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PUX PUBLICA 'LOS RESTOS DEL DISFRAZ'
Alfonso Vicente-Gella: "En los 80 a veces Zaragoza hacía pensar en Woodstock"
¿Desde cuándo le interesa la música?
Desde toda la vida.
¡Hombre!
Disculpe. ¿Estudió con Bunbury?
Sí. Recuerdo que parecía un chico tímido, y quizá lo fuera, pero lo elegíamos delegado de clase. Se enfrentaba a los profesores cuando hacía falta y defendía a los compañeros. Entonces ya era un líder, le gustaba el rock duro y tocaba la batería.
¿Cómo era Juan Aguirre?
Igualmente tímido. Iba siempre de negro y participaba menos de la vida estudiantil.
Hablaba usted del autoengaño.
Sí. Durante muchos años me negué la pasión por la música, el gusto por escribir canciones y componerlas. Estudié Derecho, y ahora trabajo en una oficina hasta las tres. Me quedaba tiempo; a partir de los 40 decidí recuperar algo que amo. Ya no quiero dejar la música nunca más.
¿Qué hizo?
Entre otras cosas, grabé, con distintos músicos, mi primer disco: ‘Ya no tiene remedio’ en 2014. Y ahora, sale el segundo.
Perdón. Estoy un poco confundido. ¿Cómo se titula el álbum: ‘Pux’ o ‘Los restos del disfraz’?
Ja, ja, ja. Pux es como me llaman a mí desde hace muchos años. Me puso ese nombre la novia de un amigo, y desde entonces soy Pux, un apodo que incluso me gusta. El disco se titula ‘Los restos del disfraz’ y lo hemos trabajado Ricardo Pérez y yo. Yo he compuesto las canciones, y toco la guitarra y el bajo, como él, pero es un disco de los dos, con Fernando Font, Nacho Flores, Mariano García, David Molinero y Belén Estaje. Creo que Ricardo asume generosamente el proyecto Pux.
De acuerdo. Usted es sobrino de la poeta, ya fallecida, Pilar Vicente-Gella. ¿Qué le debe, cómo le marcó?
No lo sabría decir muy bien, pero es de mis familiares el único con inquietudes artísticas. Ha sido importante.
Hace algún tiempo usted hizo una canción y un vídeo: ‘Marcela en su barra de bar’; era sobre la tolerancia, la convivencia, la libertad. ¿Va por ahí el álbum?
No, no. Esa canción, de ecos latinos, fue un verso suelto. Algo especial que hicimos con mucho entusiasmo. El vídeo agradó y se divulgó. Al principio yo no sabía nada de esto, pero he aprendido. Y me gusta mucho todo el mundo de las redes sociales. Tengo un espíritu de colaboración amateur, de convivencia, de llamada. Ahora acabamos de hacer otro vídeo.
¿De qué tema?
‘Tres minutos más’. Es un homenaje al vinilo y a la fuerza del rock y de la música. Cuenta la historia de un joven abatido, desesperado, al que una canción de un roquero amado le salva la vida. Creo que con nuestra generación se mueren un poco los discos y los CD. Todo está en internet, y ¿a quién le interesa un disco?
¿De qué escribe usted?
Como el 80% de las canciones, escribo de amor y desamor, de relaciones humanas. Cuido los textos, pero no soy un cantautor ni un poeta. He aprendido que a veces con menos se da más. Huyo de la afectación y el barroquismo.
¿Tiene maestros?
Este es un disco de pop y de tonos medios. De entrada, sin duda, mis maestros son Los Beatles. Y luego The Kinks y The Who. Mi canción preferida es ‘Waterloo Sunset’, por decirle una. Y de los nuestros me impresiona Cuti Vericad: es un musicazo, talentoso, con carisma, un auténtico animal escénico capaz de cantar 41 canciones de Elvis Presley como acaba de hacer en Las Armas. Interpreta de manera genial y sabe presentar muy bien las canciones. No conozco nada igual.
¿Y usted?
Ahí voy, a mi ritmo. Con ganas de contar historias. El álbum lo hemos grabado en el estudio Séptimo Cielo de Chechu Martínez, sin prisa, a lo largo de 2017 y lo presentaremos el 7 de septiembre. Ese sosiego fue muy estimulante para mí y para todos.
CONCLUYE LA QUINCENA MUSICAL

- El Auditorio Kursaal se ha llenado en 6 ocasiones: “La Creación” (2 y 3 de agosto), Rotterdams Philharmonisch Orkest (24 de agosto), Budapest Festival Orchestra y Orfeón Donostiarra (27 de agosto), “Amoria” (29 de agosto) y WDR Sinfonieorchester de Colonia y Orfeón Donostiarra (1 de septiembre).
- Se refuerza la apuesta por la producción propia: la Quincena ha coproducido la ópera “La italiana en Argel” presentada en esta edición, ha promovido el espectáculo “Itsasotik eskolara” estrenado en la Jornada Infantil e impulsado “Adio”, el montaje de Kukai para Arantzazu, entre otros.
- La Quincena se reafirma una vez más como un importante punto de encuentro en el que entidades culturales locales entablan relaciones con orquestas e intérpretes internacionales que derivan en nuevos proyectos: es el caso de la presencia de la Escolanía Easo en “Amoria”, de Katia y Marielle Labèque.
La Quincena Musical de San Sebastián clausurará esta tarde su 79 edición con el último concierto sinfónico, el segundo protagonizado por la WDR Sinfonieorchester de Colonia en la presente edición. La Orquesta alemana interpretará hoy el “Réquiem” de Berlioz acompañada por el Orfeón Donostiarra y el tenor Maximilian Schmitt, bajo la dirección de Jukka-Pekka Saraste. Este concierto pondrá fin a una edición que un año más ha superado las 90 propuestas, entre conciertos y actividades paralelas.
El Auditorio Kursaal ha sido, también en esta edición, uno de los espacios fundamentales de la Quincena Musical. El Auditorio ha registrado 6 llenos absolutos y se ha alcanzado un 91% de ocupación. La recaudación total de taquilla asciende a 952.000 euros brutos, En cuanto al número de espectadores, cerca de 37.000 asistentes disfrutaron de las distintas propuestas de esta 79 edición.
De entre las propuestas programadas en el Auditorio, destacan los éxitos obtenidos por las dos representaciones de “La Creación” de la Fura dels Baus (2 y 3 de agosto) que inauguraron la edición del festival con todas las entradas agotadas. También registraron llenos absolutos el concierto de la Rotterdams Philharmonisch Orkest (24 de agosto), el ofrecido por la Budapest Festival Orchestra y el Orfeón Donostiarra (27 de agosto) y el estreno de “Amoria”, el proyecto más reciente de las pianistas Katia y Marielle Labèque, que repasa 500 años de música vasca y reúne en torno al dúo a un nutrido grupo de músicos vascos. También el concierto de hoy sábado de la WDR Sinfonieorchester de Colonia y el Orfeón Donostiarra con el que se clausura la 79 edición ha colgado el cartel de entradas agotadas.
La segunda propuesta escénica de esta edición supuso la recuperación de un título de Rossini en el 150 aniversario de su muerte: los días 11 y 13 de agosto, la Quincena Musical presentó la ópera “La italiana en Argel” en una coproducción de la propia Quincena, el Teatro Colón de Buenos Aires y el Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial. La nueva versión de Joan Anton Rechi trasladaba la acción a la década de los 40 y presentaba una especie de representación dentro de una representación con tintes de revista.
El Auditorio Kursaal ha sido, asimismo, un lugar de reencuentros, celebraciones y momentos para el recuerdo. El sábado 18 de agosto la Orquesta Sinfónica de Euskadi y la Coral Andra Mari abrieron el ciclo sinfónico de esta edición bajo la dirección de Christian Zacharias, un asiduo de la Quincena que regresaba en su doble faceta de pianista y director. El 22 de agosto, la NDR Elbphilharmonie Orchester de Hamburgo volvía a San Sebastián treinta y cinco años después de su primera y única actuación en el festival; bajo la dirección de su principal director invitado, Krzysztof Urbanski, al final del concierto la NDR sorprendió al público con la interpretación del “Agur Jaunak”. La Rotterdams Philharmonisch Orkest (24 de agosto), junto a su titular Yannick Nezet-Seguin, que se despide ahora de la que ha sido su orquesta en los últimos diez años, se reencontró con el público de la Quincena en el contexto de la gira internacional con la que conmemora su centenario; la Quincena quiso sumarse a la celebración con la interpretación del “Zorionak zuri”, y su equivalente en neerlandés, por parte de la Escolanía Easo. También la Budapest Festival Orchestra, que ofreció sendos conciertos los días 27 y 29 de agosto, es una orquesta habitual en la Quincena, no en vano revisitaba el festival por quinta vez en la última década; en el primero de los dos conciertos, su director, Ivan Fischer, agradeció la acogida del público con la versión original de la “Danza húngara nº4” de Brahms, a la que pusieron voz los músicos de la orquesta. El espectáculo “Amoria” resultó una exitosa recopilación de música vasca que ha supuesto el encuentro sobre el escenario de las hermanas Labèque con músicos vascos como el contratenor Carlos Mena o el grupo Hegiak y la Escolanía Easo; este primer proyecto de las pianistas con esta agrupación coral parte de su colaboración de Sir John Eliot Gardiner en la Quincena de 2016: Katia Labèque narró en la presentación de “Amoria” que fue él quien les habló de la Escolanía Easo, “el mejor coro infantil del mundo”, en palabras del director británico. Esta anécdota viene a confirmar la relevancia de la Quincena como punto de encuentro entre coros locales y artistas internacionales.
El Teatro Victoria Eugenia ha acogido en esta edición tres citas muy diferentes entre sí: un recital a cargo del pianista francés Alexandre Tharaud, con obras de Couperin, Debussy y Satie (6 de agosto); el concierto “Diálogos célticos” en el que Jordi Savall y Carlos Núñez profundizaron en las raíces célticas de música tradicional de Escocia, Irlanda, Euskadi y Galicia (20 de agosto); y el espectáculo de danza “Les nuits barbares” de la Compañía de Danza de Hervé Koubi, un ejercicio de fusión de las diferentes culturas que han poblado la zona del Mediterráneo a lo largo de los siglos (28 de agosto). Tanto “Diálogos Célticos” como “Les nuits barbares” merecieron una gran acogida por parte del público, que agotó las entradas para ambos espectáculos.
Avance de la programación de la 80 edición de la Quincena Musical de San Sebastián
En 2019 la Quincena Musical de San Sebastián alcanza su edición número 80. Para celebrarlo, se viene trabajando ya en el diseño de una programación que incluirá, entre otros, los conciertos de la London Philharmonic Orchestra, bajo la dirección de Juanjo Mena y con el pianista Javier Perianes, y la Orquesta de París y el Orfeón Donostiarra, dirigidos por Daniel Harding. La ópera elegida para su representación en la próxima edición de Quincena es “Madama Butterfly”, de Puccini, en una nueva coproducción con el Festival de Verano de San Lorenzo de El Escorial.
