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Se muestran los artículos pertenecientes a Julio de 2016.

CUENTO PARA BELIEVE IN ART

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'BELIEVE IN ART': JAVIER HERNÁNDEZ ILUSTRA AL NIÑO DIEGO
Hace algún tiempo, María Luisa Grau Tello, que trabaja en el IAACC Pablo Serrano y que es una apasionada del arte mural, nos pidió a Javier Hernández y a mí participar en el proyecto de Believe in Art que coordina con otras personas, entre ellas Beatriz Lucea. Yo escribí un pequeño cuento y Javier le ha dado toda esta vida para mejorar las sensaciones de los niños, para emocionar con sus colores...
Como suele suceder, el cuento está basado en escrupulosos hechos reales.

 

 

UN PASEO A CABALLO

Me llamo Diego y vivo en el campo. Entre mi casa y la carretera, había un descampado. Siempre lo veía vacío, hasta que un día aparecieron unos hombres y con ellos unas máquinas. Lo cerraron con una alambrada y al día siguiente ya había dos perros grandes como leones, un pavo real y un caballo pequeñito.

Una tarde, al volver del colegio, vi que habían levantado una casa de madera, enorme, con ventanas, chimenea y porche. Todos los días había algo nuevo. Al caballo pequeño, como un poni, se le sumaron otros dos: uno, elegante y oscuro, y otro, blanco y más flaco. Y después llegaron las gallinas, dos cerdos, uno rosado y otro negro, como un jabalí, y también trajeron patos. Los que más me impresionaban eran el pavo real y un gallo que apareció de repente.

Un día decidí llamar a la puerta. Salió una mujer rubia a recibirme. Como estaba muy ocupada, le pidió a su padre que me atendiese. Se llamaba Arcadio. Era simpático y cariñoso. Le dije:

-Quiero saberlo todo.

-¿Todo?

-Sí. ¿De dónde vienen los caballos, cómo se llaman los perros, por qué extiende su gran cola el pavo real? Todo.

Arcadio me llevó hasta un pequeño establo o cobertizo, y me sentó en una silla. Habló y habló sin parar. Era carpintero, mecánico y granjero. Me dijo tantas cosas que me dormí. Me cogió en brazos, creo, y me llevó a casa. ¡Con lo que yo peso! Entreabrí los ojos y, adormecido, le oí decir mientras me entregaba a mi padre:

-Mañana nos traen una vaca rubia, viene de lejos, de la orilla del mar y de los bosques, y se llama Ermelinda.

Esa noche no pude pegar ojo. En la cabeza me bailaban los animales y los nombres: los perros leonados eran Jack y Lord, el pavo real se llamaba Volador, el gallo Edmundo y el poni era Rojito… Eso sí, lo mejor de todo, sucedió en sueños: el caballo Edmundo venía a buscarme, relinchaba ante nuestra puerta y me decía: “Sube a mi grupa”. Y aquello sucedía en el tiempo en que los caballos hablaban.

A la mañana siguiente, Arcadio se paró ante mi puerta con el propio Edmundo. Me alzó del suelo, me puso delante y me dio las riendas. Cuando vuelva del paseo, os contaré todo lo que ha pasado. Esperadme.

03/07/2016 18:49 Antón Castro Enlace permanente. Artistas No hay comentarios. Comentar.

DIÁLOGO CON MIGUEL Á. HERNÁNDEZ

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[El pasado viernes, el narrador murciano Miguel Ángel Hernández presentaba su nueva novela, 'El instante de peligro' en la librería Antígona, en compañía del narrador Sergio del Molino. He aquí una entrevista a propósito de la novela que fue finalista del Premio Herralde de novela.]

 «Escribir es una forma de frenar el tiempo»

-¿Qué le debes o cómo te marca Walter Benjamin?

Le debo un modo de relación con la historia. Sobre todo la intuición de que el pasado está aquí, es tangible y se nos aparece en imágenes que nos aluden y se nos clavan un momento antes de desaparecer para siempre.

 

-¿Qué tiene de particular este escritor que cada vez más parece un precursor de la modernidad o una figura que está muy presente?

Benjamin fue un cartógrafo de su tiempo, entendió como nadie la modernidad, pero también supo ver las transformaciones y los retos del mundo que se había abierto frente a él. Imaginó a qué nos íbamos a enfrentar en el futuro. Y esbozó modos de resistir y luchar frente a lo que no tardó demasiado en llegar (la dominación fascista y tecnológica, el capitalismo integrado, la estetización y espectacularización de la política…).

 

-¿Cómo te sientes bajo esa etiqueta de novelista de ideas?

Relativamente cómodo, aunque es cierto que todas las novelas están llenas de ideas. En mi caso la teoría tiene un peso central como una especie de reflexión crítica acerca de lo que mueve las historias. Novela de ideas, novela reflexiva, de pensamiento, intelectual… no me desagrada. Siempre, claro está, que eso no sea sinónimo de “novela aburrida o pestiño filosófico”.

 

-¿Cuáles son los asideros reales de la novela, cómo surgió: de una imagen específica, de un intento de explicar la memoria y el arte…, de una intuición, de la necesidad de regresar a un lugar?

Curiosamente surgió de una imagen: una sombra proyectada sobre un muro en mitad de un bosque. Un día me vino esa imagen a la cabeza. Y a partir de ahí comenzó a nacer la historia. Por alguna razón, quizá porque soy historiador del arte, el germen de mis historias siempre está en una imagen. La historia, las ideas, el tono, la justificación teórica… todo eso viene después. Lo esencial es la imagen.

 

-¿Podría leerse como una carta, una indagación, como un viaje que hace el protagonista alrededor de sí mismo?

Una carta o una confesión para intentar comprender el pasado y el presente. El protagonista escribe para poder explicarse cómo ha llegado hasta ahí y qué es lo que merece la pena salvar. Escribir, muchas veces, es necesario para poder situarnos en el mundo.

 

-Explícanos un poco a Martin y a la artista Anna. ¿Son tan raros y tan complejos los creadores?

Martín es un profesor y escritor que ha fracasado en lo que se proponía. Creo que su manera de enfrentarse al mundo es más cotidiana que la de Anna Morelli, que sí que responde al modelo de “artista genial”, obsesionada hasta el límite por el arte y la creación. Para ella el arte es una cuestión de vida y muerte. Para Martín, el arte o la escritura son de gran importancia, pero nunca deja de tener los pies en el suelo.

 

-¿Has querido, en realidad, escribir una novela de amor y de amores más o menos recordados, evocados, que siempre están ahí, desde el fondo del tiempo?

Creo que El instante de peligro es un historia de amor o, como dices, de amores; de diferentes tipos de amor. Para mí es eso por encima de cualquier otra cosa; por encima incluso de una reflexión sobre el arte y la memoria. El amor es lo que atraviesa la novela. Y es lo que está incluso en el origen de esa sombra proyectada sobre un muro.

 

-¿Qué significa para ti escribir una novela, cómo la vives? Da la sensación de que es un proceso lento, muy meditado, que no tienes prisa, que te importa más el trabajo riguroso que el éxito más o menos inmediato.

Nunca tengo prisa en escribir. Comenzar una novela es abrir un mundo –a veces un abismo– del que ya no puedo escapar hasta que pongo punto y final a la historia. Pocas cosas me producen más placer que habitar ese mundo propio durante años. Por eso intento demorarlo todo lo que puedo. Transitar cada frase, cada giro, cada imagen. Como si el mundo no existiera. Escribir es para mí una forma de frenar el tiempo.

 

-¿Cuál es tu percepción de la autoficción, cómo te mueves en ella?

Me resulta tremendamente productiva. Es una manera de conectar el espacio de la ficción con el espacio real y de producir algo que para mí es fundamental en la novela: incertidumbre. Ficcionalizar lo real e introducir realidad en la ficción es una manera de generar desconfianza. Ya nos creemos demasiadas cosas en este mundo y quizá sea necesario desconfiar de todo. La duda literaria como espacio de resistencia.

 

-El libro también es una reivindicación del arte contemporáneo y de sus pequeños gestos y quizá de la obsesión. ¿Cuál es tu actitud ante la creación más contemporánea, qué te conmueve y qué te disgusta?

Soy historiador del arte y mi relación con las prácticas artísticas contemporáneas es muy cercana. De hecho, gran parte de mi visión del mundo se ha configurado a través de las experiencias artísticas. Me interesa el arte y me parece fundamental. Lo que me cansa, sin embargo, es el mundo del arte, las exposiciones que siempre hablan de lo mismo, las prácticas institucionalizadas… Creo que al arte le falta vida. Y curiosamente las novelas muchas veces sirven como ensayos en los que el arte recupera ese nivel vital: los protagonistas se obsesionan con las obras, su vida se transforma… el arte funciona.

 

-¿Qué lugar ocupa en tu vida el cine?

Me gusta, por supuesto, pero siento que estoy algo más alejado de lo que debería. Las series de televisión y las novelas ocupan mucho más tiempo en mi vida que el cine. Fue una gran pasión en mi adolescencia. Ahora no lo tengo tan presente, aunque hay directores que me obsesionan, como Michael Haneke, Lars von Trier o David Lynch.

 

-¿De qué autores de tu tiempo y de cualquier instante te siente afín, próximo o sencillamente un admirador?

Me interesan los escritores que entienden la literatura como modo conocimiento y reflexión. De entre mis contemporáneos: Patricio Pron, Ricardo Menéndez Salmón, Sergio del Molino, Ben Lerner o Gonçalo Tavares. Entre los maestros, sin duda, Enrique Vila-Matas, y también Paul Auster, Javier Cercas, Don DeLillo, Michel Houellebecq o Siri Husvedt. Y entre los de otro tiempo: Thomas Bernhard, Samuel Beckett o Borges. Lo que escribo está en deuda con todos ellos. 

 

*Tomo la foto de Miguel Ángel Hernández de aquí: 

http://revistaparaleer.com/agenda-eventos/presentacion-en-madrid-de-el-instante-de-peligro-de-miguel-angel-hernandez/

07/07/2016 01:20 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

FERNANDO LALANA: UN DIÁLOGO

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A Fernando Lalana (Zaragoza, 1958), Premio Cervantes Chico, le gusta experimentar con los géneros narrativos. Publica ‘Kansay city’ (Bambú / Casals), del oeste, y ‘A contraluz’ (Mira editores), de erotismo para jóvenes.

 

“El verano es un tiempo

 de euforia y la estación

del amor y el ligue”

 

-En este primer semestre del año ha publicado tres libros.

-Sí. A veces se concentran en torno al Día del Libro, que resulta maravilloso, y la Feria del Libro, que fue decepcionante. Vender un libro ha sido más costoso que nunca y, además, había poca gente.

-Aparece en el volumen coral: ‘Diez miradas. Para quienes nos enseñan a leer’ (Loqueleo). ¿Quién le enseñó a leer?

- Mi padre, que era constructor, tenía un cuarto con biblioteca. Era socio de Aguilar, pagaba una cuota y cada cierto tiempo aparecía por casa un comercial para ofrecerle las novedades y era un buen cliente de la librería Universal. Mi pasión por la literatura, y por la lectura, se la debo a él.

-A sus padres les dedicó su primera novela del oeste, y acaba de publicar la segunda: ‘Kansas City’.

-Es cierto. Aparece en Bambú/ Casals, de nuevo. Y nació de una especie de proyecto al que llevaba dándole vueltas algún tiempo. Quería escribir subgéneros que no había abordado: el terror, la novela empalagosamente romántica, el western y la novela erótica para jóvenes.

-Quedémonos un instante en el western.

- Un día mi editor Jordi Martín me dijo: “Empieza por el western. He soñado que se ponía de moda”. Y así nació ‘Una bala perdida’, que es una historia detectivesca que transcurre en Nebraska, protagonizada por George Macallan. Allí moría la mujer de su vida, Alicia Camarasa. ‘Kansas City’ es la continuación de su historia ocho años después. Es una novela más crepuscular, llena de aventuras y de acción, clásica, aunque también hay detectives a través de la agencia Pinkerton.

-¿Qué le interesa del oeste?

-Es un género que no había tocado. Me apasiona la tarea de documentarme: investigar para escribir de algo que no sabes me parece un privilegio. Y hay otro factor casi sentimental: yo soy muy admirador de Francisco González Ledesma, que empezó escribiendo novelas del oeste, bajo el seudónimo de Silver Kane. Decía que ahí había aprendido a escribir. Ya de mayor, recordó aquella época y publicó una novela deliciosa: ‘La dama y el recuerdo’. Cuando la leí, me entró el gusanillo.

-A la vez que ‘Kansas City’ también aparece en Mira editores ‘A Contraluz’, que es su novela de erotismo para jóvenes.

-No era fácil que les interesase a mis editores habituales. Poligone Education de Pamplona hizo una edición digital. Joaquín Casanova siempre me había pedido un libro y pensé que este podía ser el idóneo. Y aquí  está.

-¿Qué dificultades ha tenido?

-Escribir erotismo para jóvenes entraña sus riesgos. No puedes ni irte por la tangente, ni ser blando o irreal, tienes que interesarle. Y a la vez los jóvenes son más bien románticos y les gustan que los libros acaben bien, que las historias de amor se cierren. Aquí he contado la historia de un joven, Eduardo, enamorado de una chica, Elisa, pero todo se complica un poco más.

-¿Se dan esas ‘nude partys’ de las que habla en el libro?

-Sé que existen, claro, aunque esta es inventada. Recuerdo perfectamente que en los años 70, poco antes de la muerte de Franco, en Zaragoza yo participé en una de ellas. Una o dos veces, en una de esas casas con piscina, rodeado de amigos y todos desnudos, de 16, 17, 18 años. Aunque allí no sucedían las cosas que pasan aquí, donde hay un muerto.

-¿Qué vínculo existe entre el verano y el amor?

-Yo creo que el verano es la estación del amor, del ligue. Mis primeros amores fueron en verano: es un período de euforia, de entusiasmo, de las salidas de casa y es el tiempo de la playa, que también es un buen escenario para el amor.

-Se ha encontrado, en sus visitas a colegios e institutos, en chicos tan leídos como los de ‘A contraluz’.

-La verdad es que no mucho. Eso sí, cuando alguien te pregunta por Stanley Kubrick, es maravilloso.

-¿Qué libros nos recomendaría para este verano?

-‘Veinte poemas de amor y una canción desesperada’ de Pablo Neruda, que me sigue pareciendo un libro deslumbrante y que contiene todo el amor. Recomendaría un autor, Pierre Lemaitre, del que recomiendo ‘Nos vemos allá arriba’, sensacional, y ‘Camille, y ‘La isla de Bowen’ de César Mallorquí, con quien me siento muy identificado.

 

*Este texto ha aparecido en la contraportada de HERALDO. La fotografía es de Oliver Duch.

07/07/2016 08:35 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

VÍCTOR DEL ÁRBOL: UN DIÁLOGO

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Víctor del Árbol se confiesa admirador de Camus, Dostoievski y Miguel Delibes. El escritor barcelonés, todo un acontecimiento en Francia, presentó hace unos días en la librería Central de Zaragoza su libro ‘La víspera de casi todo’ (Destino), galardonada con el Premio Nadal 2016

 

Víctor del Árbol «Mis personajes buscan

la reconciliación consigo mismos y el perdón»

 

«He sido policía hasta hace cinco años y he hecho un poco de todo. He trabajado con menores, he ayudado en mil cosas, he trabajado en prisiones. Esa sí que es una experiencia intensa y fundamental para entender la psicología del monstruo. Los reclusos, dentro, están controlados; algunos, por instinto de supervivencia, se convierten en seres normales, pero en cuanto rebasan la barrera de la prisión se les despierta de nuevo el monstruo. Y de eso va un poco ‘La víspera de casi todo’: hablo de personajes con un pasado traumático que, a veces, esconden a un asesino», dice Víctor del Árbol (Barcelona, 1968), ganador del premio Nadal de 2016.

