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JAVIER CALVO DIRIGE 'SIN COBERTURA', SOBRE LA DESPOBLACIÓN, EN ARAGÓN TV

[El próximo jueves 10 de enero, a las 21.35, en Aragón TV, se estrena la serie ’Sin cobertura’, un proyecto del director de cine Javier Calvo Torrecilla, nacido en Zaragoza en 1971. Javier ha coordinado y dirigido seis programas: Julio Llamazares y Ainielle; Itziar Miranda y Estadilla; Luis Alegre y Lechago; Lucía Camón y Torralba de Ribota; Gervasio Sánchez y Belchite; Jesús Vallejo y Loscos. En cada programa intervienen diferentes personas que reflexionan sobre la despoblación, la soledad, el drama y las ventajas de la vida rural, y las posibilidades de futuro. José Carlos Ruiz y Joan Arteagabeitia son los operadores de cámara; Ana Bruned, la maquilladora; el equipo Parpadeo ha trabajado diversos aspectos de sonido y cámara. Y Antón Castro es quien conversa con todos los invitados en diferentes espacios. Javier Calvo ha hecho un trabajo que tiene una mirada claramente cinematográfica.]
JAVIER CALVO director y guionista.
Más de dos décadas de experiencia, con trabajos en ficción, documental y publicidad.
Ganador del Primer Certamen Nacional Videominuto con ‘Si consideramos’ en 2001, en 2003 con ‘Bocetos’ obtiene una veintena de premios nacionales e internacionales.
A partir de aquí, comenzó su carrera al lado de Bigas Luna trabajando en proyectos de videocreación, documental y cine. Más adelante, vinculado a la productora catalana Ovideo, desarrolla su carrera como guionista y director, en cine, documental, series de tv y publicidad.
En cine ha trabajado en diferente departamentos en ‘Yo soy la Juani’ de Bigas Luna, ‘Remake’ de Roger Gual, ‘La vida empieza hoy’ de Laura Mañá, ‘Un instante preciso’ de Manuel Huerga, entre otras.
En publicidad ha realizado spots para las agencias nacionales más importantes (Bassat Ogilvy, VCCP, Ogilvy Mather o McCann ) para marcas como Iberdrola, Casa Taradellas, Platano de Canarias, Nescafé…
En paralelo, desde el año 2009, dirige el Taller de Guión y Realización de Cine Documental en la Universidad de Zaragoza.
Algunos trabajos destacados:
Videocreación:
Hort in progress. Fundación Miró BCN/Camper
Gaudir Nouvelle. Con el arquitecto Jean Nouvelle. Moritz
Goya 2005. Pabellón España/Aragón Exposición Universal Aichi 2005
Cine: (Departamentos de dirección, marketing y montaje)
Yo soy la Juani” de Bigas Luna,
“Remake” de Roger Gual,
“La vida empieza hoy” de Laura Mañá,
“Un instante preciso” de Manuel Huerga,
“25 Kilates” Patxi Azmezcua
“Flores Negras” David Carreras
DOCUMENTAL
Realizador y Guionista de la serie documental “Entre2aguas” TVE producida por Ovideo y Movistar (10 episodios)
Director de la serie documental “Capacitados” TVE producida por Ovideo y ONCE (12 episodios)
Realizador del Documental “Camino a la inmortalidad” TVE. Ovideo
Director y guionista del largo documental “Entre2aguas, el documental” TVE. Ovideo
Director y guionista del documental “Automatic Imperfection, Marlango” Canal +. Universal
AITOR GABILONDO: DE LA SERIE 'PATRIA'

Aitor Gabilondo (San Sebastián, 1974) está de moda. O parece un elegido por los dioses de las series televisivas. Hace no demasiados días se estrenaba ‘Permiso para vivir’, con “un exuberante y carismático José Coronado”, y a la vez trabaja en un proyecto que no le deja vivir: ‘Patria’, la novela de Fernando Aramburu, que se acerca al millón de ejemplares vendidos; la última edición lleva un prólogo del propio Gabilondo, que tiene muchos más proyectos en la cabeza y en el ordenador, y que acaba de crear una nueva productora: Alea Media.
-También, a usted, le han interesado los narcotraficantes. Aún tenemos frescos ‘Fariña’ y ‘Narcos’…
-Es cierto, pero ‘Permiso para vivir’ es bastante distinto. La maldad pura es muy interesante y matizada, aún más. Llegué a este tema un poco por casualidad. Conocí a Manolo Rivas, estuve con él en La Coruña y hablamos un poco de todo: sin ir más lejos del impacto que había tenido en Galicia el narcotráfico y cómo él, en otras épocas de su carrera como periodista, se interesó por el tema.
-Hablará usted de los años 80 y 90. ¿No?
-Sí. Manolo se puso en marcha y le salió un texto estupendo y breve, que acaba de publicar Alfaguara. El relato del narcotraficante que lo ha tenido todo, Nemo Bandeira, y que ahora tiene el mal de Alzheimer. Esa historia da para muchas cosas: es el relato de un hombre que lo tuvo todo, que fue sanguinario por capricho, que sembró la maldad y ahora está postrado, luchando con sus recuerdos y con los recuerdos de su pasado oculto. El personaje te hace pensar en Pinochet, del cual dicen que en los últimos años no recordaba sus fechorías y crímenes.
¿El malvado quiere conservar su memoria?
Sí, claro. Esa fragilidad, esa condición mortal, tan estimulante y terrible, son importantes para un guionista y en ello nos aplicamos. El narcotraficante percibe la pérdida y se rebela. Manolo Rivas me dio libertad para trabajar con su texto. Fue de una gran generosidad.
-Contar con José Coronado es casi un éxito seguro.
-Está maravilloso. Pasa por un período increíble. Es un actor en estado de gracia, pleno de inspiración, de madurez y de talento. ¡Qué fuerza posee! Es un animal de cine, de televisión o de teatro. Mientras rodaba esta serie sufrió el infarto y, en cierto modo, se produjo una especie de paralelismo entre la serie y la vida: el protagonista en la ficción y el Coronado real se encontraban. Da gusto trabajar con él. Aprendes mucho.
-Y ahora ‘Patria’.
-Ya llevo meses trabajando en ellas. Serán ocho guiones de 50 minutos y se rodará en varias localizaciones de Euskadi, entre ellas San Sebastián, y también barajamos rodar en Zaragoza, ciudad importante para Fernando Aramburu, como se ve en la novela y como él acaba de recordar en ‘El mundo’.
