidente de la ACA, Asamblea de Directores Aragoneses)
- Marissa Nolla (Actriz y profesora de la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza)
- Sergio Beltrán (Diseñador y creativo,en representación de la candidatura premiada el año pasado, FESTIVAL ASALTO)
- Víctor Juan (escritor, profesor, Coordinador de la revista Rolde y Director del Museo Pedagógico de Aragón)
PREMIO PROCURA 2013
“En tiempos de crisis, la cultura y la formación son más importantes que nunca para salir adelante”, esta afirmación tiene un gran consenso entre pensadores y economistas, pero con independencia de su validez, lo cierto es que la cultura está sufriendo tremendas medidas de recorte y contención aplicadas tanto por los respectivos gobiernos, central, autonómico y los propios locales, como por las propias entidades y organizaciones privadas. Estas políticas afectan en lo fundamental tanto a la disminución de fondos para atender a los programas ya en marcha como al diseño de planes de actuación futuros. Ante este panorama hay proyectos culturales públicos y privados que resisten y buscan nuevos caminos para seguir innovando y creciendo. Así, se podían presentar este año aquellos proyectos desarrollados por gestores culturales aragoneses, del sector público o privado, que se han realizado durante 2012 y 2013 en Aragón.
El Plan Municipal de Lectura de la Puebla de Alfindén, la empresa EMBOCADURA, La Carrera del Gancho y el Festival Internacional de Arte Urbano “Asalto”, han sido los premiados en las anteriores ediciones.
Las candidaturas presentadas este año han sido:
- Micronesia: Una innovadora cita con las artes escénicas impulsada desde Esencia Producciones. Una nueva fórmula que nace desde el corazón de la profesión. Una profesión que quiere ser partícipe en la construcción de un nuevo modelo que propicie un ecosistema más rico y mejor vinculado. El proyecto parte desde el Presupuesto Cero e intenta alcanzar la sostenibilidad activando nuevas complicidades sociales, decidida a convertir la necesidad, en virtud. Las guerrillas micronésicas asaltan cada seis meses un espacio insólito y lo transforman durante un intenso fin de semana dotándolo de otros contenidos, de otros significados. Después el espacio recupera su uso cotidiano y Micronesia desaparece a la búsqueda de un nuevo objetivo urbano. En su itinerancia, durante las tres ediciones anteriores, ya ha invadido espacios como el antiguo Cuartel Militar de la Merced, el Museo de Huesca –antiguo Palacio de la Reyes de Aragón-, o la sede del Instituto de Estudios Altoaragoneses, en el número 10 de la Calle del Parque. En la última edición le dimos la vuelta al CC Matadero, mostrando su lado más oscuro y buscando sorprender a los habituales del centro.
http://www.esenciaproducciones.com/micronesia/
- ArtLab Huesca: El Espacio de Arte Joven es un complejo situado en el número 26 de la calle Calatayud, en Huesca, que se divide en dos edificios; uno destinado al fomento y desarrollo de las artes escénicas, y otro destinado a la promoción y práctica de grupos musicales. Este último, pone a disposición de los usuarios el alquiler de cabinas de ensayo con equipamiento básico, espacios para la realización de encuentros y talleres, e integra el servicio de asesoría multimedia ArtLab. El proyecto ArtLab nació en el año 2003 como un espacio dentro del Centro Cultural del Matadero para la investigación y desarrollo de proyectos artísticos relacionados con las nuevas tecnologías. Dividido en tres áreas interrelacionadas (diseño interactivo, creación audiovisual y creación musical), la oferta del laboratorio incluye asesoramiento y tutoría por parte de profesionales del sector, así como un servicio de préstamo de material para el desarrollo de los trabajos planteados, por lo que resulta un complemento ideal para las iniciativas musicales de la ciudad. Desde su puesta en marcha, ArtLab ha hecho posible el desarrollo de centenares de proyectos dentro del ámbito social y cultural, fomentando el intercambio de impresiones entre los autores y haciendo las veces de punto de encuentro. Además, ha puesto en evidencia la buena salud del sector cultural de la ciudad, ofreciendo un apoyo sólido y permanente a aquellas personas con inquietudes, que encontraban un obstáculo en las cuestiones técnicas para poner en marcha y difundir sus proyectos.
- Festival Internacional de Panticosa: El Festival Internacional de Panticosa nace con el espíritu de atraer a las altas cumbres del Pirineo Aragonés, una experiencia musical y artística de gran proyección internacional. El Festival Internacional de Panticosa “ Tocando el Cielo” es un programa organizado por la Fundación García Esteban, en el que se proyectan actividades vinculadas a la Música, y más concretamente a la Música de Cámara, pero vinculadas al entorno de la Naturaleza del Balneario de Panticosa y a otras experiencias artísticas interrelacionadas con la Música. La Fundación García Esteban es una institución cultural sin ánimo de lucro que ha sido creada en el año 2012. Entre sus objetivos están fomentar la música, su estudio y enseñanza en todas sus facetas, interrelacionar la música con otras disciplinas artísticas, impulsar a los jóvenes valores y, contribuir a través de la música al desarrollo de la identidad europea.
- Muestra de realizadores oscenses: Organizada por la Asociación Oscense de Realizadores, se incluye dentro de las jornadas "Otoño Imagen" que se celebran anualmente en Huesca y que son organizadas por esta asociación conjuntamente con la asociación de fotógrafos AFOTO. En el presente año se realizó la edición número veinte de la Muestra. Tuvo lugar del 4 al 8 de noviembre, en Huesca. Durante la misma se proyectaron 18 producciones de otros tantos realizadores oscenses. La Muestra ha mantenido hasta la fecha la filosofía inicial, es decir una muestra no competitiva en la que el objetivo es que sea un foro donde mostrar lo que se ha hecho durante el año en Huesca dentro del terreno del video y el audiovisual y un punto de encuentro entre los creadores entre sí y de estos con el público.
http://www.realizadoresoscenses.com/
- Festival de Artes Escénicas Gaire: El Festival de Artes Escénicas Gaire de Pancrudo ha celebrado este año su VI edición. Es un evento que aglutina en su programación teatro, danza, clown, magia, humor y circo. Todas las actuaciones se suceden durante dos días, concretamente durante el sábado y el domingo del tercer fin de semana de septiembre. El festival atrae a varios millares de personas procedentes no solo de Teruel, sino de otras provincias españolas, atraídas por la calidad de las actuaciones. Por los escenarios de Pancrudo han pasado compañías aragonesas, de otras comunidades españolas y de otros países. El evento completa un circuito cultural de la provincia formado por el Poborina Folk (El Pobo), Tamborile (Mezquita de Jarque), Maquila (Fuentes Calientes), Galve Rock (Galve), Carrasca Rock (Ejulve), Frutos Festival (Foz Calanda) y el Concurso de Charangas (Escucha). Así, todas las acciones de comunicación que se realizan desde el gabinete de prensa propio van encaminadas a crear un efecto multiplicador del mensaje conjunto, de apoyo mutuo. Además, el festival sirve como polo de dinamización de los grupos de artes escénicas de la zona, así como de artesanos, que vienen a exponer al festival.
