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JAVIER PLAZA EXPLICA SU NOVELA 'CANCIÓN DE OTOÑO'

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Javier Plaza (Pamplona, 1974) habla de su segunda novela, ’Canción de otoño’, que transcurre en los Pirineos y en Zaragoza en el siglo XIX.
Habías publicado una novela anterior. ‘La urraca en la nieve’, muy distinta: era una novela de París, del arte… ¿Qué te llevó allí?
Fue mi pasión por el Impresionismo y el hecho de que coincidieran, en las calles del París de la Belle Époque, maestros de la talla de Monet, Manet, Renoir o Cezanne Creo que tal acumulación de genios es un momento único en la historia del arte, aunque en su época, salvo excepciones, eran tenidos por artistas de segunda o tercera fila. Para mí aquel momento tenía un gran valor literario

-Ahora das un salto bien distinto. Te trasladas a las guerras napoleónicas… ¿Por qué?
La época la elegí porque quería escribir una novela de valles y pueblos del Pirineo llenos de vida, de niños jugando en las calles y de hombres y mujeres en las casas, en los campos y en los caminos.
Partiendo de eso escogí los años de la Guerra de la Independencia porque me permitía enlazar la novela con los Sitios de Zaragoza, con las partidas que guerreaban por el alto Aragón y, en el caso concreto del valle de Vió, con el privilegio que tenían los mozos del valle, durante la guerra, de poder volver a sus pueblos durante el verano, con el fin de defender los boquetes de Góriz, es decir, los pasos a Francia desde aquel lugar.

-Aunque la novela también transcurre en Zaragoza, lo esencial es el Pirineo: Fanlo, Burgasé, Aínsa… ¿Por qué los Pirineos?
Bueno, desde que comencé a recorrer el Pirineo, siendo niño, me ha cautivado el paisaje, y también sus gentes y su historia. Disfruto recorriendo sus valles y pueblos y montañas, y también conociendo los vestigios de quienes lo poblaron, o visitaron, antes que nosotros: los dólmenes, como el de Aguas Tuertas o el de Tella, el arte románico que recorre todo el Pirineo, con edificios de espectacular belleza como San Pedro de Larrede o Santa María de Iguacel, el Monasterio de San Juan de la Peña, que es un lugar único. También me encanta recorrer los pueblos deshabitados, algunos de visita obligada, como Otal o Escartín, y conocer los oficios tradicionales, especialmente los navateros y los pastores, con la trashumancia. Para mí escribir esta novela era devolver al Pirineo un poco de lo mucho que me ha dado.

-¿Cuál fue la importancia de la guerrillas ante los invasores franceses?
Creo que es un tema bastante desconocido, pero las partidas sometían a un hostigamiento continuo y efectivo a las tropas ocupantes, aportaron mucho. Estaban bien organizadas, dentro de sus posibilidades, y contaban con el conocimiento del terreno y en general, con el apoyo de la población. En las ciudades los franceses mantuvieron el control durante años, pero en los caminos sus columnas eran atacadas continuamente, causándoles grandes pérdidas. Algunas partidas incluso cruzaron los Pirineos y atacaron pueblos del sur de Francia. Goya nos dejó un precioso testimonio del nivel de organización al que llegaron las guerrillas, con sus dos tablas sobre la fabricación de pólvora y balas en la Sierra de Tardienta. En ellas refleja los trabajos de la partida del zapatero José Mallén. Para escribir sobre las partidas me ha resultado imprescindible el libro “Guerrilleros y patriotas” de Ramón Guirao.

-¿Has querido hacer una novela de paisajes o de guerra? Dices en un determinado momento: “La guerra no acaba nunca”.
Para mí es una novela de paisajes, pero para Rosa no. Ella ha regresado a su pueblo desde Zaragoza, donde lo ha perdido todo, y en Fanlo se encuentra con la misma guerra. Conforme avanza el tiempo la guerra se va terminando, y eso le ayuda a lograr algo de paz interior.

-Es, en el fondo, una novela de mujeres y una novela del dolor y la pérdida… El relato de dos hermanas…
Sí, es el retrato del reencuentro de Rosa con la vida, con la casa, con sus raíces, incluso con sentimientos que no esperaba que volvieran a germinar en su interior, y en ese proceso tiene especial importancia el esfuerzo y los cuidados de su hermana Inés.

¿Cómo rehace su vida Rosa, la protagonista?
Su regreso al pueblo es casi obligado y al principio no encuentra allí ninguna motivación. Ella dice que solo le quedan los recuerdos, que hacia adelante no hay nada. Inés es quien tira de ella tratando de reincorporarle a la vida y a la casa. Poco a poco, Rosa se va reencontrando con gente que la conocía y la quería, aunque ella apenas los recuerda. Por otro lado ella es la heredera, y su familia es una de las familias principales del valle, así que comienza a sentir de nuevo las obligaciones que le inculcó su padre, siente que debe ponerse al frente de la casa, y tratar de gobernarla con mano firme.

¿Has querido reflexionar sobre la importancia de los Sitios en la historia de Aragón, y sobre todo en la vida cotidiana de las gentes?
Realmente cualquier análisis sobre las consecuencias de aquel conflicto es demasiado complejo para mis conocimientos, aunque resulta evidente que durante la guerra se produjeron grandes avances sociales, manifestados en las Cortes de Cádiz, y que el final de la misma trajo de regreso a un rey lamentable que anuló todo lo que se había hecho y, mientras pudo, llevó a cabo un gobierno absolutista. Pero yo tan solo he tratado de reflejar la dureza de la vida cotidiana en el interior de la Zaragoza sitiada. Si se habla de la situación general del país, o incluso de la marcha de la Guerra, es tan solo en lo que pueda importar a Rosa.

El amor siempre es un estímulo en las novelas. También aquí. ¿Qué dimensión le has querido dar?
En esta novela el amor es un elemento más significativo que en la anterior. Es una novela de amor, de mi amor al Pirineo, del amor de Rosa a su esposo y su hijo, y del amor que siente de nuevo a su tierra sus raíces y su familia. No estoy seguro de que yo quisiera darle esa dimensión cuando comencé a escribir, no esperaba de mi ese punto romántico, pero ese es el resultado.

