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DIÁLOGO CON FERNANDO SANMARTÍN

[Fernando Sanmartín (Zaragoza, 1959) acaba de publicar un nuevo libro, de viajes: 'Ciudades que se posan como pájaros' (Xordica), donde cuenta sus estancias en Lisboa, varias ciudades de Bélgica, Tánger y Tetuán (donde persigue la sombra y el rastro de su padre) y varios lugares de Irlanda, esencialmente Galway. Aquí ofrezco la entrevista completa sobre este texto, de 69 páginas, de gran intensidad y sentido poético, que presentará el día 15 de diciembre en Los Portadores de Sueños. David Mayor, profesor y poeta, hablará del libro con el autor.

¿Qué significa para ti viajar?

Lo dice Xuan Bello, un escritor asturiano que me parece estupendo: Viajar es reencontrarse con uno mismo. Hago mía esas palabras y añado, eso sí, que el viaje nos concede una dimensión de libertad que no es frecuente en la vida cotidiana.

¿Por qué curan los viajes el desamparo? ¿Qué le hace a uno sentirse desamparado en su propia ciudad, en Zaragoza, por ejemplo?

Los viajes curan muchas cosas, incluso la ceguera mental, peligrosa enfermedad en tiempos embusteros como los nuestros. El viaje nos hace mejores y nos permite conocer más a los otros, sin olvidar que el yo y el otro, en términos de Lacan, no deben ser  nociones fijas sino intercambiables. Y no me siento desamparado en Zaragoza, al revés, soy un fan de mi ciudad,  forma parte de mí, conozco sus aciertos y  errores, la quiero.

¿Qué te interesa de una ciudad: lo que ves, la atmósfera, o lo que escribes: el rastro que deja en ti, impresiones, olores?

Me interesan sus latidos, su colesterol, su silencio y sus ruidos. Me interesan sus transportes públicos, sus mercadillos, sus locales espesos o elegantes. La escritura debe mostrar todo eso. La escritura tiene que ser un espejo de la vida, un reflejo de la realidad, y si no es así estamos ante lo artificial.

¿Qué tiene Lisboa de especial que atrapa tanto? ¿Es una ciudad con fantasmas?

Lisboa es una ciudad luminosa, vital, con tranvías y elevadores, en la que se deben comer "pastéis" de Belém, espolvoreados con canela. Es una ciudad donde hay un transbordador para cruzar el río Tajo que lleva el nombre del escritor Miguel Torga, alguien que dijo una frase contundente: Envejecer no es para cobardes.

¿Qué hay de cierto en que compras relojes en Lisboa, vas siempre a las sombrererías y te fascinan las barberías?

Los relojes, eso que aún llevamos en la muñeca, me los compro siempre en Lisboa. Es una manía como cualquier otra. El último lo adquirí en la joyería Ferreira Marques, ubicada en la plaza del Rossio. Y más de una vez entro a una sombrerería, pero con sombrero se me pone aspecto de gánster, como si hubiera ido a una ciudad lejana para cerrar un asunto turbio, y descarto siempre la compra de sombreros por ese motivo. Y las barberías portuguesas me gustan porque algunas me trasladan a la infancia. 

¿Cuáles son los mejores rastros que has visitado? ¿Busca el poeta o el narrador los ecos del tiempo ido en otras ciudades?

Los rastros londinenses me atraen: Petticoat Lane o Portobello. Pero me gustan otros rastros pequeños, mercadillos, como los de Toulouse o Gante. El rastro es una fotografía del paso del tiempo sobre los objetos. Y el tiempo es un dueño al que todos pertenecemos. El escritor debe observar el pasado, pero más todavía lo que sucede a su alrededor. Y si ahora, por ejemplo, no llueve, lo grave es que eso se sitúa dentro del cambio climático, pero sin olvidar que  también es una pérdida la desaparición del arcoiris.

El texto más emociónate es el viaje exterior e interior hacia Tánger y Tetuán. ¿Qué atrapa aún en esas ciudades? Se te ve ir por aquí y por allá como un explorador sin miedo…

Muchas cosas me atrapan de allí. Tánger ha sido, y no por casualidad, el refugio de muchos nómadas. Y uno, es curioso, aún ve rótulos donde pone "garaje Velázquez" o Gran Teatro Cervantes. Pero el mundo árabe es muy distinto al nuestro y recorrer la Medina de Tetuán, por ejemplo, muestra esa diferencia. Nunca he tenido ningún percance en los viajes, salvo una vez en El Cairo que sí me vi en una situación de emboscada. 

¿Desde cuándo se te ha impuesto de manera tan intensa la memoria de tu padre? Aparecía, de algún modo, en ‘Te veo triste’, transformado en otro padre, y era fundamental en tu libro anterior…

De algunas cosas me cuesta hablar. Y esta es una de ellas. Yo era un niño cuando él murió. Su muerte me produjo una desolación infinita. Y me ocurre que cuando alguien muere, estos días atrás ha sucedido con los tripulantes de un submarino en Argentina, pienso primero en sus hijos pequeños y eso me produce una tristeza enorme. En un libro mío anterior, muere también el padre del personaje femenino, y se evidencia algo que ya sabemos: el dolor nos hace frágiles.

Explícanos quién era, a qué se dedicaba, cómo murió…

Mi padre fue militar, tuvo como primer destino Tetuán y murió por un infarto de corazón.

Buscas su huella en Tetuán. ¿Cómo son las fotos que llevas, cuántas, qué se ve?

Reconstruyo, mínimamente, su trayecto. Me pregunto, frente al antiguo cine Alcázar, si pudo ver allí las películas que entonces se estrenaban: Tarzán en peligro, Vacaciones en Roma, Los Diez mandamientos...Me pregunto si aprendió algo de árabe, si seguía de cerca los combates del púgil Fred Galiana, si echaba en falta su ciudad. Tengo fotografías suyas, fechadas en noviembre de 1954, que identifiqué con la ayuda de una persona que trabajó muchos años en el Consulado general de España. Me pregunto, en definitiva, por qué murió tan joven y cómo sé tan poco de él.

¿Por qué has sido tan escueto? ¿Podríamos decir que practicas el arte de la sugerencia y a la vez de la intensidad?

Cuando publico un libro tengo una preocupación: no cansar a las lectoras. Mi escritura tiene mucho de confidencia. Y en toda confidencia, para bien o para mal, lo que se dice no es tibio ni se enmascara.

A veces da la sensación de que con un frase breve quieres resumir días y noches, tránsitos y visitas… ¿Tal es para ti la capacidad de la literatura, o de la poesía?

Si yo digo que las personas, igual que el comercio, deberíamos tener unos horarios de apertura y cierre, para evitar las decepciones o las expectativas falsas, soy consciente de la fuerza de esas palabras.

¿Activa Irlanda tu mitomanía? Pienso en ese cuadro de John Yeats que vas buscando…

Irlanda pertenece a mi colección de lugares donde he sido feliz. Los irlandeses se parecen a nosotros. Les gusta el pub, la cerveza, son simpáticos. Recuerdo lo que me dijo en Galway un bebedor de Guinness: - extranjero, aquí la noche se acuesta siempre al amanecer. Y ese cuadro de Yeats me enloquece. He ido varias veces a la National Gallery de Dublín para verlo. Se titula The Liffey Swim. Y muestra una prueba de natación por el rio Liffey con las orillas repletas de espectadores.

¿Qué es Fernando Sanmartín: un cazador de instantes, un cronista de las estaciones del alma o alguien que anda por ahí, lejos de casa, en busca de una conversación para sentirse menos solo?

Sé lo que no soy. Y me muevo con algunas certezas. La escritura me abriga. También los viajes. Pero el afecto y la amistad, cuando uno ha vivido días difíciles, lo son todo.

 

02/12/2017 15:34 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

MAÑANA, CONCIERTO DE ÓRGANO

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EL CICLO DE ADVIENTO LLENA EL CENTRO DE ZARAGOZA

DE MÚSICAS QUE PREPARAN LA NAVIDAD

 

Por sexta ocasión consecutiva la Fundación Hernando de Aragón para el fomento de las Artes organiza el ciclo musical de adviento en Zaragoza, con la colaboración y el patrocinio del Ayuntamiento de Zaragoza, con la finalidad de equiparar a Zaragoza con las grandes ciudades europeas que organizan este tipo de ciclos en las fechas previas a la Navidad con el gran repertorio que existe para el tiempo de Adviento.

En esta ocasión el ciclo se ha programado en el centro de la ciudad y celebrará sus dos conciertos en la Iglesia de San Gil Abad.

El primero tendrá lugar este domingo día 3 de diciembre a las 19.30 horas y tendrá como protagonistas al conjunto “El Triunfo de Ariadna”, caso compuesto por la organista Esther Ciudad, el contratenor Hugo Bolivar y, como solista invitado, el trompeta solista de la Orquesta Nacional de España, Adán Delgado. En el programa se incluirán piezas escritas para el tiempo de adviento de grandes compositores europeos como Händel, Telemann y Bach.

La segunda cita tendrá lugar el viernes 15 de diciembre, de nuevo a las 19.30, y contará con la presencia del prestigioso organista y compositor balear Tomé Olives, que compartirá escenario con el Coro Infantil del Auditorio de Zaragoza Amici Musicae, que dirige Isabel Solano. Juntos abordarán un repertorio dedicado a la navidad. Además, el concierto contará con alguna sorpresa en el plano visual.

Los conciertos tendrán entrada libre hasta completar el aforo que en ediciones anteriores se ha cubierto en su totalidad. (Nota de Esther Ciudad Caudevila).

 

02/12/2017 15:36 Antón Castro Enlace permanente. Músicos No hay comentarios. Comentar.

ELOY FERNÁNDEZ HABLA DE SU PRIMERA NOVELA: 'EL PORTUGUÉS'

Eloy Fernández Clemente (Andorra, 1942) llega a los 75 años y publica la novela ’El portugués’ (Doce Robles), que presentó le pasado jueves en el colegio Joaquín Costa. Estuvo acompañado de Carmelo Romero y de Carlos Mas. Aquí explica algunas claves del libro. La entrevista apareció en ’Heraldo’ el pasado jueves.

-¿Por qué te interesó la vida de Joaquim Pedro Oliveira Martins? ¿Qué tiene de apasionante?

-En mi opinión es el intelectual portugués más importante del XIX. Un gran historiador y pensador. Brillante, honrado, iberista prudente que ama su país y España, que conoce a la perfección. Me da ocasión de hablar de ambos países en unos momentos apasionantes en ambos casos.

 

-¿Cómo defines a este personaje, socialista, y tan conectado con Europa, con caballo y perro? ¿Cuál serían sus grandes obras, dos o tres?

-Es un gran buscador, duda pero se plantea todo a fondo, elige y se compromete cuando al fin descubre lo mejor. Sus dos obras “Teoría del socialismo” y “Portugal y el socialismo”, marcaron el nacimiento de esa tendencia allí. Y, desde luego, su maravillosa “Historia de la civilización ibérica”.

 

-¿En qué se parecería a Joaquín Costa, con quien conversa, por cierto?

-No sólo en la edad, sino en la busca de justicia social a ser posible sin violencia, en el estudio jurídico, económico, político y social de la realidad histórica y de su tiempo, en la pasión por la erudición, el estudio.

 

-¿Por qué has elegido la primera persona y una suerte de diario para contar esta biografía novelada?

-Como digo en el preámbulo, siguiendo a Ricardo Piglia: “El diario es una forma muy seductora: combina relatos, ideas, notas de lectura, polémica, conversaciones, citas, diatribas, restos de la verdad. Mezcla política, historias, viajes, pasiones, cuentas, promesas, fracasos”. También afirmaba hace poco Javier Marías que “una voz en primera persona resulta más creíble, más persuasiva”.

 

-¿Qué le debe el libro a sus escritos y a su epistolario?

Lo digo al final: “La mayor parte de sus palabras se reproducen con exactitud. Sólo algunos viajes y algunos personajes son de mi invención, pero siempre verosímiles: pudo haber ocurrido así, y en ese momento”. Cuanto estaba escrito (cartas, discursos, libros, artículos) lo he transcrito con pequeños arreglos. Encontré en la Biblioteca Nacional de Lisboa mucha correspondencia; y en mil rincones todo tipo de informaciones valiosas.

-A veces, sin desmelenarte, parece que has querido dejar pinceladas de amor y cariño. Vitória es un interesante personaje... ¿Es ella la gran mujer del libro? Hablas de muchas, muchas, Rosalía, Concepción Arenal, y a  veces da la sensación de Oliveira Martins es un adelantado del feminismo...

