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LA VISIÓN DEL CÓMIC DE JUAN ROYO

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2018/10/02/juan-royo-resume-vision-personal-del-comic-espanol-1269554-1361024.html

 

Juan Royo Abenia, economista, especialista en cómic y coleccionista, expone una selección de originales de tebeos en la Casa de los Morlanes. Piezas fechadas entre los años 50 y 2018. Detrás de cada una de ellas hay una historia.

03/10/2018 09:20 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

HA MUERTO MONTSERRAT CABALLÉ. UN DIÁLOGO EXTENSO

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En 2009 conversé, con un equipo de 'Borradores' durante 45 minutos con Montserrat Caballé. Estuvo amable, simpática, reidora. La soprano, esposa del tenor de Villarroya de la Sierra (Zaragoza) Bernabé Martí, acaba de fallecer a los 85 años. La foto es del diario 'El Mundo' y la realizó José Cuéllar. La he tomado de internet.

 

UN DIÁLOGO CON MONTSERRAT CABALLÉ

 

La historia musical de Montserrat Caballé empieza con su abuela, abandonada en un hospicio. Allí, las monjas le enseñaron francés, música y a tocar el piano. Ella enseñaría a su hija a tocar ese instrumento. Y ésta, a su vez, a partir de los ocho años, le enseñaría piano y solfeo a su hija Montserrat. “Me hizo entrar en el Conservatorio del Liceo de Barcelona –evoca-. Con doce años, el profesor de solfeo le dijo a mi madre: ‘Esta chica tiene que estudiar voz”. Montserrat Caballé se inclinaba por el piano y el violín. De cuando en cuando escuchaba cantar a las voces más jóvenes y se emocionaba. A los quince o dieciséis años ya le gustaba la ópera y albergaba un sueño inicial: pensó que podía hacer del canto una profesión para “ayudar a la familia porque éramos muy pobres”.

¿Recuerda el día que fue a ver y a oír a al Liceo a Kirsten Flagstad?

¡Cómo no! Los jóvenes que estudiábamos en el Conservatorio del Liceo teníamos la posibilidad de unos “pases de favor” para acceder al quinto piso y poder escuchar los cantantes que había en el teatro. Yo recuerdo que Kirsten Flagstad cantó en el Liceo. A mí me impresionó porque es la voz más grande que he escuchado a lo largo de toda mi carrera. Era una columna de voz de abajo arriba: era impresionante, una voz muy bonita, muy wagneriana.

-¿Quién más le iluminó el camino del canto?

-En el conservatorio tuve una profesora, Eugenia Kemeny, que era húngara y se había casado con un español. Me enseñó la técnica de la respiración y del canto. Aparte de ser atleta y de haber ganado medallas de carreras de fondo en su país por la gran respiración que poseía, era una cantante wagneriana; había cantado “La Valquiria”, “Tristán e Isolde”, etc.

-¿Le debe a ella la atracción que siempre ha tenido por Wagner?

        Me enseñó a amar a Wagner, es cierto, tal vez porque ella lo amaba mucho. Aunque yo no lo he cantado excesivamente, sí lo he cantado en todas partes del mundo. Al principio de mi carrera fui una mozartiana y una cantante de lieder, porque también tuve de profesora a una cantante de Cataluña, Conchita Badía, alumna de Granados y Falla,  que era espléndida para el líeder español y conocía los secretos de estos maestros que habían sido los suyos. Lógicamente, me enseñó mucho el lieder. Ella amaba también a Richard Strauss y Mozart. Bajo el influjo de las dos, Kemeny y Badía, me dirigí más hacia un repertorio germano. Empecé Fue años más tarde cuando empecé a cantar Puccini, Verdi, Bellini.

-O sea que tardó en optar por el bel canto…

Empecé como principiante en la Ópera de Basilea con ‘Salomé’, hace cincuenta y tres años, y después ya empecé a cantar otros compositores, pero el bel canto, por lo que dicen que soy famosa, no lo empecé hasta el año 64 o 65.  Pensaba que no sabría hacerlo. Las cantantes de bel canto a mí me parecían inalcanzables en aquella época. Estaban, justo cuando empezaba, las grandes lumbreras: María Callas, Renata Tebaldi, Renata Scotto, Marilyn Horne... Entonces también empezaba Mirella Freni, y me decía: “Tienes que cantar bel canto. Posees la voz adecuada”. Yo le decía: “Mirella, esto no lo sé hacer”. Ella añadía: “Si es lo mismo: es cantar bien”. Primero me especialicé en todo el repertorio alemán y más tarde entré en el verismo y en el romántico, que cuentan con compositores (Puccini, Verdi, Bellini, Donizetti…) que enamoran a la gente cuando los cantantes funcionan.

Se cumplen ahora 50 años de su debú en la Ópera de Viena.

       Es cierto Hace cincuenta años que debuté en la ópera de Viena con el ‘Don Giovanni’ de Mozart, la temporada 59-60. Después canté ‘Salomé’, canté ‘La Traviatta’, cnté ‘Pagliacci’ en la Ópera de  Viena…

Luego cantó una ópera como ‘Madame Butterfly’, vinculada al amor y a la leyenda de un beso. ¿Qué pasó?

        Esa sí que es una obra romántica. Además, en ella conocí a Bernabé Martí, mi esposo. Coincidimos primero en La Coruña y después en Barcelona, el ocho de diciembre de 1963. Me enamoré perdidamente de él; él dice que también de mí y yo creo que menos, pero, bueno, como dicen vulgarmente lo cacé. Me parecía un hombre tímido y lo comenté en el teatro, con el peluquero y con otros, y se ve que se lo dijeron. En la siguiente función me dio un beso al final del primer acto, un beso de verdad, y me dijo tonta. Esto fue el ocho de diciembre, nos separamos –en enero y febrero nos vimos muy poco- y el 24 de febrero vino a verme a Marsella, donde yo cantaba, desde París, donde cantaba él, y me pidió en matrimonio.

¿No fue todo deprisa deprisa?

El 28 de febrero nos prometimos, con el anillo que me pudo ofrecer en aquel momento, que lo he llevado siempre desde entonces, y nos casamos el 14 de agosto. Fue bastante rápido. Yo creo que nuestro matrimonio, que ya lleva 45 años, está muy consolidado por dos cosas: primero porque nos queremos mucho y después porque me ha dado toda la felicidad que un hombre puede dar a una mujer, creo, como esposa, como madre, como compañera... Ha sido mi columna y yo he procurado ser la suya. Tuvimos la inmensa suerte de tener dos hijos. Primero un chico y después una chica. A mí me habían diagnosticado imposibilidad de tener hijos porque decían que tenía matriz infantil y, como dice mi marido, “mira, tu matriz es infantil pero funciona muy bien, mira los niños qué guapos han salido”. Después ya no pude tener más. Hay que reconocer que el primero lo perdí en Buenos Aires. Quedé embarazada y fui a Buenos Aires.  Estábamos juntos, hacíamos la Manon Lescaut y en plena función en el Colón de Buenos Aires, sufrí unos dolores y el médico me hizo interrumpir la obra. Luego hice una doble sesión y me fui primero al hospital y después al hotel. Perdí el bebé que esperaba, estaba de dos meses y pico. Los médicos dijeron que ya nunca más…

Veo que no les hizo caso.

Me dijeron que esto había sido un aviso. La naturaleza tiene una fuerza increíble para algunos momentos y esto es lo que nos pasó. Verdaderamente, se lo aseguro, yo no cambiaría ni un minuto de mi vida con Bernabé Martí.

 Si tuviera que hacer un balance de estos 50 años.  ¿Cómo ve su carrera? Ha sido algo así como la heroína de las heroínas de la de la ópera con más de ochenta personajes.

        Sorprendente. Sorprendente la carrera de los dos. Hemos cogido todos los trenes que teníamos que coger cuando pasaban y tampoco entrábamos en batallas. Cuando hice por primera vez la ‘Aída’, me decía todo el mundo que no la hiciera porque era muy dramática. Y no digamos cuando canté ‘Norma’. ¡Cómo si aquello fuera un escándalo! Me preguntaban que cómo me atrevía a hacer ‘Norma’ Quien me dijo que tenía que hacer esa pieza fue Joan Sutherland. Me regaló su partitura con sus notas y me dijo: “Tienes que cantar Norma. Tienes que cantar lo que Bellini ha escrito, que es como un hilo de voz y tienes la voz ideal”. Eso era el año 68. En el 69 yo hice un concierto en París y María Callas, a la que ya conocía, me dijo lo mismo. Incluso me hizo cantar, recuerdo, en su casa de París unos pasajes. Estaba Bernabé conmigo y le dijo: “Cuida a tu mujer y que cante ‘Norma’, porque después de mí ella será Norma”.  Lo decía con sinceridad, convencida.

María Callas la nombró su sucesora, ¿no?

Pues, sí, lo hizo en entrevistas, en televisión, en sus grabaciones y en su libro. Sufrió mucho. Primero con su familia, después con su carrera y después con su vida personal. Su gran pena y tristeza fue perder el hijo que esperaba porque eso para ella era la gran ilusión: ser madre. Teníamos las dos un grave problema dental e íbamos al mismo dentista en Londres, Alexander.  En una de las llamadas me dijo: “Me voy a Grecia a descansar; necesito descansar todo el mes”. Yo le dije que me habían ofrecido el Nabucco con la Deustche Gramophon y que no me sentía con fuerzas para cantarla. “No lo cantes. Ni se te ocurra. Esto no es para tu voz. Eso es para voces rotas. Tú no tienes la voz rota y no te la quieres romper ¿verdad?”. ¡Los consejos eran de una amabilidad, de un cariño, de un afecto…! Además hay una cosa muy importante: tengo muchas fotos hechas con ella en momentos privados. La admiraba y la quería mucho porque me dio muy buenos consejos.    

