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UN POEMA PARA LABORDETA

UN POEMA PARA JOSÉ ANTONIO LABORDETA
DE AUSENCIA Y PRESENCIA
Anoche, invitado por Paco Ortega, estuve en el Teatro Principal, en el ciclo de ’Sin Fronteras’. Fue muy bonito para mí hablar en ese espacio, en el Ambigú, ante el cuadro ’Zaragoza’ de José Manuel Broto. Recordé a algunos amigos -el tema general era la ausencia- y leí este texto dedicado a José Antonio Labordeta, tan vinculado a uno de mis mejores recuerdos de Cantavieja. El miércoles, con mi hijo Diego, iré a la villa que sedujo a Baroja y Valle-Inclán y Manuel Vicent, la ’ciudad sitiada’ de mi libro ’El testamento de amor de Patricio Julve’ (Xordica, 2011), dedicado por completo al Maestrazgo. Acabo de ser distinguido con un titulo entrañable: ’Embajador del Maestrazgo’. Os dejo aquí el texto dedicado a José Antonio Labordeta, que aparece en un libro que ha coordinado Lorenzo Lascorz que se titula ’Amigo Labordeta’, en el que 80 personas lo recuerdan, lo cantan, lo perfilan... La ilustración es de Luis Grañena. Ese volumen se presentará en Zaragoza, en el Teatro Principal, el próximo 29 de mayo.
ÚLTIMO CONCIERTO EN EL MAESTRAZGO
[A José Antonio Labordeta, in memóriam (1935-2010)]
1
¿Quién eras tú, lo sabías, poeta, cancerbero de estrellas,
sembrador de prodigios o un labrador insomne que conocía
los sonidos del trigo, el llanto seco de las montañas,
el murmullo sigiloso de las últimas nieves que se desmayan en la noche?
Llegaste como siempre: discreto e invisible, como si el planeta
te acompañase en el grito, en el bigote hirsuto, en tu mirada severa.
Tomaste posiciones y empezaste a recordar, desde un altozano:
¿cuántas veces habías estado allí, en el Salto de la Novia,
en la ermita de Loreto, en el sinuoso descenso hacia los barrancos
o hacia la mansedumbre de piedra y siglos de silencio de Mirambel?
¿Cuántas veces habías seguido del vuelo elegante de los buitres,
que luego se guarecían en las piedras cortadas a pico, hendidas
de sombras y de grutas y de los ex votos inesperados del bosque?
Tomaste posición para ver. Para sentir. Para amasar el tiempo
y detener los recuerdos.
Cantavieja. Masoveros a lo lejos. Pájaros fugitivos. Ancianas solitarias,
viejas de olvido
que vencían la tarde con su aspecto de fantasmas nórdicos.
Había vacas en la vega y el viento, seguro de sus puñales,
peinaba las matas, los arbustos, las crines de los caballos sueltos en la ladera.
Allí, en Cantavieja, lo recordabas todo. A los tuyos: a tus mujeres de nardo
y sal caliente.
A tu hermano Miguel, de cristalino corazón acuciado de añoranzas.
A los maquis de los Pirineos. Los atardeceres de vencejos en Canfranc.
Tus días de Francia cuando buscabas a Brassens por todas las esquinas
y anhelabas oír la voz estremecida y sobria de Atahualpa Yupanqui.
No era la primera vez que ibas a cantar. No era la primera vez y quizá
sí fuera la última.
Jamás fuiste ceremonioso. O tal vez sí lo fueras a tu modo:
la guitarra era un apéndice de la sangre, la emoción rasgada,
como un amor de cuerda y delirio, habituada a tu suavidad de esparto.
2
No te lo podías creer. La noche se había disfrazado de romería en el teleclub
y tú eras el profeta. Una muchedumbre de feria te esperaba.
Una multitud estremecida aguardaba tus himnos y sus conjuros.
Acaso nunca te habían anhelado tanto como entonces.
Al subir las escaleras, alguien dijo: “Hay hombres que son furia y vendaval,
calma y escarcha, clamor necesario.
Hay hombres como Labordeta. Hay hombres que somos todos.
Hombres Somos”.
Estabas perplejo. O asombrado. La expectación era tan grande
que el mundo se descuadernó en las alturas. Cantavieja es promontorio
y escala con su navío legendario una cumbre incesante.
¿Cómo debían sonar las canciones entonces,
qué hondura de pedernal darías a las sílabas del alma?
Cantavieja, recordaste, está más allá del mito:
aún conserva el latido del mar, la esperanza del aire,
la vibración de la historia y sus violencias. La música del vacío.
Nunca solías ponerte nervioso. El salón estaba tan abarrotado que palideciste
de pánico.
En el rostro se te dibujó la estela de un escalofrío.
O la constelación de un pudor inefable que te volvía arisco.
Algunos iban a oírte desde la fuente o la escalera, en las eras.
Algunos, enojados, iban a escucharte en su peor recuerdo.
Con la imaginación dolorida. Con la ira del expulsado.
¿Quién, cabrones, ha calculado tan mal el aforo?
¿No sabían quién venía y para quiénes?, gritaron fuera.
3
Estuviste como nunca. Enérgico, inspirado,
hecho de metal caliente y de olivera antigua.
En tu garganta cantaron todas las estaciones: por el desierto
y el valle, en la tormenta y el cierzo, con el eco de los montes,
por la piedra rojiza de las serranías, las vaguadas y las ermitas.
Como el pájaro libre de Víctor Jara y Violeta Parra y Bob Dylan.
Dos horas completas. Sin zozobrar. Con la maestría
del trovador confiado en sus asuntos y en su verdad heroica.
Lo cantaste todo. Lo contaste sin perder un segundo:
verso a verso, acorde a acorde, con el hervor de los manantiales de las
cañadas,
con el desgarro de existir contra la tinieblas y sus espantos.
Para concluir, allá va la despedida, te pusiste sentimental:
“Con este tema, tan querido para mí, regresamos todos
a la casa del padre, a Teruel, al campo infinito de Aragón”.
Abrazaste la guitarra y te echaste a andar con seda de luz
y melancolía en la voz. Solo ante el peligro.
Con la firmeza de un juglar que un día remoto se atrevió
con la ranchera en Belchite. Y con la jota. Y con la albada de mi tierra,
solar y solanar de tus antepasados.
Antón CASTRO
Garrapinillos, sábado, 17 de enero de 2015
BRADBURY: SOBRE 'FAHRENHEIT 451'
La génesis de Fahrenheit 451
Ray Bardbury
Era relativamente pobre en 1950 y no podía permitirme una oficina. Un mediodía, vagabundeando por el campus de la UCLA, me llegó el sonido de un tecleo desde las profundidades y fui a investigar. Con un grito de alegría descubrí que, en efecto, había una sala de mecanografía con máquinas de escribir de alquiler donde por diez centavos la media hora uno podía sentarse y crear sin necesidad de tener una oficina decente.
Me senté y tres horas después advertí que me había atrapado una idea, pequeña al principio pero de proporciones gigantescas hacia el final. El concepto era tan absorbente que esa tarde me fue difícil salir del sótano de la biblioteca y tomar el autobús de vuelta a la realidad: mi casa, mi mujer y nuestra pequeña hija.
No puedo explicarles qué excitante aventura fue, un día tras otro, atacar la máquina de alquiler, meterle monedas de diez centavos, aporrearla como un loco, correr escaleras arriba para ir a buscar más monedas, meterse entre los estantes y volver a salir a toda prisa, sacar libros, escudriñar páginas, respirar el mejor polen del mundo, el polvo de los libros, que desencadena alergias literarias. Luego correr de vuelta abajo con el sonrojo del enamorado, habiendo encontrado una cita aquí, otra allá, que metería o embutiría en mi mito en gestación. Yo estaba, como el héroe de Melville, enloquecido por la locura. No podía detenerme. Yo no escribí “Fahrenheit 451”, él me escribió a mí. Había una circulación continua de energía que salía de la página y me entraba por los ojos y recorría mi sistema nervioso antes de salirme por las manos. La máquina de escribir y yo éramos hermanos siameses, unidos por las puntas de los dedos.
Fue un triunfo especial porque yo llevaba escribiendo relatos cortos desde los doce años, en el colegio y después, pensando siempre que quizá nunca me atrevería a saltar al abismo de una novela. Aquí, pues, estaba mi primer intento de salto, sin paracaídas, a una nueva forma. Con un entusiasmo desmedido a causa de mis carreras por la biblioteca, oliendo las encuadernaciones y saboreando las tintas, pronto descubrí, como he explicado antes, que nadie quería «The Fireman» (la primera versión de uno de los cuentos incluidos en Fahrenheit 451). Fue rechazado por todas las revistas y finalmente fue publicado por la revista Galaxy, cuyo editor, Horace Gold, era más valiente que la mayoría en aquellos tiempos.
¿Qué despertó mi inspiración? ¿Fue necesario todo un sistema de raíces de influencia, sí, que me impulsaran a tirarme de cabeza a la máquina de escribir y a salir chorreando de hipérboles, metáforas y símiles sobre fuego, imprentas y papiros?
Por supuesto: Hitler había quemado libros en Alemania en 1934, y se hablaba de los cerilleros y yesqueros de Stalin. Y además, mucho antes, hubo una caza de brujas en Salem en 1680, en la que mi diez veces tatarabuela Mary Bradbury fue condenada pero escapó a la hoguera. Y sobre todo fue mi formación romántica en la mitología romana, griega y egipcia, que empezó cuando yo tenía tres años. Sí, cuando yo tenía tres años, tres, sacaron a Tut de su tumba y lo mostraron en el suplemento semanal de los periódicos envuelto en toda una panoplia de oro, ¡y me pregunté qué sería aquello y se lo pregunté a mis padres!
De modo que era inevitable que acabara oyendo o leyendo sobre los tres incendios de la biblioteca de Alejandría; dos accidentales, y el otro intencionado. Tenía nueve años cuando me enteré y me eché a llorar. Porque, como niño extraño, yo ya era habitante de los altos áticos y los sótanos encantados de la biblioteca Carnegie de Waukegan, Illinois.
Puesto que he empezado, continuaré. A los ocho, nueve, doce y catorce años, no había nada más emocionante para mí que correr a la biblioteca cada lunes por la noche, mi hermano siempre delante para llegar primero. Una vez dentro, la vieja bibliotecaria (siempre fueron viejas en mi niñez) sopesaba el peso de los libros que yo llevaba y mi propio peso, y desaprobando la desigualdad (más libros que chico), me dejaba correr de vuelta a casa donde yo lamía y pasaba las páginas.
Mi locura persistió cuando mi familia cruzó el país en coche en 1932 y 1934 por la carretera 66. En cuanto nuestro viejo Buick se detenía, yo salía del coche y caminaba hacia la biblioteca más cercana, donde tenían que vivir otros Tarzanes, otros Tik Toks, otras Bellas y Bestias que yo no conocía.
Cuando salí de la escuela secundaria, no tenía dinero para ir a la universidad. Vendí periódicos en una esquina durante tres años y me encerraba en la biblioteca del centro tres o cuatro días a la semana, y a menudo escribí cuentos cortos en docenas de esos pequeños tacos de papel que hay repartidos por las bibliotecas, como un servicio para los lectores. Emergí de la biblioteca a los veintiocho años. Años más tarde, durante una conferencia en una universidad, habiendo oído de mi total inmersión en la literatura, el decano de la facultad me obsequió con birrete, toga y un diploma, como «graduado» de la biblioteca.
Con la certeza de que estaría solo y necesitando ampliar mi formación, incorporé a mi vida a mi profesor de poesía y a mi profesora de narrativa breve de la escuela secundaria de Los Ángeles. Esta última, Jermet Johnson, murió a los noventa años hace sólo unos años, no mucho después de informarse sobre mis hábitos de lectura.
En los últimos cuarenta años es posible que haya escrito más poemas, ensayos, cuentos, obras teatrales y novelas sobre bibliotecas, bibliotecarios y autores que cualquier otro escritor. He escrito poemas como Emily Dickinson, “Where Are You? Hermann Melville Called Your Name Last Night In His Sleep”. Y otro reivindicando a Emily y el señor Poe como mis padres. Y un cuento en el que Charles Dickens se muda a la buhardilla de la casa de mis abuelos en el verano de 1932, me llama Pip, y me permite ayudarlo a terminar Historia de dos ciudades. Finalmente, la biblioteca de *La feria de las tinieblas” es el punto de cita para un encuentro a medianoche entre el Bien y el Mal. La señora Halloway y el señor Dark. Todas las mujeres de mi vida han sido profesoras, bibliotecarias y libreras. Conocí a mi mujer, Maggie, en una librería en la primavera de 1946.
Ray Bradbury, febrero de 1993
[Eva Hinojosa me envía este texto, que tanto le gusta.]
BARBOZA Y GRASA: DE 'ARTE & LETRAS'

ARTES Y LETRAS CUMPLE 500 NÚMEROS
EN EL HERALDO DE ARAGÓN, ZARAGOZA
Por Carlos BARBOZA y Teresa ELOÍSA GRASA
Es de felicitar al periodista Antón Castro por el esfuerzo de mantener la llama cultural en el Heraldo de Aragón con su suplemento cultural “Artes y Letras” informándonos casa semana de lo que sucede en el mundo artístico aragonés, ¡Enhorabuena por tus primeros 500 números…..
Al leer este suplemento especial dedicado a las bibliotecas de autor, se me viene a la memoria los años setenta y ochenta del siglo pasado, en los que una generación trabajaba por avanzar hacia el cambio en la forma de mirar el arte, en nuestro caso, el arte plástico y en el Heraldo, de informar de estas inquietudes. Allí trabajaban dos periodistas con visiones artísticas profundas, que eran Juan Domínguez Lasierra y Luis García Bandrés, que eran apoyados por la dirección, que en ese tiempo ejercía Antonio Bruned Mompeón, con José María Doñate, como subdirector y como consejero delegado Antonio de Yarza Mompeón. Como crítico de las actividades culturales, el historiador Angel Azpeitia Burgos, quien no dejaba de visitar ninguna exposición de las múltiples galerías que proliferaron en ese tiempo, comentando sobre todas. Nosotros, en el año 1978 fundamos la Galería de Arte Costa 3, y teníamos amistad con todos ellos, y el informar sobre Goya y nuestra restauración nos hacía vernos casi a diario. Comenzamos también a colaborar con artículos de arte. Por aquel entonces se trató de aglutinar en el periódico las noticias de las exposiciones en una sección que se llamó De Arte y la que me sirvió para publicar artículos desde Madrid, como fue el del 9 de diciembre de 1979 sobre Grabados y litografías de Picasso. Luego siguió en marzo de 1980 el de Piranesi y el oficio de grabador, siguieron Veinticuatro obras de Motherwell, Antonio Saura en el edificio Arbós, Pablo Ruiz Picasso en Barcelona, Fuendetodos, Goya y Durero, Sobre Wifredo Lam, cuando falleció en 1982, a los ochenta años de edad.
En el año 1982, Juan Dominguez Lasierra aglutinó toda esta información artística y cultural en un suplemento semanal que se llamó Artes y Letras. Con Juan además de unirnos una vieja amistad, junto con Ana María Navales, nos otorgaban el privilegio de ilustrar algunos de sus escritos y libros, y por lo tanto, me pidió Juan que hiciera un diseño para la cabecera del nuevo suplemento y un logotipo propio. Seguimos colaborando con artículos de arte, como El realismo norteamericano llega a Madrid, del 30 de enero de 1983. Siguieron El arte de lo cotidiano, Luis Melendez- Andy Warhol, Lo paranoico-crítico de Dalí-Gala en Madrid, Miró y los niños, Callot,…..
También en estas páginas dimos a conocer nuestras investigaciones sobre Goya en Aragón, y el jueves 24 de enero de 1985 publicamos un artículo con el título El Pignatelli de Goya, fundamentos de una atribución, en el que dábamos a conocer una pintura deformada y oculta por antiguas restauraciones, del retrato de cuerpo entero de este importante personaje del siglo XVIII pintado por Goya y perteneciente al Canal Imperial de Aragón, hoy depositado en el Museo de Zaragoza. En el año 1980 el Alcalde de Remolinos, José Antonio García, nos envió una carta donde da fe de la primera atribución de las pechinas del pueblo, pintadas por Goya y expertizadas por el pintor Ignacio de Zuloaga, y el 9 de octubre publicamos en Artes y Letras este acontecimiento, acaecido en 1916.
Cuando Juan dejó el suplemento, muy acertadamente se hizo cargo de él, el escritor Antón Castro. Con las nuevas tecnologías digitales, el cambio de formato del Heraldo y la introducción de la reproducción a color, el suplemento adquirió nuevo aspecto, ya que en el antiguo se hacían las reproducciones en fotograbado a trama, luego offset y siempre en blanco y negro. Antón quiso que la portada del suplemento nº 148 publicado el 4 de mayo del 2006, la ilustrara con una obra mía, escogiendo un linóleum a tres colores del retrato de poeta Antonio Machado, en el final de su vida, exilado en Coillure, Francia, y haciendo referencia a mi colaboración y dice: El artista Carlos Barboza Vargas, (Costa Rica, 1943), pintor, grabador y fotógrafo que diseñó el primer logotipo de Artes y Letras, explica su pasión por el poeta: Antonio Machado….
Queremos Teresa y yo felicitarte por esta labor de difusión de las Artes y las Letras en este año 2015, en que se terminó de publicar hace 400 años El Quijote, segunda parte, que transcurre en el Reino de Aragón, y deseamos que el suplemento de Artes y Letras que diriges siga cabalgando cuatrocientos años más.
Carlos Barboza Vargas y Teresa Grasa Jordán
Archivo Barboza Grasa
www.barbozagrasa.es
*Arte & Letras recibió la semana pasado uno de los Premios Búho de la Asociación Aragonesa de Amigos del Libro.
EL SIGLO DE ORSON WELLES
Orson Welles: el siglo español de un genio
El miércoles seis de mayo se cumple el centenario del nacimiento del actor y director de ‘Ciudadano Kane’, que vivió en Sevilla y en Madrid, dejó inacabado ‘El Quijote’ y barajó una película sobre Goya
Antón CASTRO
Para muchos, Orson Welles (1915-1985) es uno de los grandes directores de la historia del cine -“el mejor” lo denominó el British Film Institute en 2002- y su ‘Ciudadano Kane’ (1941) es una película genial, renovadora, que marca un antes y un después. Durante años se creyó que había sido su debut, pero hace poco se recuperó, en Pordenone (Italia), la primera obra que este “gran fabulador de las imágenes” había realizado en 1938: ‘Too much, Johnson’, de la que se decía que se había perdido en un incendio de su casa de Madrid en 1970 y que contaba en el reparto con su primera esposa Virginia Nicholson y con su gran amigo Joseph Cotten.
Orson Welles, de quien se cumple en 2015 el centenario de su nacimiento en Wisconsin, sintió auténtica pasión por España, barajó hacerse “ciudadano español” a finales de los años 60 y fue un enamorado total del país y de su cultura: del Quijote y de Sancho Panza (le atrajo tanto el orondo escudero como su querido Falstaff, el protagonista de ‘Campanadas de medianoche’), del Museo del Prado, en especial de artistas como El Greco, Velázquez y Goya (barajó hacer una película sobre el pintor), de los toros, de las costumbres, de la gastronomía y del flamenco. Le fascinaban el territorio y el patrimonio en su conjunto. Le gustaron algunos castillos y cascos históricos, determinados paisajes, y en ellos situó sus películas. En La Casa de Campo de Madrid rodó ‘Campanadas a medianoche’ y ‘La isla del tesoro’; en Chinchón y Segovia, ‘Una historia inmortal’... En 1955, por recordar otro detalle, rodó dos documentales sobre el País Vasco.
Fue un hombre ingenioso, de un inmenso talento. Parecía caótico, atropellado, podía realizar dos o tres o cuatro proyectos a la vez; a menudo trabajaba como actor para financiar una película y tener a los actores o a los operadores de cámara a su disposición. Fue un auténtico intelectual y un creador casi infinito: trabajó en la radio, con los actores del Mercury Theatre hizo aquella emisión naturalista de ‘La guerra de los mundos’ (1938), inspirada en H. G. Wells, que estremeció Nueva Jersey. Fue mago, e hizo magia en televisión y ante las tropas norteamericanas durante la II Guerra Mundial; fue actor, un gran actor, con una poderosa dicción (en una ocasión dobló la voz de todos los actores), fue dramaturgo y un auténtico especialista en Shakespeare, guionista, productor a la fuerza o la desesperada, novelista (Anagrama publicó la novela ‘Mr. Arkadin’) y fue, ante todo, un original director de cine que tenía un concepto diferente del montaje. Solía llevar siempre una cámara 16 mm. a todas partes, a veces lo acompañaba el operador Juan Manuel de la Chica (con él hizo la RAI ‘Orson Welles nella di don Chisciotte’), y su imaginación era tan deslumbrante que veía la película como nadie. Con todo, con su genio voluble y su tendencia a las broncas, admiró siempre a John Ford, decía que había visto muchas veces ‘La diligencia’ y que había sido su mejor escuela de cine, a Harold Lloyd y a Buster Keaton, y veneraba al “glorioso” Jean Renoir.
Según Esteve Riambau, autor de ‘Orson Welles. Una España inmortal’ (Filmoteca Generalitat Valenciana, 1993), en la primavera de 1933, tras haber estado en Dublín y en Italia, embarcó en el carguero ‘Exermont’, con un baúl lleno de libros de historia del teatro, con dirección Tánger. Luego se trasladó a Sevilla. Allí fue inmensamente feliz: vivió en una casa con patio y “con viviendas tipo corrala junto al Guadalquivir” y se enamoró de los toros, tanto que “se decidió a aprender el arte noble de la lidia”. Se lanzó al ruedo, con el apodo de ‘El americano’ y declaró que “mi mayor gloria fue llegar a torear en tres o cuatro ocasiones sin tener que comprar yo los novillos”.
Poco después de realizar ‘Ciudadano Kane’, vio en la portada de la revista ‘Life’ a Rita Hayworth, cuyo verdadero nombre era Margarita Carmen Cansino, hija del bailarín Eduardo Cansino, y dijo que un día se casaría con ella. Vivieron juntos cuatro años, tuvieron una hija, Rebecca, aunque pronto surgieron las divergencias; Welles, que siempre fue un gran seductor y había vivido un largo romance con Dolores del Río, le fue infiel. Hicieron juntos ‘La dama de Shangái’ y se divorciaron en 1948. Luego él tendría otras parejas: la cantante y actriz Eartha Kitt, la actriz Paola Mori, madre de su hija Beatrice, y Oja Kodar, actriz y guionista. Todas ellas aparecían en sus películas, “como sus propias hijas”, como recuerda Agustín Sánchez Vidal.
El autor de ‘Buñuel, Lorca, Dalí. El enigma sin fin’ lleva algunos años estudiando su obra ‘El Quijote’, uno de sus proyectos inacabados, algo frecuente en la trayectoria de Welles, que firmó en 1958 otra obra maestra: ‘Sed de mal’, con Charlton Heston y Marlene Dietrich. “Orson Welles se pasó los últimos treinta años de su vida intentando terminar su versión del ‘Quijote’. La única película que pagó íntegramente de su bolsillo –dice Sánchez Vidal-. La idea surge en 1955, durante su primer exilio europeo, y concretamente en el rodaje de ‘Mr. Arkadin’ en España. Su ‘Quijote’ cuaja en un primer proyecto, como programa de televisión que le encarga su amigo Frank Sinatra, y para el que propone como intérprete a Charlton Heston. Al no poder trasladarse este a México, donde rueda, echa mano de un exiliado republicano español, Francisco Reiguera. Para Sancho, su candidato será siempre Akim Tamiroff, uno de sus actores favoritos”.
Welles se instaló en Madrid entre 1966 y 1969, tras el rodaje de ‘Campanadas de medianoche’. Añade Sánchez Vidal: “Pero el tiempo sigue corriendo en su contra: se le mueren los dos protagonistas: Reiguera en 1969 y Tamiroff en 1972. Orson va de aquí para allá con sus rollos del ‘Quijote’, repasándola una y otra vez en la moviola. Nunca la termina. Todavía en mayo de 1985, cuando cumple los 70 años, el año de su muerte, propone a un montador italiano, que ha trabajado con él en la película, trasladarse a Los Ángeles para poder concluirla”. La montó Jesús Franco, con Oja Kodar, en 1992.
Las cenizas de Orson Welles, tal como había pedido alguna vez, reposan en las afueras de Ronda, depositadas en un pozo de la finca San Cayetano de su gran amigo Antonio Ordóñez.
Fotos. Los tomo de aquí:
-https://timetunnels.files.wordpress.com/2013/12/ea835-orson-welles.jpg
-http://www.tnrelaciones.com/cm/preguntas_y_respuestas/images/Image/Actores-Directores-Tauro/Orson-Welles-Signo-del-Zodiaco-Tauro-2.jpg
MANIFIESTO LIBERTAD DE PRENSA