¿Qué te dice el Pirineo para ti, cómo lo ves?
Para mí es un lugar de contemplación, una fuente de conocimiento y, en ocasiones, el mejor retiro para meditar, para pasar un tiempo conmigo mismo.

Creo que ha sido muy importante la documentación. ¿Qué buscabas, es el Pirineo un buen escenario novelesco?
El Pirineo es un buen escenario porque su belleza te sirve de fondo, es un marco incomparable para decorar cualquier historia. Y el documentarme para “Canción de otoño” ha sido un auténtico placer: he visitado en numerosas ocasiones el valle de Vió y sus alrededores, y he leído cuanto he podido sobre el Pirineo y su pasado, como digo, un placer. Ha habido algunos libros me han aportado mucho, especialmente “Navateros” de Severino Pallaruelo y “La Solana” de Carlos Baselga.

-¿Por qué escribes novelas? ¿Qué te permiten hacer o imaginar?
Escribir es mi expresión artística, y es un esfuerzo intenso que me hace sentir satisfecho, es un reto mental. En esta novela he tratado de cuidar hasta el más mínimo detalle, desde el texto hasta el color de las páginas o la calidad de las tapas. Soy muy perfeccionista, pero cuando consigo terminar una novela la leo y a mi me gusta.

-Estamos en verano. ¿Podrías recomendarnos tres o cuatro libros que te hayan conmovido y hacernos una ruta por los Pirineos?
Como novelas que haya leído últimamente recomendaría “Ordesa” de Manuel Vilas, una excelente novela, intimista, de prosa precisa y preciosa y también “El Gran Dragón Negro”, de Clara Fuertes, sobre los niños que vivieron en el campo de concentración de Terezín. Y, por hacer una recomendación pirenaica, sin duda “La lluvia amarilla” de Julio Llamazares, que es una obra maestra y con la que es imposible no emocionarse. Dos ejemplos de rutas de gran belleza en la zona del Pirineo en la que transcurre “Canción de otoño” serían, por un lado, el recorrido de los Miradores de Ordesa, que parte de Nerín o Torla, y, por otro, un paseo por Plana Canal y las Sestrales, por encima del Cañón de Añisclo. Son dos excursiones maravillosas, no muy frecuentadas y que están al alcance de todo el mundo, se pueden realizar en familia.
*La fotografía es de José Miguel Marco, jefe de fotografía de 'Heraldo', donde se publicó una selección de esta entrevista...


 

03/08/2018 08:30 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

CRISTINA MARTÍNEZ DE VEGA HABLA DE SU ABUELO KAUTELA

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Cristina Martínez de Vega es nieta de Francisco Martínez Gascón, alias Kautela, que trabajó muchos añoso en Heraldo de Aragón. Primero como fotorreportero y luego como cónsul de noticias y asesor de la redacción. Cristina le dedicó su tesis doctoral y hace poco un libro, coescrito con Víctor Lahuerta y Álvaro Capalvo, ’Kautela. ‘Un fotógrafo en la España franquista (1928-1944)’ (IFC. Serie Negra).

 

-¿Recuerdas la primera imagen que tienes de tu abuelo? ¿Qué relación tuviste con él?

La primera exactamente no, pero lo que sí recuerdo es haber estado junto a él en la antigua redacción de Heraldo. Recuerdo ver a los trabajadores componiendo con tipos las páginas del Heraldo de entonces, con aquel formato mucho más grande de lo que es ahora. Nuestra relación no fue la típica de abuelo-nieta. No era el típico abuelo que leía cuentos.

-¿Qué se contaba en la familia de él, cuál era la leyenda o las leyendas que lo envolvían?

Se contaban muchas anécdotas, pero sobre todo se hablaba de su manera de entender la vida y de las amistades que tuvo. Mis abuelos fueron muy amigos, entre otros, de Aurora Redondo y su esposo Valeriano León, de Concha Piquer y Gitanillo de Triana o Manolete… Sin ir más lejos, Celia Gámez fue la madrina de bautismo de mi padre. Recuerdo perfectamente a Celia Gámez o a Aurora Redondo fuera de los escenarios.

-¿Cómo crees que le marcó tu abuela, qué imágenes o sensaciones tienes de ella?

Tuvieron un noviazgo largo y una boda tradicional en 1938. En estos años, las imágenes que mi abuelo realiza a mi abuela son excepcionales por ver que, efectivamente, tuvo ahí una fuente de inspiración. Son delicadas.

Eran dos personas con caracteres muy marcados y con intereses comunes: el teatro, la literatura, las artes en general, los toros… y con un don de gentes extraordinario que les hizo vivir una Zaragoza a la que pocos tenían acceso.

-¿Cuándo empezaste a interesarte por él?

Realmente cuando encontré todo el material que después se convertiría en objeto de estudio de mi tesis. Hasta entonces, sólo había sentido el interés propio de una nieta que ha tenido poca relación con su abuelo. De hecho, cuentan que mi abuelo me conoció mientras mis padres me paseaban por el Paseo Independencia con unas pocas semanas.

-Uno de los capítulos más bonitos del libro -‘Un fotógrafo en la España franquista (1928-1944)’ (IFC. Serie Negra), escrito con Víctor Lahuerta, y con la colaboración del historiador Álvaro Capalvo- son sus archivos, la maleta, los positivos y negativos. Hacen pensar en la maleta mexicana de Capa. ¿Dónde estaba todo eso?

A la muerte de mi abuela, mis dos hermanos y yo, junto con mi madre, vaciamos el piso en el que habían vivido mis abuelos y mi padre. Cuando tocó vaciar el cuarto que mi abuelo había ocupado hasta su fallecimiento es cuando encontramos todo el material en un armario empotrado. La suerte quiso que estuviera más o menos bien conservado.

-¿Por qué decidiste dedicarle tu tesis?

En un principio no pensé en tesis. En un principio pensé en cursos de doctorado de Ciencias de la Información y Biblioteconomía con la intención de encontrar la manera de ordenar ese material de forma sistematizada. Tuve la suerte de que la Doctora Carmen Agustín Lacruz me dirigiera aquellos cursos y fue ella la que vio el potencial de todo ese material. Después de años de trabajo juntas se materializó en una Tesis doctoral que defendí en marzo de 2016.