 

Sospecho que una novela con tantas historias extremadas, parte de la realidad.

Mis libros se alimentan de lo que ocurre. Supe de un joven que había quemado su casa. Y mientras leía ‘Lolita’ de Nabokov, me enteré de una historia parecida a la que cuento: una profesora se enamoró de un joven alumno de 17 años, se quedó embarazada, huyó con él y dejó a su marido. Poco después, cuando el joven creció, la dejó a ella.

Su historia es un poco distinta…

Sin duda. En mi novela una mujer, fotógrafa, que ha sufrido una experiencia terrible, se deja seducir por el muchacho. Aquí la inocencia conquista a la experiencia, y ella, la mujer, en la primera peripecia sexual que tienen, se pregunta cómo sabe él todo eso.

Ese joven es esquizofrénico…

La enfermedad le sobreviene, poco a poco, tras haber arrojado al vacío a una niña, Martina...

Sigamos con su reflexión sobre la realidad.

La realidad es inverosímil y la ficción tiene que ser verosímil. En la vida real las cosas no se resuelven del todo, no tienen coherencia, no tienen un nudo, un desarrollo y un desenlace. Eso es algo que tenemos que hacer los novelistas.

Sorprende un poco que un escritor de Barcelona ubique su narración en la Costa de la Muerte.

No se crea. He estado casado doce años con una mujer gallega, de Orense. Galicia forma parte de mi vida. Para mí la novela es, esencialmente, una puerta abierta al horizonte y también simbología. La Costa de la Muerte contiene muchos símbolos que son decisivos en el libro: el paisaje, el faro, los nombres, Ave del Paraíso, Ojos de Agua, Nicosia (que es un barco y un centro y una radio vinculados a las enfermedades mentales), y Punta Caliente, que es mi Macondo gallego. La Costa de la Muerte también alude a la idea del salto, del precipicio, del drama rural y, por supuesto, es un escenario de naufragios. Aquí todos los personajes son náufragos.

Son náufragos, pero también parecen perseguidos por el mal...

Los seres humanos tendemos a la negación del mal. A veces no queremos ver las evidencias, hacemos el relato que nos conviene y no queremos interferencias. Hablo de la gente normal que deja de serlo y comete aberraciones inesperadas, como el inspector Germinal Ibarra. No me interesan la bondad o la maldad como verdades absolutas. Nadie es bueno ni malo del todo.

En realidad, sus criaturas quizá sean supervivientes…

Sin duda. Mis personajes tienen un punto de partida oscuro, con fantasmas… Mis personajes son supervivientes, buscan la reconciliación consigo mismos, buscan la redención, el perdón.

¿La encuentran?

Bueno. Ahí entra la literatura, que cuestiona la realidad aparente y explora el alma humana: encuentra espejos que nos explican o nos reflejan en nuestras contradicciones, en la búsqueda de la felicidad; encuentra la luz y la oscuridad, el bien y el mal.

Hablemos de su estilo, tan cuidado. ¿Sabe para quién escribe?

Escribo por los personajes. Escribo para mí y deseo que en ese ejercicio, o tentativa, me encuentre con lectores cómplices que me interpelan a mí y a los personajes. Tengo clara una cosa: la literatura puede prescindir del escritor, pero jamás del lector.

 

*Esta entrevista apareció en Heraldo de Aragón, en la sección de Cultura. La foto de Marcos Budiño la he tomado de ABC en la red. Víctor está en la Costa de la Muerte. 

 

14/07/2016 01:08 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

PACO URIZ: TEATRO Y POESÍA

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Francisco J. Uriz:

«La cultura siempre está en crisis»

 

Francisco J. Uriz (Zaragoza, 1932) es escritor y traductor, tarea por la que ha recibido en dos ocasiones el Premio Nacional de Traducción: en 1996, por su antología de ‘Poesía Nórica’, y en 2012 por toda su trayectoria. Ha traducido a Gunnar Ekëloff, Ingmar Bergman, Artur Lundkvist y August Strindberg, entre otros muchos, en solitario o con su mujer Marina Torres. Entre sus méritos figura el de ser el fundador de la Casa del Traductor de Tarazona, en 1989, y de haber acompañado en varias ocasiones a Olof Palme, empeño que le regaló una bella nominación: «el poeta de Olof Palme». Alterna su residencia en Zaragoza y en Suecia. Ahora, en Libros del Innombrable, el sello zaragozano donde ha publicado varios poemarios y su lírica completa, presenta un volumen de teatro, compuesto por tres piezas - ‘Vietnam no está en la Edad Media’, ‘Mear contra el viento’ y ‘Decidme cómo es un árbol’, que da título al conjunto-, y a la vez traduce a la poeta Lina Ekdahl (Gotemburgo, Suecia, 1964), su libro 'En estos tiempos'.

 

Siempre le ha preocupado Vietnam -cuya guerra comenzó hacia 1960 y concluyó quince años después-, no solo en el teatro, sino también en la poesía.

Seguí con atención y entusiasmo la guerra de liberación de los vietnamitas contra los restos del imperialismo francés y su victoria tras la batalla de Dien Bien Phu, el David que derrotó al orgulloso Goliat. Tal vez venga de ahí mi inclinación por los más débiles (también en el fútbol), seguí las negociaciones de paz, la violación de los acuerdos por parte de Vietnam del sur y el inicio de la salvaje intervención norteamericana y su derrota.

¿Qué vio en ese conflicto, qué le perturbó tanto?

Me perturbó porque creo que nunca se ha utilizado tanta violencia y crueldad contra un pueblo que no les amenazaba por nada. Fue la batalla del país más industrializado y rico del mundo, Estados Unidos, contra un pequeño país campesino.

La obra se titula ‘Vietnam no está en la Edad Media’. ¿Cuál es su mirada dramática en esa obra, qué había y qué no había de Edad Media en ese conflicto?

El título de mi pieza surge de la frase de aquel humanista norteamericano que proponía bombardear a Vietnam «hasta la Edad de Piedra». Yo coloqué la acción en la Edad Media, por razones teatrales. Era la dejación y traición de las «patrióticas» clases dominantes para defender su país y la voluntad y astucia del pueblo para suplir a las clases dominantes en la noble misión de defensa de la independencia.

La segunda pieza del libro, ‘Mear contra el viento’, está redactada en colaboración con el cubano Jorge Díaz. ¿Es un grito, una forma de rebeldía? ¿En qué contexto fue escrita?

La pieza, subtitulada ‘Teatro infantil para adultos’, obtuvo una mención en el premio Casa de las Américas y unas generosas palabras de Max Aub, el escritor español en el exilio. En esta obra también el imperialismo norteamericano, esta vez el de las grandes corporaciones, era el objeto de nuestra crítica. Nos basábamos en los documentos secretos que se acababan de publicar de la ITT (empresa que fue fundada en 1920 bajo el nombre International Telephone & Telegraph). La filmó la televisión sueca y obtuvo un premio en Bulgaria.

En la tercera pieza hace una interpretación de las memorias del poeta Marcos Ana: ‘Decidme cómo es un árbol’. ¿Qué le interesó de él? El cineasta Pedro Almodóvar compró ese libro.

La pieza de Marcos Ana la escribí mucho antes de que se publicasen sus memorias. Utilicé una excelente entrevista publicada en la revista ‘Por Favor’ y lo que me había contado él en Estocolmo, en una de sus visitas a Suecia. Y también me basé en algunos libros de experiencias carcelarias durante el franquismo.

¿Qué quería hacer en su acercamiento a ese personaje que había conocido la cárcel?

¿Salvar algo de memoria histórica, tal vez? Podría ser la respuesta. Para que no se borre todo.

Acaba de traducir a la poeta sueca Lina Ekdahl, en Libros del Innombrable, en la antología poética ‘En estos tiempos’. De entrada, da la sensación de que es una poeta social, de denuncia, marcada por su compromiso y su beligerancia.

La mayor parte de poetas que traduzco son sociales. Ella es una sucesora en la línea del feminismo combativo: Sonja Åkesson, en los 60-70; Kristina Lugn, en los 70-90; y Lina Ekdahl, de los 90 a nuestros días.

Usted ha defendido una lírica no sé si panfletaria o inmediata, pero desde luego crítica. ¿Cuál es la misión de la poesía?

Soy partidario de una poesía impura, como decía Pablo Neruda, y de su verso: «Quien huye del mal gusto cae en el hielo».

¿Está la cultura en crisis, ha perdido su impacto social? Vive entre España y Suecia. ¿Ha sucedido ahí algo semejante?

Me da la impresión de que la cultura siempre está en crisis y en la revista ‘Crisis’, de Zaragoza, porque siempre hay en todo el mundo entusiastas impenitentes.

 

LAS FICHAS

Decidme cómo es un árbol. Tres piezas de teatro de Francisco J. Uriz . ‘Vietnam no está en la Edad Media’, ‘Mear contra el viento’ (con Jorge Díaz) y ‘Decidme cómo es un árbol’. Libros del Innombrable. Zaragoza, 2016. 242 páginas.

En estos tiempos. Antología poética. Lina Ekdhal. traducción de Francisco J. Uriz . Libros del Innombrable. Zaragoza, 2016. 113 páginas.

 

*La foto de Paco Uriz, en su casa de la Avenida de Valencia de Zaragoza, la tomó para Heraldo Esther Casas.

14/07/2016 01:18 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

VÍCTOR JUAN: UNA CONFESIÓN

Un cobarde que apenas teme ya nada

[Víctor Juan, uno de los ciudadanos más entusiastas y generosas que conozco, un pedagogo incansable que contagia su amor a la vida y a todas sus incidencias, hacía esta confidencia en su blog a cerca de una enfermedad que le ha hecho pasar por hospital en dos ocasiones. Lo titula así, pero él es todo lo contrario: es un hombre valiente y sereno que ama la vida con locura.]
UN COBARDE QUE APENAS TEME YA NADA
Por Víctor JUAN BORROY
Para entender lo que escribo –si es que se puede entender algo alguna vez– hay que considerar que yo soy un cobarde. Soy un cobarde, en general, para las cosas del mundo, y un cobarde para todo lo que tiene que ver con los procedimientos médicos. Durante los primeros cincuenta años de mi vida no me hicieron ni un análisis de sangre, pero en los últimos cuatro meses he estado muy entretenido con un gran nódulo tiroideo del que no sé ni cuándo comenzó a crecer ni desde cuándo vivía en mi cuello. Me han hecho cuatro o cinco pruebas, he acudido a consultas de varios especialistas y, finalmente, el viernes 3 de julio, a las 14h., ingresé en una conocida clínica zaragozana –como dirían las crónicas de sociedad– para que me practicaran una hemitiroidectomía o, lo que es lo mismo, para que me quitaran medio tiroides, justo el lóbulo que servía de sustento al intruso.
Desde que en abril decidí ir al médico hasta ahora mismo he procurado que mi enfermedad no les doliera antes de tiempo a las personas que quiero, evitando que sus preocupaciones se sumaran a las mías. Hasta que no supe qué día me operarían no les dije nada a mis hijos. Se hubieran entristecido tanto y hubiera servido de tan poco su tristeza, que he preferido no decirles nada.
Se han cumplido cien horas de la intervención. Es poco rato. Quizá alguien me quería por mi nódulo. Pues en ese caso he de decirles que lo nuestro se acabó. No tengo nódulo ni tengo medio tiroides, pero tengo la certeza de que voy a ser muy feliz con mi glándula incompleta. Estaba escrito que mi primera enfermedad tenía que ser una enfermedad aragonesa: un bocio, como el que padeció mi abuela.
Sabía que esa tarde de julio en la conocida clínica zaragozana me enfrentaría a la madre de todas las siestas. La anestesia te duerme, pero sus efectos son más inquietantes. Con la anestesia paralizan todos tus sistemas, reduciendo su actividad y, sobre todo, con la anestesia el enfermo no tiene recuerdos de lo que le ha pasado.
Mientras llegaba la hora, mi hija me hizo una fotografía, ya vestido con el camisón de la clínica y con unas zapatillas de don Pantunflo. Era la primera vez que me ponía un camisón. Desde el principio eché en falta una abertura en la parte delantera, un poco más abajo del ombligo, para ir al baño. En esa foto aún sonrío. Alguien pagaría, seguro, un puñado de euros por ella.
Con un poco de retraso sobre el horario previsto, entró en mi habitación –la 216, convertida desde que puse mis pies en ella en la Room Force One– el celador del quirófano. Iba a ser mi taxista particular. Siguiendo sus indicaciones, me tumbé en la cama con la misma falta de convicción de los jugadores de fútbol falsamente lesionados, a los que el árbitro les exige salir del campo tumbados o sentados en la camilla mientras hacen momos a la grada y escupen (los jugadores de fútbol tienen el gen de escupir permanentemente). El celador de pocas palabras me bajó al sótano. Todas las luces del techo de todos los hospitales deben ser las mismas luces, las luces de los techos de los pasillos de los hospitales de las películas. Mientras alguien podía vernos, mi conductor se mostraba cuidadoso y apenas rozábamos las esquinas y los marcos de las puertas. Cuando desaparecimos por el sótano, se relajó al volante y la cama se golpeaba con cada obstáculo por pequeño que fuera. Es el efecto tour de Francia –me dije–. Todo es de otra manera cuando nos ven o cuando sabemos que podrían vernos.
A esas alturas del drama, solo pensaba en Virginia, en Blanca y en Guillermo. Quería que sus sonrisas fueran mi última imagen antes de que los fármacos vararan mi cerebro en un puerto desconocido. Me inquietaba perder alguno de mis recuerdos, despertar y ser ligeramente otro. Me preocupaba despertarme siendo menos zaragocista o siendo un poco del Madrid. No quería olvidar la felicidad de los días de luz y palabras ni los caminos de ida y vuelta que juntos hemos trazado durante estos años. No quería olvidar ninguna de las frágiles convicciones que dan algo de sentido a mi vida. Con estas ideas revoloteando en mi cabeza, me dormí. Desperté sobresaltado. Creía que me ahogaba. Intenté incorporarme y defenderme a manotazos de no sabía quién. Me pasaron de la mesa de operaciones a mi cama. Enseguida me acercaron a una puerta. Virginia y Blanca me esperaban. Me besaron apresuradamente. No tuvimos tiempo para más, pero en ese instante supe que era quien soy, quien siempre había sido, que nada había cambiado. Pregunté la hora. «Las seis y cuarto», me dijo alguien. No distinguí quién era porque en el quirófano todo el mundo va vestido para un atraco. El anestesista me adelantó que iba a estar un buen rato allí, con las manos y los pies congelados y el corazón caliente, mientras me despertaba.
He pasado las cien primeras horas viéndolas venir. No he hecho nada, salvo dejar que pase el tiempo. Cada rato he estado mejor que el rato anterior. No tengo dolor. Hablo bien. Camino mirando al suelo, como el penitente que arrastra sus culpas, intentando proteger la herida de mi cuello.
Estos días mi estado de ánimo se refleja en la cocina. Al principio solo di algunas indicaciones, amables, mientras Blanca y Virginia preparaban la comida. Luego empecé a protestar si no utilizaban la sartén precisa. El lunes preparé la salsa de la pasta y el gazpacho de la cena. El martes hice ensaladilla rusa a la victorjuan y, por la noche, preparé revuelto de champiñones y gulas. Y me bebí una ámbar. Todo está bien.

Durante los últimos meses he descubierto que soy un cobarde que apenas teme ya nada.

***Coda: 
esta historia tiene su día de la marmota. El 15 de julio volvieron a operarme para quitarme el resto del tiroides. Soy ahora, como dice Melero, un auténtico aragónes.

POEMAS DE 'LA SOMBRA ERECTA' DE LAMBERTO ALPUENTE

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[Una pequeña selección de textos del libro ’La sombra erecta’ del joven poeta turolense Lamberto Alpuente Torres, por cortesía del autor.]

