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Se muestran los artículos pertenecientes a Febrero de 2006.

LA GRAN NOCHE DEL REAL ZARAGOZA

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Llega hoy otra gran noche para el Real Zaragoza. Se enfrenta a ese equipo, el Barcelona, del que dicen que practican el mejor balompié de la tierra. Siempre nos inclinamos a la exageración, pero tal vez sea un poco cierto, especialmente a principios de temporada. Y el Real Zaragoza parece tener el antídoto contra tanta brillantez, esté o no esté Eto’o. Víctor Muñoz, que fue podenco y galgo en el Nou Camp, el lugarteniente de Maradona y de Schuster y el mariscal furioso de Terry Venables, es un buen estratega, y sabe que ante los mejores lo que rara vez falla es un buen ataque: ir a por el partido desde el primer instante y ahogar la línea de creación. Correr más que ellos, hasta extenuarse y extenuarlos, y además usar el criterio y el tiralíneas del pase interior y la llegada por sorpresa. Ha dispuesto dos líneas muy claras. O eso dicen hoy los expertos. La defensa en línea de cuatro; una media casi bloque de otros cuatro, Celades (dije que no funcionaría, que era un jugador sin carácter y acabado, y estoy encantado de que me haya equivocado), Zapater y Cani (que ha tomado el camino correcto para convertirse en el Gran Capitán), y como tapón e instrumento de contragolpe por la derecha el fino y sutil Óscar. También podría ser Generelo. Arriba, para voltear el choque en sus escapadas, estarán Ewerthon y Diego Milito. Ewerthon, tocado además por varilla de la  suerte, la va a armar con su velocidad, y Milito también con sus movimientos. Parece más que improbable que ninguno de los dos no marque hoy.

 

No vamos a desdeñar al Barcelona: Rijkaard es un magnífico técnico, tiene al Zaragoza como asignatura pendiente, y los culés se juegan mucho, muchísimo, quieren ahuyentar la sospecha de fragilidad o de crisis de juego, pero el técnico también libra una batalla íntima, de orgullo y de vindicación ante la parroquia global del fútbol, e incluyo aquí a José Mourinho y López Caro. De todo ello, deriva una urgencia de victoria blaugrana que hace más trepidante el partido. Pura pasión. Ojalá que el  arbitraje sea preciso y no interfiera en la batalla.

Dicen que toda España quiere un Barcelona-Madrid. Parece que aquí sólo hay esos dos equipos. Ya los vimos hace poco en el Bernabéu y el Barça  se salió y administró una buena paliza al rival. Además, dentro de poco se repetirá ese choque en el Nou Camp. ¡Para qué tanto! Lo ideal, lo bonito, lo higiénico para todos nosotros es que caigan los culés, y que hagan luego lo que puedan en la Liga y en la Champions, pero la Copa no se toca. El Real Zaragoza tiene alma y pedigrí de matagigantes. ¡Tiembla Madrid!

 

*El formidable trío de ases de los blanquillos: Diego Milito, Ewerthon y Cani. Acababan de golear al Barcelona en La Romareda.

01/02/2006 09:22 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 9 comentarios.

QUICO RIVAS EN LA NOCHE MÁS HERMOSA DE ÓSCAR

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Anoche volví a salir demasiado tarde del periódico. El Zaragoza iba perdiendo, pero al pasar por la calle San Gil oí el grito. Óscar acababa de marcar un formidable gol: asaltó la banda izquierda, culebreó hasta la línea lateral, irguió la cabeza e intentó hacer lo que hacía, lo que hace en tantos entrenamientos en disputa amistosa con Alberto Zapater. Le dio un efecto impecable al balón, que fue abriéndose en arco y parábola, que tomó el vuelo justo, rebasó cabezas y espacios, y buscó con premeditación el lugar imposible, allí, cerca de la escuadra, donde se cosen la red y el poste. Jonquera miró con estupefacción, pero no logró ver nada. El limpio obús de seda acarició el aire con voluntad de pájaro imposible. Y Pelé estaba, incrédulo, en el Nou Camp. Los blanquillos, tal como se anticipaba en el texto de ayer, pasaron a semifinales. ¡Tiembla, Madrid!

En El Espejo estaban un puñado de amigos con el escritor, crítico de arte, pintor poeta y pintor de domingos Quico Rivas. Estupendo pintor de indicios suprematistas, pintor al modo musical de Klee, pintor que juega y enreda con la relación de franjas y colores en un escueta geometría del sentir. He leído muchas cosas de él, el precioso prólogo a la “Poesía reunida” de César González Ruano, aparecida en Trieste en 1983, y otros textos, sobre todo en catálogos. Próximo a Andrés Trapiello y Juan Manuel Bonet, director de varias revistas literarias, Quico Rivas trabajó mucho, codo con codo, con el fotógrafo Alberto García-Alix en “El País Semanal” a principios de los 80; fue colega de Dis Berlin, de Luis Baylón, de Luis Pérez-Mínguez. Allí estaba, sonriente, abrazado a un Camel, contando historias de libros, de amigos, hablando de César González Ruano y de su mujer, contando historias de la literatura. Había venido a ver la exposición de Pepe Cerdá en la  sala CAI Luzán, que está teniendo mucho éxito. El verde catálogo de “Puntos de vistas” celebraba sigilosamente el triunfo del Real Zaragoza. O lloraba mansamente por el escándalo de Villamayor. ¿Es posible que cuando más se juega la ciudad, que cuando Zaragoza más debe mirar al mundo, más se deshaga en una trama infantil que entorpece los sentidos y obnubila la inteligencia y sirve, sobre todo, de magnífica coartada para aparentar?

 *Una obra muy característica de Quico Rivas. Color, forma sencilla, tira, collage: un mundo sugerente y minimalista.

02/02/2006 09:44 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

PEDRO GARCÍA AZNAR: VIDA DE UN DIBUJANTE

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Pedro García Aznar (Zaragoza, 1924) tiene en su casa un estudio lleno de dibujos, bocetos, fotos, recuerdos y muchos óleos. Sigue pintando a los 81 años, y alterna dos registros: una serie de estampas muy cotidianas de “abuelos como yo” y otra de exuberantes mujeres que  son guerreras, Evas o indómitas amazonas que conviven con la espada, el caballo y el tigre.

“He hecho casi de todo -dice-. En una ocasión, a la luz de albaranes, bocetos y copias de trabajos que conservo, calculé que habría realizado más de 130.000 dibujos: desde tarjetas de felicitación del cartero hasta máquinas de todo tipo, desde ilustraciones para alrededor de un centenar de libros hasta las caricaturas de futbolistas para el “Dinámico”, catálogos de imprenta, carteles o publicidad. Yo estoy contra el diseño, pero soy dibujante y rotulista, y he hecho eso que ahora suena tan bien: diseño. Me inventaba la presentación de una caja, el diseño, las tipografías. En mis tiempos, quien no sabía rotular no tenía trabajo”. Extrae algunas de sus obras más sorprendentes, suavizadas con aerógrafo en el repaso definitivo, y revela: “¿Qué por qué pinto mujeres desnudas con esos pechos? Me dio por ahí. Vi un día los libros de mujeres de Luis Royo, y me gustaron mucho. Me dije: ‘¿Por qué no hago yo eso también con un poco de fantasía?’. Me permiten soñar, crear historias, ponerles títulos. Y ahora soy muy amigo de Luis Royo”.

Dibujante por vocación
La historia de Pedro García Aznar comenzó en Zaragoza en 1924. Pronto sintió la llamada del dibujo a través de los tebeos, evoca los inevitables “Flechas y pelayos”, y anunció, pintando en cualquier papel, que quería ser dibujante. Su madre, conservadora, había soñado para él la profesión de militar y le decía: “¿De eso vas a comer? Te vas a morir de hambre como los poetas y los escritores”. Una oposición tan frontal, que también hallaba cierta complicidad en su padre, sólo le servía de acicate: cada día quería dibujar más y mejor. Aunque pronto dejaría el colegio, estudió algún tiempo en la Escuela de Artes, donde tuvo como profesores a los hermanos Albareda y al escultor Félix Burriel.

“Félix Burriel tenía muy mal genio, pero conmigo era muy bueno. Me corregía lo que estaba mal sin aspereza. Recuerdo que al final también matriculé a mi hermano Luciano en la Escuela, pero él era maravilloso con los números y nefasto para las líneas. Un día, Burriel me enseñó uno de sus dibujos y me dijo: ‘Pedro: esto no es un dibujo, es una carbonería. ¿Por qué no le dices que se vaya? Es una lástima que se desperdicie así un tablero de dibujo’. Yo estuve poco tiempo en la Escuela porque me aburría de copiar reproducciones de yeso al carboncillo”.

A los trece años, “entonces todo el mundo trabajaba”, ingresó en la imprenta San Jorge, más tarde en Benito Galve. En aquellos días arrastraba pesos y carros de mano, las ruedas se le hundían en la nieve en los crudos inviernos. Se recuerda por las calles, con la tripa vacía y el frío pegado a los huesos y con un periódico que hacía de improvisado jersei. Por aquellos días, también “colaboraba con el señor Velázquez de HERALDO”, y posteriormente se incorporó a Publicidad Suma, donde coincidió con el conocido dibujante Teodoro Pérez Bordetas.

Los fondos y las pesadillas
“Creo que le estoy hablando de 1946. Allí estaba muy bien, pero me pagaban muy mal, y tuve que dejarlo. Continué con mi cambio de empleo y, por fin, empecé a trabajar en Luz y Arte, la sociedad de Florencio Royo y Miguel Embid, que ha sido mi empresa más estable hasta la jubilación”.

Por aquellos días, había entrado en contacto con Manuel Bayo Marín y con otros artistas y profesionales del dibujo: Guillermo Pérez Baylo, Alberto Duce, Pelayo, Belmi, Ángel Lalinde, Luis Mata, o periodistas como Marcial Buj “Chas”. Se especializó en el dominio del aerógrafo e invertía diez o doce horas al día; podía estar alguna semana sin bajar a la calle. “El estrés es anterior al teléfono móvil y al ordenador. He trabajado mucho. El aerógrafo es una pistola industrial: exige pulso y precisión, dar la pintura deprisa y sin descuidarte, y controlar. Nadie quería trabajar con él porque resultaba antipático. Yo tengo con el aerógrafo una relación de amor y odio”.

Pedro dibujaba con auténtico denuedo. Casi siempre en su casa. Al principio cobraba diez o quince pesetas por obra. Y participaba en un mítico partido en el campo de Escoriaza entre dibujantes y pintores. Hacía dibujos de máquinas, encabezamientos decorativos de cartas, cajas de galletas o de pastas. A nada le hacía ascos. Recuerda: “Cuando entré en Luz y Arte me dijeron: ‘Si quieres y cumples tendrás todo el trabajo que puedas hacer’. Apenas disfruté de vacaciones. Mi mujer, Concepción Correas, tuvo varios abortos y nos quedamos sin hijos. Me volqué tanto que aún hoy tengo pesadillas: me parece que no entrego un trabajo a tiempo. Y eso, en el sueño, me resulta angustioso. No he frecuentado mucho las tertulias, aunque tenía amigos como el pintor José Cerdá, el dibujante Luis Germán, el cartelista de cine Andrés Puch. Y otros muchos. A mí me ilusionaba dibujar de cabeza, pero tenías que documentarte. He aprendido que no hay que recargar los fondos porque distraen la vista”.

En 1968, Pedro García Aznar empezó a colaborar con Edelvives, para quien ha hecho casi un centenar de libros. Alternó durante 20 años la editorial y Luz y Arte. Se jubiló en 1988. Le gusta recordar que un día un ingeniero le exigió un detalle más a un dibujo. Pedro le dijo: “Tienes razón. Ahora lo arreglaré”. Al cabo de unos minutos, se lo devolvió, y el otro contestó: “Ves, ahora está perfecto”. “Tan perfecto como antes porque no lo había tocado”.
*La obra que aquí podemos ver no es de Pedro García Aznar, es de su amigo y admirado Luis Royo. Ese mundo femenino, fantástico y narrativo, le interesa mucho a nuestro invitado de hoy. Este artículo apareció el pasado domingo en el suplemento de "Heraldo de Aragón", Hoy Domingo, que coordinan Victoria Martínez y Sergio del Molino, dos estupendos periodistas.
03/02/2006 19:37 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

MANUEL MOYANO, EN ZARAGOZA

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Repasaba ayer, a la hora de la comida, la cantidad de mediodías que he dedicado a repasar algunas presentaciones de libros que he hecho a lo largo de estos años. Busco un bar tranquilo, el Trafalgar me gusta (siempre como bacalao), y aprovecho esas dos horas, o hora y media para pensar un poco más sobre el escritor, sobre el libro. Para improvisar notas; ya no me gusta redactar textos, me gusta dejarme guiar por la intuición y arañar unas frases con mi letra imposible. ¡Cuántas horas lejos de los míos, angustiado, con ese nerviosismo casi infantil del que nunca se acostumbra a las presentaciones! Menos mal que “Memoria de la especie” de Manuel Moyano (Córdoba, 1963) me ha gustado mucho. Me ha gustado mucho, especialmente las dos primeras partes. Es un escritor con un mundo, con sensibilidad, con ironía, borgeano, pero sus ecos son más vastos: de Marcel Schwob a Connolly, de Calvino a Cunqueiro, de Lytton Strachey al Carlos Casares de “Los oscuros sueños de Clío”, de Vila-Matas a Cioran.

Es un libro misceláneo, abierto, híbrido, pero muy atractivo. Xordica y su editor Chusé Raúl Usón aciertan casi siempre. Su catálogo es importante, realmente importante. (Hablando de catálogos, llevo más de un mes leyendo cosas muchas cosas de la Editora Regional de Extremadura y de sus editores Álvaro Valverde y Julián Rodríguez Marcos). Soy un seguidor de sus libros, y lamento que en todos esos años no haya sabido buscarles una estantería y tenerlos bellamente ordenados. Cada vez me siento más un lector de determinadas editoriales. Ser escritor de su sello me parece un verdadero sueño, un deseo, una responsabilidad, una conquista, y eso se percibe ya con perspectiva, cuando lleva más de doce años en el mercado. Veo a autores como Julio José Ordovás, Daniel Gascón, Cristina Grande, Rodolfo Notivol, Luis Alegre, Mariano Gistaín, David Trueba, Agustín Sánchez Vidal, José Luis Cano, Santiago Gascón, Fernando Sanmartín, Jesús Moncada, Javier Tomeo, Manuel Moyano, Miguel Mena, Ángel Petisme, Ismael Grasa, Fernando Martín Pescador, Chusé Inazio Nabarro, Ánchel  Conte, etc., y tengo la sensación todos ellos se han agigantado desde esa escudería, desde esa editorial que venderá más o menos pero que publica muy bellamente.

Del libro de Manuel Moyano –con quien no pude ir a cenar, y no ya por aquello de que me estoy volviendo huraño y esquivo. Tenía que revisar con Miguel Ángel París las fotos y las notas de la exposición de su padre; el catálogo entra en máquinas el martes o así-, me gustan muchos textos. De la segunda parte, “Archivo de atrocidades”, me ha gustado especialmente el primero, que tiene un fondo de ternura y humor en medio del espanto:

 

UNA GUARDA ARRASA 50.000 HAS.

AL QUEMAR UN ESCRITO DE SU ESPOSO

 

LA SEÑORA Terry Barton, guarda forestal, recibió

una carta manuscrita de su esposo,

el señor John Barton. La leyó

mientras patrullaba por el Parque Nacional

de Pike, donde prestaba sus servicios

desde hacía veinte años. Se sabe

que la pareja atravesaba un mal momento.

Terry quemó la carta de John

junto a unos pinos, y el fuego se extendió. Ese día

los vientos del Oeste soplaban muy fuertes.

Terry arrojó arena sobre la hoguera,

pero ya no pudo contener las llamas. Ardieron

50.000 hectáreas, se quemaron 80 casas

y murió un hombre. Seis mil personas

tuvieron que ser evacuadas.

El peor incendio de la historia. En el juicio

la señora Barton no quiso revelar

el contenido de aquella carta.

 

 

04/02/2006 11:19 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

ZÓCALO PASA A LLAMARSE ONAGRO

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LA NUEVA NOVELA DE FERNANDO JIMÉNEZ OCAÑA: "LA DAMA DE MEDIANOCHE"

 

Después de doce años publicando novelas y una cincuentena de títulos, la editorial zaragozana Zócalo se ha visto obligada a cambiar su nombre, que había registrado otra editorial y distribuidora de Granada, por el de Onagro Ediciones. Fernando Jiménez Ocaña (Baena, Córdoba, 1952) se lo ha tomado con deportividad: “Los abogados me han dicho que llevo todas la de perder y que no vale la pena que me meta en pleitos”. Fernando se disgustó bastante, e incluso se plantéo cerrar la empresa. Como la mejor manera de aliviar las penas es con una buena historia, el escritor y editor decidió seguir al pie de la letra el consejo de Isak Dinesen y estrena el nuevo sello con su última novela: “La dama de medianoche”.

De entrada, Fernando Jiménez explica la elección del nombre: “El onagro es el asno salvaje, y a nosotros nos gusta ser indómitos, rebeldes. Y el onagro también es una catapulta, y aquí nos gusta intentar catapultar a los jóvenes escritores. Tenemos algunos ejemplos como Carlos Castán con ‘Frío de vivir’, título que luego adquirió Emecé; ‘La escarcha sobre los hombros’ de Lorenzo Mediano, autor que figura con éxito en los catálogos de Grijalbo; ‘La vida en cuarto menguante’ de Carmen Santos, que ha sido contratada por la agencia de Carmen Balcells. Por lo demás, no hay muchos más cambios: las portadas las siguen diseñando los pintores Eduardo Laborda e Iris Lázaro”.

Los amores prohibidos de Simón

La nueva novela de Jiménez Ocaña transcurre en la posguerra, en un lugar llamado Serena, que bien podría ser Baena, la ciudad cordobesa donde nació el autor en 1952. “Hablo de un tiempo en que la gente se moría de hambre o de epidemias, algo que sucedió mucho entre 1942 y 1944. La novela está inspirada vagamente en hechos que sucedieron o que me contaron. Comprende tres historias de amor: la de un conde, que es un crápula, un auténtico calavera que ejerce, prácticamente, el derecho de pernada y se acuesta con todas las mujeres que puede; la de una criada, que tiene un novio en Pamplona. Y la tercera, la más importante del libro, es la que vive el joven Simón con la Marquesita, que es claramente una historia de amor imposible. Ella es una mujer  muy hermosa, inasequible para el muchacho. Tengo la sensación de que el espléndido retrato de ‘La marquesa de Molins’ de Federico de Madrazo de la portada del libro no le hace justicia del todo a mi personaje. La Marquesita, sobrina de los terratenientes, era más bella, más exuberante, un poco menos lánguida”.

Dice Jiménez Ocaña que la novela es como un largo “flash back”, un regreso al pasado de Simón, que tiene ahora casi 50 años y relata un puñado de historias escalofriantes en la línea de Lovecraft, Poe o “La dama de las camelias” de Alejandro Dumas, hijo, que le ocurrieron en la posguerra. “Ésta es una novela distinta a todas las mías. Es una novela gótica en la que mezclo el costumbrismo andaluz con una peripecia siniestra en un ámbito de terratenientes y jornaleros”, señala.

Recuerda que su personaje Simón surgió al recordar la película “La hija de Juan Simón”, canciones que oía yo con mi madre de niños, y de otra curiosa circunstancia: constató que había muchos enterradores en los años oscuros del franquismo que se llamaban Simón. Ese muchacho tenía en Serena fama de loco, tal vez porque era amigo del apartamiento y había aprendido a gozar de su oficio de enterrador.

