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EVOCACIÓN Y OBRA DE RAMÓN J. SENDER

Eloy Fernández Clemente recuerda la vida, la obra y los avatares de un gran narrador, Ramón José Sender.

 

https://derehistoriographica.wordpress.com/2019/08/31/ante-sender-lecturas-escritos-ideas/

02/09/2019 08:10 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

DIÁLOGO CON FERRER LERÍN

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2019/09/16/ferrer-lerin-en-mis-libros-no-hay-nunca-complacencia-con-el-mal-1334243.html

 

Francisco Ferrer Lerín (Barcelona, 1942) es unos de los escritores más insólitos de las letras españolas. Afincado en Jaca desde hace más de 30 años, es ornitólogo, poeta, narrador, amante de la filología y de los bestiarios, y teórico del Arte Casual. Publica en Tusquets, en su colección Nuevos Textos Sagrados, un nuevo libro de poemas: 'Libro de la confusión'.

Me gustaría empezar por la cita inicial de John Ashbery. ¿Cree que ha logrado esa idea de que la preocupación principal del poeta es dar vida a la obra de arte de tal manera que resulte imposible tratar de explicarla? ¿Qué te resulta difícil o imposible contar o explicar? 

Esa es una preocupación que se le supone a algunos poetas, no sé si yo he llegado a ella, pero si así fuera todo ocurriría de modo inconsciente, ya que tengo claro que en mi proceso creador no existe esa intención. Un proceso creador que no se rige por normas, el poema surge, como decía Milosz, sin que nadie sepa de dónde, el poema viene dado, pero nadie sabe quién lo da, y la búsqueda de cripticismo no ha entrado nunca en mis planes aunque lo oscuro pueda surgir al utilizar como herramientas principales ciertos recursos automáticos apoyados en las citas de los Padres de la Iglesia.  

Dice que querías hacer un libro unitario, cerrado. ¿En torno a qué, qué Le preocupaba de partida?

El libro iba a llamarse 'Senilidad y muerte', pero al final ese fue el título de una sección del mismo, quizá porque resultaba demasiado obvio para un empeño mayor. 

Afirma que, durante la escritura, tenía la sensación de que era el fin de tu obra poética. ¿Por qué? ¿Tiene la sensación de que ha cerrado un ciclo?

Ese ejemplo de que el poeta sólo escribe un poema en su vida y luego no hace más que repetirlo podría servir para contestar en parte a tu pregunta. Es decir, la conciencia de que lo que debía escribir ya lo había escrito y de que la liturgia que continúa la escritura, las cuitas editoriales, las presentaciones en público, el aguarde de las reseñas, todo ello, también entra en la categoría de lo repetitivo. Además, el lugar común de que a cierta edad conviene retirarse actuaba como una losa durante la redacción de ‘Libro de la confusión’, hasta el punto de que me molestaba componer un nuevo poema, pensaba que debía actuar al dictado del sentido común, era hora de cerrar. Luego, al poco tiempo de finalizar, tuve unos días de intensa fiebre creadora, lo que me sorprendió, pero al analizar el fenómeno comprendí que se trataba de los estertores que anuncian la muerte, no sé si de la muerte creativa o de la muerte en sentido más amplio.         

Francisco Ferrer Lerín.
Francisco Ferrer Lerín, raro, talentoso y desconcertante.Rafael Gobantes

 Asegura que el libro quizá tenga un tono balbuciente, de búsqueda… ¿En qué cree que ha cambiado o evolucionado con respeto a ‘Fámulo’ o ‘Hiela sangre’, sus anteriores poemarios en Tusquets?

El tono balbuciente lo percibo en el bloque de textos surgidos tras la escritura de ‘Libro de la confusión’, son textos de carácter juvenil, inexpertos, necesitados de una mano correctora. ‘Hiela sangre’ y buena parte de ‘Fámulo’ son libros experimentales, proyectados en una época en que mi estro poético refulgía como los ojos del quebrantahuesos. ‘Libro de la confusión’ es el resultado de un gigantesco esfuerzo por retener el poso de una vidadedicada a la poesía, y los poemas escritos tras este último poemario me trasladan a los orígenes, a finales de los años cincuenta en que daba rienda suelta a las palabras desordenadas que brotaban como fruto de un ruido en la cabeza, de la influencia de algunos autores recién descubiertos y del inmejorable estado de salud que procuran la infancia y la  adolescencia.    