Más info: http://procura.org/web/
CALERO: ECOS DE 'INUNDAR EL MAR'

Para todos los que no pudisteis asistir a las sesiones del 18 de diciembre, os cuento un poco como fue el día, que resulto verdaderamente interesante, eso si, intenso, sin descanso desde las 10 de la mañana que comenzamos en El Cubit de Zaragoza Activa, hasta las 23:30 de la noche, que termino la sesión en Casa Emilio, con tan solo media hora de descanso para tomar una tapa como comida, que apenas me entraba, ni falta que importaba. En distintos momentos pudimos contar en algunos de los espacios de intervención con algunos de vosotros que os desplazasteis para participar presencialmente, algo que os quiero agradecer muchisimo, pues vuestra presencia además de reforzar y darle más valor al acto, nos cargaba del animo y la buena energía que transmitíais. Mi agradecimiento especial a Carmen Magallón que por coincidencia horaria con otro acto, se hizo cargo ella sola de todo en el Centro Pignatelli. (adjunto más abajo su email). Muchisimas gracias Carmen.
También el agradecimiento a Javier Espada, que organizó el acto en el Centro Buñuel de Calanda, y asistió posteriormente al Centro de Historias, informándonos de como se había desarrollado en Calanda la sesión, con la intervención y lectura por parte del público de vuestros textos. También a Helena Santolaya que en Alcañiz realizó una sesión con los alumnos del Instituto en el que imparte clases.
Gracias, gracias a tod@s.
En total más de cuatrocientas personas habrán asistido a las distintas sesiones. Aunque solo fuera que en un % de ellas hubiéramos dejado o sembrado una inquietud...¿? ya sería un sueño, más allá del mar...
Creo amigas y amigos que la experiencia y el esfuerzo por todos realizado mereció la pena y por los comentarios que me han llegado, vuestras palabras y el proyecto, consiguió llegar a las personas que asistieron, conseguimos acercarnos y "acariciar" los sentimiento del Otro... Todo esto es importante para el fin del proyecto, que no es otro que aportar un grano de arena más por la defensa de uno de los derechos fundamentales de los seres humanos, como vosotros muy bien sabéis.
También al día siguiente el 27, en la galería A del Arte de Zaragoza, se presentará el proyecto, en este caso incorporando obras, documentos y piezas-objeto, resultado de la experiencia de todos estos años, y en el que en estarán incluidos vuestros textos.
Este proyecto no acaba..., (nunca le pondremos limites, ni fronteras) habrá otros actos de los que os iré avisando oportunamente.
Seguimos estando en contacto
RAMÓN MAYRATA. MISS MARA

[Esta mañana Ramón Mayrata, experto en magia, funambulismo, circo y otras magias, me envió este artículo sobre Miss Mara.]
EN LA MUERTE DE MISS MARA
Por Ramón MAYRATA
Dos años después de que le contratara el Ringling volvió a estrellarse contra el suelo. Pasó dos años en una silla de ruedas. Tras siete operaciones, los médicos se persuadieron de que no volvería a andar. Pero regresó al trapecio en una actuación emocionante en Nueva York, televisada a todo el país, que hizo saltar las lágrimas del más duro de los empresarios de circo, de la estirpe de acero de Barnum, que creía asistir a un imposible. Desde entonces, trabajó en los mejores circos del mundo hasta que se retiró en Valencia, en 1979 en el Circo Atlas de los hermanos Tonetti.
Miss Mara demostró que tener los pies en el suelo es en realidad una limitación. Fue una de los grandes artistas españoles con proyección internacional. A principios de los años 50 fue contratada por el Ringling Bross and Barnum & Baileys, Desde que debutó en Madison Square Garden se convirtió en la gran estrella del mayor de los circos norteamericanos.
María del Pino Papadopoulos nació en San Fernando (Cádiz) en una familia de gentes de circo. Debutó en el Florida, el circo familiar a los cinco años. Su arte consistía en compartir con los espectadores la sensación de peligro. Apenas un escalofrío separa la vida de la muerte. “Más vale pájaro volando que ciento en la mano”, escribió José Bergamín. Ella hizo realidad la frase. Su existencia consistió en caer una y otra vez y en rehacerse para actuar cada vez más arriba, más cerca de las estrellas. En sus inicios se rompió una cadera al caer del trapecio. Cuando empezó a irle bien se incendió el circo que había logrado fundar: el Casablanca. De su grave accidente en el Ringling ya he hablado.
Todas estas cosas se cuentan en la documentada biografía escrita por Manuel González Simón: 'Un desafío a la muerte, Miss Mara, la romántica del Circo', publicada en Zaragoza en 1972. Por fortuna podemos verla en acción. Existe un documental -'Rings Around the World'- escrito por Víctor Wolfson y dirigido por Gilbert Cates que nos permite apreciar su belleza, su elegancia, su gracilidad y la soltura con la que esta mujer se danzaba en el trapecio y el suspense que provocaban sus peligrosas y hermosísimas evoluciones en el aires, cuya culminación era el instante en que resbala desde las corvas hasta sujetarse con los talones, sin red ni protección, en la soledad de la cúpula del circo.
DIÁLOGO CON SEVERINO PALLARUELO

SEVERINO PALLARUELO. Escritor
“La naturaleza, como el vientre
materno, es la única patria”
“Quería que mi relato fluyera
como un río claro de montaña”
“Toda la historia del siglo XX
desfila por estos escenarios”
Severino Pallaruelo (Puyarruego, Huesca, 1954) acaba de publicar su novela más ambiciosa: ‘Ruido de zuecos’, la historia de tres personajes, Arcadio, León y Artemio, que recorren el siglo XX.
-¿Cómo nace 'Ruido de zuecos'? ¿Cómo se va gestando la historia?
R. -Empezó a gestarse hace ya más de quince años. En realidad es una historia que ya llevaba varios años rondando por la cabeza. La empecé a escribir. La abandoné. La volví a retomar. Estaba casi acabada hace ya siete u ocho años, pero no encontraba el momento de terminarla. Decía: ya llegará, ya vendrá el momento que me pedirá acabarla. Este verano llegó.
-¿Ha querido contar una saga familiar, la historia de un mundo que se viene abajo, las complejas relaciones entre padres e hijos o la historia de una decepción?
R. Tiene un poco de cada una de esas cosas. Pero hay más ejes: el amor, las muchas caras del amor, la imposibilidad de volver a lo que se dejó, la complejidad de los mundos que hemos visto acabar. No solo ha desaparecido el mundo rural, también las esperanzas revolucionarias, también una forma de entender la religión, ciertos ambientes urbanos…
-¿Por qué ha elegido esa estructura tan compleja, con tantas idas y venidas?
R. En parte la estructura es hija de la forma de trabajar: algo que ha sido escrito a lo largo de tantos años ofrece similitudes con una casa cuya construcción se demoró demasiado. También ha influido la propia concepción de la historia que se narra: los acontecimientos recientes y los lejanos se entrelazan y cuando parece que ya se dan por enterrados resurgen de nuevo. Nos sucede así también en las evocaciones y en las narraciones orales.
-¿Tenía en la cabeza alguna novela o algunas novelas en concreto, autores específicos como Thomas Mann, por ejemplo?
R. Siempre tiene uno referencias. Thomas Mann está ahí. Pero su caudal es el de un gran río del centro de Europa: lento, quizá demasiado lento. Yo quería que mi relato fluyera como un río claro de montaña: con rápidos, con saltos, con remansos, pero siempre avanzando, deprisa, como ansioso por alcanzar el valle y la llanura. También he pensado en alguna película, como ‘Novecento’ de Bernardo Bertolucci.
-¿En qué medida ha intentado resumir aquí tus vivencias y tus escritos a lo largo de tantos años?
R. - Un personaje del libro reflexiona acerca del amor y dice que todos los amores son el mismo amor. Quizá con los libros sucede igual: todos los que uno escribe son el mismo. No hace sino cambiar el punto de vista y, pareciendo que mira a otros, en realidad, solo se está mirando a sí mismo. Sí, seguramente este libro resume y ordena vivencias y escritos de muchos años.