¿Qué relación tiene usted con Zaragoza y con este Auditorio?

La relación que tengo con Zaragoza es de muchos años. Mi marido es aragonés, de Villarroya de la Sierra y se formó aquí en un principio. Hemos venido mucho y estoy muy agradecida a Zaragoza. Considero al Auditorio de Zaragoza como uno de los mejores. Conozco los auditorios del mundo entero y puedo juzgar plenamente. Este es un Auditorio donde el sonido no rebota: el sonido fluye, fluye y redondea, y eso es algo que no se fabrica, nace o no nace. Esto es lo mejor que hay para piano, para orquesta, para instrumentos, para voces, para todo. Aquí las grabaciones tienen que salir perfectas porque no hay una estridencia en ningún ángulo. El hecho de poder hacer aquí los ‘Master Class’ y el Concurso Internacional de Canto Montserrat Caballé me da una gran satisfacción. Me encanta enseñar y aprender a la vez. Ojalá podamos hacerlo muchos años porque es un auténtico honor. Cantar aquí es muy bello. Tengo que agradecer profundamente la ayuda que nos da desde el ayuntamiento y el director Miguel Ángel Tapia. Es como un sueño convertido en realidad, ¿me permite que diga esto?

-Por supuesto. La verdad no ofende.

Yo recuerdo que el director del teatro Colón de Buenos Aires me escribió una carta preciosa diciendo que nunca había estado en un lugar como este. Lo mismo me dijo la responsable del Metropolitan de Nueva York. Yo espero que Zaragoza comprenda la importancia del Concurso Internacional de Canto que trae a esta ciudad a cientos y miles de personas de 57 países, como este año, y tiene un gran eco internacional.

Zaragoza es candidata a capital cultural europea 2016. ¿Colaboraría en el apoyo a la candidatura?

Sin duda. Estaría dispuesta para todo como hice con la Expo. La ciudad está bellísima. De repente entras y todo parece un paseo, todo parece bello, todo parece limpio; creo que sería estupendo que Zaragoza fuera capital cultural europea. Sería una gran noticia.

 

EL CAJÓN DE OLVIDOS Y OTRAS INTIMIDADES

En 1965, tras cantar ‘Lucrecia Borgia’ de Donizetti en Nueva York, los críticos resumieron la actuación con esta frase: "Callas + Tebaldi = Montserrat Caballé”. Su voz destaca por su pureza, por su energía y por el control. Montserrat Caballé (Barcelona, 1933) posee una técnica magistral y un espléndido y luminoso sentido del matiz. Es una mujer que siempre está en el camino: lo mismo puede encarnar a Norma, Salomé, Violeta, la Mariscala, Semiramide o Isolda, cantar con Freddy Mercury o pasarse horas y horas estudiando partituras polvorientas o perdidas, las rescata y las difunde, como sucede ahora con Bellini. “Es cierto que me gusta desempolvar obras del cajón del olvido. Eso ya me lo enseñó mi maestra Conchita Badía. Me siento recompensada de haber hecho algo por el compositor porque no hay que olvidar una cosa: por muy bien que se cante, por muy bien que se represente, por muy bien que se sepa, el protagonista de la noche es el compositor. Tú estás al servicio del compositor. Él es el creador de la obra. Tienes que transmitir su mensaje, su sentimiento, la forma en la que él hizo nacer aquello para ofrecerlo al público y el público tiene que conocer a este señor a través de ti, tal vez, pero a través de la música. Lo que no puedes es hacer exhibiciones personales”.

Siente una especial veneración por la enseñanza. Le gusta compartir lo que sabe, enseñar las técnicas de respiración y el contagio de las emociones. Es una mujer de una especial suavidad, aunque a veces tiene fama de seca o distante. “Hay mucha gente que lo dice, pero creo que es inexacto. Una cosa es hablar, dar clases, dar confianza a la gente para que no tenga reparo, para que se sienta libre, y otra cosa es que penetren en tu interior. Una cosa es poder explicar lo que siento y entrar en mis sentimientos, como acabo de hacerlo; otra cosa es cuando quieren hurgar morbosamente en cosas que a veces pueden hacer daño; por ejemplo, hurgar en enfermedades. Yo he padecido varias, algunas graves y estoy aquí de milagro. Mi madre falleció de cáncer, mi padre también. Parte de mi familia  también. Contesto lo más educadamente posible pero no me regodeo en ello. Quizá sea eso”. Está en contra del exhibicionismo personal en la ópera y en la vida.

*Esta entrevista se publicó el domingo en 'Heraldo de Aragón'. La foto la he tomado de internet de la página de 20 minutos.

 

06/10/2018 10:34 Antón Castro Enlace permanente. Músicos No hay comentarios. Comentar.

DÍA DE LAS ESCRITORAS. 15 DE OCTUBRE. TEXTO DE JOANNA BONET

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Día de las Escritoras 2018

 

Rebeldes y transgresoras

 

Por Joanna Bonet

 

Lunes 15 de octubre de 2018

 

 

Hace ciento sesenta y cuatro años, en 1854, la escritora argentina Juana Manso planteaba, no exenta de ironía, los padecimientos a los que estaba sometida la vida de una mujer “educada con un tutor perpetuo que a veces está lleno de vicios y estupidez”. Y añadía: “¡Todo le quitáis a la mujer! Todo lo que puede caber en la misión grandiosa de la inteligencia, donde toman parte la sensibilidad y la voluntad libre”. Manso tocaba el nudo gordiano de la emancipación femenina: la anulación de la conciencia de las mujeres y su sometimiento a una existencia de segunda. No solo se les arrebataba la libertad, sino que se las consideraba negadas para el conocimiento y el ejercicio de la razón. Pero las hubo que no callaron y mostraron su desacuerdo negro sobre blanco. Historiar la rebelión de las mujeres, rendir homenaje a sus protestas escritas, es un modo de recordar que la libertad actual, el lugar que hoy ocupamos en la sociedad, es el resultado de sucesivas rupturas. Por ello hemos querido dedicar el Día de las Escritoras de 2018 a la insumisión intelectual de aquellas autoras rebeldes y transgresoras que remaron a contracorriente, y en diferentes épocas y circunstancias cuestionaron el orden que les era impuesto desde la ficción, la poesía o el ensayo. Su aportación fue tremendamente valiosa: hallaron palabras nunca dichas y vertebraron una senda donde la libertad ondeaba y transcendía cualquier bandera.  

Hasta el Romanticismo, las mujeres sólo podían escribir si eran monjas o nobles. Únicamente desde la virtud o el poder se contrarrestaba dicha anomalía de su conducta. Las primeras corrientes de emancipación hicieron posible que algunas féminas de clase media iniciaran una carrera literaria y que incluso aspirasen a premios. “¿Cómo creer que ellas pudieran escribir tales cosas?”, se pregunta Rosalía de Castro en un artículo de 1856, Las literatas, que recogemos en esta antología; mujeres a quien, asegura, “los hombres miran peor que mirarían al diablo”.   Su techo, entonces, no era de cristal, sino de durísima roca silícea. Algunas buscaban ocultarse tras un pseudónimo masculino, la mayoría trataba de no llamar la atención, vigilando no publicar de seguido en la misma provincia. Escribir significaba arriesgarse, pero la suya era vocación indómita, casi religiosa. A la poeta gallega Teresa Juana Juego, su novio le disparó cuatro tiros por haberse atrevido a publicar. Creyéndola muerta, él se suicidó. Juego sobrevivió, pero quemaría casi toda su obra y no volvería a escribir.    Ángela Figuera Aymerich resumía la inseguridad inoculada a las mujeres durante siglos en unos versos que se leen cual diagnóstico:

 

“¿Qué vale una mujer? ¿Para qué sirve una mujer viviendo en puro grito? ¿Qué puede una mujer en la riada donde naufragan tantos superhombres y van desmoronándose las frentes alzadas como diques orgullosos cuando las aguas discurrían lentas?

¿Qué puedo yo con estos pies de arcilla rodando las provincias del pecado, trepando por las dunas, resbalándome por todos los problemas sin remedio?”.