No deja de escribir nunca: ni tus microrrelatos, ni tus bestiarios, ni tus diccionarios o ensayos lingüísticos… ¿Qué ha pasado en estos seis años? ¿Cómo evoluciona un libro de poesía, cómo crece, qué recoge y qué deja fuera?

Queda claro que todo es intercambiable. Cuando escribo un texto no tiene destino definido, puede servir como poesía, como prosa e incluso como pía hoja parroquial. Una de las secciones de Libro de la confusión tiene por título "Cuatro prosas y un informe", y estamos hablando de un poemario. Quiero decir que no sólo el solapamiento de géneros es un hecho comprobado en mi obra sino que dicho solapamiento ya no es tal dada la indiferenciación entre unos y otros géneros.  

Cabría decir que el gran tema del libro, sobre todo en el epígrafe de ‘Libro de la confusión’ es la muerte. Hay varios poemas… ¿Se impuso el tema, es una preocupación que acecha, ha querido despejar sombras, abrirse paso con la palabra en esa hojarasca de incertidumbre que es el paso del tiempo?

La muerte siempre nos acecha, pero en mi caso me acechan más los prolegómenos de la misma y, en especial, las situaciones y los comparsas que enmarcan y condicionan la agonía. Es lógico que estas realidades tengan un cauce sólido y que configuren un libro con vocación terminal.  

¿De qué y de quién estaría más cerca del surrealismo o de Lautréamont?

El surrealismo, en las artes plásticas, me cautivó en la juventud. El surrealismo literario siempre me pareció un mero divertimento; pese a algunas tentativas no caló en mi manera de ver las cosas. Hoy, de las proclamas y manifiestos de la época sólo me interesa la fisicidad de sus recipientes, las primeras ediciones, los libros, algunos de ellos tontamente no adquiridos en un viaje a Bucarest, a primeros de los setenta, cuando aún era posible hacerse con prodigiosos botines a precios de saldo. Lautréamont es un castillo de fuegos artificiales; como tantos líderes de la creación de esa época, cuenta más su nombre, su biografía, que su producción literaria que, pocas veces, es leída y apreciada en su totalidad; en mi caso poseo las obras completas publicadas en París, en 1973, por José Corti, en un ejemplar intonso, y ahí sigue, en ese estado. A Lautréamont lo ingiero mediante la capilaridad, sé que hay algo ahí, de lo que los hiperbólicos hablan bien, pero temo que esté sobredimensionado, prefiero no certificarlo.       

¿Nacen sus imágenes del extrañamiento, del culturalismo, de unas claves casi herméticas o de tu intuición? Casi siempre sorprende al lector.

Vaya, “casi siempre", qué fracaso, esperaba sorprender al lector permanentemente. Bromas aparte diré que mis imágenes surgen casi siempre del poder del lenguaje, de los sintagmas escritos o pronunciados, a menudo sin intencionalidad literaria, que capturo en la calle y en los libros. Son enunciados que a mí sí me sorprenden y que tengo la obligación, si no moral al menos ética, de preservar; otra cosa es la fortuna en su nueva contextualización, por lo que opto, cada vez más, por dejarlos tal como están en su emisión original, tiendo al plagio como mecanismo seguro de éxito: si hay algo no mejorable, preservémoslo, recojámoslo y mostrémoslo combinado con alguna ligera aportación propia.    

Hay en usted una imaginación que se atreve con la crueldad, con la crudeza. ¿Por qué?

Con la crudeza, que no es más que la realidad inalterada, sí, con la crueldad no, que en mis libros no hay nunca complacencia en el mal, el sadismo es una muestra palmaria del despilfarro energético.

¿Tiene Paco Ferrer Lerín una voluntad explícita de provocar, de epatar? ¿Es para usted el mundo un lugar inhóspito?

Es obvia mi dificultad, creciente, para estar en el mundo, dificultad para permanecer dentro del sistema, ese sistema que propugna repetir hasta el desfallecimiento determinados postulados, repetir secuencias, intrincadas selvas de actitudes y lugares comunes. Procuro escapar de las tertulias, de las conversaciones de sobremesa, deseando acudir, desesperado, a ese rincón de mi estudio donde profiero singulares alaridos y ensayo nuevas contorsiones del cuerpo y el lenguaje.   

 Aparecen muchas cosas de su vida, reales y transfiguradas, y sin embargo están desdibujadas, no es fácil ver o intuir qué sucedió. ¿Por qué usa ese distanciamiento o incluso enmascaramiento?