*Este artículo apareció el lunes en "Heraldo". Una encantadora lectora, Leonor Alonso, me dijo que había cometido dos errores: le llamaba Baeza a Baena, y le llamaba Úbeda a Baena. Corrijo aquí los errores. Y recuerdo el cambio de título de la editorial de Fernando Jiménez Ocaña.

 

04/02/2006 13:34 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.

FÚTBOL BASE: DOBLE VICTORIA DEL SAN GREGORIO. HABLAN LOS PROTAGONISTAS

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CRÓNICA DE JORGE RODRÍGUEZ
Tarde de fútbol en la Azucarera. No hacía demasiado frío y el San Gregorio de División de Honor infantil se enfrentaba al Peñas Oscenses, equipo, en teoría, muy correoso y que había empatado en la ida contra el San Gregorio. El partido iba a  ser interesante.
El juego comenzó con el dominio del San Gregorio sin llegar a tener ocasiones de peligro. La primera la tuvo Jorge, que tras llevarse un balón dividido centro con peligro sobre el área rival, sin que Germán Cativiela pudiese llegar por centímetros. El equipo local dominaba pero el Peñas pudo crear peligro en varios contragolpes. Adrián recogió un balón en el pico del área y disparó a gol, su lanzamiento lo paró el portero y despejo a corner. Lo lanzó Javier sobre el propio Adrián que pudo ser agarrado.
Tras una gran combinación en el  medio, Jorge recogió un balón y centro de forma magistral, al segundo palo y cuando el público ya cantaba gol, Víctor Domingo remató, rechazó el portero, que la mandó alta.
De nuevo, otra combinación en el medio pudo ocasionar peligro después que Javier centrara desde la banda derecha y un defensor la sacara in extremis.
El San Gregorio atacaba y el Peñas se dedicaba a defender. Jorge cogió el balón tras un saque de banda, recortó a un defensa y se metió entremedio del otro siendo zancadilleado. Cayó al  césped.
El árbitro señaló penalti y Adrián lo marcó. A partir de este gol el juego se basó en el dominio del San Gregorio con alguna peligrosa llegada del Peñas. Tras un rechace llegó el segundo del San Gregorio marcado por Javier. Tras el descanso las cosas no cambiaron demasiado, dominio del San Gregorio, con ahora más, llegadas del Peñas que introdujo varios cambios. El Peñas pudo acortar distancias en una jugada muy clara de gol en la que su delantero  falló ante el portero. Poco después, el recién incorporado Adrián Laita sentenció batiendo  al  portero con suficiencia y facilidad.
Así el San Gregorio se  consolida en el tercer puesto realizando una gran campaña, en cuanto a juego y resultados.
    
CRÓNICA DE DIEGO RODRÍGUEZ
Justo después del partido de División de Honor Infantil, jugaron en la Azucarera el San Gregorio y Fuentes de Ebro, en Segunda Cadete. El Fuentes llegaba necesitado de puntos, anda por la zona baja de la tabla. El San Gregorio no podía dejar escapar más puntos si quería tener opciones de ascender.
Se adelantó el San Gregorio con un golazo de Hugo, quien enganchó un disparo desde el borde del área que se coló por la escuadra del Fuentes. Después marcó Rubén, de un tiro desde fuera del área, en una gran jugada entre Diego y Beto. El Fuentes acortó distancias gracias a un penalti claro, cometido por Adrián, el portero subido de Infantil.
A partir de aquí el partido se fue trabando. El Fuentes jugaba con tres mediocentros muy bien plantados, que dificultaban la salida del balón por el suelo. Pero el peligro de San Gregorio llegaba por las bandas. Así llegó el 3-1. Diego corre la banda y centra para que Beto remate a placer.
En la segunda parte el San Gregorio dominó y tuvo ocasiones para sentenciar el partido. El cuarto gol llegó tras un rápido contragolpe llevado por Rubén y Diego desde el área del San Gregorio, que culminó Ángel. En la recta final del partido, Beto marcó el quinto en un uno contra uno.
Así el San Gregorio se acerca al Ebro, el Fleta, los Agustinos y el Escalerillas, y entra de nuevo en la pelea por el ascenso.


*Jorge, el que centra y a quien le hacen el penalti, es el cronista de su propio partido. El crítico más neutral, levemente más neutral tan sólo, dice que jugó un buen primer tiempo y atestigua los centros y la jugada que abrió el marcador. Diego, el que combina por la banda derecha, también ha redactado la crónica del partido. Son dos intrusos en mi blog. Anoche me dolían los ojos. Los dos partidos contaron con un espectador de excepción: Félix Romeo. Y con otros no menos excepcionales: mi sobrino Jose, el hombre que se lee todos los artículos de prensa a diario; mi sobrina María, que es alta, cariñosa y una magnífica atleta, anoche fue a ver la gran carrera de Mayte Martínez; y mi cuñado José Luis Terol. Éste me dijo que le había sorprendido el juego tan completo y generoso de Diego. Cuando llegó, el partido de Jorge iba muy avanzado.


Hace ya algunos días que el forofo, médico y zaragocista acérrimo Ángel Artal no entra al blog. Si entrase hoy, aquí le dejamos una nota para las menudencias de la historia local de Zaragoza que está escribiendo en el disco duro de su cabeza. La foto es de un entrenamiento del denominado fútbol base.

05/02/2006 09:29 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

KAJSA BERGQVIST, RECORD DEL MUNDO DE SALTO DE ALTURA

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Kajsa Bergqvist, esa atleta estilizada e interminable, batió ayer el récord del mundo de salto de altura en pista cubierta, en Arnstadt (Alemania). Lo dejó en 2.08. Superó en un centímetro la marca de la alemana Heike Henkel, que se remontaba al 8 de febrero de 1992. Casi nada. Bergqvist es la sucesora, en  el tiempo, de Henkel, Ulrike Meyfarht (campeona olímpica en 1972, a los 16 años, y en 1984, a los 28), Sara Simeoni, Stefka Kostadinova...

05/02/2006 09:43 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

KAJSA BERGQVIST PARA MITÓMANOS / Y 3

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Era de esperar que Kajsa Bergqvist tuvieran muchos seguidores. El profesor y crítico Fernando Valls, director de "Quimera" por unos meses más, entra en el blog y deja esta nota:

"¡No te hagas ilusiones que a la saltadora de altura sueca la vi yo antes!". Para que luego digan que los intelectuales no aman el deporte.

05/02/2006 09:47 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

MARÍA MOLINER O LAS PALABRAS DE LA VIDA

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SE CUMPLEN 25 AÑOS DE SU MUERTE

 

El siete de noviembre de 1972, el escritor Daniel Sueiro entrevistaba en HERALDO a María Moliner (Paniza, 1900-Madrid, 1981). El titular era un interrogante: “¿Será María Moliner la primera mujer que entre en la Academia?”. La habían propuesto Rafael Lapesa y Pedro Laín Entralgo. El electo, a la postre, sería Emilio Alarcos Llorach. María decía una de las frases suyas que más veces se han repetido: “Sí, mi biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia. (…) Mi obra es limpiamente el diccionario”. Más adelante agregaba: “Desde luego es una cosa indicada que un filósofo entre en la Academia y yo ya me echo fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: ‘¡Pero y ese hombre, cómo no está en la Academia!”.

Este episodio fue uno de los más intensos de su existencia. Poseyó siempre una voluntad excepcional, era metódica y laboriosa hasta el infinito, y defendió un concepto de la cultura, del conocimiento, la incesante pasión por las palabras. El “Diccionario de uso del español” (Gredos, 1966 y 1967; sería reeditado en 1998) es la obra de una vida, una culminación, y en cierto modo de vivir hacia adentro porque ella, en el fondo, era una perdedora y una silenciada: había perdido el sueño de la II República, había sido maltratada por el régimen de Franco, llegó a perder 18 puestos en su escalafón laboral, y percibió un vacío casi indescriptible que llevó a emprender una tarea titánica. En la entrevista, añadía: “Había un punto, el de la tarde, en que realmente me sentía vacía, sentía que algo me faltaba y entonces me puse a trabajar en el diccionario con todo entusiasmo. Siempre estaré satisfecha de esa decisión que tomé”.

Antes de llegar a esa decisión, María Moliner construyó una biografía de pequeños matices. Nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1900 y vivió allí dos años. Era la hija mayor de Enrique Moliner, que era médico como lo había sido su padre, y de Matilde Ruiz. La familia, cuando ella tenía dos años, se trasladó a Almazán (Soria) brevemente, y luego a Madrid. Cuando ella entraba en la adolescencia, su padre se marchó a Argentina y no volvió jamás. María Moliner, su madre y sus hermanos Matilde y Enrique vivieron en condiciones extremas como auténticos personajes de Dickens, según ha recordado su hijo Fernando; la joven, apasionada por el latín y espléndida lectora, empezó a dar clases, y asumió la tarea de sacar a los suyos adelante. En esa época, debió de tener alguna vinculación con Américo Castro, que, según ha escrito la especialista María Antonia Martín Zorraquino, “suscitó el interés por la expresión lingüística y la gramática en la pequeña María”. Curso estudios de Bachillerato en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros y finalmente en Zaragoza. Se licenció en 1921, en Filosofía y Letras, en Historia, con la máxima nota y con el Premio Extraordinario. Al año siguiente, se incorporó al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos de Simancas, y de ahí pasó al Archivo de la Delegación de Hacienda en Murcia.

Allí conoció a Fernando Ramón Ferrando, licenciado en Física, con quien se casaría en 1925. Fernando Ramón era hijo de un panadero carlista de Mont-Roig (Tarragona), pero pronto se convirtió en “un librepensador de arriba abajo, sin fisuras. (…) Era una persona radical de izquierdas”. Años después, ambos lograrían el traslado a Valencia. En esos años, los que van desde la proclamación de la II República hasta la fractura de la Guerra Civil, los Ramón Moliner fueron sumamente felices. Allí María Moliner desarrolló numerosas actividades: colaboró con la Escuela Cossío, con el Instituto Escuela y con las Misiones Pedagógicas. De vez en cuando daba clases de latín y solía enseñar a sus hijos lecciones de inglés y alemán. Su inclinación por el archivo, la organización de bibliotecas y la difusión cultural, la llevaron a reflexionar sobre ello en varios textos: “Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España” (1935) y a publicar, sin su nombre, el librito “Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas” (19137), un trabajo vinculado a las Misiones Pedagógicas. Además, dirigió la Biblioteca de la Universidad de Valencia y participó en la Junta de Adquisición de Libros e Intercambio Internacional, que tenía el encargo de dar a conocer al mundo los libros que se editaban en España. Fernando Ramón ha recordado aquella atmósfera “de olor característico a papel nuevo, de diversa calidad, y a tinta de imprenta”. Tras la derrota de los suyos, su marido perdió la cátedra; ella, con el menor rango del que le correspondía, regresó al Archivo de Hacienda.

En 1946, su marido fue rehabilitado de sus cargos en Salamanca y María Moliner asumió la dirección de la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, en la que se jubiló en 1970. A principios de los cincuenta, empezó a redactar el “Diccionario de uso del español”, y poco después, cuando estaba inmersa en esa idea, su hijo Fernando le trajo de París un libro que la impactó: “Learner’s Dictionary”. María Moliner solía levantarse muy temprano, hacia las cinco de la mañana, trabajaba un poco, regaba los tiestos de flores, y se iba a su puesto; dormía la siesta un poco y continuaba anotando fichas, buscando palabras, leyendo periódicos, tomando notas de lo que oía en la calle.

Su “Diccionario de uso del español” era muy superior al de la Real Academia Española: era un diccionario de definiciones, mucho más precisas y ricas; de sinónimos; de expresiones y frases hechas; de familias de palabras. Además, anticipó la ordenación de la Ll en la L, y de Ch en la C; y agregó una gramática y una sintaxis con numerosos ejemplos. El libro tuvo un éxito inmediato y hoy es una obra imprescindible, de referencia. Miguel Delibes dijo: “Es una obra que justifica una vida”. La de una mujer concienzuda, apasionada, perfeccionista, de cuya muerte se cumplen ahora 25 años.

 

 

LAS VOCES Y LOS ECOS

Carmen Ramón Moliner: “Mi madre quería organizar el mundo a través de las palabras, de las familias, buscando siempre un punto de equilibrio”

Gabriel García Márquez:

“Hizo una proeza con muy pocos precedentes: escribió sola, (...) el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana”

 

Mª Antonia Martín Zorraquino:

 “Emprendió la elaboración de uno de los diccionarios más originales, renovadores y valiosos del siglo XX”

 “Emprendió la elaboración de uno de los diccionarios más originales, renovadores y valiosos del siglo XX”

 

Victoria Kent:

“Fue una de las más fecundas en las actividades culturales, más positiva y más modesta”

 

Colin Smith:

“Un gran diccionario; el mejor en su género que conozco”

“Un gran diccionario; el mejor en su género que conozco”

 

 

*Entre otros libros y revistas de gran interés, quisiera citar el trabajo de José Luis Cano, aparecido en Xordica en 2000: "María Moliner y el diccionario"; el magnífico monográfico de la desaparecida revista "Trébede", que coordinaron José Ramón Marcuello y Víctor Pardo Lancina, y un monográfico espléndido que publicó "Heraldo de Aragón", coordinado por Genoveva Crespo.