 

  Eran pocas, pero muchas más de las que han transcendido. La tinta de su escritura iba dibujando otra verdad: no solo los hombres eran los hacedores del mundo, ellas sostenían numerosas estructuras, a pesar de ser privadas de voz y voto. La periodista Magda Donato escribía a comienzos del siglo XX: “Deseamos el sufragio para realizar estos ideales, lo mismo que la gente desea el dinero para satisfacer sus necesidades. ¿Le parece a usted que la correlación entre el sufragio y ‘todo eso’ es poca, siendo el sufragio la condición sine qua non para la obtención de ‘todo eso’?”.   No solo su intelecto estaba cuestionado, también su ‘yo’ público se recortaba mediante un constructo social que las asfixiaba. Aurora Bertrana se lamentaba de la ociosidad impuesta que les era asignada por su sexo: “Una vida de pereza, de inutilidad, lujo, sensualismo e ignorancia”. La condescendencia con la que muchas autoras eran tratadas merecía ser contestada con indiferencia. Así lo afirmaba – mucho antes de que Simone de Beauvoir escribiera El segundo sexo– Carmen de Burgos, la célebre Colombine, que vivió y escribió con solvencia y humildad, pero a la vez con transgresión y desafío: “No soy ambiciosa ni me importa el juicio ajeno. La calumnia se estrella a mis pies lamiéndolos mansamente como el agua del mar a las rocas inquebrantables”, asegura en su autorretrato.   Mientras, Rosario de Acuña escribía al político, periodista y escritor Ramón Chíes: “Tal vez no venzamos, pero habremos sostenido, una generación tras otra, los ideales de la humanidad a través del tiempo y del espacio”, evidenciando, por encima de todo, sus ideales humanistas. Hoy, cuando el feminismo ha sido incorporado en las agendas de gobiernos e instituciones, se entiende con mayor profundidad, si cabe, el pensamiento de María Zambrano, comprometida avant la lettre, cuando una filósofa formaba parte de una anomia, ya que a las mujeres se las ubicaba en la periferia del saber: “Mas mi cabeza en tanto que tal ni es de mujer ni de hombre, es Mente. Albergue del Logos, movida por el nous poetikós”, le escribió a su amigo.    Igualdad de derechos y de oportunidades, pero también libertad individual, libertad sexual, la constatación de las contradicciones entre el ser y el parecer, emergen de los textos de estas autoras que abordaron su condición de mujeres con poética e ironía, así como una gran solvencia creativa. La toma de conciencia del traje que las constriñe y asfixia, del escaso catálogo de roles impuestos, supone un punto de inflexión que tan bien expresara Josefina Aldecoa: “Todo lo que vino después me había llevado hasta esta Gabriela que yo era sin remedio, buena esposa, buena madre, buena ciudadana. La trampa se cerraba sobre mí”. La trampa de la sumisión, de la que había que escapar. Por mucho que abriese una lucha dubitativa y dolorosa, como de la que deja constancia poética Ángela Figuera: “¿Qué puedo yo, menesterosa, incrédula, / con sólo esta canción, esta porfía / limando y escociéndome la boca?”.   Claro que, como reflexionó con eficaz prosa Victoria Ocampo, las mujeres estaban educadas para callar: “Toda conversación entre el hombre y la mujer, apenas entra en cierto terreno, empieza por un: ‘No me interrumpas”. Reducidas casi a siluetas sin dimensión intelectual, y apenas sentimental, a pesar de que históricamente les fuera cedido el patrimonio afectivo y el manejo de las relaciones, debían de bregar contra el aislamiento. “Nunca se preocupó nadie de mi corazón. Mi corazón y yo crecimos extrañamente, dentro de un mundo frío y distante”, en palabras de Ana María Matute.   También se rebelaron contra el amor, empezando por Idea Vilariño en su muy célebre poema “Ya no”. Contra el ideal romántico que heredaron y que les exigía sumisión y paciencia, adoración e intendencia. “El amor es este viaje inútil, pero muy suave”, como lo definió Alejandra Pizarnik. Lo importante era despertar, reconocer la propia identidad sexual, vivirla, gozarla. Escribir desde la diferencia con un calor cotidiano, como Maria Mercè Marçal: “T’estimo quan et sé nua com la navalla, com una fulla viva i oferta, com un llamp que la calcina, cec. Com l’herba, com la pluja”.   O bien liberar al amor de sus ataduras terrenales para sublimarlo hasta el arrobamiento, como Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, santa Teresa de Jesús: “Muchas veces me parecía me dejaba el cuerpo tan ligero, que toda la pesadumbre de él me quitaba, y algunas era tanto, que casi no entendía poner los pies en el suelo”.   Durante siglos fueron silenciadas, desdeñadas, subestimadas, eclipsadas, pero hoy, desde la Biblioteca Nacional y desde muchas ciudades españolas y latinoamericanas que secundan la iniciativa, leemos fragmentos de sus obras, pronunciamos alto su nombre y grabamos su memoria en la nuestra, pioneras en tiempos borrosos que abrieron claros de luz. En estas palabras de Filomena Dato hay una oda a la fortaleza, al ingenio y a la sabiduría que han detentado generaciones y generaciones de mujeres escritoras, a pesar de todo, gracias a todo:

 

“Las mujeres fueron sin duda de clarísimo talento, que divinizaría la admiración y el tiempo. Y  éste, una innegable señal de que las mujeres tuvieron siempre voluntad de saber y demostraron ingenio. Cientos de mujeres sabias pueden ponerse de ejemplo”.

 

 

 

Joana Bonet

 

Comisaria del Día de las Escritoras 2018

 

*En la foto, Rosalía de Castro.

 

PREMIOS PARQUE DE LAS MARIONETAS

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ENTREGADOS LOS PREMIOS 2018 DEL PARQUE DE LAS MARIONETAS

Hoy sábado 13 de octubre a las 20:30 en el Escenario Musical del Parque de las Marionetas en el Parque José Antonio Labordeta se ha realizado el acto de entrega de los Premios 2018 de la 20ª Edición del “Parque de las Marionetas” y 9ª edición del Festival Internacional de Teatro de Feria, unos premios que se instituyeron en el año 2010 para poner en valor el trabajo de los creadores del sector del arte de los títeres, las marionetas y el teatro de Feria. Los galardonados en esta edición han sido:

Premio a la Trayectoria en el Teatro de Marionetas al: Centro Internacional del Títere de Tolosa –TOPIC- por su labor desde 2009, como  un proyecto singular, atractivo e interesante que apuesta por la imaginación, la innovación y la originalidad, siendo el único centro integral para el arte de la marioneta en toda Europa.

Premio al Mejor Espectáculo de Teatro de Feria al: Teatri Mobili de Italia. Un espacio itinerante dedicado al teatro de títeres contemporáneo, creado por la familia teatral Girovago e Rondella y la Compagnia Dromosofista. Un un bus urbano donde actúan con su montaje ‘MANOVIVA’ la pareja artística Federica Lacomba y Marcos Grignani, de larga trayectoria en el mundo del espectáculo, y un camión convertido en teatro donde actúa la Compañía Dromosofista constituida por Rugiada Grignani, Facundo Moreno y Tommaso Grignani, con su espectáculo ‘ANTIPODI’,   se convierten en dos insólitos espacios teatrales, transformando temporalmente el paisaje urbano poniéndolo a disposición de la imaginación. Este proyecto que se ha presentado por primera vez en en España en el Parque de las Marionetas de Zaragoza, estará posteriormente en Madrid, en el Centro Dramático Nacional, en El Festival Internacional de Títeres de Bilbao y en el TITIRIJAI de Tolosa, otra de los más importantes Festivales del gremio en España. Gira que ha contado con la colaboración del Instituto Italiano de Cultura.

La Gala ha estado amenizada por Che y Moche y su Orquesta Zingarozana y conducida por Adolfo Ayuso, historiador, estudioso y escritor del mundo del títere de gran prestigio nacional,  y Joaquín Murillo, Vicepresidente de ARES Aragón Escena y director de la Compañía Che y Moche. Los premios han sido entregados por el Consejero de Cultura del Ayuntamiento de Zaragoza Fernando Rivares y representantes de la Asociación Ares Aragón Escena como organizadores del Festival. Han recogido los Premios, por parte del TOPIC, Idoia Otegui, Directora de TOPIC y  por parte de Teatri Mobili miembros de las compañías Girovago e Rondella y la Compagnia Dromosofista que constituyen este interesante proyecto.

 

El Festival continúa su programación hasta el día 14 a las 8 de la tarde que será clausurado.

Puede consultarse la programación y el historial de los Premios en
parquedelasmarionetas.es

 

INFORMACIÓN SOBRE LOS PREMIADOS

TOPIC es el Centro Internacional del Títere de Tolosa.  

Inaugurado en noviembre de 2009, un singular, atractivo e interesante proyecto que apuesta por la imaginación, la innovación y la originalidad. Es el único centro integral para el arte de la marioneta en toda Europa.

Como centro con vocación integral, TOPIC también se ha convertido en un punto de encuentro para los titiriteros de todo el mundo. Un lugar donde aprender, mostrar, investigar, producir y compartir experiencias, información, reflexiones y trabajos en un espacio de vanguardia, cómodo, funcional y con equipamiento de alto nivel. 

TOPIC es, por tanto, un espacio disponible para todos cuantos comparten los objetivos de desarrollo, promoción y perfeccionamiento del arte del títere, en todas sus concepciones desde la tradición a la vanguardia y siempre abierto a su interrelación con las otras artes. 

TOPIC es miembro activo de la Unión Internacional de la Marioneta, UNIMA, siempre abiertos a colaborar con sus distintas comisiones y estamentos tanto nacionales como internacionales.

El público infantil es el principal destinatario de TOPIC. Por tanto profundiza en todo aquello que relaciona al teatro con el niño. Se trata de que los más jóvenes se acerquen de una forma natural, pero dirigida, a esta forma de teatro. 

Tolosa se ha convertido así en uno de los epicentros del teatro de marionetas, una expresión artística que goza hoy de una consideración y un calado social cada vez mayor.

En sus 3.600 m2. TOPIC acoge:

  • Un museo permanente y exposiciones temporales.
  • Un centro de documentación, archivo y mediateca, totalmente digitalizados.
  • Un moderno y bien equipado espacio escénico con un aforo para 250 espectadores.
  • Sala para producción, montajes o ensayos.
  • Espacios para actividades escénicas compatibles.  
  • Salas para talleres y cursos tanto presenciales como online por videoconferencia. 
  • Una pequeña residencia para artistas y/o investigadores.