-¿Qué es para usted el Pirineo, qué son los Pirineos, qué le sugieren, qué le evocan?
R. - Son las montañas en las que me crié y donde he pasado casi toda mi vida. Pero nada más. Un escenario, muy querido, sí, pero solo eso. El envoltorio de las vivencias, de los sentimientos, de las sensaciones, la casa de mucha gente a la que quise y quiero. Estas cosas -los sentimientos, las personas, las relaciones, las ideas- son lo importante. Las montañas solo brindan el escenario.
-Vayamos con los personajes: empecemos por Arcadio, navatero, autoritario, irascible...
R. Sí, un tipo duro, muy fuerte, muy seguro. Pero a la vez frágil. Alguien capaz de enfrentarse a cualquier peligro pero que sucumbe con facilidad ante el amor, ante un gesto, ante un desaire. Alguien a quien la vejez y la enfermedad sumen en la melancolía.
-En la vida de Arcadio hay varias mujeres, y esta es también una novela de mujeres, pero destaca especialmente su esposa Margalida.
R. Margalida es la madre hermosa, buena y silenciosa que desaparece pronto y deja en los hijos una sensación de soledad imposible de superar. Es la madre de la mitología antigua, aliada con los hijos frente a la tiranía del padre, la que conociendo la furia del padre pone su empeño en la protección del hijo.
-Arcadio tiene alguna historia secreta y en cierto modo aplazada, pienso por ejemplo en Susana. ¿Somos esclavos de las pasiones imposibles?
R. -Sí, muchas veces somos esclavos de la idealización de lo que pudo ser y no fue. A veces se vive pensando en retomar lo que quedó aplazado o sin terminar. Pero eso es imposible: no se puede regresar a Ítaca.
-Quizá la figura más compleja y fascinante sea la del hijo León. Háblemos de él...
R. En realidad León es como su padre: apasionado, violento, fuerte y, a la vez, frágil. Seductor y enamorado del amor, soñador, solitario. Por eso la relación con Arcadio, su padre, resulta tan extremadamente violenta: son iguales, pero no se reconocen como tales. Cada uno atribuye al otro los defectos que él mismo, sin darse cuenta, posee. Además, el hijo achaca al padre el desamor por la madre perdida.
-León recorre un siglo convulso pero jamás renuncia al amor, a la seducción, a las mujeres. ¿Existía este tipo de hombres entre los navateros?
R. Bueno, ese tipo de hombres existe en todas las profesiones. Pero el navatero se movía en un escenario más apropiado para las oportunidades. Su vida era bastante aventurera. Dejaba el bosque en primavera y viajaba por el río. Hoy dormía aquí y mañana allá. Llegaba a los pueblos en mayo y en junio, con los grandes caudales de las nieves, traía la alegría, la fuerza, el vigor de las montañas. Culminaba su viaje en la ciudad, cobraba su dinero y volvía a los montes para iniciar de nuevo la navegación.
-El tercer personaje es Artemio, que parece no entenderse con su padre y está fascinado con su abuelo.
R. Sí. Artemio también es como Arcadio y como León, pero domesticado por la educación. A veces desearía sucumbir, abandonarse a los instintos como el padre y el abuelo, pero se encuentra atado por la moral, por el deber. Se debate entre las lealtades a los dos, entiende bien a Arcadio, pero también a León. Representa el combate entre la rebeldía y la realidad, entre los ideales y el mundo cotidiano, la sensibilidad extrema enfrentada al materialismo de la vida ordinaria.
-¿Qué hay de Severino Pallaruelo en Artemio?
R. -Supongo que mucho. En mí viven sus combates interiores: la melancolía, los anhelos de justicia y la lucha, siempre frustrada, por no saber qué hacer frente a los mundos queridos que se extinguen, frente a los mundos buscados que se desmoronan; por la belleza y el arte –como un orden- inalcanzables. Y la naturaleza, la relación con la naturaleza, la naturaleza como el vientre materno, la única patria.
-La novela es extensa, caudalosa... ¿Ha querido componer la novela total o definitiva de los Pirineos?
R. - No he pretendido conseguir una obra total o definitiva. No existe. Pero sí he intentado plasmar la complejidad de una sociedad a la que le han sobrado aproximaciones desde el folclore. Las montañas y los bosques han estado poblados. Allí ha habido amores y odios, risas, violencia, temores, pasiones, celos: como en cualquier sitio, como en una gran ciudad.
-¿Cómo han marcado a los personajes las convulsiones del siglo XX?
R. Los personajes de la novela ven el discurrir de sus vidas condicionado por los grandes acontecimientos del siglo: Arcadio participa en la guerra de Marruecos, parte a Francia como refugiado durante la Guerra Civil y luego se hace falangista. Su hijo León combate en el bando republicano, conoce el exilio y la represión franquista cuando regresa a España. Artemio sufre la educación religiosa y milita más tarde en las filas comunistas. Mientras tanto las montañas se despueblan, las ciudades crecen. Toda la historia del siglo XX desfila por los escenarios en los que se mueven los protagonistas.
-Parece que aquí hay una enmienda a la militancia política y a la Transición. ¿Qué quiere denunciar o qué te duele de ese período de la vida española y aragonesa?
R. No, no me duele nada. No quiero enmendar nada. Solo me invade una melancolía profunda: la del contraste entre la hermosura de los ideales que se defendieron y las realidades que aparecieron tras las palabras. Pero el protagonista de la novela habla más del comunismo que de la Transición. No consigue olvidar que aplaudió a Ceaucescu.
RECUERDO DE ROSSANA PODESTÀ

[Hace casi diez días empecé en 'Heraldo' una sección navideña diaria, 'Qué bello es vivir' (la tituló así su coordinador Christian Peribáñez, un estupendo compañero desde hace varios años). Ayer publiqué esta nota sobre Alfredo Castellón Molina y la actriz Rossana Podestà.]
QUÉ BELLO ES VIVIR. Hace unos días, fallecía en Roma la mujer que encarnó a ‘Helena de Troya’ de Wise. El cineasta aragonés la recuerda.
Alfredo Castellón: una cita en Roma con Rossana Podestà
El escritor y realizador Alfredo Castellón Molina (Zaragoza, 1930) experimentó ayer una pequeña conmoción. Hacia la una llamó a algunos de sus mejores amigos y les dejó este mensaje: “Se nos ha muerto Rossana Podestà”. En realidad, la actriz, nacida en Trípoli (Libia) en 1934, había fallecido el pasado diez de diciembre, pero algunos medios publicaban ayer su necrológica. Era la actriz por excelencia del ‘peplum’ italiano y de muchas películas sobre la Segunda Guerra Mundial. Llegó al cine hacia 1950, con apenas 16 años, y reclamó la atención de cinéfilos y espectadores cuando le birló el papel de Helena de Troya, en la película homónima de Robert Wise, a actrices ya consagradas como Liz Taylor, Ava Gardner o Lana Turner.
Rossana había empezado a destacar un poco antes, cuando participó en ‘Ulises’, junto a Kirk Douglas y Sylvana Mangano, y cuando Michelangelo Antonioni le concedió el papel de protagonista para su película ‘Las amigas’ (1955), en la que el joven cineasta aragonés Alfredo Castellón era ayudante de dirección. Castellón se había ido a Italia con una carta de recomendación de Luis García Berlanga y el maestro italiano le dio un modesto empleo hasta que la película se interrumpió por falta de presupuesto. Y le autorizó a observar todos sus rodajes en los estudios de Cinecittà, en Roma.