RETRATO DE CONCHA MÉNDEZ

Concha Méndez, siete años de amor con Buñuel
Se publica una nueva edición de las ‘Memorias habladas, memorias armadas’ de la poeta de la generación del 27 que fue novia del cineasta
Concha Méndez Cuesta (1898-1986) es una de las poetas del 27 y una mujer que vivió intensamente una existencia tumultuosa y rica: nació en Madrid, fue la mayor de once hermanos, se educó con una institutriz francesa (escribió poemas en francés antes que en castellano), veraneaba en Santander y San Sebastián, fue campeona de natación, aunque era una fumadora compulsiva, viajó desde pequeña a París con una de sus hermanas, estudió en el Liceo Club Femenino y, poco a poco, se convirtió en una de las voces de la Generación del 27. Fue amiga entrañable de Vicente Aleixandre, de Pablo Neruda y de Federico García Lorca, tuvo un sueño premonitorio de su asesinato en la presentación del libro ‘La realidad y el deseo’ del raro Luis Cernuda, y de algunos nombres más: Maruja Mallo y Rafael Alberti, que eran pareja, Manuel Altolaguirre, que sería su marido, y Luis Buñuel, que fue su novio a lo largo de casi siete años. Un amigo aragonés, cuyo nombre no recordaba, se lo presentó en San Sebastián y no tardaron en formalizar su noviazgo.
Así se lo contó ella a su nieta Paloma Ulacia Altolaguirre (Ciudad de México, 1957), que le grabó sus recuerdos durante varios sábados, octogenaria ya y víctima de los desaires del exilio, donde “permaneció aislada”. Esas impresiones se recogieron en el libro ‘Concha Méndez. Memorias habladas, memorias armadas’ (Renacimiento. Biblioteca del Exilio, 2018). Paloma escribe: “Después de la guerra se quedó al margen, desilusionada de todo. Al reflexionar sobre la guerra misma, comprendió que los españoles habían sido víctimas de una trampa impuesta desde el exterior, que bajo pretexto de defender ideales se habían asesinado entre hermanos, amigos y vecinos. Sumada a esta desesperanza, a esa tristeza por haber visto tanta muerte, estaba la misoginia de sus compañeros”, con el poeta y antólogo Gerardo Diego a la cabeza.
En este libro, breve pero enjundioso, sincero y descarnado en ocasiones, Concha Méndez habla de todo sin rencor en una narración elegante que explica la importancia de la cultura española anterior a la Guerra Civil, de las angustias de la contienda (el miedo, las fugas, las bombardeos, el éxodo definitivo) y de una vida errante, que la llevó a Buenos Aires, Londres (allí dio una conferencia sobre la relación entre Goya y su maestro y suegro Bayeu), Cuba, donde coincidió con la pensadora María Zambrano, autora de un cariñoso prólogo, y finalmente a México, período último en el que mantuvo una amistad muy especial con los Arana, los aragoneses José Ramón Arana, nacido en Garrapinillos, y su segunda esposa María Dolores, que le guardó sus animales mientras construían su casa de Coyoacán. Concha Méndez quiso ser, sin aspavientos, una mujer emancipada, una ‘sinsombrero’ en aquel Madrid de la Residencia de Estudiantes, y acabó siendo en España y en México, hasta su separación en 1944, la compañera del poeta, impresor y tipógrafo Manuel Aguirre, que un día, cuando ya asomaba otra mujer a su vida, le dijo que “sería mejor que estuvieras sola, porque él me daba sombra”. “Ni eres sombra, ni eres largo”, le contesté”.
Así cuenta su relación con Buñuel, “el director de cine”. “En aquel tiempo éste se interesaba solo por los insectos. Nos pusimos en relaciones, teníamos la misma edad [Buñuel era dos años más joven], estuvimos juntos durante siete años. Nos veíamos todos los días, pero no podíamos salir solos (…) Buñuel vivía en la Residencia de Estudiantes, junto con García Lorca, Dalí, Moreno Villa y otros. Vivía y asimilaba, porque era un chico inteligente. Y yo, en el inconsciente, seguramente me iba enterando de la posibilidad de otro mundo, que no fuera la familia, los hermanos: cada dos años nacía uno”.
Recuerda que Luis empezó a estudiar entomología. “Me regalaba insectos y ratones blancos. Yo misma leía los libros de Faber. Curiosamente, he visto que en algunas de sus películas aparece como detalle de gracia un insecto. En nuestra juventud estaba de moda ir a bailar y a tomar el té por las tardes a los grandes hoteles: el Ritz y el Palace. (…) Cuatro veces por semana íbmos a bailar y los demás días al cine y al Retiro”. Dice que Buñuel llevaba doble vida. “Nunca nos reunimos juntos con los chicos de la Residencia de Estudiantes. La vida dividida entre los amigos y la novia era una costumbre de la época; me hablaba de ellos, pero nunca me los presentó. Me pregunto cómo podía conciliar ambos mundos: uno más frívolo, nuestra vida en común, y el otro artístico, en el que se filtraban rasgos surrealistas”. Cuenta que tenía la misma caligrafía, que en San Sebastián iban a las carreras de coches y a la playa. A Buñuel le gustaba mucho la música, “sabía leerla y al asistir llevaba las partituras”. Él le regaló una radio, “era emocionante escucharlo, pero tenía que disfrutarlo a solas. Al novio se le hablaba por teléfono o se le veía en la calle, para que entrara en la casa, tenía que pasar el tiempo. Me regalaba muchas cosas, era espléndido”.
A Luis Buñuel le ofrecieron un puesto en la Sociedad de Naciones de París. “Lo quería para que pudiéramos casarnos”, dice, pero eso marcaría el fin. “No volvió y yo tampoco volví: no volví, aunque todavía no me había ido. Aquella relación la comparo ahora con un vicio”. Se encontrarían algunos años después, en Madrid y San Sebastián. “Con Buñuel había quedado como amiga; cada verano que él volvía a San Sebastián nos encontrábamos. Recuerdo que una de las veces se hospedó en un hotel elegante, al que me invitó a tomar el té”. Más tarde, convertida ya en poeta, Concha Méndez Cuesta viajó a París, se enteró Luis Buñuel, la citó. “Me llevó a ver sus películas, ‘El perro andaluz’ y ‘La edad de oro’, que llevaban tiempo exhibiéndose en una cine-club; después comimos juntos y caminamos por la ciudad hasta despedirnos”. En esos días, oyó hablar del que iba a ser su marido, Manuel Altolaguirre, poeta e impresor de revistas como ‘Lola’, ‘Litoral’, ‘Héroe’ o ‘Caballo verde para la poesía’.
MAR TRALLERO: VIDA, LIBROS Y EXILIO DE MARÍA DOLORES ARANA

Vida, libros y exilo de María Dolores Arana
La escritora vasca, que vivió dos décadas con el escritor zaragozano José Ramón Arana, ha sido objeto de una tesis de Mar Trallero
Antón CASTRO
La profesora Mar Trallero (Barcelona, 1975), que reside actualmente en Pensilvania, Estados Unidos, leyó hace unos meses una tesis doctoral en la Universidad Autónoma de Barcelona sobre la escritora María Dolores Arana (Zumaya, Guipúzcoa 1910-Hermosillo, México, 1999), que vivió durante dos décadas con el escritor aragonés José Ramón Arana (1905-1973), con quien tuvo dos hijos: Federico y Juan Ramón.
Cuenta Mar, que está vinculada con Samper de Calanda: “Fui a México DF a hacer la investigación para un trabajo sobre el exilio femenino de 1939 e hice muchas entrevistas a mujeres refugiadas. A María Dolores Arana no se la pude hacer porque ya hacía algunos años que había fallecido, pero me habló de ella James Valender, yerno de Paloma Altolaguirre, hija de los poetas Manuel Altolaguirre y Concha Méndez, y gran estudioso de la poesía del exilio republicano español de 1939. Yo le comentaba lo que había encontrado en las entrevistas y él me habló de Arana como la persona que aglutinaba todas aquellas circunstancias que habían sufrido las distintas mujeres españolas en México, de manera esporádica o parcial”. Mar Tralleró pensó que a través de la autora de ‘Canciones en azul’ (Cierzo, Zaragoza, 1935), se podía explicar muy bien el caso diferenciado de la mujer refugiada de 1939 en México.
“El hecho también de tener unas conexiones tan intensas con algunos personajes de renombre la hacía más interesante. Luego, el extraordinario paralelismo con su amiga Concha Méndez terminó de fascinarme”. Además de Concha Méndez, poeta del 27, tuvo contacto con Luis Cernuda, al que admiraba mucho y fueron buenos amigos, con Manuel Altolaguirre, con Octavio Paz y con Camilo José Cela, con quien se carteó en los años 60 y le publicó textos en ‘Papeles de Son Armadáns’.
Fue clave su conexión zaragozana, especialmente antes de la Guerra Civil. Explica Mar Trallero: “El poeta, libreto y galerista Tomás Seral y Casas la introdujo, seguramente a iniciativa de otro colaborador, en ‘Noreste’, una revista literaria de calidad y reconocida. Por lo tanto, ello hizo posible que a Arana se la conociera y se la considerara en buena medida como promesa de la poesía, algo que la guerra truncó por completo”. Sería aquí, en Zaragoza, donde publicó su primer libro, con ecos de la poesía popular y Góngora, filtrado un poco por Gerardo Diego. El dibujante y arquitecto Federico Comps le hizo un retrato.
“No creo que María Dolores se estableciera nunca en Zaragoza, aunque cabe esa posibilidad porque los años de la República, en su vida, permanecen muy oscuros, desconocidos. Ella estudió para formar parte del cuerpo de aduanas, y consiguió entrar como funcionaria en el cuerpo auxiliar de aduanas, pero la plaza que tenía cuando estalló la guerra era la de Irún. A causa de la toma franquista del territorio, la trasladaron a Barcelona”. Parece más que probable que fuese allí donde conociera a José Ramón Arana, que entonces era sindicalista y usaba su auténtico nombre: José Ruiz Borau. El futuro autor de ‘El cura de Almuniaced’ era primo del escritor y cineasta José Luis Borau.
“Podrían haber coincidido en Barcelona o Zaragoza, pero no creo que hubiera pasado de un encuentro más bien casual. Durante la guerra fue cuando se conocieron bien e iniciaron su relación, que tuvo que ser apasionada en un principio por lo menos”. Se fueron juntos de España porqué tenían muchas posibilidades de ser represaliados. “Ella, con una familia franquista que la pudiera avalar, quizás lo tenía más fácil para quedarse. María Dolores amaba profundamente su tierra, pero se fue con él y, pese a las extremas dificultades (embarazada, sin recursos monetarios, con el miedo a la detención, con el ingreso de Ruiz Borau en un campo de refugiados) desoyó los ruegos de su familia y se marchó a América. Él, casado con Mercedes Gracia y con cuatro hijos pequeños a los que dejó cerca de Barcelona, cambió su identidad para crear una nueva”. Pasó a ser José Ramón Arana, y decía que era periodista y nacido en San Sebastián.
La vida no fue nada fácil. José Ramón Arana fue recluido en un campo de concentración en Francia, y María Dolores hizo lo indecible para ayudarlo a salir. Al fin lograron instalarse en México. José Ramón creó diversas librerías (como contó Simón Otaola en ‘La librería de Arana’) y fundó varias revistas y mantuvo su actividad política. “Ella se dedicó a sacar las castañas del fuego de la familia. Hacía mil y un trabajos para poder subsistir (vender colonia, coser muñecas, dar clases de piano...) y aún así sacaba fuerzas para continuar escribiendo poesía, y colaborando gratuitamente en revistas del exilio, fundadas por su marido, para no perder aquel primer atisbo de compromiso literario que había adoptado en España”. En 1953 publicó, con prólogo de Concha Méndez, su segundo poemario: ‘Árbol de sueños’, de lírica intimista y un tanto pesimista.