-Aquí estudió, aquí se enamoró de Gabriele, su mujer…
Zaragoza es importante para Fernando Aramburu, así me lo contó, y saldrá aunque no está claro de qué manera. Los guiones están escritos, y aquí Fernando ha sido elegante y rotundo: él no quiere saber nada del guión. Dice que no es su mundo. Es sumamente colaborador y generoso. Me dijo que el cine y la literatura son lenguajes diferentes, y que él no quería intervenir.
-¿Qué le interesó de ‘Patria’?
-De entrada que es una novela que cuenta algo que hemos vivido y hemos sufrido todos. La historia de los protagonistas es la historia del dolor de todos. De muchos. Y también es la historia del miedo, del silencio, de la vergüenza. Ha habido muchas maneras de vivir el dolor y la rabia de ETA, y eso también lo cuenta el libro. Quiero narrar la vida de la gente de la calle y esa escisión brutal que se produjo en la convivencia en Euskadi.
-Usted es el guionista y el productor y ha elegido a dos directores… Pablo Trapero y Félix Viscarret.
-Yo he intentado hacer una buena adaptación de un relato histórico, brillante y valioso, como el de Fernando Aramburu. Tenía clara una cosa: aquí a veces da la sensación de que de la ETA lo sabemos todo, y quería introducir otra mirada, una mirada desde fuera como la de Pablo Trapero, argentino, que se alejase de los tópicos, de los lugares comunes, y que explicase el conflicto a su modo, con una mirada más libre, más desprejuiciada, con otro modo de entender. La historia de ‘Patria’ es un drama local, si se quiere, pero esencialmente es universal.
-Y con él estará Viscarret, biógrafo de Carlos Saura y autor de ‘Bajo las estrellas’, basada en ‘El Trompetista del Utopía’.
-Sí, Viscarret es vasco, donostiarra y harán cada uno cuatro capítulos. Pablo Trapero marcará el tono, el estilo, los planteamientos de cada episodio, y Félix seguirá su estela, con su propia personalidad. Esta es una historia de matices, que ahondará en la percepción de la calle y en la intimidad de las casa y, por supuesto, en la energía de los personajes. Es una historia que exige atención, cuidado en los detalles, sutileza y también coraje. Todos hemos sido víctimas de ETA.
¿Qué se siente usted más guionista o productor?
-A mí lo que me gusta es escribir. Componer guiones, dar vuelo y vida a las historias. Me siento un contador de historias que intenta despertar emociones y narrar acontecimientos que vayan directos al corazón.
-¿Cuál es el secreto de las series?
-No creo que haya uno, pero le diría que las series deber ser historias que cuenten historias, que rezumen autenticidad, verdad, con personajes variados, de diversos tipos, buen ritmo e intensidad. Algo que acabamos de ver con ‘El día de mañana’, la adaptación de Mariano Barroso de la novela del zaragozano Ignacio Martínez de Pisón.
SERGIO ROYO: UN DIÁLOGO

[El zaragozano, profesor de inglés, publica su segundo libro, ‘Viviendo en tiempo brutal’ (Pregunta, 2018) y traduce a la poeta norteamericana Lyn Coffin en la antología ’Esta vida verde’ (Pregunta).]
-Si piensas en la literatura, ¿qué imágenes iniciales te vienen a la cabeza?
Una taza de café, una ventana abierta en un piso y una librería con los libros desordenados
-¿Cuál ha sido la importancia del deporte en tu vida?
Me ha ayudado en momentos difíciles y en el día a día hace que me desahogue. No me imagino lejos del deporte, del mismo modo que no me imagino lejos de la literatura.
-¿Cómo has vivido tu adolescencia y la ciudad, que está muy presente en tus relatos?
Creo que hablo mucho de la adolescencia y de la juventud porque la tengo (las tengo) todavía recientes. Se forja mucho de lo que somos y vas encontrando tu forma de mirar el mundo. En mi caso, la intensidad siempre ha estado ahí. Respecto a la ciudad, soy inevitablemente urbano. Eso hace que tenga muchas lagunas, claro, pero también que me fije en quien camina por la calle, en cómo será su piso, en su día a día laboral en la ciudad. Observo la ciudad como quien se detiene en un paisaje de montaña y exploro lo que me causa.
-¿Cómo dirías que nace el escritor, qué sucedió, cuáles fueron los estímulos más importantes?
Creo que tú no encuentras a la literatura, sino que la literatura te encuentra. Hubo cosas en mi vida que no comprendí, y cuando no comprendes algo, tienes que explorar cómo te sientes. A partir de ahí surgen inquietudes, formas de ver el mundo, y las sacas. En mi caso, la literatura es consecuencia. No sé muy bien de qué.
-Eliges magisterio y eliges ingles. ¿Por qué?
Todavía no lo sé. Suena ambicioso, pero creo que cuando eliges enseñar, es porque te crees que tienes algo que enseñar. Algo distinto. Eso es lo que solía decir. Poder hacer mella en la gente es algo bonito, muy bonito. No es tan distinta la enseñanza de la literatura: buscas llegar. Respecto al inglés, siempre me ha apasionado su ritmo, su expresión, sus letras. Cada día veo series en versión original y combino una lectura en castellano con una en inglés. De momento, no hay otro idioma que me haya gustado lo mismo.
-¿Cómo nació tu primer libro, ‘El dolor del cristal’ (Pregunta, 2016)? Era un libro intimista, un tanto desgarrador, lírico…
De dentro, de muy dentro. Cuando no tienes experiencia para contar historias, lo que cuentas son tus miedos, tus inquietudes más reales. En el último cuento narro el fallecimiento de mi abuelo, le pongo voz a lo que creo que él me habría dicho en su final, cuando ya no podía. Unos días más tarde, en el complejo, imprimí unas treinta copias y desaparecieron al momento. Todo el mundo se emocionaba, reconocía a mi abuelo. Entonces me planteé en serio que tenía que intentar publicar, que, de verdad, podía llegar a la gente.
-¿Por qué adoptaste el género del cuento como expresión?
Porque el cuento es un fogonazo, una idea brillante, que permite focalizar tus esfuerzos durante un tiempo y después pasar a otra historia. Cuando eres poco constante o no tienes demasiado tiempo, como es mi caso, es el género ideal. Esto implica, por otro lado, que tienes que tener varias ideas buenas y que se sostengan, mientras que en la novela, tal vez, con desarrollar una y ser estructurado, te puede bastar.