-Ya desde un punto de vista más profesional, ¿cómo lo ves tú? ¿Qué tipo de fotógrafo es para ti?

Resaltaría su visión tan cinematográfica que puede verse en algunas de sus imágenes como las de los pontoneros cruzando el Ebro por Quinto, o sus retratos a Yagüe donde el protagonista no posa sino que es captado.

-¿Qué significó para él estar en la insurrección de Jaca?

Es su primer gran hito como fotógrafo. Estas imágenes del juicio a Galán y García están firmadas por Chivite aunque las fuentes documentales y orales confirman que las realizó mi abuelo.

-¿Le perjudicó o no estar en el estudio de Marín Chivite?

Todo lo que salía del Estudio de Marín Chivite iba bajo la firma de éste, algo frecuente en todos los estudios de fotógrafos de prestigio. En ese sentido pudo ser perjudicado como el resto de sus compañeros pero por otro lado, le facilitó la entrada en la redacción del Heraldo. Al ser apresado Chivite por los republicanos, mi abuelo tuvo que asumir el papel del fotorreportero que no estaba y por eso pudo fotografiar todos los frentes.

-Estuvo en todos los lugares de la Guerra. ¿Qué vínculo tenía con Yagüe, con la Falange y con el Movimiento?

No sabría decir exactamente. Lo que parece claro es que algún vínculo tuvo cuando pudo conseguir los salvoconductos que le permitieron viajar libremente por los frentes o que el mismo Serrano Suñer firmara el que le permitía entrar con Yagüe y sus tropas en Barcelona.

-¿Qué fotos te emocionan más de él?

Quitando las del ámbito estrictamente familiar, las del juicio a Galán y García por ser el único en conseguir esas imágenes, y las de la entrada de las tropas en Barcelona.

-Impresiona la parte final: Zaragoza, los toros, Manolete…

Los retratos a Manolete y su cuadrilla creo que son realmente delicados en el tratamiento del plano.

-¿Qué le sucedió en los años 40? Le niegan el carné de prensa, está en la cárcel… ¿Cometió algún error?

Lo desconozco, en mi familia nunca se ha hablado de este tema y los que lo podrían saber ya no están.

-¿Cómo se recicló en una suerte de embajador de Heraldo?

Por ese carácter tan extrovertido del que ya le he hablado, sabía estar en todas partes y encontrar la noticia para Heraldo.

-¿Te ha sorprendido el interés que ha suscitado la publicación en Madrid y Barcelona?

Sabía que en Barcelona, este material inédito que muestra la entrada de las tropas de Yagüe iba a llamar la atención. Estoy muy agradecida a todos los medios que os habéis interesado por la publicación de este libro.

-¿Qué crees que te diría tu abuelo si viera todo lo que has hecho por él?

Francamente, no lo sé pero quiero creer que le alegraría que su única nieta mostrara interés en su obra.

-¿Por qué crees que fue conocido por Kautela?

Alfonso Zapater, amigo íntimo de mi abuelo y periodista de Heraldo, lo describió como nadie en una página que le dedicó el día posterior a su muerte, en febrero de 1983. “Lo importante en este mundo es andar con cautela”. Mi abuelo, además, personalizó la palabra y fue Kautela, con K.

-¿Qué es lo más bonito que te ha pasado con este proyecto?

Por un lado, descubrir las series de negativos de la Guerra Civil que me han llevado a seguir los pasos de mi abuelo durante el conflicto. Por otro lado, haber podido trabajar mi tesis bajo la dirección de Carmen Agustín Lacruz. Han sido muchas las horas que ambas hemos compartido en este proyecto.

04/08/2018 14:57 Antón Castro Enlace permanente. Fotógrafos No hay comentarios. Comentar.

VILLANUEVA DE JALÓN: FOTOGRAMA DEL OLVIDO

Fotograma del olvido

 

A veces uno está fuera del mundo o tan adentro del suyo que no se da cuenta de lo que sucede a su alrededor. Aunque había estado en Chodes y en Morata de Jalón, no se había enterado de la existencia de Villanueva de Jalón. Alguien le dijo que era el momento de ir. Lo hizo con diversos amigos y con Paco, que había sido el penúltimo en nacer allí, en 1955. Durante el viaje le contó algunas experiencias de su vida y fijó su obsesión en la torre, a la que el conde de Morata le añadió un último tramo que permitió instalar una campana. Paco dijo que tenía fama de ser la torre mudéjar más alta de Aragón porque se elevaba sobre un cerro con vistas sobre el río, que dejaba una vega estrecha a su paso. Cuando llegaron y vio Villanueva de Jalón, a unos pocos metros de la carretera, no daba crédito. El pueblo parecía un mini Belchite, decrépito e inclinado, sin una sola casa en pie, tomado por el desaliño azaroso de la naturaleza. Paco le había dicho que allí hubo dos familias hasta 1963; la suya se trasladó a Morata y él tardó muchos años en regresar. Ahora ese lugar, que fue expoliado, produce pavor y desconcierto. Cerca pasa el AVE y también los trenes regulares, que hacen temblar la tierra, tanto que hay un dicho que dice que “es el único pueblo de Aragón que tiene metro”. En la plaza está el edificio que fue escuela, que aún conserva sus pequeñas escaleras y quizá el eco espectral de los niños. Paco habla de las bodegas y trujales, de las atalayas defensivas y del cementerio, donde yacen sus antepasados. Y otro visitante, Antonio, explica que él vivió varios años en Barcelona y que un día decidió regresar a sus raíces. Ha vivido de múltiples oficios, pero siempre con una pasión: el arte, la cultura, la tierra, el peso de la memoria. Confiesa que la iglesia, adosada a la torre, con sus yeserías de inspiración mudéjar y su silencio, es su refugio, igual que los miradores que se abren al valle y a la antigua noria, que debió alimentar una fábrica de papel. Es el sitio habitado por fantasmas donde le gusta pensar. De repente, Paco dice: “En esta habitación fui engendrado. Me gustaría que enterrasen aquí mis cenizas”. Una columna de buitres rompió el cristal del aire y sobrevoló la zona con la insolente belleza de su vuelo. Todo parecía un espejismo de verano: un esqueleto de piedra, de recuerdos y de olvido.