En 1960 María Dolores y José Ramón se separaron. El escritor tuvo otro hijo, Veturián, con su nueva compañera: la profesora de música Elvira Godás. Con esta pudo hablar Mar Trallero y le contó su inmensa desolación tras la ruptura. En 1966 publicaría ‘Arrio y su querella’, una historia de la filosofía cristiana, y en 1987 una insólita novela: ‘Zombies. El misterio de los muertos vivientes’, que obedecía a su interés por el vudú y el recuerdo de unos meses en La Martinica.
“MDA era una mujer con una extraordinaria capacidad intelectual, pero pese a ello con muchas inseguridades que explicaban un carácter más bien tosco, muy introvertido, muy vasco según me han dicho varias personas vascas. Era una mujer muy exigente, con ella misma y con los demás, también enormemente honesta y generosa en la amistad”, resume Mar Trallero. Era tan humilde que fue el bibliófilo José Luis Melero quien le mandó a su hijo Federico la fotocopia del primer libro: ‘Canciones en azul’, del que no sabía nada.
*Este artículo apareció en Heraldo de Aragón.
PRIMER DISCO DE ROBERTO MIRANDA RIVARÉS Y ELENA GARCÍA

El violonchelista zaragozano Roberto Miranda graba su primer disco
A los 7 años, cuando iba a empezar a estudiar guitarra en el conservatorio (la rasgaba desde los 5), Roberto Miranda Rivarés (Zaragoza, 1987) oyó en televisión una pieza de Bach interpretada por Mstislav Rostropovich. Le impresionó, y le dijo a sus padres, Maribel y Roberto, que quizá fuese mejor elegir el violoncello. Acabó los estudios superiores en Zaragoza, con los maestros Ángel Luis Quintana y con David Apellániz, y partió a Manchester a realizar un máster de cuatro años. Al concluir se halló en una encrucijada: ¿se dedicaría a la enseñanza, opositaría para ser instrumentista en una orquesta o se haría concertista?
Nada era fácil. Y el azar casi decidió por él. Un día, en Internet, vio un anuncio donde pedían ocho profesores para crear en Baja California Sur, en La Paz (México), una orquesta de niños. Era un proyecto social, promovido por la Fundación Azteca, cuya idea era "cambiar el arma por un instrumento musical".
Los ‘hits’ en versión clásica
Allá se fue y coincidió con siete profesores españoles, entre ellos la violinista Elena García (Madrid, 1988). "Teníamos alumnos de 7 a 18 años y los niños, hasta entonces, no habían estudiado música. Ese plan duró dos años, de 2013 a 2015, y cobrábamos unos 400 euros", recuerda.
"A Elena y a mí nos apasiona tocar. A través de diversos contactos empezamos a hacerlo en eventos privados, en bodas, en hoteles de lujo, donde podíamos. Con dos instrumentos como los nuestros, no es fácil hacerlo en acústico. Tuvimos que aprender a amplificar el sonido, a ecualizarlo, a mezclarlo. Con la orquesta, dentro de nuestra labor tutorial, habíamos desarrollado algunas actitudes que nos vinieron muy bien, entre ellas la paciencia". Elena y Roberto formaron el dúo CaboStrings y decidieron trasladarse a Los Cabos. "Esa zona, que está en esa punta donde el Mar de Cortés se une con el Pacífico, es la que les gusta a los norteamericanos para veranear. Mientras los europeos eligen casi siempre Cancún, los vecinos de Estados Unidos prefieren estas costas un tanto vírgenes y desérticas, con muchos kilómetros de largo", dice. Allí vive ahora.
Roberto y Elena tenían clara una cosa: ofrecerían conciertos de música clásica para violín y piano, pero su apuesta iba a ser otra también: coger canciones conocidas y adaptarlas para sus instrumentos. Así nació su primer álbum: ‘White Album’ (2018), que consta de doce temas, algunos tan conocidos como ‘Havana’, que ha popularizado Camila Cabello, ‘Perfect’ de Ed Sheeran y Beyoncé, ‘Échame la culpa’, el tema de Luis Fonsi y Demi Lovato. O ‘Feels’, al que ha puesto su voz Kate Perry.
"Nuestro proceso es laborioso. Elijo el tema, lo oigo, selecciono la melodía principal, compruebo las diversas melodías secundarias, las escribo… Esa tarea suele llevarme unas diez horas". Una vez verificado si el tema se puede adaptar y funciona bien, "nos equivocamos muchas veces", empiezan a grabar en diversas pistas los instrumentos. Y luego se mezcla. Por ello quien oye el álbum puede tener la sensación de que está escuchando una orquesta, instruida en la música contemporánea. "A nosotros nos interesa mucho la música clásica, y lo que hacemos es adaptar canciones o temas que forman parte del imaginario moderno de la gente, y lo transcribimos a nuestra línea de trabajo". A veces, dada la complejidad de la versión, la presencia de las diversas melodías, no es fácil reconocer la pieza. "Yo creo que hacemos una labor de difusión de lo clásico pero a la inversa. Elegimos un tema popular y lo trasvasamos con nuestros ritmos. Tenemos muchos seguidores. Actualizamos el repertorio cada semana, a partir de listas internacionales como Bilboard List EE. UU. y los BBB Chart del Reino Unido".
Pequeña película de la canción
CaboStrings tiene unos 10.000 seguidores en Facebook. Con cada canción graban un vídeo, que dirige y monta Gustavo Jasso. Ahora tienen doce en la red con más de 100.000 descargas cada uno. "Nosotros escuchamos sus sugerencias y todo lo que dice Gustavo, pero el guión es nuestro. En ocasiones pueden ser como pequeñas películas, donde Elena se baña desnuda, como en una película de Alfred Hitchcock, y yo incluso muero. Nos importa mucho otra cosa: estamos instalados en Los Cabos, y hacemos promoción de sus paisajes, algo que los mexicanos agradecen mucho. Son muy patriotas", matiza.
Roberto Miranda Rivarés asume que lo que hacen, desde el prisma de la música clásica, no puede no estar bien visto. "A mí me apasiona la música clásica y mi instrumento. La interacción entre Elena y yo es constante; está viva. Hay diálogo. Buscamos el sonido más puro y elegante, y las nuevas posibilidades instrumentales de vanguardia", añade.
RAMÓN SENDER BARAYÓN RECUERDA A SU MADRE AMPARO BARAYÓN
El músico y artista Ramón Sender Barayón (Madrid, 1934), hijo del escritor Ramón José Sender (1901-1982) y de la pianista Amparo Barayón (1904-1936), siempre tuvo una sombra en su vida: el destino de su madre, fusilada en Zamora el 11 de octubre de 1936, después de haber sido arrestada dos veces, una de ellas bajo la acusación de espionaje. También fueron ejecutados sus hermanos Antonio y Saturnino, cuyos cuerpos no se encontraron jamás. Esa sombra lo llevó a escribir un libro, ‘Muerte en Zamora’, que se publicó en Plaza & Janés en 1990 y que ahora, con prólogo de Paul Preston, ha sido reeditado, ampliado y con nuevas aportaciones, por Postmetropolis editorial.
Ramón Sender Barayón, que acaba de ser objeto de un documental de Luis Olano en su faceta de gurú de la música electrónica, siempre había estado intrigado con el destino aciago de su madre. Cuando ella fue fusilada, él tenía dos y años y medio, y su hermana Andrea, meses. Luego ellos, con la ayuda del periodista Jay Allen, fueron recogidos por la Cruz Roja Internacional y acabarían viviendo con un matrimonio norteamericano; Julia Davis sería como su segunda madre.
Ramón hizo algunas pesquisas en su familia, pero todo se difuminaba. Al autor de ‘Contraataque’ y ‘Los libros de Ariadna’ el asunto lo incomodaba mucho, tanto que jamás quiso contárselo a su hijo más allá de lo que ya aparece en sus novelas. Poco antes de la muerte de su padre, con quien había vivido muy poco, lo llamó por teléfono y le pidió que le dijese qué había sucedido con su madre. El diálogo se convirtió en una discusión y Sender le dijo: “Lo único que quieres es sacar dinero a costa de los huesos de tu madre”. El tono se agrió más, el escritor llamó a su hijo “imbécil” e “idiota”, y acabó colgándole el teléfono. Ramón escribió al ‘El País’ pidiendo información sobre su madre. Y le mandó otra carta a su padre: “Me duele en el alma pelearme contigo. ¿Por qué tenemos que ser enemigos? ¿Por qué hemos de repetir el destino de tantas generaciones”. Jamás le respondió y aquella encendida y áspera conversación ya sería la última.
Fue entonces cuando Ramón Sender Barayón, que había olvidado el castellano, vino a España. Fue en 1982. Se trasladó a Zamora, habló con familiares y registró algunas desagradables opiniones que se habían vertido sobre su madre. Todo eso lo aclara el texto de Francisco Espinosa Maestre y algunos de los interesantes apéndices.
Ramón reconstruye la vida su madre. Tenía seis hermanos, su padre fundó la cafetería Iberia, donde detrás de una suerte de terraza con balcón ella tenía piano, instrumento que solía tocar. Luego se trasladó a Madrid, frecuentaba cines de la Gran Vía y las salas del Ateneo, y allí oyó un día a Senderleyendo su novela ‘Imán’.
Finalmente entrarían en contacto, se enamorarían y tendrían dos hijos, sin estar casados. La Guerra Civil los cogió en la colonia veraniega de San Rafael, en El Espinar, en la Sierra de Guadarrama. Como la posición de Sender era comprometida, según Conchita Sender, su hermano le dijo a su mujer:“Recuerda, si las cosas se ponen mal, vete a Zamora. En Zamora nunca pasa nada. ¡Ojalá hubiera sido así!”.
Ramón Sender Barayón habló con mucha gente, con familiares, con amigos, con compañeras de su madre, con periodistas e historiadores. Reconstruye sus últimos momentos, su paso por la cárcel, las penalidades que pasó y el último instante, en el que el cura le negó la absolución, porque no estaba casada por la iglesia.
Dos de sus compañeras de celda cuentan su final. Dice Pilar: “A las seis de la tarde Justo, el secretario del administrador de la cárcel, le arrancó a la niña de los brazos, diciendo entre otras gracias, que ‘los rojos no tienen derecho a criar hijos’”.
Poco antes de la tragedia, Amparo le había escrito a su marido: “Mi querido Ramón: No perdones a mis asesinos que me han robado a Andreína, ni a Miguel Sevilla, que es culpable de haberme denunciado. No lo siento por mí, porque muero por ti. Pero, ¿qué será de los niños? Ahora son tuyos. Siempre te querré. Amparo”. Sender tuvo otras muchas virtudes, pero no fue un padre precisamente ejemplar. Con -Elisabete Altube tuvo un tercer hijo, Emmanuel.
LA FICHA
’Muerte en Zamora’. Ramón Sender Barayón. Prólogo de Paul Preston. Introducción de Helen Graham y de Mercedes Esteban-Maes Kemp. Apéndices: Francisco Espinosa Maestre. Traducción de Mercedes Esteban-Maes Kemp. Postmetropolis Editorial.
