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JUAN JOSÉ BECERRA: UN DIÁLOGO
“En ‘El espectáculo del tiempo’ creo que lo que quise hacer es reflexionar narrativamente sobre el tiempo. En todos los niveles, el tiempo interviene sobre las personas. En el nivel biográfico, por supuesto, que es como el nivel más bajo, pero también en el nivel más alto que sería el nivel de físico o astronómico”, dice Juan José Becerra (Junín, Argentina, 1965), que presentaba el pasado lunes en Cálamo un libro que ha sido calificado como “una obra maestra” o “la novela total”, editado por Candaya, y que él reconoce que “es exigente y cómo todo libro voluminoso siembra la inquietud”
-¿Sería la memoria o el recuerdo lo que se impone como elemento fundamental?
-Nunca he sido un fetichista de la memoria. La memoria es una máquina que falla constantemente, la memoria es lo que viene a editar la cosa deshilachada del recuerdo. Y al mismo tiempo uno recuerda por estructuras de ficción. Y el recuerdo, como es imagen más lenguaje, tiene sus formas. Mi idea era relacionarme con esas formas del recuerdo a través de lo que podríamos llamar el episodio, que no termina de ser un relato, que es algo que anda por ahí, que puede ser incompleto, que se agota en el curso de su presencia.
¿Entonces, cómo evoluciona su novela?
En ese sistema, de muchas ramificaciones y de entradas y salidas, uno empieza como a enloquecer y termina sin saber quién. Y eso le sucede a mi narrador…
-El narrador es un señor que se llama Juan Guerra, que tiene una sala de cines, que es de Junín como usted, que tiene su edad. ¿En qué medida podría ser Juan José Becerra?
-En realidad escribí el libro muy confiado de que tuviese la ilusión de que estaba hablando de mí porque me parece que solo hay que tener confianza en lo inexistente y lo ilusorio, y eso es la autobiografía. Cuando uno quiere contar su vida, lo que ocurre es que va a terminar desplazándose hacia la ficción. Con esa tranquilidad me lancé a contar con profundidad cuestiones personales. El resultado es la composición, no la extracción de la verdad personal.
-En ese sentido ‘El espectáculo del tiempo’ es un elogio de la fragmentariedad, juega usted con los números, con la cronología y la falsea…
-Yo creo que la vida no tiene continuidad, las cosas no duran en la experiencia material de la vida pero tampoco duran en la imaginación. La ruptura me parece que es la clave sintáctica de la biografía de cualquier persona. Cosas que empiezan y no se terminan, cosas que uno está no viviendo y parece que no las estuviese viviendo.
-En libro hay muchas cosas: cartas, informes, cuentos, mucho cine, las salas Lumière... ¿Cuál es la importancia del cine en la novela?
-De joven fui cinéfilo pero ahora ya no voy al cine. El cine tal como lo conocíamos hace 20 o 30 años ya no existe. El cine, en sentido artístico, desapareció y lo matan las películas. Me parece también que la literatura tiende a desaparecer o a replegarse y es víctima de los libros. La producción industrial de cultura hace que el índice de arte, que nunca fue muy elevado en cualquier disciplina, esté en este momento a su mínimo nivel. Quise hacer eso: un homenaje al cine y ha escenas terminales: cines que empiezan a no tener espectadores, la voluntad del director de cine de cambiar su deseo de formar sentimentalmente a los espectadores en su ciudad por el de cobrar el seguro por incendios.
-Cuando hablamos de algunos referente suyos parece que están detrás Macedonio Fernández, un poco Proust, Juan José Saer, el ‘2666’ de Bolaño.
-Sí, sí, sí. Ojala fuese así porque cuando te dicen que hay varios escritores dando vueltas por él es como una fiesta de cumpleaños a la cual uno invitó a grandes personajes… Obviamente es un libro proustiano pero de Proust me hace desconfiar un narrador que no sufre ninguna modificación sentimental, mental o ideológica a lo largo de 3500 páginas. Mi narrador no siempre es el mismo.
¿Qué importancia le da en el libro al sexo?
El sexo es como el núcleo que sostiene la cultura de los personajes. La escena más importante de sexo que tiene el libro es la concepción. De ahí a pensar que es la que sostiene la familia apenas hay un trecho. Y yo creo que ese es un principio ideológico del libro. El sexo no es un deporte es una necesidad familiar. Lo digo en la tierra de Luis Buñuel, Aragón, Zaragoza, nada menos.
¿Y el estilo?
Yo hace muchos años que escribo. Pasé por muchas etapas. Ahora pienso que hay que cuidar el aspecto artístico pero con la voluntad de que sea legible.
Escribe artículos deportivos en ‘Olé’...
He aquí nuestro drama: hoy se puede decir que Argentina es un país que no quiere a Messi. Con eso está dicho todo. ¿Qué se puede esperar?
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PEDRO GARCÍA CUETO: ADIÓS AL POETA ADOLFO CUETO
EN HOMENAJE A ADOLFO CUETO
LUZ QUE SE EXTINGUIÓ COMO UNA LLAMA
PEDRO GARCÍA CUETO* Escritor, profesor y crítico literario.
Parece difícil escribir cuando está caliente su mirada, sus ojos atónitos ante el desconcierto del mundo, parece complejo expresar el dolor si es tan hondo y oscuro, como un túnel donde tropezamos a ciegas, ebrios de vida pero, sin quererlo, asustados, temerosos, recordando a Darío, ante “la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos”.
Adolfo Cueto, de origen asturiano, pero nacido en Madrid, vino al mundo un 31 de enero de 1969, comenzó a escribir pronto y en Diario Mundo (2000) recopiló medio centenar de poemas galardonados en distintos premios.
Fue Premio Emilio Alarcos entre otros, Cueto logró en Dragados y construcciones hacer del poema un sedimento, una semilla donde se cultiva el opio de la vida, esa sed incesante del decir que lleva el poeta, pleno de angustias y soledades, que, a duras penas, entrevé lo luminoso del día, como el sol que filtra las vidrieras de nuestro pensamiento.
Cueto fue un hombre de sonrisa franca, de pensamiento sobrio, de gran calado existencial. Juntos, como dos náufragos, hablamos del apellido coincidente, él proveniente de Asturias, yo, quizá de un antepasado norteño que no adivino a reconocer. Juntos leímos un día de lluvia en el mes de Junio del 2015, en plena Feria del Libro, en una carpa donde oíamos el estruendo de las gotas, como si llorara el cielo, poemas de Aleixandre y Jorge Guillén, junto a amigos tan queridos como Fernando Delgado o Javier Lostalé. Cueto era preciso como un pensamiento, decía el verso con el eco de los que ya han perdido la niñez y enfrentan la vida adulta como una estoica aventura hacia ninguna parte, pero latía vida, entusiasmo, sin dejar el rigor que siempre le caracterizaba.
Parece que le escucho, mientras las gotas de lluvia acariciaban la lona de aquella carpa, mientras Lostalé cerraba los ojos, como acostumbra, para que las palabras fueran más hondas, para que el lenguaje poético de los grandes del 27 llegase como un viento fuerte que empuja y acaricia a la vez a sus espectadores, había en Cueto una ternura de niño mayor, que ya sabe que el tiempo lo destroza todo.
Me gustaría recordarlo en dos poemas, pertenecientes a Palabras subterráneas, porque las palabras de Adolfo lo eran, penetraban más allá del eco, envolviendo su dicción en una fuga del mundo, se hacían armonía, cuando él las conjugaba con su voz grave, de hombre que buscaba la niñez en cada paso.
En el poema “Huérfanos a medianoche”, dice:
“Juguetes rotos por / la resaca de la vida, colillas / azotadas, por el viento / cuando la soledad se apodera del mundo y un dolor / en mí-más grande, madre / que mis días- sobre un /tráfico mudo”
En el poema vemos al hombre solo, que lleva la “resaca violenta de la vida”, también al hombre que fuma para vencer al dolor, haciendo volutas de humo, como pensamientos heridos por la vida: “colillas / azotadas por el viento”, vive en el poeta la infancia, el deseo de invocar a la madre, siendo ya huérfano, abandonado a la vida, despegado para siempre de la felicidad de la niñez.
Cueto sabe que toda vida es ruptura, quiebra, cesura, que tras la niñez se abre un camino insondable, donde lo hosco y lo violento lo asolan todo.
El ruido, ese “tráfico mudo”, porque el exterior no es nada, desprendido de la niñez, hombre en su guarida, protegido por los versos del mundo.
El poeta busca a la madre, hambriento de besos en un mundo desolador: “dejando esa fractura del adiós / en que te busco”.
Esa “fractura del adiós” es el despojamiento de la niñez, el ser huérfano para siempre, porque es un hombre que ya no tiene padres, son solo querencias del ayer, cuando realmente vivió la vida, hay un eco de César Simón, del hombre ensimismado que el poeta valenciano nos dejó en “Extravío”, pero también del Brines de “Las brasas”, ese hombre que se ve a sí mismo viejo, hecho ya ceniza cuando fue luz. Vive también ese mundo de Javier Lostalé, ese resplandor del beso, cuando hay un hueco entre dos seres, los que se aman y se pierden en la hondura de la noche.
En el poema “Marina habla con los árboles”, la protagonista habla con los árboles, ya que la Naturaleza es eterna y nos reconcilian con el mundo, con el niño que fuimos, sabe Cueto que hay una niñez añorada y dice:
“Marina habla con los árboles, entiende / su alta edad, su estremecimiento / del verano en sus hojas. Por su espina dorsal / como a esa rama tierna, recién / brotada, asciende / este coro danzante, sonajero del viento / que le canta al oído”.