“Me hice amiga de la madre de Rossana Podestà antes que de ella. Esperaba y vigilaba a su hija que tenía una preciosa y angelical cara de niña”. La acompañaba a todas partes. “Recuerdo que nos citábamos en un café, el Losetti, donde también iba mi gran amiga de entonces, la filósofa María Zambrano, pero a ella no pareció interesarle mucho la joven actriz. Estuve cinco o seis veces con Rossana pero su madre siempre estaba allí de carabina”, recuerda Castellón, que estuvo casi dos años en la Escuela de Cine de Roma.
Rossana, que había empezado con muy buen pie, quería saber, sobre todo, cosas del montaje “y también me preguntaba qué cine quería hacer, y yo le decía que ambicionaba hacer películas surrealistas como las primeras de Luis Buñuel: ‘Un perro andaluz’ y ‘La Edad de Oro’”. En aquellos días de felicidad y de revelaciones, Castellón coincidía con cineastas como Peter Kubelka y Tomás Gutiérrez Alea, con el artista vietnamita Tranto y con un realizador de documentales como Silvio Maestranzi, con el que hizo dos películas: ‘Los techos de Roma’ y ‘Viena, 1956’. “Entonces tenía un proyecto muy ambicioso: quería hacer una película sobre los tapices de Goya y me pasaba horas y horas leyendo y preparando el guión”.
Castellón confiesa que nunca pudo estar a solas con la bella Podestà. Él tomaba café y ella capuchino o Campari. Poco después se casó con el cineasta Marco Vicario, que la convirtió en una musa elegante y ligera de ropa. Castellón intensificó, entre 1954 y 1956, la relación con una de las mujeres de su vida: María Zambrano. Se veían en ese mismo café, el Losetti, o en una plaza solitaria donde la autora de ‘Claro del bosque’ alimentaba a un montón de gatos. “Esa amistad fue realmente preciosa: aprendí mucho. María fue muy generosa conmigo”. Curiosamente, hace poco se supo que la pensadora malagueña vivió una historia de amor a mediados de los años 20, en Segovia y Madrid, con el militar e ingeniero aragonés Gregorio del Campo, de Ambel, y que de esa relación nació una criatura, que falleció a los pocos días. Él sería ejecutado en Pamplona, en 1936, por el ejército nacional.
Alfredo Castellón no se encontró nunca más con Rossana Podestà. Vio cómo se convertía en un icono del cine rosa y erótico de Italia. En 1981, le preguntaron a qué hombre se llevaría a una isla y contestó que al explorador y escalador Walter Bonnatti (1930-2011), “una de las mayores leyendas del alpinismo”, según los expertos. Él se enteró, la llamó y concertaron una cita. Su historia de amor duró treinta años, hasta que él falleció en 2011. Poco después, Rossana publicaría un libro, ‘Walter Bonnatti, una vida libre’. Por todas estas cosas, Alfredo Castellón –fundador de TVE, dramaturgo y autor de películas como ‘Platero y yo’ y ‘Las gallinas de Cervantes’- recuerda con melancolía a aquella belleza casi juvenil que iba a convertirse en Helena de Troya y en musa de muchos italianos de posguerra. En Navidad, la añoranza casi nunca es un error.
PABLO FIDALGO: TRES POEMAS

El joven poeta y narrador Pablo Fidalgo me envía tres poemas de su último poemario, Mis padres: Romeo y Julieta, publicado por el sello Pre-Textos.
1
Dejemos que las cosas ocurran, esta vez de verdad.
No nos perdamos otra vez en el viaje
de lo grande a lo pequeño.
Llegarás a Torino en avión, atravesando los Alpes.
Prende il Pullman, y baja en la estación de Porta Susa,
camina San Donato y al pasar el cine Roma Blue
gira a la derecha. Yo no saldré a encontrarte.
Será de noche, poco después tu cara será iluminada
por la luz naranja de la parada del tranvía: Livorno.
Una ciudad bien iluminada por la noche
nos conducirá a la revolución,
de momento es la felicidad.
Japón. La terra torna ancora a tremare.
Y siento que ha sido el comunismo,
su éxito y su fracaso, la idea del comunismo,
lo que permite que nos encontremos año tras año
en ciudades tan lejanas, en poemas tan distintos.
Un poco más, y estarás conmigo.
Si consigues orientarte sólo con mis palabras,
sin otros mapas ni otros libros,
tu mente se irá reparando y llegarás curada.
Creo que me has descubierto.
Palabra por palabra, recordamos la lengua en la que crecimos,
y aún pienso que uno de los dos morirá joven.
Nos hemos quedado en Europa definitivamente
y eso es lo que distingue nuestro odio
del odio de los demás.
Si me he tomado el tiempo de explicarte esto
es para que entiendas que sé llegar a cualquier sitio,
y que como tú dijiste un día la geografía me salvó.
Sigue un poco más y ya estarás en casa.
Por la mañana abrirás la ventana
y verás la nieve sobre la que hoy volaste.
Hemos vivido mucho tiempo solos.
La casa es pequeña,
nos costará aprender a movernos sin molestarnos
pero eso ya será parte del camino de vuelta.
——————————————————————
2
La luz se movía entre los árboles,
y yéndonos del río, vimos a un hombre y una mujer desnudos.
Vimos a su hijo acostado en una toalla
como si los tres acabaran de nacer.
Inclinados sobre el niño, adorándolo,
podrían ser tus propios padres y tú mismo.
La belleza es incontestable para nosotros
que hemos atravesado el infierno.
Mire donde mire están ellos
que ni siquiera se giran para ver quién soy
totalmente concentrados en su propia fe.
Después seguí mi camino deseando ser un padre
expulsado del paraíso una vez más,
pero sabiendo que quizá esa belleza, ese amor,
no se me habían entregado.
Y entendí, después del instante perfecto,
que todo se renueva de golpe: padres e hijos.
Pero nosotros cuando vamos a un lugar
no nos llevamos ningún recuerdo.
Hemos sido irrepetibles y fascinantes tantas veces al día
que nadie se ha fiado de nosotros.
Allí donde vayas, mires donde mires,
tus padres renuevan su presencia,
vigilan que todos sepan quién eres
aunque les cueste la vida.
———————————————————–
3.
El mar está ahí abajo. Es una calle llena.
No lo domino. Y si me tiro
¿quién recordará que venimos de las islas?
¿Por qué siento que las aguas no pudieron lavarme?
¿Por qué me suplicas que no vaya al más allá,
que no me transforme ni me ponga más vestidos?
¿Por qué me pides que sea menos de lo que puedo ser?
Yo estaba en el tejado de la casa
y tú, desde la calle,
usabas mis propias palabras para detenerme.
Pero yo cerré los ojos y me arrojé
y vi que el poder de la palabra no era suficiente
y que el amor otra vez llegaba tarde.
Yo estaba ahí desde hace tiempo suplicando
y si tardaste tanto en verme
¿qué quieres que piense de ti?
No había razón para que tú y yo
nos tratásemos como iguales.
¿Cómo se iba a comparar mi larga historia aquí arriba
con tu breve historia allí abajo?
PACO PONS: DE AMISTAD Y DE LIBROS

[Ayer el librero Paco Pons, siempre amable, me escribió a propósito de mi artículo ‘El bibliófilo amable’ y me envió este texto de regalo de Navidad. Paco es así: gentil, dispuesto siempre a contagiar pasión por la cultura, por los libros y por la amistad. La foto de Marilyn leyendo el 'Ulises' de James Joyce es de Eve Arnold.]