-Es, aunque en un tiempo aún difícil, galante, comprensivo. Su amante es un personaje muy atractivo; pero en efecto, su mujer, Vitória, callada, amable, también muy culta, es el gran contraste de fondo en una historia muy coral, incluidos los animales domésticos.

 

-La novela solo abarca cuatro años: de 1870 a 1874, su período español. ¿Son esos años claves en su vida y en su proyección pública? ¿Estaba conectado de veras con Marx y Engels y con tantos y tantos intelectuales españoles o con el poeta Antero de Quental?

-Bueno, es alguien que, aun alejado en unas minas del norte de Andalucía, es capaz de escribir muchos libros y artículos, cartas magníficas a sus amigos portugueses (todas auténticas), de seguir lo que ocurre en el mundo. Antero fue, en efecto, a verle, lo dice en alguna carta, aunque luego yo recree el encuentro. Y trató años más tarde a muchos de los españoles, sólo adelanto algo esa amistad de Galdós, por ejemplo. Dedicó a Valera su “Historia de la civilización…”, etc.

 

-Zaragoza aparece varias veces en el libro. ¿Crees que estuvo Oliveira Martins en Zaragoza?

-No lo sé, aunque sale en sus obras Aragón recurrentemente, la historia, el Derecho, etc. Si no estuvo, pudo haber estado, había ferrocarril, Galdós sí vino, pudo haberse venido con él. Son conjeturas algo novelescas, claro. No digo nada que no hubiera podido ocurrir; por ejemplo no se ve en Lisboa con Eça de Queirós porque está de cónsul en Cuba.

 

-¿Crees que de haberse encontrado con el joven Martí en Zaragoza habrían tenido un diálogo tan intenso? ¿Eran tan serios los intelectuales o has querido polarizar esos detalles para trazar una biografía intelectual?

-Eran absolutamente serios, formales. Los datos manejados son auténticos, y ese encuentro resultó posible cotejando fechas, es de lo más interesante: ellos, Costa, Cajal, Galdós.

 

-El libro está lleno de datos de casi todo. ¿Cuáles te han parecido los más novelescos?

-He consultado miles de libros y artículos para saber de flores y comidas, caballos y podencos, la ciencia de la época, los grandes acontecimientos europeos. Lo novelesco me parece que es, sobre todo, haber podido casar todo eso, que el autor sepa del encuentro de Livingstone y Stanley, del primer partido de fútbol de la historia y un sinfín de cosas.

 

-¿Por qué has sentido la necesidad de dar un paso hacia la novela intelectual y didáctica? ¿Has tenido algún modelo de novela en la cabeza?

-Es como un canto de cisne del historiador que no siempre ha tenido el tiempo, el auditorio, el método adecuados. Hoy las grandes novelas están documentadísimas, desde Umberto Eco a Reverte, hay muchas, y desde que me jubilé estoy leyendo vorazmente. Quizá eso me haya influido.

 

-¿En qué medida has querido proyectarte en él?

-O quizá al revés, él se proyecta desde hace medio siglo (es increíble que haya pasado medio siglo en muchos casos de retrocesos tras aquellas cumbres) sobre mí. Sí, le hago moderado y dubitativo como yo, curioso universal, inseguro pero muy inquieto, buscador de razones para todo.

 

-Al final al lector le puede quedar la impresión de que habla más el historiador con las ideas, con los libros, que el fabulador. ¿Has sentido vértigo en algún momento?

-Sí, ese ha sido mi talón de Aquiles. Quizá se me ha ido la mano y hay demasiada crónica y pocos aconteceres del entorno del protagonista, aunque he procurado introducir muchas pequeñas historias. He sentido y siento vértigo, a la hora de presentar ante unos lectores ahora no siempre tan próximos, este experimento, pero creí que debía hacerlo.

 

*La foto de Eloy Fernández Clemente la tomo de aquí.

02/12/2017 15:46 Antón Castro Enlace permanente. Temas aragoneses No hay comentarios. Comentar.

CARLOS SAURA HABLA DE 'AUSENCIAS'

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Carlos Saura novela su pasión

por la fotografía en ‘Ausencias’*

 

 

 

El artista y cineasta publica una novela donde juega con la imagen, la locura, el amor y el crimen

 

 

Carlos Saura es un anciano juvenil. Nacido en Huesca en 1932, solo le preocupa el futuro: es como si tuviera un cuaderno repleto de proyectos y viviera con la ansiedad y el afán de poder concluirlos. Huye del pasado y de la melancolía como de la peste. Es hiperactivo, soñador y quizá ensimismado. Cuando ve la edición impresa de novela ‘Ausencias’, publicada por el sello Laborinto (Madrid; 350 páginas), dice: “¡Anda! Si yo no había visto este libro. ¿Ya lo tiene?”. Lo acaricia y lo firma, pero con esa extraña sensación de quien se halla ante algo inesperado o raro.

“¿Lo ha comprado en una librería? Es el primer ejemplar que veo. Qué ilusión. ¿Sabe? De la novela, además de esta edición, se va a tirar otra, de 200 ejemplares numerados con mis 27 dibujos de las cámaras a gran formato”, avanza. ‘Ausencias’ es la novela de la fotografía del fotógrafo y coleccionista de cámaras e historiador de la fotografía que es el realizador oscense, que acaba de ser homenajeado en el Festival de Cine de Zaragoza. Lleva, en el inicio de cada capítulo, un pequeño dibujo de las cámaras: la Speed Graphic, que tanto usaron Diane Arbus y Weegee; la Ernemann Ermanox, capital en el libro, la favorita de Erich Salomon, muerto en un campo de concentración en Auschwitz; la Hasselblad, que emplearon muchos, y entre ellos Edward Weston, amante de Tina Modotti, de quien elogia un desnudo sobre la arena.

“‘Ausencias’ es una novela que escribí en 2002 y 2003, poco después de los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York, que aparecen en el libro. La novela me ha acompañado estos años, la he cogido, la he dejado, entre película y película, y al final llegó al libro”, dice el cineasta, que siempre lleva una cámara al cuello. La novela, que presenta esas atmósferas oníricas propias de su cine, del tipo ‘Elisa, vida mía’ (película a la que alude el propio Saura), cuenta la historia de un abogado, Mario Romero, de poco más de 40 años, que tiene una enfermedad misteriosa y su psiquiatra le recomienda que ingrese en un residencia de reposo. Allí conocerá a varias mujeres y a otro personaje que es como su vigilante y su antagonista, Correveidile; vivirá diversas peripecias de amor, delirio y fantasía, y con una de las pacientes, Elena Arroyo (de la que se dice que ha cometido un crimen), inventará una ficción. Una novelita dentro de la novela, que no es un texto ingenuo o aleatorio; tiene mucho que ver con la propia historia de la residencia. Pero hay muchas más cosas: entre ellas, algunos crímenes, que parecen sacados de fotografías del citado Weegee, el reportero de calle al que se le dedicó la película ‘El ojo público’ de Howard Franklin (“que es una buena película”, dice Saura), o de aquellas instantáneas directas de Diane Arbus, a la que también le gustaba retratar deformidades, gentes muy delgadas o muy flacas, y evidentes patologías.

“Esta laberíntica novela parte de un hecho real. Compré un libro de Diane Arbus y le faltaba una página. Y esa ausencia me permitió fabular. Imaginar muchas cosas. Me encanta la fotografía de esta mujer que se suicidó de manera horrible cuanto estaba en la cumbre. Me impresionan su vida y su fin. Lo que hago en la novela es rellenar con narraciones, a medio camino entre la realidad y la fantasía, la página desaparecida; al fin y al cabo los personajes tienen diversos grados de inestabilidad mental”, subraya Carlos Saura. Mario Romero es, además de un abogado enfermo, violonchelista y fotógrafo: tiene una colección de más de 400 cámaras fotográficas.

“Mario Romero es un poco mi sosias. Mi ‘álter ego’. Yo también tengo una buena colección de cámaras, me encantan, y vivo, como él, en las afueras de Madrid, en una casa de campo”. Saura, que ha perdido hace poco a su cocinera y asistenta portuguesa, dice que la novela es un homenaje a fotógrafos maravillosos, “ahora que ya no quedan. O quedan cada vez menos. Con las nuevas cámaras, cualquiera es capaz de hacer una buena foto, una foto excepcional, y no es nada fácil distinguir a los maestros”. Contiene, por otro lado, el mayor erotismo hasta ahora de los libros y de las películas de Saura. Por ejemplo, Mario tiene una hermana, Teresa, muy bella, al que se le ha muerto su marido pintor. Un día se encuentran y ella le explica cómo le gusta el sexo y le cuenta un sueño carnal que ha tenido con él. Todo muy explícito. El propio Mario describe varios coitos.

“Quizá sea mi libro más sexual, sí. En mi cine nunca he abordado el acto sexual. Lo resuelvo mediante la elipsis, lo sugiero y corto. En realidad, me gustaría contarlo de manera naturalista pero entonces se convertiría en pornografía y no podría rodarlo. Ja, ja, ja. Lo que me sucede es que me encanta escribir, cada vez disfruto más. Mis guiones nacen de la pasión por la escritura”. Bueno, había que decir que le gusta escribir, pintar, fotografiar (hace fotos todos los días y casi todo el tiempo) y dirigir cine. Ha sido objeto de una biografía reciente del director Félix Viscarret: ‘Saura(s)’.

Carlos Saura -que expresó en la clausura del Festival de Cine de Zaragoza su pasión por la jota y reprochó a los organizadores que no fueran capaces de integrarla en el menú- trabaja en dos nuevos proyectos: una película que se rodará en México sobre música mexicana, “a la manera de ‘Tango’”, y ‘Guernica’, “que saldrá, saldrá. Seguro. Antonio Banderas me ha confirmado que sí, pero tampoco me queda mucho tiempo”, precisa. 

*Autorretrato de Carlos Saura.

06/12/2017 02:11 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

LAURA HIGUERA HABLA DE 'EL ÁNGEL NEGRO', SOBRE GOYA

Entrevista con Laura Higuera, autora de ‘El Ángel Negro’ (Ediciones B), una novela en dos tiempos en torno a las Pinturas Negras de Francisco de Goya.

-¿Por qué Goya, qué le interesa de él, qué tiene de particular o de fascinante para usted?

Goya era un genio. Y un genio se nutre de muchas cosas: del dolor y la alegría, del horror y la belleza. Pero de todo eso yo me quedo con el dolor, que para mí es el origen de la inmensa mayoría de procesos creativos: esa cualidad de desgarrarse y de transformar lo que queda de uno en algo perpetuo. Goya me trae a la memoria un poema de José Hierro, aquel que empieza diciendo "Llegué por el dolor a la alegría/supe por el dolor que el alma existe". Siempre me ha fascinado esa figura, la de un hombre desgastado por los desastres de la guerra, por los desastres de la vida, y que ya no puede más. Y es que el arte necesita de soledad y miseria, como dijo Dumas.

-¿Qué significan en su producción las ‘pinturas negras’? ¿Son un momento culminante, encierran misterios, es la pintura del dolor, etc.?

Las Pinturas Negras son efectivamente las pinturas del dolor. No hay mejor definición posible para algo tan oscuro, violento y obsceno a partes iguales. Como usted sabe, fueron hijas de un tiempo muy concreto de la historia de España. De hecho y muy poco después de acabarlas, Goya terminaría exiliándose a Burdeos a título definitivo: eran tiempos muy difíciles para un liberal como él. Por otra parte, el misterio está servido, y de él se alimenta mi novela: "El Ángel Negro" es un thriller que habla de arte y que además lo hace en dos tiempos, y que sobre todo juega con la posibilidad de la existencia de una decimoquinta Pintura Negra. La historia dice que el maño produjo catorce, pero en la actualidad existen argumentos de peso que sostienen la hipótesis de que haya una composición número quince.


-¿Qué le ha intrigado de la Quinta y del número mismo de las piezas?

Goya vivió en La Quinta del Sordo, una casona a orillas del río Manzanares, de 1819 a 1823, y no se le ocurrió otra cosa que pintar un tributo al lado más aterrador de la vida (ese abismo al que todos tratamos de no mirar) sobre las paredes entre las que vivía. El panorama debía ser estremecedor, y la idea no puede parecerme más lacerante. Se me ocurren muy pocas razones que lleven a un ser humano a convertir su día a día en una vista perpetua a lo macabro. Una de ellas es la locura, y la otra es la absoluta certeza de la muerte. La historia me conmueve y me intriga a partes iguales. Con respecto al número, yo sostengo que fueron quince, pero es cierto que una sola de esas pinturas hubiera bastado para infectar de horror a cualquiera.

-¿En qué momento decidió mezclar dos historias alejadas en el tiempo casi 150 años?