Dice el poeta que el viento lleva un sonido, como aquellos pastores que cantaban a la amada en los antiguos poemas pastoriles, también recorre el físico del árbol, eterno, frente al ser humano, siempre complejo por su mortalidad. El árbol habla, musita, es “coro danzante”, porque se cimbrea en su esplendor de hojas que lo hacen “sonajero del viento”.
Sin duda, Cueto hace un guiño a la niñez, ese sonajero que acuna al niño pequeño, hay, sin duda, un lenguaje en el árbol, porque para el poeta todo es lenguaje, todo es eco de una voz niña, la de la Naturaleza en su esplendor.
Dice el poeta: “Pecho alado y en paz, / criatura tan adentro / como un cielo de agosto / hacia arriba, en lo alto, / donde canta la vida, donde la vida es / bella aún”.
Esplende el mundo y el poeta nos invita a sentir el canto de las cosas, todavía hay eco del verano, la infancia perdida aún late en esa estación de sortilegios.
Valga este homenaje a Adolfo Cueto, quizá ahora encuentre al niño que fue, lejos del dolor adulto, quizá vuelva su tono grave a la Naturaleza, se haga espacio en ese mundo que amó, el de las flores, los árboles, las montañas de esa Asturias añorada, viva en su interior, como un desterrado en un Madrid de coches y de sombras.
Parece que lo veo aquel día, recitando, mientras el día iba dejando su torrente de agua, en aquellas lágrimas del cielo que se hacían armonía con los poemas de Aleixandre y Guillén, había un presagio, el del tiempo que cumple su condena, hoy más triste rindo este homenaje a un gran poeta y, mejor aún, un buen amigo.
Tomo lala foto de Adolfo Cueto de aquí:
http://fotos01.laopiniondemalaga.es/2016/05/24/318x200/x011ma02.jpg
UNA CITA CON LECTORES EN UTEBO
http://arablogs.catedu.es/blog.php?id_blog=1194&id_articulo=191475
Hoy, a las 15.00, después de entrevistar a Antonio Muñoz Molina, tengo una cita en el Colegio Parque Europa de Utebo..
Foto sacada de la web
“El musgo del bosque” es uno de los últimos libros de Antón Castro, parece que el escritor hubiera intuido la temática de nuestra Biblioteca para este curso “Leemos en verde. Latimos en verde” al elegir su título. Antón Castro tenía que venir al colegio “Parque Europa” de Utebo, un ilustre de la cultura aragonesa que vive en el vecino Garrapinillos, no podía faltar a nuestro “Leer Juntos”. El verde ha sido la excusa para que nos visite el próximo martes 13 de diciembre. No sólo nos viene al pelo el título de su libro poético “El musgo del bosque” sino seguramente gran parte de su bibliografía. Antón Castro es un hombre pegado a sus paisajes y paisanajes de infancia, su Galicia rural, y de juventud, ese Teruel profundo de los diferentes destinos profesionales de su compañera de vida; paisajes y paisanajes verdes y grises, presentes o inspiradores en muchos de sus libros.
Durante este mes hemos leído algunos de sus libros, seguramente una pequeña parte: “El dibujante de relatos”, “El fin de los dinosaurios”, “El musgo del bosque”, “El niño, el viento y el miedo”, “Paseo en bicicleta”, “Golpes de mar”, “Jorge y las sirenas”, “La leyenda de la ciudad sumergida”, “Los pasajeros del estío”, “Los seres imposibles”, “Retratos imaginarios”, “Vivir del aire”... Hemos descubierto un autor prolífico para todo tipo de público de todos o casi todos los géneros literarios (poesía, ensayo, novela, relato...). Como todo buen escritor que se precie, ha sido y es un lector empedernido desde su niñez. Su recorrido en el mundo de la letra escrita, tanto en el campo literario como periodístico, ha sido de formación autodidacta, impulsado por un deseo de superación permanente, hasta convertirlo en un erudito sobre muchos temas.
Si la producción bibliográfica de Antón Castro nos abruma, que decir de la periodística. Desde 2001 es responsable del suplemento cultural “Artes y Letras” del Heraldo de Aragón, considerado como uno de los mejores de España. Su actividad divulgativa diaria en las redes sociales es frenética, mostrando todo evento cultural que llega a su conocimiento. También desde su blog, creado en el 2004, escribe sobre todo tipo de temas culturales, siempre interesantes (pintura, cine, fotografía, música, literatura…), desde adentro, cuidando la precisión de las palabras y el buen gusto en la redacción, y por supuesto con un profundo respeto y cariño a las personas mentadas, siempre desde una gran generosidad.
En 2013, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte le concedió el Premio Nacional de Periodismo Cultural, en reconocimiento a su labor periodística –información, opinión, divulgación- en pro de la cultura en todos los medios de comunicación, especialmente en el diario Heraldo de Aragón y en el programa televisivo Borradores, de Aragón Televisión, contribuyendo con ello al enriquecimiento del patrimonio cultural de España. Más que merecido premio que reconoce sus desvelos por la cultura, considerada por él y por muchos de nosotros como “un instrumento fundamental para vivir".
Si la producción escrita de Antón Castro rezuma "perfección, belleza e intento de seducción", oírlo en una presentación literaria o en una conferencia, es una experiencia encandiladora. Debió de heredar el arte de los transmisores orales de su tierra, cultivándolo en esta nuestra, seca y dura; la cadencia de su lengua materna mece nuestros oídos acostumbrados a la ruda musicalidad del acento aragonés ¡Interesante combinación, sin duda! Le escucharemos muy pronto, el martes 13 de diciembre de 15 a 16,30 en la Biblioteca del Colegio “Parque Europa” de Utebo.
PACO CUENCA, FOTÓGRAFO. UN DIÁLOGO

“San Pablo es el paraíso del fotógrafo callejero”
Paco Cuenca expone una selección de las 300 fotos que ha tomado del Gancho, Ebro Viejo y el Barrio Oliver
Antón CASTRO / Zaragoza
“La fotografía empezó a interesarme cuando comprendí que era útil para expresarme y que era un lenguaje que estaba a mi alcance. Yo creía que podría hacerlo del mismo modo que un niño cree saber que será trapecista desde la primera vez que le han llevado a circo. Mucho antes de tener mi primera cámara de fotos ya medía, encuadraba, enfocaba, retrataba, capturaba, disparaba, en definitiva, fotografiaba. No hay una fecha determinante que marque el inicio. Ha sucedido siempre”, dice Jean-François Cuenca, Paco Cuenca (Tarbes, 1961), que es empresario, cantante y compositor y, cada vez más, fotógrafo. Actualmente expone en el Colegio de Arquitectos una selección de 30 fotos de las 300 que ha hecho para documentar San Pablo, el Ebro Viejo y el Barrio Oliver, que integran tres volúmenes de Prensas Universitarias de Zaragoza: ‘Regeneración urbana’.
Parecía que al principio hacías fotos no sé si decir robadas o inadvertidas… ¿Es así?
No sé por qué se ha instalado el término robar para describir la fotografía que es simplemente callejera, humana. Fotos robadas son fotos presentadas como propias cuando son de otros o arrancadas de la pared de un museo. Inadvertidas es una palabra que define bien el trabajo de los que hacemos fotografía callejera. Esas fotos naturales, sin posados, son las que he hecho desde siempre. Al principio, ahora y, a la vista de que no noto signos de cansancio, son las que seguiré haciendo. No he fotografiado nunca montañas, floreso puestas de sol. Otros lo hacen muy bien y disfrutan con esos géneros. A mí solo me cautiva la gente y la calle. Me interesan las miradas, los rostros, los portes. Miro, observo, espío, y divago sobre la vida de los demás. Mi mirada es invasiva e inacabable. Soy un voyeur. Mi únicas reglas son no ir más allá de los límites de la intimidad y del buen gusto.
Hace retrato, reportajes, arquitecturas… ¿Dónde se siente más cómodo?
A mí me parece que cultivo un único género, fotografiar personas. Para algunos trabajos, como el de esta exposición, la única diferencia es que he ampliado el campo hasta recoger la acera, la calle, el comercio, los vehículos y los edificios circundantes, es decir, he fotografiado las personas cen relación al espacio que ocupan y usan.
Antes de hablar de la exposición del Colegio de Arquitectos y de los libros, cuéntenos esas experiencias que ha hecho en París, México, la India, Cuba, Portugal… ¿Qué hizo en cada ciudad o país, qué le aportaron?
Fotografiar el mundo, en mi caso, es fotografiar sus gentes. Los mercados, las plazas, las calles son mis platós. Ahí, en directo, sin ensayos ni poses, se ruedan la vida, la verdad, las emociones, las conquistas y los fracasos, las esperanzas, los miedos, los amores. Para un cazador de historias no hay coto mejor dispuesto. Al placer de viajar sumo el botín de la captura fotográfica. Viajo dos veces, veo dos veces, vivo dos veces.
¿Cómo ha sido el trabajo de laboratorio, la edición en ordenador?
La edición de una fotografía puede ser tan creativa y estimulante como la toma. Identificamos a muchos fotógrafos por su forma de editar. Se puede cambiar el encuadre, destacar o disimular elementos, modificar el cromatismo o corregir la luz. Una fotografía es buena o mala antes de ese proceso de pulido. Mis fotografías, también las de esta exposición, son editadas. Salvo en fotografía periodística, cada uno debe ser libre de manipular y barnizar a su antojo, como haría un pintor..
¿Cuándo y por qué empezó a fijarse en Zaragoza?