Manifiesto de la FAPE en el Día Mundial de la Libertad de Prensa
MADRID, 30 DE MARZO DE 2015. La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), ante la campaña y convocatorias electorales en España, quiere recordar la importancia del respeto más absoluto al trabajo de los periodistas y la imperiosa necesidad de preservar la independencia de los profesionales y de los medios de comunicación en estos procesos claves en cualquier sociedad democrática.
La FAPE lamenta una vez más y muestra su total rechazo a las cortapisas que impone la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (LOREG) a este ejercicio profesional de los periodistas, al imponer los bloques electorales minutados. Estos bloques constituyen un más que evidente atropello a la libertad de prensa y al derecho a comunicar y recibir información libre y veraz durante el desarrollo de las campañas electorales. Esta normativa atenta contra el sentido común y los intereses generales de los votantes.
Por otra parte, lamentamos la postura de los partidos políticos mayoritarios responsables de las reformas de la citada Ley Orgánica que impone la cobertura informativa proporcional en los medios públicos, despreciando así al resto de formaciones y especialmente a los partidos extraparlamentarios. Y se condiciona el trabajo de los medios de comunicación y de los profesionales para decidir qué es noticia y qué tratamiento informativo debe darse a cada noticia en el desarrollo de las campañas electorales.
Del mismo modo, la FAPE demanda en aras del interés general de los ciudadanos convocados a las urnas, para que puedan acceder a contenidos informativos libres e independientes, que los partidos políticos respeten el criterio de los periodistas a la hora de realizar su trabajo. Por ello, es conveniente que abandonen la manida práctica de las declaraciones enlatadas. Y que permitan el acceso libre, y sin restricción alguna, a los actos de campaña permitiéndoles realizar una cobertura completa y libre.
La FAPE pide también que se rechacen las convocatorias de ruedas de prensa sin preguntas o la negativa de los líderes políticos a conceder entrevistas y debates. En este sentido, se debe animar a las empresas y medios de comunicación a no cubrir los actos de los partidos políticos que no destierren estas prácticas.
Reiteramos, pues, la petición realizada a los partidos políticos españoles para que garanticen de hecho y de derecho el pluralismo y la neutralidad informativa en los medios de comunicación, tanto de titularidad pública como privada.
*La foto es de un gran reportero: Weegee.
MARTA CASAS HABLA DE 'SONIANDO'
MÚSICA. MARTA CASAS. La cantante nacida en Barcelona, hija de madre aragonesa, publica ‘Soniando’, donde mezcla el jazz y la jota y el folclore aragonés. Cantó en Interpeñas el 23 de abril.
« ‘Soniando’ es un disco sincero, emocional
y versátil, digo las cosas que quería decir»
«El jazz y la jota combinan muy bien»
ANTÓN CASTRO
Marta Casas nació en Barcelona en 1981, pero se educó en Aragón. Su madre es oscense y tiene antepasados en el Sobrarbe. Es una apasionada del folclore popular aragonés y de la jota, a la que mezcla con el jazz en su álbum ‘Soniando’ (Nuevos Mundos).
Parece que canta desde hace mucho tiempo. ¿Cómo nació esa inquietud?
A los diez u once años me incorporé al coro de Escolapios donde estudiaba. Permanecí hasta los veinte. Tenía una profesora, Teresa Bullich, que había sido cantante de ópera y me animaba a hacer solos con la guitarra. Sabía que yo cantaba jotas, ¡cuántas veces no habré cantado ‘La magallonera’!
Por cierto, la incorpora a su álbum ‘Soniando’. ¿Qué le atrae de la jota y del folclore aragonés?
En mi familia había antecedentes: cantaban varios de mis antepasados. Tenía un tío abuelo republicano que cantaba en plena contienda. A veces, los integrantes del ejército rival pedían que cantase “Laiglesia, que salga a cantar Laiglesia”. En las fiestas de San Lorenzo iba con mi madre a todos los conciertos, a veces hasta llevaba mi grabadora. Me encantaba. Tengo una prima, Ana Laiglesia, que era discípula de José Rodrigo y han hecho grabaciones juntos. Mi familia materna, de campesinos, es de Huesca. He pasado muchos veranos en el campo, de ahí que se me sienta muy identificada con la primera canción: ‘La jota triste’.
A la luz de su trabajo, ¿de cuántas formas se puede cantar la jota?
De varias, claro. Pero en realidad, técnicamente, solo de una manera: con el vibrato. Siempre he intentado aprender. La jota de Huesca, más melosa y melódica, no tiene nada que ver con la de Zaragoza o la de Teruel, que a lo mejor son más estridentes. Uso el vibrato, uso la técnica, pero luego con la música intento darle a la canción mi personalidad, nuevos arreglos, mi propio sello, emoción y hondura.
Y ahí aparece el jazz, ¿no? ¿Qué encuentra en él?
A partir del año 2008 empecé a interesarme por el jazz. Cuando entré a estudiar en el Liceo, fue todo más fácil. Conocí a varios músicos de jazz, entre ellos a Jordi Bonet. Y más tarde asistí a dos master-class con Chucho Valdés y Pat Metheny.
¿Qué le aconsejaron?
No llegué a hablar con ellos, pero sí recuerdo sus consejos. Metheny nos dijo que se pasaba muchas horas en una habitación probando cosas, experimentando y que así le salían temas y discos. Y Chucho Valdés nos contaba que de joven iba con su padre a los conciertos; a veces se encontraba con Billie Holiday, y era una experiencia maravillosa. Aprendió algunas claves de la mezcla.
¿Cuándo decidió mezclar jazz y jota?
Cuando estuve en Berkeley, me encontré con Juan Pérez, un músico de Huelva al que le interesaba el flamenco y el jazz Un día canté ‘Soniando’ al piano. Se la aprendió y me dijo: “te voy a acompañar”. Era 2010 y ahí empezó todo. El jazz y la jota combinan muy bien. La jota combina bien con muchas músicas.
‘Soniando’ es el título del álbum...
Este tema de José Lera y Mariví Nicolás ya lo había cantado muchas veces con el grupo de jota del Centro Aragonés, donde aprendí mucho. Me encanta: cuenta una historia que tiene mucho que ver conmigo y con mi familia, que cantaba ese tema, y ‘S’ha feito de nuey’, tan maravilloso. Aragón es un territorio de tres lenguas y ahí se concentran algunos de mis mejores recuerdos. Me gusta cantar en cheso.
’La dama d’Aragó’ la han cantado muchas cantantes Victoria de los Ángeles, Maria del Mar Bonet... ¿Por qué ha elegido este tema?
Además de esas cantantes, un día le oí el tema a Biella Nuey con un grupo de Olot y también a Tete Montoliu. Es una romanza del siglo XIV, de los tiempos de la Corona de Aragón; me gustan el tema, la melodía, la historia de amor. Hice una versión, se la pasé a mis músicos, añadieron y quitaron cosas y ahí está en este disco, que me ha dado muchas cosas.
De su disco se venía hablando desde 2013 al menos. ¿Por qué ha tardado tanto?
Desde mucho antes. Desde 2010. He intentado que fuera un disco especial en el registro de la voz -no soy una crack, desde luego, pero tengo formación, técnica, he estudiado, soy profesora de canto y llevo años subiéndome a un escenario- y que sea sincero, emocional. Es un disco en el que digo las cosas que quiero decir. Creo que en los discos la letra y la música deben responder a lo que somos, a los que hemos vivido y a lo que hemos sentido. Y aquí estoy yo y mi biografía. Y otra cosa que me ha preocupado es que sea un disco versátil.
¿Qué músicos le interesan?
Muchos, claro, pero ahora escucho mucho a Billie Holiday, Chet Baker y Tony Bennet, hubo una época que seguía mucho a Carmen McRae. Y entre la gente que hace música popular, siempre me ha gustado mucho mi paisana Regina Trigo. Y, por supuesto, Silvia Pérez Cruz.
*Tomo de aquí la foto de la portada del disco:
http://www.martacasas.com/uploads/5/1/7/9/5179406/6636667.jpg?1416662046
DOS POEMAS A LA MADRE
[Dos poemas dedicados a mi madre del libro 'Seducción'. Lelló a leerlos antes de su despedida en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia el 23 de noviembre de 2014.]
AMOR DE MADRE
[5 de mayo de 2013]
Nunca he tenido palabras suficientes para ti.
A ti te gustaron mucho desde niño y las coleccionabas
como se coleccionan cromos o recortes de prensa.
Me habría gustado decirte que recuerdo
cada instante de tu niñez, tus miedos,
cómo corrías tras las olas, cómo mirabas a todas
las mujeres con descaro, con el dolor
de un querer imposible y precipitado. A veces
pensaba que las deseabas a todas: para ti, en tus sueños,
en un futuro feliz que imaginabas junto al mar.
Nunca he tenido la certeza del cariño. Ni he conocido
el idioma de la ternura, la última seda de las caricias.
Te vi crecer. Enfurecerte en las tardes solitarias.
Encerrado con tus libros y con tu silencio.
Envuelto en la soledad y sus cuchillos de luto.
Recuerdo lo que te gustaba: una conversación,
un nuevo libro, una película de amor apasionado.
No conozco a tantas actrices que te hacían
perder la razón, repetir sus diálogos, decir su nombre.
Después, cuando empezabas a irte de casa,
cuántas veces te esperé asomada a la ventana.
Tu padre apenas decía: ¿viene el chaval? Ven, mujer,
descansa, ya vendrá. Mañana nos espera la tierra.
No le hacía caso. ¡Cuántas veces te esperé hundida
en el abismo de la noche, ya sin lágrimas! Esperé en vano.
Un día, cuando creíamos haberte perdido ya,
cuando una extraña forma de locura se había instalado
en tu corazón y en tu cabeza, en tu cabeza loca,
nos anunciaste que te marchabas. Que te ibas de casa,
no sé si al fin del mundo o aún más lejos.
Compostela. Madrid. Barcelona o Zaragoza.
Tu padre no se lo creía. No podía aceptar que hubiera
dejado de ser imprescindible o importante en tu vida,
como aún lo era, de otro modo, para tus dos hermanos.
Nunca tuve las palabras necesarias para ti.
Tampoco entonces. Se me empañaron los ojos
y los ánimos. Se me oscureció la alegría.
Ha pasado el tiempo. Y sigo sin saber ponerle vocablos
a mi melancolía, a mi propia sensación de pérdida.
La vida se me apaga: ya lo sabes. He tenido un ictus,
ando con dificultad, no sé si volveré a verte.
He rebasado esa edad que te aproxima al adiós.
Por eso, esta mañana he cogido el último cuaderno
intacto que me queda y te he puesto solo tres líneas:
«Hijo mío, verdaderamente siempre he sentido una gran
pasión por ti. Quiero que lo sepas, estés donde estés,
en Compostela, en Zaragoza o en el fin del mundo».
Si no te importa, llámame si alguna vez te llegan.
LA BELLA DURMIENTE. AMOR DE MADRE /y II
Era Gabriel García Márquez quien decía que la vida da vueltas en redondo. Él, el hijo, hace días que piensa lo mismo: cíclicamente todo se repite y se atropellan los hechos del presente y del pasado. Cuando era niño vivía en una aldea casi remota, sin calzadas de asfalto, donde el viento golpeaba y encendía una música obsesiva en el crepúsculo. El bramido del mar iba y venía con una furia de siglos. Su madre tenía una era, cerrada y con cobertizos, algo alejada de la casa; si quería huevos o tenía otra urgencia para la cena, un puñado de hortalizas o una lechuga quizá, iba a buscarlos. Y lo dejaba solo en casa. Eran diez o quince minutos escasos, pero el tiempo se le hacía eterno. Tan eterno que hubo un momento en que el niño se dijo a sí mismo, y se lo dijo a su madre, que él jamás volvería a quedarse solo. Más de una vez, bajo la lluvia, se fue con ella, cosido a su falda. Así evitaba un susto de muerte. Sentía la necesidad de tenerla muy cerca cuando caía la noche. En aquellos días todo invitaba al miedo y a la fantasía. En las tertulias en torno a la cadiera del hogar siempre se contaban relatos de fantasmas, de lobos que devoraban a los caminantes, de labradores que habían desaparecido en tal o cual encrucijada al volver de la feria. Se contaban crímenes horrendos.
Han pasado muchos años. Ahora las cosas suceden exactamente al revés: la que tiene temor al aire y al silencio de la casa, la que necesita verlo a él es ella. Octogenaria y extraviada en la dispersión de la memoria. No querría dejarlo ni a sol ni a sombra, querría saber dónde va: si va a coger unos higos, a tender o recoger la ropa, a dejar la bolsa del pan en la calle. A veces le cambia el nombre: lo llama Manolo, como aquel hermano suyo que se casó con Veva, que tenía una huerta inmensa de ciruelas, pavías y parrales, y que criaba caballos. Ella se sienta a unos metros de él y lee periódicos, sin discernir por completo si son noticias o anuncios, aunque si se encuentra con el rostro de José Bretón murmura: «¡Ese cabrón!». Ahora, como le sucedía a él de niño, disfruta con una edición de La bella durmiente ilustrada por Gusti. Parece estar segura y entenderlo todo.
SUSANA CAMPS: TRES MICROCUENTOS

FERTILIDAD DE LAS ALMAS
Abrió los refrigeradores y sacó uno a uno todos los recipientes. Habían pasado los años estipulados por la ley. Embriones sin padres, huérfanos de voluntad. Nadie venía a reclamarlos. Sería él mismo, el responsable de su vitrificación, quien los liberaría: como quien esparce las cenizas de sus muertos, el doctor diseminó el contenido de las neveras por el parterre posterior de la clínica. No pudo prever que, nueve meses después, gracias a la insistente menstruación de luz de la luna, un campo de mandrágoras gritaría su nombre en un aullido unísono, múltiple y desgarrador.
CRONOLOGÍA DE UNAS MANOS
Cuando tenía ocho años me miré las manos y me prometí que las recordaría tal como eran, mullidas y tiernas. A los veinte ya las había olvidado. Advertí tiempo después que los nudillos no siempre habían sido picudos, y examinando intensamente las rayas de la palma –las de la vida, las del futuro, las de la enfermedad – me di cuenta a los treinta y ocho de que no reconocía nada en el mapa de mi pasado.
El futuro desplegaría otras rayas.
Hacia los cincuenta empecé a ver venas azules, protuberantes en algún punto, que me recordaban las manos de mi madre, y aunque las traté con cremas y aceites, en una década más ya se veían apergaminadas y viejas.
Acaso las manos de mi niñez contenían ya la invisible constelación de mis manchas de octogenaria, pero en breve no podré verlas, y ni siquiera logro recordar si – algunas de esas manos, de entre todas – fueron realmente mías.
LA INTENCIÓN NO ES LO QUE CUENTA
Respiro hondo y siento que al respirar me despego un poco más del cuerpo. Es una sensación extraña: pierdo adherencia. Me divido. Me da miedo pero la curiosidad es más fuerte, así que repito la inspiración y al soltar el aire voy comprobando que sí, me separo de mi cuerpo, lo siento ondear como si estuviera en el agua. La cabeza todavía está anclada al cien por cien, pero el torso, los brazos y las piernas flotan.
Ondeo, qué duda cabe. Sólo me lastra la cabeza, que pesa tanto como una piedra obstinada. Pero yo gravito. Sonrío y pienso en Virginia Woolf, en Sylvia Plath. Tiene algo de cómica y feliz la circunstancia. El estímulo del viaje inminente me transmite una dicha inmensa, como cuando contemplé el Ouse y sentí un vértigo que me llamaba. Y ahora, de pronto, es el río el que viene a buscarme a mí. Respiro una vez más, lenta y profundamente, determinada a deshacerme del cerebro. Sé que la corriente me llevará en cuanto libere la cabeza. Ya casi.
A punto de desatarme toda, una manita conocida, tierna y pequeña, me toca el brazo: Mamá.
UNA ACE DEL SIGLO XXI

UNA ASOCIACIÓN COLEGIAL DE ESCRITORES DEL SIGLO XXI
[Mi buena amiga, y excelente traductora, escritora y editora, Amelia Pérez del Villar, me envía esta amable carta con buenas noticias:Estimado Antón: En las elecciones a la Junta Directiva de la Asociación Colegial de Escritores de España, que hemos celebrado hoy, ha sido elegida la candidatura que encabeza Manuel Rico Rego y en la que figuro como vocal de Relaciones con Medios de Comunicación. Empiezo con esto mi cometido: te envío adjunta la nota de prensa que hemos confeccionado para dar a conocer las novedades con la esperanza de que te interese, como integrante de este mundo del libro y de que lo difundas en la medida que estimes oportuno. Estoy a tu disposición si necesitas más datos.]
NOTA DE PRENSA
Una ACE del siglo XXILa Asociación Colegial de Escritores de España y sus secciones autónomas, ACE Traductores, ACE Teatro y ACE Andalucía eligen nueva candidatura para renovar la institución y reforzar su carácter de utilidad.El día 5 de mayo de 2015 se eligió en Madrid la nueva Junta Directiva de la Asociación Colegial de Escritores de España y sus secciones autónomas, que planea abordar una completa reestructuración de esta institución de referencia para ponerla a la altura de los nuevos tiempos y de las exigencias y necesidades que tienen los escritores actuales.
Desde los aspectos más básicos, como la digitalización de la información y las publicaciones (sobre todo su revista República de las Letras) y la presencia en el mundo virtual, hasta la consecución de otros logros más ambiciosos, como el fortalecimiento de su carácter de instrumento útil para los escritores y de organismo de apoyo y defensa de sus derechos, la nueva ACE se plantea, en un clima de actuación marcado por una transparencia y una austeridad rigurosas, incrementar su presencia en los medios de comunicación, reforzar su relación con instituciones, universidades y otras asociaciones de escritores nacionales e internacionales, abrir sus puertas a nuevos asociados, llegar a los autores jóvenes y actuar como crisol para encuentros de escritores y con escritores que fomente y acoja la celebración de cursos, talleres, congresos y conferencias, recuperando así un foro necesario y pleno de interés para todos.
Todos estos objetivos se recogen en nuestro Decálogo “Una ACE para el siglo XXI”:http://acescritores.com/wp-content/uploads/2015/04/UNA-ACE-PARA-EL-SIGLO-XXI.pdf Para ello, la ACE cuenta con la presencia y el compromiso de una candidatura plural, ampliamente representada y representativa, que preside Manuel Rico y que tiene como vicepresidentes a Rafael Soler y Remedios Sánchez y como tesorero a Justo Sotelo. Entre los consejeros, Juan Ángel Juristo, José María Merino, Luis Alberto de Cuenca y Marta Rivera de la Cruz.http://acescritores.com/wp-content/uploads/2015/04/CANDIDATURA-FOTOS-Y-BIOGRAF%C3%8DA-corregido.pdf
*La foto de Amelia Pérez del Villar la tomo de su facebook.
LA ORQUESTINA EN LA CAI

LA ORQUESTINA DEL FABIROL TOCA HOY Y MAÑANA EN LA CAI La banda de San Juan de Plan celebra su 25º aniversario con un disco inspirado por el libro “Pedro Saputo” de Braulio Foz. Pedro Saputo, publicada en 1844, está considerada la mejor novela aragonesa del Siglo XIX, y se basa en un personaje del folklore altoaragonés, natural de Almudévar, célebre por su astucia (saputo significa sabio), al que Braulio Foz llena de vitalidad y humanismo. El veterano grupo de San Juan de Plan ha realizado este proyecto, un trabajo formado por 18 temas (ocho canciones en lengua aragonesa, otras tantas en castellano y dos acústicos) basados en distintas escenas del libro Pedro Saputo y que se ordenan como una singular suite barroca aragonesa. El concierto estará interpretado por Roberto Serrano (la voz, violín, dulzaina, trompa, chiflo, chicotén y clarinetino), Elena Requejo (vocalista y percusionista), Sandra Almárcegui (acordeón y guitarra), Alfonso Casasnovas (mandolina, bajo y guitarra), Víctor Cano (violín, gaita de boto y dulzaina) y Jesús Pescador (actor).
LA ORQUESTINA DEL FABIROL
Es, hoy por hoy, una de las formaciones más consolidadas del panorama folk en Aragón. Desde 1986 viene aportando trabajos que son referencia obligada al hablar de la actualización de las músicas de raíz y en el campo de la etnografía. Su música es una apuesta sincera y natural por la música directa, por el sonido limpio, sin intermediarios. Sonidos arraigados en la tradición musical de su tierra pero que vuelan con las alas que los músicos –gente de su tiempo– le dan, entendiendo que todo camino musical es válido para expresarse cuando surge de la suma cultural y no de falsas fusiones de mercado.
Con el tiempo, los del Fabirol han ido conformando una sonoridad acústica que les caracteriza, fruto de su dilatada carrera, con más de un millar de actuaciones, nueve trabajos discográficos y unos atractivos directos. Los conciertos de La Orquestina son toda una fiesta, una propuesta ágil, divertida y espontánea donde caben una tonada "a pelo" y una pieza de arreglo elaborado, la canción reflexiva y la melodía trepidante, y donde hay tiempo para la poesía y para el baile, conviviendo los géneros populares con temas de creación y donde los instrumentos tradicionales se armonizan perfectamente con otros más comunes en la música actual.
"Pedro Saputo. La Suite'
Componentes:
Roberto Serrano: violín, dulzaina, chicotén, voz
Elena Requejo: voz, percusiones
Alfonso Casasnovas: guitarra, bajo, mandolina, voz
Sandra Almárcegui: acordeón, guitarra
Víctor Cano: violín, dulzaina, gaita de boto
Con la participación de Jesús Pescador - actor
" propone una relectura musical de la célebre obra de Braulio Foz, publicada originalmente en 1844, un texto cumbre de la literatura aragonesa, que bebe de las fuentes del folclore y la oralidad. La Orquestina revisa la obra de Foz a través de 18 piezas, basadas en otras tantas escenas del libro, para construir de manera muy libre una especie de "suite barroca popular aragonesa".
EMILIO GAVILANES: CUATRO CUENTOS
Emilio Gavilanes (Madrid, 1959) es uno de los escritores que publican libros muy bellos y personales. Acaba de aparecer ‘Historia secreta del mundo’ (Ediciones de la Discreta, Madrid, 2015, 235 páginas), donde hay muchas cosas: cuentos de diversa extensión, poemas en prosa, microcuentos, mil y un personajes, reales e imaginarios, es un libro de fábulas, un viaje por la historia del mundo y sus continuos accidentes y aventuras. Copio alguno de sus textos:
ARQUEOLOGÍA INDUSTRIAL
Solo se conserva de él un fragmento de un poema. Se sabe que vivió en China hace poco más de dos mil años. Nada más. Ni siquiera el nombre. Su único texto conservado habla de un pájaro que atraviesa el cielo una tarde lluviosa. Su paso deja en el aire el molde su vuelo. Y ese molde cae también, oculto por las gotas de la lluvia.
LA MUSA Y EL POEMA
Es Garcilaso de la Vega, que, en el centro de su juventud, anda lamentoso. Piensa en el poema que acaba de dedicar a Isabel Freire. Se pregunta si alguna vez a él le escribirán poesía. Después de meditarlo, sus veinticinco años concluyen que escribir un poema es inferior a inspirarlo.
GEORGE LEIGH MALLORY AGONIZA
Amor mío, vuelvo a casa. Espero que no te importe que mi cuerpo quede aquí tendido, boca abajo, en la fría ladera de este monte.
TRAS EL CATACLISMO
La carpa ha tenido éxito. De un súbito y limpio salto ha atrapado un gran moscardón. Antes de caer de nuevo al agua ve con indiferencia una solitaria calle de Venecia.
GAIZKA URRESTI, PREMIADO EN FESCILA