06/02/2006 00:34 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

ENTREVISTA CON LUIS ROYO

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LUIS ROYO, EL GRAN DIBUJANTE DE MUJERES FANTÁSTICAS

Cuénteme sus inicios…
Nací en Cutanda y mis padres fueron emigrantes. Vine aquí a los seis meses, o sea que apenas he vivido en el ambiente del pueblo, salvo los veranos que pasaba con los abuelos. La mía es la historia típica. Me gustaba la pintura de crío, mi madre me decía: "Hijo mío, haz algo útil, los pintores se mueren de hambre." Me hice delineante de construcción; luego me pasé a decoración porque parecía que era algo más artístico. Realicé algunos cursos de pintura en la Escuela de Artes y trabajé en estudios de decoración durante ocho años. Pero ya hacía cómics a la vez, exposiciones, pintaba en casa...
¿Qué tipo de pintura hacía?
Pintura muy de la época, en formatos grandes: pintura social, de crítica a Franco, a la policía, todo muy gris, a lo mejor una cabeza de policía con una lata de Popeye, esa pintura social del momento, siguiendo al Equipo Crónica o a Rafael Canogar.
Y a partir de 1978 se decantó por el cómic. ¿Quién y qué le indujo a ese cambio tan radical?
La revista Totem quizá, y el cómic que vino tras el mayo del 68. Fue como una revelación, hasta entonces sólo había visto cosas como Roberto Alcázar y Pedrín. Y me puse a hacer tebeos, dejé la decoración de golpe, fue una especie de suicidio y me encerré en casa dos o tres años. Me dediqué a hacer páginas y páginas de cómics, una cosa que ahora, viéndola en frío, me parece una auténtica barbaridad. No tenía ni idea de cómo funcionaba aquel mundo, pero acumulé trabajo, cogí una carpeta y me fui a Francia porque teóricamente era la cuna del cómic. No me corté un duro. Las editoriales de París me cogieron algo, muy poca cosa para tanto como yo había trabajado. Presentaba cómics muy surrealistas, los hacía con guiones de Antonio Altarriba, bastante extraños y nada comerciales.
¿Cómo dio el salto? Leí en sus biografías que a partir de 1981 inició sus colaboraciones en casi todas las publicaciones: El Víbora, Rambla...
Sí, fue un cambio importante porque publicaba con frecuencia. De pronto, me di cuenta de que repetir un personaje viñeta a viñeta se me hacía pesado, insufrible, me angustiaba mucho. Y pegué de nuevo un giro radical y me puse a hacer ilustraciones. Ahí me he encontrado más cómodo y ahí estoy. Soy un creador de mundos imaginarios que trabaja en dos direcciones: una cosa es el terreno de encargo, y otra mi propia libertad de creador, los cuatro álbumes u otras cosas que hago para mí. Y eso lo sigo manteniendo. Al final, cuando estoy acabando un libro como III Millennium, le digo a mi agente que no me atosigue en dos meses. Es demasiado peligroso cerrar todo de golpe, porque ese goteo de encargos también es un modo de despertar, una llamada al riesgo y al reto, y de desintoxicación. La documentación para mí es fundamental: pillo cosas de una revista de modas, del cine, del arte clásico. El artista es como una esponja. En ocasiones, me siento, me cojo los cascos y me pongo los vídeos musicales, de Prince o de otros. Y de ahí me llegan cantidad de ideas.
Me llama la atención su técnica, tan elaborada y perfecta, deslumbrante sin duda, fotográfica, el hiperrealismo del sueño. ¿Puede explicarnos cómo lo hace?
Empleo muchos materiales. Muchas veces empiezo con acuarelas, a veces con acrílicos, a veces con lapiceros, y voy metiendo el aerógrafo, es decir, que vas descubriendo la ilustración tú mismo, y al final, eso sí, cuando tienes toda la ambientación, la figura más o menos perfecta, entre el óleo para dar esa terminación. La riqueza de colorido que tiene el óleo ni la tienen los acrílicos ni las acuarelas ni nada.
Y esa fascinación por las mujeres y su desinhibida anatomía: preciosos ojos, caras, pechos, pubis, nalgas. ¿No es enfermiza?
Seré sincero: si te toca el papel de hombre al que le gustan las mujeres, idealizas un personaje y te sale una mujer. También hago hombres. La mujer es el ser que me gusta. Incluso si pienso en el ángel caído o en la iconografía de Lucifer, por abajo me salen ángeles femeninos. El desunod es uno de los cánones de la belleza, pero no siempre pinto mujeres desnudas. Nuestra civilización cambia a pasos agigantados. Y nuestro gusto de mujer también. No es lo mismo una mujer andrógina de finales de los 80, que hacía culturismo, era potente en la mirada y en cambio era más ioncente, que la de ahora, más enfermiza y a la vez más perversa. Las mujeres de hoy que están de moda tienen ese aire como de drogadictas, de tía marginada, de físico esquelético y huesudo, como podría ser Kate Moss. Dicen que nos vamos a pasar a la chica más normal, tipo Nieves Álvarez. No lo creo, porque no hay mucha perversión en lo normal, y todo tiene un punto perverso, extraño, inquietante. Por eso insisto mucho en eso de la bella y la bestia: estoy convencido de que el ser humano está lleno de rincones oscuros, que todos en el fondo somos enfermos mentales. Ni a nosotros mismos nos apetece mucho mirarnos por dentro.
¿Será esa percepción de lo oculto y de lo escabroso lo que tanto fascina a los americanos?
La americana es una soicedad totalmente enferma y puritana, el caso Clinton-Lewinsky lo ha vuelto a demostrar, lo que ocurre es que nosotros llevamos el mismo camino... Todos los países tienen sus peculiaridades: a los americanos les molesta el sexo, pero los alemanes no pueden ver la sangre. A mí me han censurado algún dibujo.
Usted parece combatir el puritanismo con glamour, belleza e incitación, bestialisimo y zoofilia.
Les voy metiendo toda la caña que puedo. En III Millennium aparece el Cristo negro. Y mi próximo trabajo, Prohibited Book, va a ser un libro de carácter sexual con escenas de homosexualidad, zoofilia, fotografías antiguas…
Suele decirse que el aragonés carece de imaginación... Usted rompe el molde.
¿Qué diría Luis Buñuel? Seamos serios. Todo mi mundo de sueños es muy importante, me he encerrado, el problema que tengo es que esto puede ser obsesivo. De repente me doy cuenta de que tengo que bajarme al Corte Inglés, sólo a que me empujen, subir y bajar las escaleras y sentir que estás en una ciudad, con gente alrededor, para saber que eres de este mundo, porque al final se te convierte en mundo real el del tablero. Y no es tontería... De vez en cuando tengo un auténtico problema de identidad: yo soy yo o lo que estoy viviendo en el tablero.
Me decían en la librería Taj Mahal que cuando se siente inspirado ni se ducha ni se cambia siquiera.
Eso lo dije en una presentación de un libro. Ahora ya me ha educado un poco más mi mujer. Hoy sí me he duchado pero a lo mejor llevaba una semana sin hacerlo porque estaba metido en un proyecto. Cuando me sumerjo en una historia, es como cuando estás cazando, incluso procuro no leer ninguna novela ni nada.
¿Dormirá, no?
Sí, hubo un tiempo en que dormía vestido y todo, para no cambiarme de ropa. Eso son enfermedades que tiene uno, soy pesimista, tiendo a la depresión y necesito la máxima concentración. La historia consistía en que nada te apartase de la idea: no abría las ventanas, no salía a la calle, no me cambiaba de ropa hasta que acabase un trabajo, es que estás en comunión, estás en ello no con los cinco sentidos, sino con veinticinco. Yo sentía que debía hacerlo así, y así lo hacía. Aguantaba por las noches, a lo mejor me echaba a las cuatro de la madrugada encima de la cama, sin desnudarme, sin quitarme los zapatos, luego me levantaba y me ponía a trabajar. Igual era falta de oficio, sufría mucho más que ahora, estaba en un puro sufrimiento. Ahora también me pasa, hago mis obras con esfuerzo y dolor, con obsesión y placer, pero ya no es tan exagerado. Cuando estoy acabando un libro de ilustraciones, en los dos últimos meses igual no salgo a la calle. Me baño alguna vez.
No sé si hacerle una pregunta...
¿Si hago el amor esos días? Por supuesto que no. De verdad.
Y ese trasfondo violento de su obra, qué es, una crítica, apología o una especie de preocupación.
Lo que me jode es que esta sociedad sea tan pura, tan remilgada, que moleste la violencia y el sexo, me resulta tan antipática y tan falsa que por ello precisamente van hacia ello mis dibujos, y son naturales. Creo que sería incapaz de matar a una mosca. Pero me gusta provocar, incordiar.
Pero, ¿quiere decir que hace apología de la violencia en su obra?
Sí, y no me importa. Tenemos una violencia interior que es una estupidez negarla, ¿no? Condúcela, contrólate. Negarla es como ir al Museo del Prado y quitar todos los cuadros de escenas violentas, nos quedaríamos con cuatro paisajese holandeses de mierda. Puedes ir a la Capilla Sixtina y ver allí unos demonios y unos cuerpos y una sexualidad explosiva, y de pronto, que estemos en el siglo XX y que estemos diciendo que la violencia, la tele, todo perjudica a los niños... Lo que es pernicioso en la tele son esas muestras de impudor, la gente contando sus penurias, que vemos ahora en cualquier pantalla. Déjales que sueñen. A los niños les gusta la violencia, les mantiene vivos. Yo recuerdo que cuando mi hijo era pequeño lo llevaba a ver todo tipo de películas o le hacía miedo con los fantasmas, y me parecía interesantísimo... Esa actitud me produce mucha antipatía. Ahora les quieren poner música clásica. ¡Por favor! Ha que darles caña para que sus cabezas se llenen de imágenes. Todo eso configura un mundo interior que es precioso. Ojo: otra cosa es coger una pistola. Desde un punto de vista creativo, la violencia, como el mal, da mucho de sí, el creador la necesita. Sin ella no se entendería la historia ni la civilización ni el hombre.
Detrás de un triunfador hay un resentido. ¿Se siente maltratado aquí?
Algo, aunque no crea que me duele. Hubo un tiempo en que me dolía más y soltaba la lágrima. Que fuera te reconozcan, que te publiquen, que te pidan exposiciones, vuelves de Estados Unidos lleno de moral e ilusiones, y que aquí ni Dios te diga nada... A menudo pienso que la gente que lleva la cultura en esta tierra está colgada de la época de la Transición, detenida, parece que se ha quedado estancada. Falta agilidad. Vas por ahí fuera y ves que la industria está más cerca de la cultura. Aquí parece que todo esté enfocado para jubilados, dicho con todos los respetos.
Hombre, están recuperando un patrimonio de gran interés.
No exagere. En Massachusetts, hay un museo de lo que es la ilustración, tengo allí obra, y en Alemania, no sé, son cosas ágiles, modernas, que les interesan a los jóvenes. Lo que aquí está desfasado es el engranaje de las instituciones y de los bancos, y sus técnicos que tienen ideas muy anticuadas y sin ambición. La cultura en Aragón huele a polilla. Siempre me ha encantado Barcelona, necesitaría tres vidas para residir allí. Hubo un momento en que parecía que nos igualábamos un poco, pero ahora de nuevo la distancia vuelve a ser abismal.
No se queje. Usted es una de las pruebas de que desde Zaragoza se puede triunfar fuera.
No me quejo. Las cosas me van muy bien. Ahora lo único que necesitas es un fax, un agente y tu trabajo. Dos días después mi obra está en Nueva York. ¿Qué más puedo pedir?
Hablemos de gustos.
Leo poca novela, sólo por motivos profesionales. Hay obras que te cuestan dos semanas. ¡Tengo que leer tantas cosas de documentación! El tiempo es el mayor tirano del fin de siglo. Me encanta el boxeo, es el deporte más plástico que existe.
He visto que en sus libros cita a Dante, John Milton, Tolkien...
Leo desde los clásicos hasta los latinoamericanos, todo lo que pillo y lo que me exige mi profesión. Apenas leo periódicos, ni siquiera soy un atento seguidor de las noticias. Soy más un consumidor de imágenes. No he visto nunca una serie de televisión.
¿Se siente aragonés o no?
Sí, sí, pero tampoco soy muy amigo de los regionalismos. Soy ciudadano del mundo. Creo que ser aragonés no significa más que ser de otro lugar, soy de aquí y me encuentro a gusto.

Entrevista publicada en: http://www.luisroyo.com/entrevista.htm

La profesora y experta en literatura Magda Díaz y Morales, que recibe y escribe en México, extrae esta entrevista con el dibujante Luis Royo, que yo publiqué en "El Periódico de Aragón" el 27 de septiembre de 1998, en la sección "Primer plano", y la culego aquí. La entrevista en la web del escritor no está firmada, y se la califica como "una de las más interesantes que se le han realizado al autor".
07/02/2006 19:20 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 11 comentarios.

PIZARRO, ELOY FERNÁNDEZ, MARISA DOMÍNGUEZ

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Por la mañana, creo que por primera vez en mi vida, asistí a una conferencia de Economía: la charla de Manuel Pizarro. Había muchos amigos; resultaba un poco incomprensible el error estratégico de la institución: dio la conferencia en un espacio angosto y descuidado a rebosar, en vez de en el Paraninfo. Pizarro estuvo espléndido, y a mí me quedó la duda de qué sentido tiene esta OPA, cuyas características son tres: es una OPA hostil, el pez chico intenta comerse al grande, y además Gas Natural no trae dinero para pagar, en el fondo –vino a decir Pizarro- vende duros a cuatro pesetas y a especular con el capital ajeno. No entiendo nada de política ni de economía: por ejemplo, me desconcierta que un parlamento como el aragonés permita que el 25 % del presupuesto sea opaco. Es decir, que no se sepa cómo se distribuye, cómo se gestiona, que no haya que dar cuenta de él. Pizarro dijo que él intentaba llevar la situación de Endesa como llevaría su propia casa, con sensatez. E hizo una defensa apasionada y con datos de los valores de la electricidad. Por cierto, me gustó mucho Eduardo Bandrés: me pareció un hombre cálido, sereno, que no vendía nada. De los políticos más transparentes y sinceros que he conocido en una intervención pública.

Mariano Gistaín y yo comimos con Eloy Fernández Clemente, que está lleno de proyectos. De grandes proyectos: va a dirigir una Historia de Aragón para “La Esfera de los libros” de 700 páginas, y contará con cuatro historiadores para que le acompañen: Francisco Marco hará la historia Antigua; Carlos Laliena se encargará de la Historia Medieval; Eliseo Serrano realizará la Historia Moderna, y el joven Pedro Rújula redactará la Historia Contemporánea. El proyecto estará listo para el 2007, más o menos. Es un encargo concreto de Imelda Navajo, esa aguerrida editora a la que le dedicaron un retrato muy poderoso Concha García Campoy y Ouka Lele. Eloy además, a quien no le molestan en exceso el menosprecio y la coz de algunos colegas (“ladran, luego cabalgo”, parece pensar. Algunos critican en los otros lo que no critican en sí mismos), está a punto de publicar un libro de Fernando García Mongay, un viaje por el periodismo y las nuevas tecnologías, y unas “espléndidas memorias de Paco Uriz”, “el poeta de Olof Palme”. Y además, Eloy, que rejuvenece a diario con lecciones de entusiasmo e ilusión, anda siguiendo la pista de Jose Oliveira Martins, el homónimo de Joaquín Costa en Portugal. Y por ahí va a dar  alguna que otra sorpresa.

Ayer me reencontré, más de un cuarto de siglo después, con Marisa Domínguez, profesor de Filosofía, madre de cinco hijos estupendos, santiaguesa pasada por Zaragoza, Oviedo y Lisboa, donde se ha comprado una casa y donde se ha jubilado. Hizo hace años una tesina doctoral sobre Rosalía, pero lo fundamental de ella, lo que la distingue, es su pasión por la enseñanza, su amor a los estudiantes. Diese lo que diese, siempre lograba seducir, interesar con la asignatura. Hace muchísimos años que no realiza exámenes, los alumnos se autoevalúan y ha sido capaz de enseñar su asignatura mediante el fútbol, el cine, la familia, la charla. Los alumnos la veneraban, y algunos compañeros le han hecho la vida imposible. Deambuló en Zaragoza por un montón de institutos. Nos conocimos en 1979 y me prestó entonces un libro menudo, de Aguilar, con “Las confesiones” de San Agustín. Ese libro, que siempre quise devolverle, me ha acompañado durante todos estos años en mis mudanzas. Ayer, me dijo: “Quédatelo para siempre. Es tuyo en propiedad”.

 

*El cuadro de Manuel Pizarro es del pintor Ricardo Mazarrón.Mariano Gistaín publica hoy su artículo en "La ciudad de las gaviotas" sobre el tema. Mariano me merece mucho más crédito que yo; el texto es estupendo.

 

08/02/2006 10:15 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

MARAVILLOSA PRIMERA MITAD DEL REAL ZARAGOZA: 3-1

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Maravillosa primera parte del Real Zaragoza. No ha dado respiro al Real Madrid. Bien plantado en el campo, con aire dominador y un juego rápido vertiginoso, tocado además por el arrebato de la fortuna, ha vencido en la primera parte 3-1. Los azules del Bernabéu se han visto desbordados en todo instante por el sentido de anticipación, la garra, la entrega y la concentración de los blanquillos. El primer gol se inició en Ponzio: vio un carril de oscura selva con luz al final del túnel y sirvió a Ewerthon; el brasileño pareció llegar en desventaja ante Helguera, triscó en los terrones, picoteó entre las piernas del rival y le desbordó por la banda. Parecía Garrincha. Llegó al interior del área, vio la llegada de Cani y la de Diego Milito, más cerca, y le sirvió a éste, que se removió con sagacidad y perfección. Gol. La segunda jugada nació de un saque de banda: despistada y vencida la defensa merengue, Diego Milito hizo lo más difícil: en vez de tirar de inmediato y en cruzado, regateó al defensa y sin dejar que el balón cayese desorientó la firmeza de Casillas, que andaba perplejo. Y más perplejo se quedó tras el centro de Cani: remató Diego Milito de nuevo, y el balón, bien dirigido, tocó en la pierna o en la bota de Helguera, y se coló de nuevo. El Madrid, apaleado e incrédulo, que no había comparecido hasta entonces, se asomó en un golpe por sorpresa: Beckham dispuso de una falta idónea para su pierna derecha, acaso un par de metros o tres lejos de su golpeo exacto. Amagó el disparo directo, acarició hacia Baptista y éste remató casi a bocajarro. Burló a Gaby Milito y se quedó más bien estático Álvaro. Aún queda mucho partido, aún queda mucha eliminatoria; el Real Zaragoza debe seguir vaciándose.

 

08/02/2006 22:00 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

6-1. SI ESTO NO ES FELICIDAD...

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Si la primera parte fue brillante, la segunda incluso la mejoró. Albert Celades impartió una lección de control, dominio del juego y sentido del pase. Estuvo bien acompañado por Generelo, como lugarteniente de esfuerzo y pundonor. Y Cani lanzó a sus puntas. Este jugador, anteayer silbado y herido, hoy es digno de la selección: ha madurado de súbito y se sabe importante y héroe. Milito incrementó la victoria al 4-1 con uno de esos goles de ariete que tiene olfato, oficio y deseos de vencer. Y luego, Ewerthon aumentó de nuevo el marcador con otra jugadas vibrantes que sólo un velocista de ébano como él puede hacer. Un jugada de felino que no desprecia presa alguna. Ayer, ganó en varias ocasiones a Sergio Ramos. Y el monumento a una noche increíble fue el sexto gol: EWerthon recibió en el pico izquierda del área del Real Madrid, realizó un magnífico sombrero a un rival y recorrió unos metros de la senda de la medialuna. Desde allí, con potencia, con ira, con energía y con ese impacto furioso de los que sueñan con vencer, empujó el balón al fondo de la red. Fue un gol de bandera: la culminación de una noche maravillosa que nos llevó a recordar aquel uno de mayo de 1975 cuando los blanquillos “paraguayos” ganaron por el mismo resultado al Real Madrid.

 

            El Zaragoza estuvo a punto de marcar en una última jugada de Ewerthon, y en un remate al palo de Álvaro, cuando moría el partido y las gradas desbordaban pasión e incredulidad. El Real Madrid ayer no se conocía a sí mismo. El Zaragoza lo empujó hacia el naufragio. Si esto no es la felicidad…

08/02/2006 23:02 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 11 comentarios.

ALGUNAS LLAMADAS Y UNA VISITA DE CARLOS LABARTA

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Tengo que escribir un artículo sobre arquitectura. La nueva arquitectura de Zaragoza. He pensado lugares, he oído las sugerencias de dos de los grandes caminantes o paseantes de Zaragoza –Félix Romeo e Ismael Grasa; el miércoles comimos en el Windsor, donde hay un magnífico cocinero gallego de Ourense, Lisardo-, he dado algunas instrucciones a ese magnífico fotógrafo que es Oliver Duch, que se ha pateado la ciudad desde Ronda Oliver a Vía Hispanidad, desde la Azucarera al Parque Bruil o los Enlaces. Sus fotos son espléndidas; estoy un poco abatido porque no sé si seré capaz de hacer algo acorde con su trabajo y esfuerzo. Cuando llegaba casi la medianoche, vino a visitarme el arquitecto y profesor de arquitectura Carlos Labarta, que es un hombre encantador. Me dio ideas, me ayudó a entender el crecimiento hacia las periferias, me sugirió algunos edificios. Como también me lo habían sugerido Basilio Tobías, José Manuel Pérez Latorre y otros. He intentado hablar con mi admirado Luis Franco. Carlos es un auténtico caballero, un hombre delicado y afable que te ayuda a entender. No fue un gran día para mí, llevo algunos días enfermo, muy cansado, sin inspiración alguna, enfriado, con gripe, con fuertes dolores en brazos y piernas, pero he recibido algunas buenas noticias a modo de alivio.

 

Me ha llamado Fernando Sanmartín, entrevistará con Félix Romeo a Cees Nooteboom el día 24 en el Paraninfo; me ha llamado Javier Torres para sugerirme que pusiera un contador en el blog. Eso sí que no, le dije con el cariño debido. Escribo por placer y no quiero saber quien entra o sale. No querría preocuparme por saber si tengo o no lectores, los agradezco infinitamente, pero no quiero contarlos ni saber de donde son. También me ha llamado Juan Abeleira para decirme que Manolo Bragado de Xerais entra de vez en cuando en estas páginas. Bragado es uno de esos grandes editores de la periferia que ha convertido a Xerais en una auténtica casa de cultura del mundo. Tiene un magnífico blog, que visito con frecuencia. Es un auténtico blog de editor curioso y reflexivo.

 

10/02/2006 01:15 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

BERNARDINO GRAÑA, O POETA DO MAR EN ZARAGOZA

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LITO, O FUTBOLISTA LIBREIRO DE CANGAS DO MORRAZO

 

[Maraxe

Onte presentamos o libro de conversas de Bernardino en Maraxe. O acto foi moi bonito, sobre todo polo moito que contou o noso grande poeta do mar dos seus anos máis mozos, desde o seu intento de embarcar coma polisón coa pretensión de chegar a Venezuela ata as súas peripecias nos xantares dos bares de estraperlo en Vigo. Bernardino amosouse lucidísimo e agarimoso con todos os seus veciños, que ateigaron o local.
O libreiro de Maraxe é Lito, o que fora dianteiro centro daquel inesquecible "Celta galego" de Costas, Manolo e Villar. O traballo deste libreiro futbolista demostra que aínda é posible concibir a libraría como un espazo comercial e, ao tempo, referente cultural e punto de encontro dunha comunidade. Cun fondo moi digno, espazos especializados en literatura galega e para os pequenos e, sobre todo, moita iniciativa cultural Maraxe é hoxe o referente do libro no Morrazo. Beizóns para este libreiro fantasía!!!]

Este é o artigo que publica Manolo Bragado, editor de xerais, no seu blog bretemas.blogspot.com. O Celta, ainda que eu son coruñés, foi un equipa da miña infancia tamén. Acórdome ben de xogadores como Bermúdez, Pedrito, Manolo, Domínguez, Costas, Rivera, Villar, Lezcano, Doblas, Rodilla, Juan, Santiago Castro, Jiménez, Sanromán, máis adiante Manuel Fernández Amado, galego de Ferrol... Pero tamén sospeito de que o Bernardino do que fala non é outro que Bernardino Graña,autor de moitos libros, pero dun magnífico: "Profecía do mar". Bernardino foi profesor de Instituto en Zaragoza,donde viviu varios anos.Tiña moi bon recordo da cidade. E como bon mariño, paréceme que unha vez faloume de paixóns felices aquí.

 

*A foto é de Bernardino Graña, mariñeiro romántico y poeta. 

10/02/2006 10:51 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

LOS CINES DE POSGUERRA EN ZARAGOZA

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ILUSIÓN, ESPLENDOR Y CAÍDA DE LOS CINES CLÁSICOS

 

Zaragoza ha sido una de las grandes ciudades del cine en España durante el siglo XX. Dentro de este empeño constante por ocupar un lugar de referencia fueron fundamentales sus salas de proyección. Amparo Martínez Herranz (Zaragoza, 1966) ya las había estudiado hasta la Guerra Civil en “Los cines en Zaragoza, 1896-1936” (1997). Ahora completa el proyecto con “Los cines en Zaragoza, 1939-1975”, el primer título de la editorial Elazar, repleto de información, de planos, de fotos. Efectúa un recorrido, local a local, donde explica la empresa que lo patrocina, el arquitecto que lo realiza, a qué tipo de arquitectura pertenece, su decoración, en qué año se inauguró, con qué película, cuál fue el eco en la prensa. El cine ya se había convertido a principios de los años 30 en el gran reclamo para el público porque estaba dotado de sonido, color, se consideraba Séptimo Arte, y “sustituyó definitivamente al teatro”.