LARGOS AÑOS DE RECUERDO AMOROSO
Por Paco PONS. Librero
En los días finales del año, en algunas culturas, acostumbramos a recibir – y a entregar – regalos, como prueba de cariño. En España se añaden los regalos de la Epifanía – el día 6 de enero – aunque cualquier fecha es buena, y cualquier motivo, para expresar nuestro cariño a las personas que nos importan.
Hoy he recibido un regalo, en vísperas de Navidad, y me lo ha hecho una vieja amiga, que a menudo me gasta bromas, en ocasiones feroces: Mi memoria. Me ha venido el intenso recuerdo de un hecho que viví como testigo principal, que no como protagonista. Sucedió en los primeros años de los Setenta, es decir hace algo más de cuatro décadas. El caso es que lo había olvidado por completo y de repente me ha venido con una precisión casi cinematográfica. Recuerdo ahora los planos, los rostros y las frases, de forma precisa. Bueno, o eso me hace creer la tramposa de mi memoria…
Aquel año viajé a Francia, y me desvié un poco de mi itinerario, para llegar hasta la región de Anjou y visitar a un amigo, ya anciano. Se trataba de un sacerdote a quien le estaba agradecido por haber colaborado en conseguir que yo recibiera un complemento indispensable para mi formación cultural y humanística. Lo vamos a llamar Pére Charles. Acababa de cumplir los ochenta años y me recibió con su afecto y amistad habituales. Me preguntó si pensaba pasar varios días en esa ciudad – Angers – y al saber que estaría allí dos días, me pidió que le hiciera un favor. Mi respuesta fue inmediata y su ruego consistía en que le llevase a otra ciudad, a unos ochenta kilómetros de Angers. En ella residía una amiga a la que no había visto en mucho tiempo.
Durante el corto viaje hablamos poco, si bien me explicó que en los años 1917 y 1918, durante la Gran Guerra – Primera Guerra Mundial – él había servido como capellán de un regimiento del ejército francés, recién ordenado sacerdote. Su compañía fue bombardeada por la artillería enemiga y la metralla de un obús hirió a varios soldados, entre ellos al capellán, mi amigo Charles. Fueron evacuados al hospital y allí permaneció ingresado durante varias semanas, hasta su curación, coincidente casi con el Armisticio y el fin de la contienda. La sala del hospital donde permaneció Charles era atendida por una joven monja, recién consagrada, quien recibió el encargo de su priora de ir a servir en el hospital, para una tarea más necesaria que la vida contemplativa.
Llegamos Charles y yo en mi coche, a la residencia de religiosas, en la que estaba ingresada la monja Soeur Thérése, por la que preguntamos en la recepción. “Está en el jardín, saliendo a la derecha”, nos dijeron. Charles se acercó a la monja y le dijo, a modo de saludo, “¿Me recuerda Usted?”. Ella se limitó a mirarle a la cara y a contestarle, “No le he olvidado, a pesar de que han pasado más de 50 años…”. Creí que debía retirarme y dejarles hablar a solas y le dije al Pére Charles que iba a tomarme un café en la máquina situada junto a la recepción.
Casi media hora después, al regresar, los encontré tomados de la mano, mirándose, en silencio. Charles se había sentado junto a la silla de ruedas de la monja y los dos tenían los ojos húmedos. Me acerqué a mi amigo, para decirle que podríamos estar todo el tiempo que él quisiera, y fue ella la que me dijo en un francés con un suave acento alemán, que ya habían hablado todo lo que se tenían que decir y que no debíamos circular de noche, pues las carreteras son peligrosas, cuando no hay luz.
La despedida fue un apretón de manos, cálido pero sin efusiones, y una frase de ella a mi emocionado amigo: “Me gustaría volver a verte antes de que pasen otros cincuenta años”. La respuesta de Charles fue breve: “Sin duda, pero ya será en la Casa del Señor”. Soeur Thérése replicó un sencillo “Allí estaré esperándote”.
Nos encaminamos al coche y conduje de regreso a Angers, sin que hablásemos más que un par de breves comentarios sobre el tráfico. Yo no quería romper las emociones que intuía habrían vivido los dos protagonistas de esta historia. No volvimos a comentar este asunto, ni el día siguiente, que estuvimos juntos, ni en las cartas que nos escribimos, hasta que un día me llegó un escrito de otro sacerdote, amigo del Pére Charles, en el que me comunicaba que mi amigo bretón había fallecido en una residencia – hospital, a donde había sido llevado al sufrir un grave percance en su frágil salud.
No me cabe duda de que en la Casa del Señor están ahora juntos un sacerdote bretón y una monja alsaciana, compartiendo el Amor de Dios y recordando el amor humano que hubo, pero que dejó que prevaleciera la llamada de la “suave brisa”…
Diciembre de 2013.
Cuentos de domingo / Antón Castro. Heraldo de Aragón.
El bibliófilo amable
Érase una vez un hombre bueno que empezó a amar los libros. Los cuidó como se cuida a una familia y se dedicó, en sus viajes, en sus pesquisas, en sus cartas o en sus visitas a librerías y ferias, a buscar aquellos que constituían, volumen a volumen, folleto a folleto, la memoria de su pequeño país de polvo, viento, niebla y sol. Lo acumuló casi todo: lo acumuló, lo hermoseó, lo leyó y divulgó una buena parte de ese patrimonio que tenía que ver, sobre todo, con el vasto legado científico del territorio: desde Servet o Juan Pablo Bonet hasta Miguel Antonio Catalán, Cajal y Oro, pasando por Félix de Azara, Loscos, Pardo Sastrón o Jordán de Asso. Un día decidió que ese tesoro incalculable debería ser para sus paisanos. Aprovechó el momento idóneo y mostró su generosidad más absoluta. Solo exigió un mínimo de respeto, un poco de cariño y primor, los buenos modales que empiezan en la educación y en la conciencia de que se estaba ante un bello arsenal de páginas que resumían una pasión inefable por las vidas ajenas que transformaron, despaciosamente, el mundo. Al principio todo fueron buenas palabras, o quizá las mejores intenciones: se inició la tarea de fichar y ordenar el material. Luego ni los unos ni los otros le hicieron caso, ni siquiera tuvieron la delicadeza de recoger la donación. Se dijo que ni había dotación para mantener ese legado ni espacio para acogerlo. En cambio, sí se podían pagar hasta 1.400.000 euros por una colección de arte. El bibliófilo ni dijo esta boca es mía. No convocó ni a la prensa ni llamó a sus amigos. Aceptó su sino y no acusó el desprecio. Pero pasó lo que también resultaba presumible: otra comunidad, más preocupada por la ciencia y por los saberes, le ofreció un depósito para sus materiales y los cuidados que se merecían. Por amor al conocimiento creyó que debería ceder. Dejarse querer donde le querían: huye de cualquier amago de narcisismo pero cree en la dignidad. En cuanto se supo que los casi 10.000 libros viajaban hacia otro lugar, el propio Gobierno puso el grito en el cielo. Uno de sus responsables llamó a rebato: “Hay que salir a la calle. Nos roban nuestro patrimonio y nuestra historia”. El bibliófilo amable tampoco esta vez dijo nada.
JOSÉ PERIS Y LA POBREZA INFANTIL

[Mi nombre es Ángela Millán, la responsable de Relaciones Institucionales de la Fundación Ayuda en Acción, me envía esta nota. La foto de José Peris Lacasa es de 'Heraldo' y la tomó Esther Casas.]
Zaragoza, 23 de diciembre de 2013
El maestro Jose Peris dona los derechos de un villancico a la lucha contra la pobreza infantil durante un concierto benéfico.
El maestro aragonés José Peris sorprendió a los asistentes presentando su nueva versión del Adeste Fideles y cediendo los derechos de explotación a Ayuda en Acción.