El director, guionista y productor de cine Gaizka Urresti -el autor de ’Abstenerse agencias’ o codirector de ’Por qué escribo’, con Vicky Calavia, entre otros títulos- recogía ayer por la tarde el premio “Villa de La Almunia”, durante la inauguración de la vigésima edición del Festival de Cine de La Almunia (FesciLA). Con este galardón se reconoce la trayectoria y el trabajo realizado desde Aragón de este cineasta vasco afincado en Zaragoza hace años.
Tras recoger el año pasado el Goya al mejor cortometraje de ficción por ‘Abstenerse agencias’, ahora, Urresti trabaja en la posproducción de su primer largometraje: ‘Bendita calamidad’, basada en la novela homónima de Miguel Mena, protagonizada por Nacho Rubio, Luis Valera, Jorge Asín y Carlos Sobera, entre otros; y cuyo estreno en cines se espera para este próximo verano.
En 2011, ya había sido finalista al mismo premio Goya por ‘Un dios que ya no ampara’. ‘El último guión. Buñuel en la memoria’ (2008), ‘Por qué escribo’ (2013) o ‘El día más feliz’ (2015), son algunos de sus otros cortometrajes.
Compañeros y amigos han querido arroparle en la entrega del “Villa de La Almunia”: los actores Luis Varela y Jorge Asín, protagonistas de ‘Bendita Calamidad’; el escritor y periodista Miguel Mena, y el fotofija Iñaki Alaez, que ha trabajado con el director en varios de sus rodajes. Todos han querido subir al escenario del cine Salón Blanco para dedicar unas palabras de cariño y admiración al premiado. A continuación, Urresti ha recogido el galardón de manos del alcalde de La Almunia, Victoriano Herráiz.
La estatuilla es una réplica de la pila bautismal de la ermita de la Virgen de Cabañas, un edificio del siglo XII y que es el único resto de lo que fue el antiguo poblado de Cabañas, desaparecido en el XV.
El ayuntamiento almuniense concede este premio a propuesta de la Asociación ‘Florián Rey’ –organizadora del festival –y se entrega, desde 2009, a personalidades del cine, el teatro, las letras o la televisión en Aragón, o que tengan, también, una vinculación especial con el Festival y la localidad.
En este caso, Gaizka Urresti ha pasado varias veces por La Almunia y guarda una buena amistad con su Festival de Cine. Comenzó como premiado –mejor cortometraje documental por ‘Un dios que ya no ampara’ (2011) y mejor cortometraje aragonés por ‘Abstenerse agencias’ (2012) –y ha continuado como invitado. En 2013, dentro de la programación del XVIII FesciLA, presentó ‘La vida inesperada’, un corto que muestra la vida diaria de un grupo de personas con discapacidad intelectual vinculadas a ATADES, y en la pasada edición, quiso acompañar y arropar a sus amigos del programa de televisión ‘Oregón TV’ cuando recogían el mismo premio.
Así, el cineasta vasco y aragonés de adopción, se suma a los otros “Villa de La Almunia”: Luis Alegre, David Trueba, José Luis García Sánchez, Paula Ortiz, Itziar Miranda, Luisa Gavasa y, el ya mencionado, equipo de ‘Oregón TV’.
Que 20 años no es nada
Tras la inauguración de la vigésima edición del festival almuniense y la entrega del premio ‘Villa de La Almunia’ a Gaizka Urresti, se ha estrenado “Que 20 años no es nada”, el espectáculo conmemorativo del 20 aniversario de los festivales de Fuentes de Ebro, Zaragoza y La Almunia. Un acto único, creado para la ocasión y que se podrá disfrutar también en la inauguración de los otros dos festivales.
“Que 20 años no es nada” es un recorrido visual por las anteriores ediciones de los festivales, que acompaña a cinco actuaciones de artistas aragoneses en distintas disciplinas, pero todas realizadas en torno a la canción “Volver”: El tenor Nacho del Río versiona el tema acompañado de Sara Lacasta al violín. Por otro lado, Alicia Esteban la interpreta al acordeón, e Inés Lorente la canta en estilo flamenco acompañada de una guitarra clásica (María Cecilio) y una flamenca (Leo Heredia). Además, Silvia Solans realiza una dramatización partiendo de la letra y el significado de la canción, y la pareja compuesta por David Martín y Natalia Magallón bailan un tango.
*Nota de prensa de la organización. La foto es de Heraldo de Aragón.
KLAUS KAMPERT: DESNUDO Y BELLEZA
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Una pequeña selección de desnudos de un maestro de esta disciplina: Klaus Kampert.
JORDI NADAL Y LA LECTURA

[Recibo esta hermosa nota sobre la lectura de Jordi Nadal, editor de Plataforma editorial y un amigo siempre afectuoso y cálido.]
[Tomo la foto de Jordi Nadal de aquí:
http://i.ytimg.com/vi/drwbRajlLdo/hqdefault.jpg]
Cuatro ideas para amar la lectura. (y un comentario que es un regalo)
Abril 2015 en Barcelona.
0. Preámbulo:
Una amiga, D, quien trabaja en una entidad social, me pide si puedo recibir a una chica joven latinoamericana, que actualmente está fuera del circuito educativo, con el ruego de si la puedo atender y motivar a la lectura.
D. ,el día que tiene que venir con ella no puede, y me dice si no me importa atender a tres chicas, todas fuera del circuito escolar, entre 14 y 18 años, de tres países latinoamericanos, que viven cerca de Barcelona, y que deberían ser estimuladas a la lectura. Vienen a mi editorial acompañadas por su coordinadora, una trabajadora social.
1. UNO: Camus
Charlamos media hora y empiezo leyéndoles estas dos cartas y contextualizando quién fue Albert Camus.
Carta de Albert Camus a su maestro Louis Germain, noviembre 1957
Querido Señor Germain: Esperé a que se apagara un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, sin la mano afectuosa que tendió al niño pobre que era yo, sin su enseñanza y su ejemplo, no hubiese sucedido nada de todo esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y de corroborarle que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso en ello continuarán siempre vivos en uno de sus pequeños escolares, que, pese a los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido. Lo abrazo con todas mis fuerzas. Albert Camus
Carta de Louis Germain a Albert Camus 30.4.1957
Mi pequeño Albert: He recibido, enviado por ti, el libro Camus, que ha tenido a bien dedicarme su autor, el señor J.-Cl. Brisville. Soy incapaz de expresar la alegría que me has dado con la gentileza de tu gesto ni sé cómo agradecértelo. Si fuera posible, abrazaría muy fuerte al mocetón en que te has convertido y que seguirá siendo para mí "mi pequeño Camus". Todavía no he leído la obra, salvo las primeras páginas. ¿Quién es Camus? Tengo la impresión de que los que tratan de penetrar en tu personalidad no lo consiguen. Siempre has mostrado un pudor instintivo ante la idea de descubrir tu naturaleza, tus sentimientos. Cuando mejor lo consigues es cuando eres simple, directo. ¡Y ahora, bueno! Esas impresiones me las dabas en clase. El pedagogo que quiere desempeñar concienzudamente su oficio no descuida ninguna ocasión para conocer a sus alumnos, sus hijos, y estas se presentan constantemente. Una respuesta, un gesto, una mirada, son ampliamente reveladores. Creo conocer bien al simpático hombrecito que eras y el niño, muy a menudo, contiene en germen al hombre que llegará a ser. El placer de estar en clase resplandecía en toda tu persona. Tu cara expresaba optimismo. [...] He visto la lista en constante aumento de las obras que te están dedicadas o que hablan de ti. Y es para mí una satisfacción muy grande comprobar que tu celebridad
Cuando les digo que no conozco sus circunstancias familiares ni sociales ni económicas, les comento, para que se sitúen, quién era Camus y cómo era su situación económica, Cuando el pequeño Albert Camus de niño, un día recibió el encargo de su abuela de ir a comprar algo de comida, y el pequeño se gastó el dinero en algo (unas golosinas, ir al cine, no lo recuerdo….), cuando la abuela la preguntó dónde estaba el encargo, el pequeño le dijo que le había caído la moneda en el retrete. La abuela se arremangó el brazo y buscó con su mano la moneda, en vano, en el WC.
“eso- les dije- es la pobreza que intuyo que no es la vuestra, por suerte”.
2. DOS: Una vedette.
Antes de ir a buscar el fragmento de Benjamin Carson que aquí relaciono, en el anexo, hermosísimo texto clave del primer libro que publiqué en Plataforma, en octubre del 2007, LO QUE MUEVE MI VIDA, les dije que había una actriz de varietés a quien le preguntaron que qué pensaba de la importancia de la lectura. Y ella respondió_
- “yo siempre le digo a mi hija, estudia, hija mía, estudia, que con el tiempo te caen las tetas pero no la cabeza”
3. TRES: Benjamin Carson
Les doy el texto a leer, mientras hago una cosa en otro lado de la editorial.
4. No conformarse:
Antes de terminar, les digo. Muchachas, Uds son jóvenes, la vida les dará muchas oportunidades. No dejen que su vide estsé en manos de nadie, ni de su madre, hermano, padre, novio, marido, maestro… hagan que sea suya. Tómense en serio su vida, porque si la naturaleza les ha dado la capacidad de llegar de 1 a 10 al numero que sea, digamos, 8, no se conformen con llegar a 7.
Y recuerden que ahora su juventud y belleza les permitirá sentir mucha confianza, pero a partir de los 30 años caen las tetas, y no la cabeza. No le den a nadie el mando a distancia de su vida.
Se fueron, les acompañé a la puerta. Antes, les regalé seis o siete libros de grandes autores de Plataforma, gente cuyo destino no ha sido nada fácil, grandes historias de superación, de gente que ha nacido en un punto de salido MUCHO peor.
UN REGALO:
Una hora más tarde, después de irse, me llamó D. y me dijo que la monitora le había dicho “ cuando íbamos para la editorial se miraban escaparates de tiendas de ropa y zapatos y bolsos. Al salir, se fijaron en dos librerías.”
Jordi Nadal, 30.4.2015
No hay tarea más importante que la paternidad
Benjamin Carson
El doctor Benjamin Carson es director de neurocirugía pediátrica en el Centro Infantil de Johns Hopkins. Su experiencia incluye la separación de siameses y la cirugía cerebral para tratar la apoplejía. La beca del fondo Carson ha ayudado a alrededor de 1 700 estudiantes de instituto. Su madre está retirada y vive con él y con su familia.
Es lo más fácil de decir: creo en mi madre. Empecé a creer cuando no era más que un niño. Soñaba con ser médico.
Mi madre era empleada doméstica. En su trabajo, observó que la gente de éxito pasaba mucho más tiempo leyendo que mirando televisión. Decidió que mi hermano y yo sólo podríamos ver dos o tres programas preseleccionados durante la semana. En nuestro tiempo libre, debíamos leer dos libros cada uno, de la Biblioteca Pública de Detroit, y entregarle nuestros comentarios sobre ellos. Ella los marcaba y subrayaba a medida que los revisaba. Años más tarde, comprendí que sus marcas eran un truco. Mi madre era casi analfabeta, sólo había ido a la escuela hasta el tercer grado.
Aunque no teníamos dinero, entre las cubiertas de aquellos libros yo podía ir a cualquier parte, hacer cualquier cosa y ser quien se me ocurriera.
Cuando entré al instituto, yo era un estudiante de primer nivel, pero eso no duró mucho. Quería ropa extravagante. Quería estar con mis colegas. De alumno de clase A, pasé a ser, primero, de clase B y, luego, de clase C, pero no me importaba. Chocábamos los cinco y nos palmeábamos la espalda. Yo era un tipo a la moda.
Una noche, mi madre llegó a casa después de sus varios trabajos y yo me quejé porque no tenía suficientes camisas de tejido italiano. Me dijo: «De acuerdo. Te daré todo el dinero que he ganado esta semana fregando suelos y limpiando baños, y tú comprarás la comida para la casa y pagarás las facturas. Con lo que te quede, podrás comprarte todas las camisas de tejido italiano que quieras».
El acuerdo me pareció estupendo pero, una vez distribuido el dinero, no me quedó nada. Comprendí que mi madre tenía que ser un genio de las finanzas para mantener un techo sobre nuestras cabezas y comida de toda clase en la mesa, además de comprar ropa.
También comprendí que la gratificación inmediata no me iba a llevar a ninguna parte. El éxito requería preparación intelectual.
Volví a estudiar y a ser un estudiante de primera clase, y finalmente cumplí mi sueño de ser médico.
A lo largo de los años, encontré inspiración en la firme fe en Dios de mi madre, especialmente cuando tuve que realizar intervenciones quirúrgicas extremadamente difíciles o cuando me enfrenté a mi propio miedo clínico.
Siendo aún joven, descubrí que padecía una forma muy agresiva de cáncer de próstata; me dijeron que podía haberse extendido a la columna vertebral. Mi madre se reafirmó en su fe en Dios. Nunca se preocupó. Decía que Dios aún no había terminado conmigo; aquél no podía ser de ningún modo un problema grave. La patología de mi columna resultó ser benigna; me operaron y me curé.
Mi historia es, en realidad, la historia de mi madre, una mujer con escasa educación formal y aún menos bienes mundanos, que utilizó su posición parental para cambiar las vidas de mucha gente en todo el planeta. No hay tarea más importante que la paternidad. Creo en ello.
*La foto de Albert Camus es de Loomis Dean.
EDUARDO BOIX: UN BOMBARDEO

EL PROYECTO DE UN BOMBARDEO DE EDUARDO BOIX
[El escritor alicantino Eduardo Boix ha iniciado un proyecto de investigación en torno a la Guerra Civil y a su abuela. Me lo envía. Aquí están algunas de sus primeras entregas. Escribe:]
El 19 de diciembre de 2011 falleció a causa de esa enfermedad llamada Alzheimer, mi abuela/iaia Carmen. Una mujer vital y que la vida había endurecido como a tantas otras mujeres de su generación. Sobrevivir a una guerra, a su posguerra y a cuarenta años de oscuridad, ha hecho que la admire más allá del amor que le pueda profesar como nieto. El pasado 1 de abril de 2015 tras cumplir 35 años y estar ya en el limbo administrativo de la juventud, me creí en la obligación moral de dar voz al recuerdo recurrente que atormentaba a mi abuela. El Alzheimer hizo que reviviese constantemente y de forma precisa el bombardeo del mercado de Alicante, perpetrado por las tropas italianas de Mussollini el miércoles 25 de mayo de 1938. Ella siempre nos narraba como, tras el estallido de una de las bombas, la metralla decapitaba a una mujer y seguía corriendo sin la cabeza. Ése fue su último recuerdo, aquello lo vivió con 8 años.Con este proyecto tan sólo pretendo ser su voz, sacar a la luz el bombardeo más cruento de la Guerra Civil Española, más que el de Guernica, y que, a día de hoy sigue silenciado. En la sección Cuaderno de Campo, iré poniendo artículos sobre mi investigación. Cualquier duda o si tienen testimonios o documentos que hablen de dicho bombardeo, agradecería se pusiesen en contacto conmigo pinchando aquí.
LORENZO SANZ VALENTÍ
Posiblemente el niño Lorenzo Sanz Valentí y su padre perdieron la vida en el lugar señalado en el mapa. Dicen que fue tras la caída de una de las primeras bombas de aquel fatídico día. Para los curiosos, por si estáis por Alicante y queréis acercaros, es en Paseo de la Explanada sin numero, 03001 Alicante, España. Donde está el Bar Noray, antiguo Club de regatas de Alicante, frente a la estatua de Canalejas.
Aquí se puede seguir: https://columnadelmiedo.wordpress.com/cuaderno-de-campo/
PAISAJE PARA DANIEL MORDZINSKI
[En mi libro 'El dibujante de relatos', publicado por Pregunta e ilustrado por Juan Tudela, hay un cuento o un texto dedicado a Daniel Mordzinski, con quien pasé ayer varias horas, yo y otros amigos. Por cierto, Daniel visita por primera vez Zaragoza y hoy interviene en la presentación de los primeros quince años de Páginas de Espuma en Los Portadores de Sueños, con el editor Juan Casamayor y la escritora Patricia Esteban Erlés.]
http://danielmordzinski.com/
EL PAISAJE INFINITO
Homenaje a Daniel Mordzinski. Por Antón CASTRO
Querido Daniel: No sé si ha estado alguna vez en Aragón. He mirado en internet y he preguntado a algunos de los escritores que conozco, a los más veteranos y a los más jóvenes, y tampoco estaban seguros. Acabo de enterarme de la pérdida de su archivo: un terrible, un patético descuido acaba de dar con más de treinta años a la basura. Lo siento de veras: no puede imaginarse cuánto. Amo la literatura desde niña, y poco a poco he ido amando a los escritores. Gracias a usted, especialmente, gracias a sus fotos. Cuando le llaman “el fotógrafo de los escritores”, creo que le definen a la perfección. Es usted, sospecho, un lector que fotografía. Un artista de la luz y de los gestos definitivos que brotan, también, de la escritura. Lleva los libros y las líneas en su cabeza y cuando mira a los autores también ve sus paisajes, sus criaturas. Eso pienso yo. No quiero perder tiempo ni hacérselo perder. Vivimos tan de prisa y con tantas imágenes y palabras que ni siquiera nos da tiempo a leer una carta o una nota completa. Voy al grano: quería hacerle un regalo. Quería regalarle las imágenes de mi pequeño país, de polvo, viento, niebla y sol, como escribió uno de nuestros poetas. Por cierto, Daniel, ¿fotografió alguna vez a José Antonio Labordeta, en París, en Alemania, en Suecia, en Madrid o en sus paisajes pirenaicos?
Labordeta ha sido el cantor de mi tierra. La voz del páramo. La melodía seca que se expande por las colinas, que asciende a las cumbres más altas y que va luego, con el cierzo y las nubes veloces, de campo a campo, con los campesinos, con los cazadores, con las ancianas que trajinan en el monte antes de volver a la masía. Aragón, mi pequeño Aragón, es un país de montañas, un territorio de paisajes irreductibles. Y yo, con mis cámaras y todo el tiempo del mundo, salí a capturarlo: a encerrarlo, para usted, Daniel Mordzinski, en mis objetivos, en la memoria de mi ordenador, que ahora es como un laboratorio ambulante. El mundo entero camina con nosotros en nuestro portátil.
Me gusta conducir. Perderme. Dejarme ir sin prisa y con la pasión de ver. Querría fotografiarlo todo y a la vez no fotografiar nada: que fotografiase el ojo solo con la imaginación. En realidad, mi padre, retratista de los antiguos, discípulo de Jalón Ángel y de Luis Mompel, me enseñó que las mejores fotos son las que se sueñan. Las que se ven y se interiorizan. Con esa idea salí de casa: atrapar lo imprescindible. Y me dirigí a Huesca: pernocté en el hotel Abada y estuve tres días. Pensé que le gustaría saber que George Orwell dijo que, tras la Guerra Civil, le gustaría volver algún día al Coso, entre los soportales, a tomarse un café con leche cuando cae la tarde.
Pensé que le gustaría saber que el mecenas Lastanosa tenía su jardín hechizado, con lago y embarcadero, donde está ahora el Parque Miguel Servet, con sus elevados árboles y las pajaritas de Ramón Acín, un escritor y pintor y escultor y pedagogo que tuvo en Ramón Gómez de la Serna a uno de sus amigos más curiosos. Tomé fotos de la umbría y de esa enramada que tiene algo de minúscula quinta que huele a paraíso. También he querido captar las luces nocturnas que envuelven el Casino, que ha visto pasar a un sinfín de estrellas de cine, y el Centro de Arte y Naturaleza, el CDAN, con sus redondeadas formas, tan voluptuosas entre los viñedos como una mujer que ofrece su desnudo. Y de allí me pasé al estudio de José Beulas: le retraté entre sus cuadros y las esculturas del jardín, entre la vegetación cuidada y hermosa que me hace pensar siempre en un vergel japonés. Allí huele a tiempo detenido y a simetría de adelfas.
Huesca es la provincia exuberante. Por sus picos, por sus cordilleras que se estiran y parecen suspenderse entre las nubes, por sus cañones y por esos valles increíbles. Acuérdese de estos nombres: Aneto, Monte Perdido, Añisclo, Guara u Ordesa. Estuve aquí y allí, con ese falso sosiego de quien solo busca las instantáneas decisivas: el oro de la luz, la transparencia del aire, el verdor inefable de las cañadas, el cristal con espejo de los ibones... Quizá no sea suficiente, lo sé, Daniel, o tal vez sí. No quiero emborracharle de estampas. También estuve en Alquézar y me asomé a sus miradores hacia el fondo del valle, y en el castillo de Loarre: ése es mi bastión de sueños, la fortaleza del cine, la mole que se esculpe a sí misma en los dedos del aire y parece que, de un momento a otro, se escapará como un pájaro de su jaula. Le digo otra cosa, Daniel: al parecer, de niño, Ramón José Sender jugó entre sus muros, soñó con personajes de leyenda como aquella Florinda Cava, la dama espectral que salía a pasear por sus atalayas y torreones en camisón de seda.
Zaragoza lo es casi todo para mí. Es mi ciudad. Es la ciudad de Félix Romeo, a quien usted retrató, y de Pilar Bayona, la pianista a la que amó Luis Buñuel. Es la ciudad de Miguel Labordeta y de Víctor Mira, artista y escritor que decidió morir lejos. José Antonio Labordeta dijo que la amaba y la odiaba. Yo solo la quiero: es la ciudad del cierzo, la novia del viento, la hacienda de la memoria que riegan tres ríos, el Ebro, el Huerva y el Gállego, y es el solar y el solanar de La Aljafería. Todo ello lo he registrado para usted, y también la nueva Zaragoza: la del meandro de Ranillas, la de la Torre del Agua y la de la pasarela que temblequea sobre el río.
Desde allí vi el Moncayo nevado en la lejanía; aguardé hasta que llegase la luz exacta: luego disparé. No tardé en ir a Borja, Vera, Veruela y el Moncayo, y Tarazona. No acierto a ponerle palabras a ese espacio: es la tierra de quimeras de Gustavo Adolfo Bécquer, allí vivió, allí sufrió desamor, allí describió sus fantasmas y los mitos más literarios como el de la bruja Tía Casca, que se hizo célebre en Trasmoz, y quizá en los aledaños de su castillo. Tarazona posee una catedral maravillosa, allí la luz se amansa de sombra y sueño, allí la música del silencio enciende una melodía sobrenatural en el claustro. Sé que es una locura decirle esto, Daniel, pero intento que algo de lo que le digo esté ahí, latiendo y encerrado en las fotos. ¿Qué sería de nuestro oficio si no tuviera una vida oculta, invisibles presencias, un gemido de ángeles? Creo que me entiende.
Ni he podido ni he querido captarlo todo. Aragón es pequeño y a la vez es infinito. Casi inabarcable en accidentes, serranías, senderos, bosques y riberas, en lagunas y desiertos, poblaciones, y en estados de ánimo. Mi padre me decía que a veces la naturaleza es un estado de ánimo o un paisaje del alma. No podía faltar en mi obsesión Teruel. Existe un lema, casi universal ya, que dice: “Teruel existe”. A mí me gusta decir: Teruel existe, persiste y resiste. Teruel es deslumbrante, en su casco histórico mudéjar, y en ese Matarraña que parece nuestro Mediterráneo: huele a mar en tierra firme, a magia y a bandoleros que atraviesan a caballo los caminos al ocaso. Teruel es deslumbrante en los llanos de Alfambra: allí la tierra parece lisa e inacabable. Y en Albarracín, ese lugar al que siempre me gusta volver. Concentra el rumor de la piedra y la ebriedad de las horas eternas. Un ángel le da una pátina de inmortalidad a las paredes y a la curva de ballesta del río Guadalaviar. Allí he esperado la aparición de Doña Blanca, saliendo del río, en la claridad láctea del plenilunio de agosto.
Querido, Daniel. Ojalá le guste este Aragón incompleto. Ojalá que estas fotos que le envío mitiguen su dolor; Isak Dinesen, aquella mujer que tuvo una granja en África, decía que todas las penas del mundo se pueden aliviar si se meten en un cuento. Éste es el mío para usted. Le envío todo mi afecto y mi admiración más incondicional. Laura Garcés. Fotógrafa de paisajes.
*La foto de Daniel Mordzinski la tomo de aquí:
http://ocio.elnortedecastilla.es/files/images/noticias/foto/daniel-modzinski-340.jpg
MARIA BUIL EN GIL DE LA PARRA