Todo proyecto tiene su historia y la de TOPIC se remonta a hace más de 20 años.

Corría el año 1982, y el Centro de Iniciativas de Tolosa decidió emprender una nueva actividad cultural e impulsar la creación de un festival internacional de marionetas, Titirijai.

Lo que en un primer momento pudo parecer una idea curiosa, para unos, o una atrevida propuesta, para otros, fue tomando cuerpo y se convirtió en una idea de éxito.

Hoy Titirijai es capaz de atraer la atención de más de 25.000 espectadores, cuenta con una media de 160 representaciones y ha convertido a Tolosa en un referente internacional en el panorama del teatro de marionetas.

A la vista del calado social que iba adquiriendo Titirijai, sus impulsores, el Centro de Iniciativas de Tolosa, comenzaron a imaginar un nuevo proyecto: ¿Por qué no aprovechar el saber hacer y los conocimientos adquiridos para impulsar un proyecto singular?

TOPIC, por tanto, no nace de la nada. Es una consecuencia lógica de Titirijai (Festival Internacional de Marionetas de Tolosa).

Existe, por tanto, una cultura, un conocimiento en torno a este arte que va a ser de gran valía en el lanzamiento y consolidación de TOPIC.

 

Las etapas del proyecto:

  • 1987. Se presenta  el primer proyecto y se barajan posibles ubicaciones. Entre ellas, el Palacio Aranburu, el chalet de Arkaute, la antigua base de la Ertzantza o el Casino de Tolosa.
  • 1999. El Ayuntamiento de Tolosa encarga un anteproyecto para el Palacio de Justicia de la plaza Euskal-Herria.
  • 2005-2006. Se adjudica el proyecto en concurso público al Arquitecto Anton Pagola.
  • 2007-2009. Ejecución de las obras.
  • 2009. Inauguración el 26 de noviembre

*Nota del ayuntamiento de Zaragoza.

Tomo de aquí la foto: http://www.conhijos.es/planes/guipuzcoa/museo-titeres-tolosa/

13/10/2018 16:30 Antón Castro Enlace permanente. Artistas No hay comentarios. Comentar.

ARAGÓN: VISIÓN LITERARIA DE LOS 80

UNA VISIÓN LITERARIA DE LOS 80

 

 

Los 80 fueron unos años muy jugosos en la literatura en Aragón. Andalán seguía mimando sus ‘Galeradas’ y lo siguió haciendo hasta su despedida en 1987 con aquella frase inolvidable: “Hasta aquí llegó la riada”. Aquel corpus literario, inserto en la revista, estaba abierto a muchos creadores del pequeño país de Costa y Labordeta, pero también a otras latitudes, entre ellas la nueva poesía gallega. El día de Aragón arrancó con mucha fuerza y tuvo varios espacios de libros y suplementos literarios, entre ellos ‘Imán’, y ‘Artes y Letras’ de Heraldo de Aragón, bajo la dirección de Juan Domínguez Lasierra, era un claro exponente de las letras y los autores aragoneses. Por entonces nacía Turia, y ya han pasado treinta años, y florecían diferentes revistas literarias, como Narra o Falca, por citar algunas, y Rolde parecía cada vez más sólida dentro de su orientación aragonesista. Allí aparecía casi todo: una entrevista con Ildefonso-Manuel Gil en Daroca, un informe minucioso sobre Benjamín Jarnés, páginas de los principales autores en aragonés –Eduardo Vicente de Vera, Francho Nagore, Ánchel Conte, Veremundo Méndez, Chusé Inazio Nabarro, el jovencísimo Chusé Raúl Usón, etc.- o los jóvenes poetas.

Entre las editoriales fueron muy importantes la colección Aragón de Librería General, tan variada, tan empeñada en abarcarlo casi todo y en todos los campos; Guara abrió distintas colecciones, entre ellas la Nueva Biblioteca de Autores Aragoneses, dirigida por José-Carlos Mainer, donde aparecieron obras desde Pedro Alfonso y Gracián hasta Benjamín Jarnés (Lo rojo y lo azul, El convidado de papel y Su línea de fuego), pero también los poetas del Barroco, Braulio Foz, Silvio Kossti, Ildefonso-Manuel Gil, Ramón José Sender (pensemos, sobre todo, en la edición de Monte Odina, uno de sus textos más queridos, dispersos, dictados por la memoria y el azar y por el amor infinito a Aragón) o Ramón Gil Novales, traductor, novelista y escritor de cuentos; allí publicó la ambiciosa novela La baba del caracol y los cuentos, de ecos cortazarianos, El sabor del viento.

La editorial de Heraldo de Aragón, coordinada por el inolvidable Joaquín Aranda, alumbró numerosos proyectos sugerentes: obras de Gabriel García-Badell, una antología de narradores aragoneses preparada por Ana María Navales, José Ramón Arana (seudónimo de José Ruiz Borau, autor de El cura de Almuniaced), Ramón José Sender, Manuel Andújar, Andrés Ruiz Castillo o la Obra literaria (1982) de Luis Buñuel, que preparó Agustín Sánchez Vidal. Sánchez Vidal, un estudioso muy brillante y moderno de variados asuntos (cine, literatura, historia del arte, editor, además, de Salvador Dalí, Miguel Hernández, Joaquín Costa o Antonio Machado), estuvo en México con Aranda: visitaron a Buñuel, convivieron con él y de aquella estancia nació ese libro capital que probaba que Buñuel era un gran conocedor de la literatura y que siempre tuvo vocación literaria; casi al final de sus días dictó a Jean-Claude Carrière sus espléndidas memorias Mi último suspiro (Plaza & Janés, 1982). Sánchez Vidal fue capital en la cultura de los 80, como lo fueron José-Carlos Mainer, José Luis Calvo Carilla, José Enrique Serrano, Antonio Pérez Lasheras, Aurora Egido o clásicos de sabiduría intemporal del estilo de José Manuel Blecua, editor de Quevedo, Fernando Lázaro Carreter, Manuel Alvar o Pedro Laín Entralgo, entre otros.

Podríamos hablar por extenso de muchos de los autores aquí citados. Los años 80 significaron la recuperación de algunos de ellos: de Benjamín Jarnés, por ejemplo, a través de Guara y del congreso de 1988 con motivo del centenario de su nacimiento en Codo, que le organizó Ildefonso-Manuel Gil en la Institución Fernando el Católico: se recuperaron materiales inéditos, sus famosos Cuadernos jarnesianos, se desempolvaron algunos estudios del pasado y se premiaron nuevas monografías, de Juan Domínguez Lasierra y César Pérez Gracia, entre otros. O de Ramón José Sender, claro, recuperado por el cine en títulos como Las gallinas de Cervantes de Alfredo Castellón Molinas, Valentina y 1919. Crónica del alba de Antonio José Betancor.

Los 80 también fueron una década importante para la poesía. La colección San Jorge de la Diputación de Zaragoza editó a muchos poetas, primerizos como Manuel Vilas, ya veteranos como Mariano Esquillor o de extensa trayectoria como Luciano Gracia, pongamos por caso. Gracia era el director de la colección Poemas, un claro y variado escaparate de la lírica que se estaba haciendo en Aragón: en nombres, en estéticas, en poemarios, en generaciones. José Luis Melero era su colaborador más próximo, su secretario y albacea luego, y uno de sus mejores amigos. El Bardo, en edición de Clemente Alonso Crespo, publicó la Obra completa en tres volúmenes de Miguel Labordeta, que se presentó en el Teatro del Mercado de Zaragoza; Ildefonso-Manuel Gil pensó que la IFC también debía apostar por él y le reeditó Sumido 25, su primer poemario, algo que también haría con un libro raro y delicioso de Julio Antonio Gómez: En el lago Kivú los gorilas se suicidaban en manadas numerosísimas. Julio Antonio Gómez fallecía en Canarias en 1988 y su más o menos misteriosa muerte sirvió para que se recuperase su figura por diversos autores como Antonio Pérez Lasheras, Alfredo Saldaña o Antón Castro.

En los 80, con dispareja intensidad, aún dieron algunos de sus grandes libros autores de lo que se denomina Generación del Café Niké o Peña Niké: además del rescate de Miguel Labordeta y de Julio Antonio Gómez, que aparecieron títulos de Luciano Gracia, que moriría en 1986, de Rosendo Tello, de José Antonio Rey del Corral (un defensor de la lírica desde una página dominical en El día de Aragón), de Fernando Ferreró, de Emilio Gastón, de José Antonio Labordeta, de Guillermo Gúdel, de Miguel Luesma, de Benedicto Lorenzo de Blancas, etc. Y a ese grupo perteneció un escritor tan inclasificable como Antonio Fernández Molina: poeta multiplicado en varios heterónimos, fabulador, novelista, biógrafo, crítico de arte, artista. Era difícil que no tuviese un par de libros al año, o más; en los 80, para los más jóvenes fue la época en que se redescubrió una novela casi legendaria como Solo de trompeta, que le había publicado Camilo José Cela en 1965 en la revista Papeles de Son Armadáns, de la que había sido secretario como también lo había sido de la OPI de Miguel Labordeta en los años 60.