-En un sentido estético, ¿cómo entiendes el cuento, cuál sería tu poética, si la tuvieras, quiénes serían tus modelos?
A nivel local, tengo que nombrar a Carlos Castán y Óscar Sipán. Son dos escritores de relato que me apasionan en su concepción de la nostalgia. Expandiendo horizontes, dos de los cuentistas que más me llegan son Raymond Carver y Alice Munro. Creo que los cuatro se fijan en lo cotidiano y en lo que a todos nos inquieta aunque lo hagan desde perspectivas muy distintas. El cuento, para mí, tiene que rasgar.
-¿Para quién se escribe? ¿Se hace desde la sinceridad, de la necesidad o desde la conciencia artística?
En mi caso, la sinceridad y la necesidad son clave. No tanto la conciencia artística, no me siento y digo “estoy creando arte”. Sí que desnudo mis pensamientos, o lo que creo que cualquier persona puede pensar. Soy sincero incluso en la mentira, porque creo que incluso al ser falso y al ocultar, estamos desvelando nuestra forma de entender la vida. Y la necesidad, por supuesto, lo he dicho varias veces, escribir me salva cuando siento que nada más lo puede hacer.
-De repente, das un salto y con ‘Viviendo en tiempo brutal’ (Pregunta, 2018), sales de ti mismo y miras el exterior. ¿Qué pasó, habías crecido, habías madurado?
Creo que mis dos libros publicados, sin duda y literariamente hablando, “Viviendo en tiempo brutal” tiene más calidad. Me parece que soy más inteligente en mi forma de contar las historias y que también exploro más temas. La infidelidad, las dobles caras, el cambio y la incertidumbre, nuestras propias contradicciones. Hay un personaje que dice “sí” cuando quiere decir “no” y viceversa. Hay más relatos de personajes, más trama, manteniendo la reflexión que creo que es lo que me define como autor. Como persona no lo sé, pero literariamente, creo que “viviendo” es más maduro.
-¿En qué es brutal para ti este tiempo?
Podríamos ir a lo obvio, la situación precaria y las dificultades para la juventud, la esclavitud tecnológica, la poca personalización, los conflictos ideológicos…pero más allá de eso, creo que lo brutal de este tiempo no es distinto a lo “brutal” en tiempos de Baroja: ese “de repente” que te cambia la vida, ese imprevisto que te deja con la palabra brutal en la boca. Por mucho que nos cueste admitirlo, en un segundo puede cambiar todo. Es lo que le pasa a los personajes, por eso ese verso, por eso brutal.
-Ensanchas atmósferas y escenarios, amplías los temas y los personajes… hay una mirada exterior. Y a la vez dices que todo eso no es lo esencial en ti. ¿Qué es lo esencial para Sergio Royo?
Encontrar momentos en los que eres tú mismo, sin tener que pensar nada más. Conectar con lo que quieres conseguir, que no te falten los tuyos, estar de acuerdo con uno mismo. Supongo que sería eso, con todo lo que conlleva que es mucho.
-Se habla mucho de la juventud. Que si está formada, que si no, que si no está comprometida, que si es esclava de las nuevas tecnologías. ¿Cómo ve un joven a los jóvenes?
Es una enorme pregunta. Con recelo, claro, con algo de desconfianza. No sé qué nos lleva a comportarnos como nos comportamos, en redes sociales, en el día a día. Pero creo en el talento y también creo que no todo está perdido: conozco a mucha gente comprometida y que se cuestiona las cosas. Creo que eso es lo primero, cuestionarse el mundo. A partir de ahí, todo es posible.
¿Temes eso que se repite tanto, que vais a ser mucho más pobres que vuestros padres y vuestros abuelos?
No me lo planteo, de verdad. Hago cada día un ejercicio de vivir el día a día, aunque no lo consiga, y desconozco la situación de generaciones pasadas. Intentaré no serlo, claro, poder vivir bien.
-¿Qué te aporta Zaragoza, cómo la vives?
Durante una época, le cogí manía. Se me quedaba pequeña, no me encontraba. Pero cómo ves la ciudad en la que vives no es más que un reflejo de cómo te ves a ti mismo. Quiero mucho a Zaragoza, sé que sus calles me siguen sorprendiendo, es una ciudad cómoda. La vivo preguntándole “qué me deparas hoy”.
-¿Cómo surgió la idea de traducir a la poeta norteamericana Lynn Coffin en 'Esta tierra verde' (Pregunta)?
Mis editores en Pregunta me lo propusieron. Yo no la conocía, pero ellos sabían de mis “estudios ingleses”, que me gustaba traducir algún poema por hobby. Surgió como un favor personal, después se convirtió en un proyecto ambicioso.
-¿Cómo defines a esa escritora?
Traduje una antología, con todo lo que eso conlleva. Muchas voces en una, evolución en la obra, diferentes etapas. Pero diría que es una autora ambiciosa y que bebe mucho de las referencias, muy rica intertextualmente. Creo que ese sería un buen resumen.
-¿Qué le aporta a un escritor un trabajo de traducción, cómo has vivido la experiencia?
Escuché en una entrevista que “la traducción es imposible” pero, al mismo tiempo, “todo puede ser traducido”. Traducir es reescribir, es jugar y explorar el lenguaje. En este sentido, creo que traduciendo creces como escritor, como quien entrena sin darse cuenta de que lo está haciendo.
Estamos en vísperas de Reyes. ¿Qué tres libros eligirías y por qué?
Esta pregunta es muy complicada, pero como está tan de moda lo de las listas, diré tres de las lecturas que más he disfrutado en 2018: ¿Qué vas a hacer con el resto de tu vida?, de Laura Ferrero, “Mudar de piel”, de Marcos Giralt Torrente, y “La pasión”, de Jeanette Winterson. Podría nombrar la última novela de Miguel Ángel Zapata, “arquitectura secreta de la ruinas, “mundo extraño” de José Ovejero… muchos libros que me han gustado por muchas razones. Y, por qué no, ya que tengo este espacio, recomendar “el dolor del cristal” y, especialmente “viviendo en tiempo brutal”, cuya promoción caduca con 2018. Regaladlos, que así conoceréis nuevas voces. Y leed, leed mucho, que nos hace mejores, o al menos nos hace cuestionar lo que somos.