Si del ámbito fotográfico hablamos, solo cuando recibí el encargo de ilustrar con mis fotografías estos libros tan centrados en algunos de sus barrios. Ha sido una excusa para transitar por lugares que, sin este trabajo, quizá no hubiese visitado nunca.
¿Qué le interesa de Zaragoza, qué le busca?
Las ciudades, todas, no solo esta, son un lugar que compartimos, organizado para facilitar la convivencia, compartir y tener acceso, con la economía de medios que brinda la cercanía, a la vivienda, al trabajo, a la administración, a la educación, a la salud, a la cultura y al ocio. Es mi definición simplista de la ciudad perfecta y es lo que me gustaría para el lugar en el que vivo. Los muchos desajustes, las imperfecciones y las desigualdades de las que sufre cualquier aglomeración son el objeto del estudio, las reflexiones y las propuestas técnicas de estos libros, aplicados a barrios concretos.
¿Cómo es Zaragoza?
Para explicar a un forastero como yo la otra Zaragoza, lejos de monumentos, palacios y catedrales, José Antonio Labordeta me sugirió que me fijara en la disparatada calle Terminillo, del barrio de Las Delicias. Es inevitable que valoremos la ciudad por su aspecto monumental, por las grandes avenidas y los anchos parques clorofilados. En los últimos decenios, Zaragoza ha rescatado la belleza, tan necesaria, puesto en valor el legado histórico y cultural y ha mejorado, calle a calle, por mucho que quede por hacer, la calidad de vida de sus habitantes.
¿Qué tiene el barrio de San Pablo, qué le ha sorprendido?
San Pablo es el paraíso del fotógrafo callejero. El bullicio constante, el colorido de las construcciones y de la vida, la convivencia multicultural, la fusión de tradición y modernidad, el impulso por promover nuevas actividades con nuevos moradores, son características que lo convierten en fotografiable. Yo viví en los límites del barrio cuando el barrio vivía al límite. Las rehabilitaciones, las nuevas edificaciones, espacios como la Plaza de las Armas lo han rescatado y revitalizado. Ha pasado de ser casi intransitable a accesible. Las propuestas arquitectónicas y urbanísticas recogidas en el primer libro de esta serie profundizan en esa dirección.
¿Ebro Viejo?
Fotografiar a los vecinos transitando por este conjunto de edificios que envejece mal ha sido más difícil. Apenas queda un quiosco de prensa y chucherías, las tiendas de comestibles han cerrado, cuesta comprar el pan, las persianas de los locales están cerradas desde hace tiempo. Pocos niños, poca alegría, poca vida. Creo que esta atmósfera se refleja en las fotografías. Este barrio necesita aire fresco, análisis y propuestas imaginativas, técnicas y realizables como las que se proponen en el segundo libro.
¿Y el Barrio Oliver?
Fue el primer lugar en el que viví cuando llegué a España. Aunque las mejorías son notables en el equipamiento, las zonas verdes, el anillo verde y el soterramiento de la vía del tren que cruzaba el barrio como una profunda llaga, las carencias siguen siendo evidentes. Los problemas palpables de convivencia, las zonas suburbiales o la desaparición del comercio, son desafíos que el tercer libro analiza y para los que propone soluciones técnicas. Las características urbanísticas y humanas del barrio Oliver son también una invitación constante para un cazador de imágenes.
¿Qué exigencias ha tenido para la publicación y cómo las ha solventado?
La responsabilidad que exige estar a la altura del contenido de los libros me ha obligado a levantar la vista y el ángulo de disparo. Aquí no basta con el individuo. Son relevantes los edificios, las zonas verdes, los espacios comunes, la parada del autobús, los centros escolares o de salud. No se trata de libros de divulgación, sino estudios profundos y razonados que desembocan en propuestas técnicas, aportaciones profesionales al debate de la mejora del espacio de la convivencia. Con gran generosidad, se me ha dejado completa libertad para trabajar. No se me ha exigido nada salvo que convirtiera en fotografías mi mirada. Así todo es muy fácil.
¿Qué significa verse ya en tres libros?
Debo este placer y este honor al encargo de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza y, en particular, a su Catedrático Javier Monclús. Fotografiar es una necesidad, un modo de ver y de sentir. Que esa emoción creativa se convierta en algo útil en forma de libros es una gran satisfacción. Para el lector y los autores estas fotografías son un simple accesorio que ilustra. Así tiene que ser. Para mí, son una alegría. Al fin y al cabo, los libros permanecen.
Cantante, empresario, compositor, algunas cosas más… ¿Cómo sueña su futuro como fotógrafo?
Quiero seguir cantando y grabando discos, claro. Para la fotografía, sigo adelante con mi proyecto de acompañar con un texto tres mil fotografías de personas de todo el mundo para las que invento nombres e historias. Con tantas fotos, tantos personajes fabulados y tantos textos algo haremos. Veremos.
*Autorretrato de paco Cuenca.
LAS VÍCTIMAS RECUPERAN EL ALMA

[Texto de Víctor M. Juan Borroy, escritor y pedagogo, que leyó el pasado martes en la presentación del libro, en dos volúmenes, ’Todos los nombres. Víctimas y victimarios (Huesdca 1936-1945)’, el trabajo de casi toda una vida donde las víctimas "han recuperado el alma".]
Un monumento a las víctimas
Víctor Juan
Víctor Pardo y Raúl Mateo (2016),
Todos los nombres. Víctimas y victimarios (Huesca 1936-1945).
Todos somos conscientes de que hoy, aquí y ahora, estamos viviendo un momento histórico. Gracias a Raúl Mateo Otal y a Víctor Pardo Lancina estamos participando en este salón de actos de la Diputación Provincial de Huesca de un momento que siempre será recordado. Vamos a poner palabras donde durante décadas solo ha habido silencio y olvido. Vamos a transitar por caminos desconocidos, intuidos por muchos de nosotros, y ahora perfectamente delimitados por Todos los nombres. Víctimas y victimarios (Huesca, 1936-1945), una precisa cartografía del horror y de la memoria, de la miseria del ser humano y también de la dignidad que de vez en cuando nos caracteriza.
Raúl y Víctor son sobradamente conocidos en la ciudad, pero voy a permitirme decir dos cosas de ellos. Víctor y Raúl son dos ángeles buenos que velan en la ciudad por la conciencia de todos. No les guían más intereses que la verdad y la justicia. Y eso, en los tiempos que corren, ya es revolucionario. Estos proyectos en los que con frecuencia se embarcan les hacen perder dinero, invertir en quimeras el tiempo que les roban a sus familias, a sus amigos y a sus aficiones. Incluso es posible que estos trabajos les hagan ganar enemigos. Ellos saben –como escribía Ramón Acín- que quizá alguna puerta se les cerrará o que alguien les negará el saludo. Pero su compromiso está por encima de todas estas circunstancias.
Raúl y Víctor trabajan lejos de la academia y de sus servidumbres. Esto entraña ciertas dificultades, pero asegura que no tienen intereses al margen de la propia investigación, que sus trabajos no son un medio para conseguir otra cosa sino que son un fin en sí mismos.
Raúl y Víctor son ciudadanos, ciudadanos valientes. Ellos, con la colaboración de otras personas, han hecho de Huesca una ciudad más hermosa. Se hermoseó la ciudad cuando se le retiraron a Francisco Franco los honores que el ayuntamiento de Huesca le había concedido en los primeros años cincuenta. Por eso el dictador ya no es ni hijo adoptivo ni alcalde perpetuo de la ciudad. Lo de recuperar los regalos que en aquella ocasión se le hicieron (un escudo de oro y diamantes valorado en 16.500 pesetas de las de 1952 y un pergamino) ya es arena de otro costal. Víctor y Raúl trabajaron para hacer realidad en 2004 el homenaje a Ramón Acín y a Conchita Monrás o, más recientemente, el «Memorial a los fusilados en Huesca», el proyecto que recuerda en las tapias del cementerio el nombre de los 548 seres humanos que fueron asesinados. Si en cada ciudad hubiera media docena de personas como Raúl y Víctor, aunque nos conformaríamos con que hubiera tan solo una, tendríamos un país más justo y más decente.
Raúl y Víctor han trabajado en la redacción de Todos los nombres escrupulosamente, es decir, con honradez y rectitud, con exactitud y esmero. Han trabajado sin desmayo. Le han dedicado a este libro el tiempo, la ilusión y la inteligencia que un proyecto de tal envergadura les pedía. Por eso su dedicación me recuerda el espíritu con el que trabajó María Moliner en la elaboración de su Diccionario de uso del español y que ella misma resumía en la presentación de la primera edición con estas palabras:
«Por fin, he aquí una confesión: la autora siente la necesidad de declarar que ha trabajado honradamente; que, conscientemente, no ha descuidado nada; que, incluso en los detalles nimios en los cuales, sin menoscabo aparente, se podía haber cortado por lo sano, ha dedicado a resolver la dificultad que presentaban un esfuerzo y un tiempo desproporcionados con su interés, por obediencia al imperativo irresistible de la escrupulosidad; y que, en fin, esta obra, a la que, por su ambición, dadas su novedad y complejidad, le está negada como a la que más la perfección, se aproxima a ella tanto como las fuerzas de su autora lo han permitido».