Cuando se publicó la hagiografía ‘Familias como la mía’ ya señalé que se trataba de una recopilación de hechos alejados de la ficción, pero hasta donde lo permitían las ordenanzas, no fuera a ingresar prematuramente en presidio. Ahora, enredado en la confección de ‘Vórtex’, un viejo proyecto que espero culminar algún día, me encuentro con que el componente biográfico resulta obligatoriamente magro, desde la terminación de ‘Familias como la mía’ no me han sucedido suficientes aventuras y lo que quedó en el tintero no es susceptible, como ya he señalado antes, de utilización; tendré que tergiversar, casi fabular. 

Me ha dado la sensación de que el erotismo -presente, sin duda, pero menos vitalista, más sombrío-, ha sido aquí vencido por la muerte.

Francisco Ferrer Lerín.
Francisco Ferrer Lerín posee una imaginación muy peculiar e irreductible.Vicente Almazán.

Al llegar a Jaca, en 1968, yo era un joven impetuoso que combinaba el trabajo de campo, para una respetable institución, con la relación entusiasta con los miembros más conspicuos de la sociedad civil y militar. En uno de esos intercambios me llamó la atención el comentario de un bregado taxista local, hombre conocedor de los arcanos de la vida, que rezaba así: "ya no me interesan las titis, te las regalo, prefiero un par de huevos fritos con chistorra".      

En los agradecimientos, entre otros, recuerda a Alberto Moravia y a Henry Miller. ¿Qué leS debe, cómo lo han marcado?

Moravia y Henry Miller intervinieron directamente en la configuración de mi universo literario. Moravia con ‘Agostino’, descripción del despertar sexual de un joven burgués, ‘La romana’, que convierte a una prostituta en protagonista, y ‘El conformista’, en especial la transcripción cinematográfica a cargo de Bertolucci de la atmósfera mussoliniana; las tres novelas contribuyeron eficazmente a la construcción de mi sexualidad y, en el caso de Mussolini,  al redondeo del conjunto de referentes aportados por mi madre, que vivió en esos años en Génova. Y en cuanto a Henry Miller, traducido brillantemente en Argentina, marcó mis comienzos como prosista; sin embargo, lo más notable de mi relación con este autor fue el ejemplar de ‘Trópico de Capricornio’, algo magullado, hay que decirlo, procedente del infierno de la librería Argos del barcelonés Paseo de Gracia, que tuve permanentemente prestado, a novísimos y protonovísimos, como guía argumental masturbatoria, gracias a las oportunas anotaciones en las guardas sobre las páginas de contenidos más elocuentes.  

-Cita a Seferis. ¿Quiénes son los poetas de hoy o de ayer que aún Le siguen conmoviendo? 

Seferis es un guiño al pasado, una precisión cronológica, hoy ya casi nadie lo lee y, me atrevería a asegurar, casi nadie lo recuerda. A la lista de poetas que me conmovieron –Saint John Perse, Rimbaud, Eliot, Góngora, Pound- añadiría a Sharon Olds, Gamoneda y Claudio Rodríguez, autor cuya revisión me está resultando especialmente grata. 

Ya no es un poeta desconocido, aunque sí con aureola mítica. ¿Eso Le favorece, Le perjudica, Le inquieta, condiciona Su poesía?

“Ferrer Lerín es un conocido autor perteneciente al subgrupo de los escritores desconocidos” y “Ferrer Lerín es una celebridad subterránea” son dos aseveraciones, publicadas en los medios, que me permiten esbozar una sonrisa en estos días veraniegos de cólera. Sin embargo, esa “aureola mítica”, el peso abrumador de la biografía, no sólo distorsionan la valoración crítica de mi escritura sino que procuran excesivas dosis de tedio, no sólo a mí, sino a mis lectores. ¿Condiciona mi poesía?, en absoluto, y, ahora, llegado a este punto, tendría que preguntarme, una vez más, por qué escribo y, sobre todo, para quién escribo, y ahí, en el ejercicio de la sinceridad, responder que no lo sé, pero que no puedo dejar de intentarlo.  

Acabo con la pregunta casi escolar… ¿Qué es para usted la poesía, qué le da, qué le pide, y qué quiere darle usted todo el tiempo?

La poesía es, para mí, una reescritura. Una reescritura de lo normal, de la normalidad, ese estado carente de imaginación, de creatividad. La poesía es una reescritura de la estética imperante. La poesía es una reescritura del orden. Quizá la poesía podría definirse como eso, como una alteración del orden, o quizá, mejor, como una exaltación del ritmo, del ritmo responsable del fogonazo poético, de la transformación del significado y del comportamiento de las palabras.