Cuando se produjo la Guerra Civil, no hubo proyecciones hasta el 2 de agosto; a partir de entonces se dio una actividad más o menos regular en las grandes salas: Salón Doré, Ena Victoria y Alhambra. Agustín Sánchez Vidal sugiere en el prólogo que el cine y, en particular este libro, recoge el latido de una ciudad, y recuerda que “hasta bien entrados los años cincuenta, los cines eran refugios. Lo eran en sentido literal, en virtud de una disposición oficial, denominada Defensa Pasiva, para protegerse de los ataques aéreos; desde 1939, como secuela de la Guerra Civil; hasta 1945, por lo que pudiera deparar la Segunda Guerra Mundial; y, tras esa fecha, la guerra fría”.

 Algunas salas se convirtieron en improvisados cuarteles de requetés durante la contienda, como el Frontón Aragonés, y en otras como Circo o Parisiana, a partir de 1937, se abonaron a la propaganda del régimen de Franco con la proyección de películas como “Camisas negras” o “Toma de Málaga”. Los primeros años de posguerra la construcción de salas se paralizó; funcionaban ocho recintos –España, Dorado, Ena Victoria, Goya, Alhambra, Frontón Cinema, Actualidades e Iris-, a los que se sumaban cada vez más el Teatro Circo y algunos salones privados como el Fuenclara y el Blanco. En medio de un país que había pasado del racionalismo al racionamiento, a la autarquía, se cerraron algunos espacios y se abrieron otros: el Ena Victoria, cuyo lema había sido “Moralidad y confort”, dio paso al Victoria, nombre que quería simbolizar el triunfo que había logrado el franquismo. El Victoria se construyó en 1943, igual que el Gran Vía. Fue obra de José de Yarza García, que tendría un elevado protagonismo en la edificación de salas en la posguerra, y se inauguró con su preceptivo refugio antiaéreo y 833 butacas el trece de octubre. La empresa había anunciado en la prensa que se producía la “reapertura del local predilecto del público”. Pertenecía a una de las dos empresas del momento, Quintana (la otra era la empresa Parra) y estaba ubicado al principio de la actual Conde de Aranda, donde había estado la popular Posada del Chapero. El cine Gran Vía se había abierto unos días antes. Era un proyecto del arquitecto Miguel Ángel Navarro, que había reformado el Ena Victoria y había culminado el Alhambra, que su padre Félix Navarro no pudo acabar. Poseía ciertas reminiscencias racionalistas y un carácter más bien monumental. Uno de sus rasgos característicos era el tratamiento del techo: una sucesión de líneas paralelas convergían en la pantalla. Tenía 234 metros cuadrados de superficie y 603 localidades. Se inauguró con “Suez” con Tyrone Power, una película que estuvo un solo día en cartel,  y el establecimiento fue saludado por la prensa local “haciendo gala de una fría corrección”. Al narrar la historia del cine Gran Vía, que podría considerarse un cine de barrio en su época, Amparo Martínez recuerda la dramática historia del arquitecto Miguel Ángel Navarro, que fue delatado por un colega y condenado a muerte, de la que huyó de puro milagro.

        El cine Elíseos fue obra de Teodoro Ríos Balaguer, que había estado implicado en el diseño en 1914 del Salón Doré y del Argensola veinte años después. Aquel espacio llamó la atención por su decoración con mármoles, madera, latón y terciopelo, “una decoración de corte historicista, de reminiscencias clásicas”, que quiso imitar “en las salas de cine el lujo y la espectacularidad de las películas”. Se abrió el 22 de diciembre de 1944 con “Me casé con una bruja” de René Clair. Ese cine fue gestionado por la Sociedad Anónima Eliseus, que también abrió el cine Delicias, en marzo de 1945, como sala de reestreno. El cine Rialto fue un ejemplar caso de cine de barrio; se estrenó en febrero de 1949 con “Noches en el paraíso”, pasó inadvertido para la prensa su apertura, y acabaría siendo cine de Arte y Ensayo, y sala X. En 1977, casi dos años exactos después de la muerte de Franco, proyectó “El acorazado Potemkim” de S. M. Eisenstein.

El panorama cinematográfico cambió mucho en los años 50: se evidenció la hegemonía del cine norteamericano, se notó la fuerza del neorrealismo italiano y de la “nouvelle vague”, con sus iniciales escaramuzas, y además empezaba a surgir un nuevo cine español con películas de calidad y de éxito. Amparo Martínez recuerda que la década de los 50 fue la del esplendor por “el crecimiento extraordinarios de los cines”, hubo 16 nuevos en ese período, por las reformas constantes, la renovación de equipos de sonidos y el enriquecimiento de la arquitectura, que ya aparecía vinculada a movimientos internacionales. Además, también surgió una nueva empresa, que se sumaba a las tres existentes, Parra, Quintana, Eliseus: Zaragoza Urbana, fundada por Manuel Escoriaza y Felipe Sanz Beneded y coordinada por el hijo de éste, Felipe Sanz Briz. Zaragoza Urbana, la única empresa local que sigue existiendo, llegó a administrar los cines nuevos que estaban naciendo: Palafox, Rex y Coso; y toda esa red maravillosa de cines de barrio, que tanto ha elogiado el escritor y cinéfilo José María Conget, compuesta por los cines Norte, Salamanca, Torrero, París, Pax, Roxy, Madrid y Dux. A todos ellos, así como a El Dorado, que decoraron Santiago Lagunas, Fermín Aguayo y Eloy F. Laguardia, y al Coliseo o el coqueto y elegante Don Latino, decorado por el pintor Luis Berdejo, les dedica páginas y páginas la autora. Tiene una gran importancia el Fleta, inicialmente conocido como Teatro Iris, que nació en el complejo de atracción Iris-Park y fue obra de José de Yarza García. Se estrenó en febrero de 1955 y se le cambió el nombre por sugerencia de HERALDO. Podría estar inspirado en el City Theatre de Ámsterdam(1935) y contó con un impresionante mural de Javier Ciria. El epílogo brillante para el libro y para este momento, ya en los 70, son dos grandes cines: el Don Quijote (éste ya ha desaparecido: ha dado lugar a un casino) y el cine Cervantes. Como se ve, muchos de estos locales  han desaparecido, pero este libro los recuerda, los evoca, y nos invita a vivir de nuevo en la mágica oscuridad de su memoria.

 

"Los cines de Zaragoza, 1939-1975". Amparo Martínez Herranz. Prólogo de Agustín Sánchez Vidal. Elazar. Zaragoza, 2006. 366 páginas.

10/02/2006 23:36 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 8 comentarios.

EVOCACIÓN DE JULIO ALEJANDRO CON EL MAR AL FONDO

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NOTAS PARA UN CENTENARIO / 6

 

 

Siempre recordaré la primera vez que vi a Julio Alejandro de Castro. Habíamos hablado varias veces por teléfono y tenía una imagen suya que había inmortalizado Rogelio Allepuz: con su barba de marinero, entre gris perla y bruna, y el porte señorial de alguien que volvía del mar. En el hotel Goya, con un jersey claro de algodón, muy cerca de su hermano Fernando, Julio parecía otro: aquel tío de América, cariñoso y suave, al que llevábamos media vida esperando. En cuanto se puso a hablar, llenó el aire de susurros, de sabiduría, de navíos y olores, y de añoranza sin pena. Lo recordaba todo: su niñez asombrada en Huesca y ante el Moncayo que parecía un gigante de piedra y pájaros, el muro que cercaba la vida secreta de los monjes de Veruela mientras caía la nieve, los encuentros de su padre y Antonio Machado en un vagón de tercera, la visita hacia 1932 al poeta en una casa más bien decrépita o humilde, de escaleras chirriantes, cuando fue a pedirle que le prologase su primer libro de versos La voz apasionada (1932). Recordaba, juraría que ante un refresco de naranja, cómo había descubierto el océano en San Sebastián, su posterior vocación de marinero, aquellos días en que se convirtió en lector con un fanal oculto bajo la frazada de las sábanas.

 

         Su vida, así narrada, dibujada aquí y allá en el aire con sus huesudas manos que acariciaban un bastón, parecía un canto épico. No le faltaba de nada: pasiones y anécdotas, en Madrid era conocido como Castro el Feo frente a un homónimo conocido por Castro el Guapo, al que las chicas dejaban de desear en cuanto abría la boca; rescates heroicos en Somosierra, nada menos que a manos de Indalecio Prieto, peligros de muerte en Filipinas o estampas de naufragios. Nada le gustaba más que contar cómo zozobró el Blas de Lezo II en la Costa de la Muerte y cómo fueron saliendo, uno tras otro, los diez o doce hijos del capitán. Y le entusiasmaba hablar de sus amigos: Vicente Sánchez o Agustín Sánchez Vidal, que acababa de prepararle la edición de Singladura. Ambos serían, en 1995, quienes sepultarían sus restos, primero en Veruela, junto al fantasma errante de Bécquer, y luego en el campo. Ese día, Rafael Azcona dejó de ser huraño y secreto, y le dijo adiós ante el Moncayo. Pero también serían amigos imborrables para él Alberto Sánchez, Luis Alegre, José María Gómez, Alfredo Castellón, David Trueba y tantos otros, a los que seguramente saludaría como a él le gustaba hacerlo: "Te quiero, cabrón".

 

         Entre sus grandes devociones había estado Luis Buñuel. Se conocieron en México hacia 1953. Ambos colaboraron en la adaptación de Cumbres borrascosas de Emily Brönte. Buñuel le dijo: "No quiero que haya ninguna escena de amor". La propuesta era sorprendente, pero desde entonces aprendió que el realizador tenía la facultad de leer un guión, repasarlo, hacerlo suyo y acabar dándole la vuelta como a un calcetín. La relación con él no era fácil. Julio Alejandro representaba la sensualidad, amaba los objetos, la alegría, los sentimientos, la intimidad femenina, y a Buñuel ese mundo luminoso le producía pudor o pavor, prefería ver los perros negros del alma: los miedos del sexo, de la fe, la guadaña amenazante de la muerte. Juntos colaboraron en películas capitales como Nazarín, Simón del desierto, Tristana, Viridiana y El ángel exterminador. Fue en Simón del desierto donde comprobó la afición de Buñuel a leer vidas de santos y la fascinación que ejercía sobre él la pierna, muerta y enterrada, de Miguel Pellicer. En Nazarín, recordaba Julio, las cosas no habían ido demasiado bien porque Buñuel empezó a padecer una violenta sordera que le incomunicaba con los demás. Contó la anécdota de Rita Macedo que se disfrazó de ramera con una ropa andrajosa, se maquilló espléndidamente, y fue a visitar a Buñuel para que le diese el papel; éste no pudo negarse ante la mujer y excepcional actriaz que acababa de ser reemplazada en el corazón de Carlos Fuentes por Jean Seberg.

 

         Tras aquel encuentro de 1989, hace ahora una década, se produjeron otros muchos: en Bulbuente, en Zaragoza y en Jávea, donde le visitÉ dos veces; la última exactamente una semana antes de su muerte. Era atento y cuidadoso: lo mismo explicaba la historia de sus camas de marinero, de aquellos mascarones y baúles que tenía, de sus cuadros chinos o de su loza antigua, y de sus mantones y joyas y objetos de escribir, adquiridos a los chamarileros y anticuarios, que recordaba el día de tu cumpleaños con la mejor tarta posible o un arroz a banda. O entretenía a los niños narrándoles historias de cazadores y tigres, hasta que se quedaba estupefacto cuando uno de ellos, que se le había resistido una y otra vez, le preguntaba: "¿Y quién les manda a los cazadores disparar a los tigres?". A los tres días, me llamó por teléfono para dictarme un poema titulado: “La perplejidad de Diego”.

 

         En aquella estancia de despedida, en su casa de Javea, Julio Alejandro siguió recomponiendo los versos de su poema épico: recordó su amistad con García Márquez y Juan Rulfo, describió los hermosos pies de Dolores del Río y la locura de amor de aquel amante rico que le llenaba el baño y el tálamo de gardenias. Su imaginación y su memoria parecían no acabarse nunca. Siempre extraía una teoría, una sentencia, un pensamiento poético, una receta gastronómica, era el hombre que se resistía al tedio, el fabulador insomne, el hombre bueno e irrepetible, aunque también padecía una soledad honda e irrespirable, la soledad del hombre de diez siglos que ha amado mucho y que mira a la muerte frente al manso oleaje: se levantaba a las cinco de la mañana, envuelto en un poncho, y salía a la terraza con sus "hermosos ojos de agua nublada". Abría un cuaderno y se ponía a escribir hasta que el sol levantisco le enceguecía los recuerdos.

 

*Portada de  la biografía que le ha dedicado el escritor José Antonio Román en la Biblioteca Aragonesa de Cultura.

 

11/02/2006 00:11 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

OTRA LECTURA DE LOS CUENTOS DE CRISTINA GRANDE

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El estupendo periodista Sergio del Molino, estupendo porque sabe de todo y de todo escribe con sensatez, precisión y un punto de locura, excelente narrador también, publica en su blog una nota sobre "Dirección noche" (Xordica, 2006). Como es un libro que me ha gustado mucho,  lo copio aquí por si hubiese algún despistado que no frecuente el blog de Segio. El texto es de Sergio del Molino.

 

LOS CUENTOS DE CRISTINA GRANDE.Por Sergio del Molino

[Acelerado, con los dedos abrasados de sostener el café con leche en vaso de cartón que me compro siempre en la Plaza de Aragón y buscando en los bolsillos la maldita tarjeta nueva que nos han dado para acceder al periódico, me cruzo por la mañana con Félix Romeo y acabamos tomando un café en La Factoría, mientras dejo que se enfríe en mi mesa el maldito vaso de "Fresh and Ready" (¡y una mierda Fresh! El mismísimo infierno es eso).

"Te he traído un regalito", me dice, dándome Dirección noche, el segundo libro de relatos de Cristina Grande, su chica (¿será políticamente correcto llamarla así? Nunca sé cómo referirme a las parejas de la gente. Perdonadme). Lo edita preciosamente Xordica y ha salido a la venta esta semana. Como después de ese café con Félix me he bebido el de "Fresh and Ready", que de Fresh seguía sin tener nada pese al tiempo transcurrido, me he puesto como una moto. Antes de comer creo que han caído cinco cafelitos, uno de ellos, de la máquina del pasillo (¡maldita, apártate de mí!), y todos en grata compañía. Por la tarde he seguido el ritmo de ingestión cafeínica sin decaer, por lo que he llegado a casa, pasadas las diez de la noche, perdida ya la cuenta y con unos ojos como platos. Así que no he necesitado mi meda hora de apoltronamiento habitual después de cenar. En su lugar, me he ventilado en menos de una hora el libro de Cristina. No, no me estoy tirando un farol, es que son menos de cien páginas.

Cristina Grande había publicado en 2002, y también en Xordica, La novia parapente, que Antón Castro dijo que le recordaba a "las abruptas pasiones de Bukowski". A mí, Dirección noche me parece un manotazo a la retórica y a la grandilocuencia. Puestos a hacer odiosísimas comparaciones, me recuerda un poco al espíritu de la película Flores rotas, a ese vicio de contar historias por el placer de narrar, y hacerlo como cuando charlas con un amigo. Es una frescura (y no la del café), o mejor, una desnudez literaria muy rara y muy costosa de escribir, pero que a Cristina parece brotarle sin esfuerzo: "Cuando dijo soy una buena persona supe de inmediato que me había confundido de hombre" o "Tengo treinta y ocho años. Quince arriba, quince abajo, mis dos amantes se llevan treinta". Dos grandes arranques a dos de los relatos del libro.

Si fuera un crítico sesudo diría -como le he leído a un verdadero crítico sesudo hace poco- que Cristina Grande cumple los requisitos exigibles al cuento contemporáneo: brevedad, contención expresiva y que lo implícito se abra a infinitas direcciones desde un plano explícito impresionista y aparentemente banal. Pero como yo no creo que haya ningún requisito exigible al cuento contemporáneo más allá de que esté bien escrito y no deje al lector impasible, diré que mi corazón late ahora a ritmo normal, y no al de la cafeína, porque los relatos de Cristina han calmado las pulsaciones para acompasarlas a su ritmo, al de su literatura. Me ha hecho sonreír y me ha metido en su mundo, y eso, en los tiempos que corren, es decir mucho. Enhorabuena, Cristina.]

11/02/2006 14:16 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

VÍCTOR MUÑOZ, EL OTRO HÉROE DEL 6-1

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Víctor Muñoz, ese genio del fútbol que entrena al Real Zaragoza, tras pasar por el Mallorca, Logroñés, Villarreal y Lleida. Ha sido uno de los centrocampistas más impresionantes del fútbol español en el Real Zaragoza, en el Barcelona, en la Sampdoria, un ejemplo de profesionalidad absoluta. Jugó con futbolistas tan extraordinarios como Schuster, Maradona, Archibald o Toninho Cerezo, y jamás desentonó.

 

Lo dicho, como suplica un zaragocista anónimo: Víctor Muñoz es un genio.¡Viva Víctor Muñoz! Luis Alegre tiene por ahí, en folios redactados en McIntosh, una biografía de su gran amigo.

11/02/2006 14:26 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

CRÓNICA DE UN SÁBADO IRREGULAR

DIEGO PASA DE LA EUFORIA A LA CATÁSTROFE; JORGE PARTICIPA EN UN GRAN CHOQUE

No estaba seguro de si podría levantarme ayer. Uno de esos catarros complicados con debilidad general parecía querer estropearme el sábado. A las siete y media de la mañana, por fin, me he fui con Diego al campo José Luis Violeta del Montecarlo. Diego salió en la formación titular, como siempre, pegado a la banda, en la doble labor de interior de repliegue y de exterior derecho que debe profundizar, desbordar y servir balones. Su primera parte fue correcta, y en cierto modo también la del San Gregorio; aunque al final, por falta de consistencia en la línea central y desconcentración y muchos fallos ante el portero rival, el equipo visitante perdió por 6-3, tras haber ido ganando con comodidad por 2-0 y 3-1. La defensa tampoco hizo un buen partido, y Diego se desmoronó. Más que desmoronarse exactamente, le faltó algo más de compromiso y ambición en un partido que caía a la deriva y en el desorden. Esta vez, el buen entrenador Pepe ni siquiera tuvo los reflejos de trasladarlo a la posición de medio centro para que robase balones y buscase su larga zancada, una zona donde reinaba la anarquía más absoluta. Faltando quince minutos lo mandó a la ducha, y a otros jugadores importantes, como quien pierde la fe en el partido. Con este inesperado resultado, el equipo C de cadetes pierde algunas de sus posibilidades de pugnar por la segunda plaza.