 

Pescando furtivos (pag.23)

  

Nadie sabe de dónde viene la batería de magnetismo, pero los temporales eléctricos aconsejan cerrar parques, jardines y moradas si se adora a los trofeos de plástico.

Una cruz de casi dos metros es quizás el mejor ejemplo de mecanismo revelador.

Una fuente de ilusión comprometida con los salones clandestinos y las limosnas.

Se alimenta una vez al día y no hace ascos a la quincuagésima cerveza.

Nutre al uniforme de vómitos, saliva, y dedos acusadores.

Habla claro y extenso, con gorrito, o con el morado en el pincel.

 

Aunque viniera de largo, disfrutar provocando al cizañero, al señorito, al cobardica, y a la foto de perfil mal follada, manteniendo maniqueas conversaciones por lo callado e infame cuando la bestia ronca, reconozco mi casamiento con la diferencia, para en los buffets, fornicar a los hijos de las verdades absolutas, y sé que, en ocasiones, no veía muertos, pero tampoco merecía el perdón, mi perdón, ajeno o propio.

Desde luego me esperaban en el corredor, por vidas de plomo, pescando furtivos.

 

 

SolEdad (pag.30)

 


La soledad es un armario de abrigos apolillados.
Recordatorio de la versatilidad del bastón en batalla.
Un péndulo que fluctúa progresivamente maniatando al equilibrio nonato.
La soledad es la viuda negra que, sin pestañear, ama y odia oscilando entre la adulación al pesebre y los conocimientos anatómicos que declinan en la antropofagia.
La soledad es la quimera del Dorado.
El descendimiento del explorador hacia cromáticas bragas salvajes, y la descarnada huida sin brújula, víveres ni cantimplora.
La soledad consume aberración en gramos de alto standing, practicando populismo con la aristocracia de bote, los duendecillos en goce, y las traviesas alimañas del túnel de perpetuo alimento. 
La soledad es una ducha de agua fría esperando el roce del ilusorio cuerpo amado que nunca llega.
Sabe de tretas pero no vaticina soluciones, lucha con la mente hasta agotar existencias.
La soledad es el solsticio arado que esclarece a los amantes y pensadores.
La soledad tiene tu número...Y el mío...

  

El espía con notas (pag.54)



1 -El sol descansa-

Los ojos fotografían lo que nuestro interior desea ver...
Aviones de papel errando en el balcón de infancia.
Planetas girando en trance alrededor del chiquillo de nebuloso tejido cósmico y lengua salvaje, manos de aventura, café con leche y galletas.
Anaranjados mares ondulándose al cerrar los párpados.
Invisibles invasores dejando el poso del paraíso sanador de poniente.
“Yo sabía quién era”


2 -La luna crea-

“Todo está permitido” susurra el abstracto garabato de tinta china nocturna para la calle de mandolinas y escuela.
El espía protege sugestivas notas contra la pared en llamas, por la creencia de la coincidencia un día en su conciencia.

Sus pequeños pies en punta clavan dardos del perfume de agua fresca.
(El jurado de jaqueca y migraña no podrá con su marfil de paciencia).
De mi aprensión, las caricias de seda sorprenden al muerto de arrugas de lastres en pena. 
Labios de unicornio que secuestran miradas desnudas penetrando en la casa de ceniza.
¿Tendrás un segundo antes que la sombra erecta desaparezca?
“Yo sabía quién eras”


3 -Lamberto escribe-

Nunca seré como los demás, y por eso escribo a tu sonrisa con mis lágrimas de miedo, para que recuerdes hasta el fin del tiempo, que nunca nos equivocamos al soñar despiertos.

Te esperaré. 

 

 

El libro del Chamán (pag.62)

  

Entre las hojas sueltas de un libro muy deteriorado, coexisten el traficante de armas y esclavos, perdido en la duna sin pierna, y el superhombre que abraza y solloza a los pies del caballo, en plazas ansiosas de paseo moderno.

Biografía de la castración.

Áspera, receptiva y estucada.

Mostrar un dibujo del hipódromo, y también del tanatorio, a la incultura.

Espirales de peta-zeta para la tubería del desagüe.

Terma iconoclasta

Olvido, y después…Rebaño…

 

La polisemia no ha conocido antros de comida rápida.

Admira los manjares que esconden la verdad oculta: Conocimiento.

 

Saborea la magia que aborrece dogmas para aprender los nombres.

Etnia, antropología, ficción, y el humor de un corazón, no uno más, quizás como el tuyo, siendo maestros y neófitos, y mandrágora, inhibidora de los prejuicios.

 

¿Conoces la realidad?

 

 

Etílico III (pag.68)

 

 

En Melilla, agarrado con dientes y uñas a una valla, un inmigrante cae y es apaleado por la policía.

Las pateras son un macabro negocio de mentiras, desenfrenado y criminal trasiego. 

¿Quieres llevar algo al gaznate? Aprende a nadar.

 

La procesión dispara su crecimiento en busca de la aguja en el pajar.

El estado nos envenena de vicios “menores” pero no hipoteca sus impuestos para mejorar en sanidad y cultura. 

El pez grande no se muerde la cola.

Sin plantas, árboles, ríos, abejas…No hay futuro…

Los vampiros, como los insectos, han empezado a beber sangre de jóvenes vírgenes cada noche.

Muertes rápidas, muertes lentas, muertes silenciosas…

 

Vivo en una ciudad tan pequeña, que es peligroso procurar un grito.

Vivo en un país donde nadie entiende nada.

¿Cuánto de lo que nos han contado es cierto? ¿Acaso nos llenamos el paladar de ilusorias prometidas?

Podrás llamarlo “el próximo cementerio” o, quizás, “matadero del siglo 21”

Estimulan la educación de los perros para después deshacerse de ellos.

Un día cualquiera, elige de los 365, nadie puede convencerse de haber apostado correctamente.

 

Desgracia llamada “utopía”. Brega sin importar su nombre.

Sobresaltado ante un espejo, extraño, ridículo y enfermo.

Enciendo la televisión, abro el periódico, siento las distancias.

Sostener con vida mi proyecto de las responsabilidades creadas para ser cadenas, presiones internas para mitigar la represión. 

Saltar al ruedo sin blancas banderas.

 

Éste, este es un país corrupto, injusto y odioso, salpicado por ladrones, embaucadores y holgazanes, sentados en sus retretes neoliberales defecando democracias violadas, manejando el silencio de la manzana agusanada.

 

Mordaza y grillete, y laureles para los dictadores pasados.

Suyos son los triunfos de la pandilla basura.

Transformación de mariposa en larva.

Educación medieval para neandertales. Tecnología para gilipollas inhumanos.

Puestos de trabajo en barcos de esclavistas. Materialismo para no ser un don nadie en esta tierra de zafios.

Control de masas.

 

Cocerán habas. Partirán nueces. Lloverán palos.

Pero saldremos a la calle por nuestra dignidad y libertad, pese a los que lían el prospecto aún durmiendo en el convento. Pese a los juerguistas que terminan volviendo a su madre, y a sus pañales. Pese a hablar a las paredes de la revolución de las flores.

Pese a estar adormilados por los golpes del estado, y sus amigos, siempre confundiendo los ideales con el peligro.

 

Y no puedo mentir. No tengo un móvil. Más que un espíritu que se acelera con cada asesinato diario.

El pueblo habla. No puedo mentir. Me siento un extraterrestre pronunciando un testamento subido a un andamio. Con lecciones muy pesadas que hablan de un tipo experimentado que sigue buscando un abrazo en los polos, o en la desmemoria por no saber expresar las incontables razones que nos pierden en lodazales, ultrajes, e innumerables pérdidas.

 

Ten cuidado y preocúpate al verme callado.

Antes, tomaremos la penúltima. Parece que las luces no se han apagado.

 

-Del libro ’La sombra erecta’ de Lamberto Alpuente Torres. Edición de autor, ilustrada por varios artistas. Lleva un prólogo de Javier Sabe, músico de hip hop. Lamberto dice: "Una persona, antes de marchar,me confío un secreto, no dejar de luchar y soñar hasta que marchemos a otr4o reino".

15/07/2016 17:46 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

EL SALÓN BLANCO DE LA ALMUNIA

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HISTORIA DEL SALÓN BLANCO DE LA ALMUNIA

 

Por Marta GRACIA BLANCO

 

Hasta los años 60, en pleno franquismo, si las ciudades pasaban penuria cultural, en los pueblos vivíamos, desde el punto de vista educativo y cultural, en el más terrible y absoluto de los abandonos. En el año 1965, supongo que en el marco de esa iglesia más social que surgió por entonces, la parroquia de La Almunia abrió las puertas de este Salón Blanco. Un proyecto que vino de la mano de lo que fue el instituto de Cabañas y el Focar, en esta misma plaza de la iglesia. Más o menos en la misma época y en el mismo contexto nacieron aquí la EUPLA y el Colegio Salesiano. El pueblo se llenó de estudiantes. El páramo cultural se llenó de vida. Creo que podemos decir sin sonrojarnos que la educación y la cultura cambiaron para siempre La Almunia y a los almunienses.

Pasaron los años. Cambiaron los tiempos. En el mes de diciembre de 2014 este cine proyectó por última vez una película con su proyector analógico. Las películas en celuloide, tal como siempre las habíamos conocido, se habían dejado de fabricar. Nos había venido encima, como una ola, la obsolescencia tecnológica.

Unos meses más tarde no sólo nos quedamos sin cine: nos quedamos también sin Salón. Hubo que cerrar la sala a cualquier uso porque presentaba deficiencias técnicas que afectaban incluso a la seguridad de las personas.

Creo que fue precisamente en ese momento cuando muchos vecinos y vecinas comenzamos a comprender en toda su profundidad la importancia que tiene para nuestro pueblo este salón. Lo entendimos cuando experimentamos todas esas cosas que, de pronto, ya no podíamos tener. Si no abríamos el Salón Blanco no podíamos tener cine. No podíamos tener teatro. No podíamos celebrar los fines de curso de la escuela de jota, de la asociación de mujeres, de las AMPAS. No podíamos organizar el Teatro de Madres. No podíamos organizar el Festival de Cine.

A los amigos que hoy han venido a acompañarnos me gustaría explicarles algo que los almunienses entendemos bien: el Salón Blanco es mucho más que un salón de cine. Es parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo. Todos los almunienses, de cualquier edad, podríamos contaros con cariño cientos de historias vividas aquí. Aquí han nacido amores y han crecido amistades eternas. Os podríamos hablar del Lobo, de Vitorián, de Alfredo el proyeccionista, de Fernando. Del ruido de las monedas golpeadas sobre la barra del bar para que nos atendieran pronto, antes de que terminara el intermedio. Os podríamos contar cómo nació el Festival de la Canción Blanca, como eran los festivales de Don Luis de Los Ríos, y cómo tomaron su relevo los festivales navideños de la asociación La Peña. Os podríamos contar cómo una vez al año, las madres se organizan y preparan un espectáculo precioso para disfrute exclusivo de los niños y niñas de los colegios. Os podríamos explicar que aquí han actuado grandes figuras del teatro, la danza o la canción pero también muchísimos almunienses que cantan jotas, que bailan, que tocan en la banda, en la rondalla, que hacen teatro, monólogos. Y por supuesto, el cine. Siempre el cine. Este Salón está lleno de historias en torno a las películas. Podríamos pasar horas, se nos pondría un nudo en la garganta, se nos arrasarían los ojos de emoción.

Pero más allá de la emoción, de los sentimientos y de los gustos personales está también la razón. Defender este Salón, comprender su importancia y apostar por él es la decisión más racional que el Ayuntamiento podía tomar. 

Unas instalaciones deportivas municipales son imprescindibles para fomentar el deporte de base y para generar deportistas profesionales. Así lo vimos aquí y durante años hemos invertido dinero, esfuerzo, personal y energías en dotarnos de equipamientos, oferta, cursos, infraestructuras. Por eso hoy la sociedad almuniense tiene un enorme músculo deportivo. De la misma forma, en La Almunia necesitamos unas instalaciones culturales municipales de calidad. Necesitamos un escenario, unos camerinos, un patio grande de butacas. Necesitamos un proyector digital. Necesitamos este gran espacio. Invertir dinero, esfuerzo, personal y energía en cultura, en infraestucturas culturales nos garantiza, si me permitís el palabrejo, “culturistas” de base y fomenta que nazcan “culturistas” de élite.

Una de las tareas más hermosas de un Ayuntamiento es ésta. Invertir en cultura. Ayudar a que sus habitantes se doten de herramientas para ser ciudadanos informados, con criterio, y, sobre todo felices. Porque antes que nada, el cine, el teatro, la literatura, la música... son fuente de felicidad. De felicidad y de autoestima.

Pero como os digo, esta es una tarea de un Ayuntamiento. Es responsabilidad del Ayuntamiento, y no de la Parroquia. Somos los almunienses quienes tenemos que asumir ese trabajo. Como decía aquel, y nunca mejor dicho, “A Dios lo que es de dios y al césar lo que es del César”. Durante muchos años este Salón ha recaído sobre las espaldas de la parroquia y ya era hora de que desde el Ayuntamiento les releváramos de esta tarea y de esta responsabilidad.

Por eso no quería dejar pasar la ocasión para dar las gracias públicamente. Gracias a Juanjo Moreno, mi socio de gobierno, porque se ha volcado en este tema. Creo que hemos hecho un buen tándem en un asunto jurídicamente complicado y seguiremos en ello, porque falta mucho por hacer. 

Y gracias enormes, gracias también en nombre del Ayuntamiento y en nombre de todos los almunienses a los dos párrocos, Antonio y Juan Luis. Es un agradecimiento doble. En primer lugar, gracias porque vuestra disposición en todo lo relativo a la cesión o venta del Salón Blanco ha sido inmejorable y muy generosa. Sé que sobre todo para Antonio desprenderse del Salón Blanco ha sido una decisión dura y sin embargo en todo momento antepuso el interés del pueblo a su propio deseo. Y gracias, también y sobre todo, porque tanto vosotros como vuestros antecesores hicisteis al pueblo el mejor de los regalos: abrir y mantener este Salón durante todos estos años.

Este Salón es lo que es porque los almunienses siempre lo vivimos y lo sentimos como “el Salón de todos”. Se construyó entre todos. Se ha disfrutado entre todos. Lo hemos defendido con uñas y dientes. Nos lo hemos creído. Y ahora por fin, es público. Es, legalmente y no sólo sentimentalmente, de todos los almunienses. Tendremos que trabajarlo, reformarlo, remodelarlo. Ponerlo a punto nos costará un poco menos o un poco más. Pero aquí está, vivo otro vez. Vivo como siempre.

Larga vida  al Salón Blanco. Larga vida, amigo mío. 

15/07/2016 19:05 Antón Castro Enlace permanente. Artistas No hay comentarios. Comentar.

DEBATE SOBRE EL AUTOR DE TEATRO

[Mañana domingo, a partir de las doce, en el Teatro de las Esquinas, se  celebrará un encuentro-debate en torno a la autoría teatral en España. Participarán Paloma Pedrero, Ignacio del Moral, Alberto Conejero, Yolanda Dorado y Alfonso Plou. El acto se abrirá con una reflexión general de Esteban Villarrocha y moderará el acto Antón Castro, en el también intervendrán otros autores, actores, profesionales de la escena.]

Generando Dramaturgos

La autoría teatral en España en el período democrático

Del autodidactismo a la enseñanza reglada

Un autor de teatro ¿nace o se hace?

El dramaturgo como literato versus el dramaturgo como escritor de compañía.

Editar teatro, leer teatro.

 

Por Alfonso PLOU

 

Si el trabajo del poeta es el de ver una multitud de seres alados que vuelan a su alrededor, el trabajo del dramaturgo es además el de convertirse en ellos.