- Más de 800 personas acudieron al concierto benéfico logrando recaudar más de 15.000 euros para luchar contra la pobreza infantil en España.
El pasado viernes 20 de diciembre tuvo lugar en la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza el concierto benéfico organizado por la Sociedad Filarmónica a favor del proyecto de atención a las necesidades básicas de la infancia en España de la Fundación Ayuda en Acción.
Es la primera vez que esta fundación española destina recursos para un proyecto en España y lo hace para intentar minimizar el impacto de la crisis y mejorar las condiciones de vida de los niños y niñas víctimas de la misma.
La sociedad aragonesa mostró su solidaridad y su apoyo a esta iniciativa que logró recaudar más de 15.000 euros y reunir a más de 800 personas en un concierto interpretado por la orquesta Il Concerto Accademico con la colaboración del coro juvenil Amicci Músicae.
El repertorio incluía obras del maestro aragonés José Peris, cuya trayectoria como músico, compositor, docente e impulsor de la formación musical, ha sido objeto de diversos premios y reconocimientos.
El maestro de 94 años de edad sorprendió al auditorio presentando en exclusiva su nueva versión del villancico “Adeste Fideles” y cediendo íntegramente los derechos del mismo a la Fundación Ayuda en Acción.
Al finalizar el concierto los asistentes disfrutaron de un cava solidario y de un dulce navideño cortesía de las empresas que colaboraron en el acto.
Más información : Ángela Millán (Responsable Instituciones y Empresas Delegación de Aragón) amillan@ayudaenaccion.org y Rocío Palá (Delegada Ayuda en Acción Aragón) rpala@ayudaenaccion.org
BAROJA, POR MARCHAMALO Y SANTOS

Pío Baroja con zapatillas, manta y estufa
‘Retrato de Baroja con abrigo’ de Jesús Marchamalo y el oscense Antonio Santos]
Hace un par de años se publicó un monográfico sobre ‘El árbol de la ciencia’ de Pío Baroja (1872-1956). Al escritor y periodista Jesús Marchamalo (Madrid, 1960) –autor de uno de los libros infantiles del año: ‘Palabras’, que ilustró Mónica Gutiérrez Serna para Kalandraka- le encargaron que escribiera un retrato del autor de ‘La busca’ y él optó por trazar un daguerrotipo de interiores: la existencia, más o menos anodina, del autor en zapatillas, con su gato, con su pluma, con sus dos abrigos y con su soledad de ermitaño un tanto cascarrabias.
El retrato de ancianidad arrancaba así: “Tenía Baroja un gato, negro como el de los cuentos de brujas, y dos abrigos. Uno oscuro, de paño, de diario, y algo raído, y otro que guardaba en el armario, gris, para los ocasiones especiales”. El texto situaba a Baroja en un momento en que grababa para el cine. Ante el torbellino de cables que iban de habitación en habitación, que cruzaban los pasillos y la mesa camilla, ante “la luz homicida de los focos”, el novelista dijo: “¿Todo esto consumirá con mucha electricidad, no?”. Ya entonces, la corriente resultaba cara.
Ese texto cayó en las manos de un editor tan apasionado como Diego Moreno, del sello Nórdica. Ahora acaba de aparecer en una edición ilustrada por el oscense Antonio Santos (Huesca, 1955), ‘Retrato de Baroja con abrigo’, un libro de bolsillo para leer y mirar y sonreír. Lo fue a visitar pocos días antes de su muerte, lo vio envuelto en uno de sus abrigos y la manta que se colocaba sobre las piernas y le dedicó un ejemplar de su libro ‘Adiós a las armas’: “A usted, don Pío, que tanto nos enseñó a los que, siendo jóvenes, queríamos ser escritores”. El día que supo que su amigo había muerto, un 30 de octubre de 1956 en que nevó en Madrid, el duro y correoso Hemingway no pudo reprimir sus lágrimas. Todo ello lo cuenta Marchamalo.
Félix Romeo (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) escribió un artículo irónico y brillante donde afirmaba que “todos los escritores son aragoneses”. Pío Baroja lo era con más motivos: escribió novelas que suceden en Aragón como ‘Los confidentes audaces’, ‘La venta de Mirambel’ o ‘La nave de los locos’, y se presentó a diputado por Fraga. El libro está dedicado a otros dos autores zaragozanos: Javier Goñi (Zaragoza, 1952) y Manuel Longares, de ascendencia aragonesa, que vivió algún tiempo en la ciudad.
Pío Baroja amaba los gatos. En la calla Mendizábal, donde vivió con su madre, cuidaba dos gatos: Chepa y Apitita. Luego se trasladó a la calle Ruiz de Alarcón y tuvo otro felino doméstico: Miki, que “andaba siempre cerca de la estufa –la chubesqui- en el salón de aquella casa suya fría como el aliento de la muerte”. En casa, Baroja, además de las zapatillas de felpa, llevaba bufanda, las solapas subidas y boina. Quizá por todo ello “alguien dijo que Baroja es uno de los personajes literarios más fotogénicos de su época”. Sale muy bien en las fotos.
Marchamalo también cuenta el famoso incidente que tuvo con los carlistas durante la Guerra Civil; tras un barullo de discusiones, en el que asomó una pistola, “parece que don Pío, pálido como un folio, le llamó cochino carlista” a uno de ellos. Lo prendieron, lo llevaron al calabozo y a la mañana siguiente acudió a buscarlo su nieto Julio Caro Baroja, y “escoltado por un grupo de requetés, se marchó a Francia”. Y también se cuentan las últimas visitas que recibió de Cela, González-Ruano, etc., que le llevaban dulces. Baroja era goloso.
Antonio Santos le ha hecho varios retratos, realmente espléndidos, que presentan al solitario en su laberinto. Todo un clásico de traje gris o negro que solía fumar tabaco rubio y que adoraba el chocolate.
*De la serie navideña, 'Qué bello es vivir', que publico todos los días en Heraldo de Aragón. Ilustración de Antonio Santos.
NICOLÁS MULLER, EN LA FÁBRICA

QUÉ BELLO ES VIVIR
El judío errante que domesticó la luz
La historia de Nicolás Muller, el fotógrafo húngaro que retrató la España de posguerra, en un volumen de La Fábrica
Hungría ha sido tierra de fotógrafos. Allí nacieron algunos de los más grandes del siglo XX como André Kertész, Robert Capa, Brassaï, Martin Munkacsi o Kati Horna. También nació Nicolás Muller (Oroshza, 1913- Andrín, Asturias, 2000) que, para algunos, encarna a un judío errante de la fotografía. Hijo de abogado, creció hasta los once años en su pueblo y recibió por entonces su primera cámara. Le gustaba mucho adentrarse en el secreto de las cocinas y oír historias; a los seis años fue golpeado, apaleado e insultado al grito de “judío de mierda”. Embrujado por la cámara de fotos, intentaría sablear a familiares y amigos para adquirir películas y líquidos de revelado.
Estudió Derecho y Ciencias Políticas, pero pronto decidió que aquel no iba a ser su mundo. Hungría era un país convulso, dominado por los poderosos. La gente vivía en un régimen que parecía de esclavitud. Quizá por ello, con un grupo de intelectuales y amigos, Los descubridores de las aldeas, Nicolás Muller hizo tres volúmenes, ‘Descubrimiento de Hungría’, donde denunciaba la dura vida de la gente del campo. Sus fotos son estremecedoras: captan las penalidades de los campesinos, de los trabajadores que drenan los ríos, de las lavanderas; captan los viñedos, las ferias o las escuelas judías. Más tarde, por razones políticas y la expansión de Hitler, se trasladaría a París y a Marsella. Allí registrará la actividad portuaria, la expresividad de los niños y la fuerza enigmática de algunos rostros. Más tarde se desplazaría a Portugal, sobre todo entre 1938 y 1939, y se convertiría en el narrador visual del puerto de Oporto y sus moradores.