[Esta tarde se ha inaugurado en la galería de Carlos Gil de la Parra, con lleno absoluto, la exposición de María Buil. Este texto acompaña, junto a uno suyo magnífico y revelador, el cuidado catálogo de pequeño formato de la muestra.]
MARÍA BUIL: VERDAD, ARTE Y EMOCIÓN
Antón CASTRO
Como de algunas otras cosas, fue Pepe Cerdá la primera persona que me habló de María Buil. Le dedicó elogios que se me antojaron superlativos y dijo: “Tienes que conocerla”. A esa sugerencia inicial se sumó de inmediato la de otro admirador de la pintora: Félix Romeo Pescador. Eran los tiempos en que estaba en la Casa de Velázquez, a principios de este siglo XXI. Vi uno de sus catálogos y me pareció personalísima, con fuerza, turbadora y de una calidad pictórica incuestionable. La confirmación fue su exposición del monasterio de Veruela en 2002, creo recordar: allí había una pintora pintora, rezumaba pasión por el oficio, gusto por la investigación. Había expresión y hondura. Conocía el secreto de la pintura, o cuando menos andaba en su búsqueda con un afán intraducible: a veces en sus obras latían el miedo, el desconcierto, la melancolía. Pintaba con entrega, con osadía, con plasticidad, y con esa palabra que a Pepe Cerdá tanto le gusta: untuosidad, un término rotundo y sugerente –graso y pegajoso, según la RAE- que tal vez, por extensión poética, podría resumirse como el alma de la pintura.
Conocí a María Buil y me pareció una mujer frágil y contundente a la vez, casi displicente en ocasiones no por desdén o altanería de artista, sino por concentración, por ensimismamiento, por dedicación al arte. Era como si la pintura, el universo a veces desapacible de sus cuadros, dotado de un enigma familiar, le exigiese casi toda su atención. La trayectoria de María Buil es muy particular: ha hecho paisajes, vísceras, corazones y alas, cuerpos desollados, retratos de verduras, casi como bodegones. Y en cada una de sus series, en ese destilado paciente de temas, formas y colores, ha desarrollado una poética propia que se suspende en el tiempo y en la autenticidad. E incluso en un candor desarbolado que se alía con una vocación indiscutible. María Buil se apasiona por las pequeñas cosas, por subtemas de la pintura, y se ilumina de inmensidad, como escribió Giuseppe Ungaretti. O, a menudo, parece hacerlo al revés: se reviste de intensidad, de un instinto de sublimación, para hallar la esencia de lo ínfimo, de lo cotidiano, de los detalles y objetos que vemos a diario. Su desnudez extrema. Todo cuando hace tiene su sello y su ambición: un calambrazo de sensaciones, un escalofrío de verdad y emoción. Esa es su grandeza.
Hay un poema del gaditano Javier Sánchez Menéndez que me ha hecho pensar en ella. Se titula ‘La forma de mover tus manos’ y dice: “Me encanta la forma que tienes de mover tus manos. Sacudes la vida y dejas caer el arte por el suelo. La verdad, como el hombre, llena el alma de humo”. La palabra suelo admitiría perfectamente ser cambiada por lienzo. Quedaría así: “Sacudes la vida y dejas caer el arte por el lienzo”. Incluso se podría redondear algo más: “Sacudes la vida, María, y dejas caer el arte por el lienzo”. Lo ha vuelto a hacer, y de qué modo, en esta muestra que, de entrada, tiene otra revelación: María escribe de sí misma, de su busca, de su sentido del realismo, de sus inquisiciones con la materia y de su percepción de los objetos.
De entrada, esta es una exposición luminosa, pautada, en la mayoría de las piezas, por una aparente levedad. Aparente tan solo. La pintora se ha detenido en elementos que pueden parecen insustanciales o poco importantes para consolidar una carrera: mandarinas, naranjas, copas de helado, trozos de tarta con distintas frutas: fresas o cerezas o guindas. Y junto a esos cuadros hay tres retratos, magníficos, de una sutileza con heridas, de dos niñas y de un hombre adulto, y algunos bodegones, de una exquisitez inefable: elocuentes, alados, decisivos de trazo, de luz y de espiritualidad. Esas piezas están vivas, alientan despaciosas como en una novela de Alejo Carpentier o en los cuadros de Claude Monet, pongamos por caso. Quizá como el hombre que se sentía jardinero y artista en Givenchy, y que decía que pintaba como canta un pájaro, María Buil también podría confesar: «El color es mi obsesión diaria, la alegría y el tormento».
La pintura de María Buil apetece ser observada. Nace de la naturaleza contemplada y regresa a ella. Atrapa nuestra retina. Es alegre y perenne. Es pintura en el sentido más polisémico del vocablo. Es pintura de exuberante carnalidad, para comérsela. Está tejida con lentitud, con ansia y ansiedad de perfección, con ese latido que cautiva, que estalla y restalla, que invade desde la plenitud y la certidumbre de un arte definitivo. María Buil pinta con esfuerzo y tiempo, con el cristal de las horas, con la adivinación, con la claridad del estremecimiento. Es una estudiosa de su oficio, y se percibe. Nada en ella es baladí ni tampoco es pretencioso: exalta la mancha, la veladura, la transparencia, aquilata la textura y los relieves. Y, sobre todo, en ese viaje hacia la depuración y la sensibilidad más matizada, descubre arabescos y sinuosidades, el arrebato del aire, la caricia de la sombra, la música de la eternidad como aquel monje que se quedó traspuesto oyendo el canto del pájaro y despertó algunos siglos después.
Es una estudiosa de su oficio. Obsesiva. Cuando se encuentra con algo, con un apéndice de la existencia, no cesa hasta que le saca todo su partido. Hasta que le arranca el ánimo: indaga hasta el tuétano de la raíz. Y eso se percibe aquí. Esas naranjas y esa piel que se arranca en espiral; esos fragmentos de pastel cuya crema se desborda o rebosa. ¡Cuánta pulsión hay ahí metida, qué sinvivir de la materia y la contemplación, qué tumulto de acontecimientos se agolpan en lo minúsculo! Pintar así es una filosofía. Una artesanía de la conciencia. Y una salida al laboratorio de la historia de la pintura: aunque parezca petulante o desmesurado, María Buil se cita con Rubens y Durero, se cita con Velázquez y Goya, se cita o sencillamente conversa –con la imaginación, con la voluntad de ser- con Giorgio Morandi y David Hockney, e incluso con Lucian Freud o con Francis Bacon, por quien pareció sentirse más intrigada o acuciada en otro período de su vida. María Buil vive lejos del mundanal ruido y, en cierto modo, fuera de los circuitos del arte, pero su universo está preñado de impresiones y de anhelos que desembocan en la consumación. Velázquez elogió el valor plástico de la tajada de pan, el don de los humildes que es imprescindible para todo el mundo, y aconsejó: «Procura que tus sueños se vuelvan metas y no se queden sólo en sueños». En algún instante, María Buil debió oírle y le ha hecho caso. Pintar es un viaje y es el final del viaje. Pintar es la travesía accidentada y el puerto de desembarco.
María Buil, tan desenvuelta, se detiene en la encrucijada del camino y se sienta a tomar la merienda: una naranja, un helado, una porción de tarta, el viento desleído de la primavera. Al lado, una niña la coge de la mano y le dice: “Nada es lo que parece ser”.
JORGE GAY EN BILBAO
JORGE GAY EN BILBAO: ’LA CASA DE EURÍDICE. HOMENAJE A POUSSIN’
El próximo día 20, Jorge Gay Molins (Zaragoza, 1950) inaugura en la galería Lumbreras de Bilbao su nueva exposición: ‘La casa de Eurídice’. Homenaje a Poussin’, Con su gentileza habitual me envía el catálogo y algunas imágenes. Selecciono aquí algunas de sus obras y de sus textos, casi poemas acerca de la creación y el arte de pintar. Confesiones de artista: sensaciones, recuerdos, el método, la emoción, la plasticidad, etc.
TRES TEXTOS DE JORGE GAY
*
PARA HACER UN PAISAJE
Para hacer un paisaje, construirlo,
antes lo viví viendo crecer la yerba
bajo los pies enjutos de mi infancia
mientras entre los dedos y el tomillo
silbaba el bisbiseo insensato de los pinos.
En las zarzas, como gotas de sangre entumecida,
anunciando la vida que venía,
ácidas y dulces,
las moras adornaban los caminos.
Cae la noche, se acicalan las tapias.
Las caballerías se beben las estrellas del agua.
Los grillos cantan su bolero al bochorno.
Para hacer un paisaje miro al cielo
pero miro también dentro de mí
por si tuviera nubes
que me cruzasen el corazón y los pulmones.
**
CUANDO EMPIEZO A PINTAR
Cuando empiezo a pintar
cuando imagino un cuadro
hasta Poussin me voy,
hasta Bonnard o Brueghel
a encontrar la sustancia
con la que hicieron vida
a la vez que pintaban.
Me llego hasta Marquet,
Rosales, Patinir,
Sironi, Beckmann, Guston, ...
Acudo hasta vosotros,
tantos...Todos.
No importa la tendencia:
es una la pintura.
Entre los algodones
de mi memoria aún viva
conmigo os llevo, poetas,
pintores fabricantes
de aliento y de quimeras,
cuando empiezo a pintar.
***
PINTURA-EUDÍDICE
(Elegía y Declaración)
Te vas pintura, alma,
del fondo de los ojos.
Te vas de la sangre tersa
que fluyó por las venas
de los que un día,
en el vuelo quebrado de los sueños,
buscaron en ti
el incierto navegar de la belleza.
Tu camino oscurece,
se te lleva la noche.
Sin embargo,
siempre por ver,
siempre por verte, luz,
vuelvo mi rostro
para encontrar el tuyo
y construir en él
mi mundo de mañana.
Una vez escrutados, analizados,
destruidos y deconstruidos,
durante todo el siglo veinte,
cada uno de los elementos
que servían a tu formulación
o te iban cimentando,
vuelvo a ti, pintura,
y una vez más te asumo,
no ya neutralizada, ni cosificada o inane
sino significante, descriptiva,
retiniana incluso.
Así te quiero.
Que cada cual haga su camino.
No me penséis nostálgico,
ni creáis que perdí los trenes de la historia.
Vago en los huecos del gesto
buscando mi poema
por el légamo que acosan y hieren
los ángeles del frío.
Pintura-Eurídice, alma construida,
aún me queda tu casa.
Te palpo entre los cancerberos del presente.
Contigo vuelo.
*La foto la tomo de aquí: http://www.jorgegay.com/jorge/inicio_files/Jorge%20Gay%20Molins%201001%20bn.jpg
POEMAS DE JUAN LEYVA
Poemas de Juan Leyva de su libro 'Caja de resistencia'. Algaida. XXXIII Premio de Poesía Ciudad de Badajoz.
FAMILIA 3.0
Hay tres ordenadores
uno por cada miembro de la familia
nos hemos independizado
compartimos la conectividad
y una tostadora.
**
0,0
Sin casa
sin trabajo
sin libertad
sin amor
Hay (b) vidas
con auténtico sabor
0,0
***
DOMINGO PRIMAVERA EN ZGZ
Estuve ayer por la mañana en el Parque Grande de Zaragoza, ya sabes, ese oasis que a alguien se le ocurrió poner en medio de la luna.
Llegué con mi bicicleta de montaña, que se va haciendo mayor. De vez en cuando le hago un trasplante de cadena, de radios, de horquilla, y sigue rodando, haciendo que flote sobre su sillín.
El sol tomaba posesión de los cuerpos, les empezaba a avisar de su invasión.
Pedí agua con gas y aceitunas rellenas, rellenas de algo misterioso.
La camarera madura, escueta y alegre, calzada sobre unas zapatillas Saucony, marca especializada, me sonrió mientras volaba de mesa en mesa, haciendo y deshaciendo nidos con la vajilla.
Llegaban oficinistas, familias con los suegros y niños en carritos.
Parejas semidesnudas con los brazos blancos, se contaban lo que quizás no iba a ocurrir jamás.
Llegaban personas con dificultades para andar, se sentaban a la sombra de un toldo de cerveza Ambar, un domingo por la mañana, cuando todavía hay tiempo.
Miraba mi bicicleta, apoyada sobre un árbol, y le hablaba. Admiraba su resistencia, su estructura de aluminio, su manera de deslizarse sobre la piel de la tierra.
Había una gran jaula que contenía pájaros indescifrables. Hablaban de sus cosas y de repente se organizaba un gran alboroto, una discusión violenta.
Estaban presos, pagando alguna causa con la justicia, mientras las familias tomaban cañas y patatas fritas.
De vez en cuando planeaba algún pájaro del exterior para tener un vis a vis.
Hacía de enlace entre los presos alados y sus familiares.
Preguntaban por cómo iban sus procesos, si habían admitido el recurso a trámite.
El pájaro del exterior les pasaba una miga de pan con una lima dentro.
El propietario de la terraza limpiaba mesas con un trapo peligroso, dejando un arco gris en la superficie.
El yerno le hablaba al suegro, demostrando que su hija había elegido bien a su pareja, a un tipo resuelto y capaz de mantener a una familia.
Mi bicicleta exhibiendo su desnudez triconificada, con los brazos de carbono, apoyada para recobrar el aliento.
La camarera se apoyó en la barra y siguió volando de mesa en mesa.
Apurando el cáliz con agua mineral, sangre de la montaña, y las aceitunas, verdes y llenas de esperanza.
***
LA UNIVERSIDAD DEL AMOR
Quieren gladiadores en el circo, vuelve la moda de cortarse la cabeza.
Están preparando un tratado internacional que nos vamos a enterar
y una reforma laboral que se llamará: "sálvese quien pueda"
Van a matar al amor a disgustos
porque el amor necesita comer, y aprender a sumar, y sobre todo a restar y dividir.
Yo me licencié en amor, con un máster en relaciones interminables.
Saber de amor no te garantiza trabajar en él,
puedes acabar fregando los platos
o haciendo de chófer
o celebrando fiestas con barbacoa.
En la carrera del amor hace falta una nota de corte muy alta.
Las prácticas son duras, y sin contrato.
Repetir curso es lo normal, porque suelen cambiar los planes de estudio, y de asignaturas. Asistes a clase y de pronto te das cuenta de que están hablando de economía, o de anatomía, o de la teoría de cuerdas.
Los estudiantes compiten, se miran en la biblioteca con los ojos suspendidos
Algunos abandonan en el primer curso, no era lo suyo.
Otros querrían seguir haciendo el doctorado, y acumular conocimientos.
Todo con tal de no salir a la calle, a buscar amantes y comprobar la realidad
En la carrera del amor hay asignaturas optativas y otras obligatorias.
El amor clásico: de letras puras
El amor moderno: de números y probabilidades
El amor del futuro: con proyecto final
Es una carrera que tiene mucha demanda
Naturalmente hay "númerus clausus" y sólo entran los mejores, los más ardientes, los dispuestos a llegar hasta el final.
Al terminar te dan un título que cuelgas de las paredes y haces copias para presentar en las entrevistas del amor.
Puedes ampliar estudios en el extranjero
Hay quien tiene que trabajar de amante eventual para pagarse la carrera.
Hay universidades privadas donde hacen las mejores prácticas, y salen casi colocados.
Los jóvenes llevan carpetas con apuntes de la "universidad del amor".
Los mayores de 25 y 45 años tienen sus propias pruebas de acceso
Todo el mundo tiene una oportunidad en la universidad del amor.
Nadie debería pensar que no salen preparados.
***
HORÓSCOPO
Tu horóscopo hoy te dice
que no te levantes
que algo en ti no funciona
que vas a perder en la economía
en la salud
en el amor
Hoy es mejor
que cambies de signo
de revista
y de sala de espera.
***
EL CENICERO
Hoy he hablado con un cenicero vacío
estaba realmente triste
Me ha contado su vida, su pasado
cuando estaba lleno de colillas y carmín
de los primeros cigarros del día
del humo locuaz de sobremesa
de las lecturas en tardes de silencio
y noches de insomnio tras un polvo raro.
Me ha contado su depresión de cristal,
que ya no trabaja en lo que estaba preparado
(como muchos hoy en día)
la inutilidad de sentirse un objeto mal tratado.
Alberga la esperanza de que un día haya una fiesta
y vuelva a llenarse la piscina de ceniza
mientras los filtros se ahogan por aplastamiento.
Le he dicho que no fumo,
me ha pedido que no le exilie a una estantería
y que no le vuelva a echar el repugnante papel
de los caramelos de menta.
***
EL CORTE DE PELO
Ayer estuve en El Corte Inglés, un lugar que acoge a los cuerpos en siete plantas y dos sótanos.
Estuve paseando y preguntándome por qué Dios no me ha hecho del Barça o del Real Madrid.
A mi lado un cliente estaba ilusionado desde hacía dos días con un partido, y no tenía otra cosa en la cabeza, y era feliz, o lo disimulaba muy bien. Estaba contento de sí mismo, de lo que piensa, o de lo que deja de pensar.
Y yo me fui al Corte Inglés. Me dirigí a la peluquería y pregunté si me podían cortar el pelo. La chica joven consultó un cuadrante con nombres y accedió.
Me lavó la cabeza mientras me preguntaba si el agua estaba bien. Mi cabeza descuidada y rota por dentro, mi cabeza que cambia de idea cuando enciendo su relámpago, ahora entregada a unas manos milagrosas.
Me invitó a que la siguiera. Podía haber estado dos días caminando tras ella, pasando por pasillos con luz fría.
"¿cómo quiere que se lo corte?"
No sé, he venido aquí porque estaba aburrido, y el pelo y las uñas es lo único que le crecen a los muertos. He venido porque en las catedrales hay ocupas de la fe, en los bares ocupas del fútbol, en las librerías, libros de autoayuda, y no quiero que me ayude gente que me cobra. He venido porque llevo caminando toda la tarde, intentando que alguien revise mi cabeza, una ITV, un taller exprés.
La joven peluquera apoyaba su vientre en el reposabrazos, muy cerca de mi codo. Sus manos olían a humedad y a alga marina. Me hablaba de lo que se le habla a un cliente enfermo de normalidad. Yo intentaba evitar mirarme en el espejo, no me gustan los espejos, ni lo que ocultan. Le pregunté cuántas cabezas tocaba al día; si puede leerlas a través de las yemas de los dedos; qué hacen con todos esos pelos que barren ¿es cierto que los venden a las fábricas de muñecas?
Me cortó el pelo, descargar en el argot.
Y me fui otra vez a las plantas de mercancías, a los sótanos, a los váteres donde siempre hay alguien que quiere vértela. A la salida con puertas automáticas, a la calle, con esa gente que tiene la cabeza sobre los hombros, el cuerpo destrozado de caricias, los labios llenos de sal de palabras, las ilusiones creadas por Pixar.
Está paseando el extraño, con el pelo cortado y un dolor insoportable. Cuanto más bella, más duele la vida, y las nuevas generaciones, cada vez más altas, más hermosas, más lejanas. Rodeado de primavera irrespirable, polinizando los segundos.
Está paseando el que parece que pasea, pero está enterrándose entre vosotros, mezclando su vida con vuestra vida, su respiración con esa invasión de cuerpos, de perfumes, de gasolina.
Estuve a punto de entrar en el Hamburgo's y meterme tres hamburguesas y mancharme de mostaza y ketchup, y sonreír a la servilleta y a los que miran por el cristal del pasaje, y llorar sobre el plato, dejarme caer con la boca torcida sobre el pan con doble de queso. Cada dos raciones, bebida gratis.
Estuve a punto de llamarte, pero ya lo he hecho alguna vez y siempre tienes planes, te rodeas de planes como si fueras el centro histórico de Madrid, o de Estambul. Te rodeas de gente, de actividades, de viajes, de quehaceres inaplazables. Te obligas a ser feliz, a llenarte de todo menos de mí.
No te llamé, en su lugar me corté el pelo.
***
ESE VIEJO
Ese viejo que ves en el sillón, es mi padre.
Duerme sin tener sueño, le sobra la mitad del día.
Su religión son las horas de la comida, le reza a una caja con pastillas.
Mira la tele como si la viera por primera vez.
Quiere que le cuente cosas que no duren más de cinco minutos,
responde siempre lo mismo, como un médico de cabecera.
Antes de salir por la puerta se da la vuelta un par de veces, palpándose los bolsillos, se registra los huesos.
Le preocupa el tiempo que hará mañana, desayuna de pie dos galletas de fibra, se limpia las manchas humedeciendo un pañuelo con saliva.
Ese viejo que ves ahí, es mi padre
tan parecido a otros, incluso para mí.
Cuatro veces por semana recorre a los especialistas, rellena boletos de lotería, trafica con resultados deportivos.
Cada vez que le veo me rebelo contra la oxidación, contra las proteínas.
Ese viejo que ves ahí, sin venir a cuento
le da un beso a mi madre en la cocina
y a mí me guiña un ojo
como si la acabara de conquistar.
***
IDEALES
Mi abuelo tenía ideales
los llevaba en la chaqueta
y mientras escuchaba se los enrollaba
en el papel continuo de los discursos,
les daba un beso con lengua
y se los fumaba.
Alguna marca desteñida
se le quedó entre los dedos.
III
Hoy amo al mundo
quizá sólo sean diez minutos
pero son tremendos.
***
PROTOCOLO
En las guerras ya no mueren militares
mueren civiles
respetando el protocolo de evacuación
casi educadamente:
las mujeres y los niños primero.
JUAN CASAMAYOR, UN DIÁLOGO
ENTREVISTA. JUAN CASAMAYOR (Madrid, 1968), editor de Páginas de Espuma
“Aragón es esa tierra de la
que no me fui del todo”
PIE DE FOTO. DANIEL MORDZINSKI
Juan Casamayor, en un retrato con ecos cortazarianos, de Daniel Mordzinski.
Antón CASTRO
Juan Casamayor es un madrileño accidental. Nació en 1968 pero es, y así se siente, aragonés por los cuatro costados. Vivió y se formó en Zaragoza, con una profesora entusiasta y exigente como Ana María Navales. En 1999, con Encarnación Molina, fundó Páginas de Espuma, dedicada esencialmente al relato y al microrrelato y afincada al Madrid. El miércoles, a las 20.00, celebraba sus tres primeros lustros en Los Portadores de Sueños, con una de sus autoras, Patricia Esteban Erlés, y el fotógrafo Daniel Mordzinski, “el retratista de los escritores”, que además ofrece una pequeña muestra.
¿Qué celebra Páginas de Espuma en estos primeros quince años?
Más que celebrar que hemos alcanzado los quince años de vida editorial, celebramos cómo los hemos cumplido. Y lo hemos hecho con buena salud y con ganas de festejar rodeados de todos los amigos que desde la librería, la escritura y la lectura están cerca de la editorial. Cuando uno revisita el pasado, puede fijar su mirada en lo bueno que le rodea a uno. Eso hemos pretendido con actos como el de hoy en Zaragoza, mi ciudad.
¿Cuál sería el balance de este período?
El balance es tan sencillo que cabe dentro de una sola palabra: catálogo. Ese es el mayor balance y logro de un editor. La coherencia, el fondo y la política de autor que lo revisten hacen de él una carta de presentación y certificado de garantía de un pasado con vistas al futuro. La lectura de sus títulos es un balance. El balance deben hacerlo, sobre todo, los lectores.
¿Qué ha sido lo mejor y lo peor?
Lo mejor es haber asistido a la ceremonia de escritura y reescritura de los autores. Me apasiona ese momento preciso en el que editor y escritor asumen conjuntamente, con diálogo y generosidad mutua, la conversión del manuscrito al libro, con todo lo que lleva implícito. Lo peor es asistir al gran desconcierto y a la poca reacción que tenemos como sector hacia la transformación de los hábitos de ocio y la contracción del consumo que inciden directamente en la lectura y los lectores. Es preocupante. No puedo terminar esta contestación sin recordar a autores que se fueron, como Javier Tomeo. Su obra, de lo mejor; su partida, de lo peor.
Ha publicado a muchos clásicos. ¿De qué proyectos y libros se siente especialmente orgulloso?
La editorial posee dos orillas, la geográfica y real y la simbólica. Editamos autores clásicos y autores contemporáneos. Autores contemporáneos que empiezan y autores contemporáneos que llevan ya un camino a sus espaldas. Me siento orgulloso de ediciones de autores clásicos como los cuentos completos de Edgar Allan Poe o Guy de Maupassant, o esa catedral en construcción que es la primera recopilación completa de la narrativa breve del maestro Antón Chéjov. No obstante, la apuesta define al editor y no entiendo este oficio sin ese riesgo y compromiso. Una vez al año editamos a un autor novel y en nuestro catálogo hay algunas decenas de escritores poco conocidos, sin embargo algunos de ellos serán los clásicos del mañana en nuestro idioma.
¿Por qué han optado por el cuento?
Si publicara novela no se me haría esta pregunta. De eso estoy seguro. El cuento viene dado por una afinidad lectora, por una militancia necesaria, por una labor que acompaña a un excelente momento creativo de la narrativa breve española y latinoamericana. Además, en un periodo de concentración la especialización, la personalización y la alianza son buenos instrumentos para mantenerse en pie.
¿Qué hechos, revelaciones, instantes o deslumbramientos le vienen a la cabeza?
Muchos. He visto salir a una escritora, Patricia Esteban Erlés, de un atáud; he fumado un puro con Andrés Neuman haciendo un ‘perfomance’ de un cuento suyo incluido en ‘Alumbramiento’ (con la mirada atónita de Félix Romeo en Librería Cálamo); me han dedicado una versión de una canción de The Beatles; me han confundido en México con Fernando Iwasaki. ¿Qué más se puede pedir?
No está mal: un peruano de Zaragoza. ¿Cómo se ha vivido la crisis del sector, cómo la vive?
Con la evidente preocupación de estar en una transición donde los viejos moldes no funcionan y las fórmulas renovadas no han demostrado su validez. El cambio profundo del paradigma del libro, la llamada crisis, va más allá de una contracción brutal del consumo. Es como si el planeta del libro hubiera sufrido un cambio de inclinación en su eje y todos (autores, editores, libreros, distribuidores, medios y lectores) debiéramos buscar un acomodo y punto de arranque que permita rotar a nuestro mundo con inercia solvente.
¿Qué vínculo ha tenido con Aragón?
El primero de la editorial y que supuso un paso decisivo: ‘Escritos de Luis Buñuel’. Ese libro, gestado en Aragón gracias a Pedro Christian García Buñuel, sobrino del cineasta porque era hijo de su hermana Conchita, nos puso en medio del panorama del libro, entre lectores. No se puede ser más aragonés en su origen. Aragón es esa tierra de la que no me fui del todo y que quizá, cuando vuelvo, no regrese del todo. Tal vez por ello mi empeño en que gran parte de mis autores recalen aquí. Una forma de establecer un puente continuo. Un vínculo, sin duda.
¿Cuál es su estado de ánimo hacia el futuro?
Tiendo a ser un optimista informado. Procuro conocer los problemas de un sector, comprender la situación de sus profesionales, en especial los libreros, apuesto por los escritores con los que comparto tiempo y lugar, hablo siempre que puedo con los lectores; sigo disfrutando muchísimo con mi labor, desde la pasión y la convicción por lo que llevo a cabo, por lo que pueda “futurear” durante los próximos años.
ABRE LA BIBLIOTECA 'FÉLIX ROMEO'