POEMA

'Libro de la confusión'

Yo era así

sincero

gozaba de gran popularidad entre las chicas del barrio

comía dátiles en Cuaresma

conversaba con una paralítica anónima en la fuente de Barrancofondo

y reescribía el epitafio de Rufino

aquel que fuera

abatido por ladrones.

Ahora rezo mucho

prospero en la oración

visito en verano extensos pantanales

buscando incasable la fuente

la perla de gran precio que me ayude a concluir

Libro de la confusión

para el que ya dispongo

de dos inicios

‘Edith lo ama (luego volveremos a ello)’

y ‘Muchas aves hay allí’.

Un protagonista

pérfido vástago

hijo del rayo de la guerra

compadre de Tumbalobos, Culocontento, Moniche y Tío Momo

describe el animal llamado “Gran Bestia”

superior al perro de arbusto

pero tengo miedo

no sea que las palabras de Sócrates de Atenas

‘nada extravagante perdura’

caigan sobre mí como losa férrea.

Quizá el éxito

venga de la mano

de Susan Trombino

de sintagmas como

‘Tere, la cuñada, nunca fríe de noche’

habituales hallazgos de la vida diaria.

Qué angustia no dar con la clave

no hallar el camino

el desarrollo fácil de conceptos como “Besos humanos”

o “Razón y combate”

que me abran las puertas del cielo

que hagan buena la expresión coloquial

“Deo volente

será un gran libro”. 

 

17/09/2019 05:59 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

PATRICIA ESTEBAN: UN DIÁLOGO DE SOMBRAS

https://www.heraldo.es/noticias/ocio-y-cultura/2019/09/18/patricia-esteban-erles-me-gusta-la-belleza-que-contiene-una-maldicion-1334390.html

 

Patricia Esteban Erlés.
Patricia Esteban Erlés, escritora de lo inquietante y de la sutilezas sombrías.Beatriz Pitarch.

Patricia Esteban Erlés (Zaragoza, 1972) presenta la reedición de su primer libro: ‘Manderley en venta y otros cuentos’, que publica el sello Páginas de Espuma, galardonado ayer con el Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial de 2019. El acto será hoy miércoles 18, a las 19.30, en el Paraninfo, en compañía de la periodista Ana Segura, directora del programa ‘La torre de Babel’, de Aragón Radio. El volumen había aparecido anteriormente en Tropo Editores.

Dice que de ‘Manderley en venta’ lo primero fue el título, la carpeta que se abre… ¿Qué quería guardar ahí?

 

El día en que la abrí, en que surgió el título, casi como una revelación, solo supe que iba a contener historias, cuentos que reflejaran mi fascinación por algunos seres, reales o fantasmales, y los lugares por los que se pasean, arrastrando vidas ingratas o maldiciones. Esa querencia a los personajes abismados, a los que guardan secretos, amores y odios inconfesables, sumada a la que siento por los espacios cómplices, por esos sitios que se quedan con parte de nosotros cuando nos mudamos, que nos arrancan jirones de vida, hizo que decidiera que el núcleo temático de ese libro del que solo tenía el título fuera un homenaje a la mejor historia que, en mi opinión, se ha escrito sobre una casa y el espectro que nunca la abandonó del todo.

¿Qué escritora era entonces, o cuentista, y cuál es ahora?

Era una autora que envidiaba a muchos escritores por haber encontrado antes que yo esas historias prodigiosas que se iban quedando conmigo. Leía con una vocación predadora, quería alimentarme de novelas y relatos, filtrarlos, convertir en otra cosa, en algo mío, toda la literatura que me interesaba. Me sigue pasando, leo para crecer como autora, porque en otros y otras encuentro personajes, líneas, a veces una atmósfera, que activa algo dentro de mí que me permite contar a mi manera. Es un proceso de sugestión apasionante, en ocasiones un estímulo inmediato, exprés. Sigo admirando con pasión, que es como debe hacerse, y procuro avanzar, dar pasos hacia mí misma, hacia la que quiero ser como escritora. Entonces dudaba todavía entre la realidad tal cual y sus recovecos inusitados, las rendijas por las que se cuela lo fantástico. Me he decantado casi definitivamente por la fractura de lo mimético, prefiero desde hace tiempo ese mundo insólito que creo que se encuentra contenido en otro en apariencia prosaico, más previsible, por el que transitamos cada día, creyendo que estamos más o menos a salvo. Me siento más cómoda en las galerías y pasadizos de lo inusual, que diría la profesora Carmen Alemany.

¿Qué le debe a Hitchcock y a su película ‘Rebeca’?