Un presente tan concreto como el que describo en "El Ángel Negro", con un asesinato en el Museo del Prado que apunta maneras de crimen ritual, requería de un pasado muy particular. La historia central arranca cuando un banquero alemán, Emile d'Erlanger, compra La Quinta del Sordo en 1873 para hacer negocio con las Pinturas Negras. Es apasionante cómo el punto A (la España convulsa de las últimas décadas del siglo XIX) conduce al B (un Madrid y una Venecia actuales), y no lo hace precisamente por el camino de la recta. La mezcla resulta tan atractiva como necesaria.

-¿Cuál es la importancia de Martínez Cubells? Recuérdenos cuál fue su gran cometido...
Salvador Martínez Cubells fue nombrado primer restaurador del Museo del Prado en 1869. Emile d'Erlanger necesitaba al mejor experto del país para pasar de revoco a lienzo las pinturas negras de La Quinta de Goya, y por eso le contrató. Hay algo muy patente en "El Ángel Negro", un rasgo que se esgrime como uno de los puntos fuertes de la novela, y es que derivo a personajes reales como Cubells y d'Erlanger hacia mi propio imaginario, pero eso sí, manteniendo una base histórica sólida y muy bien documentada. Construyo un universo paralelo potente que seguro interesará a muchos.

-Aváncenos hasta donde pueda el argumento… levemente. ¿Qué buscaba en realidad, qué aspectos le han interesado de la época, del pintor y de la creación?

Una mañana El Museo del Prado despierta con un cadáver salvajemente mutilado frente al cuadro Saturno devorando a su hijo, la pintura negra de Goya por antonomasia. A partir de ahí, la narración va adquiriendo matices. Bernardo Vera, un inspector cántabro recién llegado a Madrid, es el encargado de darle luz al caso. Es entonces cuando el pasado de hace casi ciento cincuenta años y del que antes hablábamos se hace indispensable, con una Venecia recién anexionada al Reino de Italia y un Madrid en plena y efímera Primera República. Los protagonistas ganan fuerza y forma y los personajes secundarios se erigen como elementos clave. Con respecto a lo que buscaba, sin duda una trama potente que resolviera en última instancia un enigma tan apasionante como el de una decimoquinta pintura negra perdida.

-Hay dos mujeres muy poderosas: la experta, contemporánea, y esa suerte de musa y enamorada de Cubells, que encarna la parte más libidinosa del libro. ¿Qué función tienen, qué dimensión ha querido darles?

Tanto Ada Adler como Alessandra Abad son mujeres extraordinarias, cargadas de esa sensualidad que sólo nace cuando cierto tipo de belleza y una inteligencia muy desarrollada confluyen. Ambas hacen de la ambición su modus vivendi. Son interesantes hasta decir basta. Ellas son fundamentales para la novela. Quería hacerlas conscientes de su gran poder.

-Ha escrito un thriller y a la vez una novela histórica. ¿Qué autores le interesan, le inspiran, cómo ser funden los dos géneros, y a la vez la novela del arte?  

En el terreno del thriller, Pierre Lemaitre ha sido todo un referente. Ha habido muchos otros, desde luego. En general, tanto Flaubert como Vargas Llosa, pasando por Paul Auster, Thomas Mann y Ian McEwan, me han influenciado de una forma u otra. "El Ángel Negro" es un thriller que tiene mucho de novela histórica, y dentro de ésta, de novela del Arte, y es así por exigencias del guión: sabía muy bien lo que quería contar, y necesitaba de cada uno de esos ingredientes, historia, crimen y arte, para que todo encajara a la perfección.

-¿Por qué ha elegido esa muerte ante el cuadro ‘Saturno devorando a sus hijos’, del que tantas veces se ha dicho que es una metáfora de la España más devoradora? La usa hasta Bigas Luna en ‘Jamón Jamón’...

Precisamente porque es el cuadro más violento que conozco y porque representa a partes iguales el dolor y el miedo a la muerte. Como he dicho antes, las circunstancias que atravesaba España en aquella época eran excepcionalmente difíciles, y más para hombres como Goya, que se burlaba del tipo de sociedad en que le había tocado vivir en obras de enorme envergadura,  como fueron Los Caprichos. Años más tarde, reflejaría de una forma distinta esa España embrutecida. Además estaba enfermo, y la enfermedad y la soledad son a veces cosas parecidas. La de Saturno era una soledad muy particular. Y podría haberlo dibujado con el mismo recato con el que lo hizo Rubens en 1636, pero los tiempos eran otros. Goya era un anciano casi. Y también un ser medio enloquecido, arrastrado por el dolor y por la vejez de una forma espantosa.

 

12/12/2017 10:41 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

HA MUERTO EL PERIODISTA CHEMI PÉREZ BERNAD

Ha fallecido el periodista José Miguel Pérez Bernad, 'Chemi', el pelirrojo Chemi, que se dedicó esencialmente al periodismo de sucesos. Era un periodista de la vieja escuela, con contactos partes, sin pereza alguna, en busca de secretos, historias, delitos, claves ocultas. Trabajó, entre otros diarios, en 'El Noticiero', en 'El día de Aragón', en 'Dairio 16' y 'El Periódico', donde se jubiló. Fue distinguido recientemente por la Asociación de la Prensa por su trayectoria profesional. Joaquín Marco le hizo este completa y espléndida entrevista.

 

http://www.aparagon.org/noticias/jose-miguel-perez-bernad-no-he-contado-mis-fuentes-ni-a-mi-director/

 

Entrevista de Joaquín MARCO

El premio con el que la Asociación de Periodistas de Aragón reconoce cada año toda la trayectoria profesional de un veterano de la profesión ha sido este año para un referente en dos campos: la información laboral y la de sucesos; dos secciones en las que José Miguel –Chemi- Pérez Bernad, ha sido tanto un pionero como un maestro. Primero informando en la Transición sobre los movimientos sindicales y luego en los ochenta sobre sucesos y Tribunales, Pérez Bernad fue no solo de los primeros periodistas en tratar estos temas en la prensa aragonesa, sino también un modelo de rigor y solvencia.

 

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¿Cómo fueron tus inicios en la profesión

Yo tenía muy claro desde jovencito que quería ser periodista y con 19 años, en 1969, empecé a colaborar, gratis, en Aragón Expres. Ya al año siguiente me recomendaron ir a El Noticiero y, aunque con alguna prevención porque era un periódico anticuado y de curas, fui. Acababa de llegar como director Antonio Coll, que era un profesional como la copa de un pino, y renovó bastante las estructuras de la postguerra metiendo gente joven, quizá yo fue el primero, pero después vinieron más. Ese fue mi primer trabajo, aunque también cobrando una miseria, al principio pagaban 150 pesetas por llenar una página.

¿Compatibilizabas el trabajo con estudios?

Empecé mientras estudiaba Filosofía y Letras, aunque no llegue a terminar la carrera. Luego, cuando se creó la Facultad de Periodismo en Madrid hicieron un plan para que quienes ya estábamos trabajando tuviéramos el título y un grupo de Zaragoza nos organizamos para aprovecharlo; cada sábado iba uno a Madrid a unas tutorías y nos pasábamos los apuntes. Pero no tengo el título a falta de la Sociología de tercero de carrera; yo había pedido que me la convalidaran y no sé por qué líos administrativos no lo hicieron, así que me cabreé tanto que lo dejé; además, la carrera era un sinsentido… en Derecho de la Información estudiamos la Ley Fraga y mientras se derogó.

En esta época te dedicabas a la información laboral y política, que era completamente novedosa

En El Noticiero empecé haciendo crítica de cine, entrevistas… valíamos todos para todo porque éramos cuatro y el de la guitarra. En el 75, ya me centré en cubrir la información política real, no la oficial sino la poca que había de oposición, trabando contactos con los representantes sindicales y políticos, con los que ya estaba relacionado a nivel personal. Estuve años militando en el PCE y Comisiones Obreras.

Cuando se cerró El Noticiero, en 1977, seguí haciendo información sindical como delegado en Mundo Obrero, pero era un periódico hecho con los pies, en el que todos los artículos se debían a la ideología del partido y en el que fallaba hasta la distribución.

¿Tratando de temas sindicales en estos años de la Transición no tuviste ningún problema con la Policía o la Administración?

Lo cierto es que no. Alguna anécdota, pero en El Noticiario tuve más problemas con el propietario de la empresa que fuera; de hecho con algunos policías de la Brigada Social luego tuve una relación muy normal y cuando ya escribía de sucesos incluso en algún caso me pidieron ayuda.

¿Y cómo fue que pasaras de la información laboral a los sucesos?

En 1985, cuando se fundó El Día, un proyecto para intentar cambiar la información en Aragón con grandes profesionales, me ofrecieron entrar en la redacción. Fue Pablo Larrañeta, entonces el redactor jefe y un profesional muy pendiente de la información, quien decidió que yo me encargara de la sección de sucesos, o mejor de Tribunales, que también era un tema nuevo. Se informaba de los delitos y de las sentencias más importantes, pero nada más. Estuve dos años que era el único periodista en la Audiencia Provincial, hasta que los medios se dieron cuenta de que había demanda social para estas informaciones y llegó gente nueva; una competencia que fue un progreso.

Y ya seguiste con esta especialización hasta en tres periódicos distintos…

De El Día pase a Diario 16 Aragón, con Miguel Ángel Liso, que para mí fue mi experiencia más bonita en prensa; era una redacción de amigos y se hacía una buena información, pero nos falló la editora en Madrid. Aún seguí un año más que los fundadores, pero antes del cierre me fui a El Periódico de Aragón y allí estuve 16 años más; se trabajaba un huevo, pero también era una redacción muy competente.

En 2009, se planteó un ERE en el diario y lo aproveché. Yo siempre había hecho calle, nunca quise cambiar a una jefatura de sección, aunque por eso tuve grandes discusiones con Liso, y con 59 años se me hacía pesado. Era el más viejo en los Tribunales y ya no estaba para comerme las piedras, como los más jóvenes.

La información de sucesos es especialmente delicada, pero cuando se te entregó el premio de la APA por tu carrera, Lola Ester subrayó que has demostrado “que se puede ser un sabueso sin ser un buitre”.

Sigue habiendo muchas informaciones de sucesos que rezuman sangre, pero para mí es fundamental dar la información de lo que has comprobado y has visto sin ensañarte y evitando todo el morbo que se pueda, porque en un crimen hay más personas que la víctima y el verdugo. Por ejemplo, recuerdo una mujer que me dijo cómo le estaba afectando a su hijo una noticia sobre su marido y que me llevó a plantearme cuando identificar a los mencionados con sus iniciales.

Eso sí, lo que algunos califican de pena de telediario suele estar bastante justificada. ¿Vamos a tener que esperar a la condena para poder denunciar socialmente a unos delincuentes? ¡O lo que ha propuesto ahora el fiscal Moix de condenar a los medios que publiquen investigaciones bajo secreto de sumario, del que se ha abusado mucho.

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En la misma presentación destacó que tienes fama tanto por la calidad de fuentes como por ser muy celoso de ellas

Ni las he revelado ni las revelaré, como creo que debería hacer cualquier periodista. Además, en la información judicial es fundamental guardar el secreto de tus fuentes porque puedes perjudicarle; a un amigo policía solo por la mera sospecha, equivocada, de que era una de mis fuentes le complicaron bastante la vida, así que imagina si llegan a tener la seguridad. Yo habré tenido unas 50 demandas y me han llamado tres veces a declarar ante el juez, pero no he contado mis fuentes ni a mi director.

Luego, lo que he llevado bastante a rajatabla es comprobar la noticia con dos fuentes distintas, algo que nunca hace daño.

¿Y cómo se consiguen estas fuentes exclusivas?

Se consigue relacionándote en la calle con mucha gente porque te puede llegar información por medios que nunca te esperarías. Lo fundamental es demostrar que mereces confianza, que respetas, que no manipulas… Así, con los años, incluso se llega a que no tengas que ir a preguntar, que te lo vengan a decir.

¿De tu carrera cubriendo sucesos, cuáles te han marcado especialmente?

Hay varios… Sucesos como el incendio de la discoteca Flying, donde fui el primero en llegar… Sobre todo los casos de violencia de género y los crímenes sin resolver, como el de una chica asesinada en Fueros de Aragón; casos en los que ves el dolor y el sufrimiento de las familias.

Repasando tu carrera, ¿cómo ves que ha ido evolucionando el periodismo en estos años?

Lo he visto mejorar a finales de los años setenta y cómo en los ochenta nació un nuevo periodismo que duró hasta hace unos quince años, pero ahora es un desastre. Siempre ha habido problemas, explotación y crisis, pero no como esta, que lo primero es que no hay trabajo. Hace falta una revolución total con la participación e ideas de todos los agentes; no solo los periodistas, sino también los editores, los distribuidores, la Administración…

¿Y desde tu jubilación no mantienes ninguna vinculación con el periodismo, con colaboraciones, algún proyecto literario…?