 

*De la serie veraniega de Heraldo, 'Cuentos de Verano'.

14/08/2018 10:50 Antón Castro Enlace permanente. Temas aragoneses No hay comentarios. Comentar.

ISABEL Y LEONCIO: PRIMOS SEGUNDOS

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CUENTOS DE VERANO

 

Primos segundos

 

No sabía de dónde le venía aquella seguridad. Su hermana Paca –que podía ser campesina, panadera, modistilla o administrativa de las Hermandades del Campo- la protegía con sutileza y evitaba que la mandasen a la siega o a guardar a la serranía y al monte. Quizá a ella le contase su primer secreto: en las sesiones de teatro le había tocado en suerte compartir protagonismo con Leoncio. Era lo que más había deseado. Hacían de novios, o de jóvenes que despertaban al amor con las palabras justas, el silencio tímido y las miradas aún limpias. Él procedía de una masada y era por tanto habilidoso, inventor y quizá un soñador. Hacía carbón vegetal, injertos en los cerezos y los ciruelos, trazaba canales de riego, ordenaba las listas de la mina y era muy ágil con las cuentas. Más que rápido, vertiginoso. A la vez poseía otro don: era un contador de historias. Un romancero. Tenía una facilidad innata para encerrar a los vecinos de un barrio en un poema. Si le hubieran pedido que, en juna de esas noches de verano a la fresca, recitase sus versos, lo habría hecho. Los sabía de memoria, pero también llevaba un cuaderno con los poemas, redactado con una letra muy bonita. En las clases de caligrafía era el más avanzado.

La obra salió muy bien. Hubo aplausos y felicitaciones. A los dos se les veía muy felices, aunque ella era pudorosa y no quiso presumir del éxito. Eran tiempos difíciles, por otra parte. Los maquis andaban por los montes y a veces, desesperados por las soledades y el hambre, se convertían en salteadores de caminos. Algún vecino quería aprovecharse de la situación, y le mandó varios anónimos amenazantes a su padre. Ella y su hermana Paca podrían pasarlo muy mal, en las eras, en la fuente o en el plano de la iglesia, si no atendía a razones. En su casa, se guardó silencio. El drama y la felicidad iban de la mano, como una corriente subterránea de sensaciones contradictorias. Otra compañera se prendó de su novio, y le dijo: “Está por mí”. Meses más tarde, ante su suave indiferencia, añadió que era un picaflor, que se entendía en la umbría del cementerio o en los Santanales con Aurorita, Leonor y Josefa, la hija de los cabreros. Isabel no se inmutaba, y al final, sin perder su media sonrisa, exhibió sus certezas: “No pierdas el tiempo, ni te hagas mala sangre. Es para mí”. Hacía más de una semana que habían pedido dispensa papal a Roma para casarse porque eran primos segundos.

 

*Este texto se publicó en Heraldo, el domingo de julio en que Isabel Brumós Andrés cumplía 88 años.

 

15/08/2018 10:55 Antón Castro Enlace permanente. Temas aragoneses No hay comentarios. Comentar.

HISTORIA DE JAVIER MORACHO

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Javier Moracho, nacido para volar

 

El atleta de Monzón, séptimo en las Olimpiadas de Moscú, fue un verdadero maestro de 60 y 100 metros vallas

 

Javier Moracho (Monzón, Huesca, 1957) es el mejor atleta aragonés de todos los tiempos. Y eso que por ahí andan deportistas de tanta enjundia como Luis María Garriga o Eliseo Martín, pongamos por caso. Posee un palmarés envidiable en dos pruebas tan exigentes, tan técnicas, como los 110 y 60 metros vallas, donde obtuvo numerosas medallas en España (diecisiete títulos nacionales), en Europa y en el mundo. Quizá el mayor hito de su trayectoria sea su séptimo puesto en la final de 110 metros vallas en las Olimpiadas de Moscú-1980, donde habría entrado en el medallero (ganó el alemán Thomas Munkett) de no haber tropezado en el último obstáculo; salió a trompicones, intentó remontar con su furia habitual, su poderosa zancada y una clase fuera de toda duda, pero no le dio tiempo. Javier Moracho suele decir que la suya era, y es, una prueba de relojería: exige concentración, dominio del salto, método y exactitud, ritmo y velocidad. Y él lo tenía todo, impulsado, además, por una explosiva salida, acaso su mayor virtud: era de los atletas que mejor iniciaban la carrera. Arrancaba vertiginoso como una centella con su bigote rubio, su melena al viento, su elegancia y un gran sentido de la competitividad.

Unas Olimpiadas (donde el atletismo es el deporte rey) o unos Campeonatos del Mundo, como ahora los de Pekín-2015, son los grandes escaparates de un corredor. Lo importante no está en los campeones más mediáticos (¿quién va a discutir la grandeza de los velocistas Usain Bolt, Carl Lewis, Shelly Ann Fraser Pryce o del mediofondista Coe?), sino en comprobar cómo trabaja un saltador de pértiga, de triple salto o de altura, o esos atletas especializados solo en una distancia a la que le dedican su sacrificio y horas incontables de perfeccionamiento.

Moracho, tras practicar fútbol, balonmano y cross, optó, en Monzón y con quince años, por una disciplina con escasa tradición como las vallas y deslumbró a lo largo de una década: desde 1978 hasta 1988 conquistó títulos, pugnó con los mejores (desde los norteamericanos Renaldo Nehemiah, tan fugaz, Roger Kingdom o Greg Foster, al británico Colin Jackson, el cubano Alejandro Casañas o el finlandés Arto Bryggare), aunque se retiraría dos años después, en 1990. Curiosamente, su mejor marca en los 110, 13.42 (récord nacional durante años hasta que lo batió Jackson Quiñonez), la logró en 1987. El día de su adiós, Santiago Segurola anunció que se iba “el mejor vallista español de todos los tiempos”.