La fascinación por el espacio como personaje. Cualquiera que vea o lea ‘Rebeca’ entiende eso, lo intuye. Manderley es un lugar hermoso, lleno de lujo, de objetos bellos. Rige en él un orden ilusorio, porque en realidad es la mansión que siente para siempre el dolor de una pérdida. Manderley es una casa enferma, que añora a Rebecca y contagia su mal a quien entra en ella. Eso me fascinó siempre, la habilidad con la que la autora primero y el director de cine después supieron insuflarle vida, una vida patológica, tristísima y peligrosa, a ese lugar de escalinatas, alcobas infinitas y corredores llenos de retratos.

Patricia Esteban Erlés.
Patricia Esteban Erlés vuelve a la casa hechizada y dolorosa de Manderley.Beatriz Pitarch.

En los últimos tiempos ha adoptado una inequívoca postura de defensa de las mujeres en la vida y en la literatura. ¿Cuál es su vínculo con Daphne Du Maurier, autora de la novela, y a quién coloca a su lado entre sus influjos?

Creo que hay una caterva de autoras interesantísimas que han sabido contarnos la historia de la mujer como pájaro encerrado en una jaula, la casa, a través de la ficción. Me interesan mucho esas escritoras que saben mirar el ámbito doméstico e interpretarlo no como refugio, como lugar en el que sentirse a salvo, sino presa del cuidado de una familia, del propio hogar. Cuando esto consigue expresarse utilizando un molde fantástico me fascina especialmente, porque lo que se logra es perfilar el personaje/mansión casi como ente con una personalidad (y a menudo una maldad) propia. Hay cuentos magníficos  en este sentido de Silvina Ocampo, que escribió un relato, ‘La casa de azúcar’, donde el hogar blanco y brillante como un terrón de azúcar al que se mudan unos recién casados se rebela contra ellos, ya que guarda aún la memoria de su anterior propietaria. Es una historia acerca de la mujer, sus aspiraciones, la dificultad de encontrar su propia identidad, todos ellos temas candentes ahora mismo, en la que la casa maldita y el doble aparecen como aliados fantásticos de la trama. Ni que decir tiene que Shirley Jackson, auténtica señora de las casas encantadas, borda el mismo asunto en novelas muy conocidas como ‘La maldición de Hill House’ o un texto a medio camino entre la autobiografía y el cuento fantástico, ‘Una casa vieja’, que aparece en el volumen que contiene toda su narrativa breve. Creo que la amargura de Jackson al tener que ser solo una escritora a tiempo parcial, cuando sus muchas obligaciones como esposa y madre de cuatro hijos se lo permitían, sobrevuela toda su obra, refleja un problema acuciante: seguramente nos hemos perdido muchas grandes historias porque sus autoras debían anteponer una colada o la limpieza de armarios a su escritura.

¿Resaltaría a alguna más Patricia Esteban?

Cristina Fernández Cubas también es una maestra en la creación de atmósferas y lugares fatídicos, pero recientemente he conocido también cuentos de una escritora, Cecilia Eudave, que añade al espacio doméstico simbólico el jardín, casi como remedo del bosque, de la libertad femenina, en sus relatos, muy muy singulares.

¿Tienen todas las casas un fantasma? ¿Cómo es el suyo?

Hay casas que lamentablemente no lo tienen. Son casas nuevas, con armarios precintados y que huelen a nuevo. Esas no me interesan nada. Yo prefiero las otras, esas en las que entras y percibes que guardan esqueletos, cartas que nadie puede leer, objetos malditos porque seguramente pertenecieron a alguien que ya no está. El mío eme sigue en cada mudanza, un poco más crecido que en la anterior. Está bien alimentado de recuerdos, de miedos que prefiero que no me abandonen porque son un vivero constante de historias. Podría decirse que estamos muy bien avenidos, él y yo. 

¿O una vecina borde, casi psicópata, como en el libro?

Sí, me curé de ese mal gracias a Ada Neuman, que da nombre a uno de los cuentos, donde de alguna forma relaté la historia del miedo que llegué a sentir cuando me di cuenta de que los vecinos de la vida real no son siempre los buenos samaritanos que nos guardan una llave o nos riegan las plantas. Es inquietante lo cerca que vivimos de otros, las cosas que podemos saber de ellos, lo fácil que es traspasar el espacio ajeno y provocar el terror tan solo, por ejemplo, dejando todas las luces de la casa encendidas.. 

¿Cómo nos damos cuenta de que en la rutina o en la normalidad también hay inquietud, la posibilidad de un crimen mismo?