*La foto es de José Miguel Marco, jefe de fotografía de HERALDO.
JESÚS VALLEJO VUELVE A LOSCOS

Jesús Vallejo regresa a Loscos, el pueblo de sus abuelos y de su madre:
https://www.heraldo.es/noticias/deportes/futbol/2019/01/06/el-heroe-loscos-vuelve-casa-1285872-1101028.html?utm_source=facebook.com&utm_medium=socialshare&utm_campaign=desktop
El héroe de Loscos vuelve a casa
Jesús Vallejo, central del Real Madrid y excapitán del Real Zaragoza, rodó la serie ‘Sin cobertura’ para Aragón TV
PIE DE FOTO. Javier Calvo
Jesús Vallejo durante el rodaje juega con Martín, en un campo de las afueras, como si recordase al niño que fue.
Jesús Vallejo (Zaragoza, 1996), defensa central de la plantilla del Real Madrid y excapitán del Real Zaragoza, siempre vuelve a Loscos (Teruel). A la menor oportunidad, allí aparece para celebrar fiestas con sus compañeros de la peña La Quinta Dimensión, para recorrer los campos de cereal, los caminos que llevan a las nogueras y las carrascas y las callejas. Allí Jesús Vallejo es el héroe local y a la vez uno más: la gente lo saluda por la calle o en el bar El Cazador, que llevan Juan, trufero, y su mujer Loli, una espléndida cocinera con narcolepsia que ha sido objeto de reportajes de la BBC inglesa.
Una de las más señoras del pueblo, lo ve, se para ante él, lo besa y le pregunta por todos: por su madre Josefina o por sus abuelos. Y Jesús, sin arrebato alguno de divismo, con una sencillez inverosímil en alguien que ya posee la Champions y acaba de ganar la Intercontinental en Abu Dabi, contesta a todo. Parece saber incluso si un vecino ha cambiado de noche o de qué le gusta hablar al anciano Eulogio ante la iglesia parroquial.
Jesús Vallejo regresó Loscos, en vísperas de fin de año, para protagonizar un capítulo de una serie de Aragón TV sobre la despoblación, la memoria y el futuro de la vida rural, ‘Sin cobertura’, que dirige Javier Calvo Torrecilla (Zaragoza, 1971). Este es el primer sorprendido de su sensatez: “De Jesús Vallejo me conmovió su sencillez y una maravillosa ingenuidad. Es inquieto, deseoso de aprender, amante de las cosas sencillas, le gusta escuchar y es muy, muy cariñoso”, dice.
Javier Calvo fue testigo de cómo está pendiente la gente de Loscos de él: lo ha visto en la televisión y en algunas fotos de prensa, y sigue sus evoluciones. Insiste Calvo: “Dos días atrás estaba en Abu Dhabi, acaba de proclamarse campeón del mundo de clubes, pertenece a un equipo con millones de fans a lo largo del mundo, le rodea prensa, ruido, fama… Y 48 horas después, mientras estábamos rodando un paseo, se cruzó con un tractor en su pueblo, lo reconoció, sabía a quién pertenecía. Lo sabía todo de su pueblo, Loscos”. No hay exageración en las palabras del autor de cortometraje ‘Bocetos’ y de la serie documental, de música, ‘Entre2aguas’. “Me encantó que tuviera los pies tan pegados a la tierra y no al césped de un campo de fútbol, y que nos dijera que si no hubiese sido futbolista tal vez hubiera sido agricultor allí, en su pueblo”, agrega.
A Jesús Vallejo le encanta recordar cuándo fue al pueblo por primera vez; le gustaba correr y montar en bicicleta, descubrir las ermitas y las colinas. Antes que futbolista, fue atleta, y llegó a ganar una carrera de pollos. Descubrió el fútbol sala, y jugó de ala. “Con mis compañeros de Loscos hicimos un equipo que jugaba muy bien y ganamos varios torneos. Yo no era el mejor”. Fichó por Barrio Oliver, donde solía jugar de mediocentro. Lo demás ya es conocido: dio el salto al Real Zaragoza, debutó en Huelva y lució el brazalete por elección de sus compañeros. “Soy feliz en el Madrid. Trabajo a diario para estar dispuesto. Pero al Zaragoza lo llevo muy dentro. Es mi club y le tengo una gratitud inmensa. Lo sigo, y me ilusiona la llegada de Víctor Fernández”, dijo.
En las dehesas o el un campo que enfrenta a las piscinas, donde jugó con el niño Martín, Jesús se sinceró: “No estoy alarmado ni preocupado por las lesiones. Tengo que aprender a ser menos intenso y no ir a todos los balones siempre. He sido muy bien acogido y me gustaría alcanzar el nivel de centrales como Sergio Ramos y Puyol, que son dos espejos”.
El equipo de rodaje –el citado Javier Calvo, los cámaras José Carlos Ruiz y Jon Arteagabeitia, los sonidistas Noelia, Ricardo y Luna, la maquilladora Ana, los productores Javier Estella y Ernesto Tejedor, el geógrafo Luis Alberto…- quería comer con él en El Cazador. Jesús dijo: “Lo haría muy a gusto, pero hoy nos reunimos todos en la casa familiar. Me matarían si no acudo”. Antes de irse con su primo Miguel, reveló: “Soy un chico urbano, sí, pero aquí tengo toda la calma que deseo. En Loscos empiezo siempre mi pretemporada y soy muy feliz”.
JAVIER CALVO HABLA DE 'SIN COBERTURA', SERIE DE ARAGÓN TV

[El jueves, a las 21.35, se estrena la serie ‘Sin cobertura’, de seis capítulos sobre la despoblación, la memoria, la soledad del mundo rural y las nuevas iniciativas. Javier Calvo Torrecilla es director y productor del proyecto, y coguionista con Antón Castro, que explora con distintos personajes las razones del aislamiento, los recuerdos y la aventura del retorno. La periodista madrileña, vinculada con Aragón, ha escrito en varios medios, entre ellos en ‘Artes & Letras’ de ‘Heraldo’ de Arte y literatura y de cine, Alondra Ramos, conversa con Javier Calvo.]
Por Alondra RAMOS
-¿Cómo surgió ‘Sin cobertura’ ¿Qué pasó por tu cabeza, qué hechos, qué detalles perfilaron la idea?