Nietzsche

En estas cuatro décadas de período democrático en España la dramaturgia ha pasado del autodidactismo a impartirse como una especialidad contemplada y reglada en la Escuelas Superiores de Arte Dramático. De tal forma que los incipientes dramaturgos han pasado de surgir de sus torres de marfil y los premios literarios a comenzar con un título oficial que les acredita como dramaturgos. En medio de ambas situaciones, como antes y como siempre, los dramaturgos han surgido de la propia actividad escénica, como actores, directores, productores… que acaban siendo también dramaturgos, en solitario o en colectivo, de sus propios espectáculos.

En los años 80 y 90 tuvieron mucha importancia los talleres de escritura teatral que importantes dramaturgos de la generación anterior (José Sanchis Sinisterra, Fermín Cabal, Marco Antonio de la Parra, Jesús Campos…) impartían a los recién llegados. También fueron importantes determinadas iniciativas como el premio Marqués de Bradomín y algunas becas de escritura. Ahora juegan un papel importante iniciativas de los centros dramáticos como Escritos desde la escena del Centro Dramático Nacional o el T6 del Teatro Nacional de Catalunya o el Fomento de la Literatura Dramática del extinto Centro Dramático de Aragón. Dichos programas propician facilitar la relación de los dramaturgos con un proceso de creación dramatúrgica más cercano a la escena.

En todo caso, a parte de estas propuestas institucionales más o menos logradas y bienintencionadas, la gran mayoría de la escritura teatral del país se sigue produciendo, como siempre, desde los márgenes; desde lo que antes se llamaba de otra manera y ahora se llama teatro emergente, microsalas o búscate-la-vida-para-sacar-adelante-tu-proyecto-como-sea.

De todo ello queremos hablar desde la realidad del teatro aragonés y nacional. Con dramaturgos de diferentes generaciones aragonesas y la presencia de cuatro  figuras de la dramaturgia española de la generación de los ochenta y de la generación más reciente: Paloma Pedrero e Ignacio del Moral (por un lado) y Alberto Conejero y Yolanda Dorado (por el otro), que juntan unos cuantos importantes reconocimientos públicos.

Organizan y moderan el acto: Anton Castro, periodista cultural, Alfonso Plou, dramaturgo aragonés y Esteban Villarrocha, editor de la Editorial Arbolé, entre otras muchas cosas.

Colaboran:

-         La Asociación de Autores de Teatro

-         La Asociación Aragonesa de Escritores

-         Y unos cuantos dramaturgos aragoneses:

El lugar: El Ambigú del Teatro de las Esquinas

El día: el domingo 17 de julio.

La hora: De 12 a 14 horas

Al terminar el encuentro se servirá un vermú.

 

*Este retrato de Paloma Pedrero lo tomo de aquí:

https://mujeresresenando.files.wordpress.com/2015/01/399-paloma-pedrero-590.jpg

 

16/07/2016 18:34 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

ALBERTO CONEJERO: 'ESCRIBIR TEATRO'

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Encuentro este texto tan personal de Alberto Conejero, dramaturgo jienense, autor de 'La piedra oscura', galardonada con cinco premios Max en 2015. Conejero visita esta mañana de domingo, 17 de julio, a las doce, el Teatro de las Esquinas para conversar sobre la escritura teatral, dentro de la programación Zaragoza Escena.

 

Escribir (para el) teatro

por Alberto Conejero

Tomo este texto de aquí:

http://madridesteatro.com/escribir-para-el-teatro-por-alberto-conejero/

Escribir (para el) teatro

Considero que escribir teatro es imaginar historias en los otros y para los otros. No existe teatro que no sea un encuentro con los otros y por esa razón nunca se está solo cuando se escribe teatro, aun cuando la escritura acontezca en soledad. Se escribe teatro y se anhela intimidad con otros seres humanos. Porque como dice Enzo Cormann, los dramaturgos no escribimos teatro sino que escribimos para el teatro. Y por eso la escritura teatral contiene siempre la vocación de encuentro con otros imaginarios: con el del director, con el de los actores, con el del escenógrafo, etc. y, por último (o quizá antes que nada), escribir teatro es convocar el encuentro con el imaginario de los espectadores. Todos ellos, de un modo fantasmagórico, acompañan al dramaturgo cuando genera sus historias.

Quizá escribir teatro es en primer lugar citarse con quien uno quisiera o teme o intuye ser. O de otro modo: escribir teatro es concertar una cita con el desconocido que nos habita. Porque los personajes no dejan de ser las otras voces que encierra nuestra voz. Están allí, dentro, y cuando la escritura las libera, aparecen inextricablemente libres. Muchos dramaturgos insistimos en ese momento en que los personajes cobran voz propia y la mano se afana en el teclado (o el bolígrafo) por no quedarse atrás.

Escribo para lanzar preguntas para las que no tengo respuestas. La escritura me cuestiona como individuo y como ciudadano. Escribo porque dudo. Escribo también porque no aprendí a rezar pero tengo la necesidad de algo que no está pero a lo que debemos atender. Al igual que Perseo utilizaba el escudo para enfrentar a Medusa, yo empleo la escritura teatral para enfrentar mis miedos, mis anhelos o mis pasiones ingobernables. Escribo teatro y doy una forma a lo provisional e inestable. Dispongo ordenadamente una fuerza caótica. Cada obra es un laberinto donde espera un Minotauro que nos recuerda que, como todo misterio, la vida siempre tiene algo maravilloso y monstruoso a la vez. Y escribo teatro porque me hace profundamente feliz y siento la ilusión de libertad y plenitud escribiéndolo.

 

De dónde surgen las historias y cómo es el proceso de escritura

Como el escultor que intuye lo que la piedra esconde y la golpea y cuando termina descubre por fin la imagen anhelada pero nunca vista, el escritor libera con la escritura una obra que aún no conoce pero que presiente. Por mucho que la técnica nos ayude, por mucho que contemos con estructuras, estrategias, ideaciones de todo tipo, la escritura siempre es descubrimiento. La obra siempre sabe más de nosotros que nosotros de la obra. Por eso sentimos la necesidad de escribirla. Hay algo de acto de fe cuando se inicia un proceso de escritura. Se confía y hay un momento en que la obra se desvela, aparece finalmente. La escritura es acontecimiento que culmina en epifanía.

Las obras nacen de diferentes lugares. A veces surgen de la reunión de otras obras que has visto / leído y algo de tu vida las aglutina y genera una nueva; otras veces nacen de una imagen que contiene el germen de una historia o son provocados por una experiencia concreta. A veces brotan de un lugar más eidético o intelectual. Los encargos nos hacen habitar historias inesperadas pero no menos personales. En todo caso, la historia ya está ahí, se está incubando, es inútil poner resistencia porque sus síntomas se multiplican, se extienden por tu imaginación e incluso el cuerpo siente algo parecido a la fiebre. Como un zahorí, pasas esos días atendiendo a las señales, a los indicios de tu historia diseminados en todo lo demás. Pero entonces hay que decidir las coordenadas básicas: los personajes, el espacio, el tiempo, la situación… Hay una lucha de “número y poesía” como dijo Federico García Lorca, entre la técnica y las pulsiones no domeñadas, entre las limitaciones que impone la escritura/praxis teatral y la naturaleza impetuosa de su contenido. Existen manuales de escritura dramática, existen consejos a los nuevos dramaturgos, existen y son tan necesarios como prescindibles si no se siente la necesidad de escribir.

 

¿Cuándo se termina de escribir una obra de teatro?

Por último, al igual que es difícil saber cuándo se empieza a escribir una historia cada vez me es más difícil saber cuándo se termina de escribirla. Los ensayos, las puestas en escena y los espectadores han hecho que reescriba textos incluso después de su publicación. Durante los ensayos de la lectura dramatizada que dirigí de Ushuaiadescubrí algunas zonas que podían (y debían) amplificarse de un personaje gracias a las preguntas de Eva Rufo, la actriz que lo interpretaba. Y el texto ya se había editado…Estos días Pablo Messiez está ensayando La piedra oscura para el Centro Dramático Nacional y sé que la puesta en escena me hará descubrir lo que esconden los pliegues del texto y que quizá traiga una nueva versión que atienda tanto a sus fortalezas como a sus zonas más débiles. No se trata nunca de modificaciones radicales pero sí de ajustes que, por otro lado, también provoca el tiempo. Acabo de terminar, mientras escribo estas líneas, un texto nuevo después de siete borradores y de dos años de teatro. Siento la misma incertidumbre y alegría que cuando hace quince años terminé Húngaros, mi primera obra. Y como entonces comparto el deseo de Koltès: “solamente deseo que algún día pueda contar bien, con las palabras más sencillas, la cosa más importante que conozca y que pueda contarse: un deseo, una emoción, un lugar, luz, sonidos, cualquier cosa que sea un fragmento de nuestro mundo y que pertenezca a todos“.

 

 Alberto Conejero

*La foto la tomo de aquí: http://www.elcultural.com/imgNoticias/2015/8341_1.jpg

17/07/2016 08:37 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

CON CLARA USÓN, EN JACA

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[Mañana jueves, si el tiempo no lo impide, conversaré a las 18.30 en Jaca con la escritora Clara Usón en torno a su novela 'Valor', que transcurre en buena parte en Jaca. Rescata la figura de un tío suyo, Luis Duch, fusilado en 1936. Aquí dejo una entrevista que le hice hace algún tiempo y que se publicó en Librújula, la revista que dirige Antonio G. Iturbe.]

http://www.librujula.com/entrevistas/1087-clara-uson-valor-entrevista

 

*La foto es de Marta Calvo.

20/07/2016 21:35 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

MORENO CARBONERO: HISTORIA DEL LIENZO DEL PRÍNCIPE DE VIANA

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LETRAS ESTIVALES. DOMINGO*

 

Un cuadro magistral que se llevó El Prado

 

‘El príncipe don Carlos de Viana’, el gran retrato de Moreno Carbonero, estuvo en el Museo de Zaragoza desde 1919 hasta 1992

 

MUSEO DEL PRADO

‘El príncipe don Carlos de Viana’ (1881) de José Moreno Carbonero, uno de los cuadros de pintura histórica española del siglo XIX

 

Antón CASTRO

“La pintura se me manifestó, hace ahora 35 años, en el Museo Provincial de Zaragoza a través del cuadro ‘El príncipe don Carlos de Viana’, pintado por José Moreno Carbonero. Recuerdo la vivísima impresión que me causaba el modo en que está pintado el polvo de los libros y la estantería del fondo. Iba a menudo a verlo. Me gustaba mucho”, escribe el pintor Pepe Cerdá. El también artista y escritor Eduardo Laborda acudía a visitar a menudo aquel cuadro insólito, de un único personaje, con el perro a sus pies y la biblioteca detrás, porque le encantaba aquella obra academicista y magistral, del solitario resignado y melancólico. “En los años 70, hasta su transformación, el Museo de Bellas Artes de Zaragoza era de los mejores de España. Y su colección de pintura del siglo XIX era extraordinaria. Ese lienzo estaba en la primera planta y era toda una lección pintura, de técnica y de emoción. José Moreno Carbonero lo había pintado con 21 años. Impresionante”, dice.

‘El príncipe don Carlos de Viana’ es un óleo de 1881, realizado en Roma, donde el pintor malagueño estaba pensionado, de 3.10 metros de largo por 2.10 de ancho. Lo adquirió el Museo del Prado ese mismo por 5.000 pesetas (30 euros) porque recibió la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1919 se cedió en depósito al Museo de Zaragoza, que lo registró en varios de sus catálogos desde 1933 y lo exhibió hasta los años 70, instante en que fue retirado a los almacenes cuando se hizo la remodelación para instalar los fondos de arqueología. En 1992, cuando José Luis Díez organizó una gran exposición sobre ‘La Pintura del siglo XIX en España’ en el Museo de Arte Moderno, fue reclamado y ya no volvió a Zaragoza, algo que también ocurrió con otra obra fantástica aún de mayores proporciones: ‘Últimos momentos del rey don Jaime I el conquistador en el acto de entregar su espada a su hijo don de Pedro’ (1881) de Ignacio de Pinazo.

Ahora ‘El príncipe don Carlos de Viana’ está expuesto en las espectaculares salas del Museo del Prado dedicadas al siglo XIX, muy cerca de ‘Doña Juana la Loca’ (1877) de Francisco Pradilla y de ‘Los amantes de Teruel’ (1884) de Muñoz Degrain. Es un cuadro que impresiona, distinto a todos: la anécdota narrativa se ciñe a un único personaje, inscrito en una decoración infrecuente, casi mística o metafísica. Don Carlos fue uno de los personajes más infaustos e historiados por la literatura y la pintura: inspiró a Zorrilla en ‘La lealtad de una mujer y aventuras de una noche’ (1840) y a Gertrudis Gómez de Avellaneda su drama ‘El Príncipe de Viana’ (1844), pero también a artistas como Emilio Sala, Vicente Poveda, Julio Cebrián y Mezquita y Ramón Tusquets, entre otros.

Era el primogénito de Juan II de Aragón y de Blanca de Navarra, a la que también pintó José Moreno Carbonero (Málaga, 1860-Madrid, 1942), y era por tanto el legítimo heredero de ambos tronos. Juan II se casó en segundas nupcias con Juana Enríquez, madre de quien sería Fernando el Católico. Comenzaron las intrigas, de tal modo que Carlos cayó en desgracia y el rey hizo una maniobra extraña, sobre todo ante la popularidad y el cariño que suscitaba en Cataluña: encerró a su propio hijo y lo desposeyó de sus honores. El joven intentó recuperar sus derechos, pero le fue imposible y entonces se vio abocado casi a una existencia de fugitivo, centrado en el retiro, en la soledad y en la reflexión. Se marchó a Francia, fue amigo y confidente de Ausías March, que solía leerle sus poemas o trovas, y finalmente halló refugio en Nápoles, al amparo de su tío Alfonso V. Decidió recluirse en un monasterio próximo a Mesina, donde lo imaginó Moreno Carbonero. Se casó a los 18 años, guerreó, intrigó, conoció la prisión; pero aparece siempre envuelto en la fatalidad.

Algunos historiadores y críticos de arte han escrito que el joven artista “pintó la biblioteca de un alquimista, no la de un príncipe”, según recogió ‘La Época’. El propio José Luis Díez matizaba: “Así, tanto libros y mobiliario como la propia figura del noble están concebidos con el mismo sentido general de decrepitud que indica su destino sombrío, subrayado además por la austeridad cromática de la composición, tan solo rota por la riqueza del terciopelo encarnado del almohadón”. El cuadro destaca por su dibujo impecable y por la calidad de su pintura, por la riqueza de detalles, que acentúan el desaliño y el olvido, por la exactitud del sitial gótico y por esa atmósfera de desamparo absoluto. Había sido abandonado por casi todos, salvo por su perro.

Su destino fue aciago y enmarañado. Regresó a Barcelona en loor de multitud, pero las adversidades y conjuras siempre se multiplicaban a su alrededor. Murió en 1461, a los 40  años, en el Palacio Real de de Barcelona; quizá fuese envenenado. En cualquier caso, el retrato de Moreno Carbonero luce espléndido en el Museo del Prado y verlo allí, y pensar que estuvo en Zaragoza durante más de 70 años, produce una melancolía pareja a la que siente ese personaje flaco, de mediana estatura, que halló consuelo en la meditación, en la lectura y la escritura, y que parece el perfecto Segismundo de ‘La vida es sueño’ de Calderón de la Barca.

 

 

 

*Serie diaria de ’Heraldo de Aragón’.

 

 

25/07/2016 08:11 Antón Castro Enlace permanente. Artistas No hay comentarios. Comentar.