SE INAUGURA LA BIBLIOTECA ’FÉLIX ROMEO’ EN PARQUE GOYA
La nueva biblioteca municipal de Parque Goya “Félix Romeo” inicia sus actividades. Mañana miércoles 20 de mayo, tendrá lugar un cuentacuentos y un homenaje a Félix Romeo a cargo de José Luis Melero.
A partir del jueves, la biblioteca comenzará a funcionar con su horario habitual: de lunes a viernes en horario de 10:30 a 13:30 h y de 16:30 a 20:30 h.
Este equipamiento cultural, está ubicado en los bajos de un edificio sito en la plaza de la Poesía 3; en Parque Goya II. La instalación, de 187 m2, dispone de dos zonas diferenciadas para la lectura, una destinada a usuarios adultos y otra a público infantil. La biblioteca, ofrecerá además un espacio para consultar publicaciones periódicas, un área de acceso a internet y otra de consulta de documentos audiovisuales, principalmente películas.
Tendrá una colección inicial de unos 3.000 documentos, la mayoría de ellos libros.
La Biblioteca Félix Romeo tendrá una Sección especializada en literatura aragonesa contemporánea., en homenaje a la figura de este escritor y crítico zaragozano fallecido en 2011.
*La foto es de Daniel Mordzinski.
EL TEMBLOR DE ETERNIDAD DE UN LECTOR: FÉLIX ROMEO
HOMENAJE RETRATO DEL AUTOR DE ‘POR QUÉ ESCRIBO’,
QUE DA NOMBRE A LA BIBLIOTECA DE PARQUE GOYA
A PARTIR DE ESTA TARDE. JOSÉ LUIS MELERO PRONUNCIARÁ SU ELOGIO
El temblor de eternidad de un lector*
Félix Romeo Pescador (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) ocupó durante varios años la última página de ‘Artes & Letras’ en compañía del ilustrador Luis Grañena. Se sentía muy cómodo aquí: siempre estaba dispuesto a leer, en menos tiempo que nadie, la última novedad. Era capaz de engullir páginas y páginas durante una noche infinita. Desconocía la pereza y parecía moverse a sus anchas en el insomnio, en el silencio habitado de la madrugada. Abría los libros como si quisiera desventrarlos y señalaba algunos fragmentos doblando la página en forma de triángulo. Eso parecía innegociable.
Tenía un gran sentido del deber: le gustaba publicar la primera crítica de una novela, una biografía, un ensayo o un libro de poemas; todo le interesaba y la poesía era una enigmática forma de oxígeno y de búsqueda de mejores aires: adoraba a García Lorca, a Eloy Sánchez Rosillo, a Wislawa Szymborska, a la que entrevistó. Era codicioso de novedades, de voces y de descubrimientos. Le gustaba optar por los libros importantes: se «entregaba» a Paul Auster, Vladimir Nabokov, Saul Bellow, Philip Roth, Joan Didion, Houellebecq o Emmanuel Carrére con auténtico fervor. Con voluntad de descubrir matices, puntos de vista, perspectivas, nuevos caminos del pensamiento y de la creación. Quizá algunos de sus preferidos eran Bohumil Hrabal, Natalia Ginzburg, Tobias Wolff, Albert Camus, Jorge Semprún, Imre Kertész, Marguerite Duras, Georges Perec, Simone Weil y Ramón José Sender. Y también tenía afición a desmontar un prestigio que se había acrecentado con tópicos: no estaba de acuerdo con José Luis Sampedro, José Saramago o con Juan Goytisolo e intentaba demostrarlo con razones y con determinación. Aborrecía el relativismo. Lo que no nos servía a nosotros aquí no podía servir en ningún sitio, y no aceptaba el paternalismo ni justificaciones a la carta. Ahí podía revelarse reñidor.
Decía Rafael Conte (un zaragozano accidental que pasó días inolvidables de la niñez en Abiego, Huesca, a la sombra de su abuela) que él no tenía un método concreto para hacer una crítica. Su máxima era: «Las críticas se hacen como se puede, como salen, casi por pura intuición». Félix, con o sin método, poseía una visión propia, argumentación, principios, afán de hallar un discurso. Le fascinaba conversar con los libros y los autores, era un crítico dialéctico, alguien cuya misión es abordar el texto, navegarlo, despiezarlo en todos sus acentos o hundirse en sus hondonadas con voluntad de entenderlo e incluso de contradecirlo. Lo hizo, con más sentido del humor que impiedad, cuando se enfrentó a una publicación autobiográfica de Alejandro Jodorowski, donde el cineasta, dramaturgo, dibujante de cómics y más cosas hablaba de un intento de seducción a la escritora y pintora Leonora Carrington.
Los libros que más atraían a Félix Romeo eran aquellos en los que la vida y la literatura se fundían. Libros que emergían de las tripas y de los rincones oscuros de las familias. Libros como ‘El año del pensamiento mágico’ de la citada Joan Didion; libros como ‘Una historia de amor y de oscuridad’ de Amos Oz. Libros como ‘Tiempo de vida’ de Marcos Giralt.
Pero, en realidad, lo que definía a Félix Romeo era su entusiasmo, su voracidad, su sed de nombres y curiosidades, las historias ocultas de la escritura. Tenía una memoria esponjosa, una capacidad increíble de adueñarse de asuntos, ideas o creadores de los que media hora antes sabía poco. Por eso, en una conversación con él , mejor en una terraza del Paseo de la Independencia con un buen helado, podía elaborar un aleatorio diccionario (hizo varios: en catálogos de arte, en ABC Cultural, en conferencias, en artículos) de nombres y de sueños: de cineastas como Zhang Yimou, David Trueba, actrices como Elena Anaya, fotógrafos, artistas, dibujantes de cómic, historiadores del arte y del cine, recetas de cocina, cuestiones de ciencia, poetas andaluces, músicos como Amaral, cantantes inadvertidos como Quique González o Rafael Berrio, revistas españolas o los grandes exiliados aragoneses: Alaiz, Ascaso, Arana, Jarnés, Buñuel, Julio Alejandro... Para él , el mundo se agigantaba cada día en un entramado de laberintos. Vivir era aprender y disfrutar. Vivir era extraviarse en gozosas aventuras. «Un sueño: en una casa que arde estoy leyendo un libro en llamas», dice Charles Simic y se me antoja una frase para él . Una frase que bien podría contener su exuberancia, su lucidez, su pasión por la felicidad. Quería tener razón en casi todo.
Félix Romeo, hijo de Carmen y Félix, fue el hijo varón que nunca tuvo Labordeta, fue de los primeros en percibir que vivíamos con un hombre rabiosamente humano, y por tanto contradictorio, que se haría mito y que era leyenda en vida. Fue el protector de Javier Tomeo, y su entusiasta incondicional. Apoyó durante mucho tiempo a Antonio Fernández Molina, hermano de ficciones de Gómez de la Serna. Fue un constante defensor de los libros y de las nuevas tecnologías, quizá fuese el primer columnista o crítico que le dedicó una serie a las páginas web y a las bitácoras de autor, esos caminos que se bifurcan en la red. Y fue, sin duda, un gran enamorado de las bibliotecas. Tuvo varias. En Madrid y en Zaragoza, bibliotecas vividas, caóticas, apabullantes de contenido, el puro arrebato del papel, la lección infinita de los volúmenes. Practicó «el entusiasmo personalizado», sentencia feliz de José María Serrano. Que el Ayuntamiento de Zaragoza haya dado su nombre a la nueva Biblioteca de Parque Goya es un acto de justicia poética, un acierto y una buena noticia. El mejor homenaje. Pocos han querido tan incondicionalmente esta ciudad y pocos, muy pocos, se han sentido tan sojuzgados por el lenguaje, la letra impresa, la existencia y la belleza que emerge de los libros con su fogonazo de verdad, con su temblor de eternidad . Él, con su cerebro incansable, era toda una biblioteca.
Antón Castro
JOAQUÍN BERGES,TRAVIESO CON HUMOR

ENTREVISTA. JOAQUÍN BERGES. Escritor. El autor zaragozano, nacido en 1965, publica su quinta novela, 'Nadie es perfecto', un sainete y un vodevil y una parodia, y la presenta hoy, a las 19.30, en el Colegio La Salle en colaboración con Cálamo, en compañía de Eva Pérez Sorribes y Rafael Campos. [Un avance de esta entrevista sale hoy en Heraldo de Aragón. La foto es de José Miguel Marco.]
-“Mi humor es irreverente, travieso y provocativo”
-“Solo se puede parodiar lo conocido por todos”
-”¿Quién no ha protagonizado alguna vez
una escena erótica con un antifaz?”
Antón CASTRO. Zaragoza
¿Qué es 'Nadie es perfecto': una parodia, un juego, un ejercicio de estilo de alguien que se siente seguro de su sentido del humor?
Es una parodia de las novelas de detectives que transcurren en una mansión inglesa con un Lord, una Lady, un impertérrito mayordomo y el resto de los elementos del género: viejas rencillas con los vecinos, secretos familiares y un misterio que resolver.
Insisto: ¿cuánto hay de novela galante, con escenas eróticas subidas de tono, o policíaca en este libro?
No es una novela erótica pero contiene escenas eróticas. Es una novela de detectives y lo que hay es un misterio que resolver. Lo que pasa es que parte del misterio tiene que ver con el erotismo.
¿Qué se le había perdido en Inglaterra, en estas mansiones raras con tantos personajes excéntricos?
No es un sitio extraño, al contrario, todos hemos estado alguna vez en una de estas mansiones a través de las novelas, las películas o las series de televisión. Incluso hay un plano de la mansión al principio del libro, como en el Cluedo, para que nadie se pierda.
¿Ha querido denunciar la frivolidad de los ricos y sus caprichos perversos, su ociosidad?
He querido llevar al lector a un lugar distinguido que le resultara familiar y me he propuesto hacerle pasar un buen rato riéndose con la picaresca de mis personajes, tanto de los ricos aristócratas que, en efecto, resultan ociosos y frívolos, como del detective protagonista, que es un pícaro capaz de salir airoso de cualquier situación. Los aristócratas ingleses que aparecen en “Nadie es perfecto”, en especial Lord y Lady Whirlpool, son parodias de los que aparecen en otras novelas, no de los de verdad. No podía ser de otro modo puesto que no conozco en persona a muchos aristócratas. Me muevo en otros círculos.
Vayamos con el argumento... Narra la historia de un detective que debe investigar quién es el auténtico heredero de los Whirlpool. ¿Qué debe hacer?
Rhett Bull, mi detective, tiene que averiguar cuál de los tres hijos de Lady Whirlpool es hijo de su marido y, por tanto, es el heredero de la familia. Lady Whirlpool no lo sabe porque, como ella misma dice, una mujer de su condición “tiene que relacionarse con una gran variedad de seres humanos de ambos sexos.”
Todo el rato se mantiene un equívoco acerca de la condición sexual de Rhett Bull. ¿Es ese el gran homenaje a la película de Billy Wilder o lo sería, más bien, el final?
El homenaje a Billy Wilder está tanto en el título como al final de la novela, pero para llegar a ese homenaje final tengo que jugar antes con la condición sexual del personaje, igual que le sucede a Jack Lemmon en 'Con faldas y a lo loco'.
¿Qué le debe el libro a Agatha Christie?
Mucho, a Agatha Christie y a otros autores que escribieron novelas parecidas. Solo se puede parodiar lo que es conocido públicamente por todos. De lo contrario se pierden las claves de la parodia.
La parte más bonita del libro, incluso la más excitante, sería la de la Ballantines y Rhett. ¿Cuál es la importancia del amor?
Por culpa de su profesión, Ballantines no se siente una mujer atractiva, aunque lo es. Y mucho. Así que lo que pretende es probar la valía de su feminidad intimando con Rhett, a quien considera muy difícil de seducir. No hace falta decir que él, como el objeto de un experimento tan sumamente agradable, se deja hacer sin oponer resistencia.
En alusión a una frase del libro. ¿Es Joaquín Berges “un gracioso compulsivo de la peor calaña”?
El autor de comedia tan solo plantea un escenario y una situación cómica. El resto lo hacen sus personajes, algunos de los cuales sí son unos graciosos compulsivos. Los personajes de “Nadie es perfecto” forman un dramatis personae excéntrico y disparatado, como corresponde al género del vodevil.
¿Qué hace aquí El hombre Enmascarado?
En la última planta de la mansión hay un Enmascarado que protagoniza escenas eróticas con un antifaz que le cubre media cara. No es tan sorprendente. ¿Quién no ha protagonizado alguna vez una escena erótica con un antifaz?
Dice un personaje: “El tiempo para mí es un juego”. ¿Nos podemos tomar en serio esta novela?
No, por favor. Nos tomamos tantas cosas en serio que hemos construido un mundo muy aburrido. Esta novela hay que tomársela como unas vacaciones, o sea, como un medio para evadirse de lo cotidiano, lo contemporáneo y lo rutinario.
¿Por qué todos los personajes llevan nombres de marcas famosas?
La novela es un gran juego de palabras, una especie de travesura lingüística. Los nombres de los personajes también. Por eso se llaman Lord Whirlpool, Lord Westinghouse, Lady Thomson, Profesor Bosch, Sr. Otsein Hoover, etc… Incluso sus nombres de pila son marcas famosas. Lady Whirlpool, por ejemplo, se llama Candy. Y Lord Whirpool, Philips.
¿En qué ha cambiado en todos estos años?
Antes les ponía a mis personajes nombres reales, ahora les pongo nombres de lavadoras y aspiradores. No sé si positivo o negativo pero es un cambio, ¿no? Mi humor es irreverente, travieso y provocativo. Supongo que es una forma de distanciarse de la realidad para verla desde un lado más amable y risible. A veces nos tomamos la vida demasiado en serio y, como dijo Hubbard, no deberíamos hacerlo porque no saldremos vivos de ella.
*Pedro Zapater firma hoy otra entrevista, espléndida, con el escritor en heraldo.es
http://www.heraldo.es/noticias/ocio_cultura/cultura/2015/05/20/joaquin_berges_concibo_literatura_vida_sin_humor_361595_308.html
UN DIÁLOGO CON JULIA DORADO