Madrid. 296 páginas.
Iconografía. El libro aporta mucho material gráfico: cartas, fotografías, certificados de defunción, notas íntimas. Amparo le manda una foto y le dice: “A mi Ramón con la locura de las locuras, con mi entusiasmo todo y más. ¡¡Siempre más!! Tu Amparo”.
ISMAEL GRASA EXPLICA SU LIBRO 'LA HAZAÑA SECRETA' (TURNER)
Ismael Grasa: "No tenemos la respuesta de todo"
¿Cuál es el origen del libro?
Unas cartas que no llegué a enviar, la intención de expresar cierto ideario de vida, o de reflexionar sobre él. También el deseo de transmitir que los valores que nos mueven no son más débiles que, por ejemplo, los de un integrista.
¿Qué le debe a ‘La flecha en el aire’? ¿En qué medida podría ser un conjunto de lecciones cortas de clase, casi un tratado de urbanidad, idóneas para los alumnos?
Aquel libro era un diario de profesor. Este es un libro que parte de los manuales de urbanidad, que es un género bastante desprestigiado, para conducir al lector a otros lugares y preguntas.
Una de las frases que más se usa es ‘la buena vida’. ¿Qué sería para usted la buena vida?
Aunque parezca una respuesta circular, la vida buena es aquella que la persona buena reconoce como tal. Y es una combinación de participación en lo público y, a un tiempo, una individualidad ganada, conquistada. Hay que pensar, por otra parte, que la idea de los derechos humanos fue abriéndose paso a la par que ciertos usos domésticos, de indumentaria o de mobiliario: los asientos individuales en los teatros, el mueble secreter, la lectura de novelas en silencio, etc. De todo esto hablan autores como Lynn Hunt, que es una de las referencias que aparecen en el libro.
Por curiosidad, ¿qué ha sido más determinante en la redacción del libro: su condición de escritor, su condición de profesor o la de padre?
Todas ellas, supongo, han pesado algo. Como escritor, he pretendido que esté bien escrito, que los capítulos sean lecturas limpias; como profesor, son cosas que trato habitualmente; como padre… lo cierto es que mi pareja estaba embarazada cuando lo escribí, y quizá haya influido en el deseo de transmitir algo.
¿Cuál es el significado de las citas? ¿Qué buscaba ahí y cómo las ha organizado? ¿Cuánto hay en ellas de azar y de homenaje de cariño a autores y amigos que le marcan?
Decidí que todos los capítulos terminasen con una cita, de modo que el libro es, a su vez, una selección de textos, recogidos en la bibliografía final, y que el lector puede continuar por su cuenta. Contiene un compendio de reflexiones, de Montaigne a Camus, de Natalia Ginzburg a Savater, que apuntan hacia la dignidad de lo cotidiano.
He pensado que ‘La hazaña secreta’ tiene algo de meditaciones de un lector… ¿Qué son primero las reflexiones o los textos ajenos?
Primero fue la reflexión, no es un libro de citas en ese sentido. El primer término que se extiende en nuestro mundo cultural con la Transición es el del “desencanto”, como si la vida en paz, la democracia común, fuese algo insatisfactorio para nosotros. Herzen decía que a los latinos no nos gusta vivir en libertad, que lo que nos satisface es luchar por la libertad. El motor de la reflexión de mi libro es rebelarse contra esto.
El libro parece un inventario de la sensatez, pero también tiene sus extravíos o sus desafueros, su discurso contra la lógica. Pienso en la frase de Mariano Gistaín: “Escuchar equivale a buscar vida extraterrestre, pero en la cocina”.
A mí me parece que está muy en la lógica, en el sentido en que lo dice Gistaín. Buscar ciertas formas de iluminación y de sentido forma parte de lo humano. Lo que es ilógico es pensar que tenemos la respuesta de todo.
¿No hay algunos elementos de provocación, o de ironía, o de puro juego, como eso de tener un sastre propio?
Sí, hay algo de provocación anacrónica. El caso es que reivindico en el libro los oficios, y los locales donde se arreglen y restauren cosas, no sólo donde se vendan nuevas.
¿En qué consiste de verdad ser un héroe para usted, o cuáles son los heroísmos inadvertidos que nos pautan la vida y la engrandecen?
Para ver héroes no hay más que girarse y mirar entre quienes tenemos al lado. Albert Camus decía que los nazis nos habían obligado entonces a ser héroes para tener que sobrevivir, pero que el heroísmo así entendido es poca cosa, que lo difícil es la felicidad.
Aristóteles pareció intuir el mundo contemporáneo mejor que nadie. Escribió: “que no cabe que la misma cosa sea y no sea simultáneamente”. ¿Es una lección también para la política?
Ese principio de no contradicción del que hablas me parecía apropiado como introducción a un libro que quiere ser moderno pero no posmoderno.
¿Por qué defiende cosas tan sencillas, en apariencia, como hacer la cama, coleccionar algo, fomentar la amistad, aprender idiomas…?
Porque son las cosas con las que nos desenvolvemos, y las que quizá más contribuyan al progreso. Estoy entre los que creen que se ha progresado más levantando el sombrero de nuestras cabezas para saludar con cortesía que cortando cabezas.
¿Qué hacemos mal, por lo regular y no todos, claro, en el afecto, en el amor, en el sexo, en la vida en pareja?
No lo sé, no soy terapeuta ni psicólogo. Mi campo es más filosófico, y la filosofía no cura, sino que enferma, por más que sea en un sentido bueno.
“La casa de uno debe estar dispuesta para tener invitados”. ¿También en estos tiempos?
Una casa que no esté abierta no puede contener la felicidad.
El otro día alguien tras leer su libro, me dijo: “Muy interesante y bonito, pero no estoy en esa época”. ¿Para quién ha pensado este trabajo?
Quizá aquel lector sea demasiado antiguo. En todo caso, hay cosas en el libro, referidas a la indumentaria o la distribución de la casa, que no tienen por qué ser compartidas literalmente. Entiendo que lo que importa en el libro es la reflexión cívica que está tras ello, con la que se puede discrepar, pero que afecta a todos.
¿Cuál es su relación con el pensamiento que se puede dar en España? Pienso en Esquirol, Marina Garcés, Amelia Valcárcel, Arias Maldonado, Javier Gomá… ¿Los sigue, le interesan?
Soy lector de ensayo, y lo cierto es que se está publicando mucho y de buen nivel. Incluso la narrativa parece inclinada hacia cierta forma de testimonio, investigación o reflexión autobiográfica. No hay que mirar más que a las obras recientes de autores aragoneses como Sergio del Molino, Daniel Gascón, Martínez de Pisón o Manuel Vilas.
Ramón Gómez de la Serna dijo: “No hay más que la hazaña secreta, la aventura del atardecido”. ¿Qué quiere decir, cómo asumes la frase que la conviertes en el título del libro?
Como dice Montaigne, tanto valor requiere morir en la cama como en la gloria del campo de batalla.
CICLO 'ZARAGOZA EN EL CORAZÓN'

CICLO 'ZARAGOZA EN EL CORAZÓN'.
COORDINA: José Luis MELERO RIVAS. Bibliófilo, académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, Hijo Predilecto de Zaragoza y Premio Santa Isabel de Portugal.
El próximo martes, 18 de septiembre, se inaugura el gran ciclo de conferencias "Zaragoza en el corazón", organizado por la Universidad de Zaragoza y la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Serán ocho conferencias, todas a las 19,30 horas y con entrada libre para cuantos queráis asistir: cuatro en el Paraninfo de nuestra Universidad y cuatro en el Salón de Sesiones del Museo Provincial, sede de la Academia.
1. Zaragoza y la música. 18 de septiembre, martes. Luis Antonio González Marín. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis.
Salón de Actos del Museo Provincial de Zaragoza.
2. Zaragoza y la educación. 20 de septiembre, jueves. Víctor Juan Borroy. Universidad de Zaragoza.
Aula Magna del Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
3. Zaragoza y el cine. 26 de septiembre, miércoles. Luis Alegre Saz. Universidad de Zaragoza.
Aula Magna del Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
4. Zaragoza y la economía. 3 de octubre, miércoles. José María Serrano Sanz. Universidad de Zaragoza. Académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Salón de Actos del Museo Provincial de Zaragoza.
5. Zaragoza y el urbanismo. 18 de octubre, jueves. Rafael de Miguel González. Universidad de Zaragoza. Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis.
Salón de Actos del Museo Provincial de Zaragoza.
6. Zaragoza y la literatura. 22 de octubre, lunes. Antón Castro. Escritor y periodista. Premio Nacional de Periodismo Cultural.
Aula Magna del Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
7. Zaragoza y la postguerra. 31 de octubre, miércoles. Jorge Sanz Barajas. Escritor y profesor.
Salón de Actos del Museo Provincial de Zaragoza.
8. Zaragoza y las Bellas Artes. 22 de noviembre, jueves. Juan Carlos Lozano López. Universidad de Zaragoza. Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis.
Aula Magna del Edificio Paraninfo de la Universidad de Zaragoza.
Comienza el próximo martes Luis Antonio González, que ilustrará su charla con ejemplos sonoros sobre la actividad musical histórica en Zaragoza. Yo que vosotros no me la perdería.
*Una entrevista de David Navarro con Luis Antonio González Marín (Zaragoza, 1962) en Heraldo.es. La foto es de José Miguel Marco.
https://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2018/08/11/luis-antonio-gonzalez-marin-aragon-sido-pionero-recuperacion-musica-antigua-1261545-1361024.html
CARMELA TRUJILLO LEE 'LA LEYENDA DE LA CIUDAD SUMERGIDA'
https://libroscarmelatrujillo.blogspot.com/2015/10/para-tener-en-cuenta.html
Ilustraciones de Javi Hernández
-La biblioteca- |
CRISTINA GRANDE: 'NIEBLAS ALTAS'
Cristina Grande escribe, columna a columna, la novela de la vida
Cristina Grande Marcellán firma todos los martes en HERALDO una columna de culto. Esta mujer, que querría ser de mayor como la cineasta Jane Campion, “con su melena blanca recogida en una coleta ladeada”, escribe de las pequeñas cosas, de lo invisible, que lo que por pura obviedad da la impresión de que ni esté. Dice en la primera frase de su nuevo libro ‘Nieblas altas’ (Olifante. La Casa del Poeta): “Lo bueno de tener un pasado es que puedes olvidarlo casi a voluntad, por trozos”.
Ella, en realidad, olvida pocas cosas. Esta cronista del presente asume muy bien una frase de la escritora Nélida Piñón: “Lo que da trascendencia al arte es la maravillosa banalidad de lo cotidiano”. Lo cotidiano de hoy, de anteayer, de ayer o de hace años. Cristina tiene un especial radar de percepción, y en ese don para captar sutilezas, hechos inaprensibles, emociones sigilosas o los pequeños detalles que agigantan el arte de vivir, se parece a Alice Munro, Mercè Rodoreda, Natalia Ginzburg y Soledad Puértolas. Pertenece a ese estirpe innominada y emparentada por enigmáticos vínculos y una prosa limpia y luminosa, suave y sin gritos.
¿Qué es ‘Nieblas altas’ y que hace ese libro en una colección de poesía, más bien? Son 49 de sus columnas de los últimos años, que complementan las que ya había publicado en ‘Flores de calabaza’ (Anorak). Y aquí, también aquí, está esta escritora extraña, inquietante y familiar con sus temas. Y con esas frases que te dejan temblando o escribiendo mentalmente una novela: “Mi hermana soñaba con una piscina de mercurio”. También a ella le encantan las piscinas.