Este libro no habla del pasado. Somos lo que hemos sido. El pasado no está detrás de nosotros. El pasado lo tenemos siempre ante nosotros. Somos estos nombres y la injusticia del silencio, y el dolor y ahora también somos la luz que proyecta este libro. En 1992, cincuenta y seis años después del inicio de la Guerra Civil, diecisiete años después de la muerte del general Franco, Julián Casanova coordinó al grupo de investigadores de la Universidad de Zaragoza que publicó El pasado oculto, una gran base de datos sobre los asesinados en Aragón. Tuvimos que esperar mucho tiempo para poder escribir la relación de los otros muertos, los nombres que no figuraron en monolitos o en las fachadas de las iglesias. Aún hoy es necesario escribir sus nombres y alimentar la memoria. Muy cerca de Huesca, en Lasieso, encontramos un ejemplo evidente de estos agujeros negros por los que desaparecieron los nombres y la historia de los perdedores. En el frontal de la fachada de la antigua escuela puede leerse «Escuela Nacional Mixta…» y hay un nombre borrado. Alguien picó la piedra. Afortunadamente, sabemos que falta el nombre de Ildefonso Beltrán Pueyo, el inspector de escuelas y diputado por el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936.
Ante el recuerdo de las víctimas, ante la constatación del horror, es imposible no preguntarse cómo fuimos capaces de estas atrocidades, cómo la gente común pudo tolerar que se asesinara impunemente a sus vecinos, a sus compañeros de trabajo, a sus familiares y a sus amigos… Cómo pudieron seguir viviendo conociendo a los asesinos… En No se fusila en domingo, las magníficas memorias del médico Pablo Uriel en las que cuenta cómo vivió la guerra civil en Zaragoza y Belchite encontramos la respuesta. En la gente se instaló un pensamiento perverso, deshumanizador: no son como nosotros –se repetían–, son malos, merecen morir. Este pensamiento está reflejado en la actitud de una monja joven, la hermana María, dulce en el trato con los enfermos, persona a la que Pablo Uriel conocía desde antes del inicio de la guerra y a la que consideraba una mujer bondadosa.
«La hermana María entró como una tromba. Su hermoso rostro expresaba una emoción exaltada.
-¡Ay, Dios mío! Acabo de pasar por la sala de disección; por lo menos hay doscientos muertos. ¡Es horrible! Y hasta hay mujeres y niños.
Al comprobar que todos la mirábamos, asombrados y silenciosos, se ruborizó, bajó la vista y dijo unas palabras que no se me olvidarán nunca:
-¡Dios mío! ¡Cuánta gente mala hay en el mundo!» (Uriel, 2005, 208-209).
Víctor y Raúl humanizan en este libro a las víctimas. Sabemos que tenían madre, amigos, tenían proyectos, se enamoraban, a veces estaban tristes y se sentían solos, peleaban por sus sueños. Eran exactamente igual que nosotros. Tenían una vida exactamente igual que la nuestra, transitaban por las mismas calles por las que nosotros paseamos, las calles en las que juegan nuestros hijos, por las que caminamos con prisa cuando vamos a trabajar, las calles por las que deambulamos distraídamente mientras conversamos con nuestros amigos… Hasta que no se asume que los protagonistas de la historia son exactamente igual que nosotros, es imposible entender nada.
Todos los nombres es un libro de luz y de paz.
Este libro nos devuelve el alma de las víctimas, no en su sentido metafísico sino en su sentido etimológico. El alma es la palabra sagrada. Y no hay palabra más sagrada que el propio nombre. De ahí que el nombre sea lo primero que se le arrebata a los vencidos. En los campos de exterminio a las personas se les robaba el nombre y se les otorgaba un número. Con la pérdida del nombre se evita el recuerdo, se les priva de la memoria. Eso es lo que los vencedores pretenden: borrar a los enemigos de la historia. También a los hijos de los represaliados les robaron el nombre: Katia Titania Acín, Libertad Acracia Bosque, Libertad Claver, Germinal Ubico, Humanidad Hernández…
Margalit en su libro Ética del recuerdo inicia el capítulo titulado «Recuerda el nombre» resumiendo un pasaje de Pentecots, una obra de teatro que narra la historia de un grupo de niños que van hacinados en un tren de ganado, camino del campo de concentración. Estaban tan desesperadamente hambrientos que se comieron los cartones que llevaban atados al cuello, los cartones en los que estaba escrito su nombre. Nosotros sabemos que estos niños murieron dos veces. Murieron en las cámaras de gas, murieron de hambre, de agotamiento o a causa de los golpes recibidos. Y también murió su memoria porque nadie pudo recordar su nombre. Escribir sus nombres, todos los nombres, como han hecho Raúl y Víctor es devolver el alma a las víctimas. Por eso, Todos los nombres es un libro que nos hace mejores. Y también hace mejores incluso a quienes nos niegan el derecho a la memoria, incluso a quienes no condenan los asesinatos porque creen que estos asuntos no le interesan a nadie y que no hay que revolver en la historia.
El verano pasado estuve unos días en Berlín. Me conmovió enormemente descubrir que, en el suelo, junto a la puerta de algunas casas de la ciudad vieja –lamentablemente en demasiadas casas– hay unos adoquines dorados en los que puede leerse el nombre de las personas que fueron arrancadas de sus hogares por ser judíos, gitanos, homosexuales, comunistas... No importa la razón porque no hay razón que justifique el asesinato… Junto al nombre también puede leerse el año y el lugar de su nacimiento, el año en el que fueron deportados, el nombre del campo de exterminio en el que fueron asesinados. Estos adoquines son stolpersteine, es decir, piedras con las que se tropieza. Estos monumentos individuales son una idea del artista alemán Gunter Demnig que pensó que en vez de levantar un gran monumento en recuerdo de las víctimas del holocausto sería mejor llenar las calles de ciudades de Alemania, de Polonia, de Hungría o de España… de todas las ciudades que perdieron a algunos de sus hijos en el holocausto nazi, de pequeños monumentos, de adoquines de 10 x 10 x 10 centímetros, recubiertos en una de sus caras por una chapa de latón en la que se escribe el nombre de las víctimas. Aquí vivió... y a continuación se lee el nombre de mujeres, niños, jóvenes, ancianos, médicos, profesores, comerciantes, estudiantes, obreros… personas de toda condición. Estas piedras sobresalen unos milímetros del resto del empedrado de las aceras de manera que son piedras con las que se puede tropezar, obligando al caminante a inclinarse para descubrir el nombre de los asesinados en los campos de concentración. Las stolpersteine se fabrican artesanalmente, una a una, como la antítesis de cómo se produjeron aquellas muertes. El exterminio tuvo un carácter industrial, pero la memoria se construye artesanalmente, letra a letra, palabra tras palabra. Cada Stolperstein es un monumento en forma de adoquín. Les cuento hoy todo esto porque Todos los nombres también es un monumento a las víctimas. Cada voz, cada entrada de este diccionario, es un monumento a uno de aquellos hombres, a una de aquellas mujeres que pagaron con su vida su derecho a tener ideas. Al sostener en mis manos Todos los nombres enseguida pensé en las stolpersteine porque este también es un libro con el que tropezará nuestra conciencia. Un libro de dolor y de dignidad, de memoria y de reconocimiento. Les invito a que cuando coloquen este libro en sus bibliotecas, lo hagan de forma que el lomo de los dos volúmenes sobresalga del resto. Un centímetro, o quizá medio centímetro, será suficiente. De esta forma, cuando nos acerquemos a las estanterías de nuestra biblioteca, nuestros dedos y nuestros ojos tropezarán con Todos los nombres. Y cada vez que leamos en el lomo Todos los nombres. Víctimas y victimarios (Huesca 1936-1945) estaremos recordando y homenajeando a las víctimas que gracias a este libro han recuperado el alma.
Huesca, 20 de diciembre de 2016
APÈ: PREVENCIÓN DE TRASTORNOS

[Nota de Jaime García Machín]
Presentación de la fundación APE para la Prevención de los trastornos de la conducta alimentaria. Y en su primer día el anuncio del acuerdo para la eliminación de las webs que fomentan consecuencias como la anorexia o la bulimia.
Un gran número de Zaragozanos
han puesto su nombre en la bola navideña en este árbol de esperanza y entre ellos, regalando un ratico de su tiempo y su imagen, parte de lo mejor de la cultura, el deporte y el audiovisual, como Antón Castro, Miguel Mena, Juan Bolea,Jesús Nadador, Pablo Ferrer,Jaime Fontán, Raquel Anadón Alquézar, Luis Alegre, Luisa Gavasa, María José Moreno, Luis Rabanaque, Ana Sanagustín, Pablo Lagartos, Fran Fraguas, Alfonso Palomares, Jorge Asín, Marisol Aznar, Raquel Carriedo, Ignacio Estaregui, Gloria Sendino, Reynaldo Benito, Jacobo Atienza,Vicky Calavia,Javier Loriente, Enrique Bunbury ..... Y los que también han querido estar desde la distancia, Paula Ortiz,Carmen Paris, Jorge Usón, Laura Gómez-Lacueva y Teresa Azcona
Ahí es nada !!!! Y por supuesto mi mujer, Ana Pilar Gonzalez.
Prevención y educación para evitar tener que curar.
https://www.facebook.com/jaime.garciamachin/posts/1296473803761336?notif_t=like_tagged¬if_id=1482353742982551
DE 'LEER' DE ANDRÉ KERTÉSZ
Errata Naturae y Periférica publica el libro 'Leer' del fotógrafo húngaro André Kertész, un libro que apareció por vez primera en 1971 y que recoge las fotos, con la lectura de fondo, que realizó en diversos lugares del mundo entre 1915 y 1970. El libro lleva un prólogo de Alberto Manguel, director de la Biblioteca de Buenos Aires, y es un paseo por las distintas y azarosas formas de la lectura, ese modo de viajar hacia dentro y hacia afuera, como embrujados por las letras de un papel. La lectura es una sublime y cotidiana forma de atención, de curiosidad y de extravío. El libro, de formato medio, es una pequeña joya: da gusto volver a él una y otra vez.