JULIA DORADO. PINTORA. Nacida en Zaragoza en 1941, retorna a su ciudad tras haber vivido un cuarto de siglo en Bruselas. Estrena vivienda, estudio y ayer recibía el Premio Aragón-Goya 2011, que ganó semanas atrás. [Esta entrevista se publicó en 2012. Ahora, casi tres años después, Julia Dorado acaba de hacer un proyecto específico para el IAACC Pablo Serrano, bajo el título de ’Julia Dorado. Entre mirar y ver’.]
«Regreso a casa y con este galardón me preparo para un reencuentro amoroso con mi tierra»
¿Sabe una artista como Julia Dorado por qué pinta?
Esa cuestión me lleva a un tiempo remoto. Pinto un poco por azar. Y pinto porque yo, desde niña, sentía la necesidad de hacer algo artístico. En un principio me atraían la danza y la música.
Cuéntenos.
Eran los tiempos de María de Ávila. Yo tendría doce o tres años, se lo dije a mis padres y me dijeron que «ni hablar». Lo cual no dejaba de ser paradójico: mis padres eran muy aficionados al cine. Mi madre rompió aguas en la oscuridad de la sala y de allí se fue rápidamente a casa para parirme. Y siempre me contó que cuando tenía yo siete días, solo siete, ya me llevó al cine.
Con el ballet, «ni hablar». ¿Qué pasó con la música?
A mí me apasionaba la música de jazz. Tenía un tío en Logroño, Abel, que era el raro de la familia, el incomprendido. Tenía muchos discos de jazz y yo los oía en su casa; me aficioné a los clásicos como Glenn Miller.
¿Y luego?
Era introvertida, me gustaba mucho la soledad. Y un día mi padre le preguntó a un vecino decorador qué podía hacer conmigo. Le preguntó si yo dibujaba, si entendía algo de pintura. Y sin decir mucho más, me regaló una caja de acuarelas, la copia de un bodegón y un papel. Aquella era como la prueba del algodón. Traté de dibujar y colorear, y mi padre le enseñó a su amigo lo que había hecho. El vecino le dijo que me apuntase de inmediato a la Escuela de Artes y Oficios. Estuve siete u ocho años copiando escayolas con Lola Franco, que me decía: «Tienes que dominar bien el claroscuro. Es la base de todo». Yo solo quería pintar. Dar color.
¿No pintó en todo ese tiempo?
No, no. De repente, se creó la asignatura de Historia del Arte, y vino de profesor Federico Torralba. El primer año solo me apunté yo, y acudía por libre un alumno que era amigo suyo. Aquello fue decisivo. Muchas de las clases nos las daba en su casa de Torrero. ¡Qué casa! ¡Qué biblioteca: tenía una maravillosa colección de libros de arte! Aprendí de todo: desde el arte clásico, las cuevas de Altamira, el Renacimiento, las claves del arte oriental. O los pintores abstractos norteamericanos.
¡Qué suerte tuvo usted! ¿No?
Desde luego. Además, a escondidas había empezado a pintar y dejaba mis pequeñas obras debajo de la alfombra. Un día, el propio Torralba me preguntó si pintaba. Le dice que sí y me incluyó en la muestra ’Seis pintoras y una ceramista’. Por entonces había visto una exposición de Ricardo Santamaría y Juan José Vera, que me interesó mucho. Más tarde, ellos me llamarían e integraría a partir de 1963 la ’Escuela de Zaragoza’, que era la continuación de ’Pórtico’: Lagunas, Aguayo, Laguardia.
No podemos contar toda su vida aquí, pero sí querría saber qué ha querido «contar» o «transmitir» en la pintura.
No he querido decir nada. He querido trabajar en pintura y desarrollar el lenguaje de la pintura. Hay pintores que son narrativos o que son cómplices o actores de lo que ven. En mi pintura yo no envío mensajes. Me gusta el misterio y la fascinación de meterme en la pintura. Cuando estoy en crisis, y mi pintura está llena de crisis, me sale una obra más figurativa. Y cuando estoy mejor me inclino hacia la abstracción. Estoy más cerca de la música y de la poesía que de la propia pintura. Hay que sugerir, hay que involucrarse, parto de intuiciones más o menos resbaladizas. No lo sé todo de mi obra: mi pintura la culmina el espectador.
Al principio era usted tenebrista e informalista.
Francisco de Goya, con su mundo de tinieblas y de sombra, con su tremendismo, está en el principio de nuestras creaciones: de ’Pórtico’, de la ’Escuela de Zaragoza’. Y en mis inicios, además de Goya, mis referencias eran Lagunas, Aguayo, Laguardia, Santamaría, -Sahún, Vera; en mis cuadros sombríos aparecían sugerencias de espacios y de atmósferas que he recuperado luego. Mi carrera ha sido un ir y venir constante.
Más tarde se fue a Barcelona.
Estuve tres años aprendiendo la técnica del grabado. Me fui de casa a los 25 años. Pinté pocas telas, pero fue una época especial, donde buscaba realizar mi carrera de pintora, buscaba la libertad, un estudio propio, estaba llena de sueños. Y de ahí pasé a una etapa más siniestra, cuando vine regresé a Zaragoza y entré a desarrollar, durante cinco años, un proyecto artístico con los enfermos del psiquiátrico. Antes de aquella época, empecé a frecuentar amigos escritores que me iban contando sus sueños y fantasías eróticas, e hice unos 60 o 70 dibujos eróticos que no he expuesto y que eran de una gran ingenuidad.
¿Sueños y fantasías eróticos?
Sí. Aquello coincidía en parte con mi inicio sexual con Pablo Trullén, mi futuro marido. Luego aparecerían los pasillos, que eran un tránsito de la oscuridad hacia la luz y al principio estaban llenos de fantasmas. Luego estuve en Italia, donde hice muchos fotomontajes, colaboré con ’Andalán’ y en 1988 me fui a Bruselas, donde he vivido y he trabajado hasta ayer.
¿Qué le dio Bruselas?
Es la época de la madurez. Me dio serenidad, soledad. La única manera de pintar es en soledad. Pinté mucho y allí de materializó de manera absoluta mi pasión y práctica del collage.
¿Qué relación ha mantenido con Aragón?
Total. Éramos como una embajada de amigos aragoneses en Bélgica. Teníamos contacto por carta, por teléfono, por email, a través de las visitas. La amistad ha sido una de las razones de mi vida. ¿Aragón? Nací aquí, mis raíces están aquí, mis referencias; hay gente que me dice si me he ido alguna vez. No me he olvidado nunca.
¿Qué significa para usted el Premio Aragón-Goya?
Una sorpresa gozosa. Me ha hecho muy feliz: no conocía muy bien el galardón, ni sabía que si estaba o no estaba propuesta. Además ha coincidido con mi regreso a casa. Aquí estoy: preparándome para un reencuentro amoroso con mi tierra con esta distinción. Tengo que preparar el estudio para reencontrarme a mí misma.
Antón Castro
Una mujer de luz, de paisajes íntimos y de mundos de color
Julia Dorado (Zaragoza, 1941) ha sido una mujer entre hombres en el ’Grupo Zaragoza’. Ayer recibía el Premio Aragón-Goya en el Museo de Zaragoza de la mano del Director General Humberto Vadillo, que elogió, a la sombra de Goya, «su gran sensibilidad artística y su capacidad para el trabajo». La artista dijo: «Le doy las gracias al Gobierno, al jurado y a los compradores que durante tanto tiempo me han seguido, me han comprado cuadros, y me han dicho que creían en mí. Han sido un valioso estímulo».
JORGE GAY EN BILBAO: UN DIÁLOGO
“Pintar es una respuesta más al misterio del universo”
“Todo lo que ocurre en mis cuadros es fruto de la pasión”
*Esta foto es de Vicente Almazán, y es una de las favoritas de Jorge.
Ayer miércoles, en la galería Lumbreras de Bilbao, Jorge Gay (Zaragoza, 1950) inauguraba una nueva exposición de pinturas y dibujos. ‘La Casa de Eurídice’ es el título de las pinturas y ‘El pulso de los días’ da título a los dibujos.
-¿Qué le debe el pintor Jorge Gay a la infancia y a la naturaleza?
La infancia es la etapa en la que empezamos a educar los ojos del corazón. Cuando descubrimos la luz, el color, la forma: cuando empiezas a reconocer el mundo. Hacerlo en la naturaleza, rodeado de ella, aunque fuera de modo tan liviano como pueden ser las vacaciones de un niño, era el modo más primigenio de esa educación. Una manera directa, casi primitiva. Somos del lugar donde se nos reveló la luz y descubrimos el mundo. Donde se nos constató e hizo presente. Esa revelación es la fiesta de nuestra niñez, la que nos hace eternos. Pintar sería saber perpetuar la emoción primera. Como siempre cuento, también fue en la infancia, en vacaciones, viendo pintar a mi padre, maestro y pintor aficionado, cuando descubrí la emoción que puede provocar la pintura. Ese recuerdo queda indeleble y te acompaña toda la vida.
-¿Para aprender mirar al cielo hay que mirar dentro de uno, o es al revés, se mira dentro de uno para ver mejor el cielo? Usted reflexiona específicamente sobre ello...
El cielo te deslumbra y con él se te revela el mundo, la luz y el color. Pero pasado el tiempo y el aprendizaje miras dentro de ti para poner en el lienzo las nubes que un día fuiste viendo pasar entre tu corazón y tus pulmones. En definitiva poner en el cuadro tu propia voz. Primero debes emocionarte y luego aprender a destilar esa emoción para poder transmitirla. Descubrir las relaciones ocultas entre las cosas y desde esa emoción primera, saber discernir la armonía interna de los objetos reconocer su escala. Saber depurar, elegir con elegancia entre todo el abigarramiento y el marasmo de lo real. Llevar la medida del mundo en el corazón.
¿Cuánto tiempo has invertido en este trabajo? ¿Quién es Eurídice y qué significa para ti?
La exposición consta de 28 pinturas y 9 dibujos realizados de 2013 a 2015. El titulo de las pinturas es La Casa de Eurídice y el de los dibujos El pulso de los días. Eurídice fue una ninfa de la mitología griega, esposa de Orfeo. Símbolo del amor que se nos escapa por la impaciencia de nuestro corazón. La impaciencia amorosa hizo que Orfeo, desobedeciendo a los dioses, volviese su rostro para ver a su amada Eurídice. Entonces ella desapareció para siempre y Orfeo quedó vagando por siglos en su búsqueda. Esta es la historia que yo empleo como metáfora para explicar lo que le ocurre hoy a la pintura. Desaparece de nuestras vidas. La imperiosidad del presente urgente no la necesita. Es como si estuviera condenada al Hades de la indiferencia y suplantada por las nuevas tecnologías. En mi metáfora lo que pretendo es defender todavía el oficio, el gesto de pintar. Señalarlo y subrayarlo como medio todavía vigente para poder expresarnos, válido para seguir diciéndonos. Superada la barrera de los “ismos” el tiempo ha demostrado que la pintura es sólo una.
Entonces, ¿cuál es su clave personal?
En mi poema del catálogo evoco a Guston, Rosales, Patinir, Brueghel, Beckman o Sironi: no importa el estilo ni el tiempo. La pintura es una y ha quedado como gesto, como actitud ante la vida. Lo importante no es el medio ni el soporte con el que trabajas, por más actuales o técnicamente avanzados que estos sean; lo importante lo imprescindible es emocionar, fascinar con lo que hagas. Tener algo que decir y conmover con ello, lo de menos es el soporte que utilices para hacerlo (video, fotografía, instalaciones….). Lo importante es encontrar el equilibrio entre el qué decir y cómo decirlo. Por eso me empeño en defender la pintura como gesto: por su esencia, por su poético silencio, por su austera presencia. Se podría hacer un parangón con el teatro. Hemos vuelto al teatro: a la belleza del directo, a la constatación de su fisicidad, a desear no tener la experiencia a través de una pantalla o de un visor. Saturados como estamos de los encantamientos digitales, hasta puede apetecer sentir la limitación técnica de la pintura. Volver al origen, a la construcción primigenia. Lo que no quita para que cuando lo necesito, acuda a cualquiera de los medios citados para hacer escenografías, carteles, libros, audiovisuales… No niego ningún camino y me encanta investigar con ellos, pero por encima de todo sigo defendiendo el lugar que ocupa el poema de la pintura.
-La exposición lleva por subtítulo: ‘Homenaje a Poussin’, ¿Qué le debes a Poussin, qué te interesa de él? Insisto un poco más: dices que cuando imaginas un cuadro te vas hasta Poussin, pero también hasta Brueghel o Bonnard. ¿Por qué? ¿Cuántos compañeros de viaje se necesitan para pintar?
Acudo a Poussin y a tantos otros, pero sobre todo a él. Más allá de dar respuesta a la Querella entre lo clásico y lo moderno, que se inicia en su tiempo, y se alarga sobre todo en el XVIII llegando a nuestros días, acudo a Poussin porque en él veo la naturaleza soleada, serena, atemporal, ideal y eterna: la luz en el paisaje que me hizo pintar. Por eso le rindo mi pequeño homenaje. Pintar es una respuesta más al misterio del universo. Es construir un mundo ordenando la experiencia. Es saber poner lo que falta y no añadir a lo que sobra. Pintar es hacer del pensamiento un signo, un gesto que se haga presencia. Todo eso aleja del horror. Mi embeleso ante la excelencia que ofrece la historia del arte lo llevo en mí cuando pinto, como una resonancia, como un aroma que dejo que me envuelva, esperando que al final, quien suene, sea el tañido de mi corazón hecho pintura y siempre con la ingenua esperanza de haber alcanzado una inteligencia pictórica que si bien no me ayude a pintar cuadros buenos, al menos me asegure no pintarlos malos.
Tus cuadros están llenos de objetos, de signos, de situaciones, de árboles, de animales, de personajes. ¿Cuál es la relación entra la pintura y la vida? ¿Cómo es la ficción de tus cuadros?
Todos los árboles, las nubes, las casas, todo lo que ocurre en mis cuadros es fruto de la pasión. El transcurso de mi vida en un lienzo, el recorrido desde que lo comienzo hasta que lo termino eso no es una ficción, es la vida real y diaria que me constata como ser humano, consciente de estar embarcado en un viaje que me lleva hasta la nada, pero a lo mejor salvado por cuanto haya sido capaz de amar y acariciar en ese trayecto. Nos conjuramos ante la muerte por lo que amamos.
¿En qué consiste “el incierto navegar de la belleza”, al que aludes en otro de tus textos? ¿Cómo sería para ti, en tu caso concreto, ese viaje?
La belleza incierta está sumida en el viaje que emprendemos y es incierta porque cambia en cada puerto de nuestra vida y de nuestra historia
¿Qué es primero en ti: el título, la idea, una concepción unitaria de la muestra como un libro?
Yo soy un pintor literario que no hace literatura pintada y un escritor ocasional que escribe imágenes y emociones. Hago una concepción unitaria de la exposición que me propongo y dejo que el día a día vuele a su antojo. En este vuelo, en un momento inesperado, puede surgir el título y un torrente de cosas que ayuda a cerrar el concepto general. Por ejemplo la colección de dibujos de esta exposición ‘El pulso de los días’, surgió cuando me propuse dedicar unos dibujos a todos los hombres que fueron y son capaces de seguir haciendo pintura, poesía, música... A todos cuantos cargados de pasado soñaron con hacerlo futuro, a los que con su audacia se atrevieron a ir más allá para hacer visibles nuevos horizontes. También está dedicada a lo que quedaron heridos en el camino, olvidados u orillados. Sigo teniendo ánimo de intentarlo, y en el lugar vagamente optimista de perpetuar la emoción primera.
Como suele suceder con la novela, a menudo se anuncia la muerte de la pintura, ante la voracidad de las nuevas tecnologías. ¿Está amenazada, enferma o goza de buena salud?
El siglo XX ha sido el siglo en el que ha muerto todo: la novela, la pintura, el teatro, la ópera, la poesía…. Considerando todas las revisiones necrofílicas del siglo pasado hace ya mucho tiempo que me puse a escuchar y seguir el aforismo que dice: “Apuesta por la vida que la muerte está segura”. Cuando se habla de la muerte de la pintura, de la escultura…. Siempre me animo y animo a los demás a volver a ver: “Los hombres de Riace”, “Las pinturas del Fayún”, los frescos de Giotto o las pinturas paleolíticas de Chauvet y constatar su fuerza, su serena belleza, su inmortalidad cierta. O simplemente pasear por Roma. El arte no es una línea recta y continua, no es una flecha que se dirige a una diana, es una espiral que crece y se ensancha interminable y a la que hay que dejar expandirse libremente sin pedirle conservadores retornos estériles al pasado ni constantes saltos al vacío, y no tanto para esclarecer las cosas como para enriquecerlas e iluminarlas con nuevos enigmas. Por esta razón, por este trazado espiral que se alimenta siempre de la misma fuente puede entenderse que la pintura de Velazquez no es mejor que Altamira ni Picasso preferible a Mantegna. Ni el Partenón más importante que Rondchanp. La tarea es reconocer los arquetipos que nacieron de esa fuente inmemorial y saber hacerlos nuevos, actuales y creíbles a los ojos y al corazón de tus contemporáneos.
*Hoy se ofrece un amplio resumen de esta entrevista en Heraldo de Aragón.
DISCURSO DE PEPE MELERO EN HONOR DE FÉLIX ROMEO
Discurso de inauguración de la Biblioteca ’Félix Romeo’, Parque de Goya II, el pasado miércoles.
Félix Romeo por Luis Grañena.
Por José Luis MELERO RIVAS.
Mi amigo el librero de viejo Inocencio Ruiz, cuyo nombre lleva la Biblioteca Pública Municipal de Santa Isabel, me lo repetía muchas veces: “Cuando una biblioteca se abre, una cárcel se cierra”. La frase (que él atribuía a Concepción Arenal, aunque yo también la he visto otras veces adjudicada a Víctor Hugo) tiene su miga. Nos habla, claro, de que las bibliotecas son espacios de libertad, de cultura, instrumentos para hacernos más libres y mejores. El que lee aprende a pensar por sí mismo, a tener ideas propias sobre las cosas. Y a la vez conoce lo que piensan los demás y eso le lleva indefectiblemente al respeto y a la tolerancia. No en todos los casos es así, claro (Hitler tenía una buena biblioteca y no fue al parecer un mal lector). Pero sí lo es en casi todos los casos. De ahí la importancia de las bibliotecas como lugares donde los libros (y ahora, de acuerdo con los nuevos tiempos, también los medios audiovisuales y demás vehículos transmisores de cultura) representan la victoria de la civilidad frente a la barbarie, de la urbanidad y el buen gusto de quienes deciden utilizar sus servicios frente a los que aún no han descubierto el placer de leer, el placer de vivir otras vidas y otras experiencias. Porque los libros logran lo que parece imposible y hacen que podamos viajar a la Rusia soviética de los años de la Revolución de la mano de viajeros como Pla, Gide o César Vallejo, que nos embarquemos en un barco ballenero con Melville, que visitemos el Rif y la guerra de África guiados por Sender, que recorramos los mares con Conrad, que conozcamos la Zaragoza de los Sitios leyendo a Galdós o, simplemente, que nos emocionemos con los versos de Miguel Hernández, las películas de Billy Wilder o las canciones de Silvia Pérez Cruz o nuestro añorado Labordeta.
Las bibliotecas son hoy esos lugares de aproximación al ciudadano donde éste encuentra el modo de satisfacer sus necesidades culturales, donde se presentan libros, donde se montan exposiciones y se organizan actividades sin otro interés que el de cumplir un servicio público, el de trabajar por el bien de todos. Las bibliotecas son hoy, por tanto, una de las mejores manifestaciones del estado del bienestar, tan tambaleante en estos tiempos. Que en este barrio se abra una nueva biblioteca es una gran noticia para todos y una prueba de que, aún en momentos difíciles, el sistema, al menos en esto, todavía funciona.
Que esta biblioteca, además, lleve el nombre de Félix Romeo es un acto de justicia y un motivo de satisfacción para todos los que lo quisimos, para sus familiares, para sus amigos y para todos los que conocen la importancia capital que Félix tuvo en la cultura zaragozana y aragonesa de los últimos veinte años.
Entre los muy buenos, Félix era el mejor. El mejor amigo, el mejor polemista, el mejor lector, el mejor escritor…, el mejor de todos. Tuvo el corazón más grande y en él cabíamos todos: sus padres, sus hermanos, sus innumerables amigos, los hijos de sus amigos... En ese corazón cabía Zaragoza entera, a la que amó con pasión desbordada, la literatura entera (uno siempre tenía la sensación de que lo había leído todo), la vida entera. Lo queríamos más que a nadie, porque detrás de ese aspecto arrogante de luchador de sumo, detrás de esa personalidad arrolladora que lo convertía a veces en un tsunami implacable, se escondía el hombre tierno y cariñoso, el hombre entrañable que amó la vida como ninguno. Nos enseñó mucho de lo poco que sabemos, porque su cultura, su inteligencia prodigiosa, su afán por saber y aprender lo iban a convertir en un fuera de serie, en un auténtico número uno, en un portentoso escritor que acabaría dejando poca obra, pues prefirió siempre la vida a la literatura. Buscó la felicidad desesperadamente. No sé si la encontraría, pero lo que sí sé es que él la repartió a manos llenas entre todos cuantos lo quisimos y que nos dejó con su muerte un vacío tan hondo que aún no hemos podido llenarlo.
A Félix le hubiera gustado mucho que se diera su nombre a esta biblioteca. Y le hubiera gustado mucho por tres razones:
Primero por su pasión por los libros. Félix amó los libros como pocos, los buscó, los recogió y los leyó con bulimia, recorrió rastros y almonedas, formó bibliotecas allá donde estuvo y transmitió ese amor y esa pasión por los libros en muchos de sus textos. Si algo tenía que llevar su nombre, era sin duda una biblioteca.
Segundo por ser ésta una biblioteca nueva. Félix hubiera preferido siempre que se le diera su nombre a una biblioteca recién creada que a una que llevara muchos años y que oliera a rancio y a naftalina, aunque tuviera mayor pedigrí y pasado ilustre. A Félix le gustaba lo nuevo frente a lo viejo, porque le gustaba más la vida que el pasado, el hoy que el ayer, las nuevas ideas que nos hacen avanzar más que el regodeo en los logros pretéritos. Por eso, la creación de una nueva biblioteca hubiera sido para él una gran noticia.
Y tercero porque esta biblioteca está en una zona de expansión de la ciudad. A Félix, que tanto amaba Zaragoza, le entusiasmaba recorrer la Zaragoza periférica, la nueva Zaragoza que nacía, los nuevos barrios que se formaban, y él, que no conducía, nos hacía a sus amigos llevarlo con el coche a recorrer esa Zaragoza del siglo XXI. Cuántas veces lo hizo con Mariano Gistaín (que me contaba que muchas veces eran los únicos que paseaban por aquí entre medio de las obras), con Ismael Grasa… Por eso le habría gustado mucho que la biblioteca que lleva su nombre esté en Parque Goya y no en la Avenida Goya.
Hoy es un día muy importante para la ciudad de Zaragoza. Recordar a sus hijos más ilustres no es sólo una obligación de justicia sino un deber de gratitud. Por mucho que esta ciudad haga por Félix nunca le devolverá ni la milésima parte de cariño que él le entregó. Pero bueno es que todos comprendamos que homenajeando a Félix Romeo los que más ganamos somos los zaragozanos que le sobrevivimos: haber tenido un conciudadano así y decidirse a recordarlo y honrarlo, es demostrar que Zaragoza está a la altura de los que se fueron, y que los zaragozanos de hoy nos merecemos el lugar que ocuparon los mejores, los más ilustres, los más distinguidos de sus hijos. El lugar que ocupó el gran Félix Romeo.
*La segunda foto es de Daniel Mordzinski.
SILVIA PÉREZ CRUZ LLEGA A TODO