Editorial Olifante de Trinidad Ruiz-Marcellán se fundó en 1979 y en los años 80 se consolidó y alcanzó un lugar de honor entre los sellos de poesía en España. En cierto modo, retomaba el camino que había explorado Ángel Guinda en la colección Puyal. No vamos a registrar aquí todos los libros de Olifante (Cernuda y Eugenio de Andrade, Rosendo Tello, Viele-Griffin, Charles Cross, Jorge Manrique fueron algunos de sus primeros autores), pero querríamos hacer acuse de recibo de algunos de ellos: Cosmética y terror, de un joven Ángel Muñoz Petisme, luego Ángel Petisme a secas, cantautor y poeta, y Vida ávida y Claustro del citado Ángel Guinda, que ha publicado gran parte de su lírica en el sello desde hace más de treinta años. Guinda, un dinamizador cultural constante, poeta y crítico literario,  se marcharía de Zaragoza hacia 1986 (en algunos lugares se fija el éxodo en 1988) en busca de un hospital o de un refugio (términos que usó él mismo) en un instante en que los todos los desórdenes parecían haber hecho presa en él. Antes de partir, Guinda vivió uno de los episodios más curiosos de un poeta en la historia de la democracia: fue juzgado y condenado en 1987 por una frase suya: “Eyaculad en el ano de Dios hasta su conversión al placer”, escrita en las paredes de uno de los cafés literarios y artísticos por excelencia de los 80: el Café de la Infanta. Casi a la vez, fue uno de los protagonistas de uno de los espectáculos líricos más impactantes que ha vivido Zaragoza, que se estrenó en el Teatro del Mercado en 1986: Más margen, malditos, el montaje de El Silbo Vulnerado, dirigido por Luis Felipe Alegre, con piezas suyas, de Ramón Irigoyen y de Leopoldo María Panero, cuya presencia en Zaragoza no pasó inadvertida como no había pasado algunos meses atrás la del artista Ocaña.

En los 80 hubo muchos otros poetas, sin duda: José Luis Alegre Cudós, que había reclamado mucha atención en los 70 a raíz del premio Adonais, Ana María Navales (que firmó poemarios como Los espías de Sísifo, Nueva, vieja estancia y Los labios de la luna), Joaquín Sánchez Vallés, José Luis Trisán, Javier Delgado (autor, entre otros títulos, de un delicioso poemario: Zaragoza marina, en la colección Poemas, donde habla de una ciudad imaginaria con océano; sería reeditado años después bellamente, en un libro-joya, en Prames con ilustraciones de Jorge Gay), el polifacético Javier Barreiro, Gerardo Alquézar y, entre otros, José Luis Rodríguez García. Rodríguez desarrolló una importante labor en los años 80: como cuentista y novelista, como poeta, como ensayista (hizo su tesis doctoral sobre Hölderlin) y como activo y entusiasta director de Prensas Universitarias de Zaragoza, en las que creó una importante colección de poesía, La gruta de las palabras, que albergó, y alberga, a numerosas voces de varias generaciones: desde Fernando Ferreró, Antonio Fernández Molina, Rey del Corral, Manuel Estevan, José Antonio Labordeta (allí apareció uno de sus mejores poemarios, Diario de un náufrago), Fernández Molina, Ana María Navales, Mariano Esquillor o el guionista y poeta Julio Alejandro de Castro hasta Javier Delgado, Manuel Vilas, José Luis Trisán, Alfredo Saldaña, Ángel Petisme o Fernando Sanmartín, que es su actual director. En 1982 moría, por cierto, un gran poeta aragonés: Ignacio Prat. Pre-Textos recuperó su poesía en un tomo enjundioso: Para ti.

En los años 80, junto a autores que ya habían desarrollado su actividad en los 60 y 70, como Alfonso Zapater, Santiago Lorén, Luisa Llagostera o la citada Ana María Navales, que mimó su variada producción hasta su fallecimiento en 2009, surgió una nueva generación de narradores. En los 80, se consolidó el extraño e inclasificable talento de Javier Tomeo, que llevaba muchos años en la literatura y acababa de firmar una de sus mejores novelas: El castillo de la carta cifrada, en 1979; en esa década ensancharía su prestigio, nacional e internacional, y firmó libros de microrrelatos, relatos y novelas, que serían adaptadas al teatro. Ahí están títulos como Amado monstruo, Historias mínimas, Bestiario o La ciudad de las palomas... En los 80, irrumpió con un mundo muy personal y minimalista, de sugerencias y atmósferas cinematográficas, Soledad Puértolas: ahí están El bandido doblemente armado, su espléndido debut que conquistó el Premio Sésamo de novela, los cuentos de Una enfermedad moral, novelas como Burdeos y Todos mienten; en 1989 ganó el Premio Planeta con Queda la noche. José María Conget publicó en Hiperión tres novelas de formación que serían reeditadas muchos años después en la colección Larumbe; se trata de ‘Quadrupedumque (1981), Comentarios (marginales) a la guerra de las Galias (1984) y Gaudeamus (1986), la Trilogía de Zabala que era una crónica universitaria y un viaje alrededor de la literatura, el amor, el cine o los viajes; como cosa curiosa, tras leer a Mario Vargas Llosa, José María Conget se sintió atraído por Perú y acabaría viviendo allí con su mujer, la traductora Maribel Cruzado. En 1989, Conget entregó una nueva novela, ahora en el sello Alfaguara, bajo el título Todas las mujeres, una recreación de su Zaragoza de cines. Jesús Moncada es uno de los grandes nombres de los 80, en Cataluña, en Aragón y en todo el país. Su gran novela es Camino de sirga (1988), escrita en un catalán de Mequinenza, rico y muy elaborado, donde cuenta la crónica de los navegantes por el Ebro. Es una novela inscrita en los aromas de la leyenda y en la evocación de la Mequinenza sepultada por las aguas con sus cafés y los recuerdos de la minería.

Por entonces, Ignacio Martínez de Pisón despertó a la literatura con la novela La ternura del dragón y  los cuentos de Alguien te observa en secreto, aparecidos en Anagrama. Había estudiado en Barcelona Filología italiana, tenía a sus mejores amigos en Zaragoza y decidió, desde el primer instante, ser un escritor profesional. En una época tan creativa en proyectos, iniciativas, libros y editoriales, aparecieron nuevos autores que también eran incitadores culturales: ahí estaban los hermanos Acín: Ramón, escritor y fundador de la iniciativa ‘Invitación a la lectura’, todo un hito en la Comunidad aragonesa y en el país, también creó la colección Crónicas del Alba en la DGA, y José Luis, que trabajó en diseño y maquetación y fue responsable editorial del Gobierno de Aragón, aunque su actividad más extendida fue la de antropólogo, pirineísta y fotógrafo. A estos nombres hay que sumar el de Félix Romeo, que debutó como poeta y se afirmó como joven sabio y como crítico literario de Heraldo de Aragón, El día de Aragón y Diario 16. Con ellos hay muchos otros, claro: Luis del Val, Teresa Garbí, Javier Sebastián, Adolfo Ayuso, José María Latorre, Julio Frisón, Miguel Mena, Luis Alegre (que midió sus posibilidades y su prosa en los Anuarios y en sus artículos de El día de Aragón) o, por citar un joven dramaturgo que empezó a publicar en 1986, Alfonso Plou. Tampoco querríamos dejar al margen al  periodista más inclasificable y original de nuestra prensa escrita: Mariano Gistaín, que parecía hermanado con Larra, Gómez de la Serna y Paco Umbral.

Esta es una mirada a vista de pájaro. Rapídisima. No tiene voluntad de exhaustividad sino de apuntar algunos nombres y una actividad que fue intensa e incluso incesante. La literatura infantil y juvenil no se quedó al margen: Fernando Lalana empezó su carrera a principios de los años 80 y vivió una época extraordinaria, muy premiada, con libros como El secreto de la arboleda, El zulo o Hubo una vez una guerra, escrito con José Antonio Puente. Y en el panorama de la ilustración destacó una figura tan particular como Francisco Meléndez, que recibió el Premio Nacional de Ilustración en 1986 por sus dibujos para La oveja negra y demás fábulas; antes había debutado en El hombre al aire libre de Rafael Gastón. Francis Meléndez, tentado por Hollywood, escribiría los textos y los ilustraría. Quédense con El verdadero inventor del buque submarino que ya apareció en 1990.

 

14/10/2018 19:19 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

IRENE X: UN DIÁLOGO ALREDEDOR DE 'LA CHICA NO OLVIDA'

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Irene X “A casi todas las mujeres nos duele

no poder ser lo que realmente somos”

 

“En este libro el dolor es un

recuerdo, no una herida que escuece”

 

La poeta zaragozana, que triunfa en las redes sociales, presentó su poemario ‘La chica no olvida’ (Espasa)

 

 

Antón CASTRO

La poeta Irene X (Zaragoza, 1990), todo un fenómeno en las redes sociales, presentó en Ámbito Cultural de El Corte Inglés su poemario ‘La chica no olvida’, Premio Espasa de Poesía, dotado con 20.000 euros, que ha recibido con “muchísimo agradecimiento”.

¿Desde cuándo escribe y cómo se ha ido gestando esa pasión y esa pulsión?

Escribir desde que sé escribir, escribir con la intención de que algo sirva para algo, desde los 8 o 9 años. Empecé imitando la poesía que leía para impresionar a mi padre, y acabé escribiendo poesía; una parte por admiración a las primeras obras que leí y otra por una necesidad de catarsis. 

¿Es escritora porque es lectora o por qué tiene muchas cosas que decir?