1. http://static2.blastingnews.com/media/photogallery/2016/12/5/290x290/b_290x290/publica-en-espana-la-coleccion-de-andre-kertesz-leer_1023513.jpg
2. http://img01.quesabesde.com/media/img/noti/0013/kertesz_leer_18.jpg
3. http://img01.quesabesde.com/media/img/noti/0013/kertesz_leer_16.jpg
4. http://img01.quesabesde.com/media/img/noti/0013/kertesz_leer_11.jpg
5. http://img01.quesabesde.com/media/img/noti/0013/kertesz_leer_17.jpg
'APÓLOGOS' DE ALFREDO CASTELLÓN

’APÓLOGOS’ de Alfredo Castellón. STI. Zaragoza, 2016.
[El escritor y cineasta acaba de publicar el libro ’Apólogos’ en STI, el sello de Javier Cinca, que tiene la amabilidad de pasarme algunos textos.En la foto de 1959, en Collioure, Alfredo Castellón es el primero, sentado, por la derecha. Con él están; arriba: Blas de Otero, José Agustín Goytisolo, Ángel González y José Ángel Valente; abajo: Gil de Biedma, Costafreda, Carlos Barral y José Manuel Caballero Bonald.]
Una selección de Javier Cinca Monterde
El escritor es el enemigo
de la mentira y de la servidumbre
Albert Camus
LO QUE FUE
A veces le cuesta a la memoria devolvernos el recuerdo. ¿Qué pretende? ¿Protegernos? ¿Cree que no seremos capaces de afrontar lo que fue? No creo que mi memoria intente, a estas alturas, ocultarme esa evidencia. Jung asegura que las ideas olvidadas se mantienen más allá del recuerdo.
LAS CAMPANAS
A José Luis L. Z.
Visité la ciudad norteamericana de Jacksonville en un día primaveral de 1963, una etapa más de mi viaje. Allí, como médico, trabajaba un amigo de juventud. Vivía en una gran calle con supermercado, restaurante, pequeñas tiendas de esto y lo otro y en la ladera de la colina, chalés, iglesias de diferentes credos. Era domingo, las campanas de por lo menos doce torres de aquellos templos hacían sonar sus badajos. Cada una al son de su dogma, orientadas, eso sí, a un mismo paraíso.
Un caos.
EVOCACIONES
Lo llaman viaje de novios pero, en realidad, esa pareja ya son matrimonio y su fogosidad es manifiesta. Viajan en coche. El toro negro del coñac Osborne con sus exagerados atributos sexuales va apareciendo constantemente. “Qué anuncio más descarado”, dice ella. Y él, ingenuamente, le contesta: “ya sabes que yo no bebo”.
SEÍSMO ESPIRITUAL
No he perdido la palabra, ni el aire y ni siquiera el aliento, pero sí la capacidad de amar y eso sí que es una catástrofe, pues me impide ensimismarme y sufrir. Ahora el silencio me ahoga y no puedo atravesar la barrera que impone mi sombra. Me he reducido a un signo que tan sólo constata que he vivido.
COMPARACIÓN
Este corazón mío late con el mismo compás que el de cualquiera de los pequeños animales que nos rodean, y todos podemos desaparecer en un instante. Pero, claro, yo tengo un cerebro pensante que me entristece a cada momento y esa es una desventaja.
LA TORRE DE HÉRCULES

PACO CUENCA: APOLINAR MARÍN / 20

PACO CUENCA. FOTOCUENTOS DE MÉXICO / 20
APOLINAR MARÍN
Por Paco CUENCA
Los comerciantes de la calle Madero suplicaron al Jefe de Gobierno de la Ciudad que destinara al más alegre de sus uniformados, Apolinar Marín, a rondar del Zócalo a la torre Latinoamericana porque con su sola presencia las ventas se desbocan.
AURELIO GRASA, 1916. FELICITACIÓN

PA Z - AMOR - AMISTAD LES DESEA EL ARCHIVO BARBOZA - GRASA EN ESTAS NAVIDADES Y EN EL AÑO 2017
Este año 2016 queremos felicitarles con la imagen de una fotografía estereoscópica realizada por Aurelio Grasa en 1916, en la que se advierte la palabra PAZ en un balcón decorado de la Plazuela de San Felipe. Año 1916, Zaragoza pidiendo la paz, ya que estaba en todo su apogeo la Primera Guerra Mundial y, cien años después, continúan los desastres de la guerra en el mismo lugar de Oriente donde nació un niño del que la Comunidad Cristiana celebra este acontecimiento de hace más de dos mil años. Sus palabras continúan en plena vigencia:
Paz a los hombres de buena voluntad.
Este año 2016 nuestro blog Barboza Grasa http://barbozagrasa.blogspot.com.es/
contabiliza 346.704 visitas, lo que agradecemos a todos los amigos que hacen que sigamos exponiendo nuestras opiniones y conceptos sobre arte principalmente.
Este año hemos realizado cuarenta entradas con temas muy diversos sobre arte y fotografía. Entre las páginas hablamos de Goya, Ribera, Salinas, Marín Bagüés, Gargallo, Saura, Rusiñol, Zuloaga, Marianito de Goya en Zaragoza, la Pinacoteca Mauritshuis de La Haya con Rubens, Rembrandt, Vermeer, Hals, Holbein,… Después de nuestro viaje a Miami y Nueva York comentamos sobre sus Museos y artistas: Edgar Degas en los Museos Metropolitan y MoMa. En Zaragoza nos visitaron los Venecianos del siglo XVIII, Tiépolo, Guardi, Canaletto,…
La Fotografía está relacionada con la obra de Aurelio Grasa, sus fotos estereoscópicas y autocromas, y las actividades de la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza, RSFZ, y sus Salón Internacional de Fotografía que este año alcanza su 92 edición. En Literatura hablamos de Rubén Darío y de Ana María Navales.
Hemos recordado a amigos queridos que ya no están, como el historiador francés Pierre Gassier, los pintores Ricardo Morales López, de Costa Rica, Eduardo Salavera y Javier De Pedro, de Zaragoza, así como al profesor Fernando Torres Leza. En el campo de la Política, al cubano Fidel Castro y al Presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge, que en un momento de la historia trabajaron juntos. Q.E.P.D.
Que el Año 2017 sea un año de amistad y damos las gracias a todos los que en el blog y en facebook nos han felicitado y comentado nuestras entradas.
Gracias amigos y ¡Buenas Fiestas Navideñas!
Carlos Barboza Vargas Teresa Grasa Jordán
Archivo Barboza Grasa 2016-2017
http://barbozagrasa.blogspot.com.es/
FÉLIX TEIRA: UN DIÁLOGO SOBRE 'EL ÚLTIMO SOL' (FUNAMBULISTA)
[Félix Teira Cubel presentaba hace algunos días su nueva novela: ‘El último sol’ (Funambulista). Aquí explica algunas de sus claves el autor de Belchite.]
-¿Qué lugar ocupa la pintura en tu pasado, en tu formación?
La pintura siempre ha sido una pasión. ¿Quién no queda turbado la primera vez que ve un Van Gogh o un Zabaleta? De joven, aunque carezco de técnica, pinté algo. Los pintores me fascinan porque intentan extraer un paisaje o una persona de la corriente del tiempo, hacerlos inmortales. Inocencio X, de Velazquez, con su expresión taimada, nunca envejecerá.
-¿Cómo surgió el libro, qué ideas, imágenes o reflexiones te planteaste?
Esta novela es una vieja idea que siempre dejas para el final, hasta que un día se impone y brota incontenible. Se dice que los novelistas mejoramos con el colesterol, las canas y la edad. Al menos es una bonita mentira que nos contamos para justificarnos. Desde luego es una novela de madurez, donde sopesas qué es lo importante en la vida… ¿De madurez o de vejez? Ja, ja.
-¿Te habías planteado una novela sobre el adiós del mundo, sobre la enfermedad y el regreso al paraíso del ayer?
¿Y quién no se ha planteado esa reflexión? Algunos la escriben, como Julian Barnes, otros la relegan por incómoda… El paraíso de la niñez gana presencia conforme vamos cumpliendo años.
-También me ha parecido una novela sobre la amistad...
El personaje repasa su vida y se da cuenta de que el amor, la amistad y la pintura ha sido la trilogía que ha marcado su existencia. Nada habría sido igual si aquel muchacho de ciudad, que se convertiría en su amigo del alma, no hubiera llegado a la aldea a los doce años. Le abrió caminos, le contagió aficiones y le descubrió la pintura. Y esa amistad sigue siendo un abrigo y un desgarro, porque ambos aman a la misma mujer.
-¿Cómo te has planteado algunos asuntos como la vocación y la renuncia? Al fin y al cabo Pablo Monfort se negó en un determinado momento a seguir su camino...
Monfort, el protagonista, está obsesionado con la pintura pese a los reiterados fracasos. Su obstinación le lleva a olvidar incluso a la familia, por lo que él mismo comprende que ha sido un mal hijo, un esposo egoísta y un mal padre. A veces la vocación de los genios se convierte en una ceguera que los conduce al abismo.
-Ayer comenté ‘Qué verde era mi valle’ en Calatayud. Hay un personaje muy complejo: la hija. Aquí la hija también es muy compleja o el desencadenante de diversas historias y tensiones.