Participó en 63 citas internacionales y fue capitán del combinado nacional, corrió en las Olimpiadas de Moscú-1980, Los Ángeles-1984 (no llegó a la final por una centésima) y Séul-1988, y vivió una rivalidad épica con Carlos Sala, otro formidable vallista. Eran amigos lejos de la competición y trabajaban a las órdenes del mismo entrenador, Jaime Enciso. Repetían el enfrentamiento, tan hispánico, que se había dado con Ocaña y Fuente en ciclismo, Carrasco y Velázquez en boxeo, Abascal y González en el medio fondo. El uno al otro se ayudaron a mejorar.

Si Moscú supone un momento inolvidable, hay otros muy meritorios: fue medalla de plata en los Campeonatos Mundiales de París en 1985, en 60 metros y en pista cubierta, y en 1986, en el Campeonato Europeo de Madrid, venció al finlandés Arto Bryggare, uno de sus grandes rivales europeos. Realizó una carrera impresionante: visto y no visto, aceleración, compás, fluidez absoluta y, ¡zas!, victoria. A principios de los años 80, Javier Moracho, que se trasladó a Estados Unidos, fue el primer blanco del mundo en su categoría.

Hombre de mundo, simpático y seductor, uno de los atletas más atractivos del circuito, se licenció en Educación Física, igual que su mujer Araceli, y nunca ha estado al margen del deporte. El ciclismo es otra de sus pasiones: trabaja en Unipublic y de comentarista para Eurosport. Conoce el atletismo como la palma de su mano. Él estuvo en la élite y fue temido y respetado. Todo un profesional que jamás se olvidó de sus orígenes, Monzón, esa factoría de ocho atletas olímpicos.

 

 LA ANÉCDOTA

 “La música, el baile y el deporte son de la raza negra. A mí me habría gustado ser negro para correr más rápido. En el año 1981 era el primer vallista blanco del ranquin mundial: me fui un año a entrenar con ellos a los Estados Unidos, a una Universidad, y me di cuenta de que son superiores. Regresé con mi entrenador Jaime Enciso a España a entrenar la técnica para poder estar con ellos en las grandes competiciones”, confesó Javier Moracho. En buena medida lo hizo. Y no solo eso: fue popular e hizo tres espots publicitarios, uno de ellos para el desodorante Rexona. El que no abandona...

 

15/08/2018 11:39 Antón Castro Enlace permanente. Deportistas No hay comentarios. Comentar.

LA QUINCENA MUSICAL DE SAN SEBASTIÁN ATRAVIESA EL ECUADOR

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La 79 Quincena Musical atraviesa el ecuador y prepara un desembarco sinfónico de lujo 

§  Grandes orquestas internacionales
Las agrupaciones  NDR Elbphilharmonie de Hamburgo, Filarmónica de Róterdam, Orquesta del Festival de Budapest y la Orquesta Sinfónica de la WDR de Colonia pasarán por el Auditorio del Kursaal. El ciclo sinfónico del festival arranca con el concierto de la Orquesta Sinfónica de Euskadi dirigida desde el piano por Christian Zacharias.

§  Estreno mundial de Amoria
Llega el debut de Amoria, el nuevo proyecto de las pianistas de Baiona  Katia y Marielle Labèque, que reúne obras de compositores vascos desde el Renacimiento hasta nuestros días.

§  Teatro Victoria Eugenia 
El violagambista Jordi Savall y el gaitero y flautista Carlos Núñez presentan Diálogos célticos. La Compañía de Danza Hervé Koubi cerrará la programación en esta sede del festival.

Cinco grandes orquestas, el estreno de Amoria, el proyecto conjunto de Carlos Núñez y Jordi Savall y el estreno en España del espectáculo de la compañía Hervé Koubi se podrán disfrutar durante los próximos días de la 79ª Quincena Musical de San Sebastián. El sábado 18 de agosto, la Orquesta Sinfónica de Euskadi, dirigida por el pianista Christian Zacharias, da inicio a este final sinfónico en el Auditorio Kursaal, seguida de la NDR Elbphilharmonie de Hamburgo (22 de agosto), la Orquesta Filarmónica de Róterdam (24 de agosto), las doble cita con la Orquestas del Festival de Budapest (26 y 27 de agosto), Amoria (29 de agosto) y las dos fechas reservadas para la Orquesta Sinfónica de la WDR de Colonia (31 de agosto y 1 de septiembre). En la otra gran sede del festival, el Teatro Victoria Eugenia, tendrán lugar la presentación de Diálogos célticos y la actuación de la Compañía de Danza Hervé Koubi.

La Orquesta Sinfónica de Euskadi actúa por vez primera bajo las órdenes de Zacharias. El pianista regresa al festival seis años de su última visita en su doble condición de pianista y director. El programa, de corte clásico, agrupa dos obras tan dispares como la Sinfonía nº 49 La Passione, de Joseph Haydn, y el rara vez escuchado Réquiem en do menor, compuesto por su hermano menor Michael Haydn. Para la ejecución de esta obra, la orquesta estará acompañada por Andra Mari Abesbatza y un elenco de solistas entre los que destaca la donostiarra Clara Mouriz. En medio, entre Haydn y Haydn, el Mozart más intenso representado por su Concierto para piano nº24, en el que se podrá disfrutar, una vez más, del hondo y siempre personal arte pianístico de Zacharias. Para este programa la soprano donostiarra Elena Sancho-Pereg ha sido sustituida por la soprano Alicia Amo.
 
La siguiente formación que este año recala en el ciclo sinfónico del Auditorio Kursaal es la NDR Elbphilharmonie de Hamburgo, que desde 1986 no había vuelto a San Sebastián. El programa diseñado para la ocasión contempla la bucólica Sinfonía nº2 de Johannes Brahms, y una selección de los cantos populares alemanes a los que puso música Gustav Mahler que se podrán escuchar en la voz del barítono Christian Gerhaher, uno de los mayores intérpretes de este repertorio. En el podio, un director cada vez más solicitado, Krzysztof Urbanski, actual director titular de la Orquesta Sinfónica de Indianápolis, Estados Unidos, principal director invitado de la NDR Elbphilharmonie de Hamburgo, y que ya ha dirigido orquestas como Filarmónica de Berlín, Sinfónica de Londres, o Filarmónica de Munich.