No, no; desde que me fui solo he escrito un par de obituarios de personas con las que tenía alguna relación especial. Yo soy muy vago y ahora estoy aprovechando porque durante años no he podido hacer lo que quería, incluso aburrirme algún rato.

 

12/12/2017 12:05 Antón Castro Enlace permanente. Temas aragoneses No hay comentarios. Comentar.

CHEMI. UNA DESPEDIDA EN HERALDO.ES

El periodista José Miguel Pérez Bernad, ‘Chemi’ (1950-2017), un periodista especializado en sucesos y tribunales, fallecía este martes a consecuencia de un cáncer. Fue un gran cronista de la vida cotidiana y sus múltiples paradojas, y un hombre que mimaba sus fuentes y no las traicionaba jamás, ni eso, ni el secreto profesional, que no revelaba ni a su director.

Trabajó en diversos diarios: 'Aragón Exprés', donde llegó a hacer crítica de cine, entrevistas y notas culturales en 1969; 'El Noticiero' (siempre manifestó su admiración por Antonio Coll, y recordaba que le pagaban 150 pesetas, poco más de un euro, por llenar una página); más tarde ingresó en 'El Día de Aragón', hacia 1985, donde se especializó en crónica social y delictiva, y de ahí pasó a 'Diario 16 de Aragón', con Miguel Ángel Liso al frente. En 1993 ingresó en 'El Periódico de Aragón', donde acabaría jubilándose en 2009.

Fue un periodista al que le gustaba “sentir y vivir el latido de la calle”, con contactos hasta bajo las piedras (en la policía, en la magistratura, en todos los sectores, incluso los más sórdidos o periféricos), comunista de corazón y sindicalista muy activo durante años, un hombre de izquierdas, con sentido del humor y una inmensa agenda de teléfonos y complicidades. En realidad era un tipo silencioso hasta en sus afectos; no hacía ostentación de casi nada. Trabajador sigiloso, con un especial sentido ético, suscitaba admiración por su artesanía, su pulcritud sigilosa, su condición y convicción de periodista de oficio, clásico, que jamás quería ofender y al que no le importaba ocultar un nombre bajo las iniciales, si así evitaba un disgusto familiar, como le contó al periodista Joaquín Marco.

Era un tipo muy literario, de esos que aparecen en las novelas de Chandler o Hammett o en las fotos de Wegee, con sorna, entrañable bajo el aspecto de enojado o cascarrabias ocasional, con apariencia de escéptico, que tenía una idea romántica y pragmática a la vez del periodismo, un sentido ejemplar del oficio y que defendía la idea de presunción de inocencia. Quería contar. Contrastar siempre las informaciones con varias fuentes. No escribía en vano. “Parecía refugiarse al final de la columna de breves pero fue un profesional de primera plana. El periódico no era tal hasta que entraba en la redacción”, ha dicho su compañero Alfonso Hernández.

Fue el primero en llegar a algunos sitios donde había estallado el drama o la tragedia, como la discoteca Flying. Era un gran lector y le apasionaban la historia y la política (recordaba que había sido militante del Partido Comunista y de Comisiones Obreras, y que había escrito en ‘Mundo Obrero’, hasta que no pudo soportar más la senda unidireccional de la información), especialmente la Guerra Civil española, la historia contemporánea de Rusia y la II Guerra Mundial y sus múltiples ecos. Este mismo año, la Asociación de la Prensa de Aragón le concedió el premio a la Trayectoria Profesional.

Una de sus últimas salidas públicas, enfermo de cáncer, fue en el reciente reencuentro de integrantes de la redacción y administración de ‘El Día de Aragón’ en el Tres Mares. Restaurante Náutico. Se le veía emocionado y feliz. Los relámpagos de la memoria se le instalaron en sus ojillos azules de pícaro y de colega que parecía proteger, aunque refunfuñase, a todos sus compañeros. Desde este miércoles reposa en el cementerio de Torrero.
17/12/2017 02:27 Antón Castro Enlace permanente. Temas aragoneses No hay comentarios. Comentar.

MARÍA ANGULO HABLA DE 'INMERSIONES'

María Angulo, una madrileña afincada en Zaragoza, se ha especializado en los estudios y teorías del periodismo, especialmente la crónica y el reportaje, el periodismo narrativo. Acaba de publicar ’Inmersiones’ (Universidad de Barcelona, 2017), libro que presentó en la librería Cálamo. Aquí explica las claves del volumen, que es realmente fascinante: una pequeña historia del periodismo y de algunos periodistas. Parte de esta entrevista apareció en ’Heraldo’ de Aragón.

-¿Cómo empezó tu idilio, tu historia de amor con el periodismo?

Es una historia que viene de largo; que empieza en el ámbito personal y de investigación y termina de materializarse en el terreno profesional cuando en el 2005 llego a Zaragoza y entro a trabajar en la Facultad de Comunicación de la Universidad San Jorge, que se iniciaba en ese mismo año. Luego vino mi estancia de nueve meses en Buenos Aires en donde la crónica y el periodismo narrativo terminaron de enamorarme.  A mi regreso al Grado de Periodismo de la Universidad de Zaragoza he podido desarrollar este potencial con libros como Crónica y Mirada (libros del KO, 2014) y ahora con Inmersiones (Ediciones de la Universidad de Barcelona, 2017).

-¿Qué ha significado Mariano de Cavia en tu trayectoria? ¿Qué te ha interesado de él?

Mariano de Cavia me abrió los ojos al articulismo y la crónica y me sirvió para comprender la calidad literaria excepcional que existe en el periodismo español desde sus primeros tiempos. Con el estudio de su producción pude entender gran parte de la idiosincrasia española. Me sirvió también para analizar recursos y estrategias narrativas fundamentales a la hora de pensar y desarrollar buenos artículos y columnas. Trabajar junto con la profesora Rosario Leal en la edición de Azotes y Galeras (Asociación de la Prensa de Zaragoza e Ibercaja, 2008) fue sumamente enriquecedor. Pude observar la importancia de lo aparentemente accidental y anecdótico como estrategia de arranque para entrar a contar lo esencial. Y fue extraordinario dar con ese artículo de “periodismo ficción” en el que Cavia daba cuenta de un incendio en el Museo del Prado, para denunciar las malas condiciones de seguridad del Museo. Un artículo que sacó a la población madrileña a la calle, asustada porque se incendiaba su principal pinacoteca. Y un texto que sirvió para que el Gobierno tomara medidas para mejorar las instalaciones y las condiciones de seguridad del Prado. Una de esas ocasiones en las que una mentira sirve para denunciar una verdad silenciada. Con un cronista de este calibre una solo puede enamorarse del periodismo. 

-Para abrir boca: ¿en qué consiste el periodismo de inmersión, de cuántas maneras puede uno zambullirse en la realidad y en la escritura?

He seguido los pasos del trabajo previo de Antonio López Hidalgo y María Ángeles Fernández Barrero en Periodismo de inmersión para desenmascarar la realidad (Comunicación Social, 2013). Allí se planteaban tres modos de adentrarse en un territorio, en una realidad. Tiene que ver en primera instancia con el trabajo de campo, del reporterismo que realiza el periodista. Existe una gradación inmersiva que abarca desde la “observación directa” que requiere de la empatía para su mejor desarrollo, pasando por la “observación participante” que se ha practicado mucho desde concepciones antropológicas y etnográficas con maestros como Bronislaw Malinowski en “Los Argonautas del Pacífico occidental”. Y por último estaría la infiltración: que es aquella en la que el autor se transforma en otro para entrar en espacios conflictivos y obtener una información que no podría conseguir como periodista. Es un periodismo de denuncia. La infiltración en estos últimos tiempos de crisis, precariedad y explotación laboral ha dado ejemplos de periodismo encubierto tan señeros como el realizado por Bárbara Ehreinreich en Por cuatro duros. O cómo (no) apañárselas en Estados Unidos (Capitán Swing, 2014) o como el llevado a cabo por la francesa Florence Aubenas con El muelle de Oistreham (Anagrama, 2011). Dos investigaciones sobre las condiciones laborales de las clases más pobres.

 Para llevarlas adelante, estas periodistas deciden infiltrarse a fin de experimentar en carne propia este régimen de vida. Subsistir realizando los trabajos peor remunerados. Un periodismo de riesgo y de denuncia. Dentro de esta inmersión extrema, también estaría el denominado periodismo gonzo, término acuñado por Hunter S. Thompson como una variante del New Journalism defendido por Tom Wolfe, en el que sujeto y objeto se convierten en una misma cosa. Ya no hay disfraz o performance. El periodista es el protagonista, narrador  y objeto de análisis de la crónica. Aquí destaca sobremanera el periodismo de Gabriela Wiener, que cuenta con un capítulo completo en Inmersiones. El único capítulo del libro hecho a cuatro manos con la periodista Inés Escario con quien compartimos la pasión por la producción de Wiener.  

-¿Cómo definirías apuestas tan distintas como las de Nellie Bly, Josefina Carabias o Magda Donato?

Bueno, no son apuestas tan distintas. Les unía una pasión clara por el periodismo; por el periodismo con una clara intención de servicio social.  Muestran ese compromiso con el entorno, con las clases más desfavorecidas, con los trabajadores y sus necesidades. Además, las tres parece que se construyeron como periodistas a pesar de que las circunstancias no eran excesivamente favorables para una mujer en la prensa, con una abrumadora mayoría de varones. Con todo, finales del XIX y principios del XX fue un período glorioso para el periodismo norteamericano y español y es donde emergen estas profesionales. Años prósperos para la profesión. Para Nellie Bly en el New York World de Joseph Pulitzer en los momentos de emergencia de la prensa de masas norteamericana. Para Magda Donato, y Josefina Carabias en sus inicios, que surgieron en la etapa republicana y en plena Edad de Plata de la cultura española. En concreto Bly fue pionera del periodismo encubierto con Diez días en un manicomio en 1887 y Magda Donato también realizó su serie de “reportajes vividos”, publicados en el diario Ahora que dirigía Chaves Nogales entre 1932 y 1936. Carabias también se animó con la infiltración en “Ocho días como camarera en un hotel de Madrid” en 1934. Asímismo, las tres tenían un instinto de lo noticioso muy desarrollado.

-¿Qué es la crónica? ¿Cuáles serían sus contactos con el reportaje?

La crónica es un género muy concreto que requiere de un narrador testigo que dé cuenta de un acontecimiento. Que lo narre con propiedad y exactitud. Existe por lo tanto un sujeto explícito que cuenta y muestra emociones y sensaciones y que se sitúa en un espacio y tiempo concreto: el lugar y la temporalidad del suceso que narra. Esto simplificando al máximo. Lo que está claro es que la crónica cuenta con la fuerza de lo testimonial y con un narrador que construye un relato en el tiempo. En el reportaje interpretativo no emerge ese yo narrador explícito, ni ese carácter testimonial. Si nos vamos al periodismo narrativo: A sangre fría de Truman Capote sería un reportaje novelado y El Interior de Martín Caparrós, una crónica.

 

Ahora bien, en los últimos tiempos en España se ha extendido la palabra crónica para hablar de crónicas y reportajes porque se emplea el término, al igual que en algunos países de Latinoamérica, como sinónimo de periodismo narrativo o literario.  Un macrogénero que permea a prácticamente todos los géneros periodísticos. En España, contamos históricamente con auténticas joyas de periodismo narrativo en el articulismo y en el columnismo.

-¿Qué cronistas te interesan y por qué? ¿Cuáles serían para ti libros o textos modélicos en el concepto más amplio de crónica?

Me cuesta escoger porque me interesan cronistas por muy distintos motivos. Unos porque son gigantes del periodismo narrativo, con los que disfruto y aprendo; otros porque realizan algo en concreto interesante y novedoso; otros porque son ejemplos productivos para el aula; varios por los temas que abordan porque me conciernen personalmente; algunos por la fuerza de lo que denuncian; y finalmente, otros por la capacidad narrativa que despliegan.

 

Cronistas como Martín Caparrós, Emmanuel Carrère, Gabriela Wiener, Juan Villoro, Alberto Salcedo Ramos, María Moreno, Leila Guerriero, Jorge Carrión, Josefina Licitra, Pedro Lemebel, Javier Sinay, Rodolfo Palacios, Alejandro Almazán, Silvia Cruz Lapeña, Roberto Arce, June Fernández, Ander Izaguirre, Gabi Martínez, Cristian Alarcón, Sergio González, Isabel Fonseca… Y en cuanto a libros modélicos. Para trabajar la crónica en un sentido amplio, se acaba de editar en España Larga distancia de Martín Caparrós, toda una joya; también hay que volver a Operación masacre de Rodolfo Walsh; los perfiles de Leila Guerriero son fundamentales, por ejemplo, Frutos extraños. Pero sobre todo acudir a revistas como Altäir Magazine, Anfibia, Gatopardo, Etiqueta Negra… y leer lo que vienen publicando. Y en plan regalo navideño, ya que estamos, dos libros preciosos y valientes que tienen a la luna como protagonista: Una luna de Martín Caparrós y Nueve Lunas de Gabriela Wiener.