Cristina Grande es autora de libros de cuentos como ‘La novia parapente’, ‘Dirección noche’ y ‘Tejidos y novedades’ y de una novela, ‘Naturaleza infiel’, que dio mucho que hablar. Son bastantes los lectores que esperan, desde hace años, su segunda novela. Cristina la escribe sin escribirla: con sus columnas, martes tras martes, enhebra una narración frondosa, veteada de afluentes y personalísima, donde la protagonista es ella, ella y su mirada y su sensibilidad, y ese modo magistral de no darse ninguna importancia. Escribe como camina, escribe como sueña, escribe como bebe un vino o como pasea en moto, abrazada a su amor Antoine y desafiando el cierzo en Lanaja, en Calatayud, en Paracuellos de la Ribera o si hiciera falta en el Himalaya, ante sus fantásticos cedros.
Cristina escribe de sí misma y escribe de todo: de Sol Acín y de sus versos, le conmueve ese que dice: “Miedo me da la estría del aire que adivino en su infinito”. Escribe del lenguaje y visita el ‘Tesoro de la lengua castellana’ de Covarrubias para saber que significa exactamente el vocablo ‘musarañas’, que le responde: “Vulgarmente solemos llamar musarañas a unas nubecillas que imaginamos en el aire”. Puede explicar la atmósfera de una chopera en Aranda de Moncayo o recordar la película de ‘Rocky II’, contempla el descenso del Ebro, glosa un paseo en el autobús 39 y rinde homenaje a la gente que le ayuda a sobrevivir y la empuja a ser más feliz: Luis Alegre, Pepe Melero, Fernando Sanmartín, José María ‘Cuchi’ Gómez, su primo Alfredo, que la lleva en coche a un funeral, etc., y su propia madre, claro, que ella ha convertido en una misteriosa e inagotable criatura de novela.
Cristina escribe de aromas, de blusas (en concreto de la blusa roja de la actriz Luisa Gavasa), de las estrellas o de la última nieve que queda en el Moncayo. En el texto que da título al conjunto, escribe Cristina Grande Marcellán (Lanaja, 1962): “Mi madrina no quiere ver que las cosas son más complicadas. También ella, como mi madre, ve nieblas altas aun cuando se esté generando una gran tormenta”.
Esa madre, por cierto, es la misma que se pregunta o que comenta: “¿Cuándo pasarán las perdices?”. Cristina, que tiene los cinco sentidos en alerta, parece saberlo.
LA FICHA
‘Nieblas altas’. Cristina Grande Marcellán. Olifante: Papeles de Trasmoz. Zaragoza, 2018. 109 páginas.
RECUERDOS DEL RODAJE DE 'EL AIRE DE UN CRIMEN' EN CALATAYUD

EPÍSTOLA DE UN ÁNGEL
RECUERDOS DEL RODAJE DE ’EL AIRE DE UN CRIMEN’
Nunca había asistido al rodaje de una película. Y era algo que tenía completamente mitificado. Hubo una época de mi vida, a principios de los 80, cuando era camarero de bingo, que consideré que podía dirigir películas y redactar guiones. Apenas tenía dinero, pero iba tres o cuatro veces por semana a las matinales de los Multicines Buñuel. Aquel era un festín para mí: abrí un cuaderno, y dos y tres, y lo fui llenando de notas sobre la película, los actores, la historia del guión, el propósito del director y mis propias teorías. Por todo ello, en aquel verano de 1987 en que me convertí en periodista de El Día de Aragón, encaré el rodaje de El aire de un crimen con absoluto entusiasmo. En realidad, con una idéntica porción de ilusión y pánico.
Llegué a Calatayud en autobús, y busqué los puntos de rodaje: la plaza central, el hotel donde pernoctaban los equipos, la plaza de toros. Y pronto, muy pronto, me topé con los actores y todos los cachivaches de producción, entre ellos algunos negros coches de la posguerra inicial. La plaza era realmente espectacular: como un gran teatro de comedia que aguarda a que los actores declamen a Cervantes, a Lope de Vega y a Calderón. Asistí a diversas tomas con auténtica delectación: no podía creérmelo. Antonio Isasi dirigía la película y todo el mundo recordaba su éxito internacional con El perro. El capitán Medina era un actor local que empezaba entonces su proyección: Chema Mazo. María José Moreno era la Tacones. Maribel Chueca encarnaba la fragilidad y la extremada delgadez. Había muchos intérpretes importantes y no tan importantes. Me invitaron a cenar con ellos.
Me puse pesado: quería saberlo todo. Preguntaba y preguntaba, y Germán Cobos me contestaba primero con cariño y gracia y luego, a medida que descubría que mi inagotable insistencia o curiosidad, conteniendo el fastidio. Uno de sus amigos, uno de esos animadores de los actores que tienen buena conversación e instinto teatral aunque no lo practican, uno de ésos que siempre hablan de gastronomía y de viajes, me dijo: “Chaval. Olvídate por una hora del trabajo”. Lo intentaba. Lo intentaba, pero se me hacía difícil. Me volvió a advertir el amigo que “dejase de hacer el pelma”. Al final lo logré. O lo lograron ellos. Me emborracharon con cerveza, con vino, con orujo.
Al otro día, entrevisté a casi todo el equipo, tomé fotos, eso sí: tenía un insoportable dolor de cabeza. Al domingo siguiente publiqué el artículo en doble página, y dije que la joven actriz de catorce años no era una chiquilla, era un ángel vestido de amarillo. “O la diosa de hermosura inefable que enloqueció a Paris”, eso escribí sin temor al ridículo. Algunos días más tarde recibí un sobre con algunas fotos: estaba completamente borracho en todas. Una de ellas ponía en el reverso: “Bailas fatal, aunque eres muy simpático. Maribel Verdú”. A ella, precisamente a ella, la había confundido con un ángel. Creo que era lo único en lo que no había exagerado.
*Hace algunos años, EN 2009, publiqué este texto que recuerda mis inicios en el periodismo, en concreto en el diario ‘El Día de Aragón’ en el verano de 1987. Empecé a colaborar gracias a la librería Muriel y a la buena acogida de Plácido Díez Bella y Lola Ester Uruén. En la foto, Maribel y María José.
EL QUINTO PERRO VÍCTOR MIRA (1949-2003)

El quinto perro Víctor Mira
ANTÓN CASTRO
“Me arrodillo y espero hasta que siento que puedo pintar como un ángel”. La frase no pertenece a Zurbarán ni a Caspar David Friedrich ni siquiera a San Juan de la Cruz, el hombre que levitaba con sus visiones poéticas, sino a Víctor Manuel Miragaya, nacido “accidentalmente” en Marruecos, aunque él siempre diría que había nacido en 1949 en la “Madre Zaragoza”. En su infancia y su juventud retendría varias imágenes: las afueras de Juslibol y sus celajes, muy especialmente, y la inmensa culebra del río Ebro. De ambas escribiría en sus poemas y en algunos de sus diarios como ‘Humus. Diario, 1994-1998’ (DPZ, 1999).
Víctor Mira, el nombre que eligió como artista, fue un creador por vocación. Sintió como pocos el drama de la insatisfacción más radical. Buscaba y buscaba, y trabajaba sin sosiego, con furia y alucinación. Así, con intuición y poseído por un don inefable, fue realizando su obra: sus óleos, sus dibujos, sus grabados, sus esculturas. Piezas que están impregnadas de pesadillas, de visiones inquietantes, de figuras poéticas que hallaba en el corazón de la noche y en los textos del Romanticismo, en la vida o en la historia del arte mismo. Víctor Mira pertenece a esa categoría de artistas que persiguen la trascendencia, el más allá, que se sienten “los elegidos” del destino y a la vez se perciben como un pájaro solitario que se adentra, de cabeza y quizá a ciegas, en el abismo. Él anhelaba “ser un artista capaz de sentir el espectro, la metáfora de la muerte” y a veces, tan paradójico y tan doliente, tan imprevisible, decía que no había vida en su interior.
En su juventud, realizó varios empleos pero pronto se trasladó a Madrid, a principios de los años 70. Algunos años después elegiría Barcelona para vivir: allí ahondó en sus temas, en sus sobresaltos y profundizó en el estudio de la historia del arte. Una mirada a su trayectoria de 35 años revela la complejidad de sus fuentes: el Barroco español, sin duda, la pintura holandesa, la huella de Friedrich, tan persistente, algunos surrealistas como Yves Tanguy, Miró o Salvador Dalí, los expresionistas alemanes, desde George Baselitz a Otto Dix, por citar algunos, Antoni Tàpies y otros pintores quizá más inclasificables como Vincent Van Gogh, Cézanne y Goya, claro. Fue uno de los artistas importantes de los años 80 con su paisano José Manuel Broto, José María Sicilia y Miquel Barceló. En esos años contactaría con uno de sus galeristas más constantes, Miguel Marcos, que lo presentó en Zaragoza, en Barcelona y Madrid, en ARCO y en diversas ferias europeas. Marcos dijo de él: “Mira era un animal pictórico, un hombre entregado a su trabajo, un monje en su taller que vivía por y para el arte”.
En la carrera de Víctor Mira se perciben una serie de obsesiones, de temas o de figuras claramente simbólicas. Ahí están el ‘Caminante’ con su farol en la mano, las ‘Hilaturas’, los ‘Estilitas’, donde parece encontrarse con su pariente Luis Buñuel y su ‘Simón del desierto’, piezas como ‘Montserrat’, las crucifixiones, algunas grandiosas, que evocan por igual a Velázquez o a Dalí pero también a pintores más inquietantes como Brueghel, o los ‘Antihéroes’, otra creación suya que se inspiró en la ‘V Sinfonía’ de Beethoven y cuyo protagonista es un muerto que reposa en un somier y que tiene una herida en el centro del abdomen.
Mira también se sintió atraído por Bach a través de una serie muy depurada, presentaba bajo el formato de ‘variaciones sobre un tema’, donde predominan el negro y el azul. Toda su obra es un intento personalísimo para descifrar la complejidad del mundo, una complejidad que empezaba en él mismo: era provocador y airado, comprometido y pugnaz, satírico y rebelde, y a la vez era vulnerable, candoroso, incluso de una ternura desarbolada. En 2002 presentó en el Museo Pablo Serrano la exposición ‘Apología del éxtasis’ y en 2003 fue elegido el mejor artista español en ARCO.
Vaticinó su muerte tal, como había de ocurrir, en uno de sus dibujos. El 18 de noviembre de 2003, tras haber sufrido un incendio en su taller, Víctor Mira decidió despedirse de su última compañera Esther Romero y del mundo arrojándose a un tren en Breitbrunn. Desde hace una década descansa en el cementerio de Montjuic. En ‘Humus’ había escrito: “Sabía que no estaba loco, sabía que no era un santo, pero respiraba cada vez más con el respirar veloz de los suicidas”.
LAS ANÉCDOTAS
El quinto perro. Una de las facetas de Víctor Mira es la de poeta y ensayista. En uno de sus mejores textos le escribe a Antonio Saura: “Goya, Buñuel y tú, y aún añadiría al primero de todos, a Gracián, perro agudísimo, cuyo ingenio fue ladrar en mudo para mejor dejarse entender. Sería yo, pues, quinto perro y sordo, y aún me querrían ver sin dientes por no ser de sitio alguno que no sea mi origen propio en la perrera de Zaragoza”.