BLAS DE OTERO: POESÍA PARA TODOS

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Blas de Otero, del tormento

místico a la voz del pueblo *

 

Blas de Otero o la poesía para todos

 

El autor de ‘Pido y la paz y la palabra’ es homenajeado en su centenario (1916-1979), hoy en Veruela, por El Silbo Vulnerado

 

Foto en color con boina. FUNDACIÓN BLAS DE OTERO

En poeta en plena madurez, cuando vivía en Madrid con Sabina de la Cruz.

 

ARCHIVO ALFREDO CASTELLÓN / ASUNCIÓN CARANDELL

1959. Visita a Collioure, a la tumba de Machado. Arriba, primero por la izquierda, Blas de Otero; primero por la derecha, el zaragozano Alfredo Castellón. [Con ellos están: J. A. Goytisolo, Ángel González y José Ángel Valente. Abajo: Gil de Biedma, Costafreda, Carlos Barral y Caballero Bonald.]

 

Antón CASTRO

Blas de Otero es autor de la poética más breve de todos los tiempos: «Escribo / hablando». También observó: «Hundí las manos en el fondo de las palabras». Y ensayó esta breve biografía: «Mi terquedad es indomable, dirigida siempre hacia los cuatro puntos cardinales de mi vida: el arte, la mujer, la justicia y pasear por la calle». El arte, esencialmente, fue la literatura, y más en concreto la poesía. La mujer es la llama constante de su producción: el amor y el desamor, el cuerpo del deseo carnal, el faro y el sueño que persiguió y que encontró en Concha Quintanar, en la cubana Yolanda Pina y en Sabina de la Cruz. La justicia fue una profesión más que una vocación y también una pesadilla. Un quiero y no puedo que le ayudó a sobrevivir; como cosa curiosa, en 1935 se licenció en Derecho en Zaragoza, ciudad donde publicaría ‘Mientras’ (Javalambre, 1970) y donde lo retrataría Joaquín Alcón, y donde ha tenido lectores y glosadores entusiastas como Ángel Guinda y José Luis Melero. ¿Y pasear por la calle? Poeta con Dios en un principio, poeta del yo luego, acabó sintiéndose poeta del oído y de la música del idioma, poeta del nosotros, y buscó en los bares, en los mercados, en distintos paisajes españoles la voz de la gente, el desgarro de existir y el sentir del pueblo.

Blas de Otero, que nació en Bilbao hace ahora un siglo, fue un hombre atormentado, inclinado a la duda y a las depresiones. Nieto de un hombre que tenía barcos y de otro que era médico, su casa fue su refugio y el santuario inicial de la seguridad y la imaginación, donde contó con una mademoiselle, Isabel, a la que cantó en varias ocasiones. Estudió en Jesuitas y se sintió el habitante de una cruel pesadilla. Las cosas no iban demasiado bien para los suyos, y la familia se trasladaría a Madrid. Siendo un adolescente, se murió su hermano y poco después su padre. Cuando se repasa su biografía, parece un constante ir y venir, un desacomodarse febril, y eso le deja herida y hemorragia en su interior. Aprobó letras, dio clases particulares, combatió en los dos bandos en la Guerra Civil. Después, en 1941, trabajó como asesor jurídico y dos años más tarde se trasladó a Madrid para cursar Filosofía y Letras. Soñó entonces ser «un poeta profesor», pero la universidad lo decepcionó. Volvió a Bilbao con un gran sentimiento de culpa: había dejado a una de sus hermanas al frente del negocio familiar y estaba seriamente enferma. Intentó relevarla y lo hizo un tiempo hasta que sus contradicciones fueron tan intensas que se autoexilió en París.

Para entonces ya era poeta: había pertenecido a círculos católicos, había escrito su ‘Cántico espiritual’, de claro influjo místico y con perfecto dominio de la métrica española. Era un joven inseguro, un náufrago en el centro de su angustia, y ya había ensayado pasos más hondos y estremecedores, más humanos con dos libros: ‘Ángel fieramente humano’ (1950) y ‘Redoble de conciencia’ (1951), que reaparecerían en 1958 en un solo tomo, ampliado: ‘Ancia’, uno de esos libros que anuncian a un poeta mayor. El poeta que pasa del diálogo con Dios al diálogo consigo mismo y que ya intuye que está a punto de descubrir una nueva actitud: el compromiso, la solidaridad, la firmeza de la poesía social, que cristalizará en otros títulos claves como ‘Pido la paz y la palabra’ (1954) y ‘Que trata de España’ (1964).

Blas de Otero era un poeta que había asimilado muchas lecturas: desde Rosalía de Castro a Juan Ramón Jiménez o Lorca, desde Pablo Neruda y César Vallejo a Walt Whitman. La experiencia parisina le cambió la vida: amó a Tachia Quintanar, actriz y rapsoda, y novia de García Márquez durante casi un año, se hizo marxista y se afilió al Partido Comunista. Preso de la nostalgia regresó a España y se curó recorriendo Castilla y sus pueblos, aquel viaje era como el autosacramental del peregrino en su patria. El militante comunista, que tuvo muchos problemas de censura, viajó en 1960 a Rusia y a China; en 1964 se trasladaría a La Habana, donde contrajo nupcias con Yolanda Pina, y finalmente regresó a Madrid en 1967. Se reencontró con una amiga de juventud, la profesora Sabina de la Cruz, y vivieron felices. Blas de Otero alcanzó la plenitud como enamorado, como hombre y como poeta.

Este mismo año aparecía en Galaxia Gutenberg la edición en rústica de ‘Obra completa (1935-1979), de 1274 páginas, en edición de Sabina de la Cruz y Mario Hernández. Y hoy, a los pies del Moncayo, en el XV y último Festival Internacional de Poesía de Veruela, se le rinde un homenaje a cargo de El Silbo Vulnerado con ‘Aquí tenéis’. Luis Felipe Alegre, su director, recuerda el consejo del poeta: «En 1977 me acerqué a él y le pedí consejo para recitar ‘Hombre’. Lo recitamos ambos y luego sentenció: “sigue las reglas y trabaja los encabalgamientos. Escucha a Pío (Fernández Cueto). Mis sonetos los puedes recitar como quieras, hasta gritarlos. Pero no recites para los círculos literarios, porque esa es la minoría de siempre y la poesía debe llegar a todos”». En la función se escenificará uno de sus poemas claves: ‘A la inmensa mayoría’. Quizá su poética más rotunda. 

 

*Este texto apareció el sábado en ’Heraldo de Aragón’.

25/07/2016 08:16 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

FIN A LA POESÍA DEL MONCAYO

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    ECOS DE POESÍA, HISTORIA Y CARIÑO DESDE VERUELA
    Almudena Vidorreta, poeta y profesora en Nueva York, alumna dilecta de Aurora Egido, está pasando unos días en la casa familiar de Los Fayos. El sábado estuvo en Veruela, entre amigos. No pudo asistir el debate en torno a Blas de Otero de Manuel Forega, Luis Tamarit y Amador Palacios, coordinado por Inés Ramón, pero sí estuvo en la sesión vespertina. Oyó a los músicos -el juglar y trovero Claudio López, Luigi Maráez y Alime Huma, Rafa...el Lechowski, poeta, rapero y editor, El Sharif y la nueva formación de El Galgo: liderada por Jesús López, que ahora se parece un poco a Franco Battiato- y asistió también al espléndido y emocionante recital de El Silbo Vulnerado, 'Aquí tenéis', que ofrecieron Luis Felipe Alegre, rapsoda, actor y cantante, y Dolores Miravete, 'Dolos', en honor y recuerdo de Blas de Otero (1916-1979). Muchos amigos y artistas le regalaron a Trinidad Ruiz-Marcellán una cajita llena de sorpresas y cariño, y un niño le ofreció un ramo de flores. Así se despidieron quince años del Festival Internacional de Poesía del Moncayo y también al coeditor Marcelo Reyes, alguien que anda por ahí al aire de su vuelo.

    Almudena tomó esta foto de la iglesia de Santa María de Veruela y la colgó en su muro de Facebook. Que se sepa, nadie de ninguna institución ha acompañado a Trinidad y su equipo en la despedida. La vida sigue, y la poesía también.

25/07/2016 08:20 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

CÁLAMO, PREMIO BOIXAREU GINESTA

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Librería Cálamo de Zaragoza galardonada con el Premio "Boixareu Ginesta" al Librero del Año

 

La librería Cálamo de Zaragoza ha sido reconocida con el Premio "Boixareu Ginesta" al Librero del Año que otorga la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). El jurado ha concedido el galardón a esta librería aragonesa "por ser un arquetipo de librería de fondo independiente que desarrolla iniciativas innovadoras que le han convertido en un centro de irradiación cultural dentro de su entorno". 
El Premio "Boixareu Ginesta" reconoce públicamente desde 1995 la labor de aquellas librerías y libreros que realizan una importante labor en el fomento y desarrollo de la cultura escrita y que contribuyen a la consolidación de la cadena del libro en sus ámbitos de actuación. 
Librería Cálamo, dirigida por Ana Cañellas y Paco Goyanes, es una librería independiente de fuerte compromiso cultural fundada en 1983 con dos objetivos: ofertar y vender buenos libros, cuidando la selección de sus fondos bibliográficos bajo el único criterio de la calidad, y participar de manera activa en la vida social y cultural de la ciudad de Zaragoza a través de la realización de numerosas actividades ligadas al mundo del libro y de la cultura.

A lo largo de sus más de 30 años de existencia ha recibido diversas distinciones por su labor y participado en eventos dentro y fuera de España. Recientemente ha sido reconocida con el Sello de Calidad de Librerías que otorga el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte en colaboración con la Asociación de Cámaras del Libro de España y está destinado a proteger a las pequeñas librerías y reconocer su importancia en la cadena del libro y su papel como agentes culturales. Algunos medios de comunicación la han incluido también en el ranking de las mejores librerías del mundo.

En la actualidad mantiene abiertos dos espacios en la capital aragonesa: Librería Cálamo (Plaza San Francisco 4) especializado en literatura, ciencias sociales y libros de viaje y Cálamo Infantil (Plaza San Francisco 5) de literatura infantil y juvenil que le permiten presentar una amplia oferta editorial a su público. Asimismo, cuentan con tienda on-line a través de la que atienden pedidos nacionales e internacionales.

En el apartado cultural, la Librería Cálamo organiza infinidad de actos como presentaciones de libros, conferencias y debates, exposiciones bibliográficas, conciertos, lecturas públicas, teatro, actividades para niños, cursos de escritura creativa, catas y venta de vinos. Convoca también los Premios Cálamo, que anualmente premian libros y autores elegidos por los clientes. Cálamo es también una empresa de gestión cultural que elabora y realiza proyectos relacionados con el mundo del libro en los ámbitos local, nacional e internacional, de manera especial en México, Colombia y Guinea Ecuatorial. Entre ellos, la organización de los Encuentros Talento Editorial para el Hay Festival América y los Encuentros de Librerías y Editoriales Independientes Iberoamericanas "Otra Mirada".

En ediciones anteriores del "Boixereu Ginesta" fueron premiadas, las librerías Laie de Barcelona (2015), la Antonio Machado de Madrid (2014) y la Marcial Pons (2013), con sedes en Madrid y Barcelona (2013). La entrega del galardón se realizará en 13 de octubre en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) en el marco de las actividades de Liber 2016, la feria internacional más importante del libro en español.

En el mismo acto se entregarán, además, los Premios Liber al Fomento de la Lectura en medios de comunicación y en bibliotecas abiertas al público a la periodista de Radio Nacional de España Pepa Fernández quien dirige el magacín de fin de semana "No es un día cualquiera" y a la Red de Bibliotecas Municipales de la provincia de Barcelona, respectivamente. Asimismo, también se concederá el Premio a la mejor adaptación audiovisual de una obra literaria a la película Un día perfecto, dirigida por Fernando León de Aranoa y basada en la novela Dejarse llover, de Paula Farias. Además se premiará al autor hispanoamericano más destacado y se homenajeará a un editor por su trayectoria en el mundo del libro, ambos pendientes de conocer.
 
Barcelona, 26 de julio de 2016
Nota de Maria Dolors Herranz. Prensa Liber.
*Esta foto pertenece a los archivos de Heraldo en internet.

 

 

EN 2013, CÁLAMO FUE SELECCIONADA ENTRE LAS LIBRERÍAS MÁS BELLAS DEL MUNDO. PUBLIQUÉ ESTE ARTÍCULO EN 'EL PAÍS SEMANAL'

 

LA ESCALERA DE AUTOR DE CÁLAMO

 

Una librería es un mundo y un compendio del mundo. Francisco Goyanes lo tenía muy claro desde que fundó Cálamo en octubre de 1983, hace treinta años. Un mundo propio, trazado con el laberinto infinito de las Humanidades, en cierto modo un autorretrato impreciso que empezaba a dibujarse en el espacio y en sus contenidos. Cálamo ha querido ser siempre un teatro acogedor, un santuario, una casa habitada por la curiosidad, la sorpresa y las distintas formas de belleza. Paco Goyanes siempre ha sido partidario de los cambios, de la mudanza, de emprender aventuras, y eso explica qué ha sido y qué es Cálamo. Una librería apacible, cómoda, envolvente con sus propuestas y a la vez un teatro en marcha; de ahí que haya tenido un sello editorial, o incluso dos, o que haya realizado numerosas apuestas, visibles a lo largo del tiempo. Viajero insomne e infatigable, Goyanes y su equipo han apostado por los viajes, y lo siguen haciendo, por los idiomas (abrieron otro local dedicado, sobre todo, a los libros en francés), y por la literatura infantil y juvenil, por los álbumes ilustrados, por tantos y tantos libros que buscan la armonía perfecta entre innovación, beldad (o lo que Paco llama, en sus estantes, “libros especiales y muy especiales”), embrujo y calidad. Cálamo ha querido ser una casa de libros y el espacio donde los escritores hablasen y contasen sus libros. De ahí que así, como quien no quiere la cosa, diga que a lo largo de estas tres décadas por Cálamo hayan pasado más de 2.000 escritores. Cálamo ha querido ser una casa de citas para la amistad, para la inquietud intelectual, para el compromiso y una forma de mirar y entender los tiempos que pasan.

A Paco Goyanes y a su equipo –conformado ahora por sus hermanos Jorge y María José, por su compañera Anna Cañellas y por el librero León Vela- siempre le ha interesado lo diferente. La otra mirada. Libros que proponen travesías de lugar, de conocimiento, de temblor inesperado y de rebeldía. Quizá por ello creó los Premios Cálamo, que han sido un acontecimiento en Zaragoza y en España, porque han distinguido autores, volúmenes y propuestas de diversos lugares del planeta. Y ha establecido vínculos permanentes con las ferias y editoriales sudamericanas, con jóvenes editores, algo que ahora se concreta muy especialmente en su relación con el grupo Contexto y con su pasión por Acantilado, la editorial que exhibe al completo como si fuera uno de sus mejores autorretratos. Y puesto a innovar, o a buscar afinidades, o lo que él llama “maridajes”, ha incorporado los discos de músicas selectas, músicas del mundo, desde el jazz a las sendas del new age, y ha establecido una modesta vinacoteca: vinos infrecuentes, cuidados, de exquisita manufactura, que anuncian la singularidad del local. El vino de las palabras, el vino de la imaginación, el vino como estímulo de creación y tertulia. Y cuando se habla de Cálamo ahora hay que citar dos cosas esenciales: ese conjunto de más de 40 jaulas que tienen en su interior poemas, aforismos, sueños y que recuerdan la jaula de Ramón Acín y Conchita Monrás, y su característica escalera. Allí ha impreso los nombres de los ganadores de los Premios Cálamo, casi siempre tres por edición, y ha bautizado cada peldaño con nombres que resumen la trayectoria de Cálamo: los escritores José Luis Rodríguez y Manuel Vilas, los impresiones Stella y Paco Boisset. Cálamo siempre ha tenido como una hornacina o una alcoba interior: allí están los libros de pensamiento, allí tiemblan las palabras que viajan en el tiempo con un latido de verdad, de búsqueda y de delirio.