Siempre he llegado a mis proyectos personales por una motivación que está pegada a mi vida. Una preocupación, una pérdida, una ilusión…se han traducido en historias e imágenes.
Hace tres años comencé a preguntarme si la sociedad en la que vivo y sobre todo, la sociedad en la que van a vivir mis hijos, va a ser como debiera. Es decir, una sociedad donde el eje central no sea el consumismo y la rapidez. No quiero ser agorero, pero pinta que la generación de mis hijos va a ser la primera generación después de la guerra civil que viva peor que la anterior.
Ante esas inquietudes o preocupaciones comencé a pensar en la idea de buscar un pueblo y lo que encontré fue desolador. Pero recuerdo sobre todo una foto que es el germen de la serie. Un pueblito deshabitado de Teruel, El Campo, y la pizarra de su colegio. Comencé a imaginar la vida pasada en ese pueblo, las risas de los niños, los padres que venían a recogerlos; los ecos de ese pueblo se escuchaban a través de esa foto.
A partir de ahí, decidí que había que hacer algo, que quería contar la historia de estos pueblos.
-¿Cómo la fuiste desarrollando, cómo creció?
Me documenté muchísimo sobre las diferentes tipologías de pueblos que abarca la serie, despoblados, en vías o con un peligro claro de despoblación e incluso pueblos que están teniendo una segunda oportunidad por el turismo o por iniciativas curiosas.
Sin darme cuenta la sombra de La Lluvia Amarilla planeaba sobre el proyecto. Es un libro capital en la literatura en general y en el tema de la despoblación en particular. Al comienzo del proyecto no pensé en rodearme de caras conocidas, pensaba hacer un documental o una serie pero de un modo tradicional, acercándome a esos pueblos, a las calles y campos vacíos. Pero me di cuenta de que estaba entrando en un terreno excesivamente dramático. A mí me apetecía contar los pueblos desde otra mirada no exenta de realidad, pero poniendo en valor la vida rural, la pasada y la actual; y aquí es donde pensé en personajes que nos contaran sus vivencias en pueblos.
-¿Fue siempre una serie documental?
Sí, pero con un formato diferente. Al principio nació siendo un documental tradicional, después pensé en la serie y en los personajes que nos acompañarían.
-¿Tenías alguna idea en la cabeza, algún modelo, español, europeo, norteamericano?
No, he de decir que casi nunca he trabajado siguiendo un modelo o influencia clara para ninguno de mis proyectos. Lo que soy y lo que hago es el fruto de décadas viendo cine, leyendo, escuchando música, en definitiva, viviendo, que es de donde se nutren mis proyectos.
De hecho, cuando estoy trabajando en un proyecto no me gusta ver nada que pueda tener que ver con lo que estoy haciendo en ese momento. Siento que, en el momento en el que está naciendo algo, debes hacerlo con el impulso y las ideas que tienes y en esos momentos te sientes quebradizo, hipersensible a todo lo que te rodea; ver algo que pueda perturbar tu idea no es un buen negocio.
-El hecho que de apenas hubieras trabajado en Aragón y en particular en Aragón TV, ¿fue otro estímulo o un desafío?
Aunque mi familia procede de La Rioja, yo nací en Zaragoza. Con el paso del tiempo los vínculos con este territorio se han hecho más fuertes y estaba deseando desarrollar un proyecto aquí, ya que siempre había trabajado fuera.
Cuando comencé a documentarme sobre los pueblos aragoneses entendí que era una realidad que había que contar, y pronto, porque la despoblación y las ruinas nos acechan peligrosamente. Es necesario reivindicar y guardar la memoria de estos lugares.
Presenté el proyecto a Aragón TV y mostraron mucho interés. Les encantó la idea y la propuesta de la serie y me apoyaron desde el comienzo.
-Has hecho cortos, documentales de música, publicidad… ¿Cómo ves tu trabajo, qué tipo de cineasta serías?
Creo que hay que dividir entre las obras personales y las de encargo. Aunque en cualquier obra siempre asoma tu personalidad, en publicidad por ejemplo es bastante difícil dejar tu patente ya que todo el proceso es muy encorsetado.
Mi manera de mirar es natural, me gusta que la cámara sea invisible, que no sea mecanizada, que los planos tengan el vigor y la sorpresa que tiene la mirada humana. Me gusta que la cámara siempre vaya detrás de la acción, que nunca la anuncie.
Mis proyectos personales tienen que ver por un lado con el cine y las historias que me han hechizado desde pequeño y por otro lado, con los paisajes que han modelado quien soy.
En toda mi trayectoria, la naturaleza es un elemento clave, esa idea de permanencia me sobrecoge, me hace sentir pequeño y me fascina su misterio.
Es muy fácil ver cualquier plano mío y ver el detalle por la naturaleza y cómo el personaje se relaciona con ella.
-Desde un punto de vista de contenido, de mirada, de enfoque social y sociológico, ¿qué sería ‘Sin cobertura’?
Sobre todo una mirada a la vida rural desde el respeto y el elogio, además una loa a un pasado muy cercano en el calendario pero no en la forma de vida, que ha cambiado radicalmente en las últimas décadas. Pero también es una puerta abierta a una vuelta a esa vida para las generaciones futuras.
-¿En qué momento apareció Antón Castro, por qué pensaste en él, qué querías que hiciera?
Desde el comienzo. Conocía y admiraba la obra de Antón pero apenas nos conocíamos personalmente. Pero algo me decía que transitábamos por universos parecidos.
Antón posee una sensibilidad extraordinaria, le gusta escuchar y aprender, quiere a todo el mundo y a todas las cosas y es capaz de ver poesía en cualquier detalle.
La serie tenía que tener esa poesía y Antón lo logra de un modo natural, nada forzado.
-¿Cómo se eligieron los pueblos y los protagonistas?
Ha sido muy complejo, era un auténtico sudoku. Por un lado quería mostrar las tres provincias aragonesas, por otro lado había que buscar personajes que tuvieran vinculación con pueblos y que éstos vivieran el tema de la despoblación. Había que combinar estas variantes con las agendas de los personajes que hemos tenido, como digo un auténtico desafío.
-¿Quiénes fueron las primeras personas receptivas a un proyecto así?
Luis Alegre y Llamazares fueron los primeros que vinieron sin dudar. Después Itziar Miranda, Gervasio Sánchez, Lucia Camón y Jesús Vallejo; todos acogieron la propuesta con mucho cariño, lo difícil fue encontrar días libres para rodar.