Elena ama tanto como odia a su padre, y estos sentimientos contrapuestos la destrozan. Odia al padre colérico que apartó a la esposa de su lado. A la vez, vigila cariñosamente al padre enfermo, empeñado en retirarse a la aldea donde nació, y de esta vigilancia va a surgir un sentimiento que cambiará su vida.
-Aunque la verdadera intrusa es Martine... ¿Por qué has caracterizado así a este personaje?
Dicen que las mujeres tienen en mente a su hombre ideal, al príncipe azul. Desde luego Martine es la mujer ideal: apasionada, bellísima, entregada al amor, el soporte de la vocación de su marido... Y sorda. Aunque esta discapacidad le da fuerza para abordar la vida. Martine es uno de los ejes de la novela porque los dos amigos, desde la adolescencia, están enamorados de ella. La locura de este triángulo amoroso, que se mantiene hasta el final, centra el argumento.
¿Qué le debe esta novela al paisaje? ¿Has querido decir algo sobre eso?
Al paisaje de la niñez. A veces se cree que la cultura es mayoritariamente libresca, pero hay una cultura por inmersión y vivencias. Es mi caso es una cultura rural, que aquí he revivido: el mundo de las caballerías, la dureza del campo, la seducción del olivar… El protagonista, al repasar su vida, revisa los últimos cincuenta años del país. Y comienzan en aquella España arcaica y en trance de desaparición, cuyo representante en la novela es Ramiro.
Es una novela con mucho diálogo. ¿Te ha resultado cómodo, diría que es muy deliberado, claro?
Siempre he prestado oído al habla de la calle, tanto en las novelas juveniles como en las de adultos. Elena, la hija del protagonista, habla por Skype con el médico que ha enviado a la aldea. La manera de hablar dice más de un personaje que una descripción prolija. Además, la introducción de capítulos alternos totalmente dialogados aligeran y dan frescura a la narración.
¿Qué pintor sería Monfort y cómo has hallado sus fotos?
Monfort es un pintor nacido a mediados de los cincuenta, y es pintor de su tiempo. Casi lo definirían los pintores que él mismo cita en la novela: Canogar, Genovés, Antonio López, Hockney… Aunque lo fascina la manera de dibujar de Caravaggio. Al editor y a mí nos sorprenden los cuadros que hemos visto de Pablo Monfort.
-¿Qué novelas tenías en la cabeza? ¿Has pensado en alguna?
Cada novela que lees y que te impresiona, te influye. Esta podría tener alguna similitud, por el ambiente rural, con La lluvia amarilla o con Allá lejos y tiempo atrás, de Hudson, donde evoca su niñez en Argentina. Pero procuro no leer ninguna novela poderosa mientras estoy en plena creación, porque un estilo enérgico se contagia. Cuando escribo novela, leo ensayo.
¿Qué ha sido de aquel Félix Teira contestatario, de denuncia, incluso rabioso? ¿Te contienes o buscas otras cosas en la literatura?
Ah, ¿y quién no está lleno de contradicciones? Tan enriquecedoras, por cierto. No, no ha muerto la vena de literatura social. Es cierto que hasta ahora he escrito tomándole el pulso a mi sociedad. Cuando empezó el fenómeno de Le Pen escribí La ciudad libre, al estallar la crisis narré el malestar en laciega.com… El último sol es diferente, incluso he serenado la prosa. Pero ya he vuelto a las andadas, estoy escribiendo una nueva novela sobre estos tiempos convulsos: ‘Brexit’, Trump…
CEBRIÁN Y OCTAVIO, EN CONCIERTO

[Nota de Octavio Gómez Milián) El próximo miércoles 28 de diciembre, mañana, a las 21:30 en el Poeta Eléctrico de Zaragoza Cebrián&GómezMilián presentan Sé lo que significa la noche (palabras y canciones) con textos y canciones de Félix Romeo, Aloma Rodríguez, Leonard Cohen, Julio Antonio Gómez, Franco Battiato o Sr. Chinarro (y de Octavio y Luis, claro), con invitados como Raúl Baquedano, Rodolfo Notivol, Gon (de Levy Pants) y Fominder. Además las 20 primeras entradas tendrá como regalo una copia limitada y numerada del primer EP de SANTO adelanto de su primer LP La última balada de Félix Lambán. (Solo los 20 primeros)
gracias a Jaime Oriz y Arcade Producciones por el diseño de la cartelería
a Antílope (como siempre) y a Sergio Duce por el arte.
EL VIAJE ESPAÑOL DE ANNEMARIE SCHWARZENBACH Y MARIANNE BRESLAUER

El ángel de la modernidad que pasó por Huesca en coche
La escritora, viajera y arqueóloga suiza, que murió tras una caída de bicicleta, viajó a Huesca en 1933 con la fotógrafa Marianne Breslauer en su Mercedes Mannheim
PIES DE FOTO MARIANNE BRESLAUER / MNAC
Annemarie Schwarzenbach con su automóvil y un pastor con sus ovejas en los Pirineos. Mayo de 1933.
La escritora y viajera se detiene a hablar -¿en qué lengua?- con unos niños gitanos en los Pirineos. 1933.
Antón CASTRO
Roger Martin du Gard dijo que Annemarie Schwarzenbach tenía “un bello rostro de ángel inconsolable”. Thomas Mann la retrató como “un ángel devastado”. Nació en Zúrich en 1908 y murió, a consecuencia de una caída de bicicleta, en Sils im Engadin / Segl (Suiza) en 1942. Tenía 34 años y parecía haber vivido su propia existencia y dos o tres o cuatro más. Se había doctorado en Historia, escribió crónicas de sus viajes y novelas, realizó labores de arqueóloga, periodista y fotógrafa. Se casó con el diplomático Claude Carac y amó a varias mujeres, entre ellas a Erika Mann, hija del citado Nobel de Literatura, y fue amada por la escritora Carson McCullers. Annemarie Schwarzenbach está de moda en España: fue objeto de una biografía en Circe, Minúscula ha publicado algunos de sus libros y ahora La Línea del Horizonte ha rescatado ‘El valle feliz’. Lo que quizá fuese menos conocido es que esta mujer deslumbrante, que pedía “dejadme sufrir”, estuvo en Huesca el 21 de mayo de 1933.
Estos días, en el Museo Nacional d’Art de Catalunya, en Barcelona, se exhibe una exposición de la fotógrafa alemana Marianne Breslauer (Berlín, 1909-Zúrich, 2001), donde se recogen más de un centenar de fotos datadas entre 1927 y 1938, que ha comisariado Mercedes Valdivieso, autora del catálogo. La muestra consta de fotos de reportaje -de París, de Berlín, de diversos lugares de Grecia-, varios retratos, entre ellos de Pablo Picasso o Man Ray (con quien colaboró un tiempo), y uno de Annemarie, datado en Berlín en 1932, el año en que se conocieron; en sus memorias, Breslauer dijo: “Todavía recuerdo muy bien el impacto que me produjo cuando la vi por primera vez. Annemarie era –y esto lo tengo que repetir una y otra vez– el ser más bello que había visto jamás. Más tarde conocí también a Greta Garbo, cuyos rasgos faciales parecían quizá todavía más perfectos, pero Annemarie era una persona de la que a primera vista no se podía decir si era hombre o mujer”. En la muestra lo que más llama la atención son las fotos del viaje que hizo con la escritora y viajera suiza por España. Duró dos semanas, desde el 14 de mayo, en que llegaron a Gerona, hasta el 27, que partieron desde Pamplona en dirección a Lourdes.
Pamplona fue decisiva en esta odisea y era uno de los polos de atracción. Ambas tenían en la cabeza la novela ‘Fiesta’ de Ernest Hemingway, que se había vertido al alemán hacía poco tiempo. También existía otra razón: conocían ‘Un libro sobre los Pirineos’ (1927) de Kurt Tucholsky. En cierto modo copiaron parte de su itinerario y recorrieron, en un impresionante Mercedes Mannheim, que conducía casi siempre Annemarie, Gerona, Barcelona, San Sebastián, Andorra, Huesca, Pamplona, etc. Según se ve en las fotos tomadas en el monasterio de San Cugat del Vallès, Annemarie parecía confeccionar un diario en un cuaderno, donde iba tomando notas de casi todo.
A ninguna de las dos les interesaron mucho los monumentos, aunque estuvieron en Montserrat, y en cambio sí los paisajes (Breslauer captó el paso del coche por los desfiladeros) y la vida cotidiana de la gente: niños, colegialas, jóvenes en el puerto, bañistas y un grupo de gitanillos que hacen pensar en algunas obras de Ricardo Compairé.
Las fotos más oscenses de la muestra son la de Annemarie, con su buzo claro, al lado de su coche y un pastor con su rebaño. Todo un exotismo y diálogo entre modernidad y tradición. Otra es de unos niños que se acercan a hablar con ella en el coche. ¿En qué lengua lo harían? Schwarzenbach los retrata “como criaturas desamparadas, sucias, envueltas y ocultas con extraños andrajos, con cabellos rizados y miradas tristes y graves, impropias de unos niños”. Hay una tercera foto de una construcción típica del Altoaragón con su característica chimenea. No se alude a Huesca explícitamente, sino genéricamente a los Pirineos. La escritora, un tanto desolada por lo que veía, expresó un deseo: “Con la República seguro que cambiarán las cosas”.
*Annemarie Schwarzenbach en el objetivo de Marianne Breslauer en los Pirineos, cerca de Huesca.
JACQUES VALAT, 2017

Una felicitación navideña del gran fotógrafo francés, afincado en Huesca, Jacques Valat.