Jorge salió de suplente. Jugo a las cinco de la tarde en el Stadium Casablanca. Para mi gusto, un tanto incompresiblemente tras el buen partido que había hecho el pasado sábado. Sin embargo, Casablanca y San Gregorio libraron un partido emocionante, intenso, jugado con limpieza, con alternativas, con incertidumbre. Y con un arbitraje más bien malo, que tampoco alteró el resultado final de empate a uno. Primero marcó un precioso tanto Javier, extremo derecho del San Gregorio; en la segunda parte, igualó el central zurdo de los verdiblancos. Jorge salió cuando faltaban diez minutos, y profundizó un poco por su banda e intentó aprovechar algunas diagonales. Al margen de mi pasión paternal, siempre querría que jugase, claro está, creo que debió salir mucho antes: el partido del San Gregorio fue bueno, pero creo que habría sido un poco mejor con una delantera más habilidosa y rápida y con Víctor Domingo en su auténtica puesto: de ariete. Y además, en los dos últimos partidos, ante el Salvador y el Peñas, Jorge había sido determinante. Hoy, por esas cosas de la táctica, Víctor jugó de extremo izquierdo sin demasiado brillo. El resultado, la honesta batalla librada con pugnacidad y eficacia, no permite ser crítico con el entrenador. El empate le da la razón, pero un cambio antes tampoco se la habría quitado, sospecho…

 

12/02/2006 00:43 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

JOSÉ ANTONIO MILLÁN, PREMIO BLASILLO DE HUESCA

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José Antonio Millán es una de mis predilecciones en la red. Por sus libros, por su pasión por los diccionarios, por el diseño de su página, por su gusto por la puntuación, por las cuidadas fotos que publica, por su inmensa curiosidad, por la inmensa gama de saberes que atesora, por los textos que cita (uno de los últimos es un espléndido poema la nobel polaca Szymborska), por su gran conocimiento del castellano y de los idiomas en general. Acaba de recibir en Huesca, dentro del Congreso de Periodismo Digital que dirige Fernando García Mongay, el premio Blasillo, que anteriormente ganaron Mariano Gistaín y Arcadi Espada. No tengo el gusto de conocerlo, pero su página es una de las que más justifican internet y una lectura diaria.

La web de José Antonio Millán es jamillan.com

 

El blog de José Antonio Millán es jamillan.com/lbblog6.htm

 

12/02/2006 20:05 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

MIGUEL PARÍS: MEMORIA DE UN ARCHIVO*

20060213004234-paris.jpgEL CORAZÓN ESTREMECIDO DE UN HUMANISTA 

En una ocasión, definimos a Miguel París Plou (Letux, Zaragoza, 1921-Zaragoza, 2004) como “la memoria visual de Aragón” y lo fue en varias direcciones: por su dilatada trayectoria fotográfica que cuidó y ensanchó hasta el día de su muerte y por su condición de operador de cámara y de auténtico pionero en la televisión en Aragón; ingresó en TVE en 1958 y permaneció hasta 1986, 28 años, nada menos. Eso quiere decir que muchas de las primeras imágenes televisivas que tenemos de Aragón las tomó el entusiasta e incansable Miguel París, el reportero indómito y desvelado que a nada le hacía ascos. De hecho, más en serio que en broma, solía decir: “Yo lo he inaugurado todo. Todo”. Era cierto: había estado allá donde la actualidad ofrece un rasgo novedoso o pintoresco, allá donde la vida cocinaba sus emociones, sus temblores y sus desgarros.

En una ocasión, definimos a Miguel París Plou (Letux, Zaragoza, 1921-Zaragoza, 2004) como “la memoria visual de Aragón” y lo fue en varias direcciones: por su dilatada trayectoria fotográfica que cuidó y ensanchó hasta el día de su muerte y por su condición de operador de cámara y de auténtico pionero en la televisión en Aragón; ingresó en TVE en 1958 y permaneció hasta 1986, 28 años, nada menos. Eso quiere decir que muchas de las primeras imágenes televisivas que tenemos de Aragón las tomó el entusiasta e incansable Miguel París, el reportero indómito y desvelado que a nada le hacía ascos. De hecho, más en serio que en broma, solía decir: “Yo lo he inaugurado todo. Todo”. Era cierto: había estado allá donde la actualidad ofrece un rasgo novedoso o pintoresco, allá donde la vida cocinaba sus emociones, sus temblores y sus desgarros.

 

         Miguel París nació en los páramos y estepas de Letux, y pronto dejó esos paisajes por los de una Zaragoza convulsa por las huelgas, los atentados anarquistas y la agitación de la dictadura de Primo de Rivera. Estudió en las Escuelas Pías hasta la Guerra Civil. Se sabe que con poco más de 16 años combatió en la sierra de Alcubierre frente a los anarquistas procedentes de Cataluña. Tras la victoria del general Franco, no tardó en incorporarse a la División Azul. Él mismo narró que partió de Zaragoza el uno de julio de 1941, con veinte años recién cumplidos. Se desplazó a Vitoria, salió de España por Hendaya y posteriormente marchó a Selva Negra. Y de allí a tierras polacas. Contó al periodista Ricardo Vázquez-Prada que llegar hasta el frente, situado a más de 1.000 kilómetros, le costó más de un mes de andar y andar a razón de 30 kilómetros diarios, como un pesado cargamento a sus espaldas. Pelearía en diferentes frentes: Possad, Otenski, la bolsa de Sapolje, “donde estuvimos cercados dos meses”, Nowgorod, Leningrado y Krasny-bor, el lugar en que se comportó como un héroe y se jugó la vida. “En Nowgorod se había instalado la plana mayor del batallón de zapadores 250 y allí estaba también la tercera compañía de zapadores de asalto, a la cual yo pertenecía. Era una brigada o sección especial, y nuestro cometido era hacer posiciones, es decir, establecer trincheras y posiciones, y en suelo enemigo levantar los campos de minas, cortar las alambradas y dar los golpes de mano para preparar el ataque a las unidades”, recordaba Miguel París, y evocaba inmensas nevadas y temperaturas de hasta 30 grados bajo cero. Añadía que había 20 aragoneses con él y que, de los siete que volvieron con vida, ninguno regresó ileso. En medio de los combates, Miguel oyó un día una proclama de Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”. “En Possad, ‘La Pasionaria’ nos dedicó una arenga a través de los megáfonos enemigos. Nos dijo que el camino más corto para llegar a España pasaba por Moscú, donde seríamos bien recibidos y bien tratados. Luego nos pusieron música española, pasodobles y, sobre todo, jotas. Fue muy emocionante escuchar allí aquella música, y algunos lloraban”. Miguel estuvo a punto de morir un día de abril de 1943 en una batalla en Karsny-bor, algo que redactó primero en su diario, oculto durante muchos años, y que contó luego a Vázquez-Prada para Heraldo de Aragón: “La hazaña consistió en destruir un tanque enemigo que estaba causando un gran número de bajas entre los españoles. Se escondió primero fuera del alcance de las ametralladoras del carro y luego subió a él, por la torreta introdujo varias bombas de mano que explosionaron y provocaron el incendio del tanque. Trozos de metralla alcanzaron a Miguel París en su pie izquierdo y ante el peligro de la gangrena gaseosa fue trasladado primero al hospital de Riga y desde allí repatriado a España”.

 

           Ya en Zaragoza, Miguel París no tardó en recuperarse. Antes de convertirse en el gran reportero para todo que iba a ser, alcanzaría fama como deportista. Vinculado desde muy joven con el Club de Natación Helios, realizaría una exitosa carrera en el tenis, donde ganó varias veces el campeonato de Aragón y del sur de Francia, y también en el atletismo, especialmente en el lanzamiento de jabalina.

 A partir de 1946 empezará a dedicarse a la fotografía, que será para él una pasión, un oficio, una manera de entender y de resumir el mundo. Casado ya con María Luisa Ramírez, con quien tendrá cinco hijos, pronto se convertirá en el fotógrafo oficial de la Diputación de Zaragoza, y eso significaba que viajaba continuamente. Alguien lo calificó como “un reportero de carretera y manta”, y lo fue. Allá donde había una noticia, allá donde presumía que había una instantánea diferente, allá se iba. Lo captaba todo, y llegó a tener hasta su jubilación un importante estudio en la calle Don Juan de Aragón con muchos empleados. Poesía la exclusiva de las fotos del hotel Savoy, de La Seo, del Pilar, del Centro Mercantil o de las fiestas de la alta sociedad en la Lonja. Colaboraba con agencias nacionales como Efe y Cifra, en periódicos como Amanecer, Heraldo o la edición aragonesa del diario Pueblo, en un tiempo en que ya compatibilizaba la fotografía y la televisión. En Pueblo, dirigido por Santiago Lorén, coincidió con periodistas como Joaquín Gazo, Manuel García de Frutos, Manuel Rotellar, Enrique Calvo, Chema Mendoza y Luis del Val. Fue Luis del Val quien dijo que lo vio llorar ante algún cadáver, tras un incendio, un accidente de tráfico o la caída de un autobús al Ebro, pero que enseguida se reponía y se volvía a trabajar con un olfato especial para la información, que era una de sus virtudes: olía la noticia de primera plana como nadie. En una necrológica aparecida en El Periódico de Aragón, recordaba del Val: “Durante bastante tiempo, en la edición aragonesa del diario Pueblo nos unió profesionalmente una sección que se titulaba ‘Guapas en el club Pueblo’, y donde Miguel tomaba una imagen, digamos que erotiquilla de la guapa de turno, y yo le hacía una tópica entrevista. Para tener material de reserva, salíamos a las doce de la noche y nos recorríamos todas las salas de fiestas de la Zaragoza de entonces, hasta las dos o las tres de la madrugada. Al cabo de unos meses no había cupletista, tonadillera, vocalista, cantante o ayudante de mago ilusionista que no nos fuera familiar. La desenvoltura de Miguel, su descarada conversación, chispeante y sin pizca de grosería, conquistaba a las damas que se quedaban encandiladas ante la verborrea desenfadada y simpática de aquel fotógrafo, desde luego mayor que el plumilla que le acompañaba, y, también, mucho más seductor”.

 

         El mismo año de su muerte nos encontramos con Miguel París en la exposición de Luis Mompel. Dijo entonces que tenía un archivo de más de 400.000 negativos. Al escritor y periodista Juan Domínguez Lasierra le contó que, en realidad, tendría 680.000. El archivo cuenta con muy pocos contactos y con pocos positivos, pero está muy ordenado desde finales de los años 40 hasta finales de los años 70. Entonces, ya hacía menos fotos: trabajaba más con la cámara  de televisión y ya tenía como compañeros a sus hijos Miguel y Nacho, que han seguido su carrera en la fotografía y sobre todo en la televisión.

         En su archivo hay de todo: reportajes completos de las inundaciones de los años 60 en Valencia; de una actuación de Monteserrat Caballé y su marido Bernabé Martí en el Teatro Principal; de los rodajes de “Salomón y la reina de Saba”, con Tyrone Power alzando las manos en Valdespartera, o de “Culpable para un delito” con la presencia de Hans Meyer. Hay numerosas instantáneas de personajes célebres (desde Pablito Calvo a Marisol y Pinito del Oro, desde Antonio Garisa, Mayrata O’Wisiedo, El Cordobés y Rocío Jurado a los futbolistas Carlos Lapetra y Marcelino Martínez Cao y a Ángel Nieto, subido en su moto), recoge en una veintena de tomas las dos estancias de Ramón José Sender en Aragón en 1974 y 1976. Y fue testigo de congresos de gitanos en Zaragoza, de las primeras tractoradas que hubo en España, de las últimas manifestaciones multitudinarias de Franco en 1970 o de  sucesivos viajes del Príncipe, y luego Rey, Juan Carlos a Zaragoza, Belchite. Dos de las tomas más impresionantes son la instantánea del entierro de José Oto o esa visión de la Zaragoza de las playas del Ebro que evoca el cuadro famoso de Francisco Marín Bagüés. Hay series completas de un viaje que realizó por los Pirineos con el periodista Tico Medina y con una de sus cámaras de 6 x6, que es realmente impactante, y de aquellas competiciones para niños en bicicleta o triciclo que organizaba Perico Chicote en Panticosa. En esta muestra sólo hay una ínfima porción de su trabajo. Miguel París era un fotógrafo humanista en la línea de August Sander o Virxilio Vieitez, un fotógrafo sin impostura y acuciado por la urgencia, más un artesano elocuente que un artista, un documentalista de los grandes momentos y de los historias menudas del existir, alguien que siempre estaba muy próximo de quienes retrataba, aunque sea un sencillo paisaje, una cupletista de muslos exuberantes a la que jamás volverá a ver, un pastor solitario cerca de sus mulos o una sonriente y vivaz Marisol. Miguel París es un fotógrafo de otro tiempo de líquidos inflamables, de contactos urgentes y de envíos más urgentes: tanto con las fotos como con el cine, iba todas las noches a la estación, y dejaba en los espectrales trenes de madrugada sus películas.

         Esta exposición ha sido posible a Fernando García Mongay, al Congreso de Periodismo Digital y a la Asociación de la Prensa de Aragón, a quienes les pareció muy adecuado el nombre y la labor de Miguel París, que ya no podrá ver la primera antológica de su obra, en la que tanto había pensado, para la que tanto había trabajado con paciencia de hormiga. Ha sido posible gracias a la inmensa gentileza de la familia París Ramírez, desde María Luisa a todos sus hijos, y en especial al empeño de Miguel Ángel París Ramírez, que ha buceado en los archivos, que ha seguido el rastro del padre, del amigo, del maestro, y que ha colaborado activamente en la selección de las fotos. En “Miguel París: memoria de un archivo” también ha sido muy importante la labor del fotógrafo Rafael López, responsable de estas copias contemporáneas, que sucumbió ante la obra y la vida de un hombre bondadoso que había ido dando casi todos sus positivos a sus amigos, a sus retratados, y que tuvo la virtud de estar en casi todas partes con el ojo avizor y el corazón estremecido.  

 

*El próximo 26 de febrero, en una de las salas del Matadero, se inaugurará en Huesca una antológica de 50 fotos del fotógrafo Miguel París, inscrita dentro de las actividades del Congreso de Periodismo Digital que organiza Fernando García Mongay con la Asociación de la Prensa de Aragón.  Éste es el texto que he escrito para el catálogo. Mañana o pasado, si me da su consentimiento, publicaré el de su hijo Miguel Ángel.  El Congreso tiene una amplia programación y ésta es su página web: http://www.congresoperiodismo.com.

La foto de Miguel París es de Guillermo Mestre.

13/02/2006 00:42 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

UN POEMA DE AMOR DE VICENTE ALEIXANDRE

20060214014802-e-pys-doramaar.jpgSE QUERÍAN

 

Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

 

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

 

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

 

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.

 

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

 

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

 

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

 

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

 

 *NOTA PARA UN POEMA Y UN APUNTO AUTOBIOGRÁFICO

Hace algunos años, probablemente casi treinta, tenía yo entre quince y dieciséis años, y soñaba con los primeros amores. Los anhelaba, enfurecía porque ni los olisqueaba, y sin embargo aparecían en los libros que yo leía: “Werther”, “María”, las “Leyendas” de Bécquer…  Por aquellos días, combinaba la electrónica y la mecánica con la poesía, y me gustaba vigilar a una muchacha coja y bella que se perdía entre los corredores. Era de Abegondo. Nunca llegué a hablarle; nunca nos hablamos. Jamás supo como me alegraba verla en los pasillos lejanos, en una penumbra cenicienta de lluvia y cristal. Por entonces, en la librería Lume, cayó en mis manos una edición de “La destrucción o el amor” y “Espadas como labios”. Y allí, en aquel libro amarillento y olvidado, descubrí este poema: “Se querían”. Vicente Aleixandre fue durante años mi poeta de cabecera, como antes lo había sido Garcilaso, como lo sería San Juan de la Cruz para siempre, como luego lo sería Juan Ramón Jiménez. Terminé en castellano mi primer libro de 36 poemas y una elegía: “La llovizna ahuyenta a los tigres”, que respiraban el influjo de Aleixandre. Un profesor, Xosé Luis Axeitos, toda una institución ahora en Galicia, me dijo: “No lo leas más que enfermarás”. Y recuerdo que me dio un libro, “Moloch”, de un poeta que jamás he vuelto a encontrar, creo, que alimentaba sus versos de terminología médica. “Investiga, investiga. Si estás doliente de amor o de deseo, allá tú; pero, la poesía se escribe con palabras nuevas que uno hace suyas”.

 

Años después vine a Zaragoza. Traje pocos libros: “La destrucción o el amor”, y una edición comentada por Leopoldo Luis de “Sombra del paraíso”, también de Aleixandre, el libro que me siempre me hubiera gustado escribir. Cuando conocí a Carmen Gascón, tuvimos una existencia de amantes clandestinos, en buhardillas, pisos de Santiago de Compostela o en las estaciones de tren. Cuando nos fuimos a vivir juntos, uno de los poemas que leíamos una vez a la semana, uno de los poemas que más veces me oyó leer era éste: “Se querían”. Con este texto ajeno, que hago mío, que me fascina, que me parece insuperable, he querido decirle durante años lo que nunca le he sabido decir, ni siquiera en días como hoy.

 

 

14/02/2006 01:48 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 9 comentarios.

LOS 21 CUENTOS DE JUAN DE SALABERRE

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La literatura está llena de sorpresas. Esta tarde, con la ilusión y el temblor a lo desconocido, todo a la vez, apareció por aquí el escritor Juan José Ramos, zaragozano de 48 años que firma con el seudónimo de Juan de Salaberre. Alguien le había dicho que debía preguntar por mí. Acaba de publicar su primer libro, “Cuando era yo”, un volumen de 21 relatos de distinta extensión, desde las diez líneas a los cuarenta folios, una novelita corta. Lector de Homero, Dostoievski y Miguel Delibes, entre otros, dice que por ahora sólo había publicado cartas en varios periódicos. Tiene una gran ilusión, ha pasado por un periodo complicado, trabaja de asesor jurídico, pero la literatura es su gran sueño. “Cuando era yo”, cuidado en su edición por Novalia, sale a la calle con 120 ejemplares: el autor ya ha vendido 40 y espera que alguna vez un editor apueste por él. He leído varios de sus textos y me ha gustado especialmente el cuento cruel, de humor negro, “Obsesión”, apenas una página cargada de intención: la historia de un padre terrible, la rebeldía de sus hijos que acaban en el reformatorio, el destino de su mujer que se va con otro y logra ser feliz. Todos, todos, lejos del martirio consiguen ser felices. El libro está lleno de pasiones, de amor, de relaciones.
*La foto es de Liz Hurley.
14/02/2006 20:36 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

EL ZARAGOZA HALLÓ LO QUE BUSCABA: EL PASE A LA FINAL

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El Real Madrid necesitaba una coartada para la noche de ayer. Sabía que estaba lamiendo el barranco como un moribundo. Y entonces, se le ocurrió inventar una quimera, una leyenda y hincharla en el viento y en las páginas de la prensa, en la radio, en la televisión, en los SMS. Primero, cuando ya nadie esperaba demasiado, puso en solfa a la afición: recordó las tardes heroicas de Camacho, Stielike y Juanito, recordó aquella teoría del “miedo escénico”, y de algún modo el Zaragoza fue víctima de esa grandeza. No dio teimpo a saber siquiera si había salido intimidado. Así se explica que un conjunto que no hizo buen fútbol en ningún momento, bombeando balones, en poco más de diez minutos ya llevase tres goles a favor.

En ese instante de ciego entusiasmo, Beckham era el mejor extremo de  los todos los tiempos, superior a Kopa y Amancio; Cicinho era la reencarnación de Ademir da Guía o de Carlos Alberto o del propio Jaizinho; Zidane recuperaba la juventud y adelgazaba desde la tonsura a los pies del prodigio. Todos parecían otros. Los espartanos de la gloria. El fútbol es el reino de la desmesura. Pero los zaragocistas enfriaron el partido, aguantaron, y el Madrid volvió a marcar tras casi 45 minutos de tensa calma. Roberto Carlos logró el mejor gol de la noche. Ewerthon también marcó, pero el árbitro, mal asistido o conjurado contra los blanquillos, anuló su precioso disparo. El Zaragoza con ese gol habría zanjado la pelea, pero aún quedaban veinte minutos. Se sufrió, se sufrió porque el partido de anoche estaba abonado a las gestas, a la angustia y al infarto de miocardio.