Presencia. En esta década no puede decirse que Mira haya caído en el olvido. Pepe Navarro, desde Zaragoza Gráfica, ha rescatado periódicamente su obra, con importantes novedades, y ha creado un espacio específico. La galería A del Arte ha mostrado una colección de grabados que donó Mariano Santander al Museo del Grabado de Fuendetodos. Y en el IAACC Pablo Serrano, que trabaja en un ambicioso proyecto sobre el artista, pueden verse algunas de sus mejores piezas. En el panorama nacional sí podría decirse que Víctor Mira ha pasado un tanto inadvertido.
Poética. Escribió: “No hay más verdad que el negro y el azul purísimo de Zaragoza”.
*Este impresionante retrato es de Rogelio Allepuz, del año 1993.
MANUEL HIDALGO ESCRIBE DE MI LIBRO 'CARIÑENA' (PREGUNTA, 2018)
https://www.elcultural.com/blogs/tengo-una-cita/2018/09/la-vendimia-literaria-de-anton-castro/
La vendimia literaria de Antón Castro
Atiborrado de Gelocatil y Fluimucil por una gripe caprichosa que no termina de dar la cara –quizá no debería haberlo dicho, pero dicho queda-, me dispongo a escribir aquí, desde el corazón de la niebla, de uno de los libros más luminosos, bonitos y sencillos que he leído últimamente: Cariñena(Pregunta Ediciones), de Antón Castro.
En 1978, a los 19 años, el entonces Técnico Especialista en Electrónica y hoy reputadísimo periodista cultural y exquisito escritor, nacido en la parroquia de Santa Mariña de Lañas, en el coruñés “concello” de Arteixo, abandonó su casa familiar y se largó a Zaragoza escapando del cumplimiento del servicio militar. Instalado en la capital aragonesa, en una especie de comuna okupa integrada por objetores como él, vio la conveniencia de ganarse unos dineros como vendimiador en Cariñena.
Leemos en la contraportada: “A medio camino entre la realidad, la memoria y la autoficción, Cariñena es una novela autobiográfica…” Vale. El etiquetado referencial nos queda claro. Novela o no, Cariñena es un relato confesional, de experiencia, de iniciación a la vida, narrado en primera persona con una ingenuidad y una naturalidad desarmantes y cautivadoras.
Un chico raro, miedoso, inexperto, sin fuste físico, emocionalmente frágil, iniciado mucho más en la vida cultural propia de su edad y su tiempo que en la vida misma, incierto aspirante a poeta y pegado a un cuaderno Sagitario –en el que anota cuanto le pueda convenir a su incipiente propósito de escribir- llega en solitario, con dos duros y en auto-stop a Cariñena a ver si consigue “engancharse” como vendimiador. Ni idea de lo que se le avecina.
Cariñena cuenta primero la expectante búsqueda de trabajo y, después, las jornadas como vendimiador en los viñedos. Todo el relato es un continuo, un río tranquilo que fluye con quietud, al paso de los días y las noches, de las horas, de las incertidumbres, de los contactos y de las tareas.
Con muy significativas alusiones al terruño abandonado, a la infancia y juventud que han quedado atrás, a la figura bifronte del padre, Castro se sumerge en el paisaje y en el paisanaje de Cariñena. Queda simple –incluso feo- decirlo así, pero así es (para entendernos): la tierra y la gente.
El Gallego –como enseguida le llaman- va estableciendo relaciones en el pueblo: gente que le ayuda, gente que le puede dar el trabajo que anhela –ya se verá-, gente que aspira a su mismo empleo; un formidable elenco de tipos humanos, cada uno con sus pequeñas historias detrás y delante, en los escenarios de la plaza, el bar, una nave, un cobertizo, unos barracones… En Cariñena y en Paniza. Tres amigos que se consolidan –Miguel, Andrés, Pepe- y dos chicas –Cris y Mar-, que también aparecen por allí en busca de trabajo. Conversaciones, anécdotas, confidencias, indagaciones, puesta en común de gustos –tal película, tal libro, tal cantante- y proyectos, afectos, aprendizaje.
Y, con la misma prosa limpísima, delicada, apacible como la solidaridad sin énfasis y la complicidad soleada que se va abriendo paso, la descripción, al fin, del durísimo trabajo farcino (cuchillo) en mano en los viñedos hasta deslomarse al sexto día, con párrafos bellísimos sobre la tierra, la uva, la técnica, la tarea y el esfuerzo de cobrarla, de sumarla a los cuévanos (cestos) hasta quedar tronzado, abatido por el lumbago del cierzo. “Molinicos de poca agua. Así se le dice por aquí a la gente como tú que flaquea cuando menos se espera”, le dirá al Gallego con cariño uno de los amigos.
Completado ahora por un relato inédito, Una artista en el viñedo, que, sobre el mismo escenario trae resonancias de la película Tierra (1996), de Julio Medem, y de las zonas de misterio y fábula que suelen agazaparse en la narrativa de Castro, Cariñena, que ya había tenido una anterior edición hace años -¿cuatro?-, es un libro bellísísimo y de una originalidad inesperada y sorprendente.
Sí. Resulta que a todos los ingredientes nombrados se suma de soslayo y con discreción, mediante referencias culturales –que no excluyen a la cultura popular y callejera-, el retrato de un tiempo y de una generación. Lo insólito es que este retrato, que suele hacerse con ambición programática y con solemnidad, se haga en Cariñena con la ingenuidad y la naturalidad desarmantes que he mencionado más arriba, que son las herramientas –propias de ciertos poetas- con las que Castro cuenta su historia y se desnuda.
Escribe Castro: “Mis padres son labradores e hijos y nietos de labradores. Mi infancia está vinculada por tanto al campo. He ido con mi padre al monte en busca de leña y desde allí contemplaba un furioso mar de delfines; he estado con mi madre horas y horas recogiendo patatas, plantando judías y deshojando maíz. Me gustaba internarme en el corazón del maizal y aislarme del mundo, tanto que a veces mi madre se asustaba: pensaba que me había perdido o que había huido hacia las antiguas minas de wólfram, donde se decía que había demonios y precipicios sombríos que conducían al más allá. Por eso cuando nos íbamos a las fincas siempre me metía un diente de ajo en el bolsillo del pantalón. Era un amuleto infalible contra los malos espíritus…”.
Este párrafo sobre el niño misántropo se prolonga todavía más. En fin, no sabemos ni nos importa cuánto hay de rigurosamente exacto en todo ello, pero lo que es seguro es que Antón Castro, el responsable del suplemento cultural de Heraldo de Aragón, el autor de El testamento de amor de Patricio Julve (1995) y, en fin, el poseedor de tantas erudiciones, tiene la suerte y el privilegio de poder seguir escribiendo con la mirada del niño aislado en un maizal. Ya me toca otro Gelocatil.
LUIS ANTONIO GONZÁLEZ MARÍN ABRE EL CICLO 'ZARAGOZA EN EL CORAZÓN'

Mañana martes, 18 de septiembre, se inaugura el gran ciclo de conferencias ‘Zaragoza en el corazón’, organizado por la Universidad de Zaragoza y la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Serán ocho conferencias, todas a las 19,30 horas y con entrada libre para cuantos deseanasistir: cuatro en el Paraninfo de nuestra Universidad y cuatro en el Salón de Sesiones del Museo Provincial, sede de la Academia. El ciclo está concebido y planificado por José Luis Melero Rivas, bibliófilo y escritor, a punto de publicar en Xordica un nuevo tomo de artículos: 'El lector incorregible'.
La primera sesión se titula ‘Zaragoza y la música’ y la imparte el musicólogo e intérprete Luis Antonio González Marín. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Académico de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Será a las 19.30 en el Salón de Actos del Museo Provincial de Zaragoza.
Luis Antonio González. BIOGRAFÍA Y TRAYECTORIA
La inquietud de Luis Antonio González por la interpretación de la música histórica y su interés por la investigación y recuperación del patrimonio musical lo condujeron de un lado a la musicología histórica y de otro a la práctica musical históricamente informada, como organista, clavecinista y director. Estudió en el Conservatorio de Zaragoza, las Universidades de Zaragoza y Bolonia (donde se doctoró becado por el Reale Collegio di Spagna) y numerosos cursos de especialización en varios países europeos. Especialmente influyentes en su formación han sido José V. González Valle, José L. González Uriol, Jan Willem Jansen, Lorenzo Bianconi y Salvador Mas.
Es Científico Titular del CSIC (Departamento de Ciencias Históricas-Musicología, IMF). Desde 2000 ha dirigido el Postgrado de Tecla del CSIC y entre 2006 y 2014 ha sido director de Anuario Musical, la más veterana y prestigiosa de las revistas de musicología españolas. Ha realizado más de 200 publicaciones, prestando especial atención a la práctica musical histórica y a la recuperación de la música española de los siglos XVII y XVIII. Destacan sus ediciones de la obra de Joseph Ruiz Samaniego (fl. 1653-1670) y José de Nebra (1702-1768). Es invitado regularmente como profesor y conferenciante en congresos, cursos y seminarios en Europa y América (Universität Mozarteum de Salzburgo, Centre de Musique Baroque de Versailles, Universität Leipzig, City University of New York, University of Arizona, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidades de Oviedo, Autónoma de Barcelona, Zaragoza, Extremadura, Cádiz, Politécnica de Valencia, Internacional de Andalucía, ESMuC, CSMA, Curso Internacional de Música Antigua de Daroca, Conservatorio de las Rosas de Morelia, Academia Internacional de Órgano de México, Laboratorio di Musica Antica di Quartu St.’Elena...).
Luis Antonio González coordina, mediante un Convenio entre el CSIC y el Arzobispado de Zaragoza, la investigación integral del Archivo de Música de las Catedrales de Zaragoza, uno de los más ricos archivos musicales históricos de España. También asesora las restauraciones de instrumentos históricos de la Diputación de Zaragoza.
En 1992 fundó Los Músicos de Su Alteza. Ha actuado en España, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Suiza, Gran Bretaña, Bulgaria, Rumania, Estados Unidos, México y Túnez. Su discografía comprende una decena de títulos para los sellos Arsis, Prames, Hortus, Dorian y Alpha (Outhere Music).
En su doble faceta de investigador e intérprete ha sido reconocido con numerosos galardones españoles e internacionales: Premio Nacional de Humanidades, de Musicología "Rafael Mitjana", "Fundación Uncastillo", "Defensor de Zaragoza", Diapason d’Or, La Clef, Muse d’Or, Prelude Classical Music Awards, etc. Es Académico de Número de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis.
MANUEL VILAS EN CARIÑENA

MANUEL VILAS: “OS INVITO A HACER DE CARIÑENA UNA DE LAS MEJORES, SINO LA MEJOR, DENOMINACIÓN DE ORIGEN DEL MUNDO”
[Nota de Santiago Martín y Maszoom.]