Estando muy atentos. Muchas de las cosas que escribo no surgen de mi imaginación calenturienta, qué va. En realidad estoy siempre pendiente de lo que me cuentan personas de mi entorno, de esos casos inexplicables, de esas casualidades o enigmas que nos salen al paso cada día. Por qué desaparece alguien y no vuelve a saberse de él. Por qué entramos en un edificio y empezamos a sentirnos mal como si sus cimientos rezumaran un mal contagioso. Por qué a veces alguien nos lee el pensamiento o nos cruzamos por la calle con alguien que se nos parece mucho. Por qué nos confunden con otros. Son innumerables los motivos que nos da la realidad para ser fantásticos.

Patricia Esteban Erlés.
Patricia Esteban Erlés.Josian Pastor

En sus cuentos, en sus libros, en sus columnas dominicales en HERALDO, que ha recogido en ‘Fondo de armario’ (Contraseña), hay una explícita pasión por los hombres. Una inclinación al amor. ¿Puede suceder que imagine al hombre ideal e irrumpa en su vida?

Me atrae el ser humano en general, en todo lo que escribo suelo reparar en lo singular de algunos hombres y mujeres difíciles de olvidar. Curiosamente suelen gustarme las fragilidades, los rincones oscuros, la belleza que contiene en sí misma una maldición. Muy lejos, como ves, del idealismo, de la perfección. Nada me gusta más que una cicatriz o una sonrisa irregular. 

¿Qué le da la sombra, no temes que un día se pierda en esas oscuridades que fabrica y no sepa salir?

Corro el riesgo muy a gusto, me parece el tema más apasionante sobre el que escribir, el lado sombrío que todos tenemos y su aceptación. Creo que siempre hay una luz que nos permite encontrar el camino de vuelta. Seguramente tiene que ver con la calma que da comprender lo ambivalentes, lo luminosos y oscurísimos que somos todos, según quién y cuándo nos mira. 

¿Cómo se maneja en esa alianza entre realismo escrupuloso y fantasía, visión onírica o imaginación, y los mezclas con fragmentos de su autobiografía?

Siempre me han pasado cosas extrañas, inexplicables, a veces directamente absurdas, que me han llevado a integrar el componente de lo inesperado, de lo que no sabré comprender nunca, como elemento de mi propia vida y que desde allí pasa a lo que escribo en un proceso natural. Me gusta lo poliédrica que es la realidad, como macroestructura, los misterios que encierra, y combinarlos con los de mi propia cosecha. Es en ese mundo nada seguro pero honesto donde más a salvo me siento. 

¿Tiene la sensación de que está en estado de gracia: ‘Las madres negras’, ‘Fondo de armario’, y de que los lectores y editores ya saben quién es Patricia Esteban Erlés?

Pienso que soy alguien muy afortunado, que creyó que era posible escribir y se ha encontrado con una fantástica realidad que le da palmadas en la espalda, toquecitos de ánimo para que siga haciendo lo que le apetece al escribir. Me siento respetada y cada día doy las gracias por eso, y procuro trabajar en la misma dirección, para que la buena racha dure y pueda seguir disfrutando tanto como lo hago gracias a la literatura. 

¿Podrías darnos dos o tres definiciones del cuento, cómo lo vive, cómo lo siente, qué es para usted?

Es el género de los silencios inteligentes. Allí donde la novela es generosa, a veces excesiva, el cuento calla, te obliga a pensarlo, a escribir algunas de sus partes.  

Es un lugar en el que me siento a salvo como lectora. En el que encuentro mis propios caserones llenos de fantasmas, como autora.

¿Cómo define su idilio con la premiada Páginas de Espuma?

Como un salto al otro lado del espejo. Siempre recuerdo cuando miraba los libros de cuentos de Páginas en la mesa de novedades de la librería Cálamo, sin sospechar que un día publicaría allí. Este es mi tercer libro como autora en el mejor de los lugares, en esta casa donde se acoge a mis criaturas oscuras con auténtico entusiasmo. Páginas de Espuma es el hogar de los cuentistas porque allí nos sentimos huéspedes de primera, invitados de lujo. El trato personal, la pasión que se pone en cada obra, en cada momento del proceso de creación, son oro puro para quienes tenemos la suerte de formar parte de un catálogo deslumbrante, que apuesta por las autoras decididamente, que une orillas del mundo y nos recuerda que el cuento no es el hermano menor de nadie.