La serie se comenzó a rodar en abril y hemos terminado en diciembre y ello se ha debido a la dificultad de las agendas de los invitados.
-¿Cómo podrías resumir cada capítulo, son iguales, ofrecen perfiles semejantes?
El nexo común de toda la serie es la despoblación pero cada episodio tiene acentos o matices diferentes.
Ainielle es el episodio más dramático, la ausencia total, la nada. Estadilla es la reivindicación de la infancia en un pueblo y cómo eso moldea la personalidad de la gente, en este caso de Itziar Miranda. Lechago, con Luis Alegre, es el emocionante repaso a la memoria personal y por ende a la memoria colectiva de un pueblo. Torralba de Ribota es la ilusión por ofrecer un tipo de vida diferente y la oportunidad de una segunda vida para estos pueblos de la mano del arte. Belchite habla de como la guerra civil y otras guerras provocan migraciones, además de mostrar la dureza de una tierra desolada por la despoblación. Loscos se centra en el orgullo y el amor por un pueblo y cómo afrontar de un modo optimista y creativo un problema real.
-¿Cómo se han portado los personajes principales, qué destacarías de cada uno?
De todos destaco su bondad y cercanía. Si tengo que definir en pocas palabras a cada uno de ellos…Luis Alegre sería la memoria, el cariño conmigo y el amor a todo lo que significa su pueblo y su gente. Llamazares es la hondura de pensamiento sin barroquismos y, también, el humor. Itziar Miranda es la inteligencia y la sensibilidad a flor de piel. Gervasio Sánchez, la experiencia y contundencia fruto de todo lo que ha vivido. Lucia Camón, la ilusión por demostrar que hay otras vidas posibles, y Jesús Vallejo, la cercanía y una maravillosa y cautivadora ingenuidad.
-¿Qué aportan las otras voces, cómo te las has planteado? ¿Qué crees que dan?
Nos dan legitimidad en nuestro discurso. Yo no soy sociólogo ni especialista en la despoblación y me daba miedo y pudor proclamarme el adalid de la causa.
Contar con expertos en despoblación o con personas que viven el problema a diario, legitima y da seriedad a la serie.
-¿Cabría hablar, de algún modo, en una corriente de retorno a la vida rural?
Me encantaría, creo que de hecho que es la única opción viable para el futuro. Volver a las cosas pequeñas, a una vida en la que la clave sea necesitar poco para vivir feliz.
Hay experiencias aisladas que nos están enseñando que es posible, pero existe mucho miedo a salirse de una vida tradicional y ordenada.
-En el capítulo de conclusiones, ¿ha sido todo cómo te esperabas? ¿Te has llevado sorpresas?
Ha sido mejor, mucho mejor. He aprendido mucho de mucha gente y conocido lugares maravillosos. Existe mucha más belleza en nuestra tierra que los núcleos clásicos de turismo, por ejemplo, los pueblos de la sierra de Oriche me cautivaron.
-¿Se desmitifica algo aquí?
Sí, dos cosas que nos dicen nuestros personajes. Llamazares dice en su episodio algo que yo siempre había pensado. Que la naturaleza es mucho mas fuerte y más grande que nosotros y que ha estado y estará después de nosotros. Así pues el problema de la despoblación mirado desde una perspectiva humana es muy grave, pero si lo miramos con una mirada más amplia, desde la naturaleza, no deja de ser una pequeña mota de polvo.
Y por otro lado, una visión diferente de la despoblación que aporta Luis Antonio Sáez, Catedrático de Despoblación de la Universidad de Zaragoza. Él nos decía que hablar de despoblación y pensar en términos aritméticos tal vez sea un error y que en un pueblo hoy con 100 habitantes se puede vivir mejor que en uno con 500 hace 50 años y que la gente puede ser feliz.
-¿Cómo debe ver la gente una serie así?
Con calma y con atención a lo que se dice y se muestra. El espectador se tiene que sentar como cuando ve una película, no tener la tele encendida de fondo y mirarla de vez en cuando. Por otro lado, vivimos en unos tiempos en los que habitualmente se grita. Se grita en la calle, en las redes, en la tele, en la radio…y nadie escucha. La serie es una apuesta por el placer de escuchar a personas que tienen algo interesante que contar y, por momentos, de escuchar incluso el silencio.
-¿Querrías decir algo del equipo?
Que la serie es de todos, siempre he entendido este trabajo como un trabajo de equipo y nuestro proyecto es un ejemplo claro de ello. Todos me han seguido, creído y remado en la misma dirección. Casi todas las personas que han trabajado son amigos míos hace décadas, hemos compartido trabajo y vida y existe una complicidad en la forma de trabajar natural.
José Carlos Ruiz, el director de foto es y, él no lo sabe, una de las mejores miradas que existe, tiene una sensibilidad innata. Jon Arteagabeitia sigue su estela y es alguien que siempre quieres que juegue en tu equipo. Javier Estella es la sensatez y la armonía, Teresa Adame la experiencia y la emoción.
En el equipo también ha habido personas con las que no había trabajado nunca y ha sido una grata sorpresa. Los Parpadeo son chicos jóvenes, con muchas ganas de escuchar y aprender. Ana Bruned es una gran profesional y una maravilla para unir equipos. Y mi descubrimiento, Ernesto Tejedor, es la juventud, el comerse el mundo y creer con decisión en el proyecto.
Y capitulo aparte, Antón Castro. Solo puedo hablar bien de todo lo que ha dado al proyecto en general y a mí en lo particular. Es un hombre bueno en el amplio sentido de la palabra. Con humildad y profesionalidad, se ha puesto al servicio del proyecto, poniendo siempre en primer término la historia que estábamos contando, el pueblo que visitábamos y los personajes que nos acompañaban.
*La serie 'Sin Cobertura' se estrena el jueves 10, a las 21.35 en Aragón Televisión y arranca con el capítulo de Ainielle y Julio Llamazares, el lugar donde transcurre 'La lluvia amarilla', novela que acaba de cumplir 30 años. Este proyecto lo apoyó, desde el primer instante, el director anterior de la CARTV, Pepe Quílez, y lo han asumido con entusiasmo y cariño los nuevos responsables: Teresa Azcona y Carmen Ruiz Fleta.