 

26/07/2016 11:09 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

JONÁS TRUEBA: DIÁLOGO DE CINE

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[Jonás Trueba (Madrid, 1981) está ultimando su cuarta película, que se estrenará este mes de septiembre. Se titula ‘La reconquista’ y aborda una historia de amor, las relaciones de pareja, la pasión y sus resquicios. Hace algún tiempo, cuando estrenó esa espléndida y vitalista película que es ‘Los exiliados románticos’, conversamos alrededor de ella y de su cine. Rescato esta entrevista que explica quién es este cineasta tan personal, que busca emoción y que tiene sus propios ideales de cine. Aquí lo vemos, detrás de Francesco Carril, uno de sus actores fetiches, que reaparece en ’La reconquista’.]

 

-Empecemos por el título, ‘Los exiliados románticos’: alude a un libro...

Había estado leyendo cosas sobre el Romanticismo, pensando en otro proyecto, y un poco también por curiosidad personal. Me sorprendió encontrar cosas muy actuales en las ideas de los primeros románticos: la idea de que vida y poesía son indivisibles, es un ideal del que me gustaría participar, y es un poco nuestra aspiración desde Los ilusos films, la productora con la que hemos llevado a cabo ‘Los exiliados románticos’. El título se lo robé a E.H. Carr y me ayudó mucho a pensar la película que íbamos a hacer, pero dejando a un lado a su mítico ensayo más allá del título.

¿Cuál sería el concepto que te ha interesado subrayar o desplegar?

Me interesaba el choque entre dos conceptos tan antitéticos y, a la vez, poder situar a nuestros personajes dentro de un movimiento de raíz europea y, medio en broma, medio en serio, sugerir que lo que vamos a ver forma parte de ese movimiento... La película para mí habla de un gesto, un gesto pequeño pero no exento de épica, como un brote tardío de romanticismo que nace en un bar de copas de Madrid y culmina en los jardines de Luxemburgo.

 

¿Qué le debe ‘Los exiliados románticos’ a tu película anterior ‘Los ilusos’: en atmósferas, en el propio reparto y en método de rodaje mismo?

Siempre digo que son como hermanas que discuten. ‘Los ilusos’ (2013) es en blanco y negro y sin salir del barrio, ‘Los exiliados románticos’ es una fiesta de colores y viaje hacia el norte de Europa; en ‘Los ilusos’ partíamos de cierto pesimismo hasta recuperar el optimismo, en ‘Los exiliados...’ el reto era mantenerse en el optimismo de principio a fin... Aquella se rodó a lo largo de siete meses, en ratos libres, y esta nueva se ha hecho en diez días concentrados al máximo. Pero dicho todo esto, cada película es fruto de la anterior, aunque sea para llevarla la contraria. Lo que pasa es que ‘Los ilusos’ nos dio tantas alegrías que hemos montado una productora y hemos repetido todos. Luego la técnica en la que han sido hechas es parecida y la vez distinta. Nunca sistematizo, me gusta sentir que cada película es un nuevo mundo. Obviamente hay costumbres en nuestra forma de ser y de trabajar, pero tratamos de sentir que empezamos de nuevo cada vez.

¿Y qué le debe a Francia y al cine francés?

En mi casa familiar siempre hubo más presencia de la cultura francesa que de ninguna otra. Mi padre es un verdadero afrancesado. Yo, como hijo suyo, supongo que algo de contagio ha habido. Pero en mi caso es algo que está ahí sin casi haberlo pretendido. Luego voy intentando recuperar contacto con otras cosas. Francia me gusta relativamente. Hay muchas cosas admirables y otras no tanto, como pasa con todas las culturas y países. Más que el cine francés, me gustan determinados directores franceses (tampoco diría que me gusta el cine español, el cine norteamericano o el cine japonés...).

No solo eres cineasta sino que eres cinéfilo y explicas el cine a los alumnos. ¿Qué películas y qué ideas básicas tenías en la cabeza?

Antes que cineasta soy espectador. Y trato de ser el mejor espectador posible, aunque cada vez me resulta más difícil, lo cierto es que observo a algunos estudiantes de cine que pretender ser cineastas siendo espectadores muy perezosos, muy prejuiciosos, muy juzgadores, muy poco generosos con las películas, más allá de tres o cuatro cosas que han visto y quieren imitar... y les pregunto: ¿pero cómo pretendéis que sean acogidas vuestras películas si vosotros sois tan poco acogedores con las de los demás...?

Para mí la idea básica del cine, cada vez más, es la de compartir. El cine es compartir. Como una buena charla, o una comida, o un paseo en el que compartimos sensaciones, cosas que miramos y escuchamos, cosas que nos gustan. Intento que las películas sean lo más parecido a eso. Por eso lo que más me gusta es que cuando luego viene alguien y me dice: he ido a cenar al restaurante ese que sale en tu película, o “he estado buscando el libro del escritor ese aragonés, Chusé Izuel, del que habláis en ‘Los ilusos’... pero no lo encuentro y no sé qué hacer...”. Siempre hay algunos que se molestan porque hablas de un libro en la película, pero luego hay otros que te dicen que se quedaron con él en la cabeza, que lo han comprado y lo han disfrutado, o que lo están buscando. Eso es el cine para mí.

La película transcurre esencialmente en tres espacios: París, Annecy y Toulouse. y, formalmente, es una comedia y una ‘road movie’... ¿has querido hacer una exaltación de la vida y de la juventud?

Una exaltación de la vida tal vez, aunque suene pretencioso. Exaltación de la amistad, de la posibilidad de hacer el tonto y también de arriesgarte al ridículo, de poner el corazón a mil por hora. No la pensé como comedia ni como road movie, porque son géneros que requieren de un tipo de construcción que esta película no tiene. Creo que se construye sobre un gesto, el de ir decir: "creo que estoy enamorado", y que no importe lo que pase después.

¿Es una película sobre las heridas de amor y los sueños interrumpidos?

Es una película en la que no hay heridas, en todo caso pequeñas cicatrices. La sangre siempre acaba cicatrizando. No hay drama en esta película y, si en un momento asoma, es despejado. Es verdad que la palabra sueño se repite mucho, y me llama la atención a mí también porque nunca recuerdo mis sueños, duermo demasiado profundo. Es por eso que se habla de sueños o cosas que han sucedido pero no se recuerdan bien. De ahí surge la necesidad de ponerse en movimiento, para averiguar si era un sueño o no.

Es muy importante Miren Iza, del grupo Tulsa, y una de sus canciones. ¿En qué medida te has basado en ella para componer el guion?

Hay canciones de Miren que estaban tan metidas en mi cabeza que solo después me he dado cuenta de su importancia. No parábamos de escucharla durante el rodaje, en los coches en los que nos desplazábamos. Pero es un proceso recíproco. Ella había compuesto una canción después de ver "Los ilusos" y suena en la película, dice: "quiero declarar la guerra a la realidad". Eso me encanta porque entronca con esa reflexión que dejé pendiente en una respuesta antes. Ella va a muerte con sus canciones, me encanta eso. Es capaz de admirar, de amar, no es cínica. Yo pretendo ser igual.

¿Quién se enamora más de la cantante: el director o los espectadores?

Bueno, espero que todos... El amor por sus canciones creo que queda claro con esta película. Pero sospecho que hay muchos enamorados de Tulsa y sus canciones... Miren y yo hemos aprendido mucho juntos y vivimos un año 2014 en el que hemos compartimos muchas cosas.

¿Significa para ti algo la palabra ‘indi’, se te cuela de alguna manera? Da la sensación de que haces cine con una mirada hippie, desenfada, luminosa y a la vez profundamente nostálgica, como de otro tiempo...

Nunca me ha gustado el concepto del "Cine indie". Es una marca que asocio a Sundance y Miramax y Harvie Weinstein. Boyero el otro día escribió de la película y como creo que no sabía muy bien qué decir de ella, pues recurrió a la idea del cine indie, pero me parece muy desubicado. No es un cine del que me sienta muy cerca, es una etiqueta y por tanto no quiero generalizar, pero se asocia a una cierta idea temática y formal de la que me siento lejano: planos bonitos cámara en mano, fotografía saturada, desenfoques, poca profundidad de campo. Ninguna de mis películas tiene esos rasgos distintivos, más bien se diferencian por propuestas radicalmente opuestas.

¿Tiene algo hippie? 

La cultura hippie también me resulta muy lejana, no he sido ni de viajar ni de fumar porros ni de escuchar a Jimmy Hendrix y probablemente estoy siendo muy reduccionista o desacertado al asociar esos actos a ese movimiento, lo que confirma mi ignorancia sobre el tema. El primer viaje en furgoneta que he hecho ha sido en esta película... Pero sí que intento hacer películas donde haya luz o cierta idea vitalista, que no parezcan sufridas, porque tampoco busco legitimarme con grandes temas ni poniendo a los personajes a sudar.

A veces, como le pasaba a Truffaut, tengo la impresión de que en tus películas solo hay un único motor, con ligeras variaciones: las emociones, el erotismo, los vaivenes de los amantes, ... ¿No hay otra cosa tan determinante en la vida?

El amor me parece el único gran motor que existe para ponerse en movimiento y hacer cosas. El amor entendido en su forma más amplia. Amor a la vida, a los amigos, a las mujeres, a las películas, los libros, las canciones... Me gusta mucho el último libro del poeta Juan Antonio González Iglesias, "Confiado" (Visor), porque reivindica el amor a los maestros y nos recuerda lo importante que es tener un referente, pero también porque cifra en el amor la confianza que podamos tener en el futuro.

¿Somos en realidad unos constantes exiliados del amor, entonces?

El amor no nos enajena, como dicen algunos, sino que nos pone en el mundo, nos da un centro de gravedad. Por eso, si no encontramos el amor, vamos en busca de él. No hacerlo sería un poco de cobardes, egoístas, narcisistas, conformistas y cínicos. Sin ese amor o esa búsqueda del amor no tendría sentido hacer nada.

¿Qué le debe tu cine a la literatura y en concreto a la poesía? No me sorprende tu alusión a González Iglesias...

La poesía es ritmo y melodía, y me gusta pensar las películas también así, como cuando un verso termina y deja una palabra colgando en la siguiente línea. Eso es maravilloso, vertiginoso también, y me puedo quedar ahí colgado mucho rato. El cine funciona de otra manera pero sigue siendo ritmo y melodía y también obedece a un tipo de lectura que hacemos de izquierda a derecha, porque cada plano desplaza al anterior hacia la izquierda. Pero la poesía en concreto es un lugar donde ir a buscar lo que no sabemos encontrar en ningún otro lugar, es ir allí donde a veces se encuentra lo que no se puede decir de ninguna otra manera. Está más allá, es otro reino. Godard decía que el cine tiene que expresar aquello que se nos ha quedado en la garganta sin poder ser dicho. Era su intento de colocar el cine a la altura de la poesía.

Un director como tú, intuitivo y a la vez reflexivo, ¿piensa en un público en concreto’ ¿Para quién sería esta película?

En todo caso pienso en mis amigos y, depende de cada película, en cada momento de mi vida, he pensado más en algunas personas concretas. Pero no hago cálculos de público y me molesta cuando otros cineastas, pretendiendo ir de humildes y como dando a entender que algunos otros no lo fueran, dicen que hacen películas para la gente... como si tuvieran una fórmula, o como si la gente entonces se plegase a la fórmula... Y si a veces ha sido así y nos hemos plegado a una fórmula, yo prefiero que vea menos gente mi película que dar con la fórmula supuesta. No estoy nada obsesionado queriendo que mis películas las vea todo el mundo. Me alegra que las vea cuanta más gente mejor, pero lo que me alegra de verdad es que haya alguno que la vea y disfrute. La cantidad da igual.

La película también transmite una cierta idea de felicidad, de buen rollo. ¿Os lo pasasteis tan bien como parece?

Lo pasamos muy bien pero también sufrimos. De hecho, ha sido la película en la que más he sufrido, porque disponía de muy poco tiempo y teníamos que movernos mucho. No sufría mientras se rodaba pero sí en algunos momentos de desplazamiento, falta de sueño y cansancio general. Es una producción un poco kamikaze, un poco inconsciente, y por suerte podemos decir que ha salido bien pero lo cierto es que podía haber salido muy mal, podíamos habernos dado una buena hostia, metafórica y literal.

¿En qué cambia tu manera de dirigir a las chicas con respecto a los chicos?

Creo que las chicas me imponen más, como en la vida... Quizá les dedico un poco más de atención por eso, y también porque a veces hay que explicarse más y demandan más. Pero me gusta eso. No sé si sería capaz de hacer una película sin mujeres...

¿Son ellas aquí las fuertes, las que parecen más enteras?

Yo creo que sí. En las tres películas que he dirigido he intentado que las mujeres tuviesen peso, fuerza y personalidad. Aunque seguramente no puedo dejar de mirarlas desde la distancia y la idealización de un hombre que las quiere y las admira... Isabelle Stoffel y Renata Antonante tienen muchísima personalidad, por eso las quiero en la película. A la vez son un tipo de mujer que no se ve tanto en las películas, o eso me parece a mí. Me gustan mucho por eso, me fascinan, tienen una inteligencia, un humor y una belleza muy únicas.

¿No temes que acaben considerándote un raro, un director un poco marciano?

Ya percibo a veces que me encasillan, insisten en que mis películas tienen muchas referencias literarias o intelectuales. Pero yo no me siento nada intelectual. Solo he leído unos pocos libros, pero cuando me gustan trato de compartirlos con entusiasmo, y utilizo las películas que hago, que son mi mejor plataforma para ello, igual que con otras cosas que me gustan. Por lo demás, creo que soy un director muy normal, muy menor y muy limitado, pero lo acepto con humildad porque me siento muy feliz de poder permanecer en el cine, siendo consciente de que antes que yo, a la vez que yo y después de mí, estuvieron, están y vendrán muchos más y mejores.

27/07/2016 01:28 Antón Castro Enlace permanente. Artistas No hay comentarios. Comentar.

JEAN BATTEN: LA REINA DEL AIRE

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LETRAS ESTIVALES.

 

Jean Batten o la Greta Garbo del aire

 

Historia de aviadora neozelandesa (1909-1982) que rivalizó con Amy Johnson y Amelia Earhart y murió en Mallorca en el olvido

 

JOHN NYE

Retrato firmado de Jean Batten en 1938, cuando publicó su primer libro. Ya era admirada y famosa.

 

 

Antón CASTRO

Jean Gardner Batten es uno de esos casos de mujeres célebres, invitadas a todas las fiestas y amadas por muchos pretendientes, que pasaron de coronar el azul del cielo a desplomarse en los abismos del olvido. Esta neozelandesa se convirtió en una de las reinas de la aviación de los años 30 y rivalizó con Amy Johnson (1903-1941) y con Amelia Earhart (1897-1937).

Jean nació en Rotorua (Nueva Zelanda, 1909) y se cuenta que su madre, Ellen, puso sobre su cuna un poco antes de nacer la hoja de un periódico que informaba de la gesta de Louis Blieliot, que cruzó el Canal de la Mancha. Estudió secretariado, ballet y música, porque quería ser pianista. Y quizá lo habría sido si no se hubieran cruzado en su infancia y juventud las aventuras de los exploradores del aire Charles Lindbergh o Charles Kingsford-Smith; este visitó su ciudad y la joven logró que la llevase en su avión, el Southern Cross. Tenía 18 años y ese paseo fue determinante. En complicidad con su madre, no tardaría en marcharse a Londres para convertirse en piloto. Se dice que vendió su piano para pagar el pasaje; a su padre, dentista, le idea le pareció descabellada.