Otra destacada batuta, Yannick Nézet-Séguin, que en apenas unos años se ha situado entre los directores de orquesta más valorados y reconocidos del siglo XXI, dirigirá a la Orquesta Filarmónica de Róterdam dentro de su gira de despedida como director titular de la formación holandesa, a la vez que se celebra el 100 aniversario de esta orquesta. Presentará un programa que arranca con los aires clasicistas de Mozart, representado por su bien conocida Sinfonía nº 35, Haffner; se adentrará en el universo romántico de Franz Liszt y su Concierto para piano nº2; y concluirá con la siempre comprometida Sinfonía nº 4, de Piotr Ilich Tchaikovsky. Al teclado, como solista del concierto de Liszt, uno de los más relevantes pianistas americanos, Yefim Bronfman, poco habitual en los escenarios españoles, pese a su destacada carrera internacional.

Las dos siguientes citas sinfónicas programadas para el Kursaal están protagonizadas por la Orquesta del Festival de Budapest que, al igual que en sus anteriores visitas a la Quincena, actuará bajo las órdenes del maestro Ivan Fischer. En la primera de las dos citas la orquesta ofrecerá un original programa vinculado a la música de su país, Hungría, y en el que incluye una obra del navarro Sarasate. En su segunda intervención, la formación húngara contará con el apoyo del Orfeón Donostiarra para interpretar las Vísperas Solemnes del Confesor, de Mozart, además de la Sinfonía nº4 de Gustav Mahler.

Otra formación que ofrecerá un doble programa es la Orquesta Sinfónica de la WDR de Colonia, que será dirigida por su titular Jukka-Pekka Saraste. El programa del primer día abordará una de las obras capitales del siglo XX y una de las más innovadoras de toda la historia de la música: La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky. En la primera parte del concierto se escuchará el romántico y temprano Concierto para piano nº1, de Brahms, que interpretarán junto al pianista Igor Levit. El segundo día, la orquesta alemana ofrecerá el sobrecogedor Réquiem, de Hector Berlioz, dramáticamente subtitulado por el propio compositor francés como “Gran misa de muertos”. Se trata de una de las composiciones más impactantes del compositor y en su interpretación en el festival se sumarán las voces del tenor solista Andrew Staples y el Orfeón Donostiarra.

La oferta del Auditorio Kursaal se completará con el estreno del nuevo proyecto de Katia y Marielle Labèque, “Amoria”, con el que el dúo de pianistas de Baiona rinde homenaje a la música vasca en sintonía con el hilo conductor de esta edición: el mito y la tradición. El repertorio seleccionado para tal efecto recoge obras de compositores vascos que van desde Juan de Antxieta (1462-1523) hasta Alberto Iglesias. Para llevar a cabo esas versiones, Katia y Marielle Labèque contarán con la participación del contratenor Carlos Mena, el grupo Hegiak, compuesto por el percusionista Ander Zulaika, los virtuosos de la txalaparta Harkaitz Martínez de San Vicente y Mikel Ugarte o el cantante de la banda Ken Zazpi, Eñaut Elorrieta, entre otros.

Tras el primer concierto ofrecido por el pianista Alaxandre Tharaud, llegan al Teatro Victoria Eugenia dos pesos pesados de la música: el violagambista Jordi Savall y el gaitero y flautista Carlos Núñez, que presentan su proyecto Diálogos célticos. La tercera y última cita en esta sede del festival será ofrecido por la Compañía de Danza Hervé Koubi. El coreógrafo francés de raíces argelinas y su compañía presentarán en España el espectáculo Les Nuits Barbares, un tributo a los pueblos bárbaros olvidados a través de réquiems de Mozart y Fauré, música tradicional africana, cultura hip-hop y capoerística.

Esta edición de la gran cita musical del verano donostiarra está dedicada al diálogo entre mito y tradición y su reflejo en la música. Compuesta por  93 las propuestas musicales incluidas en la programación de esta edición que arrancó el pasado 2 de agosto y finalizará el 1 de septiembre. La Quincena continúa asimismo desarrollando sus habituales ciclos paralelos: Música Antigua, Jueves de Música en San Telmo, Órgano, Jóvenes Intérpretes, Quincena Andante y Quincena Infantil.
* Las pianistas Katia y Marielle Labèque. 
16/08/2018 11:44 Antón Castro Enlace permanente. Músicos No hay comentarios. Comentar.

'LA ITALIANA DE ARGEL' EN LOS 150 AÑOS DE LA MUERTE DE ROSSINI

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https://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2018/08/22/gioachino-rossini-compositor-que-ganas-vivir-ahuyenta-tristeza-1263024-1361024.html

 

Se cumplen 150 años de la muerte de Rossini

 

“La música de Rossini me da ganas de vivir,

es fresca, divertida y ahuyenta la tristeza”

 

Se cumplen 150 años de la muerte de Rossini

 

El director de escena Joan Anton Rechi monta ‘La italiana de Argel’, compuesta en 18 días de 1813, en la Quincena Musical Donostiarra.

 

 

 

Antón CASTRO 

SAN SEBASTIÁN. Gioachino Antonio Rossini (Pésaro 1792-PassyParís1868) es uno de los grandes compositores de ópera de todos los tiempos. Ocupó la cima a principios del siglo XIX, en la estética del ‘bel canto’, con Verdi y Puccini, entre otros; de extrema dificultad vocal, cayó luego en el olvido y sería recuperado años después por la barcelonesa Conchita Supervía y por Maria Callas. Se cumplen ahora 150 años de su muerte, y su obra sigue recuperándose: ahí está ‘La italiana de Argel’ (1813), que acaba de representarse en el Kursaal de San Sebastián, dentro de la Quincena Musical Donostiarra, con dirección de escena de Joan Anton Rechi (Andorra la Vieja, 1968), que ya había montado, en 2011, ‘El barbero de Sevilla’, la obra maestra un músico que estaba fascinado por España sin haber estado nunca en nuestro país. La dirección musical es de Paolo Arrivabeni; el reparto lo encabezan Mariana Pizzolato, Nahuel di Pierro, Santiago Ballerini, Joan Marín Royo, Sebastià Peris, Arantza Ezenarro y Alejandro Acuña. Colaboran la Orquesta Sinfónica de Euskadi, dirigida por Oriol Rolch, y el coro Easo.  