ENCUENTRO DE ASOCIACIONES DE ESCRITORES: MEDIDAS

Aquí pueden verse la síntesis de los debates y 30 demandas del sector.
http://acescritores.com/primer-encuentro-estatal-asociaciones-escritores-se-aprueba-una-declaracion-treinta-demandas-del-sector/
*En la foto, Juan Ramón con Jorge Guillén y Pedro Salinas.
92 AÑOS DEL SALÓN FOTOGRÁFICO

92 SALÓN INTERNACIONAL DE OTOÑO
EN ZARAGOZA 2016, RSFZ
El 16 de diciembre se inauguró el 92 Salón Internacional de Fotografía en la Casa de Los Morlanes de Zaragoza. Esta muestra está patrocinada por la FIAP (Fédération Internationale del´Art Photographique) y la CEF ( Confederación Española de Fotografía) y organizada por la RSFZ, Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza. El Ayuntamiento de esta ciudad sufraga la edición del catálogo y el espacio expositivo. Se presentaron a este concurso fotográfico 190 autores de 39 países, enviando un conjunto de 2.190 fotos y se seleccionaron para esta exposición 100 fotografías.
La calidad técnica de estos fotógrafos internacionales es de un gran dominio ya que logran que la cámara se ajuste a sus pretensiones estéticas logrando que la temática, en blanco y negro o color, nos impacte visualmente. Este año el Jurado se ha decantado por la fotografia clásica; en algunos casos hay nostalgia del pictorialismode finales del siglo XIX y principios del XX. Se le ha dado una importancia al tema paisajístico que es eterno y cada uno hace su interpretación, sensibilizándose con la niebla, la luz solar, el atardecer y los elementos que se encuentran en él, como aves, perros, edificios, rocas, montañas,… El retrato también es protagonista de una buena parte de lo expuesto, destacando las fotos de estudio profesional o los personajes que se dejan fotografiar como modelos en las calles de las ciudades, creando una galería de rostros de todas las razas del planeta.
Edgar Degas, uno de los iconos de la fotografía, hacía uso de ella y la utilizaba como libro de apuntes que luego incluía lo fotografiado en sus pinturas, pasteles u obra gráfica, transformando esta primera imagen captada por su cámara. Con Picasso y el collage, la fotografía sirvió para transformar su realidad en otra realidad, la del artista. Los fotógrafos también hacían fotomontajes solarizaciones, como Man Ray. Con las actuales fotos digitales y el ordenador, se puede transformar la realidad en otra realidad, y en esta exposición sólo se encuentra una foto con remembranzas surrealistas del artista del Reino Unido, Paul Statter, al que le otorgaron la Medalla de Oro de la RSFZ.
En la inauguración de la Exposición se entregaron algunos premios al estar presentes los autores, como Sergio González Sierra, español, al que el Jurado consideró en una nueva sección del concurso como El mejor autor del Salón. Le entregaron dos medallas más y dos diplomas. También estaban presentes los socios de la RSFZ, Santiago Chóliz, quien recibió un diploma Chairman, y Carlos Briz.
En el acto se otorgó una Medalla al historiador Rafael Ordóñez Fernández, por su dedicación y colaboración con la RSFZ y en la organización de estos Salones de Fotografía, desde su puesto en el Ayuntamiento de Zaragoza. Rafael es Socio de Honor de la RSFZ desde 2003 y se le entregó dicha condecoración durante la Cena de Hermandad el 28 de febrero de 2004, junto con el entonces Vicepresidente de la Fotográfica, nuestro recordado Alberto Sánchez Millán. En la revista de la Sociedad Nº 110, en la página 14, Teresa Grasa describe el acto de la siguiente forma:
… En primer lugar, nominamos a los Socios de Honor. Esta distinción ha recaído este año en dos personas específicamente vinculadas a la RSFZ, nuestro Vicepresidente y socio, Alberto Sánchez Millán y Rafael Ordoñez, Jefe de Cultura de Ayuntamiento de Zaragoza. Alberto es un espléndido fotógrafo de larga trayectoria en los diversos campos de la imagen, desde el cine a la fotografía y los reportajes. Es un compañero infatigable y siempre dispuesto a colaborar en todo lo que se le pida, tanto críticas de acontecimientos fotográficos como entrevistas personales realizando todo ello con gran conocimiento técnico, unido a una refinada ironía, que hace que sus artículos tengan numerosos lectores. Rafael, desde su puesto de responsabilidad en el Ayuntamiento de Zaragoza, también nos ayudó todo lo que puede en la difusión de nuestras exposiciones mensuales, y en la preparación del Salón Internacional que todos los años se celebra en las salas del Palacio de Los Morlanes. Tras la lectura de sus extensas biografías, se les hizo entrega de la insignia.
Estaba de Presidente el fotógrafo Carmelo Tartón Vinuesa, gran impulsador del Salón Internacional. En la misma revista, se publica en la página 9, una extensa entrevista realizada por Albert Sánchez Millán a Rafael Ordoñez Fernández, en la que habla de sus gustos y la evolución de la fotografía en el arte. La exposición actual continúa durante el mes de enero de 2017, no se la pierdan…
Carlos Barboza Vargas
Socio de Honor de al RSFZ
Ver enlaces:
http://barbozagrasa.blogspot.com.es/2016/08/el-ojo-fotografico-de-edgar-degas-en-el.html
http://barbozagrasa.blogspot.com.es/2016/01/91-salon-internacional-de-fotografia-en.html
IRIS LÁZARO CLAUSURA SU EXPOSICIÓN EN LA LONJA
ENTREVISTA. Iris Lázaro. Pintora
“Los cuadros tienen vida
propia y dialogan contigo”
La pintora Iris Lázaro expone en la Lonja 40 años de trabajo: ‘Retrospectiva, 1977-2016’. Realismo y magia, paisaje y elegía. La exposición se clausura mañana día 31 de diciembre de 2016.
Antón CASTRO
La exposición 'Retrospectiva 1977-2016' de Iris Lázaro se inauguró el jueves 6 de octubre en la Lonja. Un montón de cartas que le dirigen sus admiradores ya se amontonan sobre la mesa; en una de ellas, manuscrita sobre un folio, se lee: “Su pintura es belleza en estado puro”. Si hay algo que a Iris no le gusta nada es teorizar sobre su pintura. Explicarse. Es una artista intuitiva que no ha hecho planes, que no se planteado retos, que se ha dejado ir a golpe de obsesiones y de tempestades íntimas. Llevaba tres lustros sin exponer en Zaragoza: lo había hecho a finales de los 90 en Cajalón con éxito y en 2001 en el Banco Zaragoza. Luego, entre 2006 y 2007 presentó una ambiciosa exposición en Soria, patrocinada por Caja Duero, que se trasladó por diversas ciudades: Valladolid, Salamanca... “Quería que vieran mi obra mis paisanos”, dice.
Todo empieza en Trébago, en Soria, donde nació en 1952. Tenía una pasión natural por el dibujo, por los trazos, por el clima más o menos mágico o especial de su universo familiar: su padre era campesino, curioso, tenía ganas de aprender, redactó un diario apasionante y le enseñaba los secretos de la naturaleza, los ribazos, las arboledas, restos arqueológicos, le contaba cuentos y le cantaba. A ella y a su hermana Berta, “que eligió la física y la química, pero también es traductora. Le apasionan las Humanidades”. Iris mira ahora, imaginariamente, hacia su madre: era modista, elaboraba sus propios patrones; y con otra tía, cosían y trabajaban para fuera, pero además hacían la ropa de casa. Quizá de verla, aquí y allá, con la tiza, las tijeras, los patrones, con el bordador, derive la pasión por los vestidos que mostrará la artista durante unos años. “Mis padres eran suaves, cariñosos, sociables, muy comunicativos. A veces me pregunto, ¿de dónde habré salido yo?”, dice desde esa mezcla de timidez y silencio que la caracteriza. Miramos, en el catálogo, el cuadro que les hizo en 1995. “Era un cuadro para ellos, para la casa familiar. Y allí estuvo, mientras vivieron, y ahí sigue. Ahora que no están me doy cuenta de que es un cuadro para mí”. Quizá sea la obra que más admiración esté despertando en la Lonja, y ya es decir.
“No sé si en Trébago empezó todo. Era mi pueblo. Mi mundo. Ni mejor ni peor que otros. Teníamos un río, el Manzano, que nacía allí, y también había un río de lavar: en aquellas piedras de losa, cuando no había nadie, cogía piedrecillas negras, azules, tizas o areniscas del fondo y pintaba en aquellas rocas donde luego lavaban las mujeres. Imagino que lo haría cuando no había lavanderas -dice-. También recuerdo algo que decían mis padres. Si querían que yo estuviese quieta, que me olvidase de dar guerra, solo tenían que darme un montón de periódicos y un lápiz con mina por las dos caras. Era mi divertimento favorito. No me enteraba del paso del tiempo”, dice.
-¿Y luego, qué paso luego?
-En 1972 vine a estudiar a la Escuela de Bellas Artes de Zaragoza. Quería hacer una carrera rápida y elegí decoración. Allí entré en contacto con Eduardo Laborda, que ya era pintor, y me interesó la pintura. No tardamos en salir y luego nos casarnos. Creo que fue durante la Semana Santa de 1972 cuando llevé un lienzo a casa e hice un bodegón. Un bodegón clásico: con botella de cristal, con candelabro, imagino que con telas. Espero que se haya perdido para siempre. Me gustó hacerlo.