La II Guerra Mundial lo llevará al protectorado español en Marruecos. A Tetuán y Tánger, sobre todo. Le interesaba todo: la calle, los zocos, la blanca geometría de las casas, las bailarinas, los desnudos; a esa época pertenecen de sus mejores fotos: ‘El galgo y la modelo’ (1940) y su ‘Desnudo’ (1940) más onírico y sensual. Hacia 1946, conoció a Fernando Vela, secretario de José Ortega y Gasset, que se convertiría en su protector.
Colaboraría con la ‘Revista de Occidente’, fijaría su residencia en Madrid y acabará conociendo y retratando a los grandes intelectuales del momento: al citado Ortega, que dirá “Nicolás Muller tiene la luz domesticada”, a Pío Baroja, Azorín, Cela o Dionisio Ridruejo, “quizá el más entrañable de todos”, entre otros muchos. También retrató a los aragoneses Pablo Serrano, Pedro Laín Entralgo o Luis Galve. “Me gustaba hacer retratos para conocer al personaje”, confesó. A lo largo de los años, realizó fotografías para monografías sobre Cataluña, Andalucía, Baleares, Canarias, País Vasco y Cantabria. Y firmó libros sobre ‘El paisaje español’ o ‘La huella judía en España’.
Nicolás Muller es una estupenda propuesta navideña: pueden verse sus ‘Obras Maestras’ en la Sala Canal en Madrid, bajo la dirección de Chema Conesa, o en un libro extraordinario, que ha publicado La Fábrica, con textos de Conesa y Pilar Rubio Remiro, y los ‘recuerdos’ de Muller. Sus fotos exaltan la complejidad de existir, las fiestas, los paisajes, el estupor y la calma de los ancianos, la soledad de los pueblos. Nicolás Muller tenía un admirable sentido narrativo y plástico, y documentó como nadie los cambios de la vida española. Dijo: “La fotografía es arte si detrás del objetivo está el artista”. Él lo era: un artista de la intensidad, de la emoción y de la belleza. Un artista inolvidable.
LOS MODLIN, POR PACO GÓMEZ

QUÉ BELLO ES VIVIR.
El escritor y periodista Paco Gómez siguió durante diez años la pista de una familia norteamericana
Los Modlin: arte, locura y Apocalipsis
Uno de los retratos de los Modlin: Margaret pinta uno de sus cuadros con modelo. ARCHIVO GÓMEZ /FRACASO BOOKS
“Diez años han pasado desde que los Modlin irrumpieron en mi vida por azar. Ha sido una experiencia intensa e irrepetible persiguiendo las sombras y los sueños de unas personas a las que nunca conocí”. Así abre Paco Gómez (Madrid, 1971), escritor y fotógrafo, la crónica de una búsqueda obsesiva: ‘Los Modlin’ (Fracaso Books). Todo comienza cuando su cuñado Marcos, en la primavera de 2003, le llama y le dice que vaya a “echarle una ojeada a una montaña de fotografías que alguien acaba de tirar al suelo” en la calle del Pez de Madrid. Paco Gómez, que fue asistente del fotógrafo y experto en revelado Juan Manuel Castro Prieto, es un enamorado de los objetos que se encuentran en las basuras e incluso llegó a trabajar de basurero.
Acudió de inmediato y aún pudo rescatar un buen puñado de fotos. Gómez se pregunta: “¿A quién pertenecían aquellas imágenes? ¿Qué tipo de persona puede tirar unas fotografías tan íntimas?”. Tardó casi un año y medio en volver a ellas: entonces, se dio cuenta de que se repetían tres personajes. Una pareja adulta y un joven adolescente que “posaba teatralmente, clamaba al cielo en ropa interior con los brazos en alto, mirando al sol, como si esperase recibir el maná divino o sujetara objetos invisibles”. El hombre maduro hacía lo mismo. En una foto, Gómez descubrió que saludaba a actores tan conocidos como Antonio Ferrandis o José Sacristán y que ella aparecía en una fotografía con Ángela Molina.
Poco a poco, a este “detective de pacotilla”, como se define Paco Gómez, le sonríe el azar: un día le hace una foto a su amigo el fotógrafo Juan Millás y ve que en su estudio hay un marco con cuatro pequeños retratos de “una mujer de rasgos judíos, nariz grande y ojos almendrados. Tenía el pelo negro como el carbón y un aire a Maria Callas”. Su amigo le dice que se llama Margaret y que “fue una pintora famosa que murió”. Esa instantánea se la había regalado a Millás una amiga que la había encontrado en la calle del Pez la misma noche en que él había ido a recoger las fotos.
Gómez casi se puso histérico: puso en Google “Margaret, pintora y calle del Pez”, y apareció un reportaje de ‘El País’ donde se decía que se esperaba un mecenas para salvar la obra de la pintora americana Margaret Modley Modlin, que había fallecido en 1998. En el artículo se decía también que cuando Margaret falleció, “su marido Elmer se sumió en la desesperación y quiso que todo se dejase como su mujer lo había dejado”. Gómez logró entrar en aquella casa fantasmal y arrasada por el polvo.
Gómez siguió un auténtico sendero de pistas que se bifurcan y recompuso la biografía de esta familia enigmática. Elmer, el padre, había sido actor, testimonial o secundario, de muchas películas, entre ellas ‘La semilla del diablo’ de Roman Polanski. Era un amigo y admirador del escritor Henry Miller. Pacifista convencido, se había casado con la rica Margaret y creía sinceramente que ella era una grandísima pintora. Ambos pensaban que, en los años 60, Estados Unidos iba hacia una guerra segura y se vinieron a España. Él aquí continuó haciendo pequeños papeles y ella hacía cuadros más bien relamidos, parecidos a algunos de Dalí, que hablaban de la divinidad y del Apocalipsis. Tanto Elmer como su hijo Nelson solían ser sus modelos. Margaret trabajaba a partir de fotos e idolatraba a su hijo Nelson: lo consideraba algo así como un dios. El joven, muy inteligente y en apariencia pragmático, intentó alejarse de aquel ambiente enfermizo. Fue capaz de convertirse en un empresario solvente del mundo del cine, grabó anuncios y vivió varias historias de amor: la más famosa fue con la presentadora de TVE Olga Barrio (la única que no ha querido hablar), y finalmente, igual que le había pasado a su madre, falleció de un infarto de corazón en su último refugio: Brihuega.
Los cuadros se quedaron un tiempo en la casa de la calle del Pez; luego pasaron a los bajos de un colegio de Móstoles y al parecer ahí siguen. Las pesquisas de Paco Gómez han dado lugar a una novela y un documental de Sergio Oskman, que ganó el premio Goya de 2012. “Los Modlin lo habían sacrificado todo para alcanzar la fama”, dice. La realidad casi siempre dicta las historias más inverosímiles.
FERNANDO ANDÚ, HOY, EN CÁLAMO

FERNANDO ANDÚ PRESENTA 'DIFERENCIAS', HOY EN CÁLAMO
Hoy viernes, a las 20 horas, en la librería Cálamo, se presenta el nuevo poemario de Fernando Andú: 'Diferencias', que ha publicado el sello Eclipsados de Nacho Escuín. Lo acompañarán los poetas Alfredo Saldaña y José Antonio Sáez. He aquí dos poemas que me envía Fernando Andú.