Soy escritora porque soy lectora y porque necesito contestarme muchas cosas. 

¿Ha sido un estímulo el éxito en las redes, el encuentro con los lectores y seguidores?

No, ha sido más complicado porque a mayor exposición más difícil es ser sincero sobre lo que siente uno mismo, aunque el público ha sido siempre un tremendo apoyo.

Se siente próxima a poetas concretos? Parece que hay en usted cosas de Sylvia Plath, Anne Carson, Anne Sexton …

Esos nombres se me quedan demasiado grandes. Aunque han sido grandes compañeras de mi vida. De momento solo me siento próxima a mí. 

Me ha llamado la atención esa manera de llamarse ‘La chica’. Entiendo que es usted, que una proyección suya y que a la vez es como un personaje…

La chica somos un montón de chicas, cada chica es un universo, pero un universo conectado por un hilo muy finito que es la etiqueta que nos ha puesto la sociedad. 

¿Cómo surgió este libro, en qué es distinto a otros?

No surgió de ninguna manera. Un día escribí algo, otro día otra cosa, relacionada con la anterior, poco a poco varios poemas iban sobre la misma chica. La diferencia con otros es que en este el dolor es un recuerdo, no una herida que escuece. 

Ya que lo dice: hay una palabra que vertebra casi todos sus textos. Dolor. Y sus derivaciones. ¿Qué le duele tanto, qué le hace sentir no sé si un poco como excluida y con ganas de huir a otro país, y de ahí a otro, como dice en un poema?

Creo que lo mismo que a casi todas las mujeres: no poder ser lo que realmente somos. El silencio. El disimulo. Callar cada traición por vergüenza. No ser capaz de reconocer que aguantar el dolor ha sido un triunfo. 

El libro empieza con una poética y quizá con una llamada a la humildad. “La poesía es un género literario”. Si solo es eso, ¿para qué sirve? ¿O a dónde no puede llegar la poesía?

Durante estos últimos años, se ha abusado de la poesía, casi se podría decir que se ha prostituido. La poesía es un género literario capaz de convertir una mota de polvo en algo bello, pero nada más. No le demos más importancia que a cualquier otro género literario maravilloso.

 Dice, también, “mi existencia es solo una evidencia de lo efímero”. ¿Le preocupa la fugacidad, que nada se eternice, que vivamos de prisa, que seamos pasajeros en la vida? 

Ahí estaba hablando de eternizar mis depresiones. O de que las depresiones de muchas mujeres se sumen a la tasa de suicidios anuales, que, por cierto, la de este año ha superado la de accidentes en carretera. Y de esto no se habla en la tele. 

Hay varias líneas en el libro: la identidad, matizada por el dolor y la oscuridad; la pasión, con sus desengaños y su épica del recuerdo; y la mirada solidaria hacia otras mujeres… ¿Fue eso lo que se pasó por la cabeza o se fue organizando así el libro?

Creo que siempre escribo en base a lo que estoy viviendo, no fue planeado. Por mi cabeza y por mi corazón pasa absolutamente lo mismo de siempre, solamente es que este mayo cumplí 28 años. ¿Acaso no es verdad que cada año perdemos uno? 

Combina esos poemas largos, casi narrativos, con los breves, a veces incluso de un único verso. ¿Qué busca?

No busco nada. Hago catarsis conmigo misma y, a la vez, intento que el libro tenga una misión. Para mí dentro de la poesía un libro solo puede tener las siguientes misiones: que te atrevas de una vez siendo mujer a expresar sin pudor el dolor que llevas dentro, que te preguntes algo, o que encuentres una mísera respuesta. Un buen rato se puede pasar en cualquier otro sitio.  

¿Cuáles son sus hábitos de escritura? ¿Cuánto desecha?

Escribo en la cama; las ideas las recojo en cualquier sitio y en el móvil, desecho cualquier cosa que se me pasa por la cabeza porque no tiene un botón de guardar. Unas 3597 notas del móvil al año. Cuando me apetece escribir suele ser en un día muy malo y suele ser en la cama, fumando y con ocho almohadas.

¿Sabe Irene X el estilo que busca?

No busca ninguno porque ya lo tiene. El suyo. 

 

*La foto es de Asís G. Ayerbe. 

17/10/2018 00:59 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

PILAR: LA FELICIDAD DE LOS OTROS

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Cuentos de otoño *

 

La felicidad

de los otros

 

Pilar se llamaba aquella vecina que parecía bruja. Vivía enfrente, en una casa grande de cuento sombrío de ETA Hoffmann, y asomaba por la ventana para absorber la primera luz del día. Deambulaba por bosques, fincas y caminos de carro, horneaba pan para una semana y tomaba un poco de anís y de coñac cuando la tarde se volvía lágrima y melancolía. Pilar era el nombre de mi abuela materna; había tenido doce hijos y trabajaba de sol a sol, entre las acequias, en el prado y en el maizal, en cualquier estación. Le gustaba oír la radio y narraba historias fascinantes de caballos, de molinos y aparecidos. Contaba al calor del fuego, mientras se ahumaban suavemente los jamones. Pilar, hace 40 años, era una diseñadora y pintora que tenía su estudio al lado de canódromo y miraba la ciudad con desparpajo y el arrebato de una moderna que hacía pensar en la Dominique Sanda de ‘Novecento’. A ella, tan requerida y desenvuelta, le oí decir por primera vez: “El arabesco del lápiz me descubre cómo es Zaragoza”. Casi por entonces, apareció otra Pilar. La pianista Pilar Bayona: la oí por primera en un salón de la calle Blancas donde ofreció un concierto. Quizá sea un recuerdo inventado. Subí, me senté entre una veintena de personas y tocó ella. Encorvada, octogenaria, de una elegancia inefable. Electrizó el ambiente de sensualidad y sueño con aquellos dedos vertiginosos que aceleraban la velocidad del mundo. Pilar era aquella muchacha filosa, altísima, que vivía en Ramón y Cajal en un piso tapizado de objetos y soñaba con un amor romántico y perfecto; mientras lo esperaba, bordaba, cosía y ponía canciones de María Dolores Pradera. Pilar era Pilar Carasol, la mujer del poeta Ildefonso-Manuel Gil: se enamoraron cuando ella era una adolescente que quería ser actriz y le acompañó con su belleza suave, de mujer de cine clásico, por tierra, mar y aire. Y él fue dichoso “viendo el tiempo en el rostro de la amada”. Hay tantas Pilares en una vida, íntimas y secretas, cercanas y familiares (Pilar Perla, Pilar Ostalé, Mapi Rodríguez, Pilar Puebla, en la misma redacción…), que al final entendemos que existir es encadenar nombres y seres, instantes y miradas. Entre todas las Pilares que no caben aquí y están, recuerdo a otra, que pintaba desnudos y pájaros a orillas del Ebro, y decía: “De estos días lo que más me gusta es la felicidad de los otros”. 

 

*Este artículo se publicó en Heraldo el 12 de octubre. Día del Pilar.

17/10/2018 01:03 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

DIÁLOGO CON JULIO ESPINOSA, DIRECTOR DEL ESTUDIO DE ESCRITURA

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Julio Espinosa es un poeta y narrador chileno, afincado en Zaragoza desde hace años, que dirige el Estudio de Escritura. Aquí explica su trayectoria, sus libros, su pasión por enseñar y por aprender. 

-¿Qué hace un chileno en Zaragoza?

Digamos que me trajo la vida y me he quedado porque uno necesita siempre un lugar desde el cual construir. El 2006 comencé a salir con una jienense que vivía aquí y un año después decidimos dar un paso más en la relación. Venir a Zaragoza era lógico, porque Madrid estaba lleno de psicólogas y escritores. Era un buen sitio para intentar construir algo. Han pasado once años, seguimos juntos y ahora nos acompañan en esta aventura Lluvia, que pronto cumplirá cuatro años y Mario, que tiene uno y medio. Zaragoza ya es nuestra ciudad. Desde aquí trazamos líneas hacia el resto del mundo.

-¿Cómo le ha acogido la ciudad, qué clima has encontrado aquí?

Mi objetivo al llegar a Zaragoza fue sacar adelante mis primeros talleres literarios, que se han consolidado con el Estudio de Escritura. Efectivamente con los niños, la vida pública se hace complicada. A eso hay que sumarle que los cursos son a última hora de la tarde y que llega un momento en que uno comprende que la labor del escritor está en eso, escribir, se produce una inclinación natural hacia vivir “para dentro”. Hoy en día me basta con quedar de vez en cuando con los buenos amigos que tengo. El resto del tiempo es para la familia, el trabajo y la escritura.

-Ha practicado varios géneros: novela, poesía, sobre todo poesía. ¿Cómo te ves como escritor?

Hablar de uno siempre es incómodo. Puedo decir que, con 44 años, he cumplido casi todas las metas que me propuse para este tiempo, por decirlo de alguna forma. Publiqué una novela en Alfaguara y un libro de poemas en Pre-Textos antes de los cuarenta. Le di continuidad con De lo inútil, editado por Candaya. No se trata de que haya “triunfado”, pero yo nunca vi la escritura como una carrera en la que superar a otros o llegar a un determinado número de ventas. Soy un trabajador de las palabras, con pico y pala. Me he mantenido fiel a mí mismo. Creo que eso es lo que me marca como escritor.

-Cuando uno piensa en Chile, y sobre todo en poetas, le vienen a la cabeza autores insoslayables: Neruda, Mistral, Nicanor Parra, Gonzalo Rojas… ¿les debe algo?