El “Invitado de Honor” de la 52ª Fiesta de la Vendimia resaltó el “maravilloso trabajo” que realizan los vitivinicultores de la Denominación y ha reinvidicado el vino como “una de las cosas más expresivas de la cultura occidental”
El autor ha incidido durante su intervención en el acto central de la Fiesta en que en el vino, como en la literatura, “vive la cultura, que no es otra cosa que el amor a la vida” y por eso “adorna la vida” y es “sinónimo de civilización y de progreso”
El presidente de la D.O.P., Ignacio Casamitjana, ha anunciado en la celebración los dos grandes objetivos inmediatos del Consejo Regulador para impulsar la comercialización de sus vinos: la reforma del Museo del Vino y la promoción internacional de la uva Cariñena
La vendima de este año estará “por encima del 15 % o incluso del 20 % de la media de los últimos diez años” y rondará los cien millones de kilos de uva
El acto de Exaltación del Vino ha incluido el tradicional pisado del primer mosto y su ofrenda al Santo Cristo de Santiago y ha culminado con el encendido de la Fuente de la Mora a cargo del “Invitado de Honor”, quien posteriormente ha impuesto sus manos en el Paseo de las Estrellas
(Domingo, 23 de septiembre de 2018).- El vino es como el arte porque celebra la vida y adorna la existencia. Este es el mensaje que ha transmitido el escritor Manuel Vilas en la 52ª Fiesta de la Vendimia de Cariñena, donde este año ha sido el “Invitado de Honor” y el encargado de hacer manar vino de la Fuente de la Mora, en el acto más característico de esta celebración.
El escritor aragonés, que este año ha logrado un gran éxito literario con su novela “Ordesa”, ha protagonizado así en el acto central de la emblemática Fiesta de la Vendimia de la Denominación de Origen Protegida Cariñena, reconocida desde 2016 como Fiesta de Interés Turístico de Aragón. Por su parte, el presidente del Consejo Regulador la D.O.P. Cariñena, Ignacio Casamitjana, ha destacado la transformación del Museo del Vino y la promoción de la variedad de uva Cariñena, como principales apuestas en las que se trabaja actualmente.
Manuel Vilas ha comenzado su intervención agradeciendo su nombramiento como Invitado de Honor “porque celebrar la fiesta del vino de Cariñena es lo mismo que celebrar la vida, la amistad y la alegría” para luego destacar en su discurso cómo el oficio de escritor “tiene que ver mucho con el vino”. Así, ha realzado que el vino es “sinónimo de civilización y de progreso” y que en él, como en la literatura “vive la cultura, que no es otra cosa que el amor a la vida”.
“HACER VINO ES AMAR LA VIDA Y LA LIBERTAD”
Repasando las virtudes del vino, Vilas lo ha relacionado con el nacimiento de la cultura cuando el hombre “vio en el vino un motivo de celebración y de exaltación de la naturaleza”. Ha destacado que los pueblos que se dedican a la viticultura, como los de la Denominación de Origen Protegida Cariñena “aman la vida y la libertad” y ha subrayado cómo el vino “está relacionado con la tolerancia, la amabilidad y la educación”; además de su papel en “realzar la gastronomía, una forma inteligente de entender la vida”.
Como ejemplo de todas estas virtudes, Manuel Vilas ha contado cómo recientemente en una comida con un amigo escritor famoso, este, saboreando su copa de vino, le explicó en qué se parecen el arte y el vino: “ni el vino ni el arte son necesarios. Precisamente por eso los amamos tanto, porque nos adornan la vida, y porque sin adornos y sin placeres y sin lujos la existencia sería un infierno y un enorme aburrimiento”.
Vilas ha resaltado que esta historia expresa la “radical humanidad” del vino, y su papel como “una de las cosas más expresivas de la cultura occidental que existen”, por lo que ha concluido sus palabras invitando a “la perfección en el trabajo de hacer vino” y a “difundir por el mundo entero y consolidar el maravilloso trabajo que hay detrás de la Denominación Cariñena”.
El reconocido escritor ha concluido así su intervención: “Os invito a la perfección en el trabajo de hacer vino. El vino exige conocimiento, ciencia, técnica, investigación, arte, entrega, sacrificio, trabajo constante. Os invito a hacer de Cariñena una de las mejores, sino la mejor, denominación de origen del mundo”.
“APOYAR LA COMERCIALIZACIÓN”
Por su parte, el presidente del Consejo Regulador, Ignacio Casamitjana, ha aprovechado la Fiesta de la Vendimia para repasar los objetivos y proyectos en un año en el que se calcula que la cosecha va a estar “por encima del 15 % o incluso del 20% de la media de los últimos diez años” y rondará los cien millones de kilos de uva.
Casamitjana ha incidido en que este punto de partida “quedaría incompleto si no conseguimos que nuestros vinos alcancen un posicionamiento económico acorde con la calidad que estamos ofreciendo” para destacar el reto de “apoyar entre todos a la parte industrial, de producción y comercialización”, para lo que ha destacado dos grandes proyectos: el posicionamiento internacional de la variedad de uva Cariñena y la reforma del Museo del Vino.
Sobre el primer objetivo, el presidente ha destacado que se aspira a “convertir en un icono internacional” la uva cariñena, “que tiene el mismo nombre que nuestra ciudad, nuestra comarca y nuestra Denominación”, para que sea “una figura de exclusividad, un referente que nos distinga del resto de territorios vinícolas y nos coloque un escalón por encima”.
Sobre la transformación del Museo del Vino, el presidente de la D.O.P. ha resaltado que el Gobierno de Aragón ha financiado la redacción del proyecto y que se trabaja para que pronto sea una realidad “un Museo del Vino del siglo XXI, que manteniendo la esencia de la tradición esté también a la vanguardia"”. Además, también ha citado la Ruta enoturística del Campo de Cariñena – El Vino de las Piedras como un medio de promoción e imagen ya consolidado.
A la vez, Ignacio Casamitjana ha resaltado la importancia de “estar siempre innovando, porque la vid y el vino son un trabajo de 365 días al año” y ha recordado cómo la D.O.P. Cariñena fue pionera en técnicas como el uso de feromonas para combatir la polilla del racimo “y seguiremos implantando las novedades más vanguardistas para conseguir la excelencia en la producción” y seguir manteniéndose “en el top ten de los vinos de calidad”.
El presidente ha recordado finalmente que en la Denominación de Origen Protegida Cariñena trabajan más de 1.500 viticultores y 35 bodegas y sus 14.000 hectáreas de viñedos concentran el 50% de todo el vino que se elabora y comercializa en la Comunidad Autónoma de Aragón.
PISADO DE LAS UVAS, BENDICIÓN DEL MOSTO Y ENCENDIDO DE LA FUENTE
Los actos de la Fiesta de la Vendimia han comenzado con el tradicional pisado ante el público de las uvas para recoger el primer mosto del año, bendecirlo y ofrecérselo al patrón de Cariñena, el Santo Cristo de Santiago. En esta edición, han sido dos vecinos de la localidad de Alpartir, Ángela del Val y Francisco Pérez, los encargados de esta tarea. Como novedad, se ha recuperado este año la presencia de la imagen del Santo Cristo en el escenario de la plaza, donde se ha realizado la bendición del mosto por el párroco de la localidad, en lugar de en la ermita al finalizar el acto.
Tras los discursos del “Invitado de Honor” y del presidente del Consejo, se ha vivido uno de los momentos más esperados, cuando el primero ha puesto en marcha el interruptor que permite que durante todo el día manen miles de litros de vino de la Fuente de la Mora, la original seña de identidad de la Fiesta de la Vendimia de la Denominación.
A continuación, y una vez concluido el acto institucional, Manuel Vilas ha impuesto sus manos en el Paseo de las Estrellas, que desde 2014 luce las huellas de los personajes que han visitado la Denominación de Origen Protegida Cariñena. El escritor se ha sumado así a una ya larga lista de nombres como José Ramón de la Morena, Santiago Segura, David Trueba, Eduardo Noriega, Elvira Lindo, Paula Ortiz, Miguel Ángel Lamata, Gabino Diego y Luisa Gavasa.
El programa ha continuado con la apertura de la Feria del Vino, en la plaza Campo del Toro, donde se han podido degustar los Vinos de las Piedras de la Denominación Cariñena junto con sabrosas tapas y raciones, y actuaciones musicales. Además, se han realizado visitas gratuitas al Museo del Vino y, como novedad también de este año, el Tren del Vino ha permitido a algunos zaragozanos viajar y regresar a la fiesta en vagones históricos, como se hacía en los años 90.
En el acto central de la Fiesta de la Vendimia 2018 han estado presentes, entre otras autoridades, el secretario general técnico del Departamento de Desarrollo Rural del Gobierno de Aragón, José Luis Castellano; el vicepresidente de la Diputación de Zaragoza, Martín Llanas, y el alcalde de Cariñena y presidente comarcal, Sergio Ortiz.
Castellano ha destacado el apoyo del Gobierno de Aragón y que “la producción diferenciada y de calidad se ha convertido en el eje central de la Denominación Cariñena”. En su opinión, “en esta Denominación hay una industria y unas bodegas que están en primera línea con sus poderosas campañas nacionales y de internacionalización en los principales mercados del vino”.
Por su parte Sergio Ortiz, invitó a todos, y de todos los lugares a disfrutar de “una fiesta que une pueblos y culturas y especialmente este año con el protagonismo del escritor Manuel Vilas, ya que la literatura es un lenguaje universal como es el del vino”.
SERGIO ABRAÍN, HACIA LA LONJA: "LA PINTURA ME CONECTA CON LA VIDA"
https://www.heraldo.es/noticias/ocio-cultura/2018/09/24/sergio-abrain-pintura-conecta-con-vida-1268219-1361024.html
"Soy una persona conectada a la vida y su sentido a través de la pintura. He sido, soy y seré pintor, y me reconozco esencialmente en la pintura, aunque vivamos en una época de tecnologías, que uso y asumo. El arte ha sido todo un viaje para mí, un viaje de conocimiento, de curiosidad, de aprendizaje”,dice Sergio Abraín (Zaragoza, 1952), que ultima la muestra que inaugurará el próximo 5 de octubre en la Lonja y que constará de 90 piezas de distintas técnicas y soportes.
Añade: “Es curioso. Soy un pintor muy zaragozano que ha mirado al mundo y los diversos movimientos de mi época. He vivido aquí, he trabajado aquí, me la jugado aquí, y seguramente soy más maño de lo que yo mismo había pensado. ‘Rompiendo el tiempo (1974-2018)’ es, en ese sentido, un homenaje a Zaragoza, un encuentro con mi ciudad, y un homenaje a varios amigos que ya se han ido y que quiero que estén presentes: artistas como Eduardo Salavera y Emilio Abanto, o diseñadores como Carlos Zaro, que me enseñó mucho y fue un maestro para mí”. A esos homenajes explícitos, Sergio Abraín suma los de aquellos -poetas, narradores, periodistas, filósofos, historiadores del arte, etc.- que han escrito de su obra a lo largo del tiempo.
Sergio Abraín el púlpito. Siempre ha cultivado el humor, la ironía y la transgresión. Archivo Abraín.
Dice Abraín que aquella exposición en el Palacio de Sástago de las salas Patagallo y Caligrama -de las que fue “catalizador o agitador cultural. Era un encargo de Alfredo Romero”- fue casi un ensayo para esta exposición en la Lonja bastantes años después. “Decidí hacer una retrospectiva que abarca 44 años. Desde mis orígenes hasta ahora mismo veo que hay una coherencia y un conjunto de obsesiones que se repiten -añade Sergio Abraín-. Me ha interesado el surrealismo siempre, y está en mi obra a lo largo del tiempo, y me han interesado asuntos y series como la vertiente social, el paisaje, el cuerpo humano, las máquinas y el maquinismo, los espejos y el agua. A todos ellos les he dedicado serie específicas, períodos de entre 10 y 12 años. Al preparar esta muestra me he dado cuenta que esas obsesiones aparecen, desaparecen y reaparecen con insistencia”.