18/09/2019 06:30 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

PREGÓN Y POEMA PARA CARIÑENA

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PREGÓN DEL DÍA DE LA VENDIMIA EN CARIÑENA

 

Hace 40 años, casi antes de saber muy poco del Cariñena y sus vinos, llegué  a esta plaza exactamente. Tenía 19 años recién cumplidos y un temor infinito a casi todo. Estuve cuatro días deambulando de aquí para allá, esperando enganchar en el viñedo. Dormí en las grutas de las afueras, me enamoré de una aspirante a vendimiadora y no fui correspondido, supe de un crimen cerca de la estación de tren y aprendí el nombre de unos cuantos bodegueros. Curiosamente, mi padre hacía vino con uvas que le traían de Zamora, pero a mí sus caldos jamás me enamoraron, cosa que ahora lamento. Vi trujales, barricas, toneles, los más exuberantes que había visto jamás. Y un universo nuevo me entró por los ojos y los sentidos, y se fijó como un mapa de sensaciones y perfumes en mi cabeza.

En Cariñena no me dieron tajo, pero sí en Alfamén. En las fincas del Riojano. Viví una experiencia iniciática: un despertar a la viña, a la vida e incluso a la amistad. Me fascinó aquel mundo con sus ritos: las plantas, los racimos, las uvas, los cuévanos, el trabajo en sí, tan artesanal, y por supuesto lo que se contaba. Eran las tertulias del viñedo (Virginia Woolf ha dicho que “el lenguaje es vino en los labios”), que se suspendían en la tradición, en la memoria, en la defensa del oficio y en el amor a las calizas, arcillas, yesos, pizarras, a estas piedras que yo aún no era consciente que resultaba auténticamente milagrosas. Milagrosas para la garnacha, la cariñeña, el macabeo, la syrah, el tempranillo. Todas esas uvas son una y muchas: un arsenal de sensaciones, de hábitos, de sueños, y, también, una industria en marcha. Una industria que no cesa con 450 puestos directos, 35 bodegas y 24 embotelladoras.

Desde entonces no me he olvidado de Cariñena jamás. He disfrutado de su viñedo, de su historia, de ese mar verde que se ofrece al pasajero que va y viene a Teruel. Esa sensación no me la quito de la cabeza: el modo en que el viento peina los tallos, como si de un trampantojo visual se tratara, me da la sensación de que la viña se mueve al ritmo de un oleaje. Cuando digo Cariñena, quiero decir el campo de Cariñena: la ciudad que visitó Felipe II, la Fuente de la Mora, el museo del Vino, pero quiero decir muchas más cosas: Pilar Bayona y Mata y Cosuenda; Marín Bosqued, Simón Tapia Colman, Eugenio Arnao y Aguarón; Ildefonso Manuel Gil, María Moliner, Julio Palacios y Paniza; Mariano Lagasca y Encinacorba. La lista sería mucho más larga.

Cuando digo campo de Cariñena quiero decir Aguarón, Aladrén, AlfaménAlpartirAlmonacid de la SierraCariñenaCosuendaEncinacorbaLongaresMezalochaMuelPanizaTosos y Villanueva de Huerva. Aunque no ha sido mi especialidad, gracias a profesionales como Juan Barbacil, José Miguel Martínez Urtasun, José Luis Solanilla o Jesús ‘El Vaso Solanas’, entre otros, he seguido la evolución de la Denominación de Origen Protegida Cariñena y he visto su crecimiento, la consolidación de una bella forma de hacer vino, elaborado con todos sus matices, elegante, de suaves y matizados sabores, de poderosas sugerencias que brotan del llano, del sotobosque o de las frutas. He visto desde cerca y desde lejos el inmenso trabajo, el anhelo de proyección, las conquistas, ese lema feliz que ha hecho fortuna: El Vino de las Piedras, que encarna los prodigios del azar. La precisión de la poesía hecha verdad y futuro. En los últimos años Cariñena ha sufrido metamorfosis que la ha situado donde tiene que estar. Bien arriba, con honores, alegrando la vida y provocando la felicidad allá donde llega, y alcanza más allá del horizonte, en la misma región de los sueños y de los imposibles.

El campo de Cariñena es un laboratorio de caldos, la conciencia de la naturaleza, una continua afirmación del vino y su artesanía. El vino es conversación y magia, placer y sorpresa, colorido y bouquet. El vino es intimidad, tertulia, confidencias de familia en la alta noche. El vino es fantasía, delirio, sensualidad. El vino es una forma de percibir los latidos de la tierra y de encomendarse a sol del verano, a las lluvias del otoño, a los fríos y las nieves del invierno, a los vientos que gimen o ululan o se vuelven brisa de la primavera.