“A mí me gusta hacer Rossini de manera trepidante y fresca, divertida. La música de Rossini me da ganas de vivir, te sube la energía, ahuyenta la tristeza. Me gusta darle un punto de locura, que ya tiene el original, con ecos de la comedia del arte. Escribió ‘La italiana de Argel’ en 18 días para Venecia porque se frustró otra representación. La noche del estreno el público se reía a carcajadas. Rossini lo comentó luego en una de sus cartas. ‘Yo estaba pensando que estos venecianos estaban más locos que yo’. Cuando vamos a la ópera pensamos que solo puede ser solemne, y nos olvidamos de que algunas de las piezas han sido concebidas como divertimento para entretener al público”, dice Rechi, que pasó de ser actor a director de escena de ópera, donde se siente absolutamente feliz.

“La ópera es un inmenso trabajo de equipo, un empeño coral. La ópera se acerca al arte total. Lo tiene todo: música, canto, danza, teatro, escenografía, estilismo, vestuario. Y poner todo eso en marcha es complejo y apasionante. A veces oyendo un aria te emocionas hasta las lágrimas. Cada vez más la gente agradece que los cantantes hagan bien su canto, desde luego, y que actúen también. Y aquí sucede”, agrega Rechi.

De reminiscencias cervantinas, de entrada, ‘La italiana de Argel’ es una producción en la que han intervenido el Teatro Colón de Buenos Aires, donde se han hecho seis funciones, el Festival de verano de San Lorenzo del Escorial y la Quincena Donostiarra. Patrick Alfaya, su director, dice que un montaje así puede rondar los 250.000 euros; logró el lleno absoluto en sus dos representaciones.

“Cuando te hacen el encargo te pones a trabajar. Lo primero es documentarse bien. Conocer al compositor, su época y las circunstancias de la pieza. Para mí fueron claves dos elementos: Argelia era para Rossini un territorio exótico, como algo muy mítico que no estaba muy lejos, pero que era como el lejano Oriente. Él tampoco estuvo allí como tampoco Bizet estuvo en España. Y otro aspecto fue la composición misma de la pieza: es una de sus primeras obras cumbres, tenía 21 años y la compuso como un mecanismo de relojería. Fue probando cosas, cambiando y probando números, y afinando en los ensayos. Cuando empezaron a ensayar, la pieza no estaba acabada”. A Rechi le daba la sensación de ‘La italiana de Argel’, con sus mudanzas y su aspecto bufo, que tenía “el aire de esas películas musicales de los años 40 y 50 de Broadway y de las compañías itinerantes que estrenaban en provincias o en diversas giras. Y a la vez tiene un punto de la película ‘Casablanca’ y de ese período de entreguerras en que casi todo el norte de África se convirtió en un paraíso de expatriados, de gente que hacía negocios oscuros; había casinos, historias de amor románticas. Entonces había una serie de teatros y algunos de ellos pertenecían al estado español, como el Teatro Cervantes de Tánger”.

Con todo ello, con la idea de la revista española también en la cabeza, la evocación de los pintores Delacroix y Klimt, Rechi se dijo: “¿Y si fuéramos una compañía de revista que representa ‘La italiana de Argel’, con un vestuario que recuerda esa época de ‘Casablanca’, donde los hombres van con esmoquin y creamos una función de teatro dentro del teatro, con muchas cortinas?”, dice. Así creó una escenografía que fuera fácil de llevar, que se doblara, se metiera en un baúl de mimbre. “Y de ahí esta idea del decorado que sube y baja, el telón de lana dorado, con mucho brillo, con elementos evocadores y que tuviera ese aire árabe falso?”, matiza.

El espíritu de Rossini, burlesco a menudo, está muy presente incluso en los anacronismos. Suena la música de Vangelis de ‘Carros de fuego’. “Es una pequeña gamberrada. Él también hacía referencia a otros compositores: a ‘La flauta mágica’ de Mozart o a ‘El viaje de Reims’ de Beethoven’. Esos guiños son un modo de acercamiento a su poética”, insiste Rechi, que montó hace poco ‘El trovador’ de Verdi, que sucede en la Aljafería de Zaragoza, con los ‘Desastres de la Guerra’ de Goya como elemento escenográfico; estableció un paralelismo entre la historia cruel del poeta Manrique y la terrible atmósfera de la Guerra de la Independencia captada por el pintor.

“Yo creo que existe una conexión entre Rossini, Puccini y Verdi. Hacían la música contemporánea de su tiempo. Eran italianos, fueran más o menos exóticos, hablaban de la sociedad de su momento. Y los tenemos muy presentes, y a Rossini muy especialmente por su efemérides”, dice Joan Anton Rechi, que montará en breve una nueva ‘Madame Butterfly’ de Giacomo Puccini.

22/08/2018 09:47 Antón Castro Enlace permanente. Músicos No hay comentarios. Comentar.

'AMORIA', HOY, 29, EN EL KURSAAL

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KATIA Y MARIELLE LABÈQUE PRESENTAN HOY, 29,

EL KURSAAL, ’AMORIA’, MEMORIA SONORA DE EUSKADI

Acompañadas por un nutrido grupo de intérpretes vascos, las pianistas labortanas repasarán 500 años de música vasca

El Auditorio Kursaal acogerá mañana miércoles 29 de agosto (20:00 horas) la presentación del último proyecto de las hermanas Katia y Marielle Labèque, “Amoria”, que recoge 500 años de música vasca y al que han dado forma y grabado en disco junto a conocidos intérpretes del País Vasco. “Amoria” se presentará en directo en la Quincena Musical de San Sebastián, que quiere así otorgar un renovado protagonismo a la música vasca en su escenario principal. Junto a las pianistas labortanas estarán el contratenor Carlos Mena, la violagambista Elena Martínez de Murguía, el quinteto Hegia, formado por el cantante y percusionista Thierry Biscary, los txalapartaris Harkaitz Martínez de San Vicente y Mikel Ugarte (Oreka TX), el cantante Eñaut Elorrieta (Ken Zazpi) y el percusionista Ander Zulaika; así como los coros infantiles Escolanía Easo y Araoz Gazte Abesbatza, que dirige Gorka Miranda.