De manera directa, no. Me interesan más otros poetas y entre los chilenos, indudablemente Diego Maquieira y Omar Lara. Incluso Lihn y Teillier. No me cabe duda de que algo habré heredado, al fin y al cabo creo que existe una genética poética y ellos son mis bisabuelos. Pero me interesan más Vallejo, ese peruano extraordinario, Borges, el García Lorca de Poeta en Nueva York, Montale, Celán y los poetas anglosajones, desde W. C. Williams en adelante. De Whitman estoy aún más lejos que de Neruda. Por el contrario, me interesan mucho más Leopardi y Williams Wordsworth.

 

-Cómo nace ‘De lo inútil’?

Cuando concluí sintaxis asfalto sabía que debía girar en otra dirección, pero no sabía hacia dónde. Entonces tuve que viajar a Chile para despedirme de mi padre, que padecía un cáncer terminal. Aún recuerdo cuando me despedí de él para volver a España. Un taxi esperaba a las puertas de la casa y el me abrazó y me dijo “Hijo, no se preocupe. Ya verá cómo estaré mucho mejor cuando vuelva en unos meses”. Sabía antes de eso que ya no lo vería vivo nunca más. Pero esas palabras, del padre protegiendo al hijo hasta el final de los finales me partió el corazón literalmente: fue una rajadura que aún preservo. Lo volví a abrazar con la certeza de que era el último abrazo. Murió a los tres meses. Cuando lo vi de nuevo estaba dentro del ataúd. Cuando regresé a España, en una semana escribí La casa amarilla. No me costó nada y era una poesía totalmente diferente a la anterior. Tuvo que morir mi padre para poder volverme a poner como ser humano en un libro de poemas. Y es allí donde nace la voluntad de escribir un libro equilibrado entre esa humanidad reencontrada y la complejidad del mundo, construido mediante las palabras. Ese libro, que para mí es un hallazgo, pues es mucho más complejo que todo lo anterior, es De lo inútil.

 

Diría que este es un libro de las emociones más íntimas, de todo y nada a la vez: de la vida, del silencio, de la palabra, de la piedra, del viaje que hacemos casi sin darnos cuenta, de la luz de los días…

Eso es. Así de simple. Así de difícil de comprender, de darle peso en nuestra existencia. Es un libro que quiere ser un faro. Un faro en la palma de tu mano, para que no pierdas el horizonte en las noches de insomnio.

-Hasta ahora cuál es tu balance de tus experiencias  en el aula. ¿Qué aprende un creador, qué le enseñan los alumnos?

Tengo la satisfacción de tener a un buen número de alumnos de poesía que ahora son poetas reconocidos –y hablo de diez o más-. Y en narrativa, ya se comienzan a ver los frutos. Luis Salvago fue finalista del Nadal de este año, Marta Armingol acaba de publicar en Pregunta su primera novela, Los días blancos, que escribió y corrigió en el Estudio, y hay otro grupo de autores que anda en busca de una oportunidad, que ya tienen como poco una novela escrita.

Toda esta gente ha pasado por el Estudio y claro que ha dejado una huella. Son ellos los que me obligan a pensar en el proceso de escritura, doy más para ofrecerles más.

-¿Cuáles son los objetivos de Estudio de Escritura? ¿Para quién está concebido?

Es un lugar físico, pero también mental, un lugar donde se reúne gente con las mismas inquietudes, de encuentro, de diálogo y crecimiento. La única condición para participar es querer aprender de verdad. Si alguien quiere que le digan que es bueno, que le den golpecitos en la espalda, este sitio no es el adecuado. Al Estudio se viene a disfrutar y a aprender. En el Estudio pagas, aprendes y también te diviertes, pero de manera intelectual, sintiendo que tu escritura se desarrolla y cada día es más potente. En cuanto a las personas que nos dirigimos, el espectro es amplio. Quien quiera puede venir. No hay una prueba de acceso. No tienes que “querer” ser un escritor. Basta con querer aprender.

-Este año tenéis un programa completo y complejo…Recuérdanos las apuestas y también tus deseos, qué buscas, qué salto querrías dar…

Traemos a nueve escritores de proyección internacional a dar clases a los grupos de escritura creativa, relato y novela, y a participar en nuestro Club de lectura, una propuesta única en Zaragoza, donde también participarán nueve escritores locales. Vienen Andrés Neuman, Andrés Barba, Juan Bonilla, Marta Sanz, Sara Mesa, Belén Gopegui, Carlos Castán, Alejandro Palomas y Care Santos, todos escritores de primerísimo nivel, ganadores de los premios más importantes del panorama español, autores diversos, que abordan el hecho literario de maneras diferentes.

Nuestra idea es que ellos hablen de su escritura, les enseñen a nuestros alumnos claves que no están en nuestro poder y que ellos lean y vean cómo funcionan esas herramientas, esas estructuras dentro del libro.

-Recomiéndanos tus tres poemarios y tus tres novelas para estas fiestas y para siempre…

Los Sea-Harrier, de Diego Maquieira. Poemas humanos, de César Vallejo. Cualquier antología de Charles Simic y Mark Strand. En cuanto a narrativa, Austerlitz, de Sebald. Corrección, de Bernhard. Los hermosos años del castigo, de Fleur Jaeggy.

19/10/2018 20:50 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

CHARLA EN EL PARANINFO EN EL 'ZARAGOZA EN EL CORAZÓN'

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HOY, EN EL PARANINFO, HABLO DE 'ZARAGOZA Y LA LITERATURA'
Esta tarde, lunes 22 de octubre, a las 19.30, dentro del ciclo ‘Zaragoza en el corazón’, que me resulta tan enternecedor (uno de mis libros más queridos fue ‘Galicia no corazón’ de Alfonso Daniel Rodríguez Castelao), que coordina y dirige José Luis Melero Rivas, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, Medalla de Santa Isabel de la Diputación de Zaragoza e Hijo Predilecto de Zaragoza, pronunciaré una conferencia sobre ‘Zaragoza y la literatura’, donde repasaré algunas porciones y algunos detalles de la obra de autores como Benjamín Jarnés, Ramón José Sender, Jesús Moncada, José Antonio Labordeta, Ana María Navales, Manuel Derqui, Soledad Puértolas, Ángeles de Irisarri, José María Conget, Ignacio Martínez de Pisón, José Giménez Corbatón, Cristina Grande, Fernando Sanmartín, Félix Teira, María Frisa, Sergio del Molino, Ana Alcolea, Ángela Labordeta, Patricia Esteban Erlés, José Luis Rodríguez, Javier Delgado, Rodolfo Notivol, Julio José Ordovás, Féñix Romeo, Eva Puyó, Miguel Serrano, Ángel Gracia o Ismael Grasa, entre otros.
Por supuesto que estáis invitados.

*Una obra de Ángel Aransay, 1976. 

El programa completo:
https://cultura.unizar.es/actividades/zaragoza-en-el-corazon

LA MADRE EN LA LITERATURA. UNA VISIÓN

Federico García Lorca, en su ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, aludía a “las madres terribles”; en sus obras dramáticas especialmente retrató a madres de gran fortaleza y en algunos casos despóticas: ahí están la madre de ‘Bodas de sangre’, que encarnó Luisa Gavasa en ‘La novia’ de Paula Ortiz, y la intransigente Bernarda Alba del drama. Para otros escritores también hubo madres terribles: el escritor francés Michel Houllebecq dijo de la suya que era una “histérica y vieja fulana” y siempre tuvo con ella una relación de odio, algo que también le sucedió a Marguerite Duras, como se ve en ‘El amante’; solía ofrecerla a hombres mayores sin contemplación alguna.

Truman Capote también sintió buenas vibraciones hacia la mujer que le dio la vida. No es lo habitual. Y, sin duda, hay mucho donde elegir: Máximo Gorki le dedicó páginas llenas de ternura y de complejidad a la suya en ‘La madre’, una mujer revolucionaria y atrevida; John Kennedy Toole, que se suicidó tras pasear su manuscrito de ‘La conjura de los necios’ por un sinfín de editoriales, logró la fama y el éxito póstumo gracias a la terquedad de la suya; siempre creyó en su talento y logró que le publicasen la novela. Jorge Luis Borges tuvo una relación de dependencia constante y misteriosa hacia su madre: vivió muchos años con ella y fue su protectora y su mejor compañía, incluso en los tiempos en que se enamoraba de María Esther Vázquez, Estela Canto, o cuando intentó sacar adelante su matrimonio con Elsa Astete.

El solitario Marcel Proust, que vivía a oscuras y escribía en el lecho en sus cuadernos alargados, siempre veneró a su madre; el dibujante Tulio Pericoli le hizo un retrato que no deja lugar a dudas. El refinado Marcel le daba la mano a una figura que le ampara que no es otra que su madre.

El escritor norteamericano Richard Ford narra en ‘Mi madre’ que enviudó pronto y que una noche, cuando tenía 17 años, fue a buscarlo a casa de su amante y truncó la relación para siempre; con todo, explicó que la redacción de ese texto era “un acto de amor” y dijo: “Los padres nos conectan -por encerrados que estemos en nuestra vida- con algo que nosotros no somos pero ellos sí; una ajenidad, tal vez un misterio, que hace que, aun juntos, estemos solos”. 