Sergio Abraín declara, “a diferencia de lo que a veces pasa con otros artistas”, que él sí se reconoce en sus primeras obras, impregnadas de figuración y de denuncia social, y que ha querido mostrar la obra de un artista de su tiempo que se ha enriquecido con un sinfín de referencias: la obra literaria y plástica de los surrealistas franceses; la obra pictórica de Fernand Leger, Max Ernst, los expresionistas norteamericanos, con Willem de Kooning a la cabeza, pero también los futuristas italianos y la transvanguardia. Cita a ensayistas como Jacques Lacan, Gilles Deleuze, Roland Barthes, “que fue clave en mi inclinación hacia los signos”, y Gaston Bachelard. Y, por supuesto, Miguel Labordeta, que “fue revulsivo para mí. A él le debo el término ‘metalírico’ con el que ha bautizado algunos de mis cuadros. He sido un gran lector de su poesía, que no es nada fácil, pero yo me siento identificado con ella. He hecho dibujos y caricaturas basados en su poesía y en él mismo, pero al final no ha salido ese proyecto; sigue por ahí aparcado. Fue clave en mi conocimiento del poeta la colaboración con uno de sus grandes estudiosos como Antonio Pérez Lasheras”, explica el pintor.
Así captó Arturo Burgos a Sergio Abraín. Arturo Burgos.
‘Rompiendo el tiempo (1974-2018)’ es el álbum de creación de un pintor que no ha dejado de experimentar, que siempre ha estado en el camino, que ha participado en grupos como el Colectivo Plástico, que colaboró con el movimiento vecinal y diversas asociaciones y que sigue trabajando en Arte y Terapia con diversos colectivos de enfermos mentales. “Sí, pero esta es una exposición más personal. He intentado proponer un recorrido pictórico entretenido y didáctico en ocasiones. Quiero que se vean los recursos técnicos, las técnicas y el juego”, señala.
Ese paseo en el tiempo que es la muestra se ha dividido en siete partes o períodos: la obra de intervención y denuncia y su evolución, la presencia del color, que pasa por épocas de acidez y de exaltación, la pintura de acción, con chorreo y gestualidad, el paso hacia un arte más total, más expresionista y de signos , el homenaje al cantante José Afonso, la aparición de las estructuras y la geometría, la presencia de los objetos, los desnudos, “casi siempre femeninos”, los tubulares y, finalmente, los dioramas, “algo que ya procedía de épocas anteriores mías. Me gustan mucho las cajas, esos escaparates, donde establezco vínculos con la arquitectura. En esta parte final también hay una obra curiosa: la visión a mi manera del éxtasis del caballero San Jorge ante la princesa”, concluye.
Sergio Abraín, en los año 70, cuando empezaba su carrera. Arturo Burgos, fotógrafo de HERALDO.
BERNA: LA MADUREZ Y LA JOTA EN 'HAMBRE'

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CRÍTICA DE DANZA / Antón Castro
Apoteosis de Berna y la jota en el Auditorio
El bailarín redondea un espectáculo de madurez en ‘Hambre’, con la obra de grandes compositores, interpretada en directo por la ORA
Antón CASTRO
Miguel Ángel Berna (Zaragoza, 1968) lleva 28 años de profesión y 20 con compañía propia. La jota, sus bailes y sus sonidos, ha sido su gran apuesta. Le ha dado una y mil vueltas en un buen número de espectáculos. Casi por azar, se le metió entre ceja y ceja un concepto: el hambre. Como si hubiera leído el libro de Martín Caparrós: ‘El Hambre’ (Anagrama, 2016). Hambre que alude a la de los humildes, hambre del artista por llegar más arriba, por dar lo mejor de sí mismo y quizá por envolverse de humanidad, de fuerza y de belleza. Hambre de transmitir, afán artístico de comunicación.
Y así, por azar y por necesidad, fue creciendo en su interior un espectáculo que, como suele hacer siempre, le ha llevado a realizar un homenaje a compositores que, de diversas formas, se han sentido interesados o inspirados por la jota como Santiago de Murcia, Luigi Boccherini, enamorado de España, Franz Liszt, Mijail Glinka, Tomás Bretón y Alberto Artigas, compositor, arreglista e intérprete y uno de los colaboradores con Joaquín Pardinilla más constantes del propio Berna.
El bailarín, con sus castañuelas y con su ambición, con esa personalidad que a veces no se sabe si es furiosa o enérgica o inconformista, decidió de nuevo tender puentes: contactó con la Orquesta Reina de Aragón, que dirige Ricardo Casero, y poco a poco se fue redondeando una función que ya es esperada en Europa y que ha contado con una arreglista con gran sensibilidad como Amparo Edo Biol. Berna y Casero sumaron otros dos elementos: el Coro Amici Musicae, tan sólido siempre, y unas proyecciones, abstractas en ocasiones o realistas en otras (reflejos en el agua, el oleaje), de Ernesto Sarasa.
‘Hambre’ es Miguel Ángel Berna y su compañía en estado puro. ‘Hambre’ es una función que tiene los ingredientes de siempre, la tradición de la jota y el deseo de renovarla y de volverla más contemporánea. La función se organiza mediante secuencias de baile, con una coreografía muy vistosa y equilibrada, en la que hay homenajes a la tradición popular aragonesa, al universo de Goya –a sus majas y creo que a los fusilamientos-, incluso hay una suerte de duelo entre Berna y uno de sus bailarines. Todo fluye con convicción y plasticidad, con un cuerpo de baile cada vez mejor, más sólido, y un hermoso regalo: los jóvenes alumnos de Miguel Ángel Berna, que salieron y bailaron sin complejos, con gracia y con sosiego.
El espectáculo funciona. No es fácil ver el hilo conductor, de escena a escena, que quizá sea leve. El auténtico hilo conductor es el de la música y el baile: la Orquesta Reino de Aragón, afinada y muy profesional, y por supuesto Berna y también Manuela Adamo, con quien se marca un sugerente y sensual paso a dos, y el grupo de bailarines.
La jota está ahí. Por todos los poros. Pero también hay fogonazos flamencos. El universo legendario y romántico de la España del XIX. La España de la Dolores y Agustina de Aragón. La España convulsa del siglo XX. La España herida que enamoraba a los músicos extranjeros. La idea misma del pueblo: ‘Hambre’ también es dolor, desgarro, miseria. ‘Hambre’ es el deseo de redención y de libertad. ‘Hambre’ es un diálogo con el patrimonio cultural. Miguel Ángel Berna vuelve a ser generoso y logra un espectáculo estupendo, maduro, compartido, laborioso, que a más de uno se le quedó corto. El coro entona: “Aquí se canta la jota”. Se canta, se baila, se protege y se hace tierra, retrato y rito.
La Sala Mozart del Auditorio estaba llena. Al final, el público se levantó y premió la entrega de todos, desde Miguel Ángel Berna, que se da una auténtica paliza, y sus bailarines hasta la Orquesta Reino de Aragón. Aunque parezca exagerado, en la función del sábado se produjo una auténtica apoteosis, con el público en pie con atronadores y largos aplausos.
LA FICHA
‘Hambre’. Compañía de Miguel Ángel Berna, Orquesta Reino de Aragón y Coro Amici Musicae. Dirección artística y coreografía: Miguel Ángel Berna. Dirección Musical: Ricardo Casero. Bailarines: Miguel Ángel Berna, Manuela Adamo, Estíbaliz Barroso, Sofía Berna, Mónica Gómez, Kenji Matsuyama, Pablo Pérez, Yasmina Sánchez y Álvaro Alaya. Con la participación de los alumnos de la Escuela Municipal de Música y Danza del Ayuntamiento de Zaragoza. De viernes a domingo 30 de septiembre. Auditorio de Zaragoza.
*La foto de Miguel Ángel Berna y Manuela Adamo, en ’Hambre’, es de Jaime Oriz.
MERCEDES CORRAL: "TRADUCIR ES UNA PASIÓN"

Hoy se celebra el Día Internacional de la Traducción. Mercedes Corral, madrileña, es traductora del italiano y del francés. Dirigió varios años la Casa del Traductor de Tarazona. Con gentileza, responde a algunas preguntas sobre el oficio.
-¿Qué supone traducir?
Supone meterte en la piel del autor y desentrañar su universo para recrearlo en el idioma del lector con la máxima fidelidad posible al propósito del escritor.
-¿Cómo vive este oficio?
Para mí, como para la mayoría de los traductores literarios profesionales, es una pasión, por eso podemos dedicarle tantas horas de nuestra vida, la pasión de construir meticulosamente cada día un puente para que los lectores puedan transitar por él y contemplar otros mundos. Y, como toda pasión, tiene su precio, que en nuestro caso sigue siendo bajo. Somos muy pocos los que, mal que bien, podemos vivir de ello, aunque con dificultad.
-¿Ha cambiado en algo la consideración del profesional?
Menos mal que el panorama empieza a cambiar un poco a este respecto. Algunas editoriales de reciente creación llegan al mercado con esta conciencia de que hay que cuidar al máximo la traducción, lo que significa que hay que tratar al traductor en consonancia con el importante valor de su trabajo. De hecho, cuántas obras de éxito entre los lectores, deben este a una buena traducción.
-¿Qué celebramos y reivindicamos hoy?
Celebramos que siga habiendo un gran número de personas, los traductores, que consagran su vida a que los seres humanos se entiendan sin que los idiomas no sean fronteras, sino puentes. Reivindicamos un mayor respeto social y laboral hacia nuestra figura.
-¿Dos o tres traducciones, propias, que la sigan haciendo feliz?
-Me sigue haciendo feliz mi traducción de ‘Léxico familiar’, de Natalia Ginzburg, mi primer trabajo como traductora. Un libro que sigue cosechando un gran éxito entre los lectores. Lo hice poniendo mi vida en ello, quería ser traductora y empezar con buen pie, y creo que lo conseguí. Como recompensa a ese esfuerzo, tuve el enorme privilegio de conocer a Natalia Guinzburg en su casa de Roma.
-¿Alguno más?
También ‘El secreto del bosque viejo’, de Dino Buzzati, escrita para los niños y para los adultos que siguen tratando de ver las cosas con ojos de niño, me sigue animando desde mi librería a vivir la vida de la forma más mágica posible. Me entusiasmó, entre otros muchos, el pasaje de la lucha entre los dos vientos. De hecho, cada vez que el viento sopla con fuerza, pienso que esos dos han vuelto a las andadas…
-¿Se reconoce en alguien, en algún maestro o modelo?
Todos los colegas comprometidos en este oficio son mis maestros y mis modelos. Los veo seguir con ilusión en el tajo, a pesar de todos los pesares, y eso me anima a continuar. A veces les pido que me ayuden con alguna frase que se me resiste y ellos lo hacen con mil amores, lo cual es muy de agradecer. Lo que demuestra una vez más que todos vivimos en este oficio con una verdadera vocación.
*La foto de Mercedes Corral es por cortesía de la traductora.