Seguramente, algunos zaragocistas no sufrieron nunca tanto, aunque el Real Madrid ni jugó bien ni estuvo a la  altura del espléndido fútbol de su adversario en la Romareda. No hubo noche mágica, sino una noche pasional, vibrante, en pos de lo improbable, una noche que había sido escrita previamente en los diarios. Conviene recordar que el Zaragoza había ganado por un resultado casi inverosímil: 6-1. Un 6-1  que nació del buen juego. El Real Madrid hizo lo que pudo, se desgañitó, puso más voluntad e ira que balompié de calidad. Estuvo cerca, si quiere verse así, de una relativa proeza: la proeza la realizó el Real Zaragoza unos cuantos días atrás. Los goles del Real Madrid entraban dentro de lo previsible, nada de hazaña, nada de nada, más allá de emoción, nervios, incertidumbre, delirio de felicidad. Remontar cuatro o cinco goles no debiera ser imposible, máxime si juega el equipo del siglo. Aunque el Zaragoza también es un equipo en su siglo.

El Real Zaragoza pasó. Nadie le dio nada; el árbitro le quitó un gol. Y eso es lo importante. Lo que diga López Caro carece de importancia. Sólo nos importa Víctor Muñoz. El que vuelve a jugar la Copa es el Real Zaragoza, y además la final. El triunfador es el Real Zaragoza, que ha jugado dos eliminatorias agoniosas más que los otros y ha tumbado al Atlético de Madrid, al Barcelona intratable y a este rabioso Madrid. Y dejemos ya de ensalzar lo que no hemos visto: los merengues tuvieron algo de suerte de cara, pero no jugaron un soberbio partido. Seguro. Ni maravilloso ni de película: empujaron con algo de garra y poca disposición, y revelaron si se quiere cierta inmadurez de los nuestros. Y nada más. Si ellos, multimillonarios, con varios de los jugadores más caros, no están en la obligación de marcar cuatro  goles, ¿quién lo estaría?

Disfrutemos. Seamos felices. Que vuelva a llorar al Madrid sus lágrimas de cocodrilo abatido. El Zaragoza irá con la testa bien alta a por la séptima. Salud, héroes.

15/02/2006 02:24 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

UNA REVELACIÓN DESLUMBRANTE: JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

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Mi hijo Diego, quince años, está estudiando a Antonio Machado y a Juan Ramón Jiménez. Recuerdo que hace muchos años, cuando yo tenía su edad, me leí a Machado varias veces, sus famosas “Poesía completas” de Austral, lo leía bajo un sauce llorón cerca de la ría del Burgo, y muchas antologías y tomos diferentes de Juan Ramón, que siempre fue uno de mis poetas favoritos Acaso sea el que encarne mejor que nadie el espíritu puro y pugnaz de la poesía. De Juan Ramón Jiménez me gustaba su emoción, su convivencia con el paisaje, la facilidad que tenía para trabar atmósferas, la exquisita y gozosa delgadez de sus textos, su alado romanticismo, la belleza deliciosa de sus prosas líricas, incluyendo “Platero y yo”, “El andarín de su órbita” y “La colina de los chopos”.

Quizá mi libro favorito, de los iniciales, sea “Arias tristes”; luego me ganó con “Diario de un poeta recién casado” (lo primero que hice en mi vida de escritor fue redactar dos poemarios en gallego; del primero me olvidé el nombre y lo he perdido para siempre; del segundo sólo recuerdo su título: “O praial dos afogados”, y recuerdo también que lo redacté por  completo con pequeñas servilletas de bar, en tinta negra), y de los últimos, además de “Animal de fondo” y “Dios deseante y deseado”, siempre me perturbó “Espacio”. Tengo sobre la mesa la antología del exilio “Lírica de una atlántida”, la edición que preparó Alfonso Alegre Heitzmann para Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. Alargo la mano y abro aquí: “¡Qué historia tan hermosa es esta suya!”.
Hago memoria de mis lecturas de JRJ, siempre enamorado neurasténico de sus enfermeras, y recuerdo que me gustaba mucho este poema, con ecos de canción tradicional, con su delicado ritmo de jinete al trote en una aparente Arcadia:


EL POETA A CABALLO

¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

La dulce brisa del río,
olorosa a junco y agua,
le refresca el señorío...
La brisa leve del río...

A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Y el corazón se le pierde,
doliente y embalsamado,
en la madreselva verde...
Y el corazón se le pierde...

A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

Se está la orilla dorando...
El último pensamiento
del sol la deja soñando...
Se está la orilla dorando...

¡Qué tranquilidad violeta,
por el sendero, a la tarde!
A caballo va el poeta...
¡Qué tranquilidad violeta!

16/02/2006 10:55 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 5 comentarios.

LA NOCHE DE LOS PREMIOS CÁLAMO

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Esta es la noche de los premios Cálamo y se celebra con una cena de másde 200 personas en el Garden. John Berger ganó el galardón “La otra mirada” con “Esa belleza” (Bartleby), escrita en colaboración con Marc Trivier; José María Conget en “Libro 2005” con “Bar de anarquistas” (Pre-Textos), y el premio extraordinario ha recaído en “Zaragoza marina” (Prames) de Javier Delgado y Jorge Gay, con prólogo de José-Carlos Mainer y una mimada puesta en página de Fernando Lasheras.

1. El año 2005 ha sido muy importante para John Berger, autor de una pieza de teatro sobre Goya, biógrafo de Picasso, experto absoluto en fotografía, y narrador de gran altura en libros como “Lila y Flag” o “Puerca tierra”, entre otros. Con “Esa belleza”, Berger regresa al mundo de Alberto Giacometti, del que había escrito que sus hombres estilizados y como huidos de un campo de concentración eran seres metafísicos, prisioneros del desgarro y del dolor, y ahora los ve enormemente positivos, como si ingresasen en la vida civil huyendo de un campo de concentración o algo así. Con “Aquí nos vemos”, Berger mezcla la realidad y los sueños. Su novela, en la que se interfiere lo íntimo y lo histórico, la biografía personal y un amplio contexto social, arranca de la aparición en Lisboa de su madre muerta. Luego, entre las apariciones, de otro tipo ya, están Borges, cuya tumba quiere visitar en Ginebra, está Lorca, que le invoca la guerra civil española, o asoma también la guerra de Iraq, con la que John Berger ha sido muy crítico.

John Berger tiene una acusada percepción de lo español: estuvo en Zaragoza y en Fuendetodos hace una década, creo que traído entonces por Ramón Acín, y ayer mismo decía que recordaba muy bien Zaragoza, sus calles y sus rincones.

2. Hablo con José María Conget, que está en Sevilla (como mi amigo y admirado Hipólito G. Escolar), y me dice que éste es el primer premio que recibe en su vida, salvo aquellos que llegó a lucir en los Jesuitas como el pomposo cargo de subrigadier primero. A Javier Delgado, tras uno que recibió de la Coca Cola a los catorce años, le sucedió otro tanto. “Bar de anarquistas” es el primer libro de relatos de Conget; hay piezas espléndidas como la que da título al conjunto, sobre las vidas paralelas y el azar, otra como “Una investigación literaria” o mi preferida: la historia de su padre en “Domingos de verano”. Conget dice que escribe para divertirse, que piensa mucho las historias y que luego las narra de golpe sin apenas sorpresas. Dice que carece de teorías literarias, ni para el cuento ni para la novela y que “es un escritor de memoria”. También me dijo que para él el mejor libro del año había sido “Enterrar a los muertos” (Seix Barral) de Ignacio Martínez de Pisón.

3. Javier Delgado está viviendo, aún ahora, algunos meses después, un auténtico sueño. “Zaragoza marina” fue su primer libro de poemario y es el que más páginas y comentarios ha hecho correr en los medios de comunicación. Lo cual, dice sin acritud, no deja de llamarle la atención. Entonces, cuando escribió el libro en 1983 y lo publicó Luciano Gracia en Poemas, Javier Delgado quiso inventarle una leyenda de amor y mar a Zaragoza, y ha tenido la sensación de que ésa es un poco la sensación que se está viviendo: Zaragoza parece esperar como una visita, parece navegar en un sueño, parece como estar vistiéndose para algo excepcional. La Expo 2008, y otras cosas, claro. Y dice Javier, el enamorado de los jardines del edén y de los claros ojos de Celia, su damaniña, que tiene muy claro que se ha premiado el libro al completo, no sus poemas. El libro como summa absoluta de belleza, el libro como una película de cine cuyo “guest star” es el océano. Y que éste  es un libro que nació desde la felicidad más irremisible. Se puso en contacto con Jorge Gay, hablaron de colaborar, surgió esto; hablaron luego con José-Carlos Mainer, y éste se emocionó y se puso palabras a la obra. Toda iba como si hubiese un dios oculto gobernando la eficacia del proyecto y de las emociones, refundiendo la inspiración en un inesperado friso de amistad. Jorge Gay leyó los versos, los leyó y los ilustró literalmente al principio; luego se dejó arrastrar por la sugerencia, por la invención, por el trabajo indesmayable del artista. Y salió lo que salió: un libro espléndido, rico en imágenes, poderoso en evocación y belleza, deslumbrante en su limpidez tipográfica, que debe mucho como todo el conjunto a Fernando Lasheras.

Javier Delgado, que me llama a veces, me cuenta que la gente se ha comprado el libro de tres en tres. Y hubo un pintor, de excelente mano, que llegó a adquirir diez. Nada menos. Todos dedicados. Javier tiene claro algo:  que todo se ha unido para que el proyecto enamore, emocione y dé como una segunda oportunidad en la mitología marítima a esta ciudad hospitalaria que llegó a amar el mar.

Javier Delgado, Jorge Gay, José María Conget y John Berger están muy agradecidos a Cálamo y a Francisco Goyanes.

 

*John Berger: las manos trabajadas de la creación.

17/02/2006 00:31 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

EL ATARDECER, EL CIELO DE LA AZUCARERA Y DOS VICTORIAS

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DIEGO VENCIÓ POT 7-1 AL HELIOS; JORGE GANÓ AL BINÉFAR POR 5-4

 

Acabo de poner “Carlos Núñez & amigos”, grabado en Castrelos (Vigo) en 2004, y no sé muy bien por qué he hecho eso. Tengo un ataque de melancolía: me he pasado la tarde en la Azucarera con un libro de Mayra Montero, con la cámara de fotos al hombro y hablando de vez en cuando con el arquitecto Luis Franco por el móvil. La primera vez parecía recién levantado: como retornado del bello amor y la larga resaca del alcohol, de la alegría y del baile de los V Premios Cálamo; la segunda vez, ya había adquirido la prensa. Yo hacía de reportero de cultura al pie del campo, ante dos maravillosos edificios paralelos y casi idénticos que culminan ambos con una especie de marquesina de ático. Los balcones, por cierto, son muy bonitos: integran todos los huecos en una ventana de conjunto y empiezan en un color negro y acaban, en el décimo piso o así, en un gris blancuzco.

 Luis es un tipo realmente estupendo (Ana Latorre, la mujer republicana que vale por nueve reinas, lo decía siempre por si a alguien se le ocurría dudar de la timidez de Luis), de pareja calidad humana a la de Carlos Labarta o Basilio Tobías (creo que fue Óscar Tusquets quien tituló un libro “todo es comparable”). Me explicó que la arquitectura que se está haciendo en Zaragoza se engloba en un contexto muy universal, tal vez ecléctico, donde han desaparecido las arquitecturas locales de antaño y la decoración. Yo tomaba notas encima de la novela de Mayra Montero y contemplando el cielo, las torres de la Azucarera, el horizonte, que fue volviéndose de un azul especial, perlado y añil a la vez, un cielo ideal para los locos pájaros de la atardecida. Entonces me dio un arrebato de nostalgia. Por el cielo, por la tarde, por la paleta del aire, porque veía el fútbol desde arriba, como lo veo siempre. Lejos de los insultos. Lejos de la furia. Por ello, acaso, suene Carlos Núñez. Y ahora, en este instante exacto de 4.40 minutos, se ha sumado a la fiesta Paddy Molloney y toca “Amanecer”. El “Amanecer” que me inundado de acérrimas nostalgias mi atardecer. Recuerdo que hablé con otros tres amigos: Félix Romeo, que había despertado con un amago de vahído y que me juró que no era nada; con Pepe Melero, que andaba algo indispuesto y leyendo como casi siempre y me buscó un dato necesario sobre el pintor Luis Marco Burillo (el favorito de Alejandro Ratia, sabedlo), y con José Luis Cano, que trabaja en un proyecto sensacional para Media Vaca sobre Zaragoza y sus personajes, algunos tan esquinados como una niña muerta y aparecida a su padre y vinculada a los secretos de la piedra esméril.

De acuerdo, me  dice la ansiedad invisible de Ángel Artal Burriel, el único que tiene un desnudo de Patricio Julve en el salón de su casa: la nalga exuberante y bella de una tal Margarita. De acuerdo, señor moroso, ¿cómo quedaron los chicos?, me repite.

Allá va el resultado: Diego, con el San Gregorio C de cadetes, venció al Helios 7-1; Jorge, en División de Honor Infantil, venció por 5-4 al Binéfar en un maravilloso partido. ¿Maravilloso, por qué? Maravilloso por la tensión, el ritmo, las alternativas y el arrebato de corazón de los últimos minutos de los rojillos. Marcaron primero los nuestros, igualaron los de Binéfar y se marcharon al 1-3.  Recortaron, ya en la segunda parte, los locales con el segundo de Víctor Domingo, pero el gran tanto del choque fue una falta de Cativiela: la ejecutó con precisión y fuerza por toda la escuadra, incluso debió repetirla para henchir la tarde de emoción. Luego, Laita y Adrián solucionaron la papeleta. Pero como era un día de intensas emociones, redujo distancias el Binéfar.  No acabó ahí todo, se lesionó el arquero de San Gregorio y entró el suplente, algo más bajito hoy. Al final, laboriosa victoria local con algo de suspense. Jorge se desmarcó, acarició las líneas, trabajó, pero no recibió balones; quizá lo más bello de su concurso de 50 minutos, salió como titular, fue una volea que de haber entrado me habría dejado rabiosamente feliz por su descaro y perfección. Luego, para aliviarlo, le he comprado un balón amarillo y azul de la Liga de Fútbol.

Diego trabajó mucho de medio centro, fue de menos a más. Sujetó bien al adversario y realizó varias jugadas de mérito. Tiene algo que me gusta mucho: una gran seguridad en su regate, sin ser chupón, baja siempre el balón y busca al compañero. Entiende que el fútbol es un arte de belleza  y sudor.  Falló un gol cantado, de manual, y disparó desde lejos con mucho estilo. Cuando faltaban cinco minutos fue sustituido. Hice fotos a los dos equipos, con mi vieja Yashica  FX-3, aún no sé manejar las dos cámaras digitales que tengo (no usé ni siquiera la Canon o la Nikon compacta, de las automáticas de paso universal), y eso me permitió salir al campo, coger un balón y dar toques y más toques hasta quedar casi exhausto. Era un futbolista con un plumas, cámara colgada al cuello y zapatos de piel. O algo así. Tengo muchos testigos: no se me caía el balón. Quizá estuviera melancólico por eso: hace meses que no juego al fútbol. Y me divierte.

 

*Puedo asegurar que este atardecer no es exactamente el de la Azucarera.

 

18/02/2006 22:20 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

TRES POEMAS DE JAVIER DELGADO, JUNIO DE 1971

20060218224423-garbo1.jpgJAVIER DELGADO*

 

1

Tú sabes

Yo sé

Que romperemos el silencio

 

Serán dos gritos graves

-cóncavos y enormes-

uno en un vértice, otro en el otro

de todo el universo

pero no creas –lo siento-

que podrán fundirse nuestros gritos

en uno solo y pleno.

 

Sin embargo cualquiera que nos oiga

-y serán todos, espero-

abrirán los oídos y la  frente

ocupando sus seres por completo

de nuestro pensamiento

 

Tú sabes

Yo sé

Que romperemos el silencio.

 

2

 

Intenta

-una vez más-

abrazar –la tierra

el terrón inlabrado y las espigas.

El sol te llama:

no vayas,

duerme la luna inocente.

 

3

 

Mi voz es una peña

hostil y enamorada

y un barbecho sediento.

Y mi tierra es

como puede ser sentimental

un toro.

 

 

*El poeta, narrador y experto en jardines y botánica oculta y mística Javier Delgado me llevó varios espléndidos regalos a la noche de Cálamo: una cariñosa nota de gratitud por mi empeño en citar su poemario “Zaragoza marina”, mucho antes del gran proyecto de Prames con Jorge Gay y José-Carlos Mainer; una biografía de Greta Garbo redactada por el catalán Joan Benavent en 2003; la película “La reina Cristina de Suecia” de la actriz sueca .Y una plaquette de “Poemas”, en las que están Julián Casabón; Federico Jiménez, Francisco José Boisset y María Luhisa Oliva. Copio aquí los poemas de Javier Delgado y su emocionante dedicatoria. Perdonad el impudor. “Para mi AMIGO DEL ALMA Antón Castro con mi gratitud (eterna) y mi cariño (verdadero)”. Es recíproco. Estos tres poemas  son los  primeros publicados por Javier.  El libro lo imprimió el inolvidable Luciano Gracia en junio de 1971. La foto es de Greta Garbo.

 

18/02/2006 22:44 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

ALBARRACÍN

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LA FUNDACIÓN SANTA MARÍA CUMPLE DIEZ AÑOS

 

Teruel es una tierra de paraísos. Y Albarracín, sin duda, uno de ellos: por su entorno, por su orografía, por su historia, por la energía indomable de una naturaleza soñada por un mago. Hace algo más de una década, la Fundación Santa María incrementó las posibilidades de este paisaje de asombrosa textura geológica. Trajo la cultura y sus variaciones a una ciudad con leyenda. Una leyenda que perfila el imponente peso del ayer cuando fue taifa o tierra de frontera, refugio de amores trágicos y campo abrupto del señorío de los Azagra; una leyenda contemporánea vinculada a las apariciones del fantasma de Doña Blanca, a la madera, a la curva de ballesta del río Guadalaviar y, sobre todo, a una concepción del futuro a través de políticas de restauración y de un nuevo concepto del turismo en su sentido más amplio. Albarracín, para quien llega, es como un gran cuadro montado piedra a piedra, tejado a tejado, con ese barniz rojizo de yesos inmortales.

La Fundación, dirigida con mano maestra y con una cabeza a prueba de vendavales por Antonio Jiménez, me ofreció la posibilidad de organizar en mayo unos Encuentros Literarios, en los que siempre ha colaborado Endesa. Dicho y hecho; dicho por Antonio y su formidable equipo (Stephanie, Nacho, Celia, Rosa…) y empezamos a pensar cosas. Una de las obsesiones iniciales fue que esas jornadas de cuatro días, de jueves a domingo, tuvieran una proyección inmediata en los escolares de la zona. A eso no hemos renunciado nunca: literatura sí, pero para los niños primero; imaginación sí, pero los niños también. Los niños debían oír cuentos, aprender a escribirlos, aprender a soñar y nosotros, que llegábamos allí como intrusos o como turistas en el paraíso, queríamos oírlos a ellos, queríamos asomarnos al fascinante balcón de su curiosidad, queremos soñar mil primaveras de felicidad más junto a ellos.