Famosos escritores dieron muestras de su máxima ternura, humana y literaria, en la exaltación y recuerdo de su madre. Un caso ejemplar fue el controvertido Georges Simenon: asistió a la suya en su agonía, durante una larga semana en 1970, y le dedicó uno de sus mejores libros: ‘Carta a mi madre’. Peter Handke, que viajó por Aragón, firmó el libro ‘Desgracia impeorable’, donde recuerda, entre otros asuntos, que su madre se suicidó, pero antes le mandó una carta a su esposa donde le decía: “No lo comprenderías, pero no puedo pensar en seguir viviendo”. También se suicidó la madre del gran autor israelí Amos Oz. Albert Cohen, reconocido por ‘Bella del señor’, es autor de un breve e intenso ‘Libro de mi madre’, para algunos el mejor de los suyos. Allí se puede leer: “Alabadas seáis, madres de todos los países (…) Os saludo, madres llenas de gracia, santas centinelas, valor y bondad, calor y mirada de amor”. Gustavo Martín Garzo es autor de 50 retratos de mujer en ‘Todas las madres del mundo’. Escribe con ironía: “Algunas madres de comportaban como las actrices de la época dorada de Hollywood. Estaban convencidas de haber venido al mundo para ser adoradas”.

Algunas mujeres escritoras han contado historias bastante trágicas. Isabel Allende le dedicó una novela a su hija, titulada ‘Paula’, una narración del duelo. James Ellroy jamás ha podido desembarazarse de un hecho espantoso: su madre fue asesinada cuando él tenía diez años. Y Delphine de Vigan cuenta en ‘Nada se opone a la noche’ el suicidio de su madre. En cambio, Virginia Woolf siempre se sintió muy cercana a la hermosa Julia Jackson. Varios autores aragoneses han escrito en abundancia de su madre: Sender, Ángela Labordeta, que firmó el libro de relatos ‘El novio de mi madre’, Cristina Grande, Manuel Vilas (que le dedicó un poema impresionante), Rodolfo Notivol y, entre otros, Soledad Puértolas, en su libro ‘Con mi madre’, que cerraba así su homenaje a su Ana María Villanueva: “Le agradezco ahora a mi madre todas sus cartas, sus cartas casi diarias. Supongo que le dieron a su vida un significado. A mí me dieron mucha felicidad”.

 

22/10/2018 09:45 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

JORGE CORTÉS: UN CUENTO INÉDITO

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EL PARQUE

 

Un cuento inédito del escritor Jorge Cortés

 

 

          Zaragoza, Febrero, 1.964

                    Le decíamos Jefe, sin artículo. Era un señor de muy poco pelo, de estatura mediana tirando a bajito y que siempre llevaba los mismos pantalones, unos pantalones azules, desgastados y con manchas de grasa en las perneras.

                    Jefe vigilaba el tiempo y no nos dejaba salir del contorno de la arboleda; nos prohibía circular por el carril de la avenida de San Sebastián y que ni se nos ocurriera traspasar el seto que separaba del paseo de Renovales el camino terroso y bacheado por donde debíamos movernos. Si era media hora, no podíamos excedernos ni un minuto y si era una hora, bueno, si era para una hora entonces sí, entonces toleraba alguna demora. Algunas tardes le acompañaba su esposa, una mujer que entretenía las horas con labores de punto y que controlaba nuestro tiempo de alquiler, haciendo la vista gorda y permitiéndonos unas pedaladas de más, mientras su marido se sumergía en el cuidado de aquellas bicicletas que mimaba como a los hijos que no tuvo.

                    Jefe me enseñó aquella tarde de pirola. Una tarde que tocaba clase de Formación del Espíritu Nacional, y quien cuidaba de la asignatura (me niego a recordarlo como profesor y menos como maestro), era un energúmeno que contaba pormenores de la guerra civil, una guerra en la que no participó, pero que detallaba como si hubiese estado en cada frente de batalla. Aquel hombre con sus gafas ahumadas y delgadez de mala uva, tras enardecerse con el manual de Ediciones Doncel, cuyos párrafos leía muy mal, nos hacía subir por orden alfabético a la tarima mientras él permanecía sentado en su mesa y desde allí nos preguntaba. Si la contestación le parecía bien, te mandaba al pupitre y si sucedía lo contrario correspondía un fuerte palmetazo en cada mano, tres si te quejabas, además de abochornarte con sus comentarios ante el resto de compañeros, que siempre observaban, observábamos, en un silencio que contagiaba el miedo. Ya había pasado varias veces por ese trance y el alfabeto ordenaba que me tocaba subir a la tarima, y decidí no ir; mi madre me firmó una nota inventando unas décimas de fiebre y ese papel justificó mi inasistencia.

                    Y me fui al Parque. Jefe, como si fuera cosecha propia, y en buena parte lo era, me animaba. Nunca se te olvidará chaval, nunca se te olvidará. Y desde luego que no me olvidé, tampoco del batacazo.

                    Venga, no tengas miedo y no mires al suelo; de frente, siempre mira al frente. Y así comencé a balancearme, y con los pedales fui enderezando el rumbo, tomando impulso con el izquierdo y siguiendo con el pie derecho, una vez y otra, y otra más. Me trastabillé un poco, un poco más y me caí. La bicicleta me golpeó en la pierna y el roce con la tierra me ensució el jersey, arañándome la mano derecha. Me levanté, volví al sillín y Jefe me lo sujetó. Reinicié el pedaleo y me sentía tranquilo porque estaba convencido de que Jefe, corriendo y sujetando el sillín, aseguraba mi equilibrio. Ya era mía la bicicleta, grité y me volví hacia él. Pero él se había quedado frente al ferial permanente que había al otro lado del paseo, donde años después se construiría una clínica. De la impresión volví a caerme, aunque no me hice daño. Ya sabía, ya sabía montar. Jefe quedó junto a las bicicletas, allá al fondo, quieto y con la mano levantada, saludándome.

                    Por fin di la vuelta a la arboleda. Me incliné un poco para tomar la curva frente al Polideportivo Salduba, enfilé despacio la recta llena de socavones, que dejaba a la izquierda la selva donde dos veranos atrás enterré un cofre con cromos, postales y unas cuartillas con mis ideas tras mi primer pecado contra el sexto mandamiento, un cofre que alguien desenterraría cuando años después arrancaran aquella frondosa maleza, hermosa, matizada de arbustos, matorral alto y de pequeños chopos y acacias, todo devorado para reinstalar el insípido y mal empleado Quiosco de la Música cuando lo trasladaron desde la plaza de Los Sitios, aquellos años nombrada como plaza de José Antonio, y donde sí alegraba su presencia.

                    Incluso me atreví con la pequeña rampa que quedaba a la derecha, cerca del asfaltado que flanquea la avenida de San Sebastián. Y en ese talud hasta serpenteé, me recreé con la palanca del freno, dirigía a placer el manillar y me parecía que los radios seguían al dedillo mis intenciones. Ahí y en ese momento fui consciente de dominar la bicicleta. La bicicleta carecía de faro y de piloto trasero, su esqueleto denotaba el frecuente uso y su manillar correspondía a lo que llamábamos bicicleta de paseo. No me importaba porque para mí era un descubrimiento, un descubrimiento que suponía una gozada, una explosión de entusiasmo como nunca antes había disfrutado.

                    Me adentré entre los pinos y sus agujas, que al alfombrarse mullían un suelo limpio, con alguna briznas de matorral. Me paseé entre ellos, reduciendo la velocidad y con la precaución de esquivar sus troncos. Regresé al camino y a la altura del quiosco del belga, a quien mis padres lo nombraban como el quiosco del nazi, apareció el pastor alemán. Aquel perro que obligaba a todos los niños a esquivar esa parte del camino y del pinar. Un perro que me ladró cuando crucé entre las mesas de la terraza, vacía aquella tarde, vacía como toda la arboleda. Realmente era el único que había alquilado una bicicleta y el único que paseaba por allí. Y, seguro de mí, al perro no le tuve ningún temor. Estiré hacia él la pierna izquierda, una y más veces, retándole, y se retiró, se retiró con un algún ladrido, pero se retiró. Y Jefe esperaba al final.

                    Qué chaval, ¿ya te has espabilado?, me gritó. Y el perro lobo quedó confinado en el límite del quiosco, junto a una de las mesas de tijera. A Jefe no le gustaba ese perro y mucho menos su amo. Una tarde que todavía iba en bicicleta de cuatro ruedas, le oí advertir al señor belga, un hombre rubio y de bastante envergadura, que como su perro se llegase hasta su puesto y asustase a algún crío, no volvería a verlo con vida.

                    Jefe era de hablar rápido y nunca lo recuerdo ocioso. Siempre hinchando ruedas, asegurándose de los cambios de velocidad, revisando llantas y palomillas, engrasando piñones y cadenas, limpiándolas con detalle, con ese puntillo con que se hacen las cosas que gusta hacer. Cuidaba de unas treinta bicicletas, la mitad llevaban barra y las utilizábamos los chicos, las demás carecían de ella y en ellas montaban las chicas. Además, disponía de una docena con el manillar que utilizaban los ciclistas de competición, que las llamábamos bicicletas de carreras, las que más gustaban a todos, aunque esa tarde todavía no las había estrenado. Bien chaval, te has portado como hay que portarse. Y tras aquellas palabras, sacudiéndome la ropa, regresé exultante a casa.

 

*El escritor Jorge Cortés me ha enviado, a petición mía, este relato inédito.

La foto la tomo de la red. Es de Carlos Carreter.

27/10/2018 13:02 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

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