MUERE EL CRÍTICO DE ARTE ÁNGEL AZPEITIA

JESÚS PEDRO LORENTE RETRATA A ÁNGEL AZPEITIA BURGOS

ÁNGEL AZPEITIA: UNA VIDA EN EL ARTE
JESÚS PEDRO LORENTE. *CATEDRÁTICO DE HISTORIA DEL ARTE
Para mí, Ángel Azpeitia Burgos (Zaragoza, 1933-2019) ha sido mi maestro y mentor tanto en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza como en la Asociación de Críticos de Arte. De su labor como profesor e investigador yo destacaría su monografía sobre Marcelino de Unceta, publicada por Ibercaja en 1989 y su ‘Diccionario de Arte Contemporáneo y Terminología de la Crítica Actual’, publicado en Madrid por la Compañía General de Bellas Artes en 2002.
De su intensa labor como crítico de arte, tanto a través de reseñas de exposiciones en HERALDO DE ARAGÓN o revistas especializadas, como a través del comisariado de exposiciones, yo mismo seleccioné (con su ayuda) unas cuantas críticas para el volumen que PUZ publicó en 2013 (con financiación de la AACA, AECA, el grupo OAAEP, IEA e IFC) bajo el título ‘Exposiciones de arte actual en Zaragoza: reseñas escogidas, 1962-2012’. Tuve el honor de compartir con él el comisariado de una de sus exposiciones con más éxito: ‘Libertad e Independencia: Aragón en la pintura de Historia’, organizada por la DPZ en el Palacio de Sástago entre el 6 de octubre y el 12 de noviembre de 1989, que recibió más de 132.000 visitantes marcando un record de público en esa sala.
Pero él se sentía especialmente orgulloso de las muestras dedicadas a artistas contemporáneos en la sala Luzán de la CAI y otros centros expositivos, especialmente las monográficas sobre artistas aragoneses, pues entre ellos contaba algunos de sus mejores amigos y admiradores. Muchos de ellos, y también de sus compañeros universitarios y críticos, colaboramos en un libro en su homenaje coordinado por Manuel Pérez-Lizano Forns, ‘Ángel Azpeitia: Historiador y Crítico de Arte. Intensidad radial, 1933-2012’ ( Zaragoza, Aladrada ediciones, 2012).
*La foto como se ve es de Carlos Barboza y Teresa Grasa.
ÁNGEL AZPEITIA: UNA ENTREVISTA

[El pasado sábado por la mañana fallecía el crítico e historiador de arte Ángel Azpeitia Burgos (Zaragoza, 1933-2019), que trabajó durante 50 años ininterrumpidamente en 'Heraldo'. Hace algunos años, le hice esta entrevista, se publicó en la sección 'Clásicos y modernos' del dominical de Heraldo. La recuperó aquí; el funeral por el profesor de la Escuela de Artes y de la Universidad de Zaragoza tendrá lugar mañana a las 11 de la mañana.]
Ángel Azpeitia Burgos vive en museo particular de pinturas, esculturas, recuerdos, y muchos libros: habitaciones enteras repletas de catálogos, monografías de arte, volúmenes de narrativa y ensayo. Esos objetos que conforman una pasión, una forma de vivir y de estar en el mundo con curiosidad. En todas las paredes hay cuadros de pintores con los que ha conformado una sinfonía de amistad: Juanjo Vera, Daniel Sahún, Pascual Blanco, Martín Ruizanglada, Torcal, Manuel Viola, Julia Dorado, Eugenio Estrada, Virgilio Albiac o, entre otros, su amado Vicente Paricio, tan determinante en su vida. Él, antes de que apareciese en su vida HERALDO o la galería Libros de Víctor Bailo, fue uno de sus primeros estímulos. “Soy el quinto hijo de un médico de pueblo que no tenía ningún sentido práctico. Era un pequeño desastre con el dinero, yo creo que no cobraba a nadie. Había estado en Tauste y también en Calatayud”, dice el crítico e historiador del arte, que se recupera poco a poco de un infarto: en un rincón de su estudio reposa la silla de ruedas y de un lugar del techo penden unas anillas para sus ejercicios de rehabilitación. Dirá: “Cuando se ha sido tan activo, la dependencia es algo terrible. Es una experiencia dolorosa, de esas que te ponen a prueba en todos los terrenos”.
-Imagino que habrá tenido una infancia cómoda y culta...
-Cómoda no, pero culta sí. Mi padre se murió demasiado pronto y tuve que ayudar en casa. Mi madre era una mujer muy especial: había leído mucho, poseía un alto nivel de lenguaje y poseíamos una buena biblioteca. Aún conservo títulos de aquel fondo familiar. Estudié en Jesuitas y el arte empezó a interesarme un poco en el colegio. Con todo, mi primera escuela de arte fue el Casino Mercantil.
¿Por qué?
Allí veía las exposiciones de Vicente Paricio y nos hicimos muy amigos. Era un pintor social: hacía retratos elegantes y serios. A las damas las pintaba en traje de noche. También hacía paisaje y bodegón. Era una pintura fácil de entender.
-He visto que los pintó a usted y a su mujer María Luisa en torno a 1972.
-A María Luisa un poco antes. Decía que él solo pintaba lo que veía. Tuvimos que posar varios días para sus retratos al pastel. Fue muy curioso: él se preparaba varias conversaciones y temas para todos los días, y te daba conversación. Hablaba sin cesar de política, de arte, y tenía mucho sentido del humor y de la ironía. Veía un caballo que había un pintor famoso y decía: “Yo pinto mucho mejor los caballos”, y se reía. Recuerdo que me decía que cuando se hace un retrato el cliente se queda convencido del todo cuando sale guapo. Y él embellecía a las mujeres pintándoles los ojos más grandes y el cuello más largo. “A los hombres no se les pinta guapos: se les pinta importantes”, me decía.
-Por cierto, en el Casino Mercantil se presentó ‘Pórtico’ a finales de los 50.
No voy a mentir. No estuve en las primeras exposiciones de Pórtico, de Lagunas, Aguayo y Laguardia, aunque sí asistí a otra posterior donde solo estaban dos artistas, ahora no recuerdo con precisión: creo recordar un cuadro abstracto que me evocó una semana santa, vista desde arriba, con sus desfiles y sus capirotes.
¿Cómo se divertía en aquella Zaragoza amarilla?