Hemos organizado seis cursos –narrativa aragonesa, literatura infantil y juvenil, viajeros y fotógrafos, la guerra civil, el exilio, y biografía, memorias y diarios íntimos-, han pasado por Albarracín alrededor de 150 escritores de toda España, y siempre he constatado algo fundamental: cada invitado se sentía como en casa, en puerto seguro, querido, respetado, tratado con exquisitez. Y eso tiene una razón de ser: el equipo de la Fundación que posee la capacidad de acoger a los que llegar, de hacerles sentir en la piel la hospitalidad más sincera. Los Encuentros Literarios no han sido el mayor éxito de público de la Fundación Santa María de Albarracín, pero siempre ha habido un clima especial, camaradería, complicidad, un milagro de convivencia. Y eso ha sido posible, no me ruboriza decirlo ya que aquí no soy lisonjero, porque la Fundación ha querido ser morada de creación, de diálogo, de intercambio, de conocimiento. Sé que me he alargado en exceso, pero creo que nadie podrá olvidarse del día en que Ana María Matute recibió a los niños que acaban de celebrar la Primera Comunión y les regaló, dedicados, sus “Cuentos completos”.

 

*Los Encuentros Literarios llegan este años a su séptima edición. Versarán sobre el mundo de la edición.

La foto es una panorámica de Albarracín.

20/02/2006 01:43 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 3 comentarios.

PRESENTACIÓN EN EL WINSOR DE CRISTINA GRANDE:

20060220213403-cristina.jpg"Dirección noche" o una historia secreta del deseo

 

Hace algunos años, Cristina Grande (Lanaja, Huesca, 1962) era esencialmente, para mí, una traductora de inglés. Me la presentaron a principios de los 90 y tradujo un texto de un escritor británico que había vivido en Alcañiz y que había publicado una novela presidida por el grave sonido de los tambores. Más tarde, empecé a verla con una cámara al hombro e incluso adquirió una legendaria Leica. La única vez que estuve en su casa materna vi su evocadora biblioteca y de ella extraje un volumen de ensayos sobre los reportajes de la gran fotógrafa alemana Gisele Freund, que acabó sus días en México. Freund es la mujer que mejor fotografió a Virginia Wolf, Walter Benjamin, y las manos y el bastón de James Joyce. Luego, iba viendo sus fotos, asociadas casi siempre a la editorial Xordica, y pensé en Jerry Bauer y Anagrama, y en Eugenio Forcano y Seix Barral, en los 60/70. Su proyección fotográfica ha ido creciendo día a día. Poco más tarde, hacia 1994, volví a saber algo más de Cristina Grande: entró en la vieja mansión de los Gabarda de los Labordeta, indagó en los secretos del tiempo e hizo un mediometraje documental titulado “25” sobre Miguel Labordeta y su mundo.

         Años después, también por puro azar, vino a parar a mis manos su primer libro: “La novia parapente”. La aventura de amor y viaje que supuso su primera edición le debe algo a mi manuscrito; entonces, era el único fácilmente localizable y el compañero de Cristina Grande, Félix Romeo, editó el libro como un auténtico e inesperado regalo de pasión. Jamás había visto nada tan espontáneo y maravilloso. Algún novelista debería contar esa peripecia a bordo de una Nissan Serena granate, conducida por alguien demasiado joven que jamás había conducido más de 50 kilómetros y de golpe, inmerso en esa locura de amor, debía hacer 350 hacia Madrid. Aquel libro, que fue reeditado de inmediato por Xordica en 2002, a ningún buen lector le pasó inadvertido: había en sus páginas una mirada muy personal, una forma poética y desgarrada de enfrentarse al amor y a la vida, había duende, había sobre todo transparencia, una conmovedora sensación de verdad. Desde entonces, Cristina Grande, fotógrafa y viajera, realizadora de cine y columnista en HERALDO, traductora y, sobre todo, narradora, ha hecho muchas cosas: ha participado en libros corales, en exposiciones, ha dado muestras incluso de una fragilidad ambivalente: es dura y sedosa a la vez, es enigmática y ruda si es necesario, es creativa constantemente. Tiene personalidad, talento, una posición personal ante las cosas heredadas y los ecos de Natalia Ginzburg, Carver, Mercè Rodoreda y Chejov.

Hace unos días salía a la calle su segundo libro: “Dirección noche” (Xordica), un libro de 24 relatos breves, microrrelatos en algunos casos, piezas que hablan de la vida, del sueño, del sexo, de la amargura de la incomunicación y la soledad; piezas que hablan de la pasión, de las pequeñas manías de vivir, de la locura; piezas que hablan esencialmente de la relaciones humanas. Y del deseo. Se trata de un libro delicado y terrible, de seres humanos, de pequeños episodios de una existencia que resulta muy veraz. Es difícil que en un conjunto tan amplio, pueda haber tanta unidad, una visión armoniosa de la existencia. Pero la hay. Cristina Grande, como suele hacer con sus columnas dominicales, conoce a los seres humanos. Y así arma historias conmovedoras de novios, maridos y amantes que tienen un fondo de ternura y de demolición, y un pacto secreto con los objetos. Es poética a su pesar, es poética porque la auténtica poesía es una forma de mirar sin adjetivos, y ha escrito algunos de los mejores comienzos de cuentos de los últimos tiempos entre nosotros.

El libro se presenta mañana, 21, en el Nuevo Winsor, cuyo cocinero maravilloso es mi paisano de Ourense, Lisardo. Habrá “fiesta rachada”, noche de parranda desde las 20.30 horas; presentarán el libro Eva Puyo, autora de una estupenda contraportada, y José Luis Melero, probablemente el hombre que más sepa de libros en el nuevo reino de Aragón. El dj, locutor y novelista Miguel Mena amenizará el acto. Creo que va a ser una auténtica fiesta de letras.

 

NOTA MARGINAL

[En este mismo blog hay un artículo mío extenso sobre este libro. Sinceramente, me ha fascinado. Y otro del periodista y narrador Sergio del Molino. Yo cuelgo aquí, por si alguien quisiera leerla, una nota que redacté sobre “La novia parapente”. Hablaba de la primera edición en Prensas Universitarias con portada de Cano; luego hubo otra edición con portada de Javier Almalé, “Versus” (Gracias, Javier, por tus magníficos cuadernos. Un abrazo) ]

La portada de José Luis Cano, esa novia acompañada de su padre con un cigarrillo en la mano, es todo un aviso a navegantes. Evoca el primer cuento, el que da título al conjunto, y también ese universo expresionista y libre, desgarrador en ocasiones, propio de un cuadro o del mundo de Otto Dix. Así debuta como narradora Cristina Grande (hasta ahora traductora y fotógrafa), nacida en los Monegros de Aragón, en Lanaja, tierra de contrastes como su propio libro, que no está ceñido a un territorio preciso sino que transcurre en lugares muy diferentes: en Zaragoza o Londres, en las carreteras solitarias monegrinas, en los Pirineos o en la fogosa imaginación de los seres que pueblan el volumen. Se trata de un libro de episodios más bien breves e inquietantes, dominados por la desinhibición, el descaro, una sinuosa ternura que puede hacer recordar a Chejov o Natalia Ginzburg, y una crueldad propia de Patricia Highsmith o de la propia Helen Fielding, tal como anuncia la contraportada. También hemos pensado, en distintas ocasiones, en los abruptas pasiones de Charles Bukowski.

El volumen está poblado de viajes, de malentendidos y del estupor de existir: pensamos en la novia que está a punto de irse por los aires al salir de la iglesia y que le pide a su padre que le queme estratégicamente su vestido; pensamos en esa estudiante seducida por el japonés Merte, tan violento en la pasión, tan caníbal, que le perfora el tímpano con sus besos. O pensamos en la silente amargura, en las lágrimas de Joya Slumber, cuya imagen devuelven los espejos en Navidad, además de pasear por un corral hediondo con sus zapatos nuevos ante la rigidez de su abuela. Un extraño amor, “Él tiene siempre calor. Yo siempre tengo frío”, preside el cuento “Fiebre”, que transcurre en mitad de la nieve en Cerler como uno de esos tantos malentendidos que abundan en “La novia parapente”.

Estamos ante una escritora mucho más que prometedora y ante un libro irreverente y tierno, violento o desinhibido de una manera bastante original como podemos ver en “Alumna particular” o en “Mi amante”, donde leemos una de esas inesperadas declaraciones de amor: “He pensado que la próxima vez que vengas, tú harás de María Schneider y yo haré de Marlon Brando. Esa será la única manera de que no nos duela tanto despedirnos”.

La novia parapente. Cristina Grande. Prensas Universitarias de Zaragoza. Zaragoza, 2002. 96 páginas.

 

 

 

 

 

 

 

 

20/02/2006 21:34 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 6 comentarios.

AL AMOR DE TERUEL O LAS BODAS DE ISABEL

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Hace algunos años, antes de saber que iba a vivir más de una década en la provincia de Teruel, ya me había quedado fascinado con la leyenda de Diego e Isabel. Fue una lectura iniciática, como “Las penas del joven Werther” o “Romeo y Julieta”. No estoy seguro si el libro de  Juan Eugenio Hartzenbusch era de Clásicos Ebro o ya de Juventud; recuerdo que entonces, para que mi madre no se percatase de mi dolorosa inclinación a la soledad, me iba a la Coruña y me encerraba en el jardín de San Carlos, ante la tumba de Sir John Moore, el héroe inglés que había combatido en Elvira en la Guerra de la Independencia y que había sido cantado por Rosalía de Castro. Imaginé aquella capital acariciada por el río, imaginé sus torres, sus campiñas, los escenarios de la conjura, de la esperanza, del plazo letal. Siempre pensé que ahí había un relato cotidiano y doméstico que había adquirido el valor de una metáfora universal. Como Píramo y Tisbe, Hero y Leandro, Calisto y Melibea. Como Abelardo y Heloísa. Como los enamorados de Montalbán: esa bellísima historia de pasión y locura que recuerda a la de los Amantes, al deambular en la noche agreste de lechuzas de Genoveva de Brabante y a los héroes de Shakespeare. He vivido tres veranos en Camarena de la Sierra: intentaba ver desde el Javalambre el lejano y glorioso Teruel, la provincia literaria del drama tras la gasa de niebla del cielo. Cuando a Raquel Esteban se le ocurrió hacer la gran fiesta medieval de “Las Bodas de Isabel” me pareció una idea preciosa: un modo de prolongar el imaginario y de fijar en el presente los latidos del tiempo. Teruel, esa provincia que existe también con su mudéjar, con su modernismo, con su remodelado Óvalo (el proyecto maravilloso de David Chipperfield que se exhibe estos días en el MOMA), recobra su identidad, la magia de lo íntimo que se alza por los aires como una paloma o un fuego fatuo. Puede que Teruel esté lejos de todos los sitios, pero en días como éstos percibimos que está en todas partes, muy adentro de la sangre y de la memoria, aquí mismo donde el corazón se vuelve amor, voz y mito.

 

21/02/2006 09:00 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 9 comentarios.

MUSICA Y CINE PARA

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El compositor y crítico musical Víctor Rebullida nos deja esta  nota sobre "Los Amantes de Teruel". Gracias.

[En 1958 el compositor griego Mikis Theodorakis escribió la música de un ballet titulado "Los Amantes de Teruel". Está música fue utilizada en la película de 1959 "Honeymoon", de Michael Power, dentro de una de las dos escenas de danza ambas coreografiadas por Leonid Massine (la otra era de "El Amor Brujo", de Falla) y en la que creo que bailaba Antonio.


En 1962 Raymond Rouleau hizo una película musical titulada "Los Amantes de Teruel" sobre el ballet de Theodorakis.
En este ballet aparece ya el tema que se haría celebérrimo en la voz de Gloria Lasso, "Luna de Miel". En junio de 2002, la Orquesta Nacional de España dirigida por Pascual Osa interpretó la Suite de este ballet en Teruel y en Zaragoza.

Pienso que esta información puede resultar interesante o cuando menos curiosa. Conocí esta obra en ese concierto en Zaragoza y me picó la curiosidad por saber más acerca de ella y aquí está su historia.]

*Cuadro "Los amantes de Teruel" de Antonio Muñoz Degrain(1840-1924). Ahora, Jorge Gay ha hecho un nuevo mural. 

22/02/2006 10:12 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 1 comentario.

CEES NOOTEBOOM EN ZARAGOZA, EN EL PARANINFO EL 24

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[El viernes 24, a las 1930, Cees Nooteboom es el nuevo invitado al ciclo "Artes y Letras" de "Heraldo": conversará en el Aula Magna del Paraninfo con Félix Romeo y Fernando Sanmartín. Nooteboom acaba de publicar "Perdido el paraíso" (Siruela)]

ENTREVISTA A CEES NOOTEBOOM
-Tuvo usted una infancia muy peculiar: su padre murió en un bombardeo en 1945, pero antes había salido al balcón a contemplar el teatro de la batalla sentado en una silla.
-Eso fue el inolvidable 10 de mayo de 1940 en que se producía un bombardeo terrible de aviones alemanes. Nosotros vivíamos al lado de un aeropuerto militar y mi padre era un ser curioso. Aunque no lo he conocido muy bien, tendría yo seis o siete años, colocó una silla en el balcón para ver el desorden: los paracaidistas, el fuego sobre Rótterdam en la lejanía. Contemplaba aquello como si fuese un teatro de la devastación, recuerdo que tenía mucho miedo. Miedo. Miedo. Pero después,  y es irónico y trágico, en 1945, casi antes del fin de la II Guerra Mundial, murió en un bombardeo inglés sobre La Haya, que era el lugar donde vivíamos. Yo no estaba presente porque en el invierno de 1944 en las ciudades había un hambre atroz y me habían enviado al campo en la campaña donde estaba mi madre. Mi padre se murió, a consecuencia de las heridas, del tétanos, que es una muerte muy terrible.

-Usted, años después, fue a otro teatro de la guerra: a Hungría, invadida por los tanques soviéticos.
-Sí, pero entonces era periodista ya, escritor joven. Me habían invitado a acudir unos amigos. Me habían dicho: “Vamos a la revolución. ¿Quieres venir con nosotros? Debes estar listo en diez minutos”. Aquella visión me cambió la vida y mi visión política: había cuerpos mutilados y muertos en medio de un movimiento de camiones y soldados soviéticos que querían cerrar el país (y lo cerraron durante 30 años) mientras la OTAN y los Estados Unidos permanecían quietos. Eso, y mi estancia en Berlín del Este, cambiaron mi visión política. Fue como si perdiera la inocencia comunista. Discutí muchísimo con mis amigos de izquierda.

--¿Qué quiso ser usted primero: escritor o viajero?
-Las dos cosas. Nunca he sabido las razones de mi pasión por el viaje: me ha pasado. Fue un impulso, el destino. El viaje y la escritura son mi vida. Es así, nunca me lo he propuesto. Y he podido hacer felizmente esa combinación. He escrito novelas, poemas, pero siempre lo he hecho sobre mis viajes. De esta manera he podido hacer económicamente estos viajes, me he ido a Japón, África, Australia o Estados Unidos.

-Creo que  con menos de 20 años ya se trasladó en autostop por toda Europa.
-Sí. Entonces eso era posible. Yo había estudiado en distintos colegios, de los que me han expulsaron varias veces, trabajé en un banco y un día le dije a mi madre: “Lo dejo todo. Me marcho de viaje”. Le hablo de 1953 y 1954, en este año fue cuando vine por primera vez a España. En ese momento no había autopistas, se iba muy bien por carreteras secundarias, y ahora con las autopistas es mucho más difícil hacer autostop. De vez en cuando veo a alguien haciéndolo y siento una gran nostalgia, pero ya no soy joven.

-¿Qué es lo que le trajo a España entonces?
-El sur, la idea del sur. No tenía idea de lo que era España porque era muy joven. Había estado en Italia antes y me había sorprendido mucho por sus teatros, por su música, por su arquitectura. Cuando vine por primera vez me pareció un país duro, el idioma menos musical que el italiano, pero uno o dos años después pensé que era completamente al revés. España me pareció un país con unos espacios inmensos, muy vinculado a la tradición: a los judíos, a los árabes; nosotros en Holanda vivimos en un país superpoblado. Para mí España es uno de los países ideales para viajar. Me fascina el idioma español. Nunca ha pasado un año sin estar aquí, de hecho tengo casa en Berlín, Amsterdam y en Menorca, donde paso cuatro meses al año.

-He leído, en algún texto autobiográfico, que estuvo en París y que el descubrimiento de la ciudad le marcó la vida.
-Sí, pero nunca estuve mucho tiempo en París. Hablo francés, recuerdo mis viajes en autostop con camioneros. En Holanda hemos aprendido siempre tres idiomas: inglés, francés y alemán; el español vino más tarde. Lo aprendí en la calle. El francés era un francés de escuela y con el francés de los padres franciscanos no podías ir muy lejos; en realidad, quienes me lo enseñaron fueron los camioneros que me llevaban de aquí para allá.

-A mediados de los 50 también hizo dos viajes que parecían bastante osados: a Mali y Bolivia.
-Fueron más tarde. Hubo antes otro viaje: me enamoré de una mujer joven de Surinam, colonia holandesa, y su padre era director de una compañía de navegación, de una naviera. Le dije: “Me quiero casar con su hija”. En aquel tiempo necesitábamos permiso del padre porque ella tenía sólo 18 años. El padre me escribió una carta: “Puedes venir como pasajero en uno de mis barcos, y no pagas, pero también puedes trabajar como marinero”. Y puso entre paréntesis una frase: “Un americano lo haría”. Después de un mes en el barco como marino para todo –sólo éramos blancos el capitán y yo, el resto de la tripulación era negra- yo me había hecho muy amigo de mi futuro suegro, pero al final me dijo: “Bueno. Eres mi amigo, pero no puedes casarte con mi hija”. La muchacha y yo nos escapamos a Nueva York y nos casamos allí, donde no precisábamos permiso.

-¿Cuándo vino por primera vez a Aragón?
-Más tarde. La primera que vine a España fue por Galicia, por Santiago de Compostela. He pasado muchísimas veces por Aragón porque cuando vuelvo, siempre vengo en coche, entro por los Pirineos y me voy a Jaca. En Jaca está uno de los sitios preferidos de mi vida: la catedral de Jaca, que es un edificio de una intimidad increíble. A mí me gusto muchísimo. No se parece a esas catedrales majestuosas del país. He escrito mucho sobre ella, sobre San Juan de la Peña, sobre los monasterios aragoneses, las iglesias románicas. Y el paisaje. Eso se ve en mi libro “Desvío a Santiago”. Francia es muy distinta de España: es demasiado cultural y sofisticada ya. En los 50 y 60 España era muy diferente de la España de ahora, pero también de la Europa de entonces.

-En distintos libros suyos, en “Desvío a Santiago” especialmente, habla de lugar que para nosotros es muy especial: el monasterio de Veruela.
-Sí, ya se qué allí pasó unos meses Gustavo Adolfo Bécquer. Es uno de mis sitios preferidos. Me gustan mucho esos recintos de intimidad y también el silencio de las iglesias.

-¿Cómo fue su carrera desde los 60 a los 80, cómo podríamos definir su aprendizaje y evolución?
-Lo que ha pasado es que he escrito en holandés y hay muy poca gente que puede leerlo. Es una apuesta personal y un compromiso con mis raíces. Los editores extranjeros no podían leer mis libros, y en un momento un grupo americano me dio un premio que consistía en la traducción de una novela mía, “Rituales” (1984), y en ese momento todos pudieron leerme, incluso una editorial española como Edhasa. Luego lo que ocurrió conmigo es que de repente en Alemania se vendieron muchísimos libros, y eso ha cambiado mi vida. Ahora me publican en todas partes.