Fernando me ha escrito esta mañana y dice: “'Diferencias' es un homenaje a todas las personas que han desfilado por mi vida en los últimos veinticinco años, algunas de los cuales, como mi madre y mi padre, que en paz descanse, me han visto ir y venir por los vericuetos que traza el libro desde la distancia. El poemario, como verás, es una especie de biotopografía: aparecen lugares -unos más secretos que otros- y vivencias asociados a ellos, el amor, el desamor, la desesperación, la esperanza, etc.”
CIMA
queda
la roca roja
y la herrumbre del día
y un desierto de lava
bajo el sol
descarnado
el sopor
en el vértigo
la cárcava del aire
un óxido
que horada
cuajos de sangre
y sueños
lo que se agosta
dentro de mí
(donde mi vida
minada
ADUAR
del país
del si Dios quiere
os traigo nuevas
la del odre picado
se planta
y llora
en sus manos
adobe
que insuave amasa
con recuerdo de río
y tamarices
donde nadie responde
moré
entre adives
prendí
mis torres
fui
pródigo en cenizas
en esta hora
sobre una rambla
abrazo
nubes
masco tuera
y aguardo
un fuego amigo
*He tomado la foto de Fernando Andú del blog de Fernando Sarría.
LUCAS CEPERO: EL AMOR Y LA BALA
QUÉ BELLO ES VIVIR. La increíble historia del fotógrafo de HERALDO, asesinado en 1924 por “un amante despechado”
Lucas Cepero, una bala a contraluz
PIE DE FOTO. DPZ/ CORTESÍA DE HDEZ. LATAS
Autorretrato de Lucas Cepero, a los 31 años, en ‘El Prineo nevado’.
La vida es impredecible. A veces suceden cosas que abonan la idea de que vivir es habitar un cuento que tiene diversas ramificaciones. Hace un par de días, en el café Octavus de Utebo, me encontré con una colección de siete fotografías de Lucas Cepero, al que en varias ocasiones calificaron como “el intrépido Cepero”. Eran copias de gran formato de estampas que había tomado en Utebo en 1922: paisajes donde se veían los campos, las vías del tren, la impresionante torre mudéjar y una especie de almacén o de nave donde se podía leer: “Compro alfalfa”.
Esa misma tarde, gracias al pedagogo y escritor Víctor Juan, coordinador de la revista ‘Rolde’ cuyo sumario me mostró, volví a encontrarme con ese nombre: uno de los grandes historiadores de los orígenes de la fotografía en Aragón, José Antonio Hernández Latas, publicará en la revista dos artículos sobre este espléndido profesional que combinó la foto de reportaje con el retrato y la foto aérea. Dicen que fue el primero en tomar vistas desde una avioneta de la ciudad de Zaragoza, en concreto en 1920. Hernández Latas ha seguido sus pasos y ha fijado su fecha de nacimiento en Monegrillo en 1881.
¿Quién fue Lucas Cepero? Podría decirse que es, en cierto modo, un fotógrafo de leyenda: por el eco de su trabajo, por sus años en HERALDO (fue el sucesor de Gustavo Freudenthal y de Aurelio Grasa), y por su muerte: fue abatido por un balazo en la plaza de Sas, el 12 de noviembre de 1924 por “un marido despechado”. Los periódicos de la época, ‘ABC’ y ‘La Vanguardia’ entre ellos, se hicieron eco de su muerte: decían que Cepero y su adversario venían discutiendo y pegándose desde la calle San Gil. Allí tenía su estudio el artista pero parece que Cepero salía de una fiesta a beneficio de la Asociación de la Prensa, en el Teatro Principal. Algunas crónicas de prensa afirman que Cepero y Pablo Calvo Lezcano “tenían resentimientos mutuos”; se cruzaron golpes en la calle Estébanes y todo concluyó con un disparo en la contigua calle del Pez.
Cepero intentó encontrar un médico o alivio al impacto de la bala, entró en la farmacia Zatorre y allí se murió. Para entonces Pilar Larpa Maluenda, esposa del chófer, hacía ya cuatro meses que se había recluido en el convento de las Oblatas. A Pablo Calvo le pidieron seis años y un día de prisión y 6.000 pesetas para la viuda de Cepero, pero finalmente, algunos meses más tarde, fue absuelto. Al parecer se consideró un atenuante decisivo que Lucas Cepero había ofendido muy gravemente al chófer y a su esposa.
No he podido leer los artículos de Hernández Latas, pero me han dicho Víctor Juan y el bibliófilo José Luis Melero que ha hecho “otro de sus grandes trabajos”: ha visitado la tumba de Cepero, ha seguido el proceso judicial contra su agresor Calvo Lezcano, que era conductor, y ha encontrado espléndidos materiales. De la revista ‘El Pirineo nevado’ (1915), José Antonio Hernández Latas ha rescatado este autorretrato del artista. Esa publicación alude a otro momento especial de su carrera, que cuenta así José Luis Vázquez en su libro ‘25+8 años (1977-2010)’: “Muy comentada fue su gesta en la que, aislado en el balneario de Panticosa, experimentó y sufrió el frío intenso de copiosas nevadas para obtener imágenes del crudo invierno de 1915”.
Además de trabajar en HERALDO, Lucas Cepero colaboró con varios periódicos nacionales como ‘ABC’, publicó sus fotos en revistas como ‘La Esfera’ y ‘Blanco y negro’, realizó reproducciones de arte del Museo de Zaragoza y, entre otros temas, compuso colecciones sobre la Basílica del Pilar, las fiestas de Zaragoza o la serie ‘Zaragoza Monumental y Artística’. Otra de sus aportaciones más valiosas fue un álbum de Zaragoza, donde ensayó “el contraluz polarizado con intención de conseguir efectos nocturnos”, como se escribió en un libro. Su viuda asumió la dirección del estudio tras su muerte e incorporó a Manuel Coyne como retocador y a César Gracia Cepero, su sobrino. De hecho, el nuevo taller se llamó Viuda de Cepero y Sobrino de Cepero e intentó hacer honor a un profesional que ha sido calificado como “verdadero artista de la fotografía moderna”.
POEMA DE ALMUDENA VIDORRETA
Almudena Vidorreta (Zaragoza, 1986) acaba de publicar el poemario ‘Días animales’ (La Gruta de las palabras. PUZ), un libro de amor y desamor, de pasión y ausencia, de las heridas del adiós, de la obsesión de los recuerdos. Un libro intenso que insiste en algunos logros de ‘Lengua de mapa’. Uno de los poemas más impresionantes se titula ‘Adorno’ y aquí está el que da título al libro. La fotografía es de China Hamilton.
DÍAS ANIMALES
Días animales,
ácido en los párpados,
pintarte las uñas
con la sangre que me sobra
y dejar que la vida pase,
con su alegría y sus luces,
hasta el fondo de la habitación.
Maúllan cucarachas
en los rincones del baño
pero su música en la noche
me parece clásica.
Días animales:
una bestia a oscuras
y a la mañana siguiente,
un insecto en la lámpara.
Mariposa muerta.
RETRATO SIN BARBA DE FIN DE 2013

Hacía muchos años que no me había afeitado la barba, quizá desde 1997. Acabo de hacerlo y este es el resultado, nada alentador. Mi hija Sara me dice que parezco más gallego que nunca. Y mi hijo Jorge me ha dicho que me va a retirar el saludo si no me vuelvo a dejar la barba.
Javier Delgado me vio así ante el VIPS y disparó la foto. No fue la primera; antes lo hicieron Pedro Etura y Vicente Almazán.