Como podíamos. No teníamos casi dinero, y ahorrábamos varios días para poder salir de copas y de tascas de cuando en cuando. Pese a todo, salíamos: a mí me interesaba mucho la poesía y ofrecía recitales con amigos y en algunos salones. Teníamos entonces como pequeños mecenas que nos cedían un salón con piano. Yo escribía: gané un par concursos de poesía en Maristas y en la Facultad de Filosofía y Letras. No recuerdo las fechas, he perdido mucha memoria: soy un hombre de documentos y todo, todo lo tengo registrado en carpetas, fichas y ficheros y archivos. Era muy lector: de novela contemporánea o de ‘El paraíso perdido’ de John Milton. Antes de los veinte me había leído prácticamente toda la literatura clásica.
¿Quiénes eran sus amigos?
Alejandro García Anadón, José María Valdivia, que era pianista y hermano del escritor Eduardo Valdivia, venía de vez en cuando a nuestras reuniones. Recuerdo que íbamos a bares baratos como Casa Félix: allí tomábamos bocatas, vino y cacahuetes, muchos cacahuetes, y se permitía cantar.
¿Ya había entrado en la Universidad?
Yo soy un universitario muy tardío. Trabajé algunos años de comerciante de Ultramarinos y coloniales, pero al final entré en la Universidad. Me matriculé en Filosofía y Derecho, y dejé esta carrera en tercero. Antes de inclinarme definitivamente por Historia del Arte dudé mucho: quiso estudiar arqueología, entre otras cosas porque Antonio Beltrán Martínez era un profesor muy estimulante y activo y me había conseguido una beca para Francia y también estuve a punto de realizar una excavación en Nubia. También quiso ser geógrafo, pero finalmente opté por el mundo de la cultura. La universidad solo tenía un catedrático de historia del arte: Francisco Abad, era un clasicista que nunca se atrevió a pasar de Francisco de Goya. Hasta ahí podíamos llegar. Para entonces ya teníamos otra tertulia en el café Baviera.
¿Qué ocurría allí?
Hicimos una tertulia en el café Baviera. Yo no he sido de la Peña Niké, aunque estuve alguna vez. Nosotros también teníamos un grupo muy activo, tanto que fundamos un teatro de cámara, La Cigarra. Por allí andaban el cineasta Antonio Artero, el poeta Daniel Almárcegui, Alberto Castilla. Hacíamos piezas al aire libre: entremeses cortos y humorísticos. Recuerdo que en el Baviera había una escultura preciosa de Honorio García Condoy.
-Una de sus pasiones es el fútbol, en concreto el Real Zaragoza.
Me ocurrió una cosa muy curiosa. Cuando era representante de comercio visitaba muchos mercados, entre ellos el Mercado Central. Recuerdo que un día llegué por allí y dos vendedores discutían sobre el Real Madrid y el Barcelona. Y yo hice una observación sobre un jugador con un fatídico error: dije que jugaba en el Real Madrid cuando lo hacía en el Barcelona. Hubo protestas a mi jefe, o por lo menos llegó a sus oídos mi metedura de pata, y él me sacó mi primer abono de socio del Real Zaragoza. Y estuve yendo, primero a Torrero y luego a La Romareda, muchos, muchos años.
-Cómo dio el salto a la crítica de arte.
Es casi un misterio. Fue en 1962 y yo era alumno todavía. El crítico de arte era Joaquín Aranda, se fue a Madrid a realizar unos cursos, y tenían que buscar un sustituto. Y un día me llamó Antonio Bruned y le dije que sí. Yo creo que le sugirió mi nombre una hermana de Andrés Galdeano, que era compañera mía de curso. Más tarde, regresó Aranda, pero no quiso hacer arte: se dedicó al teatro, al cine y a la literatura. Y aquí sigo: entonces la crítica de arte era diaria. O casi diaria.
Ha dicho usted que Francisco Abad no era un profesor avanzado. ¿Quién era su referencia?
Federico Torralba. No se puede decir que fuese mi maestro exactamente, entonces estaba en la Escuela de Artes, pero sí fue el gran defensor del arte contemporáneo en Zaragoza. Ese es uno de sus méritos. Esta ciudad le debe muchísimo. Lo difundía a través de su presencia en la Institución Fernando el Católico y de la Diputación de Zaragoza, estuvo muy cerca de muchos grupos y artistas, y más tarde fundaría galería. Yo empecé mi tesis sobre Marcelino de Unceta con Francisco Abad y la acabé con él.
¿Qué significó el periodismo para usted?
Yo he sabido mucho más cuál es la realidad artística a través de la crítica que de mis años como profesor. El periodismo me conectó con la vida, con la calle, con el quehacer cotidiano de los artistas. Empecé a ver arte contemporáneo cuando empecé a ser crítico, no antes. El crítico de arte tiene una realidad inmediata con el arte. Y, en ese sentido, también fue más importante la Escuela de Artes que la Facultad: el hecho de que no hayamos tenido una Facultad de Bellas Artes ha sido un fallo terrible, esa ha sido una ausencia terrorífica sobre todo en un tiempo donde habría sido una lugar decisivo de formación. Pienso por un momento en la Escuela de Artes...
¿Por qué lo dice?
Hay varias generaciones de artistas que han sido, o son, profesores ahí o que se han formado entre sus paredes: Cano, Natalio Bayo, Pedro Giralt, Rubén Enciso, Vicente Villarocha o Pascual Blanco, que me ayudó en el tiempo en que yo estuve de profesor.
¿Qué crítico ha querido ser?
He cambiado mucho. Al principio, analizabas la obra en función de sus valores de ruptura o de novedad, qué elementos de modernidad y de vanguardia significa un proyecto. Más tarde, he intentado reflexionar sobre el binomio: lo que quiere hacer y lo que consigue el artista. A veces, hay artistas que te quieren hacer reír, y te hacen llorar. Y viceversa. Y poco a poco he acabado por desvincularme de problemas teóricos: mis críticas acompañan, sugieren, ayudan a ver. Y solo soy auténticamente crítico con las instituciones y con las políticas culturales. Me he vuelto más condescendiente.
¿Para que sirve el arte?
Es una manera de vivir. El arte es como el oxígeno: es imprescindible, al menos para mí. Imprescindible. Está en todo. Es compañía, es consuelo, es un latigazo de lucidez, es emoción. Y para mí también está ligado a la amistad y a un montón de amigos. A veces pienso que soy dadaísta. Los objetos de mi vida son mi arte y son un hilo de comunicación con un montón de artistas a los que quiero y a los he seguido durante medio siglo.