 

-Quizá él no haga crónica, pero sí reportaje, o haga reportaje y crónica en ’Diez días que estremecieron al mundo’. ¿Qué aportó John Reed al periodismo? Hablas de él, lo citas, ¿tiene vigencia su propuesta?

Sí, lo tengo en cuenta. En Inmersiones aparece como un ejemplo del reporterismo de denuncia que surge sobre todo en Norteamérica a principios del siglo XX con los denominados despectivamente por Theodore Roosevelt como muckrakers, “rastreadores de cieno”, por lo que removían y rebuscaban entre la basura de los poderosos. Denunciaron casos diversos de corrupción. Samuel Hopkins en “The Great American Fraud” (1906), denunció la fabricación y venta de medicamentos peligrosos. Ray Stannard Baker, en “Following de Color Line” (1908), denunció el racismo que sufrían los ciudadanos negros. Y México insurgente (1914) y Diez días que revolucionaron al mundo (1919), sobre la revolución rusa, de John Reed, responde también al modus operandi de este grupo de activistas reporteros, fuertemente ideologizados. Cuando he impartido la asignatura de Periodismo de investigación siempre he acudido al reportaje Diez días que revolucionaron al mundo porque me parece muy representativo de un periodo y de una forma comprometida y política de hacer periodismo que hay que conocer. Este año, como estamos con el bicentenario de la Revolución Rusa no es de extrañar que hayan publicado este trabajo de John Reed de nuevo, pero esta vez en una versión ilustrada de Fernando Vicente.

 

Con el texto final ’Bienvenida al paraíso’, ¿ha nacido una escritora de viajes, una cronista o una escritora de ficción, sin más?

Bueno, he realizado mi particular inmersión en un territorio al que he ido en muchas ocasiones como es Caños de Meca en Cádiz. Es una crónica de viaje y estoy segura de que habrá muchas más. Pero estas crónicas requieren tiempo de documentación y de reporterismo y luego además un proceso de escritura reposado y cuidadoso, así que será algo que pueda hacer muy de vez en cuando.

 

¿Qué tiene de peculiar la crónica de viajes?

En realidad cualquier crónica es un viaje, aunque sea por nuestro barrio. Pero los viajes hay que poder narrarlos y no resulta fácil ya que recorrer el mundo se ha convertido en una experiencia nuclear, cotidiana, incluso vulgar. Conocer lugares y dar testimonio de ello no resulta ya muy novedoso ni para los periodistas ni para los lectores. Hay que saber narrar de algún modo el desplazamiento, el encuentro con el otro, el espacio en el que se sumerge: “el relato del propio viaje” es lo que nos queda para poder contar en la actualidad, como apunta Claudio Magris en El infinito viajar. Por ello una crónica de viaje no es una guía turística ni tampoco un cuento para los amigos, pero debe recoger parte de lo informativo de la guía y parte de lo íntimo del cuento, pero luego debe desarrollarse como cualquier otra crónica con una mirada y voz personal y en un tiempo concreto y delimitado.

 

-¿Qué tiene el periodismo latinoamericano que no tenga el español?

El periodismo narrativo latinoamericano lleva cierta ventaja al realizado en España en lo que se refiere al desarrollo de la crónica y del reportaje, que son dos géneros clave y que permiten una implicación y desarrollo estilístico amplio. En lo que se refiere al articulismo y al columnismo literario, ahí creo que España se sitúa por delante. Y ahora, que vienen polinizando tanto las formas del reportaje y la crónica latinoamericanas, vamos teniendo cada vez más periodistas españoles, medios y editoriales estupendas dedicadas a llevar adelante un buen periodismo narrativo.

-¿Qué tres autores les recomendarías a los periodistas jóvenes?

Gabriela Wiener, Silvia Cruz Lapeña, Virginia Mendoza.

-¿Qué tres proyectos o libros recomendaríais para ser buen periodista?

Digamos que tres libros importantes, teóricos, que hay que leer si se quiere saber de periodismo narrativo y de sus técnicas. La invención de la crónica (2005) de Susana Rotker, Escribiendo historias: El arte y el oficio de narrar en el periodismo (2003) de Juan José Hoyos y Periodismo Narrativo (2012) de Roberto Herrscher.

 

 

*La foto de María Angulo la tomo de aquí.

17/12/2017 02:36 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

DIÁLOGO CON PABLO J. RICO

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Pablo J. Rico Lacasa (Zaragoza, 1955) regresa a Zaragoza, tras más de un cuarto de siglo dando vueltas por el mundo: Mallorca, Alicante, Nueva York y México, donde ha vivido casi una década. Aquí resume algunas de las actividades y sensaciones de estos años.

-Vuelves a casa tras más de veinticinco años dando vueltas por ahí… ¿Qué significa para ti reencontrarte con Zaragoza?

 Extrañas sensaciones y sentimientos. Ha sido media vida trabajando en el mundo del arte, que es el mío, por medio mundo, valga la redundancia. Han sido más de 300 exposiciones en 22 países del planeta. Regreso no sólo para jubilarme en unos pocos años sino también para morir aquí, es un decir, ojala dentro de mucho tiempo. He elegido voluntariamente regresar a mi tierra y cerrar un círculo virtuoso personal y profesional.

-¿Qué has hecho en estas primeras semanas? ¿Qué sensaciones te ha dado la ciudad?

Caminar, caminar y caminar hasta cinco horas al día. Recorrer la ciudad con los ojos de plato y recordar sin melancolía. También reencontrarme con viejos amigos (literalmente, viejos de aspecto todavía juvenil)... La ciudad ha cambiado mucho, para bien. Ahora es una ciudad más amable. Paseable. Más cálida aun el frio que hace...

-Se te ha visto en el Museo Pablo Gargallo, donde casi empezaste y donde fuiste director. ¿Qué te pareció, qué te pasó por la cabeza?

 Pasé allí unos años muy intensos y felices. Quise entrar de corrido y, por supuesto, el conserje me paró en seco y preguntó dónde iba. Fue un acto inconsciente, automático, como hice durante años. Pero él no tenia por que conocerme ni recordarme. Caí del guindo en un santiamén...

-Recuérdanos, muy someramente, qué has hecho en todo este tiempo lejos de casa.  Por ejemplo: ¿cuál es tu balance en la Fundación Miró?

 En 1992 gané el concurso internacional para dirigir la Fundación Miró en Mallorca. Los primeros meses me tocó terminar de diseñar del nuevo edificio que había proyectado Rafael Moneo y organizar la Fundación. Fui director durante seis años y llegamos a hacer más de 200 actividades anuales, no sólo exposiciones y cosas de arte. En otoño de 1997 me fui a vivir a New York y a trabajar, sobre todo, como productor y curador de buena parte de las exposiciones de Yoko Ono, 15 en total. Luego regresé a España como comisario de grandes exposiciones, digamos, de Estado, con el Instituto Cervantes, Asuntos Exteriores, ICEX, etc. En aquellos años de Comisario independiente llegué a vivir más de 250 días al año fuera de casa, sobre todo en América y Asia.

-¿Y en Alicante?

El Ayuntamiento de Alicante me encargó el diseño y programa museológico del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante y poco después me la dirección artística del Castillo de Alicante, un lugar excepcional, con unas vistas increíbles sobre el Mediterráneo y once salas para exposiciones. En tres años hice 42 exposiciones realmente memorables. Luego hubo elecciones municipales y el nuevo concejal tenía otras ideas para el Castillo y me fui. No me veía organizando cenas o justas medievales, por supuesto...

-De manera sencilla, casi como un apunte, ¿cómo ha sido tu trabajo con Yoko Ono, Marina Abramovic, Rebecca Horn?

 ¡Qué decir! Tener la amistad y las complicidades de tres de las artistas más grandes e influyente del arte contemporáneo es un privilegio al alcance de muy pocos. Cada una es muy distinta. Sus procesos de trabajo también. He tenido la fortuna de participar del mundo del arte contemporáneo internacional no sólo con mis exposiciones sino también compartiendo los recuerdos y experiencias de ellas tres y otros artistas igualmente significativos. Se aprende y participa también por ósmosis.

-Volviste en 2000, creo recordar, con Yoko Ono. ¿Es uno de tus mejores recuerdos?

 Sín duda, sí. Regresar a Zaragoza de la mano de Yoko Ono es un lujo, se mire como se mire. Recuerdo a Yoko en la rueda de prensa antes de la inauguración diciendo “He venido a Zaragoza porque me lo pidió Pablo que es amigo mío y cómo no venir a su ciudad que tanto quiere”... Yo lloraba... Fue una gran exposición, de las más completas de Yoko Ono, una de las grandes del arte contemporáneo. Ella la recordó también en su inauguración en el Guggenhein de Bilbao. Tiene tan buenos recuerdos que me ha pedido que hable con las autoridades de Zaragoza y Aragón porque quiere donar una gran instalación permanente aquí. Para mí sería una enorme satisfacción hacer posible este deseo de Yoko en mi tierra.

-Has estado en México mucho. ¿Con quién has trabajado allí?

 Más de nueve años felices e intensos. He comisariado pocas exposiciones pero muy grandes. Acaso la más compleja fue Los Parra-Gironella, una macro exposición de tres generaciones de artistas mexicanos unidos por vínculos familiares. He expuesto a artistas mexicanos en Beijing y en USA, también en Guanajuato y Oaxaca. Y a Valerie Campos, una joven artista mexicana muy brillante con una carrera ya internacional. Pero sobre todo me he dedicado a escribir, he publicado en estos años seis libros, a dar conferencias y seminarios... y sobre todo, a cultivar el arte de la vida...

-¿Quién es Valerie Campos? ¿Qué vínculo tendría con Goya?

 Es uno de los más satisfactorios encuentros que he tenido en mi vida artística. La conocí en Oaxaca   hace unos siete años y de inmediato me fascinó su voluntad de arte y su inventiva, su frescura para ensamblar asuntos goyescos, por ejemplo, con estampas de mangas japoneses e imágenes de ingenuo-perverso erotismo. Parecía la hermana menor de los Chapman... He dirigido cuatro de sus exposiciones y escrito dos libros sobre ella. Valerie debería estar una temporada en la tierra de Goya. Participar en el programa de artistas contemporáneos influidos por Don Francisco...

-¿Sabes qué vas a hacer en Zaragoza? ¿En qué cometidos te gustaría implicarte?

Pues he podido ocupar una plaza provisional de técnico sociocultural  en el Servicio de Juventud tras veinticinco años de excedencia voluntaria como funcionario. Por supuesto, yo quiero terminar mis días como técnico cultural dando a mi ciudad lo mejor de mí y mi experiencia de cuarenta años dedicados al arte y la cultura. Pero no depende de mí... En todo caso, quisiera crear o hacer posible un legado artístico en mi tierra. Tengo una biblioteca de 15.000 libros y catálogos que quiero donar a Zaragoza o a Aragón, también parte de mi colección de arte. Y, si es posible, lograr que algunos de mis amigos artistas y otros creen obras permanentes para esta tierra. Y, desde luego, acabar mis días haciendo lo que mejor sé hacer. Soy un enfermo crónico de Arte...

Trabajas desde hace años en una novela. ¿Qué nos puedes avanzar?

 Después de diez años de documentarme y trabajar los distintos aspectos de esa historia, por fin en enero pasado comencé a escribir. Hasta mayo había escrito 800 páginas en 31 capítulos, pero tuve que parar y solamente tomar notas de acontecimientos de estos últimos meses porque la acción transcurre en tiempo real desde abril. Curiosamente, en febrero decidí que el desenlace final de la novela iba a ser el 30 de noviembre de 2017. Y el final de mi aventura personal como independiente  terminó precisamente esa fecha. El 1 de diciembre me incorporé al servicio activo en el Ayuntamiento. Son esos caprichos y decisiones mágicas del Destino... Es la “biografía” de un libro en concreto que encontré en New York en 1998. Esa biografía, la de sus primeros propietarios y la de un tipo que se parece bastante a mi se trenza durante toda la novela. Los últimos capítulos son de una acción trepidante con inesperados giros. Yo mismo me sorprendo al escribirlos... El libro tiene vida propia.

-Después de andar de aquí para allá. ¿Qué crees que has aprendido, qué te ha enseñado el mundo del arte?