CRÍTICA MUSICAL
Silvia Pérez Cruz llega a todo
La cantante ofreció un espectacular concierto, basado en ‘granada’, en el Teatro Principal.
Silvia Pérez Cruz (Palafrugell, Gerona, 1983) tiene varios dones: canta como deben o debieron hacerlo las sirenas en su estado más ideal y genera una empatía ilimitada: es dulce y cautivadora, cálida y envolvente, y posee una maestría envidiable en diversos lenguajes y estilos. Maestría, elocuencia, una exuberancia vocal que provoca asombro. Puede llegar a cualquier sitio, paladear las canciones como si ella fuera una orquesta completa o un coro. A veces, con esa suavidad natural de la joven que burla la comba, parece dirigirse a sí misma: matiza, enriquece, ahonda, hace círculos imaginarios como si redondease los agudos o los graves, va y viene, suspende el aire y transita por el puro virtuosismo con una facilidad apabullante.
En el escenario, asistida por un músico magnífico como Raül Fernández Miró (Refree), llega a todo. Llega a donde se imagina, a donde sueña, alcanza cualquier tesitura, se arriesga y parece tan feliz con el canto que no duda en adornarse en ocasiones. Su voz es prodigiosa, tan bella y personal, dramática y lírica, tan matizada y de tantos colores, que hay un momento en que el oyente va de deslumbramiento en deslumbramiento. Ha dicho: “Lo que buscamos es que el sonido tenga profundidad, que se pueda coger, tocar, que sea grueso, pese y esté cocinado a fuego lento”. A veces puede dar la sensación de que la cantante y el público entren en una suerte de éxtasis o de inefable comunicación.
Sé que hablar así de un concierto parecerá exagerado, poco profesional, pero no lo es. Ayer, en el Teatro Principal, el público se levantó en dos ocasiones, aplaudió a rabiar (quizá no lo hizo más porque Silvia Pérez Cruz tampoco se empeñó en ello) durante varios minutos y estuvo a punto de hacerlo, en medio del concierto, cuando interpretó la ‘Elegía a Ramón Sijé’ y ‘Que me van aniquilando’, en la versión de Morente y Pepe Habichuela. En ese instante, Refree, que habla poco pero con una cristalina emotividad, y ella explicaron que el tema de Miguel Hernández, ‘Compañero’ lo llamó Silvia, que les permitió cerrar el disco ‘granada’ (“así, en minúscula, porque es un pequeño fruto y también una explosión”, había dicho antes en alusión a este disco de 2014) y que una de las cumbres de uno de esos recitales inolvidables del dúo, incluso especial en ciertas rarezas sonoras: Raül Fernández Miró, soberbio, es osado con sus guitarras, acompaña, experimenta, seduce y, a veces, casi desconcierta con algunos sonidos próximos a la pura percusión o a los graves rasgueos de rock.
Silvia Pérez Cruz arrancó con ‘Abril-74’, la canción de Lluís Llach en homenaje a la Revolución de los Claveles y cantó en catalán (‘Corrandes d’exili’, ‘El cant del ocells’, ‘Jo vull ser torero’ de Albert Pla y una habanera de su madre, Gloria Cruz) y mallorquín (hizo una versión cromática y mediterránea de ‘Mercè’ de María del Mar Bonet), cantó en inglés, en alemán, en francés (escenificó el ‘Hymne a l’Amour’ de Edith Piaf), en portugués (‘Acabou chorare’) y, por supuesto, en castellano.
Cerró la noche con esa joya de Federico García Lorca y Leonard Cohen, ‘Pequeño vals vienés’, que ella interpreta con alma flamenca y toques de jazz, y ofreció, a modo de bis, uno de sus temas fetiches: ‘Gallo negro, gallo rojo’ de Chicho Sánchez Ferlosio, que ya le oímos en sus últimas estancias en Aragón: en Pirineos Sur, en el Teatro Arbolé en febrero de 2013 y en el concierto de homenaje a José Antonio Labordeta en septiembre de 2014. Una maravilla de expresión, de intensidad, de plasticidad y de facultades. Con Silvia Pérez Cruz parecen agotarse las palabras: es como una misteriosa cantante de mar con alas que nos ensancha el mundo y descubre, una y otra vez, nuevos latidos en el corazón.
LA FICHA
‘granada’. Silvia Pérez Cruz (voz) y Raül Fernández Refree. Teatro Principal. Ciclo de flamenco. Tres tercios de entrada.
*Este texto aparecía ayer en Heraldo.es
UN DIÁLOGO EN 'CUADERNOS DEL SUR' CON PEDRO M. DOMENE

[El escritor, crítico literario y profesor Pedro M. Domene publica hoy en 'Cuadernos del Sur' del 'Diario de Córdoba' esta entrevista conmigo. Mil gracias a Pedro y a todo el equipo. Muy amables.]
Pedro M. Domene 23/05/2015
Esta noticia pertenece a la edición en papel de Diario Córdoba.
Pulsa aquí para ver archivo (pdf)
Antón Castro nació en Lañas (Arteijo), La Coruña, 1959. Es un escritor, dramaturgo y periodista cultural. Desde 1978 vive en Zaragoza. Dirige el suplemento Artes & Letras del Heraldo de Aragón. Ha presentado y dirigido varios programas de televisión. Su obra literaria es variada. En ella destacan títulos como Mitologías (1987), El testamento de amor de Patricio Julve (1995) o Los seres imposibles (1998), así como obras para niños: Jorge y las sirenas (2009), El niño, el viento y el miedo (2013) y, el último, La leyenda de la ciudad sumergida (Nalvay, 2014), un libro de cuentos fantásticos de la infancia del autor en Galicia ilustrado por Javier Hernández.
--Déjeme preguntarle: ¿su vida es cultura o la cultura forma parte de su vida?
--Quizá las dos cosas. Me apasionan las pequeñas cosas de la vida, que también son una forma de cultura, y la cultura es una de las razones que alimenta mi vida: la literatura, la música, el cine, el arte, la fotografía, el teatro, la conversación, el debate, la pasión por escuchar a los otros.
--¿Cuándo se consideró que la cultura era algo fundamental en un país como este?
--Imagino que con la ilustración, durante la II República, y cuando se entendió que la cultura son las maletas del viajero, del creador, del hombre cotidiano: ahí viaja la sensibilidad, el sentido crítico, la curiosidad, el deseo de saber, el respeto, ese viaje interior que se llena de experiencias, de poemas, de libros, de partituras, de sueños..., las armas de la convivencia y la libertad.
--¿Cómo hemos cambiado en estos últimos años en la forma de hacer periodismo cultural?
--Aunque ahora no estamos en el mejor de los momentos de la consideración cultural, en la democracia el periodismo cultural ha sido fundamental. Se ha creado mucho, en todas las direcciones, se ha programado mucho, ha habido avances decisivos, grandes proyectos, y el periodismo cultural ha estado ahí, con entusiasmo y sentido crítico.
--Hábleme de sus experiencias en el mundo del papel y en las nuevas tecnologías.
--Me encanta el papel y los soportes digitales. Tengo la casa como un mar desordenado de recortes y periódicos y libros, que le lleva a decir a mi suegra si no padeceré el síndrome de Diógenes, y a la vez, sin ansiedad, me he asomado al blog, al facebook y quizá hoy mismo al twitter.
--De su variada faceta como escritor, ¿de cuál se siente más satisfecho?
--No sabría decirle. El periodismo ha sido mi escuela de formación, pero en realidad me siento narrador, contador de historias. Y a la vez, poeta. Un poeta de demasiadas palabras todavía y algo tardío. Desde 2010 para aquí he publicado cuatro libros de poesía.
--¿Solo en la realidad se encuentra la auténtica literatura? Me refiero a su faceta de escritor de un maravilloso mundo de fantasía.
--La literatura se hace de realidad, de imaginación, de sueño y lenguaje. A mí siempre me ha atraído mucho la dimensión mágica o inesperada de la vida, aquello que parece soñado. Lo han dicho muchísimos antes, y se seguirá diciendo muchas veces más, pero a mí las cosas más inverosímiles, mágicas, fabulosas, sorprendentes y conmovedoras me han ocurrido en la realidad. O suceden en la realidad. La realidad es una formidable máquina de maravillas que parecen irreales e imposibles.
--Jorge y las sirenas es un libro para más pequeños, ¿fruto de ese mundo donde la fantasía es tan importante?
--Desde luego. Soy un enamorado de las sirenas, desde hace muchos años, casi tanto como Carlos García Gual. He escrito bastante de ellas. Pero esa también es una historia que me dictó la realidad: ahí le inventé una sirena a un niño enfermo gravemente al que le apasionaban los sencillos dibujos que hacía yo en las dedicatorias de mis libros. Durante su convalecencia, decidí escribirle dos microcuentos de sirenas en el periódico (apenas quince líneas, 900 caracteres) para que supiese que me acordaba de él y mis sirenas también... Se curó. Y me gusta pensar que es un milagro de la ciencia, a la que le estoy muy agradecido, y de la literatura.
--El niño, el viento y el miedo , ¿es una colección de leyendas o cuentos con una mayor proyección?
--No son leyendas, aunque pueda parecerlo. Todo lo que cuento es más o menos real: quiero decir que yo lo viví así en mi infancia o que mi propia madre me contaba las cosas como yo las cuento. Aunque parezca sueño casi todo es real. Salvadas las distancias, yo tuve una infancia fantástica y llena de miedos y de poesía. Los aparecidos volvían con la lluvia; los mendigos exigían limosna de pan con beso y podían bailar una muñeira; el viento encendía un acordeón bellísimo y lastimero que provocaba pánico; la dama de los bosques irrumpía y provocaba desastres ambientales y en algunos hombres, y eso me lo confirmaba incluso la mujer viuda que me cuidaba algunas mañanas. Las brujas, ya se sabe, haberlas haylas.
--En La leyenda de la ciudad sumergida lleva usted a Galicia en su corazón, ¿es así?
--Por completo. Ese libro es un homenaje a Galicia, a la naturaleza, a una topografía que conocí de niño y adolescente, y es un homenaje al viaje, a la aventura, al sueño y al mundo infinito de los libros.
--En esta historia se suceden las aventuras, y ofrece un homenaje al mundo del libro, ¿quiso usted combinar ambos aspectos para educar a jóvenes lectores?
--Por supuesto. Siempre les digo a los niños que la aventura y los libros van de la mano y que una de las experiencias más hermosas que existen es la de la lectura; si es en voz alta, aún mejor. Una experiencia tan decisiva como la amistad, el amor, el descubrimiento del mar o de una canción que se convierte en la banda sonora más íntima de tu vida.
--¿Qué le resulta más fácil, escribir para jóvenes o para adultos, si me permite dicha dicotomía?
--Me lo planteo de la misma manera: intento encontrar un lenguaje, historias, personajes, y ofrecerles lo mejor de mí mismo. A veces un libro para jóvenes llega a los adultos y al revés. Uno no debe pensar nunca que los niños son analfabetos o estúpidos y que se les puede dar gato por liebre.
--Y una última pregunta: ¿los dibujos de Javi Hernández complementan la visión de las aventuras de Esteban?
--He trabajado con muchos artistas: José Luis Cano, Natalio Bayo, Alberto Aragón, Santiago Arranz, Juan Tudela, Alberto Torró. Y con Javier Hernández me ha pasado algo especial: él es narrador también, cuentacuentos, adora la música. Y ha cogido a la primera la atmósfera de mis libros: se siente cómodo, crea, improvisa, completa las acciones y tiene total libertad. A mí me encanta trabajar con él. Es delicado, sutil, posee un trazo fino, tocado por ese color verdoso y dorado, compone muy bien y es atrevido. Le encanta probar, medirse y sabe que tiene toda mi confianza.
*Esta foto es de Oliver Duch, fotógrafo de Heraldo de Aragón.
LORRIE MOORE EN SEIX BARRAL
Seix Barral acaba de publicar una nueva colección de cuentos de Lorrie Moore (Glenn Falls, Nueva York, 1957), la autora de ‘Pájaros de América’. Hacía 16 años, más o menos, que no publicaba relatos, desde el citado ‘Pájaros...’ de 1998. Se trata de ‘Gracias por la compañía’, compuesto por ocho piezas que hablan de los ecos de la Guerra de Iraq, de amores imperfectos, de divorcios traumáticos, de soledades, de muertos que no parecen irse nunca, de las relaciones entre padres separados con sus hijos...
Así comienza el primer texto, ‘Muda’, centrado en la vida de Ira y de Zora, ambos divorciados y padres de una niña pequeña y un adolescentre.
Dice así: «Ira llevaba seis años divorciado y aún no podía quitarse el anillo de bodas. El dedo se le había hinchado a su alrededor como una masa: una combinación de deseo frustrado, remordimiento sin límites y ambición mal dirigida, decía a sus amigos. “Tendrán que amputarme el dedo.” El anillo (supuestamente de oro, aunque ahora todo lo que había recibido de Marilyn estaba en duda, quién sabía) encinchaba la camisa de grasa de su dedo, que había crecido a su alrededor como una parra jodidamente feliz. “A lo mejor tendría que cortarme la mano entera. Y mandársela”, le dijo por teléfono a su amigo Mike, con quien trabajaba en la Sociedad Histórica del Estado.»
De ‘Gracias por la compañía’. Lorrie Moore. Seix Barral. Traducción de Daniel Gascón. Seix Barral. Barcelona, 2015. 197 páginas.
*La foto la tomo de aquí.http://static.guim.co.uk/sys-images/Books/Pix/pictures/2010/2/24/1267008420930/Lorrie-Moore-001.jpg
RAMÓN EDER: 'AIRE DE COMEDIA'

Creo que pertenezco al círculo de admiradores de Ramón Eder (Lumbier, Navarra, 1952), uno de los maestros del aforismo en España. También es poeta, poeta lírico, y un sabio de las pequeñas cosas de la vida, del sueño, del delirio, de la sensatez y de la paradoja, una de las armas esenciales de su visión. Me acaba de llegar un libro suyo, ‘Aire de comedia’ (Renacimiento,2015). A veces, o casi siempre en realidad, resulta sorprendente.
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Las mujeres muy guapas tienen una sexualidad caótica.
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Sin la vanidad la vida sería extraordinariamente aburrida.
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Los secretos que no contamos los cuenta nuestro rostro.
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La seducción, también en literatura, consiste en no enseñarlo todo.
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El buen periodista acaba mordiendo la mano que le da de comer.
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Cuando nos gusta alguien nos gusta porque nos recuerda a alguien que nos gustó.
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Suave es la noche para los enamorados y para nadie más.
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La ternura es algo clave en la vida, lo único que está mal es la palabra, blanda como una víscera.
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El artista nace el día que está leyendo un libro y no quiere ser el héroe de la historia, sino el que la cuenta.
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Lo celeste donde mejor se ve es en los cuerpos que nos gustan.
*** Retrato de Conchita Montenegro de George Hoyningen Huene.
WYNN BULLOCK. FOTOS / 1
Una pequeña selección de un gran fotógrafo norteamericano:Wynn Bullock (1902-1975).
1-http://www.artnet.com/Magazine/reviews/cassidy/Images/cassidy1-22-3.jpg
2. http://www.wynnbullockphotography.com/galleries_bw/1950s/800x600/13-Erosion-1959.jpg
3.http://www.artichokepress.net/pb/wp_cf91f14f/images/img162434eefcb0fb1289.jpg
4.http://www.moma.org/collection_images/resized/272/w500h420/CRI_198272.jpg
JULIO ALONSO Y MARCOS F. SANMAMED: SOBRE EL LIBRO ELECTRÓNICO

Ponentes de las V Jornadas – Taller de formación sobre libro electrónico que, organizadas por la UNE y el CSIC, se celebrarán los días 1 y 2 de junio [Cortesía Prensa UNE, Rosa Bustos.]
Entrevista con dos investigadores y expertos en libro electrónico
- Julio Alonso Arévalo<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]-->: “Lo digital está impactando en la forma de crear contenidos, de comunicarlos, de leerlos y de medir el impacto de la investigación”
- <!--[endif]-->Marcos F. Sanmamed<!--[if !supportFootnotes]-->[2]<!--[endif]-->: “Nunca antes se ha publicado tanto ni tan rápido”
- Las entrevistas, realizadas por Prensa UNE, pueden ser utilizadas íntegras o en parte.
P. ¿Se puede hacer balance de la influencia que la edición digital ha tenido en la difusión de la ciencia en estos primeros años de cambio de paradigma?
<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Julio Alonso Arévalo (@jalonsoarevalo). La digitalización de contenidos está provocando un cambio casi revolucionario en todos los aspectos y en cada uno de los elementos de la cadena editorial como no habíamos asistido hasta entonces desde prácticamente la invención de la imprenta. La aparición de los libros electrónicos y las prestaciones asociadas a los mismos a través de las aplicaciones de eReader y tablet, blog, plataformas y sistemas de lectura social, etc., han puesto en cuestión las definiciones canónicas asociadas al libro tradicional, lo que a su vez está trastocando las pautas y hábitos de lectura en particular. La imaterialidad del formato abre innumerables posibilidades en todos los sentidos, y también importantes retos que debemos de enfrentar, lo digital está impactando en la forma de crear contenidos, de comunicarlos, de leerlos y de medir el impacto de la investigación, ya que el formato digital obedece a una nueva forma de pensar, pues pensar en digital implica nuevos paradigmas como es lo social, lo abierto, la remezcla, valores que estaban ausentes en el contexto analógico. Respondiendo con ello a un modelo de tecnologías disruptivas, es decir tecnologías o innovaciones que conducen a la desaparición de productos, servicios que utilizan preferiblemente una estrategia no sostenible frente a la nueva tecnología, que tiende hacia una progresiva consolidación en el mercado.
<!--[if !vml]--><!--[endif]-->Marcos F. Sanmamed. La edición digital ha cambiado completamente el panorama editorial académico y su impacto en la difusión del conocimiento científico ha sido mayúsculo. Hoy en día las publicaciones electrónicas son la norma y una de las oportunidades que han facilitado son el acceso abierto a contenidos de calidad y su difusión generalizada. Nunca antes se ha publicado tanto ni tan rápido. Esto por supuesto plantea retos, pero no deben abordarse como una amenaza sino como una ocasión para crear nuevos proyectos y servicios que respondan a las necesidades de la comunidad científica.
P. En qué momento se encuentra ahora el binomio ciencia-edición digital?
Julio Alonso Arévalo. Hace poco aparecía un artículo de Gareth Cuddy titulado “Publishing’s Digital Disruption Hasn’t Even Started” en donde pone de manifiesto que estamos en la fase 3 de la teoría de las tecnologías disruptivas. La fase 3 denominada “Convergencia”, es cuando las partes perturbadoras y los agentes tradicionales empiezan a trabajar juntos, ya que, según Sinofsky, las tecnologías más antiguas evolucionan por una necesidad de estabilización. Hay una amplia aceptación de la nueva tecnología y los primeros la adoptan, lo que permite a la industria resolver la situación. Esto se correspondería según Cuddy con la situación actual en 2015, y según el autor en esta fase el peligro fundamental está en la complacencia de los editores con la situación actual, ya que consideran que esta situación se puede revertir y dejan de planificar para el futuro. Según Cuddy cuando en 2011 las ventas de música empezaban a recuperarse, la industria musical pensó que el gran tsunami que estaba transformando el sector había terminado, a pesar de las ventas digitales representaban el 64% del total, lo que provoco que entre los diferentes agentes existiera el consenso de que el mercado se había estabilizado y estaba de vuelta a la normalidad. Pero en ese mismo año un sueco puso en marcha Spotify, que después de sólo cuatro años en el mercado cuenta en la actualidad con 15 millones de suscriptores y 60 millones de usuarios activos en todo el mundo. El modelo de negocio de Spotify ha perturbado claramente la industria de la música, con artistas que ahora buscan innovadoras formas de edición y promoción que les permita generar un nivel de ingresos suficiente.
Marcos F. Sanmamed. La edición digital de publicaciones académicas se encuentra en una fase más madura que el resto del sector editorial, al menos en el mercado anglosajón. Ya se han implementado con éxito diferentes modelos de negocio y, al mismo tiempo, las metodologías de trabajo están más definidas y asentadas. La gran cantidad de artículos que se publican cada día ha provocado que los nuevos investigadores se vean desbordados por la cantidad de información disponible. Esto ha hecho aflorar proyectos, como Faculty of 1000 (http://f1000.com/), donde científicos expertos seleccionan los artículos más relevantes dentro de cada campo. Creo que es uno de los caminos a seguir y que veremos más productos similares.
P. Después de la experiencia de estos primeros años, ¿cuáles son las certezas (si es que las hay) sobre las que los editores científicos están preparando (o deberían preparar) el futuro de la edición digital científica?
Julio Alonso Arévalo. Una estrategia a seguir es estar con los ojos bien abiertos a las nuevas tendencias y predispuestos a experimentar con ellas, como en su día puso de manifiesto MacLuhan que argumentaba que la investigación acerca de las nuevas formas de comunicación, de las nuevas tecnologías que las representan, ha de responder a las siguientes preguntas: 1. ¿qué acrecientan o intensifican? 2. ¿qué hacen caduco o desplazan? 3. ¿qué recuperan que antes había caducado? 3. ¿qué producen o devienen cuando se comprimen al extremo? Estos son los interrogantes que es preciso responder en unos momentos de transito entre modelos cuyo futuro está aún por definir. Una buena herramienta en este sentido es el libro que el grupo E-LECTRA publicamos con UNE el año pasado, y fue el I Premio sobre Sociedad de la Información convocado por UNE, ahora ya en su segunda edición que publicó la Universidad de Salamanca “El ecosistema del libro electrónico universitario” que pretende ser una especie de bitácora para que las editoriales científicas tengan unas pautas de como se está desarrollando el fenómeno y que aspectos han de tener en cuenta.
Marcos F. Sanmamed. En estos momentos las grandes editoriales universitarias se centran más en la experiencia de los usuarios, en sacar un mayor provecho a los diferentes dispositivos desde los cuales se accede a los contenidos e incorporar nuevos formatos, como vídeos o audio, y aumentar las funcionalidades de sus plataformas. El Open Access seguirá siendo un tema controvertido y veremos diferentes maneras para abordarlo. Aun así creo que el próximo gran reto será el Data Mining aplicado a las publicaciones científicas.
P. Hay consenso en cuanto a lo que es un libro electrónico?
Julio Alonso Arévalo. Desde luego no hay consenso alguno. La RAE considera una doble acepción al respecto, el término es válido para definir el dispositivo de lectura y el archivo que se puede leer en ese dispositivo. Esta doble acepción induce a la confusión. Quizás es mejor la definición que en 2009 hizo la Fundación para el español Urgente donde diferencia Libro electrónico para referirse al archivo que leemos y “Lector de libros electrónicos” para referirse al dispositivo que nos facilita la lectura. Esto responde más ciertamente a la diferenciación que hace el idioma inglés entre eBook para referirse al archivo y eReader. En el cambio de lo analógico a lo digital el libro objeto desaparece y se convierte en una interfaz que se imbrica perfectamente con el software, en la que cobran importancia el acceso, lo abierto, la comunicación y lo social, conformando más como un sistema de comunicación que como un objeto.
Marcos F. Sanmamed. La definición de libro electrónico sigue siendo difusa. Un libro es una obra impresa, lo que fuerza que el contenido se adapte, y se vea limitado, al hecho de ser impreso. Un libro digital no tiene las mismas limitaciones. Personalmente prefiero hablar de contenidos digitales, o publicación digital, en lugar de usar el término libro electrónico: lo importante es el contenido, no el continente.
*La ilustración es una foto de Aitana Muñoz.
PEPE MELERO HABLA DE 'LEER PARA CONTARLO' (MEMORIAS)