Las hermanas labortanas Katia y Marielle Labèque, el dúo pianístico más famoso del mundo, se presentan a sí mismas como “dos pianistas inconformistas imposibles de encasillar”, con un repertorio que “esconde ciertas contradicciones y hasta sorpresas”. Sus interpretaciones abarcan una amalgama de los más diversos estilos musicales y tienden a saltar de clásicos como Bach, Brahms, Liszt y Mozart a “clásicos” del siglo XX como Stravinsky, Bernstein o Takemitsu, dando cabida también a compositores contemporáneos como Thomas Adès o Philip Glass. Grabaron su primer disco para dos pianos en 1970, pero dieron su salto a la palestra internacional hace casi treinta años con un repertorio inesperado: una grabación de la “Rapshody in Blue” y otras piezas de Gershwin que vendió medio millón de discos y que la revista Gramophone saludó con verdadero entusiasmo, alabando “el ritmo embriagador de las interpretaciones”.

Tras sus sonadas colaboraciones con artistas como Madonna o Sting, Katia y Marielle Labèque han llevado a cabo diversas iniciativas en el campo de la creación contemporánea. En esa línea crearon su propia casa discográfica, KML Recordings, y en el año 2005 fundaron la Fundación KML, destinada a la investigación y el desarrollo del repertorio para dos pianos a través de encuentros de artistas de diferentes ámbitos de la creación. En esa filosofía se ubica, precisamente, “Amoria”, con el que quieren rendir tributo a sus raíces repasando 500 años de música vasca, abarcando desde figuras renacentistas como Joanes Antxieta al compositor donostiarra contemporáneo Alberto Iglesias, que ha escrito una pieza específicamente para ellas. Entre estos dos extremos, las Labèque han seleccionado a autores de todas las épocas como Bernardo Zala Galdeano, Pablo Sarasate, Aita Donostia, Jesús Guridi o Gabriel Olaizola, así como piezas populares como ‘Haika mutil’, que cantará Eñaut Elorrieta. La pieza central del programa, sin embargo, será la transcripción para dos pianos y percusiones vascas del “Bolero” de Ravel, que ya grabaron en 2007 en su disco dedicado al compositor de Ziburu y que en esta nueva versión ve reforzada la presencia de la txalaparta. 

Para el estreno en directo de “Amoria” de este miércoles 29 en la Quincena han querido reunirse con los artistas que lo han hecho posible. Entre los intérpretes de música antigua destacan Carlos Mena, al que las hermanas Labèque definen como “el mejor contratenor del mundo”, y la violagambista Elena Martínez de Murguía, a la que conocieron por su trabajo el frente del Ensemble Diatessaron. La raigambre popular la aportarán los componentes del quinteto Hegiak, el nuevo proyecto del antíguo miembro de Kalakan, Thierry Biscary. Biscary es colaborador de las Labèque desde 2006, cuando participó en aquella primera versión del “Bolero” de  Ravel con txalaparta. Desde entonces, ha tocado con ellas en múltiples ocasiones y ha sido uno de los agentes clave en que el proyecto de “Amoria” haya sido posible. Junto a Biscary, forman Hegiak el cantate de Ken Zazpi, Eñaut Elorrieta; los dos componentes del grupo Oreka TX, Harkaitz Martinez de San Vicente y Mikel Ugarte, que también han actuado con las Labèque con anterioridad; y el percusionista Ander Zulaika, colaborador de artistas como Lou Topet o Rafa Rueda. A todos estos destacados solistas se les sumarán las voces de la Escolanía Easo y Araoz Gazte Abesbatza, que ya fueron protagonistas de la Jornada Infantil de la Quincena Musical el pasado 21 de agosto con el espectáculo “Itsasotik eskolara”.

El disco que recoge el proyecto “Amoria”, que ha sido grabado entre los estudios de Elkar (Donostia), el Convento de Santa Cruz de Azkoitia y la casa de las Labèque en Roma, salió al mercado el pasado viernes 24 de agosto, publicado por el prestigioso sello Deutsche Grammophon. 

Entradas.
 Las entradas para el concierto se pueden adquirir en la Web y en las taquillas del Kursaal y Teatro Victoria Eugenia.  

“Amoria”
Miércoles 29 de agosto, 20:00h. Auditorio Kursaal

Katia y Marielle Labèque, pianoforte y piano
Carlos Mena, contratenor 
Elena Martínez de Murguía, viola da gamba 
Hegiak (Thierry Biscary, Harkaitz Martínez de San Vicente, Mikel Ugarte, Eñaut Elorrieta, Ander Zulaika, voces y percusión)
Escolanía Easo / Araoz Gazte Abesbatza (Gorka Miranda, director de los coros)

Programa: 
Bernardo Zala Galdeano (1675-?): CON AMORES LA MI MADRE 
Balere Artxu Idiart (1780-?) (Arreglos: Francisco Ibáñez): SARABANDA 
José Gonzalo Zulaika “Aita Donostia” (1886-1956): AGOTA OÑAZEZ 
Jesús Guridi (1886-1961): DESKALABRATUA NAIZ (ELEGIACA)
Maurice Ravel (1875-1937): DEUX MÉLODIES HEBRAÏQUES (Kaddish, L’enigme eternelle)
Alberto Iglesias (1955): DISCRET CHARME AUX ARBRES
TONO AL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (anónimo)
Gabriel Olaizola (1891-1973): HAURTXOA SEASKAN
Jesús Guridi: AVE MARIA
II
HAIKA MUTIL (anónimo)
Pablo Sarasate (1844-1908): PRIÈRE OP. 17
Pierre Borcadarre «Etxahun iruri» (1908-1979): DE TREVILLEN AZKEN HITZAK
Harkaitz Martínez de San Vicente (1975) / Mikel Ugarte (1973): BATERAN
Thierry Biscary (1976): ELURRA IRUÑAN, 100 ALARGUNEN DANTZA
ARGIZAZI EDERRA (anónimo)
Maurice Ravel: BOLERO

 

http://www.labeque.com/press/4/amoria-bolero

23/08/2018 09:29 Antón Castro Enlace permanente. Músicos No hay comentarios. Comentar.

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