Llegó a la ciudad del Támesis y en poco tiempo, Jean Batten aprobó los exámenes teóricos, pero le faltaban las horas de vuelo. Y, según sus biógrafos, pronto demostró su capacidad de persuasión. Enamorada de la moda, bella y persuasiva, consiguió que su novio Fred Truman costease su licencia; poco después, estableció relaciones con el comerciante de telas inglés Victor Doree, y le regaló una avioneta Gipsy Moth, con la que se jugó el tipo en varias ocasiones (se estrelló en Pakistán), pero siempre demostró arrojo, sensatez, conocimiento de mecánica y tuvo un poco de suerte. Al parecer, hizo tantas tentativas, y las promovió en los medios de comunicación, que cada vez que fallaba en sus vuelos, los diarios escribían con algo de sorna: “Inténtalo otra vez, Jean”. No cejó en ello y no tardó en convertirse en una mujer de primera plana por doble motivo: su inclinación a la seducción y por su osadía en la avioneta. En 1934 logró realizar un vuelo completo de Inglaterra a Australia en 14 días y 22 horas, superando a la propia Amy Johnson.

Dejó a su novio y consiguió que Lord Wakefield fuese el patrocinador de sus expediciones aéreas. En 1935, con una nueva avioneta, Percival Gull, un monoplaza de ala baja, voló desde Inglaterra a Brasil y al año siguiente coronó otro sueño: la ruta Inglaterra-Nueva Zelanda, la primera vez que se hacía, que le sirvió para reencontrarse con su país y para conocerlo mejor durante seis semanas. De todo ello dio cuenta en su primer libro, ‘Mi vida’ (1938). Para entonces ya era muy conocida, había sido galardonada y condecorada y la prensa estaba encantada con esa mujer de ojos claros, coqueta y distinguida. La habían bautizado como “la Greta Garbo de los cielos”. Se dice que por su afición a la ropa siempre llevaba el traje de aviadora y dos vestidos impecables para cualquier imprevisto social.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, contactaron con ella para que colaborase con los aliados con su monoplaza, pero lo desestimó porque no aceptaron sus condiciones. Sí participó en tareas de propaganda y también dio charlas con el objeto de recoger dinero para la causa. Poco a poco, fue cayendo en el olvido.  En la inmediata posguerra, residió en Jamaica, varios años, y más tarde en Málaga, adonde llegó hacia 1966, y en Tenerife. En los años 70, tras la muerte de su madre, se instaló en Mallorca, “un lugar con sol”, tal como ella lo definió. Vivió, en Porto Pí, en la urbanización Vista Mar y en 1979 publicó una segunda autobiografía: ‘Alone in the sky’ (Sola en el cielo).

Falleció el 14 de noviembre de 1982, a consecuencia de una infección provocada por una mordedura de perro a la que no le había dado importancia. La llevaron a la morgue, se dio parte a la Embajada de Nueva Zelanda, pero nadie reclamó su cuerpo y sus restos mortales fueron depositados al cabo de 50 días en la fosa común. Algunos años después, periodistas ingleses y neozelandeses iniciaron sus pesquisas, y sería el historiador de su país Ian Mackersey, que intentaba redactar su biografía, quien lograse recomponer su historia al encontrar la noticia de su óbito en el registro. En el cementerio de Mallorca hay un relieve que la recuerda y desde 2009 cuenta con una calle en el barrio de La Bonanova. En el aeropuerto de Auckland, Nueva Zelanda, una terminal lleva su nombre y allí se conserva su avioneta Percival Gull, con la que surcó los cielos del aire desconocido que tanto le gustaban.

 

27/07/2016 09:06 Antón Castro Enlace permanente. Deportistas No hay comentarios. Comentar.

LA DISPUTA POR LOS BIENES: EN FRAUDE DE LEY

EN FRAUDE DE LEY

 

Por Marisancho Menjón*

Existe un curioso enunciado, llamado “Ley de Godwin”, que afirma que cuando en una discusión en internet se menciona a Hitler o a los nazis, esa discusión se acaba. Lo mismo pasa cuando aparece el recurso al anticatalanismo: en cuanto se utiliza como respuesta o justificación, se puede dar por concluido todo intento por mantener un intercambio sensato de opiniones. En ese punto, el nivel de la conversación ha descendido a cero, se han terminado los argumentos.

Últimamente, el anticatalanismo aparece a la primera de cambio en las discusiones relacionadas con los litigios por el patrimonio de Sijena, pero aducir que las reclamaciones de este patrimonio se deben a simple catalanofobia es evidenciar que no se tienen argumentos o que no hay voluntad de ofrecerlos.

Las reclamaciones aragonesas de obras pertenecientes al Monasterio de Sijena se sustentan en sólidos argumentos jurídicos que fueron aceptados por los Tribunales. Las dos sentencias en las que han culminado los dos procesos abiertos por esas piezas, accesibles a quien quiera leerlas porque están en la red, recogen esos argumentos, los valoran y aceptan porque están bien fundamentados. En el caso de las ventas de bienes en 1983, 1992 y 1994, se dictamina que fueron nulas de pleno derecho y que se realizaron en fraude de ley. Es difícil ser más contundente. La jueza considera tan claro el caso que por eso ordenó la ejecución directa de la sentencia. Esas ventas acumulan diversas irregularidades que no han podido ser contestadas por los letrados de la parte catalana: quien las efectuó, que era la priora del monasterio de Valldoreix, no tenía capacidad jurídica para hacerlo, pues se erigió en representante de las monjas de Sijena sin serlo; afirmó que ambas comunidades, Sijena y Valldoreix, se habían fusionado cuando no era cierto; los permisos eclesiásticos con los que se contaba no se dieron para vender ese patrimonio; de dos de las ventas no se hizo escritura pública; no constan documentos de pago; no se dio traslado de la venta al Ministerio de Cultura, como es preceptivo por ley; y, finalmente, se trataba de bienes que, en buena medida, no podían enajenarse porque pertenecían a un Monumento Nacional, hoy BIC, protegido por la ley. No hay aquí asomo de anticatalanismo y sí sólidos fundamentos de derecho.

En el caso de las pinturas de la Sala Capitular, objeto del segundo litigio impulsado desde Aragón y que también ha obtenido una sentencia favorable, ha quedado probado que el MNAC las posee como mero depósito en precario. Fueron arrancadas en 1936 en una operación de salvamento, para evitar una destrucción que se consideraba irremediable tras su incendio. El problema fue que ya nunca se devolvieron, como sí ocurrió con tantísimas otras obras de arte rescatadas, incautadas o trasladadas a lugar seguro durante la guerra. Las monjas de Sijena jamás formalizaron ninguna clase de depósito, y el intento de donación que al parecer se produjo en 1992, lo firmó nuevamente la priora de Valldoreix y no llegó a perfeccionarse, no contó con permisos eclesiásticos ni civiles y no fue objeto de escritura pública y legal. Se quedó en eso, en un intento de alguien que ni siquiera era el dueño del bien.

Un depósito no prescribe ni caduca y ha de levantarse cuando el dueño lo diga. La dueña de las pinturas, en este caso, sigue siendo la Comunidad Sanjuanista de Sijena, hoy representada por la madre federal de la Orden de San Juan, y ha decidido que esas pinturas deben volver a casa. Su traslado es delicado pero si se hace con la debida profesionalidad, las pinturas no tienen por qué sufrir deterioro. De hecho, han sufrido ya ocho traslados, éste solo sería el noveno. Y no es necesario “arrancarlas por segunda vez”, como se ha afirmado, sino sólo desmontarlas de la estructura en la que están colocadas, y volverlas a montar sobre los arcos de la sala. Eso sí: es responsabilidad muy importante del Gobierno de Aragón tener esa sala en condiciones para cuando se produzca el momento de la devolución.

Frente a todo ello, los letrados de la parte catalana han aducido que  el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Villanueva no tienen competencias ni legitimación para reclamar los bienes, que las acciones han caducado o prescrito y que los bienes, aunque sean pinturas murales o las puertas del palacio prioral, no estaban protegidos por la declaración del monasterio como Monumento Nacional. Pero no han aportado ni un solo documento que avale la legalidad de las ventas o demuestre la formalización de un depósito por la comunidad monástica de Sijena.

No, señores, no se trata de anticatalanismo. Así que, al menos por nuestra parte, podemos seguir discutiendo. Con argumentos.

 

*Periodista e historiadora del arte. Tiene un libro en prensas sobre este asunto en Prensas Universitarias de Zaragoza. Este texto se publica en 'Heraldo de Aragón'.

 

Y en su blog, también publicó este texto.

Me falta un Cristo para completar la colección

Alfonso Salillas recordaba el otro día, cuando se produjo el traslado de la cuna del Belén de Sijena al Museo de Zaragoza, cómo las monjas le dejaban jugar cuando era niño con las minúsculas campanillas que tiene esa pieza. Es un recuerdo sencillo, una simple anécdota, pero ilustra muy bien la enorme diferencia que existe en el trato que se da al patrimonio por parte de quienes lo tienen como suyo, la gente de los pueblos a los que esos bienes pertenecieron, y por parte de quienes sólo ven en él su valor artístico o material, desde un enfoque meramente académico o técnico. Qué distinto es decir “Esa Virgen era la patrona de mi pueblo” o “Esa talla románica completa nuestra colección”.

Uno ve en un museo, cualquiera de ellos, una vitrina llena de vírgenes románicas y se pregunta qué hacen ahí, de qué sirve acumular unas tallas que al formar parte de una serie han perdido su sentido. “La Virgen de tal lugar” se convirtió en “una pieza escultórica del siglo XIII” metida con otras compañeras en una vitrina, una más. Los turistas pasan delante de ellas, les dedican una mirada durante unos segundos, quizá escuchan un comentario genérico en la audioguía, y pasan a otra cosa. A la siguiente vitrina, esta vez llena de cruces y cálices, o a la decimoséptima pared con retablos colgados.

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Los museos de arte antiguo han ejercido un papel importantísimo en la conservación del patrimonio en épocas en las que sufrió peligro de deterioro, venta o desaparición por distintos motivos. Es cierto, es incuestionable, y es su mayor mérito. Pero llevan cumpliendo esa función unos cien años, algunos mucho menos, mientras que los pueblos han conservado ese patrimonio durante siglos y siglos. Los eruditos, académicos y coleccionistas no valoraron, por ejemplo, el arte románico hasta tiempos relativamente recientes; por el contrario, lo despreciaron y tacharon como “arte bárbaro”. En los pueblos, sin embargo, aquellas toscas imágenes fueron respetadas siempre, permanecieron inmunes a los variables criterios académicos porque eran suyas, formaban parte de su identidad, habían sido veneradas durante generaciones y a su intercesión se acudía en la zozobra. Daba igual que fueran feas o bonitas, valiosas o no, de un siglo o de otro, de madera o metal, denostadas o ensalzadas en los libros. Se trataba de otra cosa más honda y auténtica. Los mejores guardianes del arte fueron esos pueblerinos que no entendían de criterios estilísticos y que invariablemente han sido y son denostados, menospreciados por los ámbitos cultos.

Tan menospreciados que, a menudo, ni siquiera pusieron el nombre del lugar de procedencia de las piezas que iban entrando a los museos: qué más daba, qué importaba, era una buena tabla gótica, o una preciosa cruz procesional, o un relicario… que acrecentaban la colección. Hay cientos, miles de piezas expuestas en los museos cuyo origen se desconoce.

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Quizá el caso más extremo sea el del Museu Marès, del que proceden las fotografías que ilustran este texto, cuyas colecciones son excesivas, mareantes, resultado de una acumulación obsesiva de su dueño, que llegó a las 66.000 piezas. Alli, las esculturas románicas comparten espacio con series inacabables de llaves, pipas de fumador, bicicletas antiguas, bastones, abanicos, pianolas, clavos… Pero, en el fondo, la impresión de collage absurdo tarda en olvidársenos tras la visita a la mayoría de los museos.

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27/07/2016 19:11 Antón Castro Enlace permanente. Temas aragoneses No hay comentarios. Comentar.

GUILLERMO BUSUTIL: 'ARGONAUTAS'

http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2016/07/31/argonautas/867206.html

El artículo de los domingos de Guillermo Busutil.

 

Cuaderno de mano

Argonautas

Guillermo Busutil  31.07.2016 

 


No es lo mismo ser atleta olímpico que emigrante sin vocación. Unos se marchan con alas rojas y el sueño de convertirse en héroes elegidos. Los otros sólo aspiran a ser héroes anónimos de espaldas grises. El esfuerzo de los primeros tal vez lo recompense el triunfo de una marca y posar en alto con una medalla de laurel simbólico. Los segundos sólo pugnan por un empleo digno con su sueldo correspondiente. Sus conquistas no se valorarán de igual manera en su mismo país de origen. Nada en común tiene el adiós a su embarque. A los emigrantes nadie los avala en su rumbo. Sin alas, sin federaciones, sin preservativos anillados en la maleta y sin reportajes periodísticos que los animen a su gesta. Ni siquiera les silbarán el himno cuando coronen la meta de un empleo por encima de los mil euros brutos. Ese deseo de buena suerte susurrado con un abrazo o un beso casi a solas en una terminal aérea sin reportaje fotográfico. A los heraldos, en cambio, los despide el presidente enrocado en la ambigua soledad de su investidura y los celebra como españoles de una gran nación de españoles que los respaldarán con ánimo si no superan la prueba. A los emigrantes sólo su familia los absolverá de su fracaso. Y en su despedida sólo son para Rajoy una cifra social que cuestiona el ave fénix de su reforma laboral. Los 100.000 emigrantes que salieron el pasado año, sumándose a los 833.339 españoles que lo hicieron entre 2008 y 2015, nunca competirán con su recuerdo de los hijos del viento, de las sirenas sincronizadas, de los guepardos azules de agua a 24º y de los fondistas que, junto con otros atletas, vuelan rumbo a Río. Volver con una medalla prestigia a España. Quedarse a trabajar en el extranjero es un fracaso nacional que no se vende en el hemiciclo ni en portada.

De ninguno de los 2,4 millones de españoles que sudan su trabajo, en otros estadios de competición laboral del mundo, se puede presumir como producto interior de una buena política. Tampoco dan las satisfacciones del deporte. La disciplina que anualmente nos ofrece un ídolo generacional, un modelo al que imitarle el corte de pelo y su canción de karaoke. Estrellas de Zeus de ese mercado donde cada verano se sueña con un cromo de 100 millones de euros, sin detenerse a pensar en la inmoralidad de pagar esa cantidad por unas cualidades que nunca son ejemplo de nada que fomente el valor del conocimiento, del coraje o la creatividad. Hace mucho tiempo que el mundo se convirtió en un balón de fútbol. Religión de pobres y de ricos, de dioses y de pícaros, cuya economía se mueve por detrás y por debajo, y alrededor también de los espectáculos de élite deportiva. Un negocio como el que va a inaugurarse en la capital de Brasil, con 14 millones de analfabetos, según los datos de la UNESCO de 201, y 40 millones de personas viviendo en la pobreza.

Las Olimpiadas van a ser el oasis de agosto. A su manera se lo dijo Felipe VI a la muchachada olímpica: «Sois la ilusión de la sociedad española». Lo hizo a la hora en punto en la que Madrid se había convertido en la capital mundial de Pokémon Go. Más de 5.000 personas concentradas en la misma zona de la capital, en la que hace meses también se citaron decenas de improvisados manifestantes a favor de dos concursantes de Gran Hermano, para cazar estas criaturas de Nintendo y cuyos ejemplares más difíciles capturó también el viernes Nick Johnson. Un neoyorkino de 28 años que ha tardado 17 días y muchas horas de sueño en conseguirlo. Ahora únicamente le faltan Mr. Mime, Kanaskhan y Farfetch´d, los pokémon sólo disponibles en Europa y para cuyo safari ya busca patrocinadores.