 Todo... y no es una exageración. Creo firmemente que Arte=Vida=Arte... Toda mi vida he intentado ser digno de este mundo de artistas y locos por el arte, ser y estar en el mundo con dignidad artística, es un decir.

-Es morbo casi o pura envidia. ¿Qué relación has tenido con Jessica Lange, un mito del cine y ahora fotógrafa, en todos estos años?

 La conocí en Oaxaca hace unos años. Estaba haciendo fotos con su mítica Leica m6 de un proyecto del que yo era su curador, MATRIA, una antigua casona porfiriana en la que creamos una especie de territorio “arterapeútico” con huerto colectivo y todo. Me pidió fotografiar las instalaciones la víspera del Día de Muertos, en realidad se trataba de un gigantesco altar de muertos en un palacio en ruinas... Le bromeé y me siguió la broma. Por ejemplo, que en todas las casas que he habitado siempre hay una gran mesa en la cocina... Luego vinieron amigos comunes y seguimos riendo y disfrutando de la vida en el Día de Muertos. Jessica es una de las mujeres más fascinantes que conozco y una gran fotógrafa, sobre todo de México y sus singulares tradiciones

-¿Quién o quiénes serían los artistas que más te han impresionado y por qué?

 Además de mis tres superwomen, YoKo, Marina y Rebecca, Xu Bing, el gran artista chino, más influyente y reconocido incluso que Aiwei, auténtico responsable de la explosión creativa en China en los últimos años, del que soy su brother desde hace casi veinticinco años y he hecho con él tres exposiciones y un libro antológico. También el maestro Nagasawa, al que considero mi maestro y amigo, y a Kawamata. Joseph Kosuth seguramente es el artista más brillante intelectualmente que conozco... Richard Serra, al que conozco desde 1984 en París es el más carismático... Y a Chillida lo traté como Aita Chillida, como si fuera un padre. Me dio grandes consejos...

-Creo has tenido un vínculo profesional con la premio Velázquez Concha Jerez. ¿Cómo lo resumirías?

 Es una gran amiga y cómplice desde principio de los 80´. Hemos trabajado juntos en un par de exposiciones y en media docena de acciones en Mallorca, Berlín y New York. Nada más llegar a Madrid desde México cené con ella y José Igés, su compañero personal y artístico desde hace décadas. Ese premio es una justa recompensa a una de las trayectorias artísticas más serias y coherentes del arte español. Concha ha dedicado toda su vida a un arte nada complaciente, nada fácil para el gran público. Pero ha sido fiel y leal a sí misma y al arte experimental. “Insisto, luego existo”...

-Aquí tenemos, ahora en concreto, creo, una sensación un poco pesimista del arte y del universo de las galerías. ¿Interesa el arte, cuál es su función hoy? ¿Estamos más abajo que nunca o solo es un espejismo?

Difícil pregunta y compleja respuesta... El arte siempre es puro optimismo, incluso lingüísticamente. Los objetos y las prácticas artísticas son en realidad prótesis para ver más y mejor, para penetrar más profundamente en nuestras ocultas oquedades, para hacer pensar más intensamente, para reflejarnos o proyectarnos de modo más extenso y detallado, por ejemplo. Son prótesis ópticas, seguramente cuánticas. Y optimismo tiene la misma raíz que óptico. En arte no se puede ser pesimista, eso hay que dejarlo para el resto de la vida. En arte, sólo mirar lejos te salva de la catástrofe...

 

*La foto de Pablo J. Rico es de José Miguel Marco.

CARLOS ZANÓN. UN DIÁLOGO

http://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2017/12/19/carlos-zanon-taxista-no-trozo-maquina-pegado-asiento-1214664-1361024.html

“El taxista no es un

trozo de máquina

pegado a un asiento”

 

Carlos Zanón (Barcelona, 1965) publica la novela ‘Taxi’ (Salamandra) en la que cuenta la historia de un antihéroe que pierde el camino a casa

 

-¿Cómo nació ‘Taxi’? Se aleja de la novela negra aunque no del antihéroe urbano…

-Tenía clara una cosa: no quería hacer una novela negra. Había una historia que me interesaba mucho: el héroe que quiere volver a su casa pero que se distrae. No sabe bien dónde está su casa ni su corazón. Uno de mis libros favoritos es ‘La odisea’ de Homero. Y hay una novela de un escritor que adoro, John Updike, que es ‘Corre conejo’…

-También he visto quizá a John Fante y su antihéroe Arturo Bandini.

-Sí, claro, y Bukowski. Pensé en ‘Ulises’ de Joyce, ese personaje que intenta volver a a su casa y la curiosidad le puede. Y por otro lado quería escribir una novela que me permitiera hacer cosas que no había hecho hasta ahora.

-¿Cómo cuáles?

-Salir de determinados barrios, mezclar varias clases sociales, que la violencia no fuera tan importante en la novela. El taxi puede entrar y salir de todos esos sitios. Mi padre y mis dos abuelos eran taxistas. Yo de pequeño pensaba que el oficio de mi padre era genial: no tenía jefe, podía hacer lo que quisiera. Y una vez mi padre me dijo: “Mi oficio es muy duro porque en el fondo te da igual ir a un sitio que a otro y dependes de los demás”. Me decía, además, que uno salía cada día y que era como una bola de billar.

-¿Eso es lo que pasa en ‘Taxi’?

-Claro. Sandino, mi protagonista, es un hombre que va a la deriva de sí mismo, quiere volver a casa pero no hay nada que le estimule lo suficiente, está medio bien  y medio mal en cualquier sitio, y en el fondo el trabajo de taxista es ese.

-Es como un Ulises urbano, sin norte…

-Sí, claro. Incluso la estructura tiene ese simbolismo: las mujeres son islas, las sirenas, las diosas, hay un caballo de Troya. La estructura de fondo es la estructura del mito.

-Sandino es un tipo que se pasa la vida dando la vueltas con los otros y, bien mirado, está todo el rato dando vueltas alrededor de sí mismo.

-Esa podría ser la definición de un taxista. El taxista es un símbolo de la ciudad y uno de los signos de la ciudad moderna es la soledad. Estás completamente desarraigado. Eres una máquina y la soledad es uno de los temas de la novela y uno de los temas que a mí me importan. La ciudad tiene el anonimato y la soledad por bandera, como atributos de la metrópolis. Y Sandino es un ser estrictamente solitario que vive en su cabeza y que escucha historias todo el tiempo.

-Hay una idea existencialista de fondo, no sé si vinculada a la fatalidad…

-Yo quería hacer un personaje vulnerable cuya principal debilidad es que no se siente atado a nada. Le da igual estar con una mujer que con otra, le da igual hacer una cosa u otra. Y en este sentido sí que era de un existencialismo casi clásico. Ese es su drama. Y él lo que busca es encontrar algo o alguien que le ate, que puede fijar un sitio que puede identificar como su hogar. Y no lo encuentra.

-¿Qué le han dicho los taxistas?

-Les ha gustado. Sobre todo porque doy una imagen que no deja de ser una convención literaria: el taxista no es un trozo de máquina pegado a un asiento. Es un ser humano.  De lo que más se quejan los taxistas es de la gente que sube al coche y se olvidan de que ahí delante hay una persona. Que hablen como si no existiera, que se desnuden, que tengan un coito rápido…, como si fuera un mueble quien les llevase.

-Esta novela exterior, desarraigada, es muy importante la familia: su esposa, la complicidad con su hermana, sobre todo esa abuela…

-Quería hacer una novela en la que hubiese muchas novelas. Y una de ellas es la novela familiar o de saga; son los lazos que le atan, minúsculos, pero los únicos que le retienen: la familia, el amor y la lealtad. Son los hilos muy deshilachados que aún le ayudan a no perderse en el espacio y en la ciudad. Me permitió abrir otra vertiente de la novela: social, de clase, donde rindo homenaje a Juan Marsé y a su abuela, que son paralelas, que envenena a su marido.

-¿Cómo está viviendo la crisis catalana?

-No soy independentista. Lo llevo de una manera muy estresante, porque ha sido la primera vez que no sabías que podía pasar. Yo entiendo que dos millones de personas en la calle es un problema político, no policial ni judicial.  Negarse a hablar de eso por parte de los dos bandos lleva a un conflicto y una ruptura social que es evidente y es traumática.

-¿Ha perdido amigos?

-No, pero sí que es verdad que hemos tenido que dejar de hablar de este tema para seguir adelante.

 

*http://www.carloszanon.com/imgs/autor/zanon5.jpg. la foto es Ana Portnoy.

Hoy en heraldo publicamos otra de Asís G. Ayerbe.

19/12/2017 10:28 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

JOSÉ LUIS MELERO INGRESA, CON DISCURSO, EN LA A. DE SAN LUIS

[Esta tarde, a las 18.30, José Luis Melero Rivas (Zaragoza, 1956; el pasado domingo cumplía 61 años) ingresa en la Real Academia de Bellas Artes de San Luis y pronunciará un discurso en el que ha estado trabajando en los últimos meses. Un centenar de páginas. Le responderá Ramón Acín Fanlo, escritor, profesor y animador cultural de los ciclos de la Diputación de Zaragoza. Recupero esta entrevista que le hice a Pepe con motivo de la reedición, en 2015, de ’Leer para contarlo’.]

De manera sencilla, ¿quién te contagió la pasión por los libros?

Nadie. Comencé a leer desde niño y hasta ahora. Una vez, una señora, amiga de mi madre, le dijo a la que iba a ser mi suegra, a modo de informe: “Es muy buen chico, pero un poco raro: está siempre leyendo”. Así debían de verme.

 ¿Desde cuándo te decides hacer bibliófilo, o en qué momento?

Desde que, poco después de cumplir los veinte años, descubrí el universo de los libros viejos. Observé que muchas veces las ediciones antiguas costaban menos que las modernas cuando las comprabas en los rastros y las almonedas, y que había montones de libros y de escritores sin reeditar y sin recuperar. Siempre he seguido leyendo las novedades editoriales que me interesan, pero la labor detectivesca de descubrir viejos libros y viejos escritores olvidados tiene un enorme atractivo.

¿Qué diferencia hay entre un lector feliz y un bibliófilo, qué serías tú?

Para mí son la misma cosa, pues solo entiendo la bibliofilia como una pasión por los libros y la lectura. Por lo tanto, el buen bibliófilo es un lector feliz. Pero es verdad que hay bibliófilos -sobre todo entre los amantes de los libros anteriores al siglo XVIII- que apenas leen los libros que compran. Esa bibliofilia, de marcado perfil coleccionista, a mí nunca me ha interesado, aunque, desde luego, si me regalaran un incunable zaragozano no le haría ascos. Aunque  no lo fuera a leer nunca.

¿Qué quisiste decir en ‘Leer para contarlo’ y qué has añadido a esta nueva edición?

Quise contar buena parte de mi vida dedicada a buscar libros raros y curiosos, a leerlos y a comentarlos. Y hablar de muchos libreros y de muchos bibliófilos, de autores desconocidos u olvidados y de mi pasión por la letra pequeña de los manuales y por las literaturas periféricas y suburbiales. En esta edición he añadido nuevos datos y nuevas anécdotas, aunque en lo sustancial el libro es el mismo que se editó hace ya doce años.

¿Ser bibliófilo es sinónimo de buscador de tesoros, de rarezas, de encuadernaciones especiales, de olvidados?

Hay bibliófilos para todo. El librero catalán Josep Porter escribió en ‘Los libros’ sobre las especialidades bibliofílicas que conocía y superaban las dos mil quinientas. Hay compradores compulsivos que lo compran todo y hay compradores coleccionistas que solo compran una clase determinada de libros. Así los hay que solo compran Quijo­tes (Neruda compraba Quijotes), o libros de un de­terminado autor (Monterroso, por ejemplo, compró durante mucho tiempo primeras ediciones de Joyce, Vallejo o Eliot), o solo de una colec­ción (crisolines, Aguilares en piel), o solo libros escola­res, o solo góticos o elzevirianos. Los hay también que solo coleccionan Ibarras o incu­nables, o libros impresos por Benito Monfort. O solo ser­mones, como el padre de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, que llegó a tener más de 20.000. Pedro Salinas coleccionaba tratados de urbanidad, y Walter Benjamin buscaba libros escritos por dementes y cuentos de hadas para niños. Están también los que solo compran libros antiguos y los que solo compran libros modernos, los fetichistas que buscan dedicatorias… 

¿Ser bibliófilo es sinónimo de ser mitómano? Tú buscas las casas de escritores, tumbas en los cementerios, ediciones dedicadas...