Si hay algo que me emociona especialmente es la viña en sí misma. Hojas, pámpanos, sarmientos, tallos, pasillos de sombra, racimos, ecos de una uva cariñena de casi seis siglos. Y me emocionan los hombres y mujeres que la cuidan y nos la ofrecen, trasformada en emoción y en ese líquido tan estimulante que ha llevado a decir a Eduardo Galeano: “Todos somos mortales hasta el primer beso y la segunda copa de vino”.

 

Querría terminar el pregón con un poema inspirado en un enólogo. El azar ha hecho que sea de Alfamén. Jorge Barbería Romeo. El texto simboliza el amor al campo de Cariñena, la vino y al trabajo bien hecho.

 

SOLILOQUIO DEL ENÓLOGO

 

1

 

Esta tierra es mi tierra. Cariñena.

El centro del mundo. Casi podría

afirmar que nací en una bodega.

Mis abuelos venían de Navarra

y hallaron aquí casa y solanar,

un territorio infinito de sueños,

la lisura del futuro entre guijarros.

Mirase donde mirase, ahí estaba

el viñedo, con su ondulación verde.

Con el lenguaje de las estaciones:

nieve, añoranza, alegría y llama,

ante mis ojos galopaba el viento

y graznaban las picarazas al sol.

Me fascinaba la geometría

de los campos, la distribución

de cada arbusto, el vigor cristalino,

la sólida salud de su belleza.

Ahí me crié. Imaginé a los dioses

antiguos, como héroes del llano,

a los trabajadores desvelados

que ansiaban una bodega feliz.

¡Qué mundo en movimiento, qué temblor

de escarcha, de pulpa fresca, de mostos!

¡Qué continente de olores, qué luz

de luna y crepúsculo derramándose!

La naturaleza me atrapó en su vahído

y se hicieron familiares palabras

con su propia expresión y melodía:

garnacha, hollejo, majuelo, poda,

pero también floración, irisado,

maridar, frescor de fuente helada.

No supe resistirme. Decidió

más nuestra sangre que la primavera, 

decidió la esencia de los sabores,

el misterio del bosque hecho viña.

Apliqué mi corazón a la tierra

y oí el rumor de mis antepasados.

Me sentí traspasado. Una voz dijo:

«Esta tierra es tu tierra. Cariñena.

Quédate y oye la confesión del vino».

 

2

 

No sé si me lo reveló mi abuelo,

artesano de las viñas y enólogo,

mi padre, investigador de vendimias,

o el trasiego entre piedra y tierra:

a las cepas hay que hablarles como

se habla a un hijo o a la soledad.

Mimarlas, sentir su respiración,

observar sus sarmientos y sus pámpanos,

y probarlos como un rico postre.

A las cepas hay que verlas cada día,

acariciar esas hojas perfectas,

admirar su color verde brillante.

Ya sé que dirán que me he vuelto loco,

pero las viñas sonríen y sugieren

qué vino debemos hacer y cómo:

si uno joven, lleno de sensaciones

-fresco, alegre, de paladar suave,

impregnado de moras y frutas-,

u otro, acaso irresistible, marcado

por ese olor tan hondo que enamora.

El vino es un arte de seducción.

 

3

 

¡Hay tanta gente aquí, tantos agentes

que embellecen y matizan el oficio!

Le doy las gracias a todo: a las nieves,

al vendaval, a las lluvias de abril,

a los jabalíes que visitan la viña,

a los pájaros fugitivos que cantan,

a tantos y tantos viticultores

que hacen del viñedo su oxígeno,

su pasión, su secreto bien guardado.

Miro estos labrantíos de Alfamén

y los veo a todos ellos y soy feliz

porque saben inventar la alegría

más exultante que llena una copa.

Esta bodega es cuánto sé de mí.

 

En cada vino o añada hago un brindis

con mi madre ya desaparecida.

Un brindis, un diálogo, mi quimera.

Yo me siento, agito este terciopelo

audaz, aspiro, me concentro y digo:

«Escucha, mamá, el cuento interminable

de nuestros campos: el vino y la vida.

Savia perdurable de amor y tiempo».

 

 

*Este texto está incluido en mi libro ‘Viña del mar’, que ha publicado el sello Olifante y que se presentará en el Paraninfo el 18 de octubre de 2019.

 

24/09/2019 06:34 Antón Castro Enlace permanente. Escritores No hay comentarios. Comentar.

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