 

Al ritmo que se idiotiza la infantilización social no tardará este juego en catalogarse categoría olímpica. Es increíble lo que moviliza el absurdo como se dijo en un programa de Radio 3 en el que no recuerdo quien espetó que «menos salir a la calle a cazar pokémon y más a salir a la calle a protestar». Lo triste es que hacerlo tampoco sirve de mucho a juzgar por lo que sucede en este país abochornado entre el espectáculo de los líderes de sus partidos secuestrando entre todos el Estado de Derecho y la necesidad de una dialéctica política de altura; el error de los responsables de la Seguridad Social que ha pagado jubilaciones a 30.000 personas fallecidas; el profesor de la Facultad de Económicas de Santiago de Compostela, Luciano Méndez, al que el escote sensual de María le turbaba las clases y a los 3.500 periodistas en paro, según la actualización informativa de la EPA. Firmas, voces e imagen que se añaden a los 31.800 que han perdido el oficio de preguntar y contarnos que hay detrás de la batalla. Unos datos a los que pronto habrá que sumar los mil despidos del ERE que prepara Iberia y el 20% de la plantilla del Banco Popular en su estrategia de reducir costes con medidas no traumáticas y en aras de ganar eficiencia. Qué manera más sibilina tienen algunos de manejar conceptos con tono hidalgo, molestándose en cambio cuando alguien les responde educadamente con la inteligente esgrima del lenguaje quevediano, y el coraje romántico de los que toman solos y a pie de letra el combate de llamar a las cosas por su nombre, sin artículos cómplices ni disfraces de ninguna clase.

Maracaná no luce su fuego olímpico en la noche. La flecha de la llama encenderá los sueños heráldicos el próximo viernes de la fiesta. Mientras, aquí continúa la carrera de fondo de la precariedad laboral. El 91,01% de los contratos temporales se traducen en casos de ansiedad, de estrés y depresión. Da igual el sector. En hostelería el sueldo medio es de 600 euros, y hay hoteles que pagan a las camareras euro y medio por cada habitación de las que tienen que hacer 30 en 4 horas. Otros empleos ofrecen 400 euros por diez horas en jornadas con turnos variables, que impiden otra ocupación de la misma índole. Tampoco se salva la sanidad andaluza sobre la que un médico, Juan Toral, denuncia en una carta sus sueldos mileuristas con guardias maratonianas, el elevado cierre de camas en verano y la imposibilidad de garantizar una asistencia de calidad. Según los estudios realizados por Josep María Blanch, catedrático de psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, mientras que un parado se centra en las esperanzas de encontrar trabajo, en un precario laboral esta ilusión se desvanece y su actitud se desmoraliza cada vez que se enfrenta a perores condiciones laborales.

En agosto, si puedo, me gusta regresar a mi infancia. Estoy releyendo Las aventuras de Huckleberry Finn de la editorial Sexto Piso, traducidas por Mariano Peyrou. Su destino es un río por el que emigra huyendo de la orfandad y buscándose la vida. Me alegrará la suerte contra el crono, la altura, la distancia y las dianas de los paisanos olímpicos, pero el éxito de verdad se lo deseo a los emigrantes que se marchan hacia la difícil prueba de su futuro. A solas, en otro idioma, sin cobertura social de ninguna clase ni pisos de acogida. Ni un corifeo de orgullo en el caso de su regreso. Aunque su vellocino no sea de oro, su manera de batirse el cobre a diario los convierte en mis auténticos argonautas. Lo mismo que Huck, con el que prosigo mi lectura rebelde contra el allanamiento político de nuestra inteligencia y nuestra fantasía.

 

*Tomo la foto de aquí.

31/07/2016 14:08 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

'EL FANTASMA DE GAUDÍ'

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La vida y la obra de un arquitecto visionario

 

El Torres y Jesús Alonso Iglesias publican en Dib-Buks el cómic de intriga ‘El fantasma de Gaudí’

 

Antón CASTRO

Antoni Gaudí (Reus, 1852-Barcelona, 1926) dijo: “La belleza es el resplandor de la verdad, y como que el arte es belleza, sin verdad no hay arte”. Es uno de los arquitectos más misteriosos del siglo XIX y XX. En su obra, acusada de barroca y fantasiosa, se perciben diversas huellas: el arte oriental, el arte nazarí y el mudéjar, el arte gótico (para algunos él realiza un peculiar arte neogótico) y el Mediterráneo, con su luz, su colorido, su sensualidad y la hermosura continua de las formas. Fue un solitario, un místico y un innovador, amó y no fue correspondido, y dejó en su obra un sinfín de elementos simbólicos, religiosos y esotéricos que hacen de él un personaje complejo e insondable. Falleció tras ser arrollado por un tranvía el 7 de junio de 1926: vestía como un pordiosero, iba sin identificación y pensaron que era un mendigo. Para entonces ya había concebido algunos de los mejores edificios de la Barcelona contemporánea: la Casa Calvet, la Casa Figueras o Bellesguard, el Parque Güell (contó durante años con el mecenazgo de Eusebio Güell), la Casa Batlló, la Casa Milà; el gran proyecto de su vida, desengañado de otras apetencias mundanas, fue la Sagrada Familia, a la que él llamaba “El Templo”, sin más.

A Ricardo Esteban Plaza, editor de Dib-Buks, sello especializado en cómic, no le había pasado inadvertido este ermitaño y sabio de la arquitectura. E invitó al  guionista El Torres y al dibujante y colorista Jesús Alonso Iglesias a realizar una novela gráfica. El Torres aceptó de inmediato, aunque con una objeción: él no se sentía cómodo en el género de la biografía y optaría por la ficción. “Ficción sobre Gaudí, sobre su obra (…) Y de repente surgió. Un asesino que odia y ama a Gaudí al mismo tiempo. Que se sentía tan confundido y abrumado como yo. De toda esa confusión de sentimientos surgió el tebeo”, dice El Torres, y avanza algunas claves de su mirada: “Aquí está todo, la necesidad de comprender y la capacidad de fascinarse, y la rabia por no poder comprenderlo todo”.

Así nació ‘El fantasma de Gaudí’ (Dib-Buks, Madrid, 2015), donde fue decisiva la presencia de Jesús Alonso Torres. El propio El Torres define así la aportación del dibujante: “Si yo creo que soy minucioso y obsesivo cuando escribo, Jesús lo es más. Hace mi tarea más fácil. Estudia minuciosamente todos los ángulos posibles de la narración, se documenta no solo con las cuatro fotos que le envía el guionista, sino que busca y rebusca más allá. Y luego dibuja. Dibuja como los ángeles”,

En esta novela de intriga y suspense se produce una cadena de asesinatos en edificios de Gaudí: en Casa Vicens y en los Pabellones Güell, en la Casa Calvet, en la Casa Batlló y La Pedrera. Son crímenes un tanto rituales que provocan desconcierto. Está claro que la arquitectura de Gaudí es uno de los protagonistas fundamentales de este cómic, algo más que un escenario. El constructor Montull dice: “En cierto modo, Gaudí es Barcelona. Su visión, su genio conformaron el ánima de esta ciudad”.

Se lo dice a Jaime Calvo, un inspector intuitivo que ha fracasado en otros casos y que regresa a este, quizá para limpiar su conciencia. Lo acompañan la jueza Montaner, un poco enamoriscada del policía, y una mujer, Antonia, que tiene un trabajo inestable y que salva a alguien de morir arrollado y que pronto se sentirá abducida por la leyenda de Gaudí. Quizá el gran otro personaje, no se sabe si real o soñado, tal vez sea una especie de fantasma que habita en los edificios del arquitecto. Y por supuesto hay, al menos, un asesino inesperado, al que le oímos decir: “A veces soy Gaudí. A veces soy otra persona. Soy alguien roto. Soy mil pedazos unidos”. Curiosamente, en el tebeo hay una palabra que explica muy bien la poética gaudiniana: ‘trencadís’, que significa troceado o picadillo, y es una aplicación decorativa del mosaico a partir de trozos de cerámica, sobre todo azulejos, técnica que desarrollaron Gaudí y el modernismo catalán. 

‘El fantasma de Gaudí’ es un cómic que aborda la peripecia de una obsesión. A la vez que se cuenta una historia sangrienta, de auténticos planos cinematográficos, poderosa y que se sigue muy bien, invita a recorrer una Barcelona mágica. El Torres y Jesús Alonso ofrecen muchas claves de interpretación de la obra de Antoni Gaudí. Encarna al arquitecto visionario y extraño, de impronta personal, apasionado de la geometría y del volumen y de la estructura, que poseía una gran sensibilidad para desarrollar en sus edificios los elementos decorativos y la fuerza de los símbolos. El libro lleva un prólogo del turolense Javier Sierra, que dice: “Gaudí quedó atrapado a principios del siglo XX en una visión del mundo que iba mucho más allá de los convencionalismos, y justo es este espíritu el que ahora ha sido comprendido y recuperado con acierto por los autores en este cómic”.

 

LIBROS

 

Palabras mayores

Emilio Gancedo

Durante seis meses, Emilio Gancedo (León, 1977) recorrió España. El resultado es este ‘viaje por la memoria rural’, en Pepitas de Calabaza. Visita tierras, se adentra en los pueblos y oye historias increíbles. En Aragón se va a Sobrepuerto y sigue a José María Satué y al niño Pedro Gimeno…

 

267 vidas en dos o tres gestos

Eugenio Baroncelli

Este es un libro de Periférica, para los letraheridos, de textos breves, cuentos, perfiles, detalles insólitos de escritores y seres famosos y menos famosos, esencialmente gestos, rarezas, obsesiones. Es un formidable inventario de historias, de magia, de demonios, de suicidios y de puros delirios.

 

*De la serie diaria de 'Heraldo de Aragón', Letras Estivales.

 

31/07/2016 14:14 Antón Castro Enlace permanente. Ilustradores No hay comentarios. Comentar.

JACK LONDON, DESPUÉS DE UN SIGLO

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La aventura extrema de Jack London

 

Se cumple un siglo de la muerte del autor de ‘La llamada de lo salvaje’: un modelo de escritor profesional que sentía pasión por el mar, el boxeo y la fiebre del oro

 

PIES DE FOTO. 

Jack London y su segunda esposa Charmian a bordo del velero ‘Snark’ hacia 1907

 

 

 

Antón CASTRO

Jack London (1876-1916) es uno de los escritores más apasionantes de todos los tiempos, incluso en sus contradicciones: se le iban la mano y los ojos demasiadas veces hacia textos ajenos y acababa, de formas sutiles o descaradas, apropiándoselos. Fue denunciado por ello, y en ocasiones lo asumió con entereza. Con el paso del tiempo, este joven aventurero, de padre incierto y criado por una mujer que había sido esclava, Virginia Prentiss, se convirtió en un escritor profesional, que ganaba mucho dinero con sus cuentos, sus reportajes, sus crónicas de pugilismo –en 1910 narró el combate entre Jack Johnson, el campeón negro al que despreció, y James Jeffries; venció Johnson, el mismo que combatió en Barcelona con Arthur Cravan- y, sobre todo, con sus novelas.

John Griffith Chaney London sería hijo del astrólogo William Chaney, se piensa, y de la profesora de música y espiritista Flora Wellman. Aquel, porque nunca asumió su paternidad, y ella, por enfermedad, no se hicieron cargo del joven, que se formó en la Biblioteca Pública, leyendo como un descosido, y realizando distintos empleos: fue repartidor de prensa, trabajó en el ferrocarril, en un molino de yute, patrullero de costa y fue también un auténtico vagabundo que pasó un mes en la cárcel en Búfalo. Una de sus grandes pasiones fue la navegación: en 1893, a los 17 años, justo cuando había empezado a hacer sus primeros pinitos en revistas y periódicos, se enroló en la goleta ‘Sophia Sutherland’, que navegó hasta las costas de Japón. El viaje le daría satisfacciones y un rico material narrativo. Algún tiempo después, repetirá experiencia en otra goleta y se dedicará a la búsqueda de ostras. Entre sus ocupaciones figura la de traficante y, también, la de buscador de oro: entre 1897 y 1898 se trasladó a Klondike, Canadá, cerca de la frontera de Alaska; tuvo que abandonar porque fue presa del escorbuto. Allí acentuó su impresión de pertenencia a la naturaleza, uno de sus temas básicos.

En 1903 publicó por entregas, a modo de serial o folletón, en ‘Saturday Evening Post’ su primera novela: ‘La llamada de la selva’, también titulada ‘La llamada de lo salvaje’, el relato de un perro Buck, del juez Miller, que fue secuestrado y vendido como perro de trineo, durante la fiebre del oro. Nórdica acabe de publicar una edición ilustrada por Javier Olivares. Es un relato de supervivencia en condiciones adversas, asunto central de las ficciones de London, que no dejará de publicar desde entonces: ahí están ‘El lobo de mar’ (1904), ‘Colmillo blanco’ (1906) o ‘Martin Eden’, que sería su primer bosquejo autobiográfico, algo que repetiría años después con ‘John Barleycorn’ (1913), la historia de un hombre prisionero del alcohol, como él.

En todos estos años, instalado ya en Oakland, se casó dos veces: una, en 1900, con Bess Maddern; fue un matrimonio civilizado, sin pasión, de antiguos amigos, y tuvieron dos hijas, Joan y Becky; ella fue su amanuense, su consejera y su correctora, y aceptó con sosiego que London amase a una antigua novia: Anna Strunsky. En 1905 volvería a casarse, ahora con Charmian Kittredge. Una de los episodios más hermosos que vivieron juntos fue su gran odisea a bordo del velero ‘Snark’, algo que cuenta el escritor y viajero Martin Johnson (1884-1937) en el libro ‘Por los mares del sur con Jack London’ (Ediciones del Viento, 2016). London acoge a Johnson como cocinero y le dice: “Y por cierto, en caso de que te guste el boxeo, te diré que todos nosotros boxeamos y vamos a llevarnos los guantes. Te daremos ventaja. También debo decir que todos pasaremos juntos muy buenos momentos nadando, pescando, viviendo todo tipo de aventuras, haciendo mil y una cosas”. Johnson lo define “como un niño grande afable, sincero, generoso”.

Como las cosas le iban bien, hacia 1910 compró el racho Glenn Ellen. Se hizo socialista y teorizó sobre ello. Y acuñó una poética: “La verdad esencial de la vida es la naturaleza”. Y dijo también: “El hombre se distingue de los demás animales por ser el único que maltrata a su hembra”.

Poco a poco fue víctima de los desórdenes y el alcohol y se vio acosado por las deudas. Aún le dio tiempo a publicar uno de sus libros más originales, ‘El vagabundo de los estrellas’, la exaltación de la imaginación, la fantasía y la reencarnación. En noviembre de 1916, hace ahora un siglo, tomó morfina y adropina. No se sabe si fue un error o un suicidio, pero así fallecía quien había sido un romántico y un escritor que hizo de su existencia la materia de una ficción universal. En una entrevista confesó los secretos del éxito: “Mucha suerte. Buena salud. Buen cerebro. Buena correlación mental y muscular. Pobreza. Leer ‘Signa’ de Ouida a la edad de ocho años. Y la influencia de ‘Philosophy of Style’ de Herbert Spencer”.

LOS LIBROS

 

La noche que Tronnia cambió su mundo

M. C. Arellano /Blanca BK

 

Un divertido libro de aventuras de Nalvay con hadas, druidas y basiliscos. M. C. Arellano Cuenta la historia de la troll Tronnia que desea competir en los Juegos Féericos. Allí deberá hacer acrobacias imposibles o cazar estrellas fugaces. Y a ello se dispone. Blanca BK ilustra con humor y ternura.

 

Alicia en el País de las Maravillas

Lewis Carroll

Esta edición de ‘Alicia’ es más que especial: cuidadísima, trabajada con meticulosidad por Ramón Buckley e ilustrada por Benjamin Lacombe, con muchos recursos. Edelvives tira la casa por la ventana y ofrece belleza sobre belleza, fantasía de impresión y sueño. Un libro onírico y ya clásico.

 

 

 

31/07/2016 14:17 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

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