Yo puedo hablar por mí, y en mi caso ese perfil es desde luego muy acusado. Me gustan las dedicatorias autógrafas, los libros que han pertenecido a escritores importantes y que llevan ex libris u otros signos de propiedad… Y, sí, también visito las casas de los escritores y los cementerios donde yacen. Cómo ir a La Habana y no visitar la casa de Lezama o de Hemingway, y cómo ir a París y no llevar flores a la tumba de Cortázar en Montparnasse.  

¿Cuál es tu responsabilidad social como sabio de libros, por decirlo así?

De sabio, nada. Yo estoy todos los días aprendiendo y todos sabemos que cuanto más leemos más nos damos cuenta de lo poco que sabemos. En cualquier caso, hay dos condiciones para considerar relevante la función social del bibliófilo, además de la común a todos ellos de rescatar libros que de otro modo se perderían y pro­porcionales refugio contra peligros y adversidades: la primera es que sus libros sirvan para investigar y que de ellos salgan publicaciones que interesen o sirvan a la sociedad, razón por la que el bibliófilo no debe ser ágrafo; y la segunda es que sus libros estén a disposición de los estudiosos, es decir que sus bibliotecas puedan ser consultadas. Hay quienes los prestan o quienes los dejan consultar en casa. Si se prestan, hay que hacerlo con mo­deración.

¿Cuál o cuáles son las dedicatorias que más valoras?

Tengo muchas que me gustan. Pero me quedaría con una de Neruda en el ‘Canto General’, con la de Dámaso Alonso en ‘Hijos de la ira’ y con las de Borges, Bioy Casares, Cirlot y Machado. De los aragoneses, una de Miguel Labordeta a Carlos Edmundo de Ory y las de Braulio Foz, Jarnés, Sender, Seral y Casas y Juan Ramón Masoliver. 

¿Cuál es el libro que más has buscado y que al fin has encontrado?

 ‘Vida de Pedro Saputo’, de Braulio Foz. La primera edición, de 1844. Me costó más de treinta años encontrarlo.

¿Y el más raro?

El más raro, Fonds Perdu, un libro de poemas escrito en francés por el mequinenzano José Soler Casabón. Se lo compré a un bouquiniste de Albi. Solo se tiraron 34 ejemplares, que no fueron compuestos tipográficamente sino facsimilando un manuscrito del autor en color violeta. Se imprimió en Toulouse en diciembre de 1939, poco después de que Soler saliera del campo de concentración de Argelès. Soler Casabón no era en realidad poeta sino músico, un músico de vanguardia que vivió buena parte de su vida en París y que fue amigo de Apollinaire, Picasso, Reverdy, Juan Gris y sobre todo de Pablo Gargallo. 

Hablas de muchas librerías de todo el país. Citas a Inocencio Ruiz, Pérez, Hesperia... ¿Qué pasaba en esas librerías?

Esas librerías de viejo y cualesquiera otras son lo más parecido al paraíso, pues cuando menos te lo esperas puedes encontrar ese libro que llevas años buscando, esa dedicatoria autógrafa de tu autor admirado, esa encuadernación admirable que salvó la vida a un libro que, de no ser por ella, tal vez no hubiera sobrevivido. En Zaragoza he conocido a tres grandes libreros de viejo: Inocencio Ruiz, maestro de libreros y gran bibliógrafo, hombre humilde y discreto que, como se dijo de un viejo director de ‘Heraldo de Aragón’: “Mereció brillar. Lo evitó obstinadamente”, Luis Marquina y Pachi Asín. Fuera de Zaragoza, mis preferidas han sido siempre la Librería del Prado, de Madrid, Antonio Mateos, de Málaga, y la de José Manuel Valdés en Oviedo. En ellas he pasado horas inolvidables.

Este es un libro de historias de amor... ¿Cuáles son las que más te han conmovido?

La mía. Mi historia de amor con mi mujer. Entre las mejores, ella es la mejor. No creo que ninguna otra mujer hubiera aceptado que le llenara la casa de libros y me hubiera consentido lo que ella me ha consentido. Es imposible encontrar un bibliófilo de mi perfil sin una gran mujer detrás.

Los escritores son raros y maniáticos, ¿No? Pienso en Gálvez, en Fernando Villegas, en Fernando Villalón, en Ana María Martínez Sagi...

Bueno, los hay raros, muy raros y rarísimos. A mí me han divertido siempre los rarísimos, esos que hicieron de sus vidas su gran obra literaria. Esos que citas son de los más raros desde luego, pero hay muchos más: Armando Buscarini, Rafael Lasso de la Vega, Pedro Boluda, Eliodoro Puche, Iván de Nogales, Dorio de Gádex… No suelen ser, en general, grandes escritores (Gálvez, Villalón y Lasso de la Vega sí fueron buenos poetas), pero tuvieron unas vidas tan apasionantes, disparatadas y pintorescas que acabas seducido por ellos, no tanto por su literatura como por el personaje. 

¿Para quién escribes tus libros y tus artículos, en qué público piensas?

Pienso cuando escribo en lo que me gustaría que me contaran a mí. Y a ello me aplico. Yo creo que soy apto para todos los públicos, como las antiguas películas toleradas. Y, efectivamente, entre mis lectores hay desde gente muy joven hasta gente mayor. Procuro ser entretenido y poco solemne. Y reírme siempre que puedo de mí mismo y de mi absurda bibliomanía.

Mucha gente se ha desprendido de buenas bibliotecas. A Vicente Martínez Tejero el Gobierno de Aragón le rechazó una, excepcional, de más de 20.000 volúmenes. ¿Has pensado alguna vez qué pasará con tus libros?

Esa es una de las preguntas más desasosegantes que se le pueden hacer a un bibliófilo. Si lo de Martínez Tejero hubiera salido bien, tal vez otros habríamos poder seguir en el futuro por ese camino. El fracaso de esa donación cierra muchas puertas y nos causa una gran desazón. Pero como me dice mi mujer: “Tú has sido feliz con tus libros. Lo que pase después igual te va a dar”. Y tiene razón. Aunque a todos nos gustaría que nuestras bibliotecas de tantos años pudieran quedarse en Aragón y estar al servicio de los aragoneses.

 

*La foto de José Luis Melero es de Oliver Duch. Más abajo el retrato que le hizo Pepe Melero y que se colgó en la exposición de la Lonja.

CARLES DOMÈNEC ESCRIBE DE MI LIBRO 'GOLPES DE MAR'

El fotógrafo y periodista Carles Domènec ha escrito este texto sobre mi libro de cuentos marinos 'Golpes de mar' (Ediciones del viento), que se publicó a principios del verano. Incluye cinco textos nuevos con respecto a la edición de 2006 que apareció en Destino y que se agotó muy pronto.

 

https://revistabearn.com/2017/12/18/golpes-de-azar-mar-y-memoria-de-anton-castro/

 

Golpes de azar, mar y memoria de Antón Castro

 

CARLES DOMÉNEC

Antón Castro (Santa Mariña de Lañas, Arteixo, A Coruña, 1959) se inició en la literatura como poeta. Conoció a un grupo de objetores de Zaragoza y descubrió, a los 20 años, que quería ser escritor, en gallego. Trabajando de cajero en una sala de juego aragonesa, se puso a escribir sobre papel de envolver cartones de bingo lo que sería el primer borrador del conjunto de relatos que aglutinaba Golpes de mar. Era el año 1986. Debía sentir el peso de la añoranza y su origen cercano al mar. El proyecto fue evolucionando, con cambios y mejoras. El libro cogió forma en castellano. Veinte años más tarde, se publicó en Destino. Se agotó en pocos meses y se reeditó. Ediciones del viento publica, otra vez, Golpes de mar, con nuevas revisiones e incorporaciones.

En estos relatos, la llamada del mar nos persigue. El lugar donde se habita nos protege, a veces nos devora. En algún cuento, al desaparecer el protagonista de su pueblo y aventurarse en tierra ignota, se acaba cruzando con la muerte, estado final y consustancial al contar el significado trascendente del mar. El autor coleccionó libros marinos. Hay algo muy bonito en las narraciones de Castro: parece desconfiar de los que mandan y comprensivo e inocente con los que, aparentemente, tienen menos fuerza y que, a su vez, son los que merecen ser protagonistas de las historias más bellas.

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Antón Castro en Mallorca. Fotografía de Carles Domènec.

Y da igual si lo que cuenta Castro es cierto o inventado, en este juego equilibrado de magia y realismo, donde resuenan Álvaro Cunqueiro, Antonio Tabucchi o Mercè Rodoreda. La buena literatura es siempre verdadera. En los relatos de este periodista cultural hiperactivo hay fatalidad, pasión, ruralidad, inocencia y siempre hay algún elemento inquietante, perdido y hermoso. Tienen estos textos una cualidad: te hacen mella. Al terminar cada cuento, el lector sentirá que lo que ha leído se va desvaneciendo, sin desaparecer del todo, como si la imagen que ha visto fuera desenfocándose. ¿No es tal vez, la memoria, una fotografía desenfocada? La sensación solo se curará, por momentos, con la relectura. Pero será un alivio efímero porque cada vez que se retomen las palabras escritas, el lector tendrá menos respuestas y más preguntas sobre lo que ha leído. La literatura de Castro es una invitación al universo latente, de un autor culto y curioso con las aristas más discretas de la vida.

Carles Domènec.

 

22/12/2017 10:33 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

EL SILURO FANTÁSTICO DE MAIDEVERA

ALGUNOS 'LUGARES MÁGICOS DE ARAGÓN'
Con Eduardo Viñuales, publico el libro 'Aragón. Excursiones a lugares mágicos de Aragón' (Sua), 30 sitios de Zaragoza, Huesca y Teruel, 30 leyendas inscritas en un guía práctica para viajar, pasar un fin de semana, adentrarse en el mito y en las fábulas y en el paisaje, y también en alguna invención. El libro lleva más de 150 fotos espectaculares de Eduardo Viñuales Cobos. He aquí cuatro de ellas: Peña Canciás en Fiscal, por donde asomaba el Hombre-Choto; una de las grutas del monasterio de Piedra; el cielo de San Benito de Orante y una vista nocturnal de Trasmoz, por donde anduvieron los hermanos Bécquer. Mañana domingo hablaremos de él en el programa 'A vivir Aragón', en la Ser, con Miguel Mena.

 

EL MONSTRUO DE MAIDEVERA

 

[Los siluros fueron arrojados al pantano de Mequinenza hacia 1974. Luego llegaron al Ebro y más tarde a otros lugares, quizá al embalse de Maidevera, inaugurado en 1981, entre ellos. El siluro, para algunos, encarna al auténtico monstruo de este pantano de Aranda de Moncayo.]

 

 

A Damián Gurpide le enseñaron desde niño a amar el embalse de Maidevera en las afueras de Aranda de Moncayo. Su padre, campesino y pescador, le explicaba que riega muchos pueblos de la comarca, que ocupa más de ciento sesenta hectáreas y que en su parte más honda tiene cuarenta metros, aunque la profundidad media es de unos diez metros. Le hacía dibujos y le indicaba donde están el aliviadero, los desagües, la torre de tomas y los canales de riego. Y le gustaba contar que allí hay truchas comunes y truchas arco iris, madrillas, carpas, barbos y tencas. Le decía que el embalse, por desgracia, no tiene ni bosque ni olmeda de ribera, pero que eso le permitía admirar mejor las puestas de sol, contemplar el baño de la luna en el agua y tener una mejor perspectiva de esa forma de lengua, encajonada entre montañas.

Un día, cuando caía la tarde, el padre le dijo al hijo que iban a vivir la aventura más bella de su vida. Salieron de casa y alcanzaron la orilla: allí estaba la barca. El padre acomodó sus objetos de pesca y situó al niño en un lugar seguro. Durante muchos minutos, quizá más de dos horas, Damián vio a su padre remar y remar, con un ritmo sosegado, como si no se fatigase y en cada impulso expresase una infinita sensación de placer. Navegar en el embalse de Maidevera con luna llena era una sensación inexplicable. Si existía la felicidad debía parecerse mucho a aquella noche. De repente, el padre dejó de remar y cogió la caña. La lanzó y esperó. Si el niño mostraba ansiedad, le pedía que callase, que las truchas se espantaban con la voz humana. A la vez recogía y lanzaba el anzuelo, e invitaba al muchacho a hacerlo él mismo con suavidad. En esas andaban cuando, de repente, un animal de formidable boca salió del agua y pareció atrapar a una paloma o a un pato. El padre, algo asustado, le dijo al chico: “El pantano de Maidevera tiene un monstruo. Quizá sea un siluro. Pueden vivir hasta los 80 años, son de una gran voracidad y destruyen la flora y la fauna. Se alimentan de barbos, truchas, carpas. Tendremos que pescarlo o acabará con nosotros”. Esa noche no pudieron hacerlo. Ni las siguientes, aunque trajeron otros anzuelos y otros aparejos.