ENTREVISTA. José Luis Melero (Zaragoza, 1956). Publica ‘Leer para contarlo’ en Xordica. Se presenta esta tarde, a las 20.00 horas, en la librería Los Portadores de Sueños.
‘“Me río de mí mismo y de mi absurda bibliomanía”
Antón CASTRO / Zaragoza
“Poco después de cumplir los veinte años, descubrí el universo de los libros viejos. Observé que muchas veces las ediciones antiguas costaban menos que las modernas cuando las comprabas en los rastros y las almonedas, y que había montones de libros y de escritores sin reeditar y sin recuperar. Siempre he seguido leyendo las novedades editoriales que me interesan, pero la labor detectivesca de descubrir viejos libros y viejos escritores olvidados tiene un enorme atractivo”, explica José Luis Melero Rivas (Zaragoza, 1956), bibliófilo, escritor y colaborador asiduo de HERALDO. Acaba de reeditar, doce años después de su primera edición en 2003 en la Bibliotea Aragonesa de Cultura que dirigió Eloy Fernández Clemente, su libro ‘Leer para contarlo’ en Xordica con portada de Jorge Gay.
¿Qué diferencia hay entre un lector feliz y un bibliófilo?
Para mí son la misma cosa, pues solo entiendo la bibliofilia como una pasión por los libros y la lectura. Por lo tanto, el buen bibliófilo es un lector feliz. Pero es verdad que hay bibliófilos -sobre todo entre los amantes de los libros anteriores al siglo XVIII- que apenas leen los libros que compran. Esa bibliofilia, de marcado perfil coleccionista, a mí nunca me ha interesado, aunque, desde luego, si me regalaran un incunable zaragozano no le haría ascos. Aunque no lo fuera a leer nunca.
¿Qué quiso decir en ‘Leer para contarlo’, que entonces llevaba por subtítulo ‘Memorias de un bibliófilo aragonés’, y qué ha añadido a esta nueva edición?
Quise contar buena parte de mi vida dedicada a buscar libros raros y curiosos, a leerlos y a comentarlos. Y hablar de muchos libreros y de muchos bibliófilos, de autores desconocidos u olvidados y de mi pasión por la letra pequeña de los manuales y por las literaturas periféricas y suburbiales. En esta edición he añadido nuevos datos y nuevas anécdotas, aunque en lo sustancial el libro es el mismo que se editó hace ya doce años.
¿Ser bibliófilo es sinónimo de buscador de tesoros, de rarezas, de encuadernaciones especiales, de olvidados?
Hay bibliófilos para todo. El librero catalán Josep Porter escribió en ‘Los libros’ sobre las especialidades bibliofílicas que conocía y superaban las dos mil quinientas. Hay compradores compulsivos que lo compran todo y hay compradores coleccionistas que solo compran una clase determinada de libros. Así los hay que solo compran Quijotes (Neruda compraba Quijotes), o libros de un determinado autor (Monterroso, por ejemplo, compró durante mucho tiempo primeras ediciones de Joyce, Vallejo o Eliot), o solo de una colección (crisolines, Aguilares en piel), o solo libros escolares, o solo góticos o elzevirianos. Los hay también que solo coleccionan Ibarras o incunables, o libros impresos por Benito Monfort. O solo sermones, como el padre de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que llegó a tener más de 20.000. Pedro Salinas coleccionaba tratados de urbanidad, y Walter Benjamin buscaba libros escritos por dementes y cuentos de hadas para niños. Están también los que solo compran libros antiguos y los que solo compran libros modernos, los fetichistas que buscan dedicatorias…
¿Ser bibliófilo es, también, sinónimo de mitomanía? Usted busca las casas de escritores, tumbas en los cementerios, ediciones dedicadas...
Yo puedo hablar por mí, y en mi caso ese perfil es desde luego muy acusado. Me gustan las dedicatorias autógrafas, los libros que han pertenecido a escritores importantes y que llevan ex libris u otros signos de propiedad… Y, sí, también visito las casas de los escritores y los cementerios donde yacen. Cómo ir a La Habana y no visitar la casa de Lezama o de Hemingway, y cómo ir a París y no llevar flores a la tumba de Cortázar en Montparnasse.
¿Cuál es su responsabilidad social como sabio de libros, por decirlo así?
De sabio, nada. Yo estoy todos los días aprendiendo y todos sabemos que cuanto más leemos más nos damos cuenta de lo poco que sabemos. En cualquier caso, hay dos condiciones para considerar relevante la función social del bibliófilo, además de la común a todos ellos de rescatar libros que de otro modo se perderían y proporcionales refugio contra peligros y adversidades: la primera es que sus libros sirvan para investigar y que de ellos salgan publicaciones que interesen o sirvan a la sociedad, razón por la que el bibliófilo no debe ser ágrafo; y la segunda es que sus libros estén a disposición de los estudiosos, es decir que sus bibliotecas puedan ser consultadas. Hay quienes los prestan o quienes los dejan consultar en casa. Si se prestan, hay que hacerlo con moderación.
¿Cuáles son las dedicatorias que más valora?
Tengo muchas que me gustan. Pero me quedaría con una de Neruda en el ‘Canto General’, con la de Dámaso Alonso en ‘Hijos de la ira’ y con las de Borges, Bioy Casares, Cirlot y Machado. De los aragoneses, una de Miguel Labordeta a Carlos Edmundo de Ory y las de Braulio Foz, Jarnés, Sender, Seral y Casas y Juan Ramón Masoliver.
¿Cuál es el libro que más le ha costado encontrar?
‘Vida de Pedro Saputo’, de Braulio Foz. La primera edición, de 1844. Me costó más de treinta años encontrarlo.
¿Y el más raro?
El más raro, ‘Fonds Perdu’, un libro de poemas escrito en francés por el mequinenzano José Soler Casabón. Se lo compré a un ‘bouquiniste’ de Albi. Solo se tiraron 34 ejemplares, que no fueron compuestos tipográficamente sino facsimilando un manuscrito del autor en color violeta. Se imprimió en Toulouse en diciembre de 1939, poco después de que Soler saliera del campo de concentración de Argelès. Soler Casabón no era en realidad poeta sino músico, un músico de vanguardia que vivió buena parte de su vida en París y que fue amigo de Apollinaire, Picasso, Reverdy, Juan Gris y sobre todo de Pablo Gargallo.
Habla de muchas librerías de todo el país. Cita a Inocencio Ruiz, Librería Pérez, Abel Pérez, Hesperia, Hermanos Vidal... ¿Qué pasaba en esas librerías?
Esas librerías de viejo y cualesquiera otras son lo más parecido al paraíso, pues cuando menos te lo esperas puedes encontrar ese libro que llevas años buscando, esa dedicatoria autógrafa de tu autor admirado, esa encuadernación admirable que salvó la vida a un libro que, de no ser por ella, tal vez no hubiera sobrevivido. En Zaragoza he conocido a tres grandes libreros de viejo: Inocencio Ruiz, maestro de libreros y gran bibliógrafo, hombre humilde y discreto que, como se dijo de un viejo director de HERALDO: “Mereció brillar. Lo evitó obstinadamente”, Luis Marquina y Pachi Asín. Fuera de Zaragoza, mis preferidas han sido siempre la Librería del Prado, de Madrid, Antonio Mateos, de Málaga, y la de José Manuel Valdés en Oviedo. En ellas he pasado horas inolvidables.
Este es un libro de historias de amor... ¿Cuáles son las que más le han conmovido?
La mía. Mi historia de amor con mi mujer. Entre las mejores, ella es la mejor. No creo que ninguna otra mujer hubiera aceptado que le llenara la casa de libros y me hubiera consentido lo que ella me ha consentido. Es imposible encontrar un bibliófilo de mi perfil sin una gran mujer detrás.
Los escritores son raros y maniáticos, ¿no? Pienso en Pedro Luis de Gálvez, en Fernando Villegas, en Fernando Villalón, en Ana María Martínez Sagi...
Bueno, los hay raros, muy raros y rarísimos. A mí me han divertido siempre los rarísimos, esos que hicieron de sus vidas su gran obra literaria. Esos que citas son de los más raros desde luego, pero hay muchos más: Armando Buscarini, Rafael Lasso de la Vega, Pedro Boluda, Eliodoro Puche, Iván de Nogales, Dorio de Gádex… No suelen ser, en general, grandes escritores (Gálvez, Villalón y Lasso de la Vega sí fueron buenos poetas), pero tuvieron unas vidas tan apasionantes, disparatadas y pintorescas que acabas seducido por ellos, no tanto por su literatura como por el personaje.
¿Para quién escribe sus libros y sus artículos, en qué público piensa?
Pienso cuando escribo en lo que me gustaría que me contaran a mí. Y a ello me aplico. Yo creo que soy apto para todos los públicos, como las antiguas películas toleradas. Y, efectivamente, entre mis lectores hay desde gente muy joven hasta gente mayor. Procuro ser entretenido y poco solemne. Y reírme siempre que puedo de mí mismo y de mi absurda bibliomanía.
Mucha gente se ha desprendido de buenas bibliotecas. A Vicente Martínez Tejero el Gobierno de Aragón le rechazó de malos modos la suya, excepcional, de más de 20.000 volúmenes de fondo aragonés y científico. ¿Ha pensado alguna vez qué pasará con sus libros?
Esa es una de las preguntas más desasosegantes que se le pueden hacer a un bibliófilo. Si lo de Martínez Tejero hubiera salido bien, tal vez otros habríamos poder seguir en el futuro por ese camino. El fracaso de esa donación cierra muchas puertas y nos causa una gran desazón. Pero como me dice mi mujer: “Tú has sido feliz con tus libros. Lo que pase después igual te va a dar”. Y tiene razón. Aunque a todos nos gustaría que nuestras bibliotecas de tantos años pudieran quedarse en Aragón y estar al servicio de los aragoneses.
LA FICHA
Leer para contarlo. José Luis Melero Rivas. Xordica. Zaragoza, 2015. 270 páginas. [El libro se presenta hoy a las 20.00, en la librería Los Portadores de Sueños.]
*La primera foto es de Oliver Duch; el retrato es de Pepe Cerdá y se colgó en su exposición de la Lonja.
DOLORES REDONDO, PREGONERA DE LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID
Dolores Redondo: “Mi salvavidas fue Pequeño teatro, de Ana María Matute”
La autora de Trilogía del Baztán ha leído esta tarde el pregón inaugural de la Feria del Libro de Madrid
La memoria de Dolores Redondo, como la de casi cualquier lector, guarda el recuerdo de una infancia fascinada por las historias que prometen los cuentos y el lento aprendizaje que culmina al poder desentrañar la letra impresa: “Ese fue uno de los momentos más importantes de mi vida: cuando por fin pude leer sola”, aseguró la escritora, esta tarde, durante la lectura del pregón inaugural de la 74ª edición de la Feria del Libro de Madrid. Sobre la trascendencia de aquel momento, que fundó su pasión por la lectura y, simultáneamente, el impulso de escribir, Redondo añadió: “Leer hace el mundo más grande y me hizo consciente entonces de lo pequeño que era el mío: los años oscuros de los setenta en la zona pesquera de Pasajes, donde vivía; leer despertó el deseo de volar a aquellos lugares de los libros, lejanos y fascinantes, y tan vivos que la posibilidad de recrear otras vidas posibles despertó otro deseo, el de escribir, que superó incluso al de leer. Como los deseos verdaderos, este llegaba de muy adentro, de donde se agazapa el dolor y la frustración, y llegó con la mortificación por la torpe ejecución de una joven amante incapaz de satisfacer el objeto de su amor”. La niña convertida en una adolescente que se sentía naufragar encontró, según su propia confesión, un salvavidas en el libro Pequeño teatro, de Ana María Matute, que leyó con diecisiete años. En sus páginas, afirmó, “aprendí a reconocer ese espacio en el que busco la voz que necesito para mi trabajo; lo imagino como un océano turbulento, al que me gusta llamar el mar del norte”.
La autora de Trilogía del Baztán defendió cualquier iniciativa que promocione la lectura “no como una obligación, sino como promesa de libertad; no como una carga pesada, sino como el ariete que derriba los muros de mediocridad de nuestras vidas”. Y añadió: “La lectura es un arma poderosa contra la intransigencia, la violencia y la soledad. Es un paladín de la democracia y de los derechos”.
A nadie se le oculta, afirmó Redondo, la tormenta que atraviesan el sector editorial y las librerías tradicionales y se pronunció de forma rotunda en contra de una de las inclemencias que lo azotan: “La piratería mata. La piratería que roba y que además arrebata el orgullo del trabajo, la esperanza del éxito, los recuerdos y emociones que volcamos en nuestras obras, y nos deja la humillación y la rabia de sentirse maltratado. Dejemos de demonizar al usuario que se descarga un libro y vayamos al reyezuelo que en su isla del Caribe vive como una mosca oronda con nuestro sudor. Y vayamos a ellos a través de sus socios, las grandes compañías de ADSL, que ofertan sin pudor y a cambio de jugosas cantidades los instrumentos para el robo”.
Dolores Redondo no quiso terminar su pregón rindiéndose al pesimismo: “Ferias como esta procuran el encuentro con escritores y editores, correctores y traductores, formando al lector en la importancia de preservar un bien tan valioso como el aire que respiramos de la única manera posible, acercándonos a todos los actores del libro. Se acabaron los tiempos del escritor en su torre, del librero en su oscura tienda, del editor inalcanzable. Nuevos tiempos reclaman nuevas visiones, animadas por el acercamiento y la interacción”.
Nota de Prensa de Lola Ferreira y sus compañeros.
'LAS CUCARACHAS' DE JOSÉ OVEJERO
[Uno de mis escritores más queridos, desde hace algunos años, es José Ovejero, novelista, cuentista, autores de espléndidos libros de viajes. Tiene la gentileza de enviarme este relato que acaba de aparecer en su libro doble: 'Qué raros son los hombres' y 'Mujeres que viajan solas'; el cuento está sacado de 'Mujeres que viajan solas', de La Pereza Ediciones.]
LAS CUCARACHAS
Por José OVEJERO
(Santa Fe de Bogotá, Colombia)
—Vente, mamita, vente.
Me lo susurraba al oído, como una orden o como una súplica, mi picapedrero del amor, mi galeote de la cópula, mientras me percutía el bajo vientre como un émbolo, infatigable, más convencido de su misión que un fanático musulmán, dispuesto a sacrificar la vida si era preciso para que yo, momentos después, suspirase con arrobo y dijese:
—Guau. Nunca, nadie, jamás antes. Guau.
Y ahí sigue, tumbado sobre mí, en el piso de tierra de esta habitación húmeda y mal ventilada, trabajador a destajo, empecinado como un buscador de tesoros que cava cada vez más hondo, aunque sus manos ya no pueden sostener el pico, cava y cava y cava, sin pararse a consultar el mapa y ver si no sería más razonable intentarlo en otro lugar, y se va hundiendo hasta que no podrá salir, pero le da igual, lo importante es llegar.
—Goza, goza —dice, y yo creo que se va a echar a llorar de un momento a otro si no lo hago, mi martillo neumático, no m’hijo, no es así la vaina, pero no me oye, sigue, porque está convencido de que es el que más aguanta; puta, quiere salir en el Guinness—, temeroso de que su honor quede mancillado por una mona frígida, pero a él no se le resiste ninguna, salen llorando de sus brazos, me dijo —ni que lo jures, mamón—, todas se me derriten, dijo —será que las desgasta de tanto frotar—, pero es una virtud, al fin y al cabo, estar tan convencido de sí mismo; ya quisiera yo.
—Ahí no vas a encontrar lo que buscas, pero yo sí puedo dártelo.
Así me lo dijo. Con una sonrisa de galán de los años cincuenta y su bigotito de lo mismo, a través de la ventanilla bajada del taxi, al verme parada a la puerta de un bar del Parque de la 93, apurando un cigarrillo con cara de mal humor, a punto de discutir con el portero que me decía, llevándose la mano al auricular a cada instante como para asegurarse de que aún lo llevaba puesto, que no podía quedarme ahí, que estaba estorbando el paso a los clientes, mientras yo me preguntaba adónde ir, qué hacer con el resto de la noche, que, exagerando un tantito, sería como decir qué voy a hacer con el resto de mi vida.
Pero no buscaba nada. Me había citado con unos amigos, más bien, hijos de amigos de mis padres, hijos de embajadores y cónsules y cancilleres, aunque eso era en otro bar, cuatro calles más arriba, yo lo sabía bien, pero no tenía ganas de verlos, porque verlos era hablar del máster en Princeton, de la boda en Miami, de la hacienda en no sé qué mierda de rincón del mundo donde gente como ellos y como yo nos reunimos para seguir hablando de bodas, de másters, de otras haciendas, y yo no sé, no sé hablar de esas cosas, aunque podría haberlo aprendido de mi madre, puta, se puede pasar horas hablando de un vestido o de un máster en administración de empresas como si fuese lo mismo, y para ella lo es, una cosa que te pones y te hace parecer otra, aunque sigas siendo la misma, pero yo no, no es que sea mejor ni distinta, soy uno de ellos, pero juro que me aburro de muerte, en Chile, en México, en Argentina, y ahora en el jodido Bogotá, siguiendo a papá como una perra allí donde lo envían sus amos, así que me fui a un bar cuatro calles más abajo y me tomé una copa tras otra, y al día siguiente les diría los esperé toda la noche, pendejos, dónde se metieron, y no tendría que explicarles que sus pláticas me matan, me matan de verdad, así que cuando el taxista me dijo que me podía dar lo que buscaba, pensé, bueno, por qué no, no sé lo que busco, pero mira qué bien si lo encuentro de una chingada vez.
—¿Te gusta? ¿Te gusta?
Yo quisiera mandarlo a la mierda, pero no me atrevo, porque no lo conozco de nada, y así, desnuda, con el culo desollado de tanto restregarlo contra el piso, y bueno, sola, no me atrevo a decirle que me quiero ir, que le perdono los deberes que le quedan por hacer, lo mismo se me ofende, y yo para él no soy nadie, una a la que cogerse para luego al día siguiente ir a reunirse con los compañeros a la parada del taxi y decirles, ayer, la hubieran visto, pidiendo piedad, una mona divina con un cuerpazo —porque siempre exageran un poco—, pues se le hizo el favorcito, la hubieran oído, gimiendo como un gatico, y mientras lo cuenta se colocará los huevos en mejor posición y escupirá de lado, como escupió al acercarse a mí, ya en su departamento con piso de tierra en Ciudad Bolívar —que es peligroso, ya sé que es peligroso, yo cuando vi que tomaba la carretera hacia las casas de invasión casi me muero de miedo y por eso me callo como una lagartija mientras me desfonda este idiota, venir a un lugar así, donde la gente vive en la mierda más increíble, en el basurero que vamos dejando los demás con los desperdicios..., va, me salió la vena socialista, como dice mamá—, escupió al acercarse a mí, decía, en calzoncillos, con una mancha amarillenta junto a la bragueta, despacio para que me diese tiempo a apreciar su musculatura, nada mal, por cierto, si no se empeñase en caminar con las piernas arqueadas tendría su atractivo, y me cogió del pelo, macho enérgico, depositó una vaharada de aliento alcohólico en mi boca, me desnudó a tirones —las braguitas Calvin Klein, para tirarlas—, también para poder contarlo después, y, cuando ya me doblegó y me tendió en el piso, se abalanzó sobre mí, se calzó un preservativo —un detalle inesperado—, e inició la tarea diciéndome, venga, putica, pa que vea lo que es bueno, convencido, ya digo, de sí mismo.
Me gustaría moverme, cambiar de postura, pero me apresa con las piernas como un torno de carpintero, y no puedo ni siquiera espantar las dos cucarachas que se me han empezado a subir por la cadera, dos cucarachas rojizas, que yo creía que eran unos bichos tímidos y salían huyendo en cuanto veían una luz o sentían una presencia en el cuarto, pero éstas van bien confiadas, salieron exploradoras, me escalan como si estuviese muerta, haciéndome cosquillas y al mismo tiempo me dan asco, avanzan por mi cuerpo en fila india, tan ordenadas, suben por mi pecho y ahora siguen ascendiendo por mi brazo, pasan al de mi taladro mecánico, pero él está a lo suyo y no se da cuenta, consiguen llegar hasta su espalda, titubean allí arriba quizá desorientadas entre la boscosa pelambre que le crece por debajo de los omóplatos, que es cuando yo, con un movimiento rápido las aplasto de un manotazo, hurra, las dos de un golpe, y me limpio la mano en las nalgas temblorosas de mi marquista de fondo, que se separa de mí con cara de rabia y levanta la mano como para golpearme en la cara.
—Esta hijueputa, ¿qué hace?
Antes de que me pegue, le enseño la palma de la mano no del todo limpia, con restos de caparazón y de tripas o de lo que sea.
—Dos cucarachas, se te estaban subiendo por la espalda.
La cara que pone es como para retratarla. Se levanta de un salto, admirable la condición para un tipo que se pasa el día sentado en un taxi y la noche en el taburete de un bar, se lleva la mano allí donde aún debe de sentir mi palmada e imagina que están pegados los dos cadáveres de cucaracha y la retira asqueado, así que se saca el preservativo de un tirón y corre a la ducha, que está en el mismo cuarto, sin cortinas ni nada, un sumidero en una losa de cemento y una alcachofa roñosa que sale directamente de la pared, y gracias, porque la mayoría aquí no tiene ni agua ni retrete; abre el grifo dándole no sé cuántas vueltas para aprovechar toda la fuerza del chorro, que no es mucha, y sigue pasando los dedos por la mancha pegajosa, hasta que decide empuñar un trapo por los dos extremos y frotarse con él, primero la espalda y después las nalgas.
Yo aprovecho que no se ocupa de mí, me levanto y, sin lavarme ni nada, me visto a toda prisa, con un miedo de muerte porque el taxista tiene una expresión de rabia que ni te imaginas, y de vez en cuando golpea la pared con el puño, mientras dice una y otra vez ¡puta! Pero él también se viste por fin, que yo estaba temiendo que me echase de su casa y me dejase allá perdida, en ese barrio miserable y que cualquier cabrón me violase todas las veces que le viniese en gana, y eso no habría sido lo peor que me podía suceder, así que, a fin de cuentas, es un alivio que tome las llaves del taxi y me grite como si me encontrara muy lejos:
—¿Qué espera? Súbase a ver...
No me dice nada durante todo el trayecto, tan sólo repite, ¡puta!, y da palmadas sobre el volante con la misma rabia con la que antes golpeaba la pared. Tampoco responde cuando le pido que me lleve de vuelta al bar donde me había recogido, con la excusa de que mis padres me van a ir a buscar —no quiero que sepa dónde vivo—; tan sólo me mira por el retrovisor con cara de seguir maldiciéndome por lo bajo. Se me ocurre que está tan enfadado porque al día siguiente no podrá contar su éxito a sus amigos. Qué les va a decir, me tumbé ayer a una monita linda, y mientras me la estaba comiendo bien rico la hijueputa me espicha dos cucarachas en la espalda, díganme si no es como par darle a esa perra. Pobre, no es que le haya estropeado la noche, es que le he echado a perder el día siguiente también.
El viaje resulta de lo más silencioso. No sé si para meterme miedo —si es así, lo consigue— no repite el trayecto de ida, sino que me lleva por calles sin iluminar ni asfaltar, donde las casas no son de ladrillo sino meras cabañas de latón, plástico y si hay suerte madera, que no quiero ni imaginarme lo que es vivir aquí y casi ni me atrevo a mirar por la ventanilla. Te juro que si yo fuese uno de los habitantes del barrio y me encontrase por la noche con una niña bien como yo, bueno, aunque sólo fuese para desquitarme yo creo que me la tiraba sin remordimientos, como impuesto revolucionario. Por suerte salimos a la Avenida Sur y atravesamos la ciudad.
Cuando se detiene otra vez en el Parque de la 93, apaga el motor. Asiente con la cabeza; nuestros ojos se encuentran de nuevo en el retrovisor. Hay algo que le urge para recuperar su hombría, no puede irse así como así. Se vuelve en el asiento, frunce los labios, continúa asintiendo.
—Me la vuelve a hacer y la reviento.
Mi púgil de la seducción, no se da cuenta de lo imbécil que se oye, me la vuelve a hacer..., se creerá que voy a regresar a su departamento a que me baquetee de nuevo los ovarios, que no voy a encontrar descanso a mi furor uterino hasta que él termine su obra.
—Claro —le digo—, no volverá a ocurrir.
Su mirada se ablanda un poco, aunque se esfuerce en disimularlo.
—Mañana la espero a la misma hora, mamita. Aquí paradita.
Es una orden, no creas que es una pregunta. Como he abierto las piernas para él se piensa que ha clavado ya la bandera en territorio de nadie, que la tierra y sus frutos le pertenecen. Los hombres son increíbles de veras.
—Sí, campeón, espérame aquí mismo.
No baja del carro para acompañarme, y se lo agradezco. Tan sólo, cuando ya me he alejado unos pasos, me llama, pst, monita, a través de la ventanilla abierta; cuelga un brazo por fuera, sonríe, asiente con la cabeza.
—Pero le gustó, ¿no? Estuvo rico.
*La foto de José Ovejero la tomo de Alfaguara, su sello más habitual.
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