-Insisto en la pregunta. ¿Cómo fueron esos años oscuros hasta que se dio a conocer mayoritariamente? Además de viajar, usted es traductor de Gil de Biedma, Pavese, Antonio Machado o César Vallejo, usted ha escrito poesía, mucha poesía, más bien oscura, ¿no?
-Antes sí. He evolucionado hacia la claridad. Soy mucho menos oscuro. Acaban de publicar en Alemania una antología de mis poesías; si fuese tan hermética o incomprensible, tal vez no lo hubiesen hecho.

-¿Qué tipo de escritor quería ser usted en los 70 y 80, en ese periodo de consumación y de conquista de la madurez?
-No quiero ser un escritor que cuente anécdotas como ocurre con una parte de la literatura inglesa o norteamericana. Intento que mis textos tengan ironía, reflexión, filosofía; a mí me gustan muchísimo autores como Italo Calvino, Jorge Luis Borges, o Vladimir Nabokov, pero soy otro tipo de escritor aunque me gusta mucho su obra. Para mí lo esencial son la meditación y el estilo.

-He visto que en distintos lugares le comparan con Herman Broch, con Antonio Tabucchi, con Kundera, incluso con Thomas Bernhard.
-Creo que no tengo nada que ver con Broch o Thomas Bernhard, que es un magnífico escritor pasional y monotemático. Yo empecé escribiendo un libro que se llamaba “Felipe y los otros”. Entonces ya podía decir que era escritor, pero me faltaba experiencia, conocimiento del mundo. Había escrito la modesta experiencia de un joven y pensé que ya no tenía nada más que contar. El volumen tenía un poco de Kerouac, y a la vez era un poco diferente. Tuvo un gran éxito, pero se me planteó un problema: “¿Qué puedo escribir ahora?”.Y escribí novelas de mar, porque había sido mi nueva experiencia. Luego escribí otro libro sobre un escritor que había escrito un libro, no es capaz de acabarlo y se suicida, y deja el original para que otro escritor lo termine, y todo ello sucedía en Ibiza en un invierno. Luego estuve 17 años sin escribir novelas y creo que dejé de escribir para evitar el suicidio.  Tras ese silencio nació “Rituales”, un libro premiado, que pareció borrar mis temores y mi inseguridad. Para escribir con cierta ironía, como yo lo hago, uno necesita viajar. Y con los libros de viajes me ocurre lo mismo: los ingleses toman el caudal del río y lo siguen, efectúan trayectorias lineales, van desde los orígenes hasta el fin, pero mi estética es distinta. No soy Gerald Brenan, aunque me interesa y me influyó “Al sur de Granada”, ni tampoco mi admirado Norman Lewis. Yo trabajo con dos elementos básicos: la observación y la imaginación.

-A usted le gustan las demoras, las encrucijadas, el extravío del camino convencional. Pienso en “Desvío a Santiago”.
-Es por eso que se llama “desvío”. Vas a Sevilla, Madrid, Trujillo, por toda España. No es el camino de Santiago, aunque también lo he hecho.

-¿Por qué inventa en su novela “En las montañas de Holanda” (1987. Edhasa, 1990) un personaje que se llama Alfonso Tiburón de Mendoza, que es inspector de carreteras de Aragón y que nace en Zaragoza?  ¿Cómo se le ocurrió?
-En ese libro hablo de una Holanda mítica que no existe. Todo el mundo conoce un poco la forma de Holanda. El sur es un país interior, rezagado. Quería hacer una parábola del norte y del sur, del desarrollo y del subdesarrollo. Por ejemplo, como en Europa del norte y Europa del sur, la España del norte y la del sur, Cataluña y Andalucía. O, en el mundo, Europa y África. Y todo esto está detrás, es el trasfondo, pero en el sur aún hay teatros, circo, y en el norte todo es televisión. Son dos formas de cultura antagónica.

-Aún no me ha contestado. ¿Había viajado usted mucho por Zaragoza?
-La idea de este libro me vino a la cabeza durante un viaje con mi mujer, Simone, que es fotógrafa. Íbamos conduciendo hacia el monasterio de Aula Dei. De repente, ya sabe que hay cosas que no se pueden explicar, vi el personaje principal y también su nombre: Alfonso Tiburón de Mendoza, un hombre que se parece un poco a Javier Tomeo, aunque esto lo comprobé más tarde durante un congreso de escritores en Estrasburgo. Lo vi, grandote, fuerte, con su traje azul, y me dije: “Éste es Alfonso Tiburón de Mendoza”. Me gusta mucho Tomeo por la dimensión fantástica de su narrativa. Mendoza es una alusión a ficción, a mentira. Y bueno la idea de que fuese inspector de carreteras, estábamos en la carretera. Recuerdo que cuando se me vino la idea a la cabeza, yo seguí conduciendo, y le dije a mi mujer: “Escribe todo lo que yo te diga”.

-Luego llegaron al monasterio...
-Sí. Es un lugar precioso. Salieron los cartujos y nos dijeron: “Esta señora no puede entrar”. Todo esto está dentro de libro, aunque la protagonista no es su mujer pero sí una chica flamenca.

-“En las montañas de Holanda” quiso ser primero un guión cinematográfico, y acaba siendo un libro de viajes, un tratado sobre los cuentos de hadas y una novela acerca de cómo se escribe una novela.
-Sí, exacto. Hay muchos escritores que intentan escribir novelas en mi obra. Y Alfonso Tiburón de Mendoza tiene muy claro que quería escribir una novela.

-¿Por qué no aparece Goya en sus libros tanto como Velázquez?
-Ocurren esas cosas a veces, pero es un pintor que me gusta muchísimo. Otro artista aragonés que me gusta mucho es Antonio Saura, lo conocí. El techo de la Diputación de Huesca, “Elegía”, me parece fantástico. Me interesan mucho sus crucifixiones, sus autorretratos. Saura era un hidalgo y un pintor magnífico.

-Vamos a hablar de “La historia siguiente”, donde relata la historia de un hombre, un profesor de griego y latín, que se acuesta en Amsterdam y despierta en Lisboa.
-Sí. Era imposible, pero también me interesa la dimensión fantástica de la realidad. Este señor está en los dos últimos segundos de su vida y repasa su existencia, como en una película, en dos segundos. El libro es la historia de su amor, de un gran amor inconsciente: se había enamorado de una joven que había sido alumna suya.

-Una característica constante de su obra, además de que utiliza varias lenguas siempre o términos en otras lenguas, es que hay una carga cultural muy rica y muy profunda.
-Demasiado dicen algunos.

-¿Quiere decir eso que escribe usted para la elite, que parte en pos de un lector culto, sensible, con un amplio bagaje detrás?
-No puedo evitarlo. Tengo que escribir los libros que escribo, pero yo no creo que sea ningún problema. “La historia siguiente”, que vendió aquí unos pocos miles, en Alemania lo adquirieron 200.000 lectores. Yo no creo que los alemanes sean intelectualmente superiores a los españoles. O a los italianos. Lo que ocurre es que allí he tenido más suerte que en otras partes. Alemania es como mi segunda casa. Recuerdo en una ocasión que Michael Reich-Ranicki, el gran crítico alemán que es responsable del éxito de Javier Marías en el país, me llevó a su programa con cuatro críticos y habló estupendamente de mi obra. Aquello me benefició de manera extraordinaria.

-“La historia siguiente” aborda otra de sus constantes: el conflicto de identidad. Sus personajes ni saben del todo quienes son ni adonde van.
-Yo admiro a la gente que siempre sabe quien es o adonde va. Hay muchos en la vida real que no lo saben. Y yo también soy unos de ellos. A mí preocupan las cuestiones normales de la vida y las preguntas eternas de la filosofía. Leo mucho filosofía, poesía, cartas y diarios, y poca ficción. Prefiero las cartas de Flaubert que muchas de sus ficciones.

-¿Qué podemos decir de otro de sus libros, quizá de los más bellos, como es el relato breve de “Mokusei”?
-Esta basado en un hecho real. El pintor al que le sucedió la historia estaba un poco enfadado conmigo porque yo había contado su historia. Es un tipo muy apasionado y se había enamorado de una mujer “yacuza”, que pertenece a una mafia japonesa. Los “yacuzos” tienen un tatuaje sobre todo el cuerpo, y para probar al padre de esta mujer, con la que se quería casar, mi amigo se hizo una operación de cuatro horas para hacerse un tatuaje de un pescado inmenso sobre las nalgas en cuatro colores. Le dije: “Un día, cuando tengas 70 años, estarás en el hospital y las enfermeras van a preguntarte y reírse”. Ella no quería casarse, y él iba al Japón esperando que la joven cambiase de idea. Nunca lo hizo.

-Hablemos de “El juego del ser y de la apariencia” (Siruela), que quizá no haya sido muy bien recibido en España. Usted vuelve a plantear problemas de filosofía, de identidad.
-Sí, pero bajo mi punto de vista también es una historia ligera. Es un libro dentro de un libro, y los personajes se van por su lado y continúan viviendo.

-Usted es autor de “Cómo ser europeos”, un libro de ensayo y autobiografía. Quisiera hacerle la primera pregunta que usted se hace: ¿Cómo se convierte uno en europeo?
-Le responderé igual: siéndolo. Un holandés, un aragonés o alguien de Sicilia ya somos de Europa. No es necesaria ninguna conversión. Lo somos por derecho y debemos serlo más que nunca por conciencia, por voluntad.

22/02/2006 10:25 Antón Castro Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

DEPORTE: UN SÁBADO PARA OLVIDAR

Escribo brevemente y algo desganado. Ayer por la mañana estuve en La Cartuja: repasé la biografía de Julio Alejandro que redactó José Antonio Román Ledo. Diego jugaba contra el equipo local: volvió a situarse de medio centro, hizo un partido correcto, fue objeto de un penalti claro, no señalado por el árbitro, y su equipo empató. El San Gregorio C de cadetes, como ha hecho durante toda la temporada, regaló el empate a un minuto para el final. El partido se jugó de poder a poder, sin brillo, pero con esa pujanza que alivia y enciende algunas mañana. Diego jugó correctamente, sin ostentación. Y yo recordé que en los años 80 jugaba y entrenaba en ese campo: nadaba en la piscina de La Cartuja y corría en ese campo. Entonces, más que escritor o periodista, tendía 24 años, admiraba a Sebastián Coe y soñaba con ser atleta.

Jorge salió durante toda la segunda parte. Desde el comienzo, pero para entonces su equipo, tras dos fallos defensivos bastante escandalosos, ya perdía 2-0 ante el Valdefierro. El equipo local ganó con merecimientos: nuestros rojillos no entraron en juego en ningún instante. Jorge puso rapidez, pasión, deseos, voluntad de llegar y realizó algunas penetraciones. Pero este equipo hace tiempo que no combina, que no busca la profundidad por las bandas, que conduce en exceso en el centro del campo, y ayer fue toda una debacle. Creo que el entrenador desubicó a un jugador fundamental como Antonio, lo mandó al lugar de Jorge, y no entró nunca en juego. El chaval, un gladiador tipo Makelele, es decisivo siempre en las labores de recuperación; y sospecho que ahora que todo el mundo marca a Víctor Domingo con táctica de lapa o acoso, el míster no ha sabido hallarle huecos o inventarle un sistema de juego que le permita contragolpear. Me llevé un susto realmente terrible: Jorge fue empujado en un lance del juego contra la valle, se golpeó en el cuello, no podía respirar, y uno nunca sabe cómo reaccionar en estos momentos.  No ha sido un buen sábado, ni siquiera para el Real Zaragoza, que recibió un castigo excesivo ante el Barcelona. Y me refiero únicamente al resultado. El Barcelona que jugó aquí vino con miedo, con respeto, con precauciones. Al Zaragoza, que le tenía comida la moral a este conjunto, le faltó un poco de ambición y garra. Frank Rijkaard jamás se vio ganador del partido.

 

26/02/2006 00:51 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 6 comentarios.

¿RACISTA ZARAGOZA? JACQUES VALAT LO NIEGA

Mi buen amigo Jacques Valat, que acaba de publicar "El rostro del Pirineo" me escribe esta carta:

[Hola Anton,

Tengo una parabolica para escapar a la télé basura y hoy, he visto los

programas de deportes de las cadenas francesas y todos han hecho titulos

con las insultas racistas contra Eto'o, ayer en la Romareda. Que pena, que lastima!... Hay tanta gentes en Zaragoza que luchan (con mucha fe) para que las

comunidades se aceptan que me parece inaceptable ver algunos imbeciles,

aprovechando el portavoz planetario del futbol, para pegar una fama

racista a la capital Aragonesa.

Me parece totalmente irresponsable.

Un abrazo.

Jacques]

26/02/2006 23:44 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 2 comentarios.

LA OBRA DE MIGUEL PARÍS, EN EL MATADERO DE HUESCA, HOY

20060227101635-paris1.jpgEsta tarde, a las  ocho, en una de las salas del Matadero de Huesca, se inaugura la muestra “Miguel París: memoria de un archivo”, una selección de 50 fotos fechadas entre 1953 y 1975. La muestra, la primera que se le organiza a Miguel París (Letux, 1923-Zaragoza, 2004), recoge instantáneas de casi todo: fotos de las salas de fiesta, estrenos de cine, rodajes (entre ellos, los de “Salomón y la reina de Saba” y “Culpable para un delito”), inundaciones, inauguraciones como la del puente de Santiago en Zaragoza, fotos de boda de Carmen Sevilla, Marcelino y Carlos Lapetra, estampas pirenaicas, desfiles de militares, manifestaciones de apoyo a Franco, una visita del Príncipe a Belchite, el Cordobés, exhausto y vendado, en el coso de Huesca. El autor del revelado de las copias contemporáneas ha sido el magnífico fotógrafo de Casetas Rafael López. La exposición está organizada por el Congreso de Periodismo Digital de Huesca, que dirige Fernando García Mongay, la Asociación de la Prensa de Aragón y la Federación de Asociaciones de la Prensa de España. “Miguel París: memoria de un archivo” viajará luego a Madrid, Zaragoza y Teruel. Se ha editado un catálogo que reproduce todas las fotos, y ha sido diseñado por Estudio 28 de Huesca de Alberto Naya. Miguel Ángel París redacta una entrañable “Carta al padre”, y yo escribo un texto que podéis leer en este blog.
Todos los amigos oscenses que tengáis curiosidad, unos minutos de ocio y algunas ganas de ver el trabajo de un hombre que viajó mucho por Huesca, de un fotógrafo documentalista, será un placer vernos ahí.  
27/02/2006 10:16 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 4 comentarios.

CRÓNICA OSCENSE:FOTOS, AMIGOS, JAVIER CERCAS, PABLO NERUDA

20060228185142-neruda.jpg

Regreso a Huesca con Miguel Ángel París. Cruzamos un túnel de viento airado bajo esos celajes que tanto me gustan. Miguel dice: “Qué pesada se me hace la carretera hasta pasar Zuera”. Quizá tenga razón, pero siempre me fascina este campo abierto, los montes, las casas a lo lejos, las naves, el presentimiento de que la ciudad aparecerá tras una loma, al abrigo de las rocas. Nos dirigimos al Matadero; Fernando García Mongay nos dirá que estaba emocionado con el artículo que le dedicó Mariano Gistaín en su columna de “La ciudad de las gaviotas”: lo tituló como su libro “Los caminos de las noticias” (BArC); Fernando, curtido en todas las emociones, estuvo a punto de venirse abajo. Levantarse por la mañana ya con los ojos nublados por el cariño es un presagio de un buen día.

Alberto Naya, el responsable de Estudio 28, ultimaba la exposición de Miguel París: ha quedado muy bien, con mucho impacto, con fuerza. No es la mejor de las posibles suyas, pero no deja indiferente. Resumir en  50 fotos una trayectoria de 680.000 negativos y casi 50 años de trabajo es como buscar una aguja en el pajar: si no hay aguja definitiva en el pajar de la muestra, por lo menos hay alfileres del recuerdo, instantes. Fernando Elboj diría durante su breve alocución que es un ejemplo de “foto-verdad”. Los París (María Luisa Ramírez, Nacho y Concha, su nuera, sus nietos, los amigos de sus nietos) estaban encantados con su discurso y con su cariño, y también con las palabras del consejero Alberto Larraz, que recordaba todos los momentos de las fotos. Dijo: “Debe ser que me estoy haciendo mayor”.Quizá sea al revés: debe ser muy joven porque tiene una espléndida y luminosa memoria.

        Había mucha prensa, algunos amigos (Teresa Sas, que me regaló la nueva insignia de Huesca, la h y el caballo de Isidro Ferrer; Fernando Alvira, Josete Martín-Retortillo, Javier Campelo…), y un buen ambiente. Incluso apareció una persona que salía en las fotos de los años 60. También vino Rafael López, el fotógrafo que hizo las copias contemporáneas al gelatino-bromuro, con una fotógrafa muy simpática, Ana Mirabal. Fernando García Mongay andaba de aquí para allá muy contento, tan contento como agitado, con el periodista Andrés Azócar, que es seguidor de Vicente Huidobro y detractor de Pablo Neruda. Hace poco fue a ver una de las casas del poeta, la Isla Negra, y se quedó fuera mientras sus amigos veían los mascarones de proa, las fotos, las muñecas de porcelana, los mástiles… Fernando aprovechó para dar una bonita y fascinante conferencia de diez minutos sobre Manuel Camo al pasar por el Casino, que se inauguró en 1905. Por cierto, Andrés Azócar no es nada fatuo o engreído, sino todo lo contrario. Reconoció que las mujeres más bellas del mundo son las colombianas.

        Por la noche, tertulia, cena y risas en La Duquesa. Estuvo como invitado un espléndido artista como Jesús Benito, que hizo “No & yes” con Isidro Ferrer, entre otras muchas cosas, ese libro estuvo en una exposición sobre el diseño español en Estados Unidos con los diarios de Isidro que publicó en Xordica. Jesús Benito se hace llamar, como pintor, Nicolás Sánchez, y es un tipo refinado y sensible, con un mundo interior muy poderoso, capaz de trabajar los caligramas y las  tipografías, capaz de realizar una obra muy conceptual, capaz de escribir apologías o manifiestos en inglés, francés o castellano de pintores que le gustan mucho como Fillou. Fernando García Mongay lo definió así: “No recordaba que se hace llamar Nicolás Sánchez, pero sí sé algo de él: es una bellísima persona”. No sé en qué momento del día recibí la llamada de Pepe Melero para recordar a Julio Alejandro; Julio le decía a un amigo que las mujeres más bellas del mundo eran las chilenas. Ayer era su día. Ayer era el día de Miguel París y de Nicolás Sánchez, y está es la semana de Fernando García Mongay que presentará su libro “Los caminos de las noticias” el jueves a las seis en el Congreso de Periodismo.

        Por cierto, por la noche, me llamaron de Aragón Radio. Hablé desde el bar del restaurante. Conté algunas historias de Miguel París (Letux, 1921-Zaragoza, 2004), hablé de su estancia en la División Azul, etc., de sus fotos. Había un joven en un extremo de la barra, parecía esperar a una de las guapas chicas, vestidas de rojo y negro. De negro los pantalones muy ceñidos. Al terminar, me preguntó de quién había hablado y me dijo que era de Lérida y que todo lo que había contado le había resultado muy cercano. Acababa de leer un libro, “Soldados de Salamina”, que le había gustado mucho. Me dijo que le había impresionado ese tal Sánchez-Mazas, que se había salvado milagrosamente de la muerte…

 

Hoy, Félix Romeo daba una conferencia sobre Ramón José Sender y el judaísmo. 

*Pablo Neruda en Isla Negra.

 

28/02/2006 18:51 Antón Castro Enlace permanente. sin tema Hay 7 comentarios.

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