Damián Gurpide creció con esa obsesión. Se convirtió en el centinela y en el protector del embalse. Lo era todo para él: el lugar de juegos y aventuras, la mejor playa, el refugio de sus aún inocentes amores con Cristina Subías y, sobre todo, el escenario de la luz, del color y de una increíble belleza de agua, montaña y cielo. Un lustro después sintió que ya estaba preparado para darle a su padre una gran alegría. Había ahorrado para adquirir hilo trenzado y resistente, la mejor caña y el clonk, una pieza de madera para golpear en el agua y producir un efecto sonoro semejante al del siluro. Eligió un día de junio. Exploró la superficie en su barca hasta la medianoche. Y esperó hasta las tres de la mañana, que era la hora propicia, para lanzar su sedal. El monstruo no tardó en picar. Lo arrastró un rato, lo aproximó lentamente y, bien provisto de guantes y de valentía, lo subió a la barca y lo inmovilizó como pudo.

El monstruo del embalse de Maidevera era algo más pequeño de lo que había pensado, pesaría 30 kilos, tenía la boca hosca y tosca de un depredador insaciable, pero lo que más le impresionaron fueron sus ojos: cegadores, tristes, melancólicos. En un tris estuvo de devolverlo al agua, pero pensó en su padre y en lo inmensamente feliz que se iba a poner en cuanto viese al inquietante siluro. 

JOSÉ LUIS LASALA HACE MEMORIA DE SU TRABAJO (DIÁLOGO RECUPERADO)

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JOSÉ LUIS LASALA

"Nunca hubo tan buenos pintores con las ideas tan claras como ahora"

Ha sido uno de los responsables de la Obra Social de Ibercaja desde 1989. Hace balance en la hora de su jubilación y mira hacia el futuro con optimismo.

*[Actualizada 23/08/2010 a las 12:43. Recupero esta entrevista a José Luis Lasala, que ha sufrido tiempo atrás un ictus e intenta recuperarse y volver a la pintura.]

 

 

 
 

 

 
 

 

 
 

 

 
 

 

 

José Luis Lasala, en el patio de la Infanta de Ibercaja, institución que deja después de 21 años para jubilarse.OLIVER DUCH

 

José Luis Lasala (Zaragoza, 1945) fue llamado en 1989 para dirigir una nueva política cultural de Ibercaja. Era responsable de una sucursal de la entidad, y tenía un perfil casi incómodo. "Había sido militante del PSA, me había presentado a las elecciones sindicales en Ibercaja y había sido socio fundador y colaborador de ’Andalán’. Siempre he sido leal a mi casa y cuando me llamaron lo acepté de muy buen grado", recuerda. Se quería renovar "una política cultural que se había quedado trasnochada y falta de compromiso".

Desde entonces han pasado 21 años, y Lasala -integrante del casi legendario y fugaz grupo pictórico Azuda 40- hace balance en la hora del adiós. Dentro de unos días alcanzará la jubilación.

¿Cuál es el balance de estas dos décadas en la Obra Social de Ibercaja?

Yo creo que no ha ido mal. Podría haber ido mejor. ¿Qué ha ocurrido? Que ha habido cosas que en determinados momentos no me han dejado hacer, por diversas circunstancias, y otras que no he sabido hacer, como acomodar iniciativas a la propia conveniencia no solo de Ibercaja sino de la ciudad, abordar no diría mercados, porque estaría mal dicho, pero sí yacimientos de clientes culturales que no hemos sabido tratar. Y aquí me refiero específicamente a los jóvenes?

¿Por qué?

Quizá porque entre los jóvenes hay muchas tribus diferentes conviviendo y no se pueden diversificar los esfuerzos tanto como para dar satisfacción a todas las tribus a la vez, sobre todo en la música.

¿Pasó lo mismo con el arte?

En el arte optamos por un nicho de actividad. Creíamos que había que fijar una política de exposiciones. Hemos tenido en cuenta varias cuestiones. Una ha sido que no debíamos competir con las galerías privadas, era un mundo de negocio que debíamos respetar y lo hemos hecho, y tampoco podíamos invadir el territorio que otras instituciones estaban abarcando. Optamos por realizar exposiciones sobre las vanguardias históricas. Eso sí, siempre hay pequeños cambios?

¿A qué se refiere?

A veces era sencillo y hasta sensato renunciar a la contemporaneidad más rabiosa, y dábamos un paso atrás de 40 o 50 años, y eso nos permitía exponer a Sorolla, Fortuny, que también eran parte de lo que sería después la vanguardia histórica, el pilar de partida. También hemos apoyado al arte aragonés en general y al arte joven.

¿Ha habido varias fases en su gestión?

No ha sido una línea continua, pero no se entendería la historia de la realidad cultural de Aragón de estos últimos veinte años sin el papel que han jugado las cajas de ahorros, a la que luego se han sumado los bancos.

¿Qué ha sido lo que más éxito ha tenido?

Siempre he tenido la teoría de que la exposición más cara en términos absolutos puede resultar el acto cultural más barato en términos relativos. Y una de las más baratas fue una muestra de Pablo Picasso. Muy rentables han sido las exposiciones de Sorolla, o una exposición como la de Kubota, de los kimonos japoneses.

¿Cuáles han sido los éxitos inadvertidos?

Yo creo que hemos sabido tejer un complemento educacional para los niños e incluso para los ancianos con programas didácticos de música clásica, de teatro, de patrimonio, de medio ambiente. Ibercaja se ha comprometido desde hace años a conectar a los escolares con la naturaleza mediante visitas a espacios protegidos, centros de interpretación, etc.

¿De quién ha aprendido más en estos años?

De los compañeros, del amplio equipo de colaboradores: Magdalena Lasala, Gonzalo de Diego, Elena Usán, José María Barceló, Alberto Sánchez, con el que logramos darle protagonismo al cine en Ibercaja y crear modelos y ciclos que utilizan hasta en el Festival de Cine de San Sebastián. He aprendido de la gente exterior, de los creadores. Hay que ser permeable: lo peor que te puede ocurrir es creer que lo sabes todo. Entonces te conviertes en un personaje que produce efectos endogámicos y eso es muy peligroso porque trabajas para ti mismo y no para un proyecto.

¿Un artista que le haya emocionado?

El contacto con la gente y los creadores me enseñó que la mayor gilipollez es el prejuicio. Yo recuerdo que tenía prejuicios: por ejemplo, no podía ver a Joaquín Rodrigo; tuve la oportunidad de conocerlo y me di cuenta de que era un hombre con un impedimento físico que lo hacía muy vulnerable, pero que era una persona y un músico excepcional. Me impresionaron José Saramago, Antonio López, y María Kodama, una mujer deslumbrante que me convenció de que había amado profundamente a Borges.

¿Podemos extraer conclusiones sobre la realidad cultural aragonesa?

A mí me parece excelente. En música clásica, gracias al Auditorio y gracias al Conservatorio Superior de Zaragoza y con todo lo que se programa, es excelente. Zaragoza está en un nivel superior a las ciudades similares de Francia o de Italia. ¿Sabe cuál es el acontecimiento artístico en estos momentos en Milán? ’Goya y el mundo moderno’, que se ha inaugurado y se ha producido aquí.

¿Por qué estamos tan quejosos, entonces?

El fenómeno de la abundancia en actividades culturales se ha debido a la pugna que se produce entre instituciones para realizar una oferta cultural de alto nivel. La competencia fomenta la superación entre los competidores. En Zaragoza, tenemos la Lonja, el palacio de Sástago, el Centro de Historia, el Pablo Serrano, el Museo de Zaragoza, el Paraninfo, Ibercaja tiene la Infanta y el Museo Camón Aznar, la CAI la sala Luzán, etc., y las instituciones que los gestionan se diversifican y se ramifican. Los aragoneses no valoramos a los aragoneses ni lo que tenemos.

¿Cuál es el nivel de nuestros creadores?

Espléndido. La gente joven de Zaragoza y Aragón está en un momento óptimo. Nunca había habido tan buenos pintores con las ideas tan claras: María Enfedaque, Javier Riaño, Eduardo Lozano, Javier Joven, Lina Vila, Mapi Rivera, Pilar Martínez Carnicer, Marta Aguirre, Natalia Laínez, David Latorre, Jesús Bordetas ? Y muchos más.

¿Qué falta entonces?

Lo que ha faltado siempre: un mercado interno consumidor que facilite la trascendencia de esos pintores, de nuestros creadores, desde aquí.

 

*La foto de José Luis Lasala es de Oliver Duch. Esta entrevista apareció en 2010 en Heraldo de Aragón.

25/12/2017 21:41 Antón Castro Enlace permanente. Artistas No hay comentarios. Comentar.

LIBROS QUE IMPORTAN, OTRA VEZ

Zaragoza vuelve a acoger el gran intercambio multitudinario de libros en un espacio público.

[Nota de Jorge Gonzalvo de Atrapavientos.] Del 26 al 30 de diciembre se celebra la segunda edición de “Libros que importan”, una iniciativa que se puso en marcha el pasado año y que contó con la participación de más de 8.000 personas para intercambiar más de 1.800 libros.

Organizado por Atrapavientos, con el apoyo del Ayuntamiento de la ciudad, la actividad pretende consolidar en Zaragoza el mayor intercambio de libros en un espacio público.

Zaragoza, martes, 26 de diciembre de 2017.- La Plaza del Pilar acoge, por segunda vez, y desde el martes 26 hasta el sábado 30 de diciembre, la actividad navideña “Libros que Importan”, una iniciativa organizada por Atrapavientos con el apoyo del Ayuntamiento de Zaragoza, con la que se pretende consolidar en la ciudad el mayor intercambio de libros en un espacio público.

Esta campaña se desarrolló con gran éxito durante las pasadas navidades, y por la Plaza del Pilar se acercaron más de 8.000 personas, quienes pudieron intercambiarse  más de 1.800 libros. Como el pasado año, en esta segunda edición la actividad se iniciará con una aportación inicial de 100 libros, entregados por 100 personajes que vivan intensamente la cultura y que quieran contar y expresar lo importante que es la literatura para ellos. Entre ellos habrá escritores, deportistas, artistas, periodistas, libreros, bibliotecarios, queriendo repetir la experiencia del año pasado algunos de ellos.

El consejero de Economía y Cultura, Fernando Rivarés participa también este año, aportando el libro Puro fuego, de Joyce Carol Oates. También han confirmado su participación autores como Soledad Puértolas, Javier Sierra (reciente Premio Planeta), Patricia Esteban Erlés, Ana Alcolea, Fernando Lalana, Ana Juan (portadista del New Yorker); músicos como Ara Malikian, Carmen París, Shariff Fernández; representantes del mundo del cine como Gaizka Urresti, Paula Ortíz, Luisa Gavasa, Álvaro de Luna o Nata Moreno; los directores generales de cultura del ayuntamiento de Zaragoza y del Gobierno de Aragón: Saúl Esclarín y Nacho Escuín respectivamente; el Rector de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Mayoral, el ilusionista Pedro Tercero, así como educadores, bibliotecarios, artistas plásticos, libreros, científicos y otras figuras relevantes del mundo de la danza, el teatro o el deporte; y organizaciones como Aldeas Infantiles o la fundación Federico Ozanam.

Igualmente, los zaragozanos y zaragozanas están invitados a participar en la actividad, si acuden del 26 al 30 de diciembre a la Plaza del Pilar y regalan un libro, pero no un libro cualquiera, sino un libro que sea importante para esa persona. El ejemplar estará envuelto en papel de regalo e irá acompañado de una dedicatoria en su interior, en la que se explique por qué es importante ese libro. Cada persona que entregue un libro, inmediatamente recibirá otro, al azar, que habrá llevado antes otro amigo invisible literario.

Todos y todas pueden participar en esta original y divertida actividad, ya que los libros que se regalen pueden ser nuevos, de segunda mano o el ejemplar que se tenga en casa.

El proyecto “Libros que Importan” ha despertado el interés en otras ciudades y se está llevando a cabo, a menor escala, en bibliotecas de otras poblaciones, en centros de mayores, y ha demostrado el interés del Ministerio de Cultura o de la Biblioteca Nacional, lo que supone que Zaragoza es una ciudad pionera en campañas de fomento y animación a la lectura, ya que a esta actividad se suman las de Cuentos y Versos al Viento o la de Plantadores de Historias.

Qué: Presentación de Libros que Importan con la asistencia de algunos de los 100 zaragozanos que han participado en la iniciativa. 

Cuándo: martes 26 de diciembre a las 11:00 horas.

Dónde: Plaza del Pilar, Zaragoza.

 

25/12/2017 22:09 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

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