-¿Nacía ahí la pintora?
-Probablemente. Se fueron encadenando los cuadros. Hice más y me presenté a varios premios: gané algunos, me seleccionaban para exponer, hacía individuales, me daban un poco de dinero y, poco a poco, sin un plan trazado iba creciendo. Los premios te daban confianza. Te abrían ventanas. Entonces me interesaba todo: ya hacía una pintura realista, gente que se asomaba en los escaparates, gente en los pasos de cebra, hacía paisajes de Trébago también, pero era una pintura más suelta, más expresionista en cierto modo. Y de ahí fui pasando a los vestidos: pintaba maniquíes, telas, anoraks; pintaba a las personas huecas, invisibles, si puede decirse así, con algún rasgo surrealista. Me gustaba aquel misterio. En el fondo, ni el misterio ni la inquietud me han abandonado jamás. Solía partir de fotografías y luego también de las telas, que yo tenía en casa. Y también salí a pintar del natural.
-Y de ahí pasó a los bancos y sus inscripciones.
-Fue un tema que llegó un poco por azar. Un día vi un banco de cerámica en el Canal, cerca del Cabezo Buenavista, y me interesó. Con aquellas letras rotas, interrumpidas, que producían incluso confusión en su significado, con letras que se desmandaban para aquí y para allá, quebradas, y que a veces estaban ocultas por la naturaleza. Esos bancos y esas letras de publicidad también remiten a un mundo en extinción. Supongo que debo aceptar que hago una pintura elegíaca, de la pérdida, de un mundo que desaparece.
-¿Es usted melancólica?
-Creo que no. No sé muy bien lo que es la melancolía. La pintura es lo que más me gusta en el mundo. Me hace feliz, me siento en plenitud ante el lienzo, pero también tengo que pelear duramente con él. Lucho a brazo partido. La pintura es mi pasión, es mi refugio, y es el escenario de una pugna, pero aún así la prefiero a cualquier otra cosa.
-¿La naturaleza se le fue imponiendo?
-Sin duda. De ahí, con el transcurso del tiempo, pasé a los huertos, a las flores, al universo de mi infancia en Trébago, a los días de nieve. A ese mundo fronterizo. Tampoco me lo planteé de modo consciente. Vino a mí. A veces no sabes bien si las cosas te vienen, sin son obsesiones, o se te imponen.
-Los paisajes de Soria son fríos, ásperos, nebulosos y también desolados. Y usted usa colores fríos. ¿Debemos pensar que hace una pintura fría…?
-Creo que no. Creo que soy una mujer y una pintora apasionada que utiliza colores fríos, pero con muchas gamas. En mis cuadros blancos, de nieves, hay muchos colores, variados, distintos. En mi obra hay muchos matices. Intento dominar la técnica para olvidarme de ella, pero no para hacer la pintura de un niño, como suelen decir algunos artistas contemporáneos. Yo no soy ese tipo de artista. Me interesa el color y lo trabajo. Le doy tiempo a mi obra en el lienzo.
-Más que trabajarlo, parece destilarlo, parece volverse onírico e inaprensible. ¿Manda siempre el artista en el cuadro?
-No. En absoluto. A veces el cuadro manda sobre el pintor desde el principio. Se vuelve indómito: dice cosas, te lleva por donde quiere, es exigente. Y veces te ordena más hacia el final. Sé que esto parece extraño, pero es así. Los cuadros tienen vida propia y dialogan contigo.
-¿Existen esos árboles descarnados que pinta, ese ámbito de desamparo?
-Sí, claro que sí. Creo que empezaron a interesarme de una manera muy particular a raíz de una colección de grabados que hice con dibujos a carbón. Creo que dejo testimonio de un mundo que desaparece: esos árboles que muestran sus raíces al sol, esos bosques de árboles que parecen cadáveres deshuesados existen, esas raíces están ahí. Forman parte de mi memoria. De lo que llevo muchos años viendo. Son gigantes. Ante ellos me siento diminuta. Todo ese paisaje está ah e intento darle forma. Son cuerpos misteriosos, deteriorados, decrépitos, que acusan el paso del tiempo.
-Su exposición en la Lonja se cierra con el mar. ¿Por qué?
-Porque me fascina desde siempre. He hecho como media docena de piezas. Son cuadros sin horizonte, parece que te piden que los mires de frente, como si no tuvieras escapatoria. Del mar me gustado todo: el oleaje, la música, la espuma, ese movimiento incesante, el horizonte, los cielos.
-Bueno, en realidad se cierra con el retrato de sus padres, fechado en 1995.
-Son ellos, claro. Les tomé fotos y posaron para mí. Vuelve a ser el mundo de Trébago, con las paredes de piedra, con las neblinas, cerca de nuestra casa. He pintado pocos retratos. Y también siento, como algunos visitantes, que es una obra especial dentro de la exposición y para mí.
-Usted hace una defensa de la pintura clásica.
-¿Por qué lo dice? Trabajo al óleo, sobre tela de grano fino, me gustan mucho las calidades, el detalle, los matices, la sutileza. Uso una pintura un poco diluida y quiero crear una atmósfera. Y me siento realista. No hiperrealista.
-Más más bien sería una realista del sueño, podría decirse. ¿A qué pintores admira?
-A muchos. Entre los clásicos a Rembrandt y Velázquez. Me encanta como pintor José Hernández, lo admiro mucho. Recuerdo su exposición de los años 80 en la Lonja: era extraordinaria. Me emocionó. Y Antonio López. ¿Mujeres? Isabel Quintanilla, especialmente. Ya le digo, muchos.
-¿Qué significa Zaragoza para usted?
-Soy de Trébago y de Zaragoza. Zaragoza es la ciudad que me acogió, que me abrió sus puertas y que me ha permitido realizarme. Es mi ciudad. Y estoy muy contenta, como lo estoy con esta muestra. No tengo expectativas ni estoy sobrecogida. No me planteo esas cosas. Disfruto. Y estoy feliz, agradecida y orgullosa de estar en la Lonja. Sin más.
*La foto de la pintora es de José Miguel Marco, de Heraldo.
MONTSE CAPEL: CINCO FOTOS
Cinco fotos de una fotógrafa muy personal, imaginativa y arriesgada, que se atreve con la sensualidad, la puesta en escena y la introspección: Montse Capel.
Dice en su página web http://montsecapel.com/soy-moon/:
"Nacida en Figueres, la ciudad del surrealismo, se declara una enamorada del arte, encuentra la inspiración en su día a día y nunca sale de casa sin pintarse los labios. A los 16 años, se compró su primera cámara réflex, gracias a un verano poniendo helados,desde entonces nunca ha dejado de lado la pasión por fotografiar lo que le place.Se dispone delante de su objetivo y lo deleita sin más, sus imágenes han ido evolucionando al mismo tiempo que años se han ido sumando a su cuerpo…
Le gusta captar la naturalidad de lo imperfecto, mostrar lo que muchos esconden, le gusta utilizar la ironía, y trasladar su sensualidad a la fotografía".
Tomo las fotos de Montse Capel (Moon) de aquí:
1. http://montsecapel.com/wp-content/uploads/2015/10/22.jpg
2. http://www.bolit.cat/img/projects/604/moon.jpg
3. http://www.magazout.net/images/2015/mynameismoon/montse_capel_4.jpg
4. http://foto321.com/blog/wp-content/uploads/2016/07/La-escalera-foto321-584x389.jpg
5. https://redaccion.lamula.pe/media/uploads/068789c6-8a19-424c-ac9a-924edee8abe8.jpg
HASIER LARRETXEA: DOS POEMAS

No tengo el gusto de conocer al poeta Hasier Larretxea, que estuvo hace poco en el ciclo ‘Los jueves, poesía’, invitado por David Mayor y Sebas Puente en Las Armas. Sin embargo, hace poco conocí a su editora Elizabeth de Stendhal Books en Barcelona y me ha hecho llegar su poemario ‘De un nuevo paisaje’. Una cuidada y elegante edición para un poemario intenso, muy trabajado, lleno de sensaciones, de plasticidad y de imaginación metafórica. Copio aquí algunos poemas (“Escribir, / la única manera de atravesar el valle/ sin pisarlo”)
ESCRIBIR
es el paisaje desde donde contemplar.
El mirador
desde donde ver
a través de la niebla,
a través de los límites del horizonte,
sorteando y volando sobre ermitas, pastos y portillos.
Escribir la visión
en lo alto del monte,
el sendero, el helecho recién pisado,
la bellota que lanzamos hasta el riachuelo.
Escribir es insuflar (el viento del norte),
acunarlo al sonido del cencerro
y a las gotas de lluvia que se ahogan
en el charco del prado,
el movimiento del tractor
y la soledad del perro.
Escribir,
la única manera de atravesar el valle
sin pisarlo.
*****
[A Cristina Iglesias]
LA LUZ es el techo de hierro
que amordaza el paisaje.
Agujeros que emanan brillo
en la apertura del hormigón.
Fisura que equilibra su sombra en el horizonte
de ecos con significados cristalinos.
El recuerdo de las ausencias
y su distancia de cedros.
Vidas que penden de las sombras
que se alejan de la invocación de camposanto.
La inmortalidad de las ramas que saben
trepar al cielo y su laberinto
de pasos sobre lo eterno.
No es el paisaje lo que reluce.
Es la proyección de su sombra.
-De ‘De un nuevo paisaje’. Hasier Larretxea. Prólogo de Chus Pato. StendhalBooks. Barcelona, 2016. 148 páginas.
*La foto es de Elliott Erwitt y está tomada en Dublín en 1962.